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Linga A/907904
Investigaciones
sobre el chamanismo en México
Antonella Fagetti
(coordinadora)
• ••
'ALFONSO V £ U Z PtlEGO"
índice
Introducción 9
E
n algunas cosmologías amerindias, los sueños constituyen un ámbito esen-
cial de la experiencia chamánica (Nakashima, 2004). Pese a la variabilidad
conceptual y fáctica de la dimensión onírica, en el sueño quedan plasmadas
ciertas teorías del conocimiento sobre el ser humano y el cosmos. Para los rarámuri,
los sueños son eventos reales (Merrill, 1987); hecho que no implica una confusión
con la vigilia, sino un estatus de realidad comparable entre ambos estados. En el
presente artículo se explora la teoría rarámuri sobre el sueño, considerando el lugar
central que éste ocupa en su cosmología. Pretendemos no teñir de exotismo la expo-
sición del conocimiento de este pueblo norteño y abrir, de esta forma, la posibilidad
de un acercamiento a la complejidad de su epistemología.
Los rarámuri,1 conocidos en México como tarahumaras, en la actualidad habi-
tan la Sierra Tarahumara del estado de Chihuahua —porción montañosa que forma
parte de la Sierra Madre Occidental, caracterizada por el contraste entre sus altas
cumbres (2 300 msnm) y sus profundas barrancas (500 msnm). Son hablantes del
Los datos etnográficos sobre los que se sustenta este ensayo corresponden a las siguientes tem-
1
poradas de campo: abril de 2002, abril de 2003, octubre de 2003 a abril de 2004, noviembre de 2004,
mayo-junio de 2005, diciembre de 2005 a enero de 2006, junio de 2006, febrero de 2007 y abril-mayo
de 2007. Las comunidades visitadas fueron: Norogachi —donde se realizó la mayor parte de las estan-
cias—, Choguita, Pahuichiqui, El Cuervo, Buena Vista y Tehuerichi.
251
Para los rarámuri, los sueños son las actividades que el alma realiza fuera del cuerpo
mientras la persona duerme; lingüísticamente son conceptualizados como acciones
y no como cosas o estados: “ellos no cuentan con un sustantivo que pueda ser glo-
sado como ‘el sueño’, sólo el verbo rimúma, ‘dormir’” (Merrill, 1987: 199),2 lo cual
como veremos más adelante, explica el valor de “realidad” otorgado al sueño. Antes
de entrar en materia, es preciso dar cuenta de los procesos anímicos que dan origen
al sueño; en tanto que el alma, al ser el eje de la cosmología rarámuri (Fried, 1969),
articula y atraviesa distintos campos de la experiencia social. La persona rarámuri
es la conjunción de principios opuestos en una lucha constante por mantenerse en
equilibrio: semen y sangre menstrual conforman el cuerpo, soporte material y pe-
recedero; las almas,3 inmateriales y eternas, son otorgadas a cada ser humano por
“El-que-es-Padre” (Onorúame), deidad masculina identificada con el astro solar. Por
tanto, los rarámuri son contenedores de un principio divino y otro mortal, de subs-
tancias femeninas y masculinas, así como de una materialidad pesada y una materia
ligera4 que se conjugan para dar paso a la vida.
Las almas, desde el punto de vista rarámuri, viven en el cuerpo como los parien-
tes en una casa (Merrill, 1988: 89). Además de ser las responsables del pensamiento,
las acciones y las palabras de cada persona, estas entidades anímicas deben cuidar el
2
Las citas en otro idioma son traducción de la autora.
3
El término alma es utilizado por las personas con las que se ha trabajado para referirse al alewá.
En el texto hacemos uso del primer término, considerando que su significado y descripción correspon-
den con el punto de vista rarámuri.
4
Como ha advertido López Austin, la definición de materialidad e inmaterialidad debería ser re-
formulada, dado que el cuerpo y el alma parecen poseer ambas cualidades. Este autor ha propuesto, en
sus cursos ofrecidos en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, utilizar los términos
“materia pesada” y “materia ligera” para hacer referencia al cuerpo y al alma, respectivamente.
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cuerpo, así como crecer y madurar con él. Las almas, cuya expresión por excelencia
es el aliento, son como un aire que dota de fuerza vital al ser humano; son ligeras y
tienen la capacidad de salir del cuerpo mismo, tal como las personas salen y entran
de su casa, pero dichas salidas implican necesariamente un regreso, pues la separa-
ción prolongada del alma y del cuerpo conduce a la enfermedad y finalmente a la
muerte.
Cada persona posee un número variable de almas con cualidades y capacidades
diferentes, hecho que posibilita sus salidas. Merrill ha documentado distintas ver-
siones sobre el concepto de estas entidades que dan cuenta de ello. Así, las almas
pueden ser grandes y pequeñas, como los padres y los hijos de un grupo familiar;
las pequeñas quedan a cargo mientras las mayores abandonan temporalmente el
cuerpo. El alma también puede ser conceptualizada como una entidad única, en
gran medida por el trabajo de evangelización en la zona. No obstante, bajo tal
versión, el alma no es de naturaleza homogénea, de tal manera que un fragmento
grande de esta entidad sale del cuerpo mientras otras porciones de menor tamaño
permanecen dentro.
Las salidas del alma ocurren ocasionalmente durante la vigilia —en condiciones
como la embriaguez— y generalmente durante el sueño, en tanto que esta actividad
es por definición “el andar onírico del alma”. Ello aclara el por qué de que la vigilia
y el sueño compartan un estatuto de realidad, pues en ambos casos las almas realizan
actividades de la misma naturaleza (piensan, hablan, actúan); la diferencia radica en
la perspectiva5 desde la cual se mira, pues en el primer caso las almas están dentro
del cuerpo, mientras que en el segundo se han liberado de este soporte corporal. “Los
rarámuri interpretan estas discrepancia no como evidencia de la irrealidad de los sue-
ños, sino de las limitaciones de la vida al estar despierto” (Merrill, 1987: 202); pues
en los sueños las almas pueden “volar”, “viajar ligeras” y, quizá lo más importante,
tener encuentros con la divinidad, los muertos y otros seres no-humanos que escasa-
mente aparecen durante la vigilia.
Los sueños son altamente valorados por los rarámuri, “a través de ellos pueden
comunicarse con sus deidades, diagnosticar enfermedades y conseguir información
5
Esta cualidad en perspectiva señalada para el caso rarámuri es similar a la identificada por Århem
(1990 y 2001[1996]) y Viveiros de Castro (1998) entre las sociedades amazónicas, mas no debe con-
fundirse con el perspectivismo propuesto por este último autor dadas sus implicaciones ecológicas,
epistemológicas y sociales. Es preciso realizar un estudio detallado de la cualidad en perspectiva entre
los rarámuri, no para concluir que poseen una cosmología perspectivista, sino para identificar la par-
ticularidad de su sistema de pensamiento y acción. Sobre la cualidad en perspectiva entre los grupos
tzeltales de Cancuc, en los Altos de Chiapas, véase Pitarch (2003).
253
sobre el futuro” (Merrill, 1987: 194). En general, los sueños implican comunicación,
por definición dialógica y social. Por tal motivo, las correrías nocturnas del alma son
descritas como viajes o como caminos, en tanto que para los rarámuri los caminos
son una manifestación de la vida colectiva. Ejemplo de ello son los caminos que
atraviesan el cuerpo en forma de venas (laáboára o “los caminos de la sangre”) y que
posibilitan el desarrollo de la vida grupal de las almas. Los caminos también surcan
en forma de redes el territorio serrano, como testimonios de la vida ritual y agrícola
de este pueblo; y trazan entre los diferentes pisos cósmicos canales de comunicación
a través del ritual y del sueño.
El camino también es el símbolo por excelencia de la ética rarámuri. El término
wachía remite a lo recto en un sentido físico y moral. Expresiones como “cora-
zón recto” (wachía surú), “enderezar nuestro camino” (ku wachiná boé) y “caminar
recto” (wachía ená) significan vivir de manera correcta. Los caminos morales, que
hacen posible la continuidad de la vida, fueron trazados por los antepasados por
medio de la costumbre (anayawári boé o “el camino de los antepasados”) al seguir
las normas impuestas en el principio de los tiempos por la deidad solar (Martínez,
2008), ya que el guía de este camino, como Bonfiglioli (2005) señaló, es el Sol. La
rectitud de este camino debe seguirse en la vida diurna —dominada por los princi-
pios solares—, así como en la vida nocturna ejecutada por las almas; ya que salir de
este andar colectivo en cualquiera de los dos casos conlleva a un tipo de falta social
y, por tanto, al conflicto.
Los sueños, conceptualizados como los caminos del alma y por tanto como un
espacio de comunicación, son la prolongación nocturna de la existencia social y la
continuación del andar cotidiano de cada persona. Al dejar el cuerpo, el alma accede
a otra dimensión de la realidad que le permite establecer vínculos de comunicación
y redes sociales. Sin embargo, como ha señalado Nakashima (2004: 92), para los
sueños en general: “La actividad del dormir, en ocasiones está vinculada con el pe-
ligro, pues la persona puede enfermarse a través de ella”. El caso rarámuri no es la
excepción.
Durante el sueño, las almas rarámuri no sólo ingresan a un espacio de comuni-
cación, sino también a un escenario de potencial agresión, enfermedad y conflicto;
ya que son amenazadas por seres que raptan y devoran almas. No obstante, como
indica Merrill (1987: 200): “Pese al peligro que potencialmente aguarda al alma del
soñador, los sueños son cruciales para la preservación del bienestar individual y co-
munitario”. Así, a lo largo de este texto, exponemos cómo el ámbito de los sueños es
parte constitutiva de la vida social rarámuri y en este sentido es que forma parte del
chamanismo de este pueblo.
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Si bien se ha señalado que las almas son el eje de la cosmología rarámuri, habría que
añadir que el sueño desempeña un papel similar en el chamanismo de este pueblo. En
la literatura antropológica de México, los especialistas rituales son conocidos como
curanderos o médicos rituales; sin embargo, el término de chamán funciona como
una herramienta conceptual más comprensiva de este personaje. Primero porque,
además de ser un médico, el chamán suele ser adivino, propiciador de las fuerzas
divinas o de la naturaleza, y segundo porque, en la mayoría de los casos, es el guía
espiritual y, por tanto, social de su pueblo.
Para nuestra reflexión, la propuesta de Galinier y Perrin (1995) sobre el tema es
sugerente porque funciona como una herramienta teórico-metodológica adecuada
para la etnografía rarámuri y porque, a partir de la etnografía misma, es posible enri-
quecerla críticamente al definir las particularidades de nuestro caso de estudio. Así,
el chamanismo puede ser definido provisionalmente de la siguiente manera: “Con
el nombre de chamanismo se designa a un conjunto de concepciones y de prácticas
cuyo propósito es, sobre todo, interpretar, prevenir o tratar los infortunios: hambres,
catástrofes naturales, enfermedades, etc.” (Galinier y Perrin, 1995: IX).
A partir de este enfoque, los sueños rarámuri pueden ser definidos analíticamen-
te como un componente de un sistema chamánico más amplio, el cual incluye un
corpus ritual estructurado por un ciclo anual y conformado por complejos ritos de
curación, de petición, de agradecimiento y de ritos mortuorios.6 En la ejecución de
la vida ritual rarámuri es indispensable la presencia de un chamán, cuya función,
siguiendo a Galinier y Perrin, es establecer la comunicación entre “este mundo” y el
“mundo otro” para desempeñar el papel de intermediario. En este punto es necesario
señalar algunas precisiones sobre el caso rarámuri.
El chamanismo rarámuri, como ha indicado Perrin (1995: 1) para el chamanismo
en general, es “un sistema destinado ante todo a tratar el infortunio”; pero también,
agregaríamos, es un sistema que contiene su contraparte al provocar dicho estado.
Hemos mencionado que el ser humano, en la epistemología rarámuri, es la conjun-
ción de principios opuestos en constante lucha por el equilibrio. Otros autores han
señalado que entre algunas sociedades amerindidas (Viveiros de Castro, 1998) el
principio aristotélico de no contradicción parece estar ausente, de tal manera que la
afirmación y la negación lógica de una proposición puede ser verdadera al mismo
6
La obra de Bonfiglioli (1995, 2005 y 2006) está dedicada al estudio profundo y detallado del cha-
manismo rarámuri a través de la ritualidad, remito al lector a la bibliografía completa de este autor. Por
su parte, el tema de la ritualidad mortuoria ha sido analizado ampliamente por Fujigaki (2005 y 2008).
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7
Siguiendo una intuición etnográfica, consideramos que calificar los principios del cosmos como
“opuestos complementarios” es poco explicativo. Primero porque se ofrece una impresión de armonía
y equilibrio, presente en el ideal rarámuri de la existencia, pero ausente en la vida cotidiana, social
y cósmica. Segundo porque esta relación de complemento no resulta en una suma de partes (como
en 1 + 1 = 2), sino en una suma donde el resultado posee una esencia y una naturaleza distinta a los
componentes (como en H2 + O = H2O).
8
Además de las figuras del owirúame y sukurúame, los tarahumaras reconocen otro tipo de especia-
lidades en sus chamanes: cantador (wiká’arame) y raspador (sipá’ame), este último es el chamán con
mayor prestigio y poder (Bonfiglioli, 2005 y 2006).
256
Pastron (1977: 102) reporta que los rarámuri del área de Samachique consideran que las
habilidades del soñar bien y de curar derivan del poder inherente en algunos individuos
desde el nacimiento. Cerca de Basíhuare, donde yo viví, los rarámuri dicen que Dios
otorga estas habilidades a la gente, generalmente a hombres, pero en ocasiones también a
las mujeres, en un tipo de sueño específico que Lincon (1935) ha denominado “sueño de
patrón cultural”. En este sueño, Dios ofrece tres (o cuatro, si el soñador es mujer) piezas
de papel de colores. Si uno toma el papel, Dios lo proveerá del conocimiento para curar y
lo ayudará en los futuros intentos de curación. En ocasiones, en estos sueños el diablo está
junto a Dios sujetando tres (o cuatro) papeles negros. La persona entonces puede escoger
convertirse en un doctor, en un hechicero, en ambos o en ninguno de los dos, de acuerdo
con el conjunto de papeles y el color él o ella elija.
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Para los rarámuri, el cosmos está conformado por diversos pisos que se sobreponen
unos sobre otros como las tortillas en un canasto. En otro trabajo, al analizar la com-
posición del cosmos (Martínez, 2008), señalamos que el escenario de las relaciones
sociales establecidas entre los seres que habitan el universo es la superficie terrestre.
Éste es el espacio ideal para trazar “caminos cósmicos”, es decir, para abrir canales
de comunicación entre los diversos pisos, los cuales, en la mayoría de los casos, son
conflictivos, pues en un universo conformado por pisos, como bien indicó Lévi-
Strauss (1986), surgen graves problemas de cohabitación que adquieren dimensiones
cósmicas.
En la cosmología rarámuri los seres humanos son una forma de vida social más
entre otras, ello significa que otros seres no-humanos poseen ciertas esencias vi-
tales que los convierten en potenciales sujetos de relación. De tal manera que bajo
la forma de un sistema animista, el universo rarámuri está poblado por una diver-
sidad de seres sociales con los que resulta inevitable y en ocasiones indispensable
establecer relaciones. El mecanismo que articula esta gran sociedad cósmica es un
sistema de intercambio (Martínez, 2008). El sueño, al fungir como un espacio de
intercambio de alianza y de conflicto, funciona como un componente importante
de dicho sistema.
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La estructura social, desde este marco conceptual, conforma una sociología del
intercambio9 (Godelier, 1998) que se expresa en dos formas básicas: la reciproci-
dad y la rapacidad. La primera está estructurada por la lógica del “don” como un
intercambio positivo, y hace circular los productos del esfuerzo humano (alimento
y danza) a cambio de fuerza vital, prestigio y alianza. Este tipo de intercambio fue
establecido en el principio de los tiempos entre la deidad solar y los rarámuri a través
del ritual y el sacrificio animal, y sirve de modelo ideal para la estructuración de las
relaciones tejidas al interior de la sociedad rarámuri. Instituciones como el kórima y
el plexus teswino ponen en circulación granos y cerveza de maíz a cambio de trabajo
cooperativo, prestigio y alianza. Siguiendo la lógica del “don”, las personas están
obligadas a dar, recibir y devolver, generando de esta forma una estructura social
que, sustentada en la alianza y en la reciprocidad, reproduce la jerarquía implícita
en cualquier intercambio, ya que como ha señalado Viveiros de Castro (2002), en
última instancia todo intercambio es desigual en tanto que se fundamenta en una
asimetría potencial.
La rapacidad, por su parte, definida como una forma de intercambio negativo,
invierte la lógica del “don”. Un sujeto “roba” o “rapta” con el objetivo de ingre-
sar en las redes de intercambio de las que ha sido excluido o a las que no ha sido
adscrito. De tal forma que al exigir un pago a cambio de lo “robado” o “raptado”,
9
En la descripción de la sociología del intercambio rarámuri no hemos incluido a los mestizos
(personas no-rarámuri y no-indígenas), pues consideramos que las relaciones con ellos van del mercan-
tilismo a la rapacidad, formando una línea alterna de intercambio.
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Sueños de intercambio
El owirúame habla con otras personas y no sé quién será. Porque dicen que la
enfermedad es un hombre y, en veces, es una mujer (Lupe Espino, hombre rará-
muri 2003).
Uno muchas veces empieza a soñar muy mal, así, animales que a uno lo persi-
guen, que va por barrancos, así, donde uno no conoce. Se empieza a enfermar, a
sentirse mal del cuerpo, porque a mí me ha pasado que he soñado que me persi-
gue una vaca, y yo corro y corro y no me alcanza, si no me alcanza no me enfermo
y si me alcanza sí me enfermo. Luego dicen que los brujos tienen sus animales,
que nos mandan víboras, zorras, vacas. Sí, me ha pasado… y me alcanzan y me
hacen daño. Y amanezco sin fuerzas, así, sin ganas de nada. Y si uno lo deja así,
empieza a enfermarse (Angelita Loya, mujer rarámuri 2004).
10
Para conocer más detalles de la ontología rarámuri véase Merrill (1988: 71-79) y Martínez (2008:
137-147).
261
En los manantiales viven señoras, personas como nosotros. Ellas le dan comida
a la gente y luego se las dan en sueños. Eso es malo porque uno se enferma y
vomita (Andrea Loya, mujer rarámuri 2003).
Cuando en tus sueños el coyote te da cosas: comida o tela o un collar, al otro día
ya no tienes gallina, porque se las lleva (Doña Filomena, mujer rarámuri 2003).
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11
“…the notion that insiders are threatened by outsiders”. Resulta complicado traducir los términos
“insiders” y “outsiders”, pues ambos remiten a sujetos que pertenecen o son excluidos de un grupo o
organización por su acceso a cierta información privilegiada.
263
ofrecen sus autoridades cada domingo, así como innumerables técnicas rituales que
evitan posibles ataques al alma.
Los rarámuri procuran seguir las normas de cortesía y alimentar a todos aquellos
que realizan visitas a sus casas, particularmente a los chamanes; de igual manera
buscan mantener una relación armónica con todos los miembros de la comunidad.
Los sermones dominicales, por su parte, convocan con insistencia a evitar del con-
flicto, ya sea en el ámbito familiar o comunitario; en ellos también se indica que
todos deben seguir el camino de la deidad solar y mantener el equilibrio de su vida
emotiva al permanecer fuertes y contentos. Finalmente, en cualquier acción ritual se
colocan ofrendas a la enfermedad y al diablo, previniendo posibles ataques de esta
manera.
Pese a todos estos esfuerzos, nada garantiza la armonía social. Por ello, una
de las preocupaciones más evidentes, por su constante y recurrente aparición, es
el conflicto, al cual dedican grandes esfuerzos (laborales, rituales, emotivos, etc.)
para evitarlo y solucionarlo. No pretendemos hacer una “apología del conflicto”,
sino definirlo como una parte integral de la vida social rarámuri, ya que a pesar del
“ideal” de este pueblo respecto al tema, nosotros como ellos debemos estar cons-
cientes de que la práctica social es mucho más compleja que los modelos emic o etic
de la sociedad. Así, es preciso abandonar parcialmente los modelos que describen
a las sociedades humanas como armónicas, perfectas y equilibradas, alejándonos
de esta forma de la imagen del “buen salvaje” y acercándonos en consecuencia a
las grietas y a la faceta nocturna de la existencia humana. El conflicto es parte de
cualquier sociedad, la diferencia radica en los recursos culturales para expresarla;
en el caso rarámuri, uno de los ámbitos donde dicho conflicto se expresa es el sue-
ño. Finalmente, tampoco es necesario negar la existencia de nociones de equilibrio
y armonía, las cuales en última instancia funcionan como uno de los motores de la
acción social.
Para los rarámuri, en el ciclo anual —definido como un solo ciclo de trabajo y ri-
tualidad— se despliegan las díadas de equilibrio-armonía y desequilibrio-conflicto
como categorías complementarias. Por ejemplo, en el tiempo cósmico el conflicto
inicia con la sequía y es resuelto por medio de la ritualidad desplegada durante la
Semana Santa. Entonces, los seres del mundo oscuro y subterráneo se apoderan de
la superficie terrestre entablando un conflicto con las fuerzas solares, el cual cul-
mina con la muerte de su líder, un Judas fálico, y por tanto en la regeneración y la
propiciación de la fertilidad (Bonfiglioli, Gutiérrez y Olavarría, 2004). Así, a nivel
cósmico, el conflicto y su resolución son una fuente de armonía.
Si los rarámuri forman parte de una sociedad cósmica, es posible que este princi-
pio también funcione en otros niveles, lo cual explicaría por qué su mayor preocupa-
264
Hemos señalado algunas guías generales del vínculo entre la teoría del sueño y el
sistema chamánico rarámuri. A la vez, se ha indicado de manera general el papel que
dicho vínculo ejerce en la estructura social y en la sociología del intercambio. Por
último, nos gustaría resaltar la riqueza de herramientas conceptuales como chamán
y sistema chamánico.
Galinier y Perrin resaltaron la función mediadora del chamán entre “este
mundo” y “el mundo otro”. Para el caso rarámuri, el chamán efectivamente es
un mediador, pero no entre mundos diferentes, sino entre seres ontológicamente
diferenciados. El chamán rarámuri es un intermediario de las relaciones sociales
y un negociador del intercambio, por tanto, su función cubre ámbitos religiosos,
12
Aún no somos capaces de contemplar las dimensiones de esta afirmación en la cosmología
rarámuri, mucho menos podemos vislumbrar el alcance que ésta podría tener al reflexionar sobre
las relaciones de poder, dentro y fuera de sus redes sociales, particularmente con el mundo mestizo
y el Estado mexicano. Nuestro análisis no pretende justificar el papel de la violencia (simbólica o
factual) como un mecanismo social, sino simplemente describirlo y dar cuenta de su importancia en
la estructura social de este pueblo. Además, cabe anotar que la violencia, como forma de relación, no
es exclusiva de los rarámuri, basta con dar una mirada a las naciones modernas para corroborarlo. El
objeto de nuestro interés no es la violencia en sí misma, sino las formas culturales y los recursos con
los cuales se expresa.
265
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