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EL PODER DE LA MUSICA COMO UN ARMA DE EXPRESIÓN.

La música forma parte del oasis humano, a través de ella podemos descansar y elevar
nuestro ser a un punto de excitación culminante en donde pueden ser transformados los
estados de ánimo.

La música al igual que la literatura tiene el poder de cultivar, transformar y dirigir a la


gente, ya sea para bien o para mal, todo depende de los directores, compositores e
intérpretes (músicos) y el camino que elija el oyente.

La música en resumen es un escudo o un arma que rompe o ata las cadenas de la mente y
el corazón.

Por medio de la música se puede deducir la idiosincrasia de las personas que vienen
siendo preferencias e ideales tanto del oyente como del exponente, ya que por su infinita
diversidad y formas de manifestarse se acopla a la perfección a las perspectivas del
individuo, su mentalidad, sus ideales, sus preferencias, entre otros; aun con toda la
diversidad de géneros musicales, con toda la fuerza que posee para multiplicarse y
expresarse de infinitas formas, esta divide y agrupa a las personas en géneros, agrupa a las
personas de mismos ideales y preferencias o dicho de otra forma une a las personas de
similar idiosincrasia: la música es un hogar, la música une lazos y crea hermandades, la
música es un libertador y un exponente de sentimientos, es en esencia una forma
increíble por la cual se manifiesta lo más íntimo del hombre, la música no solo es una
arte, una creación del hombre, es el hombre mismo en ella, es más que una ciencia, es un
método de expresión, un medio de conexión entre lo interno y lo externo, entre el
espíritu humano y el universo, entre lo real y lo irreal, tratamos de asimilar y expresar la
realidad de la vida por medio de ella, es un lenguaje perfecto y universal, suficientemente
basto y poderoso.

Entre la música y los humanos existe una relación, una necesidad recíproca, una
congruencia y una paradoja, la música necesita de nosotros los humanos, especialmente de
los exponentes, se expresa a través de nosotros y nosotros a través de ella, necesita de
nosotros como nosotros de ella, somos su voz y ella la nuestra, los instrumentos
musicales son sus órganos vitales y a su vez son nuestra boca, las notas musicales forman
parte de su vocabulario y lo aprendemos, lo adoptamos y lo hacemos nuestro propio
vocabulario; los instrumentos dependen de los instrumentistas, como los instrumentistas
de ellos, somos el cerebro de la música y por medio de su organismo la expresamos y
ella nos expresa, añadiendo la fusión de la lírica con todo lo que la música significa se crea
una atmosfera singular realmente difícil de describir aunque podría describirla como una
atmosfera fantástica con un aire que al respirarlo nos identifica, nos señala, nos atiende,
nos abraza y nos unifica con lo que expresa en ese grato momento para mezclarnos con
ella, como si exclusivamente esa melodía, hubiese sido hecha para nosotros, exactamente
hecha a nuestra medida, donde puedes llegar a ese momento en el que la melodía y tu son
uno solo, donde tu corazón late al ritmo del compás y donde tu respiración se vuelve
entre cortada gracias a esa sensación; sería muy vago y queda muy lejos de expresar eso
que se siente ya que solo conectándose con la música se puede percibir.

Existe una necesidad alterna y un vínculo entre estas: la música, las notas, los
instrumentos y los ejecutores, todos valen por igual y son vitales para que esa dimensión
imaginaria pero perfecta sea traída a nuestra realidad, ese universo singular y autentico,
sensacional y necesario que solo por la música se puede crear y manifestar, esa utopía con
la que cualquier hombre con un poco de sentido común quiere experimentar al menos
una vez en su vida.

La música es una paradoja, es contradictoria, es real y verdadera pero al mismo tiempo es


una fantasía y una mentira, es positiva y es negativa, es pacifista y a la vez conflictiva, es
defensora e insurrecta o tirana y dominadora, es amor y desamor, puede matar o puede
dar vida; es multiforme y se vincula también con el hombre que se adapta a cualquier
forma de él, a cualquier idiosincrasia, no deja de expresar sin importar que en sus
diferentes manifestaciones llegue a ser incoherente, pues así es la música, es moldeable, se
adapta a las manos que la ejecutan así como el barro se adapta en las manos del alfarero.

El resultado final: la forma definitiva que adoptara al manifestarse dependerá del individuo,
el conducto por el cual ambos se expresan, así que no existe buena o mala música,
excelente o pésima expresión de ella, gloriosa o desastrosa, mejor dicho ella en sí,
siempre está en su máximo esplendor, siempre está dispuesta y enfocada en expresarnos,
fusionarse con nosotros y aliviarnos. La forma última que adoptara dependerá siempre de
nosotros, mejor dicho, el toque celestial o infernal lo definimos nosotros, nosotros
definimos su fin, su propósito y su contenido, depende de nosotros que su apariencia sea
buena o mala, agradable o desagradable, dulce o agria para el oído de los demás, teniendo
en cuenta que ella nunca deja de ser lo que siempre ha sido y será, música, el medio y
lenguaje más hermoso y puro, el cielo que se puede tocar con las manos o el infierno que
se puede rosar con la punta del oído.

No existe pésima música, los pésimos, los malvados, los deshonestos, los crueles, los
enfermos, los viles, los imperfectos somos nosotros.

Existen músicos profesionales muy virtuosos que coexisten con amateurs que son muy
diestros, existen músicos que por instinto, por naturaleza entienden muy bien a la música
y su entrañable lenguaje, sus métodos y a través de todas y cada una de las partes por las
cuales se expresa la música, existen otros a quienes no les importa mucho la música,
entenderla, desarrollarse en ella, ni desenvolverse cada vez mejor, lo hacen por fines
paganos y materiales: por popularidad, por tener un número uno en los más vendidos,
porque al escuchar la palabra “música” no piensan en expresión ni en sentimientos,
piensan en dinero y fama; pero por ello, la música no deja de ser lo que es y aunque se
fusiona de una manera deplorable aun con ellos para poder expresarse, la música no es
pésima, la música nunca deja de ser lo que ella es: una dimensión, un hogar al alcance de
todos, una utopía, una salida, sin importar el tiempo ni el espacio, la música es altruista.

“Por sus predilecciones os conoceréis”, patético pero hasta cierto punto cierto, pues no
solo con la música sino con artes como el cine, la pintura o la literatura, que tratan de
expresar al hombre en su totalidad, me atrevo a cambiarlo y poner: “por sus gustos
artísticos os conoceréis, ya que ellas son capaces de revelar hasta el secreto más oscuro
las personas”.

Todos los exponentes de las distintas artes son una máquina de ideas, son el motor de la
conciencia humana, son nuestra voz, son la conexión entre lo enigmático y nuestro
mundo, son valientes, son eruditos, son reales, son los verdaderos intelectuales.

Las artes sirven para darle voz al que calla, ellas nos expresan y nosotros las expresamos,
por medio de ellas expresamos nuestro ser y nuestro mundo, irónicamente un mundo,
un entorno que nosotros creamos pero que a su vez nos crea y nos obliga a adaptarnos a
sus mutaciones y a sus formas, somos los engendros de la historia, una historia hecha de
humanidad, formada por nosotros pero que ahora ella nos somete a su forma y a su ley,
¿inmutable? Lo dudo mucho, nosotros somos los forjadores de ella, somos el motor
primario y el timón, ¿podemos cambiar el curso de nuestra historia? Los resultados están
presentes, las consecuencias imborrables pero con esfuerzo podemos redirigir nuestra
historia, reformarla, redimirla pero requiere de todo el motor primario, de que todos
queramos ser escuchados, de la humanidad en general, ya que todos juntos la formamos,
así que un cambio demanda unanimidad por lo cual se encarna en lo utópico, y ¿Cómo
será posible ser escuchado si tenemos armas que nos permiten alzar la voz pero no hay
valientes que tomen esas armas a su cargo?, ¿Cuándo llegara el momento en el que alguien
tome las riendas de esta situación y comience a manifestarse por medio de ese lenguaje
entrañable que todos somos capaces de reconocer?.

MARCO ANTONIO ARIZMENDI GUERRERO.

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