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Para comenzar habrá que decir que en lo infantil hay una condición interesante, existe una
gran diversidad de formas en las cuales las ideas sociales de niñez se condensan y
encarnan en experiencias muy particulares y completamente dispares, disímbolas entre
ellas. Las ideas de la infancia y lo infantil, de los niños y las niñas son formas culturales
para entender de una sola impresión mediante una imagen homogeneizada y normalizada
(en el sentido estadístico del término) de una multiplicidad de experiencias que le suceden
a esta población particular. El valor heurístico de la infancia, la niñez, los niños y las niñas
es la posibilidad de entenderla como una población, muy diferente, pero similar entre
quienes pertenecen a ella.
Una de las experiencias que las vuelve similares es la relación de subordinación con
respecto a un/a responsable o tutor/a, en todas las posibilidades de encarnar a una niña o
a un niño, lo que hay de común es tener un estatus social menor, con esto no me refiero
solamente a tener un menor valor en cuanto a la importancia que reciben como población
respecto a otras (adultos, adultos mayores), también existe una concepción socio-cultural
que coloca a la infancia en un lugar especial, cercana a la noción de discapacidad y la de
salvaje, entiende que niños y niñas no poseen las capacidades suficientes para realizar
determinadas actividades, ejemplos de discusiones sobre estas concepciones distintas de
la infancia se pueden encontrar en la determinación de la responsabilidad penal, el trabajo
infantil y el consenso en la sexualidad.
Los estudios de género, así como los culturales son herramientas analíticas precisas, que
logran hacer cortes en el entramado socio-cultural para entender los elementos que dan
sentido a una determinada práctica. Además de los elementos analíticos propios de la
sociología, la visión de genero y de la cultura garantizan una perspectiva muy
enriquecedora para el estudio de las prácticas sociales, en particular de la sexualidad.
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Desde la fenomenología feminista (Alcoff, 2000) se lanza un llamado importante para
recuperar la noción de la experiencia como forma de estudio de las ciencias sociales, que
escucha las voces de los sujetos que no eran reconocidos por las prácticas académicas de
la época, además critica el sesgo masculino, racionalizado y eurocéntrico de la mayoría de
las investigaciones antropológicas de sus contemporáneos. Este llamado de atención
remite a la importancia de tener certeza sobre el lugar desde el cual se realiza la producción
de conocimiento, no solamente del lugar de quien realiza la investigación sino sobre el tipo
de sujeto que se está utilizando como presupuesto teórico, es decir, sí es hombre, mujer y
sí toma en cuenta sus especificidad.
Para responder estas preguntas, es necesario establecer un piso mínimo para la reflexión
y el debate, el lugar en el que se producirán estos acontecimientos será al interior de un
espacio recortado de la realidad. Con la finalidad de explicar este recorte un tanto arbitrario
de las relaciones sociales que construyen de manera cultural los fenómenos de la
sexualidad humana, considero pertinente utilizar dos herramientas conceptuales de la
sociología postestructuralista: el campo bourdiano y el dispositivo foucaultiano.
En el análisis del funcionamiento social de los significados sobre la sexualidad, tienen que
revisarse al menos dos elementos que resultan fundamentales, el consenso entre las
personas participantes en alguna práctica y el poder entre los sujetos, además del
relacionado con las instituciones, los discursos, las tecnologías. En este sentido el aporte
metodológico del modelo del campo resulta muy útil puesto que presupone una relación
entre la estructura de los aparatos del estado y la agencia individual de los sujetos, además
de que advierte las luchas que existen en lo social por determinar el significado de las
acciones:
“La estructura del campo es un estado de la relación de fuerzas entre los agentes o las
instituciones que intervienen en la lucha o, si ustedes lo prefieren, de la distribución del
capital específico que ha sido acumulado durante luchas anteriores y que se orienta a
estrategias ulteriores” (Bourdieu, 1990, pág. 136)
La teoría del campo permite realizar un mapeo de los agentes, las instituciones, el flujo del
capital y las fuerzas empleadas para obtenerlo, dirigirlo y mantenerlo, mediante este análisis
se pueden localizar los lugares desde los que se “hace” la verdad, así como las prácticas
de producción de verdad.
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Así en el campo de la sexualidad aparecen varias dimensiones que se pueden analizar en
lo social respecto a ella, por ejemplo, la dimensión biológica que mediante discursos
medicalizantes de la sexualidad, estudia este proceso como una forma natural de la
reproducción de la especie humana, presupone la complementariedad y la
heterosexualidad de los sujetos. La dimensión política que plantea la relación del
reconocimiento de la identidad, del acceso a derechos civiles y ciudadanos vinculados a la
sexualidad de los sujetos. La dimensión jurídica de la sexualidad, es decir, las leyes y
normatividades que regulan el acceso a servicios de salud, a la educación y a los derechos
humanos en temas de sexualidad; las definiciones de los sujetos que presuponen para el
diseño legislativo y la redacción de las leyes.
Existen en el Distrito Federal al menos dos leyes que regulan la sexualidad en la población
de 0 a 29 años cumplidos, una de ellas lo hace desde el enfoque de salud sexual y
reproductiva (Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes [LGDNNyA]),
la otra desde el enfoque de derechos sexuales y reproductivos (Ley de las y los Jóvenes
de la Ciudad de México [LJDF]).
La primera define a niñas y niños como los menores de doce años, y adolescentes como
las personas de entre doce años cumplidos y menos de dieciocho años de edad. La
segunda define dos tipos de jóvenes, a saber, mayores y menores de edad., siendo los
mayores aquellos con 18 años cumplidos, hasta los 29, y los menores, aquellas entre los
12 y los 17 años cumplidos. El intervalo que vincula a las dos leyes va de los 12 años
cumplidos hasta los 17, adolescentes menores de edad.
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“Aquellos que, dentro de un estado determinado de la relación de fuerzas, monopolizan (de
manera más o menos completa) el capital específico, que es el fundamento del poder o de
la autoridad específica característica de un campo, se inclinan hacia estrategias de
conservación.” (Bourdieu, 1990, pág. 137)
También encontramos los discursos que sujetan a los individuos del nacimiento a la
mayoría de edad, me refiero a la tradición desarrollista del pensamiento psi (Foucault;
Lipovetsy) elaborada desde la medicina, la psicología del desarrollo (Freud y Piaget), la
sexología y la pedagogía. Estos recursos discursivos funcionan como elementos
estructurales del campo que ofrecen marcos de referencia o guiones (Goffman) para la
interacción social de los sujetos en contextos determinados, asimismo son el lugar del que
abrevan los individuos para elaborar representaciones mentales, sociales e imágenes que
les permiten la interacción entre los actores sociales.
Las representaciones sociales, mentales e imágenes sobre la infancia, la adolescencia y la
juventud indudablemente son influenciadas por los medios de comunicación masiva:
películas, series de televisión, novelas y por supuesto anuncios publicitarios de cualquier
tipo imaginable. Es precisamente en el registro de los imaginario donde opera la mano
invisible del mercado al interior del campo de la sexualidad. Cosifica a los cuerpos,
hipersexualiza a las infancias, comercia con el deseo y las prácticas sexuales.
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También juegan un rol importante al estructurar y ser estructuradas dentro del campo,
distintas instituciones como las escuelas, las familias, las parejas, el noviazgo. Mientras que
la primera de estos ejemplos puede quedar como una institución formal con normas y
reglamentos escritos, las otras instituciones serán más bien informales, en el sentido de
funcionar bajo la forma de las costumbres y las tradiciones, como una normatividad cultural
transmitida de generación en generación, sin que medie un acuerdo explícito y por escrito
de la sociedad.
Las infancias
“Como todo campo (b), el de la infancia está compuesto por enfoques, análisis, estudios y
conceptos; por la práctica que incluye un conjunto de acciones, programas y políticas; y
finalmente, por una amplia gama de actores intervinientes. Aún siendo un campo que uno
podría presumir "definido", es propenso a ambigüedades que ocultan relaciones sociales
de dominación, lo que conduce a imprecisiones que uno podría afirmar que no son
"inocentes". Esta aseveración tiene aún más fuerza dada la expansiva difusión mediática y
la "preocupación" pública que el tema de la infancia cubre en la industria cultural”. (Bustelo,
2005)
“la cuestión no es sólo "analítica" sino sobre todo biopolítica pues hablamos de poder.
Afirmo entonces que la cuestión central en la relación pobreza-infancia es el poder, puesto
que niños/as y adolescentes son por autonomacia «los que no tienen poder».” (Bustelo,
2005)
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“En el campo de la infancia, estas prácticas discursivas distorsionadas y manipulatorias se
han constituido en un orden "natural" en donde los factores de poder conocen que es en el
"tiempo" de la infancia donde se inicia el proceso constructivo de su situación de dominio y
en donde el ocultamiento de la relación de domino se hace más evanescente. Como afirmé,
se cumple en este campo como quizás en ningún otro, aquel primado que establece que
una relación de dominación para ser efectiva debe permanecer oculta. (Bustelo, 2005)
Las corrientes más críticas del feminismo, que estudian las desigualdades diferenciadas de
las distintas sujetas “mujer”, cuestionan el lugar privilegiado de las mujeres blancas, clase
media, universitarias, europeas, heterosexuales y proponen que la discriminación atraviesa
por otras categorías además de por el género, a saber, la clase, la etnia, la edad, la
orientación sexual. El feminismo negro introduce estas discusiones al interior del
movimiento feminista para originar el análisis decolonial, interseccional, esto logra
descentrar al sujeto del feminismo para reivindicar las experiencias de muchas otras
mujeres. La perspectiva interseccional permite reconocer las diferencias que hay al interior
del movimiento feminista, para darles su justa dimensión, aunque también propone pensar
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en términos de “esencialismos estratégicos” frente a las luchas externas. (Viveros, Mara.
2010).
“Se trata de superar las formas de ontologización de la juventud desde la descripción de los
eventos discursivos y sus condiciones de existencia. Esto significa que no se trata de una
fenomenología, ni una historia, sino de la pretensión de hacer una genealogía y arqueología
de las formas de producción y dominación que giran en torno a las personas jóvenes.”
(Vásquez, 2013)
La sexualidad
Existen varios discursos para entender la sexualidad que van desde los
esencialistas/biologicistas hasta los constructivistas/culturales, ambos polos de este
espectro obedecen a la tensión filosófica por definir al ser humano entre animal y ser social
(lo propiamente humano) (Vendrell, 2004). La sexualidad desde la visión esencialista es
estudiada por la biología, la medicina y la sexología como procesos fisiológicos dedicados
a la reproducción de la especie. Encontramos estudios sobre la normalidad y la anormalidad
de la función sexual humana centrados en la reproducción de la especie realizados desde
el conocimiento sexológico enarbolado por Krafft-Ebing (1906), en donde se investiga a
personas adultas en sus prácticas sexuales normales y anormales, éstas últimas son
determinadas como tales debido a que se separan de la función sexual reproductiva. La
visión constructivista de la sexualidad es abordada desde la antropología, la sociología.
En este sentido, la sexualidad constituye algo tan esencial como el cuerpo mismo, el cuerpo
“sexuado”. Hay que tener en cuenta que lo biológico es colocado en lo más profundo de la
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vida humana, ya que, aún siendo capaces de diferenciar en nuestra “naturaleza” diversas
dimensiones -biológica, psicológica, social, cultural-, tendemos a organizarlas
estratigráficamente de modo que lo más profundo, lo biológico, marca más lo que somos
universalmente como especie que aquello situado en la superficie: lo cultural.” (Vendrell,
2004, pág. 39)
“[El dispositivo] se trata de un conjunto heterogéneo que incluye virtualmente cada cosa,
sea discursiva o no: discursos, instituciones, edificios, leyes, medidas policíacas,
proposiciones filosóficas. El dispositivo, tomado en sí mismo, es la red que se tiende entre
estos elementos.
2) El dispositivo siempre tiene una función estratégica concreta, que siempre está inscrita
en una relación de poder.
3) Como tal, el dispositivo resulta del cruzamiento de relaciones de poder y de saber.”
(Agamben, 2007)
“Si ahora nos dirigimos hacia la definición del término “dispositivo” que se encuentra en los
diccionarios franceses de uso común, encontraremos esta distinción entre tres significados:
1) Un sentido jurídico en sentido estricto: “El dispositivo es la parte de un juicio que contiene
la decisión por oposición a los motivos”, es decir, la parte de la sentencia (o de la ley) que
decide y que dispone.
2) Una significación tecnológica:“La manera en la que están dispuestas las piezas de una
máquina o de un mecanismo y, por extensión, el mecanismo en sí mismo”.
3) Una significación militar:“El conjunto de medios dispuestos conforme a un plan”.
(Agamben, 2007)
“El dispositivo de alianza tiene entre sus principales objetivos el reproducir el juego de las
relaciones y mantener la ley que las rige; el de sexualidad engendra en cambio una
extensión permanente de los dominios y de las formas de control … El dispositivo de la
sexualidad no tiene como razón de ser el hecho de reproducir, sino el de proliferar, innovar,
anexar, inventar, penetrar los cuerpos de manera cada vez más detallada y controlar las
poblaciones de manera cada vez más global.” (Foucault, 1976, pág. 130)
En el ámbito de la sexualidad, existe una lucha para lograr que las prácticas sexuales
puedan tener un espacio de reconocimiento, que se garantice el respeto a las personas.
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WAS 1999
1. El derecho a la libertad sexual.
2. El derecho a la autonomía, integridad y seguridad sexuales del cuerpo.
3. El derecho a la privacidad sexual.
4. El derecho a la equidad sexual.
5. El derecho al placer sexual.
6. El derecho a la expresión sexual emocional.
7. El derecho a la libre asociación sexual.
8. El derecho a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables.
9. El derecho a información basada en el conocimiento científico.
10. El derecho a la educación sexual integral.
11. El derecho a la atención de la salud sexual.
Bibliografía
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Agamben, Giorgio. (2007). ¿Qué es un dispositivo?. En Sociológica (2011), año 26, número
73, pp. 249-264 mayo-agosto
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