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Mujeres, ¿el sexo debil?
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Desclée De Brouwer
© Diana Rocco Tedesco, 2008
Introducción general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
1. Introducción a la parte I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
2. Matronas cristianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
3. Las viudas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
10
’ general
Introduccion
INTRODUCCIÓN GENERAL
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INTRODUCCIÓN GENERAL
2. Por supuesto a esto se añade el hecho de que lo que queda son fuentes “oficiales” en
total sintonía con la forma eclesiológica triunfante.
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INTRODUCCIÓN GENERAL
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
tra las lecturas tradicionales, pero que justamente, por esa misma
razón, a veces recurren a una hermenéutica forzada de las fuentes en
orden de demostrar opiniones previas. Es decir, nos enfrentamos
con el mismo problema que presenta la bibliografía tradicional.
Todo esto hace extremadamente complejo el análisis, por lo que
cada afirmación que hacemos tratamos de justificarla cuidadosa-
mente con nuestra propia lectura de fuentes, tratando de superar la
mirada oficial y oficiosa, o demasiado interesada en cualquier sen-
tido... lo que no significa de ningún modo, que consideremos a la
nuestra una mirada neutral. No lo es. No lo quiere ser.
Con estos límites, muy duros en verdad, igual decidimos avanzar en
el tema a estudiar, ya que nos interesa entender el por qué del hoy
de la mujer vinculada a medios eclesiásticos.
Para hacerlo, decidimos comenzar con una mirada sobre el panora-
ma relacional de las mujeres en el trasfondo social en el que nace el
cristianismo. Por eso el primer punto lo constituye una panorámica
sobre cuál era el comportamiento aceptado de las mujeres romanas
y judías, ya que las primeras cristianas provenían de esos medios.
Después pasaremos a tratar los aportes específicamente cristianos,
analizando tres modelos cristianos (vírgenes y viudas, además de
las matronas), tomando como fuentes no sólo a textos del Nuevo
Testamento sino también a los Padres de la Iglesia.
Estudiaremos prácticas transgresoras que son innovaciones puras
del movimiento cristiano. Roles nuevos que llegan a ser muy impor-
tantes antes del Concilio de Nicea, en el 325, algunos de los cuales se
pierden debido a la censura de la autodenomidada ortodoxia, pero
que renacen con cada movimiento de reforma, en cada movimiento
declarado herético o místico, en cada nuevo comienzo...
Somos concientes de que esto es apenas una mirada interesada
sobre el tema que nos preocupa, y en algunos casos la continuación
de estudios de otras mujeres. Queda por supuesto mucho camino
por recorrer.
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Parte I
Las mujeres en la tradicion
’
’ y en la romana
judia
1
INTRODUCCIÓN A LA PARTE I
21
INTRODUCCIÓN A LA PARTE I
1. Recordemos que Pablo venía del fariseísmo, así que hablaba con autoridad sobre el
tema. Esta separación entre el modelo paulinista y el judaizante se concreta entre las dos
guerras, la del 68-70, que culmina con el saqueo del Templo y la de Bar Kochba, del 135,
que termina con la diáspora de todos los judíos y de los cristianos judaizantes más cer-
canos a la ortodoxia del judaísmo.
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
1. Usos y costumbres
a) Las prometidas y las casadas
Cuando un hombre pedía a una mujer como prometida, debía
obtener el permiso del padre, o del pariente masculino más próxi-
mo, en caso de que fuera huérfana. A partir de ese acuerdo entre
la familia dadora y la receptora, se organizaba la práctica poste-
rior. Una vez obtenido el “sí” (del padre, ya que de acuerdo con el
sistema el “sí” de la novia no contaba), el novio entregaba una can-
tidad estipulada de bienes, generalmente en metal, llamado mohar
en hebreo.
Algunos autores han llamado a esto “el precio de la virginidad”.
Este tipo de perífrasis señala que precisamente, el precio de la
mujer variaba en relación a esa condición. A los efectos del inter-
cambio no era lo mismo una virgen que una mujer repudiada o una
viuda. Ya esta fluctuación del “precio de la virginidad” nos permi-
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
b) La ceremonia
Una serie de festividades y ceremonias públicas tenían lugar antes
de la consumación del matrimonio. Según Génesis 29:22, Labán ofre-
ce un banquete antes del casamiento de Jacob con Lía. En el libro de
Jueces, capítulo 14, se cuentan los preparativos de una fiesta de
matrimonio: el de Sansón con una mujer filistea. En este caso la fies-
ta dura siete días, pero al cabo de ellos la novia es entregada por el
padre a uno de los compañeros del novio, faltando así a su compro-
miso con Sansón.
Se pone en evidencia así una situación que resalta la malignidad del
enemigo. Cuando el novio justamente protesta, el padre le dice: “Yo
pensé que ya no la querías y se la di a a tu compañero”. (Jueces 15:2)8
Las Leyes de Eshunna legislan sobre esta situación particular. En un
caso semejante de violación del acuerdo matrimonial –ya que el
novio no había renunciado a esa mujer, en realidad hay violación de
lo acordado– se impone una multa al padre de la novia que es de un
monto que equivale al doble del mohar/tirhatu aportado por el novio.
(Ley 25). Violó el contrato, debe pagar la multa. La mujer como obje-
to no contaba, el padre era el que había sufrido la estafa.
En cuanto a la ceremonia misma, era muy simple, pero pública,
como en todas las sociedades ágrafas: intercambio de presentes,
un banquete, libaciones, desfile de compañeros9. Al convertirse en
público el acto se legalizaba.
8. Que el novio se arrepintiera era posible y no rompía con las costumbres, siempre y
cuando el novio devolviera el patrimonio de la mujer, la dote, que pasaba al nuevo mari-
do. En ese caso esta podía ser entregada al “amigo del novio”.
9. Véase S. Greengus “Old Baylonian Marriage, Ceremonies and Rites” en Journal of
Cuneiform Studies, XX (1966), pp.35-72.
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
10. Véase sobre el tema M. Tsevat, “The Husband Veils a Wide”, en Journal of Cuneiform
Studies, XXVII (1975), pp. 235-240
11. Según R. De Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento., p.128 “Las muchachas ven-
didas como esclavas y destinadas a ser concubinas del amo o de su hijo, no son liberadas
y se hallan en condiciones análogas a las de los cautivos de guerra. (Deut. 21:10-14)”
12. Recordemos el caso de Agar, la esclava egipcia de Abraham. Aunque los relatos no
sean historia en sentido estricto atestiguan sobre costumbres aceptadas.
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13. Esto era así en todo el entorno del Mediterráneo, hasta tiempos relativamente
modernos.
14. Es decir, la de la dote.
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
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d) Las viudas
También era difícil la situación de las viudas pobres, aunque la socie-
dad trataba de protegerlas. Todos los Códigos de Cercano Oriente
cuentan con cláusulas especiales sobre este tema. Pero hay diferen-
cias que de hecho se establecen en estos casos y que como siempre,
tienen que ver con la clara dependencia femenina ya sea del grupo
dador o del receptor y de su calidad de reproductora. Por ejemplo,
no es lo mismo la viuda sin hijos que la que los tenía. Tampoco es lo
mismo si esos hijos eran varones o mujeres. Y así la situación varía
en cada caso, según hubiera o no varones entre los posibles herede-
ros del hombre muerto. Tampoco es lo mismo, por supuesto, la
viuda de un hombre rico, que la de un pobre campesino.
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
La viuda con hijos llevaba una vida difícil, pues debía proveer a su
sustento y al de sus hijos con medios reducidos, debido a la muerte
del jefe de familia (I Reyes 17:10-12) y generalmente sin ayuda de
ninguna de las dos familias, ni la suya propia ni la de su marido. La
viuda sin hijos podía volver a la casa de su padre, pero no siempre
era recibida con amorosos brazos. Sentimientos aparte, para el jefe
de familia no era lo mismo el valor de una hija virgen, fácil medio
de alianzas o intercambios, que el de una hija viuda.
En la Biblia, la viuda, junto con los huérfanos y los extranjeros resi-
dentes, son sujetos de protección social tanto en el Código de la
Alianza como en el del Deuteronomio. Son elementos sociales que han
quedado al margen del esquema productivo ligado a la tierra y por
lo tanto requieren la protección del grupo todo para poder sobrevi-
vir. No tienen más remedio que vivir de la caridad de parientes y
vecinos, ya que el acceso al medio de producción fundamental –la
tierra– les está vedado. Por eso las leyes establecen que las viudas
tienen derecho a espigar el borde de los campos, a juntar los frutos
caídos y a participar del diezmo trienal. La sociedad toda se con-
vierte en su cuidadora.
En Deuteronomio 25:5-10 se legisla sobre el problema suscitado por
una viuda sin hijos, que es, en una lectura estrictamente económica,
la voluntad de querer retener dentro del mismo grupo tribal los bie-
nes que pertenecían al marido. Esa viuda no podía heredar nada de
su marido, porque eso supondría pasar bienes del grupo de su mari-
do al grupo de su padre. Por supuesto que sabemos que este es sola-
mente uno de los niveles de lectura posibles de esta institución, pero
nos ayuda a entender su funcionamiento en relación a la situación
de la mujer dentro del grupo familiar.
Según se aclara en este pasaje la institución del levirato permitía a
los hermanos del muerto, o incluso a su padre, ejercer los deberes
conyugales junto a la viuda para poder “perpetuar así el nombre de
su hermano”. Es decir, para asegurarse que sus bienes quedaran
dentro de mismo grupo tribal.
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
Según el Cap.8:4,
e) Las repudiadas
Otro problema lo constituyen las mujeres repudiadas. Ya presenta-
mos el caso de las hijas de sacerdotes, que es una particularidad
especial de la ley. La situación de estas mujeres era similar a las de
las viudas. Habían pertenecido a un hombre y ahora quedaban
“libres”. Podían volver a casa de sus padres, con una certificación
escrita entregada por el marido –“libelo de repudio”–, que las libe-
raba del compromiso anterior y las dejaba disponibles para un
nuevo intercambio (Deuteronomio 24:1-4). Pero, y siempre volvemos
a lo mismo, no era lo mismo que una hija virgen y la dificultad de
un nuevo casamiento hacía que sus padres no las miraran como un
bien a recuperar, sino como a una carga que se añadía a la familia.
En época rabínica, según algunos textos, los repudios se habían
hecho tan frecuentes, y por motivos tan banales, que la legislación
del Evangelio de Mateo 19 sobre el divorcio, muy dura de Jesús, se
puede entender como una necesidad de protección social a la situa-
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD JUDAICA
2. Conclusiones
Este panorama general que hemos esbozado nos pinta a una mujer,
que con muy pocas excepciones, está sometida y supeditada a la
voluntad del padre, el prometido o el marido, presionada fuerte-
mente para que cumpla con los roles que le han sido asignados den-
tro del cuerpo social. Esos roles la condenaban a estar al margen del
protagonismo público, reservado a los varones, dedicada completa-
mente a cuidar su casa y a criar sus hijos. Su actuar quedaba cir-
cunscrito exclusivamente al nivel privado y doméstico, del cual el
propietario era el varón que correspondiera.
Con todo, y para ser justas, la Biblia registra también relatos de algu-
nas mujeres heroicas que contribuyeron con sus acciones públicas al
engrandecimiento de Israel. Débora, Yael y podríamos añadir, a
Hulda, y a la profetisa anónima de I Samuel 28:3ss
Pero es la mujer común, concebida como propiedad del varón, la
norma. Las otras son notables excepciones. Las esposas y madres
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
16. A lo largo de la historia todos los grupos sometidos elaboran estrategias para burlar
la ley o para superarla. El problema, como dirá Foucault, es cuando el dominado inter-
naliza la ideología legitimizante del dominador, y la absolutiza como la única posible,
como “natural” y, además, como propia. Estos grupos son más intolerantes que los mis-
mos grupos que detentan el poder.
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD ROMANA
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b) Los divorcios
La costumbre era muy liberal entre los romanos en este punto y el
divorcio era fácil de llevar a cabo, fuera por iniciativa del marido o
de la mujer5.
Los bienes de la dote, volvían con su dueña a la casa paterna, a
menos que el padre decidiera que el que fuera su yerno había sido
tan buen administrador que valía la pena que siguiera al frente de
su explotación. Obviamente los resultados de ese usufructo se
compartían. Es decir que la propiedad de los bienes no se discu-
tía, pero sí su mejor administración y rendimiento. Y se decidía en
razón de lo que más convenía al “gerente general de la empresa”,
es decir al paterfamilias, para utilizar un anacrónico útil, que
ayuda a entender el funcionamiento de la institución que anali-
zamos.
Así pues el divorcio importaba en cuanto afectaba a la administra-
ción del patrimonio familiar. Como la dote era en realidad un ade-
lanto de la futura herencia de la mujer, seguían siendo suyos, pero
se decidía racionalmente lo que era mejor para el mejor usufructo de
los bienes, que en este caso se compartía entre el paterfamilias y el
administrador real.
Esta situación facilitaba los divorcios. Era simplemente una reaco-
modación de patrimonios... además de los afectos involucrados, que
como vemos no preocupaban demasiado al momento de tomar las
decisiones administrativas.
Los estoicos, tan temprano como a fines del s.l, critican este tipo de
liviandad con que se trataba la institución familiar... pese a los
esfuerzos legales de Augusto en su momento, y así Séneca en De
beneficiis, III,16,2, con trazos irónicos y desencantados pinta la situa-
ción:
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD ROMANA
8. Si consideramos el tipo de juegos que hoy en día se venden para las niñas, veremos
que este entrenamiento y transmisión de conocimientos no ha cesado. Ahora además se
comercializa, pero sigue apuntando al mismo objetivo: lograr una buena ama de casa y
una buena madre, al cuidado casi exclusivo del entrenamiento de sus hijos...y sigue la
ronda interminable de traspaso ideológico y cultural.
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
“Qué mayor alegría que tener una esposa casta que ordene
vuestra casa, administre vuestros bienes, eduque vuestros
hijos, os acompañe en los días de salud, os cure en aquellos de
la enfermedad, que se alegre con vuestra felicidad, os confor-
te en la desventura, tempere la ardiente llama de la juventud,
atenúe la dureza de la vejez (...) Por lo que concierne al Estado
–por cuya causa asumimos muchas responsabilidades, hasta
contra nuestras inclinaciones– es justo y también necesario, si
deben existir ciudad y ciudadanos y si queréis dominar sobre
todos los países y convertirlos en vuestros súbditos, que una
gran multitud del pueblo, en paz, cultive la tierra, prepare las
naves, se dedique al comercio y a las artes, y en la guerra
defienda con esfuerzo tanto mayor, los bienes de la propia
familia, y que pueda, con nuevos nacimientos, remediar la
pérdida de los caídos (...).9
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
11. Así por ejemplo Tertuliano o Clemente de Alejandría. En la I Epístola a Timoteo, 2:9
ya es enunciado el tema “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con
pudor y modestia: no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”
12. Una de las críticas de los mismos cristianos, y por supuesto de los romanos en gene-
ral, al celibato de los cristianos era la de que si se seguía insistiendo en esa costumbre se
extinguiría la raza humana.
13. En realidad las ceremonias públicas siempre son importantes, sobre todo en socie-
dades donde la gran mayoría es ágrafa. Durante toda la Edad Media sabemos la impor-
tancia que toma este tipo de testimonio público ante testigos.
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LA MUJER EN LA SOCIEDAD ROMANA
14. Confesiones,VI, 15, 25. De esta concubina y de su futura esposa, Agustín no guarda
sus nombres. La única mujer nombrada es la madre, Mónica. El resto sí nombrados son
los varones que aparecen en el relato: amigos, maestros, consejeros, el hijo.
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15. El hecho de que la palabra no exista con terminación masculina ni en latín ni en cas-
tellano, ya indica una práctica social determinada.
16. Augusto que trató de restaurar los valores familiares tradicionales, no pudo impedir
los escándalos dentro de su propia familia, uno de los cuales terminó en el destierro de
una hija.
17. En realidad lo de que el hombre es cabeza de su mujer, o “cabeza de la familia” es
una metáfora tomada del Nuevo Testamento, que pasa a ser una construcción social...por
supuesto porque concuerda perfectamente con la ideología hegemónica. Pablo lo dirá así
en su Epístola I a los Corintios, 11:3, “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo
varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.”
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
e) La ideología justificadora
La expresión ideológica justificadora de esta situación de la mujer,
consistía simplemente en ubicar a la mujer en el lugar de la adoles-
cente que nunca crece, a la que hay que proteger, educar, someter.
Siempre necesitarán de un varón que las cuide: el padre, el marido,
algún hermano mayor si llegara a ser huérfana, o el varón que
corresponda.19 Eso justificará que pasen del dominio del padre
(majestas) al del marido (manus),
Será –hasta el s. XX– el infirmitas o infirmus sexus (sexo débil), de una
inferioridad “natural”, que confirmará la necesidad del control del
varón. El tema es que veinte siglos de vigencia de esta ideología,
convenció a las mismas mujeres de la validez de esta postura...y
como dirá Foucault, no hay peor sujeto para sus pares que aquellos
que asumen la ideología del dominador como propia.
La inferioridad de la mujer era pues considerada “natural”, propia
de su naturaleza –tema ya presente en el pensamiento aristotélico–
que confirma por oposición el concepto de la superioridad masculi-
na y el innegable predominio del varón, que debe ejercer este poder
por el bien de la propia dominada. Esta “normalidad” será asumida
por el cristianismo más tarde.
De aquí que las mujeres aunque caracterizadas como sensibles e
inestables, son reconocidas sin embargo necesarias para ayudar a
la administración del patrimonio común, por lo que Columela en
su tratado de economía agraria De re rustica, les reconoce faculta-
18. Mónica es nombre de origen púnico, por lo que se especula que a lo mejor ella
podría haber pertenecido a una familia de origen africano.
19. Podía incluso ser un hermano mayor.
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20. La palabra virtud, tanto en latín, como luego en numerosas lenguas romances, deri-
van de la raíz latina vir, es decir, varón. Mulier virilis debería traducirse al castellano con
propiedad como “mujer virtuosa” y no “viril”.
21. Sobre este tema, el capítulo de John Scheid “Extranjeras indispensables. Las funciones
religiosas de las mujeres en Roma”, en Historia de las Mujeres, Tomo II, pp. 181-221.
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2. Conclusiones
Como vemos las mujeres romanas eran las que gozaban de más
libertad en el mundo antiguo. Como matronas además, madre de
hijos legales que heredarían su patrimonio propio (la dote) y el del
padre, eran protegidas por leyes que premiaban su fertilidad.
23. Recordemos que una doncella común se casaba a los 14 años, y las vestales termi-
naban su servicio a los 30.
24. Allí quedó depositado, p.e., el testamento de César que dejaba a Octavio su lugar
como estadista.
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Parte II
La mujer en la tradicion
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cristiana
1
INTRODUCCIÓN A LA PARTE II:
ESPECIFICIDAD DE LA
PROBLEMÁTICA CRISTIANA
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INTRODUCCIÓN A LA PARTE II
“No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está
quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se
casen; mejor es casarse que abrasarse”.
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
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INTRODUCCIÓN A LA PARTE II
5. Supralapsaria, es decir, la vida antes de que el ser humano fuera echado del Edén,
antes que “cayera”, ya que lapsi son los que caen, se supone aquí, en el pecado. El objeti-
vo será lograr vivir la vida angélica ya aquí en la tierra, antes de llegar al verdadero
Paraíso. Eso incluye la castidad y la entrega absolutas, lograda a base de una total absti-
nencia: la escasez de comida y bebida, preparaba el cuerpo para la castidad sexual.
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gran parte a que los cristianos y judíos han tomado conciencia –gra-
cias al triunfo del modelo paulinista– de que en cuanto al judaísmo,
el cristianismo es un planteo diferente en lo religioso y no una varian-
te de una vieja creencia. Los cristianos ven a los judíos como no cre-
yentes, por no confesar a Cristo como su kyrios y los judíos ven a los
cristianos como herejes del judaísmo y como traidores, por no cola-
borar en la lucha contra el Imperio. Jesús, el de Nazareth, no es reco-
nocido por todos los grupos como el verdadero Mesías, ni siquiera
por todos los grupos cristianos, menos por supuesto por los judíos
que están tratando de salvar su identidad sin Templo ni patria.6
Partiendo pues los Padres de que lo más valioso es la virginidad, el
matrimonio es concebido casi como un mal necesario, pues según la
conocida posición grecorromana, que por supuesto los cristianos que
proceden en su mayoría de esa cultura comparten, esta institución de-
be existir entre otras cosas para evitar la extinción del género humano.
Y ese será un tema de polémica entre los cristianos de origen roma-
no, aún monjes que compartían la ideología romana tradicional y
otros, que como Jerónimo, no lo hacían.
Al decir de Jerónimo:
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MATRONAS CRISTIANAS
1. Matronas cristianas
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MATRONAS CRISTIANAS
los nuevos conversos que debían ser educados en las nuevas cos-
tumbres, en su escuela de filosofía cristiana. Se les enseñaba todo
el protocolo cristiano: cómo comportarse, cómo desempeñarse en
lo cotidiano, qué era decoroso y qué no, absolutamente todo...Se
les enseñaba a vivir según las nuevas normas, también dentro del
matrimonio.
La concordia, valor estoico por excelencia, será deseada como vín-
culo entre los esposos, el amor, y como siempre y por supuesto, la
obediencia de la mujer al varón, subordinando el tema de las rela-
ciones sexuales al objetivo de la procreación. El placer ya se disocia
del comportamiento sexual de las parejas cristianas. También se
recomienda cuál deba ser el comportamiento de las matronas cris-
tianas en público, el vestido, los ornatos, el maquillaje, las posturas,
la forma de caminar, las comidas, el comportamiento en la mesa,
especialmente en los banquetes, donde podía haber miradas no cris-
tianas... nada escapa a su pluma.
En el s. IV, el tema perderá su propia identidad y aparecerá absolu-
tamente subordinado al tema de la castidad y del ascetismo. Por
supuesto habrá honrosas excepciones a la regla como serán los escri-
tos de Agustín y Juan Crisóstomo, los dos teólogos destacados, pero
antes que nada pastores de su comunidad. Pero sin embargo casi
siempre, aún en estos casos ejemplares, se cuela el tema de la com-
paración con la virginidad, aprobado por la iglesia como estado
superior al que toda mujer debía aspirar.
Dirá Agustín, tratando de moderar extremos:
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
3. La Santa Virginidad, 36
4. Si recordamos la facilidad con que algunas escuelas rabínicas permitían repudiar a
la mujer judía, este versículo –que no habría que desgajar de su contexto histórico para
convertirlo en dogma- se debería entender primero como una defensa de la mujer por
parte del Maestro, y segundo como una resistencia de los varones a renunciar a sus pri-
vilegios frente a ella.
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MATRONAS CRISTIANAS
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
6. Se cumplirá así ya en la Alta Edad Media, el ideal de pax christiana de Agustín, que
reemplazará al imperial de pax romana.
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MATRONAS CRISTIANAS
7. Así se llama a varias traducciones, en uso sobre todo en África del Norte y en
Hispania, anteriores a la traducción al latín de Jerónimo, la Vulgata, que será luego la ofi-
cial.
8. No es esta la lectura preferida de Ambrosio, que más de acuerdo con la mentalidad
romana, lee, siguiendo a la Vulgata: “El que da a su hija virgen en matrimonio hace bien,
pero el que no la da hace mejor”. Su sujeto social seguía siendo el paterfamilias. Sobre las
vírgenes, 6,24
9. Hay una larga tradición de diversos estudiosos que asimilan estos rasgos a los de las
vestales romanas. No estamos de acuerdo con esta posición, que desarrollaremos en
extenso más adelante.
10. Epístola a Eustoquia, 22,20
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
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MATRONAS CRISTIANAS
El peso del prestigio de la virginidad era tan grande entre los cris-
tianos, que ya Clemente romano, a fines del s. I, debe prevenir a los
cristianos que están en Corinto, sobre la posibilidad de actitudes de
vanagloria o de superioridad, que podía empobrecer la vida de los
o las hermanas que elegían no vivir en continencia.13 En el s. IV
Jerónimo repetirá la misma advertencia y Agustín desarrollará la
idea de que la virginidad es un don de Dios. Jerónimo dirá en su
Epístola a Eustoquia, 22,27:
Y en 22,3
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
14. La Santa Virginidad, 22. Subrayado nuestro. Notar el anhelo por vivir supralapsaria-
mente antes de la muerte.
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MATRONAS CRISTIANAS
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
16. Recordemos en las Confesiones, la insistencia, sobre otras bases ideológicas, es ver-
dad, de no demostrar en público por lo menos, el penar por la muerte de Mónica, la
madre de Agustín, que fallece en Roma. Se suponía que Mónica había alcanzado la vida
eterna, la felicidad que los seres humanos gozaban antes de la caída (supralapsaria). No
había motivos para demostrar pena. No se debía mostrar pena.
17. Recordemos que Basilio pertenecía a la clase dirigente romana.
18. Discurso a los jóvenes, c.IX.
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MATRONAS CRISTIANAS
Según los fariseos solían hacer, y recordemos que Pablo fue educa-
do como tal “a los pies de Gamaliel” como él mismo cuenta, el autor
mezcla aquí textos de Génesis 1 y 2, produciendo así un tercer texto
que difiere de los originales en su significado. En Génesis 1, se nos
dice que el ser humano, culminación de la creación, es creado a
semejanza de lo divino (que aparece en plural) como varón y hem-
bra, mientras que en Génesis 2, la mujer es creada a partir del varón,
porque no se encontraba para él compañía idónea, es decir de la
misma naturaleza. El sometimiento al varón es en este segundo rela-
to intrínseco a la creación de la mujer, que es creada además como
Havá, creadora de vida, en esencia, madre.
La mención de los ángeles remite casi con seguridad a otro episodio,
el de Génesis 6. Según algunos intérpretes, con los que coincidimos,
lo que Pablo quiere señalar es que esos ángeles podrían ser seduci-
dos por las mujeres y caer en tentación. La mujer debe pues ocultar-
se a la mirada masculina, o angelical en este caso, porque es la ima-
gen de Eva, la tentadora. “Sólo por su maternidad se salvará”.19
En conclusión, lo que hace el cristianismo es extender las normas de
comportamiento de las clases dirigentes romanas, endureciéndolas
aún más –todo mandato de la Iglesia tiene en definitiva origen divi-
no–, a todas las clases sociales. Ahora no es el romano que gobierna
el que se diferencia del vulgo, es el cristiano el que enseña normas
de vida que lo diferencian de la sociedad romana imperial, en su
conjunto. Podríamos hablar de una “democratización” de las nor-
mas imperiales, vía comunidad eclesial cristiana.
De todos modos, como ya vimos, el matrimonio frente a las virtudes
de la virginidad, ocupaba un segundo lugar. Los Padres de la Iglesia
iniciarán una campaña de propaganda en contra del matrimonio, al
que pintaban con trazos casi caricaturescos.
En realidad fue una campaña a favor de la virginidad de las muje-
res, de su enclaustramiento –tempranamente en sus propios hoga-
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22. Esto se verá reflejado en el arte mariano de la Edad Media, cuando María y su hijo
aparezcan coronados, como marido y mujer, madre e hijo, al mismo tiempo.
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23. Lo que se propone aquí es el ideal de apatheia (el control de las pasiones) estoico.
24. Dos cosas acotemos; primero recordemos que Juan Crisóstomo fue primero obispo
de Antioquia, pero pronto su fama de predicador lo llevó a ser Obispo en Constantinopla.
Así que sus destinatarios seguros, a los que los trataba con el mismo rigor que a cualquier
miembro de una comunidad cristiana, era la clase dirigente de la ciudad capital, entre
ellos el mismo emperador. Y además que se dirige a los hombres, pero en virtud de defen-
der a las mujeres y a combatir la doble moral. Estas actitudes son las que a la larga lo lle-
varán al destierro, donde morirá, pese a los cuidados de Olimpia, la diaconisa que lo asis-
tirá hasta su último momento.
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27. Véase Levítico 15: 19-30. Los flujos seminales también producen impureza en el
varón, pero debido al proceso menstrual que tenía una larga duración, y además era cícli-
co, la mujer es más fácilmente asimilada a lo impuro. Esta es una de las bases ideológicas
construidas sobre bases fisiológicas, que radiaban a la mujer del actuar público. Es de
notar en este pasaje, que todo varón impuro lo es “a causa de su flujo”, como afirma el
comienzo del capítulo, pero la mujer lo es “a causa de la impureza de su flujo”. El con-
cepto de impureza femenina, construido culturalmente por los varones autores de estas
normas, era así parte de su esencia, no circunstancial, y tienen que ver con la particulari-
dad del flujo sanguíneo.
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f) Las consecuencias
Si hay algo que el cristianismo logra con su nueva ética son reglas
éticas más rigurosas. Una sola mujer es permitida, el divorcio o
repudio prohibido. La mujer viuda debe permanecer univira, ya que
los segundos matrimonios son desaconsejados en caso de viudez.
Los hijos que nazcan con deformaciones físicas, o sobreabunden y
amenacen con dispersar el patrimonio familiar, no pueden –por lo
menos en teoría– ser expuestos. El celibato, la abstinencia es aconse-
jada en todos los casos. Las iniciaciones anteriores al matrimonio
–que entre los varones solían ser homosexuales– son absolutamente
prohibidas. Se recomienda llegar virgen al matrimonio a varones y
mujeres. La prostitución es prohibida y censurada duramente, ya
que la Biblia la asociaba, entre otras cosas al culto a Ashtarté, la
diosa de la fertilidad, de la primavera, del renacer de la vida. La
homosexualidad en sí misma es completamente prohibida –hasta
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29. Recordemos que tanto griegos como romanos tomaban con naturalidad la bisexua-
lidad en los varones. César, del que se decía cuando llegaba a una ciudad: “Padres, escon-
ded a vuestras doncellas, el César ha llegado”, es llamado por sus propios soldados, “la
reina de Bitinia” por sus reconocidas relaciones con el rey de esa provincia que él trans-
formará en romana por conquista. Los griegos como sabemos, y Jenofonte nos recuerda,
llevaban sus batallones de efebos cuando salían a la guerra. Las relaciones entre Aquiles
y Patroclo eran inequívocamente homosexuales. Es decir, era parte de la normalidad
aceptar la bisexualidad en incluso las iniciaciones homosexuales. No así los castrados,
especie de fenómenos, a los que se les prohibía, como vimos, el derecho al matrimonio.
Cuanto mucho se veía con malos ojos que un romano aceptara ser el agente pasivo de este
tipo de relaciones. El repudio a la homosexualidad se convierte casi en una fijación enfer-
ma para el cristianismo, durante siglos. La bisexualidad será negada. Esta “represión”,
para decirlo en términos freudianos, no terminará por supuesto con la realidad de la exis-
tencia de este tipo de sexualidad.
30. Según una leyenda guardada por los rabinos, Lilith había sido creada del barro igual
que Adán, y en un momento dado se independiza del doble dominio masculino: del de
aquél que quería ser su amo y señor y del dios patriarcal concebido a medida de esta con-
cepción de lo creado.
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2. Conclusiones
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31. Paráfrasis de la Epístola a los Romanos, 13:2, en su Homilía XX sobre la Epístola a los
Efesios, 5:22-33, 1.
32. Obviamente esto se expresa también sexualmente.
33. Ibid., 4 – Negrita nuestra.
34. Crisóstomo, Homilía XX sobre la Epístola a los Efesios, 1.
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1. Las diaconisas también ayudarán en el momento del bautismo de las mujeres neófi-
tas. La salvaguarda del pudor les permitió ser protagonistas de este importante acto: el
bautismo de la neófita.
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b) La tradición semita
Como sabemos por lo que conocemos como Antiguo Testamento y
los textos legales del Antiguo Cercano Oriente, las viudas (junto con
los huérfanos y los extranjeros que quedan fuera de este análisis),
acostumbraban ser objeto de protección social. Eran los elementos
que quedaban fuera del esquema productivo y se convertían por lo
tanto en indigentes y marginadas, ya que les era imposible acceder
al bien fundamental de producción: la tierra. La sociedad en su con-
junto, o su tribu en particular, proveían las medidas necesarias para
protegerlas y cuidar de su supervivencia.
Interesante es notar cómo se estimulaba ya en los relatos véterotes-
tamentarios el comportamiento ejemplar de las viudas. Así se nos
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c) El ordo viduarum
Esta fuerte tradición del mundo semita ha influido sin duda en el
temprano cuidado que de las viudas tuvo la iglesia primitiva, según
vimos, atestiguado por la I Epístola a Timoteo y el pasaje de Hechos.
Fue fácil pasar así de un cuidado que socialmente ejercían los ever-
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3. Véase sobre este tema Emperadores, obispos, monjes y mujeres, de Ramón Teja, espe-
cialmente sección II, cap.4.
4. Por supuesto en el marco del Concilio Vaticano II esta discusión cobró mucha perti-
nencia. Juan XXIII, dio lugar a la discusión sobre el sacerdocio femenino y este era un
antecedente posible.
5. Palestina es una situación particular, diferente de la de Asia Menor.
6. Sólo en caso de escasez de agua la Didajé (fines del s. I y en la zona desértica de Siria)
permite el bautismo por aspersión.
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7. Es interesante que en este relato Lucas habla de Ana “la profetisa”, pero en lugar de
guardar sus palabras, la silencia, y la presenta como modelo de viuda, según el esquema
conocido y de la Epístola de Timoteo.
8. En Rainiero Cantalamessa, (a cura) Etica sessuale e matrimonio nel cristianesimo delle
origini, pp. 128-138.
9. Roger Gryson, Il Ministero della Donna nella Chiesa Antica. Toda esta discusión y el aná-
lisis de las fuentes está viciada por el interés o no en el sacerdocio femenino. Gryson toma
partido por la discriminación de la mujer de funciones sacerdotales, Remo Cacciti, no. Esta
discusión sigue presente en la Iglesia Católica, avivada ahora por lo menos en Europa por
posiciones ultraconservadoras por un lado, y por la falta de sacerdotes varones, por otra.
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que cree que aquí no se encuentra nada que testimonie de algo pare-
cido a funciones sacerdotales femeninas.
Según Cacitti, en este escrito los obispos están tratando de asegurar
su autoridad monárquica y la sujeción de laicos, viudas y clérigos,
con ayuda de los diáconos, en quienes se apoyan. Las viudas ten-
drían un rol carismático (profecía) y litúrgico, e incluso en algunos
pasajes de la Didascalia se podría interpretar que a veces también
bautizaban. Lo que hace el autor es dar vuelta las prohibiciones para
ver qué era lo que hacían las viudas que molestaba tanto al poder
centralizado de los obispos. Según él la Didascalia logra finalmente
neutralizar el poder de las viudas, que es el más peligroso, dada la
independencia de que gozaban no estando sujetas a varón. La
Iglesias ocupará ese lugar. Y para neutralizarlas se refuerza la orde-
nación de las diaconisas, pero arrinconándolas en su papel de subor-
dinadas y auxiliares de obispos.
En p.135 afirmará:
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LAS VIUDAS
d) ¿Viudas o vírgenes?
Dos textos atestiguan que la institución, si existía, no estaba clara
tampoco para los propios protagonistas, por lo menos a comien-
zos del s. I y todavía a comienzos del III. Los autores que analiza-
remos son Ignacio de Antioquia, el primero y Tertuliano el segun-
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10. Así las llamará Jerónimo, en su Epístola a Eustoquia, pequeño tratado sobre la virgi-
nidad, escrito durante su estancia en Roma, como secretario del papa Dámaso.
Tertuliano, que también enfatiza su carácter de esposas de Cristo, aboga por el uso del
velo, cual mujeres casadas.
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“Sé muy bien que en un cierto lugar una virgen que no tenía
todavía veinte años ha sido oficialmente inscripta en el orden
de las viudas. Si el obispo quería darle algún subsidio, podría
haber buscado otra forma de hacerlo, salvaguardando el res-
peto a la disciplina de la Iglesia, y así no nos encontraríamos
ahora con la infamia de tal prodigio, por no decir monstruo-
sidad, es decir con la existencia de una virgen viuda.
Y así ella logra poner en evidencia que no es ni una cosa ni la
otra. No es virgen porque ha sido tomada por viuda y no es
viuda porque se presenta como virgen. Pero en virtud de la
autorización episcopal se sienta entre las viudas con la cabe-
za descubierta, aunque es también virgen.
Para ocupar esos lugares, además del hecho de que se exige
tener por lo menos 60 años (I Tim. 5:9) son elegidas mujeres
que no sólo han tenido un solo marido, es decir, mujeres casa-
das [univiras], sino también madres que hayan criado hijos (I
Tim. 5:10).
Naturalmente, siendo estas mujeres instruidas en todo tipo de
experiencias y de sentimientos, están habilitadas para ayudar
fácilmente a otras, ya sea con sus consejos o con sus palabras de
consuelo, pues han vivido todas aquellas situaciones en las cua-
les una mujer puede demostrarse como digna de alabanza”.
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11. Este es el concepto teológico que trata de solucionar el problema del origen del mal. Si
Dios es uno y bueno, de dónde el origen del mal, sería la pregunta, es decir unde malum?
12. Epístola a Eustoquia, 22,5.
13. La Santa Virginidad, 43. Véase también la Epístola a Panmaquio de Jerónimo o el Tratado
sobre las viudas, de Ambrosio.
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14. Recordemos que Paula deja a su hijo pequeño en Roma, para seguir a Jerónimo a
Belén y ayudarlo a fundar su monasterio dúplice y muere allí, después de haber gastado
su inmensa fortuna en el proyecto, dejando a Eustoquia su hija en un estado de pobreza
extrema, ocupando sin embargo su lugar como continuadora de su obra.
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“Al ser instituida una viuda, ella no será ordenada sino de-
signada con ese título. Será instituida si su marido ha muerto
hace mucho tiempo, pero si hace poco que murió, no se le
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LAS VIUDAS
Por otro lado, la separación entre clero y laicado, que había comen-
zado ya temprano en occidente, con Clemente de Roma, c.90, apa-
rece aquí con toda crudeza. Y la viuda expresamente se nos dice no
pertenece al clero. Eso está más que claro.
Ahora bien, tanta preocupación por quitar toda connotación de
ordenación de las viudas, apoyaría por oposición la teoría de que
por lo menos en oriente efectivamente sí existió en algún momento
el famoso ordo viduarum para ayuda de obispos y congregaciones en
general, sobre todo en temas de catecumenado y de bautizos de
mujeres, además de las clásicas tareas de atención de los pobres y
enseñanza de las mujeres jóvenes.
El punto de la cuestión es que Hipólito, al que llamamos de Roma
por haber ejercido allí como obispo, provenía de Asia Menor, donde
efectivamente las mujeres ejercieron un protagonismo importante
dentro de los movimientos más tarde catalogados por los obispales
como herejes. Recordemos que antes del Concilio de Nicea (325)
todas las formas eran posibles. Son las necesidades políticas de
Constantino las que llevan a elegir UNA de las formas eclesiológi-
cas y convertirla en única.15
15. Esto está expresamente dicho por el Emperador a los obispos que presiden el Concilio
de Roma y el de Arlés, que juzgan el problema donatista. El compromiso que levanta la
alianza con el imperio por lo menos para Constantino está sumamente claro: “(…) puesto
que no se le oculta a vuestro cuidado que estoy dispensando a la legítima Iglesia católica
un respeto tan grande que por nada del mundo quiero que permitáis cisma o división
en lugar alguno”. (Carta a Milcíades, obispo de Roma, año 313. Negritas nuestras)
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4
LAS VÍRGENES
Introducción
El ascetismo cristiano tuvo su expresión más completa a comienzos
del s. IV, después de la legalización del cristianismo como una de las
religio licita del Estado. Pero ese no fue el comienzo. Hubo marchas
y contramarchas y formas que se desarrollaron en paralelo.
En realidad el movimiento alentó desde sus verdaderos orígenes acti-
tudes ascéticas, que no eran desconocidas en el entorno del Medite-
rráneo, donde desde distintas religiones y “filosofías”1 propiciaban
actitudes de contemplación y de meditación en relación a lo divino.
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“Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas
cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una
manera, otros de otra. No obstante digo a los célibes y a las
viudas: Bien les está quedarse como yo”.
Y el Evangelio de Mateo:
“Pero él les dijo: ‘No todos entienden este lenguaje, sino aque-
llos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que
nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los
hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por
el Reino de los Cielos. Quien pueda entender que entienda”.
Las formas que asumía este tipo de dedicación religiosa eran varia-
das: anacoretismo, eremitismo, la vida en lauras, la clausura en la
propia casa, casas de familias convertidas en cenobios, casas cons-
truidas a propósito para la vida , la devoción y el trabajo en común
(koinos bios).
En occidente triunfó el modelo cenobítico, no sin ciertos intentos ana-
coretas, como el de Prisciliano, censurado por los obispos españoles
y un Concilio celebrado en Zaragoza, a fines del s. IV (c.370-375)4, o
el de los precursores de famosos movimientos monacales, como
Antonio o Benito, que comienzan –topos literario sin duda– por el
retiro en soledad para luego terminar fundando una comunidad o un
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8. Término utilizado por primera vez por Filón cuando describe a los terapeutas, sig-
nifica “solitarios”. Los monasterios serán su residencia, cenobios en la terminología paco-
miana.
9. La Epístola es en realidad dedicada por la Iglesia de Roma a la de Corinto, pero la
tradición, muy fuerte, atribuye la autoría de esta primera epístola al obispo romano.
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10. Básicamente vivir junto a alguien, que puede ser del otro sexo- Las agapetae serán las
que realizan este servicio por amor.
11. Así se calificaba a los movimientos que no tenían aceptación como religiones reco-
nocidas.
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–como diría Henry Braudel– lleva mucho tiempo y hay que inscri-
birlo en la “larga duración” del tiempo histórico. Por este medio
había mujeres dedicadas al servicio de varones, que no eran sus
maridos, pero que las aceptaban en sus casas. De todas formas las
sospechas de los que miraban desde afuera al nuevo movimiento,
eran muchas, y Jerónimo dirá de ellas, con su acostumbrado apasio-
namiento:
b) La presión intraeclesiástica
Tertuliano12, ya a fines del s. II y comienzos del III, escribe tratados
destinados a exaltar y recomendar el estado de continencia
sexual…sobre todo a las mujeres.
Alrededor del año 200 escribió un tratado dedicado a su esposa (Ad
uxorem) con el objeto de convencerla de que a su muerte permane-
ciera como viuda continente. Ya montanista, después del año 208,
escribe dos tratados más (De exhortatione castitatis y De monogamia)
donde distingue entre diversos grados de castidad, lo que ya va
estableciendo la nueva taxonomía del valor de lo femenino, que
reemplazará a la véterotestamentaria.13 Según este autor primero en
12. Obispo africano, posiblemente abogado, (c.160-220). Llevado por su rigorismo ético
adhiere al final de su vida al movimiento montanista.
13. Las dos se basarán en el grado de pureza sexual de la mujer, pero la cristiana valo-
rará la continencia, mientras que el Antiguo Testamento hablará de la mujer piadosa, des-
tinada al casamiento, a la producción y reproducción, como vimos en el capítulo corres-
pondiente. Viudas y estériles estarán en lo bajo de la escala. Las mujeres vírgenes no figu-
ran en esa taxonomía.
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14. Véase en las Actas de los Mártires, “La Pasión de Perpetua”, que tuvo lugar en
Cartago, bajo los Severos.
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c) La propaganda oficial
“Una vez creado este universo y dispuesto cuanto conducía a nues-
tro descanso y provecho, plasmó Dios al hombre, para el cual había
fabricado todo. Formado el hombre, vivía en el Paraíso, y de matri-
monio no hay mención alguna. Necesitó ayuda; se la dio. Más tam-
poco entonces parecía necesario el matrimonio. No existía aun, y
vivían sin conocerlo tan dichosos en el paraíso como en un cielo,
gozando del trato familiar con Dios. Lejos estaban de sus almas el
ardor de la concupiscencia, el deseo de la concepción, los
dolores del parto y cualquier pensamiento de lascivia, sino que
transcurrirán sus vidas adornadas con la virginidad como el arroyo
transparente que fluye de una fuente cristalina. (…) Más luego que,
desobedientes, al mandato de Dios, quedan convertidos en polvo y
ceniza, junto con aquella dichosísima vida perdieron el encanto de la
virginidad (…) ¿Ves ya el origen del matrimonio y de dónde provi-
no el que pareciese necesario? De la desobediencia, de la ira, de la
muerte. Pues donde hay muerte, allí hay nupcias, y quitada aquella,
desaparecen estas. La virginidad, en cambio no tiene tales compañe-
ras, sino que siempre es útil, siempre bella y feliz, tanto antes que
hubiese muerte y nupcias, como después de ellas”.15
En esta cita del elocuente Juan Crisóstomo están resumidas las cre-
encias más comunes asociadas por el desarrollo teológico del cris-
tianismo a la virginidad, así como su objetivo último: recuperar la
situación supralapasaria16 que se supone el ser humano gozaba en
el Paraíso. Había que sacrificar la vida en función de la muerte, es
decir, de la vida eterna. Allí se gozaría del “trato familiar con Dios”,
de la pureza recuperada, a través del sacrificio cotidiano, pureza no
contaminada por la cultura.17
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dad, Enkidu, el enviado de los dioses para lograr la obediencia del rey Gilgamesh, llega a
la tierra como parte de la naturaleza (T.I, III [Siempre] con las bestias [se nutre de las hier-
bas]”) hasta que le envían una mujer que lo inicia sexualmente y lo introduce en la ciudad,
en la cultura, el lugar al que pertenece el rey, el lugar de la desobediencia a los dioses
(T.I,IV) El matrimonio tiene pues que ver con la cultura y con el alejamiento de la pureza
de la naturaleza… Como vemos el “mito del buen salvaje” es más viejo que la Ilustración.
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18. “Anacoreta” es una palabra que deriva del griego, anachorein, “subir al monte, reti-
rarse”.
19. Este es un movimiento eremítico (de eremós, desierto en griego) que comienza a fines
del s. III y tiene su auge durante el s. IV, coincidiendo con la institucionalización recono-
cida de la Iglesia católica por las autoridades imperiales.
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20. Recordemos nuevamente que “virtuoso” es un derivado de “vir”, varón en latín, así
que esto equivale a decir, yo soy la virtuosa y no ustedes. En realidad no expresa un que-
rer ser varón, sino señalar donde está la verdadera vir-tud.
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Dos cosas debemos notar: primero que las destinatarias del mensa-
je, no son precisamente las mujeres humildes del Imperio, y segun-
do, que tenemos aquí una notable descripción de la forma en que las
mujeres organizaban la producción dentro del hogar. Si tenían sir-
vientes estos asumían muchas de las tareas, y las mujeres pasaban a
ser las administradoras. Si no los tenían, ellas eran las que tejían,
cocinaban, limpiaban, criaban los hijos, etc. El cuadro nos resulta
conocido. Estuvo en vigencia 2.000 años.
d) La decisión de consagrase.
Como vimos, las mujeres que iniciaban el camino de la consagración
cristiana insertándose en la estructura eclesiástica, estaban optando
en la práctica, por una no demasiado novedosa forma de vida, fuera
del importante detalle de que se les exigía la renuncia a su sexuali-
dad. Básicamente sus labores equivalían a las de las mujeres casa-
das, sólo que ahora debían obedecer al obispo o a la Abadesa, o a
quien representara la autoridad que antes asumía el padre o el mari-
do en exclusiva, e ideológicamente hablando, debían obediencia a
su marido ideal, Cristo mismo, de por vida, que les exigía clausurar
su cuerpo.
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21. Recordemos que a los 12 ya eran prometidas en matrimonio. Así que se evade la
obligación adelantando la fecha de consagración.
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22. Este pasaje único, omite en todos sus paralelos posteriores neotestamentarios la
igualdad entre varón y mujer. La oración rabínica que posiblemente el fariseo Pablo
conocía, y que se recitaba tres veces diarias, decía: “Gracias Dios mío por no haberme
hecho mujer, esclavo o extranjero”. Eran las tres categorías de seres humanos que tenían
vedado el estudio de la Torah.
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e) La ceremonia de consagración
Poco sabemos de este tema. Algunos datos aquí y allá. El cuadro es
una reconstrucción probable, y honradamente no puede ser nada
más que eso. Después del s. VI sí encontraremos detalles sobre el
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“Mas ahora que has dado el segundo paso después del bau-
tismo y has hecho pacto con tu adversario, diciéndole: ‘Re-
nuncio a ti, diablo, y a tu mundo, y a tu pompa, y a tus obras’,
has de estar de acuerdo y has de guardar el pacto con tu adver-
sario mientras estás en el camino de este mundo (…)”.
Estos votos según los relata Jerónimo son semejantes a los que
Orígenes relata en su comentario In Leviticus, Homilía 3.4.
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24. Es el traductor de la edición bilingüe de esa obra editada por Ciudad Nueva,
Madrid,1999, Nota 4 en p.161.
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Y a Eustoquia, le dirá
25. Movimiento del s. II, asentado Asia Menor, muy combatido por Hipólito de Roma.
La fuerte expectativa de la segunda venida y el carismatismo eran sus características más
sobresalientes, más el decidido protagonismo femenino en funciones sacerdotales.
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g) La praxis cotidiana
“(…) congregó en torno suyo a numerosas vírgenes, venidas
de diversas provincias y procedentes de la nobleza, de la
clase media e ínfima. A todas las distribuyó en tres secciones
y monasterios, de forma, sin embargo, que separadas para el
trabajo y la comida todas se juntaban para la salmodia y la
oración. Después del canto del aleluya, que era la señal que
las convocaba a la colecta y oración en común, a ninguna le
era lícito quedarse donde estaba. Ella por su parte, era la pri-
mera o de las primeras en llegar y esperaba a las demás, pro-
vocándolas al trabajo por la vergüenza y el ejemplo, no por el
terror. Por la mañana a las horas de tercia, sexta y nona, por la
tarde y a media noche, cantaban por orden el Salterio. (…)
Todas vestían el mismo hábito. Toallas sólo las usaban para
enjuagarse las manos. Era tal la separación respecto a los varo-
nes, que las apartaba aún del trato con eunucos (…) Fuera de
la comida y el vestido, no permitía que ninguna tuviera cosa
alguna (…) La costumbre de poseer más pudiera dar lugar a
la avaricia (…) La carne, inclinada a la lascivia, de las mozue-
las, quebrantábala con frecuentes y doblados ayunos, pues
prefería que les doliera el estómago y no el alma (…) Palabra
torpe y deshonesta no había jamás de salir de boca de una vir-
gen (…) El hurto lo detestaba como un sacrilegio. Lo que entre
los hombres del siglo se tiene por leve o por nada, ella decía
ser, en los monasterios, delito gravísimo (…).
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Estas son palabras de Jerónimo del Epitafio de santa Paula, Ep. 108, 20.
Además de la descripción –sin duda idealizada– de lo que era la
vida en el monasterio fundado por Paula, no podemos dejar de
notar cómo las desigualdades sociales de origen, descritas con pre-
cisión por el monje, eran difíciles de superar, a pesar de la voluntad
de quitar las diferencias (hábito, etc.) Una lectura no ingenua de este
pasaje, parecería demostrar que esas diferencias existían, se mante-
nían y sólo se unían las distintas clases sociales para la oración y
para memorizar el Salterio… La diferencia pasaba también por el
analfabetismo de las “clases ínfimas”.
En cuanto a la mención de los eunucos, es por lo menos curiosa.
Parecería indicar que muchas de estas vírgenes, seguramente de la
“nobleza”, buscaban llevar sus sirvientes al gineceo cristiano. Lo
que nos da una idea de cómo estas damas concebían su retiro.
Pero se trataba de imponer en occidente el famoso “ora et labora”, el
ayuno y el ascetismo, relacionados en la mente de Jerónimo.
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“Me cuesta tener que decir cuántas vírgenes caen cada día,
cuántas pierde de su seno la madre Iglesia, sobre cuántas
estrellas pone su trono el soberbio enemigo, cuántas peñas
hiende la serpiente para habitar en sus cavidades”.
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2. Conclusiones
El presente capítulo ha desarrollado un tema que creemos es central,
por ser el aporte novedoso a la nueva concepción de la sociedad que
hace el cristianismo, considerado como la filosofía superior. La bús-
queda la pax christiana, que reemplazará a la romana, y se impondrá,
sobre todo en occidente por ausencia de las autoridades centrales a
partir de fines del s. V, traerá como consecuencia que la ideología
que sustenta esta cosmovisión se transformará en hegemónica, la
única posible. El que disentía quedaba fuera del esquema social.
La institución se desarrollará de tal manera que los antecedentes
conocidos no son exclusivamente los que la conforman. Aportan sí
la idea de la posibilidad de la virginidad, pero el cristianismo dise-
ñará esta consagración con rasgos diferentes y novedosos.
Hay dos temas, que para terminar, señalaremos brevemente: las
diferencias entre la ideología y la práctica, sobre todo para las muje-
res, y las diferencias con el ascetismo gnóstico.
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LA CONSTRUCCIÓN IDEOLÓGICA DEL
ASCETISMO CRISTIANO FEMENINO
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a) El ascetismo judío
Filón, Eusebio y Flavio Josefo atestiguan sobre dos tipos de comuni-
dades judías que practicaban vida de ascetismo, oración y trabajo:
los esenios y los terapeutas. De los esenios se conoce abundante lite-
ratura propia que nos brinda buena, aunque muy discutida infor-
mación sobre la secta y sus creencias. También mucho trabajo arque-
ológico en la zona del Mar Muerto, en gran parte los primeros diri-
gidos por el Padre Roland de Vaux.
Entre los estudiosos se debate mucho su influencia sobre los oríge-
nes del cristianismo, sobre todo a partir del personaje neotestamen-
tario de Juan el Bautista1, que comparte algunos puntos de predica-
ción con la secta judía y una forma de vida anacoreta en el desierto,
muy particular, y también a partir de la mención en los Evangelios
canónicos, de la estadía en el desierto de Jesús mismo.
Los que se inclinan por aceptar la influencia esenia sobre el anaco-
retismo cristiano, citan como fuente a De vita contemplativa de Filón
y encuentran en la descripción que ese autor hace de las comunida-
des de los terapeutas y terapéutridas, un paralelo muy cercano a los
cenobios cristianos que florecerán en el Delta egipcio a fines del s. III
y comienzos del IV. El salto en el tiempo no es tomado en conside-
ración al hacer esta comparación. Tres siglos separan a Filón de los
cenobios pacomianos, pero a pesar de todo algunos especialistas se
inclinan por considerar una relación directa y de origen.
A favor de esta teoría, se encontraría la misma mención de Eusebio
en el s. III, que en su Historia Eclesiástica habla de los terapeutas de
Egipto2, considerándolos parte del movimiento cenobítico cristiano
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3. Como es sabido con la secta esenia nos encontramos en una circunstancia particu-
larmente favorable para su estudio, ya que documentos escritos por la propia comunidad
fueron descubiertos a orillas del Mar Muerto durante los años 1946 a 1955 y hoy están
depositados en el Museo del Libro de Jerusalén, donde se continúa con su recuperación
y estudio.
4. Plinio, Historia Natural, V, 73 y Flavio Josefo, Guerra de los judíos, II, 8, 2-13 y
Antigüedades, XVIII, 11- 25.
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8. Isaías 11: 1-9 es un buen ejemplo de este pensamiento tenso que se desarrolla entre
el paradigma cronológico lineal y el cíclico. El final es en realidad un nuevo comienzo.
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LA CONSTRUCCIÓN IDEOLÓGICA DEL ASCETISMO CRISTIANO FEMENINO
9. Recordemos de todos modos que los primeros anacoretas egipcios, aparecen con la
crisis del s. III: son campesinos que escapan al desierto escapándose de los fuertes tribu-
tos imperiales y del servicio militar obligatorio.
10. Véase una presentación somera del problema en García Martínez y Trevolle Barrera,
Los hombres de Qumran, Trotta, Madrid, 1993, p. 239-240.
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
11. Vesta se correspondía con la diosa Hestia griega. Su culto era atendido en las cere-
monias públicas por el Sumo Pontífice (título del que se apropia Julio César y derecho
que luego los emperadores continuarán ejerciendo) y las vestales. En su templo ardía el
fuego sagrado que no podía apagarse sin poner en riesgo la existencia misma de la patria,
y que ellas debían cuidar. Sólo se apagaba una vez: al final del año romano para volver a
encenderse al día siguiente, símbolo inequívoco del fin y del nuevo comienzo. Tenían
acceso al templo de Vesta las vestales mismas y el Sumo Pontífice, que no podía pasar sin
embargo a la parte interna del santuario. Por su inviolabilidad, real y simbólica, muchos
emperadores elegían al Templo como el lugar para guardar sus testamentos y asegurar
sobre todo el secreto de su sucesión. Sólo entraban al templo mujeres y únicamente en
cierta época del año, para el aniversario de la Diosa (el día 9 de junio) y siempre mante-
niendo la restricción de los lugares internos.
12. Recordemos que las matronas romanas podían disponer de su patrimonio –que reci-
bían en forma de dote y administraba su marido– a favor de sus hijos legítimos, pero sólo
después de la muerte de su padre.
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13. Recordemos que “patria” deriva de “pater” y aún en castellano, remite al concepto
de familia héteropatriarcal.
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c) El culto a Serapis.
Serapis es un dios grecoegipcio que conoció gran difusión en época
helenística y romana. Es la única creación voluntaria de un dios sin-
crético que se conoce. Se le dio el epíteto de Pantheus y en este senti-
do es típicamente alejandrino y simboliza el espíritu “liberal” y per-
misivo de lo que fue el centro intelectual de la época helenística:
la ciudad de Alejandría. Y la mentalidad de sus gobernantes greco-
egipcios.
El ambiente de libre pensamiento que dominaba la ciudad producía
todo tipo de manifestaciones que visto desde afuera podía enten-
derse como una especie de Babel bíblica. El hecho de que era puer-
to, de la existencia de su Museo/Universidad, de la proliferación de
escuelas filosóficas, le daba ese carácter cosmopolita y abierto.
El emperador Adriano –un Antonino, es decir de la dinastía de
emperadores cultos y filósofos a la que perteneció entre otros Marco
Aurelio– escribe, en una carta dirigida a uno de sus subordinados,
el cónsul L.Julius Ursus Servianus, que admiraba la ciudad:
14. Será el Emperador Graciano, en el s. IV, quien le quite sus privilegios, primer paso
para su eliminación final, por influencia del Obispo Ambrosio de Milán.
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16. Esta palabra es posiblemente derivada de la griega antigua katokojé que significa
posesión, inspiración divina... por lo que se puede inferir un tipo de culto extático aso-
ciado al dios. Katokójimos , significa en una de sus acepciones, frenético
17. Así H. Weingarten, docente de la Universidad de Breslavia, en un ensayo llamado
“Urspurng des Möchtums”, que apareció en Zeitschrift für Kirchen Geschichte, I (1876), 1-
35 hy 545-574
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18. Pacomio, de origen pagano (c.286 – 346) conoció en Tebas al cristianismo cuando
estaba cumpliendo con sus obligaciones militares con el Imperio y prometió dedicarse al
servicio de la nueva religión si se veía librado de la milicia romana. Esto sucede y se dedi-
ca entonces a una vida de contemplación, seguida luego de los dos intentos de organiza-
ción cenobítica... la segunda exitosa, en la zona del Delta.
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19. Un documento tan temprano como la Didajé (fines del s. I) lo dice expresamente y
acusa a los romanos de ser “matadores de sus hijos”, II,2 y V,2.
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vida. Jerónimo, entre otros, dice expresamente que los padres solían
usar el recurso de ofrecerlo/as como votos vivientes, pero que en
realidad lo que hacían era deshacerse de lo que sobraba...
Las familias con excesos de hijos, reproducían, el patrón social hege-
mónico de que el padre disponía de sus hijos libremente. El inter-
cambio que antes se daba entre familias ahora había sido suplido
por un intercambio entre la familia y la Iglesia, en beneficio de la
familia, que se deshacía de la hija no querida y encima o no daba
dote o la daba muy exigua... con lo que el patrimonio familiar se sal-
vaba, y se cumplía el objetivo real del intercambio.
Otro estímulo tenía que ver con el estado social anterior a su consa-
gración, más que con una verdadera fe religiosa: era el beneficio
conocido de que las personas esclavas se convertían en jurídicamen-
te libres cuando entraban al convento. Esto también lo explica Jeró-
nimo, como vimos, en su famosa Epístola a Eustoquia, la número 22.
Pero pese a que los orígenes de la resolución, sobre todo femenina,
podían ser diversos y complejos, queda en pie que era la mujer la
que decidía en casi todos los casos, sobre su propio cuerpo.
Las creencias que sustentan estas nuevas situaciones, asumirán una
rica multiplicidad de expresiones: se tratará de vivir como los ánge-
les (asexuadamente, para reproducir la vida supralapsaria de Adán
y Eva, antes de la desobediencia primordial), solo/as en continua
oración y contemplación de lo divino (anacoretismo) o según el
modelo impuesto por Pacomio en Egipto y por Basilio en Asia
Menor, en comunidades cenobíticas, donde todo se comparte al esti-
lo del relato de Hechos. El modelo comunitario finalmente se
impondrá, aunque de tanto en tanto en la historia, sobre todo
medieval, el estilo anacoreta se impone con fuerza en occidente atri-
buyéndosele a prácticamente casi todos los fundadores varones de
órdenes religiosas, una etapa de soledad, de anacoretismo.
En cuanto a las vírgenes cristianas, como hemos señalado varias
veces, la diferencia fundamental ya sea con las Vestales, como con
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Parte III
Los intersticios del
sistema heteropatriarcal
’
eclesiastico
’
1
INTRODUCCIÓN A LA PARTE III
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INTRODUCCIÓN A LA PARTE III
1. Por lo menos los mesopotámicos en el muy conocido Enuma Elish (mito de creación,
inspirador de nuestro Génesis 1, que podríamos traducir por sus primeras palabras
“Cuando en lo alto…”), introduce el mal cuando Marduk da forma a una figura humana
amasando el barro con la sangre del dios desafiante y culpable que acababa de matar,
Kingu.
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2
MUJERES QUE ESTUDIAN
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MUJERES QUE ESTUDIAN
1. Hay muchísimas citas de Lucas (Hechos de los Apóstoles) y Pablo (Epístolas) que ava-
lan esta afirmación, pero como ejemplo de la dinámica paulina para la fundación de
comunidades véase especialmente Hech. 16:11-15. Pablo trataba primero de predicar en
las sinagogas y si tenía dificultades, se reunía donde podía. En la mayoría de los casos el
nuevo grupo terminaba reuniéndose en casas de creyentes, la mayoría mujeres, que
podía o no ser de origen judío.
2. Jerónimo habla de este tipo de comunidades en la Ep. 7, la 30 y la 127, entre otras. La
más notoria de estas comunidades fue la de Marcela, noble matrona romana de familia
patricia, que en su casa del Aventino se recluye junto con otras mujeres de su casa y se
dedica al estudio de las Sagradas Escrituras y al servicio de pobres y enfermos. Mientras
Paula, la madre de Eustoquia, permanece en Roma, (Ep. 30,14) también tiene una comu-
nidad de estudio y oración en su casa. Más tarde, acompañando a Jerónimo a Jerusalén,
fundará como vimos un monasterio dúplice en Belén, que mantendrá a costa de terminar
con su gran fortuna –recordemos que pertenecía a la familia de los Escipiones- y dejar a
su hija sin recursos. En tiempos apostólicos Lucas en el libro de los Hechos y Pablo mismo
en sus cartas, hablan de este tipo de iglesias. Véase como uno de los tantos ejemplos la
Epístola a los Romanos 16:3-4.
3. Durante su exilio en Roma en el 339, Atanasio protegido por el obispo Julio, ya
habría comenzado a difundir el estilo de vida asceta que se practicaba en Egipto.
4. Las Epístolas 26 a 30 de Jerónimo, dirigidas a Paula, demuestran que esta dominaba
no sólo su lengua materna, sino también griego y hebreo y que se discutían exégesis en
hebreo, bajo la guía de Jerónimo.
5. Elena Gianarelli desarrolla este tema en extenso en el “Appendici I La mulier virilis
ed i soui sviluppi eterodossi” de su libro La tipologia femminile... pp. 86-88. Mujer viril era
la que había alcanzado el máximo de sus logros no sólo intelectuales sino también éticos,
superando así sus límites “naturales”. Este tema era desarrollado del mismo modo por
los estoicos, que confluían con e influían en autores cristianos.
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mejor organizadas. De todos modos, como es sabido, estos intentos de datación son sólo
hipótesis de estudio, y hay casi tantas posiciones como especialistas sobre el tema.
Podemos establecer apenas una secuencia creíble, debido a argumentos de exégesis inter-
nos, vocabulario utilizado y desarrollo de las instituciones. Según estos criterios la
secuencia de las cartas que nos interesan por su descripción sobre la posición que ocupan
las mujeres en estas primeras comunidades, es la presentada: Gálatas, Corintios, Timoteo.
12. Sobre este tema el clásico y aún vigente artículo de P. De Labriolle, “Mulieres in
Ecclesia taceant. Un aspect de la lutte antimontaniste”
13. Edit.Crítica, Barcelona, 1982 y 1990.
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En una carta a Marcela, del año 384, hablando de Asela, una niña
que como Paula, la hija de Leta, había sido consagrada por sus
padres desde antes de nacer y que desde los diez años vivía en reti-
ro, Jerónimo dice:
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MUJERES QUE ESTUDIAN
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3
MUJERES QUE ESCRIBEN
Introducción
AFIRMAMOS QUE EL SISTEMA HÉTEROPATRIARCAL, socialmente hege-
mónico y aprobado por la Iglesia antigua, marginó a las mujeres
de los lugares y las actividades públicas, confinándolas al ámbito
privado eclesiástico (monasterios) o del hogar. Pero por supuesto,
no todo era tan simple ni tan lineal, y las mujeres supieron encon-
trar formas para seguir ejerciendo algunas actividades significati-
vas, como la escritura, que escondían bajo un manto de piedad o
bajo la dirección del algún maestro que se apropiara de su saber
y lo legitimizara.
Por la correspondencia de Plinio el Viejo, o algunas Actas de los
Mártires, sabemos que si el padre o el marido lo autorizaba, las
mujeres del mundo grecorromano podían aprender a leer y escri-
bir e incluso participar de escuelas filosóficas, como es el famoso
caso de Hypathia, que preparada por su padre llegó a ejercer la
dirección del Museo Universidad de Alejandría, todavía a princi-
pios del s. V.
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MUJERES QUE ESCRIBEN
a) Las fuentes
Por cartas de Jerónimo, Crisóstomo, Agustín, Ambrosio y Sinesio de
Cirene sabemos que un grupo calificado de mujeres consagradas,
dedicadas al estudio, mantenían una nutrida correspondencia con
estos notables personajes, intercambiando saberes y experiencias.
Sin embargo ninguna de sus cartas se ha conservado.
Así, “casualmente” se perdieron las cartas de Olimpia a Crisóstomo,
aunque se conservan 17 del obispo a la diaconisa, se perdieron tam-
bién las de las dos Melanias, las de Paula1, Eustoquia, Blesila, Rufina
y todas las mujeres que reconocían la autoridad de Jerónimo, y las de
Marcela entre ellas, asimismo las cartas de la hermana de Agustín,
las de la hermana de Ambrosio y vaya a saber cuántas más, sin omi-
tir en esta lista a Hypathia, que no era cristiana, aunque por su rela-
ción con el obispo Sinesio de Cirene y las cartas que él le escribió
pensamos que consideraba al cristianismo entre las filosofías dignas
de conocimiento. En este último caso, como en los otros, conserva-
mos las cartas del obispo a su maestra, pidiéndole consejos, some-
tiendo a su examen las nuevas reflexiones que iban apareciendo, las
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MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL?
2. Una traducción al castellano de las cartas de Sinesio a Hypathia fue realizada por
Marta J. Gesino y fueron publicadas por la Universidad de Buenos Aires en Anales de
Historia Antigua y Medieval, 1949 bajo el título “Cartas de Sinesio De Cirene a Hypathia de
Alejandría”, pp. 191-197 Sobre Hypathia véase el excelente estudio de María Dzielska
Hypathia of Alexandria Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1996, (tercera
edición). El cuidadoso trabajo de destrucción del cuerpo de Hypathia que los monjes, al ser-
vicio del obispo Cirilo realizaron (el mismo del Concilio de Efeso del 431 que lucha a favor
del Theotokos y contra Nestorio), es en sí un capítulo importante de la historia de las muje-
res: los monjes la bajan de su litera, la tiran al piso, la descuartizan y luego de quemar su
cuerpo afuera de la ciudad, esparcen sus cenizas. Todo esto contra una mujer que hacía uso
de la palabra en público, que actuaba en público, dirigiendo en ese momento la Escuela de
Alejandría y que escribía... aunque, por supuesto, no conservamos sus escritos. Hypathia
se transformó en la deconstrucción pública y ejemplar, que contribuyó con su muerte a
afianzar el modelo impuesto por los obispos a las mujeres de la iglesia cristiana.
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MUJERES QUE ESCRIBEN
b) La Passio Perpetuae
Este texto relata el martirio de una joven mujer –Vibia Perpetua–,
que al decir de la misma fuente era “(...) de noble nacimiento, esme-
radamente educada y brillantemente casada”.3
Según sigue el relato
Notemos sin embargo que, según las palabras puestas en boca del
padre de Perpetua, este era un privilegio discutido que se ejercía
no sin cierta oposición y presión social. A pesar de todo, prevale-
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8. Como vemos este es el comienzo de una política imperial que culminará con la Gran
Persecución de Diocleciano, a comienzos del s. IV.
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9. Ver Ev. de Mateo 3:31-35, 10:21, 12:46-50, etc.y textos paralelos. Sobre todo es Mateo
el que estimula este tipo de actitud. Pablo pone en práctica casi institucionalizando el uso
del término “hermanos” para subrayar la horizontalidad de los grupos por él fundados.
10. Este tipo de virilidad que adquiere Perpetua estaría más en consonancia con la
visión del estoico Musonio, que no sólo lo entiende en sentido de adquirir las virtudes
superiores propias del sexo masculino, sino también en el sentido literal de mujeres fuer-
tes, que saben defenderse. Según sus palabras: “Pero podría decirse que la hombría sirve
sólo a los varones. No es así. También la mujer debe ser viril, conservarse fuera de cual-
quier timidez, por lo menos la mujer superior, debiendo poder no ser doblegada ni por
la fatiga ni por el miedo. Si no, ¿cómo podrá ser dueña de sí misma, si se la puede doble-
gar por el miedo o la fatiga, obligándola a una acción torpe? Además las mujeres deben
estar en condiciones de defenderse si, por Zeus, no quieren aparecer como inferiores a las
gallinas o a las hembras de otras aves, que luchan por sus pichones con animales mucho
más grandes que ellas. Que también tiene valor en las batallas lo han demostrado las
Amazonas, que sometieron por las armas a muchos pueblos, aunque hay otras mujeres
que en este punto están en defecto, pero por causa de que no se ejercitan y no porque no
puedan hacerlo por naturaleza.” Diatriba IV, 14.
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MUJERES QUE ESCRIBEN
11. Así entre otros, J. Quasten, Patrología, Tomo I, p. 182 “(...)Hay motivos para creer que
el autor de los demás capítulos y editor de la Pasión entera es Tertuliano, contemporáneo
de Perpetua y el más grande escritor de la Iglesia africana de aquél tiempo. La analogía
de estilo, de sintaxis, de vocabulario y de ideas entre las obras de Tertuliano Ad Martyres
y De Patientia y la Pasión de Perpetua y Felicidad es sorprendente. (...)” De paso notemos
como el autor se las arregla para negar la autoría femenina de algunos fragmentos de la
Passio, sin señalar justamente la diferencia de estilo entre la coda del documento y el
núcleo del relato de las visiones. En general los patrólogos aceptan la autoría de
Tertuliano, por los menos para los fragmentos que comentan el texto principal, explican-
do este hecho además por qué se ha conservado la Passio.
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“Estas fueron las visiones más insignes que tuvieron los bea-
tísimos mártires Sáturo y Perpetua y que ellos mismos con-
signaron por escrito”. (14)
12. Notemos cómo estas Actas que fundamentaron el culto de los mártires, circulaban
“entre los documentos de la Iglesia”, a pesar de que el canon ya estaba fijado.
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13. Así V. Burrus, ”Chastity as Autonomy. Women in the Stories of Apocryphal Acts”,
en Studies in Women and Religion, 23, pp. 67-80.
14. Gerd Theissen, Estudios de sociología del cristianismo primitivo, pp. 13-17.
15. “Y si alguno exhibe los Hechos que mal llevan el nombre de Pablo, para defender el
derecho de las mujeres a enseñar y a administrar el bautismo, sépanlo: ha sido un pres-
bítero de Asia el que creó esta obra, cubriendo su propia autoría con la de Pablo.
Descubierto, declaró que así lo había hecho por amor a Pablo, y fue depuesto.” Acerca del
Bautismo, 17,1-3 (CCL 291, 1-19).
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16. Ver “The Gospel of Mary”, en The Nag Hammadi Library, pp. 471-473 y “Oracoli
Montanisti”, en Letteratura Cristiana Antica Tomo I, pp. 206-211, que atestiguan sobre esto
y que analizaremos más adelante.
17. Dada la dudosa reputación de las vírgenes itinerantes, esta, aprobada por Pablo
mismo, se convertía en una fuerte defensa de la institución. Por eso los detalles del rela-
to enfatizan su continencia en medio de todo tipo de tentaciones.
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18. Aurelio de Santos Otero, Los Evangelios Apócrifos, Edición crítica y bilingüe, BAC,
Madrid, 1993, p. 705.
19. Hechos de Pablo y Tecla, 34. El texto griego completo en Lipsius-Bonnet, Leipzig, 1891,
235-272. Traducción italiana en M. Erbetta Gli, Apocrifi del Nuovo Testamento, II. Atti e
Legende, Torino, 1966 Seguimos esta traducción, p. 265. Notemos que el baustismo es
presentado como baño también en Efesios 5,16 y Tito 3,5.
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20. Hechos de Pablo y Tecla, 41, op.cit., p.266-267. La conversión de la madre por obra de
la hija y la trastrocación de papeles familiares (la madre es “hija” espiritual de su hija car-
nal, que se convierte a su vez en guía y madre) aparece también en la Vita Macrinae, de
Gregorio. A partir del cambio de roles, no aparece aquí un reforzamiento de la horizon-
talidad al modo paulino, sino por el contrario, del modelo jerarquizado, pero con una
mujer a cargo.
21. Hechos de Pablo y Tecla, 43, Op.cit., p. 267.
22. Itinerario de la virgen Egeria, 22,2 y 23,5. Versión bilingüe de Agustín Arce, BAC,
Madrid, 1980.
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MUJERES QUE ESCRIBEN
23. De vita et miraculis s.Theclae, PG 85, 478-618. Basilio es obispo de Isauria entre el 444-
448. Según S.J. Voicu este escrito le sería atribuido injustamente y el autor sería más bien
de un sacerdote de Seleucia que él mismo habría excomulgado. Ver Diccionario
Patrístico, Sígueme, Salamanca, 1991 p. 302, c. 2. No es la misma opinión la de A. Arce en
op.cit, p.253, n.64
24. La referencia a un apóstol reconocido era obligatoria, como legalizadora de estos
escritos de autoría no confiable.
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25. Como vimos, Tertuliano acepta el profetismo femenino como expresión libre del
obrar del Espíritu, pero no su manifestación en asamblea pública. Además enfatiza
mucho el hecho de que la comunidad debe estar segura de que efectivamente es una
manifestación carismática auténtica.
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27. Pelagio fue un monje laico británico, bautizado en Roma c. 380/384. Enfatiza la liber-
tad del cristiano sobre la predestinación y rechaza el bautismo de niños, haciendo de la
fe una cuestión de libre decisión y de voluntad. La relación con Dios es directa de cada
cristiano con su Padre. Este énfasis cambia su soteriología: todo cristiano está llamado a
seguir a Cristo, elegir una vida de castidad si así lo desea (él mismo funda una comuni-
dad en las afueras de Roma) y la posibilidad de llegar a salvarse radica en realidad en la
voluntad de la elección. Por este camino se llega a un esquema salvífico donde los méri-
tos personales son más importantes que el esquema de redención cristocéntrico. Ese sería
el problema teológico. Pero lo más importante y que Agustín percibió claramente: la
Iglesia no es necesaria como intermediaria en el camino hacia la salvación. Este tema está
brillantemente desarrollado por Peter Brown en su Biografía de Agustín de Hipona.
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MUJERES QUE ESCRIBEN
28. Recordemos que ‘airesis significa en un sentido muy literal, simplemente una elec-
ción diferente. La connotación negativa vendrá con los años y será consecuencia del com-
bate que llevan adelante obispos como Ireneo, Hipólito y teólogos como Orígenes, entre
otros muchos, acusado él mismo de herejía, al final de su vida, a pesar de haber muerto
a causa de las torturas que le infligieron durante la persecución de Decio.
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29. Sobre este tema véase Aline Rousselle, op.cit., p. 45. Allí transcribe una cita de
Aristóteles que dice: (...) la mujer es por así decirlo un varón estéril (...) la mujer, es, por
así decirlo, un varón mutilado; las menstruaciones son un esperma, pero un esperma
impuro”.
30. “Como la herejía llamada catafrigia estuviera floreciente aún por aquel entonces en
Frigia, también Apolonio, escritor eclesiástico, acometió la empresa de una refutación.
Compuso contra ellos un escrito propio, en el que, palabra por palabra, corrige las falsas
profecías por ellos alegadas y describe cómo fue la vida de los cabecillas de la herejía.
Pero escucha esto que dice sobre Montano, a la letra: ‘Mas sus obras y su enseñanza
muestra quién es este nuevo maestro. Este es el que enseñó las rupturas de matrimonios,
el que impuso leyes de ayunos, el que dio el nombre de Jerusalén a Pepuza y a Timio (ciu-
dades éstas insignificantes de Frigia), porque quería reunir allí de todas partes el que esta-
bleció recaudadores de dinero, el que inventaba la aceptación de donaciones, bajo el nom-
bre de ofrendas, el que asalariaba a los heraldos de su doctrina, con el fin de que la ense-
ñanza de su doctrina se afirmase por medio de la glotonería’”. Eusebio de Cesarea
Historia Eclesiástica, V,18. Edición bilingüe, BAC, Madrid, 1997, pp. 271-272.
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32. Incluso hasta el Renacimiento, si recordamos el fresco del Juicio Final de Miguel
Ángel en la Sixtina.
33. Eusebio, Historia Eclesiástica, V, 16,17.
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1. El Evangelio de María
Este Evangelio es uno de los textos gnósticos conocidos antes de los
importantes descubrimientos de los códices coptos de Nag Hammadi,
en 1945. Es el primero de los tratados que integran el Códice de
Berlin (BG 8502, 1).35
No se puede establecer la fecha de redacción, pero el manuscrito
copto fue datado como de comienzos del s. V y un fragmento
griego del mismo, de comienzos del s. III. El fragmento griego,
corrobora el texto copto, con leves modificaciones, dejando en
esencia el escándalo de la situación que provoca en Pedro y sus
seguidores (la iglesia católica) el aceptar que la revelación sigue
viva en revelaciones hechas directamente por Jesús a María
Magdalena (¡una mujer!).
Este Evangelio, aunque corto y fragmentado (faltan las primeras seis
páginas), contiene elementos esenciales del gnosticismo cristiano: se
plantea la articulación entre lo divino y lo humano, tratando de con-
servar la alteridad absoluta de lo divino (9,18-20), la relación entre lo
material y lo espiritual (7,1-10; 8, 1-10); el teológico planteamiento
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Pero por otro lado es justo señalar que para los movimientos gnós-
ticos, no era la relación entre los sexos lo central, o la primacía o no
del hombre sobre la mujer, que no presentaba problemas, puesto
que en general la situación social imperante era tomada como “natu-
ral”, sino la superación de la dualidad implicada en la necesidad de
hablar de “relación entre”.
Para decirlo en las palabras del Evangelio de Felipe, también gnóstico:
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38. Valentín, egipcio de origen, desarrolla su mayor actividad en Roma, a mitad del s. II.
Se mantuvo siempre en relación con la iglesia ortodoxa y dentro de sus límites doctrina-
les, si admitimos de que ese límite todavía no era claro y Valentín jugaba con esa varia-
ble. Un resumen muy apretado de las creencias gnósticas valentinianas sería: el Pleroma
divino está compuesto por 30 eones en parejas (syzygiai) La separación de Adán y Eva es
emblemática de lo que el pecado introduce en lo creado, que se origina en la desviación
de Sophia que quiere concebir por sí misma, sin pareja. Yahvé es un demiurgo inferior, a
través del cual se ejecuta la creación. Jesús, El Salvador, da la posibilidad al ser humano
pneumático (gnóstico) de ascender nuevamente al nivel superior del que ha caído.
39. Santos Otero, op.cit., p. 693.
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a) El itinerario de Egeria
Cambiamos ahora totalmente de discurso y entramos con este texto
dentro de los límites de la ortodoxia y del poder imperial, conjuga-
dos en una importante alianza que buscaba fortalecer el Imperio
dentro de un mundo constantemente amenazado desde afuera (las
invasiones) y desde adentro (las divisiones).
Egeria es una noble mujer española (de Galicia, casi con certeza)40
relacionada con Teodosio, emperador de origen hispano, aunque no
sabemos si lo fue por parentesco directo.41 Emprendió posiblemente
el año 378, un viaje hacia la corte de Constantinopla, pero tomando
la ciudad no como destino último, sino como punto de partida para
una peregrinación por los lugares santos mencionados en la Biblia
(Antiguo y Nuevo Testamento).
Este tipo de viaje, comienzan a convertirse en habituales en esta
época. La peregrinación (peregrinatio) a lugares santos, que durante
toda la Edad Media caracterizará tanto la piedad culta como la
popular, instaurando objetivos de viaje que cambiaban según las
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mente con la vida anterior y paso casi obligado para llegar con segu-
ridad a lograr un nuevo tipo de existencia.43
Sobre los peregrinos que van a visitar desde occidente los lugares
santos, nos informan las fuentes monásticas de la época, las cartas
de Jerónimo y Paulino de Nola, la Historia monachorum de Rufino,
las Collationes de Casiano, los Dialogi de Sulpicio Severo, que con-
cuerdan en presentarnos las multitudes de los ascetas itinerantes,
que partían de cada parte del occidente hacia el oriente monástico,
a lo largo de las vías de comunicación más comunes del Medite-
rráneo tardoantiguo. Jerónimo convocador de viajes de ricas muje-
res romanas con el fin de que se instalaran en Palestina, es crítico sin
embargo del tipo de viaje trasgresor, aquél que facilita la salida sin
retorno de las ricas mujeres que no aceptaban tampoco la tutela de
monjes y obispos.44
El viaje a Tierra Santa fue siempre practicado como la forma más
alta y completa del peregrinaje cristiano, incluso en el período en
que los mares se convirtieron en menos seguros y crecía el riesgo en
los países que debían atravesarse.
Pero paralelamente a ello un nuevo itinerario va asumiendo los
caracteres y las dimensiones de un peregrinaje ecuménico. Roma,
así como Jerusalén, se convierte en el s. IV en una ciudad de desti-
no. La erección de las basílicas constantinianas y teodosianas, la res-
tauración de las catacumbas, promovida por Dámaso, le dio a la ciu-
dad un nuevo rostro cristiano y favorecieron su perfil devocional
que la conviertieron en destino de peregrinaciones.
43. Este aspecto liberador por creador de una salida sin retorno al orden anterior, es
enfatizado especialmente por Milagros Rivera Garretas en Textos y espacios de mujeres,
pp.45-46
44. Así insta a Marcela una y otra vez sin éxito a que emprenda el viaje sin retorno, con-
vence a Paula y a Eustoquia, y critica en cambio a una viajera que con séquito pasa por
la zona, en el típico viaje de peregrinatio ostentoso, generalmente emprendidos por parien-
tes del emperador o viudas de familias patricias muy ricas. Estos personajes viajaban con
todo tipo de servidumbre y protección militar dada por el emperador. Por supuesto, y
como vimos, también criticaba a las ascetas vírgenes itinerantes.
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ta, refleja muy bien lo que significó el atractivo del Oriente para
muchas mujeres del siglo IV avanzado. Piedad, curiosidad,
orgullo de poder contar lo visto, excursionismo y atracción por
lo exótico se conjugan para convertir al Oriente en centro de
atracción para las aristócratas de occidente”.45
“¿No has oído hablar de mis obras? Éstas son las que hay que
ver. ¿Cómo has osado emprender un viaje como éste? ¿No
sabes que eres una mujer? ¡No debes salir de casa como te
plazca! ¿O es que acaso quieres volver a Roma a contar a las
otras mujeres que has visto a Arsenio, para que después hagan
del mar una ruta de mujeres que vienen hacia mí?”.46
45. Ramón Teja, op.cit., p.195. Añade Bibliografía sobre el tema de los viajes a Oriente al
final de la Antigüedad.
46. Arsenius, 28. Citado por Ramón Teja, op.cit., p.195-196.
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no, con apoyo del emperador que quiere un imperio sin fisuras, ni
aún teológicas, pelea contra los pneumatómacos47; la controversia
origenista mantenida especialmente entre Jerónimo y Rufino de
Aquileya48, y en España misma el problema del priscilianismo, que
había tenido una cruel resolución.49
De ahí la afirmación de Rivera Garretas de que
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52. La lista comienza con Elena, madre de Constantino, y sigue con Melania Senior y
Melania Iunior, Poemenia (pariente de Teodosio), la misma Egeria, Paula, Eustoqia, entre
las más destacadas. No olvidemos tampoco a Tecla, ya que en la construcción de su
hagiografía debe haber habido un núcleo histórico. La mayoría de ellas fundaron a su
costo monasterios en Tierra Santa. Jerónimo disfrutó de vivir bajo la protección de Paula
en uno de ellos, pudiendo dedicar su vida al estudio de los textos bíblicos y a su intensa
producción teológica.
53. Itinerarium, 37,12.
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cos suficientes, por más que las trate como a iguales, no podían
gozar del privilegio del viaje. Goza de su libertad, de su poder y de
su dinero y decide compartir sus experiencias con sus “hermanas”.
No se presenta como desafiante, no es heterodoxa, pero sabe hacer-
se obedecer, incluso por aquellos que temen por su seguridad o que
enfatizan su vulnerabilidad de mujer: por ejemplo los monjes que la
previenen, y luego la acompañan en su ascenso al Monte Sinaí.
En fin, Egeria es el mejor ejemplo de cómo algunas mujeres pudie-
ron, aun dentro de la legalidad institucional, aprovechar las normas
en su propio beneficio, conscientes de los límites impuestos por la
ortodoxia.
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Y MUJERES DIACONISAS:
LA MANIPULACIÓN DE LO SAGRADO
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Y I Samuel 2:22:
“Elí era muy anciano: oyó todo cuanto sus hijos hacían a todo
Israel y que yacían con mujeres que servían a la entrada de
la Tienda del Encuentro”.
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En De Anima 9,4 este Padre nos habla de una profetisa que comuni-
ca sus experiencias a la Asamblea después de terminada la ceremo-
nia litúrgica. En Adversus Marcionen 5,8,11-12 hace referencia a ora-
ciones y cantos espontáneos llevados a cabo durante las asambleas
y compuestos también por mujeres, en éxtasis.
Como señala Pier Angelo Gramaglia en su estudio De virginibus
velandis:
Ana, pues, llamada “la profetisa”, cumple con las funciones que se
recomendarán en I Timoteo:
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trance profético en éxtasis, pero nada que tenga que ver con la admi-
nistración del bautismo, p.e., más tarde convertido en sacramento, y
por lo tanto sólo administrado por el orden sacerdotal. 10
En este texto en realidad es más difícil realizar esta lectura justa-
mente por la asociación con el término prostátis, hecho que obliga a
hacer algún tipo de diferenciación entre ellos o a pensar en una
redundancia de Pablo para enfatizar el tipo de ministerio que desa-
rrollaba Febe en Cencreas. Si aceptamos la lectura tal como se pre-
senta, sin forzar la exégesis, Febe sería el nombre de la primera dia-
conisa conocida, estrecha colaboradora de Pablo, a cargo de la
comunidad de Cencreas, con tareas sacerdotales: predicación y
enseñanza y asistenciales, especialmente, aunque no podemos des-
cartar la posibilidad del bautismo de los nuevos fieles. No se pude
afirmar, como se hará más tarde, que sólo eran asistentes de los obis-
pos, ya que los primeros epíscopos u obispos atestiguados, eran en
realidad los ecónomos de las nuevas comunidades y no tenían ni el
poder ni el prestigio que tendrán en el s. II.
Lo que parece mostrar en realidad el versículo de Romanos es que el
uso del término fue cargado con una connotación más amplia den-
tro del cristianismo naciente paulinista. Cuando Pablo se denomina
a sí mismo diákonos, está enfatizando su calidad de servidor de sus
hermanos, como apóstol de Cristo, sin resignar sus tareas sacerdo-
tales. Esto es coherente con su propia concepción de la tarea que le
ha sido encomendada y el énfasis puesto en la organización hori-
zontal. Así estaría utilizado también a propósito de la familia de
Estéfanas en la Primera Epístola a los Corintios 16:15 (eis diakonían tois
hagíois), que se puede traducir “al servicio de los santos”.
Esto no significa de ningún modo que el apóstol resigne su autori-
dad en algún momento, o sus tareas más específicamente sacerdo-
tales en relación a sus comunidades, o que cumpliera solamente fun-
ciones asistenciales, y por eso se designa a si mismo como diácono,
10. Esta diferenciación laico/sacerdote, ya aparece con claridad en la Epístola a los Corintios
de Clemente Romano que puede datarse con suficiente certeza alrededor del año 90.
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11. Traducción de Ramón Teja, p.60, nota 14. Cursiva del autor.
12. Op.cit., p.103.
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niano (s. II y III) más flexible, pero muy combatido por los heresiar-
cas, o por cismas rigoristas (s. IV y V) del tipo pelagiano, que deja-
ban a la mujer el lugar de la asceta, o de la aprendiz eterna, pero no
por cierto el de protagonista.
Poco a poco las diaconisas en occidente, como las viudas, fueron
dejando su lugar a las vírgenes enclaustradas y aunque no desapa-
recieron totalmente del mundo eclesial ortodoxo, triunfante en
Nicea, sus funciones serán bien acotadas13. La amenaza al orden
sacerdotal masculino había sido exitosamente eliminada.
Como dirá Tertuliano muy claramente, citando nuevamente los
famosos pasajes de Pablo, durante la preeminencia social e ideoló-
gica del cristianismo regirá aquello de que:
Una fuente más tardía, de comienzos del s. III, pero muy importan-
te para conocer la institucionalización de la iglesia occidental, Las
tradiciones apostólicas de Hipólito, en su cap.8 hablan de una ordena-
ción de diáconos (varones) al servicio de los obispos.
“En efecto, él no forma parte del consejo del clero, sino admi-
nistra y señala al obispo lo que es necesario. No recibe el espí-
ritu común del presbiterio, del que participan los sacerdotes,
sino sólo aquél que le es confiado bajo el poder del obispo. Es
por eso que solo el obispo ordena al diácono (…)”.
13. Hubo una revalorización del diaconado femenino después de Vaticano II, que toda-
vía persiste por lo menos en el mundo hispano hablante.
14. De virginibus velandis, IX, 1 PL 901
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15. A pesar de la regresión a Vaticano I que está realizando la Iglesia Católica Romana,
sabemos que por necesidad (la falta de vocaciones ministeriales) en situaciones donde
p.e. un solo cura debe atender a ocho parroquias, bien lejanas -concretamente ha pasado
en España- se les permite a las diaconisas, con un permiso especial, predicar y atender las
congregaciones, aunque no impartir sacramentos.
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Parte IV
Conclusiones generales
A LO LARGO DE ESTE TRABAJO HEMOS ANALIZADO CON ESPECIAL DETALLE
cómo se va estructurando el lugar que se asignó a las mujeres den-
tro del sistema que organiza la institución eclesiástica cristiana
según la modalidad que triunfa en el Concilio de Nicea (325). Como
vimos, esto tiene directa relación con el esquema de poder de ese
tipo de eclesiología, aun teniendo en cuenta las diferencias en el
tiempo y en el espacio a lo largo de los cuatro primeros siglos del
Imperio, algunas de las cuales afectaron directamente al rol de la
mujer en las comunidades eclesiales. El entorno del Mediterráneo es
muy rico en formas del cristianismo, algunas perdidas para siempre,
algunas que se pueden rescatar.1
Ese lugar adquiere dimensiones sociales, cuando el anhelo de pax
christiana que Agustín proyecta sobre el occidente latino para
reemplazar a la pax romana, se cumple efectivamente en occiden-
te por ausencia del poder civil y en oriente por imposición del
Estado. Paradojalmente, el éxito del nuevo y a la vez viejo orden,
se debe en occidente y en oriente a causas históricas de diferente
naturaleza.
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CONCLUSIONES GENERALES
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Podríamos decir, aplicando esta teoría, que entre los cristianos que se
asimilaron al Imperio se dio el segundo caso, pero forzados por la
presión social de acomodarse “al siglo”, por decirlo en lenguaje bíbli-
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BIBLIOGRAFÍA
Bibliografía General
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BIBLIOGRAFÍA
Biblia
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Historia de la Iglesia
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BIBLIOGRAFÍA
Patrística
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BIBLIOGRAFÍA
258
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Monacato
Teología
García Paredes, José C.R., Mariología, BAC, Madrid, 1995.
González, Justo L. Historia del pensamiento cristiano, Tomo I Metho-
press, Buenos Aires, 1965, Tomo II Caribe, Miami, 1992.
González, Justo L., Teología Cristiana desde una perspectiva hispánica,
Abingdon, Nashville, 1990.
259
BIBLIOGRAFÍA
Fuentes
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261
Títulos de la Colección
EN CLAVE DE MUJER
Dirigida por: Isabel Gómez-Acebo
RELECTURA DEL GÉNESIS. Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
CINCO MUJERES ORAN CON LOS SENTIDOS. Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
AMOR MALTRATADO. MATRIMONIO, SEXO Y VIOLENCIA EN LOS PROFETAS
HEBREOS. Renita J. Weems.
DIEZ MUJERES ORAN ANTE UN CUADRO. Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
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MUJERES Y ¿SECTAS? AYER Y HOY. Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
Y VOSOTRAS, ¿QUIÉN DECIS QUE SOY YO? Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
ASÍ VEMOS A DIOS. Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
¿QUÉ ESPERAMOS DE LA IGLESIA? LA RESPUESTA DE 30 MUJERES. Isabel
Gómez-Acebo (Ed.).
LAS MUJERES EN LA VIDA DEL NOVIO. UN ANÁLISIS HISTÓRICO-LITERARIO
FEMINISTA DE LOS PERSONAJES FEMENINOS EN EL CUARTO EVANGELIO.
Adeline Fehribach.
ORAR DESDE LAS RELACIONES HUMANAS. Isabel Gómez-Acebo (Ed.).
LA MUJER Y EL VALOR DEL SUFRIMIENTO. UN TREMENDO Y ASOMBROSO
REMAR HACIA DIOS. Kristine M. Rankka.
UNA COMPAÑERA PARA MATEO. Amy-Jill Levine con Marianne Blic-
kenstaff.
UNA COMPAÑERA PARA MARCOS. Amy-Jill Levine con Marianne Blic-
kenstaff.
LA MUJER EN LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO. Isabel Gómez-Acebo (Ed.).
ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA. Pilar de Miguel (Ed.).
EN EL UMBRAL. MUERTE Y TEOLOGÍA EN PERSPECTIVA DE MUJERES. Merce-
des Navarro (Ed.).
RELECTURA DEL ÉXODO. Isabel Gómez-Acebo (Ed.).
MARÍA MAGDALENA. DE APÓSTOL, A PROSTITUTA Y AMANTE.
Isabel Gómez-Acebo (Ed.).
¿EN QUÉ CREEN LAS MUJERES? CREYENDO Y CREANDO.
Pilar de Miguel (Ed.).
CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA. Mª José Arana (Ed.).
MUJERES, ¿EL SEXO DÉBIL? Diana Rocco Tedesco.