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Mesoamérica y del
Istmo Centroamericano
Cuentos de
Mesoamérica y del
Istmo Centroamericano
2018
Primera edición, 2018
© Moisés Marín Bonilla.
© Editorial Mirambell, S.A.
Costa Rica.
863.44
M337c Marín Bonilla, Moisés
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo
Centroamericano / Moisés Marín Bonilla. – 1 ed. –
San José, C.R. : Editorial Mirambell, 2018.
94 p. ; 21 X 14 cm.
ISBN: 978-9968-747-71-4
L
a importancia de conocer el estilo de vida y la coti-
dianeidad de los pueblos precolombinos a través
de la narrativa literaria-histórica constituye una
manera predilecta de permitir el acercamiento del habi-
tante contemporáneo hacia esas civilizaciones de manera
que pueda conocerlas en su originalidad. Es por esto que la
intencionalidad de la obra es brindar al lector un escenario
que visualice cómo era el transcurrir a través de los siglos de
las civilizaciones precolombinas, un transcurrir reflejado en
sus modos de vida centrados en figuras de personajes tanto
ficticios, como existentes en su debido contexto. Todo esto
a manera de relatos pertenecientes al género cuento.
Desde el más poderoso emperador, hasta el más humilde
artesano se ven en la estratificación de la población mesoa-
mericana precolombina.
En general, la intencionalidad de esta parte de la obra
consiste en acercar al lector a un más allá de lo que los
libros de historia precolombina han logrado ofrecer. El
estado actual de esos conocimientos se encuentra condicio-
nado por lo que digan o trasmitan los textos históricos en
muchas ocasiones oficializados. Un rescate de ese mundo
y de ese universo destrozado tanto por los conquistadores
españoles, como por los clérigos sedientos del aprendizaje
de las lenguas autóctonas, sin más fin que el de saber qué
trasmitían los contenidos de los libros y de los códices para
luego proceder a su destrucción masiva, son hechos conde-
Moisés Marín Bonilla
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Dedicatoria..............................................................................7
Introducción..........................................................................11
Monte Albán...................................................................17
El astrónomo sin escrúpulos ...........................................36
Xolotl..............................................................................43
La incursión chichimeca que fracasó...............................51
Un general desafiante......................................................58
La Perla Sagrada..............................................................67
La Federación colapsada .................................................77
Epílogo...........................................................................91
Monte Albán
II
Ingresando en el salón de armas del palacio, Teocón no
vaciló en tomar para sí las armas más adecuadas para poder
hacerle frente a dicha misión. Un arco de empuñadura
central hecha de cuero de boa, bastante fácil de tensar a
la hora de disparar las flechas; dos hachas de doble filo,
fabricadas en obsidiana; dos mazas cuyo mango fabricado
en tronco de pejibaye, sostenía dos durísimas bolas de pie-
dra feldespática que en el primer impacto era evidente la
caída mortal del adversario; un estuche con 50 flechas de
pejibaye con puntas de obsidiana envenenadas; dos espadas
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III
Una vez ante las puertas de la entrada principal del san-
tuario femenino Teocón invocó las mismas palabras que
invocara cuando se encontró enfrente de las puertas del
Gran Templo Zapoteca: “Santuario donde habitan los dio-
ses que velan por las mujeres, yo Teocón, hijo del Gran Rey
Tletzin, por el poder de Totec, te ordeno que tus puertas
principales se abran ante mí”. En seguida las puertas del
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IV
Desde muy lejos era posible divisar las elevadas columnas
de humo que emitían la señal del triunfo de Teocón ante
todas las pruebas que tuvo que afrontar, según la interpre-
tación del alto sacerdote Cuauhtzin, quien determinaba
por designio divino la aptitud de Teocón para gobernar. No
muy lejos fue posible divisar al águila Bisiá, la cual efectua-
ba su descenso enfrente del centro administrativo principal
e inclinando su lomo para que Teocón y sus dos hermanas
Xianadi y Xanadi bajasen a tierra.
De manera espléndida fueron recibidos los tres críos de
Tletzin, quien no dejaba de lamentar su osadía de fiarse
de los príncipes teotihuacanos en detrimento de su propio
hijo Teocón, en quien no depositó la totalidad de su fe en
los dioses y se mantuvo dudando incrédulamente hasta no
ver a su hijo único realmente triunfante. -¡Oh! -se lamen-
tó. -¡Cómo pude ser tan testarudo!, realmente es grande la
vergüenza que siento al no creer en mi propio hijo incapaz
de defraudarme. Su mentor Xiuhtzon, quien en ese enton-
ces rondaba los 95 años de edad, no escatimó en exhortar
a Tletzin diciéndole: -Tletzin, el aprendizaje nunca termi-
na, siempre te encontrarás aprendiendo durante todos los
días de tu vida y no es extraño, sino natural que durante
estos días en los que tu hijo el príncipe Teocón se encon-
traba lejos de su hogar, aprendieras la virtud de la paciencia
y de la fe en los designios que los dioses vaticinaron en
relación con la superación de todas las pruebas a las que se
enfrentó tu hijo durante todos los años de su crecimiento.
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II
Necazixtlán, quien era el más aguerrido y corajudo de los
guerreros de Xolotl, esta vez contempló que el panorama
no sería tan fácil de vencer, como en otras incursiones chi-
chimecas en las que éstos implacables guerreros foráneos y
novedosos para los toltecas sí lograron sus objetivos. Algo
temeroso Necazixtlán exclamó: ¡No solamente nos enfren-
tamos a enemigos toltecas en estado convulso!, también
tenemos a nuestro frente a los tepanecas, otomazahuas, y
a los alcohuas. Estos adversarios pueden estar del lado de
Huémac y de sus ejércitos y eso nos ha de complicar aún
más el desempeño de nuestras fuerzas. -¡No seas pesimista!
-le replicó Xolotl -recuerda que los dioses han de darnos
la victoria y si no nos fallaron en confrontaciones pasadas,
menos aún habrían de fallarnos ahora. Con esto quiero
recalcarte Necazixtlán, que entre más cruentos han de ser
los enfrentamientos, mayor debe de ser la intervención de
los dioses a nuestro favor.
Grande fue la sorpresa de Xolotl y sus guerreros al ente-
rarse de lo fácil que sería adaptarse culturalmente a ese uni-
verso o mundo al que rápidamente asimilarían en relación
con sus costumbres y la actitud de bienvenida que muchos
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III
Contemplando asombrado la sobrenatural manera en
que morían las tropas de Huémac, Xolotl volvió su rostro
hacia su leal compañero de armas Necazixtlán, a quien diri-
gió una mueca de interrogación. ¡No lo dudes, mi señor!
-exclamó Necazixtlán con tono tajante y severo de voz.
Me deja frío el imaginar que mi amo sea menos ferviente
que yo -agregaba con acento de chicheme descompuesto.
¿Acaso no veis que el Poderoso Huitzilopochtli ya peleó y
ganó la guerra por nosotros sin tener que complicarnos más
matando a filo de obsidiana? Bastante fuerte fue el grito de
victoria que emitiera Xolotl al ver manifestado el poderío
bienhechor del dios Huitzilopochtli que premiara a los
chichimecas de Xolotl con una contundente victoria sobre
el nocivo régimen tolteca de Huémac.
No obstante, a pesar de la poderosa fe de Necazixtlán y
del regocijo de Xolotl, inevitable fue la mística aparición
resplandeciente del dios mexica del Sol, quien no dudó
en hacer una amonestación hacia ambos jefes guerreros
diciéndoles: ¡Corrección Necazixtlán!, desde hoy estás
en la obligación de llamarme Tezcatlipoca en lugar de
Huitzilopochtli, esto debido a que ya no solo me adoraréis
como el dios del Sol, sino que también he llegado a ser
vuestro dios de la guerra. Y a ti Xolotl, como una manera
de enmendar tu terca incredulidad que te hizo dudar de mi
poderío, te asigno la ardua tarea de construir e instalar tus
dominios en la ciudad de Tenayuca, hacia la cual emigrarás
y desde la cual acatarás mis órdenes sin poner reparo algu-
no. Desde tus dominios en Tenayuca serás testigo de las
grandes oleadas de inmigrantes que poblarán los territorios
vecinos a tus dominios. Entre estos inmigrantes destacarán:
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IV
No sería fácil de gobernar ese magnífico conglomerado
plagado de inmigrantes de acuerdo con la voluntad de
Tezcatlipoca. El poderoso reino de los Tepanecas se había
apoderado de la parte occidental de la Cuenca Central y
ejercía una fuerte hegemonía sobre una gran mayoría de
los territorios vecinos o aledaños; sin embargo su poder
hegemónico no era suficiente como para encargarse de
todas esas ciudades-Estados y para Tezcatlipoca era indis-
pensable la existencia de un pueblo sabio, poderoso, ague-
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II
Cuatro años de efervescencia política y militar. El cua-
trienio comprendido entre 1821 y 1824 era dominado
por la indecisión y la incertidumbre para el mundo íst-
mico, el cual experimentaría las más convulsas reaccio-
nes ocasionadas en lo que recientemente dejara de ser la
Capitanía General de Guatemala. La heterogeneidad de
intereses y el desacuerdo entre las partes componentes del
istmo comprendido entre Chiapas y Tehuantepec hasta la
olvidada, baladí y pobre provincia de Costa Rica consti-
tuían la evidente conflictividad de un universo político
y cultural dividido. El Chiapas mexicano y el Soconusco
salvadoreño ansiaban sumarse al Plan de Iguala ideado por
Iturbide; no obstante el 8 de abril de 1823 dicho plan tuvo
la desdicha de conocer su derogación, luego de celebrarse
elecciones para el nombramiento de quienes redactarían la
Constitución Centroamericana el 29 de dicho año.
La esperanzas de volver a renacer para el Imperio mexica-
no se habían deshecho y éste ya no se levantaría jamás con
las intenciones que abrazara Agustín de Iturbide durante los
tres o cuatro años del ejercicio de su gobierno monárquico.
Corría el año de 1824, luego de que el Dr. Matías
Delgado se encontrara en su despacho una tarde del mes de
diciembre de 1823 redactando los lineamientos que serían
las Bases de la Constitución Federal, unos meses después
de dejada la presidencia por Delgado y tras la sucesión de
frecuentes juntas y reuniones, en las postrimerías de 1824
(precisamente el 22 de noviembre) se estableció por fin la
Constitución de lo que se conocería como la República
Federal de Centroamérica. Un Segundo Triunvirato com-
prendido entre 1823-1825 gobernaría la franja ístmica
comprendida desde el Estado mexicano de Chiapas, hasta
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III
Para Arce no era fácil gobernar. Cuando las ideas libera-
les y anticlericales asumieron el poder de manera férrea fue
elegido presidente José Francisco Barrundia, como sucesor
de Arce; éste arrepentido de haber pactado con el Clero y
los Conservadores hizo la entrega de la banda presidencial a
Barrundia. El estado anímico de Arce expresaba solamente
gestos lamentables. Un semblante entristecido y saturado
de apatía se había apoderado del rostro de un Manuel José
Arce resignado por el caos generado dentro de la República
Federal Centroamericana debido a la testarudez de los gru-
pos poderosos de las cinco repúblicas conformadoras de la
Federación, los cuales velaban solamente por los intereses
nacionales de cada república del Istmo. El individualismo,
la insensibilidad, el egoísmo y el ansia de poder comen-
zarían a generar grietas y brechas dentro de la estructura
gubernamental de la Federación.
Después de ti, ¿quién? -le preguntaba Arce a Barrundia.
Sabes que cuento con el caudillo más poderosamen-
te instaurador del orden dentro del Istmo -le reprochó
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IV
Largas horas por las noches, al lado de un candelabro que
apagaba al llegar la medianoche. Esa era la rutina redac-
tora de los escritos político-liberales que un redactor de
la pluma y tinta del calibre de Francisco Morazán asumía
para dar por listas durante cada noche todas y cada una de
sus reformas de tendencia liberal. Una taza de café oscuro,
como las montañas del Cerro de la Muerte, era lo que lo
mantenía despierto hasta la medianoche. Momento en el
que apagaba su vela de candelabro y recurría a su lecho a
rendirse ante el dulce sueño deparador.
Reformas, pero reformas de corte anticlerical, tendien-
tes a despojar del poder a los criollos conservadores y su
partido de tendencia conservadora; fortalecer la educación
quitándole hegemonía clerical; proclamar la libertad de
prensa y su circulación; la libertad de credos; la separación
Iglesia-Estado; la abolición del diezmo y la limitación del
poder del clero secular. Sin embargo el general Morazán
no esperaba todo el peligro que esto le ocasionaría y los
numerosos enemigos saturados de descontento que algún
día de esa década de 1830 emergerían como monstruos de
las profundidades de algún océano, para luego marchar en
su contra. De enemigos que le harían la vida imposible,
quizás hasta acabar con su poder y su derogación como
mandatario.
Sin percatarse del enjambre de enemigos poderosos que
estaba ocasionando con sus reformas liberales, se proyectó
hacia la promulgación de dichas reformas y en su primer
periodo de gobierno comprendido entre 1830-1834 hubo
guerra civil y sin percatarse del poder que aún poseía el
clero, en un inicio le tuvo sin cuidado cualquier brote de
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
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V
Dos años de gobierno que luego fueron sorprendidos por
la epidemia del cólera que causaría estragos en los indígenas
guatemaltecos quienes se levantaron furiosos en armas para
comenzar un ataque que aniquilaría a la población criolla y
quemaría sus viviendas. Una situación alarmante que hizo al
Gobernador guatemalteco Mariano Gálvez acudir a Morazán
por ayuda. Esta actitud reflejaba la gran simpatía que Gálvez
sentía hacia Morazán por ser partícipe de sus ideas liberales
y por compartir su ideología de manera semejante.
Pero era evidente que Morazán había llegado demasiado
tarde, pues Gálvez había abandonado la jefatura del Estado.
Con voz de desesperación Morazán comenzó a llamar y a
buscar a Mariano Gálvez en vano, ya que éste había desa-
parecido del escenario gubernamental.
Ja, ja, ja, ja, ja, ja -irrumpieron unas carcajadas detrás
del erguido cuerpo de Morazán. -Habéis venido a buscar
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VI
Era el año 1838 y Morazán gobernaba sus últimos años
presidenciales sobre una federación agónica. El 1 de febrero
de 1839 tocaba el fin del segundo mandato presidencial de
Morazán. Con un Congreso disuelto, y sin bases para nom-
brar mediante elecciones un sucesor de Morazán.
La muerte de la Federación Centroamericana era la
cruenta realidad de ese entonces. Una vez más los defectos
habían triunfado sobre las virtudes, lo cual significó la cau-
sa en general de la desintegración de la Federación.
Pero ese no era el fin de su mundo de poder para
Morazán, quien se había convertido en Jefe de Estado de
El Salvador, situación que no pudo contener los avances
de Carrera quien le diera las más implacables manifes-
taciones de belicosidad y de toma de rehenes, a pesar de
todo Morazán no dejó de combatir hasta el final, un final
caracterizado por la astucia de Carrera, quien le tendiera
una trampa en la que caería de manera fácil.
¡Habéis caído en las garras de lo que tenía preparado para
ti! -le increpó Carrera. -Has sido vencido y derrotado -le
decía. -Pensaste que el resultar victorioso en la Batalla de
San Pedro Perulapán te daría la victoria segura y definitiva
en esta guerra, pero no fue así. Pensaste que sería tan fácil mi
querido General hondureño, pues erraste y ahora sabes que
ganaste esa simple batalla, mas perdiste la guerra contra mí.
Una victoria definitiva en la guerra, sí, Rafael Carrera
no había ganado la batalla, había ganado la guerra, situa-
ción que hizo huir a Morazán y a algunos de sus hombres
sobrevivientes rumbo hacia El Salvador donde el 4 de abril
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
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VII
Un exilio en Perú sería el destino de un Morazán que se
había convertido en el blanco de toda clase de insultos y
calumnias emitidas desde los sectores conservadores, todo
lo cual incluía las amenazas de Carrera y sus hombres.
Una brusca interrupción hizo que el exilio no fuese
concluido: los británicos habían desembarcado en La
Mosquitia, con el objetivo de intervenir en la zona fronteri-
za ubicada entre Honduras y Nicaragua. Una amenaza para
la soberanía del Istmo era el significado de aquel desem-
barco británico. Morazán no escatimó en abandonar Perú
para dirigirse al Istmo, ya que además era seducido por los
enemigos del Jefe de Estado costarricense Braulio Carrillo,
quienes le ofrecían la oportunidad de gobernar el Estado
de Costa Rica.
Morazán sentenció a Braulio Carrillo a la fuga y huida
luego de haberle declarado la guerra a dicho Jefe de Estado
costarricense. La resistencia puesta por las fuerzas de
Carrillo era sumamente vulnerable. Una vez gobernando el
Estado costarricense le prometió al pueblo de Costa Rica
devolverle la libertad; pero en vano fue la propuesta debido
a que muy entrado el año 1842 el General Morazán había
caído en el descrédito que el traicionado pueblo costarri-
cense le granjeó luego de poner en claro que la presencia
de Morazán en Costa Rica generaría las más cruentas hos-
tilidades entre los Estados del Istmo.
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