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Agradecimientos
Mod. Traducción & Corrección
Nyx

Nyx Isane33 Gise


Yoko Mae Manati5b
Rincone Eni CaroBenavides
3lik@ Musa65 Ailyn
Issa Sanabria Mais020291 Madiinakh
Eglasi Krispipe

Nyx pauper
Rincone Karlix
Bibliotecaria70 Isane33
Majomaestre27

Recopilación & Lectura Final


Nyx

Diseño
Mae & Nyx
Índice
Agradecimientos Capítulo 13
Índice Capítulo 14
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Epílogo
Capítulo 11 Sobre la autora
Capítulo 12 Créditos
Sinopsis
Su relación ha sido expuesta, y ahora sus vidas han cambiado
para siempre.

Para Cadence Miller, la adultez prueba ser frustrante e


intimidante. Ella es una pequeña niña perdida, abandonada por su
familia e inciertamente por su futuro. No cree que «encaje» en
cualquier lugar. Tiene dieciocho. Quiere ser mayor. Y el resultado es
tanto divertido como triste.

Mark Connelly hará lo que sea para darle a Cadence un


hermoso y estable hogar, ser su protector. Pero él está igual de roto y
perdido, y su corazón no va a dejar que el pasado se vaya fácilmente. Él
sabe que debería compartir su secreto con Cadence. Que debería
confiar en que ella entenderá. Pero, ¿qué si no lo hace? ¿Qué si su amor
no se fortalece?

Better (Too Good Series #2)


1
Motivación
Traducido por Yoko // Corregido por pauper

Siete meses antes…


—¡S r. Connelly! ¡Eso se lo está inventando! —gritó Cadence.
Él observó sus pequeños hombros sacudirse por la risa. Ella
presionó el borrador seco contra la pizarra para mantenerlo firme,
pero no sirvió de nada. Su risa lo movía para todos lados, enturbiando los números
que él había escrito para ella.
—No es verdad. Lo juro. —Se rio por lo bajo—. Y ahora tienes que empezar
todo otra vez.
—¡Ugh! Ayúdeme, por favor —dijo ella, dándose la vuelta para mirarlo.
Él estudió las mechas que enmarcaban su cara, con la luz del sol vespertino
entrando por las ventanas, atrapándolas y prendiéndolas fuego. El nacimiento de su
cabello, sus sienes y mejillas brillaban. Parecía una muñeca de porcelana.
Ella sonrió y negó con la cabeza.
—Todavía no le creo.
Le sonrió también.
—Lo sé.
Caminó hasta la pizarra y borró su desastre. Y luego reescribió los números y
esperó a que empezara el problema. Esta vez no la mimaría. Lo había hecho todas
las veces anteriores. Todo lo que necesitaba era un pequeño mohín y el
agrandamiento de esos tristes ojos azules. Él era un simplón, y lo sabía. Pero esta
vez no. Esta vez tendría que trabajar para conseguirlo.
—Esto lo sabes, Cadence —dijo de forma alentadora.
Ella asintió y respiró profundo. Él pensó que era adorable. No podía evitarlo.
Ella se estaba preparando para el trabajo mental.
La observó fruncir el ceño.
No, pensó él. No te atrevas.
Y luego su cara ensombreció.
Cadence…
—Sr. Connelly, no creo…
—Sí, lo sabes —dijo él—. Puedes hacer esto, Cadence.
Mordisqueó su labio y tomó una decisión. Giró su linda carita hacia él,
inclinando su barbilla una pizca, y lo miró con sus grandes ojos tristes. Y luego
parpadeó. Y esperó.
Mierda.
El Sr. Connelly suspiró.
—Está bien. Empezaré yo.
—Gracias —susurró.
Él la vio meter su barbilla para esconder la sonrisa que jugaba con las
comisuras de sus labios. Ella sabía que había ganado. Otra vez. Y él no podía estar
frustrado con ella. En lugar de eso, quería besar la parte superior de su cabeza…
justo en el punto donde su cabello empezaba. Su admisión de derrota.
Volvió a girar su cara hacia él, con el rotulador posicionado a centímetros de la
pizarra blanca.
—¿Y bien? Hagamos esto, Sr. Con Nelly.
Él sonrió.
—De acuerdo, Cadence.
Y no había vuelta atrás.
***
Dio vueltas toda la tarde con Cadence en su cerebro… incapaz de quitársela de
la cabeza, incapaz de imaginar qué hacer con ella incluso cuando él ya había
resuelto hacerla suya. ¿Cómo? ¿Cómo pensaba honestamente que podría
arrancársela? Necesitaba perspectiva, así que tomó un rodeo de camino a casa.
Dejó el paquete de seis cervezas sobre el mostrador y miró a Dylan después de
su confesión.
Dylan se rascó el cuello, luego se reclinó en su silla. Puso sus pies sobre el
mostrador y miró a su mejor amigo.
—¿Has perdido la puta cabeza?
Mark suspiró y abrió la tapa de su Newcastle. Tomó un trago y luego se
encogió de hombros.
—Uh, no. No te me encojas de hombros. ¡Responde mi pregunta! ¿Qué
demonios, hombre? —dijo Dylan. Tomó la cerveza que Mark le tendía.
—Ella es… es solo que ella es… —Buscó palabras, frustrado porque no se le
ocurrían.
—¿Necesitas una canción? —bromeó Dylan.
—Cierra la boca, hombre.
Dylan se rio y agarró una grabación de la parte de atrás del mostrador. Se lo
tendió a Mark.
—Pon esto —dijo él.
Mark puso los ojos en blanco y caminó hasta el reproductor más cercano. Sacó
el vinilo de su funda y lo puso sobre el tocadiscos. Levantó el brazo y luego se
detuvo.
—Ella es como una pizarra limpia —dijo en voz baja.
—Sí. Una que puedes planear ensuciar —dijo Dylan.
—No. No es eso. —Mark puso la aguja con cuidado sobre el vinilo—. Buena
elección, por cierto. —Escuchó al tiempo que el sonido distintivo sonido de The
Killers llenaba el pequeño espacio de la tienda de discos.
—Lo sé —replicó Dylan, terminando su cerveza.
—No quiero confundirla —dijo Mark—. Quiero que ella haga de mí una
pizarra limpia también.
Lo dijo enfrentando el tocadiscos. No podía mirar a su amigo, pero sintió la
tensión inmediata en la sala. Hubo un largo silencio antes de que Dylan hablara.
Mark observó girar al disco al tiempo que finalizaba su cerveza.
—Mira, hombre, sé todo lo de Andy…
—No digas su nombre —dijo Mark—. Simplemente no lo hagas, por favor.
Dylan respiró profundo.
—¿Cómo te va a ayudar esta chica, Mark? Está en la secundaria. Ni se acerca al
nivel de madurez, al nivel de experiencia.
—No quiero que lo esté —dijo Mark. Se dio la vuelta y volvió al mostrador,
elevándose sobre él y alcanzando una segunda cerveza—. ¿Quieres otra?
Dylan negó con la cabeza.
—Estoy trabajando.
Mark sonrió con suficiencia.
—Bueno, yo no. —Abrió una y dio un largo y satisfactorio trago—. No quiero
que sepa nada.
—¿Qué? ¿Para que puedas corromperla?
—No. Es solo que me gusta su inocencia.
—Sí, para que puedas corromperla.
—Cierra la boca, hombre. No es eso. —Mark pensó un momento. Tomó otro
trago de cerveza y se rascó la barba incipiente de su mejilla—. Ella no duele.
—Ni siquiera sé lo que significa eso —murmuró Dylan.
—Sí, lo sabes —replicó Mark, miró a su amigo a la cara.
Dylan se movió incómodamente y asintió.
—Ella es una cosita hermosa. Y la quiero.
—No puedes usarla así —dijo Dylan.
—¡No lo haré! —espetó Mark—. No es eso. No quiero usarla. Me siento
atraído por ella. Me siento atraído por su sonrisa y su risa y su cabello y la forma en
que camina…
—Detente —ordenó Dylan—. Me estás haciendo sentir enfermo.
Mark se rio.
—Me gusta de verdad. Y sé que es imprudente, ¿de acuerdo? Lo sé. Pero no lo
entiendes. Ella está ahí, todo el tiempo, brillando.
—¿Brillando? Dios, eres un chiflado —dijo Dylan. Sus palabras estaban
enlazadas con ligero menosprecio—. Estudiantes de inglés…
Mark se rio por lo bajo y tragó más.
—Está bien, ¿y qué planeas hacer con la chica que brilla? —preguntó Dylan.
Observó la sonrisa extenderse por el rostro de su amigo.
—Amarla.
—Sí, y luego la chica que brilla te pone detrás de unas barras de metal
brillantes. Mark, eres un tipo inteligente. Usa tu cabeza. Y me refiero a ésta —dijo,
señalando su sien.
Mark se rio entre dientes.
—No la has conocido.
—Estoy seguro de que es como todas las otras adolescentes —replicó Dylan—.
Y no estoy diciendo que yo no llegaría a eso, pero la sociedad tiene un pequeño
problema con eso, en caso de que no lo sepas. ¿Quieres lucir como un asaltacunas?
Mark hizo una mueca.
—Exactamente. No me importa lo mucho que brille. Hay algunas cosas que no
puedes tocar.
—No es una niña.
—¿Cuántos años tiene?
—Dieciocho.
—¿Cómo lo sabes?
—Bueno, no lo sé. Creo que tiene dieciocho.
—Hombre. ALÉJATE del objeto brillante.
Mark se rio.
—No lo creo, Dylan. No creo que pueda.
Dylan negó con la cabeza.
—Sabes que puedes contar conmigo. Sin importar cómo vaya esto.
—Crees que soy un desastre, ¿no? —preguntó Mark.
—No. Creo que te cautivó. Creo que estás solo y saturado y buscas cualquier
cosa ahí fuera que sea lo opuesto a toda la mierda por la que has pasado…
—Dylan…
—No, hombre. Tenemos que ser capaces de hablar de eso. Han pasado dos
años, Mark. No eres el único que está todavía dolido por lo que le pasó a Andy.
El sonido de la campanilla de la puerta rompió la intensidad del momento.
Mark escuchó, indiferente, mientras un grupo de adolescentes curioseando en la
tienda, charlando. Dylan se levantó de su silla, inmediatamente en guardia.
—Jodidos niños —murmuró.
Mark sonrió.
—No han hecho nada. Cálmate.
Los hombres miraron mientras los adolescentes entraban y salían de los
pasillos, riéndose y golpeándose en los brazos. Mark oyó a una de ellos decir
«bonito culo» e instantáneamente pensó en Cadence.
—Oh, Dios —susurró, pasándose las manos por su cara de forma brusca.
—¿Qué te pasa? —preguntó Dylan, mirando a un chico que estaba revolviendo
entre un montón de álbumes de rock clásico.
—Nada.
—¡Hola! ¿Qué puedo ayudarles a encontrar, chicos? —gritó Dylan.
Se giraron en su dirección, viendo el paquete de seis sobre el mostrador.
Uno exclamó:
—¡Hombre! ¿Bebes en el trabajo?
—Mi tienda. Mis reglas —replicó Dylan.
Todos ellos asintieron, impresionados.
—Eso es genial, hombre —replicó otro chico—. ¿Necesitas a alguien para
trabajar a media jornada?
—No —dijo Dylan—. ¿Necesitan que alguien les ayude para encontrar una
grabación?
—No —respondió alguien más.
Los chicos se rieron por lo bajo.
Dylan esbozó una sonrisa.
—Entonces por qué no se largan de mi tienda.
Los adolescentes se congelaron antes de marcharse, espetándole tímidos
insultos a Dylan mientras pasaban.
—Eres un jodido estúpido —dijo Mark.
—No, no lo soy. Esas mierdas me robaron antes. Me tomó unos minutos
recordarlo. Pero lo recuerdo. Ese rubio de mierda…
—¿Por qué no los denuncias? —preguntó Mark—.¿Y por qué no arreglas tus
cámaras?
—No es importante —dijo Dylan—. No estamos hablando de vinilos robados.
Estamos hablando de Andy.
Mark respiró profundo.
—Ella también era mi amiga, Mark —dijo Dylan en voz baja.
Silencio.
Mark abrió otra cerveza.
—Sé que lo era.
***

Presente
Los ojos de Mark se abrieron de repente. Se quedó muy quieto en la cama,
envuelto en la oscuridad, completamente ignorante a la chica acostada junto a él,
respirando profunda y regularmente. Ese dulce sonido de sueño satisfecho. No
podía pensar en nada más que en esa tarde en la tienda de Dylan, sentado en
mostrador bebiendo demasiada cerveza, hablando abiertamente por primera vez
sobre la chica que desapareció bajo una sábana blanca manchada de rojo. La chica
que le prometió un para siempre, y que luego se desangró sobre una mesa de
quirófano. La chica que él amó.
Para siempre.
Giró su cabeza para mirar a la chica con vida a su lado. La chica que yacía
desnuda bajo sus sábanas, con el cabello dorado formando una cortina en su cuello,
actuando como una bufanda contra el frío de su habitación. Estiró su brazo para
tocar su cabello, alisándolo con sus dedos.
Ella asintió en su sueño, luego abrió los ojos. Había hecho esto antes, y él sabía
que no estaba despierta.
—Te amo —susurró él.
—Lo sé —replicó ella—. ¿Por qué tienes malos sueños?
Él se quedó muy quieto.
—¿Por qué?
—Cadence, ¿estás despierta? —preguntó con cuidado.
—¿Por qué tienes malos sueños, Mark? —replicó—. ¿Por qué?
—No tengo malos sueños —dijo—. Vuelve a dormir. —Pasó sus dedos por su
cabello una vez más.
—Está bien, pero no te creo —murmuró, y cerró sus ojos. Esperó hasta
escuchar la respiración profunda y regular otra vez antes de escabullirse en silencio
de la cama.
Fue a la cocina y abrió el refrigerador. Y luego miró fija e inexpresivamente
dentro, decidiendo si quería comida o bebida. No tenía hambre. Eso era «no» a la
comida. Tampoco tenía sed, aunque esa cerveza parecía refrescante. Pero no
necesitaba un refrigerio. Necesitaba un escape.
No pasaba a menudo… recordar. Una vez que Cadence entró en escena, él
juró enterrar el pasado, o al menos, los detalles más delicados. Nunca la olvidaría a
ella. No quería. Pero lo detalles. Bueno, esos podría enterrarlos. Pero, de vez en
cuando, todavía soñaba con el pasado y esos detalles delicados que de otra forma se
escaparían de su memoria durante el día, estallaban en su subconsciente a la noche,
demandando su atención. Tomaban el control de sus sueños, y se despertaba
algunas mañanas empapado de sudor. Pensaba que Cadence nunca lo supo. Nunca
dijo nada de ello hasta esta noche.
Cerró la puerta del refrigerador y volvió a la habitación. Se quedó de pie por
encima de su novia, mirándola dormir. Estaba muy lejos de él, en su propio mundo
de ensueño, y no podía soportar la distancia. No esta noche.
Retiró las sábanas y la vio acurrucarse y ponerse en posición fetal. La mano de
ella buscó las mantas, pero él se aseguró de mantenerlas apartadas de su agarre. No
podía saciarse de ello… mirando a su desnudez. Era tan pequeña, tan perfecta. Un
angelito caído, pensó.
Suya.
Se endureció de deseo, subiendo con su mano por la longitud de su muslo
hasta tocarle su cadera. Empujó sus caderas hasta que la puso de espaldas,
completamente expuesta a él. Se arrodilló a su lado y besó su estómago. Y luego
puso su cabeza en ella. En un instante, sintió sus pequeños dedos en su cabello,
inconscientemente buscando sus remolinos. Si era silencioso, podía oírla contarlos
en su mente. Uno, dos, tres. Oh, eso los hacen cuatro…
—Sí, Cadence. Tengo muchos remolinos —le susurró Mark a su barriga.
Se removió debajo de él y suspiró.
—Te necesito —dijo él.
Ella se quedó quieta, con los dedos en su cabello. Él se apartó de ella y vio sus
manos caer a cada lado de su cabeza. Y luego subió por su estómago, besándola,
hasta el hundimiento entre sus pechos. A continuación le besó la boca.
—Despierta, Cadence —dijo contra sus labios.
Ella gimió.
Con suavidad, le abrió la boca y encontró su lengua. La besó profunda y
lentamente hasta que le arrancó otro gemido.
—Eso es. Despierta —urgió.
La mano de él se deslizó por entre sus muslos, provocándola suavemente.
Sintió la respuesta de su cuerpo, la creciente humedad entre sus piernas. Y tenía
que tenerla. Ahora. Mismo.
—¿Cadence?
Nada.
—¿Cadence?
Dejó quieta su mano y observó su cara. Estaba soñando bonito. Lo notaba. No
como la noche pasada cuando la acunó en el sofá y escuchó mientras lloraba
dormida. Estaba exhausta por su huida (finalmente se había dormido contra su
pecho), pero minutos después empezó a llorar otra vez. Era un mal sueño, y él no
podía rescatarla. La realidad no probaba ser mejor en ese momento, así que no la
despertó.
Eso fue ayer. Un mal día. Tampoco fue a clase hoy. Esperaron, refugiados en
el apartamento. Sentados. Caminando de un lado a otro. Esperando a ver al padre
de Cadence en la puerta. Ambos sabían que vendría, y Mark estaba preparado.
Tranquilo. Cadence no. Era un desastre y, a medida que pasaban los minutos, su
miedo se convirtió en histeria.
Pero el Sr. Miller nunca llegó. Y cuando era casi medianoche, Cadence
finalmente se relajó. Mark, por otro lado, estaba ansioso. Sabía que la ansiedad
conjuró a su mal sueño. Y también sabía cómo aliviar su dolor. Pero, mientras
estaba sobre su novia estudiando su cara, observando una tenue sonrisa curvar sus
labios, supo que no podía hacerlo. No podía despertarla para tomarla. Eso era
egoísta.
Subió las mantas y la arropó. Fue a su lado de la cama cuando oyó un fuerte
golpe en la puerta.
Los ojos de Cadence se abrieron de golpe.
—¿Qué? ¿Qué es eso?
Otro golpe de enfado.
—Oh, Dios mío —dijo Cadence en voz muy baja, saliendo de la cama de un
salto. Buscó su pijama por la habitación de forma frenética.
—Quédate aquí —ordenó Mark.
—¡No! —gritó, poniéndose sus shorts de algodón.
Un tercer golpe.
—Te estoy pidiendo que te quedes aquí, Cadence —dijo Mark. Él salió de la
habitación y le cerró la puerta en las narices. Ella la abrió bruscamente y lo siguió.
—No abras —susurró ella, tirando del brazo de Mark.
—No le tengo miedo a tu padre. Vuelve a la habitación.
—¡Por favor, no hagas esto! —suplicó Cadence.
—Vuelve a la habitación —dijo Mark. Tiró de su brazo para liberarse del
agarre de ella y abrió la puerta.
El Sr. Miller entró de sopetón. Vio a su hija y se quedó congelado.
—¿Qué quieres? —preguntó Mark.
—Quiero llevar a casa a mi hija.
—Ella está en casa.
—Ésta no es su casa —gruñó el Sr. Miller—. Cadence, vámonos.
Cadence abrió su boca para hablar, pero no podía formar palabas. Así como
así, en un instante, se quedó muda. Negó con la cabeza.
—Cadence, éste es un mal lugar. ¿Este hombre de aquí? —Señaló a Mark—. Él
es un mal hombre. Un pedófilo. Y va a ir a la cárcel.
Cadence siguió negando con la cabeza. ¡Abre tu boca y di algo!, gritó por dentro.
—No iré a ningún sitio —dijo Mark—. Y ella no es una niña.
El Sr. Miller lo ignoró.
—Cadence. Este hombre te usó.
—Nunca la usé —declaró Mark.
—Se aprovechó de ti porque eres joven.
—Nunca me aproveché de ella.
El Sr. Miller siguió dirigiéndose a su hija:
—No es tu culpa. Te hizo pensar que te amaba…
—¡Estoy aquí mismo, hijo de puta! —rugió Mark—. ¡Deja de decirle mentiras!
—¡No son mentiras! —gritó el Sr. Miller. Finalmente miró a Mark por primera
vez desde que entró a su apartamento—. ¡Usaste a mi hija!
—¡La amo! ¡Cuido de ella! ¿Y qué haces tú? ¡Le golpeaste el ojo!
El Sr. Miller arremetió contra Mark, agarrándolo de la garganta y llevándolo al
suelo. Cadence jadeó.
Haz algo. Di algo. Cadence, ¡di algo! Observó con horror a las extremidades
retorciéndose, reculando ante los gruñidos y quejidos de dos hombres tratando de
darse una paliza el uno al otro. Golpe a la cara. Un baile torpe alrededor de la mesa
del café. Puñetazo al abdomen. Gemidos. Otra embestida. Vidrio roto. Labio
cortado. Dos labios cortados. Puñetazo al pecho. Grito de dolor.
—Paren —susurró apenas.
La lucha siguió en el comedor.
—Paren. —Su voz estaba volviendo. Más fuerte—. Paren —ordenó con
autoridad.
Manos a las gargantas una vez más.
—¡Te mataré! —gritó el Sr. Miller.
Mark golpeó su cara. El Sr. Miller retrocedió y se agarró el ojo.
—¡PAREN! —gritó Cadence.
Y luego lo recordó. La ficha de la negociación. Sintió el dolor en su ojo
dañado, un repentino latido de claridad, de esperanza.
—No lo hagas, papá —dijo Cadence con calma.
El puño del Sr. Miller estaba levantado, listo para atacar. Se volvió hacia su
hija.
—Si lo tocas, si vas a la policía, haré que te arresten por agresión —dijo.
El Sr. Miller parpadeó. Se quedó congelado, procesando la información.
—Le saqué todos a mi cara. Tengo testigos. Ollie. Mamá. Le diré a la policía
que me golpeaste. Y mamá tendrá que decir la verdad. Ollie también.
El Sr. Miller bajó su puño y miró a su hija con incredulidad.
Cadence siguió hablando, pero no como la joven que solía ser. Habló como la
mujer que era ahora.
—No hizo nada malo. No me usó. No fue tras de mí porque estaba sola. Eso
no significa que no estuviera sola, pero no es el por qué se enamoró de mí. Se
enamoró de mí por mí. Y yo elegí esta relación. Elegí estar con él. Yo. Elegí —
enfatizó las últimas palabras.
—Pero él te manipuló, cariño —dijo el Sr. Miller. Sonaba derrotado.
—No —replicó Cadence—. Nunca lo hizo. Pero tú sí. O al menos lo
intentaste. Acabas de hacerlo. Entrando aquí. Diciéndome que Mark es un mal
hombre. Eso es manipulación, papá.
Silencio.
—Mira lo que me hiciste. —Cadence se señaló la cara.
El Sr. Miller apartó su mirada.
—¿Qué harás? ¿Eh, papá?
—¿Cómo pudiste hacer esto, Cadence? —preguntó el Sr. Miller, mirando a la
pared. El sonido de amarga traición envenenaba sus palabras. A Cadence le pareció
gracioso. ¿Él se sentía traicionado? Ella era la que tenía un ojo morado.
—No me dejas opción —dijo ella.
—Los padres de Gracie igualmente lo notificarán a la escuela.
—No me importan los padres de Gracie. No puedo evitarlo. ¿Pero esto? ¿Aquí
y ahora? Solo me importa esto. Y lo que puedo hacer con esto. Y nunca te volveré a
hablar si vas a la policía. Pero sí denunciaré la agresión. Lo haré.
Cadence respiró profundamente, esperando la respuesta de su padre.
El Sr. Miller finalmente la miró. La máscara de traición en su cara se volvió
siniestra, endureciendo sus facciones. Sus siguientes palabras salieron con una
mezcla de dolor y orgullo.
—No diré nada. Pero si no vienes a casa conmigo, ya no eres mi hija. Lo digo
en serio. Sin seguro. Sin ayuda financiera de ninguna clase. —Se detuvo—. Si no
vienes a casa conmigo, ya no eres parte de nuestra familia.
Cadence pensó un momento. Sintió la picazón en sus ojos, y pensó que estaba
bien dejar caer lágrimas. Así que lo hizo. Y nunca le quitó los ojos de encima a su
padre.
—Estoy en casa.
2
Mejor Amiga
Traducido por Yoko & Eglasi // Corregido por pauper

C adence esperó junto al casillero de Avery el lunes por la mañana. Pareció


pasar una eternidad antes de que su amiga rodeara la esquina y se dirigiera
hacia ella. Estaba mirando al suelo mientras caminaba. Avery nunca
miraba al suelo. Miraba hacia delante con confianza.
—¿Estás enfadada conmigo? —soltó Cadence. Avery no la miró cuando abrió
su taquilla.
—Vete.
—No.
—Dije que te fueras.
—Por favor, habla conmigo —suplicó Cadence.
—¿De qué? —preguntó Avery. Su tono carecía de emociones. Se quedó de pie
mirándose la cara en el espejo colgado de la parte interna de la puerta de la taquilla.
—Huí. Estoy en la casa de Mark.
—Felicidades. Espero que ustedes dos sean muy felices juntos.
—¡Avery! —gritó Cadence, agarrándole los hombros a su amiga—. ¡Mírame!
Avery finalmente le miró la cara a Cadence y jadeó.
—¿Qué demonios le pasó a tu ojo?
—Mi papá.
—¿Te pegó?
—Sí. Pero escapé. Estoy viviendo con Mark. Nunca volveré a casa. En
realidad, no puedo. Papá me repudió. Dios, Avery. ¡Tengo tanto que contarte!
Quería contártelo este fin de semana, pero no podía ponerme en contacto contigo.
Te llamé desde el teléfono de Mark…
—Ya no tengo mi teléfono —interrumpió Avery.
Las chicas se quedaron en silencio por un momento.
—Tu papá se encargó de llamar a mis padres y contarles lo que pasaba contigo.
Dijo que no estaba seguro de si yo estaba implicada en tu… ¿cómo lo dijo? Oh, sí…
en tu «jueguito de engaño». Entraron en mi habitación de golpe. Me quitaron mi
teléfono. Vieron el número de Gavin. Y eso fue todo.
Cerró bruscamente la puerta de su taquilla y se dirigió pasillo abajo. Cadence
la siguió.
—Lo siento. Cometí un error —dijo Cadence, tirando del brazo de Avery.
Avery se detuvo de repente y se giró hacia su amiga.
—No, Cadence. Tú no cometiste un error. Un error es cuando calculas mal un
problema en tu examen de matemáticas. Ése es un error. ¿Está bien? Sabías qué
estabas haciendo en ese cine. Sabías que estabas haciendo una escena. Sabías que
eso podía arruinarte a ti y a Mark. —Se detuvo un momento—. Y a mí. Lo sabías,
y lo hiciste de todos modos porque eres egoísta. No lo llames un «error». Admite lo
que realmente es. Un pecado. —Se dio la vuelta y siguió por el pasillo. Cadence se
quedó perpleja. Y luego la perplejidad se convirtió en enfado. Corrió por el pasillo
tras de Avery, alcanzándola.
—¿Desde cuándo empezaste a pasar tiempo con Gracie? —esperó.
—Que te den.
—¡Hablo en serio! ¿Qué demonios fue ese comentario? ¿Un pecado?
—Solo te digo lo que es —replicó Avery.
—No pequé en tu contra, Avery. Metí la pata. Cometí un…
—¡No te atrevas a decirlo! —gritó Avery. Empujó a Cadence contra la pared,
con el brazo en su garganta. Sus ojos estaban salvajes y heridos—. ¡No tienes idea
de lo que me has hecho! ¡Te pedí que tuvieras cuidado! ¡Eso fue todo! ¡Te lo puse
fácil! ¿Y qué haces tú? ¡Me arruinas la vida!
Cadence se tragó las ganas de llorar. Sabía que eso solo avivaría la ira de
Avery. Además, no quería que su maquillaje se estropeara. Trabajó durante veinte
minutos esa mañana para ocultar el ojo morado lo mejor que pudo.
—Eres mi mejor amiga —susurró Cadence.
Avery entrecerró sus ojos.
—Lo sé. ¡Es por eso que duele tanto!
Avery se dio la vuelta y corrió hacia el baño. Cadence se quedó quieta en ese
mismo lugar, con la espalda contra la pared, sintiéndose culpable y atrapada y
enfadada y derrotada.
Y asustada.
Su miedo se intensificó cuando una estudiante se le acercó.
—La señora Jackson quiere verte en su oficina antes de la primera clase —dijo
la chica.
—¿Tengo que ir? —Las palabras se salieron de su boca antes de poder
detenerlas. Eran pequeñas y débiles y la hicieron sentir como si tuviera cinco años.
La chica se encogió de hombros, confundida.
—No lo sé. Se supone que solo te tengo que decir que te reportes en la oficina.
Debería huir, pensó Cadence. Debería huir ahora mismo.
Miró a la chica que se la quedó mirando de forma rara.
—¿Qué le pasó a tu ojo? —le preguntó la chica.
—Un accidente.
—¿Con una pelota de béisbol o algo?
—Ajá.
La chica negó con la cabeza.
—Eso no fue lo que pasó.
Cadence parpadeó.
—Tienes razón. No lo es. —Pasó junto a la chica hacia la oficina y fue
detenida por una mano en su hombro.
La chica susurró:
—La próxima vez, contraataca.
***
—¿Está todo bien? —preguntó la Sra. Jackson. Estudió la cara de Cadence.
—Oh, ¿se refiere a esto? —Cadence se señaló el ojo—. Mi hermano abrió una
puerta y me golpeó en la cara.
La Sra. Jackson asintió, sin estar convencida.
—Cadence, creo que sabes por qué estás aquí.
Cadence negó con la cabeza. Sabía precisamente por qué estaba en la oficina
de la ayudante del director, pero pensó que si se hacía la tonta, estaría comprando
más tiempo. Tiempo para qué, no lo sabía. ¿Quizá para que Mark escapara? Quizá
estaba ahora mismo empacando en su casa. O en el banco retirando dinero.
Limpiando huellas dactilares. ¿Qué demonios? ¡No lo sabía!
—¿Cadence?
—¿Sí?
—Está bien —dijo la Sra. Jackson.
Cadence asintió automáticamente. Y luego deseó no haberlo hecho. Temía que
su asentimiento fuera un reconocimiento de culpa, como si le estuviera diciendo a
la Sra. Jackson: «Tiene razón. El Sr. Connelly y yo estamos durmiendo juntos».
—Quiero hacerte unas preguntas —continuó la Sra. Jackson.
Cadence entró en pánico, girándose en su silla al sonido de la puerta
abriéndose. Un oficial de policía. Se dio la vuelta y miré al director.
—¿Conoces al Oficial Tyson? —dijo la Sra. Jackson.
Sí. Cadence sí que lo conocía. Él era el oficial asignado al Crestview High. Él
era un imbécil, y, justo en ese momento, en su mente, la reunión se había
terminado.
El Oficial Tyson tomó asiento junto a ella, frente la directora.
—Es solo una formalidad, Cadence. Siempre que necesito hacerles preguntas a
los estudiantes, él tiene que estar presente.
Y una mierda, pensó Cadence. Miró al oficial que no la miraba. ¡Eres un maldito
imbécil!, le gritó en silencio.
—Sé que este año no ha sido fácil para ti —dijo la Sra. Jackson. Se detuvo,
esperando alguna clase de comentario de Cadence para demostrar que estaba de
acuerdo, pero no hizo ninguno—. Sé que lo has pasado mal al salir del
reformatorio.
Cadence apretó la mandíbula. Ella sabía qué se traía entre manos la Sra.
Jackson: intentar pintar el cuadro de un objetivo miserable, solitario y rechazado
para un depredador. Y quería que Cadence estuviera de acuerdo con ella. Cadence
no lo haría. Permaneció en silencio, mirando fijamente a la cara de la directora.
—No puedo imaginar cómo es: ser abusada y sentirse sola en la escuela —dijo
la Sra. Jackson.
Cadence levantó el mentón en una demostración de desafío.
—¿Fui abusada? No me di cuenta.
La Sra. Jackson se tensó y reasumió su discurso.
—Y cuando somos abusados y nos sentimos solos, eso nos hace vulnerables.
Sé que te sentiste vulnerable. Imagino que si alguien te dijera algo agradable en la
escuela, estarías lista para ser la mejor amiga de él.
De él, pensó Cadence. Maldición, esta mujer es buena.
La Sra. Jackson volvió a detenerse, esperando una respuesta verbal. Todo lo
que consiguió fue un parpadeo. Se reacomodó en su asiento, obviamente molesta.
—Es muy fácil para los adultos aprovecharse de los niños, Cadence. Y muchos
de los niños no lo ven. No se dan cuenta. Mal interpretan los motivos, piensan que
a esos adultos les importan sus mejores intereses cuando realmente están ahí para
hacer daño emocional y psicológico.
¿Fue esto ensayado?
La Sra. Jackson esperó. Miró fijo a Cadence, instándola a hablar. Cadence no
lo haría, y ahí fue cuando la conversación dejó de ser tan amistosa.
—¿Cuándo te solicitó el Sr. Connelly para el sexo, y cuántos años tenías? —
preguntó abruptamente.
Los ojos de Cadence se abrieron de par en par.
—¿Me está preguntando cuándo el Sr. Connelly se me acercó en la escuela y
me preguntó si quería tener sexo con él? Nunca.
—¿Cuándo entraste en una relación física con el Sr. Connelly?
—Nunca.
—Cadence, tenemos pruebas de que el Sr. Connelly y tú están juntos.
Un pensamiento absurdo pasó por la mente de Cadence. Imaginó a la Sra.
Jackson allanando el apartamento de Mark y robando la sábana que tenía la
mancha de su sangre.
—He terminado con las preguntas —espetó Cadence.
—Cadence, no estás en problemas —dijo la Sra. Jackson—. Nada de esto es tu
culpa. Fuiste seducida y se aprovecharon de ti.
—No, no se aprovecharon.
—El Sr. Connelly dimitió hoy. Ya sabe que lo sabemos. No tienes que intentar
protegerlo. Va a ir la cárcel, cariño.
—¡NO!
Cadence se levantó de un salto y se fue corriendo de la oficina. Oyó a la
directora llamarla, y no le importó.
—Tengo dieciocho, tengo dieciocho, tengo dieciocho —susurraba, agarrando
su mochila de la taquilla y yendo a la salida. Se chocó con Jacob en su camino
hacia la puerta.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó él, notando la mirada de miedo en su cara.
—Bien. Tengo que irme —murmuró, acelerando el paso. Él la siguió.
—¿Qué pasa?
—No puedo hablar de ello —dijo Cadence.
—¿Por qué no? Y, ¿dónde has estado? —Le agarró el brazo y la hizo
detenerse—. ¿Qué demonios le pasó a tu ojo?
—Jacob, por favor, suéltame. No puedo contarte nada. Necesito irme. Es una
emergencia.
—Bien. Iré contigo —dijo.
—¡Y una mierda! —replicó, corriendo a su auto. Él corrio tras ella.
Ella abrió la puerta de un destartalado Volkswagen negro.
—Éste no es tu auto —dijo Jacob—. Éste se parece al del Sr. Con… —Su voz
se fue apagando.
Ella lo fulminó con la mirada.
—¿Por qué estás entrando en el auto del Sr. Connelly?
—Adiós, Jacob —dijo Cadence, dando un portazo. Él abrió la puerta del
pasajero.
¿Cómo es que estaba abierta? Pensó que solo había destrabado la del
conductor.
—¡Sal! —gritó.
—¿Por qué demonios tienes el ojo morado, y por qué estás en el auto del Sr.
Connelly? ¿Y dónde estuviste el viernes? —preguntó, cerrando la puerta.
—¿Me estás jodiendo? ¿Planeas ser un detective cuando te gradúes? ¡Sal del
auto!
—No.
Cadence gritó tan alto como pudo. Llenó el pequeño espacio del vehículo, y
estuvo convencida de que rompería todas las ventanillas. Y pincharía las ruedas.
Jacob esperó hasta que haya pasado antes de continuar.
—¿Él te hizo daño? ¿El Sr. Connelly te hirió? ¿Le temes y no sabes qué hacer?
Cadence lo miró con incredulidad. Eso fue todo lo que pudo soportar. Dedos
acusadores. Reacciones reflejo. Debía ser Mark. Él debía ser el chico malo.
Naturalmente. Ella sabía que sus ojos se volvieron negros cuando se lanzó sobre
Jacob, rodeando su garganta con sus dedos. Justo cuando su alter ego apareció de
la nada. Y estaba más enfadada esta vez. No como con Gracie. Esta versión le
arrancaría la cabeza del cuerpo a Jacob.
—No —siseó—. Él nunca me haría daño. Ahora sal del maldito auto.
Lo soltó y puso la llave en el arranque.
Jacob salió en desbandada, apenas cerrando la puerta antes de que ella
arrancase para salir del estacionamiento.
***
—¡Mark! —gritó ella, abriendo bruscamente la puerta y corriendo al
dormitorio—. ¡Mark! ¡¡MARK!!
—¿Cadence? —oyó desde el baño. Ella abrió la puerta rápidamente y encontró
a Mark de pie frente al lavabo, cepillándose los dientes. Se lanzó hacia él,
apretándolo de la cintura desde atrás, hundiendo su cara en su espalda.
—¡Pensé que te habían arrestado! —gritó.
Se aferró a él desesperadamente, llorando en su espalda mientras que él la
observaba, la pasta dental goteaba de su boca. Pensó que escupir en el lavabo
convertiría toda la escena en cómica, pero no tuvo otra opción.
Escupió. Ella lloró incluso más. Se lavó e hizo gárgaras. Ella se sacudía
incontrolablemente.
—Está bien —dijo él, suavemente sacándole los brazos de su cintura. Se dio la
vuelta y la abrazó—. Está bien.
—¡La Sra. Jackson me dijo que ibas a ir a la cárcel!
—No iré.
—¡Pero eso es lo que dijo!
—Cadence, está bien. No voy a ir a la cárcel. Hablé con mi abogado hoy. Está
bien.
—¿Qué?
—Todo está bien. No pueden presentar ningún cargo contra mí. Perder mi
trabajo es el alcance total.
—¡Oh, Dios! —gimió Cadence—. ¡Oh, Dios! —Se aferró a él con pasión—.
¡Los mataré! ¡Mataré a todo el que te aparte de mí!
Mark atrapó su cara en sus manos y la miró, con la preocupación golpeándole
el corazón por primera vez desde que entró por la puerta. No era cómico después
de todo. Los ojos de ella están salvajes y mostraban miedo (como esos animales
perseguidos) e intentó pensar en cómo quitarle eso. El miedo. Ella había estado
viviendo con miedo desde que su padre la golpeó.
—¡Los mataré! —le gritó ella.
—Shh, está todo bien —dijo él tranquilizadoramente.
—¡No me importa lo que me pase! ¡No te llevarán! ¡No lo harán!
—Nadie me llevará, Cadence. Está bien —dijo.
El pánico impregnaba sus extremidades y giraban su cara. Él nunca la vio tan
asustada. Ni siquiera cuando le golpeó la puerta hace unos días, con el ojo morado.
Sin casa. Sin amparo.
—¡Ya no puedo soportarlo! —gritó.
Él sabía lo que quería decir. Sus padres: no. Avery: no. Seguridad: no. Éste era
el colapso que él había estado anticipando.
La tomó de la mano y la llevó a la cocina.
—Estoy aquí. ¿Cadence? Mírame —ordenó Mark.
Ella giró su cara hacia él. Notó que su mente estaba muy lejos.
—Estoy. Aquí. Este es nuestro departamento. No me iré a ningún lado. Nunca
te abandonaré.
Él sacó un vaso del armario mientras hablaba. Tranquilo. Reconfortante. Pero
la ansiedad de ella encendió la suya propia, aunque nunca la reveló. Sin trabajo.
Fondos limitados en su cuenta bancaria. Estarían bien por un tiempo si no podía
encontrar trabajo rápidamente, pero en realidad no quería tocar ese dinero.
Le llevó el vaso con agua.
—Bebe —dijo.
Ella tomó unos sorbos, luego se limpió la nariz con la mano.
—¿Mejor?
Asintió. No le creía. Era uno de esos asentimientos ausentes, los que la gente
hace cuando no cree en lo que están diciendo que están de acuerdo. Solo dicen
estarlo porque cree que eso hará que la otra persona se sienta mejor.
Ella lo siguió a todos lados toda la mañana, observándolo hacer sus cosas.
Recogiendo el periódico en busca de trabajos que solicitar. Lavando los platos del
fregadero. Le ayudó a cargar el lavavajillas, observándolo a escondidas por el
rabillo del ojo. No lo quería fuera de su vista.
Ella se sentó en su regazo sobre el suelo mientras que él organizaba un cajón
bajo de discos. Y cuando esa tarea estaba completa, ella le pidió que la acompañase
al baño.
—No me iré a ningún lado —le dijo mientras le sostenía la mano por el pasillo.
Ella no le creía y lo hizo mantener la puerta abierta y quedarse de pie donde
pudiera verlo mientras hacía pis.
—No estoy loca —dijo ella después de tirar de la cadena del baño.
Mark frunció el ceño.
—Pero estoy perdiendo el control, Mark. Si una persona más dice que eres
malo, la mataré.
—Cadence…
—¡Estoy cansada! Estoy asustada. Estoy sola…
—No estás sola —la interrumpió.
—¡Lo estoy! No puedes serlo todo para mí. ¿No lo entiendes? Echo de menos a
Avery. Echo de menos a mis padres. ¡Se supone que debo tener a otras personas en
mi vida! ¡Se supone que debo tener padres! ¡Se suponía que ellos harían cosas de
padres conmigo! Ya sabes, estar ahí y ayudarme.
—Yo te voy a ayudar.
— ¡Se supone que tengo padres Mark! —gritó—. Se supone que me aman.
—Lo sé.
Pasó junto a él hacia la sala. La siguió. Cadence habló muy poco el resto del
día. En su mayoría, se la pasó viendo hacia afuera. Él garabateó todo lo que tenía
que hacer en una lista y se concentró en remediar su corazón y calmar su miedo.
Sabía que solo era temporal, su crisis. No podía quitarse la idea de que todo era su
culpa.
Debí haberla dejado sola, pensó. Probablemente aún tendría una relación con sus
padres si solo me hubiera alejado. Pero, ¿cómo?, ¿cómo hubiera podido? Él sabía que
era egoísta. Sabía que había complicado su vida. Y no tenía el poder para
detenerse. No, eso no era completamente cierto. Él no quería detenerse.
Esa noche la acunó en su regazo mientras veían una película. Era una comedia
y funcionaba para eliminar la tensión en sus músculos. Sintió su cuerpo hundirse en
el suyo, flexible, suave y tierno, y sabía que estaría mejor por la mañana.
Y así fue.
***
—Así que, ¿qué opinas? —preguntó Mark. Caminó alrededor de la parte
trasera del auto donde Cadence estaba parada.
—¿Qué opino? Opino que no vas a comprarme un auto. Eso es lo que opino —
respondió Cadence.
El dueño del auto levantó sus cejas ante eso. Mark no quería que pensara que
estaban haciéndolo perder su tiempo, así que sacudió su cabeza, comunicándose
silenciosamente.
—No la escuche. —Y el hombre asintió. Mark deseaba en ese momento no
haber traído a Cadence—. Necesitas un auto —dijo—. Tienes un trabajo. Estarás
empezando la escuela en unos meses.
—No puedo permitirte que me compres un auto. Es una cuestión de balance de
poder —ella replicó. El dueño sonrió.
—¿Nos puede dar un minuto? —le preguntó Mark. Él asintió y se alejó—.
¿Cuestión de balance de poder?
—Sí. Si me compras algo tendrás la sartén por el mango. Poder sobre mí.
—Cadence, nadie en el mundo tiene poder sobre ti. Ya he aprendido eso. Y de
cualquier manera comprarte un auto no tiene nada que ver con poder. Es práctico.
No, ni siquiera eso. Es una necesidad. No podemos compartir el auto.
Cadence permaneció callada por un momento.
— ¿Cómo vas a pagar esto?
—Con dinero. —Ella le dio una mirada exasperada.
— ¿Dinero de dónde?
—De mi cuenta del banco.
—Ese dinero es para tu programa del doctorado.
—Sí y para un auto para ti. Así que ahora escucha. Sé que necesita un nuevo
arreglo de pintura. Es un poco ruidoso aquí y ahí, pero voy a cambiar ese motor y
funcionará. Realmente funcionará. —Se acercó y le susurró—: Este hombre lo está
vendiendo más barato de lo que es. —Cadence escuchó su razonamiento y
asintió—. Es un buen trato. Seríamos tontos si no lo aprovechamos. —Cadence
volvió a asentir—. ¿Me estás diciendo que puedo comprarte este auto? —Asintió
por tercera vez—. Utiliza tus palabras Cadence. —Su cabeza se levantó y le lanzó
una mirada extraña—. ¿Qué? Se supone que estoy bromeando —dijo Mark
confundido.
—No, yo solo estaba pensando en… —su voz fue bajando, recordando. Su
confesión a Avery. Y la promesa de Avery.
—¿Cadence?
—Avery me dijo eso hace un tiempo. «Utiliza tus palabras». Solo me lo
recordaste. Eso es todo. —Caminó hacia la puerta del conductor y la abrió. Metió
su cabeza y miró alrededor, luego se puso de pie y se giró hacia Mark—. Vamos a
hacerlo.
Le tomó unos pocos minutos a Cadence conseguir usar el embrague de su
«nuevo» auto usado. Había estado conduciendo el Volkswagen de Mark a la
escuela y estaba más cómoda con ese embrague. Ahora, pensaba que nuevamente
estaba aprendiendo a conducir, quedándose estancada en cada semáforo y
soportando el odioso sonido del desagradable claxon. ¿Desde cuándo East Cobb se
convirtió en la central de perras?
—Necesitas algo de práctica —dijo Mark cuando estuvieron a salvo en casa.
—Dímelo a mí —respondió Cadence cerrando la puerta del auto. Caminaron
juntos hacia su apartamento—. Te quiero pagar. Me va a tomar un buen tiempo,
pero quiero hacerlo.
—No estás en deuda conmigo. Y no quiero que me pagues. Quiero que
guardes tu dinero. —Ella abrió su boca para oponerse—. Eso me haría feliz —
agregó él, sonriéndole.
—Me lo vas a quitar si te enojas conmigo —susurró Cadence. La mandíbula de
Mark cayó.
—¿Qué?
Cadence sacudió su cabeza y masculló—: Olvídalo.
—Yo no soy tu padre —dijo él cuidadosamente.
—Lo sé.
—Esta no es esa clase de relación. No te doy las cosas con condiciones.
—Lo sé.
—¿Lo haces?
No lo sabía. No creía ni una palabra de eso. Su padre la asustaba hasta creer
que todo venía con una condición: regalos, tiempo, amor. Era cautelosa incluso
con las intenciones de Mark. Culpaba a su dañado corazón. No confiaba en nadie.
—Te creo —mintió. Lo miró a los ojos para tratar de convencerlo.
—Nada en esta relación es condicional —explicó Mark—. Nada.
—¿Aun así puedo pagártelo?
—No.
Cadence suspiró
—Está bien. Gracias por comprarme un auto.
No tenía caso seguir discutiendo. Ella pensó que quizás podría empezar a
meter billetes en su cartera sin que se diera cuenta. Cinco dólares aquí, diez dólares
allá. Podría llevar un registro en una libreta que tuviera escondida en algún lugar de
la habitación de invitados. Así no se sentiría tan desesperada y necesitada.
No era su culpa. Él solo estaba tratando de que se independizara de él. De
cualquier manera, ella no pensaba eso. Estaba siendo práctico pero a Cadence no lo
gustaba ese cambio en el poder. Oh, ¿a quién estaba engañando? Ahí nunca había
ocurrido un cambio de poder porque él siempre lo ha tenido. Era más grande. Más
fuerte. Mayor. Con más dinero. De pronto su plan de ir llenando su cartera con
algunos billetes parecía muy tonto e inmaduro.
—¿Cadence?
Ella levantó la mirada hacia Mark.
—¿Sí?
—¿En qué estás pensando?
—¿Sigue abierta la oficina de etiquetas? ¿No necesito una etiqueta después de
todo?
Él asintió
—Tienes razón. Lo olvidé.
—Voy a pagar por eso —decidió.
Mark asintió nuevamente. No estaba de acuerdo con ella. Podía ver a su
cerebro trabajando duro, intentando descifrar cómo hacer las cosas.
—¿Has escuchado algo de tu abogado? —preguntó Cadence de repente.
Mark sacudió la cabeza.
—¿Por qué lo haría? Todo está hecho.
Y era cierto. Había llegado temprano a Crestview High el jueves de la semana
pasada antes de que cualquier estudiante apareciera. Había sido escoltado por el
oficial Tyson hasta su antigua oficina para recoger sus pertenencias. No había
mucho ahí. Solo unos cuantos lápices, plumas y cuadernos. Oh, y un CD que había
olvidado en su gaveta.
Toda esa experiencia lo asustó y por primera vez desde que inició su aventura
secreta con Cadence y se sintió avergonzado. Los ojos del director, la asistente del
director, el oficial de policía y la secretaría estaban sobre él mientras caminaba por
el pasillo. Ellos querían intimidarlo y funcionó un poco. Incluso pensó en que
debería ir a casa y mirar esa ley una vez más, leerla una vez más, estar seguro de
que realmente dijo lo que pensaba que había hecho.
No soy un monstruo, pensó mientras caminaba por el umbral de las puertas
principales. Nunca podría volver. Nunca volvería a poner un pie dentro de
cualquier escuela de Georgia. Esa parte de su carrera como profesor había
terminado. No estaba triste por decir adiós pero no podía estar sin trabajo por
mucho tiempo. Tenía una novia a quien apoyar.
—Todo está bien —dijo, notando la mirada de preocupación de Cadence—. Te
prometo que todo terminó.
Esa era una verdad parcial. Su problema en Crestview High había terminado
pero ahora el trabajo real empezaba. Asegurarse de un trabajo. No sería fácil pero
estaba determinado a lograrlo. Tenía un propósito. Y estaba justo frente a él.
***
Cadence no quería alarmar a Mark. No tenía caso decirle que el acoso en la
escuela se había intensificado tan pronto como se supo sobre su relación. Los
estudiantes eran despiadados. Todos estaban involucrados. Incluso Jacob había
cambiado pero ella entendía por qué. Él estaba asustado por su comportamiento
tan extraño aquella mañana del lunes pasado. Ella había enredado sus manos
alrededor de su cuello después de todo. No podía esperar que él siguiera diciendo
«hola» en los pasillos. Pero no era abusivo con ella. Solo permanecía alejado.
—Caramba, si hubiera estado follando con mi profesor de matemáticas,
adivino que también me estaría graduando —le dijo Alaina a Cadence una mañana
antes de clases.
—Me gané mi graduación —respondió Cadence. ¿Por qué? ¿Por qué Cadence?
¿Por qué dirías eso? ¿Por qué dejarse llevar después de todo?
Un grupo de estudiantes estallaron en carcajadas.
—Sí, lo hiciste —respondió uno, simulando una mamada.
Cadence puso los ojos en blanco y tomó asiento. Solo faltaba una semana y
media. Podía lograrlo si el profesor sustituto no le fallaba. Se dio cuenta que incluso
la señora Donovan parecía estar en su contra. Un castigo por su engaño. Ella dejó
signos sutiles en los exámenes de Cadence.
—¡Hola! Déjame ver tu examen solo un segundo —Cadence le dijo a Jacob
después de clase.
—¿Eh?
—Solo déjame ver —dijo, arrebatando su hoja. Sostuvo los exámenes lado a
lado y comparó las marcas rojas. Bastante segura, sus respuestas incorrectas habían
sido marcadas con una enorme y molesta X roja que abarcaba una cuarta parte de
la página. La X de Jacob era mucho más pequeña—. ¿Qué demonios?
Cadence abordó a la señora Donovan. Golpeó los exámenes que había en el
escritorio y se inclinó.
—¿Qué es esto?
—¿Qué es qué?
—Estas X en mi examen. ¿Por qué las de Jacob no son tan grandes como las
mías?
—¿Es en serio Cadence?
—Sí. —La señora Donovan parpadeó—. ¿Por qué mis X son enormes y las de
Jacob son tan pequeñas? —preguntó Cadence. No lo iba dejar pasar. Eso era acoso
y nada menos que ¡por un profesor!
—Cadence, quizás revisé los exámenes en diferente momento. —La señora
Donovan sonaba molesta.
—¿Espera que me crea eso?
—Francamente, no me importa si lo crees. Estás paranoica.
—Sé lo que está haciendo. ¿Intimidación mediante signos? Acóseme lo que
quiera. No puede hacerme fallar. Voy a aprobar esta clase y largarme de este
infierno.
—Necesitas cuidar tu lenguaje.
—¡Y usted necesita dejar de ser una maldita perra!
Y eso fue el final de la conversación. Cadence se encontró de regreso en la
oficina de la señora Jackson siendo sermoneada acerca del respeto hacia sus
autoridades.
—¡Explíqueme esto! —Cadence le mostró los exámenes a la asistente del
director.
—¿Por qué tienes el examen de Jacob?
—Señora Jackson mire las X por favor.
—Cadence, estás exagerando. Nadie está en tu contra. Nadie te está acosando.
La boca de Cadence se abrió completamente. Tal vez la señora Jackson debería
haber estado en cálculo esa mañana cuando algunos despiadados simulaban una
mamada para ella. O la semana pasada cuando la había hecho tropezar en el
pasillo. O dos días atrás cuando cuatro chicos diferentes le habían pedido sexo. La
perra estaba loca.
—Te queda una semana y media. Y me gustaría verte graduándote, así como a
ti te gustaría hacerlo. —Cadence suspiró—. Encárgate y trata con eso. —Cadence
levantó su cabeza.
—¿En serio? ¿Qué pasó con la otra semana cuando estaba aquí y usted me
estabas consolando por todo el abuso que sufría en la escuela? Y ahora ¿me está
diciendo que no sufro de acoso? No lo entiendo. ¿Era solo una táctica para
conseguir que dijera algo malo de Mark? Porque de mi parte no lo es.
—Es suficiente, Cadence. —Cadence se mordió la lengua y miró por la
ventana—. Detención por la mañana el resto de la semana. Y una disculpa para la
señora Donovan. —Cadence resopló—. Lo digo en serio —dijo la señora
Jackson—. Quizá ella no tenga la autoridad para ver que no te gradúes pero estoy
segura como el infierno que lo hará —Cadence golpeó su cabeza por como sonaba
el trato de la señora Jackson—. ¿Me entendiste?
Cadence asintió a regañadientes. Y luego salió de la oficina antes de ser
excusada. No fue hasta medio camino por el pasillo cuando pasó. Claramente.
¡Bam! Como un puñetazo en la cara. Con gran claridad que lastimó su mejilla.
Finalmente lo entendió. Esta mujer estaba molesta con ella, molesta porque ella no
era una víctima después de todo. Ellos suponían que había sido víctima de abuso a
manos de un profesor. Pero no era así. Ella era una participante dispuesta y por lo
tanto la convertía en su enemiga.
¿Por qué? No sabía decirlo, pero no era acerca de dejar que esas perras la
trataran como mierda por la siguiente semana y media. También se graduaría
incluso si tuviera que robar su diploma.
Decidió ofrecer su disculpa en ese momento que más tarde. Esperar solo lo
haría peor. Tocó suavemente la puerta del salón de clases, luego entró. La señora
Donovan levantó sus cejas.
—¿Puedo ayudarte?
—Se supone que tengo que disculparme —dijo Cadence, permaneciendo en la
puerta.
—Así que esta es una disculpa falsa —respondió la señora Donovan, bufando.
—Algo así.
—¿No te sientes mal después de todo por llamarme una maldita perra? —
preguntó la señora Donovan.
Cadence no estaba segura hacia donde se estaba dirigiendo la conversación.
No sabía cómo esperaba que respondiera así que dijo la verdad.
—No.
Los labios de la señora Donovan se apretaron en una desagradable mueca.
—Entonces no me siento mal por lo que voy a decirte.
Cadence se armó de valor.
—Piensas que eres una chica especial porque un profesor te mostró algo de
interés, ¿no es así? Eres especial porque te dijo cosas bonitas y te folló. Bueno,
déjame decirte un pequeño secreto. —Se detuvo para darle el efecto—. No lo eres.
Cadence se dio cuenta que esto no tenía nada que ver con romper el código de
chicas. Eso era lo que originalmente había pensado mientras caminaba de regreso a
cálculo para ofrecer su falsa disculpa. Pensó que la señora Donovan estaba molesta
con ella porque estaba saliendo con un hombre que debería estar saliendo con una
mujer mayor, una mujer mayor como la señora Donovan. Pero en ese momento se
dio cuenta que no era por el código de chicas. Tenía que ver con algo terrible que le
había pasado a la señora Donovan en el pasado.
—Él la lastimó ¿no es así? —preguntó antes de que pudiera detenerse.
—¿De qué estás hablando? —espetó la señora Donovan.
—Su profesor. Lo amaba y él lo terminó —dijo tranquilamente Cadence.
El rostro de la señora Donovan se torció en disgusto.
—Todos lo hacen. No eres especial Cadence. Él también te va a dejar. Solo
eres una estúpida chica que no puede dejar pasar sus encantos y sus mentiras.
Cadence sacudió la cabeza. Sabía que eso no era cierto. Esta mujer quería
soltar su veneno porque su corazón estaba herido y cansado. Pero Cadence no lo
permitiría. Colocó sus manos sobre su corazón. Actuaron como escudo contra las
palabras podridas de la señora Donovan.
—Lamento que le haya hecho eso—dijo Cadence.
—Lárgate.
—Lamento que le haya roto el corazón.
—¡Dije que te largues!
Cadence salió del salón, cerrando la puerta lentamente detrás de ella. Se asomó
por la ventana y vio a la señora Donovan ocultando su rostro con sus manos. Y
después su cuerpo se sacudió. Y de repente las enormes X en el examen de Cadence
ya no fueron importantes. Realmente no tenía nada que ver con ella, era este dolor
del que estaba siendo testigo en el viejo salón del señor Connelly. Era acerca de un
corazón roto y un objetivo fácil. Un corazón roto y arruinado. Un corazón roto y
lleno de amargura.
Un corazón roto.
3
Adulta
Traducido por Mae // Corregido por Bibliotecaria70

M
ark estaba sentado en su auto mirando a través del
parabrisas. En cualquier momento, Cadence, vestida con traje
de graduación y toga, podría rodear la esquina con su hermano
y Fanny. Lo único que quería era ver su sonrisa.

Sabía que sus padres no se presentarían. Dejaron claras sus intenciones hace
tres noches cuando Cadence llamó a su casa para hablar con su madre. Después de
colgar, le dijo a Mark que no le importaba que se negaran a asistir, pero se despertó
más tarde esa noche con el sonido de sus sollozos suaves. Estaba acurrucada
tumbada cerca de la orilla de la cama, lejos de él. Extendió la mano para tocarla,
pero se detuvo. Algo le dijo que no, que sería desastroso si trataba de
consolarla. Así que la dejó sola. A la mañana siguiente estaba brillante, alegre y tan
falsa como no la había visto nunca.

Tamborileó los dedos sobre el volante.


—Por favor, sonríe. Por favor, sonríe. Por favor, sonríe.
Volvió a recordar la primera vez que la vio realmente sonreír. Le sonrió en el
lado de la carretera 28, pero no fue hasta que se sentó en un banco de metal en el
estacionamiento de autobuses en el primer día de clases que no vio una sonrisa
verdadera. Se rio acerca de los nombres por los que había estado llamándolo,
mostrando unos dientes bonitos con una imperfección. Tenía un depósito de calcio
en su colmillo. Sí, se había dado cuenta. Y recordó sentirse como un total acosador
por gustarle tanto.
Dejó de tamborilear los dedos cuando la vio. Iba flanqueada por su hermano y
Fanny, y se reía. ¡Gracias a Dios! El alivio fue instantáneo, la tensión alrededor de
su corazón se desvaneció. Pudo respirar de nuevo.
Cadence abrió la puerta del pasajero y subió.
—¡Estaba caliente como el infierno por allí! —dijo, inclinándose para besar a
Mark en su mejilla.
—Pensé que la graduación fue en el gimnasio —respondió, girando la llave en
el contacto.
—No había espacio insuficiente. Lo cambiaron en el último minuto —
dijo. Señaló su rostro—. ¿Estoy del asco, o qué?
La miró, las gotas de sudor que brillaban en la línea del cabello. La ligera
mancha de delineador negro debajo de sus ojos azules. Su cabello una vez recto
estaba curvado en ondas muy rizadas debido a la humedad. Y había pasado tanto
tiempo alisando su cabello, pensó con una sonrisa. Era el desastre más bonito que
nunca había visto.
—Estás hermosa, Cadence —susurró.
—Asqueroso —murmuró Oliver desde el asiento trasero.
Mark se rio entre dientes. Se había olvidado de los pasajeros en la parte trasera.
—¿Bueno, además del calor, no estuvo mal? —preguntó, saliendo a la calle.
—Estuvo encantador —respondió Fanny—. La ceremonia estuvo
encantadora. Cadence estuvo encantadora.
Mark vislumbró a Cadence. Ella sonrió y bajó la cabeza, dejando que su
cabello cayera hacia delante para protegerse el rostro.
—No tiré mi gorro —dijo, acariciando la borla—. Quise mantenerlo.
Mark sonrió.
—Como un trofeo —continuó. Y luego susurró para sí misma—: Lo hice.
Extendió la mano y tomó la de ella, colocándola en la caja de cambios.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Sosteniendo tu mano —explicó, desplazando a la cuarta marcha—
. Mientras conduzco.
Cadence sonrió y volvió la cabeza. Vio a Oliver poner los ojos en blanco.
—¿Y Kim y yo somos molestos? —preguntó—. Por favor.
Fanny se rio.
—¿Hablaste con Avery? —preguntó Mark a Cadence.
Tres semanas. Tres semanas desde que Avery le gritara ese lunes por la
mañana en el pasillo de la escuela. Había intentado en varias ocasiones desde
entonces hablar con ella, pero Avery no le hizo caso. La evitaba. Era francamente
cruel con ella.
Mark sintió el brazo de Cadence tensarse. Ella negó con la cabeza. Oliver se
erizó.
—Avery es una perra —escupió.
—¡Ollie! —gritó Cadence—. No digas eso.
—Bueno, lo es —continuó—. Han pasado tres semanas. Tiene que superarlo.
Fanny asintió, pero no dijo nada.
—Está herida, Ollie —explicó Cadence—. He arruinado su vida.
—No, no lo hiciste —argumentó Oliver—. Ella arruinó su vida. ¿Por qué la
gente no puede asumir la responsabilidad de la mierda que hace?
—Porque es más fácil echarle la culpa a otro —señaló Fanny.
—¡Pero soy parte de la culpa! —dijo Cadence—. Metí la pata en el teatro.
—Metí la pata en el teatro. No tuvo nada que ver contigo —intervino Mark.
—Sí, amigo. Lo hiciste —acordó Oliver.
—No importa quien se equivocó —intervino Fanny—. El punto es que te
equivocaste, Cadence. Avery estaba equivocada. Mark estaba equivocado... —Miró
a Oliver—. Estoy seguro de que estabas equivocado, también.
—¡Oye! Esto no tiene nada que ver conmigo —gritó Oliver—. ¡Como que
tenía razón! ¡Rescaté a mi hermana!
—Hiciste que me dieran un puñetazo en el ojo —dijo Cadence rotundamente.
—Sí, y luego te rescaté —respondió Oliver—. Dame un respiro. Por Dios.
Cadence esbozó una sonrisa.
—Eres una buena amiga, cariño —dijo Fanny, tocando el hombro de
Cadence—. Recuerda eso cuando Avery, vuelva a pedir disculpas. Se rápida para
perdonar. Lenta para enojarte.
De repente, Cadence se sentía incómoda. No quería pensar en esa
conversación incómoda, si es que sucedía en absoluto.
—¿Podemos hablar de otra cosa? —preguntó.
—Creo que es una buena idea —respondió Mark, deteniéndose en su habitual
espacio frente al apartamento. Pidió a Cadence que se quedara atrás mientras los
demás entraban.
—¿Qué pasa? —preguntó, observando su expresión.
—Mi madre está aquí —dijo en voz baja—. Quería venir a celebrar... mis
opciones de vida.
Se miraron el uno al otro analizando la tácita broma y se echaron a reír.
—¿De verdad dijo eso? —jadeó Cadence.
—Uh, sí.
Cadence rio a carcajadas.
—¡Soy una elección de vida! Supongo que eso tiene sentido. Soy una opción de
vida. Me elegiste.
—Es tan ridículo. Está intentando mucho estar bien con esto. —Suspiró—.
Solo quiere conocerte mejor. Papá se ha ido, y tiene demasiado tiempo y energía
para concentrarse en mí. ¿Sabes?
—Lo entiendo —respondió Cadence.
—Ella estaba tan preocupada por encontrarme una cita —continuó Mark—
. No sé por qué no está tratando de encontrar la suya.
La sonrisa de Cadence se desvaneció al recordar esa conversación incómoda
hace tantos meses en la iglesia. La Sra. Connelly casi reveló un secreto sobre Mark
y Cadence nunca lo había olvidado. Quiso en tantas ocasiones preguntarle, pero
nunca pudo encontrar el coraje. Y él nunca insinuó nada.
—No quiero que tu fiesta de graduación sea rara —dijo Mark—. Si no estás de
acuerdo con esto, le diré que lo haremos otro día.
—No, no —dijo Cadence—. Tengo refuerzos de todos modos. Este podría ser
el mejor camino a seguir.
Mark se rio entre dientes.
—No te va a atacar ni nada.
—Lo sé. Pero tal vez no será tan raro con otras personas alrededor. —Cadence
pensó por un momento. En realidad, todo el grupo era raro, una mezcla de
diferentes edades, etapas de vida, conexiones. Se dio cuenta de que la señora
Connelly encajaría perfectamente.
Ella esperaba un abrazo rompe costillas, pero cuando entró por la puerta
principal, fue uno rompe costillas. La Sra. Connelly la abrazó con tanta fuerza, que
pudo sentir el apretón en su corazón.
—¡Felicidades, cariño! —exclamó la señora Connelly—. ¡Estás preciosa!
Cadence sabía que no se veía así ni de cerca. Parecía una niña esperando a ser
recogida en el último día del campamento de verano. Probablemente olía así,
también, después de haber pasado horas afuera en el sol de Atlanta envuelta en
poliéster.
Cadence se retiró y murmuró un tímido «gracias».
—¿Estabas nerviosa de subir al escenario? —preguntó la señora Connelly.
Cadence asintió y sonrió.
—Déjame que te cuente lo que me pasó cuando me gradué...
Mark se quedó atrás en la cocina con Fanny agarrando platos y utensilios para
su almuerzo. Escuchó atentamente el relato de su madre y la risa de Cadence,
pensando que a pesar de que su novia había perdido una madre, podría haber
ganado otra.
***
Cadence entró en la sala de estar más tarde esa noche vestida con su traje de
graduación y gorro. Mark sonrió.
—¿Quieres recrear todo para mí? —preguntó, sentado en el sofá.
Ella no dijo nada mientras movía su borla de derecha a izquierda. Entonces lo
miró fijamente. Había algo primitivo en sus ojos, y lo entendió inmediatamente.
—Entonces, ¿qué quiere decir eso? —preguntó, mirando la borla colgar y
sacudirse junto a su oído.
Ella se lamió los labios y luego se curvaron en una sonrisa seductora.
—Bueno, soy una graduada —dijo, caminando cerca de él.
—Uh huh.
—Así que supongo que eso me hace una adulta.
Mark sonrió.
—Puedes ser una adulta.
Se puso de pie entre sus piernas, esperando que continuara lo que
empezó. Deslizó su mano por debajo de su toga y su pierna externa,
sorprendiéndose cuando llegó a su cadera y descubrió que estaba desnuda.
—¿Esto es un regalo para mí? —preguntó, dirigiendo su mano entre sus
piernas. Estaba suave y húmeda—. Porque no soy quien se graduó.
—Para los dos —respondió.
Movió su dedo en ella.
—Puedo apoyar eso.
Se levantó y la apoyó en el centro de la habitación al lado de la mesa de
café. Luego se arrodilló frente a ella y le levantó la toga.
—Levanta tu pierna —dijo, y obedeció, poniendo el pie en el borde de la mesa.
Dejó caer la toga sobre su cabeza, protegiéndose a sí mismo de su vista cuando
fue a tocarla. ¿Cuándo se volvió tan suertudo, pensó, mientras pasaba la lengua por
sus suaves pliegues? Ella gimió mientras jugueteaba con su entrada, deslizando su
lengua dentro de ella, saboreando su esencia.
Puso sus manos sobre la cabeza de él para mantener el equilibrio. Ella no se
dio cuenta de que movía sus caderas, presionándose en su rostro, pidiéndole en
silencio que lamiera allí. Ese pequeño lugar donde el placer se construía fuerte y
rápido, a continuación, se deshace en contra de la voluntad de uno. Sabía que ella
quería su lengua allí, así que lo evitó y esperó hasta que rogara por ello. No tomó
mucho tiempo.
—Por favor, Mark —susurró sin aliento.
—Por favor, ¿qué? —preguntó, dejando besos por todo el interior de sus
muslos.
—¡Sabes qué! —gritó, frustrada.
Se rio y se echó hacia atrás. Ella se tensó y esperó, luego miró su cabeza
moverse más hacia su cuerpo hasta...
—¡Oh!
Él mordisqueó su clítoris suavemente.
—¿Es eso lo que querías? —preguntó.
—¡Sí!
Hizo girar su lengua sobre ella antes de tomar su clítoris en su boca de
nuevo. Chupó suavemente mientras deslizaba un dedo dentro. Ella gimió y dejó
caer la cabeza hacia atrás, escuchando mientras tarareaba contra su piel sensible.
—¿Alguna vez te has corrido de pie? —preguntó.
—No —dijo sin aliento.
Mark se rio entre dientes. Ya sabía lo que iba a pasar, pero la besó de todas
formas, porque le gustaba ella en esta posición y no quería moverla. Envolvió la
mano alrededor de la parte posterior de su muslo y continuó su dulce
asalto. Rodando la lengua. Metiendo un dedo. Encontró un ritmo, y como si
crearan música juntos, ella construyó una melodía de quejidos al ritmo de su
lengua, su dedo empujando. El crescendo se construyó cuando su cuerpo se tensó.
—No puedo —jadeó.
—Es mejor que lo hagas —dijo sobre su piel.
No la dejaría hasta que la escuchara gritar, y lo hizo. Gritó y se sacudió,
agarrándose desesperadamente a su cabeza, pero sus manos se deslizaron por lo
resbaladizo de la toga, y cayó de espaldas en el suelo del salón.
—¡Idiota! —gritó, riendo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó con indignación.
—¡Me soltaste la pierna! —gritó, luchando contra él mientras subía encima de
ella.
—¿Quieres una repetición? —preguntó.
—Estoy demasiado sensible.
—Voy a ser amable.
—Voy a seguir estando sensible.
Sonrió.
—Sigues alimentando mi ego, ya sabes.
—¿Cómo?
—Bueno, te noqueo. Hago que te caigas. Estoy empezando a volverme un
poco engreído con mis habilidades.
Lo apartó.
—Oh, supéralo.
Él se rio y se quedó a su lado en el suelo. Se quedaron mirando al techo
mientras hablaban.
—Tengo miedo a estar sola —dijo Cadence.
—No estás sola —respondió Mark.
Se encogió de hombros. —Bueno, ya sabes lo que quiero decir. Ningún padre.
—Mi madre aseguró que le gustaría ser tu padre —dijo Mark.
Cadence se rio entre dientes.
—Era eso todo un espectáculo, ¿no te parece?
Mark negó con la cabeza.
—Al principio, pensé que tal vez. Pero después de unos cinco minutos me di
cuenta que era genuino. Realmente le agradas. Piensa que eres perfecta para mí.
—¿Y por qué es eso?
—Creo que es porque me haces sonreír. Y ve eso.
Cadence pensó por un momento.
—¿No tiene nada que ver con tu pasado?
Mark se puso tenso. Tenía todo que ver con su pasado, pero no podía decirle
eso ahora. No en el día de su graduación. No en las próximas semanas cuando
necesitaba ajustarse a su nueva vida. No cuando comenzara la universidad
pronto. Nunca habría un buen momento, se dio cuenta, para decirle su
secreto. Pero sabía que cuanto más tiempo viviera con él y se conectara con él en
las formas más íntimas, más perjudicial sería la verdad una vez que la descubriera.
Estaba atrapado.
—Creo que solo tiene que ver con una madre queriendo que su hijo sea feliz —
mintió.
Cadence asintió.
—¿Tu madre está muy sola?
—Sola para el compañerismo, sí. Quiero decir, tiene sus amigas en la iglesia a
quienes visita mucho, pero al final del día, no le gusta ir a una casa vacía.
—¿Cómo son sus amigos? —preguntó Cadence.
—Trato de alejarme de ellos. Durante un tiempo, estaban todos juntos en esto
de encontrarme una cita. Como si fuera un idiota socialmente inepto o algo así.
Cadence rio.
—¿Qué? ¿Crees que soy un idiota socialmente inepto?
—¡No! —dijo, riendo—. Solo estoy imaginando estas pequeñas viejas señoras
de la iglesia creando planes para ti. Es gracioso.
—Marybeth. Es la peor —dijo Mark, haciendo una mueca.
Cadence sonrió.
—Me gustaría conocerlas.
—No, no quieres.
Cadence se quedó callada por un momento.
—Quiero decir, tienes que encontrarte con ellas con el tiempo si mi madre
tiene algo que decir al respecto.
—¡Quiero agradecérselo a tu madre! —espetó Cadence. Y luego añadió en voz
más baja—: Haré lo que tenga que hacer para agradarle.
Mark tomó su mano entre las suyas y la miró.
—Oye.
Ella volvió el rostro hacia él.
—Le agradas. Muchísimo.
Cadence asintió.
—No quiero que te preocupes por eso ahora mismo de todos modos. Quiero
que te concentres en el trabajo y te prepares para la universidad.
—Bien.
—En realidad, pensándolo bien, no te quiero centrada en eso en este momento
—dijo Mark. Se levantó del suelo y luego ayudó a Cadence a levantarse—. Esta
noche es una celebración. Y tengo champán. Y queda pastel. Entonces, ¿qué te
parece?
—Nunca he bebido champán —dijo Cadence.
Mark movió sus cejas.
—Lo sé. Y voy a sacar el máximo provecho de eso.
Cadence rio.
—Bien. Eso sí, no me dejes caer de nuevo.
—No lo haré —respondió Mark—. Voy a tenerte sobre tu espalda la mayor
parte del tiempo.
La atrajo hacia sí y soltó la parte delantera de su toga. La apartó de sus
hombros, dejando que cayera alrededor de sus pies en ondas sedosas. Quedó
completamente desnuda, y observó cada centímetro de ella. Los pequeños y firmes
pechos. Cintura delgada. Caderas y muslos bien formados para una chica tan
pequeña.
—Quiero que te quedes así mientras bebemos nuestro champán —dijo Mark.
—Bueno.
—Y te quiero en mi regazo —agregó.
—Claro.
Estudió su rostro. Parecía un hada del bosque, y pensó que debía decírselo,
pero decidió no hacerlo. Se reiría de él y pensaría que era un bicho raro. Así que
dejó fuera el bosque.
—Te ves como un hada —dijo.
—¿Eso es bueno o malo? —preguntó.
—Es frustrante —respondió. Y entonces tuvo una idea—. ¿Por qué no corres,
te escondes y dejas que te encuentre. Voy a tener un regalo para ti cuando lo haga.
—¿En serio? ¿Quieres que corra desnuda y me oculte?
Asintió.
—Eres el tipo más raro que conozco. —Se rio.
—Lo sé. Ahora ponte en marcha, pequeña hada. —Le dio la vuelta y golpeó su
trasero.
—¡Oh, Dios mío! —chilló y se fue por el pasillo.
Mark se dirigió a la cocina y sirvió su champán. Dejó los vasos en la mesa de
café. Luego fue a cazar.
4
Reconciliación
Traducido por Issa Sanabria // Corregido por pauper

—¿ Qué es lo que pasa contigo últimamente? —preguntó Cadence, tendida


en el sofá.
Oliver se sentó en el extremo todo lo que pudo e intentando sacar
los pies de su hermana de sus rodillas
—¿Qué quieres decir? —preguntó él.
—La actitud. Tienes esa actitud. No eres tú —replicó ella.
Oliver se encogió de hombros.
—No tengo ninguna actitud —murmuro él. Cadence sonrió y se rascó la parte
superior de su cabeza.
—¿De verdad, Ollie?
Oliver la miraba como si sus palabras fuese lo que necesitaba para estallar,
pero él no quería traer a colación los malos tiempos.
Pensó que no sería bueno para el estado emocional de su hermana. Él no tenía
idea de por qué pensaba que ella era tan delicada en ese momento. Se había
escapado. Se había enfrentado a su padre. Estaba pagando impuestos.
Estaba creciendo.
—¿Ollie?
—¡Creo que dios es un idiota! —espetó él.
—¡OLLIE! —Cadence lo golpeó en el estómago con el pie.
—¡Ay! ¡Eso duele, Cay!
—¿Qué demonios?
Oliver frotó su estómago.
—Tiene que serlo por lo que te pasó —argumentó él.
Cadence puso sus ojos en blanco.
—Él no me dio el golpe en el ojo. Papá lo hizo.
—Pero él permitió que sucediera.
—Ay Dios mío —murmuró Cadence.
—¿Qué?
—Esa es la línea que dice todo el mundo cuando la mierda va mal en su vida.
«Dios no tenía que permitir que esto me sucediera a mí». Crece de una puta vez,
Ollie.
Cadence hizo una pausa, pensando en Avery, aquella tarde no mucho tiempo
antes cuando las chicas se sentaron en el almuerzo a discutir el incidente del
armario de clases. Avery le había dicho que tenía que crecer. Justo de esa manera:
—Crece de una puta vez. —Ahora, en ese momento, ella añoraba a su amiga.
—Bueno, es cierto. Se supone que debe ser Dios, ya sabes. Todo poderoso.
Omnisciente —dijo Oliver.
Cadence respiro paciente.
—Es tan bueno que me tiene en tu vida —comenzó, y Oliver la golpeó en la
espinilla juguetonamente—. Si la vida fuese perfecta, y el mal no existiría, y todo el
mundo fuese feliz todo el tiempo, ¿qué probaría tu fe?
Oliver frunció el ceño.
—No te sigo.
—¿Quién tiene que confiar en la misericordia y el amor de Dios, si sus vidas
son perfectas?
Oliver se sentó en silencio por un momento.
—¿Así que nos castiga para que confiemos en él y lo amemos? Eso es
retorcido.
—Él no nos está castigando. Dios es bondad, ¿está bien? No puede hacer mal.
Eso va en contra de su naturaleza. ¿Ves? Entonces ¿Por qué crees que Dios me dio
un golpe en el ojo?
Oliver se encogió de hombros.
—Él dejó que sucediera.
—Sí. Creo que él nos dio a los seres humanos el libre albedrío, Oliver. Ese es
mi punto. El libre albedrío para ir por ahí matando y violando y robando y
mintiendo y golpeando a sus hijas en los ojos.
—¿Por qué?
Cadence se pauso.
—Creo que por un buen motivo. Para la elección.
—Sí, pero, ¿por qué? Él ve claramente cómo todo está en mal estado ¿por qué
no acaba de incendiar la tierra y termina esto de una vez?
—Bueno, ese es un buen punto.
Oliver sonrió con aire de suficiencia. Cadence lo vio.
—Pero tengo una respuesta para ti —dijo ella. Él gruñó—. Él nos ama y quiere
que confiemos en su bondad.
—A la mierda con eso —respondió Oliver.
—¿Quieres ser un robot simplemente? ¿Quieres ser obligado a amar a Dios?
Porque él podría hacer que sucediera, pero no tiene tiempo para eso. Ese no es el
tipo de relación que quiere contigo. Esa no es una relación de cualquier modo. Esa
es una coacción. Y tampoco tienes tiempo para este tipo de mierda.
Oliver consideró esto.
—Estoy en la barrera —dijo él.
—Bueno. Bien puedes ir por la barrera por un tiempo. Eso sí, no dejes que la
amargura inicie y se ajuste en tu vida.
Oliver lanzó a Cadence una mirada sucia.
—No estoy amargado. Estoy molesto.
Ella miró a su hermano.
—Lo entiendo —dijo ella en voz baja—. De verdad.
—¿Por qué no estás enojada con Dios?
Cadence se encogió de hombros.
—Lo estuve. Por un tiempo. Pero entonces recordé que me ayudó a escapar,
¿cómo puedo estar enojada con Dios cuando él me ayudo a mover mi auto en la
huida?
Oliver pensó por un momento.
—Hmmm. Bien, veo eso.
Llamaron a la puerta, y Oliver se levantó de un salto.
—¿Debería abrir? —preguntó Cadence.
—No te preocupes —respondió él, abriendo la puerta. Frunció el ceño, viendo
al visitante de arriba abajo como si fuese basura maloliente que se olvidó poner en
la acera—. ¿Qué quieres? —Estaba en la puerta restringiendo la entrada.
—Sal de mi camino, Oliver —dijo Avery.
—No. No hasta que me digas qué quieres.
—¿No es obvio? Estoy aquí para ver a Cadence —contestó ella pacientemente.
—¿Por qué?
—Para hablar con ella cosas que no te incumben.
Oliver gruñó.
—Has sido realmente miserable con ella.
—Sé lo merecía.
—No, no lo merecía. Vete a la mierda, Avery. Todo esto es apenas su culpa, ya
que es tu culpa. Y yo no voy a permitir que vengas aquí y buscar a mi hermana a
molestarla, ¿de acuerdo? Ella está frágil en este momento —sacó toda su estatura,
ojo a ojo con su actual enemigo.
—¿Frágil? Eres un idiota. Fuera de mi camino —Avery empujó contra su
pecho, pero él no se movió.
—Y tú eres una puta —respondió él.
Avery retrocedió, aturdida.
—Eso es correcto. Puta. Un poco llorona, perra puta —Avery sonrió
maliciosamente—. Ooooh, mira al feroz Oliver. Es tan grande y malo que me llama
puta. ¿Qué? ¿Finalmente crecieron las agallas?
—Siempre he tenido agallas, Avery. Y siempre estuve allí para mi hermana. A
diferencia de ti.
Silencio.
—¡Papá le dio un ojo negro! ¡Y tú estabas preocupada porque te quitaron tu
teléfono! —rugió él.
—Cuidado, pedazo de mierda —advirtió Avery.
—Oh, vete a la mierda —dijo Oliver—. Eres la persona más egoísta que
conozco.
—Ya he terminado contigo. Muévete así puedo hablar con Cadence.
—Púdrete.
—¡Mueve tu mierda fuera de mi camino! —grito Avery.
Oliver se inclinó, su rostro a centímetros de Avery.
—Si la molestas, no voy a ser responsable de lo que te haré. No golpeo niñas.
Eso totalmente patético. Pero tú eres una historia diferente. Porque ni siquiera creo
que seas una chica. Ni siquiera eres humano. Eres una extraterrestre en un planeta
oscuro que…
—Cállate, Oliver —dijo Avery, empujándolo a un lado y entrando al
departamento. Divisó a Cadence en el sofá—. ¿Solo te quedaras allí
escuchándonos?
Cadence se echó a reír.
—¡Síp!
—Dios, eres una perra. ¿Ni siquiera ibas a ir en mi defensa? —preguntó
Avery—. Tu hermano me amenazó. El maldito Mike Tyson por aquí. Tienes que
hacer algo al respecto.
Cadence siguió riéndose. No podía contenerlo. Una vez empezó, dejó que la
consumiera. Fue infecciosa. La risa de Avery vino después, seguida por Oliver.
Se rieron hasta llorar, se rieron hasta que sus estómagos dolían. Se rieron hasta
que la tensión se desvaneció.
—No te soporto —se quejó Avery, mirando a Oliver. Se hundió en el sillón—.
Creo que eres una pequeña perra dolor en el culo.
Cadence chilló de la risa.
—Y creo que eres una puta perezosa —respondió Oliver. Él se dejó caer en el
sofá junto a su hermana y suavemente la golpeó de nuevo—. Respira, Cay.
— ¡Yo… lo estoy intentando! —se atragantó.
—Dios, no sé cómo compartiste casa con él —gimió Avery.
—No sé cómo ella pasó la mayor parte del último año saliendo contigo —
disparó Oliver de nuevo.
—No sé cómo…
—¡BASTA! —lloró Cadence por la voz de Avery. Se secó las lágrimas de los
ojos y respiro hondo—. No sé cómo puedo soportaros a los dos.
Avery contuvo el aliento, esperando. Cadence la miró, luego se volvió a Oliver.
—Sí, sí. Ya lo sé —dijo él. Se puso de pie y saco las llaves del auto de su
bolsillo.
—¿Disfrutando mi auto? —preguntó Cadence.
—Inmensamente —respondió el.
—Eres un idiota, y te amo —dijo ella.
Ella se propuso a decirle a su hermano que lo amaba cada vez que lo viera. Se
arrepintió de no decir esas palabras la noche que Oliver la ayudo a escapar, y ella
no quería sentir de nuevo ese arrepentimiento. Por no decir que siempre sintió como
si tuviera que expresar su amor por él. Todavía era un imbécil, pero ella sabía que él
la amaba ferozmente, haría cualquier cosa por ella, y que justificaba sus palabras.
Cada una y en todo momento.
Oliver mostró a Avery su dedo del medio antes de salir.
—¿Desde cuándo tu hermano es tan grosero? —preguntó Avery una vez que la
puerta se cerró.
Cadence se encogió de hombros.
—Está en una fase rara en estos momentos. Está enojado con mis padres por lo
ocurrido… —Apuntó a su ojo—. Y está frustrado porque aún tiene que vivir bajo
su techo.
Avery asintió.
—También está muy enojado con Dios —añadió Cadence—. Me dijo hace
unas semanas que no estaba seguro de que todavía creía en él. Me enojo cada día
con indiferencia.
Avery puso los ojos en blanco.
—¿Crisis existencial a los dieciséis años? Dame un respiro. Él es un perdedor.
—Y lo amo —dijo Cadence en voz baja.
Avery se movió en su asiento
—Él en realidad no es un perdedor. Estuvo allí para ti cuando yo no estaba.
Silencio.
—Has visto mi ojo, Avery —susurró Cadence—. No estoy tratando de hacer
que todo sea sobre mí, pero tú eres mi mejor amiga. Viste mi ojo. —Miró a Avery
—.Y te alejaste.
Los ojos de Avery se llenaron de lágrimas. Ella alzó la vista al techo en un
intento de forzar las lágrimas, pero corrieron por sus sienes de todos modos.
—Lo sé.
—No sé lo que te ha pasado a ti, pero lo siento. Lo siento por todo. Sea lo que
sea lo que tus padres te hicieron, lo siento —Cadence secó sus ojos.
—Lo siento —dijo Avery—. Solo soy una egoísta. Estaba tan enojada contigo.
No podía ver nada por mis propios problemas. ¡Y ellos no tuvieron un maldito trato
tan malo comparado con ser golpeada por tu padre! Cadence…
Ella se levantó de su asiento y se abalanzó sobre su amiga, abrazando a
Cadence con tanta fuerza que oyó sus huesos sonar. Pero no la soltó. No podía.
Tenía que mostrar a Cadence lo mucho que la quería y lo mucho que lo sentía por
estar ausente. Incluso si le dolía.
Cadence lloró en el hombro de Avery, aferrada a ella igual de fuerte, sintiendo
un tipo diferente de libertad de la que justo había explicado a Oliver. Esta fue una
buena libertad, estimulante y curativa. Y la iluminó, dejó la piel como fuego en
todos los lugares que su amiga tocó su cuerpo.
Libertad. Y perdón.
Cadence se apartó y agarró el pañuelo del final de la mesa. Ella se lo dio a
Avery, quien se sonó la nariz.
—¿Qué ibas a decirme? —preguntó Cadence, viendo a Avery frotar sus ojos.
Avery asintió.
—Tu padre llamó a mi madre la noche en que te enfrentaste a él. Ella y mi
padre entraron en mi habitación y exigieron que les entregara mi teléfono. Ya te
había dicho esto.
Cadence asintió.
—Encontraron el número de Gavin.
—Sí —bajó Avery la cabeza. — ¡Dios, esto es tan vergonzoso!
Cadence tomó la mano de su amiga.
—Mi padre lo llamó, y ya que mi nombre y foto aparecen en su teléfono, él
respondió diciendo, «Estaba pensando en ti. Necesito mi cara entre tus piernas».
—¡Oh por Dios! —La cara de Cadence se iluminó de rojo brillante—. Oh,
Dios, Oh Dios, Oh Dios…
—Sí, dímelo a mí —respondió Avery. Separó su mano de la de Cadence y se
quitó el flequillo de la cara—. Estaba mortificada. Papá estaba mortificado. Quiero
decir, él me miró como si fuese una porquería —hizo pausa por un segundo y
susurró—: Un poco de la manera que tu hermano acaba de mirarme.
Cadence apartó los ojos.
—¿Cómo sabes que Gavin dijo eso?
—Porque papá tenía el teléfono en altavoz.
Cadence negó con la cabeza.
—¿Qué pasó después?
—Papá no respondió. Él simplemente colgó el teléfono y me dijo: «Ha
terminado».
—¿Qué demonios significa eso?
—Terminaron las salidas con Gavin.
—Eres una adulta.
Avery resopló.
—Sí.
—¿Qué significa eso? Eres mayor de edad, Avery. Puedes salir con quien
quieras.
Avery parecía derrotada.
—No, Cadence.
—¿Qué quiere decir, no? No entiendo por qué…
—Alto —interrumpió Avery—. Y escúchame un segundo.
Cadence cerró la boca.
—¿Honestamente piensas que Gavin puede cuidar de mí? Quiero decir, ¿si les
dijera a mis padres que se fueran al infierno y luego me escapara? ¿Crees que él
podría cuidar de mí?
Cadence parpadeó.
—No soy una idiota. No me importa tener diecinueve. Sé que no puedo cuidar
de mi misma. ¡Ni siquiera tenía trabajo hasta hace tres semanas! No hago suficiente
dinero para vivir por mi cuenta, pagar la escuela, pagar por un auto, pagar por…
—¡Gavin te ayudaría! ¡Podrían hacerlo juntos!—dijo Cadence.
—No. No, no lo haría. Fue divertido estar con él porque era deshonesto y
astuto, y porque no tenía que preocuparse por cuidar de mí. Mis padres hacían todo
eso. Él solo me mostró un momento de diversión.
—Pero pensé que estabas loca por él —dijo Cadence en voz baja.
Avery lo pensó por un momento.
—Yo… lo estaba. Pero me di cuenta de que tengo que hacer lo mejor para mí.
—¿Y qué es eso? Dejar que tus padres te controlen cuando…
—No. Usando a mis padres hasta que ya no los necesite más —respondió
Avery.
—¿Qué?
—Necesito el dinero para ir a la escuela. Los necesito para ayudarme a pagar el
seguro del auto. Está bien. Voy a vivir en su casa, mientras voy a la escuela. Voy a
dejar que me impongan toque de queda…
—¿A los diecinueve años?
—Voy a dejar que ellos dicten y lo haré —continuó Avery, ignorado a su
amiga—. Y una vez que no los necesite más, me iré —contuvo el aliento largo y
lento—. Y nunca voy a hablar con ellos de nuevo.
—Avery —susurró Cadence.
Avery miro a Cadence justo a la cara.
—No es lo ideal, y eso me hace enojar, pero lo haré. Porque no soy tonta.
Cadence se erizó.
—No soy tonta.
—No estoy insinuando que lo seas. Tu situación es totalmente diferente a la
mía. Tu padre te golpeó. No tienes elección. Además, el Sr. Connelly es mayor. Y
no es un completo idiota como Gavin. Se ocupará de ti y te protegerá. Gavin nunca
haría eso.
Cadence asintió.
—Pero estarás infeliz en casa.
—Ya soy infeliz. Pero no me importa. Sé que lo que estoy haciendo es
inteligente. Solo tengo que tener cuidado contigo. Tenemos que tener cuidado
cuando nos veamos.
Cadence entró en pánico. Avery lo notó y le agarró la mano.
—Sabes que mis padres perderían la cabeza si saben que estoy saliendo
contigo.
Era el último año de la escuela de nuevo. Pero en lugar de los padres de Gracie
diciéndole que no podía ser amiga de Cadence, ahora era Avery. Sentía dolor de
estómago.
—¡Yo no soy una mala persona! —gritó.
—Lo sé.
—¡Esto es una mierda!
—Lo sé.
—¡Tienes diecinueve!
—Lo sé.
—¿Por qué no te vienes a vivir con nosotros? —preguntó Cadence.
Avery se rio.
—¿Quieres seguir siendo mi amiga?
—Sí.
—Está bien entonces. No.
—Pero nunca te veré.
—No es cierto en absoluto. No pueden seguirme a las clases, o al trabajo.
Habrá un montón de veces que nos podremos ver.
Cadence grito de nuevo.
—Voy a estar bien, Cadence. Lo juro —dijo Avery. Se unieron en otro abrazo.
Esta vez Cadence la apretó con fuerza hasta hacer los huesos de Avery estallaran.
—¿Realmente pequé en tu contra? —preguntó Cadence.
Avery se alejó.
—¿Eh?
—Lo que me dijiste en el pasillo. Todas estas semanas atrás. ¿Era verdad?
Avery pensó por un momento.
—Estaba fuera de mí misma.
—No, no lo estabas. Y pensé mucho acerca de lo que habías dicho, la
diferencia entre un error y un pecado. No saber en contra de saber. Y tienes razón.
Lo que ocurrió en el cine no fue un error.
Avery parpadeó.
—No quiero volver a tratarte así de nuevo. Confiabas en mí, y lo eché todo a
perder. Fui egoísta, demasiado, Avery. Sabía lo que era mejor.
Avery intento con tono ligero.
—Bueno, creo que recibir un puñetazo en el ojo te absuelve de toda culpa.
Cadence se rio y negó.
—¡Mi maldito padre me golpeo en mi maldito ojo!
—Lo sé, ¿verdad? ¿Has puesto cargos?
Cadence negó con la cabeza.
—Hicimos un trato.
—¿De qué?
—Él no iba a ir a la policía para ir acerca de Mark y yo no iba a ir a la policía
para denunciarlo a él.
Avery silbo por lo bajo.
—Oh Dios Mío. Cadence, eso es, como, muy fuerte.
—Lo sé. Y fui yo la que hizo el trato. No Mark.
Avery asintió.
—Ese es tu asusto. Eres muy inteligente. Eres lista. Debes estar impresionada
contigo misma.
Cadence rio.
—Totalmente.
Pasaron la tarde discutiendo sus horarios de clase y los días y horarios en los
que pudieran encontrarse en el campus para pasar el rato. Se dieron cuenta de que
con sus horarios sería imposible hacer una rutina para verse. Avery dijo que
añadiría el número de Cadence en su teléfono con un nombre diferente.
—Espera. ¿Te devolvieron tu teléfono? —preguntó Cadence.
—No. Tuve que comprar uno nuevo.
Bromearon sobre el contacto falso y desarrollaron toda una vida y trasfondo
para ella. Ella sería un nuevo amigo cristiano de Avery del campus. Avery asistiría
a la Cruzada Estudiantil para Cristo con ella todos los jueves por la noche a las
7pm. Traducción: iría a la casa de Cadence con pizza.
Mark llegó a la casa de la risa de las chicas. Planeaba decirle a Cadence que le
habían ofrecido el puesto de profesor en la Universidad Técnica de Cobb, pero
podía esperar, teniendo en cuenta los acontecimientos que se desarrollaban en su
sofá.
Una amistad importante estaba siendo restaurada. La curación se estaba
llevando a cabo. Los planes para el futuro estaban en marcha. Y él no era parte de
esas cosas. Ellas necesitaban tiempo juntas, por lo que dijo un rápido «hola», y
luego desapareció en el dormitorio. Se quedó allí toda la noche, leyendo un libro,
sonriendo de vez en cuando ante los chillidos de risa, feliz por sus reparados
corazones.
5
Logística
Traducido por Issa Sanabria // Corregido por pauper

Su corazón se dejó caer cuando él la vio entrar al salón. Hizo caso omiso de las risitas y
susurros y la siguió con la mirada mientras se dirigía a uno de los dos asientos restantes en su
clase. Ambos al frente.
No tenía opción. Tenía que estar cerca de él.
Cuando comprendió que él era el chico de la carretera 28, el miedo en su rostro fue
inconfundible. Él no sentía tanto miedo. Sintió una extrema decepción. Y desesperanza.
Y entonces, estaba el asunto de su enterizo naranja. Él no sabía cómo hacerle frente o si
debía hacerle frente. Una gran parte de él decía que debía dejarla en paz. Claramente estaba
siendo intimidada, y ella pensaría en tratar de cambiar los papeles. Pero lucía ridícula. Tenía
que saberlo. Él no estaba seguro si ella en realidad había ganado o simplemente pensaba que
lo había hecho. Trató de ser gentil, un acercamiento sin confrontaciones.
—Cadence, probablemente quieras ir a cambiarte —dijo suavemente.
Los ojos de ella se abrieron como platos. No estaba seguro de porqué. Y luego lo golpeo.
¡Dijo su nombre! Sí, el recordaba su nombre. ¿Cómo podría olvidar ese nombre? Cadence.
Rítmica. Su canción. Su vida. Él lo decidió esa tarde al lado de la carretera. Ella era su
cadencia1. Ese fue un momento de claridad alarmante ahora confusa por la comprensión de
que ella era su alumna. Él pensaba que Dios le estaba jugando otra broma cruel.
—En realidad, estoy bien —replicó ella, su voz era apenas un susurro.
No esperaba eso. Él pensó que ella obedecería. ¿No era eso lo que se supone que los
estudiantes hacen?
¿Obedecer?
Él intentó un enfoque diferente.
—De acuerdo. Realmente no era una sugerencia.
Las palabras pudieron haber salido un poco más planas de lo que el pretendía. Quería
que ella entendiera que él estaba a cargo, pero tampoco quería avergonzarla.
Ella lo miró fijamente. No. Eso no estaba bien. Ella lo miró directamente través a sus
ojos y dentro de su cerebro. ¿Podría ella ver lo que estaba pasando? ¿Podría sentir su imposible
atracción por ella? No le gustaba la forma en la que lo miraba. Se inclinó hacia adelante.

1
Cadencia es ir bajando en un tono y Cadence en inglés.
—¿Oíste lo que dije?
Ella parpadeó y se volvió a enfocar.
—Lo oí. No quiero cambiarme. Es un regalo, ¿ve? Fue dejado para mí en mi armario
esta mañana. Quería usarlo para mostrar mi aprecio.
Y fue entonces cuando él supo que tenía que tenerla. Él ya estaba irritado por su
resistencia. ¿Pero ahora su actitud? Bueno, le molestó de inmediato. Y lo cambió al mismo
tiempo.
***
Cadence tomó el vaso de Orange Crush2 delante de Mark, luego se sentó a su
lado en la mesa del comedor.
Él sonrió y negó con su cabeza.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Tú.
—¿Qué sobre mí?
—Tú y tu moda por la naranja —explicó él.
Cadence arqueó su ceja.
—¿Y qué?
—Hiciste realmente difícil mi primer día, y lo sabias. Tú eras una malcriada.
Cadence resopló.
—Lo que sea.
Él se echó a reír.
—Disfrutaste cada segundo de esa conversación. Probablemente tenías una
erección —dijo ella.
Él la ignoró.
—¿Estás lista?
—Creo que sí —respondió ella. De repente estaba nerviosa y no sabía por qué.
—Bueno. Primero es lo primero —Mark hizo una pausa y miró a su novia.
Ella le devolvió la mirada, esperando—. ¿Vas a tomar notas?
—¿Es necesario?—pregunto ella.
Mark se encogió de hombros.
—No lo sé.
Cadence respiró profundo.
—Si empiezo a sentirme abrumada, tomaré notas.
Mark asintió.
2
Orange Crush es un refresco de naranja o naranjada que nació en 1916 en Estados Unidos.
—Bueno, lo primero: Necesitas llenar el formulario W-4 de tu empleador y
llenarlo de nuevo.
Cadence parpadeó.
—¿Eh?
Mark tomó un sorbo de su bebida.
—¿Recuerdas el papeleo que has debido llenar cuando empezaste a trabajar
con Millie?
—No lo llené. Papá lo hizo. Él solo me hizo firmar junto a la nota adhesiva.
Mark sonrió pacientemente.
—Bien. Bueno, necesitas pedirle a Millie llenar de nuevo el papeleo. Se llama
W-4.
—¿Por qué necesito eso?
—Porque estoy malditamente seguro de que tu papá te quiere declarar como
dependiente en sus impuestos, y no lo hará.
—¿Eh?
—Déjame ponerlo de esta manera: tu papá intenta sacar algo de dinero de ti, y
como él te cortó, no creo que debamos permitírselo.
Cadence asintió. No entendía nada.
—Así que, necesito que obtengas el nuevo papel para que podamos llenarlo un
poco diferente. Esta vez no vas a marcar la casilla de «dependiente». Solo pondrás
«0» en tus impuestos. De esta manera obtendrás el reembolso máximo, que, para ti,
será todo. No haces lo suficiente para pagar, pero no quieres declarar ninguna
retención tampoco. Dejarás que ellos tomen el máximo de sus cheques de pago
porque obtendrás todo de vuelta a final de año de todos modos. Bueno, quiero
decir, no seguridad social…
—¡Mark! ¡No entiendo esto! —soltó rápidamente y estaba abrumada e irritada.
Ella apoyó los codos en la mesa y se cubrió la cara con las manos.
—Cadence, solo tráeme el papel. Yo me encargo de ellos —dijo Mark.
Ella mantuvo la cabeza baja, su cabello actuaba como cortina para proteger la
mayor parte de la cara, pero se volvió un poco para mirarlo a través de una
pequeña abertura en sus hebras.
—Crees que soy estúpida —susurró ella.
—No, no lo hago. Nadie entiende los impuestos. Solo sé lo básico. Lo
suficiente como para llenar un formulario W-4. —Sonrió—. Yo te ayudaré. Todo
va a estar bien.
Cadence se sentó en silencio por un tiempo reflexionando sobre el término
«dependiente». Aparentemente, se suponía que ya no lo era, y la idea de ser
independiente no era ni liberadora ni emocionante. Se dio cuenta de que estaba
aterrorizada, estaba entrando a otra fase adulta, no estaba segura de que lo podía
manejar.
—¿Cariño? —escuchó ella a su izquierda.
—¿Cariño? —repitió, y luego se echó a reír—. ¿Al igual que las parejas de
mediana edad se llaman entre sí?
«¿Cariño?» no podía evitar el recuerdo repentino de Mark llamándola «Cariño»
en el Walgreens cuando fueron a comprar las pruebas de embarazo. Ella se echó a
reír de nuevo.
—¿Qué? —pregunto Mark indignado.
—¿Puedes llamarme, como, un nombre atractivo de mascota? ¿Cómo «bebe» o
«Mejillas Dulces»?
Ahora Mark se echó a reír.
—¿Mejillas Dulces?
Ella le dio un manotazo en el brazo.
—No sé. Algo mejor que «Cariño»
—Está bien —respondió Mark—. Déjame pensar en eso.
Cadence asintió, y bebió un sorbo del Orange Crush de Mark.
—Te voy a poner ti en la aseguradora de mi auto —dijo él—. Solo necesitas
pagar el básico de la colisión que sería unos 30 dólares al mes. ¿Puedes manejar
eso? —preguntó él.
El corazón de Cadence se dio una breve sacudida. Las palabras se escaparon
de sus labios antes de que pudiera detenerlas.
—¿No estás pagando por eso?
La sonrisa de Mark estaba en algún lugar entre la condescendencia y la alegría.
Estaba confundida por eso. Entonces se molestó por eso. Y luego cambió por
completo. Solo le tomo tres segundos para ejecutar toda esta gama.
—No, Mejillas Dulces. Tienes tu propio peso en esta casa.
Él no podía saber lo mucho que ella se deleitaba con esa declaración. Ella
pensó que podría traducirse en «te veo en esta relación igual de importante por
partes iguales». Se dio cuenta de que ella no tendría que dejar los billetes en su
cartera después de todo.
—Está bien —dijo ella en voz baja—. Pero no tuve ningún peso cuando me
compraste ese auto.
—¿Volvemos a eso? —preguntó él.
—Fue simplemente un decir —respondió Cadence. Casi sonaba como un reto,
y él lo tomó.
—Puedo pensar en algunas maneras en la que podrías pagarme —dijo
pensativo.
Cadence se sonrojó y sonrió.
—¿Quieres venir y sentarte en mi regazo? —preguntó él.
—Quieres distraerme, y se supone deberías estar ayudándome —argumentó
Cadence.
—Eh, tienes razón.
Repasó el montón de papeles que tenía delante.
—Puedes utilizar el centro de salud universitaria. Tomar ventaja de ello como
estudiante de tiempo completo —aconsejó él.
—Estás pagando por la maldita cosa. —Hizo una pausa y leyó—. Parece que
tendrás que pagar un poco más de tu bolsillo para la cuota anual, pero 75 dólares es
un infierno mucho mejor a pagar quinientos en el consultorio y en médico.
Cadence se sonrojó.
—Tú control de natalidad también está cubierto —explicó él—. Si estás
interesada.
—¿Qué?
Mark continúo leyendo.
—Oh, espera. No. Parece que es un paquete de cinco dólares. —Rascó la
sombra de su barba—. Leí mal.
—¿Qué? —repitió Cadence.
Mark miró hacia arriba.
—No estoy diciendo que tengas que ir al control de natalidad. Solo estoy
diciendo que es una opción. Y es bastante buena comparativamente hablando. Es
como 45 dólares más barato sin seguro.
—¿Cómo sabes siquiera eso?
Mark se tensó ligeramente. Estaba teniendo muchos deslices. Demasiado
seguidos ahora que ella vivía con él, había llegado a estar tan íntimamente
conectado con su vida, su mundo. Él se estaba volviendo demasiado relajado, y
simplemente no estaba listo para ir allí todavía. Para hablar de Andy y cómo
demonios él sabía algo sobre el costo de los paquetes de control de natalidad.
—Novias en la universidad —murmuró él.
Cadence pensó por un momento.
—No sé si voy a hacer alumna de tiempo completo.
—Parece que estás pagando el gimnasio, también —interrumpió Mark,
pasando la página—. ¿Qué demonios? ¿Qué pasó con los días en que solo pagabas
por las clases y ya?
—Mark. Te dije que no sé si voy a ir a la escuela a tiempo completo —dijo
Cadence.
—¿Por qué?
—Porque no sé si tengo nota todavía —explicó ella.
—¿Qué quieres decir?
Cadence abrió su laptop. Era la única posesión que su padre le había comprado
que no requirió ser devuelta después de su despedida.
—¿Vas a revisar esto por mí? —preguntó ella, empujando la computadora
hacia Mark.
—¿Qué es esto? —preguntó él, viendo la pantalla.
—Mis papeles de FAFSA3. ¿Tengo que llenarlo correctamente?
¡¿Cómo podía ser tan idiota?! En toda su preparación para ayudarla a resolver
sus responsabilidades financieras, se olvidó por completo de cómo pagar su
universidad. Él asumió que su padre lo haría. No sabía por qué. Tal vez en su
subconsciente esperaba que el señor Miller no fuera un completo idiota.
—Me dijiste que tus padres establecieron un fondo para la universidad —dijo
Mark.
—Lo hicieron.
Mark parpadeó.
—Bueno, por lo que entiendo los fondos universitarios son específicamente
para la universidad. El interés que se acumula en ellos… simplemente lo puedes
utilizar como quieras.
—No fue un fondo para la universidad de esos. Papa solo creó una cuenta
separada. Algo en acciones o algo. No lo sé. Quería hacer un mejor retorno del
dinero. Lo que sea que eso signifique. Nunca malditamente lo entendí. Solo sé que
yo no tengo dinero para pagar la universidad —señaló la pantalla—. Ahora
ayúdame con esto.
Mark se mordió la lengua. Había una serie de palabras que quería dejar salir
sobre su padre, pero se las arregló para resumirlas todas en una se inclinó hacia la
pantalla.
—No sabía que el primer nombre de tu papá era «Gilipollas».
Ella esbozó una sonrisa.
—¿No es horrible que sus padres le hicieran eso?
Mark rio entre dientes.
—Tendría que haberlo cambiado legalmente para ahora —dijo Cadence.
3
FAFSA: Solicitud Gratuita de Ayuda Federal para Estudiantes, es un formulario que se puede
preparar anualmente por actuales y futuros de la universidad los estudiantes ( pregrado y posgrado)
en los Estados Unidos para determinar su elegibilidad para recibir ayuda financiera para estudiantes.
Mark sonrió.
—Sabes que tendrás que arreglar eso antes de enviarlo.
Cadence rio.
—Lo sé.
—Pero lo puedo dejar así por ahora. «Gilipollas Miller». Hay una buena rima
ahí.
—Ya me lo imaginaba.
Mark miró pensativamente a Cadence. Ella estaba mirando la pantalla,
distraídamente mientras que giraba una cadena de oro alrededor de su dedo.
—Ven aquí, Mejillas Dulces —dijo él, tirando de su brazo.
Él empujó su silla y la atrajo a su regazo. Ella se acurrucó contra él, con los
ojos aun pegados a la pantalla.
—¿Lo llené bien? —preguntó ella.
Él leyó las páginas, cambiando cosas aquí y allá. Le hizo a ella unas preguntas,
algunas que no pudo responder, y vio crecer su frustración.
—Lo haremos lo mejor que podamos —dijo él, y ella suspiró.
—¿Esta listo para enviarlo?
—Sí —respondió él.
—¿Así que puedo hacer clic en «Enviar» ahora?
—Tienes que firmar electrónicamente primero —señaló Mark.
—¿Cómo puedo hacer eso?
—Solo tienes que escribir tu nombre.
—¿Eso es una firma?
—Sí. —puso su cabello sobre su hombro izquierdo y se inclinó para besar la
parte de atrás del cuello de ella. Sintió como los poros de ella se ponían de piel de
gallina y los lamió. Ella se retorció.
—Detente. Estoy trabajando.
—¿Escribir tu nombre es trabajar? —preguntó él, con los labios apretados
contra su cuello. Tan suave. Tan dulce y salado. Aspiró su cuello solo para sentirla
retorcerse sobre él. Un pequeño botón en ella y lo puso duro en un instante.
—Mark…
—¿Hmmm?
—Tengo que ir a trabajar en treinta minutos.
—Un montón de tiempo.
—No hemos hablado de las facturas del agua y electricidad —dijo Cadence.
—Vamos a hablar de ello más tarde —respondió Mark.
Cadence se levantó y se dio vuelta en el regazo de Mark, poniéndose a
horcajadas sobre él. Ella dejó caer los brazos alrededor del cuello de él.
—Pero es un asunto importante, Mark.
Él la miró a los ojos azul hielo y se dio cuenta de que él pagaría por todo.
Incluso si tenía que trabajar cuatro turnos y negarse a sí mismo los pequeños
placeres de discos y libros. Haría todo eso para darle esto a ella. Para hacer que se
sintiera cómoda. Para que no le faltara nada.
—Tú ganas —dijo él pensativo, y ella frunció el ceño.
—¿Así que vamos a ordenar las cuentas?
Él negó con la cabeza.
—No. No eso. Solo quería decir que ganaste. Hablando en términos generales.
Tú eres la ganadora.
—¿Por qué? —preguntó ella.
—Porque yo voy a hacer cualquier cosa por ti, ¿ves? Así que esto te convierte
en ganadora.
Cadence rio y abrazó a Mark muy cerca.
—Siempre me dices estas cosas cursis —murmuró ella en su cuello.
—¿Cursis? pensé que había dicho las cosas correctas.
—Lo haces. —Cadence estuvo de acuerdo—. Pero también son cursis.
—Me quedo con las dos —respondió Mark —. Ahora ve a ese dormitorio y
quítate esas bragas.
Cadence saltó de su regazo y se dirigió al pasillo.
—Las quitas tú —dijo ella, y corrió a la habitación.
—Aún mejor.
***
—Empiezas la universidad en tres semanas —dijo Mark mientras observaba a
Cadence entrar por la puerta.
Echó su bolso en el sillón y se dirigió a la cocina.
—¿Se aprobó mi solicitud de préstamo? —preguntó ella, agarrando un vaso de
la estantería. Lo llenó con hielo y agua, y luego regresó a la sala de estar.
—No lo sé —respondió Mark.
Cadence hizo una mueca en sus pensamientos.
—No lo entiendo. Si mi solicitud de préstamo no ha sido aprobada, entonces
no voy a empezar la escuela en tres semanas.
Mark sonrió.
—Sí. Iras.
Cadence se dejó caer en el sofá y se llevó el vaso a los labios. Se tomó la
mayoría del agua antes de responder.
—No puedo ir a la escuela, Mark, si no tengo dinero —dijo ella con una
paciencia nerviosa.
Mark se sentó en la mesa de café frente a ella.
—No necesitas hacer un préstamo, Cadence. No vas a endeudarte para pagar
la universidad.
Cadence negó con la cabeza.
—No entiendo.
—Quiero hacer esto para ti —dijo él en voz baja.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¿Hacer qué?
—Pagar por ello.
Cadence se congeló. Observó su rostro cuidadosamente. Primero confusión.
Entonces claridad. Luego ira. Y luego impotencia.
—Es tu dinero de la universidad, Mark. No —dijo ella.
—Es tu dinero de la universidad. Puedo trabajar e ir a la universidad. Planeé
esto de todos modos. ¿Así que si no puedo tomar tantas clases por semestre como
esperaba? No me importa. Quiero hacer esto por ti. Vas a ir a la universidad,
Cadence, y no vas a salir con veinticinco mil dólares cuando todo está dicho y
hecho.
—¡Ya me compraste un auto! —exclamó Cadence.
—Bueno.
—¡Y tú pagas por casi todo!
—No es gran cosa.
—¡Lo es para mí! Quiero contribuir. Quiero pagar mis propias cosas —dijo
Cadence.
—Tú contribuyes —contrarrestó Mark—. Quiero decir, podrías recoger la ropa
más seguido, pero como sea.
Eso funcionó para aliviar la creciente tensión en la sala. Observó la comisura
de la boca de ella elevarse.
—Por favor déjame hacer esto —dijo él.
—Simplemente sientes lastima por mí. Estas tomando una decisión precipitada
porque sientes lástima por mí.
—No, no lo estoy. He estado pensando en esto durante días, Cadence. Hable
con…
—¡Guardaste ese dinero para ti! —interrumpió Cadence.
Mark hizo una pausa antes de responder.
—No. Lo he guardado para ti. No lo sabía entonces.
Cadence parpadeó, luego colocó su vaso sobre la mesa. Se apoyó en los cojines
del sofá y miró a su novio. Él le sonrió, y ella asintió.
—Dices todas las cosas correctas.
Él rio entre dientes.
—Y me encanta, y es frustrante.
La tomó de la mano.
—¿Cómo puedes permitirte esto? —preguntó Cadence en voz baja.
—Cadence, he estado ahorrando este dinero por años.
—¿Y qué? Todavía tienes cuentas. La renta. ¿Qué pasa con tus préstamos
estudiantiles?
Él sonrió pacientemente.
—Recibí una beca.
—¿Los cuatro años?
—Termine en tres.
—Mentiroso.
—¡Lo juro! Trabajé duro, pero lo hice.
—¿Y la escuela de postgrado?
—Tomé las cosas con calma. Tomé las que podía cuando podía.
Ella frunció los labios.
—Estoy libre de deudas. He guardado mi dinero. Tienes que confiar en mí con
esto. No estoy revolcándome en dinero, pero puedo permitirme enviarte a la
escuela. Solo no entres en el plan de comidas, ¿de acuerdo? Eso sí me mandaría a la
quiebra.
Ella se echó a reír.
—Confía en mí —susurró él.
—No tienes que cuidar de mí de esta manera —dijo ella.
—Sí. Ese es mi trabajo como un hombre.
—¿De verdad?
—Bueno, no estas obligada a aceptar si no quieres. Sé lo consiste que es el ser
independiente y todo eso.
Cadence resopló.
—Estoy lejos de ser independiente, y lo sabes.
Mark apretó los labios.
—Pero esa es la belleza de este acuerdo. No se supone que debas. Al igual que
yo no tengo que ser totalmente independiente tampoco. Si ambos lo fuésemos, no
necesitaríamos el uno del otro.
Cadence lo consideró.
—Pero tú haces mucho más que yo.
—Eso no es cierto —respondió Mark —. Tu problema es que quieres que todo
sea sobre dinero. Está bien entonces. Sí. Gano más dinero que tú. Significa eso que
tengo una mayor responsabilidad financiera. Y estoy bien con eso.
Cadence intentó interrumpir.
—Solo escucha —intervino Mark—. Tienes peso en otras cosas, Cadence. Tú
contribuyes mucho.
Cadence se encogió de hombros.
—Pero, ¿sabes qué? —pregunto él.
—¿Hmm?
—Me importa una mierda si no has hecho nada más que estar a mi alrededor
todo el día porque te amo y eso no es acerca de porcentajes: Yo doy un cincuenta
por ciento. Tú das el otro cincuenta por ciento. Eso es mentira. Mi trabajo es
amarte y darte tanto como me sea posible cada día. Tratar de llegar al cien. Por mi
cuenta.
—Por lo general lo haces —dijo Cadence, sonriendo.
—Entonces debo estar haciendo algo bien —guiñó un ojo.
—Pero no puedo dejar que me des ese dinero para la universidad —respondió
Cadence.
—¿Por qué? Es mi dinero y se lo puedo dar a quien quiera. Y creo que estas
siendo muy egoísta por no aceptarlo.
—¡Pero te hace mi dueño! —Mierda, pensó Cadence.
—¿Crees que de eso se trata? ¿Tener una ventaja sobre ti o una propiedad por
encima de tu cabeza? —Mark la miró con incredulidad—. ¿Por lo menos entiendes
la definición de regalo?
—No. —Cadence cruzó los brazos sobre su pecho defensivamente. ¿Cómo
podría? Todo lo que le habían dado a ella sus padres fue condicional. Excepto por
su laptop.
Mark se acercó al sofá y se puso de cuclillas a su lado.
—Es algo dado libremente. Sin cadenas. Sin expectativas. Sin devoluciones.
— ¿Por qué? —susurró.
—Porque te quiero. Locamente. Te infiltraste en mi cerebro. Me vuelves loco.
—La miró con atención. La pequeña sonrisa que jugaba en sus labios se convirtió
en una sonrisa completa—. Vas a tener que entender eso algún día, lo sabes.
—No lo haré. Yo me ocuparé de ti —dijo ella, acercando sus manos a él.
Colocó su cabeza en su regazo y jugó con su cabello.
—Va a aceptar este regalo de mi parte —dijo él.
Ella asintió.
—¿Cadence?
—Estoy asintiendo.
—Y nunca voy a aceptar nada de ti por ello —hizo una pausa—. Bueno tal vez
una cosa.
—¿Qué es?
—Solo ámame. Eso es todo lo que quiero que hagas —dijo él.
—Pero eso ya lo estoy haciendo.
—Entonces llevas la delantera en este juego —bromeó él.
Ella levantó su cara y lo miró directo a los ojos.
—Gracias.
6
Nuevos Comienzos
Traducido por Issa Sanabria & Eglasi // Corregido por Karlix

C
adence escaneaba el vestíbulo de su grupo de orientación de primer
año. Decenas de estudiantes merodeaban alrededor, charlando y
riendo. Todos ellos parecían tener amigos ya. ¿Cómo? ¿Cómo se hacen
amigos tan rápido si son nuevos?
Su rostro se ensombreció. El pánico se apoderó de ella al instante, y consideró
girar sobre sus talones y lanzarse fuera del edificio. De repente todo era extraño y
enorme y aterrador. No creía tener agallas para ir a la universidad.
—Te ves un poco asustada —dijo alguien a su lado.
Su rostro se disparó hacia él y lo vio sonreírle. Él tiró de las correas de su
mochila para apretarlas, luego se ajustó la gorra de béisbol en su cabeza.
—Lo estoy —respondió Cadence. No tenía sentido mentir al respecto. Ella
sabía que a su cara se le había drenado el color.
—No es la gran cosa —dijo el chico. Hizo un gesto con la mano alrededor—.
¿Ves? Solo un edificio. ¿Esa gente de allí? Solo gente. Lo que sea, ¿de acuerdo?
Cadence esbozó una sonrisa.
—Todavía estoy asustada.
El chico se quitó la gorra. Y la coloco en la cabeza de ella.
Ella lo miró confundida.
—Esa gorra tiene magia, ¿de acuerdo? Es mi gorra de la suerte. La he tenido
durante diez años.
—¡Oh, qué asco! —dijo Cadence en broma.
El muchacho se echó a reír.
—La he lavado un par de veces en esos diez años.
Cadence se encogió de hombros.
—El punto es que tiene mucha suerte. Mucha suerte. Y como te vi tan asustada
en nuestra orientación de hoy, dejaré que la lleves. Te dará confianza.
Cadence levantó la gorra y lo considero. Era de un blanco sucio y descolorido,
con una «A» bordada al frente.
—¿Cómo sé que no tiene piojos?
—No lo sabrás.
—Enfermo —dijo ella, y se rasco la cabeza.
El muchacho se echó a reír.
—Yo no tengo piojos.
Cadence asintió y le tendió la gorra de béisbol.
—Pero, ¿no quieres tener confianza en ti mismo hoy?
Él sonrió.
—Pensé que estaba haciendo eso.
—Oh, por Dios. Eres uno de esos —murmuro ella.
Él rio entre dientes.
—No, en serio. Al menos dame algo de crédito por hablar contigo primero. —
Miró él expectante.
Ella lucía una sonrisa completa ahora.
—Pero tú eres naturalmente sociable. Puedo decirlo.
—Hmmm. Supongo que tienes razón —admitió el.
—Podrías hablar con una pared. Así que no cuenta.
—Dios, espero que no. Eso sería jodidamente raro —dijo él, y ella se rio—.
¿Quieres salir hoy?
Ella pensó por un momento, luego se colocó la gorra en la cabeza.
—Claro. Soy Cadence.
—Soy Michael. —Golpeó ligeramente el logo de la gorra de béisbol, y ella le
dio un empujón en el brazo. Él le acarició la cabeza, y ella puso sus ojos en blanco.
—No vas a hacer eso —exigió ella.
—No puedo evitarlo. Eres tan pequeña. Déjame acariciar tu cabeza una vez
más.
—¡No te creas superior! —gritó ella, saltando hacia atrás para evitar su mano.
—Lo siento, Cay.
—¿Cay? Mi nombre es Cadence.
Michael sonrió.
—Sí… no. Eres Cay.
—Solo las personas más cercanas me pueden llamar Cay.
Él estudió su cara.
—Muy bien entonces, Cay.
Cadence se tensó. Él le dirigió una brillante sonrisa, y se relajó. Quería decirle
que tenía novio, entonces pensó que sería demasiado presuntuoso.
—¿Tienes novio? —preguntó Michael.
—Whoa.
—Cálmate. Ni siquiera sé si estoy interesado en ti todavía —dijo Michael,
tratando de alcanzar la gorra.
Cadence no dijo nada mientras apartaba la cabeza. Él hizo una pausa y le
sonrió de nuevo.
—¡Estoy bromeando! —empujó la cabeza de ella hacia atrás—. Dios, eres
demasiado fácil.
—¿Qué quieres decir?
Michael negó con la cabeza, un gesto condescendiente que la irrito.
—No…
—Oh, tómalo con calma —interrumpió Michael en un tono igualmente
condescendiente—. ¿Ves a esa chica de allí? —Señaló a una morena de entre un
grupo de cuatro chicas.
Cadence asintió.
—Ella vive en mí mismo pasillo. Y es hermosa. Estoy totalmente colgado por
ella.
—Tiene sentido —respondió Cadence—. Lo esplendoroso suele ganar. —Se
ajustó la gorra.
Michael la miro pensativamente.
—Sí. Es por eso que tú ya estas ocupada.
Cadence sonrió a los halagos. Y entonces pensó que esta era la conversación
más inapropiada que hubiese tenido con alguien del sexo opuesto. No podía salir
con Michael hoy. O nunca.
—Uh… tal vez deberías ir allí y hablar con ella —sugirió Cadence—. Quiero
decir, que tal vez deberías salir con ella hoy.
Michael la miro con recelo.
—Estás tratando de deshacerte de mí, ¿verdad?
—¡No! De ningún modo. Es solo… —Decidió decir la verdad—. El coqueteo.
Michael se echó a reír.
—Coqueteo con todo el mundo.
—Oh.
Él se agachó, colocando las manos sobre sus rodillas, y la miró a la cara.
—No voy a coquetear contigo si te hace sentir muy incómoda. Sé que tienes
novio. Respeto eso. Pero sigo pensando que eres linda, y me gustaría que fuésemos
amigos.
Un lado de la comisura de la boca de Cadence se elevó.
—¿Así que quieres que sea tu amiga porque soy linda?
—Espera. Eso es lo que se llama un error lógico, querida. El que seas linda no
es la razón por la que quiero que seamos amigos. Estas haciendo una falsa
deducción basada en dos cosas aparentemente afines que he dicho que no son
relacionables en lo absoluto, en realidad.
—Oh, y él es un nerd, también —contestó Cadence, sonriendo.
Michael se echó a reír.
—En eso tienes razón. Y sé que ambos seremos cerebritos a lo grande durante
nuestras sesiones de estudio.
—¿Vamos a tener sesiones de estudio juntos? ¿Cuándo hemos acordado eso?
Michael suspiró pacientemente.
—Esto es lo que haces cuando eres amigo de alguien. Estudias con ellos.
—Ohhh, ya veo. —Cadence se rio, y luego caminó con Michael a un gran
grupo de estudiantes que se congregaron en torno al líder de orientación. La
universidad había comenzado oficialmente, pensó ella, y no sabía qué hacer con su
primer día.
—Voy a robarte un beso eventualmente —le susurró Michael al oído.
Ella se tensó, luego le lanzó una mirada de advertencia.
—No hagas eso. No lo arruines. —Estaba hablando muy en serio, y él lo
sintió, por lo que dejó de coquetear. Si a él realmente no le hubiese importado en lo
absoluto, habría continuado probándola. Pero él quería conocerla. Y no podía
explicarlo. Así que decidió mantener el falso pretexto de que le gustaba la morena.
Él nunca la había visto en su vida. Pero tenía que hacer creer a Cadence eso,
si eso significaba que podría ser su amigo.
***
—Hice un amigo hoy —dijo Cadence. Dejó caer su bolso sobre la mesa del
comedor y se acercó a Mark. El volvió la cara hacia ella y la dejo besar su mejilla—
. Es un chico, ¿eso es malo?
Mark pensó por un momento.
—¿Me estás preguntando como tu novio o como un punto de vista imparcial?
—Ambos.
—Muy bien entonces. No confió en los chicos. Porque yo soy uno.
Cadence rodó.
—A él le gusta otra chica. Me la enseñó en la orientación.
—No la conoce.
—¿Eh?
—Nunca ha visto a esa chica en su vida —explicó Mark.
Cadence negó con la cabeza.
—Estás loco. Y celoso.
—¿Lo estoy? No creo que esté teniendo el rollo celoso en absoluto. Solo estoy
diciéndote lo que sé.
—Bien. Continúa.
Mark levantó la vista de sus papeles.
—¿Se acercó él a ti?
—Sí.
—¿Coqueteo contigo?
—Bueno, algo así.
—Me lo tomaré como un sí —murmuró Mark—. ¿Te dijo algo?
Cadence se tensó. De pronto se sintió ridícula.
—Me presto su gorra de la suerte —dijo en voz baja.
Mark trató de ocultar su sonrisa.
—¿Gorra de la suerte?
—Vio lo nerviosa que estaba —explicó Cadence—. Solo estaba buscando la
forma de hacerme sentir mejor.
—Lo sé.
—Fue amable, por lo menos.
—Y le agradezco. Pero quiero que entiendas su intención.
—¿Y cuál es esa? —resopló ella.
—Sexo.
—¡Mark!
—¿Cuántos años tiene? ¿Dieciocho? ¿Diecinueve?
—Probablemente algo así.
—Me remito a las pruebas.
—¿Por qué no quieres que sea mi amigo? —preguntó Cadence—. Está en dos
de mis clases.
—Y no he dicho eso en lo absoluto. Ve y sé su amiga. Solo ten cuidado —
respondió Mark.
—Tal vez no debería ser amiga de él —dijo Cadence.
—Mejillas Dulces, puedes ser amiga de quien quieras. ¿Bueno? Yo solo te
estoy cuidando.
Cadence sonrió.
—Quiero que estés celoso —susurró ella.
—Sé que lo quieres. Y lo voy a estar si te pone una mano encima. Pero hasta
ahora, lo has pintado de una manera que hace que se vea realmente honorable —
dijo Mark.
Cadence asintió. Aunque esa no era la verdad por completo. Ella no le dijo a
Mark que Michael le dijo que planeaba robarle un beso algún día. Pensó que debía,
pero no estaba dispuesta a dejar de tener amigos en la universidad del todo todavía.
—¿Cuándo comienzan las clases? —preguntó ella. Quería cambiar de tema.
Mark evito su mirada.
—Um, creo que el próximo semestre. —Ella lo miró con curiosidad—. ¿Por
qué?
Él suspiró profundamente.
—Simplemente en este momento no me lo puedo permitir.
—Lo sabía. Sabía que esto iba a pasar.
—¿Sabías que pasaría? —preguntó Mark.
—Me diste el dinero que no tenías, y ahora no puedes pagar tu propio sueño.
¡Era tu dinero! —exclamó Cadence.
—Mi dinero es tu dinero.
—¡Ugh! Voy a renunciar.
Mark la miró planamente.
—Vas a ir.
—No. Voy a pedir el dinero de vuelta y te lo voy a devolver. Tú has trabajado
duro para eso. ¡Hasta has enseñado en una escuela secundaria por amor a Cristo!
—Saltó en su asiento y se colocó una mano sobre su boca.
Mark negó, confundido.
—No puedo creer que haya dicho eso —murmuró con la mano en su boca—.
Oh, Dios mío, Oh Dios mío, Oh Dios mío.
—¿Decir qué?
—Tengo que ir a rezar. —Saltó de la silla, y Mark la siguió al dormitorio.
—Vete —dijo ella.
—Cadence, puedes dejar de orar por un minuto. —Deseaba tanto rodar sus
ojos—. Primero, tenemos que hablar de esto. Debido a que tú no vas a hacer que
nos devuelvan el dinero. Vas a ir a la universidad. Punto.
—¡Lo acepté porque me hiciste creer que podías darme el lujo de ir!
—Pensé que podía —dijo el, observando como rebotaba de un pie a otro—.
¿Qué demonios estás haciendo?
—¡Oh Dios mío! ¿Hemos terminado aquí? ¡Necesito orar!
El esbozó una sonrisa y luego cruzo las manos.
—«Querido Dios, por favor perdona a Cadence por tomar tu nombre en vano.
Ella no lo quiso decir, y ella te quiere mucho, Amen». ¿Ahora podemos volver a la
conversación?
—Eres tan irrespetuoso —dijo Cadence. No le pareció desagradable lo que
hizo. De hecho, pensó que era divertido, pero sabía que no podía reír. Sería
animarlo.
—¡Estaba rezando! —argumentó Mark.
—Estabas siendo un listillo —señaló Cadence.
—Tienes razón. Y lo siento. Pero no puedes volcar todo ese asunto de «No voy
a ir a la Universidad» sobre mí y luego correr a la habitación a orar. Algo así no es
justo.
—¿Qué voy a hacer?
—¿Acerca de qué?
—¡Me siento como una sanguijuela! ¡Estoy chupándote la vida! Estas pagando
por todo. Estas sacrificando tu escolarización. Tú…
—Detente.
Cadence cerró su boca.
—No me das ningún crédito por mis propias decisiones. ¿Sabes qué? ¿Es como
si el objetivo de tu vida es convencerme de que estoy en un terrible error por estar
contigo? Estoy totalmente amando mi vida, y acabas de negarte a aceptar esto.
Darte el dinero para la Universidad me llevó a lo alto.
—¿Eh?
—Sí. Lo alto. ¿Por qué? Debido a que estoy haciendo algo por ti que yo elegí
hacer. Elegí cuidar de ti, Cadence. Y me encanta hacerlo. Me encanta hacerte la
cena. Me encanta pagar tus clases. Me encanta asegurarme que nuestras facturas de
electricidad están pagadas para que podamos ver películas juntos. Me encanta todo.
Me encanta mi vida contigo, ¡Así que deja de estar fastidiando todo!
Mark observó mientras ella luchaba con la necesidad de discutir. Ella se
mordió el labio inferior. Él esperó. Su boca se abrió, y todo había terminado.
—¡Pero tú necesitas ir a la Universidad! ¡Tienes que ser un profesor!
—Hay una gran diferencia entre necesitar algo y desearlo. Necesito hacer el
amor contigo todo el tiempo. Es una necesidad.
Ella se sonrojó.
—Quiero obtener mi doctorado. Eso es un deseo. Y va a suceder. No puedo
empezar este semestre. Bueno. Eso está bien. Voy a empezar el próximo semestre.
No es gran cosa.
—¿Realmente necesitas hacer el amor conmigo? —preguntó ella.
Mark se echó a reír.
—¿No has oído nada de lo que dije después de eso, verdad?
Ella negó con la cabeza. Bueno, al menos era honesta.
—Necesito tu cuerpo todo el tiempo —dijo Mark—. ¿Quieres hablar acerca de
ser una sanguijuela? Me alimento de tu amor. No puedo tener suficiente de él.
—Así que solo somos un par de sanguijuelas ¿eh?
—Sí.
—¿Me prometes que comenzaras la universidad el próximo semestre?
—Si puedo —respondió Mark.
—¿Qué significa eso?
—Eso significa que los programas de los doctorados se inician durante
semestres específicos. No estoy seguro de si puedo ir el semestre que viene. Puede
que tenga que esperar al año siguiente. Y eso está bien —dijo rápidamente cuándo
vio la boca abierta de ella para objetar.
Cadence gruñó.
—¿De verdad? ¿Acabas de hacer eso? —preguntó Mark, riendo.
Ella también se rio, y luego volvió a gruñir.
—Eso es raro, ¿no?, ¿gruñir? —preguntó ella.
—Completamente. Pero me gusta un poco. Gruñe para mi otra vez.
—Solo quieres convertirlo en algo sexual —dijo Cadence.
—Tienes toda la maldita razón.
—Y todavía tengo que rezar.
—Ahh demonios. Me olvidó de eso —dijo Mark—. Está bien. Ve a ser
absuelta. Nos encontraremos en el comedor para la cena.
Justo antes de cerrar la puerta, el alcanzó a verla sentada en la cama con la
cabeza gacha.
Se preguntó qué tipo de conversación tendría con Dios. Se preguntó si tenían
conversaciones como las que ellos compartían. Bueno, aparte de las bromas
sexuales. Se imaginó que era una relación interesante—ella y Dios—y él no haría
caso omiso de los más pequeños celos acerca de eso. Sobre todo porque la quería
solo para él. Mayormente. Pero había una pequeña parte que extrañaba sus
conversaciones, sus propias conversaciones con un Dios que solía amar.
***
La Universidad del Norte de Atlanta. No era una escuela de División I. Aun
así era enorme y tenía reputación por su programa de negocios realmente agresivo.
Cadence decidió en el verano que podía especializarse en negocios. Se obsesionó
con la idea de poseer su propia tienda de flores y planeó estudiar para convertirse
en la mujer de negocios más competente del planeta.
La universidad era exactamente lo opuesto a la preparatoria. Cadence disfrutó
caminar por el campus en relativo anonimato, solo siendo una de cientos de
estudiantes ordinarios. Nadie conocía su historia y si lo hacían, no les importaba.
Nadie se preocupaba por los demás, observó, mientras casi era atropellada por un
patinetero en su camino hacia su clase de composición.
—Muévete —escupió él. Ella le lanzó un beso.
Ella se aseguró de que su look fuera tan discreto como fuera posible para su
primer día de clases: Pantalones cortos, camiseta y chancletas. Mantuvo su cabello
suelto pero lo quitó de su rostro con una diadema. Se puso poco maquillaje. Nada
llamativo pero pensó que para el primer día de clases por lo menos garantizaría
usar máscara y brillo labial.
Se deslizó en un asiento de la fila más cercana a las ventanas. No se molestó en
buscar a Michael. O guardarle un asiento. Todavía no estaba segura de ese chico.
Se sintió culpable por no decirle a Mark acerca del comentario del beso de Michael.
Ella quería un amigo pero estaba insegura de si él sería bueno. Escaneó el salón por
alguien mejor. Necesitaba una amiga. Y había una sentada directamente detrás de
ella.
—Hola —dijo Cadence tentativamente.
—Hola —respondió la chica.
Cadence no estaba segura de qué más decir. Tampoco la chica. Eso fue hasta
que reconoció a Cadence.
—Fuiste a Crestview High.
El rostro de Cadence cayó.
—Sí.
—Mi amiga iba ahí. Se graduó contigo.
Cadence asintió.
La chica se inclinó y susurró.
—¿Realmente tuviste un romance con tu profesor de matemáticas?
Cadence se encogió de hombros y se giró. Tanto por ser discreta. Casi se
mueve a otro asiento pero no quería atravesarlo como una perra. Michael entró y
en realidad se sintió aliviada. Él se sentó en el escritorio delante de ella.
—Estoy asumiendo que guardaste este sitio para mí, incluso lo pienso aunque
no veo una pluma o un cuaderno o cualquier otra cosa sobre el escritorio —dijo.
Ella le sonrió nerviosamente—. ¿Qué sucede?
—Nada. Te lo cuento más tarde —murmuró ella.
—Dímelo ahora.
Lo miró.
—No puedo.
Él asintió.
—Bueno. ¿Cuándo estás libre? —preguntó.
—A mediodía.
—¿Quieres que almorcemos?
—Tiene que ser algo rápido. Hoy trabajo.
—¿No es divertido crecer y tener responsabilidades? —bromeó Michael.
—Es lo mejor —respondió Cadence.
La conversación terminó en cuanto el profesor entró al salón. El Dr. Callahan.
Cadence pensó que era agradable. Era un adulto mayor, un abuelo. No enseñó
nada, solo explicó el plan de estudios y sus explicaciones sobre la clase. Pensó que
era uno de esos profesores «comprensivos». Ella podía perder una fecha límite y él
podría «comprender». Él tenía esa postura. Estaba realmente en sus ojos. Eran
amables y suaves. Se dio cuenta de que se pasó los cincuenta minutos de la clase
desarrollando en su mente personajes con él en lugar de escucharlo. Y después la
golpeó. ¡Estaba buscando inconscientemente un compañero para Fanny! Se echó a
reír mientras los estudiantes salían del salón al terminar la clase.
—¿Qué carajos? —preguntó Michael.
—Nada. —Rio.
—Nos vemos en la unión al mediodía, tonta.
—Como sea.
***
—Entonces, ¿por qué estás tan rara? —preguntó Michael, empujando la silla
hacia afuera para ella con su pie. Ella arrugó la nariz y limpió el asiento con una
servilleta.
—Por un montón de razones —respondió, dejándose caer en la silla y sacando
su sándwich de pollo.
—¿Qué era lo que no me podías contar en clase? —preguntó Michael—.
Podríamos empezar con eso.
Cadence tomó una respiración profunda.
—Bueno, estaba tan emocionada por empezar la universidad y huir de mi
complicado pasado hasta que fui señalada por la chica que se sentó detrás de mí.
—¿Tienes un pasado complicado?
—Difícil de creer, pero sí —dijo Cadence.
—¿Y qué es?
—Tuve un romance con mi profesor de matemáticas —dijo ligeramente—. Mi
actual novio.
La boca de Michael quedó totalmente abierta.
—Um, un millón de preguntas empiezan ahora.
Cadence checó el reloj que se encontraba sobre ellos.
—Más te vale que sea rápido —dijo ella con la boca llena.
—¿Cuántos años tiene?
—Veintiocho.
—¿Cuántos años tenías?
—Diecisiete.
—Mierda. Es increíble. —Cadence lo miró—. ¿Él cambió tus calificaciones?
—No.
—¿Está en la cárcel?
—No. No cometió ningún crimen.
—¿No?
—No.
—Como sea. ¿Los descubrieron?
—Sí.
—¿Fue a prisión?
—¿En serio?
—¿Perdió su trabajo?
—Sí.
—¿Qué dijeron tus padres?
—Cosas.
—¿Qué hicieron?
—Recibí un golpe en el ojo.
—¿Qué carajos?
—Dímelo a mí. —Cadence tomó otra enorme mordida a su sándwich.
—¿Ambos te golpearon en el ojo?
—Eres un idiota.
—Entonces, ¿qué pasó después? —preguntó Michael. Había abandonado su
comida por estar embobado por ella y cuestionándola.
—Hui.
—En serio, ¿qué pasó después?
—Te estoy diciendo la verdad. Hui. Ahora vivo con mi novio.
Se quedaron callados por un momento. Cadence terminó su sándwich y limpió
sus dedos.
—¿Qué hicieron tus padres? —preguntó Michael.
—Me rechazaron.
Michael se recargó en el respaldo de su silla.
—¿Me estás diciendo la verdad? —preguntó tranquilamente.
Cadence asintió y guardó sus cosas.
—Lo siento.
—No lo hagas —respondió ella—. Tú no me rechazaste. —Le sonrió y se puso
de pie.
—¿Te vas tan pronto?
—Te dije que debía ser rápido —dijo.
—¿Sabe tu novio que somos amigos?
—Sí. Y su nombre es Mark.
—¿Y está bien con esto?
—Sí. Él no es posesivo.
Michael asintió.
—Interesante.
—¿Terminaste de interrogarme ahora?
Él sonrió.
—Hasta la próxima vez, sí.
—Nop. La próxima vez es mi turno —dijo Cadence.
—Está bien.
—¿Vas a decirle a todo el campus lo que acabo de contarte? —preguntó
Cadence.
—Uh, tengo como, tres amigos —respondió Michael.
—¿Vas a contarle a esos tres amigos?
Michael sonrió.
—Puedes confiar en mí.
Cadence lo consideró.
—Eso espero.
Él asintió tranquilizadoramente.
—Hasta luego. —Cadence sacudió su mano mientras caminaba de la unión de
estudiantes hasta el estacionamiento. Entrega de flores toda la tarde y más tarde esa
noche la tarea. Y quizás sexo caliente antes de ir a la cama.
Hmmm, debería pensar en las pastillas para el control de natalidad, pensó mientras
desbloqueaba su auto.
Su vida se estaba calmando, volviéndose ordinaria y estaba feliz por eso.
***
No era el nivel de una posición de enseñanza de cuarto año de universidad
pero Mark podía tomar lo que pudiera conseguir. El pago no era absolutamente
horrible pero era solo porque logró una posición de tiempo completo. Con
beneficios. Y podría poner a Cadence en su seguro médico. Incluso pensó que
aunque ella ya lo tuviera en la universidad, era un buen plan de respaldo. Siempre
estaba pensando en formas en las cuales necesitaba y quería proveerla. Él ya la veía
como su esposa. Pero ella todavía no estaba lista para el matrimonio y él lo sabía.
La trataría como su esposa ahora y más tarde lo haría oficial.
—Hola —dijo una mujer, metiendo su cabeza en su salón de clases.
Él justamente estaba terminando su última clase de matemáticas del día y
estaba empacando su maleta.
—Hola —respondió.
—Soy Drew Blakely —dijo ella, caminando hacia él y extendiendo su mano.
Él la sacudió—. Enseño frente al tuyo, atravesando el pasillo. Curso de inglés y
comunicaciones.
—Mucho gusto. Soy Mark Connelly. —Señaló el pizarrón, el cual aún no
había borrado.
Ella sonrió y asintió
—Odio las matemáticas. Con pasión. No puedo balancear mi chequera.
Ella colocó sus manos en sus estrechas caderas y estudió el pizarrón. Él esperó
pacientemente a que se fuera.
Tenía una cena especial para Cadence y necesitaba llegar primero a la tienda
de comestibles.
—¿Qué piensas hasta ahora de este lugar? —preguntó Drew. Era evidente que
ella no tenía una cena especial planeada y estaba contenta de sentarse alrededor y
charlar por un rato. Él quería ser grosero pero eso no estaba en su naturaleza.
Bueno, generalmente no estaba en su naturaleza.
—Me gusta. Los estudiantes parecen preocuparse por su trabajo, lo cual es
diferente para los de preparatoria.
—¿Enseñaste en preparatoria antes de esto? Ugh. —Ella peinó su cabello
moreno que caía sobre su hombro y lo quitó de su rostro. Era bonita. Ojos verde
esmeralda y con algunas pecas en su nariz. No se veía lo suficientemente mayor
para enseñar nada, sin mencionar a la comunidad universitaria.
—No era tan malo —respondió sonriendo. El cuerpo desnudo de Cadence
apareció en su mente y él se aclaró la garganta.
—¿Entonces por qué te cambiaste? —preguntó.
Él sonrió pacientemente.
—Necesitaba un cambio.
Esa conversación era absolutamente horrible. Mark decidió ser completamente
directo con el decano y explicar su situación entera con Cadence durante la
entrevista. Él podría muy bien haber dicho que no quería que el decano contactara
a su ex jefe pero eso podía haber enviado banderas rojas. Creía que había sellado su
destino después de esa discusión pero al decano obviamente no le importó. Lo
llamó al día siguiente para ofrecerle el trabajo. Probablemente ayudó que Mark le
dijo que él y Cadence estarían casados el próximo año.
—¿Tienes el hábito de salir con tus estudiantes? —preguntó el decano.
—No señor. Ésta fue la única ocasión.
—¿Y qué la hace tan especial? Más importante, ¿por qué tomaste el riesgo?
¿Por qué no esperar hasta que se graduara?
Mark empujó su mano nerviosamente a través de su cabello.
—Lo intenté. Realmente lo hice. Pero su soledad, mi soledad. Simplemente no
pude.
El decano Bertelli lo miró con curiosidad.
—¿Modificaste sus calificaciones?
—No.
—¿Le diste trato preferencial?
—La ayudé con su tarea. Fui su tutor. Pero también fui el tutor de otros
estudiantes.
El decano suspiró.
—¿Te vas a casar con esta chica?
—Voy a estar con Cadence por el resto de mi vida.
Mark no estaba muy seguro pero creyó ver una pequeña y sencilla sonrisa en
los labios del decano. Antes de salir de su oficina, Mark vislumbró una foto en el
escritorio. Era del decano y su esposa. Y ella se veía significativamente más joven
que él.
—¿Por qué estás sonriendo? —preguntó Drew y Mark levantó su cabeza. Ella
lo veía curiosamente, luego sonrió otra vez. A él no le gustaba.
—No tengo idea —dijo rápidamente—. Escucha, no quiero ser grosero pero
me tengo que ir. —Borró rápidamente el pizarrón luego caminó con Drew hacia la
puerta.
—No te preocupes. Tengo cosas que hacer. Solo quería pasar y presentarme yo
misma. Estoy segura que nos estaremos viendo muy seguido.
Él esperaba que no.
—Síp.
Mark cerró su puerta. Ella se paseó sobre su salón. Caminó así solo por él,
esperando que estuviera viendo. Ajustada falda color lápiz hecha a la medida.
Tacones. Ella estaba bien. Desafortunadamente para ella, él no estaba interesado.
Él sonrió pensando en la chica que lo esperaría en casa. Podía verla ahora:
Desparramada en el sofá. Un vaso de soda lleno hasta la mitad sobre su mesa de
café. Otra al final de la mesa. Lo estaban volviendo loco pero por el momento no le
importaba. Solo tenía que ajustarse a la forma en que ella era. Ridícula. Dulce.
Desorganizada.
Confiada.
—Creo en ti. —La escuchó decir, en ese momento se arrodilló ante ella, listo
para besar sus pies. Listo para hacer lo que sea que pidiera. Listo para amarla
incondicionalmente y para siempre.
No pudo detenerse en la tienda de comestibles. Quería llegar a casa. Quería
verla. Solo por unos minutos. Luego volvería a salir. Ella era más importante que
los mangos y los chiles. Era más importante que nada más en su vida y él tenía que
ver su rostro—llenarse de ella—antes de que pudiera continuar su día. Él hacía esto
a menudo pero ella solo lo había captado viéndola una vez. Y nunca dijo nada
sobre eso, como si supiera por qué lo hacía. Simplemente sonreía, invitándolo a
seguir mirando.
Ella entendía la necesidad y le dio su consentimiento en silencio.
7
Jugando a Las Casitas
Traducido por Yoko & Nyx // Corregido por Karlix

M
ark se paseaba por el apartamento, observando los pequeños
desastres aquí y allá: Ropa tirada sobre los muebles de la sala de
estar. Pilas de papeles desordenados sobre el suelo y mesas. Vasos
con soda a medio terminar en lugares inesperados. Le dio un vistazo al baño y
gimió. Artículos de aseo personal. Había olvidado los artículos de las mujeres, o
quizá era solo que Andy mantenía los suyos organizados y, generalmente, fuera de
la vista. Cadence no. Había botellas por todos lados, llenando el lavabo,
amontonados en la cisterna del inodoro, delineando la repisa de la bañera.
—¿Qué demonios? —dijo Mark. Se frotó la cara luego de ponerse a trabajar en
limpiar la superficie de la encimera.
Cadence entró al baño y revisó el lavabo.
—¿Dónde está mi cepillo? —preguntó.
—Lo guardé.
—Oh. Gracias. Iba a hacerlo yo —dijo, abriendo el cajón superior.
Rebuscando—. ¿Dónde?
—El otro cajón —le dijo Mark, observándola.
Empujó el cajón para cerrarlo, y él lo agarró antes de que estuviera totalmente
cerrado. Lo volvió a abrir.
—Umm, esos cortaúñas se ponen en esa cesta. ¿Ves? Los moviste cuando
estabas buscando tu cepillo. —Se detuvo—. Y no los volviste a guardar.
Cadence levantó la mirada para verlo.
—¿En serio?
—Sí. En serio.
Ella hizo una demostración dramática de levantar los cortaúñas y ponerlos en
la cara de él antes de dejarlos caer en la cesta apropiada.
—¿Mejor?
—Casi —replicó Mark. No debería haberme dado una oportunidad, pensó—. ¿A
dónde van estas cosas? —Movió su mano hacia los artículos de belleza de ella.
—Justo donde están.
—No. No hay espacio suficiente para todas esas botellas en el lavabo.
—Entonces supongo que pueden ponerse debajo del lavabo.
—¿Entonces por qué no los pones debajo del lavabo? —preguntó él.
—Porque no es la gran cosa —replicó Cadence—. Y, de todas formas, no hay
mucho espacio ahí abajo.
—Hay un montón —replicó Mark. Le tomó la mano a Cadence y la hizo
entrar a la sala de estar—. No lo entiendo.
—¿Entender el qué?
—Esto —dijo, moviendo sus manos a su alrededor—. Mira a este lugar.
—He estado trabajando mucho esta semana, Mark. Planeaba limpiar mañana.
—No lo estás entendiendo, Cadence —replicó Mark. Se detuvo y respiró
hondo. Y luego caminó hacia la cabecera de la mesa. Levantó un vaso—. Te amo,
¿de acuerdo? Ahora explícame esto.
Cadence se enfureció.
—Un vaso.
—Ajá. ¿Y dónde va?
—No me hables así.
—No trato de ser un idiota. Estoy tratando de entender por qué no puedes
siquiera terminar de beber, llevar el vaso al fregadero y lavarlo.
—¿En serio vamos a hacer esto?
Mark le tendió el vaso.
—Por favor, mira este vaso, Cadence. Lo llenas hasta el borde, bebes la mitad,
y luego solo lo pones en cualquier lado. Necesito entender por qué haces esto
porque me está volviendo loco.
—¿Y qué? ¿Soy una cerda?
Mark parpadeó.
—¡¿Qué demonios?!
—No dije «cerda». Lo dijiste tú. Y no creas que eres una cerda. Aunque sí creo
que eres desorganizada.
—¿Porque no tengo mis cosas en sus encantadores lugares como tú? No soy
una maldita obsesiva compulsiva, ¿de acuerdo? Deja de molestarme.
—No necesito que seas una obsesiva compulsiva, Cadence. Necesito que laves
tus jodidos vasos.
—¿Qué. Demonios? ¿Acabas de decirme «jodidos»?
—No puedo creer esto. Mierda por todos lados. Quiero decir, ¿qué hace un
sujetador en el comedor?
—¡Tú me lo quitaste! —gritó Cadence.
Mark pensó un momento.
—Oh, espera. De acuerdo, sí. Tienes razón. Olvida el sujetador. Pero, ¿qué hay
del montón de mierda de allí?
—Esa «mierda» es mi ropa. ¡Y no tengo ningún lugar dónde ponerla!
—Tienes armarios, Cadence.
—¡En la habitación de invitados! ¡No quiero colgar mi ropa ahí!
—¿Por qué?
—¡Porque no!
—Por favor, dame algo más que eso —dijo Mark.
—¡Porque si las cuelgo ahí, es como si solo estuviera aquí de forma temporal!
—dijo Cadence.
Silencio.
Cadence fue hacia Mark.
—Dame eso —espetó, sacándole el vaso de la mano. Fue hacia la cocina.
Él se quedó en la sala de estar, escuchando mientras ella lavaba todos los
platos sucios. Cuando el agua dejó de correr, esperó a que apareciera. Pero no
apareció, entonces fue hacia ella.
Estaba acuclillada limpiando las puertas frontales de los armarios.
—Cadence, ¿qué estás haciendo? —preguntó Mark. No escondió la sonrisa y
estaba contento de que ella no lo estuviera mirando.
—¿Qué parece? Estoy limpiando —dijo. Siguió fregando mientras lo miraba
por el rabillo del ojo. Se le acercó y se arrodilló a su lado.
—No tienes que hacer eso —dijo suavemente. Estiró el brazo hacia el trapo, y
ella retrocedió. Aparentemente, la discusión no había terminado.
—¡Estoy cansada de sentir que ésta no es mi casa! —gritó. Se puso de pie y le
lanzó el trapo sucio. Le pegó en la frente.
—¿En serio?
—Sé que no soy organizada, ¿vale? ¡Sé que mi ropa está por todos lados! ¡Me
doy cuenta de que me sirvo demasiado en los vasos! ¡No es mi intención! ¡No sé
cómo vivir en tu ultralimpio y súperordenado apartamento, Mark! ¿Está bien? Y,
francamente, creo que es un poco raro. Que seas tan limpio. Como que, maldición,
¡tranquilízate y solo pon algo donde no tenga que estar!
Salió pitando de la cocina. Mark dudó antes de seguirla.
La encontró en el baño, lanzando las botellas debajo del lavabo.
—Ésta también es tu casa —le dijo.
—No, no lo es.
—Lo es, Cadence.
Se detuvo y lo miró a la cara.
—Ésta nunca ha sido mi casa. Ésta es tu casa, con tu lavabo y tu cama y tus
toallas y tus platos y tus vasos y tus armarios y…
—Detente.
—¡Es verdad! ¡No sé dónde encajo! ¡No sé dónde se supone que van mis cosas!
—En cualquier lugar.
—No hagas eso. Sabes que no lo dices en serio.
—Sí. Lo digo en serio. Y lamento haberme enfadado por los vasos. Lo
lamento.
Cadence se encogió de hombros. Se sentó en silencio por un momento,
debatiendo entre lo que sabía que tenía que hacer. Él tenía razón con los vasos. Lo
sabía. Pero estaba enfadada y no quería concedérselo.
—¡Lamento dejar los vasos por ahí! —espetó.
—Guau.
—¿Qué? —demandó.
—Ésa fue la peor disculpa que ha sonado en la historia —dijo.
—Tienes razón. No lo lamento. Todavía no, de todas formas. —Lanzó otra
botella debajo del lavabo.
—No tienes que disculparte —replicó Mark. Le agarró las manos—. Detente.
Sencillamente detente, por favor. Y escúchame. Tienes razón. No te he hecho
espacio aquí. Y lamento eso. No deberías tener que usar el armario de la habitación
de invitados. No eres una invitada. Eres mi novia, y vives conmigo ahora, y eso
hace que todo esto sea tuyo.
Cadence asintió.
—Pero todavía siento que es solo tuyo.
Mark pensó un momento.
—Tengo una idea.
***
Cadence revisó el balance de su cuenta bancaria en su teléfono.
—¿Y qué piensas? —preguntó Mark.
—No más de doscientos, y realmente no debería gastar eso —replicó.
—Estás olvidando que tengo cupones —dijo Mark, levantándolos.
Llamó a todas sus amigas mujeres y les preguntó si tenían cupones Bed Bath
and Beyond4 de los que estuvieran dispuestas a deshacerse. La mayoría dijo que no
al principio, hasta que les explicó la situación con Cadence. Todas se sintieron mal
por ella y arreglaron horas para que él recogiera los cupones. Terminó teniendo
treinta.
—Puedes hacer que doscientos dólares alcancen —dijo.
Ella sonrió y miró su lista.
—Adornos de cocina.
—¿No tengo suficientes? —preguntó Mark, caminando a su lado mientras ella
empujaba el carrito.
—Te faltan algunas cosas —replicó.
Él sonrió con suficiencia, pero no dijo nada. La chica ni siquiera cocinaba.
¿Qué sabría sobre aparatos de cocina?
Cadence se estiró hacia un cepillo de silicona.
—Pensé que necesitábamos uno nuevo de éstos.
Él lo pensó por un momento. El único cepillo que tenía era de madera, estaba
manchado y era asqueroso. Tenía razón. Necesitaban uno nuevo.
—Perfecto —dijo.
—Y esto. —Cadence señaló un bol giratorio que era para secar la lechuga.
Mark escondió su sonrisa.
—Tienes razón. Mucho más fácil que secarla manualmente.
Lo puso en el carrito y siguió adelante.
—Quiero nuevas sábanas —dijo ella.
—Bueno, ahí se te van tus doscientos dólares —replicó.
—Me parece bien si a ti te parece bien.
—Es tu dinero.
—Sí, y también es tu cama —dijo—. Quiero algo que a ambos nos guste. Es
nuestra cama.
—¿Entonces quieres mi opinión?
—Para esto, sí.
Cadence se quedó de piedra cuando rodeó la esquina de la sección de sábanas.
Su madre. A solo metros de distancia, debatiéndose entre dos edredones.
El dolor fue instantáneo. Sintió el hormigueo en la punta de sus dedos y nariz.
Su instinto era correr, lanzarse sobre su madre y estrujarla en un abrazo. Como si la

4
Línea de productos de cocina.
Sra. Miller pudiera sentirlo, se giró lentamente, mirando a su hija a los ojos,
fijamente.
—Mami —articuló Cadence. Se sintió al borde de las lágrimas, cerniéndose,
ansiando derramarse a mares—. Por favor. —Logró articular.
Su madre dejó caer los juegos de edredones y corrio hacia su hija. La levantó
en un abrazo, con más fuerza de lo que pretendía, inhalando el perfume a fresa del
cabello de Cadence.
—¡Mamá! —gimoteó Cadence en el frente de la camisa de su madre—.
¡¿Dónde has estado?!
—Lo lamento —susurró la Sra. Miller, con sus ojos derramando lágrimas a
raudales—. Lo lamento.
—¡¿Dónde has estado?! —Las lágrimas goteaban (una justo después de la otra)
empapando a su madre. Quería que lo sienta, el dolor de esas lágrimas, ese dolor de
la separación y la desesperación.
Mark se retiró para darles espacio. No era su lugar meterse, pero lo haría si la
Sra. Miller decía o hacía algo hiriente. Estaba resentido con ella por seguir el loco
plan del Sr. Miller de repudiar a Cadence, y no podía entender cómo una madre
siquiera lo permitía. Quizá no tenía agallas. Quizá también le tenía miedo a él.
Todos en el maldito mundo parecían tenerle miedo al Sr. Miller. La furia en el
corazón de Mark se intensificó. No estaba seguro de si quería que la Sra. Miller
tocase a su novia, después de todo.
—Estaba equivocada —dijo la Sra. Miller, apartándose de Cadence y
mirándola a los ojos—. Estaba equivocada al apartarme. Tu padre… —Su voz se
fue apagando.
—¡No puede decirte lo que tienes que hacer! —gritó Cadence.
La Sra. Miller apartó la mirada.
—No soy tan fuerte como tú, cariño.
—Te necesitaba —dijo Cadence—. Y no estuviste ahí. ¡Eres mi madre!
—Lo sé —replicó la Sra. Miller—. Todavía soy tu madre.
—¿Lo eres? —Cadence se secó los ojos con las manos.
—Siempre.
—¿Entonces por qué no vienes a verme?
La Sra. Miller respiró profundamente.
—Tengo que ser respetuosa con tu padre.
Los ojos de Cadence se abrieron de par en par. Mark entrecerró los suyos y
decidió que ahora era el momento apropiado de intervenir.
—¿Qué? —dijo Cadence en voz baja.
La Sra. Miller intentó explicarse.
—Él es la cabeza de nuestra familia, Cadence. No puedo ir en contra de sus
deseos.
Cadence se quedó boquiabierta.
—Ese… ese es su rol en nuestra casa. Él es la cabeza. Y... yo estoy siendo
obediente. —Sonaba como si no estuviera muy segura de que se lo creyera.
Cadence la miraba fijamente, incapaz de absorber las palabras.
Mark puso su brazo alrededor de la cintura de Cadence. La Sra. Miller se tensó
al verlo.
—Hola —le dijo con rigidez.
—Lydia —replicó Mark, inclinando su cabeza.
—Pero él está equivocado —susurró Cadence—. ¿Por qué lo obedeces si está
equivocado?
—No es así de simple —dijo la Sra. Miller.
—En realidad, lo es —discutió Mark—. Es así de simple. Tiene una hija que la
necesita. Y la rechazó porque su esposo está loco.
—No se atreva…
—Él está loco —le interrumpió Mark—. Y es egoísta. Y abusivo. Y usted lo
sabe. Pero tiene una oportunidad de demostrarle a Cadence que no es así. Que la
ama y se preocupa por ella y hará lo que sea para tener una relación con ella. Usted
es su madre, ¡por amor a Cristo!
Los ojos de la Sra. Miller se pusieron vidriosos por las lágrimas. Mark desvió la
mirada. No podía mirarla. Estaba demasiado tentado a decirle la mujer y madre lo
patética que era.
En lugar de eso apretó su agarre en la cintura de Cadence. Se centró en
comunicarle cuánto la amaba, cómo de duro pelearía por ella y la protegería.
—Tengo que irme —dijo la Sra. Miller.
Cadence no dijo nada. Simplemente se quedó mirando a su madre
perplejamente. Es la mirada que le da un hijo a su padre cuando realmente no tiene
ni idea de lo que ha hecho mal. Ves el cerebro trabajando duramente, tratando de
entender, pero la claridad permanece detrás de las cejas fruncidas.
—Cadence, yo… —Pero no había nada que decir. La Sra. Miller se dio la
vuelta y se alejó. Cadence tronó su cuello y observó cómo su madre salía de la
tienda y desaparecía.
—Podemos irnos a casa —dijo Mark gentilmente.
Ella sacudió la cabeza.
—Quiero las sábanas.
—Cadence, dejemos todo esto. No es importante en estos momentos —
instó Mark.
—¡Sí, lo es! —gritó ella. Unas cuantas cabezas se giraron en su dirección.
Ella caminó hacia los juegos de sábanas y empezó a buscar—. ¿Quizás un
color neutral? —preguntó, ignorando las lágrimas que cayeron en el estuche de
plástico.
Mark se acercó a ella con el carrito y fingió. Ella quería comprar sábanas,
así que él la ayudaría. Era insoportable verla llorar mientras buscaba entre los
diferentes colores y texturas, pero es lo que ella quería. Y él respetaría eso.
—Me gusta ese verde —dijo ella, sosteniendo el juego para que él lo viera.
Las lágrimas caían de sus ojos—. O este amarillo mantequilla. Es bonito y
brillante. ¿Demasiado femenino? —preguntó.
Estudió el juego que ella estaba sosteniendo.
—Me gustan los dos.
Ella dejó caer sus brazos.
—¿En serio? —Ella abrió sus manos y miró los juegos caer al suelo—.
¿Quizás a-azul? —Se atragantó, estirándose para tomar otro juego. Y entonces
no pudo fingir más. Se giró hacia Mark, una mirada de desesperación salvaje y
dolor en su cara, y él la tomó en sus brazos.
Ella lloró tan duro que una empleada se acercó a ellos y preguntó si había
algo que podía hacer.
—Trae a su madre de regreso —dijo Mark, y la empleada no supo que
responder.
Él se sentó en la esquina de la sección de sábanas y la puso en su regazo.
Él la meció de un lado a otro y besó su sien. Susurró palabras suaves en su
oído. La dejó sacar toda la ira y dolor que había guardado durante varias
semanas en su hombro, en su cuello. La sostuvo apretadamente y esperó a que
los sollozos se detuvieran. Y entonces ella se relajó. Sintió como la tensión se
fue de su cuerpo. El agotamiento total de todas las lágrimas que había sacado.
Le preguntó si quería ir a casa, y ella asintió. Se pusieron de pie, y ella se estiró
en busca de la mano de él. Él la tomó, y entonces se fueron.
***
Se sentó en su silla de cuero gastado en la esquina de su habitación
mirándola por encima de su libro. Ella estaba sumida en sus pensamientos, sus
ojos moviéndose sobre las páginas de ceda de su Biblia.
No lo pudo resistir.
—¿Sobre qué estás leyendo?
—Amor —respondió ella, sin levantar la mirada.
—¿Qué libro?
—1 de Corintios —dijo ella.
Mark lo pensó por un momento.
—Pero dijiste que no te agrada Pablo.
Cadence cerró la Biblia y miró a Mark.
—No soy una fan de Pablo, pero al ver cómo escribió la mayor parte del
Nuevo Testamento, bueno, estoy algo atascada con él.
Mark rio.
—Entonces, ¿por qué lo lees?
—¡Porque hay cosas buenas aquí! —respondió, y entonces citó—: «Si puedo
hablar idiomas humanos e incluso idiomas de ángeles, pero no tengo amor, soy
como un metal que resuena o una campanilla que repica». Eso es poesía, amigo.
—Así que supongo que Pablo no es tan malo —replicó Mark.
Cadence se encogió de hombros y empujó su cabello sobre su hombro.
—Sigo pensando que él era un maldito misógino.
Mark rio.
—¿Por qué?
—Él siempre le decía a las mujeres qué hacer. Yo he estado como «Aléjate».
—Dame un ejemplo —dijo Mark.
Cadence lo pensó por un momento.
—Está bien. ¿Qué es eso de decirles a las mujeres que estuvieran en silencio en
la iglesia? ¿Qué tal algo como TODOS en silencio en la iglesia cuando el pastor está
predicando? ¿Qué tal eso?
—Tienes que leerlo en contexto —explicó Mark.
—¿A qué te refieres?
—La cultura del tiempo. Él está hablando a un específico grupo de mujeres en
una iglesia específica.
Cadence lucía sorprendida.
—¿Cómo lo sabes?
—Sé cosas, Cadence. Solo porque no soy cristiano, no significa que no sepa
nada de la Biblia. Es un texto histórico, ya sabes.
Cadence sonrió.
—Bueno entonces, enséñame.
Mark la miró curiosamente.
—Está bien. Pablo estaba hablando sobre la iglesia Corintia. La orden en ese
período era que los hombres y las mujeres se sentaran en diferentes lados de la
iglesia. Así que las mujeres estaban separadas de sus esposos. Si ellas tenían
una pregunta sobre la enseñanza, le gritarían a sus esposos al otro lado de la
iglesia. Y eso interrumpía la prédica. Así que Pablo les decía que guardaran
silencio y le hicieran las preguntas a sus esposos cuando llegaran a sus casas.
Cadence miró a Mark por un momento antes de responder—: ¿Estás
inventando eso?
Mark sonrió.
—No.
—Así que eso realmente no tiene nada que ver con la mujer de hoy en día,
¿verdad?
—Creo que si cualquiera estuviera gritando en la iglesia, alguien le diría a
esa persona que hiciera silencio. Hombre. Mujer. Niño. Lo que sea.
—¿Dónde aprendiste eso? —preguntó Cadence. Ella jugaba con las puntas
de su cabello mientras se inclinaba contra la cabecera de la cama.
—Tomé un curso de religión como estudiante.
—¿Qué más puedes explicarme sobre Pablo? Porque no soy la única mujer
en el planeta que tiene un problema con él.
Mark rio.
—Definitivamente no la única.
Cadence esperó. Mark caminó hacia la cama y se sentó a su lado.
—Nadie entiende lo que él quiso decir cuando dijo que las esposas
deberían entregarse a sus esposos —dijo—. Incluyendo a tu madre.
Cadence se tensó.
—No quiero hablar de eso —susurró ella.
—No tenemos que hacerlo —dijo Mark—. Pero quiero que sepas algo: Tu
madre está equivocada. No está haciendo lo que Dios quiere que haga. Porque
si lo hiciera, ella te llamaría y pasaría tiempo contigo y tendría una relación
contigo.
Cadence bajó su cabeza. Y entonces abrió su Biblia y continuó leyendo.
—¿Quieres dejar eso de lado por un rato? —preguntó Mark.
Él tiró suavemente del libro, pero ella apretó su agarre.
—Estoy estudiando.
—¿Es para la clase?
—No. Es para mí.
Mark se inclinó y besó su cuello.
—Puedo ayudarte con otras cosas.
Cadence se retorció.
—¿Te molesto cuando trabajas?
—Todo el tiempo —respondió él, acariciándole el cuello.
Ella rio.
—¡Detente! Y vete.
—Pero quiero pasar el rato contigo.
—Bueno, estoy pasando el rato con Dios ahora mismo.
Mark suspiró y caminó hacia la puerta del cuarto.
—Oye —llamó Cadence. Él se dio la vuelta y la miró—. Necesito que
entiendas algo.
Él asintió.
—Te amo. Te amo demasiado. Pero amo más a Dios.
Mark la miró por un momento. Pudo haber estado fácilmente ofendido. Dios
no la rescató de su padre. No le dio un lugar en el que vivir. Cuidó de ella. La
alimentó. Dios no la sostuvo en la noche cuando lloró la pérdida de su familia. No
la reconfortó ni la alentó. Y si lo hizo, Mark no lo vio.
Lo que vio en su lugar fue a una chica que seguía aferrada desesperadamente a
una forma de vida que no sabía dejar ir, una chica convencida de que Dios era
todopoderoso y benevolente y amoroso, cuando Mark lo sabía mejor. Él conocía a
un Dios diferente. Uno que lo tomó y castigó y lo echó en años de oscuridad y
desesperación.
—¿Te molesté? —preguntó Cadence suavemente.
—Para nada —respondió Mark. Cerró la puerta gentilmente detrás de él.
***
Se miraron, entonces a la doctora, entonces uno al otro de nuevo.
—Imposible —dijo Andy.
—No es imposible —respondió la Dra. Stanwick—. Improbable, sí. Pero no imposible.
—¡Estoy en control natal! —exclamó Andy.
—Ahora no lo estás —replicó el doctor—. Deja de tomar esas pastillas inmediatamente.
—¿Qué vamos a hacer? —respiró Mark. La mujer lo miró confundida. Él frotó su frente.
—¿Qué quieres decir con qué vamos a hacer? —preguntó Andy—. Nuestra única opción
es tenerlo.
—¿Es así?
—¡Mark!
—Voy a salir por un momento así ustedes dos pueden hablar —dijo la Dra. Stainwick.
Salió de la habitación asegurándose de cerrar la puerta después de que salió.
—¿Mark?
—¿Hmm?
—¿Qué estás pensando? —preguntó Andy.
—Estoy pensando en que esto no era parte del plan ahora mismo. Estoy pensando
en la bronca. Estoy pensando en que no estoy seguro de estar listo para ser papá a los
veinticinco. Estoy pensando en que no podemos permitirnos este bebé. Estoy pensando
en…
—Está bien. Cálmate —interrumpió Andy. Ella frotó la espalda de Mark—. Está
bien. Sé que estás dando vueltas. Tienes mucho en lo que pensar. Quiero decir, lo
entiendo. Sé que eres un planificador y tienes un mal momento con las sorpresas.
—Andy, esto no es una sorpresa, ¿bueno? ¡Esto es un gran maldito yunque cayendo
sobre mi cabeza!
Andy rompió en una sonrisa.
—Lo sé.
—¿Cómo voy a sustentarnos? ¡Soy un profesor! Estaba planeando en regresar a la
universidad. Lo sabes. ¿Cómo puedo pagar eso y mantener un bebé y arreglárnoslas para
ganar dinero y comprar una casa, y…?
Andy lo silenció con un beso. Fue tierno al principio, solamente labios con labios.
Pero entonces ella abrió su boca y encontró su lengua. Él pensó que no debería besarla de
esa manera en la oficina del doctor, pero es lo que ella quería. Él trató de responderle,
pero no pudo conectar. Su mente centrada en el pavor. Se coló y envolvió su corazón tan
pronto como el doctor confirmó el embarazo de Andy. Él no podía darle sentido. Sí,
estaba asustado de ser padre tan joven, pero eso realmente tenía que ver con algo más.
Miedo a lo desconocido. Una prefiguración de los futuros eventos que podrían
suceder mientras esperaba. Casi se alejó y lloró.
—¡No!
Casi.
Andy se sentó en la mesa de examinación y sonrió hacia Mark.
—Nos las arreglaremos —dijo.
Él suspiró.
—Sabía que eventualmente lidiaría con el problema de tu actitud ve-con-la-
corriente.
Ella rio.
—¡Eso es exactamente el por qué necesitas a alguien como yo en tu vida! Eres tan
tenso y ordenado todo el tiempo.
—¡Oye! No es justo —dijo, desnudándola.
Y entonces ella rompió a reír.
—¿Qué? —preguntó él indignado.
Ella sacudió la cabeza.
—Esto no podría ser más perfecto para ti. El maniaco al control pierde el control. ¡Me
encanta!
Él resopló y murmuró.
—No lo soy.
—¿No estás ni una pizca de emocionado? —preguntó ella.
Ella frotó su estómago plano, y él lo notó. Eso lo hizo oficial. No habían otras opciones
en la mesa después de que ella frotó su estómago. Iba a tener este bebé, y se lo dijo sin ni
siquiera decir las palabras en voz alta.
Él sabía que tenía que decirle lo que ella quería escuchar. Algunas veces eso es lo que
tienes que hacer con las mujeres.
—Lo estoy —respondió—. Estoy asustado, pero si sientes que esto es lo que Dios quiere
para nosotros, entonces estoy dentro.
—Quiero que lo sientas también —dijo Andy. Lo miró expectante.
Él la miró de regreso.
—Lo hago —mintió.
Ella asintió.
—Confío en él.
—Lo sé.
Mark nunca tuvo una razón para no confiar en Dios. Dios estuvo ahí para él cuando su
padre falleció. Estuvo ahí cuando necesitó dinero para la escuela. Incluso estuvo ahí para
advertirle sobre la potencialmente desastrosa relación con una chica con la cual pensó que
estaba perdidamente enamorado.
Sí, él confiaba en Dios. Tenía un sentimiento de hundimiento en su corazón el cual no se
podía quitar de encima, pero seguro, confiaba en Dios.
8
Perdida
Traducido SOS por Mais020291 // Corregido por Bibliotecaria70

—Realmente no tenías que hacer esto, Cadence —dijo Fanny, cortando los
finales de las flores y arreglándolas en un antiguo florero—. Sé lo costosas que son
las flores.
Cadence sonrió y se sentó en un asiento en la mesa de cocina de Fanny.
—No para tanto —replicó—. Y de todos modos, es tu aniversario.
Fanny rio.
—Sí. ¡Y usualmente es mejor cuando ambos están viviendo!
—Dijiste que aún lo celebrabas —apuntó Cadence.
—Lo hago. Aunque generalmente solo por mi parte —dijo Fanny, colocando
en su lugar la última rosa.
—Lo siento —susurró Cadence—. ¿Quieres que me vaya?
—¡Tonterías! Te quiero aquí mismo. Disfruto de tu compañía. Me haces sentir
joven.
—Bueno, tú me diste el consejo, así que supongo que estamos bien.
Fanny rio.
—Yo también te conseguí esto —dijo Cadence, empujando una pequeña caja
de joyas hacia Fanny.
—Cadence, necesitas ahorrar tu dinero —la amonestó Fanny.
—¡Oh, solo ábrelo!
Fanny desenvolvió la caja cuidadosamente y alzó el lazo.
—Qué hermoso —dijo suavemente, tocando el colgante.
—Es el nudo de la Trinidad —explicó Cadence—. Simboliza el amor eterno.
Pensé que tenía sentido para tu aniversario.
Fanny tomó el colgante de la caja y lo aseguró alrededor de su cuello.
—Es más que seguro que encaja. Y lo amo. Gracias, querida. —Se inclinó y
abrazó a Cadence—. Eres tan considerada —susurró en la oreja de Cadence.
Cadence sonrió y se recostó en su silla.
—De hecho, he estado pensando un montón últimamente.
—¿Sobre? —Fanny tomó asiento al otro lado de ella en la mesa.
Cadence casi espeta, «el Dr. Callahan», pero hoy era el día equivocado para
describirle a Fanny su futuro enamorado. Cadence sonrió y dijo entonces—: A
veces siento como que me estoy perdiendo en toda la experiencia de la universidad.
—¿Cómo así? Estás en la universidad.
Cadence sonrió pacientemente.
—Sí, pero no vivo en el campus. No estoy ahí, sabiendo lo que está pasando
todo el tiempo.
Fanny asintió.
—Me siento desconectada.
—¿Has hablado con Mark sobre esto? —preguntó Fanny.
—No. No quiero herir sus sentimientos.
—No creo que lo hagas.
—Tiene emociones, Fanny —apuntó Cadence.
—Estoy al tanto de ello, señorita. Pero estoy segura que apreciaría saber cómo
te sientes considerando que él ha estado ahí. Y sé que no quiere que sientas que te
estás perdiendo de algo.
—¿Entonces, qué se supone que debo decir? «Oye, Mark. Creo que quiero vivir
en el campus por un tiempo. ¿Eso está bien?» Eso sería estúpido.
—¿Quieres vivir en el campus por un tiempo? ¿Has estado alguna vez en una
habitación de residencia universitaria? —preguntó Fanny.
Cadence rio.
—Bueno, no. Aunque voy a ir a una de esas mañana por la noche para una
sesión de estudio.
Fanny agrietó una sonrisa.
—De acuerdo. Déjame saber lo que piensas después de tu sesión de estudio.
Porque tengo el presentimiento que estarás feliz de vivir en un pequeño y lindo
apartamento.
Cadence rio. Fanny la observó cuidadosamente.
—¿Has escuchado de mamá y papá?
Cadence hizo una mueca.
—Vi a mamá en la tienda Bed Bath and Beyond el otro día.
—¿Le hablaste?
—Sí.
—¿Quieres cambiar de tema?
Cadence se encogió de hombros.
—¿Las cosas están mejor entre ustedes?
Cadence sacudió la cabeza. Intentó bloquear ese día en su memoria. Estaba
avergonzada sobre su caída en la sección de sábanas en la tienda. Quedarse
dormida en el auto de Mark de camino a casa ayudó. De hecho la cargó hasta su
apartamento y la puso en la cama. Cuando se despertó, sintió un vacío en su
corazón mezclado con la determinación de olvidar. Tenía que olvidar a sus padres
si quería cualquier oportunidad de seguir adelante y sentirse normal. Estaba
cansada de llorar por ellos.
—No —dijo Cadence—. Explicó que tenía que respetar la decisión de mi padre
de sacarme de la familia. Dijo que estaba siendo obediente.
—¿Obediente? —preguntó Fanny. Se enojó.
—Eso fue lo que dijo.
—Discúlpame cuando te digo que tu madre es una idiota.
—Puedes decir lo que quieras —replicó Cadence—. Mark lo hizo. En su
rostro. —En este punto, a Cadence casi no le importaba.
—¿Alguien ha intentado explicarte la sumisión?
—No. Solo ignoro esa parte en la Biblia. Además, no se aplica a mí de todos
modos. No estoy casada.
Fanny sonrió.
—Bueno, estoy segura que te casarás algún día.
Cadence brilló ante ello. Recordó fantasear sobre casarse con Mark cuando lo
conocía como el «Sr. Connelly». Sucedió en la última cabina del baño del segundo
piso en la escuela. Leyó su nota una y otra vez y soñó sobre un futuro con él.
Ella rio.
—¿Qué? —preguntó Fanny.
—Solo estoy pensando cuando fantaseaba con casarme con Mark. Mientras
leía su nota.
—Ah, sí. La nota sobre comida Mexicana —dijo Fanny y Cadence asintió.
—Pero de regreso a lo que estabas diciendo. Nadie jamás me lo ha explicado.
Solo creo que significa que las mujeres no eran tan importantes para Dios como los
hombres, así que puso a los hombres al cargo.
Los ojos de Fanny se ampliaron.
—¿Disculpa?
—¿Cómo debo saberlo? Quiero decir, no creo que las mujeres no sean tan
importantes como los hombres. No estoy segura de cómo Dios nos mire de esa
forma tampoco, pero déjame decirte esto: Toda evidencia en la Biblia apunta a que
«los hombres lideran, las mujeres, siguen».
—¡¿Estás intentando darme un ataque al corazón?! —chilló Fanny.
Cadence se encogió de hombros.
—¡No lo entiendo! ¡Dame un respiro!
Fanny suspiró.
—Eh, nadie lo hace. ¿Quieres hablar sobre uno de los versos más alegres de la
Biblia? Ahí está ella.
—¿Qué significa eso? —Cadence incitó.
—Bueno, me fue explicado a mí así. ¿Qué tan efectivo son dos líderes en un
grupo?
Cadence fijó su mirada.
—Supongo que no es tan efectivo como un líder. ¿Por qué? Porque dos líderes
usualmente discutirán y luego nunca se hace la mierda.
Cadence asintió.
—Si solo hay un líder tomando la decisión final, y nota que dije final, entonces
la mierda usualmente se hace.
—De acuerdo. Veo eso.
—Ahora, en el matrimonio, si tienes a dos personas tratando de liderar,
terminas con que parece una monstruosa casa de remolque. No tan bonito,
¿verdad?
Cadence rio.
—Bastante discusión, nada de tomar decisiones, nada hecho.
—Ah ha.
—Así que Dios tuvo que tomar la decisión de poner a alguien a cargo.
—¿Por qué el hombre? ¿Por qué no a la mujer? Quiero decir, somos bastante
parecidos en todo. Podemos hacer varias cosas a la vez. Lograr que la mierda se
haga. Eso es algo de la mujer.
Fanny rio.
—Muy cierto. Pero creo que Dios escogió al hombre para liderar para darnos
un respiro. Porque hacemos mucho. Si el esposo lidera, la esposa puede tomar un
respiro. Si el esposo lidera, él llevará las cuentas. Y no sé tú, pero me gusta la idea
de que mi esposo sea el que responda a Dios en nuestro matrimonio. Desde que, ya
sabes, esa es una cosa bastante pesada.
Cadence lo pensó por un momento.
—¿Y qué? ¿La mujer es absuelta de todo?
—¿En serio, querida? Eh, no. Pero sí creo que cuando Dios mira la unidad de
la familia, está mirando al esposo. «¿Cómo estás liderando? ¿Cómo estás siendo
responsable? ¿Cómo estás preocupándote de tu esposa? ¿Cómo estás demostrándole
amor?» Me imagino que hace estas preguntas.
—¿Así que las esposas no tienen palabra en el momento de tomar decisiones?
—Nunca dije eso. Las esposas definitivamente tienen una voz. Solo son
amadas y evaluadas por Dios como sus esposos. De hecho, me gusta pensar que
Dios ama a sus hijas solo un poco más. —Guiñó el ojo, y Cadence sonrió—. ¿Por
qué crees que nos salvó? La última creación. La mejor.
Cadence se sonrojó.
—Y cualquier hombre que vale la pena debería reconocer eso —dijo Fanny.
Cadence lo pensó por un momento.
—Me gusta cuando Mark lidera. ¿Eso me hace una mujer débil? ¿Qué me guste
sentirme protegida y cuidada?
—Absolutamente no. Creo que es natural —replicó Fanny—. Pero no
descuentes tu propia fuerza, Cadence. Las cosas que llevas a esa relación. Mark te
necesita. ¿Eso lo hace débil? No. Él reconoce el vacío en su corazón y te necesita
para llenarlo. Justo como tú reconoces tu necesidad de ser protegida. Ninguno de
los dos es débil. Reconocer esas necesidades los hace individuos más fuertes.
—Deberías ser profesora —dijo Cadence.
—Lo fui —replicó Fanny. Miró más allá de la mejilla de Cadence, hacia un
punto en la distancia—. Hace muchos años atrás.
El silencio descendió en la pequeña cocina. Cadence no creía que fuera
apropiado hablar justo entonces. Fanny estaba pensando sobre algo de su pasado, y
era importante dejarla recordar.
—Enseñé historia —dijo de pronto.
—¿Historia?
—Síp. Historia de América.
—¿Por qué no me lo dijiste cuando te dije sobre mi horario? Hubiera podido
venir para dejarte hacer mi tarea de historia de América.
—Lindo —replicó Fanny—. ¿Vas bien?
—Obtuve una A —dijo Cadence.
—¿Entonces por qué necesitas mi ayuda?
—Oh, es solo que sería una cosa menos que tendría que hacer, mi tarea de
historia, eso es todo —dijo Cadence.
Fanny rio.
—Mark es realmente afortunado de tenerte en su vida. ¿Crees que lo sabe?
Cadence rio.
—Te haré saber si voy a casa y la cena ya está hecha.
—¡Ja!
Cadence se quedó otra hora, conversando con Fanny sobre su esposo fallecido.
Compartió historias hilarantes sobe sus primeros meses de matrimonio, y Cadence
tomó notas mentales. No estaba casada con Mark, pero vivía con él, así que todo lo
que Fanny le explicaba a ella, aplicaba.
Regresó a casa, hacia el aroma delicioso de la sopa. Llenaba todo el
apartamento e hizo que su estómago gruñera apenas entró por la puerta. La mesa
de la sala comedor estaba lista. Una vela estaba encendida. Vasos de vino ya
estaban servidos. Flores frescas se situaban en el centro de la mesa.
Sacó su teléfono y llamó a Fanny.
***
Cadence giró a la izquierda al salir del ascensor. Caminó por el pasillo de la
residencia universitaria, buscando la habitación 24. Pero los números eran muy
bajos y se dio cuenta que estaba del lado equivocado. Estaba justo por darse la
vuelta antes de ver un mensaje dejado en una pequeña pizarra blanca pegada a la
puerta de alguien.
Unión de Estudiantes a las 5 en punto. Tengo a alguien que querrás conocer. Lindsay.
Cadence fijó la mirada ante la carita sonriente al lado de la palabra «conocer».
Se preguntó si era una cita a ciegas y si el amigo de Lindsay estaría feliz por ello.
Sabía que Michael estaba esperando, pero decidió leer unos cuantos mensajes más.
Paseó por el pasillo sin ningún apuro particular, deteniéndose en cada puerta,
leyendo las notas de estudiantes que estaban experimentando la universidad de una
manera muy diferente a ella. No tenía idea de cuánto tiempo se había quedado en
frente de la Habitación 8 mirando los corazones que alguien dibujó en la pizarra.
No entendía por qué no podía controlar su impulso de dibujar sus propios
corazones, y cogió el marcador rosado que colgaba de una cadena. Apretó el
marcador como si fuera su línea de vida hacia este otro mundo.
Trazó la línea de un corazón en la esquina más baja de la pizarra, luego lo
coloreó cuidadosamente.
—¿Hola?
Cadence dio un salto hacia atrás, haciendo caer el marcador. Se golpeó contra
la puerta en el ensordecedor silencio del pasillo.
—¿Te conozco? —preguntó la chica, sacando la llave de su habitación de su
mochila.
Cadence sacudió su cabeza. De nuevo.
La chica sonrió dulcemente.
—¿Estás perdida? —preguntó con un tono gentil y condescendiente—. ¿Puedes
hablar?
—¡Oh Dios mío! —chilló Cadence. Se giró y se dirigió hacia la dirección
opuesta.
—¡Espera! —llamó la chica. Ella llegó hasta Cadence—. ¡Ey, espera un
minuto! ¿No lo sabía, de acuerdo? Quiero decir, no te ves especial, ¿pero cómo se
supone que debía de saberlo? Quiero decir, ¿qué estabas haciendo?
—Nada.
—Estabas dibujando un corazón en mi pizarra —apuntó la chica.
—¡¿Entonces por qué me lo preguntas si ya lo sabes?!
—Porque estoy intentando descubrir por qué una chica cualquiera está
dibujando un corazón en mi pizarra. —Se detiene un momento, la realidad
brillando en su rostro—. Ohhh.
—«Ohhhh», ¿qué? —preguntó Cadence.
—No soy gay ni nada. Quiero decir, experimenté con una chica, como, hace
dos semanas, pero no era lo mío. Quiero decir, era buena besando y todo, pero me
gustan los chicos. No es que tenga ningún problema con que seas gay.
—No soy gay —dijo Cadence, igualmente.
—Entonces no lo entiendo.
—Solo no te preocupes por ello. Siento haber dibujado en tu pizarra —replicó
Cadence. Corrió por el pasillo hasta que encontró la habitación 24. Golpeó hasta
que Michael abrió.
—¿Qué diablos, Cadence? ¿Alguien está detrás de ti?
—¡Muévete! —dijo, haciéndolo a un lado.
—¿Qué sucede?
Cadence se hundió en su cama y enterró su rostro en sus manos.
—¡Estoy tan avergonzada!
—¿Sobre qué? —Michael se sentó a su lado.
—Ni siquiera puedo decírtelo. No puedo contarle a nadie porque es tan
mortificante.
—Accidentalmente me tiré un pedo el día de ayer en clase. Estaba al lado de
esta chica realmente caliente que me gusta. No creo que vaya a conseguir algo con
ella ahora.
Cadence soltó una risa.
—No puede ser más vergonzoso que eso.
—Fui atrapada dibujando un corazón en la pizarra de esta chica al final del
pasillo. Ella pensó que me gustaba.
Michael rio.
—¿Un corazón cualquiera en la puerta de una chica cualquiera? Eso es algo
raro.
—¡Lo sé!
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó.
Cadence sacudió su cabeza.
—No puedo explicarlo. El impulso fuerte de pertenecer o algo.
—¿Pertenecer?
Cadence miró alrededor de la habitación de Michael.
—Bueno, sí. Pertenecer a todo esto.
—¿Una habitación de la residencia universitaria?
Cadence puso los ojos en blanco.
—La vida de la universidad. Ya sabes. La experiencia universitaria.
Michael asintió.
—Creo que me lo estoy perdiendo —susurró.
—¿Crees que te lo estás perdiendo por esto? —preguntó Michael, envolviendo
sus nudillos en los bloques de cemento pintado detrás de él.
—Ya sabes lo que quiero decir —replicó Cadence.
Hubo un ligero toque en la puerta.
—¿Esperas a alguien?
—Sí. Invité a Carrie del final del pasillo a unirse —dijo Michael—. ¿Esto está
bien?
—Claro.
Michael abrió la puerta a la misma chica que pensó que Cadence estaba
enamorada de ella.
—Debes estar bromeándome —murmuró Cadence.
—Oh Dios mío. Eres tú —dijo Carrie.
—¿Se conocen? —preguntó Michael.
—No —replicó Cadence.
—Algo así —dijo Carrie.
—Esta es la chica en cuya pizarra dibujé. Piensa que estoy enamorada de ella
—dijo Cadence.
Carrie se encogió de hombros. Michael se rio fuerte.
—Tengo novio. —Cadence dirigió la afirmación hacia Carrie.
—Ella tiene novio, Carrie. Caramba —interrumpió Michael en su versión de
una chica Valley5 impresionada.
—Como sea. Estabas dibujando un corazón en mi pizarra. ¿Cómo se supone
que debía de saberlo? —dijo Carrie.
—Cree que se lo está perdiendo —explicó Michael, cerrando su puerta.
—¡Michael!
—¿Qué? ¿Se supone que no debo repetir eso? —preguntó.
Cadence resopló.
—¿Perdiéndose de qué? —preguntó Carrie. Tomó asiento al lado de Cadence,
y automáticamente se movió.
—Nada —balbuceó.
—La experiencia universitaria —ofreció Michael.
—Oh Dios mío. Te odio ahora mismo. Detente. Deja de hablar —espetó
Cadence.
—Pero estás en la universidad —replicó Carrie, una mirada de confusión en su
rostro.
Cadence puso los ojos en blanco pensando en Fanny diciendo exactamente
esas mismas palabras.
—¿Podemos simplemente estudiar? —preguntó—. Oye, espera un minuto.
¿Estás en biología?
—No tu clase de biología, pero tenemos el mismo profesor y el mismo plan de
estudios —replicó Carrie.
—Oh.
—Ahora de regreso a tu idea de que te lo estás perdiendo. ¿En qué residencia
vives tú?
—No vivo en una residencia —replicó Cadence. Observó a Michael hundirse
en la cama a su izquierda. Genial. Ahora estaba atrapada en medio de estos dos.
—¿Dónde vives? —preguntó Carrie.
—Con su novio —ofreció Michael.
Cadence golpeó la parte alta de su muslo por instinto.
—¡Ouch!
—Deja de hablar por mí. No es de tu incumbencia —dijo Cadence.
—Entonces probablemente no deberías compartirlo conmigo —replicó
Michael, riéndose.

5
En inglés, Valley Girl, se le llama a una chica estúpida adolescente, de la parte sur de Estados
Unidos, típicamente rica y blanca, cuyo lenguaje en un insulto a la inteligencia humana.
—Síp. Haciendo nota mental —se quejó Cadence.
—Oh, espabila —dijo Michael—. Tengo DADH. No puedo evitarlo.
Cadence miró a Carrie, quién sacudió su cabeza.
—¿Realmente estás echándole la culpa a eso? —preguntó.
—Eh, síp —replicó Michael—. Haciendo excusas para todo es lo que obtienes
cuando tienes DADH6.
Carrie rio. Cadence sacudió su cabeza y sonrió.
—La vida de la residencia apesta —dijo Carrie—. No te estás perdiendo nada
aquí. Pero si quieres ir a una fiesta o algo con nosotros, puedes. Quiero decir, si
quieres ver de qué va todo.
Cadence movió sus dedos nerviosamente mientras lo pensaba.
—¿Una fiesta dónde?
—En cualquier parte. Siempre hay una. Solo camina por la fila de
fraternidades un viernes o sábado por la noche y escoge una —explicó Carrie.
—Pensé que esas fiestas era para los de fraternidad y la hermandad de mujeres
—dijo Cadence.
—Algunas. Pero un montón están abiertas para todo. Si eres lo suficientemente
linda, lo cual eres, entonces te dejarán entrar. Les gusta llenar sus fiestas con un
montón de chicas borrachas, ¿verdad, Michael?
Él sonrió.
—Es por eso que voy a esas.
—Entonces, ¿qué dices? Podemos llevarte a una este fin de semana —ofreció
Carrie.
—Ehhh…
—¿Asustada? —bromeó Michael.
—No —mintió Cadence.
—Seré la CD7 esta vez —dijo Carrie. No dejaré que te vuelvas loca.
Cadence mordió su labio inferior.
—Ummm…
—Esta chica necesita totalmente irse de fiesta —le dijo Michael a Carrie.
—¿Puedo pensarlo? —preguntó Cadence. Carrie y Michael se observaron con
una mirada conocedora.
—Claro —dijo Carrie.

6
Déficit de Atención/Desorden de Hiperactividad.
7
Conductora Designada, es decir, la elegida para no tomar esa noche y cuidar a los demás.
Cadence asintió y cogió su libro de texto de biología de su mochila. Los otros
la siguieron. Hizo un trabajo terrible concentrándose en la sesión de estudio porque
su mente solo podía pensar en nada más que ir a esa fiesta de fraternidad. La idea
era excitante y aterradora. No tenía idea de qué esperar. No pensaba que fuera
como la fiesta de la secundaria a la que había asistido. No estaba segura si era un
mundo al que debería de entrar, o incluso darle una mirada.
Pero luego nuevamente, ¿no formaba esto parte de la experiencia universitaria
que sentía que se estaba perdiendo? Y Carrie dijo que la cuidaría. No es que
Cadence planeara volverse loca. Tal vez unas cuantas bebidas. Ya sabes, para
soltarte. Pensó en su armario. ¿Qué usa la gente en las fiestas de fraternidad?
Probablemente esa era una conversación que debía de tener a solas con Carrie.
Michael la fastidiaría.
—¡Tierra a Cadence! —dijo Carrie, moviendo su mano en frente del rostro de
Cadence.
—¿Eh?
—¿Dónde has estado? Eres como, la peor compañera de estudio —replicó
Carrie.
Cadence sacudió su cabeza.
—Lo siento.
—Caramba. Estamos intentando obtener una buena nota en este examen de
mañana. Presta atención y contribuye —agregó Michael.
—Ajá —dijo Cadence.
—¿En qué diablos estás pensando? —preguntó Carrie.
Cadence se detuvo.
—¿Qué usan las chicas en las fiestas de fraternidad?
9
Caer en Desgracia
Traducido por Eglasi & Yoko // Corregido por Bibliotecaria70

I
ncluso borracha, Cadence estaba lo suficientemente lúcida para reconocer
la imagen en el espejo que le devolvía la mirada detrás de ella. El rostro de
Gracie lucía una sonrisa completa, una sonrisa estúpida y borracha en una
chica quien involuntariamente invitaba a los problemas. Y venían en
manada. Tres de ellos. Grandes y rudos chicos quienes la rodeaban y pretendían
encontrar sus bromas divertidas.
Cadence sabía que Gracie asistía a la Universidad del Norte de Atlanta pero
hasta el momento, había sido lo suficientemente afortunada para evitarla. No
compartían clases y no la había visto ni una sola vez en el campus. Era un poco
sorprendente, sin embargo, verla en una fiesta de fraternidad. Borracha. Gracie no
era una buena cristiana pero Cadence reconoció la cansada y cliché historia: un
buen adolescente cristiano permanece lejos de los problemas hasta la universidad.
Luego enloquece.
—Michael, tal vez deberías ir ahí y conseguir esa chica —dijo Cadence. Tenía
que enunciar sus palabras cuidadosamente para evitar el arrastre.
—¿Huh? —preguntó, ocupado con otra rubia en el sofá.
—Esa chica de ahí —apuntó Cadence—. Gracie.
—¿Quién demonios es Gracie?
Cadence resopló y saltó del sofá. Tropezó de lado y una chica fue lo
suficientemente amable para atraparla antes de que cayera.
—Gracias —murmuró Cadence, luego caminó lentamente y se estabilizó en la
esquina de la habitación donde Gracie estaba atrapada.
—¡Cadence! —chilló—. ¡¿No amaaaaaas la universidad?!
—Es la droga —respondió Cadence y los chicos se rieron.
Gracie atentó para tener de regreso su atención.
—Cadence y yo fuimos a la preparatoria juntas.
—Oh, eso es genial —dijo un chico—. ¿Son amigas?
—No realmente —dijo Gracie—. Es una clase de perra.
—Whoa —dijeron los chicos al mismo tiempo.
—Esh verdad —salió de la boca de Cadence. ¿Qué carajo? Pensó. ¿Esh?
Los chicos chiflaron.
—Gracie, ¿puedo hablar contigo un segundo? —preguntó Cadence, ignorando
las risas.
—¿De qué?
—Es privado.
—Lo que sea que quieras decir lo puedes hacer aquí.
Cadence se erizó.
—Preferiría no hacerlo.
Gracie rio.
—Eres graciosa cuando bebes. Dices cosas tontas. «Esh» y «preferiría». Eres
una inepta, Cay.
El corazón de Cadence se apretó. No podía recordar la última vez que escuchó
«Cay» salir de la boca de Gracie. Incluso no podía recordar la última vez que había
hablado con ella.
—¿Por qué estás bebiendo? —preguntó Cadence.
Gracie puso los ojos en blanco.
—Porque es una fiesta. Duh.
—Sí, sé que es una fiesta pero tú no bebes.
Gracie resopló.
—Como sea.
—No. No como sea. Tú no vas a fiestas y no bebes.
—Bueno, ahora lo hago. ¿Bueno? De cualquier forma, ¿a ti qué? —soltó
Gracie.
—Ven y sal conmigo —urgió Cadence. La habitación giró ligeramente. Lo
suficiente para forzar su mano contra la pared para sostenerse.
—¿Por qué demonios querría salir contigo?
—Para compensar por haberme acusado —respondió Cadence.
—¿Acusarte? —dijo uno de los chicos.
Cadence se arrepintió de haber usado esa palabra. Pensó que a los tres
mosqueteros les había gustado mucho. Estaban susurrando de oído en oído,
mirando hacia ella. Esperaba que empezaran a jadear, sacando sus lenguas,
babeando por todas partes. De repente estaba asqueada.
—Soy una mujer grande. No acuso —soltó Gracie—. Y de cualquier forma, ¡te
lo merecías!
—¿Qué se merecía? —preguntó el chico pelirrojo.
—Creo que se refiere a mí mereciéndome el golpe en el ojo que mi padre me
dio después de que le dijera que estaba durmiendo con mi profesor de matemáticas.
Un coro de «diablos, no» y «¿qué demonios?» sonó a través de la sala.
Uno de los chicos se volvió hacia Gracie.
—Chica, eso es no tener corazón.
Gracie se encogió de hombros.
—Estaba intentando salvarla.
Nadie sabía a qué se refería. Incluso Gracie no sabía a qué se refería. Se aferró
a su cerveza y miró a la distancia.
—Por favor ven conmigo —rogó Cadence.
—Aléjate.
—No.
—Aléjate perra.
—Um, creo que ella quiere que te vayas —dijo el chico rubio.
—Bien. No me importa lo que te pase —dijo Cadence. Se giró en sus talones y
se dejó caer otra vez en el sofá. Se hundió en el cojín y observó mientras Gracie
coqueteaba con los tres jugadores de fútbol. Asumió que eran jugadores de fútbol
por lo altos que eran.
Cadence bebió más cerveza durante toda la noche hasta que veía cinco de
todo. De hecho, vio a cinco Gracies siguiendo a quince chicos hacia la parte trasera
de la casa. Algo no se sentía bien acerca de eso y se concentró fuertemente para
formar las palabras.
—Michael, Gracie se fue a la parte trasera de la casa con esos chicos —dijo
Cadence, codeando a su amigo. Él estaba ocupado besándose.
—¿Huh?
—Gracie está en la parte trasera con esos tres chicos. ¡Ve por ella!
—Déjala hacer lo suyo. Fue ahí con ellos. Hizo su elección.
Cadence se veía horrorizada. Su mente giró. No había una elección aquí.
Había alcohol y mal juicio, pero no elección.
Se tambaleó hasta la parte trasera y abrió la puerta de la habitación.
—¡Lárgate! —gritó Gracie.
Cadence empujó al chico sin camisa y agarró a Gracie por los hombros.
—Estás borracha. No deberías estar en esta habitación.
—Hey. Espera un minuto…
—¡Cállate! —gritó Cadence a los chicos—. Mírame Grace.
—No me llames así. Odio ese nombre —pensó por un momento—. ¿Recuerdas
que hablamos de eso?
—Sí —dijo Cadence. Pensó que podía ganar esto si usaba las palabras
correctas—. Suena demasiado mayor.
Gracie rio y asintió.
—Ven conmigo, Gracie. No quieres estar aquí.
—Soy mayor ahora —dijo Gracie. No podía sostener la mirada de Cadence.
Estaba muy lejos.
Cadence vio al chico rubio enlazar sus brazos alrededor del estómago de
Gracie desde atrás.
—Suéltala —demandó Cadence.
—Está bien, chiquilla —dijo el pelirrojo. Empujó el brazo de Cadence y la
llevó a la puerta—. Es hora de irse.
—¡Suéltame! —gritó Cadence—. ¡Gracie! —Tiró fuertemente de su brazo pero
no era rival para el chico. La llevó hasta la puerta y la cerró. La golpeó luego se
volvió hacia la manija solo para descubrir que estaba bloqueada—. ¡Alguien que me
ayude! ¡Ayudadme!
—¿Qué demonios, Cadence? —Michael tomó su mano y la llevó por el pasillo.
Cadence se clavó en sus talones.
—¡Gracie está ahí! ¡Le van a hacer cosas!
—Esto es totalmente inútil —respondió Michael—. Vámonos.
— ¡No! —gritó Cadence—. ¡Ayúdala!
—Saca a esa perra de aquí —dijo alguien.
—Lo sé hombre. Lo siento —respondió Michael. Sacó a Cadence del pasillo,
pateando y gritando, todo el camino hacia el jardín del frente.
—¡No me voy a ir! —gritó Cadence—. ¡Gracie! ¡GRACIE!
Colapsó en el suelo, agarrándose del césped mientras giraba demasiado rápido
en una divertida vuelta.
—Que deje de moverse —siseó e inmediatamente vomitó.
—Mierda —gruñó Michael—. Mantén tu mierda junta, Cadence.
Vomitó otra vez luego limpió su boca con el dorso de su mano.
No podía hablar con Michael mientras esperaban a que Carrie los recogiera.
No podía hablar con él en el auto. No le dijo buenas noches cuando salieron del
elevador hacia la puerta de sus dormitorios. A Michael no le importaba. Sabía que
Cadence estaba borracha hasta el culo y no recordaría nada por la mañana.
Cadence estaba convencida de que lo haría.
La mañana llegó. Y recordaba. Los detalles eran un poco borrosos pero
recordó tratando de detener a una chica de cometer un enorme error. Sin embargo,
falló. Fue expulsada de la habitación. Fue forzada a permanecer en el pasillo e
imaginar todas las cosas horribles que estarían pasando al otro lado de la puerta. Y
no podía entender por qué era la única que se había preocupado.
***
—¡Me emborraché en una fiesta! —espetó Cadence durante el desayuno.
Mark no dijo nada. En su lugar, bebió lo que quedaba de su café.
—Solo pensé que debías saberlo —completó—. Me perdí y vomité en el jardín
del frente.
—Espero que Carrie haya cuidado de ti —dijo Mark.
—Lo hizo. Bueno, al principio de la noche. Era la CD. Dijo que me observaría
pero luego nos dejó para ir a comprobar a su compañera de cuarto quien había
sufrido una intoxicación alimentaria o algo así.
—¿A qué te refieres con «nos»?
—A mí y a Michael.
Mark frunció el ceño.
—¿Michael también se perdió?
—No realmente. Quiero decir, eso creo. —El rostro de Cadence se llenó de
confusión por el pensamiento—. No lo sé.
—Se suponía que pasarías el tiempo con Carrie. —Mark la miró expectante.
Cadence asintió.
—Ella regresó por nosotros.
Mark caminó a la cocina para volver a llenar su taza.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—¿Qué pasó en la fiesta? —respondió, regresando a la mesa.
Cadence pensó por un momento. ¿Qué tanto estaba dispuesta a compartir?
—Vi a Gracie.
—¿Gracie en una fiesta de fraternidad?
Cadence se encogió de hombros.
—Raro, ¿cierto?
Mark la miró cuidadosamente.
—¿Hablaste con ella?
Cadence asintió.
—Asumo que fue una mala conversación.
—Fue… realmente extraña. Estaba borracha. Estaba pasando el rato con esos
chicos. Estaban riéndose de todo lo que decía.
Mark estaba callado, dejándola ordenarse a través de las emociones que leía
tan fácilmente en su rostro.
—Dije cosas tontas porque estaba borracha. Ella quería que me alejara pero yo
no quería. No me sentía bien con eso.
Mark asintió.
—Se fue a una habitación en la parte trasera de la casa con ellos. Traté de
detenerla. Sabía que había bebido mucho. Quiero decir, ¿quién puede hacer una
sabia elección cuando están totalmente pasada de copas?
—Nadie —respondió Mark.
—Dijo que era su decisión, que era mayor… —La voz de Cadence se fue
apagando.
—No es tu culpa —dijo Mark gentilmente—. No podías hacer que se fuera
contigo.
Cadence asintió. No podía revelarle todos los detalles que recordaba: Michael
ignorando su petición de comprobar a Gracie. Dos veces. Eso lo hacía ver
realmente mal ¿no es así? No podía quitarse la idea de que no era el mejor amigo
para tener. Nunca. Pero estaba reacia a rendirse con él. Dios, ¿estaba tan
desesperada de tener amigos? ¿Qué demonios hizo el último año con ella?
Mark frotó su frente.
—El novio protector en mí te quiere decir algo que no te va a gustar.
—¿Y qué es?
—Desearía que no fueras a fiestas de fraternidad. Son problemas. Y Michael y
Carrie parecen como dos personas quienes están más enfocados en sí mismos que
cuidarse unos a otros.
—Carrie nos dejó para checar a su compañera de cuarto.
—Lo sé. Eso parece agradable ¿no? —preguntó Mark.
Cadence frunció el ceño.
—Pero te dejó, probablemente ya estabas algo bebida, después de decirte que te
estaría observando.
—Entonces, ¿no te agradan?
—No los conozco —explicó Mark—. Solo quiero que tengas cuidado. Eso es
todo. No se ven como Avery.
—No. La forma de ser de Avery es más egoísta —bromeó Cadence.
La esquina de la boca de Mark se arqueó.
—Quizás. Pero ella se hubiera quedado contigo.
Cadence no tenía planes de hacer que Michael y Carrie fueran su centro de
atención durante el día pero gracias a Mark permanecieron al frente de su mente y
la forzó a contemplar el valor de sus amistades. No los conocía muy bien. Parecía
injusto juzgar sus intenciones tan rápidamente pero Mark tenía razón: parecían
estar súper absortos en ellos mismos. Ni siquiera pudo conseguir que Michael se
levantara del sofá para comprobar a Gracie.
Gracie. ¿Por qué se preocupaba tanto? Gracie la había echado, la había
traicionado de una manera vil. No, no era responsable por la grieta entre Cadence y
sus padres pero era responsable por algo. Un ojo negro ¿quizás? ¿Una caída en
picada? Eso no justificaba un asalto, si lo hacía, de hecho, tomaría lugar pero estaba
segura como el infierno que no justificaba el tiempo y la atención de Cadence.
***
No se había dado cuenta de que estaba buscando a Gracie en el campus hasta
que Michael le señaló.
—¡Pon atención, Cadence! —gritó—. Estoy tratando de hablar contigo. Quiero
decir, ¿qué demonios? ¿Qué estás buscando?
Y como si sus palabras fueran el encanto que conjurara su presencia, ahí
estaba, solo unos metros a lo lejos, sentada en un banco con un libro en la mano.
—Te veo más tarde —dijo Cadence distraídamente y caminó hacia Gracie.
Gracie sintió a alguien sobre ella. Al principio la ignoró pero luego Cadence
aclaró su garganta. Miró hacia arriba.
—Sabes, no tenemos que hablar solo porque vayamos a la misma universidad.
—Lo sé.
—Solo porque me veas en el campus no quiere decir que me tengas que decir
algo.
—Lo sé.
—Te veo todo el tiempo y te ignoro —apuntó Gracie.
¿Lo hace? Pensó Cadence. Esta era la primera vez que veía a Gracie y no creía
que fuera una coincidencia.
—¿Cómo estás? —preguntó Cadence.
Gracie dejó salir una sonrisa.
—¿En serio?
—Solo quiero saber cómo estás.
—¿Por qué?
—Porque… porque recuerdo haberte visto en la fiesta de la fraternidad. Y
haber hablado contigo. Bueno, de todos modos recuerdo una pequeña parte de la
conversación. Pero te levantaste y te fuiste con esos chicos…
—Estoy bien, ¿por qué te preocupas? —dijo Gracie cortándola.
—Eran realmente tipos grandes. Eso es todo —dijo Cadence tranquilamente.
—Elegí ir ahí, Cadence. Nadie me forzó —apuntó Gracie.
—Pero estabas muy borracha.
—No tanto como para no saber lo que estaba haciendo.
—Pero tú no eres así —dijo Cadence.
—¿Así cómo?
—Ya sabes… —El rostro de Cadence enrojeció. No podía decirlo en voz alta.
Incluso no sabía cómo llamarlo. ¿Una orgía? ¿Una explosión en grupo? Asqueroso.
Gracie sonrió.
—Esto es histérico ¿sabes?
Cadence se erizó.
—¿Qué?
—Tú dándome un tiempo difícil por hacer algo mal.
—No te estoy haciendo un tiempo difícil. Me estoy asegurando de que estés
bien. Cielos, Gracie. ¿Incluso has tenido sexo antes de esos chicos?
—Sí.
Cadence no pudo ocultar su sorpresa. Gracie lo notó.
—Así que… ¿solo tienes sexo con chicos al azar? —preguntó Cadence.
—Tal vez, ¿a ti qué?
—¿Estás como tratando de rebelarte contra tus padres o algo?
—No. Y de cualquier forma, soy una adulta. Puedo hacer lo que quiera.
Cadence asintió sin estar convencida. Se preguntaba si la promiscuidad de
Gracie tenía que ver más con la falta de respeto a sí misma que por ser una adulta.
No era una adulta. Diablos, ni siquiera Cadence lo era. Ambas estaban en esa
extraña etapa intermedia donde atravesaban el proceso de crecimiento. Ya no eran
niñas pequeñas pero aún no eran completamente adultas.
—¿Ellos no te forzaron? —preguntó Cadence.
Gracie suspiró pesadamente.
—Déjalo estar.
—Yo solo… solo no entiendo esta nueva persona —dijo Cadence
tranquilamente.
—¿Cómo lo harías? No somos amigas. No tienes ni idea de qué ha estado
pasando en mi vida desde el pasado año.
—No me dejabas —dijo Cadence.
Gracie hizo un gesto de desdén con la mano.
—Y, de todas formas, yo tampoco te entiendo. Has cambiado. ¿Por qué yo no
puedo? Haz hecho como si fueras la única en el mundo que puede ser una versión
diferente de sí misma.
—No pienso eso. Y no elegí algunas de las cosas que me pasaron, Gracie.
—Oh, ¿en serio? Porque estoy bastante segura de que te drogas, tú elegiste eso.
—No me drogo.
—Te drogaste.
—Una vez. Y me arrepiento. Pero no elegí ser golpeada por mi padre después
de que me delatases.
Gracie apartó la mirada.
—Pensé que estaba haciendo lo correcto —susurró.
—¿En serio? Porque creo que solo estabas tratando de vengarte —argumentó
Cadence.
Gracie parecía nerviosa.
—¿Sabes qué? No tengo que discutir esto contigo. Está en el pasado. Pasó.
Pensé que estaba haciendo lo correcto. Y eso es todo.
—¿Lo es?
—¡Sí!
—Si esos chicos te hicieron daño, tienes que denunciarlo —dijo Cadence.
—¿Vuelves a eso? —gritó Gracie—. ¡No me lo hicieron! ¡Quería follarlos! ¡¿De
acuerdo?!
Unas cabezas se giraron en nuestra dirección.
—¡Y no necesito que me juzgues por ello!
—Eso es gracioso viniendo de ti —dijo Cadence.
Gracie la miró con asco.
—¡Vamos, Gracie! Me juzgaste muchísimo durante todo el último año por ser
inmoral. ¿No puedes, al menos, intentar ver la ironía?
—Que te den.
—No tengo más que decir.
—Déjalo estar, ¡y déjame tranquila!
—De acuerdo. Solo estoy diciendo que me desperté con un mal presentimiento
—explicó Cadence.
—Bueno, ¡ese es tu problema! —ladró Gracie. Reunió sus libros y salió
pitando.
Cadence tomó asiento en el banco que Gracie acababa de desocupar y
reflexionó sobre las palabras de su ex-mejor amiga: «Ese es tu problema». Quizá.
Quizá era su problema. No le quitó el dolor en el pecho de cuando se despertó por
la mañana. Algo estaba mal. Llámalo intuición femenina, entendimiento divino, lo
que sea. Algo estaba mal. Y ese algo tenía que ver con Gracie.
Por supuesto, Cadence también tenía que pensar en la posibilidad de que había
dejado que demasiadas películas de experiencias vitales hayan deformado su visión
de las fiestas de fraternidad. Después de todo, la gente podía tener orgías sin ser
violación. Pero ¿qué pasa cuando una chica tiene el cerebro destrozado y los chicos
no? ¿No es que los chicos tienen una ventaja injusta? Y si es así, ¿no cambia eso el
panorama?
—OHDIOSMIO. ¿Hola? —dijo una voz exasperada.
Cadence levantó bruscamente la cabeza y protegió sus ojos del sol.
—Se suponía que tenías que reunirte conmigo en el sindicato —resopló Avery.
—Oh, es verdad. Lo siento.
—¿Y estaba alucinando o acabo de verte hablando con Gracie?
—Estaba hablando con Gracie —replicó Cadence. Recogió sus bolsas y
caminó con Avery hasta Bleecker Hall.
—Um, ¿por qué?
—Solo necesitaba aclarar algo con ella —dijo Cadence.
—¿Como por qué es una zorra tan mala?
Cadence sonrió un poco.
—Algo así.
—¿Estás tratando de ser amiga de ella otra vez? —preguntó Avery. Su tono
sugería una leve alarma.
—¿En serio, Avery?
—Bueno, ¿cómo demonios lo iba a saber? Parecía una conversación larga.
—¿Nos estabas observando todo el tiempo?
—¿Y qué si lo estaba?
La sonrisa de Cadence se convirtió en una sonrisa llena de dientes.
—¡Estabas celosa!
—No seas tan creída —dijo Avery con desdén.
—Estabas totalmente celosa —replicó Cadence, codeando a su amiga.
—Oh, Dios mío. Lo que sea.
—Me quieres solo para ti, y temías que resolviera las cosas con Gracie porque
eres un caramelito celoso y…
—¿Qué demonios es un caramelito celoso? —preguntó Avery, riéndose—.
Cadence, eres un bicho raro.
Cadence soltó una risita.
—No puedo imaginar que tratarías de solucionar las cosas con ella después de
lo que te hizo —dijo Avery, abriendo la puerta para su amiga.
Agarraron sándwiches y encontraron una mesa vacía cerca de una ventana
para mirar al anfiteatro al aire libre.
Cadence metió la pajita en su Coca-Cola.
—Tengo que perdonarla en algún momento.
—¿Qué?
—Sencillamente no puedo cargar con todo este odio durante el resto de mi vida
—explicó Cadence—. Y, de todas maneras, perdonarla no sería realmente por ella.
Sería por mí.
Avery mordió su sándwich.
—Creo que tiene que correr y ponerse delante de un camión —dijo con la boca
llena.
—Avery, vamos.
—Bueno, algo malo tiene que pasarle. A mí me parece justo —replicó Avery.
Cadence se sentó y luego mordió su propio sándwich. Quería cambiar la
conversación.
—¿Has oído algo de Gavin? —preguntó.
—¿Por qué tendría? —replicó Avery.
—No lo sé. Salieron todo el año pasado. ¿Ni siquiera intentó ponerse en
contacto contigo?
Avery negó con la cabeza.
—¿Por qué?
—Porque es demasiado complicado.
—Es un imbécil —dijo Cadence.
—Usualmente lo son. —Avery se limpió la boca y miró concienzudamente a
Cadence—. Sientes pena por mí, ¿no?
—¿Qué?
Los labios de Avery se curvaron para formar una sonrisa.
—Sientes pena por mí porque no tengo novio. —Estalló en carcajadas—. Dios,
eres una de esas chicas.
—¡Cállate! ¡No soy una de esas chicas! Y no podría importarme menos que
tengas un novio —espetó Cadence.
—No sé cómo seguiré adelante, Cadence —dijo Avery dramáticamente—. Si
no tengo novio, sencillamente no hay razón para todo esto.
Cadence puso los ojos en blanco.
—Quiero decir, ¿por qué me levanto por las mañanas? ¿Por qué me ducho? Mi
vida es tan… —Se detuvo para darle efecto, luego susurró—… patética.
Cadence miró fijamente a su amiga.
—¿Has terminado?
—En serio, lo único que echo de menos es el sexo —dijo Avery—. Creo que el
sexo me ayuda a funcionar mejor.
Cadence se sonrojó y luego dejó colgar su cabeza.
—Y supongo que el sexo también te ayuda a funcionar mejor —observó Avery.
Cadence se encogió de hombros.
—¿Cuántas veces a la semana lo hacen?
—No es de tu incumbencia.
—Oh, venga. Somos mejores amigas. Es el código. Tienes que contármelo.
—Pero eso solo te hace sentir incluso más patética —bromeó Cadence.
Avery se rio por lo bajo.
—Oh, no me importa. Solo dímelo. Y dame algunos detalles.
—¿Qué? ¿Para que puedas masturbarte cuando llegues a casa?
Los ojos de Avery se ampliaron. Y luego puso su mano al aire.
—Maldición. Asombroso —dijo mientras que Cadence palmeaba la mano.
—Aprendí de la mejor —replicó Cadence—. Y lo hacemos todas las noches.
—Perra.
—Lo preguntaste.
—¿Y qué pasa cuando estás con la menstruación?
—Entonces no lo hacemos —dijo Cadence, arrugando la nariz.
—Entonces no es todas las noches.
Cadence sonrió pacientemente.
—No, Avery. No todas las noches.
—¿Y qué hacéis?
—No me gusta dar detalles.
—Oh, deja de ser estirada y solo cuéntame algo. Y si dices que solo hacéis el
estilo misionero, voy a vomitar sobre esta mesa.
—¿Hay otras formas de hacerlo?
Avery sonrió.
—Perra inteligente —dijo, y Cadence estalló a carcajadas.
—Lo hacemos bajo las mantas y con la luz apagada.
—Suena típico de ti —replicó Avery.
Cadence se rio por lo bajo.
—En realidad, me ata a la cama y vierte cera caliente por sobre todo mi
cuerpo.
—¡Ja! Sabía que el Sr. Connelly era un hijo de puta pervertido.
Cadence se rio.
—¿Cuándo dejarás de llamarlo «Sr. Connelly»?
—Quizás nunca. Me parece hilarante.
Cadence se removió en su asiento. Avery lo notó.
—No hilarante que estén juntos —añadió—. Solo hilarante porque… —Hizo
una pausa—… bueno, porque imagino que eso lo irritaría muchísimo.
—¿Planeas ponerlo a prueba la próxima vez que lo veas? —preguntó Cadence.
—Definitivamente.
—¿Crees que es ridículo que estemos juntos? —preguntó suavemente Cadence.
—¿Me estás tomando el cabello? Creo que los dos no podrían ser más
perfectos. Hacen feliz el uno al otro. Con ataduras, cera y todo eso. —Avery le
guiñó un ojo.
—¿Tus padres no sospechan que nos vemos? Quiero decir, saben que vengo
aquí a estudiar —dijo Cadence—. ¿No están preocupados?
—¿Y si cambiamos de tema? Ni siquiera hubo una transición ni nada.
—Tengo mucho en mente. —Cadence revisó la hora—. Y solo unos pocos
minutos más para pasar.
—No saben que somos amigas —explicó Avery.
—¿Cómo?
—Les dije que nunca te volvería a hablar por lo que me hiciste.
Cadence la miró fijamente.
—Me creyeron. Se aseguraron de decirme que me lo merecía por mentirles,
pero me creyeron.
—Realmente no me gustan tus padres —murmuró Cadence.
—Los tuyos tampoco son geniales —resaltó Avery.
—¿Eso te parece irónico?
—¿Por qué? ¿Porque se supone que son de esos cristianos de buen corazón? —
preguntó Avery.
Cadence asintió.
—No. Los cristianos no son mejores que nadie —dijo Avery.
—¿Pero no se supone que tienen que intentar ser buenas personas?
—Creo que solo se supone que tienen que perdonar.
—¿Y eso perdona cualquier juicio que pasan de boca en boca o chisme que
extienden?
—No.
—Entonces no lo entiendo.
—Míralo así. No he abierto mi Biblia en dos meses. Tendrás que consultar con
un experto este tema. —Pensó un momento—. No, espera. Sí que abrí mi Biblia la
semana pasada para leer Canción de Salomón, y eso fue solo porque estoy muy
caliente ahora.
Cadence se carcajeó.
—¿Lees la Biblia para encontrar obscenidades?
Avery se rio por lo bajo.
—Mi jodido Kindle está roto. No puedo acceder a ninguno de los libros a los
que recurro.
—Oh, Dios mío. Eres la única cristiana que conozco que irá al infierno.
—Nop. Tú vendrás justo a mi lado, hermana —dijo Avery, con sus ojos
brillantes—. El sexo fuera del matrimonio. Chica mala, muy mala. —Negó con la
cabeza.
—Sí, bueno, esta chica mala, muy mala llegará tarde al trabajo si no se va
ahora —dijo Cadence.
—Todavía iré el viernes por la noche a tu casa, ¿verdad?
Cadence asintió mientras recogía sus bolsas.
—Gracias a Dios —dijo Avery—. Necesito salir de esa casa.
—Oh, tengo toda la noche de chicas divertida planeada para nosotras —replicó
Cadence.
—¿El Sr. Donnelly no estará ahí?
—Voy a hacer que se esconda en nuestra habitación. En realidad, creo que
preferirá esconderse.
Avery sonrió.
—Mientras que el chico primero nos compre alcohol.
Cadence se rio.
—Eres muy mala.
—Cadence, ¿te das cuenta de lo genial que es que estés saliendo con uno de 28
años? Probablemente bebes todo el tiempo, ¿no?
—No.
—Hazlo. Yo lo haría. Probablemente sería una alcohólica a estas alturas.
—¿Vienes o qué? —preguntó Cadence. Se cernió sobre la mesa, esperando a
que Avery empacara su bolso.
—No. Me quedaré aquí y estudiaré un rato —replicó Avery.
—De acuerdo, te veré luego —dijo Cadence. Se giró y empezó a caminar,
luego se detuvo por el sonido de la voz de Avery.
—¡Cadence!
Se giró.
—¿Sí?
Avery sonrió.
—Eres la única que realmente me entiende.
Cadence le respondió con una sonrisa.
—Solo quería que lo supieras.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo?
Cadence asintió, luego se fue a trabajar.
10
La Cena
Traducido por 3lik@ // Corregido por Vale

—¿P uedes calmarte? —preguntó Mark, revolviendo la salsa.


Cadence revoloteó alrededor de la cocina en un frenesí,
probando la limonada que hizo, tirando platos de la alacena.
—¿Dónde están esas servilletas de tela que compré? —preguntó.
—¿Necesitamos servilletas de tela? Es de Dylan de quien estamos hablando —
dijo Mark. Rodó sus ojos.
—Sí. Y su novia. Nunca la he conocido.
Estoy seguro de que ella no se preocupa por servilletas de tela.
—¡Solo dime dónde las puse! —exigió Cadence.
Mark se dio la vuelta y la miró. Llevaba el mismo delantal negro que siempre
usaba desde la primera vez que cocinaron juntos. Esta vez, sin embargo, no estaba
desnuda debajo. Su cabello recogido hacia atrás, la hacía parecer mayor. Él sabía
que ese era su objetivo, una apariencia madura, por lo que preparó su cerebro para
que fuera una cena verdadera. Había salido con Dylan varias veces. Él no estaba
muy seguro de qué va todo el alboroto.
—Están en la despensa —dijo.
Él la vio poner la mesa, y luego dirigió su atención al zumbido del
temporizador. Él sacó el pan de ajo del horno, y ella le pasó un tazón de pan.
—¿Tengo un tazón de pan? —preguntó.
—Tenemos un tazón de pan. Lo compré el otro día —respondió Cadence.
Él sonrió y no dijo nada.
El timbre sonó, y Cadence saltó.
—¡No encendí las velas! —chilló, corriendo a la sala de estar con una caja de
fósforos―. ¡Espera!
La mano de Mark se cernía sobre el pomo de la puerta.
—Cadence, ¿en serio? —susurró.
—¡Solo espera! —dijo entre dientes, pasando rápidamente de vela en vela hasta
que las cuatro estuvieron encendidas.
—¿Ahora? —preguntó.
Ella corrió a la cocina, tiró los fósforos usados, y se arrancó el delantal.
—¡¿Ahora, Cadence?! ―gritó Mark desde la otra habitación.
Ella dobló la esquina y preguntó—: ¿Me veo bien?
El timbre sonó por segunda vez.
Ignoró el sonido y se quedó mirando a su novia. Estaba muy bonita y nerviosa
y sexy, que se le cruzó el pensamiento de abrir la puerta y decirle a sus invitados
que se perdieran, que tenía asuntos que atender. Y eso involucraba a Cadence y una
mesa de comedor.
—Hermosa —respondió y la vio iluminarse. Abrió la puerta, y Dylan empujó
la puerta para entrar.
—Amigo —dijo—. ¿Qué demonios te tomó tanto tiempo? —Se dirigía
corriendo al baño mientras que su novia estaba de pie en la sala de estar, indecisa
de en donde poner su bolso.
Mark nunca la había conocido. Esta era una nueva novia, escogida de una
larga lista de ellas, y él se preguntó durante cuántas semanas saldría antes de que
fuera reemplazada. Él sabía que ella era una niña de papá. Dylan le dijo eso. Dylan
le dijo mucho acerca de ella, de hecho, cosas por las que ella estaría molesta que
fueran de su conocimiento.
—Portia —dijo ella, extendiendo la mano hacia Mark. Él la estrechó y sonrió.
—Mark —respondió—. Y esta es mi novia, Cadence.
Cadence saludó desde el comedor y luego se excusó para enjuagar los linguini.
Dylan salió del baño y tomó el bolso de Portia, lo arrojó sobre el sofá.
—¡Hola, Cadence! —dijo.
—¡Hola, Dylan! —contestó Cadence.
—¿Recuérdame cómo se conocieron? ¿A través de Mark? —preguntó Portia,
entrando en el comedor.
—Sí —dijo Dylan.
—Conocí a Dylan en su tienda de discos —dijo Cadence.
—Oh, ¿Mark te llevó allí? —preguntó.
Dylan se aclaró la garganta.
—Él…
—No, yo fui allí por mi cuenta. Mark me sugirió que fuera allí para escuchar a
los discos —explicó Cadence.
Mark le disparó a Dylan una mirada que decía, «¿Qué demonios? ¿No le
contaste?»
Dylan murmuró, «Lo siento».
—¿Por qué Mark no fue contigo? —preguntó Portia.
Cadence rio.
—No estábamos realmente aún en esa etapa de nuestra relación como para
poder ir a lugares juntos —hizo una pausa—. Bueno. Todo está listo. Les gusta el
Pollo a la Alfredo, ¿no? Mark se suponía que les llamaría y preguntaría.
—Está bien —Portia respondió con desdén—. Ahora, ¿A qué te refieres con no
estar en esa etapa de su relación?
Mark habló.
—Pensé que tal vez…
—Él era mi maestro —dijo Cadence distraídamente—. Dylan te lo dijo —
Estaba de pie en la cocina vertiendo cuidadosamente la mezcla de pollo sobre la
pasta.
Portia lucía sorprendida. Ella se giró hacia Dylan luego a Mark.
—¿Tu maestro? Cómo, ¿tu profesor?
Cadence se congeló, dándose cuenta. Dylan nunca le dijo a Portia. Se suponía
que él debía decirle, para evitar que Cadence se sintiera avergonzada. Justo como lo
está en este momento. Ella se quedó mirando los cuatro platos alineados en el
mostrador. Ella había colocado una pequeña ramita de perejil en el borde de cada
plato como decoración, y ahora pensaba que era una tontería, como si estuviera
tratando desesperadamente de ser mayor que sus dieciocho años.
—Nos conocimos en el último año de Cadence —explicó Mark.
—Oh. ¿De qué te graduaste? —preguntó Portia, mirando a Cadence.
Preguntas, preguntas. La chica estaba llena de ellas.
—De la secundaria —Mark aclaró—. Nos conocimos en la secundaria.
Silencio.
—Olvidé poner música —Cadence murmuró—. Vuelvo enseguida.
Ella se excusó de la cocina y corrió al dormitorio. No cerró la puerta. Se acercó
al espejo de cuerpo entero en la esquina de la habitación y se miró. No era culpa de
Portia, pensó. Ella estaba reaccionando claramente de la manera que alguien más
lo haría. Eso no aliviaba a Cadence del bochorno insoportable que sentía, pero lo
entiende.
Ella observaba su cabello, la manera en que lo llevaba recogido, lejos de su
cuello en un moño desordenado. Quería lucir mayor y se dio cuenta de que lo
odiaba. Retiró las horquillas y las dejó caer al suelo, dejando que su cabello cayera
sobre sus hombros en suaves ondas.
Sacó un pañuelo de papel de una caja en la mesita de noche y se limpió los
labios. Hace una hora a ella le gusta el color, un rojo brillante que le recordaba a un
ama de casa de los 50’s. En ese momento ella pensó que no le importaría ser el ama
de casa de Mark. Ahora veía un color chillón, poco favorecedor.
Sabía que estaban hablando de ella. Podía distinguir los molestos susurros en la
otra habitación. Sabía que tendría que volver finalmente, inventar una razón por la
que lleva el cabello suelto. También tenía que escoger un CD. Después de todo,
dijo que iba poner un poco de música. Haría todas esas cosas, pero por el momento
lo que necesitaba era estar delante del espejo y ser dueña de su vergüenza. Donde
nadie excepto su reflejo podía ver.
Ella respiró hondo, y luego se dirigió por el pasillo en un paso alegre.
—Lo siento —dijo al grupo en la mesa—. Esas horquillas estaban dañándome
el cabello. —Se acarició la cabeza y sonrió—. ¿Alguna música en particular?
—Tú eliges —respondió Dylan.
Cadence observaba la tabla. Portia estaba ocupada sirviéndose una copa de
vino. Una segunda copa de vino, en realidad. Y evitaba los ojos de Cadence.
Aparentemente Cadence no era la única que se sentía avergonzada. Mark estaba
mordiéndose las uñas, un hábito nervioso. Obviamente, él también lo sintió. Dylan
estaba comiendo, ya que no se le ocurrio esperar para comer hasta que ella
regresara. Su plato estaba casi vacío. Sin vergüenza de su parte. Ella rodó los ojos y
se acercó al estéreo. Buscó en la colección de CD hasta que llegó al álbum de
Linkin Park.
Cadence, piensa en cómo eso te hará ver, le advirtió su conciencia.
¡Me lo he ganado!, replicó ella.
Sí, lo sé, pero sabes que eso te hará ver inmadura.
Cadence apartó los ojos del álbum y siguió buscando hasta que llegó al álbum
de Tori Amos.
¿Mejor?, preguntó.
Mucho.
Bien, pero no lo reproduciré desde el principio, respondió ella.
Cadence coloca el CD en el reproductor y busca la pista Cornflakes Girl.
A la mierda todos ustedes.
Se apoyó en el reproductor por un momento escuchando los sonidos de su
nuevo himno filtrar la habitación.
Ella no era una cornflakes girl. Era más fuerte que eso, por lo que decidió tomar
el control de la situación. Se mantuvo de pie, giró sobre sus talones, y se unió a
todos en la mesa.
—¿Vino? —ofreció Portia.
—Oh, no, gracias —dijo Cadence gratamente—. No soy lo suficientemente
mayor.
Dylan resopló.
Mark suspiró pacientemente. Él se dio cuenta de todas las señales sutiles. El
cabello suelto. Labios limpios. Tori Amos. Por Favor. ¿Pensaba que era un idiota?
—Entonces, ¿A qué te dedicas? —Cadence le preguntó a Portia. Ella giró su
linguini frío alrededor de su tenedor.
—Soy enfermera —respondió Portia, tragando su vino. Estaba a punto de
terminar su segunda copa—. ¿Qué estás estudiando?
—Negocios —dijo Cadence—. Quiero tener mi propio negocio cuando haya
terminado la escuela.
—¿Ah sí? ¿De qué? —preguntó Portia.
—Una floristería. —Cadence comió la pasta en la que pasó dos horas
preparando. No quería la ayuda de Mark. Quería hacerlo por su cuenta. Y estaba
muy buena, se dio cuenta. Incluso fría.
—Lindo —respondió Portia. La palabra fue salpicada con la más pequeña
condescendencia.
Cadence sonrió dulcemente.
—Creo que las flores pueden ser lindas.
—No, yo solo quería decir que puedo verte como dueña de una floristería.
Tienes esta mirada linda que va junto con hacer algo así —explicó Portia—. Me
recuerdas un poco a Meg Ryan en todas esas comedias románticas que ella solía
hacer. ¡You´ve got Mail! Ella era dueña de esa pequeña librería adorable—. ¿Sabes lo
que estoy hablando? —Sacudió la cabeza—. Bueno, fue antes de que nacieras.
—Su librería quebró —dijo Cadence sin alterarse.
—Lo sé —respondió Portia—. El negocio es difícil… bueno son negocios —
Rio y se terminó su vino. Se sirvió una tercera copa.
—Tengo la intención de ser realmente buena en eso —dijo Cadence.
—¡Oh, no lo dudo! Pero tiene sus altas y bajas en la economía. La mayoría de
las empresas presentan pérdidas el primer año. Es difícil con todo lo que está
pasando —respondió Portia. Le gustaba hablar acompañada de gestos con sus
manos, y eso le molestaba a Cadence.
Mark vio de reojo a Cadence, su cuerpo reacciona a las palabras. Ella estaba a
punto de saltar, por lo que él elevó la voz.
—Conseguí dos entradas para ese concierto de muestra de un DJ —dijo—.
Aún quieres uno, ¿no? —dirigió la pregunta a Dylan.
—Sí —respondió Dylan.
—Me debes sesenta y cuatro dólares.
—¿Qué? —dijo Dylan—. Por Dios. Nadie conoce a estos tipos.
—Lo que Sea. Aún me debes sesenta y cuatro dólares. —Mark vislumbró a
Cadence y puso su mano en su muslo. Ella se volvió hacia él y le sonrió. Era falso y
le molestaba. ¡No era su culpa! Le dijo a Dylan que le hablara a su novia idiota
sobre Cadence. Quería estrangular a Dylan. Quería estrangular a Portia. Ella
necesitaba dejar de molestar a su novia. De repente sintió una oleada de protección
primitiva sobre Cadence. Al estilo hombre de las cavernas. Él necesitaba un club.
No era consciente de que la conversación había progresado mientras él estaba
pensando.
—Lo entenderás en pocos años. —Estaba Portia diciendo. Su tono sonaba con
pomposidad—. Es un mundo completamente diferente al salir de la universidad.
Como correr de cabeza en una pared de ladrillos. La realidad. Las
responsabilidades. Sé que no lo entiendes ahora, pero lo harás. Lo entenderás con
el tiempo.
—Tu papá te compró el coche, Portia —dijo Mark—. Y él paga sus facturas de
teléfono celular y también el seguro del coche.
Portia se congeló, con la copa de vino presionada en sus labios.
—Y el alquiler, si no me equivoco. Cadence aquí sabe un poco acerca de las
responsabilidades. Ella paga sus propias facturas.
Él mordió un trozo de pan y miró a Dylan. ¿El mensaje? «No traigas esta chica
a mi casa de nuevo».
Portia le lanzó una mirada mordaz a Dylan, luego se aclaró la garganta y
siguió comiendo. Todo el mundo hizo lo mismo. La conversación era escasa y
forzada después de eso, y Dylan y Portia decidieron irse antes del postre. Y del
juego de naipes. No habría juego de naipes.
Cadence estaba tranquila mientras limpiaban la mesa y lavaban los platos.
—Le dije a Dylan que le hablara de ti —dijo Mark a mitad de los quehaceres.
—Lo sé.
—No era mi intención hacerte sentir incomoda esta noche.
—Lo sé.
—¿Tori Amos?
Cadence esbozó una sonrisa.
—Pensé que era… apropiado.
—Sí. Lo era —contestó Mark, sonriendo—. Y me gusta tu cabello atado,
suelto, de la forma que quieras llevarlo. Simplemente me gusta.
—Me sentí estúpida —susurró.
—No quiero que te sientas así —dijo Mark—. Estoy tan enojado con Dylan.
—No me gusta Portia.
—A mí tampoco.
—No me gusta cuando la gente me habla así. Sé que va a ser difícil tener mi
propio negocio. No necesito que una persona que no posee su propio negocio me lo
diga —espetó Cadence.
Lo sé.
—Avery la habría llamado puta estirada.
Mark se rio entre dientes.
—Eso habría sido interesante de ver.
—Oh, las puedo ver confrontándose. Avery sería totalmente la ganadora —dijo
Cadence.
—Creo que Avery podía ganarle a cualquiera —dijo Mark respondió
pensativo.
—Te agradecería que Portia no vuelva de nuevo —dijo Cadence.
—No lo hará. No te preocupes.
Cadence asintió.
—Ella es la cornflake girl —dijo Mark. Envolvió a Cadence en un abrazo.
—Dímelo a mí —respondió Cadence, enterrando su rostro en el pecho de
Mark.
—¿Estamos bien? —Mark preguntó en voz baja.
—Sí. Y gracias.
—¿Por qué?
—Por defenderme.
—Eres mi chica. Siempre te defenderé. Nadie le hablará así a mi novia.
Cadence se echó a reír.
—Ven. Vamos a dejar todo esto y abrir otra botella de vino. Creo que es la
noche de Tori Amos.
Mark vio el espectáculo: su media borracha Cadence dando vueltas alrededor
de la sala y cantando a todo pulmón las letras de sus canciones favoritas. Él soltó
una carcajada al comienzo de su danza interpretativa de Baker Baker. Eso fue hasta
que realmente la vio. Girando sobre sus pies y girando las muñecas por encima de
su cabeza. Dejando caer sus brazos en derrota. Colgando en su cabeza, el cabello le
caía hacia adelante en una cortina de oro. Caminando en círculos. Yendo a
ninguna parte en particular. Cayendo en el suelo estirando su cuerpo.
Levantándose sobre sus rodillas. Acunándose a sí misma y tambaleándose. De pie y
lo miraba directamente a los ojos.
Cara triste. Chica triste. Simplemente la rutina perdida más pequeñita en este
nuevo mundo.
—¿Te gustó? —preguntó. Su cabello caía sobre sus mejillas sonrojadas. Sus
labios manchados de vino se curvaron en una sonrisa insegura. Sus grandes ojos
azules pasaron por alto con la incertidumbre.
—Hermosa —susurró—. La cosa más hermosa que he visto nunca.
Ella sonrió y pidió otra copa de vino.
—No hay más —dijo en tono de disculpa.
Ella se metió en su regazo y le acarició el cuello.
—Entonces llévame a la cama.
Él la cogió en brazos y la llevó hasta el dormitorio, depositándola con suavidad
en el edredón.
—¿Sábanas?
Negó.
—¿Pijamas?
Negó.
—¿Yo?
Asintió y se estiró hacia él.
Él se arrastró a su lado y la tomó en sus brazos. La sostuvo hasta que oyó su
pesada respiración. Luego la besó en la sien y se fue a limpiar la cocina.
11
Amor Joven
Traducido por Gise & Manati5b // Corregido por Majomaestre27

—H oy conocí a tu novia —bromeó Dylan. Él y Mark se sentaron en la


barra de su restaurante favorito de sushi esperando que Miranda
apareciera. Ella era la cuarta chica en tres semanas. Dylan la conoció en
su tienda cuando ella vino a comprar un disco para su novio.
Mark se rió entre dientes.
—Gracioso.
—Bueno, ella es totalmente la chica de quién me estuviste hablando —continuó
Dylan—. ¿Estoy equivocado?
—No. Pero ella no es mi novia —respondió Mark—. ¿No estas preocupado por esta
chica… Miranda? Dejó a su novio por ti así como así. —Chasqueó los dedos—. Yo estaría
preocupado por sus intenciones.
—No estoy buscando casarme con ella —dijo Dylan—. Estoy buscando anotar.
Mark rodó los ojos.
—Ahora volviendo a la señorita Cadence
—¿Qué hay de ella?
—¿Qué hay de ella? Es joven. Es bonita. Buen gusto musical. Veo la atracción, hombre,
la veo.
Mark lo ignoró y miró el juego.
—Pero sigue siendo tu alumna.
—Me doy cuenta de eso —respondió Mark.
—Sé que mi brújula moral apunta en una dirección ligeramente diferente a la mayoría,
pero todavía está allí. E incluso yo me mantendría alejado de eso. Por lo menos hasta que se
gradúe.
—Bueno, estoy esforzándome.
Dylan se inclinó.
—Esfuérzate más.
Mark se estremeció y luego frunció el ceño ante su reacción involuntaria a las palabras de
Dylan. Puso mala cara durante la cena mientras veía a su amigo coquetear con Miranda,
quien bebió demasiados martinis. ¿Cómo es que siempre Dylan encontraba estas chicas que
bebían como peces? Era un completo desencanto. Apartó su rollito de atún picante y su Red
Stripe8.
—Me voy —dijo de repente en medio de risas—. Tengo que levantarme temprano.
—Está bien, hermano. Tómalo con calma —dijo Dylan.
—Encantado de conocerte, Miranda —dijo Mark.
—Igualmente —respondió ella—. Estoy segura de que te volveré a ver.
Mark sonrió y salió del restaurante.
—Estoy seguro de que eso no sucederá —masculló él.
Condujo a casa al sonido de Mutual Slump de DJ Shadow. Estaba en un infierno de
depresión, aunque no estaba seguro de quién lo estaba más. Supuso que DJ Shadow.
—Te escucho, hombre. —Se lamentó Mark, golpeando el volante con sus palmas—.
Esto apesta.
Pensó en la bonita cara de Cadence, mirándolo en clase, poniéndolo solo un poco
nervioso cuando ella realmente se concentraba en lo que él había escrito en la pizarra. Buscó
los signos de frustración que cada vez enviaban a su corazón al borde. Porque ella era tan
hermosa cuando estaba frustrada. Ceño fruncido. Dientes hundidos en su labio inferior. Leve
suspiro. La cara apoyada en sus pequeñas manos. Ahí es cuando ella siempre se rendía y
empezaba a pensar en otras cosas. Él quería abrir su cerebro y hacerla entender. Pero no las
cosas que había escrito en la pizarra. Quería que lo entendiera a él. Sus intenciones. Su
creciente encaprichamiento. Su amor inevitable.
Entró a su apartamento vacío y se quedó en el medio de la sala de estar. Miró alrededor
por señales que lo orientaran en la dirección correcta. Todo dicho para perseguirla. Abrir su
cerebro. Hacerla entender. No sabía si él tenía las agallas para decirlo en voz alta. Pensó que
darle cosas, mostrarle bondad, comunicarían el mensaje claramente. Pensó que tal vez ella
entendía y estaba tratando de luchar contra ella misma. Él no podía saber que ella había
decidido esa misma tarde dejar de luchar. Que ella iba a irrumpir en su clase al día siguiente
y confrontarlo. Obligándolo a confesarle todo. Y luego abrazarlo por primera vez.
***
—¡Cadence! —llamó Mark desde la puerta del frente. Arrojó su mochila y su
abrigo al suelo.
Ella asomó la cabeza a la vuelta de la esquina.
—¿Sí?
—Ven.
Ella vaciló, y luego salió de la habitación, pensando absurdamente que estaba
en problemas.
—Detente ahí mismo —dijo él.

8
Se trata de una cerveza del tipo Lager y de graduación alcohólica moderada de 4,7 %
La miró parada al final del pasillo. La distancia justa para convertir esto en un
infierno de juego divertido. Su cabello estaba suelto, cayendo alrededor de sus
hombros en ondas enredadas. Llevaba puesta su camiseta de la vieja escuela de
Snowboards Type A9 y sin pantalones. Dios, él amaba cuando ella usaba sus
camisetas. Él ya había planeado follarla incluso antes de llegar a casa, pero ahora
que estaba parada ahí llevando su camiseta y una sonrisa tonta, decidió apoderarse
de ella en su lugar.
—Esto es lo que va a pasar —empezó—. Voy a arrancarte esa camiseta. Voy a
poner mis manos por todo tu cuerpo. Me voy a comer tu coño hasta que te vengas.
Y luego voy a doblarte sobre esta silla y follarte tan duro que verás estrellas.
Cadence se quedó paralizada en la línea de salida, absorbiendo cada palabra.
La penetraron instantáneamente, y pensó que debería agacharse como un corredor
a punto salir, posicionándose a sí misma para un lanzamiento óptimo. Porque ella
iba a ser la primera en llegar a él. Ella iba a ser la ganadora.
Sus labios se curvaron en una sonrisa de complicidad.
—Ven a buscarme.
Corrió a través del apartamento y saltó sobre él. Ella envolvió sus piernas
alrededor de su cuerpo, arañando sus hombros, su espalda. Él atrapó su nuca con la
mano y forzó sus labios sobre los de él, empujando su lengua en su boca. Ella se
rindió. Jugaron un juego inocente con sus lenguas mientras un juego peligroso
distinto estaba sucediendo con sus manos. Ella le clavó las uñas en la espalda. Él
deslizó su mano derecha en la parte posterior de sus bragas, siguiendo la línea de su
raja hasta que encontró ese punto dulce, ya caliente y húmedo para él.
—Quiero escucharte decirlo —le dijo él en su boca.
—Yo… yo lo quiero —respondió ella, acariciando su cuello.
—¿Qué quieres?
—Quiero que… —Se detuvo, buscando coraje. Ya había corrido hasta él. Se
abalanzó sobre él. Se había agarrado a él. Podía decirlo. Podía decir las palabras y
poseerlas. Abrazarlas—. Folles mi coño.
Él hundió su dedo más adentro, dejándola retorcerse sobre él, sus caderas
moviéndose en círculos desesperados contra su estómago.
—Mírame cuando lo digas.
Cadence levantó la cara hacia él. Ojo a ojo, y pensó que se ahogaría en los
suyos. Tempestuosos mares con un propósito, arrastrarla y hundirla más y más
profundo en su amor. Ella iría allí, al fondo de su océano, quedándose ahí toda una
vida, siempre que pudiera seguir sintiendo esto.
—Dilo —susurró él.

9
Type A es una marca de tablas de snowboard, estuvieron alrededor de principios y mediados de los
90.
—Te amo.
Él sonrió ampliamente.
—Estoy loco por ti. Haré cualquier cosa por ti. Tomaré el mundo entero. Te
rescataré. Siempre, Cadence. Tú me dices, y lo haré.
Ella vació, luego presionó suavemente sus labios a los de él. Esta vez no hubo
fuerza ni desesperación. Fue un beso tranquilo, hecho para mostrarle que ella
entendió la gravedad de sus palabras. Una bendición. Y una promesa de su misma
devoción.
—¿Estás lista? —preguntó él cuando ella se apartó de su cara.
Ella asintió.
La llevó hasta el sillón y la sentó. Le quitó las bragas antes de abrirle las
piernas, dejándolas colgando sobre cada brazo.
—¿Cómo puedes hacer eso? —respiró él, mirándola.
—Soy flexible —respondió ella.
—Y lo amo.
Él hundió el rostro entre sus piernas y pasó la lengua sobre su raja. Ella siseó
luego gimió suavemente. Él tentó su abertura con su lengua, deleitándose con su
jadeo. Ella lo hacia todas las veces, incluso cuando ya sabía qué esperar. Todas las
veces. Como si fuera la primera vez experimentando su boca sobre ella. Él quería
que siempre fuera así, cada vez que hicieran el amor, algo extraño y nuevo. Quería
seguir redescubriéndola.
Él retrocedió y la contempló.
—Esta. Esta es la razón de todo. ¿Sabías eso?
Él levantó la mirada a su rostro. Ella estaba sonrojada y brillante, apoyándose
sobre el cojín del sillón con su cabello dorado extendido como un velo. Estaba
tendida ahí brillante bondad, resplandeciendo como un santuario sagrado. Abierta
para él. Lista para recibir su oración, y para responderla. Y se arrodilló ante ella en
reverencia, su cabeza inclinada, las manos juntas en súplica. Dijo una oración
silenciosa, que ella siempre lo amara, que siempre se abriera a él y confiara en él
completamente.
—Voy a dejar que me cures —susurró él. Y luego la besó entre las piernas,
escuchando sus gritos suaves mientras su boca la chupaba gentilmente, tentó su
clítoris, la lamió una y otra vez hasta que la mandó en espiral hacia el cielo.
Ella se quedó allí jadeando, irradiando calor. La sacó de la silla y arrancó su
camiseta.
—Estoy sensible —dijo ella.
—Oh, lo sé —respondió él, arrancando su ropa—. Y no seré gentil al respecto.
—No dije que tenías que serlo.
Él dudó por un momento antes de empujarla al suelo. Se tumbó sobre ella y
empujó, largo, duro y profundo. Ella lanzó un grito, envolviendo sus piernas por
instinto alrededor de él.
—Abre esas piernas —respiró, bombeándola duro.
—Nah ah —dijo ella, riendo
—Abre esas piernas, pequeña ninfómana —exigió.
Ella obedeció, permitiéndole un mayor movimiento a sus caderas. Él tomó de
ella sin pensar en sus necesidades o deseos y ella gruñó por la fuerza de ello, su
cuerpo estirándola, doblándola, casi rompiéndola.
—Más duro —jadeó.
Él la complació, trabajando duro hasta que sintió gotas de sudor saliendo de la
línea de su cabello. Salió de ella de repente y le dio la vuelta, tirando de ella
cuidadosamente sobre sus manos y rodillas.
—Ahí. Puedes poner tu cara en esa silla —ordenó él.
Ella debería sentirse ofendida—la forma en la que él le hablaba—pero no lo
estaba. Quería que él tomara el control, así que se arrastró hasta el sofá y se inclinó,
descansando la parte superior de su cuerpo sobre el asiento. Ella gritó al sentir sus
dedos explorándola por detrás. Y luego ya no eran sus dedos sino su boca. Él nunca
había hecho eso, y se puso tensa, sin saber si le gustaba la intimidad de su rostro en
su parte trasera.
—Sabes a miel salada —dijo él.
Su cara ardió de la vergüenza, y enterró la cabeza en el cojín del sillón.
Él se sentó sobre sus rodillas y estudió su trasero.
—Me haces fantasear sobre las cosas más sucias —dijo él. Corrió sus manos
sobre sus caderas y su culo—. ¿Te molestaría si hiciera esto?
—¿Que hicieras qué? —preguntó ella, tensándose involuntariamente.
La tocó entre las piernas, luego dirigió su dedo medio lentamente hasta su
trasero, deteniéndose directamente sobre su ano.
—¡Oh Dios mío! —chilló Cadence. Él inmediatamente movió su dedo.
—¿Demasiado?
—¡Oh Dios mío, Mark! —Era todo lo que podía decir. Y luego el recuerdo
brilló en su cerebro. La noche en la que él la llevó al club y lo que él dijo antes de
que dejaran su apartamento. Estoy enamorado de tu culo Cadence. Ni siquiera te
imaginas las cosas que quiero hacerle.
—¡Quieres follar mi trasero! —gritó ella en el cojín.
No hubo respuesta.
—¡MARK!
Ella sintió su pecho presionándose fuerte en su espalda y sus labios cerca de su
oído.
—No lo haré si no quieres —susurró él—. ¿Pero tal vez pueda jugar un poco
con él?
—Eso es lo que la gente hace en el porno —dijo ella desesperadamente.
Él rió entre dientes.
—Nunca te querría de otra manera. Si por casualidad alguna vez llego a
hacértelo por el trasero, todavía serás tan virginal y pura como el día en que te
conocí.
Ella relajó su cuerpo.
—¿Cómo lo haces? —continuó él—. Me haces querer usarte como una
pequeña esclava sexual y luego ponerme de rodillas y adorarte. Creo que me
arrastraría detrás de ti si quisieras.
—No tienes ningún sentido —respiró Cadence.
—Eso es lo que me haces —contesto él. Descansó su mano en su trasero una
vez más y la frotó suavemente.
—¿Eres uno de esos locos del sexo, ¿verdad? —preguntó ella.
—Oh, Cadence, querida. No sabes ni la mitad —respondió él.
Ella realmente podía sentir la lujuria iluminando sus palabras. Encendió la sala
de estar. Estaba convencida de que él se arrodilló detrás de ella brillando. Si él se
metía de nuevo en ella, ambos pulsarían por unos pocos segundos antes de la
explosión inevitable.
—Mark…
Él se hundió profundamente, y ella gritó en el cojín del sillón. Agarró sus
caderas, amasó su culo y la jaló del cabello. La bombeó duro y con propósito. Él se
estaba viniendo, e iba a explotar dentro de ella.
—Amo tu coño —respiró, acariciándola sin descanso.
Ella se aferró al cojín mientras sus embestidas la empujaron hacia adelante,
adelante, adelante. ¡Tenía miedo de que su cabeza fuera a la parte de atrás del
asiento!
—¡Mark! —gritó ella, sintiendo un imposible segundo orgasmo
construyéndose.
—Tócate —exigió él.
No lo pensó dos veces. Puso su mano entre las piernas y se frotó a sí misma,
alentando al orgasmo que estaba a segundos de detonar. Su cuerpo nunca había
temblado tan violentamente. Era completamente consumidor, y ella enterró su
rostro en el cojín, amortiguando y mezclando sus gritos con los de él mientras
ambos se vinieron con fuerza por el otro.
Ellos nunca habían experimentado orgasmos sincronizados. Se vinieron casi a
la vez algunas ocasiones, pero siempre alguien se las arreglaba para ir primero,
incapaz de aguantar por el otro. Ella pensó que esto era algo especial, y se lamentó
no poder ver su rostro cuando ambos cayeron por el borde.
Se desplomó encima de ella, respirando en su mejilla. Ella se concentró en la
sensación de su cuerpo sudado y resbaladizo, la unión que no ha sido rota por
debajo. Ella tensó sus músculos alrededor de él, y él se estremeció.
—Cadence…
—¿Qué? —preguntó ella, ahogando una risita.
—Por favor no hagas eso. Estoy sensible.
—Mm hmm. También lo estaba yo, y mira lo que me hiciste.
—¿Qué te hice? Solo te di otro orgasmo estelar. ¡Eso es lo que hice!
—Sí, pero bordeó lo doloroso —contestó ella.
—Oh, te gusta duro —dijo él con desdén.
Él empezó a salir de ella, y ella apretó los músculos de nuevo.
—¡Cadence!
Ella se echó a reír.
—Venganza, bebé. Es justo.
—Me quedaré dentro de ti toda la noche si no dejas de hacerlo —dijo él.
Ella suspiró.
—No me importaría.
Él rio y salió por completo incluso cuando ella lo había apretado con todas sus
fuerzas, haciéndole gruñir con esfuerzo.
—Mi pobre polla —gimió—. Eres cruel. —Se desplomó en el suelo sobre su
espalda.
—¿En serio? ¡Acabas de usarme como el infierno! —contestó ella, subiendo
encima de él y sentándose a horcajadas.
—Y te gustó toda la cosa —dijo. Él cerró los ojos, y ella vio una sonrisa
extenderse por su rostro.
—¿Feliz? —susurró ella.
—Mucho.
—Yo también —contestó ella.
—Espero que te sientas así después de mañana —dijo Mark. Entreabrió un ojo
y la miró.
—Oh, hombre. Lo olvidé —dijo Cadence. La ansiedad fue inmediata. Ella lo
sintió palpitar detrás de su esternón.
—Esas señoras son divertidas —dijo Mark—. Estarás bien. Pero una
advertencia: Te harán una tonelada de preguntas personales y no te sientas mal por
ello.
Cadence asintió.
—Y se burlarán sin piedad —continuó.
Los ojos de Cadence se abrieron.
Mark abrió el otro ojo.
—Y no puedo esperar para escuchar todo sobre ello.
—Estoy aterrada —gritó Cadence, y Mark rió—. ¡Compadécete de mí!
—Oye, fuiste tú la que quiso conocer a estas señoras. No siento ninguna
compasión por ti —dijo él.
—Eres malo.
—Me estoy recuperando —replicó Mark—. Porque en veinte minutos más o
menos, te voy follar de nuevo.
—Ooooh, sacando la palabra con «f». Debes ser puros negocios. Ella corrió las
manos sobre su pecho.
Él atrapo sus manos en las suyas.
—Oh, lo hago. —Su mirada era penetrante, recordándola de la vez que se
arrodilló al lado de su escritorio, estudiando su cara mientras su mano ahuecaba sus
mejillas. Ella había atrapado su mano, haciéndolo dejar de deslizar el pañito
húmedo a lo largo de la línea de su mandíbula porque le hacía cosquillas. Si él
hubiera decidido besarla entonces, ella lo hubiera dejado. Recordó pensar que
quizás lo haría, tan audaz como hubiera sido eso, pero su mirada ofrecía la
posibilidad, y ella estaba lista para aceptarla.
—Debería haber sabido que eras problemas —bromeó ella.
—¿Qué quieres decir? —preguntó él.
—Ese día que limpiaste mis manos y rostro. Debería haber sabido justo ahí
qué tipo de problemas eras.
Él rió entre dientes.
—Bueno, trata de no compartir esa información con las chicas mañana.
—Temo que eso es exactamente el tipo de detalles que ellas trataran de
sacarme —dijo Cadence.
—Oh, lo harán. Por eso te lo estoy advirtiendo —contestó Mark.
—¿Crees que les gustaré? —preguntó ella suavemente.
Su corazón dolía con esas palabras. Él podría matar a sus padres por lo que le
habían hecho, le habían roto el corazón, lo volvieron frágil e inseguro y
desesperado por aceptación. Él deseaba que su aceptación fuera suficiente, pero no
estaba seguro de que nadie pudiera en este momento. Aun así, estaba seguro de una
cosa: Aquellas señoras la amarían.
—Te secuestrarán —dijo Mark—. Tendré que negociar para traerte a casa.
Ella soltó una risita.
—¿Cuáles crees que serán sus condiciones?
Mark suspiró gratamente.
—Oh, probablemente me obligarán a volver a la iglesia.
Cadence rió.
—¿Valgo la pena?
Él la miró a los ojos.
—Vales muchísimo la pena.
Ella se inclinó hacia adelante y besó sus labios. Él envolvió sus brazos
alrededor de ella y le dio la vuelta.
—De ninguna manera —dijo ella.
—Sí.
—Moriré.
—No, no lo harás.
—¡Mark!
—Cadence.
—¡Por favor no! —chilló ella, riendo. Golpeó las manos que corrían a lo largo
de su cuerpo, tratando de separarle las piernas.
—Seré tan rápido, ni siquiera sabrás qué pasó —dijo él.
Ella le sonrió y sacudió la cabeza en derrota.
—No puedo evitarlo —dijo él—. Solo tengo que tenerte todo el tiempo.
Ella asintió.
—De verdad seré gentil esta vez. Lo prometo.
—Sé que lo serás —susurró ella.
Él le hizo el amor de nuevo en el piso de la sala de estar, y cuando todo
terminó, cayeron dormidos lado a lado donde permanecieron toda la noche hasta
entrada la mañana.
***
Cadence pensó que vomitaría en toda la escalera delantera de la Sra. Connelly.
Su ansiedad alcanzó nuevas alturas, y se quedó allí temblando, mirando la puerta
de entrada. No podía creer que estaba aquí para el té de la tarde del domingo con la
madre de Mark y su pandilla.
—No puedo, no puedo, no puedo —dijo ella mientras su puño golpea la
puerta—. ¿Por qué hiciste eso? —siseó en su mano, luego se sintió como un bicho
raro total.
Alisó su falda y esperó.
Y esperó.
Tocó el timbre.
Y esperó.
Y…
—¡Ahí estás! —escuchó a su izquierda. Miró a la Sra. Connelly—. Estamos en
la parte de atrás, querida. Debería habértelo dicho por teléfono. Es el crujiente
otoño, ¡y nos estamos aprovechándonos de él!
Cadence sonrió y se unió a la Sra. Connelly en el patio de atrás.
Allí estaban ellas, las cuatro. Charlando, cotilleando, riendo a carcajadas.
Estaban sentadas en una acogedora mesa bajo un gran árbol de roble que la Sra.
Connelly había decorado con lámparas de papel verdes, naranjas, amarillas y rojas.
Le recordaban a Avery. Oh, ¡como desearía que Avery estuviera con ella ahora!
Ella sabría cómo manejar a estas mujeres.
Cadence contuvo el aliento y se acercó a ellas.
—¡Ahí está nuestra sexta! —chilló una.
—¡Cadence, Cadence! ¿Sabes cuánto me gusta el nombre «Cadence»? Bueno,
estaba diciéndole a mi hermana, lo estaba, lo mucho que deseaba que mi nombre
fuera «Cadence». Creo que toda mi vida sería diferente.
Cadence asintió.
—Cariño, ¡eres adorable! Ven aquí y siéntate junto a mí.
Cadence tomó el asiento ofrecido y buscó alrededor un lugar para poner su
bolso.
—Naomi, ¡por el amor de Dios! ¿No puedes siquiera tomar el bolso de la pobre
chica y ponerlo en algún lugar?
El bolso de Cadence fue arrancado de sus manos y dado a la Sra. Connelly
quien lo llevó adentro. ¡Su teléfono! ¡Su conexión con Mark! Él le dijo que le
escribiera «Ayuda» si necesitaba que apareciera sin anunciarse.
—Soy Martha —dijo la mujer al lado de Cadence.
—Encantada de conocerla.
—Soy Gypsy —dijo una pequeña mujer al otro lado de la mesa.
Cadence sonrió.
—Encantada de conocerte.
—Esa es Marybeth —dijo Martha, apuntando a otra mujer bajita sentada al
lado de Gypsy—. Ella y yo somos conocidas como M&M. ¡Ja! ¡Lo entiendes! —
dijo ella, dándole un codazo a Cadence.
Cadence Rió.
—Y yo soy LouAnn —dijo una mujer alta a la derecha de Cadence. Tenía
acento de Louisiana, el más grueso que había escuchado jamás, y le gustó
inmediatamente—. Somos tus Magnolias de Acero10, ¿verdad señoras?
Las mujeres asintieron estando de acuerdo.
—No tengas miedo de nosotras Cadence —dijo LouAnn—. Solo vamos a usar
tu cerebro por un par de horas, ¿verdad señoras?
Las mujeres asintieron. Sus ojos brillaban, y en sus rostros lucían sonrisas
maliciosas.
—Nada de qué preocuparse. —Se inclinó hacia Cadence—. Solo queremos
saber tus más profundos y oscuros secretos. Eso es todo.
Las señoras chillaron de risa.
Marybeth intervino.
—Ahora no vayan a asustar a la pobre hasta la muerte. Solo acaba de llegar.
¿Y quién dijo que podías empezar a beber, LouAnn?
—Oh, cállate. Solo es un poco de whisky. No puedes hacer daño a una
hormiga —sostuvo ella.
Cadence no lo podía creer. ¿Whisky en el té de LouAnn un domingo por la
tarde? ¿Una respetable miembro de la iglesia? Estaba impresionada.
—Cadence, cariño, pongo whisky en mi té por mi salud —explicó LouAnn.
—Pones whisky en tu té para emborracharte —señala Martha.
Cadence ahogó una risita.
—He puesto whiskey en mi té porque Dios hizo el whiskey. Y si Dios hizo el
whiskey, entonces va en mi té, Martha.
La Sra. Connelly regresó a la mesa rodando los ojos.
—¿Estás hablando otra vez sobre tu problema con la bebida otra vez, LouAnn?
Porque juro, tenemos una invitada aquí y ustedes chicas no pueden tener las cosas
ocultas por más de cinco minutos.
LouAnn se colocó derecha en su asiento y tomó un largo sorbo a su té con
whiskey. Colocó la taza cuidadosamente en el plato y se dirigió a Cadence.

10
Steel Magnolias es una película basada en la obra de teatro homónima de Robert Harling y
adaptada al cine por él mismo. Es la historia de seis mujeres muy diferentes y especiales, que viven
en un pequeño pueblo de Luisiana.
—Bueno, ahora que está todo dicho. Cadence, cariño, puede que tenga un leve
problema con la bebida. —Gypsy se moría de ganas por hablar, pero la Sra.
Connelly golpeó su brazo y le dirigió una mirada de advertencia.
—Estas mujeres se supone que están ayudándome a pasar por mis pruebas y
tribulaciones, pero la única cosa que han fomentado es que siga bebiendo.
—Dios no hizo el whiskey, LouAnn. No sé de donde sacaste eso. Jesús
convirtió el agua en vino, pero el vino no es whiskey —dijo Martha.
—Oh, silencio, Martha. Es simbólico. El hizo el alcohol para nuestro disfrute.
Cadence mordió su labio inferior para evitar decir Amen.
—Esa es la cosa más ridícula que he escuchado —dijo Sra. Connelly—. Él hizo
el vino para gente que podía manejarlo. Esa no eres tú, LouAnn. Dame esa taza. —
Se extendió y tomó la taza, derramando un poco de té en el lugar de LouAnn—. Y
ahora —empezó, mirando alrededor de la mesa—. Vamos a volver a empezar, una
pausa, y volvemos a empezar. —Parpadeó y sonrió—. Sándwiches de pepinillos,
¿alguien quiere?
Las damas apilaban sus platos de vidrio con fruta, aderezo, rollitos, y galletas.
La Sra. Connelly hizo un plato para Cadence y se lo pasó.
—Come lo que quieras, querida. Te di un poco de todo —dijo ella, y Cadence
asintió.
—¿Cómo tomas el té, querida? —Gypsy le preguntó a Cadence.
—Gypsy, esta es mi casa, y se supone que yo sirva el té —dijo la Sra. Connelly.
—Oh, ¿a quién le importa la etiqueta? Y es malditamente demasiado estirado
de todas maneras.
—Ahora, espera un minuto. Nosotras tenemos una regla acerca del lenguaje
los domingos, Gypsy. Tú lo sabes.
—Esa es la cruz que debe soportar —murmuró LouAnn a Cadence.
Cadence asintió y se dirigió a Gypsy.
—Me gustaría con un poco de leche y un terrón de azúcar.
Ella odiaba el té. Lo odiaba. ¿Quién sabía que cuando Fanny le había
explicado hace mucho tiempo que era una gracia social a la que se tenía que
acostumbrar, se refería a este día? ¿Cómo podía haber adivinado que sería en el
patio trasero de la Sra. Connelly compartiendo una plática con sándwiches de
pepinillos?
—Creo que es justo que todo el mundo revele sus luchas espirituales ahora que
Cadence sabe que yo soy una alcohólica y que Gypsy tiene una boca asquerosa —
señaló LouAnn.
—¡Ahora espera un minuto! —gritó Gypsy—. Dije maldito, ¡por Dios santo!
—Oh, vamos, Gypsy —dijo LouAnn—. Todos en esta mesa sabemos que dejas
caer la bomba «f» como si estuviera de moda.
¿La bomba «f»?, pensó Cadence. ¿De verdad dijo eso?
Gypsy gruñó y sorbió su té.
—Yo chismeo incesantemente —dijo Marybeth—, es el único pecado que es
ampliamente aceptado en la iglesia.
Las damas se echaron a reír.
—Eso no la verdad —intervino la Sra. Connelly.
—Eso, y juzgar la mierda de alguien —agregó Gypsy. Ella se dio vuelta hacia
Cadence y dijo—: Tengo mis problemas con la iglesia, querida. Yo no iría si estas
damas no me arrastraran.
—Te arrastramos porque no todo es malo —dijo Martha—. ¿Cuantas veces te
tengo que decir que pongas atención a la lección, Gypsy? ¿A quién le importa
Laurel?
—¿Quién es Laurel? —preguntó Cadence antes de poder detenerse—. Lo
siento —agregó rápidamente—. No es de incumbencia.
—Oh, déjenme decirle la historia ya que soy la chismosa —dijo Marybeth. Las
mujeres asintieron.
—Laurel tiene un problema con la boca de Gypsy —empezó—. Y cuando
Gypsy se inscribió para organizar un almuerzo para las mujeres de alto nivel en la
iglesia que son parte de un grupo que se pone de acuerdo en días festivos para los
hogares de los ancianos en la zona, Laurel se encargó de esparcir las palabras de
que Gypsy podía no ser la mejor imagen representativa del grupo. Ya que maldice
como un marinero.
Cadence escuchó educadamente mientras ella se terminaba su sándwich de
pepinillos.
—Y cuando Gypsy convocó la primera reunión, todos los de la habitación
estuvieron rígidos e incomodos.
Gypsy asintió con su cabeza, recordando.
—Y cuando ella por fin mencionó su extraño comportamiento, una mujer dijo
que el grupo sentía como ella no era el mejor ejemplo cristiano y que querían votar
por otro líder.
—Puedes imaginar quién fue la que me usurpó —dijo Gypsy.
—Nadie más que la misma Laurel —explicó Marybeth—. Ella quería el puesto
desde el momento en que las mujeres votaron por Gypsy. Y encontró una manera
de sacarla, desacreditando el carácter de Gypsy.
Así que estas eran las políticas de la iglesia, pensó Cadence. Hizo una nota
mental: No se metan con las mujeres de la comunidad de la iglesia Cornerstone.
—¡Amo a Jesús tanto como cualquiera! —gritó Gypsy, golpeando su mano en
la mesa y haciendo sonar todas las tazas—. ¡Solo porque digo «mierda» y «joder» y
«campanas del infierno» no quiere decir que no ame al Señor!
—Lo sabemos, querida —dijo Martha con dulzura.
Gypsy carraspeó y miró a Cadence.
—Cariño, las mujeres en esta mesa me enseñaron que solo porque hago las
cosas un poco diferentes a sus principios fundamentalistas, no significa que tenga
que ser una marginada.
—¿No somos todos marginados en algún nivel de todos modos? —preguntó la
Sra. Connelly, y las mujeres asintieron.
—Desearía que pudieras reconocer eso —siguió Gypsy dirigiéndose a
Cadence.
Cadence se puso rígida.
—¿Qué quiere decir?
—Sabemos que no vas a la iglesia más porque sientes que no puedes —explicó
Gypsy.
—No puedo —dijo Cadence—. Además, mis padres van. No puedo verlos.
Quiero decir, ellos no quieren verme. Será raro.
Las damas se miraron unas a otras.
—Lo que tus padres te hicieron estuvo mal, cariño —dijo la Sra. Connelly—
Tan mal. Pero eso no quiere decir que te tengas que esconder de ellos.
—Tienes tu propia alma que educar, Cadence —dijo LouAnn—. Y te
ayudaremos si quieres.
—¿Qué quieren decir?—preguntó Cadence.
—Nosotras seremos tus ángeles protectores si alguna vez quieres regresar a la
iglesia —dijo Martha.
—También puedes traer a tu novio —ofreció Marybeth. Vislumbró a la Sra.
Connelly sonriendo tristemente. Cadence no sabía qué decir. Se sintió extraña
discutiendo sobre Mark con estas damas. Todo acerca de su historia hasta ahora
con él era desordenada e inaceptable.
—Estoy tan contenta de que estés con mi hijo —dijo la Sra. Connelly
suavemente, dándose cuenta de la incertidumbre en el rostro de Cadence, como si
supiera lo que Cadence estaba pensando y queriendo aplastar los pensamientos
negativos.
—No podrías ser más perfecta para él.
Cadence sonrió, las palabras de la Sra. Connelly, su tono, eran tan sinceras
para ser malinterpretados.
Las damas pasaron la tarde haciendo su mejor esfuerzo para sacar la mayor
cantidad de detalles acerca de la relación de Cadence con Mark. La acribillaron con
preguntas, pero tuvo éxito esquivando la mayoría. La Sra. Connelly trató de relajar
el despiadado interrogatorio, pero las damas no se detuvieron. Tenían el derecho de
saber, había dicho Martha, y Cadence todavía no podía imaginar por qué.
Una vez que se marcharon, Cadence se ofreció en ayudar a la Sra. Connelly
para limpiar.
—Por supuesto que no —dijo la Sra. Connelly—.Eres mi invitada. Y por favor,
Cadence, llámame Naomi.
—No puedo hacer eso —dijo Cadence—. Es irrespetuoso.
—No lo pienso que lo sea. Si lo fuera, no te pediría que me llamaras Naomi.
Cadence se mordió su labio inferior antes de soltar
—¡Simplemente no puedo! Así no fue como me educaron.
La Sra. Connelly sonrió.
—Por Dios santo —murmuró—. Entonces llámame Sra. Naomi. ¿Mejor?
Cadence sonrió y asintió.
La Sra. Connelly se sentó en su asiento y estudió el rostro de Cadence. Ella le
pudo decir a Cadence si quería platicar sobre algo, y esperaría pacientemente para
abrir la conversación. Ya sabía de qué se trataba.
—¿De verdad no tiene ningún problema en que yo este saliendo con Mark? —
preguntó Cadence. Evitó sus ojos, acariciando la servilleta que todavía estaba en su
regazo.
—Estoy muy bien con ello —dijo la Sra. Connelly.
—Mis padres no lo están —dijo Cadence suavemente.
—Lo sé.
Cadence levantó la vista y se encogió de hombros.
—Sé que debimos haber esperado hasta la graduación, pero todavía pienso que
mis padres se hubieran enojado.
—También lo pienso —dijo la Sra. Connelly.
—¿Está avergonzada por la manera en que nos conocimos?
La Sra. Connelly rio.
—No cariño. ¿Y qué importa lo que yo piense de todas maneras?
—Porque yo quiero agradarle. —Ni siquiera se preocupó de que mostrara su
honestidad de una manera tan vulnerable. Por alguna razón, confiaba que la madre
de Mark no abusaría de ella.
—Cadence, me gustas mucho. Quiero decir, no te conozco muy bien, pero
tengo la certeza que eso cambiará conforme pasemos más tiempo juntas. Pero ya sé
que me gustas mucho porque haces muy feliz a mi hijo.
Cadence sonrió y luego su rostro se ensombreció.
—Él tiene cosas en su pasado que no quiere compartir conmigo.
La Sra. Connelly me miro confundida.
—No te puedo decir esas cosas, querida.
—Lo sé, no estaba preguntando sobre ellas, pero me gustaría que él se abriera
conmigo.
—Lo hará.
—¿Cuándo?
—Sospecho que más pronto que tarde. Mi pregunta es, ¿lo escucharás y lo
entenderás cuando lo haga?
El corazón de Cadence brincó. ¿Qué diablos había en su pasado?
—Sí, señora.
—Querida, no me llames señora. Sé que es del sur, y correcto y todo eso, pero
no vamos a tener ese tipo de relación. Por lo menos, yo no quiero tener ese tipo de
relación. Señora nos da cierta distancia. ¿No lo crees?
Cadence asintió.
—¿Sra. Naomi?
—¿Mmmm?
—Extraño a mi familia. Echo de menos a mis padres a pesar de que mi padre
me pegó y mi mamá se alejó de mí. ¿Hay algo malo conmigo que hace que extrañe
a las personas que me lastiman?
La mamá de Mark se puso de pie y caminó rodeando la mesa hacia Cadence.
Ella tomo su brazo gentilmente y la jaló para ponerse de pie. Las dos mujeres
caminaron brazo con brazo a través de la casa.
—No hay nada malo contigo Cadence. Ellos son tus padres. Y hasta hace un
año, tenías una relación con ellos. Es normal extrañarlos. Es normal afligirse por
ellos.
Cadence escuchó.
—No puedo tomar el lugar de tu madre, pero seré la mejor sustituta que pueda.
Si alguna vez necesitas algo. Si quieres hablar. Si solo necesitas a alguien que te
escuche, espero que sepas que me puedas llamar.
—Gracias.
Alcanzaron la puerta de atrás, y la Sra. Connelly quitó su brazo para abrirla.
Cadence suprimió la sensación de acercarse a ella. No quería romper la conexión.
Se sintió fría tan pronto como la Sra. Connelly dejó de tocarla.
—Tus padres están equivocados, querida —dijo la Sra. Connelly, haciéndola
pasar—. Creo que se darán cuenta, pero creo que les llevara tiempo. Tu padre tiene
mucho orgullo. Tu madre no tiene temple.
—Mark le dijo…
—Me dijo lo suficiente. Por favor no te molestes con él —dijo ella.
—No lo estoy.
—Lo que tienes que decidir es lo que harás una vez que vengan a tocar para
pedir perdón.
—Eso es. No lo sé. —Cadence pensó en la advertencia que Fanny le dio en el
carro de camino hacia su graduación meses atrás. Se rápida en olvidar. Lenta para
enojarte. ¿Pero era prudente perdonar a su padre por golpearla? ¿Era prudente
perdonar a su madre por alejarse?
—Necesitas reírte —dijo la Sra. Connelly, interrumpiendo los pensamientos de
Cadence.
—¿Lo necesito?
La Sra. Connelly rió y dejó a Cadence en la sala de estar.
—Tengo todo tipo de fotos para mostrarte.
Cadence se ilumino.
—¿De Mark?
—Oh, sí. Te enseñaré su niñez, y dejaré que él se encargue de su universidad y
más allá.
De pronto, sus padres no eran importantes. Quería centrarse en la niñez de
Mark en su lugar. Ella y la Sra. Connelly rieron largo y fuerte durante la tarde,
viendo detenidamente álbumes de foto tras álbumes de fotos de un pequeño
recolector de insectos, un científico, un patinador y un nadador. La Sra. Connelly
compartió historias que Cadence sabia mortificarían a Mark. Ella las guardó en su
corazón. No tendrían que discutir cuando regresara a casa. Estaba contenta de
tenerlas para ella, pequeños tesoros que eran como pequeñas piezas de
rompecabezas. Empezó a juntarlos en su mente, feliz de obtener una mejor imagen
del hombre que amaba.
—Así que, ¿cómo estuvo? —preguntó Mark a Cadence cuando ella llegó a
casa—. Estoy seguro de que escucharé de ti.
Cadence sonrió.
—Fue fantástico. —Se dejó caer a su lado en el sofá.
—¿Fantástico? —Lucía verdaderamente confundido y sorprendido.
—Mm hmmm
—Mmm, déjame ver si entiendo: Salir con mi madre y sus amigas… ¿fue
fantástico? No estoy seguro de haber escuchado bien.
—Me escuchaste bien. Fantástico.
Mark y se echó a reír.
—De acuerdo entonces.
—Ellas son graciosas —explicó Cadence—. Además son dulces.
—Me he dado cuenta que estás del lado de personas mayores —dijo Mark.
—¿Lo estoy?
—Bueno, te hiciste amiga de Fanny —dijo―. Avery no es la típica chica de
diecinueve años. Quiero decir, seguro, todavía es increíblemente inmadura de
alguna manera, pero en su mayoría, actúa con más madurez que el resto de su
edad.
Cadence asintió, escuchando.
—Querías conocer a las amigas de mi madre. Independientemente de lo
asustada que estabas, todavía querías salir con ellas.
Cadente arrugó su rostro.
—Tienes razón. ¿Porque me gusta salir con gente mayor?
Mark estuvo callado por un momento. Y luego golpeó suavemente su muslo
cuando se dio cuenta.
—Ya sé.
—Dime.
—Eres curiosa. Constantemente quieres aprender cosas. Creo que esperas que
si pasas más tiempo con personas mayores, te enseñen cosas. Eres como una
esponja —dijo.
—Mmmm, nunca lo había pensado de esa manera —dijo Cadence.
—Me gustas de esa manera —continuó Mark—. Si no fueras curiosa acerca de
las cosas que importan o no aprendieras, no creo que pudiera estar contigo.
—No creo que me guste mucho —añadió Cadence—. Pero este equivocado en
una cosa.
—¿Y qué seria?
—No soy una esponja en todo —dijo—. ¿Recuerdas cálculo? Creo que pasé
mirando más tiempo mirando la nada que poniendo atención a la clase.
Mark se rió.
—Bueno, eso era porque sabías que saldría a ayudarte. Así me atrapaste.
—Al principio no lo hice —Cadence señaló. Ella tomó su mano.
—Bueno, no al principio. Pero Cadence, por favor. Cuando lo recuerdo, mis
sentimientos por ti eran descaradamente obvios.
—No, no lo eran —argumentó ella.
—¿De veras?
—Sí. De veras.
—Hmmm. Bueno, ¿cómo están ahora? —preguntó.
—Descaradamente obvios.
Él sonrió.
—También gravité hacia ti —dijo Cadence—. No te incluiste en esa lista.
—Tienes razón. Me olvidé de mí.
—Creo que aprendí mucho de ti —continuó—. Sé que soy mucho más joven
que tú, pero espero que tal vez hayas aprendido algo de mí.
—No tienes ni idea las cosas que he aprendido de ti. Constantemente. Todos
los días. Como amar mejor. Ser de mente más abierta en ciertas cosas.
—¿Ciertas cosas como qué?
—Tu gusto por los libros, por ejemplo.
—Continúa.
—Bueno, prefiero la literatura oscura. Prefiero las literaturas distópicas. Pero
tomé uno de tus libros el otro día y lo he estado leyendo entre clases.
Cadence sonrió.
—¿Cuál?
—La Magia de los Días Ordinarios —dijo.
Ella golpeó su brazo.
—¡Vamos! ¡Ese es como, un libro de chicas!
—Lo sé, Pero te observé leerlo en pocas semanas hace días y pensé en darle
una oportunidad. Para ser justos. Te he hecho escuchar mi música.
—¿Qué opinas del libro?
—Creo… —Hizo una pausa, decidiendo lo mejor para decir—… que es muy
apropiado para lo que está pasando en tu vida en este momento. ¿Lo leíste a
propósito?
Ella asintió.
—Eso es algo que amo mucho de ti —dijo Mark—. Todo lo que haces es
meditado. Porque creo que eres una de esas personas que constantemente anhelan
el entendimiento, y seguirás buscando hasta encontrarlo. Eso es lo que haces con
tus libros. Haces eso con la gente que te rodea. Diría que eres una aprendiz de la
vida.
—Hay tanto por descubrir.
Él rio.
—Eso no es verdad.
—¿Sigues leyendo el libro? —preguntó ella.
—Casi lo termino. Y es muy bueno.
—Gracias por hacer eso —dijo Cadence.
—Oh, y luego pienso acostarme contigo.
Ella estalló en un ataque de risas.
—¿No? —preguntó.
Ella sacudió su cabeza.
—No lo aconsejo.
Él colocó su brazo alrededor de ella.
—Quiero probar mi nuevo control de natalidad —Cadence dijo de repente.
—¿Ah sí?
—Fui a la clínica de la universidad al principio de esta semana. Decidí ir con el
control de natalidad —dijo ella, jugando con sus dedos.
—¿Alguna razón en particular? —Reprimió el deseo de alejar sus manos. Le
daba cosquillas.
—Estoy cansada de los condones. Son, como, para personas que tienen sexo
promiscuo.
Él rió.
—Eso, o la gente quiere jugar segura.
—Creo que son asquerosos.
Él se abstuvo de recordarle acerca del semen que corrió por su cuerpo en el
armario del salón de clases. Cuando no usaron condón.
—¿Debí de haber platicado contigo esto antes? —Cadence preguntó.
—No. Es tu cuerpo —dijo Mark.
—Bueno, tú lo usas.
El rió fuertemente.
—Puedes apostar que sí.
Él tomó su mano y la levantó. Ignoró la voz en su cabeza que le decía «Andy
usaba la píldora y mira lo que pasó». No quería escucharla, más que nada porque
quería recapturar la sensación de hacer el amor con Cadence sin la barrera del
condón.
Síp, era una pequeña barrera, pero no obstante un barrera. Él quería una
conexión física total, por lo que sofocó la voz con la suya. «La píldora es 99.9
porciento efectiva».
Cadence sonrió.
—Mmm, sí, lo es.
—¿Dije eso en voz alta? —Mark preguntó.
Ella sonrió.
—Síp.
Mark sacudió su cabeza y la llevó al dormitorio.
—No vamos a tener una repetición de lo que paso a principios de este año —
dijo Cadence tranquilamente—. Pero si por algún motivo llega a pasar, no tienes
permitido romper conmigo.
Él la levantó y la lanzó a la cama. Ella gritó.
—Oh, no te voy a dejar ir a ningún lado —dijo, viéndola como si fuera una
deliciosa cena. Y ya estaba hambriento—. Me pregunto a qué sabrás hoy, Cadence.
Ella se sonrojó.
—¿Qué quieres decir?
Él subió encima de ella y deslizó sus manos entre sus piernas.
—Siempre sabes a lo que recientemente has comido.
—¡¿Qué?!
—Así es.
—¡Oh Dios mío! —Ocultó su rostro entre sus manos.
—¿Por qué te da vergüenza? Me encanta. Es como un juego. Averigua lo que
Cadence ha tenido de almuerzo.
Ella se rió entre sus manos.
—¿Puedo?
Ella separo sus dedos y le dio un vistazo entre las ranuras.
—¿Y qué obtienes si ganas? —preguntó ella.
—Una deliciosa comida.
—¡Mark!
—¡Mark! —La imitó, luego besó sus manos—. No puedo esperar a escuchar
eso cuando tenga setenta. «¡Mark!»
Ella dejó caer sus manos.
—¿Tú piensas que haremos esto a los setenta?
Se miraron uno al otro, haciendo una mueca.
—Y ahí va mi erección —dijo. Rodó sobre ellos, asegurando sus brazos
fuertemente atrás de su espalda.
—¿No me encontrarás sexi a los setenta? —preguntó ella.
—Tú serás sexi por siempre. ¿Yo, por el otro lado? Primero que todo, tendré
ochenta. Segundo, eso es viejo como la mugre. Tercero...
—Serás joven por siempre —lo interrumpió ella —. Me aseguraré de eso.
—Síp, pero la idea de un arrugado y viejo pene…
—¡Mark! —Cadence hundió su rostro en sus hombros y se rió histéricamente.
—Solo digo.
—¡No lo hagas! —gritó ella —. ¡No digas otra palabra!
—Este sexo esta arruinado, ¿no es cierto? —preguntó él.
—Totalmente.
—Hmmm.
Ellos estuvieron en silencio por un tiempo. Mark froto su espalda mientras ella
acariciaba su cuello.
—¿Quieres jugar Mario Kart? —preguntó.
—Claro.
Después averiguó qué almorzó ella.
12
Novia
Traducido SOS por Eglasi & Isane33 // Corregido por Majomaestre27

Él se sentía imprudente, pero no le importaba. Ella era un imán y su atracción era más
fuerte que la gravedad. Tenía la certeza de eso porque caminaba hacia ella contra su voluntad.
No tenía control sobre eso. Un pie delante del otro. Derecho. Izquierdo. Tal vez ella no era un
imán. Tal vez era una pequeña bruja y le había lanzado un hechizo, forzando su sumisión a
pesar de ser consciente de que era peligroso. Ella lo destruiría y él pensó que no le importaría.
¡Da la vuelta! Gritó su cerebro pero lo ignoró y colocó su bolsa del almuerzo sobre la
mesa.
La observó por el rabillo del ojo. Ella se puso rígida en su silla y él pensó que ya lo sabía.
Que rápida. Maldita sea. La mujer era perceptible.
Él charló placenteramente con otros dos estudiantes antes de dirigirse a Cadence. No
quiso ignorarla. Ella era, después de todo, la única razón por la que se había sentado en esa
particular mesa para el almuerzo.
—Hola, Cadence.
Ella saltó en su asiento.
—Hola.
—¿Está todo bien? —preguntó. Decidió divertirse un poco con ella. Estaba obviamente
nerviosa. Él quería recordarle que era la única que lo había obligado a tomar asiento a su
lado. Recuerda ese hechizo que lanzaste, ¿quería decirlo?
—Bien —respondió. Giró su tenedor en su puré de papa.
—¿No tienes hambre?
Ella inclinó el tazón y lo miró directamente.
—¿Se ve apetecible para usted?
De ninguna manera, pensó. Pero seguro como el infierno que tú sí.
—No mucho —dijo en su lugar—. ¿Quieres un pedazo mi sándwich?
Esa era una pregunta ridícula. Pensó que eso debió haber sido porque ella se veía
apagada. No ofendida o disgustada. Solo apagada.
Ella negó.
—Probablemente necesitas comer algo. Ayuda al cerebro a funcionar mejor. Además,
estás realmente delgada —dijo él.
Sus ojos se abrieron y él reprimió una sonrisa.
—¿Estás cuidando bien de mi pañuelo? —preguntó.
Ella lo miró y esta vez dejó que la sonrisa se deslizara en sus labios. Imaginaba que ella
ya había captado su juego. Quería que así fuera. Sabía que era imprudente molestarla tan
pronto. Sentía la vulnerabilidad irradiando de su pequeña figura. No estaba intentando
tomar ventaja de eso. Ella era tan malditamente dulce. ¿No podía entender que él quería que
tuviera su pañuelo para siempre?
—¿Puedo entregárselo ahora? —preguntó ella y su corazón se hundió.
—No, solo estaba preguntando si lo estabas cuidando —respondió. Necesitaba que lo
hiciera. Era un sustituto para su corazón. Sí. Él ya le había entregado su corazón a esta chica.
No podía darle sentido a esto y dejó de intentarlo. Todavía no era amor. No era tonto. Pero
quería alimentar esa atracción floreciendo y la quería así.
—Está en mi bolsillo —dijo ella.
—Bien. —A él le gustó la idea, que cargara con él. Si hubiera dicho «Está en mi
casillero» estaría decepcionado.
La agitación de Cadence aumentó hasta que finalmente espetó—: ¿Por qué se sentó
aquí?
Tuvo que tragar instantáneamente su pensamiento. Por ti. Dios mío, ¿no tenía control?
En su lugar le ofreció una respuesta segura, escuchando cómo ella había ofendido a los
otros estudiantes en la mesa, luego observándola dirigirse hacia las puertas de la cafetería.
Pequeña mocosa, pensó, aunque sabía que instigó su ira. Jugó un juego malvado y no lo
lamentaba. En ese momento ella ya había salido pero quería verla otra vez. Y otra vez y otra
vez. Ella sería su novia. Y él haría que ella lo amara.
***
—Avery está pasando la noche con Marybeth —dijo Cadence, tratando
difícilmente de no reír.
—¿Marybeth? —preguntó Mark.
—No me pude resistir —dijo Cadence—. Es el más virginal, dulce, y cristiano
nombre que jamás había escuchado, así que lo escogí para la amiga de Avery en el
campus.
Mark rodó los ojos.
—¿La Cruzada estudiantil para el amigo cristiano11?
—Mmhmm —respondió Avery. Sacó la información de contacto de
«Marybeth» en su teléfono y se lo mostró a Mark.
Él se inclinó y miró el número de Cadence.
—Ingenioso.
11
Asociación cuya misión es llevar la palabra de Dios a través de reuniones sobre las necesidades
espirituales de los estudiantes que estén interesados en alabar a Jesucristo.
—Lo sabemos —respondió Avery. Se detuvo por un momento—. Es
agradable verlo otra vez, Sr. Connelly.
—Eso es lindo. Llámame Mark.
—Hmm. No, creo que voy a llamarlo Sr. Connelly por un tiempo.
Las chicas se rieron.
Mark empujó una mano a través de su cabello.
—¿Necesito ir a algún otro lado?
—No —dijeron las chicas al unísono.
—Está bien. Voy a llamar a Dylan.
—¿Quién es Dylan? —preguntó Avery, viendo a Mark caminar a la habitación.
—Un amigo de Mark. El chico que es dueño de la tienda de discos.
—Ohhhh. ¿Es lindo?
—Es lindo. Sin embargo, está saliendo con una bruja. Así que no sé qué es lo
que eso dice de su inteligencia.
—No hay nada malo con una bruja buena —dijo Avery.
—Ella no es una bruja buena. Solo es una bruja.
—Hmm. Bueno, bruja buena, bruja mala…
—Bruja —corrigió Cadence, luego sonrió.
—Eso es lo que dije. Perra. De todos modos, no me importa si él es un
retardado —dijo Avery—, mientras sea malditamente caliente.
Cadence sonrió pacientemente.
—¿Crees que va a venir?
—No te hagas ideas —advirtió Cadence. Volteó la página de su revista.
—¿Ideas? ¿Qué ideas? No tengo ninguna idea —argumentó Avery.
Cadence la miró.
—¡Estoy jodidamente cachonda, está bien! ¡No he sido follada en meses! ¿No
puedo solo tener a alguien lindo para mirar y fantasear con él?
—¿Pero eso no lo hace peor? —preguntó Cadence.
—Sí, pero no me importa. Necesito a un chico, Cadence. ¿Está bien? Necesito
un chico que coquetee conmigo y luego me destroce.
—Tiene novia.
—Me encargaré de eso.
—Oh Dios.
—Muestra un poco de amabilidad, ¿sí?, estoy un poco desesperada aquí.
¿Hola? Canción de Salomón ¿alguien?
Cadence cerró su revista.
—¿Vamos a pintarnos las uñas?
—¡No, no quiero pintarme las uñas! ¡Quiero follar! ¡Solo quiero ser follada
realmente duro!
Mark aclaró su garganta.
Avery movió su cabeza alrededor.
—Oh, mierda.
—Sí, así que voy a ir a la tienda por cerveza. Esa es la única forma de que
pueda conseguir que Dylan venga.
—¿Vas a conseguirnos algo? —preguntó Avery.
—No.
Ella cruzó sus brazos sobre su pecho y torció su rostro.
—Él no la va a traer ¿cierto? —preguntó Cadence.
—¿A quién? ¿A Portia?
Cadence asintió.
—Rompió con ella hace una semana o algo así —respondió Mark.
Avery se levantó del sofá con una expresión amarga pero por dentro… oh, por
dentro ¡su corazón estaba acelerando! Pulsando, en realidad, con esperanza. Sintió
el movimiento punzante de su pecho en su apretado interior y apretó sus piernas
fuertemente.
—Adiós, adiós, Sr. Connelly —dijo, tratando de empujarlo hacia la puerta así
podría gritar con Cadence. Mark abrió su boca para responder pero no tenía nada
que decir. Le guiñó a Cadence y luego se fue. Ella sabía lo que el guiño significaba.
Él sabía que Avery estaba emocionada y también sabía que no tenía una
oportunidad con Dylan.
No tenía idea de lo equivocado que estaba.
Los cuatro se sentaron en la mesa del comedor sosteniendo las cartas y ofertas.
Ahora Avery observó a cada uno y luego desde la parte superior de sus cartas miró
a Dylan, quien estaba sentado directamente frente a ella. Estaban jugando espadas
y ella estaba en el equipo de Mark. Dylan tenía esa regla rara acerca de jugar a las
cartas: las parejas no podían ser compañeros, así que Mark estaba a regañadientes
emparejado con Avery mientras Cadence hacía equipo con Dylan.
Dylan le sonrió a Avery, luego tomó un sorbo de su cerveza. Cadence lo
observó con diversión. Mark estaba escéptico de las intenciones de su amigo. No
necesariamente llamaría a Dylan un jugador a pesar de que iba tras las mujeres
como si fueran pañuelos. Era realmente que nadie podía cumplir con sus ridículos
estándares altos. O quizás eso era solo una excusa para permanecer sin
compromisos. Él no había dormido con todas. En realidad no había dormido con
muchas de ellas porque no cumplían con sus estándares. Y porque estaba
aterrorizado de las ETS12.
Mark se echó a reír.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Avery—. Por favor no me digas que tu
mano apesta.
Él sacudió su cabeza.
—Nah. Vamos a ganar esta ronda. Solo sigue mi ejemplo.
—Eres un idiota engreído cuando juegas cartas —soltó Dylan—. Y ni siquiera
eres bueno en eso.
Cadence sonrió.
—Sr. Connelly, como voy a pasar la noche aquí quizás pueda dejar que
Cadence y yo bebamos algo. —Avery le sonrió dulcemente.
—Sigue llamándome «Sr. Connelly» y puedes olvidarte de eso —respondió.
—¿Qué? —gritó indignada—. Es divertido. Y de cualquier forma fuiste mi
profesor en la escuela. No puedo solo llamarte por tu nombre. Eso es, como,
totalmente irrespetuoso.
—Lo llamo por su nombre —señaló Cadence.
—También lo estás follando —dijo Avery.
—¡Oh Dios mío, Avery! —gritó Cadence.
—¿Qué? Solo estoy diciendo —Avery resopló. Le guiñó a Dylan quien estaba
riendo fuertemente.
Mark suspiró pacientemente.
—Avery, juega tus cartas.
—Oh, ¿es mi turno? —preguntó, buscando la cerveza de Dylan. Tomó un
sorbo y lanzó un ocho de trébol—. No te importa compartir ¿cierto?
Dylan sacudió su cabeza.
—Toda tuya.
El doble sentido no pasó desapercibido para Cadence o Mark. Se miraron uno
al otro, pasándose un mensaje no dicho.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
—¿Te gusta tu trabajo Dylan? —preguntó Avery.
—Por supuesto que me gusta. Soy dueño de mi propio negocio. Soy mi propio
jefe —dijo. Respiró profundamente, dejando que su pecho se hinchara,
asegurándose de que pudiera verlo.

12
Enfermedades de Transmisión Sexual.
Oh, ella lo vio y coqueteó de regreso mordiendo su labio inferior, pretendiendo
que se estaba concentrando en su próxima jugada.
Ella hizo un puchero cuando Dylan ganó con su rey de corazones.
—Nada personal, nena —dijo, empujando las cartas hacia él.
Ella se terminó su cerveza.
—Lo conseguiré la próxima vez.
—Querido Dios —murmuró Cadence—. Solo háganlo ya. Pero no en nuestra
habitación. Vayan a la habitación de invitados.
Avery se rió fuertemente.
—¡Cadence! —dijo Mark.
—¿No has estado escuchando esta conversación? —le preguntó.
Él abrió la boca para responder cuando el celular de Cadence sonó. El número
de la casa de Avery apareció en la pantalla.
—¡Avery! ¿Qué se supone que debo hacer? —gritó Cadence.
—Contesta y actúa como Marybeth.
—¡No puedo hacer eso! ¡Sabes que no puedo! ¡Voy a arruinarlo!
—¡Oh, por el amor de Dios! Dámelo —espetó Avery, agarrando el celular de
Cadence.
—¡No! ¡Oh Dios mío! ¡No lo hagas!
—Yo lo tomaré —dijo Dylan, arrancando el celular de la mano de Avery.
Colocó su dedo sobre su boca y presionó la tecla de responder—: Este es el teléfono
de Marybeth. ¿Puedo preguntar quién está llamando?
Cadence y Avery contuvieron el aliento.
—Soy su padre, en realidad. Ella dejó su celular aquí abajo. Las chicas están
arriba viendo una película. Uh huh. Oh, sí. Hola, Sra. Fisher. Marybeth me dijo
acerca de su…
Mark escuchó, intrigado.
—… Ella es adorable. Mhmmm…
Dylan se rió de algo que la Sra. Fisher dijo. Era tan falso que Avery tuvo que
colocar su mano sobre su boca para evitar reír.
—… ¡Estoy de acuerdo en eso! —dijo Dylan—. Es difícil encontrar buenas
influencias estos días…
Mark puso los ojos en blanco.
—… Bueno, me alegra que haya llamado para verificarla. Suena genial. Está
bien. Tenga una espléndida noche, Sra. Fisher.
Dylan colgó y le entregó el celular a Cadence.
—Hecho —dijo—. ¿Quién quiere otra cerveza?
Avery lo observó con un respeto recién descubierto.
—Yo —dijo—. Me gustaría otra.
—¿Cadence? —preguntó.
—No he tenido ninguna —respondió.
Dylan la miró confundido.
—Sí, te estoy preguntando si quieres una.
—Bueno, tú preguntaste quién quería otra.
Mark sonrió.
Dylan pensó por un momento.
—Mira. ¿Quieres una cerveza o no?
Cadence miró automáticamente a Mark. Avery lo vio y no lo dejó pasar.
—¿Qué? ¿Necesitas el permiso del Sr. Connelly para beber?
—No —Cadence se enojó. No creía que le estuviera pidiendo permiso. Ella
pensaba que tenía más que ver con Gracie y su vago recuerdo de la fiesta de
fraternidad. Gracie dijo que fue su elección, pero Candence no le creyó. Todo
acerca de esa noche estuvo mal, y no quería volver a sentirse así de vulnerable de
nuevo cuando bebía. Se dio cuenta en ese momento de que no era una cuestión de
pedir permiso para beber. Le preguntó a Mark—: ¿Vas a cuidar de mí? —Si se
embriagaba
Mark entendió e hizo caso omiso de Avery.
—Yo me ocuparé de ti —susurró.
Cadence se volvió hacia Dylan y asintió.
Avery se sentó sonriendo.
—Es un buen hombre, Sr. Connelly.
—Gracias, Avery.
Aunque trató de impedirlo, las chicas se achisparon. Bueno, Cadence se
achispó. Avery se emborrachó.
Afortunadamente no hubo vómito, pero podría haber prescindido de las risitas
tontas. No es que le importaran sus risas. Realmente tenía que ver con el hecho de
que no lo escucharon cuando trató de meterlas a la cama. En su lugar se rieron.
Terminó gritándole a Avery porque trató de desnudarse delante de él. Ella no podía
entender por qué eso era un gran problema. Solo se iba a poner su pijama.
—Ya ha visto un sujetador, Sr. Connelly —resopló Avery.
—No el tuyo —respondió. Agarró su bolso de viaje y lo arrojó en el baño—.
Ve allí.
Avery se puso de pie con las manos en las caderas y le sonrió de oreja a oreja.
—Usted es una persona aburrida.
Él se echó a reír a pesar de su irritación.
—¿Dónde has aprendido eso? ¡Qué retro!
—Es por eso que se lo he dicho. Usted es todo un hípster, un vintage y cosas
así. —Señaló la camiseta de Pink Floyd que llevaba Cadence. Y entonces agarró su
sombrero de fieltro de la cómoda y se lo puso. Buscó en la habitación hasta que vio
sus Converse rojas, y deslizó su pies con calcetines en ellos.
—Hola a todos. Soy el Sr. Connelly, y me gustan las matemáticas, el hip hop
instrumental y el coño de Cadence.
—¡AVERY! —chilló Cadence.
Avery se rio, y luego hizo un tipo de giro que se parecía a un paso de baile de
Michael Jackson. Agarró el sombrero en su cabeza mientras lo hacía.
—Soy el Sr. Connelly —continuó—: Y me gusta peinar mi cabello en un loco
estilo desordenado y coquetear con las adolescentes.
Cadence se cayó de la cama partiéndose de risa.
—Una adolescente —corrigió él—. Una.
—¡Él dijo «una», gente! Y yo… —hizo una pausa y lo miró a los ojos—… le
creo.
Mark puso los ojos en blanco.
—Eso me hace muy feliz. ¿Ya has terminado?
Ella continuó, sin inmutarse.
—Soy el Sr. Connelly, y uso zapatillas bonitas y tomo refrescos que estaban a
la moda antes de que naciera. —Intentó hacer la caminata lunar, pero sus zapatos
eran demasiado grandes, y se cayó de trasero.
Se rio con fuerza. Él se preguntó cuánto había tomado.
—Soy el Sr. Connelly, y les voy a enseñar matemáticas, música y cómo ser un
filósofo hípster vanguardista.
—¿Soy un filósofo? —preguntó.
—Eso es lo que Cadence me dijo la primera vez que lo conoció. Dijo que lo
veía como un tipo que se sienta en cafeterías independientes y discute sobre
filosofía.
Avery luchó por ponerse de pie, y Mark le tendió la mano. Echó un vistazo a
Candence que estaba acurrucada en el suelo, ya roncaba.
—Un filósofo y una persona aburrida —dijo Mark.
—Casi aburrida —respondió Avery pensativa—. Usted se acostó con su
estudiante, por lo que no es completamente aburrido.
El rostro de Mark se ruborizó de un profundo carmesí. Creyó oír a Cadence
soltar una risita en su sueño.
—Avery, ve a cambiarte y luego ve a la cama —dijo.
—Oiga, nunca me dio las gracias —se quejó Avery. Se quitó los zapatos—. Sus
zapatos están muy limpios, Sr. Connelly —mencionó.
—¿Darte las gracias por qué?
Ella levantó la mirada.
—¿Eh?
—¿Nunca te di las gracias por qué? —preguntó Mark pacientemente.
—Ohhh. Por ser amiga de Cadence. Sin mí no habrías sido capaz de salir a
escondidas con ella.
Tenía razón. Aunque Avery fuera impulsada por sus propios motivos egoístas,
permitió que Cadence y Mark estuvieran juntos. Ella creó las mentiras, tejió una
telaraña de mentiras. Y sus motivos finalmente lo beneficiaron al final. Claro, con
el tiempo Cadence y él se enredaron en la telaraña, pero hubo varios meses
maravillosos antes de que fueran descubiertos. Meses secretos de amor secreto que
florecieron en este pequeño apartamento. Recuerdos. Construir una vida con
Cadence. Y todo era debido a Avery.
Él estudió su rostro. Ella esperaba un «gracias», pero estaba siendo infantil al
respecto. No podía evitarlo. Estaba borracha.
—Gracias, Avery —dijo Mark en voz baja, y no estaba siendo infantil en
absoluto.
***
Mark salió de la casa y se fue directo donde Dylan.
—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó a Dylan, quien estaba sentado en
su posición habitual: con los pies apoyados en el mostrador.
—¿De qué estás hablando?
—Avery.
Dylan esbozó una sonrisa.
—Ah, sí. Avery. ¿Qué pasa con ella?
—Ni lo pienses. Te conozco demasiado bien. Sales con la misma chica durante
unas tres semanas antes de pasar a alguien nuevo.
—Relájate. No pienso salir con ella.
Mark suspiró de alivio.
—Tengo la intención de casarme con ella.
—¡¿Qué?!
Dylan se echó a reír.
—Esa es mi chica, justo ahí. ¿Quieres saber por qué he salido con tantas chicas
todos estos años y nunca he sentado cabeza? Estaba esperando a que ella
apareciera.
—Dylan, esa es una idea terrible.
—¿Por qué? Estás saliendo con una chica más joven. Recuerdo que la pequeña
señorita Cadence tenía diecisiete cuando ustedes dos empezamos a verse.
—¡Es una cosa completamente diferente! —argumentó Mark.
—¿Cómo es eso? —Dylan bajó las piernas del mostrador y se puso de pie.
—Es raro. ¿Qué somos? ¿El club de «Salimos con chicas mucho más jóvenes»?
—Puedes ser el presidente ya que tú lo comenzaste —dijo Dylan.
—Cállate. Estoy hablando en serio.
—No puedo negar que Cadence tiene una amiga sexy. Y tiene diecinueve.
Perfectamente legal. Y ella es mi sueño hecho realidad.
—Jugaste a las cartas con ella una noche. ¿Cómo puede ser la chica de tus
sueños? Esto es pura química.
—Nop. Su cerebro, amigo. Me di cuenta de cómo opera. Es increíblemente
inteligente. Me mantendrá alerta. Me desafiará. Me entretendrá.
—Ella no es un animal de circo, Dylan. Es una chica de carne y hueso. Con
sentimientos. Y los vas a lastimar. Y no voy a dejar que lo hagas porque no puedo
hacer frente a ese tipo de consecuencias.
Mark podía verlo ahora: Avery entrando por su puerta llorando
desconsoladamente. Una sesión de sollozos durante toda la noche acerca de cuán
horribles, estúpidos y crueles son los hombres, y tendría que permanecer sentado
hasta el final del asunto y estar de acuerdo. Todo mientras repartía pañuelos de
papel para las lágrimas y cucharas para el helado.
A la mierda con eso.
—No va a suceder —decidió Mark—. Puedes olvidarlo.
—Tenemos una cita el viernes.
—¡Maldita sea, Dylan!
—Me encanta cuando utilizas aliteraciones.
—Vete a la mierda.
—Relájate, hermano. Todo saldrá bien. Es solo una cita. Ella puede terminar
odiándome al final de la cita.
—Eso espero —murmuró Mark.
—¿Ella no te agrada? —preguntó Dylan. Dejó caer el tono juguetón.
Mark negó con la cabeza.
—No es eso en absoluto. Solo preveo mucha mansedumbre en el futuro. Ellas
están muy conectadas. ¿Entiendes? Si le haces daño a Avery, le haces daño a
Cadence. Y por defecto, me haces daño a mí. Así es como funciona. No quiero
tener que hacer malabares con los sentimientos de las personas. Lidiar con las
emociones. Quiero decir por Cadence, sí. Pero no por ti o Avery.
—Entiendo. Pero Avery no es asunto tuyo —respondió Dylan.
—Bueno, no estoy de acuerdo, pero vas a hacer lo que quieras.
—Confía en mí, Mark. No me tomaría la molestia de hacerte la vida difícil. Y
es solo una cita.
—Bien. Pero ¿puedes abstenerte de dormir con ella?
—No me acuesto con alguien en la primera cita —dijo Dylan.
Mark asintió. Eso era cierto. El temor de las ETS.
—Conociéndote, van a terminar funcionando.
Dylan se rió entre dientes.
—¿Sería tan malo?
Mark se encogió de hombros.
—Tal vez no. Aunque sí extraño, pero ¿quién demonios soy yo para decirle a
alguien con quién salir?
—No he escuchado palabras más ciertas —respondió Dylan.
Mark pensó por un momento.
—Realmente no trataste de disuadirme.
—¿Eh?
—Cuando te dije acerca de Cadence. Quiero decir, me dijiste que estaba loco y
que tenía el corazón roto y todo eso. Dijiste que algo malo podría pasar, pero
incluso entonces, dijiste que todavía serías mi amigo y que me visitarías en la
cárcel.
Dylan asintió.
—¿Por qué?
—Porque las personas no tienen derecho a elegir una vida para otra persona.
—Claro, pero todavía hay reglas —señaló Mark.
—Solo rompiste una. Y no fue ilegal.
—Me costó mi trabajo —dijo Mark.
—Ni siquiera te gustaba tu trabajo —señaló Dylan.
Mark rio entre dientes.
—¿Era tan obvio?
—Bueno, corrijo. Te gustaba un aspecto de tu trabajo. Y su nombre es Cadence
—dijo Dylan.
—Dime la verdad. ¿Qué pensante de ella cuando vino aquí a escuchar discos?
Dylan suspiró.
—¿De verdad quieres saber?
Mark asintió.
—Pensé, ¿cómo puede una persona pequeña llevar consigo tanta tristeza?
Mark se puso tenso. Dylan lo miró pensativo.
—Tienes que decirle, Mark —dijo en voz baja.
—Lo sé.
—Va a ser horrible, pero no puedes ocultárselo por mucho más tiempo.
—No quiero verla triste como antes. Haría cualquier cosa para mantenerla feliz
para siempre —dijo Mark.
—Lo sé. Pero no es justo que le ocultes la verdad. Y lo sabes.
Mark respiró profundamente, exhalando el aire lentamente, tratando de
eliminar con él cualquier temor a revelarle su pasado a Cadence. No funcionó. Esto
lo consumió durante toda la tarde, mucho después de que dejó la tienda de Dylan.
Tomó la decisión de decirle. Simplemente no podía ponerle una fecha todavía.
13
Ángeles
Traducido por Manati5b // Corregido por pauper

C
adence esperaba espadas y escudos. Lo que obtuvo en su lugar fueron
bolsas y sombreros. ¿Esas mujeres iban a ser sus protectoras? Umm, no.
Ellas eran atrevidas, les daba eso, pero no estaba segura que fueran
capaces de hacer el trabajo. Después de todo, había cinco de ellas, pero cientos de
todos los demás.
—¿Recuérdenme otra vez porque esto es importante? —preguntó Cadence. Se
quedó acurrucada fuera de las puertas del santuario, no estaba dispuesta a entrar.
Mark estaba a su lado, su brazo abrazando su cintura.
—Cadence, cariño, estarás bien. Tú no huyes, ¿recuerdas? —dijo Martha.
—Sí, lo hago —argumentó Cadence—. Seguro que lo hago. —Rompió el
agarre de Mark y empezó a caminar hacia el estacionamiento. Mark fue tras ella.
—Oye —dijo, tomando su mano y haciéndola parar—. Está bien. Podemos ir a
casa.
—Estás diciendo eso solo porque tampoco quieres estar aquí —dijo Cadence.
—Cadence, no me importa estar aquí. Y sé que la iglesia es importante para ti.
Yo quiero ir. Y no dejaré que nadie sea malo contigo. No creo que lo sean, pero
estás a salvo de todas maneras.
—Esas mujeres no pueden protegerme, Mark —dijo Cadence—. Tú tampoco
puedes.
—Nos subestimas a todos nosotros —señaló Mark. Hizo un gesto al grupo
esperando pacientemente en la puerta.
—Te das cuenta que ellas son madres, ¿no es así?
—¿Huh?
Él sonrió.
—Ellas son madres. Nadie se va a meter contigo.
No lo entendía. Ella tenía una madre, ¿pero eso qué importaba? Ella fue
constantemente maltratada el año pasado. Sin protección. Sin simpatía. ¿Qué
quería decir? No todas las madres protegían a sus hijos.
—Vamos. —La apresuro, jalando su mano suavemente.
Ella sacudió la cabeza
—A ti ni siquiera te gusta la iglesia —señaló.
—Tiene mérito —replicó él.
Esa declaración la hizo reír.
—Y es importante para ti —agregó—. Y lo que es importante para ti, es
importante para mí.
Ella asintió.
—No quiero regresar para probar que no tengo miedo de nadie. Porque no es
verdad. Tengo miedo de todos.
Mark escuchó.
—Quiero regresar porque no puedo hacer todos mis estudios sola.
—Lo entiendo.
—¿Lo haces?
—Necesitas llenarte de la comida espiritual de un experto —respondió él.
Ella sonrió.
—¿Eso está bien?
—No lo que querría de otra forma —dijo.
Cadence no estaba segura de lo que Mark quería decir con eso. Lo dijo
jugando, pero hubo una seriedad subyacente en sus palabras. Fue casi imperceptible
para todos menos para ella. Pero ella escuchó eso, y se preguntaba qué significaba.
Ella abrió su boca para responder antes de que fuera interrumpida por la voz de la
Sra. Connelly.
—¿Están listos ustedes dos?
Cadence tomó una profunda respiración y caminó hacia adentro con todos.
Ellas las rodearon a ella y a Mark, la Sra. Connelly y LouAnn enfrente, Marybeth y
Gypsy a cada lado de ellos y Martha atrás. Ellas de verdad se tomaban en serio su
seguridad, aunque nunca pensó que tenía que preocuparse por su seguridad dentro
de una iglesia.
Ella escaneó el sitio donde su familia generalmente se sentaba, pero la gente
todavía se estaba moviendo buscando sus asientos, así que era difícil ver a los que
ya estaban sentados. Su mano empezó a sudar, y ella en voz baja se disculpó con
Mark, que la estaba sosteniendo.
—Me gusta cuando te sudan las manos —le aseguro él.
Ella sonrió. Era tan estúpido, y sabía que él le estaría diciendo ese tipo de cosas
para calmar sus nervios.
Llenaron una fila que estaba vacía, y allí fue cuando Cadence vislumbró a su
madre que estaba mirándola. Bueno, no. Eso no era cierto. Ella estaba mirando
hacia la izquierda de Cadence, donde la Sra. Connelly estaba sentada. Cadence lo
entendió de inmediato: Celos. Y una parte de ella se sentida codiciosa por ello
porque eso decía que a su madre le importaba. De pronto el incidente en Bed Bath
& Beyond no importaba. Si ella lo intentaba insistentemente, podría olvidar todo
eso y enfocarse en un nuevo sentimiento: uno de esperanza. A su madre le
importaba. Lo demostraba pobremente, pero sin embargo a ella le importaba.
Esto en cuanto al sustento espiritual. Cadence fue a la iglesia para aprender
algo, pero pasó todo el servicio imaginando un universo alternativo donde su padre
rogaba por perdón, rogaba porque regresara a casa, y le prometía a ella lo que
quisiera. Su madre también estaba ahí, también llorando a lágrima viva,
envolviendo a Cadence con abrazos y besos.
Fue una agradable fantasía.
Su cerebro se desconectó. La fantasía terminó, y ahora su mente viajaba en el
camino de los recuerdos. Vio a su familia acurrucada en el sillón viendo películas
de Disney. Ella tenía ocho. Oliver seis. Estaban comiendo palomitas. Ella estaba
entre sus padres, y tenía la cabeza recargada sobre el pecho de su padre. Pensó que
él le beso lo alto de su cabeza.
—¿Estas bien? —susurró Mark.
Ella volteó a verlo, y ahí fue cuando sintió que sus lágrimas corrían por sus mejillas.
Se limpió y sonrió.
—Porque el pastor acaba de hacer una broma —dijo Mark—. Pero estas
llorando.
—No lo escuché —dijo Cadence.
Mark tomó su mano y la apretó. Solamente faltaban diez minutos del servicio,
y ella trató de escuchar. Tenía que enfocarse arduamente, sin embargo, porque su
mente la hacía regresar hacia esa noche de películas de Disney, y estaba segura de
que algunas partes las estaba inventando. Su padre no le dio un beso en la cabeza.
Sí, lo hizo, su cerebro contrarrestaba.
Eso es mentira, insistía Cadence.
No lo es. Él te dio un beso en la cabeza. Rio cuando tú accidentalmente eructaste.
Los ojos de Cadence se ampliaron. ¡Había olvidado eso! Era la Coca Cola. Ella
no podía controlarlo, y pensó que se metería en problemas con su madre. Pero su
madre rio. Papá rio. Oliver rio. Fue uno de esos momentos de unión familiar. Sobre
un desagradable eructo.
—¿Cadence? —preguntó Mark, y entonces tomó su mano y la condujo fuera
del santuario. Ella hizo todo el camino hasta el vestíbulo antes de estallar en llanto.
—Cariño, está bien —dijo él, abrazándola.
—¡Ni siquiera es importante! —se lamentó ella.
Él no sabía qué quería decir, pero sacudió su cabeza.
—Todo es importante, Cadence —dijo—. Si te está pasando a ti, entonces es
importante.
—¡Yo eructe! —lloró.
Él estaba aún más confundido, pero él se mantuvo sosteniéndola.
—Todos lo hacen —dijo.
Ella consiguió una risa.
—No, no. Cuando yo tenía ocho, accidentalmente eructe, y todos rieron.
Estábamos viendo una película. Toda mi familia. Papá dejo que recostara mi
cabeza en él.
La misa terminó, y la gente empezó a deslizarse por el vestíbulo. Mark y
Cadence fueron arrastrados por la marea y empujaron las puertas. Él tomó su mano
y la llevó a un rincón privado del otro lado de la entrada de la iglesia.
—Quería que tuvieras una buena experiencia —dijo Mark—. Quería que te
sintieras bien al regresar aquí.
Cadence agitó su cabeza.
—No sé lo que estaba pensando. Tal vez, si no hubiera visto a mis padres,
hubiera estado bien.
—Bueno, todavía escuché el sermón mientras mantenía un ojo sobre ti —dijo
Mark —. Por si querías que te lo dijera luego.
Ella sonrió.
—¿Porque es tan difícil dejarlos ir?
—Porque son tus padres.
—¡Pero son horribles!
—No importa. Pasaste la mayor parte de tu vida…
Cadence colocó su mano en el antebrazo de Mark y sacudió su cabeza,
diciéndole en silencio que se callara.
Ella pensó que escuchó la voz de la Sra. Connelly, pero no se escuchaba como
una conversación amistosa. Cadence camino alrededor de la esquina y las vio: La
Sra. Connelly y su madre.
Algo le dijo que se quedara, así que se escondió parcialmente atrás de un árbol.
—Si usted tiene algo que decirme, entonces necesita decírmelo —dijo la Sra.
Connelly.
—Si tengo algo que decirle —replicó la Sra. Miller.
—¡Bueno, pues dígalo de una vez!
La Sra. Miller no perdió el tiempo.
—¿Qué clase de mujer cría a un hijo que va por chicas jóvenes? ¿Hmm? ¡Su
hijo no es más que un depredador que toma ventaja de jóvenes impresionables!
La Sra. Connelly se irguió en toda su estatura.
—Ahora, no creo que usted necesite insultos. Quiero decir, creo que nosotros
podríamos tomar ese camino, pero no quiere escuchar los nombres que tengo para
usted.
—No me hable de esa forma. No tengo miedo de nada de lo que tenga que
decirme —golpeó la Sra. Miller.
—Sra. Miller, estoy segura que no quiere que la llame perra sin espinas en un
estacionamiento de iglesia —dijo la Sra. Connelly.
La boca de la Sra. Miller cayó abierta. Ella entrecerró los ojos.
—¡Su hijo es un DEPREDADOR! —grito a tomo pulmón. Sabía que atraería
la atención de los feligreses que dejaban el auditorio.
—Mi hijo no rompió ninguna ley —dijo calmadamente la Sra. Connelly.
—¿Y qué? ¡Él era su maestro! ¡Debió de haberlo sabido mejor! ¡Se aprovechó
de ella porque estaba sola!
La señora Connelly alzó sus cejas. El mensaje no pasó desapercibido para la
Sra. Miller.
—¡Cómo se atreve! Porque Cadence había sido castigada, ¿es nuestra culpa que
ella fuera un blanco fácil?
—No. No creo que ella haya sido un blanco en absoluto.
La Sra. Miller resopló.
—Por supuesto que no. Eso sería equivalente a reconocer la culpa de su hijo.
—Encuentro interesante que no le de crédito a Cadence por tener cerebro. Ella
fue una participante dispuesta desde el principio, pero usted no le dio la decencia o
el respeto que ella merecía. Ella tiene un cerebro que funciona y que puede hacer
sus propias malditas decisiones.
La Sra. Miller parecía aturdida.
—Escuchen esa boca sucia —resopló.
—Y tengo más —advirtió la Sra. Connelly. Ella apuntó un dedo justo enfrente
del rostro de la Sra. Miller—. Usted tuvo una oportunidad de restablecer la relación
con su hija. Su hija. Y usted se alejó. Es una excusa patética para una madre.
—¡No lo es! —grito la Sra. Miller—. ¡Yo soy una buena madre!
La Sra. Connelly se echó a reír, una risa ácida.
—Se engaña a sí misma. Usted ha repudiado a su hija. La hija que su marido
golpeó.
—¡Deténgase!
—La niña que hizo una mala decisión, pero por Dios santo, ¡UNA mala
decisión! ¿Va a tener que pagar por eso siempre?
—¡Usted no sabe nada de nuestra situación! —gritó la Sra. Miller.
—Yo sé todo sobre su situación porque Cadence me lo dijo —replicó la Sra.
Connelly.
—¡A ella le lavaron el cerebro! ¡El hombre le lavo el cerebro!
—¡El hombre tiene nombre! —rugió la Sra. Connelly—. Su nombre es Mark.
Él le da a su hija las cosas que usted debería darle: un hogar, seguridad, amor.
La Sra. Miller no pudo pensar en una respuesta, así que ella gritó.
— ¡Usted no es su madre!
Cadence quería correr hacia el sonido de la voz de su madre, pero se dio
cuenta que la discusión había atraído a la multitud. Estaba apenada, y se escondió
aún más detrás del árbol.
El Sr. Miller trató de arrastrar a su mujer hacia el coche, pero ella no se movió.
Todavía no había terminado con la Sra. Connelly.
—¡¿Fue este su plan todo el tiempo?! ¡¿Hacer que su hijo fuera por mi hija así
usted podía alejarla de mí?!
La Sra. Connelly no dijo nada. Como podía ella responder a una pregunta tan
absurda.
—¡Él se robó a mi hija! —lloró Sra. Miller. Estaba histérica, y Cadence
observaba impotente mientras las lágrimas corrían por sus mejillas calientes y
desgastadas—. ¡Él la robo de mí! ¡Usted la robo de mí!
—Ya fue suficiente, Lydia —dijo el Sr. Miller. Él colocó su brazo alrededor de
ella y la condujo hacia el auto.
Los asistentes de la iglesia fueron enviados a romper la discusión cuando era
muy tarde. Todo había terminado. La pequeña multitud se dispersó y se fueron al
almuerzo del domingo con una deliciosa historia para compartir.
Cadence esperó hasta que la Sra. Connelly estuviera completamente sola antes
de correr hacia ella. La Sra. Connelly la vislumbró por el rabillo del ojo y abrió sus
brazos como invitación. Cadence chocó contra ella, lanzando sus brazos alrededor
del cuello de la Sra. Connelly, apretándola tal vez muy fuerte y deseando poder
tenerla más cerca.
—Cariño —susurró en su oído la Sra. Connelly.
Cadence sollozó en el cuello de la Sra. Connelly, aferrándose a ella. Ella no
dijo nada. Después de todo, no había nada más que decir. Solo quería sentirse
protegida y amada, y sentía esas cosas ahora que su nueva madre frotaba su espalda
y acallaba sus sollozos.
Mark se quedó unos cuantos metros alejado observando a su madre, su
atención concentrada solamente en la joven mujer en sus brazos. Él vio a la mujer
que vendó sus rodillas cada vez que él se caía de la patineta.
La madre que secó sus ojos cuando su perro murió. La madre que parchó sus
jeans y recortó su cabello. La madre que siempre tenía una respuesta a sus
preguntas difíciles: ¿Por qué no podemos flotar en el aire? ¿Cómo trabaja la
televisión? ¿De dónde venimos? ¿Quién hizo a Dios?
Él observó a esta sabia mujer, esta persona que arregla, hacer su magia en
Cadence. Reconfortando su pena, zurciendo su corazón, prometiéndole amor, y se
dio cuenta en ese momento cuan afortunado era tener una madre que se
preocupaba por él.

***

—Encantada de verte, Mark —dijo Millie. Se detuvo de escribir en el gran libro


mayor que estaba en el mostrador.
—Hola, Millie —dijo Mark—. ¿Te importa si paso a ver a Cadence por un
momento?
—No es ningún problema, mientras siga trabajando.
—Me aseguraré de eso —dijo él.
—Está atrás.
Mark caminó a través de la puerta, la abrumadora esencia floral golpeándolo
en el rostro. No estaba preparado para eso, pero no le molestó. Encontró el aire
perfumado instantáneamente terapéutico, y se dio cuenta de que este era el mejor
ambiente de trabajo para su novia. No que ella fuera un desastre emocional, pero
pensaba que la terapia floral podría calmar un poco la dolorosa experiencia de hace
unos días atrás en la iglesia.
Cadence lo miró desde el mostrador de atrás.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó ella. Su sorpresa era evidente, tono
ligeramente más agudo, sonrojo instantáneo en sus mejillas, sonrisa tonta. La hizo
inesperadamente feliz.
—Quería ver de qué se trataba tu trabajo —dijo. Se aproximó y le dio un beso
en la mejilla.
—¿De veras? —Tenía ahora una sonrisa completa.
—Sí, de veras —dijo. Se incorporó en el mostrador y se sentó, sus piernas
colgando, observando el recorte del final de una flor que él no podía nombrar.
—¿Solo vas a estar conmigo? —preguntó.
—Sip.
—¿Pero no tienes trabajo que hacer?
—Puede esperar.
—¿Y Millie dijo que estaba bien? —preguntó ella.
—Sip. Mientras no te distraiga, lo cual creo que ya estoy haciendo. Regresa a
trabajar —ordenó él.
Ella sonrió y siguió recortando.
—¿Qué son esos? —preguntó.
Ella se rio fuerte.
—¿En serio, Mark? ¿Nunca habías visto un tulipán?
Él se encogió de hombros.
—¿Cómo podía saberlo? —Tomó uno y con cuidado cuando tocó sus pétalos.
Cadence lo observaba por la esquina de su ojo. Quería decirle que dejara la flor
donde estaba. El instinto le decía que accidentalmente podía arrancar uno de sus
frágiles pétalos. Pero la experiencia le decía que él podía ser gentil con la flor como
él lo había sido cuando habían hecho el amor anoche.
—Las estoy incluyendo en el ramo de tu mamá —dijo ella.
Mark la estaba engañando. Las flores que él había ordenado no eran para su
madre. Eran para Cadence. Él las había ordenado con la intención de observar
como las arreglaba. Él pensó que sería un pequeño bonito experimento para
aprender más acerca de ella, cómo se ve ella así misma en las flores que ella escoja.
—Bueno, no te bases en lo que creas que a mi mamá pudiera gustarle. Básate
en lo que a ti te gusta —dijo.
—¿Por qué haría eso?
—Porque sé que a mi mamá le gustaría cualquier arreglo que tú hicieras, así
que imagina que es para ti —él dijo.
—Está bien. —Sacudió su cabeza, claramente confundida, e hizo a un lado los
tulipanes.
—¿No eres una fan? —preguntó.
—Oh, me gustan mucho, pero esas no serían las flotes que colocaría en un
ramo para mí —dijo. Sonrió—. Son como una especie de viejo afeminado.
Mark rio.
—Así que pensaste que eran perfectas para mi mamá.
—Bueno, ¿qué puedo decir? —preguntó.
Ella caminó hacia el refrigerador en el lado opuesto del cuarto y giró alrededor
hasta encontrar el contenedor con todas las rosas. Lo cargó hasta su estación de
trabajo.
—Soy una chica simple —dijo, jalando las rosas—. Arreglaré un gordo y gran
ramo con docenas de diferentes flores si quieres, pero prefiero los pequeños, más
ordenados.
Mark, escuchó fascinado.
—De hecho he estado pensando mucho sobre eso —continuó, cortando un
trozo sano de cada tallo.
—¿Por qué los cortas en ese ángulo? —preguntó Mark.
Ella miró hacia las tijeras y luego a él.
—Ayuda a que beban el agua más fácilmente.
Él sonrió.
—¿Así que a qué conclusión llegaste?
—Necesito orden —dijo ella—. Pienso que eso es lo que es. Necesito algo fácil
de digerir. Fácil de entender. —Agitó su mano alrededor—. ¿Ves todo esto?
Ridículo.
Mark siguió su mano mientras ella la agitaba sobre la docena de ramos
ordenados atrás del mostrador.
—¿Hiciste esos también?
—Sí, y son ridículos. Son como pequeños niños que han tenido mucho dulce.
Por todo el lugar. Tengo muchas ganas de tomar la mitad de las flores de cada
arreglo.
—Pero a tus clientes les encantan —señaló Mark.
—Lo sé. Y es por eso que los hago así —dijo—. Pero esto… —Señaló un
arreglo que estaba a la derecha de Mark—… esto es un millón de veces mejor que
esos otros. Es tranquilo. Tiene sentido. No hay flores compitiendo por la atención
porque todas son las mismas.
Estuvieron en silencio por un momento.
—¿Para quién son esas? —preguntó Mark suavemente.
Cadence sacudió su cabeza.
—No lo sé. Para la Sra. Christensen, creo.
—Tú mencionaste un orden —dijo él—. Pero eres un desastre en casa.
Ella sonrió.
—Lo sé. Y tal vez es por eso que ansío tanto el orden. Estoy saliendo contigo,
después de todo.
Él soltó una risita.
—Cierto.
Ella terminó de cortar las rosas y arrancar las hojas antes de disponerlas en un
jarrón rechoncho cuadrado.
—Me gustan esas rosas porque me recuerdan el sol —dijo ella.
—Definitivamente lo hacen —observó Mark.
Ella escogió anaranjado, rosa, amarillo, y rosas moradas, empacándolas
ajustadamente así no habría agujeros. Eso fue lo que ella dijo. Agujeros. Cuando
terminó el ramo parecía un hongo de flores cubierto mientras que la tapa y el vaso
servían como tallo. Sin duda era limpio y ordenado, pero sin duda no era
controlado. Los colores estallaban y encantaban, y él se dio cuenta que tenía
perfecto sentido. Ella era este arreglo: pequeña, acurrucada y pletórica. Una
pequeña bola de brillo y energía. Pensó que si apagaban las luces, el ramo podría
brillar. Justo como ella.
Ella miró a Mark.
—¿Qué opinas? Es simple, lo sé, ¿pero crees que a tu mamá le gustara?
—Creo que ella lo amará —dijo—. ¿Son las rosas tus flores favoritas?
—Sonará cliché, pero sí. Y no porque se hallan vuelto el símbolo básico para
los cumpleaños y el día de San Valentín y los días «Lo siento». Ni siquiera es acerca
de las flores reales tanto como el modo en que se organizan en un jarrón. Son, sin
duda, la flor más bonita en un arreglo porque están llenas de forma. También de
textura. Espera.
Ella se apresuró hacia el mismo refrigerador y tomo un puñado de flores de
tallo largo. Camino de regreso al mostrador.
—Mira estas —dijo ella. Acunando en el hueco de su brazo unos lirios cala.
Había cinco de esas.
—¿Ves cómo estas no se lucirían en un florero? Quiero decir, la gente las
pondría en un florero, pero no pertenecen ahí. No pertenecen a ningún arreglo.
Pertenecen justo así, en tus brazos, tal vez con un moño atado alrededor de ellas.
Él las observó cuidadosamente, la manera en que ella acunaba las flores
gentilmente, hablando de ellas como si pensara que tenían sentimientos y derechos.
Sus ojos se ancharon cuando ella verbalizo sus pensamientos.
—Tienen el derecho de ser así. Libres de un florero. Por su cuenta. Mira esta
flor, Mark. Esta flor no se debería compartir con nadie.
—Esa flor es increíble —dijo Mark,
Cadence se echó a reír.
—No me digas. Increíble, es totalmente lirios cala. Quiero decir, mira estas
cosas. Altivas. Elegantes. Hermosas.
—¿Y tú?
—Bueno, eso ya lo sabes. Yo soy una atrofiada rosa con mucho color. Yo creo
que trabajo mejor en un jarrón. Me gusta compartir.
—Yo tomaría la atrofiada rosa cualquier día —dijo suavemente—. Y me
gustan todos tus colores. Mi vida era bastante aburrida hasta que llegaste tú.
Ella sonrió.
—¿Qué clase de flor soy yo? —preguntó él.
—Oh, tú no puedes ser una flor. No eres delicado —dijo. Volvió al refrigerador
y coloco los lirios cala en su cubo.
Él sonrió.
—Solo has hecho un arreglo. ¿No te meterás en problemas con Millie?
—Nop. Esa era la última del día —dijo ella.
—La recogeré mañana —dijo, señalando el jarrón de rosas.
—No te veré. Es mi día libre.
—Pero estarás en casa cuando regrese de trabajar, ¿verdad? —preguntó.
Tendría el ramo con él, dispuesto a dárselo a ella. Flores y una explicación. Bueno,
más como una revelación.
Ella asintió.
—Está bien, chica flor —Se empujó hacia abajo del mostrador y besándola en
la frente—. Te veré en casa.
—Te amo —dijo ella.
Él la miró por un momento, preguntándose si todavía se sentiría de esa manera
mañana por la noche.
—Te amo, Cadence. —Y luego el añadió—: Cariño. —Y ella enterró su cara
entre sus manos, riendo.
Ese sonido. Lo escuchó mucho después de haber dejado la tienda, haciendo
eco entre las flores fragantes, engañándolo haciéndolo creer que ellas se reían con
ella. Era un dulce sonido, un sonido que él sabía que extrañaría en los siguientes
días. Ella no lo perdonaría tan fácilmente por mantener su secreto, y temía la
ausencia de su risa. Esa canción se ajustaba perfecta a su ritmo. Su canción. ¿Cómo
podría aferrarse a ello? ¿A ella? Él ya había hecho su decisión. No había cambio de
parecer. Tenía que decirle, y tendría que orar para que aceptara su secreto, lo
perdonara, y siguiera cantando.
14
Descubrimiento
Traducido por Yoko // Corregido por Isane33

—S
oy una buena esposita —bromeó Cadence consigo misma
mientras llevaba el cesto de la lavandería al dormitorio. Por
primera vez, se encargó de apartar la ropa de Mark, y añadió—:
Excepto que no soy una esposa. Y tampoco una tan buena.
Abrió el cajón de Mark y empezó a meter allí los calcetines limpios. Se detuvo
y echó una miradita dentro, notando que a varios calcetines les faltaba su pareja.
En realidad, el cajón era un desastre. Nada típico de Mark el no tener sus cosas
ordenadas.
—Quizá tenga que dejarlo estar así —dijo—. Dejar que viva al límite un
tiempo.
Estalló en carcajadas. Y luego sacó el cajón completamente y vació su
contenido sobre la cama. Sentía que todavía se lo debía a Mark por dejar por ahí
vasos medio vacíos, aunque había mejorado mucho en recoger sus cosas.
Le echó un vistazo a la cama, luego se puso a trabajar en emparejar y organizar
sus calcetines. Cantó para sus adentros mientras trabajaba, ajena a la cajita gris que
estaba escondida debajo de un par de calcetines de rombos azules y verdes. Se
quedó de piedra cuando la vio. ¿Su reacción inmediata? ¡Él va a proponerse! Pero
luego la recogió y se dio cuenta de que no era una caja de anillo en absoluto. Era
demasiado grande.
Apartó sus calcetines y se sentó en la cama, todavía sosteniendo la misteriosa
caja. Sabía lo que tenía que hacer: meter la caja en sus calcetines y olvidarlo todo.
Sabía lo que quería hacer: abrir la maldita cosa de inmediato. Estaba dividida,
sintiéndose culpable por siquiera pensar en fisgar en sus cosas, pero desesperada por
saber qué estaba escondiendo él.
—Injusto —dijo en voz alta, volviendo a poner la caja en su cajón. Siguió
emparejando y doblando calcetines, mirando de vez en cuando la caja. Se dijo a sí
misma que solo estaba asegurándose de que todavía estaba ahí, pero secretamente
deseaba que se abriera por sí sola. Permaneció cerrada, escondiéndole sus secretos.
—No me importa —dijo, poniendo los calcetines en el cajón de acuerdo a sus
colores.
Pero sí que le importaba. Le importaba mucho y, cuando todo el trabajo con
los calcetines estaba hecho, se puso de pie, cerniéndose sobre el cajón, pensando en
su siguiente movimiento. Tenía dos opciones: volver a poner el cajón en la cajonera
y olvidar lo que vio, o abrir la caja y nunca mencionar lo que había averiguado.
Elecciones.
Se mordió las uñas.
Elecciones.
Recogió el cajón.
Elecciones.
Volvió a poner el cajón sobre la cama.
Elecciones.
Abrió la caja.
***
Cadence extendió su mano, los anillos ocupaban su palma. Absurdamente,
pensó que le estaba ofreciendo algo a él, o dándole un regalo. Él no estiró la mano
para cogerlos. Se quedó de piedra.
—Estabas casado —susurró.
Él la miró fijo, con un ramo de brillantes rosas en la mano. Ella ni siquiera lo
notó. Pero, ¿por qué lo notaría?
—Tú… tenías una esposa. ¿Ves? —Sacó la única foto de la caja con su otra
mano y la sostuvo en el aire. Se sintió estúpida, mostrándole a su esposa, como si él
no recordase que tenía una. Pero levantó la foto de todos modos porque en verdad
no se trataba de él. Se trataba de ella intentando darle sentido a su descubrimiento,
y repitió—: Tenías una esposa.
—Sí.
Ésta no era la forma en que suponía que iba a ir. Él tenía un plan. Iba a darle el
ramo, a decirle lo mucho que la amaba, y luego revelarle su pasado lenta y
cuidadosamente. Con las condiciones de él.
—¿Por qué?
Actitud defensiva al instante.
—Por qué ¿qué? ¿Por qué tenía una esposa? ¿Por qué nunca te lo dije? Por qué
¿qué? Sé específica —ladró.
Cadence dejó caer los anillos y la foto en la mesa del café.
—No me hables así —advirtió—. No tienes derecho a estar enfadado porque te
pregunte acerca de estos anillos y esta foto. Ahora, ¿por qué nunca me lo constaste?
—Porque no hablo de ella. No puedo.
—Pero yo estoy en una relación contigo.
—¿Y?
Cadence se encogió. Él no quiso que esa pregunta sonase tan fría. Estaba
enfadado, pero no con ella. Estaba enfadado consigo mismo por guardar tanto
tiempo el secreto, engañándose a sí mismo al creer que ella nunca lo descubriría. Se
sentía estúpido, y esa estupidez hizo crecer su furia.
Se frotó el rostro. Se preparó para el partido de gritos. Conocía a Cadence
demasiado bien. Ahora estaba tranquila, pero esa calma no duraría mucho.
—Es mucho, Mark. Tenías una esposa…
—¡Deja de decir «tenías»! ¡Deja de hablar de ella en pasado! —Puso el ramo
sobre la mesa del comedor.
—¿Todavía estás casado? —preguntó Cadence, horrorizada. Oyó su corazón
latirle en los oídos.
—No.
—Entonces tenías una esposa.
—Sí, Cadence. Tenía una esposa. ¿Ahora hemos terminado con este tema?
Sabía que estaba diciendo lo incorrecto, pero no podía detenerse. Solo podía
pensar en: No con mis condiciones. No con mis condiciones.
—¿Qué demonios? No, ¡no hemos terminado con el tema!
Él respiró hondo.
—Iba a decírtelo hoy.
—¡Já! ¿De verdad esperas que me crea eso?
Él la miró fija e impasiblemente.
—Estabas casado, y hablaremos de ello.
—Yo… no puedo.
—¡Deja de ser injusto conmigo! Soy tu novia, ¡y me has estado escondiendo
esto durante más de un año! Merezco saber acerca de tu pasado. ¡He compartido el
mío contigo!
—¿Tu pasado? —Se rió burlonamente—. ¿Tienes un pasado?
—¡Que te den! ¡Soy una persona! Tengo sentimientos y tengo un pasado, ¡y
deja de hacerme sentir como si mis experiencias no fueran importantes!
—¡No son importantes! —rugió—. ¡No comparadas con las mías! ¡Tienes
diecinueve años, por el amor de Cristo! ¿Qué diablos sabes tú sobre un pasado?
¿Sobre experiencias?
Cadence retrocedió, estupefacta. Las lágrimas se le formaron en los rabillos de
los ojos.
—¿Por qué crees que fui tras de ti, eh? ¿Por qué crees que quería hacerte mía?
¿Porque eres complicada? ¿Porque eres experimentada? No, Cadence. ¡Me enamoré
de tu falta de historia! Me enamoré de ti porque eres totalmente nueva y brillante.
Una página en blanco. Fácil.
—¡Detente! —gritó Cadence—. ¿Por qué estás siendo tan cruel conmigo? —Se
limpió las lágrimas que bajaban por sus mejillas.
—Tú querías hablar de ello…
—¡No de mí! —gritó—. ¡De tu mujer!
—¡Mi mujer está muerta! ¡¿De acuerdo?!
Cadence jadeó.
—Murió a los tres años de casarnos —dijo suavemente Mark.
—Oh, Dios mío.
—No. Dios se tomó ese día libre —dijo Mark.
Silencio.
—Tienes que decirme qué pasó —dijo finalmente Cadence.
—Tuvo una hemorragia durante el parto.
Cadence levantó la mirada.
—¿Qué?
—Cuando tienes una hemorragia…
—Sé lo que es tener una hemorragia. —Momentos de claridad. Poco a poco,
como la luz abriéndose camino por las grietas. La esposa de Mark murió dando a
luz. Mark no quería hijos. Llamó parásito a un bebé.
—Eso nació muerto. Y decidió llevarse a su madre consigo. —No era su
intención decirlo así, pero el rencor impregnaba su corazón. Tan nuevo y puro
como el día en que la perdió.
Cadence se puso de pie.
—No sé qué se supone que debo decir.
—No quiero que digas nada. Pero ahora lo sabes. Tenía una esposa. Y ahora
no.
—Lo siento —susurró Cadence, dejando colgar su cabeza—. Lo entiendo.
Mark resopló con desdén. Ella lo entendía. ¿Qué demonios entendía? Muy bien,
Cadence. Lo entiendes.
Cadence levantó bruscamente la cabeza por el sonido de su risa amarga.
—Quise decir que entiendo por qué reaccionaste como reaccionaste por mi
susto del embarazo. Y por qué dijiste eso de los bebés. Ahora lo entiendo.
—¿En serio?
Cadence asintió.
A pesar de sus esfuerzos para suprimirlo, el rencor se retorció en su corazón y
lo afeó. Ella no entendía una mierda. Pero estaba a punto de hacerlo.
—Oh, no creo que lo entiendas. De acuerdo. Déjame explicarlo. Soy un jodido
imbécil. No me parece lindo ni adorable cuando veo a un bebé. Veo a un parásito.
Algo que se alimenta de su madre… de su portadora. Sin la portadora, no puede
sobrevivir. Se alimenta. Ordena. Drena. Y, en algunos casos, mata.
—No estás siendo justo —dijo Cadence.
—Déjalo, Cadence. No me hables sobre justicia. Ésta es mi experiencia. ¿No
estabas llorando porque tus experiencias eran válidas e importantes? Bueno, las
mías también.
—No estoy diciendo que no pasaste por algo horrible.
—Bien. Me alegra que lo entiendas.
—Pero estás enfadado.
—Sí, ahora mismo, sí. No quiero hablar de esto.
—¡Acabas de decir que ibas a contármelo esta noche!
Mark se frotó la frente.
—Así. No quiero hablar de esto así.
—Oh, ya veo. No querías que descubriera esto por mi cuenta. —Cadence
echaba humo—. Entonces, ¿está bien que me lances insultos porque lo descubrí yo
primero?
—¿Qué insultos? —preguntó Mark.
—¡Decirme que no tengo un pasado! ¡Que no hay realmente nada ahí! Que mi
juventud invalida cualquier experiencia. ¡Eso es mentira! —gritó Cadence.
Mark suspiró.
—No pretendía decirlo así. Yo…
—Debiste decirme que estabas casado —interrumpió Cadence—. Debiste
habérmelo dicho desde el principio.
—¿Por qué?
—¡Porque eso es lo que haces cuando estás en una relación! ¡Cuentas tu
historia!
—¿Las reglas de quién son ésas?
Cadence parpadeó.
—Tengo todo el derecho a no contar mi pasado.
—¡Y una mierda! ¡Me afecta a MÍ! ¿Te das cuenta de lo estúpida que me siento
ahora? ¿Haciendo la cena para tu maldito amigo, que se sentaba frente a mí en el
otro lado de la mesa, y que sabía todo de tu esposa y no dijo ni una palabra?
¿Yendo a la iglesia contigo y tu mamá como una pequeña familia feliz? ¡Dios! ¡Ni
ella me lo dijo! ¡Nadie me lo dijo! ¿Por qué? ¡Merecía saberlo!
—Cadence…
—¡Me hiciste parecer una maldita idiota!
Mark se quedó en silencio durante un momento.
—Lo siento. Lo siento mucho, Cadence. No puedo… apenas puedo decir su
nombre en voz alta.
—¡Exacto! ¡Ella es una parte ENORME de ti y de tu pasado!
—Lo era —dijo finalmente.
—Todavía lo es —argumentó Cadence—. Mira lo enfadado que estás.
—En su mayoría estoy enfadado porque husmeaste entre mis cosas —mintió—
. Esa caja estaba enterrada.
—¡Mentira! No estás molesto porque yo encontrase esos anillos. Estás molesto
con tu vida. Que no resultó ser de la forma en la que querías.
Mark la miró fijamente. ¿Qué significaba eso?
—Me gusta mi vida —replicó—. Me encanta mi vida, en realidad.
—Mentira.
Cadence sintió hormigueo en la punta de sus dedos, ese dolor que señalaba la
peor clase de miedo y traición. Era peor que el miedo que sintió cuando se sentó en
el suelo del baño y lloró después de que Mark rompiera con ella. Sí, el miedo y la
furia estaba enraizado en su secreto, pero la mayoría de ello en las palabras que le
había dicho a ella, y en su significado: No tienes pasado. Eres nueva y brillante. Una
página en blanco. Fácil.
No tienes importancia.
Ya no estaba llorando. No sentía nada más que miedo.
—¿Cadence? —oyó a lo lejos.
Levantó la mirada hacia Mark. Estaba a meros centímetros de ella. ¿Por qué su
voz sonaba tan alejada? Y ahí fue cuando se dio cuenta de qué estaba pasando. En
esos pocos segundos, la pared se erigió de golpe. Una división grande y genial. Y
estaba demasiado cansada para empezar a derribarla ahora.
—¿Cadence?
—Necesito irme a pensar —dijo ausentemente. Pasó a su lado para ir al
dormitorio. Él la siguió.
—Responderé cualquier pregunta que tengas —dijo él, observándola subirse a
la cama. Él también sintió la pared, y quería derribarla de inmediato.
—No tengo ninguna. —Lo miró, perpleja.
—Eso es imposible —replicó—. Eres la persona con más curiosidad que
conozco.
Ella negó con la cabeza.
—No tengo ninguna.
Sintió su necesidad de estar sola, así que se fue del dormitorio, cerrando la
puerta suavemente detrás de él. Presionó la oreja contra la puerta y escuchó.
Volvería a entrar si la oía llorar.
Nunca la oyó llorar. Solo oyó su vocecilla repetir las mismas palabras una y
otra vez.
—Soy importante. Soy importante. Soy importante…
No pudo soportarlo y entró atropelladamente por la puerta. Subió a la cama
junto a Cadence y la tomó en sus brazos. Ella no se resistió, pero tampoco le
respondió.
—Sí, Cadence. Lo eres. Nunca quise hacerte sentir como si no lo fueras. Dije
esas palabras crueles porque estaba enfadado. No contigo. Todavía estoy enfadado
por todo lo que pasó. —Se detuvo para observar su reacción, pero se quedó en
silencio—. Eres la persona más importante para mí. Tu vida. Tu pasado, presente y
futuro… son todos importantes para mí. Importan.
—De acuerdo.
—Podemos hablar de ello. Te contaré todo lo que quieras saber de Andy.
Cadence se tensó. Era la primera vez que dijo su nombre.
—Solo estoy cansada —replicó—. ¿Quizá mañana?
—De acuerdo. —Le besó el hombro y esperó a que se durmiera en sus brazos.
Usualmente lo hacía. Pero no esta vez. Se apartó de él, le dio la espalda y abrazó el
costado de la cama.
15
Cambiándolo
Traducido por Eglasi & Isane33 // Corregido por Rincone

—H
icimos todo lo que pudimos…
Mark parpadeó, tratando de enfocarse. Trató de concentrarse
en las palabras del doctor. Vio sus labios moverse pero no escuchaba
nada. No había ningún sonido. Solo había una mirada de preocupación y derrota. El doctor
estaba derrotado. Había perdido la batalla y ahora Mark se quedaba para limpiar las cenizas.
—… Altamente irregular…
Él no sabía cómo limpiar después de una batalla. Nunca antes había hecho esto. Incluso
cuando su padre enfermó, todos estaban preparados para eso. Al cáncer no le tomaría mucho.
El doctor dijo que tenía tres meses. Y casi fue a los tres meses cuando su padre murió. Todos
estaban listos. Los planes estaban hechos. Limpiarlo era lo mínimo.
—… necesitas saber que cuando quieres verla…
Mark miró la boca del doctor, aturdido. Bien podría haber repetido «sandía, sandía,
sandía» una y otra vez y era todo lo que Mark entendía de las palabras del doctor.
Había terminado. No tenía sentido. Su mundo había desaparecido y él estalló en
carcajadas.
Su madre se asustó.
—Mark, ¿cariño?
Mark apuntó al doctor.
—Mi esposa está muerta y ¡él sigue diciendo sandía!
Rugió una carcajada espantosamente alta. Reverberó en el lobby del hospital y una
enfermera fue llamada. Era demasiada conmoción. Necesitaba ser tranquilizado.
—Mark… —Su madre lloró suavemente mientras le acariciaba el brazo.
—¿Qué es gracioso —dijo, luego colapsó en una silla que había sido llevada al lobby
para él—. Tu esposa murió. Sandía. Tu esposa murió. Sandía. Tu esposa murió. San...
***
—¡Mark! —gritó Cadence, sacudiéndolo.
Él se quitó las sábanas y se sentó en la cama, limpiando su cara. Estaba
llorando.
—Es… estabas hablando dormido —susurró Cadence.
—Jesús. —Jadeó. Se bajó de la cama y caminó hacia el baño. Cerró la puerta
suavemente y se sentó en el borde de la bañera, acunando su rostro en sus manos.
Las lágrimas seguían humedeciéndolo y no las podía detener.
Escuchó un suave toque en la puerta.
—Salgo en un minuto —susurró. Ella de todos modos entró y se sentó a su
lado—. Solo fue un mal sueño —dijo, limpiando sus ojos con el dorso de la mano.
Cadence asintió. Empujó su camisa sobre sus rodillas para combatir el
escalofrío en el baño. Ella siempre estaba jalando sus camisas, se dio cuenta.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó ella tentativamente. Mark se encogió de
hombros—. Podría ayudar —ofreció.
Él tomó una respiración profunda.
—Me casé a los veintitrés años. —Empezó—. Sé que es algo joven para los
estándares de ahora pero después de que mi padre murió, no estaba interesado en
jugar en el campo. Quería encontrar a alguien que me amara tanto como yo la
amara a ella, construir un hogar y una vida juntos. —Cadence escuchó
atentamente—. Andy había ido a la universidad conmigo. Formaba parte de mi
grupo de amigos, Dylan incluido, y estuvimos saliendo cerca de un año antes de
que algo romántico sucediera. Cuando supe que la amaba y que quería pasar el
resto de mi vida con ella, no dudé. Estaba trabajando. Ahorré un poco de dinero y
lo gasté en un anillo. —Cadence asintió—. No me arrepentía. Me quedé en
bancarrota después pero no me importó. Le hubiera comprado un millón de anillos
si hubiera podido. —Mark se detuvo por un momento—. Hicimos todo lo que una
pareja hace cuando está en bancarrota. Vivimos en un pequeño apartamento
después de graduarnos…
—¿Este apartamento? —preguntó Cadence. ¡Oh Dios mío! ¿Estaba durmiendo
en su cama? ¿Estaba haciendo el amor con Mark justo donde Andy había dormido
y había hecho el amor con él?
—No, Cadence. Me mudé después de que ella murió. —Cadence se relajó un
poco—. Terminé trabajando enseñando. Ella trabajaba como secretaria. Nuestras
vidas no eran especiales, bueno, para el resto del mundo. Éramos ordinarios.
Quizás un poco aburridos. Pero nosotros pensábamos que teníamos una vida
emocionante. Porque nos teníamos uno al otro.
Cadence evitó sus ojos. Entre más hablaba, más lejos se sentía de él. Y lo que
más sentía era su corazón roto, todavía anhelando a otra mujer.
»El embarazo fue un accidente. Su control de natalidad decidió dejar de
funcionar. No estábamos siendo irresponsables. Solo fue uno de esos inexplicables
eventos. Así que lo tomamos como una señal de que se suponía que debíamos tener
un hijo. —Se detuvo—. Bueno, ella lo tomó como una señal. A mí en cambio algo
no terminaba de cuadrarme.
Silencio.
»El embarazo fue genial. Convertimos la habitación de invitados en un cuarto
de niño. Todo estaba listo. Cuando estuvo en labor de parto, todo era normal. El
procedimiento estuvo bien hasta el final. Supe que algo estaba mal cuando el doctor
y las enfermeras se susurraban unos a otros. Lo sacaron y se lo llevaron a otro lado.
Y luego hubo ese momento de completo silencio y tranquilidad.
Se detuvo, pensando.
»Como si todo se moviera en cámara lenta. Andy me miró y me dijo: «No me
siento bien. Algo está mal» y aquello completó el pánico. La sangre. Estaba
sangrando. Y ellos no pudieron detenerlo. —Cadence lloró silenciosamente,
limpiando sus lágrimas para que él no pudiera verlas.
»Me sacaron de la habitación. Me separaron de ella mientras trataban de
salvarla. Fue inútil. Murió bastante rápido. Después aprendí que sangrar es como si
te introdujeran en un sueño REM. Realmente no duele. Solo te sientes
extremadamente cansado y luego todo se detiene. —Se detuvo—. Bueno,
obviamente tus ojos no se mueven.
Más silencio.
Cadence miró a Mark. Sus ojos estaban hinchados e inyectados en sangre. Y
vacíos.
—Esa mañana, éramos dos cuando teníamos que ser tres. Al final, fui el único
que salió de allí.
—Lo siento—susurró Cadence.
Ella se sentía mal del corazón por la inhabilidad de compartimentar sus
emociones. Ahora eran demasiado, y se arremolinaban juntas en un fantástico y
oscuro desastre: ira de que le mantuviera eso en secreto, tristeza por su pérdida, su
corazón roto por las crueles palabras durante su pelea. No podía darles sentido o
qué se suponía que debía hacer con ellas. ¿Consolarlo o dejarlo? Pero, ¿qué hay
acerca de su propio consuelo? Él la había humillado, la había hecho sentir estúpida
y sin importancia y eso no lo podía olvidar. Tampoco podía salir del baño y dejarlo
solo sufriendo su pena. Estaba estancada y se dio cuenta que tenía que ser una
buena novia esta noche. No sabía lo que pasaría mañana pero esta noche le daría lo
que él necesitara.
—Debí decirte que estuve casado —dijo Mark después de un tiempo—. Pero
nunca pude encontrar el momento correcto. Y no quería revivir ese momento otra
vez. Lo hago lo suficiente en mis sueños.
—Lo entiendo.
Él la miró por primera vez desde que entró al baño.
—Lamento minimizar tu vida y tu pasado. —Cadence sacudió su cabeza—.
Dije esas cosas por la ira y no las creo. No podía creer lo que hacía cuando las dije.
—Está bien.
—Hablo en serio, Cadence. Me enamoré de ti por muchas razones. Haces que
mi corazón sienta. Trajiste alegría a mi vida. Eso nunca fue una principal atracción
para mí, aunque cuando te vi en esa carretera aquella tarde, supe que debía tenerte.
Era un sentimiento de desesperación que no había tenido en mucho tiempo. Fui a
casa esa tarde determinado a encontrarte. Sabía que nadie más en el mundo podría
ser capaz de sanar mi corazón. Tenías que se tú.
Cadence escuchó sus palabras y trató de meterlas en su corazón pero seguían
estando lejos. Todo lo que podía pensar era en sus palabras previas. Palabras como
«sin historia», «hoja en blanco» y «fácil». Una chica que no significaba nada. Dócil
y maleable. Fácil de amar. Fácil de entrenar. Fácil de doblar y romper. Esas eran
las palabras que realmente tenía atascadas en el corazón y no lo podría olvidar
pronto.
Sin embargo, esa noche, llevó a Mark a la cama e hizo lo que pudo para aliviar
su dolor. Era algo que podía darle porque ella ya había alejado su corazón. Él no lo
sabía todavía, pero lo haría.
Eventualmente.
***
A la mañana siguiente, Cadence no mencionó a Andy. Mark le preguntó si
quería hablar más de ella pero Cadence sacudió su cabeza, diciendo suavemente:
—El pasado, pasado está. —Mark estuvo sorprendido por aquello. Nada de
eso reflejaba a la mujer que conocía. Cadence era curiosa por todo.
Ella no había sonado enojada o herida, sin embargo. No había sonado de
ninguna forma. Solo se sentó en la mesa sirviéndose cereal y comiendo, expresando
emociones de una forma mecánica. Él la sentía indiferente. Deseaba que le gritara.
—Esta noche iré donde Carrie para trabajar en nuestra tarea de inglés —dijo
Cadence después de un momento—. Pensé en quedarme a pasar la noche con ella.
—¿Oh?
—Quiero decir, si no te importa.
Mark estudió su rostro. Estaba en blanco.
—No me importa en lo absoluto. No es como si necesitaras mi permiso.
—Bueno, lo sé. Solo quiero estar segura de que no te importará.
—No lo hace.
—Está bien.
Silencio.
—¿Sigues queriendo ir con Dylan y Jon este fin de semana al festival de
música?
Cadence lo pensó por un momento.
—Probablemente solo deberías ir tú. De todos modos no encajo con ellos.
Saldré con Carrie y Michael.
—¿Oh?
—Sí. Hay descuento en el cine del campus. Creo que iremos a ver una película.
Mark asintió.
—Creí que habías encajado bien —dijo él después de un momento.
Cadence resopló.
—No realmente.
Ella tomó su tazón vacío, lo llevó al fregadero y lo enjuagó. Lo colocó en el
lavavajillas, luego saltó cuando sintió a Mark detrás de ella. La giró y sostuvo su
rostro.
—Creo que encajas perfectamente —dijo suavemente, luego besó sus labios.
Se lo permitió, aunque su mente la llevó lejos. Como si le gritara «¡No
perteneces aquí! ¡Nunca lo has hecho!»
Y ella empezaba a creérselo.

***

—¿Casado? —Sopló Avery. Estaba a punto de probar su café cuando decidió


sentarse nuevamente en la mesa.
—Sí —respondió Cadence. Tomó una respiración profunda y luego ató su
cabello en una cola de caballo. Se apretó más su suéter. ¿Por qué esta cafetería
estaba tan malditamente fría?
—Esto es, quiero decir, monumental —dijo Avery. Miró cuidadosamente a
Cadence—. ¿Cómo lo estás llevando?
—Bien. Se disculpó por no decírmelo y todo está bien.
Avery puso los ojos en blanco.
—Dame un respiro, ¿quieres? Realmente, ¿cómo lo estás llevando?
Cadence se frotó la frente.
—Puedo dejar pasar la cuestión de la esposa. Puedo hacerlo. Es decir, fue una
enorme y gorda mentira y me siento como idiota pero creo que puedo perdonarlo
por eso. Y es terrible lo que le pasó a ella. Me siento muy mal por Mark.
Avery asintió.
—Pero me dijo cosas que no me puedo quitarme de la cabeza. Y creo que son
verdades sobre mí que no se suponía que tendrían que haber salido, pero estaba
enojado, así que salieron. Dijo que no creía en ellas, pero no creo que sea verdad.
—¿Qué fue lo que dijo?
Cadence mordió su labio inferior.
—Me dijo que me había perseguido porque era fácil. Me dijo que no tengo una
historia porque soy joven. Que soy una pizarra en blanco. Y que eso era lo que
había querido después de todo lo que pasó con Andy.
Avery quedó con la boca abierta.
—Mierda. Que imbécil.
Cadence se encogió de hombros
—¿Tengo que ir y cantarle las cuarenta?
—No.
—Porque definitivamente lo haría. Iría y le sacaría todo en cara y le haría saber
quién es qué. —Se irguió en su asiento esperando la señal de Cadence.
—Lo aprecio, pero no.
—¿Qué carajos tenía en la cabeza para que pudiera decirte todo eso?
Cadence se retorció en su asiento.
— ¿Es cierto? —espetó.
—¿Huh?
—Lo que él dijo. ¿Es cierto? ¿No soy importante? ¿Realmente no hay nada
para mí porque soy joven con pequeñas experiencias?
—¿Estás hablando en serio? Robaste una tienda de alimentación. Te enviaron a
un reformatorio. Tuviste un romance ilícito con tu profesor. Tu padre te golpeó un
ojo. Huiste de tu casa. Creo que tienes algunas cuantas experiencias —dijo Avery.
—Sí, pero algunas de esas cosas no pasaron cuando el Sr. Connelly empezó a
perseguirme —agregó Cadence.
—¿Qué has dicho?
—¿Huh?
—Dijiste Sr. Connelly.
Cadence abrió los ojos como platos, igual Avery. Las chicas se miraron, en
silencio se comunicaron la gravedad del desliz de Cadence.
—No vayas hacia atrás —susurró Avery.
—Me temo que ya lo he hecho —susurró Cadence—. Y estoy asustada. No
significo nada para él, Avery. Soy solo una chica que puede moldear para ser lo que
quiera.
—Eso no es cierto.
—Es verdad. No soy nada.
—Cadence…
—Tengo clase —dijo Cadence, comprobando la hora en su móvil.
—A la mierda la clase. Te vas a quedar aquí. Estamos hablando —dijo Avery,
agarrándole la mano—. Él es un maldito idiota en este momento, Cadence, pero te
ama. Te ama mucho. No estaría contigo si no creyera que eres especial e
importante. No es ese tipo de persona.
Cadence asintió. Sentía que había estado haciéndolo mucho últimamente.
Asentir. Estar de acuerdo en silencio. No creía nada de lo que la gente le decía
últimamente, pero asentía con la cabeza para que creyeran que era así.
Observó los labios de Avery moverse. Era como si Avery estuviera
alimentando a la fuerza su ánimo, pero sabía amargo y le daba ganas de vomitar.
Pero ella seguía asintiendo. Incluso arrugó la frente en un momento para que se
viera como si realmente estuviera escuchando. Absorbiendo y pensando. Dejó que
Avery le hablara toda la tarde hasta que tuvo que irse a trabajar. Fue un alivio
inmediato levantarse de la mesa. Fue un alivio cuando se subió en su coche y se
dirigió a Millie’s con la radio a todo volumen. No estaba familiarizada con la
canción, pero sirvió como distracción. Tomaría lo que podía conseguir.
***
—Pareces un poco cansado —dijo Drew. Estaba parada en la puerta del aula
de Mark, con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza ladeada con
curiosidad.
—¿De verdad? —respondió, borrando su pizarra.
—Sí. Como si no hubieras dormido mucho anoche. ¿Todo bien? —Ella entró
en el aula y se sentó en una de las mesas de los estudiantes.
—Excelente —respondió.
Ella no dijo nada mientras lo observaba empacar su bolsa. Él la miró y se
encogió de hombros.
—¿Quieres probar otra vez? —preguntó Drew, metiéndose el cabello detrás de
la oreja.
Mark lo pensó por un momento. Si le decía que tuvo una pelea con su novia,
ella probablemente dejaría de venir a su aula después del trabajo para charlar.
Podría funcionar en su beneficio. Aunque, podría fisgonear más, y no había forma
de que le revelara los detalles de su discusión. Tendría que mentir, y no quería
esforzarse en ello.
—Tengo dificultades para dormir por la noche —dijo.
—¿Tomas medicamentos? —preguntó.
—Trato de no hacerlo. No me gusta tomar medicamentos —respondió. Se
colgó la bolsa en el hombro.
—De verdad quieres salir pitando de aquí después de tu última clase, ¿eh? —
preguntó.
Él sonrió y asintió con la cabeza.
—¿Y a dónde vas con tanta prisa?
Casi dijo: «A casa con mi novia», pero sabía que Cadence no estaría allí. Iba a
pasar la noche con Carrie.
—A casa —dijo en su lugar.
—¿Eres uno de esos tipos hogareños? —preguntó Drew.
—Algo así —respondió.
—Bueno, entonces realmente necesito llevarte a tomar un trago —dijo.
Mark negó con la cabeza.
—No bebo —mintió.
Drew entrecerró los ojos.
—Sí, sí bebes.
¡Solo dile que tienes novia! gritó su cerebro. Pero no pudo. Haría preguntas que él
no quería contestar.
—¿Hay una mujer en casa? —preguntó Drew.
Mark suspiró.
—Sí.
—¿Y están peleando?
Levantó el rostro rápidamente. ¿Era tan obvio?
—Eso responde la pregunta —dijo Drew. Lo miró—. Vamos. Te voy a
comprar ese trago, y puedes contarme todo sobre la pelea.
No. No, no, no.
—Completamente platónico —añadió ella, y se lamió los labios.
Mentira.
—No soy bueno compartiendo mis problemas —dijo Mark.
—Puedo notarlo —respondió Drew sin inmutarse—. Pero podrías necesitar el
consejo de otra mujer, ¿no? Soy muy buena dando consejos.
Él juró que escuchó la traducción: «Soy muy buena dando mamadas».
—No hace falta —dijo Mark. Caminó con ella fuera de la habitación.
—¡POR DIOS! ¡No voy a aceptar un «no» por respuesta! Te ves fatal. Estás
peleando con tu mujer, y tienes a alguien aquí que quiere ayudarte —dijo Drew.
Quieres destruirme, pensó Mark.
—Un trago, Mark. Quiero decir, cielos. No te des tantos aires. No eres tan
guapo.
Él la miró con atención.
—Uno.
***
Cadence abrió la puerta del apartamento lentamente. Se sentía como si
estuviera a escondidas, y tal vez lo estaba.
No quería que Mark la viera o la escuchara, aunque sabía que era imposible.
Su apartamento no tenía más que 400 metros cuadrados. No había muchos lugares
donde alguien pudiera pasar desapercibido. Pero él no estaba en casa.
Eso era extraño. Mark estaba siempre en casa a esta hora.
Lanzó sus bolsas en el sofá y se dirigió al baño. Abrió el grifo la ducha y luego
saltó cuando oyó la puerta delantera abrirse. Se desnudó tan rápido como pudo y se
metió en la ducha. Mark entró justo cuando ella cerraba la cortina.
—¿Dónde has estado todo el fin de semana? —preguntó. Trató
desesperadamente de controlar su temperamento.
—Me quedé con Carrie. ¿No recibiste mi mensaje de texto?
—¿Qué mensaje? —respondió.
No hubo ningún mensaje de texto. Estaba mintiendo. Quería, necesitaba,
mantenerse alejada de la casa durante el fin de semana, y no quiso decírselo.
Quería asustarlo. Y funcionó.
—¡Dime dónde estabas, Cadence! —gritó inesperadamente—. ¡Estaba muy
preocupado! —Abrió la cortina de la ducha y la miró—. ¿Tienes alguna idea de
dónde estaba hace un momento?
Ella negó con la cabeza.
—¡Estaba conduciendo por toda la ciudad buscándote! ¡Cristo! ¡No tenía ni
idea de dónde estabas! ¡Te llamé un millón de veces! ¡Incluso miré entre tus cosas
con la esperanza de encontrar el número de Carrie!
Cadence se enjuagaba con calma el champú del cabello. De ninguna forma se
disculparía por preocuparlo. Se lo merecía.
—No deberías revisar mis cosas —dijo—. ¿Recuerdas que te enojaste conmigo
por revisar las tuyas?
Lo miró fijamente con ojos malvados. No con ojos llenos de dolor o tristeza.
Estaban llenos de odio, y traicionaron su secreto: Voy a hacer de tu vida un infierno,
dijeron. Y te lo mereces.
Se echó hacia atrás, aturdido. Y luego cerró la cortina. No podía mirarla por el
temor que evocaba en su corazón. Esa que estaba en la ducha no era Cadence. Era
otra mujer disfrazada de Cadence. Recordó lo que ella le confesó hace mucho
tiempo: cómo se convirtió en su extraño alter ego durante esa discusión con Gracie
en el estacionamiento de la escuela. Él pensó que su alter ego había regresado. Y
tenía una cosa en mente: venganza. ¿No se la merecía? Después de todo, le había
estado ocultando un secreto durante todos estos meses. La engañó. ¿No se merecía
su venganza?
Cadence cerró la ducha y abrió la cortina. Saltó a la vista de él. Pensaba que se
había ido a la sala, pero estaba en el centro del baño, mirándola, contemplando
algo.
—¿Tienes hambre? —preguntó Mark en voz baja.
Ella asintió con la cabeza, envolviendo la toalla alrededor de su cuerpo.
—¿Te gustaría ordenar algo?
—¿Comida china?
—Suena bien. —La vio caminar hacia el lavamanos y agarrar su loción para el
rostro.
Lo hizo todo mecánicamente. Fingiendo. A pesar de que solo un minuto atrás
sus ojos le dijeron en términos inequívocos que ella tenía sed de sangre. Su sangre.
Bueno, su sangre proverbial. Tal vez si solo actuaba normalmente, lo perdonaría
rápido. Tal vez nunca lo perdonaría.
Comieron en silencio. Vieron la televisión en silencio. Se fueron a la cama sin
decirse «buenas noches». Sin beso. Sin acurrucarse. El miedo de Mark crecía
exponencialmente cuanto más tiempo permanecía despierto en la silenciosa
oscuridad de su habitación, escuchando la respiración acompasada de Cadence.
Sabía que su mente lo llevaría de vuelta a ese día en el hospital. Estaba preparado
para ello, la ansiedad se extendía por todo su cuerpo. Trató de luchar contra el
pesado sueño que se avecinaba hacia él, presionando muy suavemente, animándole
a cerrar los ojos y alejarse.
—No seas cruel —murmuró, hundiéndose aún más en la almohada. Y Dios,
no lo fue. No hubo pesadilla de ese día en el hospital. Solo hubo indulto. Y
esperanza.
Un hormigueo eléctrico. Eso fue lo que sintió. Entró a su apartamento y se dirigió
directamente a la habitación, recogió todas las fotos de una chica que se había ido al cielo,
recogió los cachivaches que eran claramente de ella y los colocó en la cama en una gran pila.
Se quedó de pie sobre la cama y examinó los artículos: sus viejas bufandas. Le encantaba
usar bufandas con pantalones vaqueros y botas. El otoño era su estación favorita. Las fotos.
Sus ojos lo miraban, preguntándole qué estaba haciendo. Cuestionando sus motivos. Un
pequeño joyero de cerámica que había conservado desde la infancia. Ella siempre dijo que era
muy feo, pero era el único regalo que le había dado su abuelo. Así que lo conservó y lo apreció.
Diarios. Él los leyó todos los días, escuchaba el sonido de su voz mientras describía el nuevo
trabajo que deseaba, su deseo de tener su propia casa. Un sentimiento. Un arrepentimiento.
Una anécdota divertida. Una oración.
—Tengo que hacerlo, Andy —dijo en voz alta. Esperó su respuesta.
Solo el silencio de una tarde tranquila.
—La vi hoy. Y algo estalló en mi pecho. No he tenido una sensación como esa desde que
me di cuenta de que te amaba —explicó—. Nunca pensé que me sentiría así de nuevo.
Él esperó. Ella permaneció en silencio.
—Es la cosa más pequeña que he visto en mi vida. Demasiado frágil.
Movió las cosas de Andy a un lado y se sentó en la cama.
—No sé cómo voy a encontrarla. No sé si voy a verla de nuevo. Sé su nombre. Solo eso.
Pero estoy seguro de que hay más de una «Cadence Miller» en el mundo.
Cogió una bufanda y la envolvió en su muñeca mientras hablaba.
—Te gusta ese nombre, ¿eh? —preguntó—. A mí sí. —Hizo una pausa—. Cadence.
Me gusta decirlo. Cadence. Es tan pequeña, Andy. Creo que si le agarro la mano con
demasiada fuerza, le rompería los dedos. Nunca he visto a alguien tan pequeño.
Claro que sí los había visto. Se había cruzado con un montón de gente pequeña, pero
ninguno de ellos le importaba, así que los olvidó. Solo la vio a ella. Era todo lo que
importaba.
Se quedó mirando las flores azules que manchaban el tejido de la bufanda.
—Quiero amarla —susurró—. Creo que se supone que debo hacerlo. Pero no quiero
hacerte daño.
Sabía que no tenía sentido. ¿Cómo podía hacerle daño? Había muerto. Había estado
muerta durante dos años.
Dos años.
Miró la pila de cosas de Andy en su cama.
—No puedo explicarlo, Andy. Levanté la vista hacia ella, y de repente todo tenía
sentido. Yo tenía un propósito. Así como así. Amar a esta chica. —Resopló—. ¡Ni siquiera sé
si la voy a ver de nuevo!
Buscó entre las fotos hasta que encontró su favorita. Se la había tomado en la cama
mientras se cernía sobre ella, haciéndole cosquillas con una mano y tomándole fotos con su
teléfono con la otra. Ella se estaba riendo histéricamente, y capturó un momento de pura
felicidad: su boca completamente abierta, ojos cerrados y su cabello largo derramado sobre la
almohada. Felicidad.
—¿Puedo? —preguntó. No estaba muy seguro de lo que significaba su pregunta hasta
que ella le respondió.
—Sigue adelante —susurró la voz.
Se levantó y dejó caer foto al suelo. Echó un vistazo a la sala detenidamente.
—¿Andy?
—Sigue adelante. —Lo escuchó más lejos ahora.
Se acercó a la esquina de la habitación de donde juró que procedía.
—¡¿Andy?!
—Sigue adelante. —El más leve susurro flotó fuera de la habitación por la ventana
entreabierta.
Corrió hacia ella y la abrió de golpe.
—¡Andy! —gritó. Pero se había ido. Y le había dado su bendición. Ahora, ¿qué hacía
con ella?
Cerró la ventana lentamente y se dirigió de nuevo a la cama. Pensó en Cadence
mirándolo, con el palo para recoger la basura en la mano, con una mirada de sorpresa y
asombro en su rostro. ¿A qué venía esa mirada? Él era un tipo normal. Pensaba que lucía
como un tipo normal. Pero ella se quedó boquiabierta de todos modos y lo puso nervioso.
Se había olvidado de esa sensación: la explosión instantánea en el corazón, como
diminutas estrellas que estallaban en intervalos, llenando el espacio con luz y calor. ¡Dios,
haría cualquier cosa para aferrarse a ese sentimiento! Pero necesitaba el permiso de Andy
primero.
Y se lo había dado. Así que ahora sabía qué hacer. Durante todo el tiempo que guardaba
las pertenencias de Andy, pensó en Cadence. Y las pequeñas estrellas estallaron de nuevo,
calentaron su pecho y encendieron su corazón.
—Voy por ti —dijo, y una sonrisa estalló en su cara—. Voy por ti, Cadence.
16
Imitador
Traducido por CaroBenavides & Nyx // Corregido por Rincone

—F
ui a una cita con Dylan —soltó Avery, mientras iba al lado de
Cadence camino hacia el estacionamiento.
—Ninguna sorpresa —respondió Cadence.
Avery se erizó.
—¿Qué significa eso?
—Significa que me imaginé que lo harían. Los dos se estuvieron haciendo
ojitos durante toda nuestra noche de cartas.
Avery sonrió abiertamente.
—Es muy agradable.
—Es un jugador.
—No.
Cadence se detuvo en seco.
—Sí, Avery, lo es. Tiene una novia nueva cada vez que lo veo.
—Ya no es así —dijo.
—¿Entonces ustedes son una pareja ahora?
—Síp.
—Bueno, felicidades. —Su tono derrochaba celos.
—¿Cuál es tu problema? —Preguntó Avery. Estaban de pie al lado del coche de
Cadence.
—Nada. Dije felicidades.
—Sí, con una actitud de mierda —respondió Avery—. ¿Esto tiene que ver con
Mark?
Cadence resopló.
—Oh, ¿ahora él es «Mark»? ¿Será eso porque estás saliendo con su mejor
amigo?
Avery suspiró con paciencia.
—No descargues tu ira en mí porque estás enojada con tu novio.
—No lo estoy.
—Te estás comportando como una perra, con un pequeño problema de actitud.
—¿Ya terminaste? Tengo que ir a trabajar —dijo Cadence rotundamente.
—Queríamos ver si ustedes quieren venir a cenar —dijo Avery.
—¿Eh?
—Este viernes por la noche. Nosotros haremos la cena.
—Vives en casa. ¿Cómo vas a ir a la de Gavin?
—Dylan.
—Eso es lo que quise decir. Dylan —dijo Cadence con frialdad
Avery cruzó los brazos sobre el pecho.
—Mis padres piensan que pasaré la noche con Marybeth.
—Entiendo —respondió Cadence—. Bueno, supongo que iremos.
Avery la miró detenidamente.
—Su nombre es Dylan —dijo ella.
—¿Eh?
—Deja de rechazar esto, Cadence. Él es importante para mí —dijo Avery.
—Lo conoces por casi cinco minutos.
—Es importante para mí —repitió. Lentamente, como una advertencia.
—¿Vas a irte a vivir con él? —Preguntó Cadence. Haciendo caso omiso de la
advertencia. Ella la escuchó, pero obviamente eso no la asustaba.
—Nosotros solo nos conocemos por cinco minutos —respondió Avery.
Chica inteligente, pensó Cadence. Yo también puedo ser malditamente inteligente.
—Los celos se ven muy poco atractivo en ti —dijo Avery.
—¿Por qué estaría celosa? No quiero salir con Dylan.
—No. Pero quieres ser feliz ahora, y no es así.
Cadence no respondió nada.
—No estoy tratando de sacarte en cara nada de esto. Sé que estás muy dolida,
¿de acuerdo? Pero pensé que tal vez si pasamos el rato juntos, podría aliviarse un
poco la tensión —dijo Avery—. Quiero que seas feliz.
Cadence ni siquiera sabía lo que eso significaba. ¿Cómo es que salir con Avery
y Dylan la haría feliz? Fue un comentario estúpido, y eso la molestó.
—Estoy súper, en realidad. —Miró su celular—. Y es tarde. Me tengo que ir.
—Deja esa actitud cuando vayas a venir —dijo Avery—. Este viernes a las
siete.
Ella no se molestó en decir un adiós, y a Cadence no podría importarle menos.

***
Fue como con Oliver y Kim todo de nuevo. Los celos masivos mezclándose
con un grado alarmante de odio. Odio. Así no era cómo Cadence solía sentir odio.
Solo pasaba cuando su alter ego surgía, y ella no estaba allí. Si fuera ella, ya se
habría abalanzado sobre la mesa hacia Avery, quien conversaba agradablemente
sobre su curso. ¿Curso? ¿A quién le importa? Cadence no sabía quién era esta chica.
Avery tenía solo diecinueve años. La chica frente a la mesa parecía de unos treinta
y tantos, y hablaba como un adulto de unos treinta sobre cosas de adultos. Sus
planes después de graduarse. Su plan 401 (k)13. La chica ganaba el salario mínimo
en una tienda de lencería, pero ya tenía un plan 401 (k)? A la mierda tu plan 401 (k),
Avery, pensó Cadence.
—¿Más vino? —Ofreció Avery.
Cadence asintió y sonrió dulcemente.
—¿Ya han oído hablar de ese concierto en el Tabernáculo? —preguntó Avery
mientras llenaba la copa de vino de Cadence
Me emborracharé taaaaaanto esta noche, decidió Cadence.
—Oh, ¿el de esos DJ’s locales? —preguntó Mark—. Sí. Conseguiré las
entradas mañana.
—Yo ya lo hice —dijo Avery sonriendo—. Imaginé que todos podíamos ir.
—¿Desde cuándo te gusta el hip hop instrumental? —preguntó Cadence.
Poniendo solo el más mínimo tono acusatorio.
Avery ignoró su tono.
—Dylan ha ido introduciéndome lentamente. En su tienda —dijo, sonriendo a
su nuevo novio. Ella extendió la mano y lo pellizcó en la mejilla.
Sí. Emborracharme. Hasta vomitar, pensó Cadence.
—¿Recuerdas que tuve que mostrarte los tocadiscos y enseñarte cómo
funciona, Cadence? —pregunto Dylan.
—Uh huh.
—Lo mismo ocurre con ella —dijo, empujando Avery.
—¿Y qué piensas al respecto? —le preguntó Cadence a Avery.
—¿Del tocadiscos o de la música?
—La música.
—Me gusta. Es fresca —dijo.

13
El plan 401 K es un plan de inversiones a futuro, como un plan de jubilación.
Cadence respondió empujando un pedazo de pollo con ajo en su boca.
—Como sea, ¿qué tal si vamos todos? —preguntó Avery.
Los muchachos asintieron. Cadence solo se encogió de hombros.
—Yo tendré que revisar mi agenda —dijo.
—Oh, ¿ahora tienes una agenda? —preguntó Avery, riendo. Fue una sonrisa
condescendiente que envió a Cadence sobre el borde. Internamente, de todos
modos.
—Sí. La tengo. Y puede que haya quedado con Michael y Carrie esa noche.
—Ni siquiera sabes qué noche es porque no lo he dicho todavía —respondió
Avery.
—Está bien, entonces. ¿Qué noche?
—El 10 de febrero.
—Está bien. Tendré que revisar mi agenda —respondió Cadence. Y luego
añadió lentamente—. Puede que haya quedado con Michael y Carrie esa noche.
Dylan y Mark se miraron desde el otro lado de la mesa. Eran muy buenos para
comunicarse en silencio. Lo aprendieron a través de varios años de bar en bar y
sirviendo como piloto de flanco al otro.
Esto es exactamente lo que estaba hablando, dijeron los ojos de Mark.
Estás jodido, contestaron los ojos de Dylan.
—¿Hay algo que tengas que sacarte del pecho? —preguntó Avery.
—No. ¿Por qué? —respondió Cadence.
—Porque estas actuando como una completa perra en este momento.
—Bueno, creo que… —intervino Dylan—. Esa película empieza a las nueve.
Será mejor que nos vayamos ya si queremos llegar a tiempo.
—Lamento que tengas esa impresión. No sé lo que dije para hacerte pensar que
estoy actuando como una perra —dijo Cadence.
—Oh, por favor. Has tenido la misma actitud desde que entraste por la puerta
—respondió Avery.
—No tengo ninguna actitud. Solo estoy cansada —explicó Cadence.
—Mentirosa.
—Quizá deberíamos ponernos en marcha —sugirió Mark—. Ya sabes. Para
conseguir buenos asiento.
—No me llames mentirosa —dijo Cadence secamente.
—Bueno, eso es lo que eres. No sé cuál es tu problema. Yo no te he hecho
nada —espetó Avery.
—Nunca dije que lo hicieras. De hecho, nunca dije nada de nada. No tengo
ninguna actitud. En verdad siento que pienses eso. También siento que no podamos
ver la película con ustedes.
Cadence saltó de su asiento y echó la servilleta de lino sobre la mesa.
—¿Qué demonios son estas servilletas? —gritó inesperadamente—. ¿Realmente
fuiste a comprar estas cosas?
—¡¿Y qué si lo hice ?! —gritó Avery.
—¡Tienes diecinueve años, Avery!
—¡Soy muy consciente de eso, Cadence!
Cadence no pudo bloquear la escena jugando en su mente, servilletas de tela y
una estúpida y puta borracha que se sentaba en la mesa frente a ella, encerándose
sin cesar sobre el mundo real y todas sus responsabilidades y Cadence simplemente
no lo entendía. Pero ella lo haría. Con el tiempo lo entendería.
Toda la noche fue vergonzosa. Estaba avergonzada de sí misma para hacer un
gran alboroto en la cena. Por las servilletas de tela. Ella las había ido a comprar
específicamente para esta cena. Avery estaba tratando muy duro ser mayor. Y ella
terminaba comportándose como una tonta.
Ella miró la servilleta de tela hecha una bola encima de su plato.
—¡Deja de tratar de actuar como si fueras toda una adulta! —le gritó a
Avery—. ¡Esta no es tu vida!
—¡No sé de qué mierda estás hablando! —respondió Avery—. ¡Es solo una
maldita servilleta de tela!
Pero no era así. No era solo una servilleta de tela. Cadence estaba perdida,
perdida en este mundo de cenas con amigos, vivir con su novio, pagar del alquiler
pagar el seguro del coche. Se sentía como una vagabunda. Ella fue una. Se recordó
vagando alrededor de la tienda en busca de esas servilletas de tela, tratando de ser
alguien que no era, y ahora sentía a la servilleta envolviéndose alrededor de su cara,
asfixiándola. Castigándola a ella por jugar a ser una charlatán.
—¡No es solo eso! —rugió Cadence.
—Cadence, detente —dijo Mark. La tomó la mano, pero ella se apartó.
—¡Nos vamos! —gritó en la cara de Avery.
—¡Bien! ¡Porque no están invitados a la película, de todos modos!
Cadence agarró su bolso y salió. No se detuvo a esperar a Mark. Ella sabía que
iba a quedarse un rato y pediría disculpas por su mal comportamiento.
—A la mierda —dijo al aire de la noche mientras se encontraba de pie junto al
coche. Esas no eran sus disculpas. No se sentía mal por todo lo que había dicho.
Mark se acercó al coche y respiró hondo.
—Ni siquiera se te ocurra decirme nada en este momento, o gritaré como en un
sangriento asesinato —advirtió Cadence.
Se miraron a los ojos, y Mark asintió. Había tantas cosas que quería decirle,
pero se lo guardaría hasta llegar a casa. La explosión se acercaba. Él lo sabía. Y
pensó que mejor que fuera una buena. Sin duda lo sería. Así que solo selló su boca
y siguió en silencio, configurando el temporizador de cuenta atrás en su corazón
***
—Whoa. Alguien es un sasafrás hoy —dijo Michael, mirando a Cadence. Aún
faltaban diez minutos para su clase de composición.
—¿De dónde has sacado eso? Eres un idiota —escupió.
Observó cómo su cara bonita se fruncía en un ceño de lo más atractivo, y se rió
entre dientes.
—¿Qué? —ladró Cadence.
—¿Cuál es tu problema? ¿Cómo puede alguien estar tan irritable a las nueve de
la mañana? ¿Qué demonios te hice?
Cadence suspiró.
—Nada. Tú no has hecho nada. Lo siento.
—Bueno. Has cubierto tus bases de disculpas conmigo. Pero ahora tienes que
pedir disculpas a todo eso. —Él extendió la mano hacia la ventana.
—¿Pedir disculpas a qué?
—El mundo.
Ella esbozó una sonrisa.
—Ahora en serio. ¿Qué pasa contigo?
—Nada —murmuró. No confiaba nada en compartir sus problemas con
Michael. Él parecía siempre un poco demasiado ansioso por saber lo que estaba
mal con ella y siempre tenía aún más ganas de ayudar a hacerla sentirse mejor.
—Inténtalo de nuevo.
—Tuve una pelea con Avery. —Era parcialmente cierto. Se encogió al recordar
la cena de esa noche.
—¿Sobre?
—Cosas.
—Inténtalo de nuevo.
—No, porque luego dirás que fui completamente inmadura —respondió
Cadence mientras abría su cuaderno.
—Probablemente, ¿pero eso no es lo que te gusta? ¿Otra perspectiva?
—Oh, eres tan sabio, Michael —dijo Cadence.
—Lo sé. Ahora dime de qué iba esa pelea.
—Es estúpido —murmuró Cadence.
—Entonces solo deberías superarlo y dejar de estar de mal humor —señaló
Michael.
—Ella estaba como, «Oh, vamos todos a ir a escuchar a algunos DJs el
próximo mes» ¿En serio? ¿Desde cuándo escucha hip hop instrumental?
Michael la miró fijamente.
—¿Te estás escuchando a ti misma en este momento?
—Lo que sea.
—¿Desde cuándo te gusta a ti? Solo te gusta porque a tu novio le gusta.
—¿Qué hay de malo en eso?
—Nada. Absolutamente nada. Así que ¿Por qué no puede ser igual para ella?
Cadence se encogió de hombros.
—No creo que esto tenga algo que ver con el hip hop instrumental — dijo
Michael, esperando.
—Mark y yo no estamos... en un buen momento ahora mismo —susurró
Cadence.
—¿Así que te desquitaste con Avery?
Ella asintió con la cabeza de forma automática.
—Eso no parece ser muy justo. —Se inclinó y recogió su pluma. Ella lo vio
dibujar estrellas en su cuaderno.
—Lo sé.
—Tal vez deberías tratar de ser amable con ella. Es tu mejor amiga.
Era un buen consejo, pero sonaba como si viniera con un truco. Casi podía
oírlo subrayando las palabras pesadamente y con ganas, y ella sabía que no podía
darle lo que quería.
—Entonces, ¿Qué es lo que está pasando contigo y tu novio? —preguntó en
voz baja.
No, Cadence.
—Me ocultó un secreto —respondió ella.
Cállate, Cadence.
—¿Qué secreto? —preguntó Michael. Extendió la mano de ella sobre la página
lentamente, mientras iba trazando el lápiz desde arriba hasta el más pequeño dedo.
—Uno grande —dijo mientras respiraba. Estaba hipnotizada viendo el
deslizamiento del lápiz por la página. De arriba hacia abajo. Arriba abajo. Hasta
abajo y todo alrededor.
Retira la mano.
—¿Cómo qué? ¿Es un asesino o algo así? —le susurró apenas.
—No —dijo ella.
—Entonces, ¿Qué? —Instó. Rodeó su dedo meñique y luego comenzó de
nuevo, trazando su mano en la dirección opuesta. Él era un encantador de
serpientes, se dio cuenta, pero él usaba un lápiz en vez de una flauta.
Despierta, Cadence. ¡Despiértate!
—No estoy segura —dijo mientras respiraba.
Michael dejó caer la pluma y deslizó sus dedos sobre la parte superior de su
mano.
¡Retira tu jodida mano!
Cadence se sacudió la mano. Luego miró a Michael a la cara. Él la miró
confundido.
—¿Qué pasa?
Ella negó con la cabeza.
—¿Qué he hecho?
Ella continuó sacudiendo la cabeza.
—¿Estas muda ahora?
—¡No!
—Dame tu mano otra vez. No he terminado. —Él se inclinó hacia ella.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque no está bien.
—¿De qué estás hablando? Solo estaba trazando tu mano. —Él resopló—. No
estés tan absorta en ti misma, Cadence. Yo no estaba tratando de coquetear
contigo.
Maldito. Idiota. Ella sabía exactamente lo que él estaba haciendo, pero la hizo
sentir tonta. La hacía sentir como si se lo estuviera imaginando. ¿Por qué siquiera
pasaba el rato con este tipo? Debería haber escuchado antes esas advertencias en su
corazón, aquellas pequeñas alarmas que comenzaron el día en que lo conoció. El
día en que él dijo que le robaría un beso.
—Realmente te crees para tanto, ¿eh? —preguntó, mirándola. Estaba tratando
de intimidarla.
—No sé de lo que estás hablando.
—Claro que sí. Crees que me gustas. Crees que no puedo estar lejos de ti —Se
rió—. Chicas. Son algo más. Oye, ¿adivina qué? Trazar tu mano no significa nada.
Solo era algo que hacer antes de clase.
Todo en lo que pudo pensar era en cuán feliz se sintió de no haber revelado el
secreto de Mark. ¿Quién sabe cómo lo habría retorcido Michael y usado como una
ventaja?
Y así como así, su tono cambió completamente.
—¿Almorzarás antes de ir a trabajar? —preguntó casualmente.
¿Quién era este chico?
—Um, no.
—Está bien. Me voy a reunir con Carrie, si cambias de opinión —dijo.
Los estudiantes llenaron el salón, y Cadence suspiró con alivio mientras
Michael se daba la vuelta en su asiento.
La clase empezó un momento después, y se alegró por la distracción. Sin
embargo, miró la parte trasera de la cabeza de Michael.
Se imaginó golpeando su puño contra ésta.
***
Solo una cosa positiva vino de su extraña conversación con Michael más
temprano ese día: Quería hacer las cosas bien con Avery. Le envió un mensaje de
camino a su coche.
Cadence: Lo siento.
Avery: ¿En serio?
Cadence: ¿Qué?
Avery: ¿Enserio estás enviando por mensaje tu disculpa?
Cadence: lol
Avery: No, pequeña perra. Nada de «lol». Me debes una llamada.
Cadence: Estoy de camino a mi coche.
Avery: ¿? ¿No puedes caminar y hablar?
Cadence: No lo sé.
Avery: OPD. Espero que choques contra un árbol.
Cadence: No hay un emoticón que ruede los ojos.
Avery: @@ (¿Funciona eso?)
Cadence: ¡LOL!
Avery: Oh vaya. Ahora es todo «LOL».
Cadence: Te daré una disculpa apropiada cuando llegue al auto.
Avery: ¿Qué significa eso?
Cadence: Te voy a llamar.
Avery: Más te vale. Fuiste toda una perra.
Cadence: ¡Tengo una excusa!
Avery: Ve y se una perra con el Sr. Connelly, no conmigo.
Cadence: Ya estoy haciendo eso.
Avery: Pobre Sr. Connelly.
Cadence: ¿Es en serio?
Avery: Su esposa murió.
Cadence miró la pantalla de su teléfono. Sí. Pobre Sr. Connelly. Debería correr
a casa y decirle cuánto lo sentía por tratarlo como mierda las últimas dos semanas.
Pero no podía. Y no era porque no sintiera dolor ante la pérdida de su esposa.
Tenía que ver con esas palabras. No podía sacudírselas. Se habían enterrado en lo
más profundo de la medula de sus huesos, utilizando la médula para hacer crecer su
resentimiento, alimentar su amargura. Envolver su imagen de él.
Él no era una persona mala. Era una persona que decía cosas crueles, y se
disculpaba. Pero su disculpa sonaba superficial, y lo sabía porque el resentimiento
ya había hecho su lugar.
Todo lo que dijo fue superficial. Las únicas palabras con peso fueron dichas
durante su pelea: «Me enamoré de tu falta de historia. Eres una pizarra en blanco.
Fácil.»
Esas palabras eran las que la ahogaban en la desesperación.
Su teléfono sonó.
Avery.
Cadence sonrió. La chica no esperaría ni treinta segundos para que la llamara.
—Avery, dije que te llamaría.
—Bueno, no quería que lo olvidaras —respondió Avery.
—Entendido.
—Bueno, venga. Y la quiero con arrastre y todo —dijo Avery.
Cadence suspiró.
—La tienes.
***
—¿Las cosas están mejor? —preguntó Drew, entrando casualmente al aula de
clases de Mark.
Volvió a olvidar cerrar y bloquear la puerta después de su última clase. Se
había vuelto una rutina diaria para ella, venir a visitarlo al final de día. Hablar y reír
cuando todo lo que él quería era irse a casa. No importaba si su vida casera
apestaba. Habría escogido a una Cadence petulante y de humor cambiante sobre
una Drew agresiva cualquier día.
—Están bien —mintió. Esperaba que sonara convincente.
Desde su bebida después de trabajo, acarreaba con la más pequeña culpa. Y
preocupación también. Estaba preocupado por haber compartido demasiado con
esta astuta mujer, y que ahora ella estuviera agazapada esperando, lista como una
leona, lista para abalanzarse sobre él tan pronto como mostrara la más pequeña
vulnerabilidad.
—¿Entonces Candence lo dejó pasar? —preguntó Drew.
Se encogió. No le gustaba la manera en que sonaba el nombre de su novia en
su boca. Le faltaba ritmo y música. Era plano, casi ofensivo, y se arrepintió de
compartirla con Drew.
—Con el tiempo —dijo verazmente.
Drew se animó.
—Así que las cosas no están mejor, ¿verdad?
—Estamos trabajando en ello —dijo Mark.
—Es la cosa de la edad —replicó Drew, pensativamente—. Creo que eso es lo
que realmente está pasando aquí.
Dijo la misma cosa que la tarde que bebieron. ¿Estaba tratando de convencerlo
de eso? Ya había reconocido los obstáculos que él y Cadence enfrentarían con la
diferencia de edad, pero, ¿cómo más podía esperar a que Cadence reaccionara ante
sus noticias? Estaba cerrada. Lo aceptó porque entendía que ella tuviera que
trabajar con sus emociones a solas. Lo que no podía entender era su arremetido
contra Avery.
—¿Estás escuchando? —preguntó Drew.
—Uh, sí —respondió—. Sé que la cosa de la edad es un pequeño bache.
Ella sacudió la cabeza.
—No vamos a hablar de baches aquí, Mark. Vamos a hablar sobre la gran
diferencia en la manera en que ambos piensan y reaccionan ante las cosas. Quiero
decir, estoy segura de que si ella fuera mayor, no estuviera dándote tanto duelo por
ello. No es como si hubieras matado a alguien. Tenías una esposa, y ella debería
respetar eso.
Mark se tensó. Pero, ¿no era así? ¿No la había matado él? Fue él quien puso el
bebé en ella después de todo.
—Ella respeta eso —murmuró.
—A mí no me parece. No por lo que explicaste esa noche.
Él sabía que era momento de terminar la conversación.
—Solamente deseo que te lo ponga un poco más fácil. Quiero decir, eres un
gran tipo, y debió haber sido horrible haber tenido que volver a vivir ese día cuando
le explicaste a Cadence lo que pasó. No puedo creer que se alejara de ti. —Caminó
hacia el frente del escrito en el que estaba Mark—. En su lugar, debería haberte
sostenido —susurró.
Mark se aclaró la garganta.
—Aprecio tu ayuda, Drew. En serio. Pero las cosas están bien entre nosotros.
Y creo que la reacción de Cadence estaba justificada. No le dije cosas demasiado
amables.
—Estabas molesto. Te estaba siendo esclavo de esos malos recuerdos.
Mark aruño la parte trasera de su cuello.
—Aun así. Debí haber sido más amable.
Drew se sentó en la esquina de su escritorio. Se sintió como la Srta. Gibbons de
nuevo, y esperó a que Cadence irrumpiera por la puerta en cualquier momento.
Casi deseó que lo hubiera hecho.
—Me acabo de mudar —dijo Drew—. Es un pequeño apartamento, está
girando la esquina.
Mark asintió.
—Voy a hacer una pequeña fiesta este viernes en la noche. Me gustaría que
vinieras. Va a haber un montón de diversión. Tengo algunos amigos divertidos.
Sip. Era la Srta. Gibbons de nuevo. Hora de irse.
—Esa es nuestra noche de películas —dijo Mark—. Pero gracias por la
invitación.
—¿Realmente vas a ver una película con ella?
No le gustó la manera en que dijo «ella». Era acusatorio, e inmediatamente lo
puso a la defensiva.
—Veo películas con Cadence cada viernes en la noche —dijo—. Así que sí.
—¿Qué si no está en casa? —preguntó Drew.
—¿Drew? —dijo Mark cuidadosamente—. Detente.
—¿Detener qué?
—No estás siendo de ayuda ahora mismo.
—Lo siento —susurró Drew—. Simplemente pensé que sería agradable si te
pasaras.
—No.
Él miró la reacción a su palabra. No intentó avergonzarla, pero ella era
implacable. Y era bonita. Y lo sabía. Así que tenía que ser fuerte con ella.
Drew suspiró.
—Creo que tu novia es realmente afortunada. Espero que se dé cuenta de eso
algún día.
Mark se puso de pie y empacó su bolsa. No sabía cómo responder, así que no
lo hizo.
—¿Por qué los tipos van por las chicas más jóvenes? —preguntó abruptamente.
Mark se encogió de hombros.
—Mi esposa era mayor que yo.
Drew lo pensó por un momento.
—Y eso no salió tan…
Él ignoró el tono calloso en su voz.
—No me enamoré de Cadence porque sea joven, aunque ella me hace sentir
joven.
—Entonces, ¿qué fue?
—Fue solo ella. Conecté con ella.
—¿Cómo puedes conectar con alguien diez años más joven que tú?
—No lo sé. Pero funciona.
Drew sacudió la cabeza.
—¿Es porque las mujeres a mi edad ponen la presión de casarse y tener hijos?
¿Por eso quieres salir con alguien más joven?
—No puedo hablar por los otros tipos, solo por mí, y asentarme no ha tenido
nada que ver con eso.
Ella mordió su labio inferior.
—Planeo casarme con Cadence.
—¿Y tener hijos con ella?
Mark se puso rígido. No. No tenía tales planes. No iba a perder otra esposa.
Drew lo notó.
—¿Dije algo malo? —Y entonces su cara se iluminó cuando se dio cuenta—.
Oh por Dios, soy una estúpida —respiró.
Mark sacudió la cabeza.
—Lo siento —dijo.
—Está bien.
—Estoy realmente avergonzada —dijo—. Por toda la conversación. Espero
que no pienses que estaba haciendo algún movimiento contigo o algo.
Retrocedió. No la culpaba. Se sentía un poco avergonzado con ella también.
Pero no es como si no supiera que tenía novia.
—Oh, no pensé en eso en lo absoluto —mintió Mark. Decidió ser amable para
ayudarla.
Ella respiró en alivio. Fue exagerado y falso, y lo aceptó como uno genuino.
—¡Bien! —lloró—. Quiero decir. No soy ese tipo de chica.
Él sonrió. Ella se agitó la falda y salió por la puerta.
—Solo quería la opinión de un chico de por qué tantos salen con chicas más
jóvenes que ellos.
—Siento no ser de mucha ayuda —dijo Mark.
Drew sacudió la cabeza.
—No es gran cosa. —Se puso en el marco de la puerta esperando a que él
dijera algo. Él permaneció el silencio, esperando pacientemente a que se fuera—.
Está bien entontes. Me voy.
Mark tuvo el sentimiento de que ella no estaría alrededor mucho después de
eso. Y estuvo en lo correcto. Raramente la vio venir en las siguientes semanas, y
estaba feliz por su ausencia.
17
Chica Resplandeciente
Traducido por Rincone & Eglasi // Corregido por Rincone

—T odavía no entiendo por qué quieres pasar el rato con nosotros —dijo
Oliver. Miró por la ventana del coche mientras Cadence los llevaba
a él y a sus tres amigos hacia la pista de patinaje—. Pero gracias por el paseo.
—Necesito salir de casa —respondió ella—. Y gracias por dejarme
acompañarlos.
Oliver hizo una mueca con un pensamiento.
—¿De nada? ¿Y, no vas a hacernos pagar la gasolina o algo así, verdad?
Cadence rio.
—No.
—Entonces puedes salir con nosotros en cualquier momento, Cay —dijo
Wesley desde el asiento de atrás—. Nos encanta presumir para las chicas.
Cadence se rio.
—Tienes que prometer estar impresionada y aplaudirnos —soltó Charlie.
—Haz algo impresionante, y lo haré —respondió Cadence.
—Deja de coquetear con mi hermana —gruñó Oliver—. Es asqueroso.
—Oh, déjalo —respondió Cadence alegremente. Le hizo un guiño a Charlie en
el espejo retrovisor.
Él se agarró el pecho y fingió un ataque al corazón.
—Definitivamente te pediría salir si no estuvieras pillada —dijo Charlie.
—¡Amigo! —espetó Oliver.
Charlie, Wesley y Pete se rieron con fuerza.
—Cálmate, Ollie —dijo Pete—. Nadie está ligando con tu hermana.
—Bien, porque te golpearé hasta sacarte la mierda —respondió Oliver.
Cadence rodó los ojos y giró en el estacionamiento vacío.
—Um, ¿chicos? El parque está cerrado —dijo ella, yendo hacia una plaza de
aparcamiento.
Los chicos se rieron.
—Dulce, dulce Cadence —dijo Wesley—. Estamos a punto de mostrarte un
poco de diversión alucinante.
Se desabrocharon el cinturón y saltaron fuera del coche. Oliver abrió el
maletero y repartió las patinetas.
—Esperen —dijo Cadence —¿Vamos a colarnos?
—Uh, sí. Si por colarnos nos referimos a entrar por el agujero de la valla —
explicó Pete.
—¿En serio? —dijo Cadence—. No sé…
—Oh, relájate. Si quieres esperar en el coche, está bien —dijo Oliver.
—¡No, no quiero quedarme esperando en el coche! —respondió ella—. Eso es
totalmente penoso.
—Totalmente —repitió Charlie. Él la miró de arriba abajo—. Vamos, pequeña
hermana mayor de Oliver. No tengas miedo. Vamos a cuidar bien de ti. —Le
tendió la mano, y ella no se lo pensó dos veces. La tomó y se dejó llevar hasta el
agujero en la valla.
Los cinco se colaron justo cuando la sombra y las luces de seguridad se
encendieron.
—¿No hay cámaras? —susurró a Charlie.
—No —susurró de vuelta. Le apretó la mano, enviando escalofríos por su
brazo. Ella se alarmó ante lo feliz que la hacía sentir.
Charlie era el más lindo de todos los amigos de Oliver. Media unos metro
setenta y cinco. Era lo opuesto a lo desaliñado que el pelo en los ojos hacía parecer
a los chicos deportistas de secundaria. Tenía los ojos color azul Caribe, y siempre
miraba directamente a la cara a Cadence cuando hablaba con ella. Tenía demasiada
confianza para un muchacho de diecisiete años, y eso la hizo temblar.
Admitió su atracción por él cuando lo conoció. Bueno, ella lo admitió para sí
misma, no a él. Se desvaneció rápidamente una vez que se dio cuenta de lo
repugnante que sería salir con uno de los amigos de Oliver. Él mantuvo su coqueteo
con ella durante toda la escuela secundaria e incrementó en su último año cuando
pensaba que estaba sola. Cuando secretamente estaba saliendo con Mark.
Charlie le soltó la mano y le señaló un lugar seguro donde sentarse. Se sentó en
un banco y observó a los chicos volando por las rampas, girar sus patinetas, caer
sobre el hormigón con gruñidos y gemidos, y animarse entre ellos con gritos y risas.
También les aplaudió, sobre todo cuando Pete patinó hacia ella para recuperar un
paquete de cigarrillos del bolsillo de su chaqueta.
—No, Cay. Estás en servicio de conductora —señaló Oliver.
—No, no lo estoy —argumentó ella.
Los chicos se rieron.
—Déjala tomar uno, hermanito— dijo Wesley—. Lo necesita.
—Sí, lo hago —estuvo de acuerdo ella enfáticamente.
Oliver lo pensó por un momento.
—No va a cambiar nada —dijo—. Mark seguirá habiendo estado casado
cuando vayas a casa.
Cadence lo miró sorprendida. Luego se volvió puntillosa y petulante.
—¿Tú qué haces fumando marihuana? —le preguntó—. ¿Cuándo empezaste
con todo esto?
—Hace unas tres semanas —respondió Oliver.
Cadence lo pensó por un momento.
—¿Por esto fue que rompió Kim contigo?
—Sí.
—¿Así que preferiste la hierba por encima de una guapa chica locamente
enamorada de ti?
—No entendía porque no podía tener ambas cosas.
—Eres un idiota.
Oliver se encogió de hombros.
—¿Esta es tu etapa rebelde, o algo así? —preguntó Cadence.
—Sí.
Ella asintió.
—¿Sí? Bueno, ¿adivina qué? Esta también es mi etapa rebelde.
Los hermanos se miraron. Entonces Oliver tomó una decisión.
—Siempre y cuando nos cubramos las espaldas el uno al otro —dijo en voz
baja.
—Siempre —respondió ella.
Pete encendió el canuto y se lo pasó al grupo. Oliver instruyó a Cadence como
tomar una calada. Inhalarlo. Aguantarlo en el pecho durante unos segundos. Soplar
el humo por la nariz. Cadence siguió sus indicaciones y esperó el par de segundos
que le tomó sentir un leve subidón. Luego el mini subidón se convirtió en uno
moderado. Y entonces el moderado se convirtió en un impresionante subidón de
mierda.
—Esto manda a la mierda la vieja escuela —dijo ella, pasándole el cigarrillo a
Pete.
—Esto es lo que va conmigo — respondió Pete—. Nada de pipas en los
bolsillos.
Se rieron.
Cadence se rió mientras Wesley volvía a contar su fallida cita con Tiffany. En
realidad, se echó a reír histéricamente, entonces, pidió otro calo.
—Uno más, niña —dijo Charlie—. Y eso es todo lo que vas a conseguir. Esta
hierba de fuerte. No quiero que hagas nada loco.
—Solo dame la hierba —dijo Cadence.
—Un beso primero —sugirió Charlie.
—No, hombre. De ninguna manera —argumentó Oliver. Estaba acostado
sobre un parche de hierba en el parque de patinaje con la cabeza apoyada en su
patineta—. Cadence, si lo besas, te mato. Y luego a él.
Cadence aplaudió con las manos.
—¡Hurra!
Los muchachos se echaron a reír.
—¿Qué estamos celebrando, Cay? —preguntó Wesley.
—No lo sé —dijo—. ¡No lo sé! —Se rió con fuerza y rodó por el suelo—.
¡Quiero más hierba!
—Cay, si te doy más hierba, ¿Qué harás por mí? —preguntó Charlie.
—Ni siquiera es tu hierba, hombre —dijo Pete—. Ella debería besarme a mí.
—Tú tienes novia —señaló Wesley. Le pasó el canuto a Oliver, quien tomó
otra calada.
—Ah, sí. Lo olvidé —dijo Pete. El grupo se echó a reír de nuevo.
—Dame, dame —dijo Cadence. Alzó sus manos hacia Charlie. Él las tomó y
tiró de ella poniéndola sobre sus pies.
—No te lo montes con mi hermana —murmuró Oliver, con los ojos cerrados.
Charlie acercó más a Cadence.
—Tengo novio —susurró ella.
—Oh, lo sé —dijo Charlie—. Solo voy a besarte un poquito, y puedes
pretender resistirte si eso te hace sentir mejor.
Cadence se rió. Una vez más. Sacudió la cabeza y sonrió con recato.
—¿Ni siquiera un besito? —hizo un mohín.
Ella ladeó la cabeza y arrugó la cara mientras pensaba.
—Bien —dijo de repente, y le dio un beso en los labios. Pete le pasó el canuto,
y ella tomó su segunda y final calada. Charlie sonreía de oreja a oreja. Había
querido lengua, pero se conformaría con lo que había conseguido.
El grupo se sentó y habló de política, de Dios, de los pechos de las mujeres, de
los beneficios nutricionales de la fruta frente a la verdura, programas de televisión y
sexo.
—Creo que Dios es, como, súper enorme —dijo Pete, yaciendo extendido en el
suelo.
—¿Cómo crees que luce? —preguntó Wesley.
—Creo que solo como un tipo enorme. Con manos realmente enormes.
Cadence asintió con la cabeza.
—¿Los truenos de verdad son ángeles jugando a los bolos? —preguntó Pete.
—Sí —respondió Oliver—. Es como en la biblia.
—Amigo, ¿en serio? —preguntó Pete.
—Creo que sí —dijo Oliver.
Cadence pensó por un momento. Ella siempre había oído que los truenos era el
sonido de los ángeles jugando a los bolos, pero no estaba segura si eso lo decía
realmente en la biblia. Tendría que mirarlo cuando llegara a casa.
—Vivimos en un estado autoritario fascista —dijo Wesley.
—¿Ah, sí? —preguntó Cadence.
—No lo sé. Solo lo dije para ponerlo a discusión —respondió.
—Eso es lo que nos enseña la música punk —dijo Pete.
—Esto no es una democracia —dijo Charlie con una profunda y andrajosa
voz.
El grupo se echó a reír.
—¿De dónde es eso? —preguntó Cadence.
—De The Walking Dead. ¿Hola? Como Rick en, «Hey, esto no es una
democracia». —Usó la misma voz profunda y andrajosa, entonces se rió—. O algo
parecido.
Cadence cayó al suelo riéndose. Yació sobre su espalda y atrajo sus rodillas
contra su pecho, abrazando sus espinillas.
—Amigo, leí en alguna parte que los cerebros de las mujeres están diseñados
científicamente para compartir secretos —dijo Wesley.
Cadence elevó la voz.
—¿Científicamente diseñados?
—Sí. Es como que no pueden guardar un secreto. Una vez que escuchan uno,
tienen que contarlo —explicó Wesley. Arrancó hojas de hierba y les dio vueltas
entre el pulgar y el índice.
—Eso no es bueno —murmuró Cadence. Y entonces se le ocurrió una idea—.
Hey, vamos a intentarlo.
—¿Eh? —dijo Wesley.
—Cuéntame un secreto y veamos si puedo guardarlo.
Los chicos se rieron.
—Muy bien —dijo Wesley. Se inclinó y le susurró algo al oído de Cadence.
Ella sonrió.
—Oh, ese es bueno —dijo—. Realmente bueno.
—¿Cuál es el secreto, Cay? —preguntó Oliver.
—No voy a decirlo.
—Sabes que quieres hacerlo —instó Charlie.
—Vamos —intervino Pete—. No vamos a contarlo.
—Nop. ¿Ven? Puedo guardar un secreto. —Se giró sobre su estómago e hizo
girar un mecho de su cabello alrededor de su dedo índice.
Los chicos asintieron, convencidos.
—Tú eres la excepción entonces —dijo Pete.
La miraron atentamente. Ella estaba en el suelo pensando en la admisión de
Wesley, muriéndose por soltarla. Pensó que era solo por la hierba y no su cableado
cerebral obligándola a compartirlo.
—Denle diez segundos más —susurró Oliver.
Diez, nueve, ocho, siete…
—¡Jennifer Parson le mostró a Wesley sus pechos en octavo grado! —
exclamó—¡Le dijo que lo mataría si decía algo! ¡También dejó que se los tocara!
Los chicos se carcajearon. Sus risas flotaron en la brisa de la noche, llevándolas
hacia arriba, hacia las estrellas.
—Maldita sea —gimió Cadence.
—Lo guardaste como, por un minuto —dijo Pete—. No seas tan dura contigo
misma.
Cadence sonrió.
—De todos modos, creo que es mentira. Jennifer no te daría ni la hora del día,
Wesley.
—¿Por qué crees que amenazó con matarme si hablaba? —argumentó.
Cadence aprendió mucho sobre los hombres esa noche. En su mayoría se dio
cuenta que eran unos estúpidos y solo se preocupaban realmente por el sexo y la
patinetas. Al menos este grupo en particular. No fue hasta que alguien mencionó
que tenía que irse a casa que se dio cuenta que no sabía cómo habían llegado allí.
—Llama a tu hombre, Cay —sugirió Pete.
—¿Has perdido la cabeza? —preguntó Cadence. No había forma en el infierno
que fuera a llamar a Mark. Era tan anti-drogas como se puede ser y podría ponerse
hecho un basilisco.
—Ya lo hice —dijo Oliver.
—¡¿QUÉ?!
—¿Amiga, cómo más vamos a ir a casa? —dijo Oliver a Cadence.
—No la llames amiga, hombre. Ella es una chica —dijo Wesley.
—¡Oliver, voy a matarte! ¿Qué pasa con lo de cubrirnos las espaldas? —gritó
Cadence.
—Oh, oh. ¿Alguien va a estar en problemas con papá cuando llegue a casa? —
preguntó Pete.
Cadence se dio la vuelta.
—No es divertido, idiota. Esto es realmente muy grave.
—Totalmente —Charlie estuvo de acuerdo.
—¡Deja de estar de acuerdo conmigo porque te gusto!
—Oye. Tú me besaste a mí, dulzura —dijo Charlie.
—¡Y no me llames dulzura!
Todos se giraron para ver como unos faros se detenían en el estacionamiento.
—Oh, Dios mío, Dios mío, Dios mío —respiraba Cadence—. Estoy tan
muerta.
Observó cómo Mark se acercaba a la puerta del parque y miraba al grupo a
través de la puerta bloqueada.
—¿Cómo entraron ahí?—preguntó.
—Por el agujero que está en la valla del otro lado —respondió Wesley.
Mark asintió.
—¿Se divirtieron?
Wesley no estaba seguro de cómo se suponía que debía responder
—Uh, ¿Sí?
Mark puso los ojos en blanco.
—¿Están listos para irnos?
—Amigo, ¿patinas? —preguntó Pete.
—Sí —respondió Mark.
—¿Quieres hacerlo?
Mark consideró la oferta. Necesitaba tiempo para pensar así que se imaginó
que bien podía mostrar sus habilidades en la patineta.
—¿Dónde está el agujero?
Cinco minutos después, Mark estaba haciendo volteretas. Le tomó unos pocos
intentos balancearse pero se dio cuenta de que era como andar en bicicleta. Una
vez que aprendes no se olvida. Le mostró un poco a Cadence. Él quería que ella se
sentara ahí y así pensar en todas las cosas que planeaba decirle cuando estuvieran
solos en casa. Sabía que era enloquecedor para ella, haciéndola esperar. Ella quería
tratar toda la noche como una curita. Quitar esa mierda de un tirón y terminar con
eso. No Mark.
Él quería sacarlo lentamente, hacer que fuera con un poco de ligero dolor.
Hizo que Cadence se sentara en el regazo de Pete cuando se subieron al auto.
Ella realmente no tenía mucha opción. No podrían sentarse todos en el auto y
después de que Mark se enteró que Pete era el único con novia, decidió que era el
único regazo adecuado. Escuchó a los chicos quejarse inútilmente mientras los
llevaba a cada uno a su casa, dejándolos uno a uno hasta que solo quedaron
Cadence y él. Ella permaneció en el asiento trasero, demasiado humillada y
aterrada para moverse. Estuvieron en silencio durante todo el trayecto.
—¿Tienes hambre? —preguntó Mark mientras caminaban a través de su puerta
principal.
—Sí —susurró.
—Ese es un efecto secundario —respondió, sacando guacamole hecho en casa
del refrigerador. Lo hizo ayer para acompañar sus tacos de pollo.
—No necesito un sermón —advirtió Cadence. Se dejó caer en una silla en la
mesa del comedor. Mark le llevó tazón y las papas y se sentó en su propia silla.
—No te voy a dar uno. Solo pensé que debías saber que tu cerebro puede
sentirse un poco inactivo las siguientes seis semanas o menos.
—¿Huh?
—Lo investigué. Puede tomarte seis semanas para que la droga deje tu sistema.
En el transcurso puedes tener algunos síntomas en clases con pérdida de memoria a
corto plazo y dificultad para comprender el material.
Cadence se llevó una papa a su boca, dejando guacamole en las esquinas de sus
labios.
—Eso es mentira —dijo con la boca llena.
—¿Lo es? —La miró curiosamente—. Te traeré el artículo mañana. Puedes
leerlo tú misma.
—No quiero leerlo —dijo—. Quiero sentarme aquí y comer.
Mark asintió.
—Lo entiendo —dijo amablemente.
—¿Qué entiendes?
—Esta situación. Lo entiendo. Estás enojada conmigo.
Cadence resopló.
—No estoy enojada contigo en lo absoluto. Quería salir con mi hermano y
fumar algo de hierba. Eso es todo lo que fue.
—Tienes guacamole en todo el labio—Mark señaló.
—No me importa.
Él suspiró.
—Está bien. ¿Quieres algo para limpiarlo?
—¿No voy a conseguir alguna cerveza?
Él sonrió.
—No, pero puedo traerte un vaso enorme de agua fría.
Lo trajo a la mesa y la observó beberlo codiciosamente antes de ver el tazón.
Estaba casi vació.
—Sabes que te amo y me preocupo por ti —dijo Mark, observándola.
Ella parpadeó y siguió comiendo.
—No te voy a dar un sermón acerca de las drogas porque sé que no lo
necesitas. Eres más inteligente que eso.
—No uses esa mierda de psicología inversa conmigo —dijo Cadence. Y luego
se echó a reír.
Mark puso los ojos en blanco.
—Bueno, no es psicología inversa, pero en fin.
—Estás apelando a mi necesidad de sentirme inteligente —dijo Cadence—. Lo
estás usando para convencerme de que las drogas son malas. —Observó a Mark a
través de sus grandes ojos. ¿De dónde demonios salió eso? Todavía seguía tan en
las nubes como una cometa pero se las arregló para decir algo malditamente
inteligente. Se aplaudió a sí misma.
Mark la ignoró.
—Fumé mariguana por un largo tiempo y no me llevó a ningún lado. Estoy
sorprendido de que todavía esté funcionando a cualquier nivel de intelecto.
—Entonces no debe ser tan malo —dijo Cadence.
Mark la miró. Así que es así como se ve el resentimiento. Duro. Inflexible.
Desafiante. Distante.
—Está bien, Cadence—dijo suavemente—. ¿Quieres algo más de comer?
—Pizza —respondió.
—Ordenaré piza.
No hubo más conversación después de eso.
***
Avery observó a Cadence a través de la mesa.
—¿Qué? —lanzó Cadence.
—¿Fumar hierba con tu hermano y sus amigos tontos? —preguntó, levantando
su ceja.
— ¿Me vas a dar un sermón sobre ética y moral? —respondió Cadence.
Avery le lanzó una mirada de advertencia.
—Sí.
—Eres la única que me volvió mala —murmuró Cadence.
—¿En serio? ¿Cuántos años tienes? —dijo Avery. Mordió su sándwich de pavo.
—Como sea.
Avery tragó y continuó.
—Sé que te puse en una posición comprometedora el año pasado. No me di
cuenta de que las cosas estaban de la forma en que lo hacían. Solo pensé que tenías
un novio secreto normal con quien estabas a hurtadillas. ¡¿Cómo demonios iba a
suponer que estabas saliendo con tu profesor?!
Cadence colocó su codo sobre la mesa y dejó descansar su mejilla en su mano
mientras medio escuchaba a Avery.
—Además, no me di cuenta que terminarías viviendo con tu novio profesor
porque tu padre es un completo imbécil. Para agregar, no tenía ni idea de que Mark
hubiera estado previamente casado y que tú podrías estar tratando con todos esos
sentimientos de traición y resentimiento.
Cadence se frotó la frente.
—Sé que estás herida pero esta no eres tú —dijo Avery amablemente.
—¿No lo soy? —preguntó Cadence. La noche de sexo al azar el día de San
Valentín destelló en su cerebro.
—Cadence, no soy tu madre…
—Gracias a Dios.
—… pero Dios sabe que necesitas una ahora mismo.
Cadence resopló.
—¿Y se supone que tú vas a asumir ese papel?
—Bueno ¿Quién más va a hacerlo?
—¿Ya hemos terminado?
Avery lo intentó con un abordaje diferente.
—¿Siquiera tienes idea de por qué te busqué el año pasado?
Cadence sacudió su cabeza.
—Yo… estaba sola, sí. Sabía lo que te había pasado y sabía que tú también
estabas sola. —Avery mordió su labio inferior y pensó por un momento—.
Necesitaba estar alrededor de buenas personas.
Cadence frunció sus cejas.
—Sé cómo soy —susurró Avery—. No estoy diciendo que no quisiera
escaparme y tener una excusa para visitar a mi novio. No estoy diciendo eso.
Quería hacer todas esas cosas que hicimos el año pasado.
Cadence escuchó atentamente.
—Solo estoy diciendo que esperaba que quizás me hubieras rechazado. Porque
eres una buena persona con un corazón amable —explicó Avery. Se detuvo y
sonrió—. Eres amable.
Cadence sonrió.
—Me pone nerviosa cuando actúas así —dijo Avery—. Es un reflejo de mí y
no estoy segura de que me guste.
Cadence estaba en shock. Observó a Avery darle otra mordida a su sándwich,
como si sus más recientes palabras no hubieran sido una revelación que aturdiera la
mente.
—Eres la persona más increíble que conozco —dijo Cadence. Luego rio ante lo
ridícula que sonó. Avery también se rio.
—Lo sé. Lo sé. Mira, que yo haga esas cosas es normal. Que las hagas tú, es
atemorizante. Y de cualquier forma no hago eso de las drogas porque no soy
completamente autodestructiva. —Cadence asintió—. Mis vicios son el alcohol y el
sexo.
—No creo que realmente tenga algún vicio.
—Exactamente —dijo Avery—. Entonces ¿por qué empezar ahora?
Cadence se echó a reír mientras observaba a Avery terminar su sándwich.
—Vas a tener que perdonarlo en algún momento, Cadence. No puedes estar
molesta con él por siempre. Si lo haces, ambos terminarán eventualmente.
Ese pensamiento era alarmante. Cadence no había pensado en eso, que si no
podía buscar en su corazón y perdonar a Mark, entonces no lo conseguirían como
pareja. ¿A dónde podría ir? ¿Qué podría hacer? Él se preocupaba por ella. Por
supuesto, ella sacaba su valor pero ese no era el valor de él. El valor de Mark era
más fuerte.
Avery se aclaró la garganta.
—Ahora, ¿quiénes son esos patanes con los que estás saliendo? Porque no
estoy segura de aprobarlo.
—Solo son amigos de la escuela.
—Son perdedores, Cadence y no confío en ellos.
— ¡Oye! Son mis amigos. Retrocede.
—No confío en ellos—repitió Avery.
—Esto es presuntuoso viniendo de ti.
—¿Disculpa? ¿Estás implicando que no soy una amiga digna de confianza?
—¡No! Eres totalmente digna de confianza. Solo quiero decir, en general, eres
una escurridiza y auto-conservadora. Vas a hacer lo que sea mejor para ti —aclaró
Cadence.
—¿Disculpa?
—Um, ¿Avery? ¿Estás siendo seria en este momento?
—Tú, pequeña perra —dijo Avery—. Yo nunca he sido egoísta contigo.
Cadence se echó a reír.
—Me llevaste al garaje de Gavin el día que el señor Connelly me humilló en
frente de la clase. Hiciste eso para poder verlo. Realmente no tuviste nada que
hacer para estar ahí para mí porque…
—¡Deja de llamarlo señor Connelly! —gritó Avery
Cadence parpadeó y retrocedió.
—¿Huh?
—¡Es la segunda vez, Cadence! ¡La segunda maldita vez que llamas a tu novio
por su apellido! ¡Ya no es tu profesor! ¡Estás saliendo con él! ¡Estás durmiendo y
viviendo con él! ¡Compartes tu vida con él! ¡Solo detente!
Cadence estaba aturdida y luego su sorpresa se volvió sospecha. Estrechó sus
ojos.
—¿De qué lado estás? —preguntó con cautela—. ¿Has estado hablando con él?
Avery rascó la parte superior de su cabeza y dejó salir un dramático suspiro.
—No estoy del lado de nadie. No mereces estar molesta porque tuvo una
esposa antes que tú. Él ni siquiera te conocía en ese entonces. Lo estás alejando por
eso.
—Que. Te. Jodan.
—Tengo razón Cadence. Lo veo. No solo estás herida de que haya guardado el
secreto. Estás herida de que haya amado a otra mujer y tuviera que dejarla ir a
regañadientes. Porque sabes que si no le hubiera pasado nada a ella, ahora no
podrías estar con él. No significarías nada para él.
Cadence saltó de la mesa.
—¿Quién carajos te crees para hablarme así?—Sé que estoy diciendo cosas que
no quieres oír pero necesitas oírlas. Lo estás perdiendo. Estás eligiendo mal. Estás
saboteando la mejor cosa que te ha pasado…
—¡Cállate! —gritó Cadence.
—No puedes considerar los «y si hubiera». Tienes que considerar lo que en
realidad es. Él perdió a su esposa. Ella siempre estará en su corazón. Debes
permitirle tener eso. Eso no quiere decir que él no te ame hasta la muerte, porque sí
lo hace. Pero no puedes seguir alejándolo.
Cadence tomó su bolsa y salió.
—Cadence, ¡espera!—llamó Avery.
Ella se giró y vio a su amiga. Ya habían atraído la atención de cada estudiante
allí reunidos, así que no se preocupó de lo que diría después.
—No te atrevas a seguirme. Hablo en serio —siseó—. Te voy a arrastrar por el
puto suelo si siquiera lo piensas.
Otra vez, la chica enojada. El álter ego. Estaba emergiendo desde lo más
profundo con mayor frecuencia. Saliendo sin permiso. Cadence no quería hablarle
a Avery de esa forma. Pero su otra mitad lo quería. Y ahora mismo su otra mitad
estaba enojada.
—¡No quiero que se sigan lastimando!—gritó Avery.
—¡Ve a hablar con Mark sobre eso! —soltó Cadence—. Eres buena en eso.
¡Hablar con Mark sobre mí a mis espaldas!
Se alejó de allí antes de que Avery pudiera responder.
18
Chicas
Traducido por Manati5b & Rincone // Corregido por Isane33

—T
ienes vestidos de zorra —dijo Cadence mientras rebuscaba
en el armario de Carrie.
—¿Y? —respondió su amiga—. Solo los uso en los
clubs. No voy a usarlos en el campus.
—No puedo usarlos —dijo Cadence—. Me voy a ver ridícula en uno de estos.
—¡Sí, claro! Te verás muy sexi. Y te voy a poner extensiones en el cabello
también. Vas a parecer una muñeca Barbie cuando haya terminado.
Cadence rio. Bueno, una muñeca Barbie de seguro supera a una muñeca
americana.
—¿Hemos estado bebiendo antes de llegar aquí? —preguntó Cadence. Tomó
un vestido sin tirantes negro y lo sostuvo sobre sí.
—Un poco. Pero tengo documentos falsos para nosotras —respondió Carrie.
—¡De ninguna manera!
Carrie caminó hacia su escritorio y abrió una gaveta. Sostuvo en alto dos
identificaciones.
—Sí, señorita —dijo—. Y las conseguí gratis.
—Y yo pensaba que Avery era problemática —murmuró Cadence.
Avery. No había hablado con ella en una semana, no después del episodio del
consejo estudiantil. Le echó un vistazo al teléfono celular de Mark cuando él estaba
en la ducha la otra noche y descubrió unos mensajes de texto de Avery. No eran
largos. Ella solo le dijo dónde estaba Cadence en dos ocasiones y él contestó con un
«gracias» ambas veces.
—Avery —repitió Carrie—. ¿La chica que Michael y yo conocimos en el
almuerzo hace un tiempo?
Cadence asintió.
—No creo que le guste mucho —dijo Carrie. Conectó el rizador de cabello y
agarró la bolsa de maquillaje.
—Ella piensa que eres una mala influencia —respondió Cadence, dejándose
caer en la cama de Carrie.
—Nop. Levántate. Tú te sientas aquí donde el rizador te alcanzará. —Carrie se
puso de pie y le ofreció su silla de escritorio a Cadence—. Y soy una mala
influencia.
Cadence sonrió.
—Es tan ridículo. Avery fue la que me buscó para que fuéramos «amigas» el
año pasado. —Puso el «amigas» en comillas al aire—. Solo para que pudiera
usarme como una cubierta para poder andar a escondidas con su novio.
—Ooohh, esto lo tengo que escuchar —djo Carrie, abriendo la bolsa de
maquillaje y tomando la brocha. La pasó por la base mineral y la aplicó en el rostro
de Cadence como si estuviera puliendo arañazos en un auto.
—Fui su amiga porque quería una razón para salir a hurtadillas de mi casa
también. Le conté todo sobre mi temporada en el reformatorio y el posterior
confinamiento en casa —respondió Cadence.
—Oh, síp. Lo recuerdo.
—Bien, nos usamos mutuamente como coartadas. Admito que dejé de sentir
culpa por eso después de las primeras veces, así que no estoy sugiriendo que soy
una mejor persona que ella o algo por el estilo. No la estoy juzgando. Ella puede
hacer lo que se le dé la gana, no me importa.
Carrie suprimió las ganas de sonreír. Cadence estaba obviamente enojada, así
que estaba pasando un mal rato tomándola en serio. Más que nada, porque
Cadence era usualmente dulce, así que esta otra chica parecía casi exagerada, una
caricatura.
—De cualquier manera, ella tiene agallas para decir que eres una mala
influencia. Y ni siquiera sé de dónde saca eso. ¿Qué si ahora voy a fiestas contigo?
¿Cuál es el problema?
Carrie aplicó rubor en las mejillas de Cadence.
—Solo está celosa. No quiere que salgas con ninguna otra chica.
—¿Por qué? Eso es estúpido. Puedo tener más de una amiga.
—No, con algunas chicas no puedes. Ellas se ponen súper celosas. Suena como
si Avery fuera una de ellas.
Cadence frunció el ceño.
—Oye, no hagas eso —dijo Carrie, aplicando las sombras en los párpados de
su amiga—. Estoy haciendo todo está cosa del ahumado morado y gris brillante. Se
verá fantástico.
—Si tú lo dices —dijo Cadence. Prefería maquillarse ella misma, pero Carrie
insistió. Se dio por vencida, sabiendo que tendría que lavarse el rostro y rehacer
todo su look si se veía como un payaso o una zorra después de que Carrie
terminara con ella.
—Tú eres la única amiga de Avery —siguió Carrie, cuidadosamente trazando
una línea negra sobre el borde del párpado superior de Cadence—. Es natural que
te quiera solo para ella.
—¿Así que cuando me habla pestes de ti, se supone que eso hace que solo
quiera salir con ella? —preguntó Cadence.
—Espera un momento. ¿Qué pestes está diciendo? —preguntó Carrie, el lápiz
delineador suspendido en su mano debajo del ojo de Cadence.
—Bueno, ella te llamó palurda y dijo que no eras confiable.
—Jodida. Pendeja —dijo Carrie.
—En primer lugar, ni siquiera sé que es palurda. Segundo, ¿qué sabe ella
acerca de mí siendo confiable o no?
Cadence se encogió de hombros.
—Lo que sea —dijo Carrie con desdén.
Ella regresó a trabajar en los ojos de Cadence.
—Puedes salir con quien tú quieras. Y yo no soy una horrible persona.
—No creo que seas una horrible persona —respondió Cadence. Eso era
verdad. Pensaba que Carrie era como cualquier otra chica normal de la
universidad. Ella iba a clases como se suponía que debía, estudiaba cuando
necesitaba hacerlo y salía a fiestas cuando se le presentaba la oportunidad.
—Un montón de chicos calientes van al club al que vamos a ir —dijo Carrie.
Y el tema de conversación cambió justo así, algo que a Cadence realmente le
gustaba de Carrie. Parecia que no dejaba que muchas cosas le molestaran. Ella salió
con un «Jodida. Pendeja» en su momento, y luego estuvo lista para seguir con la
discusión de otra cosa que no tuviera que ver con Avery. Cadence estaba más que
encantada con eso. Estaba lista para la fiesta de esta noche. Carrie terminó de
aplicar la máscara para pestañas y luego dio un paso hacia atrás para examinar su
trabajo.
—Cadence, podrías ser una modelo —dijo después de un momento.
—¿En serio?
—Míralo tú misma.
Cadence se dio la vuelta hacia el pequeño espejo que colgaba sobre el escritorio
de Carrie. Etudió sus ojos, la manera en que brillaban y resaltaban. Carrie hizo un
grandioso trabajo en ella, y se sentía hermosa, tal vez por primera vez en su vida.
Ya no se sentía como la chica de al lado. Se sentía como si se hubiera graduado de
la categoría de «gente hermosa».
—Y ahora el cabello —dijo Carrie, moviendo las cejas—. Te lo advierto ahora.
Soy de Texas.
—¿Eres de Texas?
—No dejes que la falta de acento te engañe. No nací aquí, pero nos mudamos
de Texas cuando estaba en la secundaria, y déjame decirte: Me enamoré de todo lo
grande. Grandes ojos. Gran cabello. Grande todo.
—Ay no.
Carrie rió.
—¡Relájate! No voy a hacerte un look ridículo. Voy a hacerte lucir como una
reina de belleza tejana.
—Reina de belleza, ¿eh? —Cadence se vislumbró en el espejo una vez más
antes de agregar—: ¡Venga!
Una hora, una mega caliente rizadora de cabello, y docenas de extensiones
después, Cadence estaba paraba enfrente del espejo completo de Carrie para
mirarse. Se decidió por ir con el mini vestido sin tirantes junto con las zapatillas
rosas que compró en su viaje de compras del año pasado con Avery.
Su cabello. ¡Dios santo, su cabello! Rizos que caían sobre su espalda como una
cascada. Las extensiones añadían tanto volumen y grosor que tenía miedo de caerse
bajo su peso.
—Tengo el cabello largo —dijo.
Carrie se rio.
—Chica, tienes cabello para días. Y es fabuloso.
—¿De verdad puedo salir así? —preguntó Cadence
—Oh mi Dios, ¿después de todo el trabajo que hice? Mm. Síp.
Carrie se paró junto a ella con las manos en las caderas luciendo un mini
vestido de lentejuelas azules. Decidió ir con el cabello lacio esta noche. Su cabello
era tan largo que casi le llegaba hasta la cintura.
—Solo un par de chicas calientes listas para rockear —dijo Carrie. Sacó una
botella de ron de debajo de su cama y llenó con un cuarto dos vasos de plástico.
Agregó un poco de refresco de cola a cada uno y le tendió uno a Cadence.
—Puedo notar que eres una bola de nervios —dijo Carrie.
Cadence tomó la bebida.
—No me gusta llamar la atención, y creo que este cabello lo hará.
Carrie se echó a reír.
—Relájate. La atención puede ser buena algunas veces. Y creo que tú la
necesitas justo ahora. Bueno, eso o diversión. Tal vez son lo mismo.
Cadence asintió pensativamente y luego tomó un sorbo de su bebida.
—Estoy contenta de que solo seamos nosotras dos —dijo Carrie después de un
momento—. Michael me pone de nervios algunas veces.
Cadence caminó de regreso hacia el espejo para mirar su vestido. Ella también
estaba contenta de que Michael no se les uniera. Después de ese extraño incidente
con el trazo en la mano, lo evitaba lo más posible.
—Es molesto —continuó Carrie.
—Pensé que él era realmente un buen amigo —dijo Cadence, tocando la tela
fruncida sobre su cintura.
—Síp. Lo es, pero entonces, eso es por lo que es molesto —explicó Carrie,
mirándola.
Cadence se rió entre dientes.
—Te acercas demasiado a una persona, y está destinado a que pase.
—Uhh, dímelo a mí. Es por eso que siempre estoy buscando nuevos amigos
con quienes salir.
Cadence se dio la vuelta y ladeó la cabeza.
—¿Así que eventualmente me volveré molesta y me botarás como amiga?
—Naturalmente —replicó Carrie, y las chicas sonrieron—. Vamos a hacer una
regla para solo vernos, como, una vez por semana o algo. Entonces, tal vez
seguiremos siendo amigas.
—Hecho —dijo Cadence y terminó su ron con coca.
—¿Otro?
—De ninguna manera. Ese fue suficiente para mí —dijo Cadence. Ya sentía las
brasas ardiendo en su pecho, calentando su cuerpo y haciendo su rostro sonrojar.
—Eso fue casi nada —argumentó Carrie.
—No me presiones.
Carrie sonrió.
—Eres tan buena chica.
—¡No! No lo soy —dijo Cadence.
Ella no era buena en absoluto, era una perra. Odiaba a su mejor amiga en ese
momento. Odiaba a su novio y se comunicaba con él lo menos posible. Se odiaba a
sí misma, a su corazón negro y la mente que evocaba imágenes negras de hacer
daño a los que se suponía que debía amar. Quería enterrar a Mark bajo sus
mentiras. Quería enterrar a Avery bajo su propia ira y celos. No está haciéndose
más vieja y sabia. Estaba dando marcha atrás a causa del dolor que no podía
rectificar.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Carrie. Había estado observando a su
amiga todo el tiempo.
—Estoy pensando que estoy lista para bailar —respondió Cadence.
—Entonces vamos por ello.
***
El club estaba lleno de personas magnificas, mujeres compitiendo para ser las
más provocativas en la pista de baile. Hombres compitiendo para acercarse más a
ellas. Carrie y Cadence bailaron toda la noche, atrayendo compañeros de baile que
no eran tímidos en colocar sus manos en lugares donde no debían. Cadence nunca
protestó. Se dio cuenta de que le gustaba la atención y quería que la siguieran a la
barra para otra bebida gratis. Las chicas realmente encontraron un espacio al final
con dos taburetes vacíos. Ellas los reclamaron por el resto de la noche, charlando y
riendo acerca de las citas fallidas de Carrie y su carencia para atraer a los chicos
correctos.
La conversación eventualmente se dirigió hacia Mark, y Cadence derramó sus
sentimientos por su matrimonio. Carrie escuchó con atención, ordenando más
bebidas, consolando a Cadence quien parecía que estaba a punto de las lágrimas.
—Tu novio no debió haber guardado ese secreto —dijo suavemente Carrie. Se
inclinó y abrazó a Cadence. Luego la besó suavemente en la mejilla. Entonces sus
labios se dirigieron a la boca de Cadence, besándola suavemente ahí también.
Cadence se echó hacia atrás y vio que en los labios de Carrie se formaba una
sonrisa. Y luego Carrie tomó una rodaja de lima de la barra. El camarero no la
detuvo, estaba curioso de ver qué es lo que planeaba hacer. No creía que solo
quisiera agregar unas gotas en su cóctel.
Cadence observó fascinada mientras Carrie sacaba la lengua ligeramente y
apretaba el limón. Ella tragó y se lamió los labios, luego repitió el proceso desde el
principio. Un poco de jugo se escurrió sobre su barbilla la segunda vez, y Cadence
se extendió automáticamente, trazando su pulgar sobre el camino pegajoso,
limpiándolo. Parecía natural lamer el jugo de su pulgar, así que lo hizo, y observaba
a Carrie mientras lo hacía. Carrie sonrió y se inclinó a centímetros del rostro de
Cadence.
—Esto no te va a doler ni un poco —susurró, y Cadence asintió.
Presionó sus labios de zorra en los de Cadence. Un beso gentil. La estaba
probando, observando qué tan lejos podía llegar con una chica tan inocente. Probó
la boca abierta de Cadence, y Cadence probó el jugo de limón de su lengua, el más
delicioso y travieso beso que jamás había tenido. Mezclaron sus lenguas, gimiendo
suavemente en la boca de la otra mientras los curiosos se acercaban más. Cadence
no se dio cuenta, estaba muy ocupada tratando de saborear cada poco de fruta en
los labios de su amiga. No podía conseguir suficiente.
Carrie retrocedió y le entregó la rodaja de lima a Cadence.
—Inténtalo.
Cadence sacó la lengua y apretó lo último del jugo. Eso hizo que sus ojos
lloraran, y tragó rápidamente, cerrando, apretando los ojos y frunciendo sus labios.
Carrie se echó a reír, entonces atrapó el rostro de Cadence con sus manos. Esta vez,
Cadence hizo el primer movimiento. Abrió los ojos y se inclinó. Besó a su amiga
apasionadamente, arrastrando su labio inferior dentro de su boca y chupando
gentilmente. Metió la lengua en la boca de Carrie y compartió el jugo de la lima.
Pasó la lengua sobre los perfectamente derechos dientes de Carrie, entonces exploró
por dentro sus labios, esa suave y húmeda carne.
Las chicas hicieron bastante espectáculo, besándose y sosteniéndose las manos
mientras los hombres se arremolinaban al extremo del bar para observar. Ellos
aplaudían y vitoreaban, alentando a las chicas para que continuaran la sesión de
liarse y tal vez llegar un poco más lejos. Un muchacho joven sugirió que se tocaran
los pechos, y Cadence se rió.
—Piérdete —dijo ella—. Esto no es acerca de ti.
Carrie asintió en acuerdo.
Continuaron bebiendo hasta tempranas horas de la mañana, chismeando,
compartiendo historias y mezclando sus conversaciones con besos afrutados. No se
sentía como si estuviera engañando del todo, Cadence se dio cuenta, tal vez porque
estaba besando a otra chica. Eso lo hacía diferente. Tal vez no estaba bien, pero era
diferente. No quería pensar lo suficiente sobre si esto estaba bien. Quería
sumergirse en este universo alternativo, donde todo era más suave, más lirico.
Ternura femenina, y quería seguir tocando y probando.
Salieron tropezando del club cerca de las cuatro de la mañana. Lo último que
Cadence recordaba era tomar el elevador de regreso al cuarto de Carrie. Todo lo
demás estaba oscuro.

***

Avery golpeó la puerta.


Cadence la abrió y grito:
—¡Deja de acosarme!
Avery la empujó a un lado y entró.
—Entonces contéstame cuando te mande un mensaje. Cuando te llame.
—No quiero hablar contigo ahora —dijo Cadence—. Vete.
—No.
—¡Vete de aquí!
—No. —Avery arrojó su bolsa en la silla y se dejó caer en el sillón.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —exigió Cadence.
—Mi amiga. Quiero a mi amiga de regreso.
Cadence apartó los ojos.
—Mark y yo no hablamos de ti a tus espaldas, Cadence. Le mandé mensajes
algunas veces para decirle dónde estabas. Él está preocupado por ti. ¿No crees que
ya lo has castigado lo suficiente?
—No es tu problema.
—Sé que no lo es. Solo trato de ser una buena amiga para ti. Te veo herida y
quiero ayudarte.
—No necesito tu ayuda.
Avery se frotó la cara.
—¿Por qué estás tan enojada conmigo? ¿Qué he hecho?
¿Cómo podía decirle Cadence? Que estaba celosa y enojada de la vida de
Avery. Que Avery estaba creciendo y ella estaba decayendo. Que sentía que Avery
tenía una mejor versión de lo que suponía debía ser su vida.
Avery, quien era intuitiva, ya lo sabía.
—A mí ni siquiera me gusta el hip-hop instrumental —dijo después de un
momento—. Creo que apesta. Solo le sigo la corriente a Dylan porque lo hace feliz.
Eso es todo.
Cadence no dijo nada.
—No estoy tratando de competir contigo y tener tu vida. No esperaba
enamorarme de Dylan. No esperaba que él se enamorara de mí. No estamos
tratando de copiarte a ti y a Mark.
Silencio.
—Mark tiene un buen amigo. Actúa de manera inmadura algunas veces, pero
en realidad es muy inteligente y perspicaz.
Cadence caminó hacia la cocina por un vaso con agua.
—Los hombres mayores saben dónde están —continuó Avery—. Ellos tienen
todo en orden, están en control. Quieren establecerse. Es atractivo. Veo por qué te
enamoraste de Mark.
Cadence salió de la cocina y miró a su amiga con recelo.
—Está bien, sí. Deseé por un tiempo tener lo que tú tenías con Mark. Estaba
un poco celosa porque veía cuán feliz eras. Cuán segura te sentías. Y cuando me
contaste sobre las pequeñas cosas que él hacía para que supieras cuanto le
importabas, me hizo sentir sola. Quería algo como eso. Me di cuenta de que con
Gavin no lo tendría. No había diferencia que él era mayor. Ser más grande no
significa ser mejor. Así que no estoy muy segura de por qué dije que los hombres
mayores saben dónde están.
Cadence se sentó en la silla y bebió su agua. Ni siquiera pensó en ofrecerle algo
de beber a Avery.
—Al principio, solo quería echar un polvo. Pero Dylan no iba a dormir
conmigo. Él dijo que le gustaba, que quería hacer las cosas bien. No entendía qué
significaba eso, hasta que me lo enseñó. Creo que Mark lo desalentó al principio
hasta que vio que lo de Dylan era en serio. No sabes nada de esto porque has
estado ausente.
—Es vergonzoso.
—¿Qué es vergonzoso? —preguntó Avery.
—Nuestra historia es una cosa, pero vamos. Ustedes dos están haciéndolo
parecer absurdo y tonto. Ve y sal con alguien de tu misma edad —dijo Cadence.
—No lo es —señaló Avery.
—Mi historia no es tu historia —argumentó Cadence.
—Lo sé. No estoy tratando de vivir tu historia Cadence. Estoy tratando de
demostrarte que soy feliz. Dylan es feliz. ¿Por qué no puedes ser feliz por nosotros?
¿Por qué no iba a hacerlo? Luchó contra eso durante las últimas semanas, la
incapacidad de ser feliz por una amiga que se preocupaba tanto. ¿Por qué? Era
tonto no sentirse contenta de que Avery encontrara un buen tipo. Solo podía
atribuírselo a su ira contra Mark, la estaba dirigiendo hacia todo el mundo. Bueno,
excepto a Carrie.
Carrie.
Había logrado olvidar el beso hasta ahora. ¿Qué diablos fue eso de todos
modos? No se sentía atraída hacia las chicas, pero no podía negar su atracción por
ese beso.
Tal vez solo fue el licor.
—¿Estas escuchándome? —preguntó Avery.
Cadence miró a la extraña que estaba sentada en el sofá.
—Sí, te estoy escuchando.
Avery suspiró.
—Lo que sea. Vine hasta aquí para hacer las cosas bien. Vine aquí para tratar
de entender por qué has sido tan mala conmigo.
Cadence parpadeó.
—¿En serio? Esa es tu respuesta, ¿un jodido parpadeo?
—¡No sé qué es lo que quieres que te diga! No puedo estar a tu alrededor justo
ahora. No puedo manejar tu felicidad.
Avery se mostró sorprendida.
—¿Quién diablos eres?
—No lo sé. Solo una persona enojada. Creo —respondió Cadence.
Su corazón le dolió al instante, y quería decirle a Avery que lo sentía, pero no
podía. O mejor dicho, no quería. No cuando su corazón evocaba esos sentimientos
de abandono durante su última semana en la preparatoria. Avery no estuvo ahí
para ella. Avery había desaparecido. Avery la había ignorado y la había insultado
cuando ella no podía ignorarla.
Pero ella se disculpó, dijo su cerebro.
¿Y qué? ¡No puedo olvidar eso! ¿Por qué espera que sea agradable cuando ella
básicamente está echándote su felicidad a la cara? replicó Cadence.
Nadie está restregándote su felicidad a la cara. Está tratando de compartir su felicidad
contigo. Eso es lo que los amigos hacen.
¡Que se joda eso! ¡Ella está tratando de tener mi vida! Pensó Cadence.
Miró a Avery quien estaba sentada observando su rostro. Sabía que estaba
retorcido de rabia, y pensó que lo más sabio que Avery podía hacer era irse antes de
que dijera algo imperdonable.
—Deberías irte —dijo suavemente Cadence.
Avery se puso de pie y tomó su bolso. Caminó hacia la puerta e hizo una
pausa.
—Te quiero —dijo. Su voz tembló, y Cadence sabía que estaba a punto de
llorar—. Desearía que regresaras.
Cadence escuchó mientras la puerta se cerraba, dejándola aislada en el
pequeño recibidor, un espacio que tenía muchos recuerdos maravillosos que no
podía evocar. Ni uno. Se retiraron cuando tuvieron el conocimiento del pasado de
Mark y sus inconsecuencias. Él podía pasar el resto de su vida diciéndole que no lo
dijo en serio, pero ella se había convencido de su insignificancia. Y de repente se
dio cuenta de por qué había saboteado todas sus relaciones: había engañado a su
cerebro haciéndole creer que no les daba nada. Que su vida no tenía un propósito.
Que ella no tenía sentido. Solo una chica tonta para doblar y romper. No podía ver
que no había nadie más sino ella misma haciéndose a un lado.
***
Cadence ayudó a Fanny a salir del coche. Entrelazó sus brazos y comenzaron
a bajar el sendero del parque, admirando la vida de una primavera temprana. Los
brotes salpicando los prados, y el frondoso verde coloreando a cada lado de ellas.
—¿Sabes? Esta es mi estación favorita —dijo Fanny
—¿Y eso?
—Porque todo empieza de nuevo. Renacimiento. Renovación. Un nuevo
comienzo.
Cadence asintió.
—Es una oportunidad de hacer las cosas bien —continuó.
—Sé lo que quieres decir —respondió Cadence.
—Lo sé.
Caminaron por el sendero, saludando a los otros visitantes al pasar.
—Te he adoptado como mi nieta —dijo Fanny.
—¿Lo has hecho?
—¿No te lo dije? —respondió ella—. Pensé que te lo había dicho.
Cadence negó con la cabeza.
—Así que como eres mi nieta, puedo ser franca contigo.
—Oh, oh. —Cadence se preparó.
—Has permitido que la ira y la amargura tuerzan tu corazón, Cadence. Te ha
convertido en una fea persona. Has retrocedido tanto que me temo que tendré que
enseñarte a caminar de nuevo.
Cadence agachó la cabeza.
—Te digo esto porque te quiero. Me preocupo por ti. No quiero verte sufrir. Es
doloroso para mí verte así. Me duele más verte intentando cubrirlo todo con malas
decisiones.
—¿Cómo sabes…?
—No importa cómo lo sé. Y nadie está hablando de ti, así que tranquilízate.
Lo siento en los huesos. —Fanny la acarició en el brazo—. Relájate.
Cadence respiró hondo.
—Mark estaba equivocado en ocultarte su pasado. Tendría que haber sido
honesto contigo desde el principio. Debería haberte permitido tener la oportunidad
de entenderlo. Fue un egoísta solo dándote una parte. Él lo sabe.
Cadence no dijo nada.
—Pero tienes que dejar ir tus sentimientos de traición. Son como un cáncer, se
extiende por tu cuerpo, tomando todo lo bueno. Si no luchas, vas a morir en esa
oscuridad. Vas a destruir toda la bondad de tu vida.
—No puedo dejarlo ir —susurró Cadence.
—Es porque que no has pedido ayuda —respondió Fanny.
—¿Ayuda de quién? No quiero la ayuda de Mark. La ayuda de Avery. Te
quiero, Fanny, pero tampoco quiero tu ayuda.
Fanny se rió entre dientes.
—Cariño, ninguno de nosotros podría ayudarte aunque lo intentáramos.
Cadence la miró confundida.
—¿Qué? ¿Un loquero? ¿Debería ir a terapia?
—Tampoco creo que un loquero pueda ayudarte.
El entendimiento se extendió por todo el rostro de Cadence, iluminándola por
medio segundo antes de que un ceño fruncido ensombreciera aquel brillo.
—No quiero hablar con Dios —murmuró.
—¿Y eso a qué se debe?
—Porque creo que le da igual.
—¿De verdad crees eso? Porque sospecho que cuando te acuestas por las
noches en la cama llorando y sintiéndote terriblemente mal por la forma en que has
tratado a las personas que amas, es Dios hablando contigo. Es Dios estando muy
involucrado en tu vida, en tu corazón.
Cadence se encogió de hombros.
—Tienes una esperanza a la que te rehúsas a aferrarte cuando ella está justo
delante para ti, esperando a que la tomes. ¿Por qué te niegas a ella?
—Porque estoy dolida.
—¿Y piensas que ÉL no lo sabe? ¿Crees que él no siente lo que tú sientes?
—No lo sé. —Cadence tenía ganas de llorar. Había tenido ganas de llorar
desde hacía semanas, pero la ira había aplastado sus lágrimas. Era un zombi
andante, vacío de toda humanidad.
—No encontrarás un amor más grande para curar tu dolor, cariño. Lo sabes.
Entiendo que has tenido que pasar por toda esta situación, sentir lo que estás
sintiendo. Pero no permitas que te destruya. Busca el perdón que sigue estando en
tu interior.
—Avery dijo que estoy más que nada molesta porque Mark tuvo una esposa,
no porque me lo haya ocultado. Dijo que me di cuenta de que si nunca hubiera
muerto, no estaría con él.
Fanny le apretó el brazo.
—Bueno, ¿y cómo te sientes al respecto?
—Creo que tiene razón, y la odio por eso —dijo Cadence en voz baja.
—Estás jugando un juego peligroso, Cadence —advirtió Fanny—. El juego del
«Y si…». Eso no te llevará a ningún lado.
—Lo sé.
—Sus circunstancias estuvieron designadas. Al igual que las tuyas. Los dos
están destinados a estar juntos. Eso es lo que yo creo. Así que no debe haber lugar
para los «¿Y si…?». No deberían ni ser un pensamiento fugaz.
—¡Él sigue enamorado de ella!
—¿Enamorado? Hay una gran diferencia entre estar enamorado de alguien y
amarle.
—¿Y cuál es la diferencia? —preguntó Cadence. Encontraron un banco vacío y
tomaron asiento.
—Creo que el estar enamorado implica a ambos. Te enamoras de otra persona
debido a la forma en que te hace sentir o debido a los pequeños descubrimientos
que hacen sobre el otro. Es una cosa recíproca. Para estar enamorado, tienes que
vivir la experiencia en un lado como en el otro. ¿Me sigues?
Cadence asintió.
—Pero amar a alguien no requiere que la otra persona haga ni una condenada
cosa. Hay personas que aman a otras que ni siquiera saben que existen. Es personal
y privado, el amar a alguien. Y no es egoísta. No esperas nada de esa persona. La
amas porque ese es tu regalo.
Cadence recordó algo de su pasado.
—Mark me dijo hace mucho tiempo que su amor por mí no era condicional,
que no me ama porque yo lo amo.
Fanny sonrió.
—Entonces, ¿qué diablos estás haciendo, Cadence? Las personas darían su
brazo derecho para tener a alguien que le diga esas palabras exactas. ¡Él te ama!
Perdónalo.
Cadence se frotó la frente.
Fanny tomó aliento.
—Esas son las diferencias de estar enamorado y amar a alguien. No es posible
que Mark esté enamorado de Andy porque ella ya no está aquí para corresponderle.
Pero es seguro como el infierno de que está enamorado de ti. Él te ama. Así que si
yo fuera tú, le prestaría atención a eso.
Cadence asintió.
—El problema es que eres una terca. Se ha herido tu orgullo, y no puedes
dejarlo pasar para poder perdonarlo. Me recuerda a alguien que conozco.
Cadence alzó la cabeza con rapidez.
—No te atrevas…
—¿A qué? ¿A compararte con tu padre? —preguntó Fanny.
Cadence se puso de pie y Fanny la agarró del brazo.
—Cariño, eres mi viaje de regreso a casa —le recordó.
Cadence se dejó caer en el banco. Estaba en plena ebullición y Fanny lo notó.
—Escúchame, pequeña máquina de vapor —dijo Fanny. Tomó la mano de
Cadence—. Mira lo que el orgullo de tu padre ha causado en tu relación con él.
Solo piensa en ello por un segundo. Te hizo algo terrible, y su orgullo no permitirá
que te pida perdón.
Cadence trató de liberar su mano pero Fanny se sujetaba a ella como a un
salvavidas. De una forma u otra, iba a hacer que Cadence entendiera.
—El orgullo rompe incluso a las personas más fuertes. Destroza las relaciones,
matrimonios, amistades. Es feo y puede deformar incluso los corazones más
nobles. Cadence, mírame —dijo Fanny.
Cadence la miró de mala gana.
—Está ocurriendo contigo. Tu orgullo, si no puedes mantenerlo bajo control, si
no puedes aprender a romperlo, si no puedes aprender a perdonar a Mark, tu
orgullo será tu perdición. Te destruirá a ti y a Mark.
Cadence miró a los ojos de la anciana. Vio la sabiduría, el amor y la suavidad
que venían con tantos años de experiencia de haber aprendido a cómo ser
desinteresada, a cómo poner primero a la otra persona. Se preguntó si sus ojos
reflejarían eso cuando fuera mayor. Si no comenzaba a aprender a ahora, nunca lo
harían.
—¿Me estás escuchando? —preguntó Fanny.
—Sí, señora —respondió Cadence.
—¿Estás pensando en eso?
Cadence asintió.
—Entonces he hecho lo que he venido a hacer aquí —dijo Fanny. Se puso de
pie lentamente—. Ven, vámonos a casa para el té.
Cadence sonrió.
—No me gusta el té —murmuró.
—Bueno, pensé que en algún punto te habías acostumbrado.
—No, pero hago lo me tú me dices. Lo cojo y lo bebo cuando se me ofrece.
—Bueno, Cadence, eso me demuestra que no eres completamente una causa
perdida.
Cadence se echó a reír. Fanny también rió mientras se dirigían por el camino
floreado hacia el coche. Ella rezaba silenciosamente por el corazón de Cadence, y
Cadence lo sabía.
***
Cadence buscó en el armario inferior el ron, pero el licor se había ido. Juró que
allí habían varías botellas justo el otro día. ¿Qué? ¿Mark se las había bebido todas?
—¡¿Mark?!
Él dobló por la esquina de la cocina y se paró junto a ella.
—¿Dónde está el ron? —preguntó.
Se encogió de hombros.
—Lo tiré.
—¿Por qué?
—No pensé que tuviera que estar en casa —respondió.
Ella entrecerró los ojos hacia él.
—¿Por qué?
—Porque no quiero fomentar nada más de… —hizo una pausa y agitó su
mano alrededor—… esto.
—¿Qué es «esto»? —preguntó ella, imitándolo con la mano.
—A ti. Bebiendo.
Ella se levantó.
—¿Disculpa?
Se rascó la cabeza.
—Creo que estás bebiendo un poco demasiado, Cadence.
Ella se rió con desdén.
—¿En serio? ¿Qué? ¿Ahora eres mi padre?
—No. Él es un idiota. Yo no lo soy —respondió Mark.
—Eso es discutible —murmuró Cadence.
Mark contuvo el aliento.
—Solo pensé que tal vez deberías bajar un poco el ritmo. Cada vez que te veo,
estás bebiendo.
—¿Cada vez que me ves? —le espetó—. ¡Eso ha sido, como, cinco veces en las
últimas semanas! ¿De repente tengo un problema con la bebida?
—Hablemos de eso por un minuto —dijo Mark—. ¿Por qué te he visto solo
cinco veces en las últimas dos semanas? Vivimos juntos. ¿No debería verte más?
—He estado ocupada con la escuela —mintió Cadence.
—Has estado ocupada echándote a perder —respondió él.
—¡Vete a la mierda!
Mark rodó los ojos.
—Estás enojada conmigo, lo entiendo. Entiendo que es de eso de lo que va
todo esto. Y no sé qué más puedo hacer, Cadence. Me he disculpado contigo. Lo
siento. Realmente lo siento por haberte mentido. ¿Por qué no puedes aceptar eso?
—¡Porque no es suficiente! —gritó. Pasó junto a él y agarró su mochila y el
libro de la mesa del comedor.
—¿A dónde vas? —preguntó Mark.
—No es asunto tuyo —ladró.
Los pies de él se movieron antes de que su cerebro registrara las intenciones.
Agarró la correa de la mochila y la obligó a detenerse.
—¡Suelta! —gritó, retorciéndose contra la mano de Mark.
—Lo haré —dijo en voz baja—. Solo dime a dónde vas.
—¡No!
—¡Dime a dónde vas, Cadence!
—¡No!
El cerebro de él le gritó «¡Para!» Pero no le hizo caso. La empujó al suelo y se
subió sobre ella, atrapándole el rostro entre sus manos. Ella le gritó en la cara, y él
amortiguó el grito con su boca.
La besó con fuerza y no esperó el inevitable pinchazo en sus labios. Hundió los
dientes en los labios de ella primero y escuchó cuando gritó de dolor. Metió la
lengua en el interior de su boca y ella lo empujó con la suya, tratando de expulsarlo.
Luchó contra él, gruñendo, tensándose y chasqueando los dientes. Su rostro reflejó
una ira tan violenta que le prometía una futura tortura y angustia.
Atrapó su cara entre las manos y la obligó a permanecer inmóvil mientras las
lágrimas caían una a una desde sus ojos hasta las mejillas y frente de ella.
—¡Perdóname! —exclamó.
Ella se quedó mirándolo fijamente.
—¡Perdóname! —rugió en su rostro.
La besó de nuevo, febril y desesperadamente. Esta vez ella no se resistió. Esta
vez, le respondió. Un poco. Abrió la boca para él, dejó que la besara
profundamente, dándole la ilusión del perdón. Sabía que era eso exactamente lo
que era, pero había pasado tanto tiempo sin probar su boca, que no le importaba si
era falso. No se preocupaba por su ira. Seguiría besándola porque estaba
desesperado por estar cerca de ella, incluso si eso no contaba realmente.
Se echó hacia atrás y estudió su rostro. No había nada. No había luz en sus
ojos. Sin rubor en sus mejillas. Se había convertido en una muerta viviente. No
podía soportar mirarla más y giró su rostro. Se quitó de encima de ella y se dirigió
al sofá. Ella se quedó en el suelo un minuto más, mirando el techo, decidiendo a
dónde ir. No había un lugar que fuera particularmente divertido, pero había uno en
el que podía escapar con licor. Y no era aquí. Así que luchó levantándose del suelo,
agarró su bolso y se dirigió hacia a la puerta.
19
Estoy Bien
Traducido por Isane33 & Rincone // Corregido por pauper

—¿Dónde has estado? —gritó Mark tan pronto Cadence entró por la puerta.
—¿Qué demonios? —respondió ella.
—¡Tú hermano está el hospital! He estado tratando de ponerme en contacto
contigo! —La tomó del brazo y la arrastró hacia la puerta. La acompañó hasta su
coche y la lanzó en el asiento.
—Oh dios mío —susurró Cadence. El pánico fue inmediato—. ¿Qué ha
pasado?
Mark cerró la puerta y encendió el motor
—Accidente de coche.
—Dios mío.
—Uno de sus amigos ha muerto —continuó Mark.
—¡¿Qué?!
—Charlie. Creo que su nombre es Charlie. Él iba conduciendo. Iban
borrachos. —Mark salió del estacionamiento y se dirigió hacia el Hospital Nortside.
—¡¿QUÉ?!
—Hablé con tu madre por teléfono. Está histérica. Ha intentado llamarte. —Le
dio una mirada de enojo—. ¿Dónde diablos has estado?
—Estaba con Carrie —dijo con aire ausente. No podía procesar nada de lo que
acababa de decirle. No podía invocar lo que debería ser una adecuada respuesta a la
información. Debería gritar histéricamente, pero sus ojos eran huesos secos.
—¿Emborrachándote? —escupió.
No le hizo caso.
—¿Qué más sabes?
—Nada. Te he dicho lo que sé.
Mark arrojó una bolsa en su regazo. No había notado que llevara nada.
—Ponte presentable —gritó mientras giraban hacia Roswell Road. Su tono
tenía un punto de disgusto.
Le temblaron las manos mientras bajaba la visera y abría el espejo. No quería
mirarse. Sabía que lucía terrible por la resaca. No quería verse tan despeinada
cuando viera a Ollie por primera vez. Era vergonzoso e insultante, por lo que abrió
la bolsa para ver con lo que Mark la había llenado para dejarla con un aspecto
respetable.
Se limpió los ojos primero, deslizando el pañitoo de desmaquillante sobre la
negra mancha de delineador y rímel. Seguidamente, utilizó el enjuague bucal, pero
no tenía donde escupir, por lo que en su lugar, se lo tragó. Le quemó la garganta,
igual que el vodka que bebió la noche anterior. Se peinó los nudos de su cabello y lo
colocó en una coleta. Notó una camiseta limpia en la bolsa, y se quitó la suya
impregnada a humo, haciendo caso omiso de los pasajeros en los coches que
pasaban mirándola.
Cerró la bolsa y se recostó en su asiento.
—¿Va a ponerse bien? —No lo había preguntado antes porque tenía mucho
miedo de la respuesta.
—Sí —respondió Mark.
Suspiró con alivió, agarrando el pomo de la puerta porque su cuerpo estaba
temblando, y no sabía cómo detenerlo.
Siguió a Mark por el pasillo del hospital hacia la habitación de Oliver. El Sr.
Miller abrió la puerta. Asintió con la cabeza y se movió a un lado, dejando pasar a
Cadence primero. Corrió hacia la cama de su hermano, y él sonrió cuando la vio.
—Ollie —dijo en un respiro, agarrando su mano. Sus nudillos rozaron la IV, y
dijo entre dientes—: Lo siento —susurró, sentándose a su lado con cuidado. Nunca
miró a su padre. E ignoraba que su madre estuviera en la habitación.
—Soy un idiota —dijo él.
Cadence sacudió la cabeza.
—Lo soy —insistió.
Hablaba como si aquello hubiera sido un estúpido accidente de patinetas.
Como si no hubiera debido bajar ese pasa-manos, porque era demasiado empinado,
y sabía que iba a romperse un brazo. ¿No sabía lo de Charlie?
—No has hecho nada malo —dijo Cadence.
—Bebí. Me emborraché. No debería haberlo hecho. No debería haber dicho
que estaba bien que Charlie condujera. ¿Cómo está?
Cadence miró a su padre por primera vez. Él negó con la cabeza muy
ligeramente, y se giró de nuevo hacia su hermano.
—No lo sé —dijo—. Creo que he oído que está bien.
Odiaba la forma que se escuchó su mentira. Odiaba haber tenido que hacerlo.
Pero todos estaban pendientes de su recuperación, y una mentira le ayudaría a
superarla más rápido. ¿Qué importaba quien mentía?
—Estamos metidos en un buen lío, Cay.
—No, no lo están. No están en ningún lío.
Él asintió con la cabeza, sin estar convencido.
—En un gran, gran lío. ¿Tendré que ir al reformatorio como tú?
Cadence se encogió.
—No, Ollie. Nadie va a enviarte a un reformatorio.
—Estoy cansado de mi vida —dijo.
Ella sonrió con tristeza.
—Eres demasiado joven para estar cansado de tu vida.
—Echo de menos a Kim.
—Lo sé.
—Creo que necesito un cambio.
—¿No lo necesitamos todos? —Alzó la vista. Su cabeza estaba vendada. Su ojo
estaba magullado y cerrado. Tenía una profunda herida en su mejilla, recién
suturada. Su brazo estaba roto.
—Estaba fuera de combate —dijo después de un momento—. No me acuerdo
de nada.
—No tienes que recordarlo —respondió Cadence. Pero sabía que en algún
momento lo haría. Recordaría pedacitos de aquí y allá hasta que consiguiera armar
el rompecabezas. Puede que no fuera toda una imagen, pero sería suficiente para
darle un recuerdo. Uno malo.
—¿Vas a pasar la noche conmigo? —preguntó.
—Por supuesto.
—¿Le dirás a mamá y papá que se vayan?
Cadence se tensó.
—No sé, Ollie. Están tan preocupados por ti como lo estoy yo.
—¿Les dirás entonces que se vayan por la noche? Solo te quiero a ti aquí.
Ella estuvo de acuerdo y miró a su padre una vez más. Él asintió con la cabeza
mientras las lágrimas caían.
La Sra. Miller montó un infierno cuando llegó la noche. Instó a su marido a
luchar con Cadence, que la forzara a permitirles quedarse. Cadence nunca había
visto a su madre tan enojada. Trató de hablar con ella, explicarle que había sido
decisión de Oliver, pero la Sra. Miller la ignoró saliendo por la puerta.
Mark se fue después de dejar la cena. Cadence necesitaba tiempo a solas con su
hermano y esperaba que su conversación pudiera cambiarle el corazón. Que lo
ablandara, tal vez. Que quizás le permitiera reconocer su propio comportamiento
autodestructivo y reuniera el coraje para apartarse de ello.
—¿De verdad quisiste decir lo que dijiste? —preguntó Cadence.
—¿Qué dije? —respondió Oliver.
—¿Que estás cansado de tu vida?
Oliver asintió.
—Soy infeliz. Y nada de esta mierda que hago está ayudando en absoluto. Solo
es un arreglo temporal.
—La mayoría de los chicos de diecisiete años no son lo suficientemente
inteligentes como para reconocer eso —señaló Cadence.
—Sí, la mayoría de diecinueve tampoco.
—Listillo.
—No estaba intentando serlo —dijo Oliver.
—¿Entonces qué? ¿Ahora tienes la autoridad para decirme que rehaga mi vida
porque estás metido en una cama de hospital?
—Así es por lo general como funciona —respondió Oliver.
Cadence se rió.
—Sí, supongo que tienes razón.
—¿Quieres terminar en una cama de hospital?
—No.
—Bien, entonces.
—No es como si estuviera fuera de control o algo así —argumentó Cadence.
—Cay, no soy un maldito idiota. Sé que estás siendo imprudente. Y lo
entiendo. Estás soltando golpes a diestra y siniestra porque estás enojada con Mark
igual que yo arremetí contra mamá y papá porque estaba enojado con ellos.
—Que perceptivo.
—Nadie tiene que ser perceptivo para ver eso. Es, como, totalmente obvio —
dijo Oliver.
—¿Así que ya no volverás locos a mamá y a papá?
—Por supuesto que sí. Estoy enojado con ellos. Pero me estaba haciendo daño
a mí mismo por eso. Y tú estás haciendo lo mismo. Quiero decir, mírate, eres un
desastre.
Cadence miró su camisa.
—¿Lo soy?
—Todo sobre ti. Te ves como la mierda, Cay. Solo estoy siendo honesto. Estás
fea.
—¿Cómo un corazón feo?
—No, quiero decir que estás simplemente fea. Bolsas bajo los ojos. ¿No se
supone que las chicas se ponen loción y mierda en su cara?
Cadence ahuecó sus mejillas con sus manos.
—Estás toda cetrina14 —observó Oliver.
—¿Cetrina?¿Cómo diablos conoces siquiera esa palabra?
—Soy más inteligente que tú. Siempre he sido más inteligente que tú —
respondió.
Ella rodó los ojos.
—Supongo que estoy un poco cetrina.
—Estás fuera de los diagramas del cetrino. Solías ser realmente bonita. ¿Qué te
pasó?
—Mark —respondió antes de que pudiera detenerse.
—Buen intento. ¿Quién eres? ¿Avery? Deja de culparlo a él por tus malas
decisiones.
Cadence se erizó.
—¡Él me mintió!
—Cay, supéralo. No es como si te hubiera escondido el horrible secreto de que
es un asesino en serie o un violador o algo así. Tenía una esposa, y murió. ¿Por qué
no puedes ser un poco más comprensiva?
—Me dijo cosas horribles.
—¿Cuando estaban discutiendo? Sí. Suena como que sí. La mayoría de la gente
dice cosas horribles cuando están discutiendo —explicó Oliver.
—Yo no le dije cosas horribles a él —susurró Cadence—. Me hizo sentir como
si no tuviera ningún valor.
Oliver pensó por un momento.
—No. Tu misma te has convencido de que no tienes ningún valor. Sé lo que
Mark te dijo, y puedo entender cómo puede interpretarse eso en la manera que tú lo
hiciste. Pero sé que no fue eso lo que él quiso decir.
—¿Ah sí? ¿Cómo es eso?
—Porque miré la situación desde su punto de vista.
Cadence suspiró.
—Solo escucha. El tipo tenía una mujer. Como en una estampa de familia
feliz. Tener un bebé. Decorado un vivero. Todas esas cosas. Y entonces ¡zas! Todo

14
Cetrina: amarillenta, pálida, etc.
se va. ¿Crees que el tipo va a buscar un problema nuevo para resolverlo? ¿Crees que
va a buscar una mujer complicada con una tonelada de equipaje? Él ya tiene
suficiente equipaje, Cay.
—Dijo que no tenía historia.
—Tienes diecinueve. No la tienes.
—¡Oliver! Fui a un reformatorio. ¡Tengo algunas experiencias!
—Las suficientes. Pero no es la perdida de una esposa.
Cadence se erizó.
—No me había dado cuenta que estábamos poniendo grados de importancia a
nuestras experiencias.
—Mierda, relájate. Todo lo que quiero es que tengas un poco de perspectiva.
Él no piensa que no tengas una historia.
—Pero eso es lo que dijo.
—Todos decimos estupideces, Cay. Estaba enfadado. No quiso decirlo. Eres
algo así como la cosa más importante para él. Es algo vomitivo, en realidad, lo
mucho que te ama.
Cadence no dijo nada.
—Él dijo aquello por la rabia, y eso estuvo mal. Él estaba equivocado. No
quiso decir aquello. Tienes que perdonarlo —dijo Oliver.
Cadence frunció el ceño.
—¿Y entonces? ¿Ahora ya eres todo maduro?
—Más que tú.
—¿Esto es lo que sucede cundo las personas experimentan un trauma? ¿Tiene
epifanías ultra-maduras?
—Supongo que sí. Quiero decir, mírame. Soy el jodido Dalai Lama.
Cadence resopló.
—Y estoy tratando de ayudar a Mark.
—¿Podemos hablar de otra cosa?
—Bueno, si quieres hablar de mí, puedes irlo olvidando —dijo Oliver—. He
terminado. Les diré a Charlie, Pete y a todos que ya no puedo seguir haciendo más
el tonto. No tengo tiempo para eso.
—¿Lo estás haciendo mucho?
—Sí.
—¿Beber y drogarte?
—Sí.
—¿Estabas teniendo malas notas?
—Sí.
—¿Te estabas metiendo el problemas en la escuela?
—No.
Cadence asintió.
—Tengo que encontrar la manera de volver con Kim —dijo Oliver.
—¿Quieres que te ayude a diseñar un plan?
—¿Tienes uno?
—Claro. Éste es el plan —dijo Cadence.
Oliver escuchó atentamente.
—Di que lo sientes.
—Bien. ¿Y?
—Solo eso. Solo di que lo sientes.
Oliver sonrió.
—Eres una inútil.
***
Avery estaba en la puerta abierta con las cejas levantadas.
—Mi turno —dijo Cadence.
—¿Para qué?
—Para pedir disculpas.
Avery frunció los labios.
—Has sido la perra más grande del planeta durante el último mes y medio.
—Lo sé.
—Yo solo te torturé durante tres semanas —señaló Avery.
Cadence esbozó una sonrisa.
—Lo sé.
—Así que definitivamente ni siquiera estamos a mano.
Cadence asintió.
—Pero porque soy mucho más madura que tú, te voy a dejar entrar. En cuanto
a perdonarte, todavía no estoy segura.
—Me parece justo.
Avery se hizo a un lado, observando a Cadence como un halcón mientras se
sentaba en el sofá de Dylan. Se unió a ella, pero se sentó en el extremo opuesto, lo
más lejos que pudo. Cruzó los brazos sobre el pecho y esperó.
Cadence jugueteó con sus dedos.
—¡Venga ya! —espetó Avery.
Cadence dejó de moverse inquietamente.
—Número uno: Tenías razón acerca de que estaba celosa de la esposa de
Mark. No porque él la mantuviera en secreto, sino porque tuvo una esposa. Porque
no me puedo quitar la idea de que si nada de eso le hubiera pasado, yo no estaría
con él. Sé que no debo pensar así, pero lo hago.
Avery asintió.
—Número dos: Estaba muy celosa de Dylan y tú porque vi el tipo de relación
que estaba perdiendo con mi novio. Todavía estoy enojada con él, y no sé cómo
eliminar ese enojo. Y estar cerca de Dylan y tú y verlos coquetear solo lo vuelve
mucho peor. Por no mencionar el hecho de que me sentí como si estuviera
presenciando una repetición de mi historia con Mark. No importa que no estuvieras
tratando de vivir mi vida. Así se sentía.
—Lo sé —respondió Avery—. Y ni siquiera pensé en el coqueteo. Me imagino
que era más que repugnante.
Cadence se encogió de hombros.
—Nunca he tratado de copiar tu vida, Cadence. En todo caso, pensé que
podríamos tener esta genial historia juntas. Ya sabes, las chicas que consiguieron
hombres mayores. Tenía la esperanza de que pudiera convertirse en una broma.
Mejores amigas saliendo con mejores amigos. Me imagino que vamos a criar a
nuestros hijos juntos.
Cadence rio. Su risa animó a Avery.
—Quiero que todo el asunto sea totalmente vergonzoso, ¿sabes? Chicas de
diecinueve años con chicos de veintinueve. Dylan y yo lo discutimos. Un club. Ya
que Mark y tú fueron los primeros, él puede ser el presidente. Y tú puedes ser la
secretaria. Bueno, su secretaria, porque eso es totalmente retro y sexi. Voy a ser la
tesorera porque soy buena con el dinero, y Dylan decidió que se nombraría
vicepresidente.
Cadence rio con fuerza.
—Y todos vamos a envejecer juntos y ser totalmente fastidiosos —Avery
esperó la respuesta de Cadence.
—Me gusta —respondió—. Bueno, me refiero a que me gustará más cuando le
agrade a Mark de nuevo.
Avery se mordió el labio.
—No hablo con él a tus espaldas —susurró—. No es como piensas. Solo lo
pongo al tanto del lugar donde te encuentras. Sé que eres una perra cruel en este
momento, pero sospecho que una pequeña parte tuya quiere que sepa que estás
bien.
Cadence asintió automáticamente.
—Lo siento mucho, Avery. Las cosas que te grité. Esa embarazosa escena en el
centro estudiantil. Dios…
—Oye, todo está bien. Y de todos modos, les dimos un gran espectáculo. Esas
personas les contaron a todos sus amigos, y eso es algo genial.
Cadence sonrió.
—Eres mi mejor amiga, Cay. No sé lo que haría si no fueras una parte de mi
vida.
Era la primera vez que Avery llamaba a Cadence «Cay». La llamó Cay-Cay en
algunas ocasiones para ser desagradable, pero nunca simplemente Cay. Ese era el
nombre de Cadence reservado solo para las relaciones más íntimas: como su
amistad con Avery. Le gustaba escuchar a Avery llamarla por su apodo.
—Pensé que habías renunciado a mí —dijo Cadence.
—Nunca. Quiero decir, no podía estar cerca de ti esta semana porque estabas
insoportable, pero nunca pensé por un segundo que te dejaría de lado del todo.
Cadence frunció el ceño.
—Me reí más el año pasado. Cuando salíamos a escondidas y nos metíamos en
problemas. Recuerdo que reí mucho más.
Avery consideró esto.
—Bueno, eso es porque no se había armado la gorda todavía. ¿Sabes? No
habías sido descubierta. Gracie no te había delatado. Tu padre no te había agredido
y luego repudiado.
—Mi vida es ridícula —murmuró Cadence.
—No, Cay. Tu vida es fantástica. ¿Por qué crees que he intentado con todas
mis fuerzas copiarla?
Las chicas se miraron y se rieron.
—Eres linda.
—Lo intento. Realmente lo intento —respondió Avery—. Ahora, ¿cuándo vas
a perdonar a Mark? Debido a que nuestro plan para que sea el club más fastidioso
del planeta no funcionará si estás enojada con él.
—No lo sé.
—Bueno, voy a seguir enviándole mensajes de textos con noticias tuyas hasta
que te decidas.
—Estoy bien con eso —dijo Cadence.
—Sí, ya lo sé, porque en el fondo ya no quieres estar molesta con él —dijo
Avery—. ¡Solo perdónalo ya! Necesitas madurar de una puta vez.
—Lo estoy tratando —espetó Cadence—. De verdad.
Avery podía verlo en cara de Cadence: el deseo de hacer las cosas bien
luchando contra el resentimiento profundamente arraigado. Tendría que trabajar
duro para sacarlo, pero Avery también sabía que Cadence tenía la fuerza para
hacerlo.
—Me escapé de casa —dijo Avery suavemente.
Cadence le lanzó una mirada exasperada.
—¡No te atrevas a decirlo! —chilló Avery, y luego las chicas se echaron a reír.
—Dios, ¡¿por qué te esfuerzas tanto en ser yo?! —preguntó Cadence entre risas.
—Sí, ¿verdad? —respondió Avery—. Hasta le pedí a papá que me diera un
puñetazo en el ojo antes de irme. Me dije: «Si voy a hacer esto, voy a hacerlo bien».
Sin embargo, no tenía un hermano que me ayudara a salir a hurtadillas de la casa.
Cadence se partió de risa, y Avery se aprovechó de eso. Había pasado
demasiado tiempo sin risas ni bromas entre ellas, y las ansiaba.
—Te amo, Cadence, y quiero ser exactamente como tú, hacer todas las cosas
que haces e ir a todos los lugares que vas.
Cadence se cayó del sofá riéndose.
—Estaba pensando en ser propietaria de una floristería después de la
universidad —dijo Avery.
—¡Detente! —exclamó Cadence. No podía respirar por tanto reír.
—Bueno, lo estuve pensando —insistió Avery. Se inclinó y besó a su amiga en
la mejilla.
Cadence sonrió y se secó las lágrimas de los ojos. Se sentó y miró a Avery.
—Incluso mi hermano está sentando cabeza —dijo.
—Debes seguir el ejemplo.
—Él se enteró de Charlie hace unos días —dijo Cadence.
—Oh, no.
—Sí, no fue nada bueno. Se puso como loco. Las chicas siempre están
queriendo que los chicos sean más emocionales. ¿Por qué? Fui testigo de lo
emocional con Oliver, y me asustó muchísimo.
—Sé a lo que te refieres. Un chico llorando me pone nerviosa e incómoda.
—¿Eso por qué?
—Porque la balanza está desequilibrada —explicó Avery—. Si las mujeres y
los hombres son un desastre emocional, ¿dónde está el equilibrio?
—Cierto.
—¿Alguna vez has visto a Mark llorando?
Cadence se tensó.
—Sí.
—¿Y cómo te hizo sentir?
—¿La primera vez? Totalmente asustada. Me arranqué la ropa y le grité que
me hiciera el amor.
—Una reacción totalmente normal.
—¿La segunda vez? No sentí nada porque estaba insensible en ese momento.
—¿Tiene la costumbre de llorar mucho? —preguntó Avery.
—No.
—Está bien. Aunque no debo agobiar al pobre. Después de todo, su esposa
murió.
—Sí, Avery. Te gusta recordármelo cada vez que puedes.
—Me alegro de que lo estés captando.
Cadence puso los ojos en blanco.
—¿Me perdonas? —preguntó.
—Por supuesto que sí. No guardo rencor.
—¿Otra indirecta sutil?
—No. Solo estoy tirándolas sobre la mesa. La esposa de Mark murió. Tú
guardas rencor. Deja de ser una perra. La esposa de Mark murió. Eres egoísta y
desalmada. La esposa de Mark murió…
—¡Está bien!
Avery pensó por un momento.
—Oliver no se va a volver a meter en líos ahora que sabe sobre Charlie,
¿verdad?
—No lo creo —dijo Cadence—. Me imagino que ahora le tiene miedo al
alcohol.
—¿Y tú? —preguntó Avery, mirando Cadence con cuidado.
—Todavía no —admitió Cadence. Miró a Avery de repente—. ¿Qué? ¿Crees
que abuso del alcohol o algo así?
Avery se encogió de hombros.
—Una cosa es bromear sobre ello.
—¿Pero crees que realmente tengo un problema?
—No lo sé. Solo sé que lo estás utilizando para calmar tu dolor, pero te está
volviendo agresiva y llena de resentimiento. Esas no son tus características
normales. Por lo general, eres tonta y feliz.
Cadence asintió.
—No te estoy juzgando. Y probablemente no diría absolutamente nada al
respecto si fueras una borracha feliz.
—A veces lo soy —señaló Cadence.
—Sí, pero esa chica no ha aparecido últimamente.
Silencio.
—Gracias por decirme la verdad —susurró Cadence.
—¿Va a hacer una diferencia?
—Claro. Creo que sí.
Avery no estaba convencida. Le preocupaba que se necesitara un evento
importante para cambiar la perspectiva de Cadence, para curar su corazón roto.
Esperaba que el accidente de Oliver fuera la llamada de atención, pero no funcionó.
Tal vez el gran evento tenía que involucrar a la misma Cadence, y de pronto el
corazón de Avery se llenó de miedo. No podría sobrevivir sin su amiga. Se habían
vuelto inextricablemente unidas, dos chicas solitarias que encontraron la amistad de
una manera muy poco convencional. Y de ninguna manera permitiría que algo
cortara ese vínculo.
Ella oró esa noche. Rezó por el corazón de Cadence. Rezó por el futuro de
Cadence con Mark. Y ni una sola vez oró por ella misma.
20
Tiempo de Decisión
Traducido por Manati5b // Corregido por Isane33

—¿Hola? —dijo Mark al teléfono.


—Es Avery.
Su corazón cayó.
—Cadence se está quedando con Carrie esta noche. Ella me lo dijo.
Mark dejó salir su aliento.
—Me imagino que no se molestó en llamarte y hacértelo saber.
—No —dijo Mark suavemente—. No lo hizo.
Avery hizo una pausa antes de continuar:
—Sé que está siendo un poco perra en este momento.
Mark no dijo nada
—Le dije que madurara de una jodida vez. Es lo que siempre estoy diciéndole,
que madure de una maldita vez.
Eso lo hizo sonreír.
—Aunque tuviste una esposa, y se lo ocultaste, y tenías este GRAN secreto, y
odias a los bebés…
—Sí, Avery —señaló Mark pacientemente.
—Mira, no estoy tratando de entrar de lleno en tus asuntos.
—Eso es exactamente lo que estás haciendo —la interrumpió.
—Bueno, lo que sea. El punto es que ella está herida, y no sabe cómo
manejarlo.
—Lo sé.
—Y tú pudiste haber sido un poco menos cruel al respecto cuando ella te
confrontó cuando lo descubrió.
—Me disculpé.
—Decir «lo siento» no es suficiente. De hecho, vamos a hacer una regla, ¿está
bien? «Lo siento» desaparece y nunca tendrás permitido usarlo otra vez.
—¿Entonces qué se supone que le voy a decir, Avery? ¿Mmm? —Mark sintió
que su temperamento se exaltaba.
—No estoy diciendo que le tienes que decir algo supuestamente. ¿Por qué no
mejor le enseñas cuánto lo sientes?
—¿No lo estoy haciendo? Le estoy dando su espacio. He sido comprensivo. He
dejado de lado todas las cosas hirientes que me ha dicho y hecho.
Avery lo interrumpió.
—Mira, creo que eres un gran chico. Sé que amas a Cadence a muerte. Si no lo
hicieras, no la dejaría estar contigo. Nunca me hubiera entrometido en tu salón esa
tarde. ¿Te acuerdas?
—Sí, me acuerdo.
—Tal vez esto solo tomará tiempo. Pero estoy preocupada por ella. No miento.
—Yo también.
—Voy a seguir llamándote y mandándote mensajes cuando sepa dónde está.
No voy a dejarte colgado.
—Gracias.
Avery preguntó algunas cosas sobre matemáticas al final de la conversación.
Mark se rió cuando colgó.
Eso era completamente típico de Avery: preocuparse por los demás, pero
siempre pensando en ella misma primero. Por lo menos esperó hasta el final para
preguntar, pensó.
No podía dejar de recordar la conversación que tuvieron en su salón de clases
que lo llevó a buscar a Cadence para invitarla al cine el año pasado. Esa fatídica
noche que cambió el curso de su relación y su relación con los demás.
Avery abrió la puerta y se dirigió hecha una furia al escritorio de Mark. Dejó caer su
cartera y su mochila al piso, se cruzó de brazos y lo miró. Mark, parpadeó. Una invitación
silenciosa para que hablara.
—Madure de una maldita vez, Sr. Connelly —escupió.
—¿Disculpa?
Ella colocó sus manos sobre las esquinas del escritorio y se inclinó.
—Madu-re.
Él respiró hondo.
—Avery tengo un montón de calificaciones que entregar…
—¡Oh, abra los ojos! ¿Es esa su excusa cada vez que se siente incómodo? Usted sabe que
está enamorado de mi mejor amiga. Lo he pillado mirándola todo el tiempo. Ni siquiera es
bueno en ocultarlo. Estoy sorprendida de que no haya sido despedido. Pero no importa. Así
que no se preocupe por eso. Yo me preocupo por Cadence.
Él no dijo nada mientras movía su silla hacia atrás, poniendo espacio entre ellos.
—¡¡Vaya a disculparse con ella y vuelvan a estar juntos!!
—¿Puedes por favor estar un poco más callada? —preguntó. Se frotó la parte posterior
de la cabeza.
Avery esperó una mejor respuesta que «¿puedes por favor estar un poco más callada?» Él
lo sintió, y asintió con la cabeza.
—Primero que todo, se supone que tú ni siquiera deberías saber sobre nosotros —empezó.
Avery resopló.
—Segundo, es mucho más complicado de lo que estás haciéndolo sonar.
—Tonterías, Sr. Connelly. Usted la ama. Ella lo ama. Por lo tanto, ambos deben estar
juntos.
Abrió la boca para responder, luego repentinamente se cerró. ¿Qué podía responder a eso
de todas formas? Sus palabras tenían perfecto sentido. Él amaba a Cadence. Esperaba que ella
todavía lo amara. Y si así era, entonces ¿por qué no deberían estar juntos?
Miró a Avery, quien sabía que tenía un argumento sólido.
Y luego recordó.
—Soy su maestro.
—¿Y qué?
—No es ético.
—Solo no cambie sus calificaciones.
Él esbozó una sonrisa.
—Puedo perder mi trabajo.
—Ni siquiera le gusta su trabajo.
Se echó a reír. Todo eso era verdad. La única cosa que le gustaba de su trabajo,
realmente, era ver a Cadence todos los días. La enseñanza en la preparatoria solamente era un
trampolín para cosas mejores: un doctorado y un trabajo universitario.
—No quiero complicarle su vida. Especialmente con sus padres.
—¿Le tiene miedo a sus padres?
Se erizó.
—No.
—¿Entonces qué le importa?
Suspiró y luego murmuró—: Eres implacable.
—Síp, lo soy —replicó ella—. Porque mi amiga está sufriendo. No deje que lo engañe.
Ella no lo ha superado. Incluso no es la misma tonta Cadence. Creo que su corazón se está
volviendo negro.
Él se estremeció ante las palabras.
—Y es su culpa. ¿Por qué rompió con ella?
—Varias razones.
—Todas ellas equivocadas.
—Sí —dijo antes de poder detenerse.
Avery se sobresaltó. No dijo nada mientras lo miraba lidiar con su admisión. Sí, todas
eran razones equivocadas. Sí, él estaba solo. Sí, era miserable sin Cadence. Sí, ella era la luz
radiante, y ahora su mundo estaba oscuro. Frío.
—Ella va ir al cine con Tate esta noche. Pensé que lo debería saber. No la deje Sr.
Connelly. A quién le importa todas esas cosas que me dijo. Usted la ama. Al diablo las
consecuencia, ¿correcto?
Mark pensó un momento.
—Tú puedes decir eso porque tienes dieciocho. La sociedad te da un pase libre. No puedo
decir eso a los veintiocho. No consigo un pase libre.
—No se trata de un pase libre, Sr. Connelly. Es acerca de luchar por alguien a quien
ama.
Asintió. Ella tenía razón. Lo haría.
***
Mark se abrió camino en la habitación llena de gente, empujando a los
estudiantes a un lado.
—¡Fijate, idiota! —gritó alguien.
Mark lo ignoró y continuó su búsqueda. ¿Dónde estaba ella? Entró por una
puerta y vio una sesión de besos entre aproximadamente cinco personas. Una joven
le preguntó si se quería unir a ellos, y declinó la invitación cortésmente.
—¿Conoces a Cadence? —preguntó antes de cerrar la puerta.
—¿Quién es Cadence? —respondió ella, desenganchando su sostén.
Mark sacudió la cabeza y siguió adelante. Abrió otra puerta que daba a un
cuarto vacío. Eso era todo. No más cuartos. La cola para el baño se extendía a lo
largo del pasillo y concluía en la cocina. La buscó en la fila, pero no estaba.
Y entonces escuchó su risa. El sonido se colaba por la puerta de cristal abierta.
Apretó su mandíbula y se movió hacia el sonido. Por la puerta trasera. Hacia el
patio lleno de basura. Entre las decenas de estudiantes universitarios borrachos
buscando perderse. Siguió esa risita hasta el otro extremo del patio y la vio
doblarse, riendo histéricamente contra la cerca trasera.
Y luego inmediatamente vomitó por todo el suelo, sus compañeros saltaron
hacia atrás para evitar su vómito. Uno gritó:
—¡Cadence! ¡Idiota! ¡Bebiste demasiado!
Mark se detuvo en seco. Se plantó a unos metros de distancia observando la
escena. La observó pararse, tomar un mechón de su cabello rubio, y sostenerlo a un
lado de su cara.
—¿Hay vómito en mi cabello? —preguntó con voz débil.
Sus amigos rieron. Ese Michael estaba entre ellos, y Mark pensó en
abalanzarse sobre él. No le agradaba ni un poco. Lo veía como alguien astuto y
manipulador. Ahora mismo, observaba mientras Michael acariciaba el brazo de
Cadence como si fuera su novio. Eso fue todo. Mark hizo su movimiento.
—¿Estas lista para irte? —le preguntó a Cadence, aproximándose a su pequeño
grupo.
—¡Mark! —exclamó Cadence—. ¡Oh MI DIOS! ¿Qué estás haciendo en una
fiesta de la fraternidad?
—Recogiéndote —contestó.
—Pero todavía no estoy lista para irme —argumentó Cadence. Ella se
balanceó sobre sus pies.
—Vomitaste. Eso significa que estás lista para irte —explicó Mark. Con cautela
esquivó su desastre y la tomó del brazo.
—Aléjate —le dijo de manera uniforme a Michael quien no se movía del lado
de Cadence.
—Amigo, creo que deberías dejar a Cadence. Es su vida —dijo Michael. Lo
dijo con una mezcla de petulancia y de completa idiotez.
—Muévete —instruyó Mark.
—No tienes que ser grosero —señaló Carrie. Hipó y sonrió hacia Cadence—.
Ella se quiere quedar.
Mark los miró.
—Esto es lo que pienso —dijo cuidadosamente—. Pienso que ustedes dos son
los peores amigos del planeta. Nada bueno ha pasado en la vida de Cadence desde
que los conoció. Nada. Y para mí, eso todo. Así que aléjense de mi novia.
—Esas son puras mentiras —escupió Michael—. Tú solo quieres controlar
todo lo que ella hace.
Mark se rió entre dientes.
—¿De verdad? ¿Eso es lo que quiero hacer? Me conoces por un minuto, ¿pero
ya puedes saber eso?
—Cadence nos lo contó —explicó Mark.
Mark resopló y tiró de Cadence junto a él. Ella no se resistió.
—¡Oye! ¡No he terminado de hablar contigo! —gritó Michael.
Mark siguió caminando hasta que sintió su cuerpo balancearse hacia adelante
como resultado de un empujón en la espalda. Soltó la mano de Cadence y se dio la
vuelta.
—Amigo, no pienso hacer esto —dijo Mark—. Estas borracho y estás enojado.
Siento que ella no pueda ser tu novia, y siento que seas un idiota. Supéralo.
Michael apretó los puños y se abalanzó sobre él. Mark esquivó a Michael,
enviándolo a estrellarse contra el suelo. Michael se levantó del suelo y lo volvió a
intentar. Esta vez Mark sabía que no iba a fallar. Él ya estaba impulsado por una
enorme cantidad de alcohol y ahora de determinación. Así que Mark lanzó el
primer puñetazo. El único golpe. Lo suficientemente fuerte para inclinar a Michael
hacia atrás y lo suficientemente suave para que hubiera algún daño permanente.
—Idiota —susurró Mark. Se acercó a Cadence y la tomó de la mano, tirando
de ella. Lejos de la fiesta. Lejos de esta vida. Lejos de sus malas decisiones.
La quería en su casa, sana y salva, con un corazón y mente restaurados. No
podría suceder durante la noche, él lo sabía. Pero haría todo lo posible para volverla
a sanar. Le diría todos los días cuánto lo sentía hasta que su corazón decidiera
creerle.
***
Mark la oyó tropezar en el baño. Saltó del sofá y corrió hacia ella, apartó su
cabello hacia atrás justo a tiempo para el cuarto round. No podía retener la pequeña
cantidad de líquidos que él le había forzado a beber. Vomitó dentro y alrededor de
la taza del baño, y luego se sentó en el suelo contra la pared.
El tiró de la cadena y tomó el limpiador de baño, limpió el piso y el borde de la
taza del baño.
La miró mientras cruzaba los brazos sobre el pecho, tratando de controlar el
temblor. Incluso sus pies temblaban, y se preguntó si no tendría que llevarla al
hospital por intoxicación etílica. Tiró a la basura las toallas de papel sucias y se
sentó a su lado.
—¿Quieres que te ayude a volver a la cama? —preguntó gentilmente.
Ella negó con la cabeza.
—¿Quieres permanecer aquí por un rato más? El olor puede no ser bueno para
tu estómago.
Se encogió de hombros y se abrazó con más fuerza.
—Te voy a conseguir algunas galletas y un Gatorade —dijo.
Arrugó la nariz.
—Por favor, no lo hagas.
—Tienes que beber al menos algo, Cadence. Estas deshidratada.
Asintió de mala gana.
Mark fue al a cocina y regresó para encontrarla durmiendo en el piso. Él
suspiró, colocó las galletas y el vaso en el lavamanos, y la levantó. La llevó a su
cama y la colocó encima de las sábanas. Cometió el error de meterla entre las
sábanas cuando llegaron a casa ayer por la noche, y ella se enredó con las sábanas,
se cayó de la cama y vomitó por todo el piso antes de que pudiera llegar al baño.
Los siguientes dos días fueron tortuosos. Ella estaba muy enferma para dejarla
sola y demasiado beligerante para hablar. Reprimió el impulso de gritarle cada vez
que ignoraba sus preguntas o sus ofertas de ayuda. No quería que la alimentara. Era
una triste comedia, sus intentos de hacer un sándwich de mantequilla de maní y
jalea. Le tomó media hora. Él no podía ver mientras ella trataba de llegar a un vaso
en el armario, y esperó el inevitable accidente. Dejó que lo hiciera a su manera.
Esperó su momento, esperó que recuperara completamente su salud antes de
dejarla ir. Este episodio fue la gota final. Sería el último, y sospechaba que una
parte de ella lo sabía.
El tercer día llegó, y ella regresó a su enojada y vengativa versión. La dejó ser.
Fue a trabajar porque tenía que hacerlo. Además necesitaba el tiempo para planear
su plan de ataque. Sí, él tenía uno.
Y esperaba que funcionara.
21
Perdón
Traducido por Issa Sanabria & Musa65 // Corregido por pauper

—M uy bien, Cadence. Vamos a arreglar esto —dijo Mark,


irrumpiendo en la habitación esa noche.
Cadence se sentó apoyada en la cama leyendo un libro de inglés 201. Afectada
por la confusión.
—¿Qué?
—Sabes el qué. Oculté mi matrimonio de ti… mi pasado. ¡Y has estado
castigándome por dos meses!
Cadence levantó un poco la cabeza.
—¿Castigándote cómo? He estado ocupada.
—Basura.
Ella se burló.
—Bien. Así que no te he llamado todos los días. No es la gran cosa. Yo…
—Es un gran problema cuando vives conmigo —dijo Mark interrumpiéndola.
—¿Así que necesito tu permiso para vivir mi vida? —pregunto ella.
—Sé realista. No estás viviendo. Estas moviéndote en espiral. Y creí que
después de lo que pasó con Oliver, tendrías un llamado de atención. ¿Qué
demonios, Cadence? ¿Fumando marihuana? ¿Emborrachándote cada fin de
semana? ¿En qué quieres que consista tu vida? Así es la vida de un perdedor.
La boca de Cadence fue apretándose, en una delgada línea de insolencia.
—Ahora sé por qué has estado ausente. Lo sé. Sé que merecía tu ausencia.
Pero termina ahora. Basta de jugar tu mierda de juegos pasivo-agresivos conmigo.
Él se acercó a la cama y agarro su brazo, acarreó sus pies. Ella arrancó su
brazo de su agarre.
—Estoy estudiando —escupió ella.
—Me importa un carajo.
Cadence apretó sus pequeños puños. Mark lo vio y la animó.
—Solo quieres golpearme ¿Eso te haría sentir mejor? Porque lo que más
necesito en el mundo en este momento es que te sientas mejor —dijo él —.
¿Cuántas veces debo pedir perdón? ¿De cuantas maneras debo actuar para hacer las
cosas bien? Me equivoqué al hacerte daño así, pero tienes que perdonarme en
algún…
Cadence giró su cara, conduciendo su puño a la oreja derecha de él. Ella abrió
la boca con incredulidad. No había querido pegarle tan duro. Pero el golpe había
impulsado dentro de ella un deseo de venganza, del tipo físico donde alguien cae
fuera de combate.
Mark silbó y se froto la oreja, pero no dijo nada.
—¡Quiero destrozarte! ¡Quiero hacerte daño como tú me has hecho daño a mí!
—gritó.
—Entonces hazlo —respondió el.
—Estoy resentida contigo.
—Entonces demuéstramelo.
Ella no esperaba una invitación. Se puso de pie, momentáneamente
confundida, esperando que revocara su oferta. Pero no lo hizo, así que condujo un
puñetazo a su pecho. No fue un golpe tan duro. Fue una tentativa, como si ella lo
estuviese probando. ¿Lo diría en serio, y la podría controlar una vez su vacilación
se convirtiera en furia llena?
—Muéstrame —insistió él —. Si eso va a hacer que te sientas mejor.
Esta vez ella no dudó. Se lanzó contra su pecho con más fuerza, haciéndolo
tropezar ligeramente.
Ella le dio una cachetada en su cara una y otra vez, una mejilla, luego otra, su
mano escocía por el golpe a su barba. Ella empujó sus hombros con fuerza en un
intento de derribarlo al suelo. El tomó cada golpe, aceptando el castigo por su
engaño, sabiendo que era merecido y justificado.
—¡Eres un MENTIROSO! —gritó ella en la cara de él.
Él asintió con la cabeza.
—¡No puedo confiar en ti!
Ella golpeó su brazo.
—¡Te ODIO!
Ella le dio una cachetada en la cara con toda la fuerza que su cuerpo de 45
kilos pudo reunir.
Mark gruñó y parpadeó hasta que no vio estrellas.
Ella no sabía cuánto tiempo lo golpeo. Pensó que se merecía por lo menos una
hora de eso, pero sus manos comenzaron a doler, y ella se cansó.
—Tú… tú…
Ella dejó caer sus brazos y se quedó mirándolo. Ella pensó que iba a llorar por
el dolor, pero no tenía lágrimas. Su corazón extraído, sin sentimientos. Quería estar
cerca de él, pero la brecha entre ellos era grande y fuerte, y temía que esto los
dividiría de forma permanente.
—Tienes que perdonarme, Cadence —dijo Mark en voz baja —. No puedes
llevar el resentimiento a todas partes, o esto no va a sobrevivir.
Cadence asintió.
—Estoy tan enojada contigo. Ha tomado raíces en mi corazón, esta ira. Ha
crecido un odio monumental que hizo mi locura. Ya ni siquiera sé quién soy.
Mark se acercó y tomó su mano. Ella lo dejó.
—Sé que sobreactué. Sé que te asustó que no te llamara. Sé que herí tus
sentimientos cuando no me presenté a las citas, ni pasé tiempo contigo. No sabía
cómo castigarte lo suficiente. Cada vez que hacia una cosa fea, solo me daban
ganas de hacer otra cosa aún más fea. Me hice adicta a las cosas, que veo que te
duelen. Porque me dio un poco de satisfacción. «Bueno», pensé. «A él le duele tanto
como a mí».
—Tenías razón me sentía de esa manera —dijo Mark.
—Lastimaste mis sentimientos. Me hiciste sentir que no era importante para ti,
solo una chica estúpida con nada especial sobre ella. No puedo sacar esas palabras
que me dijiste. Pienso que el daño es irreparable.
—No me gusta que digas esas cosas, Cadence. No lo creo en lo absoluto.
Nunca te hubiese perseguido si no hubiese visto algo especial en ti. Algo digno de
acariciar. Has sido mi salvadora, esa persona que me enseñó a vivir de nuevo. A
amar de nuevo.
Cadence suspiró.
—No sé cómo volver a donde estábamos —susurró.
—Puede ser que nunca volvamos allí. Puede que tengamos que encontrar un
nuevo lugar. Un lugar mejor.
Ella bajó la cabeza.
—Pero vale la pena hacer esto, ¿verdad? —pregunto él—. Quiero encontrar un
lugar mejor contigo.
Ella asintió, y él la tomó en brazos, rodeando su cintura y meciéndola lado a
lado como lo hizo la primera vez que lo visitó en su apartamento. Él se sorprendió
con el dolor que sentía de sus golpes. Ella era pequeña, pero estaba llena de golpes
poderosos.
—Todavía la amas —declaró Cadence no como una pregunta.
Mark se quedó en silencio por un momento, contemplando su respuesta. A ella
no le gustó, pero él nunca le mentiría de nuevo. Así que él le diría la verdad.
—Sí. Hay un lugar en mi corazón en el que siempre va a estar ella. Pero tú…
—Inhaló su aroma, luego presionó sus labios en su oreja —… eres mi corazón.
Y entonces fue cuando comenzó la curación. Ella ya no se resistió. La ira
comenzó a derretirse, y ella apretó sus brazos alrededor del cuello de Mark para
evitar deslizarse de su agarre. Él le respondió aplastando su pequeño cuerpo al
suyo.
—Bésame —susurro él.
Ella apretó sus labios con timidez. Había pasado mucho tiempo desde que ella
lo besó con sentimiento. Era extraño, como si lo estuviese haciendo por primera
vez. Él fue paciente con ella, dejando que ella buscara su boca. Él quería ser
agresivo. Quería herir sus labios, pero ahora no era el momento. Ella sacó su labio
inferior de la boca de él antes de abrir la suya como invitación a su lengua. Él se la
dio, y ella suspiró antes de morderlo.
Él se estremeció y retrocedió.
—¿Has terminado de castigarme? —pregunto él.
Ella se sonrió con la risa malvada más linda que había visto nunca, y él se
alegraba por eso, contento que sirvió como justificación de lo que planeo después.
—Bueno —ronroneó él—. Porque ahora es tu turno.
Su sonrisa se desvaneció, y su cuerpo se puso rígido. Él la dejó en el suelo, y
luego se puso a su altura.
—¿De qué estás hablando?
Su voz era tan pequeña que por un momento, casi decidió no hacerlo. Hasta
que él recordó que ella había desaparecido la semana pasado por tres días, y luego
regresó a su casa sin ninguna explicación. Solo una directa actitud maldiciente.
—Dejé que me castigaras porque me lo merecía. Y ahora tienes que ser
castigada por la forma en la que actuaste —dijo Mark.
—Tenía derecho a actuar de esa manera —argumentó Cadence. Ella dio un
paso atrás.
—Tal vez, pero si no hay consecuencias por la forma en la que me trataste,
¿cómo sé que no lo vas a hacer una y otra vez?
Los ojos de Cadence se apartaron.
—No lo haré.
—Oh, yo sé que no lo harás —dijo Mark—. Ven aquí.
—No.
—Cadence, no lo hagas más difícil.
—¡No soy una jodida niña! —golpeó ella el suelo con el pie.
—No he dicho que lo fueras. Esto no tiene nada que ver con eso. Esto tiene
que ver con reparaciones.
—Yo… lo siento por las cosas que hice —dijo ella rápidamente—. ¡Te dije que
lo siento!
—Lo sé. Y ahora voy a asegurarme de que lo sientas. —Se acercó a ella, pero
ella evadió su alcance. Él suspiro con paciencia—. Cadence, ven aquí.
—¡No! —gritó ella, corriendo hacia el lado opuesto de la habitación.
—¿Quieres hacerlo más difícil?
—¡Eres un enfermo! —gritó ella.
—¿Cómo es eso? Si ni siquiera sabes lo que tengo planeado —dijo con total
naturalidad.
Él observó el rápido ascenso y caída de su pecho, y sonrió. No pudo evitarlo.
Su miedo alimentaba su resolución, e iba actuar en consecuencia. Él iba a restaurar
esta relación de una vez por todas.
—Te voy a tumbar sobre la cama si tengo que hacerlo —dijo de manera
uniforme.
—Me quieres lastimar —susurró Cadence. Su voz tembló.
—No. No, lo hago. Pero lo haré. Y mereces cada pedacito de eso.
Esperó la transformación. Ella no es pan comido, no como ella había estado
por meses. Y efectivamente, él vio su miedo al igual que su rabia absoluta.
—¡No! —ofreció ella como un desafío.
—Te di tu espacio y el tiempo, porque me encantas y te respeto. Te dejé actuar
como una perra por dos meses seguidos, porque te amo. Dejé que la preocupación
me llevara a la mierda, porque te amo. Dejé que rompieras mi corazón, porque te
amo. ¿Y ahora? Ahora, voy a golpear tu trasero —hizo una pausa para dejar que
esa información llegara, viendo sus ojos se iluminaban con el desafío—. Porque te
amo.
Cadence vislumbró la puerta del dormitorio, preguntándose si tenía tiempo
suficiente para llegar a la misma, girar la perilla, y hacer su escape antes de que él la
agarrara. Ella pensó que no lo lograría, pero no tenía elección. Tenía que intentarlo.
Ella corrió y él la cogió antes de que sus dedos alcanzaran a tocar la perilla.
—¡No! —gritó ella, retorciéndose para liberarse de su agarre.
Él la ignoró, caminando hasta el borde de la cama y poniéndola de pie junto a
él.
—Agáchate.
—Vete a la mierda.
—Inclínate hacia delante, Cadence.
—¡Te odio!
—Dios, tu eres un poco terca —dijo. Se puso de pie detrás de ella, su cuerpo
presionándose, y le susurró al oído—: Voy a hacer esto de una manera u otra. Te
vas a agachar, o yo me inclinaré sobre ti. Y no quieres que me incline sobre ti.
Ella se dio vuelta y trató de asaltarlo con sus puños, pero él era demasiado
rápido. Llevó las manos de ella a su espalda y la empujó cuidadosamente en la
cama, con la cara primero. Ella se retorció, gruñó y gritó. Él no le prestó atención
mientras tiraba de sus pantalones cortos de algodón. Ella se lo hizo muy fácil.
Banda elástica. Sin bragas. Si ella hubiese estado usando vaqueros, él habría tenido
que negociar con ella, y le habría robado toda la diversión a él.
Él se quedó mirando su trasero desnudo y contuvo el aliento.
Control, se dijo a sí mismo. Control, pensando absurdamente en esa canción
MGMT15. Sonrió.
—¿Cadence?
No respondió.
—Voy a tomar lo que necesito —explicó él.
Ella intentó con la culpa.
—¡Eres un monstruo y no me amas! Si me amaras no hicieras…
Su palma bajo de forma súbita, ¡Rápido tortazo! La piel ardió como una
picadura de hormigas de fuego.
—¡Mierda!
—Lo sé —dijo Mark. Su tono no era ni conciliador ni simpático.
Ella trató de liberar sus manos, y él la azotó con más fuerza. Ella gritó.
—Quédate quieta, Cadence —ordenó él, azotándola una tercera vez. Él creció
fuertemente viendo su regordete traserito saltar.
Control. Contrólate.
—¡Lo entiendo! —exclamó ella —. ¡Lo entiendo, y no voy a hacer nunca esas
cosas de nuevo!
Golpeó su culo desnudo y otra vez hasta que la hizo llorar. ¡Lloró! Y mientras
ella no quería que él lo supiera, en secreto se deleitaba con eso, las lágrimas
corriendo constantemente de sus ojos para ser absorbidas por el edredón. Ella
estaba llorando. Sintiendo algo. ¡Después de un mes! ¡Sintiendo!
Él se relajó, frotando suavemente para borrar la picazón. Ella se dio cuenta de
que le gustaba, y pensó que eso estaba mal.
—¡Deja de hacer eso! —espetó ella.
—Bien —respondió el, y le dio otra nalgada nuevamente.

15
Control Yourself canción de MGMT
Observo la sangre llenar las mejillas, enrojeciendo todos los lugares donde la
mano la tocó. Se dio cuenta de que no era suficiente. Quería ver una marca. Se
merecía una maldita marca de su mano. Tal vez dos.
Él la palmeaba duro y mucho mientras ella chillaba en el edredón. Y una y otra
vez hasta que ella gritó su nombre.
—¿Sí? —preguntó él, al momento de otro asalto de su mano.
—No voy a hacerlo e nuevo. —Se quedó sin aliento.
—Lo sé, Mejillas Dulces.
Su cuerpo se tensó, reaccionó a sus palabras. ¿Estaba tratando de ser
inteligente? Ella pensó que sí, y soltó una sarta de las palabras más sucias que podía
imaginar. Se mezclaron con las lágrimas que se agrupaban en las comisuras de sus
labios.
Cadence juró que Mark la azotó toda la tarde. Se sintió como toda la tarde
para ella. En realidad, él la azotó durante solo dos minutos, asegurándose de que su
trasero considerablemente estuviera rojo e hinchado para cuando todo hubiera
terminado. Y tuvo éxito en dejar una huella perfecta. Se imaginó que quemaría
dolorosamente.
Él le soltó las manos y se sentó en la cama junto a ella. Ella permaneció
inmóvil, sin saber su próximo movimiento.
Él suspiró.
—Joder, esto no funciona.
—¿Qué? —habló ella dentro del edredón, incapaz de mirarlo.
Él sonrió.
—Ya sabes. ¿El armario de clase?
Su cara enrojeció, recordando. Incluso después de todo este tiempo juntos, ella
todavía se sonrojaba acerca de esa tarde.
—Pensé que ya no funcionaba, que tenía que intentar algo más —dijo Mark.
Empujó sus manos a través del pelo rebelde—. Te di dos meses para caminar sobre
mí.
—Lo sé —susurró.
—Me preocupaste hasta la muerte.
—Lo sé.
—Estaba frenético. Cada vez que te quedabas en la noche en algún lugar pensé
que alguien te llevaría lejos de mí. —Él sentía un poco de resentimiento fluir de
nuevo en su corazón y se esforzó para sacarlo. De lo contrario, él le daría nalgadas
otra vez.
—Lo sé —respondió ella.
—Entonces muéstrame —dijo Mark.
Cadence levantó la cara.
—¿Quieres tener sexo después de eso?
—Sí —respondió—. Necesito que me ames. No me has amado en dos meses.
—No trates de hacerme sentir culpable por sentirme herida y enojada.
—No lo hago. Te dije que te entendía. Pero te lo estoy pidiendo, si realmente
me perdonaste, por favor ámame.
Él la atrajo hacia una posición sentada. Su parte trasera gritó, pero siguió
callada. No quería darle a él la satisfacción.
Mark se levantó y se desnudó, observándola de cerca. Apartó los ojos, como si
estuviera avergonzada de su desnudez. Él comprendió eso, también. Habían pasado
tanto tiempo sin conexión que parecía natural que ella lo evitara. Observo su rostro
carmesí tras sonrojarse, pensando qué hacer para se sienta como la primera vez, y él
se preguntaba si ella pensaba lo mismo.
—No recuerdo —dijo ella en voz baja—. Estoy asustada.
—Yo también. —Y lo estaba. Pero había trabajado a través del temor porque
tenía que tenerla en ese momento. La recompensaría por castigarla. Esperaba que
ella hiciera lo mismo.
Se inclinó hacia adelante y la besó suavemente, animándola acostarse sobre su
espalda, empujando sus piernas.
—Mi trasero duele —dijo en su boca, y él se echó a reír.
—No me arrepiento, Cadence. Pero sé que trabajarás al máximo para tratar de
hacerme sentir.
Ella puso mala cara y lo alejó de ella.
—Siéntate contra la cabecera.
Él obedeció, y se subió encima de él, a horcajadas sobre sus muslos. No
presionando sus nalgas, y ella respiró aliviada.
—Esta mojada— dijo.
—No lo estoy —respondió, pero ella sabía que era mentira. Se sintió
mortificada que sus azotes forzaron su respuesta sexual. Flagrante y goteando. No
podía esconderlo cuando sus piernas estaban encima de él.
Él tomó su camisa y se la pasó por la cabeza. No le gustaba estar expuesta ante
él. Estaba avergonzada, e instintivamente se cubrió los pechos.
—¿Porque no dejas que te mire? —preguntó—. Eres hermosa.
—No lo sé —susurró. Él no insistió. Dejó que se quedara como estaba, las
manos de ella ocultando sus pechos.
Él se condujo dentro de ella, llenándola con un movimiento deslizante.
Ella gimió, sintiendo su cuerpo estrecharse alrededor de él. La sensación era a
la vez extraña y familiar, y ella pensó que estaba haciendo el amor con un
desconocido que había conocido desde siempre. Dejó hacer sus manos a sus
hombros, preparándose mientras lo montaba con suavidad.
—Lo siento —susurró.
—Lo siento —contestó él. Agarró sus caderas y tomó el control de sus
movimientos, forzando su cuerpo sobre él. Él la mantuvo inmóvil, estudiando su
rostro mientras se aferraba a sus hombros, deseando que su cuerpo aceptara su
intrusión completa—. Puedes seguir rompiendo mi corazón —dijo él pensativo—.
Si quieres. No me importaría mientras pueda sentir esto. Mientras que me pueda
conectar contigo. Justo así.
Ella sonrió.
—No lo haré. No voy a romper tu corazón nunca más. —Y luego él liberó sus
caderas y dejó que tomara el control. Apretó su cuerpo sobre él duro, una creciente
necesidad de deshacerlo. Ella quería ver todo su dolor fuera, su angustia y placer.
Haría valer su disculpa y ella quería la cruda honestidad de su orgasmo como un
acto de absolución.
Ella lo montó frenéticamente, desesperada por el perdón y la oportunidad de
empezar de nuevo. Él la alentó, cada golpe contraía su propio placer. Él vio
cambiar su cara de deseo a frustración y de nuevo a deseo. Él extendió la mano y
tomó los pechos pasando sus pulgares sobre sus pezones, y escuchó esos gritos
familiares. Los que marcaban el comienzo de una explosión de placer. Ellos
empezaron y él se hinchó en ella.
Ella sintió la primera oleada correr empezando por su garganta y barriendo
abajo a través de su vientre para estrellarse entre sus piernas. Ella gritó, abriendo la
boca y la degustación de las lágrimas saladas que salían de los ojos.
La ola se estrelló de nuevo, brotando de sus ojos, de ese lugar secreto entre sus
piernas. Él respondió a su grito, corriéndose duro y de forma inesperada en ella,
llenando su cuerpo con su propia disculpa. Con la esperanza de que ella lo aceptara
y perdonara todo.
Ella se derrumbó sobre él y movió la cabeza con agotamiento y sollozos
incontrolables. Él le acaricio la espalda y le besó la sien.
—Te amo —exclamó en su cuello—. Te amo y lo siento mucho.
—Está bien Cadence —Mark respondió—. Estás perdonada. Y te amo. Tanto.
Lo lamento por todo.
Ella se incorporó lentamente y lo miró a los ojos.
—¿De verdad?
—Está perdonada —repitió. Él la miró a sus transparentes ojos. Estaban
vidriosos, enrojecidos e indefensos—. Te amo —susurró—. ¿Lo entiendes?
Ella asintió.
—No hay nada que ocultar, Cadence —dijo—. Tú ves todo. Te daré todo. ¿Me
crees?
Ella asintió de nuevo.
—Yo... nunca supe que te había lastimado. Nunca lo entendí. Me fui tanto
tiempo sin sentir nada en absoluto. Que no es una excusa por mantenerte lejos.
Pero es la única razón que tengo.
Ella se secó los ojos.
—Es doloroso que realmente me fui lejos totalmente. Pero si me dejas seguir
amándote, creo que me puedes curar. Poco a poco. Tal vez me sorprendería que un
día descubra que todo el dolor se ha ido.
Ella sonrió.
—Estoy herida, también —susurró.
—Lo sé —respondió—. Sabía lo triste que estabas desde en que te conocí.
Sabía que mi propósito era tratar de hacerte feliz. Pero a veces me siento como que
no he hecho nada más que hacer tu vida más dolorosa.
—Eso no es cierto en lo absoluto —argumentó.
Mark suspiró.
—Creo que somos solo una pareja de personas tristes.
Cadence rio entre dientes.
—Siempre y cuando tenga la oportunidad de estar triste contigo.
Él sonrió.
—Mañana se sentirá extraño —dijo Cadence después de un momento—. Aquí,
ahora, ¿en la oscuridad? Me siento muy cerca de ti. Pero mañana, me temo que va
a sentirse como vivir con un extraño.
—Así será —dijo Mark. No tenía sentido mentir al respecto—. Vamos a tener
que descubrirnos de nuevo. Acostumbrarnos el uno al otro. Va tomar tiempo. Nos
vamos a sentir raros al respecto, pero al final todo será como un sombrero viejo.
—Confió en ti cuando dices eso —susurró Cadence.
Las palabras iluminaron su corazón. Ella confiaba en él. Y de repente el
trabajo por delante no era tan terrible.
***
Se sentaron uno junto al otro en el sofá. Él la miro por el rabillo del ojo. Tenía
las piernas dobladas al estilo indio, con los brazos cruzados sobre el pecho. Estaba
nerviosa, podía decirlo, así que decidió dar el primer paso.
—¿Tienes hambre? —preguntó.
Ella negó con la cabeza, mientras su estómago gruño por encima del ruido de
la película.
—Oh, Dios mío —dijo ella, agarrando su cintura. Miro a Mark a con los ojos
bien abiertos—. Al parecer sí.
—Bueno, tengo esa cosa de cuscús con camarón. No estoy seguro de si es algo
que te gustaría, pero eres más que bienvenida a probar —dijo.
Su sonrisa se perdió en ella, aunque vagamente recordaba haber oído esas
palabras antes. Ella intentó de señalarlo pero se quedó con las manos vacías.
—Está bien. —Asintió—. Pero sabes que me gusta el cuscús con camarón.
Él salió de la sala de estar para calentarle un plato. Regresó con la comida, un
tenedor y un vaso de Orange Crush.
—El Orange Crush es para mí —dijo entregándole el recipiente—. ¿Qué
quieres de beber?
—Oh, solo voy a compartir contigo —dijo ella con aire ausente.
Ella se lanzó a eso, todo menos lamer el interior del recipiente cuando el
último cuscús había desaparecido. Pensó que estableció un nuevo record para
devorar alimentos y se preguntó si no tendría empacho en unos pocos minutos. Y
luego la densa niebla que nublaba su cerebro de repente se levantó. Se quedó
mirando de frente a la estantería de libros. Incluso más registros. Ella buscaba las
palabras, qué decirle después a él, luego de que ella pusiera toda la comida en su
boca.
—Perdón por no compartir. —Se giró para verlo y él vio la luz en sus ojos,
recordando un evento pasado, muy importante, que solo ellos podían entender.
Él cogió el tazón de su mano y lo arrojó sobre la mesa de café. Luego se acercó
a ella y la empujó suavemente en su regazo. Ella inclinó su cabeza al igual que
antes, saboreando el ajo en la lengua y no querer ofenderlo con su aliento. Ella
escondió su rostro detrás de la cortina de su cabello dorado que había caído hacia
adelante.
—En primer lugar, quería que comieras toda la cosa. No esperaba que
compartieras. En segundo lugar, eres mucho mejor en muchas cosas que yo,
Cadence, así que deja de preocuparte por la diferencia de edad.
Ella se rio, pero mantuvo la cabeza gacha.
—En tercer lugar, di mi nombre.
Ella se reposicionó en su regazo.
—Primero, es de mala educación no ofrecer incluso si no querías que
compartiera. En segundo lugar, tengo que preocuparme por la diferencia de edad
porque es grande. ¡Tú eres diez años más viejo que yo! —hizo una pausa y lo miró
a la cara—. En tercer lugar, Mark.
No tuvo que esperar para su permiso. Planeaba preguntar, pero se dio cuenta
que tomaría demasiado tiempo. Aplastó sus labios con los de ella. Ella trató de
retroceder, pero el atrapó su cabeza con la mano, sosteniéndola allí en su regazo
mientras él la buscaba con su lengua, saboreando la dulzura del ajo. No podía
esperar a dirigirse hacia abajo, bajo a través de su cuerpo para descansar entre sus
piernas. Quería probar ahí, también.
—Te amo —dijo en su boca.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y lo apretó con fuerza.
—También te amo —dijo ella sobre sus labios.
—Yo... quiero amarte otra vez —susurró.
Ella asintió y se puso de pie, llevándola al dormitorio, donde la quería toda la
noche. Las palabras vendrían eventualmente, pero en los próximos cruciales días,
necesitaban la conexión física, la renovación física. Ellos se curarían entre sí con
sus manos y bocas primero. Hablar podía esperar.
22
Patinaje a Velocidad
Traducido SOS por Eglasi, Eni & SOS Nyx // Corregido por pauper

—¿L
a pista de patinaje? —preguntó Cadence, viendo la señal de
neón brillante a través del parabrisas.
Mark sonrió.
—¿Disculpa poco convincente?
—¿Disculpa por qué? ¿Por mantener un gran secreto o sacar toda la mierda de
mí a nalgadas cuando estuve enojada contigo por eso? —preguntó Cadence.
Mark suspiró gratamente.
—Oh Cadence. Cuánto te amo.
Ella se rio.
—No puedo patinar. Quiero decir, nunca lo he intentado. Nunca he estado en
la pista. Pasaron de moda cuando yo estaba creciendo.
—Entonces te lo perdiste, mi amiga —dijo Mark—. Patinar es la bomba.
Cadence se echó a reír.
—Eso es tan de los 90’s.
—Será mejor que lo creas. —Mark parpadeó hacia ella antes de salir. Cadence
esperó a que caminara alrededor del auto y abriera su puerta. Le tomó un poco
acostumbrarse cuando empezaron a salir por primera vez. Ella no podía entender la
gran cosa de abrir ella misma la puerta.
—¿Tan solo me dejarías ser un caballero? —Mark había dicho y desde ahí, ella
esperaba.
—¡Estoy nerviosa! —señaló cuando entraron.
Era exactamente como lo Mark recordaba, congelando el tiempo. La alfombra
confeti y el olor de algo viejo, usado y muy querido. La música sonaba de las
bocinas desordenadas que revestían las paredes en las cuatro esquinas del edificio.
Dios, él esperaba que pudieran conseguir jugar a las Cuatro Esquinas16. Ganó una

16
Four Corners: el objetivo del juego es que los jugadores elijan equinas de la habitación y logren no
ser atrapados por el jugador designado hasta conseguir ser el último participante.
vez cuando estaba en la escuela secundaria, días de libre patinaje y alquiler. Oh, sí y
una Coca-Cola.
Pagó por sus boletos y luego tomó la mano de Cadence llevándola al
mostrador de alquiler de patines. Un estereotipado adolescente con piel estropeada
de acné y mala actitud los miró, esperando.
—¿Qué tal hombre? —preguntó Mark.
—¿Qué talla? —respondió el chico.
—Necesito talla 12 en patines de velocidad. Mi chica necesita talla 5.5 en
patines regulares —respondió Mark—. ¿Has estado un tiempo hoy?
—No lo sé —balbuceó el chico. Se giró alrededor y escaneó su inventario—.
Amigo, no tengo 5.5. Solo tengo talla 6.
—Oh, bien —dijo Cadence. El alivio era evidente en su voz—. Solo miraré.
—De ninguna manera —respondió Mark—. Puedes usar la talla 6.
—Serán muy grandes —argumentó Cadence.
—Solo inténtalo. Estás usando calcetines gruesos ¿cierto?
—No.
—Bien, inténtalo. Realmente quiero que vayas conmigo.
—¿Por qué?
El chico suspiró pesadamente.
—Porque quiero que patines conmigo —dijo Mark.
—Pero estoy aterrorizada —respondió Cadence.
—Amigo, tengo fila —dijo el chico impacientemente.
—Dame los de talla 6 —dijo Mark. Colocó el dinero en el mostrador y tomó
los zapatos. Se sentaron en un banco vacío y se pusieron sus patines.
—Mark, no me gusta esto —dijo Cadence—. Me voy a caer y lastimar.
—Cadence, no voy a dejar que caigas —respondió Mark.
Ella se puso de pie y casi inmediatamente, sus pies de deslizaron debajo de ella.
Mark la alcanzó pero la perdió por unos centímetros. Cayó de espaldas sobre su
trasero, lastimándose la muñeca en el proceso.
—¡Esto es de lo que estoy hablando! —gritó.
Mark se puso de pie sobre ella y la ayudó a levantarse. Frotó sus manos sobre
todo su trasero mientras la besaba en la mejilla.
—¿Mejor?—preguntó suavemente.
—Hmmm. —Cadence prefirió ser evasiva. Se frotó su muñeca.
—¿Se dobló hacia atrás? —preguntó Mark. Asintió y él tomó su mano en la
suya y dejó ligeros besos sobre todo el interior de la muñeca.
Cadence le pellizcó la mejilla.
—Vamos, lindura. Sé mi compañera de patinaje. No te dejaré caer. Lo juro —
dijo él.
—¡Ya lo hiciste!
—Me refería en la pista —aclaró.
Ella se asomó sobre la mitad de la pared.
—Esa madera se ve muy resbaladiza.
—Debe ser así. Serás capaz de deslizarte —explicó Mark—. Déjame decirte
algo, al final del día, voy a luchar por sacarte de aquí.
Cadence sonrió.
—¿Puedes patinar de espaldas?
—Por supuesto.
—¿Puedes dar vueltas?
—Síp. También puedo patinar como el viento.
— ¿En serio?
—Sí. Ni siquiera puedo decirte cuántas veces me metí en problemas y tuve que
salir a sentarme.
—¿Por qué?
—Por patinar a gran velocidad cuando se suponía que no debía. Verás, solo
puedes patinar tan rápido durante el tiempo de patinaje regular. Luego sacan a
todos de la pista y dejan a los locos sobre la pista para el patinaje de velocidad. Pero
incluso entonces no puedes patinar imprudentemente. Me pregunto si todavía
hacen eso. —Mark miró sobre Cadence—. ¿Estás lista?
Ella tomó una respiración profunda y asintió.
Él tomó su mano y la dejó tranquilamente lo más cerca de la entrada. La
empujó sobre el suelo encerado y vio que sus ojos se ampliaron.
—¿Un poco diferente de la alfombra, huh? —preguntó él sonriendo.
Cadence sonrió vigorosamente, luego sacudió la cabeza.
—No puedo. Oh Dios mío, ¡estoy muy asustada!
Unos chicos patinando pasaron junto a ella, uno casi golpeándola.
—Hay mucha gente ahí afuera Mark —dijo con desconcierto—. ¿Quién
demonios patina?
—¿No sabías que volvió a estar de moda? —preguntó Mark. Patinó de espaldas
lentamente, jalándola, permitiéndole acostumbrarse a la facilidad con que se
deslizaban sus patines sobre el brillante suelo.
—No volvió a estar de moda —argumentó Cadence. Sintió que sus manos
empezaron a sudar—. Toda esta gente es tonta.
Mark rio y apretó sus palmas.
—Empieza a mover tu peso de lado a lado. Izquierda a derecha. Izquierda a
derecha.
Ella obedeció, sintiéndose incluso más vulnerable y con la certeza de que se
caería al suelo en cualquier momento.
—Bien —dijo Mark—. Ahora pon un poco de presión sobre el suelo e
impúlsate. Izquierda a derecha. Izquierda a derecha.
Ella sacudió su cabeza.
—No voy a dejarte caer —dijo Mark gentilmente.
—Estamos llegando a una esquina. Oh Dios mío, ¡estamos llegando a una
esquina!
—Cadence, está bien. —Mark no lo pudo evitar: La mirada en su rostro lo hizo
reír y ella estrechó sus ojos hacia él. Luego los volvió a abrir mientras sentía que
giraba.
—Inclínate a tu izquierda —instruyó Mark.
—¡Voy a morir! ¡Quiero decir caer! ¡Voy a caer!
—Te tengo.
Ella no se inclinó. Se tensó tan fuerte como pudo, sus pies permanecían
separados y sus dedos apuntándose hacia adelante mientras él la giraba alrededor
de la equina.
—¿Por qué? —preguntó ella desesperadamente—. ¿Por qué me estás haciendo
esto?
Él la empujó a la alfombrada «área de descanso» en el lado lejano de la pista.
Ella suspiró de alivio mientras se sentaba, empujando sus pies y abrazando sus
rodillas. Se sentaron lado a lado por unos minutos observando a los patinadores.
Había muchos y Cadence notó que la mayoría eran mayores. Nostalgia. Un anhelo
de algo viejo. Recuerdos del pasado que estaban cada día y ordinariamente
mientras sucedían pero que crecían de manera especial y se perdían demasiado
mientras los años pasaban. Podía ver en sus rostros mientras pasaban a su lado. La
nostalgia por el ayer porque, en retrospectiva, era mucho mejor que el presente.
—Te di dos enormes razones para no confiar en mí —dijo Mark suavemente—
. Primero cuando rompí contigo después de nuestro susto del embarazo y luego
cuando mantuve mi matrimonio pasado en secreto. Te lastimé de la manera más
significativa y me doy cuenta que ni siquiera tengo derecho a esperar que confíes en
mí de nuevo. Pero no quiero que vivas con miedo y duda.
—¿Así que me trajiste a patinar? —preguntó.
Mark sonrió.
—Quería compartir contigo algo de mi pasado. Algo realmente especial para
mí. Antes de que mi papá muriera, él me traía a patinar todo el tiempo. Era cosa
nuestra. Me retaba. Competíamos. —Se detuvo, recordando—. Mi papá siempre
ganaba.
Cadence escuchó atentamente.
—Cuando consigues ser bueno, puedes pretender que algo malo viene después
—continuó Mark—. Y te está poniendo a prueba pero eres más rápido. Es un
sentimiento increíble, cargar alrededor de la pista, sacar por medio del patinaje las
cosas malas. Un corazón roto. Miedo. Un remordimiento.
Cadence tomó su mano.
—Una muerte —susurró.
Permanecieron en silencio por un momento.
—Es liberador —dijo Mark finalmente—. Y quería compartir eso contigo. Sé
que suena tonto pero quizás puede ser cosa nuestra. No espero que el resto de
nuestra vida juntos sea ligero y libre de dolor. No espero nunca herir tus
sentimientos en algún punto en el futuro porque soy humano y cometo errores.
Pero creo que si tenemos un lugar al que ir y dejar caer nuestras preocupaciones por
un tiempo, patinar para alejarnos de ellos, quizás eso nos pueda dar perspectiva.
Terminó para mí, especialmente cuando mi papá murió. Venía aquí y patinaba
todo el tiempo. Alejaba mis preocupaciones y solo patinaba para alejarme. Incluso
si solo iba en círculos.
—Pero no puedo patinar —apuntó Cadence.
—Ese es el por qué te estoy enseñando —dijo Mark.
—¿Pero qué pasa si nunca llego a ser buena en esto? —preguntó ella.
—Espero que nunca lo hagas, Cadence.
—¿Por qué?
—Porque entonces siempre podré sostener tu mano. Siempre podré ayudarte.
El lado de su boca se dobló hacia arriba.
—No quiero que patinemos por nuestra cuenta. Nunca quiero patinar por mí
mismo otra vez. Si necesito deslizarme alrededor de esta pista para olvidar algo
hiriente, entonces lo voy a hacer con alguien. Lo voy hacer contigo. Sin importar si
peleamos, sin importar si nos lastimamos, quiero que vengamos aquí a patinar
juntos, alejar los problemas juntos. Porque dos son mejor que uno.
Cadence limpió una lágrima que cayó de su ojo.
—Oye, eso es de la biblia.
—Lo sé.
—¿Conoces el resto?—ella preguntó.
—Dos son mejor que uno porque se ayudan uno al otro a triunfar —citó.
—Eso no lo estudiaste de tu religión, seguro —dijo Cadence.
—No. No, no lo hice.
La luz apareció pero no era tiempo de revelar lo que había entendido. En su
lugar le preguntó si patinaría para ella.
—¿En serio? —dijo, sonriendo.
Y dos segundos después, el DJ les pidió a todos que despejaran la pista para el
tiempo del patinaje a velocidad. Mark ayudó a Cadence a llegar a la salida más
cercana, besó sus labios y luego regresó a la pista.
— ¡Prepárense para ser derrotados! —dijo—. ¡Soy el mejor!
—¡De ninguna manera! —dijo un niño que estaba a su derecha. Un estudiante
de primaria.
Mark vio a Cadence y puso los ojos en blanco.
—¿Escuchaste a este niño?
Ella rio y asintió.
—Amigo, voy a limpiar el suelo contigo —dijo el niño.
—Quiero ver que lo intentes —respondió Mark.
El DJ tocó On Our Own de Bobby Browns, banda sonora de la película
Cazafantasmas II y Mark se echó a reír.
—Esta es mi canción de patinaje, niño. No tienes oportunidad —dijo y luego
avanzó, el niño justo en sus talones.
Cadence aplaudió mientras Mark rondaba la esquina, pasando junto a ella
mientras cantaba las palabras del coro. Ella no podía darle sentido al conflicto de
sus sentimientos, lujuria por su fluido cuerpo y vergüenza por su ridiculez. Le gritó
que acelerara; el niño lo estaba alcanzando. Mark miró detrás de él para un
segundo giro, girando su rostro hacia adelante justo en el momento en que casi
golpea un patinador directamente frente a él.
—¡El de camisa negra con letras blancas! ¡Baja la velocidad! —gritó el DJ en el
micrófono.
Mark lo ignoró y tomó la esquina más abierta en un solo patín, dándole a su
oponente la ventaja interna.
—Mierda —siseó, viendo al niño tomar la ventaja.
—¡Oye! ¡Niño de la camisa roja! ¡Baja la velocidad! —gritó el DJ en el
micrófono.
—¡Hazle caso al DJ! —dijo Mark.
—¡Sí claro, anciano! —gritó el niño detrás de él.
Tomaron velocidad, esquivando y ondeando dentro y fuera de los otros
patinadores de velocidad, yendo alrededor y alrededor en una furiosa e imprudente
carrera. Cadence vio a dos empleados salir de la media pared. Todo terminaría en
un minuto y se echó a reír. Mark y el niño rondaron su última esquina, cuello a
cuello, pasando a los empleados que esperaban para ordenarles que salieran de la
pista.
—¡Lo sabemos! —gritó Mark, volando a un lado de ellos.
—¡Sal de la pista! —dijo uno detrás de él.
—Sí, sí, ¡lo sabemos! —respondió, deteniéndose de repente y patinando hacia
la salida.
—Madura —soltó el otro empleado mientras patinaba pasándola hacia el
borde de la salida de la pista.
—No puedo —respondió, respirando pesadamente—. ¿Por qué crees que
vengo aquí?
Ella puso los ojos en blanco y se giró para darle la espalda.
Él miró alrededor para encontrarse con el niño de la camisa roja, viéndolo estar
cerca de Cadence. Patinó hacia ellos y chocó sus manos con su oponente.
—Un empate —dijo.
—De ninguna manera, hombre. Te di una paliza —respondió el niño.
—No, no lo hiciste —dijo Mark. Miró a su novia—. Cadence ¿quién ganó?
—El niño —respondió.
Camisa Roja sonrío brillantemente.
—Cómprame nachos.
—¿Ese fue nuestro arreglo? —preguntó Mark.
El niño asintió.
—Grité «nachos» en la pista cuando te pasé.
—Pequeño mentiroso —contestó Mark, sacando un billete de cinco dólares de
la billetera.
—¡Gracias! —exclamó el chico, arrebatándoselo—. Llámame —le dijo a
Cadence, entonces se giró y patinó hacia la barra de aperitivos.
Mark levantó las cejas.
Cadence se encogió de hombros y levantó un pedazo de papel con un número
de teléfono garabateado en él.
—Él cree que estoy en la escuela.
Mark sacudió la cabeza y se rió.
—Fuiste sexi y tonto allí afuera —dijo ella—. No sé qué se supone que haga
con eso.
La tomó de la mano.
—Significa que tienes que hacerlo cuando lleguemos a casa.
Cadence rió con fuerza.
—Siento arruinar tu lección de patinaje. No creo que vayan a dejarme regresar
al suelo hoy.
—Tengo la sensación de que eso pasó mucho cuando eras más joven —dijo
Cadence, dejando que la llevara hacia una banca.
—Uh, sí —contestó Mark. Se quitó los zapatos.
—Costoso para solo ir a la pista un puñado de veces —señaló ella.
—Lo sé. Pero mi papá era así de malo, si no peor. Fuimos excluidos por un
mes más o menos.
Cadence rió.
—Tienes que estar bromeando.
—Así que entonces patinamos por el barro hasta que nos metimos en
problemas con los propietarios de la asociación. —Miró alrededor de la pista y
suspiró—. Dios, extraño a mi papá. —Se rascó la nuca y miró a Cadence.
—Extraño al mío también —dijo ella en voz baja—. Quiero decir, echo de
menos al papá que conocía antes que todo esto pasara.
Mark levantó su pierna sobre sus rodillas y desató su patín.
—¿Es mi culpa? —susurró.
—¿Qué? ¿Que mi padre me repudie? —preguntó.
Él asintió.
—Mark, ¿hablas en serio?
—Aún tendrías una relación con tus padres si no hubiera aparecido —señaló.
—Cuando llegaste arrojaste luz a mi tenue relación con mis padres —explicó
ella.
—Tenue. Me gusta esa palabra.
—La usé en un trabajo de inglés. Aún fresca en mi mente —dijo Cadence.
Mark rio entre dientes.
—Mírame —exigió ella.
Él retiró su patín, y luego la miró.
—¿Crees que por un minuto siento como si estuviera cometiendo un gran error
comenzando una relación contigo? —preguntó ella.
—Espero que no.
—No lo hago. Sé que estaba destinada a estar contigo. Y no me importa quién
lo acepta y quién no. Que se vayan al carajo porque te amo. Fuiste dado a mí. Lo
reconocí desde el principio.
—¿Y quién me dio a ti? —preguntó él.
—Dios.
Mark pensó por un momento.
—Sabes, te gusta darle crédito a Dios por cada buena cosa que… —Se sonrojó.
Cadence sonrió.
—Puedes decir que eres una buena cosa porque lo eres. Eres la mejor cosa que
me ha pasado.
Mark le apretó el pie.
—Solo quiero decir que incluso cuando gente la que hace cosas buenas por ti,
siempre le das el crédito a Dios.
—¿Crees que él no está usando a esas personas para ayudarme? —Ella subió su
otra pierna sobre las rodillas de él, y empezó a quitarse su patín.
—Nunca lo pensé de esa manera —dijo Mark.
—Bueno, eso es porque estás enojado con Dios y te apartaste de él. No
significa que aún no pueda usarse para su propósito. Él usa todo el tiempo a las
personas que no creen en él.
—Marionetas, ¿eh? —preguntó Mark, quitándole su patín.
—¿Piezas de ajedrez?
Cadence se detuvo y se inclinó para besar su mejilla.
—Nunca entenderé tu dolor —susurró—. No creo que se suponga que deba.
Pero estoy aquí. Siempre. Y vendré a patinar cada vez que quieras.
Mark se tensó.
—Y si necesitas hablar sobre Andy y tu pérdida, puedes hacerlo. En cualquier
momento. Si quieres hablar de tu papá, estoy aquí. Puede que no sea capaz de
entender, pero escucharé. Te consolaré. Porque te amo, Mark. Estabas destinado a
sanar mi corazón el año pasado cuando estaba sola y perdida. Creo que tal vez
estoy destinada a sanar el tuyo también.
Mark miraba al suelo mientras distraídamente acariciaba el pie de Cadence.
—¿Te das cuenta que ni siquiera hice una vuelta completa alrededor de la
pista? —preguntó ella.
Él se rió entre dientes.
—Pasos de bebé.
—Entiendo.
Se giró hacia ella una vez más.
—¿Estás lista, Mejillas Dulces?
Ella asintió y se inclinó para otro beso. Fue un beso inocente de pista de
patinaje. Sin lengua. Sin pasión arraigada. Solo un chico y una chica en un beso de
cita. Él se apartó y le sonrió.
—Me comportaré la próxima vez —prometió él.
—Está bien —contestó ella.
Salieron de la pista dejando su equipaje en el suelo encerado.

***
—Oye, esto suena familiar —dijo Cadence, rodeando la esquina de la cocina.
Mark se cernió sobre el tocadiscos.
—Debería esperar eso —contestó él, observando el vinilo dar vueltas—. Una
de las mejores canciones de amor de todos los tiempos.
—Conozco esa canción —dijo Cadence. Ella pensó por un momento—. ¡Esa
es una canción de Killers!
—Oh. Dios. Mío.
—¿Qué? —gritó ella—. ¡Lo es!
—No, cariño. No, no lo es. Ellos hicieron un cover. Pero esa canción es de Dire
Straits —explicó Mark—. Da el crédito como es debido, ¿de acuerdo?
—Nunca he oído hablar de ellos —contestó Cadence, encogiéndose de
hombros.
Mark se giró y tomó a Cadence en sus brazos. Él suspiró pacientemente.
—Gracias a Dios estás saliendo conmigo.
Ella estalló en carcajadas.
—¿Quieres bailar lentamente?
Ella sonrió.
—Sabes que no puedo bailar.
—No sé nada de eso —dijo Mark—. Tu danza interpretativa de Tori Amos fue
bastante buena.
Cadence soltó una risita.
—Eso fue simplemente tonto. Hablo del baile real. Lo haría mejor de pie en tus
pies y tú nos mueves alrededor.
Mark la miró pensativamente.
—Sabes, si me hubieras dicho eso hace un año, podría haber estado de
acuerdo. Pero ya no eres una niña.
Cadence sacudió la cabeza.
—No, no lo soy.
—Pero eres mi niña —dijo Mark, acercándola a él—. Y eres pequeña.
Ella lo miró y sonrió.
—Pon esos pequeños brazos a mí alrededor —dijo él.
Ella obedeció, envolviendo los brazos alrededor de su cuello.
—Solo sigue mi ejemplo —susurró él, moviéndole de lado a lado.
Danzaron al ritmo de la historia de Romeo y Julieta, y Cadence pensó que no
podía ser más adecuado.
Amor prohibido. El mundo contra ellos. Bueno, tal vez no todo el mundo. Solo
la cantidad correcta de melodrama. Mark besó su cuello y tarareó la melodía en la
oreja de ella. Ella siguió pisando sus pies hasta que él finalmente la levantó puso sus
piernas y las dejaba colgando mientras continuaban por la sala.
—Mira —dijo ella suavemente—. Debiste haberme dejado pararme en tus pies.
Él rio y la apretó un poco más.
—Te amo, Cadence.
Ella presionó su boca en la de él y habló contra sus labios.
—También te amo —respondió—. Ahora, bájame.
Él la miró confundido pero hizo lo que le pidió, poniéndola en sus pies y
mirando mientras ella marchaba hacia el reproductor. Detuvo el reproductor y sacó
vinilo.
—Pero si no se había terminado —objetó Mark.
—Me cansé. Me cansé todo lo dulce y cursi y que traigan pesadas lágrimas.
¿Entendiste?
Mark dio una sonrisa agrietada y asintió.
—Ahora, siéntate en el sofá. Bueno, espera. Mueve esa mesa de café a un lado
y entonces te sientas en el sofá.
Él no tenía idea de lo estaba tramando, pero estaba intrigado. Y encendido. Le
gustaba cuando ella lo mangoneaba. Se sentó en el sofá y esperó por la siguiente
demanda de ella.
—Tienes una obsesión con los traseros —dijo pensativamente—. Pensé que
esta podría ser tu canción. La escuché el año pasado en la radio.
Presionó REPRODUCIR en el reproductor y Mark escuchó mientras el
gimoteo de una canción R&B llenaba el apartamento.
—Tienes que estar de broma. —Rio, mirándola caminar hacia el centro de la
sala.
—Primero debí haber tomado un chupito —murmuró ella para sí misma
mientras movía la parte superior de su cuerpo de un lado a otro.
Después, ella estiró los tríceps y Mark la miró, confundido. Ella dejó caer los
brazos y lo miró directo a los ojos.
—Está bien. Aquí va. ¿Quieres mi trasero? Tienes que rogarme.
Cadence se dio la vuelta y meneó las caderas lado a lado al ritmo de la
canción. Mark miró, notando cómo de redondo y alegre lucía su trasero en sus
jeanes ajustados. Era monstruosamente injusto, la manera en que ella jugaba con
él. Se estiró para tocarla, pero ella apartó sus manos.
—Na ah —dijo ella, corriendo sus manos por sus muslos de arriba hacia
abajo—. No puedo bailar lentamente, pero puedo topar y moler.
—Mierda. Sí —respondió Mark, embobado por su figura moviéndose
fluidamente ante la canción más ridícula que había escuchado. Algún tipo
buscando traseros. Obsesionado, de verdad. Pero a él le gustaba. Y le gustaba ella.
Especialmente bailando para él. No la Cadence triste con la que bailó Tori Amos.
No la Cadence asustada cuando la llevó al club. No la torpe Cadence cuando la
sostuvo en sus brazos y la meció ante la suave melodía de Romeo y Julieta. Nop.
Esto era la Cadence sexi y exhibicionista, y pensaba que se había venido en sus
pantalones cuando miró por encima de su hombro, sonriendo hacia él
seductivamente, y sacudió sus pequeñas caderas.
—Ven aquí —dijo él roncamente.
—Nop. Aún no he terminado —discutió ella, volteándose de cara él.
—Sí, ya terminaste —respondió él.
—Seré tu stripper personal —ronroneó ella.
—Oh por Dios —respiró él. Bajó la mirada—. Cadence, estoy duro como una
roca. Por favor ven aquí.
—Nop —dijo ella.
Se sacó la camisa por la cabeza. Y entonces hizo un movimiento bochornoso
en el que se encorvó, corrió sus manos lentamente por sus piernas y entonces
terminó parándose recta con un dedo en su boca. Ella batió sus caderas de nuevo.
―Aprendí eso de Striptease Aeróbico de Carmen Electra.
Mark dejó que su boca colgara abierta.
―He estado practicando con Avery.
Todo lo que él podía hacer era asentir.
Ella salió de sus jeans y se los lanzó a él.
―¿Quieres ver algunos movimientos de piso? ―preguntó.
Él la miró con los ojos saltones.
―¿Mark? ―preguntó ella, sonriendo.
―Aquí. Ahora. ―Eso fue todo lo que pudo decir.
―Pero, ¿no quieres verme girando el piso?
―Sí. Debajo de mí ―respondió él.
Ella se movió. Y entonces se abalanzó sobre él, a horcajadas sobre sus caderas
y hundiendo los dientes en su cuello.
―¡Ouch!
―¿Soy sexy?
―Tan jodidamente sexy ―respondió él―. Quiero bailes para mí de esa
manera todas las noches.
Ella se sentó y lo miró.
―¿Qué vas a hacer por mí?
―Lo que sea ―dijo él rápidamente―. Cualquier cosa que tú quieras.
Ella rio y entonces se inclinó hacia él y le susurró la cosa más sucia que alguna
vez había escuchado.
―¿Estás segura? ―preguntó él. Su cara tenía la sonrisa más amplia de todas.
Ella asintió.
―Pero primero tengo que tomarme un chupito.
―Te daré toda la botella, Mejillas Dulces ―respondió él. La lanzó sobre un
hombro, se levantó y caminó con propósito hacia la cocina. Él tomó el vodka y se
dirigió hacia la habitación.
―El trasero de quién, ¿nene? ―chilló ella cuando él la dejó caer en la cama.
―El tuyo, Cadence. Solo el tuyo. Ahora usa la gramática indicada y date la
vuelta para así poder darle unas nalgadas a ese trasero ―ordenó él.
Ella rio.
―¡No como la última vez! ―advirtió ella.
―Oh, esta vez será un dulce castigo ―dijo él, dirigiéndose hacia su trasero―.
Lo vas a amar.
Ella se retorció y chilló mientras él le quitaba sus bragas. Y entonces se puso a
trabajar con la promesa de darle lo que sea que ella quisiera. Ella pensó que todo
era por ella, pero él lo sabía mejor.
23
Montículos Que No Cicatrizan
Traducido por Ailyn & madiinakh // Corregido por pauper

C adence lo miró cautelosamente mientras se sentaba en el comedor. Él


yacía en el sillón viendo el campeonato de baloncesto de la NCAA que
había grabado, y ella se preguntó si ahora sería un buen momento para
preguntar. Estaba nerviosa como el infierno, ninguna experiencia, ninguna idea de
qué esperar, pero pensaba que debía superarlo y hacerlo. ¿Y él no lo merecía?
Después de todo, le había torturado emocionalmente por dos meses. Seguro, azotó
el infierno fuera de ella por eso, pero no se sentía como que eso la absolvía de sus
crímenes. Quería demostrarle lo arrepentida que estaba, incluso si ella no lo hacía
bien.
Caminó a la sala de estar y se colocó directamente en frente de él.
—¿Qué pasa? —preguntó mirando a su cara.
—Quiero chupar tu pene —contestó ella.
Mark se congeló y no dijo nada.
Cadence empezó a ponerse nerviosa.
—Así que... —miró alrededor de la habitación—. Um, quítate los pantalones.
Mark sonrió.
—Bien, vamos —demandó ella.
—Cadence, no sé si ahora es el momento oportuno — ijo Mark—. Pareces...
bien, pareces aterrorizada.
—No estoy aterrorizada —mintió.
La miró con curiosidad.
—¿Por qué ahora?
—Porque quiero. ¡Para de hacerme preguntas y bájate los pantalones!
—En serio, ¿Por qué ahora?
—¡Porque aún me siento culpable sobre todo! —lloró—. Y quiero intentar
recompensarte. Quiero decir, sé que seré terrible en ello. Solo, no esperes mucho,
¿bueno? Pero una chica tiene que aprender en algún momento. —Lo pensó por un
momento—. Hice algunas investigaciones en internet.
Él sonrió a eso. Mark se sentó.
—No pienso que lo dejamos todo —dijo despacio Cadence—. Y de todas
formas, tú me haces eso todo el tiempo. Debería corresponder. Quiero decir,
quiero. Pero estás en lo cierto. Estoy aterrorizada porque no sé qué estoy haciendo.
Mark pensó por un momento.
—Para ser honestos, estoy feliz de que no lo hagas. Habría algo realmente
fuera de ti si fueses una experta dando mamadas. No encajaría, ¿sabes?
Ella asintió.
—No quiero que pienses que tienes que hacer cosas o un montón de cosas para
compensar estos dos meses. No te dañé tanto, sino más. Pero hemos olvidado y
perdonado el uno al otro. La pizarra ha sido borrada.
—Bien —dijo Cadence—. Entonces quiero hacerlo porque quiero.
—¿Segura?
—Sí. —Sabía que no le creía. Pero no había argumentos con ella. Tenía en su
mente darle una mamada, y ella no lo dejaría ir antes de que lo consiguiera.
—No te está haciendo entender, ¿no? —preguntó él suavemente.
Ella sacudió su cabeza.
—Y después de correrme en tu boca, ¿lo olvidarás?
Sus ojos se ampliaron.
—¿Te vas a correr en mi boca? —respiró.
Él asintió, sonriendo.
—Bien, ahora espera un minuto —dijo inciertamente—. Pienso que pararías
justo antes de que te corras y puedes hacerlo sobre tu estomago o algo.
Él sacudió su cabeza.
—Eso no es divertido.
Cadence mordió su labio inferior. Él miró el surco de sus cejas e imaginó su
cerebro trabajando extra, intentando figurarse cómo a la vez ser absuelta de su
destino y no tomar su corrida en su boca. Él rompió a reír.
—¿Qué? —lloró indignada.
—Cadence, no me correré en tu boca —dijo.
—No, no, puedes —replicó—. Quiero decir, pienso que puedes.
Suspiró.
—¿Siquiera necesitamos hacer esto ahora? Estoy viendo el campeonato.
—¿Quieres ver un partido por encima de una mamada?
Él se debatió. Ambos estaban igual de emocionantes porque uno, su equipo
estaba ganando, y dos, Cadence era una virgen en mamadas. Virgen en mamadas.
¿Era esto realmente todo lo que le tomó para conseguir empalmarlo? Sintió el dolor
de inmediato por su boca en él y tomo una decisión. Se bajó los pantalones y sacó
su pene.
—Lo tienes —dijo, cubriendo sus brazos con la parte posterior del sillón.
Cadence lamió sus labios y se arrodilló frente a él. Envolvió sus dedos
alrededor de su pene y miró hacia arriba. Se encogió de hombros, esperando por
instrucciones adicionales.
—¿Por qué no intentas lamer la punta primero? —sugirió.
Ella cogió una profunda respiración, se inclinó, y corrió su lengua por encima
de la cabeza. Él cerró sus ojos y se dio cuenta en ese segundo que su mamada sería
de largo mucho más excitante que el juego.
—¿Mark?
—¿Hmmm?
—No se supone que ponga tu pene entero en mi boca ¿no?
—Claro que sí —replicó, y abrió una rendija un ojo. Su boca colgó abierta en
incredulidad, y él se rió entre dientes—. Estoy bromeando.
—Uff. —respiró—. Porque me ahogaría.
—Gracias por el cumplido —replicó—. Ahora, por qué no pones tu lengua en
mi otra vez.
Lamió por encima una vez más y arremolinó su lengua sobre su cabeza.
Saboreó el pequeño pedacito salado de pre eyaculación y pensó que estaba
haciendo algo bien. Movió su mano más debajo de su eje y cogió más de él en su
boca. Sus dientes rozaron su carne, y él siseó.
—Vigila los dientes —instruyó.
—Lo siento —masculló con su boca llena.
Su cabello cayó hacia delante, haciendo cosquillas en su estómago, y él lo
levantó y lo quitó del camino así podía mirarla. Ella levantó su cabeza de repente.
—¿Qué hago? ¿Solo, cómo, muevo mi cabeza arriba y abajo?
—Sí —replicó—. Puedes dejarlo realmente mojado y después acarícialo con tu
mano. Justo aquí. —Le mostró envolviendo su mano alrededor de su pene bajo la
cabeza—. Mueve tu boca en mí en el mismo movimiento que tu mano. Eso se
siente realmente bien.
Asintió y fue a trabajar, moviendo su cabeza en él e inadvertidamente
babeando en el proceso. Él sintió su garganta contraerse cuando cogió demasiado
en su boca. Y pensó que podría correrse en ese mismo momento. Ella se echó para
atrás y tosió y escupió.
—¿Difícil, eh? —preguntó, viéndola limpiar las babas de su barbilla.
—¡No es una broma! —dijo, y se rió—. ¡Soy seria, Mark! Hay muchas cosas
pasando aquí abajo. Mi boca ya me duele.
—Pobre bebe —replicó, acariciando su mejilla —. Ahora ponte manos a la
obra.
—¡Mark! —gritó, dando una palmada en su muslo.
—Chupa mi pene, pequeño animal salvaje.
Corrió sus uñas hacia abajo de sus muslos dejando ligeras líneas blancas en sus
vaqueros.
—Exacto —susurró—. Salvaje.
Ella agarró su pene y exprimió. Y luego lo miró a él sorprendida. Pensó que
había gruñido.
—Hazlo otra vez. —dijo él.
Exprimió más fuerte, mirando inquisitivamente a través de sus ojos muy
abiertos.
—Pon tu boca en mí.
Se dobló por su trabajo, chupando su pene como la salvaje criatura que él
describió, acariciándolo con su mano como le había mostrado, intentando
desesperadamente hacer que se corriese antes de conseguir que se le desencajase la
mandíbula. Nunca imaginó que una mamada podría tener tanto trabajo, y la tarea
más difícil era la colocación de los dientes. Intentó mantenerlos fuera del camino,
pero su boca era diminuta. ¿No sabía eso? Pensaba que le dijo que le habían
quitado cuatro dientes porque su boca no podía sostener los treinta y dos. Estaba
seguro de que se lo dijo.
Mark gimió mientras sus labios se movían arriba y abajo sobre su eje. La
coordinación mano-boca no era exactamente sincronizada, pero eso no evitaría que
se corriera. La ayudó una vez, pero estaba fuera otra vez rápidamente, y prefería
divertirse viendo su torpe trabajo en vez de darle instrucciones. No quería que lo
hiciese de otra manera. Había algo completamente animal sobre su boca
moviéndose por instinto incluso si su mano no podía seguir el ritmo.
Estaba allí antes de saberlo.
—Cadence...
—¿Mmm?
—Muévete.
No lo haría. No sabía que era lo que ella tenía que probar, pero no tuvo tiempo
de figurárselo. Explotó en su boca una fracción de segundo después de asfixiar las
palabras.
—Lengua. Atrás. —No entendió y chilló en su pene mientras se corría en ella.
Su semen golpeó la parte de atrás de su garganta, desencadenando el reflejo de
atragantarse, exhaló después de escupir todo sobre sus vaqueros.
—Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío —dijo con el semen goteando de la
comisura de sus labios—. ¡Estoy asquerosa!
Mark estalló en risas.
—¡Mark! ¡Oh dios mío! ¡Es tan asqueroso! ¿Por qué no me dijiste?
—Lo intenté —discutió—. Dije pon tu lengua atrás.
Cadence sacudió su cabeza.
—¿Cómo se supone que sepa qué significa eso?
Miró fijamente la pizca de semen que reunía en las esquinas de su boca, la
pizca que no había hecho su camino barbilla abajo.
—Lámete los labios —dijo.
Su diminuta lengua rosa salió como una flecha y golpeó fuerte las esquinas de
su boca. Tragó luego lo miró con patética desesperación.
—Eres jodidamente sexi —dijo—. La próxima vez vas a estar desnuda cuando
me toques.
—¿Próxima vez? —replicó—. Sí, claro.
Rio entre dientes y se inclinó para alcanzar los pañuelos, empleando unos
cuantos para limpiar sus vaqueros.
—No puedes darme algo tan asombroso y después tomarlo de vuelta. Estoy
consentido ahora. Voy a esperar una mamada todo el tiempo.
Ella consideró esto.
—Bien. Pero no puedes correrte en mi boca.
—Cosa segura.
Le miró sospechosamente.
—Me dirás cuando estás cerca de correrte, ¿está bien?
—Por supuesto. —Sus ojos brillaban con malicia.
—Lo digo en serio —advirtió.
—Oh, lo sé. —Se subió y abotonó sus pantalones.
—Bien —replicó—. Ahora pon tu cabeza entre mis piernas y haz que me corra.
Esto lo conmocionó y lo maravilló. Amaba cuando ella hablaba sucio. Era una
invitación rara. Lo atribuyó a la mamada.
—Di algo más —ordenó, empujándola en el sillón. Agarró sus pantalones y los
tiro fuera.
—Quiero tu lengua en mi vagina —dijo, y sofocó una risa.
—No te rías —replicó Mark—. Sé seria cuando lo digas.
Sofocó otra risa más mientas la sacaba de sus bragas.
—Abre esas piernas —dijo—. Y dame algo bueno.
Ella se calló de repente y presionó sus labios en su oreja.
—Quiero tu boca en mi vagina, y quiero que me comas hasta que me corra. Y
mejor haz un jodido buen trabajo. ¿Lo entiendes?
Se echó hacia atrás y curvó sus labios en una sonrisa sensual. Abrió sus piernas
y se acurrucó en el sillón. Él la observaba con total fascinación, su boca cayendo
abierta ligeramente en incredulidad.
—Ahora hazlo —dijo ella.
Se lanzó directo a ello.
***
Cadence y Oliver se sentaron en un banco dentro un familiar parque de
patinaje. Observaron a un grupo de chicos jóvenes practicando trucos, volteando
sus tablas y estrellándose en el suelo. Cadence pensó que podía medir el tiempo,
empezar el tictac de un cronómetro y observarles caer y levantarse de vuelta en
perfecta sincronización.
—¿Sabes en qué estoy pensando? —preguntó Oliver.
—¿En qué?
—Dejé conducir a Charlie.
Cadence se quedó quieta por un momento.
—Oliver, no estabas en ninguna condición de decirle que no condujese. No
puedes poner eso en ti mismo.
—Pero siento que lo maté. Quiero decir, ¿cómo pregunto a Dios por eso? —
preguntó.
Cadence mordió el interior de su labio.
—Pienso que no creo en Dios.
—Yo lo hago —replicó—. Siempre lo he hecho. No quiere decir que no esté
enfadado con él, pero aún creo en él.
Silencio.
—¿Por qué nos sentimos como si fuésemos invencibles? —preguntó Oliver.
—Buena palabra.
Oliver rodó sus ojos.
—Sé palabras, Cay. No soy un maldito idiota.
Cadence sofocó una risa.
—Bien, la ciencia nos dice que nos sentimos de esa forma porque somos
adolescentes, usamos esa parte de nuestro cerebro que nos hace impulsivos.
—Hmmm.
—Y nuestros cerebros ni siquiera se desarrollan totalmente hasta que
cumplimos veinticinco —continuó.
—Así que estoy condenado a ser un maldito imbécil por... ¿cuánto? ¡¡Nueve
años más!!
Cadence estalló en carcajadas.
—Bastante.
—Odio malditamente mi vida ahora mismo —se quejó Oliver—. Odio a mamá
y a papá, mi cerebro es estúpido, y maté a mi mejor amigo.
Cadence envolvió su brazo sobre los hombros de Oliver.
—No lo hiciste.
—¡Lo hice! —insistió, y luego, justo ahí al aire libre, en el cálido atardecer
rodeado por chicos adolescentes practicando sus rutinas y trucos, Oliver lloró—.
¡Jesús, Cay! —Se inclinó hacia adelante y escondió su cara en sus manos.
Cadence frotó su espalda y murmuró palabras de consuelo, pero sabía que no
las oía. Su dolor ahogó el mundo a su alrededor. Lo sintió mientras su mano se
movía sobre su espalda, la tensión y la conmoción. Estaba asustada de que su
corazón se retorciera e hiciera que el hermano que ella conocía desapareciera para
siempre.
Oliver limpió sus ojos torpemente con el dorso de sus manos y se levantó. Miró
directamente a un patinador que se paró a mirarlo. Cadence no había notado al
chico mirando todo el tiempo, intentando darle sentido al espectáculo de dolor de
Oliver en del parque. No lo descifró, así que volvió a patinar, cuidadosamente para
evitar hacer más contacto visual con Oliver.
Oliver tomó una respiración profunda
—¿Qué demonios le pasa a nuestra familia?
Cadence sacudió su cabeza
—Yo.
—Ahora si no me está permitido tomar responsabilidad por la muerte de
Charlie, seguro como el infierno que a ti no se te permite tomarla por nuestra
familia desmoronándose.
Cadence sonrió tristemente.
—Es difícil evitar estropearlo, ¿no? No estaba buscando meterme en problemas
en esa fiesta. No estaba buscando drogas. Sí, debería haber sido más fuerte y
alejarme, pero no lo hice. Ese es mi destino. Pero no podía haber sabido los efectos
que esa noche podía tener en nosotros.
—No hay algo como «perfecto» —contestó Oliver—. No sé por qué mamá y
papá viven en ese mundo donde ellos piensan que lo hay. Es total negación, y en
vez de solo tratar con nuestros errores y ayudarnos a crecer con ellos, nos ignoran.
O en tu caso, lo abandonan todo.
Cadence asintió.
—No pienso que sean muy buenos padres —dijo pensativamente—. Y no
porque estoy enfadada con ellos por aislarme o algo. Estoy mirando objetivamente.
Realmente creo que simplemente no son buenos padres.
—Así que, ¿qué se supone que hagamos con esto? —Oliver preguntó.
Cadence suspiró.
—No tengo idea. Lo mejor que podamos, supongo.
—Eso es más fácil para ti porque no ya vives con ellos —señaló Oliver.
—No significa que no duela aún, Ollie. No significa que mi vida sea increíble
porque ya no estoy bajo su techo. Los echo de menos… malos padres o no. Los
echo de menos. Siguen siendo mis padres. Y he pasado la mayor parte de mi vida
en su casa. No es fácil irte de ese tipo de seguridad a vivir con tu novio y cabrear a
la gente que piensa que es un error.
—Piensas que es un error.
—¿Qué? ¿Vivir con mi novio? No.
—¿Piensas que puedes ser cristiana y vivir con tu novio?
—Lo soy y lo estoy —contestó Cadence. Oliver sonrió.
—¿Entonces que te preocupa?
Cadence elevó sus ojos marrones. ¿Qué le preocupaba? Oh, sí. El estigma. Ese
estigma de mierda.
—No es aceptable en la iglesia —dijo.
—Que jodan a la iglesia. Sigo escuchando como el cristianismo se supone que
es todo sobre tu relación con Dios. ¿Cómo cuántas veces hemos escuchado eso? No
tengo religión. Tengo una relación.
Cadence sonrió.
—Y entonces todos esos idiotas te juzgan porque estás haciendo algo que no
les gusta. No importa si Dios decía que estaba bien. Ellos argumentan que tú no
puedes estar en lo cierto. Estás malinterpretándole. No lo escuchaste bien —frunció
el ceño —. Es completamente una porquería.
—Estoy notando que tienes algunas cuestiones con la iglesia —bromeó
Cadence.
Oliver rió entre dientes.
—¿No sientes nunca como que tienes cadenas invisibles? Has sido criado para
creer ciertas cosas, y no importa lo duro que intentes entender a Dios y su palabra,
no nunca puedes verdaderamente escapar de ese armazón que te dieron.
—Has pensado mucho en eso, ¿eh?
—Desde que Charlie murió, sí. Quería juntar mi mierda, pero quiero ser feliz
con mis elecciones. Necesito las voces de mamá y papá quejándose en el fondo.
Diciéndome que estoy equivocado.
Cadence asintió.
—No sé cómo hacerlo —dijo Oliver suavemente.
—¿Hacer qué?
—Ser un cristiano.
Cadence apoyó la cabeza en el hombro de Oliver.
—Es un trabajo en progreso, hermano.
—¿Lo es?
—Para el resto de tu vida
—¿Vale la pena?
Cadence pensó mucho sobre esa pregunta. ¿Vale la pena? Sí. Ella pensó que lo
valía. Y era capaz de determinarlo con precisión.
—Sí.
—¿Cómo es eso? —preguntó Oliver. Apoyó la mejilla contra la parte superior
de su cabeza.
—Porque nadie te va a amar como Dios lo hace.
—No estoy sintiendo su amor ahora mismo —dijo Oliver.
Cadence rio.
—Sí, bueno, suele pasar.
—Papá pidió que vinieras a cenar —dijo Oliver de repente. Cadence se quedó
quieta en su sitio contemplando a su hermano.
—¿Qué?
—Me pidió que te dijera que vinieras a cenar mañana por la noche. Quiere
hablar contigo.
La sospecha se disparó en su corazón.
—¿Por qué? ¿Y por qué no puede él venir a verme?
—No quiere ir a la casa de Mark.
—Es nuestro apartamento. No solo de Mark —aclaró.
—Bueno, no quiere ir a tu apartamento.
—Si tiene algo que decirme puede venir a verme.
—Mira Cay, solo soy el mensajero. No sé lo que quiere papá. Lo único que sé
es que pidió que vinieras a cenar.
Cadence pensó absurdamente que su padre tiene planes para secuestrarla y
mantenerla alejada de Mark. Pensó en Rapunzel, siendo encerrada en su habitación
para siempre, sin volver a ver el mundo exterior de nuevo. Ella no quería que su
cabello creciera tan largo, y exclamó.
—¿De qué demonios estás hablando? —preguntó Oliver.
—Oh dios mío, ¡no lo sé! ¡Él va a secuestrarme, Ollie! —Agarró la parte
delantera de su camiseta mientras hablaba.
—Calma, Jesús. —Oliver apartó sus manos y la miró curiosamente—. Nadie
va a secuestrarte, y de cualquier manera, estaré allí. Y mataré a papá si de verdad
hace algo.
—Entonces, ¿quieres que vaya? —preguntó. El miedo impregnando cada
palabra.
—Bueno, pienso que deberías ir y escuchar lo que quiere decirte. Puede que
quiera disculparse, lo que sería completamente loco y en contra de su carácter, pero
¿quién sabe? La gente puede cambiar.
—Me dio un puñetazo en el ojo.
—Lo sé, y puede que se sienta realmente culpable por eso.
Cadence resopló.
—Solamente le tomó unos once meses.
Oliver rio.
—Mira, pienso que papá es un imbécil, ¿bueno? Y no me fío de él. Pero solo
estoy diciendo que en tu posición, iría. Sobre todo por curiosidad. Pero nunca se
sabe. Y de cualquier manera, estaré ahí. No dejaré que nada te pase —hizo una
pausa y arrugó la cara en confusión—. O a tu cabello.
Ella rio.
—Estaba pensando sobre Rapunzel y... olvídalo
—De acuerdo, lo que sea. Piensa en la cena. Estaré ahí.
—Ya lo has dicho.
—Sí, pero no estoy seguro si lo crees.
—De acuerdo. Bien. —Oliver suspiró y dejó salir el aire lentamente.
—Aparte de este pequeño infortunio, ¿qué tal vas? —preguntó Cadence. Soltó
una risa.
—Bien
—Eso será así por un tiempo, ya sabes —explicó Cadence—. Tienes un par de
días buenos, y luego todo se vendrá abajo como si el accidente hubiera ocurrido
ayer.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque eso es lo que sigo superando con mamá y papá. A veces estoy
semanas sin sentir ningún tipo de dolor. Y después todo vuelve de nuevo, llena mi
corazón como si el incidente hubiera ocurrido ayer. Y lloro como un bebe.
—¿Es mi culpa? ¿No debería haberte hablado de la cena?
—¡No, no! Me alegro que lo hicieras. Y tienes razón. Debería ir. Aunque solo
sea para un cierre. Dios, odio esa palabra.
—Palabra estúpida —secundó Oliver. Se quedaron en silencio por un
momento—. No creo que pueda evitar tener un sentimiento de responsabilidad por
la muerte de Charlie. Creó que me pasaré toda la vida pensando en eso.
Cadence asintió.
—Lo extraño. Era un gran amigo.
—Sé que él también te extraña —dijo Cadence en voz baja
—Lo veré de nuevo, sin embargo.
Ella sonrió
—Sí.
—Vi las imágenes del accidente —dijo Oliver—. Ese coche fue arrasado.
Cadence asintió. Ella también vio las imágenes. El coche de Charlie envuelto
alrededor de un roble. No tenía ni idea de cómo Oliver sobrevivió, y mucho menos
con solo una arañazo en la mejilla y un brazo roto.
—¿Sabes qué? —preguntó Oliver
—¿Qué?
—A veces me gustaría invertir el tiempo y volver tres años.
—¿Tres años?
—Sí. Cuando éramos felices e ignorantes. Eras una buena estudiante de
segundo año con una buena mejor amiga. Yo estaba en octavo grado y pensé que
era impresionante porque estaba en la cima de la cadena alimenticia de la escuela
media. Mamá y papá nos querían porque no habíamos hecho nada malo todavía.
Cadence consideró todo.
—Puede que nada fuera real, pero era seguro. —Cadence asintió. Y después
cogió la mano de Oliver.
—Vas a sentirte a salvo de nuevo. Lo prometo.
—¿Lo prometes?
—Sí.
—¿Esto tiene que ver con Mark?
—Tiene mucho que ver con él. Pero no solo es él. Es su madre, Fanny, Avery
—hizo una pausa—. Tú. —Él asintió—. Todos ustedes me hacen sentir segura.
—Así que es cuestión de tener buena gente en tu vida —confirmó Oliver
—Exactamente
—Así que tengo que conseguir algunas buenas personas.
—Bueno, espero ser una —dijo Cadence.
—Lo eres, pero no es suficiente —dijo Oliver, pensativo.
—¿Has llegado a Kim?
—Sí. Al principio, ella dijo que me perdiera. Pero después de dos semanas de
molestarla sin parar, accedió a escucharme durante la cena.
—Eso es impresionante, Ollie.
—Sí. Ahora tengo que averiguar qué decir.
—No hay mejor momento que el presente —dijo Cadence.
—¿Quieres decir, como, practicar contigo? Asqueroso.
Cadence rió.
—Solo estoy diciendo que podría ayudar. Continua. Prueba. Te puedo dar
algunos consejos. —Oliver giró hacia Cadence.
—Esto es enfermizo —comenzó—. Pero estoy desesperado. —Sacó su mano
de encima de su hermana.
—Está bien. Aquí va. Kim, sé que odias mis tripas en este momento... —hizo
una pausa y miró a su hermana. Y luego se echaron a reír.
***
Mark fue aprensivo sobre la cena. Él no fue invitado, no le sorprendió, y se
pregunto qué es lo que quiere su mi padre que no puede decirlo delante de Mark.
Estuvo reacio a dejarla ir, de pie delante del apartamento viendo desaparecer
su auto. Tuvo un presentimiento, el miedo de que nunca la volvería a ver.
Cadence batalló con sus propios temores, sobre todo cuando entró en su
antigua casa. Todo parecía estar igual, evitó vislumbrar el lugar en el salón, donde
su padre la atacó. Su madre trató de abrazarla cuando abrió la puerta, pero
Cadence la esquivó. No estaba lista para ser tocada. Nunca podría estar lista para
ser tocada de nuevo.
La última vez que vio a su padre, estaba llorando en una habitación de
hospital. Recordó que lo miraba como si fuera un extraño. No sentía empatía, ni
conexión con su dolor, aunque el suyo era similar. Ambos estaban en duelo por
Oliver y la pérdida de su mejor amigo. Pero no podía hacerlo con él. No quería
hacerlo con él, y se preguntó por qué accedió a esta cena. La conexión, descubrió
de repente, se había roto definitivamente. Estaba rota desde la habitación del
hospital. No lo supo hasta ahora.
—Gracias por venir —dijo el Sr. Miller cuando Cadence se sentó frente a él.
Sonaba como si se estuviera dirigiendo a un socio de negocios en una reunión.
Oliver tomó el asiento al lado de Cadence. Se sentó un poco demasiado cerca,
pero se dio cuenta de que era su forma no verbal de decir: «Te guardo la espalda».
Ella sonrió para sus adentros.
—He hecho tu favorito, Cadence —dijo la Sra. Miller—. Lasaña
Cadence quería decir que la lasaña ya no era su favorita, pero sería cruel. Su
madre estaba obviamente tratando. Algo así, de todos modos.
—Oliver, ¿te gustaría dar las gracias? —preguntó el Sr. Miller una vez que el
plato de todos estuvo lleno de comida.
—No.
—De acuerdo entonces. Yo lo haré —respondió el Sr. Miller, no muy
afectado.
Todos inclinaron sus cabezas, y Cadence escuchaba el zumbido de la voz de su
padre. La oración era mecánica y practicada; la había oído un millón de veces, pero
su padre siempre trató de inyectar algún tipo de sentimiento en ella. Ahora,
simplemente se fue a través de movimientos, como si no creyera nada de lo que
estaba diciendo. Fue una falta de respeto, y eso la desconcertó.
Se comieron la mitad de su comida en silencio. Cadence no estaba segura de si
sus padres esperaban que ella iniciara la conversación. No tenía nada que decir. Y
de todos modos, ellos la invitaron. A mitad de la lasaña, el Sr. Miller finalmente
habló.
—¿Cómo te va con tus clases? —preguntó.
—Van bien —respondió Cadence.
—¿Estás tomando un curso completo? —preguntó su madre.
—Quince horas.
—Oh, eso es bueno —dijo la Sra. Miller.
Era extraño. Su madre le habló como si nada hubiera pasado nada en la
habitación del hospital, como si Cadence lo pasara por alto completamente antes
de irse. Como si no tuviera una actitud de no poder salirse con la suya.
—¿Y Millie? ¿Todavía estás trabajando allí? —Preguntó el Sr. Miller.
—Sí.
—Eso es bueno —dijo la Sra. Miller de nuevo. Cadence bebió un sorbo de
agua con hielo.
—¿Y estás siendo atendida? Quiero decir, ¿no quieres nada? —preguntó el Sr.
Miller.
Cadence sonrió.
—Mark cuida de mí —dijo en voz baja.
Vio a su madre tensa. La escena en el estacionamiento de la iglesia destelló en
su cerebro, en particular la negativa de su madre para decir el nombre de Mark. Era
«su hijo» y «ese hombre».
—Es bueno verte de nuevo en la iglesia —dijo el papá de Cadence.
—No voy por ti —respondió Cadence—. Y de todos modos, ¿cómo me puedes
decir eso? Nunca me has recibido todas las veces que he ido.
—Quise decir que me alegro de que te vayas —respondió su padre.
Cadence resopló.
—Ah, ya veo. ¿Estás esperando a que la iglesia me ayude a ver a mis malos
caminos?
—Estás viviendo con un hombre, Cadence —dijo su madre—. Y no estás
casada.
—¿Hemos terminado aquí? —preguntó Cadence. Se puso de pie, pero Oliver
puso su mano en su hombro.
—Espera —susurró.
Cadence respiró hondo.
El Sr. Miller aclaró su garganta.
—Me doy cuenta de las cosas entre nosotros han sido tensas.
—¿Tensas? —preguntó Cadence—. Las cosas entre nosotros han sido
inexistentes. No tensas.
—Sin embargo —dijo Miller—, me doy cuenta de que no estoy siendo justo en
algunas áreas de nuestra relación.
—¿Nuestra relación? —Esta vez Cadence rió—. Papá, no disponemos de una
relación.
—Me doy cuenta de eso —espetó, y luego se recompuso una vez más—. Y no
estoy en busca de una. —Cadence se echó hacia atrás.
—¿Entonces por qué estoy aquí?
—Quería hacer una cosa para ti —dijo.
Cadence vislumbró a Oliver. Se encogió de hombros y meneó la cabeza.
—¿Qué cosa? —preguntó.
El Sr. Miller caminó hasta el buffet y cogió un sobre. Se lo pasó por la mesa a
Cadence.
—¿Qué es esto?
—Siempre y cuando vayas a tiempo completo y acabes en cuatro años, esto
debe cubrirlo —respondió.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Cadence.
—Tu escolaridad. Este dinero es tuyo, y quiero que lo tengas. Te quiero libre
de deudas cuando te gradúes —explicó.
Cadence estaba en shock. Y entonces su sorpresa se volvió sospecha.
—¿Cuál es el truco? —preguntó ella con cuidado.
—No hay truco —respondió su padre—. Este dinero es tuyo. Es tan simple
como eso.
Cadence miró el sobre sin marcar. Ella estaba tan tentada a abrirlo y leer la
suma en el cheque, pero eso sería grosero. Además, una parte de ella se sentía como
que les daría a sus padres demasiada satisfacción. ¿Por qué estaban haciendo esto
en primer lugar?
Y entonces comprendió. Su padre apenas había dicho que no estaba buscando
tener una relación con ella. Esta fue su patético intento de absolverse a sí mismo
por golpearla y luego echarla. ¿Por qué no podía simplemente decir que lo sentía?
Ella tomaría una verdadera disculpa sobre el dinero en cualquier momento.
—¿Es todo entonces? —preguntó ella, luchando contra las lágrimas.
—Bueno, tenemos el postre —ofreció la Sra. Miller.
Postre. Era ridículo. Toda esta noche. Ella pensó por un segundo en dejar el
dinero sobre la mesa y salir. Pero entonces su cerebro hizo caso omiso de su
corazón. No sucede a menudo. Ella solía ser más emocional que racional, pero su
cerebro se puso por delante y susurró información importante en su oído.
Tomar el dinero.
¿Por qué? preguntó ella.
Porque es la cosa más sabía que puedes hacer. Tómalo.
Pero van a mantenerlo por encima de mi cabeza.
No, no lo harán. No has hecho ninguna promesa. No se ha escrito ningún acuerdo.
Toma el dinero. Tómalo para Mark. ¡Mark! pensó. ¡La escolarización de Mark! Me había
olvidado.
Pero ahora te acuerdas, dijo su cerebro. Esta será solo la disculpa de tu padre.
Acéptalo, luego márchate.
Cadence asintió, y su madre se levantó de un salto para la cocina. Su madre
pensó que estaba de acuerdo con el postre cuando estaba de acuerdo en tomar el
control. No era la disculpa sincera que ella esperaba. No fue la aceptación que
anhelaba desde hace tantos meses. Pero era un futuro, un futuro para ella y Mark.
Y no podía preocuparse de si sus padres querían compartir ese futuro. Pensó en lo
que era correcto para el hombre que amaba, así que ella comió pastel de su madre,
agradeció a sus padres por el cheque que metió en su bolso, y se despidió.
Y nunca miró hacia atrás.
24
Vacaciones De la Vida
Traducido por krispipe // Corregido por Majomaestre27

—¿Ya llegamos? —se quejó Avery desde el asiento trasero.


Cadence rio y pasó la página de su última novela.
—¿Qué demonios estás leyendo? —preguntó Avery cuando nadie le respondió.
—Nada que te gustaría —respondió Cadence.
—Oh, ¿es como un clásico de mierda?
Cadence levantó el libro, mostrando la portada.
Avery se inclinó para echar un vistazo.
—Eh, nunca había oído de él.
—Lo sé.
—Leí otras cosas, Cadence. ¿De acuerdo? Sabes tan bien como yo que soy la
persona más inteligente en este auto.
—No es un auto. Es una camioneta —corrigió Dylan.
—A Dylan no le gusta cuando llamo auto a su camioneta —dijo Avery a
Cadence—. ¿Qué diferencia hay?
Cadence sacudió la cabeza y siguió leyendo. Era su primera lectura oficial de
verano, y deseaba que Avery la dejara tranquila. Los exámenes terminaron hacía
una semana, y todos decidieron escapar a la playa. Ella y Avery estaban agotadas
de la escuela. Mark necesitaba un respiro antes de que sus cursos de verano
comenzaran. Dylan estaba harto de que las personas que visitaban su tienda
salieran con las manos vacías.
Avery resopló.
—¿Por qué las chicas van siempre en la parte de atrás?
—Nena, sabes que no te trato como un ciudadano de segunda clase —dijo
Dylan—. Te puse detrás porque es el lugar más seguro.
Avery rodó los ojos.
—¡Cadence! ¡Préstame atención! Estoy aburrida.
—Mira por la ventanilla —respondió Cadence distraídamente.
Avery agarró su libro y lo arrojó en el maletero.
—¡Maldita sea, Avery!
—Oh, supéralo. Ellos viven felices para siempre. Eso es todo lo que necesitas
saber —dijo.
—Dios, eres una perra molesta en este momento.
—Si las dos no paran allí atrás… —Mark advirtió.
Las chicas se rieron.
—¿Qué? —dijo Avery—. ¿Vas a darnos nalgadas como le hiciste una vez a
Cadence?
—¡AVERY! ¡No se supone que contaras eso!
—¿Le contaste eso? —preguntó Mark. Se giró y miró a Cadence.
—Amigo, ¿estamos hablando de nalgadas sexys y juguetonas o de azotes de
estás realmente en problemas? —preguntó Dylan.
Mark lo ignoró. Observó la boca de Cadence moverse, formando las
palabras—: Lo siento.
—Lo secundo —dijo Avery.
—Mierda —respiró Dylan—. ¿Están, como, en todas esas cosas de BDSM17?
—Oh Dios mío —respondió Cadence. Se volvió hacia Avery—. Te odio en
este momento.
—¿Qué? Creo que es totalmente caliente. Desearía que Dylan me azotara
cuando me porto mal —dijo. Y entonces suspiró, frustrada—: Que alguien me deje
salir de este auto.
—¿Tú? —respondió Cadence—. ¿Que alguien te deje salir del auto? No quiero
estar cerca de ti ahora mismo. ¡¿Qué te parece si alguien me deja salir a mí de este
auto?! No puedo creer que lo hayas contado. ¡No se supone que lo contaras!
—¿Le cuentas todo a Avery? —preguntó Mark. No era miedo lo que
impregnaba su voz. Más bien una leve preocupación.
—Sí que lo hace. Eso es lo que hacen las mejores amigas —respondió Avery.
—No, ya no —espetó Cadence.
—Oh, cálmate. Eres tan mojigata, Cadence. Quiero decir, santo cielo. Me
gustaría pensar que después de que tu novio te inclinó sobre la cama y maldijo
sobre tu culo… —No pudo terminar. Rompió a reír en su lugar.
—¡Cállate, Avery! —gritó Cadence.
—Colega, ¿la inclinaste sobre la cama? —preguntó Dylan.
—¿Cómo más azotas a alguien? —respondió Mark.

17
Bondage y Sadomasoquismo.
Avery se apoyó sobre su estómago y se dobló.
—¡Todos dejen de hablar de mis azotes! —gritó Cadence.
El asiento delantero estalló en carcajadas. Avery jadeó, con la cabeza metida
entre las piernas. Cadence se sentó con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Vamos entonces —dijo de mala gana—. Ríanse. Saben, apenas y pude
sentarme al día siguiente.
Otra carcajada. Esta ahogó Redeemed de DJ Shadow. Cadence miró a Avery
ligeramente alarmada. Oyó que las personas podían morir de risa, pero vamos. ¿En
serio?
—¡Respira! —le gritó a Avery.
—Yo… —Tomó una respiración entrecortada. Cadence se encogió ante el
sonido—. ¡Nunca te dije… cómo de jodidamente divertido… pensé que era esto!
—Lo que sea —murmuró Cadence—. Actuaste toda ofendida como si
estuvieras mortificada por lo que él me hizo. Como si hubiera abusado de mí o
algo así.
Avery se secó los ojos y tomó otro largo suspiro.
—Solo hice eso para tu beneficio.
Cadence rodó los ojos.
—Sabes que te merecías esa mierda —continuó Avery.
Mark estaba notablemente tranquilo en la parte delantera.
—Cambiemos de tema ahora —dijo Cadence.
—Bien. Eso sí, no vayan a hacer toda esa mierda en el condominio. Las
paredes son finas como el papel —respondió Avery.
Se dirigieron por la autopista interestatal 75 en su camino a la Costa del Golfo.
Los padres de Dylan eran los propietarios de un condominio en la playa, y ellos lo
tomaron por una semana.
—Todavía no puedo creer que tus padres nos hicieron pagar por esto —se
quejó Avery.
—Oye. Somos adultos, ¿recuerdas? Los adultos pagan por las cosas —explicó
Dylan.
—Pero son tus padres —señaló Avery.
—Sí. Y tienen una hipoteca —contrarrestó él.
Avery agitó su mano con desdén.
—Una hipoteca ínfima.
—¿Qué pasó con la Avery adulta? —preguntó Cadence—. Pensé que estabas
como, «Oh, mira mis planes para el futuro y estoy ahorrando todos mis centavos
y…»
—Al diablo con eso —respondió Avery—. Eso fue el día que me fui a vivir con
Dylan, y él quería que le ayudara a pagar el alquiler.
Cadence se echó a reír.
—Tú querías una chica más joven. La tienes. —le dijo Avery a Dylan.
Mark se rio entre dientes.
—Siempre y cuando uses esos bikinis para mí, tengo todo cubierto. —
respondió Dylan.
Avery se iluminó.
—Oh, Dios mío, Cadence. ¡Estos bikinis! —chilló.
—¿Los que se te meten por el trasero? —preguntó Cadence.
—Sí. —Avery se rio—. Te compré dos.
—¡¿Qué?!
—Adiviné tu talla —continuó Avery.
—Los bikinis son caros, Avery —dijo Cadence.
—Uh huh. ¿Cuál es tu punto?
—¡Mi punto es que no deberías haberme comprado ninguno!
—No vas a pasar el rato en la playa conmigo con tu vestimenta desaliñada.
—¿Disculpa? ¡No tengo bikinis desaliñados! Son lindos.
—Son aburridos. Así que te compré algunos que dicen: «Hola, mi nombre es
Cadence, y no me importa si quieres mirar mi culo. Adelante. Echa un vistazo».
—Oh Dios mío.
Mark se rio entre dientes y se giró.
—¿Dónde están esos bikinis, Avery?
—En una bolsa en la parte de atrás —respondió ella.
—¿Puedes llegar a ellos fácilmente? —preguntó.
Avery sonrio maliciosamente y se desabrochó el cinturón de seguridad. Se
colgó sobre el asiento hasta que vio la bolsa de la compra. Se sentó de nuevo y sacó
dos piezas de lentejuelas moradas. Le entregó la parte inferior a Mark.
—De acuerdo, ¿ves ese pedazo de elástico en el centro? —preguntó.
Él asintió.
—Eso levanta su culo y tira de la parte inferior para mostrar algo de sus nalgas.
No al estilo tanga. Es mucho más coqueto.
—¿Coqueto? —preguntó Dylan.
—Sí. Como, sexy, coqueto y recatado —explicó Avery.
—Eso no tiene sentido —dijo Cadence—. Recatado significa modesto.
—Sí, es porque solo una parte de tu trasero se ve —respondió Avery.
Mark rio entre dientes y tiró suavemente del elástico, luego miró como el
material volvía a su sitio una vez que lo dejó ir.
—No voy a usar eso —dijo Cadence.
—Bueno, ahora no lo sé —dijo Mark pensativamente—. Tienes un culo
bonito. —Tocó los lazos de los lados.
—¡Mark! ¡No puedo caminar por una playa familiar llevando eso!
—Yo sí —dijo Avery.
—Eso es porque no tienes decencia común.
—Tal vez deberías simplemente probarlo primero antes de negarte —sugirió
Mark.
—Aquí está el otro —dijo Avery, entregando la parte inferior a Mark.
—Oh, me gusta este. Muy al estilo Pocahontas —dijo él.
Avery rio.
—Los flecos están tan de moda. ¿Este top no se vería adorable en ella?
Mark asintió.
—¿Adorable? Esos bikinis son para putas —dijo Cadence.
—Oye, ahora. ¿Qué estás diciendo? ¿Qué soy una puta?
Cadence frunció los labios.
—O.D.M.18 Me gustaría pensar que una chica que sale con un hijo de puta
pervertido como el Sr. Connelly podría mostrar algo de piel —dijo Avery.
—¿Soy un hijo de puta pervertido? —preguntó Mark.
Dylan sacudió la cabeza.
—Amigo, lo intento. Todo el tiempo. No funciona.
Mark rio.
—Y no solo eso, ¡sino que Dios sabe que necesitas relajarte, Cadence! —
continuó Avery.
—¡No he terminado con mis doce pasos todavía! ¡No estoy lista para mostrar
el trasero!
—¿Doce pasos? Oh Dios mío, ¿estás en Alcohólicos Anónimos? —resopló
Avery.
—No, son mis propios doce pasos.
Avery miró a su amiga.
—¿Estás jodidamente bromeando?

18
Oh. Dios. Mío.
Cadence intentó no reírse.
—Um, está bien. Si son tus propios doce pasos, entonces no cuentan. Llevas
estos bikinis y vamos a bailar cada noche.
Cadence se rio y sacudió la cabeza.
—Tienes la peor mejor amiga del planeta.
—Tengo que hacer pis —dijo Avery, ignorando a Cadence.
—Aguanta —respondió Dylan.
Cadence nunca consiguió continuar el libro que estaba leyendo. Quedaban
unos treinta minutos para llegar, y Avery charló todo el tiempo. Una vez que
llegaron al condominio, Avery tenía una cosa en su mente: emborracharse.
—Ahora esto es lo que estoy pensando. Chicos, siéntense allí, en el sofá, y
Cadence y yo nos pondremos un bikini para mostrarlos.
—¡No! —exclamó Cadence.
—Me gusta —dijo Dylan.
—A mí también. —Mark elevó la voz.
—¡No quiero a tu novio mirando mi culo! —dijo Cadence a Avery.
—Solo voy a mirar a Avery —respondió Dylan—. No te preocupes.
—No. No, no, no, no, no.
Avery resopló.
—Sr. Connelly, haga que su novia beba y se ponga estos bikinis.
Mark sonrió y se acercó a Avery, arrancando el bikini de flecos de su mano.
Dirigió a Cadence al dormitorio y cerró la puerta.
—Mark, no quiero usar eso —dijo Cadence.
—Shhh. No tienes que llevarlo en la playa si no quieres. Pero, ¿qué tal si solo
te lo pones para mí?
Ella pensó por un momento y luego asintió.
Él comenzó con su top, tirando de él con cuidado sobre su cabeza. Desabrochó
su sujetador y lo tiró en el suelo al lado de su camiseta. Se arrodilló ante ella y
desabrochó sus jeans cortos, deslizándolos por sus piernas lentamente. Lo siguiente
fueron sus bragas, y se sentó sobre sus talones, bebiendo en su desnudez.
—¿Cómo es que soy tan afortunado? —preguntó.
—Yo era joven y vulnerable —bromeó.
Él la miró y sonrió.
—Bueno, por suerte para mí.
—Me veo ridícula —dijo ella, acariciando los flecos cayendo sobre sus pechos.
—De ningún modo. Me encanta —respondió.
Él tiró la parte inferior por sus piernas, apretando los lazos a ambos lados de
las caderas. Giró a su alrededor y tiró de la parte de atrás, dejando el tejido meterse
más profundamente en la raja de su trasero.
—¡Mark!
Él apartó las manos, a continuación, le dio la vuelta para que pudiera verse por
detrás en el espejo.
—Ahora, ¿por qué no quieres mostrar esto? —preguntó.
—¡Esto parece ropa interior! —chilló.
—¿Y?
Ella se encogió de hombros. Secretamente le gustaba, pero no creía que tuviera
las agallas para llevarlo en público.
—Sube a esa cama —ordenó Mark—. Tengo una sorpresa para ti.
—¿Oh?
—Mm hmm.
Ella obedeció, acostándose de espalda y mirando al techo. Él se acercó y la
atrajo hacia el borde de la cama.
—Voy a hacer que te corras mientras llevas ese bikini —dijo, arrodillándose
frente a ella.
—¿No quieres que me lo quite? —sugirió. Quería su boca directamente sobre
ella.
Él sacudió la cabeza.
—Todavía no. Voy a hacer que te corras así, y entonces te lo quito y hago que
te corras de nuevo.
—Nos van a escuchar —susurró Cadence.
—¿Y qué?
Ella se preguntó si realmente le importaba.
—Intentaré ser silenciosa.
—No por favor —contestó Mark, lamiendo la entrepierna de su traje de baño.
Ella gimió.
—De acuerdo. No lo haré.
La noche siguiente, los cuatro se sentaron en la pequeña terraza con vistas al
océano. Avery cuidaba de sus quemaduras por el sol. Dylan tocaba su guitarra.
Mark y Cadence estaban acurrucados en una tumbona.
—Me gustaría poder acurrucarme —gimió Avery.
—Bueno, te dije que volvieras a echarte protector solar —dijo Cadence.
Le convenía pasar la mayor parte del tiempo debajo de la sombrilla. Lo había
hecho, sin embargo, había dado un paseo por la playa con Avery, mostrando su
bikini de flecos y medio trasero. Le echó la culpa al orgasmo que Mark le dio el día
anterior, en el que sus labios ni siquiera entraron en contacto directo con su carne
secreta. Ese orgasmo cambió toda su perspectiva. Le dijo: «Eres joven.
Aprovéchalo mientras puedas».
—¿Así puedo parecer un fantasma como tú? —preguntó Avery.
Cadence rio.
—Porque parecer un tomate es muuucho mejor que parecer un fantasma.
—Lo que sea —dijo Avery. Dio una palmada en su brazo cuando un mosquito
se posó en ella—. ¡Hijo de perra!
—Hay repelente de insectos —dijo Mark.
Avery resopló y tomó otro trago de su cerveza.
—¿Quieres que te cante una canción, nena? —preguntó Dylan—. ¿Te haría
sentir mejor?
—No. Solo voy a emborracharme. Eso aliviará el dolor.
—Oh, Dios mío, Avery. Actúas como si tuvieras una quemadura de primer
grado o algo así. Estás rosa. Eso es todo —dijo Cadence.
—Cállate, ho. Duele mucho.
—Te voy a cantar una canción —decidió Dylan. Tocó los acordes iniciales de
una canción familiar de Dave Matthews, Crash Into Me. Muy repetida en la radio,
pero la versión de Dylan sonaba completamente nueva, y eso hizo que los cuatro se
enamoraran de la melodía de nuevo.
—Canta, Cadence —dijo Mark—. Tu voz es tan bonita.
—Es demasiado bajo —respondió ella.
—Puedo arreglar eso —dijo Dylan. Sacó su capó y lo puso en bazo de la
guitarra. Tocó los mismos acordes. Eran mucho más agudos en esta ocasión—.
¿Mejor?
Cadence asintió. Se sentó y le dio unos pocos compases más unos segundos
para mostrarle sus habilidades a Avery antes de que se hiciera cargo. Antes de que
lo eclipsara.
No era el himno de Domingo que solía cantar para una iglesia abarrotada. No
era una canción para una renovación espiritual. Y esto era curativo. Cantó sobre la
conexión entre dos amantes, ambos estrellándose en una caliente pasión física. La
necesidad por otro ser humano. Piel con piel. Esa fusión de mentes y corazones. La
necesidad de amor constante, sucio, destrozado, hermoso, doloroso, imperfecto,
esencial.
Amor.
Mejor que la esperanza. Mejor que la fe.
Lo más grande.
Epílogo
Traducido por Nyx // Corregido por MajoMaestre27

M ark entró en el salón de clases y arrojó su maletín en el escritorio.


Buscó un marcador borrable en los cajones hasta que se encontró uno
verde. Verde… su color favorito. Pues bien, tal vez esta clase no sería
tan mala después de todo. Era Álgebra Aplicada, un requisito de primer año. A él
no le importaban tanto los estudiantes de primer año. En realidad eran un respiro
en su apretada agenda. El material era fácil de enseñar, pero disfrutaba cómo los
estudiantes de primer año eran ridículos. Por lo general, perdidos. A veces llegan
tarde. Él les reduce un poco la holgazanería, porque sabía que ellos no sabían qué
demonios estaban haciendo. Experimentó eso una vez hace mucho tiempo en su
primer año casi perdido.
Él sonrió y garabateó su nombre en la pizarra. Siempre escribía «Mark
Connelly» nunca «Dr. Connelly» pensaba que «Dr.» era pretencioso. ¿Y qué si pasó
su tesis? También lo hacía un montón de gente. Dieciséis años de haber completado
su doctorado le había enseñado a mirar los logros de una manera diferente. Hacer
reír a alguien. Facilitar una preocupación. Disculparse y decirlo en serio. Éstos eran
los logros que más importaban para él.
—Soy Mark —dijo, dirigiéndose a los estudiantes de primer año. Pasó una
mano por su cabello sal y pimienta.
—Pueden llamarme Mark, Sr. Connelly o Dr. Connelly. —Hizo una pausa por
un momento, pensando—. Tuve un estudiante que al e gustaba llamarme Con Doc.
La clase se rio entre dientes.
—Dijo que era intenso y que la gente me miraría con más respeto.
Más risas.
—Ahora que lo pienso, puso a que toda la clase que me llamara así durante
todo el semestre. Como que me hizo sentir como un superhéroe, si soy honesto.
Unas chicas de la primera fila se rieron.
Mark se rascó la barba en su mejilla.
—Sí, así que cualquier cosa que quieran llamarme está bien, siempre y cuando
sea respetuoso. —Miró la lista—. No planeo utilizar esto después de hoy. Yo no
tomo la asistencia. Si no quieren venir a clase, ese es su problema. Ustedes son los
que pagan para la escuela, después de todo. Así que no hace ninguna diferencia
para mí.
Echó un vistazo a la sala, estudiando las reacciones de los estudiantes. La
mayoría lo miraban fijamente, pero él podría decir que a algunos le gustaba el
sonido de sus palabras, y que probablemente no los vería mucho después de esta
clase.
—Sin embargo, les contaré un pequeño secreto.
Completo silencio, como si estuvieran aguantando la respiración.
—Es inevitable que van reprobar si no se presentan. Así que piensen en eso. —
Se apoyó en la mesa y empezó a llamar a lista.
—… Emily Binder.
—Aquí.
—… Darrel Connacht.
—Aquí.
—… ¿Cadence Connelly?
—Aquí. —dijo una voz pequeña de la parte posterior del salón de clases.
Mark estiró el cuello para verla. Asomó la cabeza desde detrás de un chico
grande que se sentaba directamente en frente a ella. Ella sonrió, luego se mordió el
labio inferior. Estudió su rostro por un momento. Llevaba poco maquillaje porque
no lo necesitaba. Él pensó que para ahora ella debería lucir cansada y desgastada,
pero se sentó allí tan fresca como sus compañeros de diecinueve años. Sus ojos se
movieron a ese largo cabello dorado cubierto por encima de su hombro izquierdo
en una cola de caballo lateral. ¿Quién demonios se creía que era para llevar el
cabello como una adolescente? Él le sonrió, en reconocimiento de su pequeño
juego.
—Mira eso —dijo Mark suavemente—. Tenemos el mismo apellido.
Ella asintió con la cabeza y desapareció detrás del chico.
Mark se aclaró la garganta y continuó llamando a lista a los estudiantes hasta
que terminó. Luego arrugó el papel en una bola y lo tiró a la basura.
El resto del período de clase se fue dedicado al programa de estudios. Mark
comenzó una lección, pero fue cortada cuando un estudiante le recordó el tiempo.
—Sí, otra cosa —dijo por encima del ruido de todos cerrando sus maletines—.
Recuérdenme cuando la clase haya terminado. Yo tiendo a olvidarlo.
Los estudiantes salieron de la habitación, y él vislumbró la chica con el cabello
de oro en medio de ellos. Estaba a punto de pasar por la puerta cuando él la llamó.
—Cadence, ¿esperarías un momento?
Ella esperó hasta que todos se fueron antes volverse. Se acercó a Mark, que se
sentó en el borde de la mesa, con Converse All Star, las manos cruzadas sobre el
regazo. Ella se paró a pulgadas de él y esperó.
Él la consideró por un momento.
—Creo que eres la cosa más dulce —dijo.
Ella se sonrojó y bajó la cabeza.
—Yo… espero que entiendas lo peligroso que es para nosotros estar juntos —
continuó.
Ella ahogó una risa.
—Quiero decir, nadie puede saberlo, Cadence. Tú eres mi estudiante, y es
inadecuado, y yo podría perder mi trabajo.
Una risita escapó.
—No se está tomando esto en serio —dijo Mark. Él era mucho mejor en el
juego que ella. Su voz no vaciló ni una sola vez. Sonaba muy grave, así que ella
tomó una respiración profunda, recuperó la compostura, y trató de hacer lo mejor
que pudo para seguirle el juego.
—Me lo tomo en serio, Dr. Connelly. No me gustaría que usted perdiera su
trabajo por mi culpa. Seré cuidadosa. No diré nada.
Ella se acercó a él, de pie entre sus piernas, y puso sus manos en la parte
superior de sus muslos. Él vio el brillo del anillo de boda con diamantes
incrustados.
—Vamos a tener que ser astutos. Deshonestos. No puede mirarme en clase
como lo hizo hoy —dijo ella—. Es demasiado evidente, y las personas van a
empezar a entenderlo.
Él asintió.
Se inclinó hacia delante y le susurró al oído:
—¿Por qué tiene que ser tan sexy, Dr. Connelly?
—No deberíamos hacer esto aquí —Mark susurró.
—Lo sé —respondió Cadence. Volvió la cabeza y divisó la puerta abierta. Vio
a los estudiantes moviéndose a través del pasillo, pero nadie entró en el salón. Se
volvió de nuevo a Mark—. Solo prométeme que pase lo que pase, si somos
descubiertos, si tienes tiene que informar al decano o algo, si pierdes tu trabajo,
prométeme que siempre estarás ahí para mí.
Mark sonrió.
—Te lo prometo, cariño. Siempre estaré ahí para ti.
Cadence ofreció sus labios para un beso ligero, pero Mark decidió que
necesitaba más. Él acunó la cabeza en sus manos y la besó profundamente,
buscando su boca lenta y cuidadosamente con la lengua. Ella gimió en su boca, la
sensación como un bajo zumbido de abejas que le hizo cosquillas en la lengua. Se
echó hacia atrás, besó la punta de la nariz, luego le liberó la cabeza.
—Pensé que se te habías inscrito en una clase de cerámica —dijo.
Ella se encogió de hombros.
—Esto parecía más divertido.
Él se rio entre dientes.
—¿En serio te inscribiste para esta clase?
—Sí.
—¿Y vas a pasar todo un semestre por eso?
—Sí.
—¿Quién estará vigilando la tienda cuando estés aquí?
—Danica.
Hizo una pausa.
—¿Confías en ella con todas esas órdenes?
—Algo así.
Sonrió.
—¿Quién está armando los arreglos?
—No te preocupes.
Él negó con la cabeza.
—No lo entiendo. ¿Por qué?
Ella sonrió.
—Sabes que soy terrible en matemáticas. Pensé que me vendría bien un curso
para refrescarme.
—Pero estoy comprometido, ¿ves? Porque estoy durmiendo contigo. Sabes que
te yo voy a dar una A incluso si no pasas todos los tests y pruebas.
Ella le guiñó un ojo.
—Oh, lo sé.
Él sonrió.
—Eres una niña mala.
Ella se apresuró a saltar sobre eso.
—Trabajé durante un tiempo malditamente largo en ser buena, y mira a dónde
me llevó
—Terminaste conmigo —señaló.
—Sí. Cuando me volví mala.
Mark se echó a reír. Cadence se inclinó para darle un beso en la mejilla.
—No te atrevas a llegar tarde al recital de Elizabeth —advirtió—. Una vez que
se cierran las puertas, nadie tiene permitido entrar. A las siete y media de esta
noche.
—En mi agenda.
—Y le dije a Caleb que irías con él este fin de semana a ver tablas de
snowboard. No sé un carajo sobre eso, por lo que es tu trabajo.
—Me llamó esta mañana y me lo recordó. En mi agenda —dijo Mark.
—Tengo esa boda este fin de semana. No puedo llevar a Elizabeth de compras.
Necesita jeans nuevos.
—Cadence, por favor, no me hagas hacer eso. No sé nada de vaqueros —dijo
Mark.
—Arréglatelas. Necesita jeans y tiempo con papá —respondió Cadence.
Mark suspiró gratamente.
—Lo tienes.
—Avery tiene en la cabeza que nos pusimos de acuerdo para hacer la cena en
su casa este domingo —dijo Cadence.
—Lo hicimos. Ya hablé con Dylan de ello.
—¿Es este adolescente amigable? —preguntó Cadence.
—Um, no lo creo.
Cadence resopló.
—No voy a dejar a los niños donde tu madre otra vez.
—Oh, a ella le encantaría eso —respondió Mark—. Déjalos allá todo lo que
quieras. O deja que se quedan solos en casa.
Cadence resopló.
—Uh, sí, verdad.
—¿Asustada de que se escapen a hurtadillas y se metan en problemas como tú
y Avery solían hacerlo? —Mark preguntó, sonriendo.
—Sí. Y no es divertido.
—Es muy gracioso. Y estoy muy contento de que lo hiciste. De lo contrario, no
existiría esto —dijo, moviendo su dedo entre los dos.
Cadence sonrió.
—Te amo hasta los pedazos.
Se quedó mirándola a la cara.
—¿Esta mañana te dije lo hermosa que te ves?
Ella negó.
—Entonces debería compensártelo.
—¿Cómo es eso?
—Bueno, ¿por qué no vienes a mi oficina ahora mismo y lo averiguas? —
respondió Mark—. Tengo una carta para tus padres de todos modos. —Él movió
sus cejas.
Cadence rio.
—Sí, seguro que la tienes. —Miró la hora su teléfono—. Lo que sea que tengas
planeado, solo tengo cinco minutos de sobra. Diez como máximo.
—Haré lo que pueda.
Le tomó la mano y tiró de él por la puerta, y por el pasillo hacia su oficina.
Una vez que la puerta estuvo cerrada, él la levantó y la puso en el borde de su
escritorio.
—Te voy a amar por el resto de mi vida. ¿Lo sabes? Incluso cuando mi mente
se vaya y no tenga ni idea de quién o de dónde estoy, te reconoceré. Y te amaré.
Ella ahuecó la cara de él entre sus manos, moviendo sus pulgares sobre sus
mejillas de papel de lija. Lo miró a los mismos ojos acerados que la cautivaron a los
diecisiete años, y era la chica joven de nuevo, desesperada por su amor.
—¿Me has oído, Cadence? —preguntó en voz baja—. Te voy a amar para
siempre.
—Oh, lo he oído —respondió ella—. Y más te vale hacerlo.

Fin…
Sobre la autora
S. Walden solía enseñar inglés antes de hacer
la major descición de su vida al convertirse en
escritora a tiempo completo. Vive en Georgia con
su esposo, que la apoya, aunque prefiere un texto
de física a la ficción y tiene un momento difícil al
entender por qué sus personajes deber tener fallas
en la personalidad. Ella desconfía de niños
pequeños, así que tiene a Westie en su lugar. Sus
sueños incluyen criar pollos y se dueña y operaria
de una posada en la Costa de un Golfo (pollos
incluidos). Cuando no está escribiendo, está pensando en hacerlo. Ama a sus
fans y ama escuchar de ellos.

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