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FABÚLA

La fábula es un texto narrativo, en ella se relata una historia ficticia, escrita en prosa o en verso, que
proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

Están compuestas de las siguientes partes: inicio, nudo, desenlace y moraleja. Estos personajes son
divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.

FABÚLA

La fábula es un texto narrativo, en ella se relata una historia ficticia, escrita en prosa o en verso, que
proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

Están compuestas de las siguientes partes: inicio, nudo, desenlace y moraleja. Estos personajes son
divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.

FABÚLA

La fábula es un texto narrativo, en ella se relata una historia ficticia, escrita en prosa o en verso, que
proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

Están compuestas de las siguientes partes: inicio, nudo, desenlace y moraleja. Estos personajes son
divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.
FABÚLA

La fábula es un texto narrativo, en ella se relata una historia ficticia, escrita en prosa o en verso, que
proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.

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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
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que a menudo suele aparecer al final del texto.

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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.

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personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.

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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

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divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

Están compuestas de las siguientes partes: inicio, nudo, desenlace y moraleja. Estos personajes son
divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.

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proporciona una enseñanza o consejo moral. Sus personajes a menudo son animales que actúan o
personifican seres humanos. Su principal propósito es dejar una enseñanza y lo hace a través de la moraleja
que a menudo suele aparecer al final del texto.

Están compuestas de las siguientes partes: inicio, nudo, desenlace y moraleja. Estos personajes son
divertidos, traviesos, amables, egoístas o valientes y generalmente están envueltos en una situación compleja
o se enfrentan a un desafío único que activa la imaginación de los niños.
Cuentan que había un perro muy pesado y
maleducado, que no desaprovechaba la
ocasión para morder a toda persona que
pasase cerca de él.
Apenado y para evitar males mayores, su
dueño optó un día por colocarle una
campanilla al cuello, que alertase a todos de la
presencia del can y lo evitasen, para no ser
mordidos.
El perro no comprendió el significado y
objetivo de la campanilla y fue a presumirla a la plaza, donde la hizo sonar con ostentación.
Cerca de él había una perra que le superaba en experiencia y conocimiento y sin pensarlo le comentó:
-¿Realmente no sé cuál es la causa de que presumas tanto? Si es por la campanilla vas listo amigo, pues
no te la han puesto por causa de tus virtudes o buenas cualidades, sino para alertar a todos de tu maldad
y malos hábitos.
Entendido esto el perro bajo la cabeza y nunca más hizo sonar su campanilla con alarde. Comprendió
que había ganado la campanilla por malo, y más que una ganancia era un castigo que debía cumplir,
para resarcir todo el daño que había hecho.

EL DESEO DEL PASTOR

Érase una vez un pastor que se encargaba de


cuidar una manada de bueyes. Un día se
extravió un ternero y él desesperado salió en
su búsqueda recorriendo los alrededores, pero
nada, no pudo hallarlo. Tanta era la angustia
por la pérdida de este ternerito que le prometió
a Zeus que si le decía quién era el
responsable sacrificaría un cabrito en su
nombre.
El pastor continuó buscando y encontró a un
león comiéndose a su ternerito. Cuando vio
quien era el responsable de esto se asustó
muchísimo y levantó las manos exclamando:
– ¡Gran Zeus, sé que antes te he pedido que me muestres al ladrón a cambio de un ternerito; pero ahora
te pido que me ayudes a escapar de este león y te prometo sacrificar un toro!
Moraleja: Los problemas tienen soluciones pero siempre ten presente que al encontrarle, puedes estar
encontrando el siguiente problema.

El congreso de los ratones


Había una vez una familia
de ratones que vivía en la
despensa de una casa, pero
temiendo siempre los
ataques de un enorme gato,
los ratones no querían salir.
Ya fuera de día o de noche
este terrible enemigo los
tenía vigilados.

Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una
asamblea a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de
todos.

El jefe de los ratones dijo a los presentes:

- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una


solución. ¡No podemos vivir así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento-Atemos un cascabel


al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda. El sonido nos
pondrá en alerta y podremos escapar a tiempo.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre
grandes aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque
su campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para
ponerse a salvo.

- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una
cuestión importante: ¿Quien de todos le pondrá el cascabel al gato?
Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy
callados, porque no podían contestar a aquella pregunta. De pronto
todos comenzaron a sentir miedo. Y todos, absolutamente todos,
corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes. Moraleja: Es más fácil
proponer ideas que llevarlas a cabo

EL ÁRBOL QUE NO SABÍA QUIÉN ERA.

Había una vez un jardín muy hermoso en


el que crecían todo tipo de árboles
maravillosos. Algunos daban
enormes naranjas llenas de
delicioso jugo; otros riquísimas
peras que parecían azucaradas de
tan dulces que eran. También había
árboles repletos de dorados melocotones
que hacían las delicias de todo aquel que se llevaba uno a la boca.
El lobo con piel de oveja

Érese una vez un lobo muy


oportunista que encontró una
piel de oveja abandonada en
el campo:
“Con esta piel podré
disfrazarme de oveja,
caminar entre ellas y
hacerlas presa fácil. ¡Qué
gran banquete me voy a dar!”, pensó el malvado.
De esta manera, se colocó la piel sobre el lomo y acto seguido se
dirigió hacia el rebaño.
Ninguna de las ovejas notó su presencia. Todas seguían pastando y
disfrutando del día. ¡Su plan funcionaba a la perfección!
El pastor tampoco advirtió su presencia y llegado el atardecer llevó el
rebaño al corral. El lobo se lamía y relamía pensando en su fabulosa
cena.
Pero antes de cerrar la puerta, el pastor, sin saber de quién se
trataba, apartó al lobo del rebaño para cortarle la lana. ¡Menuda
sorpresa se llevó cuando con el primer Jalón, la piel de oveja cayó al
suelo y dejó al lobo al descubierto! Furioso, el pastor echó al lobo a
palos y este nunca volvió a acercarse a sus ovejas.
Moraleja: Los engaños nunca te harán exitoso.

El pavo real y la
grulla
Érase una vez un pavo real muy
engreído que tenía un plumaje
hermoso como ninguna otra
ave.

Un día, se encontró con una


grulla. El pavo real se burló de
las plumas descoloridas y
apagadas de la grulla e
inmediatamente abrió su colorida cola para que la grulla la admirara.

—Mira mi abanico de plumas— se jactó—, ¡cómo brillan de todos los colores del arcoíris,
mientras que las tuyas son tan pálidas! Yo estoy vestido como un rey.

—Es verdad, tus plumas son más bellas que las mías— respondió la grulla—, pero
gracias a mis plumas puedo volar hasta llegar al cielo, y ver la belleza de la tierra en todo
su esplendor, mientras que tú solo puedes caminar como cualquier pollo.

Moraleja: No menosprecies a los demás pues todos tenemos nuestras propias cualidades.

El hombre, el niño y el burro


Un hombre y su
hijo se dirigían
al mercado en
compañía de un
burro que tenían
en venta. En el
camino se
encontraron con
un campesino
que les dijo:

—Amigos, ¿por
qué caminan si tienen un burro que pueden montar?

Entonces, el hombre montó al niño sobre el burro y siguieron su


rumbo. Pero pronto pasaron junto a un grupo de hombres y uno
de ellos dijo:

—Miren a ese niño tan perezoso, deja que su padre camine


mientras él monta el burro.

Al escucharlo, el hombre bajó al niño y se montó en el burro. No


iban muy lejos cuando pasaron junto a dos mujeres; una de ellas
le dijo a la otra:

—Mira a ese hombre tan egoísta, deja que su hijo camine mientras
él monta el burro.

Abrumado por los comentarios, el hombre pidió nuevamente a su


hijo que se subiera en el burro y ambos continuaron el viaje
montados en el lomo del animal.

No tardaron en llegar al pueblo, y los transeúntes comenzaron a


reírse y señalarlos. El hombre se detuvo para preguntarles de qué
se burlaban, los transeúntes respondieron:

—No les da vergüenza ponerle tanto peso a un pobre burro?


El hombre y el niño se bajaron del burro para pensar qué hacer.
Pensaron y pensaron, hasta que finalmente cortaron un palo y
ataron las patas del burro a él. Cada uno, sujetando un extremo
del palo, levantaron el burro hasta los hombros. Continuaron el
camino en medio de la risa de todos hasta que llegaron al puente
que los separaba del mercado. En ese momento, el burro desató
una de sus patas y le dio una patada al niño haciéndolo soltar su
extremo del palo. En la lucha, el burro voló sobre el puente y fue a
dar al fondo del río.

—Eso les enseñará —dijo un anciano que los había seguido—.


Dejando saber al padre y al hijo la siguiente moraleja…

Moraleja: Trata de complacer a todos y no complacerás a nadie.


El cuervo y la jarra

Había una vez un cuervo sediento que voló durante mucho tiempo
en busca de agua hasta encontrar una jarra con un poco del
preciado líquido. La jarra tenía un largo y estrecho cuello y por
mucho que lo intentara, el cuervo no podía alcanzar el agua con
su pico.
Desesperado, el cuervo pensó en derribar la jarra y tomar el agua
antes de que la tierra la absorbiera, pero la jarra era tan pesada
que no se movía con los intentos del pobre cuervo.

Al cabo de un rato se le ocurrió otra idea; recogió unas


piedrecillas y las dejó caer en la jarra una por una. Con cada
piedrecilla, el agua subía un poco más, hasta que por fin estaba lo
suficientemente cerca del borde para poder beber. Feliz, el cuervo
tomó el agua y siguió volando.

Moraleja: Para resolver problemas necesitas mucha calma e ingenio

La zorra y las uvas

En un día muy caluroso, una zorra sedienta se topó con un


racimo de uvas grandes y jugosas que colgaban en lo alto de
una parra. La zorra se paró de puntillas y estiró sus brazos
intentando alcanzar las uvas, pero estas se encontraban muy
lejos de su alcance.

Sin querer darse por vencida, la zorra tomó impulso y saltó con
todas sus fuerzas una y otra vez, pero las uvas seguían muy
lejos de su alcance.

Esta vez, la zorra se sentó a mirar las uvas con desagrado.

—Qué ilusa he sido —pensó—. Me he esforzado en alcanzar


unas uvas verdes que no saben bien. Y se marchó muy, pero
muy enojada.

Moraleja: Cuando algo es muy difícil de conseguir, lo mejor es ser honestos con nuestros

sentimientos.

La hormiga y la paloma

Una paloma vio caer a una hormiga en un arroyo. La hormiga


luchó en vano por llegar a la orilla y, compadecida, la paloma
dejó caer la hoja de un árbol junto a ella. Aferrándose a la hoja
como un marinero náufrago, la hormiga flotó a salvo hasta la
orilla.

La hormiga estaba muy agradecida con la paloma por salvarle


la vida.

Al día siguiente, la hormiga vio a un cazador apuntando a la


paloma con una piedra. Sin pensarlo dos veces, se metió
dentro del zapato del cazador y le picó el pie, haciéndolo perder
el tiro del dolor. De esa manera, la hormiga salvó la vida de la
paloma.

Moraleja: Una buena acción es recompensada con otra buena acción.

El caballo y el asno

Había una vez un


hombre que tenía
un caballo y un
asno. Una tarde,
cuando iban de
camino a la
ciudad, el asno
muy agotado por
llevar toda la
carga le dijo al caballo:

—Por favor, amigo tú no llevas nada, ayúdame con una


pequeña parte de esta carga.
El caballo, siendo muy egoísta, se hizo el sordo.

En la mitad del camino, el asno se desplomó víctima de


la fatiga. El dueño le echó toda la carga al caballo,
incluyendo al asno enfermo. El caballo, suspirando dijo:

— ¡Qué mala suerte tengo! Por no haber querido ayudar


ahora tengo que cargar con todo, y hasta con el asno.

Moraleja: Aquel que no ayuda a su prójimo cuando lo necesita, tarde que temprano

termina perjudicándose a sí mismo.

El pastorcito mentiroso

Había una vez un


pastorcito que estaba
cuidando su rebaño en la
cima de la colina. Él se
encontraba muy aburrido
y para divertirse se le
ocurrió hacerles una
broma a los aldeanos.
Luego de respirar profundo, el pastorcito gritó:

— ¡Lobo, lobo! Hay un lobo que persigue las ovejas.


Los aldeanos llegaron corriendo para ayudar al pastorcito y
ahuyentar al lobo. Pero al llegar a la cima de la colina no
encontraron ningún lobo. El pastorcito se echó a reír al ver sus
rostros enojados.

—No grites lobo, cuando no hay ningún lobo — dijeron los


aldeanos y se fueron enojados colina abajo.

Luego de unas pocas horas, el pastorcito gritó nuevamente:

— ¡Lobo, lobo! El lobo está persiguiendo las ovejas.

Los aldeanos corrieron nuevamente a auxiliarlo, pero al ver que


no había ningún lobo le dijeron al pastorcito con severidad:

—No grites lobo cuando no hay ningún lobo, hazlo cuando en


realidad un lobo esté persiguiendo las ovejas.

Pero el pastorcito seguía revolcándose de la risa mientras veía


a los aldeanos bajar la colina una vez más.

Más tarde, el pastorcito vio a un lobo cerca de su rebaño.


Asustado, gritó tan fuerte como pudo:

—¡Lobo, lobo! El lobo persigue las ovejas.

Pero los aldeanos pensaron que él estaba tratando de


engañarlos de nuevo, y esta vez no acudieron en su ayuda. El
pastorcito lloró inconsolablemente mientras veía al lobo huir
con todas sus ovejas.

Al atardecer, el pastorcito regresó a la aldea y les dijo a todos:


— El lobo apareció en la colina y ha escapado con todas mis
ovejas. ¿Por qué no quisieron ayudarme?

Entonces los aldeanos respondieron:

—Te hubiéramos ayudado, así como lo hicimos antes; pero


nadie cree en un mentiroso incluso cuando dice la verdad.

UN CABALLO Y UN ASNO

Un labrador tenía un
caballo y un asno. Debía
transportar dos sacos de
harina, y el asno se ofreció
a que repartieran la carga,
pero el caballo altanero se
negó. El asno, después de
cargar durante horas con
los dos sacos, se
desplomó en el suelo. Entonces tuvo el caballo que cargar con los dos
sacos y con el asno. Moraleja: Cuando no ayudas a los demás te perjudicas a ti mismo

El león y el ratón

En un día muy soleado, dormía


plácidamente un león cuando un pequeño
ratón pasó por su lado y lo despertó.
Iracundo, el león tomó al ratón con sus
enormes garras y cuando estaba a punto
de aplastarlo, escuchó al ratoncito
decirle:
—Déjame ir, puede que algún día llegues
a necesitarme.
Fue tanta la risa que estas palabras le
causaron, que el león decidió soltarlo.

Al cabo de unas pocas horas, el león


quedó atrapado en las redes de unos cazadores. El ratón fiel a su promesa acudió en
su ayuda. Sin tiempo que perder, comenzó a morder la red hasta dejar al león en
libertad. El león agradeció al ratón por haberlo salvado y desde ese día comprendió
que todos los seres son importantes.
Moraleja: No menosprecies las habilidades de los demás.
La liebre y la tortuga

Había una vez una liebre muy


vanidosa que se pasaba todo el
día presumiendo de lo rápido
que podía correr.
Cansada de siempre escuchar
sus alardes, la tortuga lo retó a
competir en una carrera.
—Qué chistosa que eres
tortuga, debes estar bromeando
—dijo la liebre mientras se reía
a carcajadas.
—Ya veremos liebre, guarda tus palabras hasta después de la carrera— respondió la
tortuga.
Al día siguiente, los animales del bosque se reunieron para presenciar la carrera.
Todos querían ver si la tortuga en realidad podía vencer a la liebre.
El oso comenzó la carrera gritando:
—¡En sus marcas, listos, ya!
La liebre se adelantó inmediatamente, corrió y corrió más rápido que nunca. Luego,
miró hacia atrás y vio que la tortuga se encontraba a unos pocos pasos de la línea de
inicio.
—Tortuga lenta e ingenua—pensó la liebre—. ¿Por qué habrá querido competir, si no
tiene ninguna oportunidad de ganar?
Confiada en que iba a ganar la carrera, la liebre decidió parar en medio del camino
para descansar debajo de un árbol. La fresca y agradable sombra del árbol era muy
relajante, tanto así que la liebre se quedó dormida.

Mientras tanto, la tortuga siguió caminando lento, pero sin pausa. Estaba decidida a
no darse por vencida. Pronto, se encontró con la liebre durmiendo plácidamente.
¡La tortuga estaba ganando la carrera!
Cuando la tortuga se acercó a la meta, todos los animales del bosque comenzaron a
gritar de emoción. Los gritos despertaron a la liebre, quien no podía dar crédito a sus
ojos: la tortuga estaba cruzando la meta y ella había perdido la carrera.

Moraleja: Ten una buena actitud y no te burles de los demás; puedes ser más exitoso haciendo las
cosas con constancia y disciplina que actuando rápida y descuidadamente.

La lechera y su cántaro

Había una vez una joven lechera que caminaba con un cántaro de leche
para vender en el mercado del pueblo. Mientras caminaba pensaba en
todas las cosas que haría con el dinero de la venta:
—Cuando me paguen —se dijo—,
compraré de inmediato unas
gallinas, estas gallinas pondrán
muchísimos huevos y los venderé
en el mercado. Con el dinero de los
huevos me compraré un vestido y
zapatos muy elegantes. Luego, iré a
la feria y como luciré tan hermosa,
todos los chicos querrán acercarse
a hablar conmigo.
Por andar distraída con sus pensamientos, la lechera tropezó con una
piedra y el cántaro se rompió derramando toda la leche. Con el cántaro
destrozado se fueron las gallinas y los huevos, también el vestido y los
zapatos. Moraleja: Nuestros sueños y planes no deben apartarnos de la realidad.

Ratón de Campo y Ratón de Ciudad

En un día soleado, Ratón de Campo recibió la visita inesperada de su primo, Ratón de


Ciudad.
Feliz de contar con la compañía de
alguien, Ratón de Campo sirvió la
cena, la cual consistía de tres nueces y
unos pequeños restos de queso. Al
llegar la noche, preparó una cama con
hojas secas en el sitio más calientito y
seguro de su humilde agujero.
Ratón de Ciudad sorprendido por la
pobreza en la que vivía Ratón de
Campo dijo:
—Primo, no entiendo cómo puedes
comer unas cuantas nueces y dormir
en una cama de hojas secas. Ven
conmigo a la ciudad y te mostraré cómo debes vivir. Ratón de Campo estaba tan feliz
que no pudo dormir esa noche
A la mañana siguiente, los dos ratones viajaron a la ciudad escondidos en el baúl de
un coche. Ya era de noche cuando llegaron a la lujosa casa donde vivía Ratón de
Ciudad.
—Mira dónde duermo —dijo Ratón de Ciudad—, señalando una cómoda cama hecha
de algodón. —Pero antes de dormir, busquemos algo de comer.
Ratón de Ciudad llevó a Ratón de Campo hacia la cocina, al poco tiempo se
encontraban comiendo restos de pasta, pastel y helado de chocolate. De repente,
escucharon un alarmante gruñido.
—¡Es el gato de la casa! —dijo Ratón de Ciudad—. En un abrir y cerrar de ojos, el
gato se abalanzó sobre ellos. Los dos ratones lograron escapar, atravesando la
enorme mesa hasta llegar a un hueco en la pared.
Ratón de Campo estaba tan asustado que sentía sus patitas temblar:
—Apenas se vaya el gato, me devuelvo para mi casa— dijo sin vacilar.
—¿Por qué quieres irte tan pronto? —preguntó Ratón de Ciudad.
—Porque es mejor comer nueces en un lugar seguro, que pastel con helado de
chocolate y estar siempre en peligro—respondió Ratón de Campo, todavía muy
tembloroso.
Moraleja: Si tener muchas cosas no te permite una vida tranquila, es mejor tener menos y ser feliz.

El león viejo y la zorra


Un viejo león, tenía los dientes y
garras tan gastados que ya no le
resultaba fácil conseguir
alimentos. Sin más que hacer,
fingió estar enfermo. Luego, se
encargó de avisar a todos los
animales vecinos acerca de su
pobre estado de salud y se
acostó en su cueva a esperar
sus visitas. Cuando los animales
se presentaban a ofrecerle su
simpatía, él los devoraba de un
solo bocado.
La zorra también acudió a visitarlo, pero ella era muy astuta. Estando a una distancia
segura de la cueva, le preguntó cortésmente al león cómo se encontraba de salud. El
león respondió que estaba muy enfermo y le pidió que entrara por un momento. Pero
la zorra se quedó afuera, agradeciendo al león por la amable invitación:
—Me encantaría poder hacer lo que me pides — dijo la zorra—, pero veo que hay
muchas huellas de los que entran a tu cueva y ninguna de los que salen. Por favor,
dime, ¿cómo encuentran tus visitantes la salida?
El león no dijo nada, pero la astuta zorra tampoco se quedó a esperar la respuesta y
así evitó ser devorada. Moraleja: Si aprendes de los errores de los demás, evitarás los propios.

El Viento del Norte y el Sol


El Viento del Norte
y El Sol tuvieron
una discusión
sobre cuál de los
dos era el más
fuerte y poderoso.
Mientras discutían
vieron a un
caminante que
llevaba puesto un
abrigo.
—Esta es la
oportunidad de
probar nuestro
poder y fortaleza—dijo el Viento del Norte—. Veamos quién de nosotros es
lo suficientemente fuerte como para hacer que este caminante se quite el
abrigo. Quien lo logre será reconocido como el más poderoso.
—De acuerdo — dijo el Sol. — Comienza tú.
Entonces, el Viento comenzó a soplar y resoplar. Con la primera ráfaga de
viento, los extremos del abrigo se agitaron sobre el cuerpo del caminante.
Pero cuanto más soplaba el Viento, más fuerte el hombre sujetaba su
abrigo.
Ahora, era el turno del Sol y él comenzó a brillar. Al principio sus rayos eran
suaves, y sintiendo el agradable calor después del amargo frío del Viento
del Norte, el caminante se desabrochó el abrigo. Los rayos del Sol se
volvieron más y más cálidos. El hombre se quitó la gorra y enjugó su frente.
Se sintió tan acalorado que se quitó el abrigo y, para escapar del ardiente
sol, se arrojó en la acogedora sombra de un árbol al borde del camino. ¡El
Sol había ganado!
Moraleja: La gentileza y la amabilidad ganan donde la fuerza y la fanfarronería fallan.

El zorro y el cuervo
Una brillante mañana, el zorro seguía su
agudo olfato en búsqueda un bocadillo. De
repente, vio a un cuervo en la copa de un
árbol. Este no era, de manera alguna, el
primer cuervo que el zorro había visto. Pero
lo que llamó su atención e hizo que se
detuviera, fue el enorme trozo de queso
que el cuervo llevaba en su pico.
—No tengo necesidad de buscar más —
pensó el astuto zorro— Ese delicioso queso será mi bocadillo.
Entonces, se dirigió hacia el árbol donde reposaba el cuervo, y mirando con admiración,
exclamó:
—¡Buenos días, majestuosa criatura!
El cuervo miró al zorro con desconfianza. Pero mantuvo su pico bien cerrado con el queso y no
devolvió el saludo.
—¡Qué criatura tan encantadora eres! —dijo el zorro—¡Cómo brillan tus plumas! ¡Qué
hermosa es tu figura y qué alas tan espléndidas tienes! Un ave tan espectacular como tú debe
poseer la más hermosa voz. ¿Puedes cantarme solo una canción? Mi deseo es nombrarte el rey
de todas las aves.
Al escuchar estas palabras tan halagadoras, el cuervo olvidó todas sus sospechas y también su
queso. Su mayor deseo era ser nombrado el rey de todas las aves. De modo que abrió su pico
de par en par para pronunciar su graznido más fuerte, y dejó caer el queso justamente en la
boca del zorro. —Gracias por el queso— dijo el zorro, mientras se alejaba. Moraleja: Quien te alaba
sin conocerte, solo desea tu suerte.
El águila y los gallos
Dos gallos reñían a diario por el dominio del gallinero. Un
día, uno de los gallos venció al otro y lo obligó a
esconderse en un matorral.
No contento con haber desterrado a su rival, el gallo
vencedor se subió a lo alto del gallinero extendiendo sus
alas mientras cantaba con todas sus fuerzas para contarle
al mundo su victoria. Un águila que volaba cerca escuchó
al jactancioso gallo y se abalanzó sobre él, atrapándolo con
sus garras.
El gallo derrotado vio todo desde el matorral, regresó al
gallinero y se quedó con todas las gallinas.
Moraleja: No presumas de tu éxito, pues alguien querrá arrebatártelo.
El honrado leñador
Érase una vez, un leñador que a diario cortaba leña en el bosque para sostener a su
familia.
Un atardecer, mientras cortaba un árbol en la orilla del río, el hacha resbaló de sus
manos y cayó al agua. Desesperado, el leñador se sentó a llorar por su hacha perdida.
En ese instante, apareció una ninfa frente a él y le preguntó por qué lloraba. Cuando
escuchó lo sucedido sintió mucha lástima por el leñador.
—Espérame aquí buen hombre, creo que puedo ayudarte —dijo la ninfa.
Entonces, se zambulló en el río y sacó del agua un hacha de oro, se la mostró al
leñador y le preguntó:
—¿Es esta tu hacha?
—No lo es —dijo el leñador.
Por segunda vez se sumergió la ninfa en el río, para reaparecer con un hacha de
plata.
—¿Es esta tu hacha? —preguntó la ninfa.
—No lo es —dijo el leñador nuevamente.
Entonces, la ninfa entró por tercera vez en el agua trayendo el hacha perdida.
—¿Es esta tu hacha?
—¡Oh, gracias! ¡Esa es mi hacha! —dijo el leñador llorando de alegría.
La ninfa estaba tan complacida con la honestidad del leñador que le regaló las hachas
de oro y plata.
Moraleja: Aquel que prefiere la honradez a la mentira, siempre será ganador.

El hombre, el niño y el burro


Un hombre y su hijo se
dirigían al mercado en
compañía de un burro
que tenían en venta. En
el camino se
encontraron con un
campesino que les dijo:
—Amigos, ¿por qué
caminan si tienen un
burro que pueden
montar?
Entonces, el hombre
montó al niño sobre el
burro y siguieron su rumbo. Pero pronto pasaron junto a un grupo de hombres y uno
de ellos dijo:
—Miren a ese niño tan perezoso, deja que su padre camine mientras él monta el
burro.
Al escucharlo, el hombre bajó al niño y se montó en el burro. No iban muy lejos
cuando pasaron junto a dos mujeres; una de ellas le dijo a la otra:
—Mira a ese hombre tan egoísta, deja que su hijo camine mientras él monta el burro.
Abrumado por los comentarios, el hombre pidió nuevamente a su hijo que se subiera
en el burro y ambos continuaron el viaje montados en el lomo del animal.
No tardaron en llegar al pueblo, y los transeúntes comenzaron a reírse y señalarlos. El
hombre se detuvo para preguntarles de qué se burlaban, los transeúntes
respondieron:
—No les da vergüenza ponerle tanto peso a un pobre burro?
El hombre y el niño se bajaron del burro para pensar qué hacer. Pensaron y pensaron,
hasta que finalmente cortaron un palo y ataron las patas del burro a él. Cada uno,
sujetando un extremo del palo, levantaron el burro hasta los hombros. Continuaron el
camino en medio de la risa de todos hasta que llegaron al puente que los separaba del
mercado. En ese momento, el burro desató una de sus patas y le dio una patada al
niño haciéndolo soltar su extremo del palo. En la lucha, el burro voló sobre el puente y
fue a dar al fondo del río.
—Eso les enseñará —dijo un anciano que los había seguido—. Dejando saber al
padre y al hijo la siguiente moraleja…
Moraleja: Trata de complacer a todos y no complacerás a nadie.

Las patas de un elefante


Los animales de la selva que tomaban
clases estaban sorprendidos con la
irrupción de un nuevo alumno en el aula:
el elefante.
Era tan grande ese animal, sobre todo sus
patas, que la mayor parte de ellos
creyeron que debía ser realmente torpe y
que no podría ni escribir su nombre.
¿Cómo agarraría el lápiz para escribir
teniendo tamañas extremidades?
Este pensamiento común provocó la risa y las burlas de todos. Sin embargo, apenas
el profesor comenzó su habitual dictado, todos quedaron maravillados al comprobar la
destreza con la que el elefante manejaba el lápiz.
Se valía para ello de su trompa y demostró al final ser el más hábil de todos los
animales, a pesar de sus grandes patas.

Los cuatro novillos y el león


Había una vez cuatro novillos que siempre andaban juntos. Eran muy buenos amigos
y su férrea unidad los hacía fuertes y los protegía de posibles depredadores que
merodeaban por el área.
Uno de estos últimos era el león, que temía a los novillos porque sabía que nada
podía hacer contra cuatro de ellos.
Sin embargo, un día el león se levantó más listo que nunca y pensó que si dividía a los
amigos, podría enfrentarlos uno por uno, vencerlos y devorarlos.
Así, se dio a la tarea y comenzó a instigar de lejos la desunión, diciendo ofensas a
cada uno de los novillos, despertando la envidia entre ellos y poniéndolos en contra,
los unos a los otros.
No tardó el depredador en conseguir sus objetivos. Logró que cada novillo se sintiese
mal con sus amigos y los fue matando uno por uno.
Segundos antes de morir, cada novillo comprendió el secreto de su otrora fuerza, que
mantenía alejado el peligro: la amistad y la unión.
Se dejaron llevar por bajas pasiones y como consecuencia perdieron su poderoso
escudo.
La Gallina de los huevos de oro
¡Una huevo de oro!, exclamó el granjero admirando la proeza de su gallina. Al día siguiente, otro
huevo de oro, y durante toda la semana, y durante todo el mes. Como es de esperar, el granjero se
hizo muy rico en poco tiempo, pero la avaricia se apoderó de su pensamiento, y quiso el muy necio
abrir a su gallina mágica para hacerse con todo el oro. Sin embargo, y como sucede con toda
empresa miserable, el granjero acabó perdiendo no sólo a su maravillosa gallina, sino también toda
la riqueza que había conseguido.
Moraleja: La avaricia solo nos lleva por caminos tortuosos

El Cazador y el pescador
Un cazador regresaba a casa cargado con sus productos, cuando de repente se topó con un
pescador que igualmente, llevaba sus cestas llenas de pescado.
Entonces, el cazador quiso tener los peces del pescador, y éste quiso también tener las carnes del
cazador. Sin mucha dilación, los dos hombres intercambiaron el fruto de su trabajo y tan satisfechos
quedaron con el trato que lo repitieron una y otra vez durante varias semanas.
Sin embargo, un anciano que los observaba desde el primer día se les acercó una tarde y les dijo:
“Tal intercambio, pronto dejará de serlo, y no tardará el momento en que ustedes dos deseen
quedarse con lo que obtuvieron”. Moraleja: Alterna tus gozos y los vivirás mejor.

El camello, el elefante y el mono


Cuando el león murió, los animales decidieron buscar un nuevo rey. El camello y el elefante,
enseguida comenzaron a discutir entre ellos por hacerse con el trono, pero el mono les dijo: “Tú,
camello, bien poco sirves porque no ayudas a los indefensos, y en cuanto a ti, elefante, tampoco
podrías ser rey porque le temes al marrano”.
Moraleja: La fortaleza se mide con nuestras debilidades.

El pastor mentiroso
“¡Viene el lobo! ¡Viene el lobo!”, gritaba el pastorcillo bajando la colina a toda velocidad. Enseguida,
los habitantes del pueblo se armaron con hachas y mazos para enfrentar al animal, pero pronto
quedaron indignados al ver que el pastor se deshacía entre risas y burlas. Al día siguiente, el joven
decidió repetir la broma. Nuevamente, los habitantes del pueblo se armaron hasta los dientes, y
nuevamente quedaron en ridículo al ver al pastor ahogado en risas. Sin embargo, un buen día, el
lobo sí apareció, y aunque el pastorcillo gritaba espantado con la bestia a sus espaldas, nadie se
inmutó ni salió a defenderlo.
Moraleja: Después de muchas mentiras, la verdad ya no es válida.
La tortuga y la liebre
Todos los animales se congregaron para la gran carrera. En la línea de partida, se colocaron la
tortuga y la liebre, pero esta última apenas se movió cuando dieron la señal. La tortuga sin embargo,
avanzaba todo lo rápido que le permitían sus piernas, y la liebre continuaba deshaciéndose en risas
sin prestar atención a la carrera. Al cabo de las horas, la tortuga casi arribaba a la meta, y cuando la
liebre se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Aunque corrió como un torbellino, poco pudo hacer la
engreída. Moraleja: A los vanidosos, no los salva ni su propio talento.
El caballo y el soldado
El soldado había alimentado a su caballo durante la guerra con abundante cebada,
pero acabada la contienda, el animal fue reservado a las labores del campo. Durante
todo este tiempo, el caballo solo fue alimentado con paja, mientras tenía que
transportar enormes bultos de un lugar a otro cada día.
Al cabo de los años, una nueva guerra fue iniciada, y el joven soldado salió en busca
de su caballo para partir hacia el combate. Sin embargo, el desdichado animal no era
el mismo de antes, y con gran desánimo le dijo: “Bien poco te serviré ahora convertido
en asno. ¿Y cómo podrías hacer de un asno el caballo que una vez fui?”.
Moraleja: Conserva y guarda tus tesoros con el paso del tiempo.
El buen león rey
Existió una vez un león rey que era justo, amable y atento con todas las criaturas de la
selva. Durante su reinado, el león convocó a una reunión de animales para lograr la
paz y la convivencia entre todos.
De esta manera, el lobo se disculpó con el cervatillo, el tigre con la cebra, la pantera
con la liebre, y todos los animales quedaron reconciliados de una vez.
Al finalizar, la liebre dijo: “Pensé que jamás llegaría este día, pero me alegra que por
fin los más débiles de la selva podamos contar con el respeto de todos”, y dicho
aquello se alejó del lugar con toda la fuerza de sus patas.
Moraleja: En un gobierno justo los más necesitados hallan satisfacción, pero no deben bajar la
guardia.

La lechera
Andaba la lechera con paso alegre, mientras pensaba y pensaba camino al pueblo:
“Cuando venda esta leche, me compraré tres docenas de huevo. Los huevos me
darán hermosos pollos, los venderé y me haré con un cerdo. ¡Ah! Pero mi cerdo
crecerá sano y fuerte, y así podré venderlo para comprar una vaca, con la vaca tendré
leche para vender y comprarme más vacas, luego toros, y…”. Tras un brinquito
descuidado, la desdichada mujer dejó caer el cántaro de leche en el suelo, y allí
quedó, viendo desvanecerse sus ilusiones como la misma leche que se perdía en la
tierra. Moraleja: Sueña con la cabeza en el cielo, pero los pies en la tierra .

El león y el delfín
Dicen que un día un león caminaba tranquilamente por la costa y vio como asomaba
en el agua un bello y vigoroso delfín.
El león sabía que este era el rey de los animales acuáticos, por lo que pensó que él,
rey de la selva, haría bien en aliarse con el ágil mamífero.
Así, le propuso al delfín sellar un pacto de alianza, mediante el que se defenderían
entre ellos dado el caso. El delfín aceptó gustoso, pues también apreciaba la fuerza y
destreza del león en la tierra y también creyó que esto podría serle útil.
Sin embargo, un día el león estaba batiéndose con un toro salvaje que le estaba
costando más trabajo de lo habitual y hacía peligrar su integridad. La pelea se tornaba
más fiera por segundo y se fue trasladando a la costa, donde el león llamó a su aliado
y le pidió ayuda.
El delfín trató de cumplir su pacto y defender, pero por mucho que saltó se vio
imposibilitado de intervenir en la pelea que estaba teniendo lugar en la orilla. En
definitiva, era un delfín y sus dominios no iban más allá del agua.
Molesto, el león exclamó:
-Vaya pacto más tonto he hecho contigo, que a la primera que te necesito no puedas
ayudarme.
Esto incomodó mucho al delfín, que más inteligentemente que el león analizó y dijo:
-No debemos culparnos el uno al otro, pues la culpa es de la naturaleza, que nos hizo
a uno para el agua y a otro para la tierra. Luego de esto, somos culpables los dos por
pretender ser más de los que nos corresponde.
De esta forma, tanto el león como el delfín comprendieron su error estratégico y no
olvidaron nunca más que lo mejor es hacer amigos y alianzas con aquellas personas
que realmente podrán estar a nuestro lado cuando les necesitemos.
El molinero, el hijo y el asno
Un molinero y su hijo caminaban juntos en compañía de su única posesión: un burro.
Al pasar junto a un río, las mujeres que lavaban en el agua comentaron entre risas.
“Mira qué tontos. Tienen un asno y caminan junto a él en vez de usarlo”.
Entonces, el molinero decidió subir a su hijo al lomo del burro, pero tiempo después
pasaron cerca de una posada y el posadero exclamó: “¡Qué barbaridad! Ese pobre
anciano caminando, y su hijo tan lozano descansando sobre el burro”.
No tardó mucho el muchacho en bajarse del burro y subir a su padre, pero al toparse
con un caminante, este profirió indignado: “¡Lo que hay que ver en este mundo! El
tonto del chico camina junto al burro, en lugar de sentarse junto a su padre y disfrutar
de igual descanso”.
Ante aquellas palabras, el muchacho se subió en el burro con su padre y no
caminaron por mucho tiempo cuando pasaron junto a un convento. Las monjas, al
verlos, no pudieron más que decir: “¡Qué aprovechados! Mira que explotar a tan noble
animal con el peso de los dos. ¿No les parece abusivos?”.
Sin saber qué hacer, el molinero y el hijo decidieron finalmente llevar al burro cargado
sobre sus hombros.
Moraleja: Quien se deja llevar por las opiniones de los demás, termina sin la suya propia.

Caballo y el burro
Un largo tramo habían recorrido el caballo y el burro, cuando este último sintió sus
piernas flaquear ante tanto esfuerzo.
“Por favor, toma mi carga. Estoy muy cansado y siento que puedo morir”. Pero el
caballo no le hizo caso y continuó la marcha sin percances. De repente, el burro cayó
moribundo en la tierra, y el amo no tuvo otro remedio entonces que echar encima del
caballo no sólo la carga del burro, sino también su piel.
“¡Vaya destino tan fatal el que me ha tocado! No he querido ayudar al burro y ahora
debo llevar su carga y su piel”.
Moraleja: Si no ayudamos de buena fe a los que nos rodean, tarde o temprano acabaremos en peor
desgracia.

El burro y el viejo pastor


Un viejo pastor andaba por el campo con su burro, cuando de repente escuchó a lo
lejos una banda de ladrones que se acercaban. Alarmado y sin saber qué hacer, el
pastor decidió subirse al burro para juntos huir de aquel lugar hasta que estuviesen a
salvo.
“¿De qué me serviría huir? ¿Acaso los captores me colocarán otra silla en mi lomo?”,
dijo el burro sin moverse del lugar. “Probablemente no”, contestó el anciano.
“Entonces, no veo razón alguna para salir huyendo. Poco me preocupa a quien he de
llevar encima”.
Moraleja: Un cambio que favorece o afecta a pocos, no es un cambio .

El burro y los saltamontes


Quedó el burro perdidamente enamorado del cantar del saltamontes. Cada mañana se
acercaba al riachuelo para oír al diminuto animal entonar hermosas melodías, hasta
que un buen día decidió preguntarle qué comía para interpretar aquellas canciones.
“Solamente rocío”, dijo el saltamontes y el burro decidió que desde ese día, viviría de
rocío y nada más. Como es de esperar, poco fue el tiempo que tuvo que pasar para
que el burro muriera.
Moraleja: No imites a los demás ni sigas consejos vanos si ello merece sacrificar tus capacidades.
El burro y su sombra
Una tarde, un viajero alquiló un asno a su dueño para trasladarse a un lugar lejano. El
calor arreciaba fuertemente, y tras un tiempo de caminata, los dos hombres decidieron
tumbarse a descansar a la sombra del burro.
Sin embargo, como la sombra solo daba cobijo para una persona, el viajero alegó que
le correspondía tal privilegio, pues al alquilar al burro, también había alquilado su
sombra. El dueño del animal, refutó aquel planteamiento, y como no lograban
entenderse, ambos desdichados terminaron discutiendo con los puños, con lo que el
burro asustado decidió huir a todo galope de aquel lugar.
Moraleja: Las acciones egoístas siempre guardan un alto riesgo de echarlo todo a perder.
Fábula de amor: El amor y la mula
Había una vez una mula muy orgullosa de su anatomía, que se repetía a sí misma y
siempre alardeaba:
-Soy hija de un gran caballo que es muy veloz en las carreras. Me parezco a él y con
seguridad heredé todos sus atributos.
Algunos animales creían esto a la mula, por lo que llegado el momento de una gran
carrera la animaron a que se presentase. Esta lo hizo y al final quedó muy lejos de las
primeras posiciones, por lo que no tuvo más remedio que aceptar que su padre era un
asno.
Comprendió que lo mejor es siempre reconocer y estar orgulloso de la familia real de
uno, con independencia de sus características y atributos. En definitiva, todos
tenemos encantos y limitaciones.
EL ÁRBOL QUE NO SABÍA QUIÉN ERA.

Había una vez un jardín muy hermoso en el


que crecían todo tipo de árboles
maravillosos. Algunos daban enormes
naranjas llenas de delicioso jugo;
otros riquísimas peras que parecían
azucaradas de tan dulces que eran.
También había árboles repletos de
dorados melocotones que hacían las
delicias de todo aquel que se llevaba uno a la boca.
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