Ver de selva

La construcción de imágenes de la selva para el

turismo en Misiones y los sentidos de
pertenencia mbyá guaraní

Jacqueline Brosky30

Explicamos ya muchas veces lo necesario que son para nuestra vida, la de

nuestros hijos y sus hijos, la tierra el monte y el agua (…) Es el monte quien
nos da alimento, abrigo, remedios y sobre todo la seguridad de permanencia
de nuestra cultura.

Tercer Manifiesto de Pindo Poty.

                                                                                                               
30 Profesora en Antropología Social y Becaria de Maestría en Antropología

Social de la Universidad de Buenos Aires. Tesis en Desarrollo “Procesos de

patrimonialización de prácticas musicales mbyá guaraní en contextos
turísticos en Misiones”.

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Las imágenes pueden ser utilizadas para muchos fines y de
muchas maneras. Lo cierto es que siempre son construidas, a
la vez que construyen, crean, transforman y condicionan
nuestra manera de percibir la realidad. Esta capacidad
performativa de la imagen produce, junto a los discursos con
los que se entretejen, consecuencias en las expectativas que
tenemos de ciertos objetos, sujetos, espacios o paisajes.
Los paisajes son concebidos como objetos dignos de ser vistos
desde afuera, desde una posición estratégica privilegiada para
apreciar esa imagen de un modo estético (Cosgrove, 2002).
Esta foto paisajística de la Reserva de Biosfera Yabotí, fue
tomada por mí en el contexto de mis viajes a Misiones para
realizar trabajo de campo con comunidades mbyá guaraní. El
impacto de la magnitud de la selva fue lo que disparó en mí la
motivación de plasmar la imagen. Y, como a mí, la magnitud de
este paisaje también ha atraído la atención de otros viajeros y
turistas, que a su vez han tomado sus propias fotografías, en la
ilusión de poseer esa realidad, de consumirla, conservarla y
acumularla a través de su imagen, de dar cuenta y acercar la
experiencia de lo exótico, considerada inaccesible, perecedera,
o remota.
Aunque no sea posible poseer la realidad a través de una
imagen, la imagen (y en particular la fotografía) contiene el
poder para construir, redefinir y controlar esa realidad, para
adjudicar significados a los objetos, espacios, prácticas y
acontecimientos, visibilizarlos y convertirlos “interesantes”
para determinados sectores. Así las imágenes permiten
instaurar modos autorizados/desautorizados de mirar y
construir sentidos (o resistirlos). Su eficacia radica en su
capacidad para acaparar rápidamente la atención y transmitir
una idea de manera sensible.
La utilización de imágenes de la selva misionera ha
contribuido a la construcción de un imaginario geográfico para
concebir este espacio. Aunque estas formas de ver y apreciar o
valorar el paisaje se nos presentan como naturales, son una
habilidad aprendida en el contexto histórico sociocultural, ya
sea a través de la educación, la experiencia de los museos, la
familiaridad con la televisión, el goce lúdico del cine, el uso de
Internet, la consulta de guías de viajeros etc.
En el transcurso de la historia, la selva misionera o selva
paranaense ha sido percibida de diferentes maneras por el
estado nacional argentino. Durante el siglo XIX, este espacio
fue concebido como una frontera o límite para el proyecto
modernizador de la nación, un espacio “virgen” y amenazador,
opuesto a la civilización, que debía ser colonizado con
población de origen europeo. Bajo un paradigma que establecía
una dicotomía radical entre naturaleza y cultura, la selva era
vista como algo negativo, vinculado al orden de lo salvaje, en
donde las imágenes de la población indígenas se presentaban
como entidades inseparables de esta frontera a derribar.

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En las últimas décadas, la vinculación del paisaje con la
naturaleza y la conservación ha desempeñado un papel muy
importante en la valorización del territorio nacional, plasmado
especialmente en la designación de áreas protegidas como
parques o reservas.
Más allá de la preocupación por la preservación de su flora y
de su fauna, es su valor paisajístico y espectacularidad visual
lo que ha atraído al público a visitar estas áreas como modo de
dispersión. Sin embargo, lejos de la falta de conflictos, estas
áreas han presentado controversias desde su conformación
por contradecir y excluir, con la imposición de sus políticas de
uso, los intereses de los habitantes del territorio en que se
ubican.
En la actualidad las imágenes emblemáticas que corresponden
al imaginario de la selva misionera se encuentran vinculadas a
discursos conservacionistas referidos a la “naturaleza” y
“ecología” del espacio y a políticas patrimoniales y turísticas
que buscan instalar la región litoraleña como un destacado
destino para hacer turismo en Argentina.
Aunque nunca hayamos visitado la selva misionera, podemos
hacernos “una idea” de este paisaje a través de las imágenes
que circulan de este lugar, de ese imaginario social y
geográfico cuya construcción conlleva en su interior las
relaciones de poder para crear y disputar significados.
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Si contextualizamos y problematizamos la imagen que se
construye de la selva misionera desde los discursos oficiales
nacionales y provinciales, así como desde proyectos turísticos
privados o de Ongs, debemos analizar cómo se exhibe este
espacio, qué se selecciona y omite a través de la difusión de
diferentes registros visuales (fotografías, postales, guías,
revistas, folletería, descripciones, mapas, logos, páginas web) y
qué significado le otorgan a ese territorio los sectores
involucrados.
Las imágenes turísticas de la selva misionera nos acercan
discursos visuales sobre el referente geográfico al que remiten;
anticipan los lugares a visitar y lo que se espera encontrar o
experimentar al momento de visitarlos. Estas imágenes
construidas, junto con las descripciones, las actividades y los
atractivos que se señalan, o incluso junto a materiales no
estrictamente turísticos (como documentales, programas de
televisión, videos y fotos en Internet, etc.), refuerzan la idea e
interés sobre el lugar, motivan la realización de estos viajes y
moldean la mirada turística, la lectura que “deben hacer” de
los lugares y las formas de visitar, recorrer, mirar y
fotografiar el espacio. También tienen un rol fundamental en la
construcción de atractividad, (Troncoso, 2013) en la
conformación de los lugares como destinos turísticos y en la
definición de un tipo de turismo particular, como podría ser el
“ecoturismo”.
El negocio de la observación lleva a que los paisajes “naturales”
sean promovidos como espectáculos, acercándonos sus
imágenes como forma de marketing. Con el fin de ofertar
entretenimiento, se nos muestra un paisaje, que en su vínculo
con la naturaleza, oculta visualmente los conflictos sociales
involucrados a ese espacio, al igual que oculta que esa imagen,
ese paisaje, es una construcción caracterizada por una forma
determinada de ver, definir, percibir e imaginar ese espacio
geográfico.
A su vez estas imágenes turísticas también funcionan como
modelos que el lugar debe imitar o reproducir. Los destinos
deben parecerse a las imágenes. Se los debe adaptar en función
de aquello digno de ser consumido, invisibilizando los aspectos
que no coincidan con este consumo. Así se generan
transformaciones en el lugar: surgen nuevas construcciones,
señalizaciones y se incrementan los intereses inmobiliarios,
creando conflictos respecto a los usos, ocupación y apropiación
del territorio. Los elementos seleccionados en las imágenes
denotan los intereses de los productores como de
consumidores de estas imágenes, en su mayoría población
urbana interesada en los espacios rurales a los que acceden
primero a través de estas imágenes y luego a través de viajes.
En los últimos años el interés que se ha puesto en el patrimonio
cultural indígena llevó a que se promocionen, junto con
imágenes de la selva misionera, manifestaciones de uno de los
pueblos indígenas reconocido en este territorio por parte del
estado nacional y provincial. Así, junto con este paisaje natural
y con discursos que reivindican la armonía y la conservación
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de la naturaleza, se promocionan como atractivos turísticos
prácticas culturales vinculadas al patrimonio del pueblo mbyá
guaraní, sus músicas, artesanías, y comunidades. Por lo
general, estas imágenes y discursos promueven una idea
atemporal y estereotipada de esta población.
Las imágenes emblemáticas de Misiones- que incluyen además
de las famosas “Cataratas de Iguazú”, las Ruinas de las
misiones jesuitas, los Saltos de Moconá, la tierra colorada, la
imponencia de la verde selva- se conjugan ahora con imágenes
de prácticas culturales mbyá guaraní (artesanía, música, caza)
con el fin de caracterizar a este pueblo por su ancestralidad y
su exotismo cultural.
Estos paisajes, al remitir a determinadas identidades étnicas y
a sus vínculos con el territorio, regulan y ordenan las
relaciones sociales. La selección y la difusión de las imágenes
va construyendo imaginarios y maneras de ver al territorio
misionero y a la población mbyá que lo habita. Sin embargo
estos imaginarios no siempre concuerdan, o incluso están muy
alejados, de lo que el territorio y la selva son comprendidos por
las comunidades mbyá guaraní.
Las políticas gubernamentales y los proyectos turísticos
mantienen un imaginario hegemónico de la selva, cuya lógica
de relación con el ambiente es muy diferente a la que han
sostenido y sostienen los mbyá-guaraní. La selva significa para
los mbyá el teko ́a, término que no solo refiere al asentamiento
y a las formas tradicionales de obtención de recursos sino
también a un modo de vida fuertemente vinculado y
posibilitado por el territorio selvático. Este pueblo concibe la
selva como una continuidad entre los seres vivos y las
entidades espirituales invisibles. La pertenencia a este
territorio es considerada como un mandato divino, un
elemento fundamental en la identidad mbyá guaraní y un
refugio para evadir la imposición de la sociedad envolvente.
Saben que el deterioro del monte acarrea fuerte riesgos para la
posibilidad de reproducción de sus formas de vida. Es por esto
que las comunidades encontraron en los discursos
conservacionistas y organizaciones ambientalistas un terreno
político común- aunque no sin asperezas- para reivindicar su
pertenencia al territorio.
La actual construcción de imaginarios de la selva misionera
valoriza la naturaleza como su principal aspecto positivo,
como el último remanente de selva paranaense que debe ser
cuidado. Tristemente, la posibilidad de su deterioro la
convierte en objeto digno de observación previo a su
desaparición. Sus imágenes remiten siempre a la imponencia
de un espacio verde en donde abunda el agua. A veces en
relación a la cultura mbyá guaraní, estereotipada como una
cultura más cercana al orden de lo “salvaje”. Lo que no se
muestra en las imágenes turísticas son las disputas por el
derecho al territorio y los conflictos que atraviesan esas
poblaciones indígenas vinculadas de manera “armónica” como
parte de este paisaje. Para romper con esta mirada, y así ver
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de cerca los sentidos y reclamos de las poblaciones de este
territorio, debemos escuchar sus voces, que sean sus propias
palabras las que también puedan hablarnos de la imagen.
Bibliografía
COSGROVE, D. (2002) Observando la naturaleza: El paisaje y
el sentido europeo de la vista. En: Boletín de la Asociación de
Geógrafos Españoles, 34 (pp. 63-89).
LOIS, C. y HOLLMAN V. (2013) Introducción. En: Lois, Carla y
Verónica Hollman, V. (Coord.). Geografía y cultura visual: los
usos de las imágenes en las reflexiones sobre el espacio (pp.15-
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En: Mirzoeff, N. Una introducción a la cultura visual (pp. 17-
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SONTAG, S. (1973 [2005]), Sobre la fotografía. Alfaguara,
Buenos Aires. El mundo de la imagen” (pp.213-252).
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construcción de la mirada del turista y las imágenes que
promocionan la Quebrada de Humahuaca. En: Lois, Carla y
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WILDE, G. (2005). Imaginarios contrapuestos de la selva
misionera. Una exploración por el relato oficial y las
representaciones indígenas sobre el ambiente. En G. Alvarado
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AméricaLatina. (pp. 123- 225) Buenos Aires: Clacso.

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