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Cuentos de

Mesoamérica y del
Istmo Centroamericano
Cuentos de
Mesoamérica y del
Istmo Centroamericano

Moisés Marín Bonilla

2018
Primera edición, 2018
© Moisés Marín Bonilla.
© Editorial Mirambell, S.A.
Costa Rica.

863.44
M337c Marín Bonilla, Moisés
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo
Centroamericano / Moisés Marín Bonilla. – 1 ed. –
San José, C.R. : Editorial Mirambell, 2018.
94 p. ; 21 X 14 cm.

ISBN: 978-9968-747-71-4

1. Cuentos Costarricenses. I. Título.

Derechos de autor protegidos por la ley 6683.


Hecho el depósito de ley e inscrito en el Registro de
Derechos de Autor.

Diagramación y artes finales:


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Teléfono: 2551–2373
A la docente Ana Magally Madrigal Lizano,
porque su lucha por aniquilar las barreras que
abatieron mi condición, es una fuerza que
mueve montañas y planetas.
“Sin violencia permanece y prospera en medio de sus libros
y pinturas, existe la ciudad de Tenochtitlan”.
Nezahualcóyotl

“La cultura es el ejercicio profundo de la identidad”.


Julio Cortázar

“Siempre imaginé que el Paraíso


sería algún tipo de biblioteca”.
Jorge LuiBorges
Introducción

L
a importancia de conocer el estilo de vida y la coti-
dianeidad de los pueblos precolombinos a través
de la narrativa literaria-histórica constituye una
manera predilecta de permitir el acercamiento del habi-
tante contemporáneo hacia esas civilizaciones de manera
que pueda conocerlas en su originalidad. Es por esto que la
intencionalidad de la obra es brindar al lector un escenario
que visualice cómo era el transcurrir a través de los siglos de
las civilizaciones precolombinas, un transcurrir reflejado en
sus modos de vida centrados en figuras de personajes tanto
ficticios, como existentes en su debido contexto. Todo esto
a manera de relatos pertenecientes al género cuento.
Desde el más poderoso emperador, hasta el más humilde
artesano se ven en la estratificación de la población mesoa-
mericana precolombina.
En general, la intencionalidad de esta parte de la obra
consiste en acercar al lector a un más allá de lo que los
libros de historia precolombina han logrado ofrecer. El
estado actual de esos conocimientos se encuentra condicio-
nado por lo que digan o trasmitan los textos históricos en
muchas ocasiones oficializados. Un rescate de ese mundo
y de ese universo destrozado tanto por los conquistadores
españoles, como por los clérigos sedientos del aprendizaje
de las lenguas autóctonas, sin más fin que el de saber qué
trasmitían los contenidos de los libros y de los códices para
luego proceder a su destrucción masiva, son hechos conde-
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nables en cuyo detrimento se pretende rescatar lo que fue


borrado tanto por los clérigos, como por la brutalidad de
la espada y la cruz del conquistador español.
Un mundo escenográfico de cómo pueden haber sido
las vidas de los autóctonos precolombinos basadas en sus
costumbres y centrado en personajes individuales y sus
interrelaciones con la comunidad en general constituyen
los primeros cuatro cuentos, cuya naturaleza se evidencia
en las grandes batallas; grandes hechos de poder político,
mágico y religioso; el quehacer intelectual; las hazañas de
héroes, de príncipes y de ejércitos, como también el aporte
de la mitología en la comprensión de la narrativa de estos
primeros cuatro cuentos.
El aporte de la obra busca repercutir o incentivar un
cambio de comprensión de las civilizaciones precolombinas
por parte de la población a la que va dirigida, un cambio
que vaya más allá de lo que la oficialidad de los libros
de texto histórico han pretendido trasmitir. Uno de esos
aspectos a cambiar consiste en prescindir de una vez por
todas del término “indio”, el cual ha venido siendo aplica-
do por siglos y por décadas hacia quienes no lo son.
La población hacia la que va dirigida es en su mayoría
joven y adulta. Esto debido a la naturaleza del vocabulario
algo avanzado que los niños de entre 10 y 6 años no logran
asimilar.
Los tres cuentos siguientes siguen una intencionalidad
semejante. La comprensión de relatos históricos del istmo
centroamericano a través del género cuento es, sin duda
alguna la similar manera de dar a conocer tanto procesos
históricos, como descripción de personajes, escenas y gen-
tes cuya ubicación social va desde los grandes gobernantes
y sus hechos militares, hasta la población civil en la cual se
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ilustran los modos de vida educativos, culturales y cotidia-


nos. Dentro de todos estos ambientes de la Centroamérica
del siglo XIX se desplazan tanto personajes históricos,
como personajes míticos. La convivencia y la interacción
entre ambas naturalezas de personajes constituyen la más
clara evidencia desarrollada a lo largo de la obra.
Basados en contextos históricos que realmente ocurrie-
ron en el istmo centroamericano, estos tres cuentos reflejan
los más evidentes estilos de vida de sus personajes ilustrados
de manera más enfática de lo que los libros de texto históri-
co tienden a trasmitir, es decir, se pretende ir más allá de lo
que emiten los libros históricos oficiales pero basados en los
hechos histórico-contextuales que los mismos trasmiten.
La población a la que va dirigida es generalmente pobla-
ción joven y adulta. Esto debido a que, el lenguaje emplea-
do no es aún asimilable por infancias tempranas menores
de diez años.
El aporte dirigido hacia la población busca enfatizar
de manera más clara o enfática la interrelación entre los
personajes y cómo se dieron los hechos entre los mismos,
o bien ilustrar cómo transcurre la cotidianeidad entre los
personajes tanto míticos, como históricos.
Contenido

Dedicatoria..............................................................................7
Introducción..........................................................................11

Monte Albán...................................................................17
El astrónomo sin escrúpulos ...........................................36
Xolotl..............................................................................43
La incursión chichimeca que fracasó...............................51
Un general desafiante......................................................58
La Perla Sagrada..............................................................67
La Federación colapsada .................................................77
Epílogo...........................................................................91
Monte Albán

C orría el año 200 a. de C. Un siglo después de haber-


se erigido como un Estado sólidamente establecido,
el calendario circular de ciclos de cincuenta y dos años
determinaba esta gran diferencia comparada con la perio-
dización antes y después de Cristo que los arqueólogos y
los historiadores han venido empleando recientemente.
Un entorno geográfico que conocería ese despertar de
una civilización que se levantó sobre lo que los científicos
sociales denominan como San José Mogote. Nada inima-
ginable, pero tampoco común, era ni más ni menos que el
surgimiento de otro colosal dominio sobre lo que fue un
dominio colosal anterior.
Para muchos San José Mogote, pero de acuerdo al crite-
rio de sus verdaderos pobladores no se sabe con certeza qué
nombre le asignaron. Lo cierto es que se trataba del valle
de Oaxaca, cuyo nivel de desarrollo alcanzó el grado de
jefatura o cacicazgo dotado de una complejidad estructural
caracterizada por su jerarquía organizacional: Un centro
administrativo principal, seguido éste de una variedad de
centros secundarios cercados por aldeas en sus alrededores.
Un poco menos de cien comunidades formaban la gran
mayoría de la población de Oaxaca; no obstante San José
Mogote se encontraba cercado por un total de dieciocho
aldeas que eran las que formaban el estrado sobre el que se
levantaba la cúspide de la jerarquía formada por el centro
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administrativo principal. Un intensivo y masivo proceso


de urbanización sería el responsable de ese tupido y espeso
poblamiento que caracterizaba a San José Mogote.
Dominios, pero con una manera de determinarlos
muy peculiar, sin duda alguna mediante los dibujos y las
pinturas en bajorrelieve las cuales, eran las que realmente
hablaban del quehacer cultural de San José Mogote, los
bajorrelieves del arte de representar y es la representación
en bajorrelieves la que realmente hablaba por la población.
Los vencidos en las guerras y los prisioneros cautivos cons-
tituían las presas para el común derramamiento de sangre
que se practicaba empleando las aperturas de pecho como
esos métodos más efectivos para la fácil obtención del cora-
zón que siempre ha sido el núcleo productor de sangre en
los seres vivos animados. Esa sangre tan apetecible a los ojos
de los dioses quienes impacientes recibían con ansias y en
sacrificio el corazón de cada vencido en las guerras.
Sin duda alguna, una civilización intelectualmente bien
sistematizada al contar con uno de los tipos de escritura
de mayor antigüedad originario de Mesoamérica, el cual
sería la base para la comprensión de la escultura “Los
Danzantes” de la civilización protagonista de la que será
testigo nuestro lector.
Oaxaca, ese valle caracterizado por su enorme riqueza
y por su laboriosa población que construía y utilizaba las
más complejas formas de infraestructura para disponer de
los recursos acuíferos que serían conducidos a través de los
sistemas de regadíos.
Según registros, esta civilización que antecede a nuestra
civilización protagonista entra en declive hacia el 500 a. de
C. o quizás hacia el 450 a. de C. de acuerdo con las cro-
nologías utilizadas por los arqueólogos y los historiadores.
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Sobre colinas de considerable altura más hacia arriba del


piso del valle de Oaxaca se levantaría prominente, el colosal
sitio de Monte Albán. En provecho de la confluencia de los
tres ramales del valle de Oaxaca y de la ubicación sobre una
colina estratégica, fue construido Monte Albán, estratégico
e imponente sitio de la dominación y la gloria zapotecas,
los zapotecas evidentemente, esa civilización que gozaría
de la más significativa paz que no conocería interrupciones
de pueblos extranjeros durante siglos hasta el 900 d. de C.,
quizás casi milenio y medio después de su fundación.
Nuestra historia comienza en el año 370 d. de C.
(¿Inicios del período Clásico?), cuando durante una noche
de luna nueva el rey Tletzin se encontraba en la azotea de
su palacio ubicado en el centro político principal de Monte
Albán, el cual se erigía en la parte alta de la colina de mayor
altitud. No podía olvidar que las lecciones de astronomía
que le impartiera el sabio Xiuhtzon, antes de su llegada al
trono cuando aún era un joven príncipe, se enriquecían con
la práctica contemplativa de los movimientos de los astros
y de los cuerpos celestes. Enseñanzas que jamás debían ser
olvidadas, sino puestas por obra en la labor de todo gober-
nante real. El conocer sobre el movimiento de los cuerpos
celestes, además de otros conocimientos sobre astronomía,
constituían aspectos de vital importancia, ya que no sólo
de política se componía la formación como monarca, sino
que ésta además incluía: poesía, música, pintura, teología,
medicina, geometría y por supuesto astronomía.
De manera simultánea, nuestro rey tenía la habilidad
de mezclar la observación astronómica con la contempla-
ción meditativa que no requería explicaciones científicas,
sino esa devoción hacia los dioses creadores del universo,
los cuales eran identificados con los astros del firmamen-
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to infinito que ellos mismos crearon y que los zapotecas


habían plasmado en sus libros de poesía y de canto que los
maestros de los códices elaboraron en soportes de diferentes
materiales sobre los cuales serían escritos los textos, recita-
ciones, cantos y poesías que, de generación en generación
los zapotecas trasmitirían a sus descendientes desde la fun-
dación de Monte Albán hasta el día de entonces.
Y en ese ir y venir entre astronomía y teología se encon-
traba Su Majestad. No le repercutía de manera negativa la
indumentaria que llevaba: Su manto nocturno de fibras
tejidas era consistente y nada fácil de deteriorarse, ni el
viento, ni el rocío que el dios Cocijo enviaba desde sus
dominios para incentivar la frescura del entorno del valle
de Oaxaca, podía causarle sensación de frialdad. Mezcla
de observación y meditación, era eso justo en lo que se
encontraba Su Majestad; 43 años de edad sobre sus cor-
pulentas y recias espaldas cargaba Tletzin, una juventud de
educación guerrera había sido la responsable de configurar
su corpulencia física, pues siendo veinteañero estuvo bajo
la tutela del estricto maestro de las armas Tecpatzin. Este
fuerte y rudo maestro de las armas se encargaría de adies-
trar a un joven Tletzin en el manejo de las armas y en el
entrenamiento militar lo cual, a pesar de la significativa
paz y estabilidad política de la que gozaba Monte Albán,
no era de fiarse de posibles enemigos exteriores, de allí la
rígida disciplina militar a la que fuera sometido Tletzin una
vez cumplidos 20 años de edad. Una educación política a
través de tutores y de un grupo sacerdotal que le instruyó
en la relación soberanos-dioses y en el conocimiento de la
voluntad de los dioses, el cual era de vital importancia para
saber gobernar, esto debido a que el soberano siempre debe
gobernar sus dominios regido por el poder de los dioses y
actuar conforme a los designios de éstos. En todo un entra-
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mado de disciplinas, de ciencias y de artes debía consistir la


formación del soberano según los preceptos de Cuauhtzin,
sacerdote de sacerdotes o alto sacerdote quien residía en el
poblado de Mitla, pueblo ubicado en el Este del subvalle
de Tlacolula pero casi siempre se encontraba fuera de su
hogar, pues una gran parte de su tiempo lo invertía en las
labores del templo Zapoteca donde a menudo vivía. Dentro
del templo de los Zapotecas se ubicaban las habitaciones
interiores dentro de las cuales, el alto sacerdote Cuauhtzin
tenía su recámara, conocida como recámara principal por
los sacerdotes que le seguían jerárquicamente en descenso.
Era costumbre rutinaria durante todas las noches este
quehacer nocturno tanto de carácter astronómico, como
teológico y no había recibido la más mínima interrupción
hasta esa noche cuando su único hijo y heredero al trono,
el príncipe Teocón quien apenas contaba con 15 años de
edad, irrumpió de manera sorpresiva en la azotea del pala-
cio real con la inquietud de preguntar a su padre: -Padre,
¿tienes la seguridad de que el contar conmigo como un
único candidato a la sucesión del trono de Monte Albán es
suficiente?, ¿qué pasaría si llegara yo a morir por circuns-
tancias inesperadas y no cuentas con más hijos que yo?
-No te preocupes -le respondió Tletzin. -Cuento con tu
hermana menor quien es sólo una niña para que me suceda
en el trono y es quien pienso unir conyugalmente con un
príncipe teotihuacano. Esto lo veo no solamente como una
muestra de gratitud hacia Teotihuacán, sino además como
una gran oportunidad de estrechar aún más mis lazos de
amistad con Azcatl, rey de Teotihuacán. Siempre he deposi-
tado mi enorme lealtad en el reino de Teotihuacán y en sus
príncipes en especial, es por eso hijo que siempre serás para
mí la gran prioridad en la sucesión en el trono, no obstante
deseo contar, como segunda opción, con algún príncipe
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teotihuacano como sucesor el cual será el conyugue de


tu hermana Xiadani de 10 años de edad; también cuento
con la posibilidad de unir a tu hermana mayor Xadani de
17 años de edad con algún príncipe teotihuacano; abrazo
ambas posibilidades en caso de que pases a formar parte del
“pueblo de las nubes”, de ser así una de tus dos hermanas
será la reina sucesora y como rey de Monte Albán me suce-
dería un príncipe teotihuacano. ¡Ah, Teotihuacan!, eterno
mundo plagado de la mejor y realmente incomparable
sabiduría -se decía para sí Tletzin. -¿por qué no habría
yo de legar mi reino a tan insignes soberanos de quienes
siempre me ha cautivado su manera leal, honesta, justiciera
y valerosa de gobernar?, ¿por qué Teotihuacán se encuentra
tan floreciente y llena de prosperidad como ciudad?, pues
por algo debe de ser y los dioses no se equivocan cuando
eso se debe a la sensatez y rectitud de sus gobernantes. De
ser gobernados nuestros actuales dominios por soberanos de
origen teotihuacano, no cabrá la menor duda de una mayor
grandeza y gloria de Monte Albán.
Ante estas decisiones tomadas por su padre, Teocón
permaneció profundamente reflexivo sin encontrar una
respuesta apropiada de cara al futuro de Monte Albán y de
su futuro personal en particular, pues veía una clara sombra
de incertidumbre interponerse entre sus proyectos de vida
como joven adolescente y eso hacía que se le presentase
como necesidad urgente sobre el decidir sobre sí y sobre
Monte Albán.
Con la frente altiva y ferviente se encaminó hacia el tem-
plo donde se encontraba el alto sacerdote Cuauhtzin, con
el fin de preguntarle sobre cuál habría de ser la voluntad de
los dioses en relación con la sucesión del trono, una vez que
su padre pasara a formar parte del “pueblo de las nubes”.
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Una vez frente a la entrada del templo el joven príncipe


no vaciló un solo instante de su fe en los designios de los
dioses, no obstante era menester la intervención del sacer-
dote principal, al que Teocón tenía por el intermediario
de mayor exactitud a la hora del contacto entre los dioses
y los hombres. Teocón, cuyo semblante carecía de páni-
co más no de devoción, entonó en mixteca las palabras:
“Santuario donde habitan los dioses, yo Teocón, hijo del
Gran Rey Tletzin, por el poder de Totec yo te ordeno que
tus puertas principales se abran ante mí”. Tan fuerte fue su
voz que, de un solo crujir de goznes las puertas del Gran
Templo se abrieron emitiendo sonidos de apertura fuerte,
aunque lenta.
Ante el asombro del joven príncipe aparecieron dos
sacerdotes de rango inferior al del sacerdote principal quie-
nes no vacilaron un solo instante en incarse de rodillas y
exclamar: ¡Larga vida a Su Alteza!. -Bien, poneos de pie les
dijo Teocón. -¿Se encuentra el sacerdote principal? -agre-
gó. Los dos sacerdotes jóvenes le contestaron: -Se encuen-
tra presenciando la hora del chocolate. -¡Dejad pasar a Su
Alteza! -Sonó la voz tronante del sacerdote principal. Los
dos sacerdotes jóvenes no lo pensaron dos veces en obede-
cer a su jerarca principal y le permitieron entrar. Una vez
dentro, Tecón divisó a una distancia no muy cercana al
sacerdote principal. Este se volvió ante el muchacho y le
dijo con voz tronante: -Habla, hijo del Rey, que los dioses
escuchan. Teocón hablóle así: -Sacerdote de sacerdotes,
altísimo Cuauhtzin, quisiera saber cuál será el destino de
nuestro reino partiendo de las decisiones de mi padre.
Cuauhtzin, quien mediante la mediación entre los dioses
y los gobernantes conocía a profundidad las intenciones y
el corazón de cada rey le contestó a Teocón: -Los dioses
quieren probar tu valor y destreza poniéndote a prueba que
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te dirijas a pie y por tus propios medios hacia el valle de


Zimatlán-Ocotlán, que es donde se encuentra el santuario
femenino. Allí consultarás a la sacerdotisa Itzel sobre lo que
debes hacer en el futuro tuyo y de Monte Albán; pero si te
rehúsas a asumir dicha prueba y hacerle frente, entonces la
ira de los dioses sobrevendrá sobre ti y la misma te relegará
a un estatuto de cobardía, luego en cuestión de cinco días
morirás; de esta manera llegarías a ser la vergüenza de tu
padre y de nuestro reino entero, lo que hará que tu padre
dé el trono en sucesión a un príncipe teotihuacano. Te
garantizo joven príncipe, que esta prueba te garantizará lar-
ga vida y debido a tu coraje persistente y a tu valor incan-
sable de hacer frente a los obstáculos, entonces los dioses te
protegerán de la muerte y llegarás a ser el legítimo soberano
sucesor de tu padre. Todo depende de que no desfallezcas
ante los obstáculos que dicha prueba te presentará, menos
aún, si no te rehúsas a asumir el reto.
Teocón, celoso de la sucesión del trono, no vaciló y acep-
tó enérgicamente dicho desafío.

II
Ingresando en el salón de armas del palacio, Teocón no
vaciló en tomar para sí las armas más adecuadas para poder
hacerle frente a dicha misión. Un arco de empuñadura
central hecha de cuero de boa, bastante fácil de tensar a
la hora de disparar las flechas; dos hachas de doble filo,
fabricadas en obsidiana; dos mazas cuyo mango fabricado
en tronco de pejibaye, sostenía dos durísimas bolas de pie-
dra feldespática que en el primer impacto era evidente la
caída mortal del adversario; un estuche con 50 flechas de
pejibaye con puntas de obsidiana envenenadas; dos espadas
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de filo forjado en granito; y finalmente una lanza de punta


de basalto afilada, grande y enastada en el palo largo, cuyas
dos plumas de águila sostenían y ornamentaban la unión
entre la punta de pedernal y el palo de corteza maderable.
Se vistió de pieles como armadura y llevó consigo dos jíca-
ras llenas de chocolate y otra jícara llena de chicha de fer-
mento de maíz púrpura con chile pimiento y tomate. Esas
tres provisiones líquidas le darían vigor y fortaleza durante
su viaje hacia el valle de Zimatlán-Ocotlán.
Esa misma noche fue realmente poco lo que durmió y
antes de la aparición de la aurora, sigilosamente salió hacia
afuera de la puerta principal del palacio y sin faltarle ningu-
no de los implementos anteriormente citados, se encaminó
hacia el valle de Zimatlán-Ocotlán, teniéndole sin cuidado
la distancia que tuviese que recorrer, y en efecto fueron
dos días y una noche lo que tardó en trasladarse desde los
dominios de su padre hacia el valle de Zimatlán-Ocotlán.
Durante esos dos días tuvo que hacerle frente a tres obstá-
culos y durante la noche se vio en la necesidad de acampar
por fuera de las cuevas.
Durante su primer día de viaje, transitando por los sen-
deros de las colinas, fue interceptado por tres guamares
salteadores de caminos quienes mirándolo de pies a cabeza
exclamaron: -¡Míren nada más a quién tenemos en frente
nuestro!, -exclamó el primer salteador. -¡Ni más ni menos
que el hijo del rey! -exclamó el segundo salteador. Yo creo
que debe portar pertenencias de alto valor en oro o plata
-repuso el tercer salteador, cuyo bobo tono de voz reflejaba
lo torpe e imbécil de su carácter, pues siempre era quien lo
echaba a perder todo con sus expresiones de carácter con-
clusivo siempre plagadas de contenidos sin sentido o incon-
ducentes a nada que valiese la pena. ¡Cállate Teoxinco! -Le
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increpó el primer salteador, quien fungía como el líder de


dicha tripleta. -A ti lo único que te tiene con cuidado
son las riquezas y por lo que veo eres ambicioso pero torpe
al mismo tiempo y me doy cuenta de que la torpeza es el
motor de tus ambiciones, las cuales siempre buscas hacer
realidad de manera estúpida.
No perdamos tiempo y proyectémonos a asediar a Su
Alteza -repuso Oatzique, que así se llamaba el segundo
bandido. Los tres desgraciados echaron mano a sus armas
y se lanzaron sobre Teocón quien le asestó a Oatzique una
flecha envenenada en la sien, la cual le produjo una muerte
instantánea debido a lo efectivo del potencial venenoso de
la punta de la flecha que le mató. Indignados los otros dos
al ver muerto a su compinche le dejaron ir dos lanzas de
punta de basalto afilada, las cuales Teocón despedazó en el
aire con sus dos mazas de feldespato. Sin darles tiempo a
los otros dos granujas de apuñalearlo con sus cuchillos de
laja, Teocón le dejó ir una flecha al imbécil Teoxinco, la
cual se clavó en la garganta de dicho guamar quien cayó en
tierra, víctima de una rápida muerte que lo dejó convertido
en un cadáver totalmente inmóvil. El jefe de los tres, que
se llamaba Xipetequétl, furioso al ver la osadía de Teocón,
le lanzó con su boleadora una piedra de origen ígneo que
Teocón desmenuzó en el aire con una de sus hachas de
obsidiana. A Xipetequétl no le quedó más remedio que
huir y en su escapatoria fue alcanzado por una de las flechas
envenenadas de Teocón.
Siguió Teocón su camino, no obstante ya era una hora
posterior al cenit, por lo que tuvo que sentarse bajo un
árbol que se encontraba en una pendiente y beber media
jícara de chocolate. Recuperó fuerzas y siguió su camino;
sin embargo se encontró con el segundo obstáculo: ni
más ni menos que el gigante Quauatl. Era este un enorme
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y monstruoso personaje mitad zacateco, mitad caqchi-


quel quien salió al encuentro de Teocón increpándole:
-¿Acaso no sabes que estás invadiendo mi territorio?. Lo
que Teocón no sabía era que el gigante Quauatl había sido
abandonado en ese territorio por el que el joven príncipe
se encontraba transitando. Hijo de un cazador aventurero
zacateco y de una sacerdotisa caqchiquel que él había rap-
tado, se sabía que la madre había huido espantada al dar a
luz y que posteriormente se desnucó al irse de cabeza en un
precipicio en el que fue a caer mientras huía. El destino del
padre fue marcado por la irresponsabilidad al dejar al crío
abandonado en esos alrededores desentendiéndose de todo
deber para luego marcharse en busca de otras aventuras.
El crío Quauatl fue criado en la ferocidad y alimentado
potencialmente por las aves de rapiña de esas latitudes, lo
cual le causó un crecimiento físico desmedidamente corpu-
lento caracterizado por una enorme fortaleza física y una
voracidad espantosa a la hora de atacar y defender lo que él
consideraba perteneciente a sí.
Teocón, a pesar de su desconocimiento sobre dicha reali-
dad, no vaciló al enfrentarse al acechante gigante Quauatl,
quien con su enorme lanza corrió directamente de frente
con la total intención de atravesar de lado a lado a Teocón;
sin embargo el gigante no se percató de la astucia y de la
destreza guerreras que, un muchacho tan joven pudiera ser
capaz de poseer y emitiendo un alarido de furia se precipitó
lanza en manos hacia Teocón, quien lo esquivó haciéndo-
se al lado izquierdo. Al ver Quauatl que Teocón se había
ido meneó la cabeza para todos lados y no lo halló, luego
profirió otro alarido de furia y de enojo aún más potente
sin saber que Teocón aguardaba detrás de una enorme roca
desde la que le disparó siete flechas envenenadas causán-
dole una muerte repentina a la hora de asestarle la séptima
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saeta. De un estrepitoso venirse abajo Quauatl impactó en


el suelo de manera tan estruendosa que todo el territorio
que el difunto gigante consideraba como suyo tembló de
manera sísmica y la superficie terrestre sufrió algunas grie-
tas y otras fisuras.
Teocón quiso seguir su camino, pero fue poco lo que
pudo seguir andando pues la noche cayó y viéndose for-
zado a dormir, se dejó vencer por el sueño que él mismo
se incrementó al beber tres cuartas partes de chicha de su
tercera jícara, cayendo profundamente dormido detrás de
unas enromes piedras ubicadas en las afueras de los pre-
suntos dominios de Quauatl. Ante el profundo sueño que
emitía Teocón a través de sus prominentes ronquidos, los
ojos de los dioses no se desentendieron del muchacho y
enviaron a los espíritus de las águilas a velar por la seguri-
dad de Teocón mientras él dormía.
A la mañana siguiente se despertó ante una aurora que
despuntaba un sol sin vientos, lo cual fue aprovechado
por Teocón para ponerse de pie de un solo salto y seguir
su camino el cual no fue del todo tranquilo ya que no se
libraría de hacer frente al tercer obstáculo, quizás el más
difícil debido a que se estaba acercando a Mitla, donde se
encontraba un santuario sangriento que era parte de un
sitio ritual precedido por un brujo que obraba sin el con-
sentimiento de los dioses. Los rituales sangrientos que este
hechicero ejecutaba eran con una intencionalidad que iba
en contra de la voluntad de los dioses, ya que se trataba de
un hechicero maldito que sacrificaba a todo el que transita-
se por Mitla y que cometiese el error de acercarse inciden-
talmente a los alrededores de dicho santuario sangriento.
Los sacrificios de dichas víctimas que el brujo Ximiquelque
ejecutaba eran con la intención de alimentarse de sangre
para mantenerse con vida, además de devorar vorazmente
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los corazones con el fin de que la carne de éstos le supliera


de las proteínas suficientes para mantenerse con vida.
Cuando Ximiquelque vio venir a Teocón, con su voz dia-
bólica y tronante invocó: -¡Espíritus del mal!, ¡otorgadme
el poder místico que siempre me habéis concedido para
hacer de ese invitado a nuestro banquete, un manjar más
no tanto para mí, sino para vosotros espíritus del mal que
nunca me habéis abandonado!. De esta manera salió el bru-
jo Ximiquelque armado de su poderoso báculo que le surtía
de toda clase de poderes místicos para conseguir sus fines.
Teocón no retrocedió ni un palmo de mano cuando vio al
viejo y macabro hechicero quien le miraba con ojos de hip-
nosis. El muchacho le dejó ir unas flechas que Ximiquelque
rápidamente desintegró con los poderes de su báculo.
Intentó con sus mazas y estas fueron desviadas hacia los
lados del santuario de manera que se estrellaron contra las
paredes del mismo haciéndose polvo en el acto. -No pue-
des contra mí, chiquillo -Exclamó el viejo Ximiquelque
-Es mejor si te entregas en cuerpo y alma y gozas de nues-
tra fiesta. -¡Jamás!, le increpó Teocón indignado quien a
la vez era dominado por una curiosidad insaciable al con-
templar el amuleto gigante que pendía desde el cuello de
Ximiquelque y que adornaba el pecho de este. -Mmmm
-sospechó. -Ese debe de ser el punto débil de este viejo
-se dijo. -¡Qué tanto miras! -porrumpió Ximiquelque
enojado. -¡Nada gentil anciano!-, agregó Teocón. -Es
que estoy siendo invadido por una enfermedad denomi-
nada codicia y sabes muy bien que dicha enfermedad es
tan fuerte que a quien menos piensas le puede dar. -¿No
me digas que quieres mi amuleto sagrado? -preguntó
Ximiquelque con acento de chile rojo ardiente -tengo uno
mejor elaborado con rubíes y zafiros brillantes que te puede
gustar y que te servirá de gran utilidad. -No, yo quiero el
Moisés Marín Bonilla
30

que llevas contigo -exclamó Teocón. -¡Mocoso obstinado


y terco! -vociferó furioso Ximiquelque quien, en un arre-
bato de ira quiso tomar la forma de una serpiente gigante
capaz de devorar a Teocón quien aprovechó un descuido en
el que Ximiquelque contorsionó su tronco hacia adelante
recibiendo su amuleto el terrible impacto de la afilada pun-
ta de basalto que encabezaba su lanza cuyas dos plumas de
águila ligadas a la punta de obsidiana de la lanza acabaron
convirtiendo en polvo al viejo Ximiquelque quien yacía
convertido en un esqueleto degradado como consecuencia
del atravesamiento profundo de su amuleto por la punta de
la lanza de Teocón.
De inmediato el santuario sangriento comenzó a derrum-
barse y Teocón no se demoró en salir apresurado con el fin
de no morir entre los escombros del santuario sangriento
que condenaron al olvido y a la inexistencia del viejo brujo
Ximiquelque.
Posteriormente Teocón siguió su camino, considerando
que ya le faltaba poco para llegar. En dos horas más de
camino se dio cuenta que ya se encontraba a las puertas del
santuario femenino, pues desde hacía una hora que había
llegado al valle de Zimatlán-Ocotlán sin haberse percatado.

III
Una vez ante las puertas de la entrada principal del san-
tuario femenino Teocón invocó las mismas palabras que
invocara cuando se encontró enfrente de las puertas del
Gran Templo Zapoteca: “Santuario donde habitan los dio-
ses que velan por las mujeres, yo Teocón, hijo del Gran Rey
Tletzin, por el poder de Totec, te ordeno que tus puertas
principales se abran ante mí”. En seguida las puertas del
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
31

santuario femenino fueron abiertas e ingresó a la cámara


principal donde la sacerdotisa Itzel oficiaba las ceremonias.
Sin siquiera tener tiempo de contemplar las maravillosas
esculturas de Pitao Cozobi adornadas con mazorcas de oro,
Teocón fue rápidamente imperado por una anciana custo-
dia quien se dirigió hacia él diciéndole: ¡sígueme!. La senil
custodia llevó a Teocón hacia la cámara donde se educaba
y se preparaba a las niñas para llegar a ser reinas, prince-
sas, sacerdotisas y guerreras. De la educación específica se
encargaban diferentes instructoras. Para las que seguían
el camino de las princesas y de las reinas se asignaba una
instructora de plena formación política; para las aspirantes
al sacerdocio se les asignaba una instructora de teogonía,
teología y sacerdocio; para las aspirantes a la carrera de las
armas se asignaba una instructora plenamente versada en la
guerra y en las armas. Para la instrucción general en filoso-
fía, música, astronomía y literatura se asignaba una instruc-
tora versada en estas áreas disciplinarias. Ante esta última
instructora llevó la vieja custodia al joven Teocón. Era la
instructora general una joven mujer de treinta años de edad
de un metro setenta y siete centímetros de estatura, grue-
sa y corpulenta, de miembros redondos, de largo cabello
negro y lacio muy abundante y poblado, dos discos de oro
muy reluciente cubrían sus senos a la vez que dejaban su
vientre totalmente desnudo. Una larga falda que caía hasta
sus pies tapándolos se desprendía desde su cintura donde
era ceñida por un broche de plata que lucía radiante debajo
de su ombligo. Axochitl, que así se llamaba la instructora
general, recibió al joven Teocón a quien le dijo: -Alteza,
vemos que vienes desde lejos y que son escasas las provi-
siones que te quedan, vienes rendido por las inclemencias
del largo viaje y no es adecuado que permanezcas así-.De
inmediato Axochitl ordenó a dos novicias adolescentes que
Moisés Marín Bonilla
32

le prepararan a Teocón un baño, unas piezas de indumenta-


ria hiladas mediante el arte del tejido, y una cena abundan-
te la cual comprendía maíz pijagua púrpura, maíz amarillo
y blanco, calabazas, frijoles sazonados con chile-pimiento,
tomates maduros, yuca rellena de carne de venado, pescado
rodeado de patatas y como bebida una vasija llena de búpu,
debido a que Teocón era tenido por miembro de la realeza
y por ende se le consideraba futuro monarca zapoteca.
Una vez bañado, vestido y recuperado mediante esa
generosa alimentación Teocón fue consultado por Axochitl
sobre la intencionalidad de su llegada al santuario femeni-
no, a lo que éste respondió: Necesito ver a la sacerdotisa
Itzel, pues ella es quien ha recibido las ordenanzas de los
dioses sobre lo que debo hacer si no deseo que el trono de
Monte Albán sucumba siendo gobernado por soberanos
teotihuacanos. Axochitl sonrió con gesto sereno mientras
acariciaba su vientre con la palma de su mano derecha ante
la frescura de una ligera brisa que penetraba de forma cóni-
ca en su ombligo. -Veo que tienes un valor de inspiración
divina -respondió, pues veo en ti la devoción y la fidelidad
de desear hacer la voluntad de los dioses. Itzel llegará esta
noche a nuestra morada que en realidad es morada de los
dioses, pues viene de consultar sobre las cosechas a Pitao
Cozobi y a Cocijo en los montes de Etla, el águila Bisiá fue
quien le llevó hasta la cima de los montes Etla y será quien
le transporte de regreso aquí. Espera con paciencia su lle-
gada, que vemos que su arribo a esta morada está cada vez
más próximo conforme oscurece-.No había concluido su
conversación con Teocón cuando las puertas del santuario
femenino se abrieron de manera majestuosa, haciendo su
aparición Itzel quien corriendo se dirigió ante Teocón para
postrarse mientras evocaba: -Teocón, descendiente de
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
33

nuestros reyes, tu valor de llegar hasta aquí desafiando al


destino y venciendo los obstáculos con sabiduría, destreza
y valor, así como tu devoción ferviente hacia los dioses te
hacen ser el verdadero soberano apto para gobernar como
sucesor de tu padre Tletzin. Mediante señales de humo
generado por fuego sagrado que empleamos las sacerdo-
tisas emitiré hacia tu padre el mensaje de tu aptitud para
gobernar, ya que eres tú quien sucederás en el trono a tu
padre indiscutiblemente. Dichas señales de humo emana-
das del fuego sagrado son visibles a muchos kilómetros de
distancia y su mensaje es captado con enorme facilidad
por los sacerdotes del Gran Templo. No debes hacer nada
más que completar tu formación como príncipe futuro
soberano y tu llegada aquí ha consistido en la prueba de
mayor dificultad para probar tu aptitud como futuro sobe-
rano de Monte Albán. No te preocupes por cómo será tu
regreso, pues hemos asignado al águila Bisiá la misión de
transportarte a ti y a tus dos hermanas Xiadani y Xanadi
de regreso al centro administrativo principal desde donde
gobierna tu padre. Ambas niñas ya lograron completar la
instrucción total y Xiadani será la sacerdotisa astrónoma de
la corte, mientras que Xanadi, quien demostró una indiscu-
tible habilidad para las armas e inteligencia para la guerra,
abrazó la carrera de las armas y será la estratega que dirigirá
las tropas de nuestro reino, desde muy pocas horas se unirá
conyugalmente con el general Teocatiltzan.
A escasas tres horas de espera para organizar los prepara-
tivos para el regreso ya el águila Bisiá bajó hasta las puertas
de la entrada principal del santuario femenino y aguardó al
abordaje de las dos muchachas y del muchacho. Una vez
éstos sobre el lomo de Bisiá, vieron cómo ascendían en el
vuelo hacia las alturas mientras se despedían desde lo alto
Moisés Marín Bonilla
34

de Itzel, Axochitl, de la anciana custodia y de las demás


novicias y alumnas.

IV
Desde muy lejos era posible divisar las elevadas columnas
de humo que emitían la señal del triunfo de Teocón ante
todas las pruebas que tuvo que afrontar, según la interpre-
tación del alto sacerdote Cuauhtzin, quien determinaba
por designio divino la aptitud de Teocón para gobernar. No
muy lejos fue posible divisar al águila Bisiá, la cual efectua-
ba su descenso enfrente del centro administrativo principal
e inclinando su lomo para que Teocón y sus dos hermanas
Xianadi y Xanadi bajasen a tierra.
De manera espléndida fueron recibidos los tres críos de
Tletzin, quien no dejaba de lamentar su osadía de fiarse
de los príncipes teotihuacanos en detrimento de su propio
hijo Teocón, en quien no depositó la totalidad de su fe en
los dioses y se mantuvo dudando incrédulamente hasta no
ver a su hijo único realmente triunfante. -¡Oh! -se lamen-
tó. -¡Cómo pude ser tan testarudo!, realmente es grande la
vergüenza que siento al no creer en mi propio hijo incapaz
de defraudarme. Su mentor Xiuhtzon, quien en ese enton-
ces rondaba los 95 años de edad, no escatimó en exhortar
a Tletzin diciéndole: -Tletzin, el aprendizaje nunca termi-
na, siempre te encontrarás aprendiendo durante todos los
días de tu vida y no es extraño, sino natural que durante
estos días en los que tu hijo el príncipe Teocón se encon-
traba lejos de su hogar, aprendieras la virtud de la paciencia
y de la fe en los designios que los dioses vaticinaron en
relación con la superación de todas las pruebas a las que se
enfrentó tu hijo durante todos los años de su crecimiento.
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
35

Ahora ya sabes en quien tener la fe de los dioses, pues en


tu sagrado y ferviente hijo encontrarás el aurea de los dio-
ses reflejada sobre sí. Y no fue coincidencia que de repente
los oídos de los dioses fuesen inclinados hacia las palabras
del anciano mentor Xiuhtzon, pues justo en el momento
en el que Xiuhtzon terminaba de emitir su punto de vista,
a Teocón le fue aparecida sobre sí una aura dorada en la
que se podían ver a los dioses Totec, Xipe, Pitao Cozobi, y
Tlatlauhaqui.
El padre de Teocón, el rey Tletzin no cabía dentro de sí
del enorme orgullo que su hijo le deparaba en esos momen-
tos. Corrió a abrazar a Teocón quien estrechó sus brazos
alrededor del cuello de su padre mientras contemplaban
cómo Xanadi corría a abrazar al joven general Teocatiltzan,
a quien se le había abierto su atuendo en la parte que
cubría su pecho, lo cual le hacía mostrar sus musculosos
pectorales; al verlo Xanadi, se abalanzó sobre Teocatiltzan
totalmente excitada como una llama alborotada, mientras
su hermana Xiadani se acercaba hacia Xiuhtzon, sedien-
ta de demostrar su formación en el conocimiento de los
astros, de los cuerpos celestes y del universo en general
¡nada como hacerlo delante de un venerable sabio quien
cargaba décadas de conocimiento sobre sus seniles espaldas
apoyadas sobre su báculo que le hacía simbolizar el poder
del discernimiento y de la sabiduría.
Aquella noche fue de una celebración en honor a los
dioses, de danza y baile ceremoniales, de bebida de la más
concentrada chicha y de sacrificio de enemigos capturados
que han llegado hasta nuestros días en la representación
esculpida de los danzantes de los muros de Oaxaca.
El astrónomo sin escrúpulos

P reocupado, así lucía el semblante de B›alam Nehn


durante la mañana luego de haberse levantado de
su lecho real apenas despuntó la aurora en medio de una
madrugada bastante oscura. Un nuevo día, un nuevo ama-
necer regido por las fechas del calendario maya de acuerdo
con el sistema tzolkin, amaneciendo de esta manera en
el cuarto día solar denominado K’an. ¡En una diferencia
abismal se incurriría si se realiza una comparación entre
ésta cronologización y la cronologización empleada por los
científicos de nuestra contemporaneidad, la cual determina
que nos encontramos entre el año 504-544 d. de C., perio-
do cronológico durante el cual reinó B’alam Nehn.
Preocupación por algún motivo, quizás sea por enemigos
extranjeros, quizás por imaginar que su línea de descen-
dencia en el reinado se llegara a extinguir. Esto último le
hacía reconocer que no era de los primeros gobernantes en
ocupar el reinado, ya que el llegar a saber que era el séptimo
en ocupar el trono de Copantl (así le llamaban en tiempos
del auge maya al actual Copán hondureño); ninguna de
las anteriores preocupaciones le tenía tan intranquilo, ¿cuál
era entonces la causa de su preocupación?. Sin duda alguna
las estaciones climáticas, las cuales asumían como determi-
nantes de las cosechas agrícolas del reino de Copantl. Era
evidente que B’alam Nehn era consciente de la riqueza que
la agricultura le deparaba a la economía de su reino maya,
debido a que no solamente se cultivaba para alimentar a la
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
37

población de Copantl, sino que también se cultivaba para


comercializar e intercambiar con otros reinos.
Grandes producciones se obtenían al emplear métodos
o sistemas agrícolas diversos como: la especialización hori-
zontal, la milpa (si no queremos hablar de roza y quema),
los campos elevados, la construcción de canales entre otros
métodos de agricultura intensiva, todo lo cual constituía la
base de su civilización nutrida a través de: Ixim (maíz), bu’
u’ ul (frijoles), Lek (calabazas), Kamot’ (camote), Ipomea
batata (chiles), Ik (tomates, yuca, algodón), Kakau (cacao);
cultivos éstos que destacaban por la enorme heterogenei-
dad relacionada con las diversas variedades que los carac-
terizaban.
Pero la abundancia y la prosperidad agrícolas se podrían
ver amenazadas por las adversidades causadas tanto por lo
negativo de las estaciones, como por la posible carencia,
agotamiento o deficiencia de los recursos; no obstante esto
último podía ser resuelto mediante métodos de irrigación
adecuados, como también mediante un uso controlado
de los recursos; pero lo primero, es decir las adversidades
climáticas, era un aspecto inevitable a pesar de las medidas
posibles que se pudiesen asumir para saber afrontar las
adversidades climáticas y a medidas de carácter conside-
rable fue a lo primero que nuestro soberano pensó acudir.
Dirigiéndose a sus consejeros chilán (profetas), les con-
sultó qué era lo mejor que debía de ser realizado para que
todo el reino de Copantl estuviese preparado para todo tipo
de eventualidad adversa. -¡Sea! -exclamó Ikal quien era el
jefe de los chilán. -Mis alumnos y yo entraremos en trance
y averiguaremos qué será del futuro productivo del reino.
En sesión de una tarde completa Ikal y sus jóvenes alumnos
se mantuvieron en trance para que, al atardecer y la puesta
Moisés Marín Bonilla
38

del sol le informaran a B’alam Nehn sobre los resultados


obtenidos de la sesión de trance. -Vendrán situaciones
adversas que abatirán el reino doscientos años más tarde
-le informó Ikal a Su Majestad. Ante esta situación B’alam
Nehn buscó la manera de averiguar el porqué de dicho
futuro nada grato.
Conozco a profundidad la escuela donde actualmente se
encuentran convirtiéndose en astrónomos quienes fueron
mis amigos de la infancia -exclamó Nahil, quien era el
mayor de los pupilos de Ikal. Dicha escuela adiestra a los
mejores astrónomos que ha llegado a poseer nuestro reino
y ellos tienen la capacidad infalible de determinar las causas
y los porqués de un futuro como el que nos espera dentro
de doscientos años. -agregó.
Y en efecto se dirigieron a consultar a los astrónomos
de Quiriguá, estado vasallo de Copantl. Una bienvenida
no muy cordial les dio Yaxkin, quien era el maestro de los
jóvenes astrónomos a los que daba la más rigurosa y sólida
formación científica-matemática. -Mi mejor alumno, Kan
Imix Che, destaca por sus amplios conocimientos que ha
cultivado con el mejor de los esmeros luego de haberlos
aprendido a cabalidad -alegaba con orgullo mientras des-
tacaba la reputación de Kan Imix Che. -Él será quien se
desempeñe en vuestro palacio como astrónomo-consejero,
ya que debido a la excelencia de su rendimiento y a su
disciplina le asigno en estos momentos que se encargue de
trabajar para Palacio Real.
Sin pensarlo dos veces Yaxkin ordenó a Kan Imix Che
que alistase sus pertenencias porque ahora su nuevo lugar
sería el Palacio Real de Copantl y en seguida así ocurrió,
acción seguida de la emigración de Kan Imix Che seguido
por el cortejo real rumbo hacia Palacio.
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
39

Pero el dios Kakasbal, quien nunca descansa de hacer lo


malo, tocó el corazón de Imox quien era el estudiante con-
traparte de Kan Imix Che. Imox destacaba por su enorme
indisciplina sin límite alguno. Su manera desordenada y
mediocre de desempeñarse como alumno y como persona
le daban a Imox una fama de las peores: deshonesto; des-
ordenado; alcohólico desmedido, casi siempre se pasaba
la vida bajo los efectos de la chicha, la cual consumía con
una voracidad insaciable; insolente, burlista, irrespetuoso,
acomplejado y lleno de envidia entre otros de sus defectos.
Éste al ver el éxito de Kan Imix Che, se llenó de furia y
planeó lo peor a escondidas: el plagio de los trabajos de su
exitoso y virtuoso compañero.
Fanático del juego de pelota, Imox era lo único que sabía
hacer, deporte éste al que dedicaba todas las horas que le
diesen la gana, destinando grandes lapsos del tiempo de
clases a ausentarse por pasar largas horas entregado al juego
de pelota; tarde o temprano se convertiría en el máximo
artillero que siempre saldría triunfante luego de cada tor-
neo o contienda; no obstante no solamente se debía vivir
para el juego de pelota y esa realidad podría repercutirle de
manera muy negativa a Imox, pero le tenía sin cuidado.
Un día solar de todos los que se incluyen en el calendario
maya, a Imox se le ocurrió ingresar a la habitación que fue-
ra el estudio de Kan Imix Che y luego de consultar al dios
Ah Puch, éste envió a Kakasbal para que poseyera el alma
de Imox y así poder realizar sus fechorías en contra de lo
que fuera el producto del esfuerzo de Kan Imix Che. Una
vez contando con el apoyo de los poderes malignos se dio a
la dañina tarea de formular escritos llenos de inexactitudes
que contradecían lo válidamente comprobado por el ejem-
plar Kan Imix Che. Tergiversando los resultados de la cuen-
Moisés Marín Bonilla
40

ta larga que obtuviese su compañero honesto, además de


sembrar toda clase de incoherencias en los planteamientos
de él sobre los tres niveles y las cuatro esquinas del Cosmos,
no le bastó con ambos daños, sino que también se dio a la
odiosa tarea de desmontar lo planteado por Kan Imix Che
sobre las observaciones del paso por el cenit, elaborando
escritos que defendían infamemente que las observaciones
del paso por el cenit también eran posibles en las zonas
boreal y austral, todo esto ayudado mediante la maligna
inspiración de Kakasbal.
Una vez con las falsificaciones listas logró atisbar a un
pájaro mágico que venía de elevar vuelo desde Yucatán y
con un gesto de ordenanza inspirado por Kakasbal, llamó a
dicho pájaro al que le encomendó llevar en su pico dichas
falsificaciones al Palacio Real de B’alam Nehn.
Sin dudar un solo instante el ave se dirigió de mane-
ra obediente a dicho rumbo con dicha misión. Una vez
posado en una de las ventanas de Palacio fue rápidamente
descubierto por B’alam Nehn, quien tomó de su pico los
documentos que echarían por el piso de manera degradante
todo lo que llegó a trabajar su compañero. El soberano,
sentado sobre su trono comenzó a escudriñar los documen-
tos mientras degustaba de una sabrosa jarra de chocolate.
Grande fue el disgusto que se llevó al fiarse de los docu-
mentos que tenía en sus manos y enseguida mandó traer a
su presencia a Kan Imix Che, quien no dudaba de su labor
de indiscutible trayectoria.
Una vez en presencia del soberano, Kan Imix Che asentía
con su cabeza sobre lo que pudo ocasionar tamaña des-
gracia. -¡Es usted un ladrón y un farsante! -Le increpó
furioso Su Majestad al joven astrónomo. -Enseguida haré
que seas sacrificado a Hunab Kú a quien honrarás con tu
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
41

perverso corazón para luego ser decapitado. Kan Imix Che


no podía creer lo que había ocurrido.
Pero la intervención del dios Kukulcán fue vital a la
hora de evitar que dicha injusticia se propagase. Indignado
Su Majestad interrogó a Kan Imix Che sobre quién era el
dueño del estilo de caligrafía con el que fueron formulados
dichos documentos, al verlos Kan Imix Che de inmediato
le dijo al monarca que dicho estilo caligráfico era de puño
y letra de Imox, su ruín e infame compañero de estudios
y de repente tanto B’alam Nehn como Kan Imix Che se
miraron uno al otro y grande fue la sorpresa de ambos al
enterarse de la trampa que Imox le tendiera a Kan Imix
Che para acabar con su reputación y su prestigio. B’alam
Nehn llorando desconsoladamente se abalanzó sobre el
joven astrónomo honesto y le expresó lo arrepentido que
se sentía. Lloró durante horas Su Majestad enfrente de
Kan Imix Che y de toda la corte real que sus ojos acabaron
semejándose a dos Ik en su punto (tomates maduros).
Sereno de paciencia Kan Imix Che perdonó a Su
Majestad y le dijo que todo ser humano está propenso a
equivocarse.
Mientras esta conciliadora escena se desarrollaba en
Palacio; Imox saturado de chicha fermentada de maíz y
yuca venía de sacarle el aire a su prometida dejándole ade-
más un ojo negro y la nariz sangrando de los tres golpes que
le asestó por la derrota que éste sufriera en su último juego
de pelota. Tambaleándose sin equilibrio Imox divagaba sin
rumbo alguno. En eso Kakasbal consideró que ya era hora
de que Imox le retribuyese todo lo que él había hecho en
su favor y así ajustar cuentas por todo lo que le ayudó.
Dirigiéndose a su fraternal amigo Kizin el dios de la muer-
te, le solicitó poder negociar un asunto con Xtabai esposa
Moisés Marín Bonilla
42

de Kizin a la que convenció de destruir a Imox de la mane-


ra como ella solía hacer con los varones. Xtabai entonces
tomó la forma de una hermosísima joven que se dirigió a
donde se encontraba un desequilibrado Imox quien al verla
comenzó a delirar y a desear aquella hermosura que sólo el
Paraíso sabía dar. Una vez enloquecido Imox, se abalanzó
sobre ella sin pensarlo dos veces, actitud que Xtabai apro-
vechó para tomar su forma original y así asesinar a Imox
traspasándolo verticalmente para luego cortarlo en dos
mitades y saborear sus restos ávidamente.
En Palacio se celebraba una ceremonia solemne prece-
dida de una pomposa fiesta en la que toda la corte real de
Copantl ponía muy en alto el nombre de Kan Imix Che.
Los resultados obtenidos por Kan Imix Che no fueron
falibles: Entre los siglos VIII y IX d. de C. sucedió el declive
de la civilización maya, al cual no escapó Copantl.
Xolotl

U na civilización, una cultura floreciente; pero ahora los


derrumbes de Tula (Tollan) se estaban convirtiendo en
una severa realidad inevitable. Las incursiones chichimecas
eran evidentes por sus forzosas penetraciones en territorio
perteneciente a la Cuenca Central de México. Incursiones
y penetraciones, pero más que nada migraciones de otros
grupos foráneos fueron quizás los responsables de la des-
integración de Tula, desintegración que la mayoría de los
especialistas denominan como “Caída de Tula”.
Un cazador o recolector nómada, quizás un caudillo sin
tierra, pero temible por su ferocidad al dirigir o conducir a
sus grupos armados de origen chichimeca. Para muchos un
belicoso imparable, acostumbrado a los ambientes hostiles,
sin más vestimenta que las pieles de las fieras que cazaba y
nutrido de una alimentación sumamente silvestre a base de
cactos, tunas y carnes de sus presas cazadas, puede que has-
ta desorganizado pero brutal haya sido según muchos, ese
era ni más ni menos que Xolotl; pero siempre hay especia-
listas que refutan las teorías de sus colegas similares y esto lo
vemos en esos investigadores que alegan o que le apuestan
a la enrome complejidad organizativa socialmente de los
chichimecas a los cuales concebían como grupos de enor-
me ingenio y destreza cuando de infraestructura pública se
trata: las obras hidráulicas de considerable nivel de calidad
o envergadura y una mentalidad sumamente procreativa de
Moisés Marín Bonilla
44

población, la cual obedecía al desarrollo e incremento de


las prácticas agrícolas sumadas a las abundantes produccio-
nes de abastecimientos alimentarios, de allí la oportunidad
de aumentar la población con numerosos nacimientos de
quienes más tarde llegarían a ser pobladores de lo que en
esta narración denominamos como Imperio Azteca.
No deberíamos fiarnos de manera total del calendario
juliano, pero existen circunstancias que nos obligan a recu-
rrir a las cronologías establecidas por los arqueólogos y los
historiadores de acuerdo a las eras precristiana y cristiana.
De esto se deduce sobre el siglo XIII d. de C., contexto
en el que la cultura Tolteca se ve asediada por las enormes
poblaciones de inmigrantes que llegarían a ser los Aztecas.
Huémac, el irascible gobernante de los Toltecas era todo
un hijo y heredero del idioma náhuatl, pero su carácter
irritable le depararía la no simpatía por parte de los nonoal-
cas, de los chichimecas que darían al traste con él y por
supuesto de los cansados toltecas quienes se verían a palitos
durante los sesenta años de su reinado que los gobernó de
manera férrea y carente de empatía.
Un ambiente caótico imperaba en los dominios palacie-
gos de Huémac. Al ver cada vez más cerca la presencia ace-
chante de Xolotl Huémac no podía hacer más que sofocar
su rabia incontenible.
-¿Con que es ese tal Xolotl quien se avecina a despojar-
nos de lo que es nuestro? -exclamó furioso Huémac. No
daré tregua alguna a ese cazador sin tierra si de tratar de
apoderarse de nuestro Reino de Tula se trata ahora que lo
vemos venir. -No es motivo para tu desesperación -repu-
so Xiutl, quien era el consejero mayor encargado de instruir
a los Tlahtoques. Aún tenemos suficientes contingentes
armados para resistir a Xolotl y a sus guerreros y hacerlos
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
45

huir evitando que ni en sus egoístas sueños le pase por su


memoria la vil idea de apoderarse de Tenayuca y de Texcoco.
Ante las palabras de su consejero mayor Xiutl, a Huémac
no le invadió otra idea que la de ordenar a sus ejércitos que
tomasen las armas y saliesen al encuentro de Xolotl quien,
en reñida confrontación combatió implacablemente, sin
estar sólo o desamparado debido a la leal compañía y apoyo
que sus contingentes de belicosos guerreros le brindaban.

II
Necazixtlán, quien era el más aguerrido y corajudo de los
guerreros de Xolotl, esta vez contempló que el panorama
no sería tan fácil de vencer, como en otras incursiones chi-
chimecas en las que éstos implacables guerreros foráneos y
novedosos para los toltecas sí lograron sus objetivos. Algo
temeroso Necazixtlán exclamó: ¡No solamente nos enfren-
tamos a enemigos toltecas en estado convulso!, también
tenemos a nuestro frente a los tepanecas, otomazahuas, y
a los alcohuas. Estos adversarios pueden estar del lado de
Huémac y de sus ejércitos y eso nos ha de complicar aún
más el desempeño de nuestras fuerzas. -¡No seas pesimista!
-le replicó Xolotl -recuerda que los dioses han de darnos
la victoria y si no nos fallaron en confrontaciones pasadas,
menos aún habrían de fallarnos ahora. Con esto quiero
recalcarte Necazixtlán, que entre más cruentos han de ser
los enfrentamientos, mayor debe de ser la intervención de
los dioses a nuestro favor.
Grande fue la sorpresa de Xolotl y sus guerreros al ente-
rarse de lo fácil que sería adaptarse culturalmente a ese uni-
verso o mundo al que rápidamente asimilarían en relación
con sus costumbres y la actitud de bienvenida que muchos
Moisés Marín Bonilla
46

de los habitantes de la Cuenca Central lesa mostraban a


Xolotl, a Necazixtlán y a sus grupos de guerreros quienes,
no del todo tuvieron que recurrir a las armas debido al
contacto pacífico con los habitantes de la Cuenca Central,
exceptuando al soberbio y engreído Huémac y sus ejércitos
contra quienes tuvieron que batirse a filo de obsidiana y de
andesita. Una guerra tenaz y sin tregua se desató entre el
poderoso Xolotl y sus guerreros contra el malvado Huémac
y sus tropas.
Mientras que en medio del fragor inmisericorde de
la guerra Necazixtlán y el mismo Xolotl invocaban al
Poderoso Huitzilopochtli favor viniera en su ayuda y les
socorriera dándoles la victoria sobre el corrupto estado
defendido por Huémac y sus tropas; Xiutl, quien en reali-
dad era Tezcatlipoca previamente disfrazado del consejero
Xiutl, optó por antojo cambiar de disfraz tomando la forma
de un hechicero que se decía llamar Touyo para de repente
hacer una misteriosa aparición ante los ardientes ojos de
Huémac a quien le comunicó que Xiutl había muerto atra-
vesado por una flecha letalmente envenenada, lanzada por
uno de los guerreros de Xolotl. Huémac le creyó y, fiándose
de su posible ayuda, depositó la esperanza de la victoria en
los poderes mágicos del misterioso Touyo. En recompensa
por tu lealtad -le decía Huémac -obtendrás la mano de
mi hija a la cual esta misma noche de guerra desposaré para
que pase a ser tu prometida. Con gran facilidad se realizó
la ceremonia nupcial, a pesar del fragor de los combates
que se habían apoderado del corrompido reino tolteca de
Huémac.
¡Amigos míos! -exclamó el astuto Touyo -esta noche
los dioses han declarado que esta bella joven princesa ha de
ser mi cónyugue y es por esto que esta noche quiero apar-
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
47

tar del ambiente belicoso a quienes no son partícipes de la


feroz guerra que se está librando en estos momentos contra
el infame Xolotl, su ruin hombre de armas Necazixtlán y
su puñado de viles bandoleros incivilizados que se dicen
llamar chichimecas, pero que en realidad no conocen más
arte o industria que la de las armas y el pillaje.
Desplazándose más allá de su astucia Touyo reunió a
miles de convidados a la solemne ceremonia nupcial y en
medio de los más suculentos banquetes, Touyo cobró su for-
ma original del dios Tezcatlipoca y dio sanguinaria muerte
a todos los allí presentes. Espantado por semejante manio-
bra, Huémac cayó desmoralizado con el rostro totalmente
adherido al piso del salón palaciego donde todos los con-
vidados yacían recién muertos por la furia de Tezcatlipoca.
Algunos poderosos sobrevivientes, indignados por tanta
iniquidad, quisieron ofrecer al poderoso Tezcatlipoca una
víctima con la cual expiar o purgar tanta maldad cometida
por esa generación de corrompidos y deshonestos toltecas,
no obstante escogieron como víctima a un príncipe perver-
so, acción que encolerizó a Tezcatlipoca quien no dudó en
destruir dicho cuerpo mediante el más putrefacto castigo,
causándole a dicho príncipe malvado una muerte repug-
nante en extremo, lo cual causó la más indeseable duplici-
dad de muertes de los allí presentes debido a lo venenoso
que resultó el hedor que emanaba dicho cadáver, hedor que
acabó contagiando y envenenando a todos los allí presentes.
Esta vez, un humillado y desmoralizado Huémac no pudo
poner la más mínima resistencia. Un cobarde y vil suicidio
fue la decisión asumida por Huémac, acción ejecutada en
la cueva de Cincalco Chapoltepec.
Moisés Marín Bonilla
48

III
Contemplando asombrado la sobrenatural manera en
que morían las tropas de Huémac, Xolotl volvió su rostro
hacia su leal compañero de armas Necazixtlán, a quien diri-
gió una mueca de interrogación. ¡No lo dudes, mi señor!
-exclamó Necazixtlán con tono tajante y severo de voz.
Me deja frío el imaginar que mi amo sea menos ferviente
que yo -agregaba con acento de chicheme descompuesto.
¿Acaso no veis que el Poderoso Huitzilopochtli ya peleó y
ganó la guerra por nosotros sin tener que complicarnos más
matando a filo de obsidiana? Bastante fuerte fue el grito de
victoria que emitiera Xolotl al ver manifestado el poderío
bienhechor del dios Huitzilopochtli que premiara a los
chichimecas de Xolotl con una contundente victoria sobre
el nocivo régimen tolteca de Huémac.
No obstante, a pesar de la poderosa fe de Necazixtlán y
del regocijo de Xolotl, inevitable fue la mística aparición
resplandeciente del dios mexica del Sol, quien no dudó
en hacer una amonestación hacia ambos jefes guerreros
diciéndoles: ¡Corrección Necazixtlán!, desde hoy estás
en la obligación de llamarme Tezcatlipoca en lugar de
Huitzilopochtli, esto debido a que ya no solo me adoraréis
como el dios del Sol, sino que también he llegado a ser
vuestro dios de la guerra. Y a ti Xolotl, como una manera
de enmendar tu terca incredulidad que te hizo dudar de mi
poderío, te asigno la ardua tarea de construir e instalar tus
dominios en la ciudad de Tenayuca, hacia la cual emigrarás
y desde la cual acatarás mis órdenes sin poner reparo algu-
no. Desde tus dominios en Tenayuca serás testigo de las
grandes oleadas de inmigrantes que poblarán los territorios
vecinos a tus dominios. Entre estos inmigrantes destacarán:
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
49

los alcohuas quienes poblarán y fundarán Coatlinchán,


los otomíes quienes tendrán en sus manos el poblamien-
to y fundación de Xaltocán, además de los implacables
tepanecas quienes han de apoderarse del territorio de
Atzcapotzalco y poblarlo. Todos estos serán tus vecinos
además de numerosas ciudades-estados que serán funda-
das por inmigrantes chichimecas y que figurarán al norte,
asimismo verás a numerosos remanentes de lo que fueron
Teotihuacán y Tula, a esta última no dejes de llamarla la
extinta Tollan, porque deseo que el náhuatl sea la lengua
oficial de todos estos dominios que desde hoy serán dados
a ti y a tus descendientes y por el poderío que me es dado
por mi ancestro Ometéotl, os prohíbo bajo castigo severo
que llegues a sustituir el náhuatl por alguna otra lengua que
nadie querrá que oficialices.
Estas palabras fueron fuertes para el valeroso Xolotl, no
obstante su obediencia fue indiscutible, incondicional e
incomparable, realidad que ocasionó la alegría, el regocijo
y el orgullo de un dios Tezcatlipoca que bendijo y prosperó
a Xolotl de manera sinigual, por su intachable obediencia.

IV
No sería fácil de gobernar ese magnífico conglomerado
plagado de inmigrantes de acuerdo con la voluntad de
Tezcatlipoca. El poderoso reino de los Tepanecas se había
apoderado de la parte occidental de la Cuenca Central y
ejercía una fuerte hegemonía sobre una gran mayoría de
los territorios vecinos o aledaños; sin embargo su poder
hegemónico no era suficiente como para encargarse de
todas esas ciudades-Estados y para Tezcatlipoca era indis-
pensable la existencia de un pueblo sabio, poderoso, ague-
Moisés Marín Bonilla
50

rrido y capaz de poder someter a un común centralizado


a todos esos inmigrantes-habitantes de la Cuenca Central.
Los continuadores de la labor de Xolotl, sin ser advertidos
por Tezcatlipoca, serían quienes verían llegar desde lejos
a una imponente legión de forasteros conducidos por el
mismo dios que los residentes de esas regiones adoraban:
Tezcatlipoca; pero que para estos nuevos inmigrantes pro-
cedentes del Norte, quienes decían provenir del místico
Azatlán; era adorado como un dios tribal al que llamaban
Huitzilopochtli en lugar de ese carácter de dios supremo al
cual le daban los entonces habitantes de la Cuenca Central.
Transitaba el gran dios Huitzilopochtli encabezando
a los nuevos forasteros provenientes del místico Azatlán,
y erigido muy en alto por cuatro teomamaques o sacer-
dotes. Mientras era conducido con gran majestuosidad
Huitzilopochtli aprovechó para hablar a su numeroso
pueblo proveniente de Azatlán, mientras éstos le seguían:
“Prestad atención mis fieles aztecas: “Desde hoy os llama-
réis mexitin y yo seré vuestro señor y vuestro tlaotoani. Una
vez que os establezcáis junto al lago Texcoco, será allí donde
fundéis la poderosa Tenochtitlán, desde la cual gobernaréis
como un imperio sobre las numerosas ciudades-Estado de
la Cuenca Central. No temáis a ninguna de esas ciudades-
Estado por poderosas que sean. Desde ya las he hecho vues-
tras tributarias y nunca prevalecerán sus armas sobre vues-
tras armas, yo os he dado la victoria sobre los Tepanecas y
sobre todos los demás habitantes de la Cuenca Central”.
De esta manera, una vez establecidos los aztecas o bien
mexitin en las cercanías del lago Texcoco, se fundó la gran
Tenochtitlán que se convertiría en la gran cabeza del impe-
rio azteca.
La incursión
chichimeca que fracasó

T ula para muchos, Tollan para ellos. Era esta la ciu-


dad sólidamente construida por peregrinos oriundos
de Huehuetlapallan quienes, invadidos por la fervien-
te confianza en sus siete Señores Divinos conocidos
según la terminología lexicográfica náhuatl como: Zacatl,
Chalcatzin, Ehecatzin, Cohualtzin, Tzihuacoatl, Metzotzin
y Tlapalmetzotzin, se dirigían hacia Tollantzinco. Jamás
desfallecieron sus pies, ni dieron queja de cansancio algu-
no, por lejanas que fueran las distancias o extenuantes que
fueran los recorridos, pues cada vez que anochecía los siete
Señores Divinos les brindaban zarapes y esteras conforta-
bles para que descansasen y les proveían de alimentos y
bebidas abundantes para que no desfalleciesen entre las
cuales sobresalían: pulqué, balché, sakab, chocolate y atole;
alimentando a sus fieles peregrinos con diversas especies
animales como: liebres, perdices, codornices y pavos; y
vegetales como: calabazas, yucas, jitomates y maíz de las
más diversas variedades que solamente los seres divinos son
capaces de engendrar para nutrir a quienes les temen.
Veinte años más tarde, quizás según el calendario julia-
no, quizás según la calendarización de los náhuatl, pero
lo relevante es que veinte años más tarde abandonarían el
territorio de Tollantzinco en el que se establecieron, para
dirigirse rumbo hacia el Oeste, viajando a una distancia
de catorce leguas hasta llegar a un lugar que les pareció
propicio para fundar la gran ciudad reinante sobre el resto
de los pueblos del Centro de la Tierra Mexica, quizás la
Moisés Marín Bonilla
52

ambición de sus futuros monarcas o gobernantes haría que


la influencia de Tollan llegase hasta impactar en el triángu-
lo maya, dominando Zacatecas, la península de Yucatán,
Chichén Itzá, Chiapas y más allá de los territorios mayas
de las tierras bajas, El Salvador y Nicaragua.
Probablemente se tratase de remanentes de lo que fuera
Teotihuacán y de su fusión con algunos de los aguerridos
pueblos chichimecas, lo cierto es que gracias a la nube en
forma de serpiente por ellos conocida como Mixcóatl, fue
que lograron superar sus diferencias hasta unificarse for-
mando así la floreciente civilización tolteca.
¿Ciudad reinante sobre los demás señoríos mexicas?.
Exactamente eso era lo que reinaba en la mentalidad de
sus ocho monarcas tlahtoques y en efecto eso fue lo que
dio origen a la Gran Tollan, la cual, en la centuria X d. de
C. alcanzó un esplendor caracterizado por un apogeo que
le asignó un rol de centro urbano de la mayor importan-
cia nunca antes valorada o imaginada en todo el altiplano
central mexica.
El centro de la gran ciudad, tal vez sea visto por otros
pueblos allende el hemisferio occidental como el entorno
metropolitano y por los contemporáneos de la era de la
información como el centro neurálgico de la civilización
Tolteca. Dos plazas erigidas por pirámides; patios, colum-
nas, recintos religiosos y palaciegos, terrenos destinados para
el juego de pelota y a diferencia de otras civilizaciones cuyos
trozos de tierra para cultivo se ubicaban lejos de las ciuda-
des, en Tollan o Tula los campos agrícolas se ubicaban muy
cerca de la gran ciudad, los cuales eran ocupados por enor-
mes extensiones de maíz como base de la alimentación y de
algodón como base de la vestimenta y exportación mediante
el contacto comercial con otros pueblos aledaños o vecinos.
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
53

Cuando se habla de minería la cal y la obsidiana eran las


principales fuentes de minerales, metales y piedras preciosas.
El abundante material de pedrería llegaría a convertirse
en la principal fuente del desarrollo escultórico. La icono-
grafía militar llegaría a ser un ejemplo de ello, en la cual
destacarían guerreros armados desfilando y figuras de ani-
males depredadores de gran poder cazador como las repre-
sentaciones de jaguares, coyotes y águilas devorando cora-
zones; religiosamente los chacmooles eran el símbolo de la
devoción debido a su función de portadores de vasijas para
ofrendas. Pero lo que mayormente sobresalía en la Gran
Ciudad de Tollan- Xicocotitlán eran las cuatro estatuas de
los Atlantes elaboradas en basalto y del más evidente aspec-
to guerrero y que simultáneamente sostenían el techo del
templo de la pirámide de Tula.
Eran los albores del siglo X de nuestra era de acuerdo
al Calendario Juliano. El Rey Nacaxoc se encontraba en el
poder, joven aún no pensaba en sucesor alguno; no obs-
tante cuando alcanzó los cincuenta y dos años de edad en
927 d. de C., tuvo que afrontar la sucesión al trono por un
nuevo gobernante: el Rey Mitl, un monarca de implacable
experiencia guerrera y muy tenaz a la hora de la guerra.
Mitl no esperaba que hubiese la paz que muchos soberanos
hubiesen ansiado. Su actitud maliciosa y su conducta pla-
gada de desconfianza lo convertían no solo en un monarca
duro y recio de carácter, sino también en un estratega
militar dueño de un nivel de astucia inesperable para el
enemigo exterior.
Cuauhtémoc era un feroz y aguerrido cazador nómada,
líder de los Guachichiles era el favorito del tlatoani Yoltic,
quien lo había destinado como el elegido para dirigir
las más aguerridas conquistas de los feroces y belicosos
Moisés Marín Bonilla
54

Guachichiles y en esta ocasión, cerca del año 946 d. de C.,


los Guachichiles no dudaron en el deseo y la oportunidad
de atacar Tollan, pues confiaban persistentemente en su
implacable e invencible líder Cuauhtémoc.
Cuauhtémoc -se dirigía hacia él el tlatoani Yoltic. -El
momento ha llegado de tomar por sorpresa la Gran Ciudad
de Tollan y no temeremos a sus tropas -le decía con ento-
nación de voz tronante y potente como el rugido de un
jaguar. Confiad en mi destreza y en mi habilidad, gran
tlatoani -le decía el caudillo Guachichil Cuauhtémoc a su
amo y señor. -Esta misma tarde caeremos sobre Tollan-
Xicocotitlán y aniquilaremos a sus tropas y someteremos
a sus habitantes a nuestra voluntad, eso incluirá el apre-
samiento de su rey Mitl, con su posterior sacrificio que le
deparará una cruel decapitación y su corazón le será arre-
batado de su pecho con mi feroz puñal de obsidiana y será
dado en sacrificio a nuestra sagrada serpiente emplumada.
Muy confiado se observaba el semblante de Yoltic, pues no
dudaba de la inesperada incursión que les depararía el más
enriquecedor motín jamás antes visto ni codiciado por nadie.
Mientras los Guachichiles tramaban su sorpresiva estra-
tegia de ataque, el dios Itztlacoliuhqui, quien nunca duer-
me, advirtió en una aparición divina al sacerdote encargado
de manifestar el orden sagrado del mundo acerca de los
despiadados planes de Cuauhtémoc consentidamente apro-
bados por el tlatoani Yoltic y desde ese preciso momento
puestos en marcha por sus grupos guerreros Guachichiles
que no tropas o ejércitos organizados, como de los que sí
disponían los toltecas de Tollan-Xicocotitlán.
¡Majestad! -irrumpió agitado el sacerdote dentro del
recinto palaciego donde se encontraba Mitl saboreando una
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
55

enorme y sabrosa vasija de chocolate. -¡Nuestro Poderoso


Señor Itztlacoliuhqui acaba de revelarme en una apari-
ción sobre los siniestros planes que ese infame truhán de
Cuauhtémoc ha estado tramando y no tardará mucho tiem-
po en sorprendernos y atacarnos de manera inesperada!.
Mitl abandonó momentáneamente su semblante de mira-
da penetrante y desafiante, para adoptar un aire de serenidad
que irradiaba la más profunda fe en Tezcatlipoca. ¿Por qué
dudas de nuestras fuerzas bélicas? -le amonestó el monarca
Mitl al gran sacerdote de Tula. -¿Acaso no somos un reino
de la más ancestral tradición guerrera?. Sí -respondió el reli-
gioso -pero los Guachichiles destacan de entre los chichi-
mecas por ser los más temiblemente belicosos en el arte de
la guerra. Me entristece que un sacerdote sea tan falto de fe
-le replicó Mitl. -Se supone que son los religiosos los fie-
les depositarios de la actitud ferviente que evidencia la total
infalibilidad de los dioses. Esa actitud no debería ser de un
sacerdote -le exhortó Mitl -verás cómo triunfaremos sobre
esos ruines hombres de Cuauhtémoc. ¡Mira mis ojos inun-
dados de fe!, ¡mira cómo no desfallece mi fe ancestral que
no deja de creer en nuestros siete Grandes Señores que nos
sacaron de Huehuetlapallan, para llevarnos a Tollantzinco,
desde donde inmigramos hasta estos magníficos dominios.
Nuestros siete Grandes Señores jamás nos desampararon,
siempre estuvieron con nosotros en las adversidades y en las
favorables y así como ellos nunca nos fallaron, así debe de
ser de fuerte tu fe mi querido intercesor.
Y en efecto, ya todas las tropas de Tula se encontraban
enfiladamente preparadas y listas para recibir el ataque.
No tardaron en ver venir a Cuauhtémoc encabezando a
sus belicosos nómadas quienes se dejaban venir encima
como plagas de langostas sobre las tropas toltecas quienes
Moisés Marín Bonilla
56

con el sólo hecho de levantar sus lanzas enastadas ya tenían


atravesados de lado a lado a todos y cada uno de los gue-
rreros invasores Chichimeca-Guachichiles sin quedar ni
uno sólo sin atravesar. Las tropas de Tula, luego de haber
sembrado todo un bosque de empalajes con la totalidad de
los cuerpos inertes de la incursión Chichimeca-Guachichil
lograron capturar a Cuauhtémoc a quien procesaron de la
manera más sanguinaria y carnicera como sacrificio para
honrar a sus dioses Quetzalcóatl, Tezcatlipoca, Tláloc,
Centéotl, pero sobre todo a Itztlacoliuhqui quien asumió
como mensajero y era a quien se le debía la mayor gloria,
sacrificando el corazón de un decapitado Cuauhtémoc al
leal, infalible y clemente dios Itztlacoliuhqui, quien duran-
te ese mismo atardecer saboreó la deliciosa exquisitez de la
sangre del destrozado y vencido en batalla Cuauhtémoc.
Centéotl fue honrado con las más festivas ceremonias
rituales en las que, tanto mujeres como hombres se embria-
gaban con la más concentrada chicha que había sido ela-
borada con el maíz destinado por el mismo dios Centéotl,
quien fue el que dio a los agricultores toltecas la facultad
de cosechar el más hermoso y nutrido maíz de los campos
de cultivo aledaños a la gran ciudad de Tula.
Tezcatlipoca, en su ira incontenible, barrió con un
huracanado viento de furia todo el bosque de cadáveres
Guachichiles atravesados por las lanzas de obsidiana de
las tropas de Tula, sin dejar rastro alguno de evidencia
Chichimeca-Guachichil.
El tlatoani Yoltic, al oír la desastrosa noticia de la derrota
de su pueblo no dudó en suicidarse degollándose con un
cuchillo de obsidiana envenenada.
Una suerte bastante mala corrió el sacerdote de la gran
ciudad de Tula, pues por su incredulidad y su perversi-
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
57

dad reflejadas en su infame falta de fe expiró atravesado


por una lluvia de cuchillos de obsidiana que el iracundo
Itztlacoliuhqui le dejara ir por haber dudado de su poder y
del poder del resto de los dioses toltecas.
El nombre de dicho sacerdote no se menciona en ningún
momento de esta narración, pues no lo merece por repre-
sentar la vergüenza y el oprobio para la fe de una civiliza-
ción como la Tolteca, además de simbolizar un insulto para
la sagrada religión de la ciudad de Tula.
Un general desafiante

T emperamental, esa era la actitud dominada por un


semblante penetrante como la punta de un sable de
Morazán la que se había apoderado del General Justo
Rufino Barrios. Hombre duro, pero resentido por la frus-
tración de no lograr el ansiado intento de restablecer las
Provincias Unidas de Centroamérica de manera diplomáti-
ca. En un principio sus ojos se llenaron de serenidad y de
gestos de benevolencia al ver que contaba con el apoyo de
Honduras y del Salvador. Esta última república que duran-
te siglos conformaría el Triángulo Maya, veía con agrado
y simpatía la propuesta del General Barrios, ¿la razón?, el
breve gobierno del cafetalero y banquero Ángel Guirola se
mostraba simpatizante de la idea unificadora del General
Barrios. Pero la brevedad de su gobierno, caracterizada por
ser de una Primera Designación comprendida entre el 6 de
abril y el 21 de agosto de 1884, haría que la disposición
y la simpatía hacia lo propuesto por Barrios durase muy
poco. Una vez efectuado el retorno del médico Rafael
Zaldívar al poder presidencial, ya no figurara el mismo
panorama de agrado favorable para el General Barrios. La
drasticidad de las medidas no simpatizantes hacia Barrios
asumidas por Zaldívar de desear abandonar toda idea de
unificación ístmica, aunadas al respaldo de México, sí, de
un México gobernado por un Porfiriato temeroso tanto
de las reformas liberales del General Barrios, como de
cualquier estrategia de unión o consolidación de un poder
estatal fuerte en el Istmo que pudiese desafiar a los Estados
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
59

Unidos Mexicanos, eran circunstancias que no serían nada


favorables para Don Porfirio Díaz en México, ni para el
resto de los gobiernos centroamericanos. A los presidentes
de Estados Unidos de Norteamérica Rutherford Birchard
Hayes (en su último año de mandato) y a Chester Alan
Arthur, también les parecía peligrosa la idea del General y
Presidente guatemalteco Barrios.
Por fin su entrecejo se acabó de fruncir y un enojo cas-
trense se apoderó de su estado anímico. ¡No puede ser! –se
decía para sí– pero no tendré reparos en acudir a la con-
frontación armada.
Marco Aurelio Soto había sido hasta ese entonces un
hombre de confianza para Barrios. Los cargos de Ministro
de Relaciones Exteriores y de Instrucción Pública, a pesar
de ser compartidos con Ramón Rosa, denotaban la lealtad
con la que siempre interactuó Barrios con el Doctor Marco
Aurelio Soto; pero eso ya se había terminado. Ahora un
temperamental General Barrios se dirigía hacia Soto para
obligarlo a renunciar al poder presidencial y así tener
a un nuevo aliado del cual poder fiarse: El Mandatario
Constitucional Luis Bográn.
¡Cómo pudiste traicionarme de esa manera! -le increpó
Barrios a Soto. -¡Si siempre fuimos uno para el otro! ¡Sí!
-le replicó Soto- pero esta locuaz y descomunal estrategia
geopolítica por Su Excelencia asumida no goza de mi apro-
bación ni de mi consentimiento- se opuso Soto.
Enojado Justo Rufino Barrios, dirigió la empuñadura de
su bastón hacia Bográn. Es este mi nuevo aliado en el cual
puedo confiar a plenitud -le increpaba a Soto con dure-
za. Soto, indignado por la altanería del General Barrios,
dio media vuelta y abandonó el despacho presidencial del
Palacio de Gobierno de Ciudad de Guatemala. Iba presa de
Moisés Marín Bonilla
60

un fuerte disgusto que lo hizo ignorar a los dos guardias que


custodiaban la entrada principal del Palacio de Gobierno.
Una vez fuera de dicho edificio gubernamental abordó un
coche de posta tirado por caballos y le ordenó al mozo de
cuadra que partiese a toda prisa de tan nefasto lugar.
Sentimientos de héroes y de villanos, algo muy natural en
el Istmo del ochocientos. Y es que durante la segunda mitad
del siglo XIX fueron bastante naturales las confrontaciones
militares de corte geopolítico, en especial si se trataba del
ascenso de algún caudillo cuya ambición autoritaria-hege-
mónica lo llevase a querer realizar maniobras de manera
forzosa y sin el consentimiento de la población centroameri-
cana. El caso del General guatemalteco Justo Rufino Barrios
no constituía excepción alguna y las iras y los recelos de
otros poderosos de origen criollo no se harían esperar.
Mientras en la mitificada Costa Rica se vivía un ambien-
te artísticamente invadido por un clasicismo que, quizás
muchos le llamasen afrancesamiento y el ascenso y apogeo
de la carrera artística de Rubén Darío como amo y señor
del modernismo hispanoamericano, no dejaban de fungir
como grandes amenazas o acechanzas en contra de lo artís-
ticamente costumbrista tan mal recibido ante los ojos del
joven rebelde Ricardo Fernández Guardia, celoso heredero
del legado intelectual criollo gestado por su padre Don
León Fernández Bonilla. Ante esta hostilidad hacia lo con-
cho o costumbrista no tardaría en emerger la emblemática
figura de don Carlos Gagini como el celoso defensor de lo
popularmente costarricense.
Sin embargo, era notorio que en la mítica República
de Costa Rica el ambiente artístico estaba profundamente
invadido por una segunda mitad del siglo XIX caracteriza-
da por la tendencia a la imitación artística europea-clasicis-
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
61

ta y en esos espacios de esparcimiento criollo era donde se


paseaban los Generales Máximo Blanco y Lorenzo Salazar.
Ambos castrenses gozaban del favorecimiento brindado por
las élites que promovían e incentivaban la actividad artísti-
ca oficial con el fin de generar sensaciones de admiración
por parte del pueblo costarricense y de todo foráneo que
pasase por nuestro país en aquel entonces. Como gene-
rales, el sentirse admirados y representados en diferentes
obras artísticas por la inspiración artística europeizante de
la oligarquía cafetalera, constituía una gloria inacabable de
saborear por el hecho de sentirse héroes de las armas cos-
tarricenses.
Esta era la manera en la que el honor y el poder militares,
como aspectos tenidos por dignos de gloria, no tardarían en
convertirse en temáticas artísticas oficialmente representati-
vas de las gestas militares consideradas actos heroicos. Es así
como la segunda mitad del siglo XIX conoció numerosas
obras monumentales como: el Monumento Nacional, la
Estatua de Juan Santamaría, y numerosas pinturas de mili-
tares condecorados, entre los que sobresalían los retratos de
los generales Máximo Blanco y Lorenzo Salazar, realidad
que les saturaba de gloria el estado anímico a ambos hom-
bres de armas; sin duda alguna, el arte oficial al servicio
de la exaltación del poder heroico para ser contemplado y
admirado por todos.
Eran las siete de la noche de un 20 de noviembre de
1884 y el General Lorenzo Salazar se encontraba paseando
a pie por los alrededores de los dominios criollo-josefinos.
Su sable de empuñadura de oro, envainado en su cartucha
pero dispuesto a ser rápidamente sacado de sí en caso de
ataque o conspiración atentada, además de un erguido fusil
de punta afilada que llevaba pendido detrás de su espalda y
Moisés Marín Bonilla
62

de la que lo hacía colgar al frente un cinturón de cuero por


el que tomaba dicho fusil, le imprimían un aire de espanto
y pánico a todo el que se atreviese a acabar con su vida,
¡jamás querría que le ocurriera lo que décadas después le
sucediera al General Joaquín Tinoco Granados, quien fuera
asesinado inmisericordemente por un joven conspirador!.
A pesar de su actitud altiva y desconfiada, pero al mismo
tiempo serena y satisfecha de ver condecorados sus mag-
níficos logros militares en diferentes campañas como la de
1856-1857 contra los filibusteros anglosajones, la de La
Angostura de 1860, y el de ser el insigne mando del Cuartel
Principal de San José cuyo cargo ejerciera entre 1857 y 1869,
no mostró indiferencia alguna ante la fuerte voz de mando
emitida por el entonces Presidente de la mítica República de
Costa Rica, General Próspero Fernández Oreamuno:
¡Mi General! sonó la potente voz del gobernante seculari-
zador de los bienes y de las propiedades que se encontraban
en manos de los jerarcas religiosos. Ante el impactante tono
de voz del Presidente, Salazar tornó su erguida complexión
de frente al mandatario. ¡A sus órdenes Señor Presidente!
-fue la voz frenética que emitiera el General Salazar. ¿Por
qué lo noto tan sereno y tan altivo? -fue la interrogante
del Presidente Fernández Oreamuno -¿qué no ves que el
engreído, infuloso y soberbio gobernante guatemalteco
General Justo Rufino Barrios pretende acudir a las armas
para unificar a nuestras repúblicas del Istmo, debido a que
le falló la vía de negociación diplomática?. Es por eso que
ahora ha tenido la osadía de acudir a las armas con el fin de
reprimir sanguinariamente.
El General Salazar no podía creer aquello. Un ambicioso
caudillo de fuerte tendencia castrense atentando contra la
integridad nacional de cada una de las repúblicas del Istmo
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
63

y desafiando geopolíticamente con la intervención armada.


Eso podría serle algo natural o común al General Salazar,
sin embargo una actitud disparatada y osada como la del
General Justo Rufino Barrios no era propicia para la indi-
ferencia.
Mi alianza con Honduras y la lealtad del Consejo de
Ministros afines al gobierno de Luis Bográn aunadas al
poderío de mis tropas y de las tropas hondureñas, cons-
tituirán la fuerza suficiente para doblegar a las repúblicas
rebeldes de El Salvador, Nicaragua y Costa Rica -se decía
para sí. Y en efecto no vacilaría en invadir El Salvador ante
un Rafael Zaldívar quien, dos meses después de marzo del
siguiente año de 1885, dejaría la presidencia.
Ante el acecho de las tropas hondureñas, los mandatarios
Doctor Adán Cárdenas de Nicaragua y General Próspero
Fernández Oreamuno de Costa Rica no dudaron en batir
la afrenta que las fuerzas hondureñas les hacían y fue ese el
momento en el que el General Fernández Oreamuno decretó
la guerra contra el ambicioso General Justo Rufino Barrios.
La Batalla de Chalchuapa se convertiría en un suceso
saturado de antipatía. La confianza y la esperanza que
Barrios tenía depositadas en el Batallón Jalapa al que admi-
raba por su lealtad y valentía, le llevarían a colocar en el
mando de dicho batallón al Coronel Antonio Girón.
¿Es que acaso no os simpatizo, montón de truhanes?
-eran las típicas expresiones verbales del Coronel Antonio
Girón. Ahora veo que sois tan pusilánimes como ineptos
-agregaba a cada momento que cundía en las constan-
tes diferencias con los subalternos. Estos no le tolerarían
repugnancias de por demás al Coronel Girón y muchos
comenzaron a manifestar gestos de indisposición. Ni seme-
Moisés Marín Bonilla
64

jante a otros coroneles que nos motivaban y nos levantaban


el espíritu aguerrido, el valor y la moral -exclamaba uno de
los soldados. -Este cuque-chipuste lo que está haciendo es
sembrando la discordia entre todos nosotros.
No tardarían en llegar a oídos de Antonio Girón semejan-
tes expresiones, las cuales, por más entre dientes que se emi-
tieran, no escaparían a la agudeza de los oídos de Antonio
Girón quien, enfurecido comenzó a implorar al consenti-
miento para fusilar a los murmuradores insubordinados.
Barrios quiso tomar un descanso ingresando al campa-
mento de sus fuerzas nacionales, pero la idea del descanso
se esfumó como una nube de vapor al ser anunciado de
las discordias y las diferencias desatadas entre Girón y los
insubordinados. Saturado de coraje y sin querer ceder ante
ningún obstáculo el general Barrios montó en su briosa
yegua y al entrar en Chalchahuapa logró divisar la inma-
dura escena ocasionada por Antonio Girón y los insubordi-
nados. ¡Ha llegado la hora de demostrar que seré yo quien
asuma el mando en el combate! -y en un decir amén con
su sable desenvainado de un filazo doblegó las piernas del
Coronel Antonio Girón quien cayó de rodillas gimiendo
que no podía ni siquiera levantarse y declarándose lisiado
e inválido de por vida. Tan patéticos eran sus quejidos que
provocaron la más implacable cólera en Barrios, quien
dirigiéndose a Girón le increpó: -¡Me doy cuenta que
esa es la típica actitud de quienes alardean de su fingida
valentía de la manera más pendenciera, pero que al final
no son más que unas cobardes y viles avecillas que huyen
como cucarachas reducidas a la impotencia!, ¡muere ahora
mismo, lombriz sin dignidad y sin valor! -le gritó, y de un
solo tajo le decapitó, acción que hizo rodar su cabeza cuesta
abajo de la ruta del Río del Molino. El cuerpo decapitado
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
65

del Coronel Girón se desplomó cayendo al suelo con una


enorme facilidad.
La hora de dar órdenes a mis leales y verdaderos oficiales
ha llegado -se decía, y dirigiéndose a los mismos comen-
zó a darles instrucciones sin siquiera esperar que una bala
disparada por un fusil de uno de los soldados del ejército
salvadoreño le destrozara una clavícula y le impactara letal-
mente en el centro del corazón, el cual explotó por dentro
de su cuerpo causándole el derramamiento de sangre más
horriblemente espantoso, debido a que comenzó a brotar
ríos sangre por todas partes de su cuerpo. Una muerte
horrible tuvo el General Justo Rufino Barrios. Ante el
espanto estremecedor de dicha escena uno de los miembros
del Estado Mayor gritó aterrorizado a voz en cuello: -¡El
patrón ha caído!. El caos, el desorden, la confusión y la
desbandada fueron las conductas que se apoderaron de las
tropas guatemaltecas de manera inevitable e instantánea.
Un final catastrófico conoció la idea bien planificada de
Justo Rufino Barrios de unificar el Istmo de Centroamérica.
Quizás significase una victoria para los gobiernos de El
Salvador, Nicaragua y Costa Rica, quizás un fallo aplastante
y vergonzoso para las fuerzas hondureñas y para el Consejo
de Ministros Conservadores al servicio de Bográn.
El General Próspero Fernández Oreamuno no pudo librar
la guerra decretada contra el General Justo Rufino Barrios,
peor aún, tampoco llegó a saborear la victoria sobre dicho
gobernante guatemalteco, pues la muerte le sorprendería
el 12 de marzo de 1885 y su gobierno no destacaría por el
contento clerical. Sus pugnas anticlericales le granjearon el
descontento y la resistencia de muchos religiosos.
En julio de 1884, Monseñor Bernardo Augusto Thiel
y Hoffmann era expulsado por el General Próspero
Moisés Marín Bonilla
66

Fernández. Bastante disgustado el obispo por la actitud del


entonces presidente de la Mítica República de Costa Rica,
dirigió al General Próspero Fernández una mirada pene-
trante y desafiante como si el Poder del Espíritu Santo se
apoderase de su semblante, mientras abordaba el vapor que
le conduciría al destierro. Dicha mirada iba acompañada de
las más espiritualmente crueles expresiones que inspiraran
a un Jaques de Molay atado al poste de la hoguera, quien
de igual manera se dirigía hacia un codicioso monarca
francés al que las fuentes veraces denominan como Felipe
el Hermoso:
“General Próspero Fernández Oreamuno, infame liberal,
traidor hacia la verdad que es la fe en Cristo hijo y en Dios
padre, corrompido por el amor a las riquezas, vampiro del
progreso que no es más que sinónimo de codicia y de ava-
ricia: Al igual como le ocurrió al rico necio, al igual como
le ocurrió al monarca francés de la Baja Edad Media Felipe
el Hermoso mientras cazaba, el año entrante vendrán de
manera repentina por tu alma perversa, a la que tomarán
por sorpresa y todos tus logros, a ¿quiénes beneficiarán?.
Y en efecto, el 12 de marzo de 1885 llegó la muerte y le
sorprendió en la ciudad de Atenas perteneciente al cantón
alajuelense de Grecia.
Un año después de la muerte de Don Próspero Fernández
Oreamuno, el 27 de mayo de 1886 regresa de nuevo a la
Mítica República de Costa Rica Monseñor Bernardo
Augusto Thiel y Hoffmann. Quizás la muerte del legen-
dario general anticlerical haya figurado como aprovecha-
miento o ventaja a favor del obispo de origen teutón, no
lo sabemos…
La Perla Sagrada

C inco años pasaron luego de la tormenta anticlerical


desatada por la administración del General Próspero
Fernández Oreamuno. Con la llegada del obispo Bernardo
Augusto Thiel, era probable la recuperación del poder
perdido por parte del clero. El Doctor Carlos Durán
Cartín, médico de profesión ya había dejado el mandato
presidencial, mandato interino que durara desde el siete de
noviembre de 1889, al 8 de mayo de 1890. En una con-
tienda electoral bastante reñida el Licenciado José Joaquín
Rodríguez Zeledón derrotó por una nutrida mayoría de
votos a Don Ascensión Esquivel Ibarra; recibiendo la banda
o cinta presidencial de manos del Doctor Durán Cartín.
La recuperación del poder por parte del clero supondría
la retoma del desempeño político, social y religioso que
este perdiera cinco o seis años antes. De este retorno cleri-
cal surgió uno de los logros que la fe católica costarricense
alcanzase: la fundación del Partido Unión Católica duran-
te la administración del Licenciado Rodríguez Zeledón,
quien buscaría el apoyo del clero ante cualquier situación
que convulsionara a la Mítica República de Costa Rica.
La educación y la cultura, sin duda alguna, dos ámbitos
en los que mayor cuota de desempeño demostrase duran-
te sus cuatro años de gobierno presidencial. El inicio de
la construcción del Teatro Nacional y la conclusión del
Colegio Superior de Señoritas fueron entre otros de sus
intereses por el fomento de la educación y la cultura refle-
jados en la creación y fundación de instituciones educativas
Moisés Marín Bonilla
68

nocturnas para adultos, las cuales deberían de ser ubicadas


en las cabeceras de las entonces siete provincias.
La conclusión del Colegio Superior de Señoritas, ese era
el bastión sobre el que descansarían el pensamiento, la cien-
cia y la cultura femeninas de la Mítica República de Costa
Rica. La preparación de mujeres docentes que asumiesen
en sus comunidades como educadoras, pedagogas, huma-
nistas, garantes del saber y de la cultura eran los cimientos
sobre los que se sostenía una gran parte de las nuevas bases
del rol femenino ante la obsolescencia e inutilidad del infa-
me e insensato machismo patriarcalista.
En los pasillos de las instalaciones del Colegio Superior
de Señoritas, con enrome frecuencia se daban las discusio-
nes y diálogos entre maestras y alumnas entorno al conoci-
miento impartido y difundido, quizás se asemejasen dichas
escenas educativo-cotidianas a las discusiones que muy a
menudo se daban en los pasillos de los Liceos y Ágoras
atenienses, con la nefasta diferencia de ser sólo espacios
exclusivos para varones, bien hablamos de una Atenas
inescrupulosamente machista en la que la mujer, como
ser humano racional y dotado de las mismas cualidades
que el hombre, no tenía más función que la del no salir
del espacio hogareño relegado al trabajo de la rueca y del
hilado, además del ingrato confinamiento a servir de apa-
rato reproductor de seres humanos para perpetrar el linaje
de los narcisistas hombres de poder y guerreros atenienses.
No obstante, es bueno abandonar o evadir realidades que
no solamente no atañen a nuestro relato, sino que también
disgustan trayendo a colación los amargos recuerdos de una
Atenas Clásica famosa por su falocentrismo.
Era muy natural y común ver a menudo a alguna
avejentada profesora llena de sabiduría, conocimiento y
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
69

experiencia debatir y amenizar con unas cuantas de sus


jóvenes alumnas de entre las más brillantes, y en efecto,
de entre las más brillantes sobresaldría la hermosa joven
Paula Contreras, quien no sólo por su colosal inteligencia
y su imparable ímpetu académico y humano destacaba,
sino también por su dulzura de forma de ser, su paciencia
sin límites y su indiscutible tardanza para el enojo, en con-
traste con algunas de sus compañeras de carácter un tanto
más temperamental, lo cual no tardaría en figurar una vez
ejerciendo como docentes y pedagogas en sus comunidades
de origen, originando el descontento y la desconformidad
en las niñas y niños que se encontraban bajo sus cargos. No
así Paula Contreras, quien era la más evidente abanderada
de ideas como: el enojo solamente empeora las situaciones,
el autoritarismo, las amenazas y la gritería solo generan más
discordias y recrudecen las rencillas, el enojo era el caballo
de batalla de los perdedores, el temperamento cascarrabias
solamente genera antipatía y el descontento solo es produc-
to de la conducta temperamental y autoritario-despótica de
toda docente.
Una vez concluidos sus estudios, concluida su forma-
ción como docente y obteniendo los grados más altos que
el Colegio Superior de Señoritas otorgase a sus alumnas,
Paula destacó en una pomposa ceremonia de graduación
por su vestimenta de princesa honoraria, aunada a su ini-
gualable hermosura, belleza y esbeltez.
El entonces ministro de educación, conocedor de la inta-
chable trayectoria de la joven Contreras, le asignó nombra-
miento en el Centro Educativo de San Francisco del cantón
Central de la provincia de Heredia. Sin duda alguna, se
trataba de una escuela primaria fundada entre las décadas
de 1870 y 1880. Corría el año de 1891 y eran muy pocos
Moisés Marín Bonilla
70

los años de existir como centro educativo primario los que


tenía dicha institución a la que fue enviada Paula.
En el Gabinete de Gobierno del Licenciado José Joaquín
Rodríguez, se encontraba ejerciendo el cargo de presiden-
te de la Corte Suprema de Justicia Don Ricardo Jiménez
Oreamuno quien, muy preocupado lucía desde hace un
año al ser nombrado presidente de dicho cargo. ¿La razón?,
a pesar de ser josefino, había conocido a un niño con autis-
mo moderado quien era sobrino del insigne político, abo-
gado e historiador herediano Don Cleto González Víquez.
Don Ricardo llegó a estrechar los más afectivos lazos de
amistad con el pequeño Marco Antonio de tan solo 6 años
de edad y que ese mismo año de 1891 ingresaría a primer
año de la escuela primaria San Francisco de Heredia. La
preocupación de Don Ricardo era ¿qué sería del pequeño
Marco Antonio en ese ambiente de las más fogosas chi-
quilladas caracterizadas por la alegría y la inquietud de los
demás niños y niñas quienes, al ver a un niño diferente,
no dudarían en asumir conductas adversas hacia Marco
Antonio. El desconocimiento de las teorías pedagógicas
necesarias (que sería hasta muy entrado el siglo XX cuando
éstas fueran dadas a conocer) en un ambiente educativo
como el de Costa Rica en 1891 constituían un riesgo que
¿por qué no causaría el desvelo en individuos de carácter
paternal como lo era Don Ricardo Jiménez Oreamuno?
Para el entonces Presidente de la Corte Suprema de
Justicia, la realidad del pequeño Marco Antonio era un
asunto desconcertante.
El grupo de primer año en el que se encontraba Marco
Antonio fue la clase asignada a la Señorita Paula Contreras,
quien desde su llegada se ganó el afecto y el respeto de
todos los niños y niñas incluyendo al mismo Marco
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
71

Antonio quien destacaba por un aspecto de apatía percep-


tible superficialmente, pero a profundidad no era tal apatía,
sino la evidente conducta de un niño con el trastorno de
autismo moderado.
Todas las niñas y niños del grupo a cargo de la Señorita
Paula Contreras brillaban por su gran alegría, pues metodo-
lógicamente ella era totalmente consciente de lo mejor para
los educandos. Todas y todos sonreían cada vez que reci-
bían las lecciones de Paula; ¡todos y todas!, excepto Marco
Antonio quien se mostraba feliz pero a su manera, no era
igual de dinámico e inquieto a los demás niños y niñas.
Para Paula la realidad de Marco Antonio era inexplicable
a primera vista. La realidad del pequeño era un asunto de
mayor profundidad y seriedad; no obstante la carencia de
los avances o aportes psico-pedagógicos del contexto edu-
cativo costarricense reinante constituían un serio obstáculo
para dar solución al tratamiento de dicho trastorno con el
que le correspondió nacer, crecer y vivir a Marco Antonio.
Los psicólogos solamente podían diagnosticar que dicho
trastorno era ni más ni menos que autismo moderado, pero
no había cura para dicho tratamiento, sino que la única vía
era la aceptación de un niño diferente entre las mayorías de
niños considerados comunes, de allí que los psicólogos no
pudieran hacer más que dar parámetros de convivencia y de
aceptación hacia la realidad del pequeño Marco Antonio,
quien desde hace ya varios días era blanco del bullying
más cruel que sus desconocedores compañeros le gastaban.
Ante esta cruda realidad, jamás se apagó la sonrisa del bello
rostro de la Señorita Contreras, ni se extinguió jamás la
paciencia de la joven docente quien contaba con veintidós
años de edad y apenas unos meses de labor, más bien, entre
más difíciles eran los pequeños alumnos al interactuar con
Moisés Marín Bonilla
72

Marco Antonio, mayor era la paciencia y la exhortación


serena que imperaban en el semblante de Paula.
Un martes de agosto de dicho año de 1891, Don
Ricardo, muy apesadumbrado llegó a su despacho a ejer-
cer sus funciones presidenciales de la Corte Suprema de
Justicia, pues ya no soportaba la cruda realidad del pequeño
Marco Antonio y le extrañaba que a Don Cleto, su tío, le
doliera menos o le fuera más indiferente la realidad del
niño. No tardaría Don Ricardo en recibir un telegrama
emitido desde la presidencia de la Mítica República de
Costa Rica. El Licenciado Don José Joaquín Rodríguez le
comunicaba en dicho documento:
“Excelentísimo Presidente de la Suprema Corte de
Justicia:
Extrañado me he sentido últimamente de su estado aní-
mico, de lo cual no tengo explicación alguna y me causa
temor si su situación personal, por difícil que fuere, llegara
a influir en el desempeño de sus funciones en el ámbito de
la justicia, la cual es tan sagrada como los dichos de gra-
titud bíblica que muchos de nuestros venerables clérigos
emiten los días en que las cuaresmas y las misas celebramos
en las distintas parroquias y catedrales de las cabeceras de
nuestras provincias.
En favor y en provecho nuestro y vuestro os pido con-
testación, con el objetivo de averiguar los acontecimientos
no gratos que a Vuestra Excelentísima Presidencia de la
Suprema Corte de Justicia aquejan.
Sin más, el Excelentísimo Presidente de la República,
Lic. José Joaquín Rodríguez Zeledón”.
No tardaría en contestar Don Ricardo mediante otro tele-
grama enviado al Presidente Don José Joaquín Rodríguez.
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
73

En dicho telegrama le especificaba de manera muy detalla-


da el nada nuevo descontento que se había apoderado de
su estado anímico y que de seguir así podría incluso llegar
a dejar el cargo que ostentaba.
Por circunstancias casuales, un jueves del mes de sep-
tiembre del mismo año en curso, desembarcó en uno de
los muelles de Moín en la provincia de Puerto Limón el
vapor La Florida. Dicho navío traía grandes cargamentos
de suntuosidades francesas como respuesta a los últimos
seis vapores saturados de racimos de banano y de sacos de
café que partieron en 1889 desde Moín hacia los puertos
de Marsella y de Le Havre.
Entre los enormes cargamentos de suntuosidades fran-
cesas venía una parte de lo que perteneciera al ajuar de la
emperatriz napoleónica Josefina de Beauharnais. Dentro de
dicho ajuar venía una caja de perlas fabricada en cedro liba-
nés muy bien labrado. Dicha caja traía las incrustaciones de
oro y plata más relucientes capaces de inspirar profunda-
mente los cuentos y las poesías de Rubén Darío, quien tres
años antes hubiera concluido y publicado su obra “Azul”.
Entre las perlas contenidas en dicha caja se encontraba una
perla que, durante la coronación imperial de Josefina de
Beauharnais el 2 de diciembre de 1804, fue bendecida por
el Papa Pío VII. Tras la bendición que Pío VII le propinase
a dicha perla, esta adquirió poderes divinos de sanación.
Cuando el ministro de economía, hacienda y finanzas vio
aquella perla y supo de su poder sanador divino, no dudó
en entregarla a Don Ricardo Jiménez no sin previo con-
sentimiento del Presidente Don José Joaquín Rodríguez, el
cual accedió totalmente a favor; esto se debía a que dicho
ministro se encontraba bastante informado del autismo
que Marco Antonio padecía.
Moisés Marín Bonilla
74

Una vez con la perla en su posesión, Don Ricardo


no se fió desde los primeros instantes y fue a consultar
a Monseñor Bernardo Augusto Thiel, quien desde hace
unos pocos años que lograse retomar todo el poder que le
fuera arrebatado durante el gobierno del General Próspero
Fernández.
Tanto Don José Joaquín Rodríguez, como Don Ricardo
Jiménez eran fieles devotos del catolicismo y al consultar a
Monseñor Thiel y Hoffmann, éste les dio instrucciones de
cómo funcionaba la perla sagrada: Queridos hijos -les decía
a ambos políticos -como veo que ustedes desean sanar al
pequeño Marco Antonio de su condición, el procedimiento
es posible solamente mediante las manos de un ginecólogo
quien pueda medir el grado de circunferencia del ombli-
go de la Señorita Contreras. Solamente con la fe, con la
convicción y sin dudar a la hora de calcular el tamaño y la
profundidad del ombligo de Paula, una vez calzando la perla
perfectamente, la misma comenzará a irradiar un brillo tan
resplandeciente, el cual tendrá su origen en el ombligo de
Paula que es donde le será colocada la perla. Cuando maes-
tra y alumno se encuentren cara a cara, entonces el brillo
resplandeciente se propagará por todo el cuerpo de ella y
luego será absorbido por tres de los cinco sentidos del niño,
los mismos serán la vista, el oído y el tacto. Esto debido a
que los autistas concentran la mayor parte de sus dificulta-
des en esos tres sentidos. Una vez que el niño haya absor-
bido el brillo resplandeciente a través de esos tres sentidos,
entonces volverá a ser como los demás niños.
Don José Joaquín Rodríguez, la señorita Paula Contreras
y Don Ricardo Jiménez no lo pensaron dos veces y sin
esperar ni una sola hora más se encaminaron hacia el
Hospital San Juan de Dios donde se encontraban ejercien-
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
75

do su profesión de ginecólogos una alumna y un alumno


del Doctor Carlos Durán Cartín.
No fue larga la espera en la sala de ginecología y obste-
tricia. En el momento en que Yesenia y Juvenal se dieron
a conocer a ambos políticos y a la docente como los dos
jóvenes alumnos del Doctor Carlos Durán, rápidamente
fue ingresada Paula al consultorio donde fue acostada boca
arriba por Juvenal y abierta su blusa por Yesenia. En la sala
de espera aguardaban ambos políticos.
Ambos muchachos especialistas, con sus manos cubier-
tas por guantes quirúrgicos, procedieron. Mientras Yesenia
calculaba el tamaño y profundidad del ombligo de la joven,
Juvenal tomaba la perla con sus manos cubiertas por los
guantes quirúrgicos para colocarla en la cavidad umbilical
de Paula. ¡Tan fascinante fue la sorpresa de ambos médicos
al ver que la perla calzaba perfectamente en el ombligo de
la señorita Contreras, que tuvieron que contener momen-
táneamente su gran alegría mientras daban por concluida
la exitosa praxis médica poniendo de pie a Paula y cerrando
su blusa!. Cuando todo acabó Yesenia y Juvenal corrieron
a informar a Don José Joaquín y a Don Ricardo sobre
las excelentes noticias de la exitosa intervención médica.
Ambos políticos, por respeto al hospital que para muchos
es un templo, debieron contener de manera algo brusca su
reacción de júbilo. Una vez afuera la paciente fue tanta la
alegría que los cinco se abrazaron de satisfacción, para lue-
go despedirse de los médicos Yesenia y Juvenal.
Al día siguiente, las lecciones comenzaron y el Centro
Educativo San Francisco se iluminó con la presencia res-
plandeciente de la señorita Paula Contreras. Una vez dentro
del salón de clase fue imposible no hallar a Marco Antonio,
quien siempre destacaba por su distinguida puntualidad.
Moisés Marín Bonilla
76

Al ver a su maestra la señorita Paula Contreras, vio cómo


de ella irradiaba el brillo resplandeciente que fue a parar
a ojos, oídos y tacto de Marco Antonio causándole el tan
deseado efecto tal y como lo había profetizado Monseñor
Bernardo Augusto Thiel.
Ese mismo día, en ese preciso momento la condición
de autismo abandonó totalmente a Marco Antonio quien
había dejado de ser diferente, volviéndose igual a los demás
compañeros y disfrutando de manera igual de la fascinante
metodología didáctica de la señorita Contreras.
Un año más tarde, en 1892 Don Ricardo Jiménez
Oreamuno abandonó el cargo de presidente de la Corte
Suprema de Justicia, tal y como se lo había anticipado al
presidente Don José Joaquín Rodríguez; sin embargo otras
fueron las causas que lo llevaron a dejar la presidencia de la
Corte Suprema de Justicia.
La Federación colapsada

I nestabilidad, un vocablo algo fácil o quizás algo com-


plejo de explicar si nos referimos a las latitudes ístmicas
que, a inicios del siglo XIX se encontraban dejando de
ser el Virreinato de Nueva España y la Capitanía General
de Guatemala. Agustín de Iturbide no bajaba la hoja de
su espada tras las encarnizadas luchas contra las fuerzas
insurgentes. Guardián del Plan de Iguala y enemigo de
la Constitución de Cádiz, este criollo hombre de armas
asumió como garante de las tropas realistas en su lucha en
favor de la Corona. Combatiendo a filo de sable contra
Vicente Guerrero, no descansó ni desistió de pelear contra
las fuerzas independistas en especial contra los ejércitos
rebeldes de la Sierra Madre del Sur. Corría el año 1821 y
por fin Iturbide vio la derrota y la aniquilación de las fuer-
zas realistas. ¿Darse por vencido?, ¡jamás! -sería el grito
de implacabilidad que el muy pronto monarca imperial de
México emitiría con la misma voz en cuello y pulmón con
la que diera el Grito de Dolores el religioso Miguel Hidalgo
y Costilla ese 16 de septiembre de 1810. Sin embargo el
sabor de la derrota realista era inevitable en el paladar de
un criollo novohispano quien un año más tarde fuera pro-
clamado emperador durante un 18 de mayo en el que dos
meses más tarde le sería puesta la corona imperial que lo
haría llamarse Agustín I.
Moisés Marín Bonilla
78

Como siempre suele ocurrirles a los personajes ambicio-


sos de gloria y poder, se llenó de enemigos de manera muy
temprana. Antonio López de Santa Anna sería uno de ellos
cuyo detonante poder hizo revivir a los antiguos insur-
gentes fieles a las ideas republicanas y no simpatizantes
del régimen monárquico-imperial se levantaran en armas.
El Plan de Veracruz no estaría nada mal -se decía López
de Santa Anna. -Nosotros pensamos que el Plan de Casa
Mata tiene un potencial mucho más efectivo a la hora de
ocasionar el derrocamiento de todo tirano -le proponían
los republicanos a Antonio López de Santa Anna. ¡Sea!
-exclamó este último -lo importante es deshacernos de esa
égida de antipatía que nos está gobernando imperialmente.
Y en efecto las fuerzas opositoras no le dieron oportunidad
de seguir reinando, debido a que la superioridad de éstas
era evidente por encima de las tropas leales a Iturbide quien
no vio más alternativa que la abdicación y su exilio en
Europa, realidad que fue aprovechada por el Congreso para
declararlo traidor y enemigo estatal. Tal era la astucia de los
miembros del Congreso, que evitaron que sus planes fueran
dados a conocer públicamente, relegando a la condición de
secreto la desleal trama contra el emperador exiliado quien,
ni en el momento de su muerte, llegaría a ser enterado de
dicha intencionalidad en su contra. Un año de exilio, de
exilio en la Europa post-bonapartista bastó suficiente para
emprender Iturbide el regreso a México y declarar estado de
ocupación y reconquista en ese mes de julio de 1824 en el
que el puerto de Tamaulipas sería testigo de su desdichado
desembarco que le depararía un arresto inmisericorde que
le conduciría directamente a una muerte de fusilamiento
que un pelotón simpatizante de la ideología republicana,
ya le esperaba ansiosamente.
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
79

II
Cuatro años de efervescencia política y militar. El cua-
trienio comprendido entre 1821 y 1824 era dominado
por la indecisión y la incertidumbre para el mundo íst-
mico, el cual experimentaría las más convulsas reaccio-
nes ocasionadas en lo que recientemente dejara de ser la
Capitanía General de Guatemala. La heterogeneidad de
intereses y el desacuerdo entre las partes componentes del
istmo comprendido entre Chiapas y Tehuantepec hasta la
olvidada, baladí y pobre provincia de Costa Rica consti-
tuían la evidente conflictividad de un universo político
y cultural dividido. El Chiapas mexicano y el Soconusco
salvadoreño ansiaban sumarse al Plan de Iguala ideado por
Iturbide; no obstante el 8 de abril de 1823 dicho plan tuvo
la desdicha de conocer su derogación, luego de celebrarse
elecciones para el nombramiento de quienes redactarían la
Constitución Centroamericana el 29 de dicho año.
La esperanzas de volver a renacer para el Imperio mexica-
no se habían deshecho y éste ya no se levantaría jamás con
las intenciones que abrazara Agustín de Iturbide durante los
tres o cuatro años del ejercicio de su gobierno monárquico.
Corría el año de 1824, luego de que el Dr. Matías
Delgado se encontrara en su despacho una tarde del mes de
diciembre de 1823 redactando los lineamientos que serían
las Bases de la Constitución Federal, unos meses después
de dejada la presidencia por Delgado y tras la sucesión de
frecuentes juntas y reuniones, en las postrimerías de 1824
(precisamente el 22 de noviembre) se estableció por fin la
Constitución de lo que se conocería como la República
Federal de Centroamérica. Un Segundo Triunvirato com-
prendido entre 1823-1825 gobernaría la franja ístmica
comprendida desde el Estado mexicano de Chiapas, hasta
Moisés Marín Bonilla
80

Costa Rica. Segundo Triunvirato conformado por tres


representantes del Triángulo Maya: el Hondureño José
Cecilio del Valle, el guatemalteco Tomás Antonio O’Horán
y Arguello y el militar salvadoreño Manuel José Arce.
Este último se convertiría en el primer Presidente de la
República Federal de Centroamérica, federación a la que
también se le conocería por muchos como las Provincias
Unidas del Centro de América.
A pesar de su temple férreo como militar, no dejaba de
lado su carácter sereno y centrado en esa cordura que no
caracteriza a muchos de los que ejercen el poder por las
armas. Una vida dura y no fácil le había correspondido
desde su juventud como prócer de la independencia de
su amado El Salvador. Entre las actividades independistas
en las que mayormente figuró su participación se había
destacado el primer Grito de Independencia que diera en
San Salvador el 5 de noviembre de 1811, lo que le granjeó
tres años de prisión como presidiario político entre 1815
y 1818; no era posible enviar al olvido aquella actitud
enemiga y adversaria en contra del Imperio mexicano del
monarca Agustín de Iturbide, de quien se había declarado
no simpatizante acérrimo, lo que le llevó a realizar todo lo
posible para que su El Salvador jamás pasase a formar parte
de dicho imperio.
Una vez lograda su elección como primer presidente de la
República Federal Centroamericana en 1825. Los liberales
han sido mis leales funcionarios en quienes fiar mi manda-
to presidencial -se decía. -Yo, ideológica y honestamente
soy un fiel simpatizante del liberalismo, evidentemente soy
un liberal de raigambre indiscutible -agregaba.
A pesar del apoyo y de la simpatía existentes entre Arce
y los liberales, éstos últimos abandonarían a Arce, ocasio-
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
81

nando que desde 1826 ni el Congreso ni los senadores vol-


viesen a sesionar. Viendo puestas en juego sus aspiraciones
liberales, Arce no lo pensó dos veces en recurrir al Clero y
asumiendo una actitud adversa a la siempre mostrada recu-
rrió a los Conservadores en busca de apoyo, luego de haber
sido ideológicamente su oponente.
Corría el año de 1827 y Centroamérica se encontraba en
guerra civil. Para colmo el Estado de Chiapas no hacía poco
tiempo que ya se había separado de la República Federal
Centroamericana, lo cual era señal de desventaja para la
composición de la Federación Centroamericana.
A Arce le correspondía asumir las armas y el desempeño
militar. No dudó en enviar al Coronel José Justo Milla a
combatir en el Segundo Batallón en Santa Rosa de Copán
en Honduras. Los habitantes de Santa Rosa de Copán eran
leales a su Honduras y decidieron denegar todo apoyo a
Milla, abandonándolo a su suerte e incorporándose a las
fuerzas del General Francisco Morazán Quesada.
Los establecimientos tabacaleros son nuestro principal
objetivo -les decía Milla a sus soldados. -Si queremos
derrocar a Dionisio Herrera, antes debemos encargarnos
del resguardo de los establecimientos tabacaleros –agregaba.
No se hicieron esperar las reacciones guatemaltecas del
Jefe de Estado Herrera, quien enviaría sus fuerzas para ani-
quilar la invasión salvadoreña encabezada por un Coronel
hondureño al servicio del Presidente de la Federación
Manuel José Arce. Me parece extraño -decía Herrera-
que un hondureño se coloque a favor de un Jefe de Estado
salvadoreño (esto debido a que Dionisio Herrera no veía en
Arce la figura del Presidente Federal, sino la de un Jefe de
Estado salvadoreño). Esto no lo pienso tolerar y enseguida
Moisés Marín Bonilla
82

enviaré mis tropas para aniquilar la osadía y el atrevimien-


to del Coronel Milla, debido a que no dudaré en ahogar
en sangre tamaña invasión irrespetuosa de toda soberanía
estatal.
De nada sirvió la estrategia anti-invasora de Herrera, pues
el coraje y el valor evidenciados por Milla y sus hombres
puso en claro la superioridad de las fuerzas invasoras, las
cuales no tardaron en apresar y arrestar a Dionisio Herrera,
quien permaneció tras las rejas guatemaltecas hasta 1829.

III
Para Arce no era fácil gobernar. Cuando las ideas libera-
les y anticlericales asumieron el poder de manera férrea fue
elegido presidente José Francisco Barrundia, como sucesor
de Arce; éste arrepentido de haber pactado con el Clero y
los Conservadores hizo la entrega de la banda presidencial a
Barrundia. El estado anímico de Arce expresaba solamente
gestos lamentables. Un semblante entristecido y saturado
de apatía se había apoderado del rostro de un Manuel José
Arce resignado por el caos generado dentro de la República
Federal Centroamericana debido a la testarudez de los gru-
pos poderosos de las cinco repúblicas conformadoras de la
Federación, los cuales velaban solamente por los intereses
nacionales de cada república del Istmo. El individualismo,
la insensibilidad, el egoísmo y el ansia de poder comen-
zarían a generar grietas y brechas dentro de la estructura
gubernamental de la Federación.
Después de ti, ¿quién? -le preguntaba Arce a Barrundia.
Sabes que cuento con el caudillo más poderosamen-
te instaurador del orden dentro del Istmo -le reprochó
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
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Barrundia. -Sin duda alguna, Francisco Morazán Quesada,


General Hondureño quien instaurará por la dureza del filo
de su sable el orden y los oligarcas individualistas lamenta-
rán haber asumido las conductas que hasta el momento se
han asumido dentro de nuestra Centroamérica.
Una sonrisa de malicia se dibujaba en los finos labios del
perfilado rostro de Morazán, rostro cuya mandíbula era cer-
cada y cerrada por una barba regularmente tupida, producto
del masivo crecimiento de sus patillas. No tardaría Morazán
en asumir el mandato gubernamental de la República
Federal, pues ya rondaba el año 1830, momento en el que
Barrundia dejaba su breve periodo de mandato, para entre-
garlo al imponente General Francisco Morazán Quesada.
¡Caballeros! -exclamó Morazán. -en la carrera guber-
namental no todo es armas y guerra, de manera que no
consiento que me vean como un mero caudillo castrense
en mi totalidad que resuelve todo dilema con la fuerza de
las armas, fuerza que no siempre resulta efectiva, sino que,
en muchas ocasiones lleva al caos dentro de todo tipo de
Estado. Como pueden ver, mis insignes colaboradores y
respetables opositores, soy un distinguido artífice de las
ideas ilustradas y evidentemente le apuesto más a la pluma,
a la tinta y al papel que a las armas. Mi pensamiento liberal
es profundamente basado en principios filosóficos de la
Ilustración. Esto último será lo que dé origen a la redacción
de mis reformas y evidentemente me destaco más en mi
despacho sobre mi escritorio redactando y reflexionando,
que en el campo de batalla combatiendo.
Estas palabras le granjearon la fe de todo un visionario y
pensador por los miembros de su partido.
Moisés Marín Bonilla
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IV
Largas horas por las noches, al lado de un candelabro que
apagaba al llegar la medianoche. Esa era la rutina redac-
tora de los escritos político-liberales que un redactor de
la pluma y tinta del calibre de Francisco Morazán asumía
para dar por listas durante cada noche todas y cada una de
sus reformas de tendencia liberal. Una taza de café oscuro,
como las montañas del Cerro de la Muerte, era lo que lo
mantenía despierto hasta la medianoche. Momento en el
que apagaba su vela de candelabro y recurría a su lecho a
rendirse ante el dulce sueño deparador.
Reformas, pero reformas de corte anticlerical, tendien-
tes a despojar del poder a los criollos conservadores y su
partido de tendencia conservadora; fortalecer la educación
quitándole hegemonía clerical; proclamar la libertad de
prensa y su circulación; la libertad de credos; la separación
Iglesia-Estado; la abolición del diezmo y la limitación del
poder del clero secular. Sin embargo el general Morazán
no esperaba todo el peligro que esto le ocasionaría y los
numerosos enemigos saturados de descontento que algún
día de esa década de 1830 emergerían como monstruos de
las profundidades de algún océano, para luego marchar en
su contra. De enemigos que le harían la vida imposible,
quizás hasta acabar con su poder y su derogación como
mandatario.
Sin percatarse del enjambre de enemigos poderosos que
estaba ocasionando con sus reformas liberales, se proyectó
hacia la promulgación de dichas reformas y en su primer
periodo de gobierno comprendido entre 1830-1834 hubo
guerra civil y sin percatarse del poder que aún poseía el
clero, en un inicio le tuvo sin cuidado cualquier brote de
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
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levantamiento en su contra, pero ya era demasiado tarde.


Los líderes clericales, aprovechando la situación eferves-
cente de la guerra civil, echaron mano de su influencia en
contra del General Morazán y de los liberales. En 1832 no
tardó en estallar otro descontento en El Salvador. El Jefe de
Estado salvadoreño José María Cornejo se había rebelado
contra de los decretos federales emitidos por Morazán. ¡Yo
soy el Jefe de Estado de manera incuestionable!—exclamó
Cornejo.
¡Es una manera despótica e implacable la que asume
Cornejo! -sentenció Morazán. -No se salvará de una
incursión de mis tropas federales -desafió. Y asumiendo un
temple que le daba la facultad de actuar como comandante
en jefe, encaminó sus tropas federales hacia El Salvador. Le
daremos una derrota que le ocasionará una caída estrepi-
tosa -declaró. -Su prepotencia me ha obligado a asumir
la fuerza de las armas, pero una vez derrotado sé que se
retractará de su soberbia. El día 14 de marzo de 1832 los
federales le propinaron a Cornejo una cruenta derrota en
la que éste último se vio obligado a capitular, rendición
aprovechada por Morazán para ocupar San Salvador.
Dos años más tarde, en 1834 concluiría el mandato de
gobierno de Morazán, lo que dio paso a la convocación a
elecciones que se celebrarían con el fin de elegir un nuevo
mandatario.
Un breve periodo de tan sólo un año, quizás menos fue
el asignado al Vicepresidente salvadoreño José Gregorio
Salazar; una vez más se asomaron los procesos electorales
en los que ganaría la contienda el conservador hondureño
José Cecilio del Valle, pero la muerte que no se detiene ni
respeta a quien toma, le sorprendió en Guatemala el 2 de
marzo de 1834. Una luctuosa confusión por la muerte del
Moisés Marín Bonilla
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prócer hondureño ocasionó el regreso electoral de Morazán


al poder presidencial federal para que fuese ejercido entre
1835 y 1839.
Un correo de posta llegó con un telegrama a las manos
de Morazán quien dio unas cuantas monedas al mozo del
coche tirado por caballos, quien era el repartidor de la
correspondencia.
Al comenzar a leer Morazán llegó al conocimiento de
la novedad de saber que, debido al auge del poder de los
liberales en El Salvador, el mandatario federal se veía en la
obligación de trasladar la capital del gobierno federal a la
ciudad de San Salvador ese mismo primer año de su segun-
do mandato.

V
Dos años de gobierno que luego fueron sorprendidos por
la epidemia del cólera que causaría estragos en los indígenas
guatemaltecos quienes se levantaron furiosos en armas para
comenzar un ataque que aniquilaría a la población criolla y
quemaría sus viviendas. Una situación alarmante que hizo al
Gobernador guatemalteco Mariano Gálvez acudir a Morazán
por ayuda. Esta actitud reflejaba la gran simpatía que Gálvez
sentía hacia Morazán por ser partícipe de sus ideas liberales
y por compartir su ideología de manera semejante.
Pero era evidente que Morazán había llegado demasiado
tarde, pues Gálvez había abandonado la jefatura del Estado.
Con voz de desesperación Morazán comenzó a llamar y a
buscar a Mariano Gálvez en vano, ya que éste había desa-
parecido del escenario gubernamental.
Ja, ja, ja, ja, ja, ja -irrumpieron unas carcajadas detrás
del erguido cuerpo de Morazán. -Habéis venido a buscar
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
87

a un amigo y resulta que habéis encontrado a un archiene-


migo -le increpó Rafael Carrera Turcios. -Por si no te das
cuenta, yo soy el nuevo caudillo que dirigirá los destinos de
Guatemala. Mi ideología conservadora hará que el orden
retorne al Istmo. Si te sujetas a nosotros, te concederemos
la presidencia vitalicia y los poderes suficientes para enfren-
tarte a mí en un combate de sables...¡¡¡Desenvaina!!! -fue
el fuerte grito de desafío que saliera de entre las cuerdas
vocales de Rafael Carrera.
¡Me rehúso! -fue la decisión asumida por Morazán.
-¡La hora de deponer las armas ha llegado para ti, Rafael!
-replicó Morazán.
¡Jamás me daré por vencido ante ningún energúmeno
liberal de la talla del General Francisco Morazán Quesada!
-fue la contundente respuesta de Carrera.
Ambos caudillos desenvainaro n sus afiladas hojas y tra-
baron un combate de sables que culminó en el momento
en el que Morazán hizo dar un traspié a Carrera, lo que
ocasionó que a éste último se le desprendiera la espada de
su mano.
¡Ahora sé que no escaparás, insurrecto insensato y rebel-
de! -le desafió Morazán.
Carrera, viéndose reducido a la impotencia salió corrien-
do y en un abrir y cerrar de ojos montó sobre su brioso cor-
cel y a galope tendido escapó a toda prisa de un Morazán
quien no pudo darle alcance. Tiempo después Carrera sería
derrotado y perseguido implacablemente por Morazán en
repetidas ocasiones.
Moisés Marín Bonilla
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VI
Era el año 1838 y Morazán gobernaba sus últimos años
presidenciales sobre una federación agónica. El 1 de febrero
de 1839 tocaba el fin del segundo mandato presidencial de
Morazán. Con un Congreso disuelto, y sin bases para nom-
brar mediante elecciones un sucesor de Morazán.
La muerte de la Federación Centroamericana era la
cruenta realidad de ese entonces. Una vez más los defectos
habían triunfado sobre las virtudes, lo cual significó la cau-
sa en general de la desintegración de la Federación.
Pero ese no era el fin de su mundo de poder para
Morazán, quien se había convertido en Jefe de Estado de
El Salvador, situación que no pudo contener los avances
de Carrera quien le diera las más implacables manifes-
taciones de belicosidad y de toma de rehenes, a pesar de
todo Morazán no dejó de combatir hasta el final, un final
caracterizado por la astucia de Carrera, quien le tendiera
una trampa en la que caería de manera fácil.
¡Habéis caído en las garras de lo que tenía preparado para
ti! -le increpó Carrera. -Has sido vencido y derrotado -le
decía. -Pensaste que el resultar victorioso en la Batalla de
San Pedro Perulapán te daría la victoria segura y definitiva
en esta guerra, pero no fue así. Pensaste que sería tan fácil mi
querido General hondureño, pues erraste y ahora sabes que
ganaste esa simple batalla, mas perdiste la guerra contra mí.
Una victoria definitiva en la guerra, sí, Rafael Carrera
no había ganado la batalla, había ganado la guerra, situa-
ción que hizo huir a Morazán y a algunos de sus hombres
sobrevivientes rumbo hacia El Salvador donde el 4 de abril
Cuentos de Mesoamérica y del Istmo Centroamericano
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de 1840 el General Morazán declaraba ante una junta de


notables la evacuación definitiva del territorio salvadoreño.

VII
Un exilio en Perú sería el destino de un Morazán que se
había convertido en el blanco de toda clase de insultos y
calumnias emitidas desde los sectores conservadores, todo
lo cual incluía las amenazas de Carrera y sus hombres.
Una brusca interrupción hizo que el exilio no fuese
concluido: los británicos habían desembarcado en La
Mosquitia, con el objetivo de intervenir en la zona fronteri-
za ubicada entre Honduras y Nicaragua. Una amenaza para
la soberanía del Istmo era el significado de aquel desem-
barco británico. Morazán no escatimó en abandonar Perú
para dirigirse al Istmo, ya que además era seducido por los
enemigos del Jefe de Estado costarricense Braulio Carrillo,
quienes le ofrecían la oportunidad de gobernar el Estado
de Costa Rica.
Morazán sentenció a Braulio Carrillo a la fuga y huida
luego de haberle declarado la guerra a dicho Jefe de Estado
costarricense. La resistencia puesta por las fuerzas de
Carrillo era sumamente vulnerable. Una vez gobernando el
Estado costarricense le prometió al pueblo de Costa Rica
devolverle la libertad; pero en vano fue la propuesta debido
a que muy entrado el año 1842 el General Morazán había
caído en el descrédito que el traicionado pueblo costarri-
cense le granjeó luego de poner en claro que la presencia
de Morazán en Costa Rica generaría las más cruentas hos-
tilidades entre los Estados del Istmo.
Moisés Marín Bonilla
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El territorio de Alajuela se convertía en 1842, durante el


día 11 de septiembre, en el brutal escenario de un levanta-
miento popular en contra de Morazán, quien no dudó de
fiarse de su amigo Pedro Mayorga…pero…¿es esta la clase
de amigos que son realmente amigos, o es de quienes se
dicen ser amigos por mero interés o mera conveniencia con
miras a la obtención de algún provecho por parte de quien
de ellos se fía?. Pedro Mayorga le pagaría deslealmente a
Morazán con una traición imperdonable al brindarle su
apoyo a los enemigos de Morazán, quien sería capturado y
fusilado junto con el General Villaseñor.
Hacía tres años que la República Federal Centroamericana
había dejado de existir…
Epílogo

D iego Vigil y Cocaña, un débil hondureño que


gobernaría el final de una agónica Federación
Centroamericana vio cómo a inicios de su brevísimo
gobierno en 1838, Nicaragua, Costa Rica y Honduras
abandonaban la Federación para luego hacerlo Guatemala
el 17 de abril de 1839, quedando un El Salvador como
único miembro de la Federación Centroamericana, un
El Salvador solitario y abandonado a su suerte, suerte
tan desfavorable que haría que el 31 de marzo de 1840
El Salvador acabara disolviendo esa gran conformación
de Estados federados que surgiera poderosísima luego y
de manera repentina de las ruinas del final del Imperio
mexicano de Su Majestad Agustín I Iturbide, para luego
durar más de diez años, pero menos de veinte, un lapso
cronológico de cuyo final sería testigo su último y débil
gobernante Diego Vigil y Cocaña.
Este libro se terminó de imprimir en los
Talleres Gráficos de Litografía e Imprenta Grafos S.A.
En el mes de abril de 2018.

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