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Freud[3] en 1930 advertía que una de las fuentes de sufrimiento de los seres humanos
radica en la dificultad de poder controlar completamente a la omnipotencia de la naturaleza.
Haciendo una lectura desde Lacan se presentifica lo Real, encarnado en la imprevisibilidad
de la naturaleza, rebasando los soportes imaginarios y simbólicos con los que compactamos
y ordenamos los ritmos y cotidianidades culturales. Ecuador experimentó dichos sucesos
con el terremoto del 16 de abril/2016.
T es una mujer de alrededor de los 40 años quien, durante el compartir de las vivencias del
terremoto en Portoviejo en una experiencia grupal, sale corriendo del comedor hacia el patio
trasero de la casa de uno de los cientos de afectados por el movimiento telúrico. La observo
que llora durante su tránsito. Inmediatamente un médico del equipo se le acerca a intentar
ayudarla. T afirma no sentir sus manos gritando: ¡Mire como se me doblan! El médico conoce
de la presencia del equipo de psicología, pidiéndome desesperado que intervenga pues no
sabe qué hacer.
Ricardo Seldes (2004) comenta a partir de Eric Laurent que el psicoanálisis ofrece “un modo
discreto para escuchar a quienes padecen de la ruptura aguda de la cadena significante” (p.
32) que caracteriza a las urgencias subjetivas. Me percato de esta referencia al invitar a T a
mi disposición de escucha de su hystoria. Para el abordaje con las urgencias se tiene
presente al inconsciente y al goce con un vector de direccionalidad: “que el que sufre, en
una urgencia, tenga a quien dirigirla” (p. 35). Recuerda el autor que al existir la ruptura de la
cadena significante se debería hacer surgir al sujeto de la cadena S1-S2 permitiendo que
se cree una demanda a través de la escucha: el psicoanalista debe dejarse usar como
destinatario de la urgencia pues funciona como espacio para tramitar el goce. En T, tramitar
el goce por medio de la palabra hace que sus manos se dejen de doblar: define Lacan al
síntoma como acontecimiento de cuerpo. Y no es usual el uso de los significantes:
las manos, el ayudar, el dar, la pérdida en la vida de T que comienzan a revelar lo singular
de su subjetividad: no ha perdido lo suficiente, no ha ayudado y se ha identificado con el
síntoma del Otro. Esto sería material para un análisis… más adelante.
En medio de un par de horas, es posible una lectura de las urgencias. No de las sociales,
para ello hubo un sin número de víveres, sino de las subjetivas. Culmino:
“Hace falta, para que la angustia se convierta en un síntoma tratable, un tiempo. […] Es un
tiempo subjetivo, el tiempo que hace falta para que el propio sujeto se localice él mismo en
lo que puede decir de la experiencia traumática que lo ha llevado a la urgencia. Es un tiempo
para preguntarse, ¿qué soy y dónde estoy en lo que digo? Cuando este tiempo llega a
producirse, entonces lo que angustiaba toma la forma de un síntoma tratable. Esta es la
apuesta que el sujeto de la urgencia puede realizar en su encuentro con un psicoanalista”
(Miquel Bassols, citado por Sotelo, 2015, p. 12).
Bibliografía
[2] Del sujeto por fin cuestionado, 1966. Texto disponible en: http://psicopsi.com/Del-
sujeto-cuestionado-Lacan-escritos