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Resumen de la encíclica "Fides et ratio". Fe y razón, las dos alas para elevarse a la verdad
Almudi.org. Resumen de la Encíclica "Fides et ratio" (Aceprensa 142/98) "La fe y la razón
son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de
la verdad". Esta frase, con la que se inicia la encíclica Fides et ratio de Juan Pablo II, es una
síntesis de su contenido central: la cuestión de la verdad, que es la cuestión fundamental
de la vida y la historia de la humanidad. Juan Pablo II defiende la capacidad de la razón
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(Aceprensa 142/98) "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano
se eleva hacia la contemplación de la verdad". Esta frase, con la que se inicia la encíclica
Fides et ratio de Juan Pablo II, es una síntesis de su contenido central: la cuestión de la
verdad, que es la cuestión fundamental de la vida y la historia de la humanidad. Juan Pablo
II defiende la capacidad de la razón humana para conocer la verdad, y pide que la fe y la
filosofía vuelvan a encontrar su unidad profunda.
Al margen de las diferencias de cultura, raza o religión, todo hombre se plantea los
mismos interrogantes sobre su propia identidad, su origen, su destino, la existencia del mal,
el enigma que sigue a la muerte. Es decir, busca una verdad última que dé sentido a su vida.
Para buena parte de la mentalidad actual, sin embargo, se trata de una búsqueda inútil,
pues el hombre sería incapaz de alcanzar esa verdad.
Entre los muchos medios que el hombre tiene para progresar en el conocimiento de
la verdad destaca la filosofía. "La filosofía nació y se desarrolló desde el momento en que el
hombre empezó a interrogarse sobre el porqué de las cosas y su finalidad". Pero, en los
últimos tiempos, la filosofía, "en lugar de apoyarse sobre la capacidad que tiene el hombre
para conocer la verdad, ha preferido destacar sus límites y condicionamientos".
Juan Pablo II plantea un problema que suscitará un eco entre los hombres de cultura:
¿por qué diversos movimientos filosóficos contemporáneos insisten en subrayar la
debilidad de la razón, impidiéndole de hecho ser ella misma, difundiendo así un
escepticismo generalizado? Si con la Veritatis splendor el Papa quiso llamar la atención
sobre algunas verdades de orden moral que habían sido mal interpretadas, con Fides et
ratio quiere referirse a la "verdad misma" y su "fundamento" en relación con la fe. La Iglesia,
afirma, "considera a la filosofía como una ayuda indispensable para profundizar en la
inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen".
Así pues, ciento veinte años después de la encíclica Aeterni Patris de León XIII (1879),
Fides et ratio propone nuevamente el tema de la relación entre fe y razón, y hace ver las
consecuencias negativas de la separación entre ambas. El Papa dice que, aunque parezca
paradójico, la razón encuentra su apoyo más precioso en la fe, mientras que la fe cristiana,
por su parte, tiene necesidad de una razón que se fundamente en la verdad para justificar
la plena libertad de sus actos.
El primer capítulo presenta la Revelación como conocimiento que Dios mismo ofrece
al hombre. Recuerda que, "además del conocimiento propio de la razón humana, capaz por
su naturaleza de llegar hasta el Creador, existe un conocimiento que es peculiar de la fe".
Son dos verdades que no se confunden, ni una hace superflua a la otra. La Revelación, al
expresar el misterio, impulsa a la razón a intuir unas razones que ella misma no puede
pretender agotar, sino sólo acoger.
El hombre busca la verdad, pero "esta búsqueda no está destinada sólo a la conquista
de verdades parciales, fácticas o científicas. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior
que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar
respuesta más que en el absoluto". Esta verdad se logra no sólo por vía racional, sino
también mediante la confianza en el testimonio de los otros, lo cual forma parte de la
existencia normal de una persona: "En la vida de un hombre, las verdades simplemente
creídas son mucho más numerosas que las adquiridas mediante la constatación personal".
La inteligencia de la fe
Como "la verdad que nos llega por la Revelación es, al mismo tiempo, una verdad
que debe ser comprendida a la luz de la razón", es muy importante el papel de la filosofía.
El capítulo cuarto realiza una síntesis histórica, filosófica y teológica de cómo el cristianismo
entró en relación con el pensamiento filosófico antiguo. "Los primeros cristianos, para
hacerse comprender por los paganos, no podían referirse sólo a 'Moisés y los Profetas';
debían también apoyarse en el conocimiento natural de Dios y en la voz de la conciencia
moral de cada hombre".
Este capítulo presenta el ejemplo de los Padres de la Iglesia, los cuales, con la
aportación de la riqueza de la fe, "fueron capaces de sacar a la luz plenamente lo que
todavía permanecía implícito y propedéutico en el pensamiento de los grandes filósofos
antiguos". En la Edad Media se pone el esfuerzo en encontrar las razones que permitan a
todos entender los contenidos de la fe. De perenne actualidad es la aportación del
pensamiento de santo Tomás de Aquino y su visión de una completa armonía entre la fe y
la razón, basada en el principio de que "lo que es verdadero, quienquiera que lo haya dicho,
viene del Espíritu Santo". "La fe no teme a la razón, sino que la busca y confía en ella".
No es exagerado afirmar, dice el Papa, "que buena parte del pensamiento filosófico
moderno se ha desarrollado alejándose progresivamente de la Revelación cristiana, hasta
llegar a contraposiciones explícitas". Algunas de esas filosofías "desembocaron en sistemas
totalitarios, traumáticos para toda la humanidad".
Al comprobar los efectos producidos por esta separación, se puede constatar que
"tanto la fe como la razón se han empobrecido y debilitado una ante la otra. La razón,
privada de la aportación de la Revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el
peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha subrayado el
sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal".
El Papa va más lejos y subraya que es "ilusorio pensar que la fe, ante una razón débil,
tenga mayor incisividad; al contrario, cae en el grave peligro de ser reducida a mito o
superstición. Del mismo modo, una razón que no tenga ante sí una fe adulta no se siente
motivada a dirigir la mirada hacia la novedad y radicalidad del ser".
La necesidad de la filosofía
El capítulo sexto, en consecuencia, está dedicado a las exigencias que las diversas
disciplinas teológicas deben mantener en relación con el saber filosófico. La idea central es
que sin la aportación de la filosofía no se podrían ilustrar determinados contenidos
teológicos. El Papa precisa que el patrimonio filosófico asumido por la Iglesia tiene valor
universal. "El hecho de que la misión evangelizadora haya encontrado en su camino primero
a la filosofía griega, no significa en modo alguno que excluya otras aportaciones", pero -
añade más adelante- "rechazar esta herencia sería ir en contra del designio providencial de
Dios, que conduce a su Iglesia por los caminos del tiempo y de la historia".
Verdad y libertad
Tomando pie en esos principios, la encíclica realiza un breve análisis que muestra los
límites de algunos sistemas filosóficos contemporáneos que rechazan la instancia metafísica
de una apertura perenne a la verdad. Eclecticismo, historicismo, cientifismo, pragmatismo
y nihilismo son sistemas y formas de pensamiento que, al no estar abiertos a las exigencias
fundamentales de la verdad, tampoco pueden ser asumidos como filosofías aptas para
explicar la fe. "Una teología sin un horizonte metafísico no conseguirá ir más allá del análisis
de la experiencia religiosa" y será incapaz de "expresar con coherencia el valor universal y
trascendente de la verdad revelada".
Se ha de tener en cuenta además, observa el Papa, que "la negación del ser comporta
inevitablemente la pérdida de contacto con la verdad objetiva y, por consiguiente, con el
fundamento de la dignidad humana". "Verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen
miserablemente". Creer en la posibilidad de conocer una verdad universalmente válida "no
es en modo alguno fuente de intolerancia; al contrario, es una condición necesaria para un
diálogo sincero y auténtico entre las personas". En las páginas de conclusión, el Papa retoma
algunas de las ideas desarrolladas en el texto y señala que "lo más urgente hoy es llevar a
los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad". "Una de las mayores amenazas
en este fin de siglo es la tentación de la desesperación". Y el origen de esa crisis está en el
hecho de que se ha perdido la capacidad de pensar a lo grande.
El clima cultural y filosófico general niega hoy la capacidad de la razón humana para conocer
la verdad. Reduce la racionalidad a ser simplemente instrumental. De este modo, la filosofía
pierde su dimensión metafísica, y el modelo de las ciencias humanas y empíricas se
convierte en el parámetro y el criterio de la racionalidad.
De ese modo, se expulsa del ámbito racional todo lo que no entra en las capacidades
de control de la razón científica y, por tanto, se abre objetivamente el camino a una nueva
forma de fideísmo. Si el único tipo de "razón" es el de la razón científica, se expropia a la fe
de toda forma de racionalidad e inteligibilidad. Por otra parte, si la razón se encuentra en
una situación débil, se deriva una visión cultural de hombre y del mundo de carácter
relativista y pragmático, donde "todo se reduce a opinión".