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Letras:
Obra llevada a cabo por el obispo Francos y Monroy, despertó gran interés entre
los maestros de ese entonces. Está loable preocupación llegó hasta la Audiencia
de Guatemala, la cual en auto de enero de 1799 señalaba la necesidad de crear
Escuelas de Primeras Letras en los pueblos de indígenas. Para llevar adelante
esta iniciativa se pidió a los maestros que opinaran sobre el método más
aconsejable.
El método propuesto por los hermanos Cervantes, que era el resultado de varios
años de experiencia, fue estudiado por fray Antonio de Goicoechea y fray José
Delgado. Refiriéndose a sus bondades, decía Goicoechea estas palabras: “En el
método antiguo se daba mucho azote con injusticia a los que no sabían la lección,
por ignorarse quienes la ignoraban por haraganería, y quienes por rudeza; pero en
el actual como todos tienen los ojos puestos en el cuadro, y repiten fielmente lo
que dice el apuntador, repitiendo así sus lecciones por muchas veces, todos han
cumplido lo que deben y el que no sabe la lección ya se sabe que es por rudo y se
le dispensa del castigo que merece.
Todas estas medidas, reforzadas por algunas reales cédulas y practicadas por los
colonizadores, repercutieron en el campo educativo, ya que reconociendo la
calidad de nobleza a los indios principales, deberían gozar de ciertos privilegios
entre los que se encontraba la educación. Desde los tiempos del Emperador don
Carlos, hasta la época de Felipe III, se insistió en girar instrucciones para cuidar
de la educación de los principales; “para que los hijos de los Caciques, que han de
gobernar a los Indios, sean desde niños instruidos en nuestra Santa Fe Católica,
se fundaron por nuestra orden algunos Colegios en las provincias del Perú
dotados con renta para este efecto se consigno”.
En la misma carta se solicita al rey que la Universidad admita cada año a uno de
estos colegiales para el grado de Doctor, exonerándolo de los gastos de propinas
y pompa.
Esta solicitud fue resuelta por el rey, aunque no autorizó ninguna erogación
especial para los vestuarios. La Universidad de San Carlos, por su parte, había
establecido con anterioridad, a instancias del entusiasta señor Sarassa, algunas
medidas tendientes a la aceptación de indios en el citado centro. “Elevo al alto
rango de facultad la docencia de las lenguas indígenas” y en las Constituciones de
la Universidad estableció que: “Los indios pueden y deben ser admitidos a
matrícula y grados”. Propuso Sarassa, entre otras medidas importantes, la
creación de doce becas en el colegio anexo para “colegiales naturales de estas
provincias”.
El problema era más agudo entre la población mestiza, pues por añadidura, se
veía con malos ojos el trabajo de la mujer, sobre todo durante los primeros dos
siglos de la colonia.
El panorama escolar tampoco era muy halagüeño: existían en la segunda mitad
del siglo XVI, una escuela para niñas blancas, una escuela para niñas indias y un
asilo para doncellas pobres.
Por la enorme pobreza y los no pocos peligros que encontraba la joven humilde,
en una sociedad en donde eran abundantes los vicios y no existían leyes de
protección a la mujer, ésta era a menudo impulsada a la vida del claustro en la
cual encontraba alimentación segura y un ambiente en el que se sentía protegida
de las incomprensiones de la sociedad.
Además de las jóvenes que vivían en este asilo, concurrían otras mujeres y niñas
como externas para aprender a leer, escribir, coser, la doctrina cristiana y todo
género de labores propias de su sexo.
No se tiene noticia de que haya tenido escuela anexa, aunque se sabe que recibía
pupilas.
Convento de capuchinas
El rey dio su aprobación a tan loable iniciativa, pero la obra no se pudo llevar
adelante por los terremotos de la ciudad de Santiago.
Hospitales
Colegio tridentino
Las asignaturas que se estudiaron en los primeros años de su creación fueron las
siguientes: Gramática, Tratado de Sacramentos y Casos de Conciencia. Las
limitaciones económicas que sufría este colegio, le impedía mantener un número
mayor de cátedras, de tal modo que tuvo necesidad de mandar a sus alumnos a
que cursasen algunas materias al colegio del convento de Santo Domingo que era
a todas luces mucho más complejo.
Se sabe que tuvo escuela de primeras letras, como lo dejamos apuntado en otra
parte de este estudio. Funcionaban al principio, en el colegio de San Lucas, 2
cátedras de gramática, en las que también se estudiaba Retórica: una de Filosogía
y dos de Teología. Años más tarde de la creación de la universidad de Guatemala,
fundaron los religiosos de esta orden el colegio San Francisco de Borja, al cual
nos habremos de referir más adelante.
Nace después de la Universidad y aunque tuvo por algún por algún tiempo el
privilegio de otorgar títulos, como lo tuvo el Colegio Tridentino, no fue ese el que
rivalizo con el Colegio de Santo Tomás con motivo de la gesta de creación de
nuestra Alma Máter.
Fundación de la Universidad
En la parte final insta a las autoridades civiles y eclesiásticas para que “hagan
luego la fundación de la dicha “universidad”, otorguen las cátedras por oposición y
se atengan a los procedimientos empleados por las universidades de México y
Lima.
Iniciación de labores
La simpatía manifestada por Carlos IIII hacia las nuevas ideas liberales le
permitió rodearse de algunos colaboradores que tenían visión renovada
sobre los problemas de ese momento.
Aun cuando los estatutos de la Universidad de San Carlos dejan poco que
desear dentro de los avances de la época, es justo reconocer que había una
gran distancia entre lo declarado por aquel histórico documento, redactado
por Sarassa y Arce, y lo que en realidad ocurría en la primera centuría de
nuestra vida universitaria.