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¡Basta de vehículos en el parque!

Una defensa de la distinción entre la interpretación en abstracto


y en concreto

Diego M. Papayannis∗
Universidad de Girona

1. Introducción
Como es bien conocido, Riccardo Guastini ha señalado en una serie de
trabajos que el término “interpretación” está afectado por varias
ambigüedades. Una de ellas se refiere a la interpretación en abstracto y la
interpretación en concreto 1.
La interpretación en abstracto consiste en atribuir un significado a un texto.
En la interpretación jurídica, normalmente se trata de relacionar un
enunciado dotado de autoridad, como un texto legislativo, con otro
enunciado que se afirma equivalente al primero. Así, el resultado típico de la
interpretación en abstracto es un enunciado con la siguiente estructura: “la
disposición D significa N” 2. Por cierto, en el discurso de los operadores
jurídicos, y también de los dogmáticos, es poco habitual encontrar
enunciados interpretativos que respondan exactamente a esta fórmula
canónica. Más frecuentes son, en cambio, enunciados como el siguiente: “El
incumplimiento doloso de la obligación, a los efectos del art. 521 del Código
Civil, supone una inejecución consciente y deliberada de la prestación
debida, sin que sea necesaria la intención de perjudicar los intereses del
acreedor”. Pero esta particularidad de la práctica jurídica no debe hacernos
perder de vista que la forma canónica recién mencionada pretende ser un


Profesor Agregado de Filosofía del derecho, Universidad de Girona. Investigador de la
Cátedra de Cultura Jurídica, Universidad de Girona. Con apoyo del proyecto DER2014-52130-
P (Ministerio de Economía y Competitividad). Agradezco los comentarios críticos de Lorena
Ramírez Ludeña, Isabel Lifante, Giovanni Battista Ratti, Andrej Kristan, Sebastián Agüero,
Jordi Ferrer y José Juan Moreso.
1
La distinción aparece como rasgo característico en un buen número de trabajos de
Guastini. En este artículo citaré principalmente la presentación de R. Guastini, Interpretar y
argumentar (Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2014) 33-36. También
puede consultarse la exposición de P. Chiassoni, Técnicas de interpretación jurídica. Brevario
para juristas (Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2011) 77-80.
2
Véase Guastini (n1) 33.

1
análisis de la estructura lógica de los enunciados interpretativos empleados
por los juristas. Y, como análisis, creo que es bastante preciso 3.
La interpretación en concreto, por su parte, no está orientada a textos, sino a
hechos. Se trata de subsumir un caso concreto en el ámbito de aplicación de
“una norma previamente identificada en abstracto” 4. Como advierte
Guastini, la interpretación en concreto presupone lógicamente la
interpretación en abstracto. Más allá de cómo se desarrolle el proceso
psicológico de interpretación, lo importante para comprender que se trata
de operaciones distintas es definir la naturaleza de la actividad en cuestión:
una cosa es atribuir un significado a un texto y otra es determinar si un caso
individual (espacio-temporalmente definido) queda comprendido en el
campo de aplicación de una norma ya identificada.
Lo anterior implica que la interpretación en abstracto impacta sobre el
contenido del sistema jurídico en general, mientras que la interpretación en
concreto lo hace sobre cada una de sus normas. Por ello, según Guastini, el
derecho está doblemente indeterminado. En el nivel del sistema, la
ambigüedad de los textos jurídicos hace que no sepamos exactamente qué
normas pertenecen a él. En el nivel de cada norma particular, la vaguedad de
los predicados (esto es, los términos que denotan clases) hace que no
sepamos exactamente qué casos individuales (insisto, espacio-
temporalmente definidos) están abarcados por cada norma. Por
consiguiente, las decisiones interpretativas en abstracto reducen la
indeterminación del derecho, en tanto precisan el conjunto de normas que
pertenecen a un cierto sistema, y las decisiones interpretativas en concreto
reducen la indeterminación de las normas de ese sistema, especificando qué
casos concretos son alcanzados por cada una de ellas 5.
Como ejemplo de interpretación en abstracto, Guastini cita el art. 13,
apartado 1, de la Constitución francesa, que reza: “El Presidente de la
República firma las ordenanzas y los decretos aprobados por el Consejo de
Ministros”. La cuestión interpretativa de crucial importancia es relativa al
carácter deóntico de la acción del Presidente: ¿qué significa “firma”?; ¿está

3
En realidad, las interpretaciones de los juristas son expresadas de maneras mucho más
complejas, sobre todo en el caso de los textos doctrinarios. Por lo general, para reconstruir
el significado que un autor atribuye a una disposición concreta del código civil uno debe leer
varios párrafos, a veces no consecutivos, o varias páginas, cuando no directamente capítulos
enteros de un libro.
4
Guastini (n1) 33.
5
Guastini (n1) 35.

2
el Presidente obligado a firmar las ordenanzas y decretos o tiene la potestad
de hacerlo? 6
Los ejemplos de interpretación en concreto, en contraste, son menos claros.
Guastini se vale del clásico ejemplo de la prohibición de ingreso de vehículos
en el parque. ¿Se aplica a los triciclos? Digo que son menos claros porque la
pregunta sobre si los triciclos están abarcados por la prohibición de ingresar
al parque no parece referirse a un caso espacio-temporalmente definido.
Antes bien, parece que aquí también estamos frente a un ejercicio de
interpretación en abstracto, más que en concreto. Si los triciclos están o no
incluidos parece depender necesariamente de la noción de vehículo que
estemos empleando, y determinar qué significa “vehículo” no parece ser una
operación diferente de determinar qué significa “firma” en el ejemplo
anterior. Dicho de otro modo, en el ejemplo de los vehículos en el parque,
toda cuestión de subsunción depende de definir primero la subcategoría de
los triciclos y luego la categoría (jurídicamente relevante) de los vehículos.
Para determinar si el artefacto sobre el cual se desplaza Olympia en el
parque de la Rambla de Poblenou el domingo 19 de septiembre de 2016 a las
22.05 es un triciclo o no, simplemente necesitamos definir “triciclo”. Y, luego,
para determinar si Olympia ha infringido la prohibición de ingresar con
vehículos al parque simplemente se requiere atribuir un significado a
“vehículo” que incluya o excluya a los triciclos, o haber ya atribuido un
significado a “triciclo” conforme con el cual son vehículos (o no). Pero en
todas estas operaciones no hay nada que no esté ya presente en la idea de
interpretación en abstracto. La imposibilidad de encontrar un espacio
conceptual para la interpretación en concreto que no sea reducible
enteramente a la interpretación en abstracto haría insostenible la distinción
propuesta por Guastini.
Este es uno de los puntos de partida de las críticas que Isabel Lifante y Lorena
Ramírez Ludeña han dirigido, en trabajos independientes, contra la tesis de
Guastini 7. En lo que sigue intentaré mostrar que más allá del mérito de las
objeciones planteadas por Lifante y Ramírez Ludeña a la particular
presentación de Guastini, la distinción entre interpretación en abstracto y en
concreto puede ser reivindicada. Expondré primero los argumentos de
Lifante y Ramírez Ludeña y luego sugeriré una manera de defender la
distinción.

6
Guastini (n1) 34-35.
7
Ambos textos están publicados en el número XI de la revista Discusiones (2012), dedicado a
analizar la teoría de la interpretación de Riccardo Guastini.

3
2. Algunos argumentos contra la distinción de Guastini
Lifante y Ramírez Ludeña coinciden en cuanto a que los ejemplos de Guastini
para ilustrar la interpretación en concreto no son del todo felices. A
diferencia de ellas, que creen que las dificultades en los ejemplos son solo la
plasmación de un vicio en la teoría, yo creo que el problema está en los
ejemplos y no en la distinción misma. Veamos cuál es exactamente la
objeción.
El ejemplo de los vehículos en el parque, como ejercicio de interpretación en
concreto, es confuso porque tal como lo analiza Guastini parece ser una
instancia de interpretación en la cual lo que está en juego es la
determinación del significado de la palabra “vehículo”. Y si uno intentase
reconstruirlo como una determinación sobre si Olympia al entrar con su
triciclo al parque infringe la prohibición de ingresar con vehículos todavía
quedaría por explicitar cómo esta determinación sería posible sin construir
un caso genérico, en el cual el acto de Olympia quede abarcado o excluido 8.
Un segundo ejemplo sugerido por Lifante es el art. 85 del Estatuto de la
Universidad de Alicante: “El mandato de decano tendrá una duración de 4
años, siendo posible su reelección una sola vez”. La indeterminación
normativa deriva del hecho de que no es claro si la prohibición de una
tercera reelección debe entenderse consecutiva o absoluta. Ahora bien,
afirma Lifante, ya sea que se plantee como un problema de interpretación en
abstracto o en concreto la “actividad interpretativa” necesaria para superar
la indeterminación es la misma. Si se presenta como interpretación en
abstracto, el intérprete debe elegir entre la norma N1, según la cual la
limitación se aplica solo sobre las reelecciones consecutivas, o la norma N2,
de acuerdo con la cual la limitación es absoluta y se prohíbe ejercer más de
dos mandatos, aun cuando fueran no consecutivos. En cambio, si lo
presentamos como una interpretación en concreto, es decir, sobre un caso
espacio-temporalmente definido, y nos preguntamos si Olympia puede ser
reelegida como decana pese a que ya cumplió en el pasado dos mandatos no
consecutivos, también la única operación intelectual relevante será definir si
el art. 85 expresa N1 o N2. Una vez decidido eso, cualquier operación

8
Véase I. Lifante, “Distinciones y paralogismos. A propósito del escepticismo guastiniano”,
Discusiones XI (2012) 59-85, 67.

4
intelectual requerida para la aplicación de la norma difícilmente pueda ser
llamada “interpretativa” 9.
Adicionalmente, Ramírez Ludeña argumenta contra Guastini que distinguir la
interpretación en abstracto y en concreto valiéndose de la distinción entre
ambigüedad y vaguedad resulta problemático, al menos en el ámbito
jurídico. Ello en la medida en que un caso de vaguedad siempre puede ser
reconstruido como un caso de ambigüedad. Así, las dudas sobre si el triciclo
puede o no entrar en el parque son fácilmente reconducibles a dudas sobre
qué norma está expresada en la disposición que prohíbe el ingreso de
vehículos en el parque. Nuevamente podría entenderse que la disposición
expresa N1, en la cual la palabra “vehículo” es interpretada según su
significado ordinario, o N2, en la cual “vehículo” se interpreta conforme con
la intención del legislador 10. Si Ramírez Ludeña tiene razón, la interpretación
en concreto es solo una manera alternativa de representar la actividad
interpretativa, no una actividad interpretativa diferente de la interpretación
en abstracto.
Los argumentos son interesantes, pero creo que son inconcluyentes. El caso
de los triciclos en el parque es un caso de vaguedad, ciertamente. Pero ello
no hace que sea un caso característico de interpretación en concreto. Por
“característico” quiero decir un caso en el cual la operación intelectual más
relevante sea la interpretación en concreto. Hasta aquí estoy parcialmente
de acuerdo con Lifante y Ramírez Ludeña. Ahora bien, los problemas de
vaguedad pueden presentarse a nivel de casos genéricos o a nivel de casos
individuales11. En lo que hace a los casos genéricos, al resolver las dudas
sobre si la clase de los triciclos pertenece a la clase (más amplia) de los
vehículos es plausible afirmar que estamos perfilando mejor el propio
concepto de vehículo. La decisión de incluir en, o excluir de, la clase general
una subclase que se encuentra en la zona de penumbra es, en un sentido
débil, un ejercicio de interpretación extensiva o restrictiva,
respectivamente 12. En ambos casos, se estará atribuyendo un significado
distinto al texto que expresa la prohibición de vehículos en el parque, en
función de qué concepto de vehículo se termine acuñando como resultado
de las labores interpretativas. Lo mismo cabe decir si la interpretación en

9
Lifante (n8) 68; el mismo argumento es expresado por L. Ramírez Ludeña, “El desvelo de la
pesadilla. Una respuesta a ‘El escepticismo ante las reglas replanteado’”, Discusiones XI
(2012) 87-116, 106.
10
Ramírez Ludeña (n9) 107-108.
11
Véase Guastini (n1) 41.
12
Guastini (n1) 112 y ss.

5
concreto se entiende realizada sobre casos individuales. El caso del triciclo de
Olympia solo podrá ser resuelto incluyendo o excluyendo los triciclos en la
categoría de los vehículos.
En cuanto al caso del art. 85, se trata de un caso de ambigüedad. Incluso
cuando Lifante lo presenta como un caso de interpretación en concreto, la
única cuestión relevante es qué norma expresa el texto del art. 85: ¿N1 o
N2? No estamos pues ante un genuino caso de interpretación en concreto.
Queda claro ahora que los ejemplos de Guastini no son los más adecuados
para trazar la distinción porque se centran en la subsunción genérica que “es
–por un lado– parte esencial de la interpretación ‘en abstracto’ y –por otro
lado– presupuesto necesario de la interpretación ‘en concreto’. En el acto de
subsunción genérica los dos tipos de interpretaciones, para decirlo de algún
modo, se confunden” 13.
Pero ¿existen genuinos casos de interpretación en concreto, casos en los que
la subsunción individual o genérica no se confunda con la interpretación en
abstracto? Estos deberían tener la siguiente particularidad: deberían suponer
una decisión sobre si incluir un caso individual (o una subclase de objetos) en
el ámbito de aplicación de la norma sin que esa decisión impacte sobre el
contenido normativo atribuido al texto base. Esto parece difícil de concebir
desde la postura crítica que estoy comentando. Tanto Lifante como Ramírez
Ludeña, como acabamos de ver, parecen creer que todo caso de
interpretación en concreto es reconducible a un caso de interpretación en
abstracto. Al perfilar la noción de vehículo la norma cambia. Si el intérprete
atribuye a “vehículo” un significado que elimina la indeterminación sobre si
los triciclos están incluidos o no, entonces, habrá realizado en realidad una
interpretación en abstracto, pues habrá atribuido un significado (nuevo) al
texto “Se prohíbe la entrada de vehículos en el parque” 14. La genuina
interpretación en concreto debe suponer una decisión judicial sobre si un
caso individual está incluido o no, sin que se produzca un cambio en la
norma. ¿Es esto posible?

13
R. Guastini, “Interpretación y construcción jurídica”, Isonomía 43 (2015) 11-48, 16.
14
Por una cuestión de espacio, no puedo justificar aquí mi rechazo de la reconstrucción
alternativa considerada por Alchourrón y Bulygin, según la cual lo que cambia en estas
situaciones son las reglas de inferencia. Véase C. E. Alchourrón y E. Bulygin, Normative
Systems (Springer-Verlag, New York-Wein, 1971) 91 y ss.

6
3. Menos vehículos en el parque y más atención al discurso de los juristas
Se me ocurre un sinnúmero de casos en los cuales la interpretación en
concreto es una operación interpretativa significativa y que no puede ser
reducida a una interpretación en abstracto. Para mostrar algunos de ellos,
conviene recurrir directamente a la jurisprudencia 15. La primera clase de
supuestos en la que me detendré es la de los bienes inembargables. En
general, los ordenamientos jurídicos declaran inembargables los bienes que
son necesarios para que el deudor y las personas que de él dependan lleven
adelante su vida con un nivel de bienestar razonable. La jurisprudencia
argentina ha dicho que
“(…) el ordenamiento procesal (…) menciona entre los bienes inembargables a los
‘muebles de indispensable uso’. Esta locución revela que fue intención del
legislador dejar librado al prudente arbitrio judicial la apreciación de cuáles eran
los bienes susceptibles de ser encuadrados dentro de sus previsiones, debiéndose
destacar asimismo que dicha ‘necesidad’ debe ser experimentada por la mayoría
de las personas en determinado momento, a que solo están exceptuados del
16
embargo, los bienes corrientes en un hogar de nivel medio de vida” .

La Cámara Civil se pronuncia sobre la manera de determinar la necesidad en


abstracto. No obstante, es obvio que lo que aquí se dice (y que es
representativo del nivel de abstracción con que usualmente trabajan los
tribunales) resulta insuficiente para que la interpretación en concreto pierda
su estatus de “interpretación” una vez clarificada la norma en abstracto. No
hay aplicación automática del concepto abstracto al caso individual. Todavía
se requiere algún discernimiento para determinar si un bien en concreto es
de “indispensable uso” 17. Una vez que el Tribunal explicita la interpretación
en abstracto a la que adhiere (y lo hace sumándose a otras decisiones
previas, es decir, no formula una nueva definición sino que emplea la
fórmula ya utilizada en decisiones pasadas), luego simplemente adelanta su
juicio evaluativo de la siguiente manera:

15
Encuentro que esta estrategia expositiva es especialmente adecuada para homenajear a
Riccardo Guastini, quien siempre ha enfatizado la importancia de analizar los problemas que
preocupan a los juristas y jueces, así como la estructura lógica de sus argumentos. Para una
panorámica, véase M. Atienza, “Entrevista a Riccardo Guastini”, Doxa 27 (2004) 457-473,
especialmente en pp. 457, 461, 463, 467-469, 472. Sobre la distinción entre la filosofía del
derecho de los filósofos y la filosofía del derecho de los juristas, véase R. Guastini, ¿Qué es la
teoría del derecho? (Huella Siete, Cusco, 2016) 21-25.
16
“Sessa, Sergio Alejandro”, Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala A,
09/09/2010.
17
Estoy pensando principal, pero no exclusivamente, en los casos cuyos hechos son
determinados valorativamente. Véase J. Wróblewski, Sentido y hecho en el derecho
(Fontamara, México, 2001) 262-263.

7
“cabe puntualizar que el juego de living, que los sillones de dos cuerpos
razonablemente integran, forman partes -como regla- el ajuar mínimo de un
hogar, considerándoselos indispensable para la vida hogareña (…) Igual solución
18
cabrá adoptar respecto del televisor marca Sony de 30" (…)”

Otra sentencia se pronuncia sobre la inembargabilidad de una consola de


videojuegos PlayStation y una computadora (un ordenador) en los siguientes
términos:
“Como se tiene dicho ‘el televisor por integrar el ajuar domestico de todo hogar
moderno, debe considerárselo incluido en el ámbito de protección del art. 219 del
Cód. Proc.’ (la disuelta cámara de apelaciones, reg. 241 (R) del 15/08/1996).
En ese entendimiento profusa jurisprudencia -aunque no en forma unánime-, ha
concluido que constituyendo el televisor un medio de información corriente
puesta al servicio del hombre común (…), resulta por lo tanto inembargable.
En lo que respecta a la computadora y la playstation a criterio de este tribunal ha
de reputárselas incluidas en la excepción prevista en el art. 219 del Cód. Proc. Civ.
y Comercial y en igual sentido 744 inc. a) CCyC., en tanto resultan bienes de uso
que, al igual que el televisor, escapan por su naturaleza a una estimación
puramente especulativa, satisfaciendo necesidades peculiares dedicadas a la
cultura y esparcimiento.
(…) [C]onstituyendo la inembargabilidad la excepción, ha de evaluarse si se está
en presencia de dicha excepcionalidad valorando la función de los bienes en
relación subjetiva con el usuario, y así la indispensabilidad debe estimarse en
relación al destino material propio del bien de que se trata, las características del
19
grupo familiar y la edad de sus integrantes”.

Nuevamente, el tribunal adhiere en primer lugar a ciertas interpretaciones


en abstracto ya realizadas por la jurisprudencia (por espacio he omitido la
transcripción algunas de ellas). En segundo lugar, cita un precedente sobre la
consideración que han merecido los televisores. La decisión sobre los
televisores es aportada como un elemento coadyuvante en la formación de
un nuevo juicio de embargabilidad que los jueces deben realizar. No se trata
de una aplicación por analogía, sino de explicitar cómo algunos casos ya
considerados claros en la jurisprudencia mayoritaria han servido de guía en la
decisión sobre las consolas de videojuegos y los ordenadores. La aplicación
por analogía supondría que estamos en presencia de una laguna normativa y,
como diré más adelante, esta no es la mejor reconstrucción teórica del
problema que supone la vaguedad.

18
Ídem.
19
“Tasa S.A. c. Villalba, Gladys Noemí y otro/a s/ cobro ejecutivo”, Cámara de Apelaciones en
lo Civil y Comercial de Necochea, 29/09/2015.

8
En este sentido, el concepto de “uso indispensable” podría ser ciertamente
mejor perfilado, pero sin importar cuánto esfuerzo teórico se destine a esa
tarea, siempre será necesaria la interpretación en concreto: un juicio sobre si
un caso está comprendido o no en la norma. Ese juicio de interpretación en
concreto no es superfluo, como parecen pensar Lifante y Ramírez Ludeña.
Todavía merece ser llamado “interpretación” jurídica, pues los jueces apelan
a distintas guías normativas de origen legislativo y, especialmente,
jurisprudencial para realizar esa determinación. Pese a todo, y esto es lo
relevante, la decisión sobre si la PlayStation es embargable no modifica en
absoluto el concepto de “bien mueble de uso indispensable”. Y si no lo
modifica, entonces, la interpretación en abstracto no ha sido alterada
tampoco. En estos casos, los jueces toman decisiones judiciales sobre casos
concretos que presuponen interpretaciones en abstracto, y lo que se
requiere para tomar esas decisiones no equivale a precisar de mejor manera
el significado originalmente atribuido al texto.
Es más, el intento de reconstruir este tipo de decisiones como un ejercicio de
interpretación en abstracto en el cual se establece una definición general
como “los ordenadores son bienes de indispensable uso” está destinado al
fracaso. Como es previsible, otra sentencia resolvió, con argumentos
defendibles, que el ordenador y la pantalla del demandado eran
embargables, pues no le impedían desarrollar su actividad económica,
aunque sí la hacían más dificultosa 20.
Algo similar ocurre con conceptos como el de objeto riesgoso. En los
accidentes de circulación, normalmente las distintas legislaciones entienden
que los automóviles son un objeto riesgoso y, por esa razón, están sujetos a
estándares más exigentes, como los derivados de la responsabilidad objetiva.
Asimismo, existe jurisprudencia que entiende que
“al ciclista en cierto modo se lo asimila al peatón, ya que las bicicletas por marchar
mediante el impulso del esfuerzo muscular del hombre, no lo es menos que no se
21
les puede aplicar el mismo régimen que a los automotores” .

En otra decisión, en cambio, se consideró que las bicicletas son objetos


riesgosos y, por lo tanto, que era aplicable la “teoría de los riesgos
recíprocos” y las consecuencias atribuidas jurisprudencialmente a estos

20
“BBVA Banco Francés S.A. c. Glecer, Silvio Osvaldo”, Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Comercial, sala B, 13/12/2010.
21
“Calizaya Gutierrez, Hernán Ciro c. Nogueira, Gabriel y otros”, Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, sala H, 22/06/2010.

9
supuestos22. La inclusión de las bicicletas en la categoría de cosas riesgosas
supone un ejercicio de interpretación en concreto que no cambia en
absoluto la noción de cosa riesgosa en la circulación, aplicable a un número
infinito de casos futuros.
Por último, y muy brevemente, son interesantes las decisiones relativas a si
un agente obró con culpa. La jurisprudencia ha dicho que
“(…) el déficit en el deber de cuidado y control de la madre respecto de su hijo,
contribuyó también en la causación del hecho, puesto que el mismo podría
haberse evitado si la progenitora hubiera impedido el escalamiento del cartel por
parte de su hijo K.
Mas esa prevención requerida a la madre —bueno es aclararlo aquí—, en modo
alguno se sustenta en conocimientos técnicos tales como el voltaje de la línea
eléctrica o la existencia del arco voltaico que la rodea, que, por cierto, la mayoría
de las personas no posee, sino que se apoya en una apreciación del más mínimo
sentido común esperable de todo individuo capaz cualquiera sea su condición
sociocultural, cual es, la representación del peligro dada por la altura del cartel
(6,10 mt) y de las lesiones que pueden derivarse de una eventual caída desde
dicha altura.
[…]
Sin embargo, estos elementos —si bien importantes—, no resultan suficientes
para eximir de responsabilidad en forma total a los codemandados, mas si para
atenuarla sensiblemente.
Arribo a esta conclusión luego de considerar que si bien la debida atención de la
madre podría haber evitado el accidente, el mismo tampoco habría ocurrido si el
cartel hubiera contado con adecuadas medidas de seguridad que impidiesen su
escalamiento y hubiera sido instalado respetando las distancias reglamentarias
respecto de la línea de media tensión que pasaba sobre el mismo (ya instalada al
23
tiempo del montaje de la estructura publicitaria)” .

Este juicio negativo sobre la conducta de la madre no tiene que ver con
determinar qué significa “negligencia” en el texto que parece regular el
asunto. Es decir, no se trata de identificar la norma, sino de aplicarla a un
caso concreto. Continuar dando vueltas en torno a la atribución de
significado no nos ayudará a cumplir esta tarea. En algún momento el
intérprete deja de cuestionarse los significados atribuidos a los textos y
evalúa el mundo con las normas que así ha identificado en abstracto. Su
tarea interpretativa, sin embargo, no se ha agotado. En el caso que comento,

22
“Martínez Elisa Noemí c. Transporte Ideal San Justo y otros”, Cámara de Apelaciones en lo
Civil y Comercial de La Matanza, sala I, 09/03/2010.
23
“S., S. L. y otro/a c. M., P. s/ daños y perj. del./cuas. (exc. uso aut. y estado)”, Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Azul, sala I, 19/12/2014.

10
el tribunal toma como negligente la omisión de las medidas que
razonablemente pueden exigirse a una persona media a fin de evitar el
accidente. Aunque esta noción puede ser refinada o perfilada mucho más, la
jurisprudencia suele mantener los estándares con que trabaja en este nivel
de abstracción. En efecto, es bastante racional operar de esta manera. El
refinamiento no admite límites lógicos, pero operar con normas que regulan
casos tan finos priva de su generalidad al derecho 24. Así, la interpretación en
abstracto usualmente acaba cuando se atribuye un significado a los artículos
del Código Civil que regulan estos supuestos25. Posteriormente, determinar si
la madre fue negligente en el caso concreto supone aplicar en su juego
mutuo las normas relevantes. Ahora bien, la determinación de que la madre
fue negligente, y en qué grado lo fue, no afecta en lo más mínimo a la noción
de negligencia, ni implica un refinamiento de las normas de diligencia. A la
vez, la determinación de la incidencia del riesgo inherente al cartel que era
propiedad del demandado tampoco tiene repercusión sobre la noción de
cosa riesgosa, ni sobre el concepto de causalidad allí presupuesto. Los
juristas dejan rápidamente de interpretar en abstracto, y sus operaciones
posteriores creo que son bien descritas por lo que Guastini denomina
interpretación en concreto. Ninguno de estos casos puede ser
plausiblemente reconstruido como la atribución de un significado a un texto.
Y tampoco sería acertado negar que en esta toma de decisiones no haya
ninguna tarea intelectual involucrada que merezca el título de
“interpretación”.
En definitiva, gran parte de los conceptos empleados en las normas son
susceptibles de ser refinados hasta el infinito pero su refinamiento no es
necesario a fin de aplicar la norma, tomando decisiones sobre qué casos
están comprendidos en ella.

4. Estructura e importancia de la interpretación en concreto


Según la definición de Guastini, la interpretación en concreto es una tarea
inevitable en la aplicación del derecho a un caso particular, pues en cada
ocasión que se razona con base en una norma se asume (o se declara) que el

24
Véase F. Schauer, Thinking like a lawyer (Harvard University Press, Cambridge, Mass.,
2009) 8.
25
Según el Código Civil argentino vigente en el momento de la sentencia, estos casos se
resolvían apelando a los art. 512 (que definía la culpa como “… la omisión de aquellas
diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las
circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar”) y el art. 1113 (referido a la
responsabilidad por vicio o riesgo de la cosa, en la cual la culpa de la víctima es eximente de
responsabilidad).

11
caso individual es subsumible en el caso genérico que constituye el
antecedente de la norma. Pero al igual que la interpretación en abstracto, la
interpretación en concreto puede resultar no problemática. Supongamos que
un tribunal supremo define con carácter definitivo y vinculante para los
tribunales inferiores que a los efectos del art. 13.1. de la Constitución
francesa, “firma” significa que el Presidente tiene la facultad de firmar, no la
obligación. En ese caso, las decisiones tomadas con base en el art. 13.1.
presupondrán una interpretación en abstracto no problemática. Identificar la
norma expresada en el art. 13.1. de la Constitución no requiere ningún
discernimiento o esfuerzo especial. De mismo modo, si un tribunal supremo
declara que los televisores son inembargables, el próximo caso de pedido de
embargo de un televisor no debería ser difícil de resolver. Una vez que se
produce un pronunciamiento autoritativo, la resolución de ese caso
individual contribuye a eliminar la indeterminación de la norma, aunque no
totalmente. Todavía podemos dudar de si el segundo televisor de la casa es
embargable o no. Todo depende de si es de “indispensable uso”. Digamos
que el segundo televisor sí es considerado embargable en un caso concreto.
Bien, siempre puede ocurrir que en otro caso posterior la familia tenga 10
hijos, y el segundo televisor también pase a ser considerado plausiblemente
como indispensable en ese contexto. Lo único que podemos tener por cierto
es que si en una familia con un solo hijo alguien quiere embargar el único
televisor de la casa, la norma que declara inembargables los bienes de
“indispensable uso” permite (pero luego del precedente obliga a) repeler el
embargo. Es decir, la solución de casos individuales simplemente enriquece
el acervo de casos que se entienden (o se deben entender) comprendidos
por la norma, pero no eliminan totalmente la indeterminación.
Una interpretación en concreto, entonces, puede reducir el margen de
indeterminación siempre que sea vinculante o que pase a formar parte de
una práctica interpretativa, es decir, de que sea aceptada por la comunidad
interpretativa como un estándar de decisión en casos futuros. De aquí se
infiere que la interpretación en concreto es capaz de producir una nueva guía
de conducta para los operadores judiciales. ¿En qué medida podemos negar
que esta nueva guía de conducta vaya a dejar inalterada la interpretación en
abstracto? En otras palabras, ¿cómo puede incorporarse una nueva guía de
conducta y a la vez dejarse inalterado el significado originalmente atribuido
al texto jurídico? Parece que esta es otra forma en la cual las categorías de
interpretación en abstracto y en concreto pueden volver a colapsar.
En realidad, la tesis del colapso entre la interpretación en abstracto y en
concreto ignora que conviene distinguir los problemas conceptuales (o

12
lógicos) relativos a los casos genéricos regulados por un sistema normativo y
los problemas semánticos derivados fundamentalmente de la vaguedad de
los conceptos empleados por el legislador. Alchourrón y Bulygin insistieron
en la importancia de tratar ambas cuestiones separadamente a fin de
distinguir las lagunas normativas de las lagunas de reconocimiento. En las
primeras, el sistema jurídico no ofrece ninguna solución normativa para un
caso genérico que resulta de las propiedades consideradas jurídicamente
relevantes. En las segundas, en cambio, el decisor tiene dificultades para
aplicar la norma porque no es claro que el caso individual sea subsumible en
un determinado caso genérico 26. Esto es perfectamente coherente con la
afirmación de Guastini de acuerdo con la cual los problemas de
interpretación en abstracto, relativos a casos genéricos, tienen que ver con la
indeterminación del sistema jurídico, mientras que los problemas de
interpretación en concreto, relativos a casos individuales, con la
indeterminación de cada una de sus normas.
Si esto es correcto, quienes niegan la distinción entre interpretación en
abstracto e interpretación en concreto, paradójicamente, corren el riesgo de
caer en un escepticismo interpretativo radical. La definición de los casos
genéricos, así como la identificación de lagunas, redundancias y antinomias,
supone tomar posición respecto de los problemas interpretativos en
abstracto 27. Una vez que el sistema está conformado, decidir casos
individuales requiere subsumirlos en un caso genérico y aplicar la solución
normativa allí especificada, si es que existe. Ahora bien, como la crítica de
Lifante y Ramírez Ludeña señala que la interpretación en concreto es
reconducible a una interpretación en abstracto, las operaciones subsuntivas
afectan el contenido de los casos genéricos y, por tanto, la interpretación en
abstracto, es decir, la identificación de qué normas pertenecen al sistema.
Esto implica que cada vez que los jueces desacuerdan sobre la subsunción de
un caso individual en un caso genérico, en realidad presuponen premisas
normativas diferentes. Qué normas son parte de un sistema jurídico en
concreto no es algo que pueda responderse de antemano, pues depende de
anticipar y resolver todos los casos de vaguedad posibles. Como estos casos
son infinitos, el sistema jurídico está necesariamente indeterminado, no en el
nivel de cada una de sus normas, sino en el nivel de las normas que
pertenecen a él. El resultado de negar la distinción entre interpretación en
abstracto y en concreto es una teoría de la interpretación tanto o más radical
que la del propio Guastini.

26
Alchourrón y Bulygin (n14) 31-34.
27
Véase Alchourrón y Bulygin (n14) 67 y ss.

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Una vez expuesto el modelo general, queda por explicar cómo puede la
interpretación en concreto ofrecer guías de conducta adicionales sin
modificar la interpretación en abstracto. La cuestión en mi opinión es
sencilla. La interpretación en abstracto toma por objeto la determinación de
la premisa mayor del silogismo judicial, mientras que la interpretación en
concreto toma por objeto la premisa menor 28. Veámoslo con el ejemplo de
los bienes inembargables analizado más arriba.
Premisa normativa: Los bienes de indispensable uso son inembargables
Premisa fáctica: El televisor del demandado es para él un bien de
indispensable uso
Conclusión/sentencia: El televisor del demandado es inembargable
Claramente, la premisa normativa es el producto de una interpretación en
abstracto. Examinado el art. 219 del Código Procesal Civil y Comercial
argentino, se afirma que los bienes de indispensable uso son inembargables.
Esto no es controvertido, creo. El análisis de la segunda premisa, en cambio,
requiere algunas precisiones adicionales. En mi reconstrucción, la premisa
fáctica se refiere al caso individual que el juez debe decidir. No creo que esto
pueda objetarse tampoco. Las sentencias judiciales se dictan normalmente
en ocasión de un caso concreto y ofrecen una decisión para ese caso
concreto. Es el televisor del demandado el que resulta inembargable, no
necesariamente todos los televisores. En ocasiones, los jueces para fundar su
decisión en el caso concreto se pronuncian sobre la inembargabilidad de
todos los televisores, realizando de ese modo una subsunción genérica.
La cuestión ahora es si cuando los jueces no realizan la subsunción genérica
expresamente, de todos modos la inteligibilidad de su razonamiento
depende de una premisa entimemática según la cual los televisores (o los
televisores de personas con hijos menores de edad a su cargo que tienen
ingresos inferiores a 1.000 euros, por ejemplo) son de indispensable uso, lo
que luego permite afirmar que el televisor del demandado es inembargable.
Es decir, para ofrecer una justificación completa de la decisión, ¿es necesario
introducir una premisa intermedia que exprese una subsunción genérica,
incluyendo la clase de los televisores (o ciertos televisores) en la clase más
amplia de los bienes de indispensable uso? Una respuesta afirmativa podría
comprometer la distinción entre la interpretación en abstracto y en concreto.
Lifante se inclina a pensar que la subsunción genérica siempre es necesaria,

28
R. Guastini, “A Sceptical View on Legal Interpretation”, Analisi e diritto (2005) 139-144,
143, citando a M. Troper, La théorie du droit, le droit, l’État, 106 y ss.

14
porque las razones que justifican la subsunción individual deben ser
universalizables 29.
Esta tesis me parece controvertida. La subsunción genérica no es requisito
para que la interpretación en concreto esté justificada. La subsunción
individual consiste en determinar (descubrir o decidir) si un objeto individual
(una persona, una acción, un evento, una cosa) tiene las propiedades
designadas por el predicado en cuestión 30. Dado que la subsunción individual
es de objetos individuales en clases, no veo por qué necesariamente la
subsunción de cualquier objeto en una clase vaya a requerir como paso
previo una subsunción genérica (de una subclase en una clase más amplia).
Cuando un juez realiza una subsunción individual simplemente expresa que
el objeto individual satisface las propiedades del predicado jurídicamente
relevante. Así, dada la norma según la cual son inembargables los bienes de
indispensable uso, no sería posible declarar que el televisor es inembargable
sin atribuirle las propiedades de la indispensabilidad. Y, ¿cuándo está
justificada una atribución de este tipo? ¿Cuándo está justificado afirmar que
el televisor del demandado es de indispensable uso y, por consiguiente,
inembargable? Una posibilidad es acudir a la subsunción genérica. Así, el
televisor del demandado será de indispensable uso si es posible identificar un
conjunto de propiedades en el caso en cuestión tal que estaríamos
dispuestos a afirmar en cualquier otro caso que las reúna que se trata de un
objeto también de indispensable uso. Creo que esta reconstrucción es una
simplificación de la práctica que nos impide apreciar cómo en efecto
funciona el razonamiento jurídico y el rol de la interpretación en concreto.
Supongamos que un juez considera que el televisor del demandado es
inembargable, porque es de indispensable uso, y argumenta:
“la situación precaria del demandado, cuyos ingresos son irregulares y no
alcanzan de media los 1.000 euros mensuales, que tiene dos hijos de 6 y 9 años a
su cargo, a los que no puede proveer otras fuentes de entretenimiento, como el
cine o el teatro, ni puede permitirse llevarlos a parques de atracciones, ni puede
dejarlos jugar en un parque con otros niños, dado que por trabajo mantiene su
domicilio en zona rural, hace que a juicio de este magistrado su televisor resulte
inembargable”.

29
Un argumento similar es sugerido por I. Lifante, Distinguiendo interpretaciones (en este
volumen). Dice literalmente: “[…] la justificación de la interpretación en concreto requiere
ser universalizable y por tanto implicará siempre realizar subsunciones genéricas, no
simplemente individuales”.
30
Sigo, espero que no con excesiva libertad, la distinción de C. E. Alchourrón y E. Bulygin,
Análisis lógico y derecho (Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991) 308.

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Yo personalmente creo que el juicio de este juez es correcto. Pero ¿ha
ofrecido una justificación suficiente? En un sentido, sí, ya que ha aplicado
una norma general conforme con la cual los bienes de indispensable uso son
inembargables. Pero en otro sentido no es claro que haya ofrecido una
justificación, puesto que se ha limitado a describir los hechos del caso. ¿Debe
el juez argumentar por qué cuando un individuo se encuentra en esa
particular situación de precariedad la norma sobre bienes inembargables
protege su televisor? Normalmente no se exige este nivel de justificación
minucioso en las sentencias (ni en la mayoría de los asuntos de la vida). Las
normas jurídicas están allí para que los jueces las apliquen ejerciendo su
discernimiento cuando sea necesario. Y esto parece ser exactamente lo que
hizo el juez.
Por otra parte, supongamos que el juez está en realidad asumiendo que para
cualquier persona que tenga dos hijos menores (A), que tenga ingresos bajos
(B) e irregulares (C), que viva en zona rural (D) y que no tenga otras fuentes
de entretenimiento (E), entonces su televisor es inembargable. Nótese que
aquí ya he generalizado las propiedades relevantes: no menciono la edad
concreta de los hijos, ni tampoco menciono la cuantía de los ingresos, etc. No
obstante, ¿cómo impacta esto sobre la interpretación en abstracto? Yo creo
que de ninguna manera. Los bienes inembargables siguen siendo los de
indispensable uso. Y para que un bien sea de indispensable uso la
concurrencia de las propiedades A, B, C, D y E son suficientes según el juez.
En efecto, sería extraño que ante otro caso donde los hechos concretos sean
subsumibles en las propiedades A, B, C, D y E el juez se negase a considerar
que el televisor del demandado es inembargable. Adviértase sin embargo
que, así como el concepto de uso indispensable es vago y genera la
necesidad de interpretar en abstracto, la generalización de acuerdo con las
propiedades A, B, C, D y E trae consigo otros 5 nuevos problemas de
vaguedad: ¿cuán irregulares y cuán bajos deben ser los ingresos del
demandado para que su situación pueda ser calificada como precaria? ¿Qué
ocurre si el demandado tiene un solo hijo que acaba de cumplir la mayoría de
edad, pero está bajo su cuidado porque ha sufrido un severo accidente con
su motocicleta? ¿Deben justificarse con subsunciones genéricas cada una de
estas decisiones interpretativas en concreto? Pues en algún punto hemos de
limitar esta exigencia de justificación a fin de tomar decisiones con base en
normas. Como muestra la jurisprudencia analizada, los juristas parecen tener
esto mucho más claro que los filósofos.
Naturalmente estoy de acuerdo en que la justificación exige coherencia en
las distintas decisiones que se adoptan en concreto. Así, la decisión tomada

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con base en las propiedades A, B, C, D y E compelen en principio al juez en un
segundo caso individual que presente esas propiedades, pero es
perfectamente posible que en un tercer caso con propiedades idénticas haya
una propiedad adicional (F) que haga que el juez considere derrotado el
juicio de indispensabilidad. F podría ser que los hijos del demandado son
demasiado pequeños como para aprovechar el televisor como medio de
entretenimiento (supongamos que tienen menos de un año de edad). Y, por
supuesto, también es posible que en otro caso que solo reúne las
propiedades A, B y C el juez considere que está asegurada la
inembargabilidad del televisor del demandado dado el peso atribuido a A, B y
C; o que en otro caso ninguna de estas propiedades esté presente, pero que
haya otras como H, I y J que también entendamos suficientes para tener
acreditada la indispensabilidad del bien que se pretende embargar. La
argumentación ofrecida en estas decisiones va formando un trasfondo de
aplicación de la norma que facilita la toma de decisiones en el futuro. Pero en
todo caso, el punto teórico es que la justificación de una subsunción
individual no puede consistir en encontrar en el caso en cuestión un conjunto
de condiciones necesarias y/o suficientes para llegar al mismo juicio de
inembargabilidad en casos futuros.

5. Palabras finales
En el desarrollo anterior intenté mostrar, a partir de una observación de
cómo funciona el razonamiento jurídico en la práctica jurisprudencial, que la
interpretación en concreto ocupa un espacio que no puede ser cubierto por
la interpretación en abstracto.
Para concluir, me gustaría realizar dos comentarios más. El primero es que la
defensa que he realizado de la distinción entre interpretación en abstracto y
en concreto no supone ignorar que las propias categorías adolecen de
vaguedad. Si los jueces comenzasen a resolver los problemas de vaguedad
con criterios progresivamente incluyentes, no sería descabellado afirmar que
con el tiempo el concepto y la norma general que lo usa habrán cambiado.
Pero esto no es sorprendente. Si una norma exigiese que para la validez del
contrato haya una contraprestación, la interpretación cada vez más laxa de
“contraprestación”, en la que se termine admitiendo que 1 céntimo a cambio
de una Ferrari es contraprestación suficiente, puede hacer que al comienzo
sea correcto afirmar que de acuerdo con la norma son inválidos los contratos
sin contraprestación y al final digamos que la contraprestación real no es
requisito de validez (aunque lo siga siendo una contraprestación nominal
declarada). La norma sin dudas habrá cambiado, puesto que al final ya no

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será necesario entregar algo de valor a cambio de lo que se recibe para que
el contrato sea válido. Este tipo de relaciones entre la interpretación en
concreto y su impacto sobre la interpretación en abstracto son posibles, pero
no afectan el argumento que he elaborado. Aunque diacrónicamente
podamos observar esta influencia, ello no nos autoriza a sostener que
sincrónicamente todo sea interpretación en abstracto.
Como segunda cuestión, quisiera enfatizar que la distinción de Guastini,
también implicada por el aparato conceptual de Alchourrón y Bulygin, es
compatible con una buena variedad de teorías del derecho y no solo con una
de corte realista. Aquí no estoy en condiciones de justificar plenamente esta
afirmación, pero la idea es que también el objetivismo interpretativo puede
valerse de la distinción para explicar que a menudo la mejor manera de
concebir la argumentación y el análisis del caso individual consiste en verlo
como un intento por descubrir o desentrañar la naturaleza profunda de los
fenómenos sobre los que versa el litigio 31. Así pues, la distinción sobre la que
tanto ha insistido Guastini no es patrimonio exclusivo del realismo jurídico.

31
Véase L. Ramírez Ludeña, Diferencias y deferencia. Sobre el impacto de las nuevas teorías
de la referencia en el Derecho (Marcial Pons, Mardrid-Barcelona, 2015) 73 y ss.

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