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Homilía 51

¿Cómo derrotar al mal?


17:1-18

Una mujer, una bestia, muchas aguas, diez cuernos, una copa de oro, un tatuaje en la
frente, el Cordero, el texto está lleno de símbolos apocalípticos. Ha sido una tarea agotadora
a lo largo de la historia buscar el referente de cada uno de ellos. Con el peligro de que en la
búsqueda se pierda el propósito del texto y nos quedemos elucubrando en los detalles. El
capítulo 17 de Apocalipsis es una palabra de aliento a una iglesia atribulada por la
persecución. Una iglesia que no sólo ha sufrido la embestida de personas que se han
levantado contra ella, sino que también le ha tocado sufrir la embestida del poder político,
representado en la ciudad y su alianza con los reyes. Esa ha sido una realidad repetida a lo
largo de la historia, la persecución de los romanos, de los soviéticos, de los chinos, por
mencionar algunos, han llenado la copa de oro con la sangre de los mártires.
En este capítulo del Apocalipsis la maldad aparece en dos de sus facetas más
perniciosas: la idolatría y la inmoralidad, también se mencionan, abominaciones, blasfemia,
inmundicias, adulterio, persecución y martirio a los discípulos de Jesús y el mal aparece
enquistado en dos personajes: una mujer y una bestia. Hay otros personajes como los reyes.
que deponen su poder y autoridad ante la bestia. Son imágenes que nos hablan de la suma del
poder y que nos muestran la verdad de la frase: “El poder corrompe y el poder absoluto
corrompe de manera absoluta”. Al final del capítulo se nos dicen dos cosas, que los reyes se
volverán en contra de la mujer para destruirla, deborarla y desnudarla y que la mujer es una
ciudad.
Retomemos las dos ideas predominantes en el texto acerca de la manera en la que el
mal se enquista en la ciudad y sus aliados: la idolatría y la inmoralidad; pero en grado sumo.
Si lo eminente del bien es la virtud, lo eminente del mal es la deprabación. Se trata de un
lenguaje que nos hace pensar en el mal extremo. Por ello se usa el nombre de Babilonia,
aunque al final aparece sugerido el de Roma. Una embriaguez de inmoralidad, de poder, de
lujo y perversidad. Babilonia y Roma son a su vez símbolos del explendor de las grandes
ciudades imperiales y suma de los males asociados a ellas. Particularmente cuando los
imperios son enemigos declarados del pueblo de Dios.
El ángel le dice a Juan que lo llevará a mostrarle el castigo de la gran prostituta, o
Babilonia y al final se develará su resonancia en Roma.
Seguramente los creyentes y la iglesia sufriente se planteaban la pregunta acerca de
lo que parecía ser la victoria del mal sobre los creyentes y el Cordero. Iglesias perseguidas,
creyente martirizados, diáspora por el Asia Menor y algunos convertidos en espectáculo del
circo o en imitaciones de la muerte de Jesús.
Sin embargo, vemos una vez más en la Escritura que cuando la noche se torna mas
oscura y la maldad parece llegar a una cúspide, hay una luz resplandeciente de esperanza que
se levanta en el horizonte. Juan le dice a la iglesia que el Cordero la vencerá y que sus propios
aliados se volverán en contra de ella para destruirla.
En nuestro tiempo nos ha tocado ser testigos de la manera en que el mal sigue
creciendo y tomando el corazón y la mente de las personas. El mal que se ha enquistado en
el poder y en la ciudad, además el mal convertido en enfermedad con psicópatas o sociópatas.
Conocemos de verdaderos actos de barbarie. Personas que hacen el mal sin sentir el mas
mínimo remordimiento. Sabemos de genocidos o la muerte de niños o familias completas
con extrema crueldad. A veces también las instituciones son injustas.
Pero el mensaje de Juan es que no debe predominar en la iglesia una mentalidad de
derrota ante el mal, ni de resignación, como si fuera una fuerza invensible. Hay dos cosas
que debemos mantener presentes cuando leemos pasajes como el de Apocalipsis 17, que el
mal no sólo combate a la iglesia de manera frontal, por medio de persecución o muerte, el
mal también ataca a la iglesia por medio de la inmoralidad y la idolatría, es el caso de las
cartas a las siete iglesias, que más que destruídas, han sido infilradas por la inmoralidad y los
ídolos. La iglesia necesita mucha fortaleza en el Espíritu para poder rescatar a quienes han
sido infiltrados por la inmoralidad y la idolatría, porque nuestra misión hacia adentro y hacia
afuera es rescatar lo que se ha perdido, restaurar lo que se ha roto, liberar lo que está en
esclavitud, animar a los que se sienten derrotados. El Cordero ha vencido, el Cordero vence
y el Cordero vencerá. La pèrsecución nunca ha destruído a la iglesia, por el conrario, la ha
fortalecido; la idolatría y la inmoralidad si son armas letales, porque logran extinguirla y
debilitarla. Porque atacan su corazón, su amor, su fe, su esperanza, la desmoralizan.
Cada uno de nosotros es parte de esta lucha en contra del mal enquistado en el poder,
en la ciudad, somos advertidos acerca de la idolatría y la inmoralidad, de los cantos de sirena
que prometen estrepitosas victorias hoy, pero que a la larga traen fatales consecuencias,
porque el mal no vence, es el Cordero quien ha vencido y vencerá. Así que ánimo, vamos a
vencer cada día en nuestras luchas cotidianas, manteniendo nustra moral en alto y nuestra
fidelidad al único Dios verdadero, al Cordero que está sentado en el trono.

Domingo 7 de octubre del 2018


I.B.B. Gracia de Dios

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