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La historia de la sunamita:
La historia de la sunamita se encuentra en 2 Reyes, capítulo 4 y 8.
Su hospitalidad se encuentra en 2 Reyes 4:8-11 por el modo que le abrió las puertas de su hogar al
profeta Eliseo.
“8 Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer
importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí,
venía a la casa de ella a comer.
9 Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra
casa, es varón santo de Dios.
10 Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa,
silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él.
11 Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió.”
Desde el principio hasta el fin de la historia de esta mujer, vemos su fe, sinceridad, estabilidad en
la crisis, y su fortaleza en medio de la ansiedad. Ella es un ejemplo de gran fe. Aún en las
circunstancias más temibles no tuvo dudas acerca del poder y la bondad de Dios.
Pensamientos finales:
Esta mujer recibió muchas retribuciones. Primero tuvo un hijo; más tarde este le fue devuelto vivo
después de haber muerto; todas sus posesiones le fueron devueltas. Lo más importante, pudo
conocer a Dios al convertirse en amiga de su profeta Eliseo.
Como mujeres de fe, si vivimos para Dios como lo hizo la sunamita, también,
podemos esperar que Dios nos bendiga, A lo mejor no recibamos el mismo tipo
de bendición, pero podemos estar seguras que Dios mira con bondad a los que
obedecen su palabra y también provee para sus siervos. La generosidad de Dios
debería acercarnos a él día a día.