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M 40

El M40 es un fusil de francotirador de cerrojo empleado por el Cuerpo de Marines de los Estados
Unidos.Tiene cuatro variantes: el M40, el M40A1, el M40A3 y el M40A5. Fue introducido en 1966.
El cambio al modelo A1 fue completado en la década de 1970, el A3 en 2000 y el A5 en 2009.

Cada M40 es construido a partir de un fusil de cacería Remington 700, que es modificado por la
unidad USMC 2112 de la Base del Cuerpo de Marines de Quantico, empleando piezas
suministradas por diversos proveedores.Se están construyendo nuevos fusiles M40A3, mientras
que los A1 son actualizados al estándar A3 debido a que entran y salen del arsenal para
mantenimiento y reparaciones. El M40A5 incorporará un cargador extraíble y un cañón roscado
para permitir el empleo de un silenciador u otro aparato que se acopla en la boca de este.

EL M40 original era una versión militar del Remington 700; era producido en serie y tenía una
culata de madera maciza.

El M40A1 y A3 pasaron a tener culatas de fibra de vidrio hechas por McMillan, así como nuevas
miras telescópicas.25 La presión del gatillo en ambos modelos (M40A1 y A3) es ajustable de 1,36 a
2,26 kg (3 a 5 lb).

Tipo Fusil de francotirador


País de origen Estados Unidos
Historia de servicio
En servicio 1966 – presente
Operadores Cuerpo de Marines de los Estados Unidos
Guerras Guerra de Vietnam
Invasión de Granada
Guerra del Golfo
Guerra de Afganistán (2001-presente)
Guerra de Irak
Historia de producción
Fabricante Cuerpo de Marines de los Estados Unidos
Especificaciones
Peso M40A1: 6,57 kg (14,48 lb)
M40A3: 7,5 kg (16,5 lb)
Longitud M40A1: 1117 mm (43,97 in)
M40A3: 1124 mm (44,25 in)
Longitud del cañón 610 mm (24 in) (1:12 dextrógiro)
M40A1: Hart (5 estrías y hendiduras)
M40A3: Schneider Match Grade SS #7 (6 estrías y hendiduras)
Munición 7,62 x 51 OTAN
Calibre 7,62 mm
Sistema de disparo cerrojo accionado manualmente
Alcance efectivo 800 m
Cargador interno fijo, de 5 balas (M40, M40A1, M40A3)
extraible recto, de 10 balas (M40A5)
Velocidad máxima 760 m/s.
Historia

Durante la Guerra de Vietnam, los Marines decidieron que necesitaban un fusil de francotirador
estándar.Tras probar varias opciones, encargaron 700 fusiles Remington 40x (versión para tiro al
blanco/cacería de alimañas del fusil Remington 700), a los cuales denominaron M40.

La mayoría estaban equipados con una mira telescópica Redfield Accurange de 3-9 aumentos
variables. Con el paso del tiempo salieron a relucir algunas debilidades, principalmente la
deformación de la culata de madera maciza.

A inicios de la década de 1970, los armeros de los Marines de la base de Quantico empezaron a
reconstruir los M40 originales como M40A1.

El proceso involucraba, entre otras mejoras, el reemplazo de las culatas de madera originales por
culatas McMillan A1 de fibra de vidrio, al igual que el reemplazo de las miras telescópicas Redfield
originales por miras telescópicas Unertl.2 El M40 fue originalmente diseñado por Jack Cuddy y
Neill Goddard.
La culata tenía anillas Wichita para la correa portafusil y una cantonera Pachmayr.

El Cuerpo de Marines empezó a buscar un reemplazo para los fusiles M40 en 2004, pero no emitió
requisitos hasta 2009, mientras trabajaba con el SOCOM. Los planes para un "fusil de francotirador
del siglo XXI" fueron pausados mientras los resultados del programa Precision Sniper Rifle del
Ejército eran publicados en 2013.

El M40A3

El desarrollo del M40A3 empezó en 1996, para ser finalmente mostrado al público en 2001.5
Desde entonces, el fusil ha tenido numerosos cambios mínimos. Aquí están listados la más
reciente configuración y componentes empleados en el M40A3.
Acción: El M40 siempre estuvo basado en la probada Acción Corta del Remington 700 y no es
diferente en el M40A3.

Todas estas acciones emplean el cartucho 7,62 x 51 OTAN y son modificadas por los armeros de
los Marines; el guardamonte es fabricado por la empresa DD Ross Company, aunque varios fusiles
M40A3 tienen guardamontes Badger Ordnance.5 En 2007, los Marines empezaron a reemplazar
los guardamontes DD Ross por los guardamontes con retén de cargador extraíble fabricados por
Badger Ordnance.

Cañón: El cañón es un Schneider pesado de competición, con una longitud de 610 mm (24
pulgadas) y ánima con 6 estrías.

Culata: Todos los fusiles M40A3 en servicio emplean la culata táctica A4, una culata de fibra de
vidrio tipo benchrest de alta calidad, fabricada por McMillan Fiberglass Stocks y moldeada en color
verde oliva.59 La acción está unida a aquella mediante pilares de aluminio incrustados en ella,
mientras que el cañón "flota" (solamente está unido al cajón de mecanismos), asegurando una
precisión máxima. La longitud de la culata puede ajustarse mediante un sistema de extensores y
tiene una carrillera ajustable tipo silla de montar fabricada por los Marines.9 Además tiene seis
puntos de anclaje, dos a cada lado delante y atrás, así como uno delante y otro atrás en su parte
inferior.Un resalte para montar el bípode se encuentra situado bajo el guardamano.
Correa portafusil: La correa portafusil Modelo 1907 que había sido empleada en los fusiles M40A3
fue reemplazada por la Quick Cuff Modelo Dos, fabricada por la empresa Tactical Intervention
Specialists.
Bípode: Los fusiles M40A3 emplean un bípode pivotante Harris de 6–9" con un fijador KMW.9 El
tornillo de montaje QD es reemplazado por un tornillo fabricado por Jon Tank, de Tanks Rifle Shop.

Mira telescópica diurna: Una mira telescópica Schmidt & Bender 50 Police Marksman II LP de 3-12
aumentos modificada por Premier Reticles10 y con retícula iluminada ha reemplazado a la mira
telescópica Unertl MST-100 de 10 aumentos fijos, empleada anteriormente tanto en el M40A1 y el
M40A3.9 Esta mira telescópica diurna está montada con soportes Badger Ordnance USMC M40A3
de 34 mm, que emplean un aro estándar en el soporte posterior y un aro MAX-50 más ancho en el
soporte delantero.5 La cubierta del anillo delantero estándar es reemplazada con un soporte SPA-
Defense B634 de 34 mm tipo cola de milano, como plataforma para montar la mira telescópica
nocturna Simrad KN200. La mira telescópica y sus anillos están montados sobre un riel Picatinny
DD Ross inclinado a 30 minutos de arco.

El M40A5

El M40A5 reemplzó al M40A3 en 2009, aunque la evolución entre los dos fusiles fue gradual
durante un período más largo.La principal diferencia entre el M40A5 y el M40A3 es el cañón: el
punto de mira del A3 fue reemplazado por un roscado en la boca del cañón, para poder instalarle
un freno de boca con silenciador Surefire. Todos los fusiles M40A5 están equipados con un
cargador extraible Badger Ordnance y un riel frontal para instalarle la mira telescópica nocturna
AN/PVS-22.

M40A6/A7

El 25 de julio de 2013, el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos emitió una solicitud para el
Programa de Culata Modular M40. Las características mejoradas que incluiría serían una culata
plegable, ser compatible con los actuales cañones y acciones del M40, hacer más compacto al fusil
para su transporte dentro de espacios estrechos y un riel completo para instalar miras telescópias
y accesorios; el M40A5 solo tiene unos cuantos centímetros de riel delante de la mira telescópica
para poder instalarle una mira nocturna, por lo que la extensión del riel le permitiría instalarle más
accesorios, haciendo que los francotiradores operen bajo cualquier condición. Los suministros
empezaron tres meses después de la firma del contrato, comprándose 1.100 culatas para mejorar
todo el lote de fusiles M40A5. El arma que resultó del programa iba a ser originalmente
redesignada como M40A6.13 La Remington Arms obtuvo el contrato en noviembre de 2014.14 El
producto final será designado como M40A7 y se planificó su despliege en 2017.15 El M40A6
empezó a ser desplegado con los Marines en junio de 2016.

Los francotiradores de los Marines han presionado para la compra de un fusil de francotirador de
largo alcance, a fin de incrementar las capacidades de ataque. Mientras el M40A5 puede impactar
blancos a 1.000 metros, estos tomaron en consideración al Mk 21 Precision Sniper Rifle de 8,60
mm empleado por el US SOCOM, que tiene un alcance efectivo de 1.600 metros. Aunque el Mk 21
tiene mayor alcance, los oficiales de los Marines continuan actualizando los fusiles de la serie
M40A y manteniendo el cartucho 7,62 x 51 OTAN, principalmente debido al alto costo de los
cartuchos de mayor calibre y el del entrenamiento de los francotiradores para que puedan
obtener bajas más allá del alcance efectivo del fusil.

Diferencias entre el M40 y el M24

El Ejército de los Estados Unidos también emplea la acción del Remington 700/40x como base para
su fusil M24 Sniper Weapon System.

La principal diferencia entre los fusiles de francotirador del Ejército y los Marines es que mientras
el M40/A1/A3 emplea la versión corta de la acción del Remington 700/40x (diseñada para
cartuchos más cortos, como el .308 Winchester / 7,62 x 51 OTAN, 7 mm/08 Remington y .243
Winchester), el M24 del Ejército emplea la versión con acción larga del mismo fusil.

La acción larga del M24 permite el empleo del .308 Winchester (7,62 x 51 OTAN), pero ha sido
principalmente diseñada para cartuchos largos, como el .30-06 Springfield, así como cartuchos
Magnum, como el 7 mm Remington Magnum, el .300 Winchester Magnum y el .338 Lapua.

El empleo de la acción larga por parte del Ejército fue consecuencia del intento de calibrar el M24
para el .30-06 Springfield;a pesar del cambio al .308, el conservar la acción larga permite recalibrar
el fusil para emplear calibres más grandes y de mayor alcance si es necesario. Los cartuchos más
empleados por el M24 son el .308 y el .338 Lapua. Adicionalmente, la versión del Ejército permite
el montaje de una mira telescópica nocturna, mientas que las viejas versiones de los Marines
empleaban la mira telescópica diurna Unertl 10X, que limitaba las operaciones de francotiro con el
M40 y el M40A1 desde el amanecer hasta el atardecer.

Tácticas, Técnicas y Procedimientos (TTPs).

Publicado el 42325CEST Jun11 por Jorge Tierno Rey

(Este artículo fue publicado en el número de Mayo 2011 de la revista Tactical Online)

Desde hace ya algunos años se viene hablando normalmente de “Manual de Tácticas, Técnicas y
Procedimientos” para designar lo que anteriormente se conocía simplemente como manual.
Habitualmente esta tríada es más conocida por su acrónimo “TTPs”, que la abrevia
considerablemente, siendo bastante común encontrarnos con títulos tales como “Manual
de TTPs de …”. Curiosamente esta denominación guarda una gran similitud con la denominación
anglosajona “Tactics, Techniques and Procedures”, de la que originariamente procede.

La distinción entre un simple manual y un manual de TTPs parece bastante fundada y radica
principalmente en el contenido de uno u otro texto. Mientras que en un manual, a secas, tiene
cabida todo lo relacionado con el tema del manual, es decir, prácticamente cualquier cosa, un
manual de TTPs contiene exclusivamente TTPs relacionados con el tema del manual, lo que hace
necesario definir primero qué son TTPs para comprender el contenido de estos manuales.

En mi opinión, los manuales versan más sobre temas genéricos, doctrinales y teóricos, sin entrar al
detalle ni profundizar en los aspectos relativos a la forma de actuar, proceder, manejar, usar,
emplear, … Sin embargo, los manuales de TTPs constituyen una guía en la que se detalla la forma
de actuar, proceder, manejar, usar, emplear, …
Si analizamos independientemente cada uno de los conceptos táctica, técnica y
procedimiento podremos entender mejor qué tipo de información tiene cabida en los manuales
de TTPs.

Por definición, una táctica es una forma planeada, un método o un sistema para hacer, ejecutar o
conseguir algo. También se puede definir de una forma más técnica como el proceso en el que se
combinan todas las posibilidades para alcanzar inmediatamente una solución idónea (la táctica en
sí) ante las diferentes situaciones imprevistas y cambiantes propias de cualquier enfrentamiento
en el que interviene uno o más adversarios.

Por otra parte, una técnica consiste en una forma de realizar una actividad que requiere cierta
habilidad o bien en un procedimiento o recurso del que se sirve una ciencia o un arte. Dicho de un
modo más detallado, una técnica se define como la realización de determinados movimientos
según un patrón preestablecido por el que se busca la eficacia en el resultado de dichos
movimientos.

A juzgar por las definiciones anteriormente reseñadas de táctica y técnica, ambos conceptos
guardan cierta similitud y podrían llegar a confundirse. No obstante, existen ciertas diferencias
aclaratorias que contribuyen a diferenciar uno y otro concepto. Una táctica viene determinada por
las acciones del contrario mientras que una técnica se define por un patrón preestablecido a
seguir. Asimismo, la finalidad de una táctica es lograr un objetivo en concreto mientras que en el
caso de una técnica su finalidad es simplemente la ejecución de una acción determinada. En lo que
se refiere a la evaluación del resultado, una táctica se evalúa por su eficacia frente a una
determinada situación y una técnica se evalúa en virtud del número de errores cometidos en su
ejecución. Además, una táctica requiere acciones lógicas inmediatas y una técnica únicamente
supone su ejecución en base a un patrón preestablecido. En resumidas cuentas,
una tácticarepresenta una solución a un problema y una técnica supone la realización de una
acción.

En cuanto a un procedimiento, éste se define como un método de ejecutar algunas cosas que
consiste en el conjunto de acciones o pasos a seguir que constituyen la forma oficial o aceptada de
hacer tales cosas, en otras palabras, se trata de una serie estandarizada de pasos perfectamente
definidos que permiten realizar una acción con la garantía de obtener el mismo resultado. La
ventaja de todo procedimiento es que éste puede aprenderse y reproducirse fácilmente de forma
que para obtener el resultado deseado en determinadas situaciones basta con seguir
el procedimiento. Prácticamente en cualquier ámbito podemos encontrarnos procedimientos:
procedimiento judicial, procedimiento administrativo, procedimiento científico, procedimiento
operativo, procedimiento médico, procedimiento de emergencia, procedimiento de seguridad, …
A la vista de las definiciones de cada uno de estos conceptos podemos concluir que aún siendo
diferentes están íntimamente relacionados entre sí y van cogidos de la mano. Por ejemplo, ante
una situación táctica en la que hay que registrar una habitación en la que se encuentran varias
amenazas que estamos obligados a neutralizar, una táctica que podría utilizarse consiste en batir
primero la amenaza más inmediata y a continuación las restantes amenazas; para ello se utilizarán
las técnicas convenientes en lo que se refiere a fuego en movimiento, puntería, empuñe del arma,
etc…; y se seguirá el procedimiento de registro de habitaciones por puntos de dominación.

Las técnicas son las herramientas, la táctica es la forma de combinar esas herramientas para hacer
un determinado trabajo y el procedimiento es la guía a seguir para hacer el trabajo.

Para terminar de aclarar estos conceptos fijémonos como ejemplo en un fontanero. Todo
fontanero tiene una caja de herramientas, normalmente grande para poder albergar todas las
herramientas posibles, ya que nunca se sabe con qué tipo de tubería se podría encontrar. De este
modo, en esta caja tendrían cabida todo tipo de llaves para tuberías de todos los diámetros (llaves
fijas, llaves de tubo, llaves inglesas, etc…), teflón, cinta adhesiva, varios tipos de aceites lubricantes
(3en1, WD40, etc…), destornilladores (planos, estrella, etc…), alicates (de punta fina, de punta
gruesa, cortaalambres, etc…), juntas de tuberías, estaño de soldadura, soldador, etc… Todas estas
herramientas vendrían a ser las técnicas en tiro táctico.

No resulta extraño que cada fontanero tenga sus propias preferencias para emplear una u otra
herramienta con la que realizar un trabajo determinado, pero todos disponen en su caja de una
gran variedad de herramientas, que conocen y saben manejar aunque no las dominan todas ni las
manejan con la misma soltura. Lo mismo sucede en tiro táctico, en el que cualquier tirador conoce
y sabe emplear una gran variedad de técnicas (cuántas más mejor para poder adaptarse a
cualquier situación táctica) pero únicamente domina algunas de ellas; porque son las que utiliza
con más frecuencia, porque son las que le resultan más eficaces en virtud de su propia destreza y
constitución física, porque son las que más le gustan, …, por lo que sea.

Cuando un fontanero se encuentra con un problema tal como una tubería totalmente oxidada que
no logra aflojar con una llave fija normal, puede optar por aplicar 3en1 en abundancia de forma
que el aceite penetre por las juntas y empape la rosca oxidada para tras dejarlo actuar durante
unos minutos proceder con una llave alargada con la que poder ejercer mayor palanca. Esta forma
de trabajar con las herramientas para solucionar un problema vendría a ser una táctica en tiro
táctico.

Llegado el momento de instalar una cisterna de última generación que proporciona un importante
ahorro de agua, el fontanero sigue los pasos perfectamente explicados y que siguen un orden tal
como vienen en la guía de instalación de la cisterna. Esta guía de instalación con una serie de
pasos a seguir según un orden vendría a ser un procedimientoen tiro táctico.
Estrés, habilidades motoras, pulsaciones y la imposibilidad de actuar sobre la aleta del seguro al
manejar un arma de fuego, ¿mito o realidad? ¡Todo un clásico! Dr. Bill Lewinski. Force Science
Institute.

Publicado el 122000CEST Jul15 por Jorge Tierno Rey

Hay debates sobre determinados aspectos


del combate con armas de fuego que encajan perfectamente en la categoría ¿mito o realidad?,
como si se puede apuntar en un enfrentamiento armado o el tema del que hoy toca volver a
hablar, el estrés, las habilidades motoras, las pulsaciones y la imposibilidad de actuar sobre la aleta
del seguro al manejar un arma de fuego. Creo que, entre otros, ya Mike Pannone lo explicó
bastante bien en su artículo Habilidades motoras finas vs. gruesas.

La cuestión es que hay quien sostiene que el estrés de un enfrentamiento armado, con el matiz de
“sorpresivo”, anula las habilidades motoras finas, de forma que no se puede accionar la aleta del
seguro con el dedo pulgar porque se sostiene que tal movimiento entra dentro de la categoría de
habilidad motora fina. Yo es algo que no comprendo, porque considerar que el movimiento del
dedo pulgar para accionar la aleta del seguro, que consiste simplemente en desplazar el pulgar
hacia abajo para desactivar el seguro, o hacia arriba para activarlo, entra dentro de la categoría de
habilidad motora fina, supone aceptar que también entran en dicha categoría el movimiento del
dedo índice para presionar el disparador, el movimiento del dedo pulgar u otro dedo para
desactivar los mecanismos de retención de la funda pistolera, el movimiento del dedo pulgar o el
índice para presionar el botón de la retenida del cargador, o el movimiento del dedo pulgar para
accionar la palanca de la retenida de la corredera o del cierre.

Por lo tanto, si el estrés derivado de un enfrentamiento armado “sorpresivo” (no sé si ese matiz de
“sorpresivo” que acentúan algunos resulta determinante y existe otro estrés diferente para
cuando el enfrentamiento armado es “no sorpresivo”) supone perder las habilidades motoras
finas, como muchos afirman y algunos estudios parecen acreditar, entonces no sería posible
accionar la aleta del seguro con el pulgar, pero tampoco sería posible presionar el disparador con
el dedo índice, ni desactivar los mecanismos de retención de la funda pistolera con el dedo pulgar
u otro dedo, ni presionar el botón de la retenida del cargador con el dedo pulgar o el índice, ni
accionar la palanca de la retenida de la corredera o del cierre con el dedo pulgar.

El caso es que hay quien afirma que sí que se puede, o él sí que ha podido, hacer todo eso en un
enfrentamiento armado “sorpresivo”, o “no sorpresivo”. Así que, o bien se equivocan unos, o bien
se equivocan otros, o también podrían equivocarse tanto unos como otros. ¿Entonces qué
hacemos? ¿aceptamos que no se pueden realizar tales acciones por el estrés y no las entrenamos?
¿o aceptamos que sí que se pueden realizar tales acciones y las entrenamos hasta la saciedad
porque podría irnos la vida en ello?

Y si no se puede accionar la aleta del seguro en el caso de un enfrentamiento armado


“sorpresivo”, ¿cómo es posible que durante tantos años y aún a día de hoy la forma más extendida
de portar una pistola 1911 sea en condición uno, “montada y en seguro” [cocked and locked], es
decir, cartucho en recámara, amartillada y con el seguro de aleta activado, sin que parezca que
haya sido un problema desactivar el seguro de aleta con el dedo pulgar a la hora de hacer uso del
arma en enfrentamientos armados “sorpresivos” reales?.

En fin, yo no entiendo nada, pero “del Caserío, me fío”.

En esta ocasión, rescato un artículo del número 64, con fecha 26ENE07, del boletín Noticias
Ciencia de la Fuerza [Force Science News], que publica bimensualmente el Instituto Ciencia de la
Fuerza [Force Science Institute Ltd.], en el que el Dr. Bill Lewinski, da respuesta a una pregunta
sobre este tema planteada por un policía.

¿REALMENTE UN ALTO RITMO CARDIACO AFECTA NEGATIVAMENTE A LAS HABILIDADES


MOTORAS FINAS?

Todos sabemos que durante un enfrentamiento armado el ritmo cardiaco aumenta drásticamente
y a partir de 175 pulsaciones por minuto se produce una pérdida de habilidades motoras finas.
Nuestros instructores de tiro consideran que tirar de la corredera de la pistola hacia atrás con un
movimiento de agarre (con la corredera entre la palma de la mano y la punta de los dedos) para
introducir un cartucho en recámara o para solucionar una interrupción resulta más adecuado que
accionar con el dedo pulgar la palanca de la retenida de la corredera. Eso se debe a que el
movimiento de agarre implica músculos grandes en lugar de la habilidad motora fina de utilizar el
pulgar.

¿Realmente existe tanta diferencia? El dedo índice no tiene ningún problema para tirar del
disparador bajo mucho estrés. ¿Por qué no respondería el dedo pulgar del mismo modo? Llevo
muchos años utilizando el dedo pulgar para accionar la palanca de la retenida de la corredera,
pero no sé si funcionará bajo mucho estrés. ¿Alguna idea al respecto?

Heath Appleton, Deputy Probation Oficer II

Gang Intervention & Suppression Unit Kern County (CA) Probation Department

El Dr. BILL LEWINSKI, Director del Instituto Ciencia de la Fuerza [Force Science Institute Ltd.] en la
Universidad del Estado de Minnesota-Mankato, RESPONDE:

La idea de que un alto ritmo cardiaco provoca una pérdida de habilidades motoras finas es un
mito. El auténtico culpable de esa pérdida es el miedo o la ira, no el ritmo cardiaco en sí.
Cierto es que si alcanzas un ritmo cardiaco muy alto debido al esfuerzo físico e intentas apuntar
con una pistola y respirar a la vez, por ejemplo, puedes experimentar algunos problemas
MENORES con las habilidades motoras finas. Sin embargo, ten presente que los atletas de biatlón
bien entrenados realizan disparos de precisión con un ritmo cardiaco de 180 pulsaciones por
minuto e incluso los jugadores de baloncesto más normalitos consiguen anotar canastas bastante
buenas con el pulso muy alto durante un partido muy competitivo.

Perdemos habilidades psicomotoras de forma mucho más notoria por el miedo o la ira,
principalmente por nuestra incapacidad para centrar nuestra atención adecuadamente bajo estrés
(distress). La clave radica en el adiestramiento. Con un programa de adiestramiento adecuado que
te lleve a practicar repetidamente tus habilidades bajo un alto grado de estrés, aumentarás tu
confianza y reducirás el impacto de las emociones negativas de forma que puedas mantener la
desteridad motora fina cuando te enfrentes con situaciones reales. En otras palabras, un buen
adiestramiento puede ayudarte a lograr un historial de rendimiento de éxito bajo mucho estrés.

Heath, no te preocupes por el pulgar.


El Concepto Espacio de Tiempo o “Cómo disparar más rápido sin moverte físicamente más
rápido”. El Momento del Combatiente con Armas de Fuego. Mike Pannone. 21MAY16.

Publicado el 311621CEST Jul17 por Jorge Tierno Rey

El Concepto Espacio de Tiempo

Cómo disparar más rápido sin moverte físicamente más rápido

Una de las cosas más útiles que aprendí al participar en


competiciones de la USPSA (United States Practical Shooting Association) [Asociación
Estadounidense de Tiro Práctico] [recorridos de tiro] y competir contra los mejores tiradores del
mundo en un mismo campo/galería de tiro es lo que yo llamo «el concepto espacio de tiempo».
No resulta nada nuevo, pero a mí nunca me lo habían explicado, y ─ahora que sé lo que significa─
se ha convertido en un elemento básico de todos mis cursos de tiro. Para no extenderme
demasiado aquí te dejo algunos apuntes al respecto:

Cada acción que realizas lleva asociado un espacio de tiempo. Si quieres disparar más rápido, pero
crees que ya estás al límite de tu capacidad física, analiza cómo inviertes el tiempo. Empieza por el
mayor espacio de tiempo y a ver si puedes reducirlo un poco a base de refinar y hacer más
eficiente esa acción en particular.

Al competir en recorridos de tiro ─en la USPSA─ me di cuenta de que disparaba con la suficiente
velocidad y precisión, pero mis movimientos y mi entrada en posición me costaban entre 2 y 4
segundos respecto a otros tiradores. En una competición esos 2-4 segundos suponen una
eternidad incluso en los recorridos de tiro más cortos y a veces marcan la diferencia entre el
segundo y el vigésimo segundo puestos de la clasificación.

Me centré en ese aspecto en concreto y me puse a practicar cómo salir más rápido de una
posición de tiro y entrar más rápido, adoptar la posición y disparar, en la siguiente. En las
siguientes competiciones pude comprobar lo mucho que había mejorado, incluso aunque no
disparaba de forma diferente en cuanto a velocidad y precisión. Refiné un aspecto en concreto de
mi técnica y así conseguí recortar un poco ese espacio de tiempo en particular, pero sin llegar
nunca a mover mi cuerpo físicamente más rápido.

Este no es más que un ejemplo de un aspecto de mi técnica y el concepto espacio de tiempo. La


clave consiste en que empieces por analizar el espacio de tiempo más largo que tengas y lo refines
para hacerlo lo más corto que puedas.

Un último consejo, en lo que se refiere a


presionar el disparador no vas a recortar un tiempo que te aporte realmente demasiados
beneficios. Si disparas a una cadencia de 0’25 segundos entre disparo y disparo y yo lo hago en
0’15 segundos, soy un 60% más rápido que tú. Yo disparo en el límite de poder controlar los
disparos, así que pierdo puntos y sumo penalizaciones, y tú disparas con muy buena puntuación
sin penalización. Todo el beneficio que obtengo en este ejemplo se reduce a que en un recorrido
de tiro con 10 blancos, ¡sólo voy a sacarte una ventaja de 1 segundo! Así que disparo un 60% más
rápido que tú entre disparo y disparo sobre un mismo blanco, pero pierdo puntos y lo único que te
saco es 1 segundo.

En general no se gana tiempo por presionar el disparador más rápido, así que antes de intentar
recortar tiempo ahí, dedícate a intentar hacer más rápido todo lo demás.

Y en esto el tiro de combate no es diferente al tiro deportivo; el combate se gana a base de


impactos con velocidad, no sólo a base de velocidad.

Analiza uno por uno cada espacio de tiempo, empezando por el más largo hasta llegar al más
corto, y vete recortando un poco de cada uno mientras mantienes constante lo que se refiere a la
velocidad con el disparador. Si lo haces así acabarás siendo mucho más eficiente, que es de donde
sale la velocidad, y dispararás más rápido sin moverte físicamente más rápido.

Mike Pannone
CTT Solutions
«Cutting edge solutions for a dangerous worls»

(Traducción de su original en inglés PANNONE, Mike. Gunfighter Moment. The Pool of Time
Concept )

Parece que lo que Mike Pannone denomina «concepto espacio de tiempo» guarda una estrecha
relación ─por no decir que es lo mismo─ que la búsqueda de la eficacia y eficiencia, o lo que
consiste en la ley de la economía de esfuerzo.

No se trata tanto de hacer las cosas más rápido, sino de hacerlas mejor para no perder tiempo
innecesariamente. Viene siendo como que para correr más rápido no todo consiste en mover las
piernas físicamente más rápido, sino de dar zancadas más largas y despegar los pies del suelo lo
justo.

Mike Pannone abandonó la primera fuerza de asalto


del Ejército de Tierra estadounidense, Primer Destacamento Operativo de Fuerzas Especiales
DELTA [1st Special Forces Operational Detachment-Delta (1st SFOD-D)], tras resultar herido
durante una apertura de brecha con explosivos. Un año después de su salida los EE.UU. fueron
atacados el 11S y volvió a la acción para colaborar en el servicio a su país como principal instructor
de tiro del curso de formación del Cuerpo Nacional de Agentes de Seguridad Aérea [Federal Air
Marshal Service (FAMS] y posteriormente se trasladó a Seattle para la creación del centro del
FAMS allí. En 2003 abandonó el FAMS para trabajar como miembro de un equipo de protección
(PSD) y acto seguido como jefe de un equipo para el Departamento de Estado de los EE.UU. en
2003 y 2004 en Baghdad y Tikrit. En 2005 trabajó como asesor de combate en tierra [ground
combat advisor] de la Fuerza Operativa Conjunta Contra Artefactos Explosivos Improvisados [Joint
Counter IED Task Force] y participó en operaciones de combate con varias unidades en la provincia
de Al Anbar (Afganistán). A su regreso a los EE.UU. impartió algunas conferencias sobre
concienciación frente a artefactos explosivos improvisados (IEDs) a unidades que partían hacia su
despliegue y antes del incremento de tropas en Irak [the surge] colaboró con el Grupo de Guerra
Asimétrica [Asymmetric Warfare Group] como principal instructor en la creación de un curso de
tiro con fusil como principal instructor.

Con toda esa experiencia de la que echar mano -así como toda una carrera dedicada al servicio en
unidades de operaciones especiales tales como la Fuerza de Reconocimiento del Cuerpo de
Infantería de Marina de los EE.UU. [US Marine Corps Force Reconnaissance], Fuerzas Especiales
del Ejército de Tierra de los EE.UU. y el Mando Conjunto de Operaciones Especiales de los
EE.UU. [Joint Special Operations Command (JSOC)]– Mike se pasó al sector privado para enseñar
planeamiento, liderazgo, tiro y táctica además de ser autor y coautor de varios libros tales
como M16/M4 Handbook, AK Handbook AK47/AKM/AK74: An Operational Guide to the AK Series
Rifles y Tactical Pistol Shooting: Your Guide to Tactics & Techniques that Work.

Mike también asesora a varios importantes fabricantes de armas y accesorios para ayudarles a
poner el mejor equipo posible en las manos de combatientes, policías y usuarios civiles. Se le
considera un experto en la plataforma AR-15 de Eugene Stoner en todas sus variantes.
Simulador de Tiro/Combate con armas de fuego VirTra.

Publicado el 51749CEST Mar14 por Jorge Tierno Rey

Posiblemente al escuchar la palabra simulador


te vengan algunas ideas a la cabeza y sepas exactamente qué es, en qué consiste e incluso para
qué sirve, pero quizás nunca antes te hayas parado a pensar en su aplicación y utilidad en el
ámbito del combate con armas de fuego.

(Artículo publicado en el número de MAR14 de la revista gratuita Tactical Online)

Según el Diccionario de la Real Academia Española simular consiste en “representar algo,


fingiendo o imitando lo que no es” y un simulador es aquel “aparato que reproduce el
comportamiento de un sistema en determinadas condiciones, aplicado generalmente para el
entrenamiento de quienes deben manejar dicho sistema”. Los límites de un simulador y la
simulación en sí que éste proporciona los marca la ciencia y la tecnología disponibles así como la
propia imaginación del ser humano que los desarrolla.

Hoy día es posible encontrar todo tipo de simuladores, desde los más lúdicos basados en consolas
de videojuegos, por ejemplo, hasta los más profesionales que permiten simular muy fielmente la
realidad, incluso los movimientos de, por ejemplo, la cabina de una aeronave. La diferencia entre
unos y otros radica, además de en el precio, en el realismo de la simulación, que no sólo abarca las
imágenes y sonidos sino también las sensaciones y la propia interfaz entre el simulador y su
usuario. El simulador perfecto es aquel que permite reproducir (simular, valga la redundancia) con
total exactitud aquello que pretende simular de forma que el usuario prácticamente crea estar
enfrentándose a la realidad.

©Mario Olivera
©Mario Olivera

Los simuladores más lúdicos se quedan normalmente en el plano audiovisual, es decir, logran
reproducir con cierto realismo imágenes y sonidos pero a lo sumo llegan a disponer de una
interfaz parecida de lejos a la real, por ejemplo, al utilizar un mando de consola de videojuegos
para controlar al jugador y su arma o unos rudimentarios pedales y volante para conducir un
vehículo. Sin embargo, sólo con eso no resulta difícil “meterse en la película” y en algunos
videojuegos de esos en primera persona (Call of Duty, Medal of Honor, Battlefield, etc.) es fácil
llevarse algún sobresalto cuando una amenaza surge de repente en pantalla.

Por otro lado, los simuladores más profesionales proporcionan una simulación más auténtica al
incluir además de un cuidado aspecto audiovisual una interfaz lo más ajustada posible a la
realidad, lo que lleva a reproducir de forma fidedigna los controles, la cabina, el arma,… así como
su comportamiento. Se trata de sistemas más completos y complejos y por ende más caros, fuera
del alcance del usuario doméstico, como es lógico.

La verdadera finalidad y utilidad de un simulador radica en presentar al usuario una serie de


situaciones o ejercicios que de otro modo serían imposibles o tendrían un coste muy elevado. El
entorno controlado que proporciona un simulador minimiza la posibilidad por parte del ejecutante
de sufrir lesiones y le permiten enfrentarse a situaciones en las que de otro modo su vida correría
peligro y sería inadmisible integrarlas en su adiestramiento. Asimismo, los costes de determinados
ejercicios limitan considerablemente el número de repeticiones posibles, lo que el simulador
permite multiplicar al reducir el coste unitario de cada repetición.
©Mario Olivera

En el ámbito del combate con armas de fuego no sólo no resulta ni novedoso ni innovador la
existencia de simuladores sino que además éstos vienen utilizándose desde años. No obstante, los
simuladores de la marca VirTra, que Andreu Soler i Associats distribuye en exclusiva en España y
que fueron presentados por primera vez en nuestro país a finales de enero de 2014, constituyen
una verdadera novedad e innovación gracias a su tecnología y realismo.

Se trata de un simulador que no sólo reproduce el tiro (simulador de tiro) con cualquier arma de
fuego que se quiera integrar en el sistema sino que también permite reproducir combates con
armas de fuego (simulador de combate con armas de fuego) en los que el ejecutante se puede
enfrentar a toda una serie de supuestos prácticos o situaciones tácticas.
©Mario Olivera

El simulador permite reproducir (simular) un campo de tiro o galería de tiro con las características,
configuración y condiciones que se desee: 25, 50, 100, …, 500 metros, blancos de cualquier tipo,
de día, de noche, con lluvia, con niebla, etc. Las opciones son casi ilimitadas y los técnicos de la
marca pueden integrar en el sistema aquellas opciones que desee el usuario que no estén ya
disponibles. En cuanto a la función de simulador de combates con armas de fuego el abanico de
situaciones tácticas resulta tremendamente amplio y no se restringe a unas pocas preestablecidas
de fábrica sino que puede ajustarse a las necesidades e intereses de cada usuario gracias a la
polivalencia del sistema que permite crear sin demasiada dificultad todo tipo de escenarios y
supuestos.
©Mario Olivera

La principal característica diferenciadora entre otros simuladores y los de VirTra radica en el


realismo, o mejor dicho hiperrealismo, que ayuda a que con solo un poco de predisposición el
usuario “se crea la película” y aproveche todas las posibilidades que ofrecen estos simuladores.
Parte del gran realismo se debe a una exquisita calidad gráfica que se consigue, al contrario que en
otros simuladores, gracias a unas imágenes obtenidas de forma “real”, con grabaciones de vídeo, y
no a partir de recreaciones gráficas hechas por ordenador. En estas grabaciones hasta los
figurantes son reales, actores de carne y hueso, y no simples muñecos, androides o humanoides. A
la calidad gráfica se suma también un sonido impresionante gracias a un cuidado sistema de audio
de gran potencia no apto para el salón de casa.

Pero el realismo también alcanza al comportamiento en sí del sistema que considera múltiples
variables que influyen en el vuelo del proyectil y que permite detectar los impactos sobre la
pantalla con una precisión inimaginable hasta ahora (0’008 MILS, 8 mm. a 100 m.) que supera
incluso los requisitos del mismísimo Ejército de Tierra estadounidense. VirTra no va a permitir
disparos que serían imposibles en la vida real como sí sucede en muchos videojuegos. Se trata de
un simulador que no aspira a ser simplemente un videojuego en el que todo vale sino un
verdadero sistema de entrenamiento profesional en el que las cosas se ajustan lo más que se
pueda a la realidad. Según el arma que se utilice el comportamiento del sistema será uno u otro y
se adaptará a las condiciones que se pretendan simular.

©Mario Olivera

Tanto realismo quedaría cojo si la interface no estuviera a la altura. Afortunadamente este aspecto
también se ha cuidado al detalle y el usuario podrá utilizar el mismo arma de fuego (debidamente
modificada) que tenga de dotación e incluso simular recargas e interrupciones. Hasta se simula el
retroceso del arma gracias a un sistema de aire comprimido alojado en el propio arma.

Y para que el escenario pueda interactuar en mayor medida con el usuario existe la posibilidad de
recibir un pequeño estímulo (mínima descarga eléctrica totalmente inocua) que le haga saber que
ha sido alcanzado por un disparo realizado por la amenaza a la que se enfrenta.

Una destacable característica técnica de los simuladores de VirTra consiste en su gran


modularidad y escalabilidad que les permite adaptarse a las diferentes necesidades y
presupuestos de cada usuario sin coartar la posibilidad de posteriores mejoras. El sistema se
puede configurar como un simulador de tiro capaz de gestionar hasta 4 puestos de tiro con una
sola pantalla (V-100 Marksmanship) o como un simulador de combate con armas de fuego con un
entorno envolvente de 180º en el caso de utilizar tres pantallas (V-180) o con un entorno
envolvente de 300º en el caso de utilizar cinco pantallas (V-300). La capacidad de ampliación del
equipo es tal que con varios sistemas se pueden proporcionar tantos puestos de tiro como se
desee casi sin límites.

Para evitar equívocos decir que el precio de los simuladores de VirTra supera con creces el de una
consola de videojuegos, como es lógico, quedando fuera del alcance de un usuario particular, para
el que realmente no van dirigidos estos sistemas. Su precio depende de la configuración empleada
y del número de kits de armas, pero ¿cuánto cuesta construir un campo o galería de tiro? ¿y su
mantenimiento? ¿y la munición? Precisamente otra de las ventajas de los simuladores de VirTra se
encuentra en el ahorro en mantenimiento y consumo respecto a un campo o galería de tiro,
especialmente al precio de algunos calibres de munición. Habrá unidades que jamás puedan
disponer de un campo o galería de tiro propios por falta de espacio o presupuesto pero sí puedan
disponer en sus propias dependencias de un simulador de VirTra.

No todo son ventajas y se le pueden buscar algunos “peros” a los simuladores de VirTra. Sin
embargo, creo que no se puede negar que son más las ventajas que los inconvenientes. Desde
luego nadie podrá decir nunca que los simuladores de Virtra, o cualquiera otros, sustituyen o
eliminan la necesidad de las prácticas con fuego real. De hecho, ese es el principal inconveniente
de los simuladores: ¡no sustituyen las prácticas con fuego real! Ahora bien, donde está su principal
inconveniente está su principal ventaja. Y es que los simuladores de VirTra podrán complementar
maravillosamente las prácticas con fuego real y lograr que sus usuarios alcancen unos mayores
niveles de competencia con las armas de fuego de los que alcanzarían sólo con las prácticas con
fuego real, que normalmente están muy condicionadas por el presupuesto y la disponibilidad de
campo o galería de tiro.

Por otra parte, algunos se mostrarán especialmente reacios a los simuladores de VirTra, quizás por
el propio miedo que nos despierta lo desconocido, que les puede llevar a pensar que peligra su
papel como instructores de tiro. Nada más lejos de la realidad. Jamás un simulador podrá sustituir
la imprescindible labor de un buen instructor de tiro que evalúe puntual e individualmente a cada
usuario. En realidad, el simulador va a facilitar, apoyar y complementar el trabajo del instructor de
tiro, que será el que realmente instruya y adiestre a sus alumnos valiéndose de este excelente
recurso formativo para aumentar el rendimiento. Simuladores como los de VirTra permiten un
mayor seguimiento del alumno y una atención más personalizada que permitirá al instructor
individualizar la instrucción y adiestramiento para cada usuario sin excesivas pérdidas de tiempo
como sucede en una línea de tiro tradicional con varios tiradores.

Posiblemente los simuladores de VirTra planteen una revolución que requiere un cambio de
mentalidad por parte de los instructores de tiro y los usuarios para así llegar a aprovechar las
ventajas de estos sistemas, que les permitirán alcanzar una mayor competencia con las armas de
fuego a un menor coste, no sólo económico sino también de tiempo.

En resumen, no puedo evitar tener la convicción que los simuladores de VirTraconstituyen todo un
avance en el ámbito de la instrucción y adiestramiento del combate con armas de fuego y
considero que van a mejorar la preparación de sus usuarios respecto a contar sólo con prácticas
con fuego real, más o menos limitadas. En mi opinión, un simulador como los de VirTra significa
rentabilidad, rendimiento y competencia, todo en uno.
¿Necesitas una linterna montada en tu arma? SureFire X300 Ultra: potente, compacta y resistente.
PRIMERA PARTE.

Publicado el 312141CEST Oct13 por Jorge Tierno Rey

Salvo que se trate de un mero capricho personal, a la hora de invertir en algún elemento del
equipo individual ese dinero que tanto cuesta ganar me pregunto ¿realmente lo necesito?
Normalmente no se trata de una pregunta que tenga fácil respuesta y sus consecuencias pueden
suponer que invierta todo mi capital en algo que NO necesito en detrimento de algo que SI
necesito. Pero en el caso de la pregunta que plantea el título de este artículo, ¿necesito una
linterna montada en mi arma?, mi respuesta es rotundamente “¡si, por supuesto!”.

(Artículo publicado en el número de OCT13 de la revista gratuita Tactical Online)

¿POR QUÉ LA NECESITO?

Hasta que la evolución de la raza humana no me proporcione la capacidad para ver en la


oscuridad, como sucede con otros animales, me resulta imprescindible hacer la luz donde no la
hay, o bien utilizar algún dispositivo de visión nocturna que me permita ver en la oscuridad. Hacer
la luz donde no la hay resulta bien sencillo si se dispone de una buena linterna, y en el caso
del combate con armas de fuego no se le puede pedir menos que un amplio haz de gran potencia
luminosa, con el que poder iluminar el entorno e identificar rápidamente a buenos (compañeros,
familiares, transeúntes, …) y malos (amenazas), y una gran fiabilidad en cualquier situación, de
forma que cuando más la necesite esté disponible a pesar de la dureza del trato en combate o de
servicio. Huelga decir queSureFire dispone de una amplia gama de linternas que reúnen tales
requisitos y por ello se ha convertido en la elección de muchos profesionales en todo el mundo.

Queda claro entonces que por no poder ver en la oscuridad “necesito una linterna” como medio
de iluminación de mi entorno, tal y como supongo que habrá necesitado el hombre desde sus
orígenes, utilizando en cada momento aquel medio de iluminación que tuviera a su alcance:
antorchas, velas, candelabros, lámparas de gas, etc. Ahora bien, para su uso en el combate con
armas de fuego se pueden distinguir principalmente dos grandes grupos de linternas, las de mano
y las montadas en el arma, y yo realmente necesito una de esas del segundo grupo, como
respondía al principio. “Mis” razones por las que “necesito una linterna montada en mi arma” se
pueden simplificar afirmando que allí donde haya oscuridad y tenga que hacer uso de mi arma sin
lugar a dudas actuaré con mayor eficacia si dispongo de una “linterna montada en mi arma”. Dicho
así pudiera parecer más un capricho que una necesidad, porque siempre podría optar por una
polivalente linterna de mano en lugar de por una linterna montada en mi arma, aunque a decir
verdad necesito ambas y no se trata de ningún capricho, sino de una auténtica necesidad. Al hacer
uso de mi arma necesito una linterna montada en mi arma porque así resultaré más eficaz. Y
cuando no haga uso de mi arma necesito una linterna de mano porque de ningún modo estaría
justificado que utilizara la linterna montada en mi arma para iluminar una zona o una persona
salvo que estuviera justificado el uso del arma, ya que allí donde iluminara con dicha linterna
“estaría dirigiendo la boca de fuego de mi arma hacia personas o cosas sobre las que no pretendo
disparar” (Regla de Seguridad número 2 de Jeff Cooper).
Supongo que no sería descabellado preguntarse si no sería mejor matar dos pájaros de un tiro y
utilizar siempre una linterna de mano, tanto para iluminar como para combatir con mi arma de
fuego, ¿no podría resultar igual de eficaz con mi arma en la oscuridad utilizando una linterna de
mano que una linterna montada en mi arma? Pues supongo que ante esta pregunta, como buen
gallego, podría responder con otra pregunta, del tipo: ¿no podría resultar igual de eficaz
conduciendo mi coche en la oscuridad utilizando un foco de mano que unos faros montados en mi
coche? Se me antoja un tanto absurda esta última pregunta, pero no menos que la primera.
¡Cómo diablos voy a combatir con mi arma de fuego con la misma eficacia tanto si tengo una
linterna montada en mi arma como si tengo una de mis manos ocupadas en sostener y manipular
una linterna de mano! En realidad esta conclusión no constituye nada nuevo como veremos
posteriormente.

Y puestos a dudar también podría preguntarme ¿y yo para qué coño quiero una linterna si nunca
salgo de noche? Y puestos a responder esta pregunta también podría utilizar otra pregunta ¿y yo
para qué coño quiero unos faros en mi coche si nunca conduzco de noche? Ya, claro, ¿y si cae la
noche durante el camino de vuelta a casa? ¿y si entras en un túnel? ¿y si el día está muy oscuro y
no ves bien la carretera? ¿y si entras en un garaje a oscuras? ¿y si…? La oscuridad no sólo es propia
de la noche sino de cualquier entorno en el que no haya luz o haya poca. Así que a la hora de
necesitar una linterna montada en mi arma nada importa que salga o no salga de noche, porque la
necesitaré siempre que las condiciones sean de poca luz, lo que puede suceder en cualquier
momento y lugar, sin previo aviso.

Por otra parte, todos los coches vienen con faros y todas las armas deberían venir con una linterna
montada en el arma, pero “a falta de pan, buenas son tortas”, y me va a tocar a mi montar una
linterna en mi arma aunque ello me suponga desembolsar cierto capital de mi propio bolsillo.

¿CUÁNDO SURGE TAL NECESIDAD?

Como venía diciendo anteriormente, la conclusión respecto a la necesidad de una linterna


montada en mi arma no constituye nada nuevo y aunque no he podido determinar exactamente
hasta cuándo se remonta seguramente sea desde la antigüedad, desde que existen las armas de
fuego. No obstante, no podrían existir linternas montadas en el arma cuando ni siquiera existían
linternas, así que todo empieza a partir del momento en el que la ciencia y la tecnología ponen los
medios para desarrollar una solución al problema de la iluminación del entorno durante el
combate con armas de fuego. Supongo que antes del huevo fue la gallina, por lo que antes de las
linternas montadas en un arma vinieron las linternas de mano.

En cuanto las linternas de mano tuvieron un tamaño relativamente pequeño como para montarlas
en un arma, y ante la falta de productos comerciales que cubrieran la necesidad de disponer de
una linterna montada en un arma, empezaron a aparecer soluciones caseras tan simples como
sencillamente acoplar de algún modo (con cinta adhesiva, por ejemplo) una linterna de mano al
arma (inicialmente armas largas porque el tamaño de las linternas de mano no era lo
suficientemente pequeño como para acoplarlas a una pistola). Existe algún buen ejemplo gráfico
sobre esta solución casera, como se puede ver en las imágenes siguientes.
5 de mayor de 1980. Asalto a la embajada de Irán en Londres por parte de un equipo táctico del
Special Air Service (SAS) durante la operación de rescate de los rehenes allí retenidos por un grupo
de 6 hombres armados. Obsérvese la gran linterna de mano (Maglite supongo, de esas de pilas
grandotas) que lleva montada de forma casera sobre su HK MP5 uno miembro del SAS. (La imagen
en color de la derecha no procede del hecho real sino de una reconstrucción de los mismos para
un documental a mediados de 1990).
1971. Charlton Heston interpreta al protagonista de la película El Último Hombre Vivo [The Omega
Man] en la que se le puede ver con una tosca linterna adosaba bajo su subfusil como solución
casera a falta de una linterna más adecuada.
1929. Agente Especial J. W. Reid, de la policía del ferrocarril Union Pacific, con su arma anti-
bandidos.
Las imágenes parecen indicar que al menos hasta
después de 1980 no hubo otras linternas montadas en el arma más que la mera solución casera
que permitían las enormes (comparadas con las de ahora) linternas de mano de la época. Pero en
realidad sí que hubo algunos intentos anteriores a 1980 por dar con algún tipo de linterna o
iluminación montada en el arma. Quizás los primeros intentos se remonten tan atrás como el
mismo momento en que haya existido un arma. Se dice que en algún museo se puede encontrar
una ballesta de la Edad Media que contaba con un soporte para montar una lámpara de aceite,
una vela o lo que quiera que estuviera disponible como fuente de luz en aquella época.

Por otra parte, resulta especialmente curiosa una patente estadounidense (894.306) a nombre de
William H. Wright que data de 1908 por la que se dejaba constancia ya entonces de un incipiente
diseño de linterna montada en un arma. Supongo que la limitada ciencia y tecnología en el campo
de la iluminación en aquella época impidió que aquello se convirtiera en un producto comercial de
éxito.

También existe constancia de una linterna montada en un arma allá por los años 40, o incluso
antes, aunque parece más algo anecdótico que no un producto comercial eficaz. En un foro
profesional me facilitaron un enlace a una casa de subastas en la que en abril de 2012 subastaron
el lote número 1589, con un precio estimado entre $75,000 y $150,000 [entre 60.000 € y 120.000
€], compuesto por una exclusiva pieza de colección: una pistola semiautomática Luger, dotada de
una linterna montada en el arma, que en la época era de dotación en la Reichssicherheitsdienst
(RSD), la guardia personal de Hitler.
A la vista está que desde muy antiguo se viene buscando disponer de una linterna montada en el
arma, lo que parece demostrar que verdaderamente constituye una necesidad para muchos
profesionales de hoy y de ayer. Sin embargo, no resulta fácil determinar hasta cuándo tenemos
que remontarnos para dar con la primera linterna montada en un arma que suponga un verdadero
producto comercial y no una solución casera o algo más anecdótico y/o curioso que eficaz.

Repasando la Historia Contemporánea en lo que se refiere al campo de la iluminación táctica


parece que fue la marca ahora conocida como SureFire la pionera y responsable de una verdadera
linterna montada en un arma, tal y como explican los hechos que se relatan a continuación.

HISTORIA DE SUREFIRE Y LA PRIMERA LINTERNA MONTADA EN UN ARMA

Para determinar el origen de las actuales linternas montadas en un arma hay que remontarse
hasta 1969, cuando el visionario y genial ingeniero Dr. John Matthews, convencido de que el
futuro radicaba en el láser, apostó por fundar Newport Corporationpara aplicar la potencia del
láser a la industria. El éxito de su apuesta fue rotundo y la empresa alcanzó un importante
volumen de negocio, convirtiendo al Dr. Matthews en una persona muy solvente. Animado por su
gran afición y pasión por las armas de fuego el Dr. Matthews centró sus esfuerzos en el desarrollo
de un láser que pudiera ser utilizado como elemento de puntería para armas de fuego y en 1979
patentó el primero de ellos. Se trataba de algo grande y poco manejable que requeriría una
importante inversión en el desarrollo de dicha tecnología, lo que se apartaba del principal objetivo
de Newport Corporation, por lo que el Dr. Matthews y dos importantes técnicos de la empresa
(Dr. Peter Hauk y Ed Reynolds) que compartían sus intereses por las armas compraron la parte de
la empresa dedicada al desarrollo de elementos de puntería láser para armas y fundaron Laser
Products el 17 de octubre de 1979. El Dr. Matthews se puso al mando de la nueva empresa y
renunció a su puesto como presidente de Newport Corporation.

1979. Revólver Apuntado por Láser LPC Modelo 7 [LPC Model 7, Laser-Aimed Revolver], un Colt
Trooper en calibre .357 Magnum.

El primer producto de Laser Products a la venta, y primer elemento de puntería láser integrado en
un arma de fuego disponible comercialmente, fue el Revólver Apuntado por Láser LPC Modelo 7
[LPC Model 7, Laser-Aimed Revolver], que consistía en un láser de gas helio-neón montado en
lugar del alza y punto de mira sobre un revólver Colt Trooper en calibre .357 Magnum. El láser
utilizado en aquellos días necesitaba mucha energía y fue necesario alimentar el láser con una
batería recargable externa hecha a medida que encajaba dentro de una empuñadura Pachmayr
modificada.
1987. En la película Superdetective en Hollywood II Karla (Brigitte Nielsen) con su Revólver
Apuntado por Láser LPC Modelo 7 [LPC Model 7, Laser-Aimed Revolver], un Colt Trooper en calibre
.357 Magnum

Además de poder verse en manos de Karla (Brigitte Nielsen) en la película Superdetective en


Hollywood II en 1987, el Revólver Apuntado por Láser LPC Modelo 7 [LPC Model 7, Laser-Aimed
Revolver] se vendió especialmente para su uso por unidades antiterroristas, de Operaciones
Especiales y SWAT.

1984. Elemento de puntería láser creado ad hoc por Laser Products para una pistola AMT
Hardballer Longslide en calibre .45 utilizada por Arnold Schwarzenegger en Terminator I.

Entre 1979 y 1984 Laser Products desarrolló elementos de puntería láser para, entre otras armas,
la escopeta Remington 870, el fusil Ruger Mini-14, el subfusil H&K MP5 y el fusil Colt M-16.
Durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (EE.UU.) de 1984 tanto la Policía Local de Los Ángeles
(LAPD) como la del condado (LA County Sheriffs) utilizaron elementos de puntería láser en sus
escopetas, lo que curiosamente llamó la atención de la industria del cine de Hollywood, que se
puso en contacto con Laser Products para pedirles que prepararan un elemento de puntería láser
para una pistola AMT Hardballer Longslide en calibre .45 que iban a utilizar en una película. No fue
tarea fácil y al tratarse de un ejemplar único no podían permitirse el lujo de diseñar una batería
específica por lo que se optó por una batería externa que el actor llevaría en un bolsillo
accionando el láser a distancia con una mano a través de un botón. La película en cuestión fue, ni
más ni menos, la primera parte de Terminator, en 1984, que convirtió a Arnold Schwarzenegger en
toda una celebridad.
1984. Elemento de puntería láser creado ad hoc por Laser Products para una pistola AMT
Hardballer Longslide en calibre .45 utilizada por Arnold Schwarzenegger en Terminator I.

Hasta 1985 Laser Products se había dedicado únicamente a los elementos de puntería láser para
armas, pero entonces nació la línea de linternas SureFire para responder a las solicitudes de varias
policías locales que buscaban una forma eficaz de acoplar una linterna a sus escopetas.
Inicialmente no se trataba de verdaderas linternas específicas para montar en un arma sino de
monturas que permitían acoplar una linterna de mano al arma sustituyendo el tapón por un
interruptor-pulsador de almohadilla unido por un cable a la linterna que permitía el encendido
remoto de la linterna (Modelo 300, primer producto de la línea SureFire). Tan sólo unos meses
después, en enero de 1986, se lanzó al mercado la primera linterna realmente montada en un
arma (Modelo 310), como no, para una pistola Colt 1911. Y ese parece ser que fue el principio de
las linternas montadas en un arma como tales, como producto comercial, con una evolución que
ha culminado en 2012 con la X300 Ultra.
Fúsil M14

El M14 (oficialmente Fusil, 7,62 mm, M14) es un fusil de combate de la empresa estadounidense
Colt usado por el Ejército de los Estados Unidos como fusil estándar de infantería en el periodo
comprendido entre 1959 hasta 1970. También fue usado en Europa y Corea del Sur, hasta su
sustitución por el M16(En Estados Unidos). Actualmente permanece en servicio limitado de
primera línea en el Ejército de Estados Unidos, Infantería de Marina, Armada, Fuerza Aérea y la
Guardia Costera, y se mantiene en uso como arma ceremonial. Fue el último de los llamados
"fusiles de batalla", un término aplicado a las armas capaces de disparar munición de alta potencia
para fusiles, suministrado en grandes cantidades a las tropas estadounidenses. El M14 también
fue el antecesor de los fusiles de francotirador M21 y M24.

El fusil de combate M14 fue la evolución del M1 Garand de la Segunda Guerra Mundial. Con este
se pretendía mejorar la logística armamentista de la infantería, tratando de compilar en un solo
arma las características del fusil semiautomático M1 Garand, la carabina M1, el subfusil M3 y la
ametralladora BAR.

Poseía un cargador extraíble de veinte cartuchos, aunque también podía cargarse de la misma
manera que un fusil M1, con la ayuda de un peine de ocho cartuchos; tenía el modo de disparo
automático (en ráfaga) girando el selector de disparo en el lado derecho del fusil, aunque también
se creó el modelo donde dicho selector estaba ausente.

Para el M14, se hizo necesario cambiar el cartucho, sustituyendo el .30-06 Springfield (7,62 x 63)
por el nuevo .308 Winchester NATO, que era de eficacia similar pero algo más pequeño y fue
adoptado por la OTAN por instancia estadounidense como 7,62 x 51 OTAN. Como otros fusiles de
este calibre, era potente, pero difícil de manejar en ráfaga, razón por la cual se decidió desactivar
el modo automático en los subsiguientes, por medio de una cerradura en el selector.

Al principio de la Guerra de Vietnam, Estados Unidos lo cambió por el mejorado fusil M16, con
mayor durabilidad, con opciones semiautomática y automática, y mayor capacidad de munición,
aunque éste fue mal recibido debido a los problemas de precisión y encasquillamientos durante la
recarga a causa del material que presentaban sus primeras versiones.

Hoy en día, después de más de 50 años en servicio, el M14 es un fusil que sigue activo. Es utilizado
por miembros del ejército estadounidense, ya que es considerado por muchos como un fusil
seguro y preciso, luego de malas experiencias en espacios muy abiertos (como la Guerra de Irak en
el desierto), que puso en duda la eficacia del cartucho 5,56 x 45 OTAN en espacios abiertos y en
batallas donde el enemigo estuviese a más de 300 m. Gracias a algunas modificaciones en su
sistema de miras y la inclusión de rieles R.I.S, el M14 se usa como fusil de precisión para tiradores
designados (Designated Marksman), a distancias con un máximo de 800 a 900 metros,
obteniéndose muy buenos resultados. Cabe destacar que durante la fase de iniciación del curso de
los Navy Seals los miembros han de aprender a manejar el M14.
Gunpowder Selection for Controlling Recoil

by Brad Miller, Ph.D. - Monday, June 19, 2017

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Many competitive shooters load their own ammunition. Handloading allows you to develop
accurate, reliable loads custom tailored to your needs. We often select a gunpowder based on its
accuracy potential, consistency, cost and cleanliness. There is another factor to consider―recoil.

Recoil is important because it affects our reaction to it. More recoil often means a higher chance
of flinching. Generally, we prefer less recoil for this reason. Less recoil is more pleasant, and it
allows us to get our sights back on target quicker.

Sometimes we want more recoil to fine-tune reliable function with recoil-operated guns, or for
more gas to operate gas-dependent systems which includes gas-operated rifles and compensators
on pistols. Whatever the goal, the right amount of recoil can make us, and our gun, perform
better.

Gunpowder weight contributes to recoil force through the principle of conservation of mass. The
mass of the gunpowder must be considered when calculating recoil force because the gunpowder
weight, in the form of gas, also exits the barrel and is part of the ejecta along with the bullet.
Newton’s third law of motion, that every action has an equal and opposite reaction, means the gas
force going forward produces an equal force going rearward that adds to the recoil force produced
by the bullet.
Gunpowders differ with respect to how much recoil they produce because they require different
amounts of weight to push the same bullet to the same velocity. More gunpowder for the same
velocity means more gas force and more recoil.

The difference in recoil between powders can be a little, or a lot, depending on the difference in
weight. Let’s take a look at some numbers to demonstrate the size of these differences. I’ll use an
example with a pistol, but the same principle applies to rifles.

Let’s say you’re loading 9 mm Luger with 125-grain bullets and have to make at least a 125 power
factor. The velocity needs to be at least 1000 fps. That’s ideal for Bianchi Cup since it has a margin
of error of five power factors over the 120 minimum. You want your load to be slightly higher than
the minimum to ensure that it makes the minimum power factor when chronographed at a match
where they use a different chronograph and might be at different elevations and weather
conditions. If you’re minimum power factor is 125, such as the requirement for USPSA and IDPA,
you’ll want a power factor around 130. For this example, I’ll stick with a 125 power factor.

Recoil is easily calculated, and there are several calculating programs online, such as these:

kwk.us/recoil.html

shooterscalculator.com/recoil-calculator.php

handloads.com/calc/recoil.asp

http://www.jbmballistics.com/ballistics/calculators/help/recoil/recoil_exp.shtml

There is a difference of opinion on just how much speed should be attributed to the gas exiting the
barrel. I won’t go into those here. There is some discussion at the kwk.us link listed above. For this
example, I’ll use a 1.5X factor for the gas speed—1.5 times faster than the bullet speed. (This
means that a grain of gunpowder contributes a little more recoil force than a grain of bullet weight
because the gas is escaping faster.)

I used load data from the Sierra Reloading Manual 5th Edition listed for 125- and 130-grain bullets
in the 9 mm Luger. I selected a dozen powders with different charge weights from their list of 23.
They cover a wide range of burning rates from fast to slow, and used their charge weights for 1000
fps.
Table 1. Calculations are for a 2 lb. gun.

Calculating the recoil force shows that the lowest powder charge weight required (Titegroup at
3.7-grains) produces 2.70 ft. lbs. of recoil force. The largest charge weight required (Accurate #9 at
9.0-grains) produces 3.04 ft. lbs. of recoil force. That’s a difference of 13 percent. While that might
not seem like much of a difference, you can easily feel it. Some shooters can feel the difference in
recoil between two gunpowders even when they differ by only a few tenths of a grain.

The difference in recoil between powders is real and can be measured. The graph shows the recoil
profiles of two powders, Winchester 231 and Accurate #7, shooting the same 124-grain bullet
from a 9 mm Glock 19. Recoil is measured as movement of the rocker arm that holds the gun on a
Ransom Rest. The rocker arm pivots when the gun fires and moves farther with heavier recoil.

Figure 1. Recoil profiles of Ransom Rest rocker arm movement firing a 124-grain bullet loaded with
Winchester 231 and Accurate #7 in a Glock 19. The dots represent different charge weights.

The upper line shows rocker arm movement after firing with Accurate #7, and the lower line
shows rocker arm movement after firing with 231. The fact that the Accurate #7 line is above the
231 line means that Accurate #7 produced more recoil.

Gunpowders also differ in the amount of noise, muzzle blast and fireball. These affect people
differently, but can affect our perception of recoil as much as differences in recoil force.

People shooting handguns without compensators generally prefer powders that require a small
charge weight to keep recoil low. But shooters using handguns with a compensator often prefer
powders that require heavier charge weights because they produce more gas, and therefore more
gas pressure to help reduce felt recoil and muzzle rise.

As most shooters know, it might take some testing to determine what works best for you and your
gun, but it’s nice that we have a practical way to control recoil through gunpowder selection. It’s a
useful method to find a powder that meets our needs to keep us, and the gun, happy.

All figures and photos by the author.

IN THIS ARTICLE

GUNPOWDER RECOIL HANDLOADING BRAD MILLER


Empuñando el ar ma larga III: Canteos. Hablar de armas es hablar
de herramientas diseñadas, creadas y empleadas, modernos usos deportivos aparte, con el
propósito final de neutralizar a otro u otros seres vivos. Sonará, se leerá, feo y frio, inhumano si se
quiere, pero eso no cambia el concepto ni la realidad. Y así ha sido desde hace miles de años,
desde que alguno de nuestros ancestros homínidos decidió agarrar una rama caída, una piedra o
una quijada de burro para agredir a su vecino.

Que el empleo de esa herramienta tenga usos legítimos y honorables o no, depende del “animal”
que la empuña y no de la herramienta en sí. Este uso, legítimo o egoísta, no se ha modificado lo
más mínimo con el paso de los siglos, marcando incluso a las mitologías y religiones con aquello de
“buenos” y “malos”. Dejo a cada cual que marque su línea.

Desde aquellas lejanas eras ha habido individuos en busca de la habilidad máxima en su disciplina
para hacer uso de las armas. Que hoy se use un arma de fuego y entonces una espada, piedra o la
emblemática quijada de burro, no cambia el concepto real y concreto, que no es otro que usar un
arma con la eficacia requerida para vencer al adversario. Las sociedades de todas esas épocas los
consideraban, entre otras cosas, “artistas”, algo que se mantiene hoy en día, aunque deformado y
alterado, pero aun subsistiendo.

Actualmente se considera el término artista desde el punto de vista del espectáculo más que de
ninguna otra cosa, por desgracia este es un gran error. Si añadimos que la reata actual de muchos
de los que son definidos y se definen a sí mismos como artistas en cualquier ámbito del
espectáculo, hace que no sean mucho más que desgraciados bufones. El concepto de artista no
tiene grandes avales hoy en día.

Sin embargo, el término si está considerado salgo serio dentro de las denominadas Artes
Marciales, léase por ejemplo, Judo, Kárate, Muay Thai, y ciento y pico de etcéteras.

Para los que me hayan leído en trabajos previos, les sonará lo que voy a decir a continuación. Arte
Marcial es el arte de la lucha, del combate, da lo mismo usar la mano desnuda, un tipo
determinado de objeto punzante, cortante o contundente, o las más actuales armas de propulsión
química.

¿Por qué me voy tanto por las ramas? Simplemente quiero definir la importancia, para mí al
menos, del concepto de Artista Marcial. La palabra artista no se origina del espectáculo, si no del
arte. Arte es cualquier actividad humana realizada con esmero y dedicación, actividad que
requiere capacidad, habilidad, experiencia y el tan imponderable talento. Los mejores, los
verdaderos artistas, tienen ese talento y las Artes Marciales no están exentas de esa cualidad.
Un artista tiene una serie de características bien definidas, es metódico, sistemático, perseverante,
características que sin ser generalizadas sin son comunes. Lo que convierte esas características
más o menos comunes en algo especial, es el talento. En el caso que nos ocupa, el talento se
llama adaptabilidad.

Todos podemos seguir patrones, métodos y sistemas con mayor o menor precisión, pero el artista
genuino y con talento sabe adaptar todo eso a las circunstancias puntuales y concretas. Y lo hace
de forma aparentemente innata y sencilla.

Luchadores, soldados, policías, instructores de la relevancia de Pincus, Pecci, Yeager, Vera, Costa,
Cobos, McKee, Suarez, McNamara, Cooper, Proctor, Lamb y muchos etcéteras junto a otros no tan
conocidos, ¿son artistas marciales? Lo cierto es que si, y por doble partida. Para empezar son
artistas marciales porque, como sus antecesores desde hace miles de años, buscan la excelencia
en su desempeño con perseverancia. Y por último porque como artistas saben darle ese toque
personal que es convertir una inexactitud en una ventaja para magnificar los efectos deseados. Ese
es el talento que un profesional armado debe buscar, y que quizás en última instancia siga
siendo adaptación.

Con respecto a las armas y su empleo, los conocimientos nunca son suficientes, siempre se debe
avanzar, perfeccionar y adaptar. Las circunstancias serán las que dictan que métodos, y la
aplicación de los mismos que permitirán sobrevivir. Los mejores, los artistas marciales genuinos, lo
logran gracias a que comprenden las circunstancias y se adaptan. Sus combates son 90% mente y
10% cuerpo. No se quedan en lo que “siempre se ha hecho así” para convertir aparentes
irregularidades de forma en métodos para sorprender, adaptarse y superar las circunstancias.

Esa es la diferencia entre un metódico y adaptativo artista marcial y un simple repetidor de


técnicas, pautas y patrones. Ese es el talento a buscar.

Un poco de Historia.

En la época feudal los únicos que recibían verdadera instrucción de


combate eran apenas un 5% del total de la población, los nobles y sus hombres de armas. Como su
principal misión en la vida era guerrear, esto no es del todo correcto disculpen mi generalización
histórica, dedicaban todos los días de su vida a entrenar para ello.

En realidad y a ciencia cierta sería otra minoría dentro de esa minoría la que obraría así, tal y como
ocurre hoy en día en comisarías y cuarteles. El resto mayoritario con toda seguridad solo “pasearía
la espada” ante la plebe. Esa plebe y siervos que frente a una guerra eran reclutados sin
adiestramiento ni apenas mucho más que aperos de caza y trabajo. Lo cierto es que la gran
mayoría de las armas “exóticas” de la antigüedad son simples aperos de labranza y sus
evoluciones.

Con la desaparición del sistema feudal surgen las naciones tal y como hoy las entendemos y con
ellas aparece la necesidad de los ejércitos nacionales. Nace el servicio militar surgiendo el
problema de instruir a miles de jóvenes cada año de una forma ordenada, coherente y eficaz.
Jóvenes que, durante siglos, carecían de la educación y capacidades suficientes para poder
exigírseles mucho más que la repetición mecánica y sistemática de procedimientos determinados
y perfectamente definidos. Este sistema fue útil y necesario hasta hace muy pocas décadas, donde
la base educativa, social, técnica y táctica eran tal que solo se podía maniobrar con grupos
compactos realizando gestos idénticos a la vez con un orden y sincronización esmerado y pulido
hasta la exageración. Las armas de la época tampoco permitían mayores florituras operativas. Los
dos mandamientos de esta época son sencillos de recordar, quizás a muchos lectores les
suenen, “siempre se ha hecho así” y el tan manido “no te pagan por pensar”.

Hoy en día con un teórico nivel intelectual y educativo mejorado, mayor capacidad de
“pensar”, posibilidades de análisis y adaptación, armas infinitamente más flexibles, letales y
misma capacidad de fuego que antiguamente podía tener una compañía de infantería al completo,
seguir esa pauta de hacer “lo de siempre sin pensar” en todo lugar y circunstancia puede ser un
suicidio.

Como comenté en trabajos precedentes, la anatomía varía de un individuo a otro y las actitudes y
aptitudes varían aún más. Ya no se avanza a la batalla hombro con hombro al toque de tambores.
Hoy el militar de la unidad más convencional puede encontrase solo y aislado, por eso debe saber
actuar en tales circunstancias. Pero un policía o un profesional armado tampoco es que actúe con
el apoyo de helicópteros de combate en su quehacer diario. Las poco ergonómicas y exigentes
armas del pasado han dado lugar a otras más cómodas y adecuadas. Es por todo ello que lo que
era considerado imperdonable y errado en aquella época, a día de hoy son procedimientos de casi
obligado cumplimiento.

Tras esta larga digresión pseudohistórico-filosófica veamos qué “incorreción”, en apariencia y


según los patrones inamovibles de algunos, podemos usar para sacar ventaja en según qué
circunstancias y entornos.

¿Nunca cantear el fusil?

Durante siglos cantear, inclinar lateralmente un arma colocada en línea de fuego, arcabuces,
mosquetes, escopetas y similares, era un pecado gravísimo. La potencia de fuego se basaba en la
homogeneidad de la “nube” de proyectiles que una unidad podía lanzar a los de enfrente. Además
la patada del retroceso de estas armas obligaba a asentarlas exacta y perfectamente si los
mosqueteros no querían recibir daños físicos.

Hoy en día todo esto ha cambiado. Los estudios de balística, trayectorias, efectos, control y
ergonomía de las armas hacen que las posiciones inamovibles en tiro ya sean no solo innecesarias
cuando no contraproducentes. Las municiones comunes, aun con su máximo retroceso posible,
son totalmente controlables hasta por los usuarios más endebles. Recordemos que hay
competiciones de adolescentes con armas hasta hace poco consideradas exclusivamente militares.
Después de todo, un .223 Rem/5.56 mm, es poco más que un simple .22 con esteroides.

Incluso un francotirador policial o militar con el potente .308 Win/7.62×51 mm realiza


entrenamientos canteando en mayor o menor medida su fusil. De esta manera consigue no solo
agrupar sino también repetir y crear tablas de tiro para ello. En definitiva, cantear un arma ya no
es el pecado balístico ni anatómico de antaño.

Cantear el arma se ha convertido en algo fundamental para la actuación de todo profesional


armado actual

Tácticamente no solo deja de ser pecado sino que se convierte en algo fundamental para la
actuación de todo profesional armado actual. No solo canteará el arma, si no que buscará hacerlo
para adaptarse al equipo que porta, al entorno, al movimiento que realice, a los obstáculos y
parapetos, en definitiva a las circunstancias del enfrentamiento armado.

Antes de continuar permítanme una puntualización, el canteo busca ayudar al operador a moverse
con la mayor fluidez y soltura posible, ni más ni menos. Y cuando hablamos de movimiento nos
referimos tanto al movimiento del operador en los desplazamientos como al de su cuerpo al dirigir
el arma, esté el operador estático o desplazándose.

Se analiza desde el punto de vista operativo y táctico, dejando claro que en caso de vernos
obligados a realizar un disparo de máxima precisión se buscará la posición de arma y tirador más
estable que sea posible. Dicho esto pasemos a analizar el canteo.

Ángulos y sentidos de canteo.

Podríamos hacer casi un centenar de matices según el ángulo de canteo que imprimamos al fusil,
calculen Uds. si hay ángulos que definir. Además, según si el ángulo se dirija hacia dentro o hacia
fuera respecto al centro de masas del tirador, vemos que la cosa se amplia.
Comencemos a definir puntos y parámetros de uso, para ello lo haremos desde el punto de vista
de un empuñamiento mayoritariamente diestro. Para los trabajos con la otra mano ruego
inviertan las descripciones.

Respecto al centro de masas del tirador:

Interior, hacia el centro del torso.

Exterior, hacia fuera del torso.

El primer caso es más natural y suele o puede ocurrir sin apenas percepción consciente del
operador, ya sea por motivos situacionales, anatómicos o del equipo que porte. El segundo suele
ser más consciente y forzado, dependiendo normalmente de la situación puntual y entorno.

Respecto al ángulo en sí:

Menor a 30º

Entre 30º y 50º

Entre 50º y 90º (a veces mayor pero no es habitual ni recomendable).

Ambas divisiones se interrelacionan. El ángulo de canteo puede ser interior o exterior según las
circunstancias, y suele depender básicamente de la lateralidad, es decir que depende de mano que
emplea el operador en ese momento.
Por otro lado, el uso de las miras dependiendo del canteo puede verse restringido, deteriorado o
totalmente anulado, con lo cual esta forma de dirigir el arma será casi exclusivamente por
referencia corporal en muchos casos y un mínimo de apoyo ocular, siendo aplicable para combate
cercano y dinámico, donde la capacidad de fuego relativamente preciso en conjunción con el
movimiento y el uso de obstáculos, priman sobre la precisión pura.

¿Cómo canteamos?

Para un tirador diestro es más natural cantear su arma larga hacia el interior, esto ocurrirá en más
de un 70% de los operadores que deban hacerlo. Ese canteo busca básicamente relajar la tensión
articular, muñecas, codo y hombros, sobre todo en movimiento y para facilitar la alineación del
arma con el objetivo a alcanzar, pudiendo mantener más tiempo la actividad al retrasar el
agotamiento muscular.

Todo usuario de armas largas considera que lo correcto es


mantener el fusil vertical, fundamentando la verticalidad como la relación plasmada entre la línea
ascendente desde el suelo a través empuñadura hasta la línea de miras. Si el ángulo de dicha línea
es cero se considera que el arma está “vertical”. Cualquier variación de ese ángulo cero es
considerado canteo.

Al movernos, el cuerpo busca su equilibrio de forma natural, y no solo equilibrio de bipedestación,


si no también equilibrio interno, minimizando en lo posible tensiones y agarrotamientos
musculares, principalmente en las zonas articulares. De forma innata casi todos los operadores
con arma larga tienden a cantear el arma al moverse. Si el desplazamiento es avance frontal suele
ser menos común o destacable, pero en los retrocesos si suele manifestarse en mayor medida al
retrasar el hombro de apoyo mientras se desplaza hacia atrás todo el cuerpo. Este hecho suele ser
más observable en movimientos laterales y oblicuos.

El grado de canteo suele depender principalmente de la anatomía que varía de unos a otros,
aunque hay estadísticas que nos dan “medias” aplicables a la hora de instruir de una forma
personalizada y dirigida.

Los chalecos de protección y equipación tienden a aumentar este efecto al alejar el punto de
apoyo de la culata y forzar las articulaciones. Es por ello que debemos ser muy conscientes a la
hora de colocar accesorios en la zona donde apoyemos el arma.

Otros factores son en el uso y/o paso de obstáculos y coberturas, giros, cercanía del adversario/s,
etc. En resumen, de lo que hablamos es de combate dinámico.

Como sabemos, el control y orientación del arma se realiza con el trípode de ambos brazos y la
mejilla, aunque en algunos ángulos extremos ese tercer apoyo de alineación nos lo dará la barbilla
más que la mejilla.
Vimos en el artículo precedente publicado en esta misma web (Empuñando el arma larga II.
Colocación de la mano de apoyo), que la mano de apoyo puede colocarse en tres zonas. En
canteos extremos, la posición de máxima extensión tiende a facilitar y reducir tensiones en las
articulaciones implicadas, facilitando la adquisición de una posición estable y segura.

Desplazándonos de forma transversal u oblicua al objetivo, estando este en el lado de nuestra


mano principal, nos resultará muy difícil dirigir la boca de fuego sin girar todo el cuerpo, por lo que
nos frenará y dificultará la adquisición correcta de la línea de tiro. Para minimizar este esfuerzo
podemos apoyar el costado de la culata (no la cantonera) en el lateral del hombro o incluso sobre
él. Esto permite dirigir la línea de fuego hacia el lado de la mano principal sin forzar y llegando
hasta casi 60º de giro del torso.

Igualmente si sacamos o abrimos, de su posición natural bajo la línea del arma el codo de apoyo,
podemos empujar o tirar del arma lateralmente sin apenas girar el tronco. Esto es aplicable tanto
a arma larga como a pistola/revólver.

Aplicaciones del canteo según circunstancias.

Las indicaciones y aplicaciones que siguen deben considerarse orientativas y jamás como una regla
fija. Se trata de ayudar a cada operador individual, no de crear nuevas pautas generales e
inamovibles.
Canteo en movimiento

Por debajo de los 20º más que canteo se considera cuestión anatómica de empuñamiento, e
implica simplemente homogenizar el arma y sus miras respecto al usuario.

En movimientos frontales suele ser hacia el interior y superior o igual a los 30º.

En movimientos de retroceso y también es hacia el interior y suele superar los 45º.

El movimiento lateral hacia la derecha (para diestros) puede dar lugar a canteos interiores
superiores a los 45º así como canteos exteriores de 90º en algunos tiradores.

Si el movimiento es a la izquierda (seguimos con diestros) tenemos dos opciones:

Retroceso reculando, caminando ligeramente de espaldas, donde el canteo tiende a ser


inferior de los 45º, en este caso es tan común el empleo del canteo interior como el exterior,
dependiendo del operador.

También se puede dirigir la cadera en la dirección de avance, girando el tronco hacia el objetivo y
sin desempuñar el fusil con la mano derecha girar el arma hasta los 90º normalmente al interior,
apoyando el arma sobre el hombro o en su lateral. El arma vertical fuerza excesivamente la
cintura, y el canteo exterior tiende a forzar las articulaciones.

En movimientos oblicuos los grados de inclinación suelen suavizarse respecto a los movimientos
transversales.

Corriendo frontalmente el arma suele quedarse entre los 45º y 90º hacia el interior hasta bajar el
ritmo y acomodarse en su posición estándar.

En los cambios de ritmo y sentido de movimiento se va variando de ángulo según la orientación


del objetivo, de acuerdo con los puntos ya comentados. Pasando de un ángulo a otro de forma
dinámica e inconsciente.

Canteo ante cubiertas y abrigos.

Ante cubiertas, abrigos, parapetos y obstáculos, ya sea en


estático o en movimiento, el concepto primordial es ofrecer un mínimo objetivo alcanzable
mientras nuestra arma y ojo tienen el máximo de capacidad para localizar y neutralizar. Aquí el ser
capaz de cantear cobra máxima necesidad, y casi ningún operador pone en duda su eficacia.

Curiosamente un tirador diestro raramente canteará asomando por el costado derecho del
parapeto, aunque puede darse un canteo exterior de hasta 45º en movimientos al rebasar u
ocupar el obstáculo.
Por el lado izquierdo ese mismo tirador podrá llevar el arma hasta los 90º hacia el interior sin
cambiar de hombro. También puede cambiar de hombro pero mantener la mano derecha
empuñando, con lo que el arma puede mantener la verticalidad o cantear hasta los 90º, en este
último caso apoyando la culata sobre el hombro. Con o sin canteo dependerá de equipación y
anatomía del tirador.

Asomando por la parte superior cantear interiormente en 90º nos ayudará a minimizar la
exposición al fuego enemigo, asomamos menos la cabeza. Por otro lado evitará que con las prisas
y el estrés acabemos viendo nítido el objetivo con nuestras miras, pero el cañón esté alineado con
el borde superior del parapeto y acabemos disparando contra este, o si nos damos cuenta de ello
debamos asomar la cabeza casi completamente para poder “liberar” la línea de tiro del borde del
parapeto.

Si debemos agacharnos, inclinarnos, disparar por debajo de un obstáculo (un vehículo por
ejemplo), adquiriendo una posición distinta a las comúnmente entrenadas, sin duda alguna
tenderemos a cantear en mayor o menor medida para buscar la posición más anatómicamente
estable y cómoda.

Disparando a través de rendijas estrechas, grietas, boquetes, etc, algo muy común en combate
urbano, ocurre lo mismo que en el punto anterior, el arma debe acomodarse y cantear para librar
su boca de fuego de forma limpia hacia el objetivo.

Otras necesidades de canteo

El combate en todos los tiempos es tan fluido, ágil y variado


en entornos y circunstancias que intentar listar de forma completa todos los escenarios es
imposible, pero si podemos intentar buscar generalidades aplicables a muchos entornos.

En interiores muy reducidos, pasillos y escaleras muy estrechas, interior de un vehículo,


alcantarillas, etc. puede resultar imposible acomodar el fusil en la zona del hombro, obligándonos
a colocar la culata no apoyada la cantonera en el frontal del mismo, si no pasándola por encima el
lateral hombro para reducir la longitud del arma, como ya comentamos.

En combate muy cerrado en distancias con los objetivos pueden darse los mismos casos que el
punto anterior teniendo que acortar y alargar la longitud del arma canteando y situando la culata
sobre o lateral del hombro en lugar de frente a él.

En situaciones de combate donde el arma sea agarrada o apartada por el adversario el uso y
dominio de la “esgrima de fusil”, para redirigir el cañón hacia el enemigo, implica el uso de canteos
y deslizamientos.

A modo de comentarios finales.

Cecilio Andrade autor del texto

Cantear es un factor a tener en cuenta, no es obligado, ni siempre recomendable, perdemos la


calidad del uso de las miras, perdemos precisión en mayor o menor medida, pero pese a todo ello
ocurre y lo necesitamos. El cuerpo lo emplea, lo busca incluso, en situaciones límite de forma
natural. Obviar el canteo y/o considerarlo un error a corregir puede ser el verdadero y grave error.
Nuestro cuerpo y organismo tienen las herramientas para sobrevivir y adaptarse, ignorarlas es
ignorar la evolución natural que nos ha traído hasta donde actualmente estamos.

Pretender que todo el mundo debe luchar de una única, correcta, uniforme y homologada forma
es cuando menos estúpido. Hemos visto la infinidad de factores, internos y externos al operador,
que influyen en toda actuación. Igualmente que sabemos que no hay dos situaciones iguales, ni
que jamás dos personas reacción igual, ni siquiera la misma persona en la misma situación lo hace
exactamente igual, parecido sí, pero nunca igual.

La adaptación pasa por reconocer nuestras capacidades y características personales, las que
podemos controlar y entrenar, para luego poner ese conocimiento en la ruta que nos permita
sacar el mejor resultado posible en las circunstancias externas que no dependen ya de nosotros.

Dejemos para próximos artículos más detalles a sumar a su ya abultada bolsa de “herramientas”.

Empuñando un arma larga (I)

stockarmas | Policial y defensa, Rifles y fusiles | 12 marzo, 2017


Empuñando un arma larga (I). Los guerreros invencibles antes de
cosa alguna se hacen hábiles, esperando, buscando y provocando que el adversario sea
vulnerable. Vulnerabilidad que no depende de uno, si no de la aptitud y actitud de ese adversario,
lo cual nos demuestra que podemos lograr una habilidad aparentemente invencible pero jamás
podremos estar seguros de generar la vulnerabilidad del adversario. ¿Importa mucho este
trabalenguas? Creo que sí ya que podemos saber cómo actuar para ganar, pero ese “saber” no nos
garantizará irrevocablemente la victoria.

Seguro que estarán pensando que ya me pongo pesado de nuevo con “filosofadas”, que mejor
haría simplemente en explicar cómo actuar y que técnicas son mejores. Lástima… lamento decirles
que no creo que existan esas técnicas invencibles que garanticen al 100% las posibilidades de
supervivencia en todas las situaciones. Creo en que la adaptabilidad me proporcionará las mayores
probabilidades de superar todos los escollos que el adversario, o adversarios, sean capaces de
poner en mi camino. De eso trata este trabajo, de la aplicación de todas las técnicas posibles para
superar esos escollos. Hoy la palabra del día es ADAPTABILIDAD.

Decir que el equilibrio es uno de los factores primordiales, si no el más importante en el combate,
es una obviedad para casi todo el mundo. Hacer perder el equilibrio al enemigo fue una máxima
de Alejandro Magno, Julio Cesar, Gengis Khan, Saladino, Rommel, Guderain, Patton, entre otros
muchos grandes estrategas y tácticos de la Historia. Eso en referencia a grandes batalles y
ejércitos, pero un artista marcial, y da igual que sea de Aikido, Judo, Kárate, Kungfu, Muay Thay, o
la más actual MMA, también es lo que busca, desequilibrar a su oponente. Desde lo muy grande a
lo individual, el equilibrio es el objetivo. Destruir para vencer a todo adversario. El equilibrio puede
ser tanto físico como mental y/o emocional. Los mejores estrategas, tácticos y luchadores lo
saben, como también lo saben muchos tiburones de los negocios.

Y a nosotros, operadores armados, ¿de que nos sirve, además de buscar el desequilibrio del
adversario? Sencillo, además de buscar el equilibrio físico empuñando las armas, debemos buscar
el equilibrio técnico conociendo todas las herramientas (léase técnicas y procedimientos), sus
utilidades, sus beneficios, pero también sus hándicaps y desventajas. Donde nos proporcionarán
más beneficios y donde nos entorpecerán. En definitiva… ¿Adaptarnos?

En nuestra época lo absoluto es casi una obligación, si nos gusta tal serie televisiva, debemos
despreciar esta otra, si nos gusta el bourbon de Kentucky, el de Texas debe ser basura (mejor no
hablo de champaña y cava), y si es cuestión de deportes y política mejor cambio de tema.

Por desgracia en el trabajo del profesional armado la dinámica no es distinta. Los usuarios de
Weaver desprecian a los de la isósceles, estos a los de la CAR, y así hasta el infinito. Con el arma
larga tenemos de un tiempo a esta parte la misma tónica respecto a dónde y cómo va la mano y
brazo de apoyo, si recogida, completamente estirada o en posiciones intermedias.
Pues bien, mi opinión, que como siempre solo es una opinión más y no pretende sentar cátedra
alguna, es simple, todas las posiciones tienen sus puntos fuertes y sus debilidades; situaciones
donde destacan y donde son inaplicables o cuando menos no recomendables; diseñadas para
casos y situaciones específicas pretendemos convertirlas en técnicas absolutas incluso a costa de
hacerle perder su eficacia en el terreno para el que fueron estudiadas.

Uso todas las posiciones según la situación en la que me encuentre, les estrujo hasta la última
gota de su eficacia e intento, si lo logro o no es otra cuestión, reducir sus deficiencias. Ello me
permite adaptarme a todas las variables que el mundo real acumula en torno al operador armado.
La adaptación, como dije en el encabezado, y en casi todos mis escritos y conferencias lo repito,
debe ser nuestro mantra de trabajo. Adaptarnos a todo y adaptar nuestras técnicas a ese todo,
solo así podremos garantizar un porcentaje alto de supervivencia. Por desgracia solo podemos
hacer eso, ampliar porcentajes. La suerte y el caos también están presentes en la ecuación,
podemos minimizarlos con trabajo, entrenamiento, criterio, habilidad, análisis serio y, sobre todo
ello, honradez para nosotros mismos y nuestras deficiencias.

En una palabra que también es una virtud, ADAPTACIÓN.

Veamos una serie de puntos previos antes de profundizar en el empuñamiento respecto a la


posición del brazo y mano de apoyo:

El tamaño si importa, en este caso al menos.

La distancia entre la boca de fuego de un arma individual, larga o corta, y el cuerpo del que la
empuña suele estar aproximadamente a la misma distancia, salvo en armas extremadamente
largas. Piensen donde está el extremo del cañón de su pistola con los brazos extendidos, en mi
caso sobre unos 70 a 75 cm. Con un fusil o subfusil estándar, no hablo de armas especiales, la
distancia suele estar, en mi caso, entre esa distancia y 50 cm con algunos subfusiles. ¿Y eso qué?
Preguntarán algunos, paciencia, a eso voy, pero primero comprueben Uds. ese dato. ¿Lo han
hecho?

La longitud de las armas es la misma, dentro del mismo modelo, la variable aquí es la envergadura
y tamaño de cada operador. Esta variable, respecto al uso del arma larga, afecta tanto en
comodidad como en equilibrio.

Permítanme un poco de personalismo, honestamente creo que solo debo hablar de lo que se y
experimento, no presumiré, tranquilos, tan solo me usaré como conejillo de indias.

Mido 1.60 m de altura, mis brazos son relativamente cortos (y sin relativo en realidad). Un
MP5 estándar, un M4 y un H&K G36K, por ejemplo, para mi tienen una longitud óptima de
trabajo, y más si las culatas me permiten modificar su longitud para adaptarla a mi equipación
puntual. No es lo mismo trabajar sin chaleco balístico que con él a la hora de apoyar la culata, con
una simple camiseta o un chaquetón con relleno de plumas, como tampoco lo es llevar un chaleco
interior bajo un traje que un chaleco exterior con placas. Cuando el fusil lo cambio por otros como
el FN FAL, CETME C, G36E, etc., u otro modelo más largo mis brazos necesitan ejercer más fuerza,
y no es por el peso que no varía tanto, la mayor longitud obliga a mis brazos a extenderse más y
esa palanca más larga genera más agotamiento.
El “equilibrio” está en tener un arma larga que permita tener su boca de fuego a la misma
distancia aproximada que empuñando una pistola en posición isósceles.

Trabajando con compañeros/as más altos (lo normal en realidad, soy siempre el más bajo de
cualquier grupo) observé que con el primer conjunto de armas a veces su altura y envergadura les
hacia tomar posiciones incómodas, demasiado encogidas, muy apretados y cercanos al cuerpo. No
tenían posiciones de empuñe que les ayudasen como con armas más grandes, que a mí, por el
contrario, me dificultan. Como todo, en su caso y en el mío, el entrenamiento tiende a subsanar
esos condicionantes negativos.

Pero ambos casos nos permiten analizar varios temas:

La longitud de los brazos del tirador generan un condicionante que hace más cómoda una posición
que otra, y más manejable un arma que otra.

El tamaño del arma respecto al tirador es un factor a considerar, tanto en el aspecto muy grande
como demasiado pequeño. El calibre y munición en cambio no es un factor tan importante en este
aspecto.

El “equilibrio” está en tener un arma larga que permita tener su boca de fuego a la misma
distancia aproximada que empuñando una pistola en posición isósceles.

Que a mayor tamaño hace que el cañón tienda a vibrar más, “bailar” sería más descriptivo. Esta
vibración se acentúa con empuñamientos muy recogidos en armas muy largas, algo que veremos
en mayor detalle en apartados siguientes.

Un factor a considerar es el equipo que se interpone entre la cantonera de la culata y su apoyo en


el hombro del operador.

La misma “cómoda” y estable posición que usamos y enseñamos como única desde nuestra
perspectiva, puede no serlo tanto para otro usuario. Su anatomía, envergadura, lesiones previas
(independiente de su antigüedad), gestos de agarre innatos, diferencias de equipo y/o arma, etc.
modificaran esa comodidad y aplicación eficaz.

“Bailes” de la boca de fuego.


En el punto anterior vimos que las armas largas, ya sea por su longitud respecto al usuario, como a
la posición de la mano de apoyo, pueden “bailar” más o menos a la hora de encararla contra un
objetivo en una acción de fuego de combate.

Dos marines con distintas envergaduras, disparando distintas armas (M16 y M4) pero situando la
mano de apoyo en la misma posición.

Usándome de nuevo como conejillo de indias, diré que mientras con el primer conjunto de armas
largas que desgloso, un agarre corto o recogido, me permite un control muy efectivo de ese
“baile” de la boca de fuego, el mismo agarre recogido me hace un poco más difícil minimizarlo
con armas más largas. Por el contrario, en esas armas más grandes y con empuñamiento del brazo
de apoyo más lejano, en operaciones más prolongadas en tiempo y esfuerzo tienden a agotarme
más, favoreciendo que aparezca ese “baile” de la boca de fuego, en este caso por cansancio
muscular. Estos efectos negativos tienden a ampliarse con chalecos, sobre todo externos con
placas, al obligarme a extender más aún los brazos y por ello a ejercer más palanca.

Con arma corta ese “baile” se controla mucho mejor al poder aislarlo con las manos y muñecas,
pero con el arma larga, al ir apoyada en el hombro, cualquier movimiento corporal se magnifica al
convertirse fusil y cuerpo en un ente solidario y único.

Posición del codo del brazo que dispara y empuña.

Cuando hablamos del brazo que empuña y la mano que presiona el disparador las opiniones son
bastante uniformes ya que tampoco hay más lugar donde situarla. Pero con el codo si hay
discrepancias, desde el totalmente levantado hasta los 90º respecto a la vertical, hasta el que
aboga por meter el codo casi en el ombligo.

Respecto a los codos, a ambos codos, antes de entrar en detalles específicos de posiciones y
ángulos, respondan a una pregunta simple, cuándo un boxeador o luchador de MMA, como
ejemplos, está en guardia o golpeando, ¿levantan o abre los codos? ¿Alguno de ellos? Luchar es
luchar, independientemente de que se porte un fusil, una pistola, una espada, una lanza, o
simplemente las manos, y no debe haber diferencias abismales de una a otra forma, salvo en
detalles nimios y muy puntuales. Adopten una posición de en guardia y a partir de ahí agréguenle
las armas que deseen. ¿Lo han hecho?
La función de la mano principal, además de presionar el disparador, es empujar el arma contra el
hombro de forma suave y decidida, sin excesos, y mantenerla en el lugar correcto. Y no es poco
trabajo, créanme, requiere una gran exactitud y control en su ejecución.

Brazo-mano que empuña en 90º.

Posición tiro hombro a 90 º

El hombro levantado en 90º es la más común, y hasta no hace mucho la única, de las posiciones.
Es una posición bastante forzada si nos detenemos un poco a analizarla, pero al ser la de “toda la
vida” para muchos no requiere más estudio.

Se comenta habitualmente que al levantar el codo se crea un hueco donde apoyar la cantonera de
la culata de forma firme y sin deslizamientos. Si bien esto es correcto hasta cierto punto debemos
recordar un poco de Historia militar para analizar con propiedad este detalle. Es cierto que con los
calibres habituales en pólvora negra, y los empleados hasta mediados del siglo XX con la pólvora
sin humo, este hueco creado levantando el codo permitía un mejor acople y absorción del
retroceso. Pero con los calibres de combate actuales así como las culatas más cómodas y
ergonómicas esto ya no es tan necesario.
Esta postura, conocida como “chicken wing”, ha sido empleada durante décadas por militares de
todo el mundo.

Por otro lado, como sabe todo aquel que haya pasado por el ejército, por unidades convencionales
en particular, el dogmatismo y el uso de procedimientos repetitivos contrastados y fijos “de toda
la vida” es el sistema de adiestramiento estándar por definición. Con la instrucción de tiro no lo es
menos, y con las formaciones de batalla tampoco.

Desde la más remota antigüedad se ha usado el concepto “orden” para definir como se ordenaban
las tropas para presentar batalla. Desde del orden cerrado (hombro con hombro) de las falanges
griegas clásicas, hasta el orden más abierto de los romanos, o el intermedio macedonio de
Alejandro Magno, estas distancias se definían con la referencia del brazo extendido, el codo o el
contacto del hombro. Con las formaciones de honderos, arqueros y ballesteros funcionaba de
forma muy similar, con el añadido de requerir un mínimo de espacio para manipular sus armas y
aun así intentar concentrar al máximo sus disparos sobre zonas concretas.

Con la aparición de las armas de fuego de pólvora negra la cosa no cambió mucho, la necesidad de
espacio de manipulación y de recarga se debía contrapesar con el conseguir disparar andanadas lo
más concentradas que fuera posible, para contrapesar la baja precisión con la máxima potencia de
fuego. Se continuó empleando el milenario orcen cerrado, marcando con brazos extendidos y
codos las distancias e intervalos entre tiradores y líneas. Para enseñar de forma inolvidable se
hacía repetir a los reclutas miles de veces los mismos pasos, intervalos y movimientos, para que en
el caos de la batalla pensar no fuera una herramienta del soldado de línea.

Un hoplita griego, legionario romano, arcabucero español o granadero prusiano o francés, pueden
dar fe de ello sin duda alguna. Para cualquier militar moderno la cosa no ha cambiado apenas nada
en ese sentido, si no para presentar batalla como entonces, si para formaciones y desfiles, así
como inculcar la pertenencia a un colectivo y minimizar la individualidad del recluta.

El levantar el codo para marcar las distancias entre fusileros, y aguantar mejor el culatazo del
arma, formó parte del gesto de los instructores militares de forma tan repetida a lo largo de varios
siglos que para todo el mundo se convirtió en sinónimo de tiro con arma larga. La repetición
sistemática y sin dudar hasta que se generó ese gesto por defecto nos ha llegado a través de los
siglos, y de los millones de reclutas a los que se lo implantaron de forma tan firme. Incluso
personas que jamás han usado un fusil o escopeta levantan el codo de forma aparentemente
natural. Usar armas de fuego no es natural, recuérdenlo, pero este gesto ya ha pasado al acerbo
del ser humano de forma casi innata.

Lo cierto es que para el tiro en si no mejora en gran modo la precisión ni la estabilidad del arma.

Ofrece un blanco muy rentable en las condiciones del combate cercano y/o urbano.

Mantener el codo levantado genera un cansancio evidente en operaciones de mayor duración y


exigencia.

La desalineación transversal de la muñeca puede (no a todo el mundo) generar tensiones que
afecten a la forma de presionar el disparador y por ende a la precisión de los impactos.
Si bien levantar el codo puede ayudar en cierta medida a guardar un equilibrio vertical en una
posición estática, realizando movimientos, aun de avance y retroceso simplemente, estos tienden
a ralentizarse y a no ser del todo fluidos.

En movimientos que impliquen cambios de dirección, ritmo o de alineación del arma estos
cambios también tienden a ser sincopados y menos fluidos.

En una ataque muy cercano, de contacto, habitual en entorno urbano por ejemplo, es muy fácil
bloquear codo y brazo alzado para inmovilizar y desarmar al operador con un sencillo gesto.

Bajar el arma de la línea de tiro genera una mayor tensión en el hombro si queremos mantener el
codo levantado.

Por último, en condiciones urbanas o con obstáculos verticales es muy fácil golpearse este codo de
una forma más o menos severa.

Respecto a este último punto, a modo de anécdota personal y ejemplo, en una práctica en mis
comienzos en el mundo militar, cuando era de obligado cumplimiento levantar el codo, golpeé una
esquina en una práctica urbana, en ese instante casi solté el arma y más tarde, al finalizar el
entrenamiento, debí dirigirme al botiquín con una inflamación grave del codo, que me mantuvo de
baja una temporada. Pudo ser un fallo por mi torpeza congénita, pero conversando con otros
profesionales a lo largo de los años pude quitarme ese complejo de torpe, en ese campo al menos,
ya que muchos de ellos sufrieron la misma experiencia más o menos grave.

Codo recogido dentro del torso.

La posición opuesta a la anterior es la que se adopta metiendo el codo, dentro de la zona del
abdomen y tórax. Se busca reducir la silueta frontal a la mínima expresión. Si la posición anterior
no la considero apta para el combate dinámico, aunque no totalmente desechable, esta, por mi
experiencia de empleo (con lo cual repito que tan solo es mi opinión) la considero
sumamente negativa e incluso dañina. Permítanme explicarlo paso a paso.

Meter el codo de esa forma obliga a la columna vertebral a doblarse, forzando los músculos
dorsales y trapecio por elongación (estiramiento), y a los músculos pectorales por compresión.
Esa elongación provoca tensión en la zona lumbar y cervical que se agrava con el paso del tiempo
en acción.

La compresión pectoral citada puede en gran medida restringir la capacidad pulmonar


precisamente en momentos que necesitamos el máximo aporte posible.

Con equipo táctico (chaleco con o sin placas, portacargadores, radios, etc.) resulta aun más difícil
de adoptar y los efectos negativos se multiplican.

Con equipo más pesado y completo y/o con operadores de talla reducida directamente resulta
imposible de adoptar.

Las rotaciones, giros y movimientos en general pierden fluidez y flexibilidad, volviéndose en


muchos casos cada vez más rígidas y bruscas, lo cual a su vez genera falta de estabilización precisa
y rápida del arma.

El hecho de bajar y subir el arma obliga a reacomodos de la posición respecto al cuerpo, debiendo
“entrar” y “salir” de dicha posición cada vez que sube y baja el fusil/subfusil.

Es por ello que no la uso ni recomiendo, prefiriendo posiciones del codo más naturales y
“relajadas” que favorezcan el mantenimiento de las acciones el mayor tiempo posible.

Codo paralelo al tórax.

Mi codo del brazo de empuñamiento lo suelo llevar paralelo al tórax, de tal forma que forma un
bloque con él, consiguiendo una serie de beneficios respecto a las dos anteriores posiciones,

No asoma en condiciones urbanas antes que el arma y no ofrece un objetivo tentador.

Forma un bloque con mi torso con lo que la silueta en cierta medida es más homogénea y
reducida sin forzarme.

Muscularmente hombros, dorsales y trapecio no están forzados ni hipertensos, con lo cual el


cansancio, el esfuerzo generado para contrarrestarlo y las vibraciones generadas por la tensión,
tardan más en aparecer. Manteniendo la operatividad por más tiempo.
Al estar ambos brazos de forma natural pegados al costado y paralelos al torso, el esfuerzo
muscular se minimiza en gran parte, repartiendo el apoyo con los huesos y la caja torácica.

El hecho de trabajar con o sin equipo de protección apenas afecta a la adquisición de esta posición
del codo, ya que en ambos casos, se apoya en el tórax.

La muñeca no tiene torsión transversal, manteniendo la alineación con el antebrazo y facilitando


una presión del disparador cómoda y eficaz.

Las rotaciones se ven facilitadas, incluso en movimiento gracias a la relativa relajación muscular de
los músculos implicados.

En una combate cuerpo a cuerpo el control del arma es mayor y resulta más difícil bloquear los
movimientos del arma reduciendo el riesgo de ser desarmado o neutralizado.

Como ya dije sobre esta última posición del codo del brazo principal, es la que empleo y
recomiendo, siendo invariable respecto de donde coloque la otra mano, la de apoyo. Posición que
veremos en los siguientes puntos.

Pero mejor detengámonos por hoy aquí. En el próximo trabajo veremos cómo y dónde colocar la
otra mano.

Empuñando el arma larga II. Colocación de la mano de apoyo

stockarmas | Rifles y fusiles | 21 abril, 2017

Empuñando el arma larga II. Colocación de la mano de


apoyo. “El campo de las artes marciales abunda particularmente de esgrimas vistosas, con
popularización comercial y aprovechamiento (…) La consecuencia de esto es que (…) las artes
marciales de aficionados son origen de grandes heridas”. Bonito párrafo ¿verdad? Pareciera
extraído de algún artículo de cualquier revista, web o blog tan en boga en nuestros tiempos. Lo
cierto es que no es así, fue escrito en 1643 por un “tal” Miyamoto Musashi, un “simple”
espadachín invicto de la época. Si son un poco curiosos podrán localizar infinidad de textos
similares de muchos autores y épocas. Imagino que esta cuestión debe ser algo intrínseco al ser
humano, y por ello nada nuevo independiente de la época, de la sociedad y de la cultura. Es por lo
que analizar, contrastar, evaluar, probar, pensar en definitivas cuentas, es el verdadero arsenal
que necesitamos. Después de todo ¿Cuál es la más poderosa de las armas que posee el ser
humano?

Por cierto, lo de “simple” y “tal” en referencia al Sensei Musashi es una licencia personal irónico-
sarcástica. La mayoría ya me conoce, discúlpenme.
Cecilio Andrade, autor del texto.

Factor humano, el cansancio

En el artículo anterior comenté el cansancio como factor a considerar, y seguro que muchos
pensarán algo como que “eso demuestra que es un mal operador” o “eso se arregla entrenando
hasta que no notes el peso del arma”. Sobre lo primero es cuestión de egos y mejor dejamos su
estudio a otros profesionales más capacitados. Sobre lo segundo, lamento decir que ese es uno de
los errores más comunes, olvidar que todos nos cansamos, nuestros músculos tienen límites, aun
siendo la persona más fuerte y en forma del mundo.

Tras un enfrentamiento armado, es normal sufrir dolores musculares sin razón aparente.

El estrés, con su coctel químico y hormonal, aumenta la fuerza y respuesta en un corto plazo de
tiempo, pero a mayor esfuerzo y duración del mismo, esta capacidad no solo desaparece, si no
que nos deja con nuestras capacidades mermadas muy por debajo de lo normal. Por eso muchos
operadores, tras una acción armada, comentan las agujetas y dolores musculares que sufren sin
razón aparente. Nos guste reconocerlo o no, nadie está libre de ese agotamiento, y si bien el
entrenamiento físico retarda su aparición, una combinación correcta y adaptada de técnicas
variadas nos permitirá retardar mucho más la aparición del mismo, siendo operativos más tiempo
sin ver mermadas nuestras habilidades. Permítanme una digresión más. Sé que han notado,
algunos más que otros, que en mis texto utilizo los conceptos mano o brazo de “apoyo” y
“principal”, y también sé que muchos de Uds. tienen en mente otros términos como mano/brazo
débil y fuerte, hábil y tonta, o simplemente derecha e izquierda, ¿correcto? Algunos ya han leído
en otros de mis trabajos que analizo mucho el tema subconsciente, y por ello aprendí que este
“señor”, el subconsciente, tiene un sentido del humor más bien nulo. Decirle a una parte de
nuestra anatomía débil, torpe o tonta, es convertirlo en realidad. Usen siempre términos positivos
para describir, estoy seguro que les ayudará a sacar mejor uso de ese miembro. Por otro lado, la
supuesta mano tonta, torpe o débil, hace… veamos que recuerde, monta el cerrojo del fusil,
cambia cargadores, subsana interrupciones básicas, dirige y alinea el arma, aguanta en peso…. ¿se
me olvida algo? Y mientras la mano derecha ¿qué hace? Aaa!!! Si, manipula selector de tiro, en
algunos fusiles el reten del cargador (no en todos), dispara, mantiene el arma apoyada con la
cantonera en su lugar del hombro. Visto así, de verdad creen que esas definiciones negativas ¿se
ajustan a la realidad? Lo de derecha e izquierda tampoco lo uso ya que el 13% de la humanidad
varón es zurda natural, en el caso de las féminas el 9%, por lo que aplico es el concepto general y
cada cual que emplee la técnica a su particular lateralidad. Tras estos comentarios veamos unos
detalles a tener en cuenta cuando analicemos las posiciones donde colocar la mano de apoyo en el
fusil.

Detalles previos sobre el brazo de “apoyo”

El codo del brazo de apoyo debe estar situado bajo el arma, casi en su vertical, o lo más cerca
posible de la vertical del arma sin que resulte incómodo o forzado, recuerden de nuevo el artículo
anterior sobre el otro brazo. Desde esta posición le resultará relativamente fácil cambiar de
objetivos con ligeros toques (empujando o tirando) al cañón del fusil, lo cual es mucho más eficaz,
seguro, rápido y preciso que rotar todo el tronco superior. La dirección general del brazo debe
dirigirse hacia el objetivo, volvemos preocuparnos de no tomar una posición forzada ni tensa. La
dirección debe ser lo más aproximada posible sin obligarnos a forzar articulaciones ni músculos. El
codo no debe levantarse ni aletear, aunque en algunas posiciones no apuntara hacia abajo si no a
un costado, aun así mantendrá la dirección definida por el hombro, codo y mano respecto al arma
y el objetivo a batir. No debe ejercerse una excesiva fuerza de agarre ya que esto genera
temblores en la alineación del arma, además de una pérdida más rápida de capacidades motoras
por agotamiento muscular. Tras esto, ¿dónde podemos situar la mano de apoyo? Veámoslo
comparando ventajas y desventajas según situación y entorno.

Posiciones de tiro respecto a la posición del brazo de apoyo.

Según a quien preguntemos podríamos listar un catalogo muy largo de posiciones de tiro con arma
larga según donde y como situemos la mano de apoyo. Permítanme resumir todo un poco y
reducirla a tan solo tres, por lo menos para hacerlas manejables a nivel de estudio y
adiestramiento. Mi listado personal podría quedar resumido así:

Posición recogida.

Posición alargada.

Posiciones intermedias.
Posición recogida

Es esta posición la más común desde el punto de vista táctico y operativo ya que sin ser perfecta
en todos los aspectos, es la que más se adapta a cualquier tipo de arma independiente de forma,
calibre y tamaño. Y es muy fácil de adoptar, prueben con un sencillo ejercicio, colóquense en
guardia de boxeo típica, ambos puños alzados, tronco ligeramente en oblicuo lo cual coloca una
mano levemente por delante de la otra, ¿ya la tienen?, ahora que alguien les coloque un fusil en
las manos sin que Uds. modifiquen mucho su posición más que adaptándose al tamaño del arma, y
¡vuala! ¿Qué tienen?

La mano de apoyo se sitúa sobre la embocadura del cargador, o lo más próximo a la misma. No es
aconsejable agarrar directa y únicamente el cargador ya que puede desalinearlo y generar
interrupciones, aunque esto es más factible en algunos modelos de armas que en otros.
Dependiendo del tamaño del arma y de la mano corremos el riesgo de tapar, total o parcialmente
la ventana de expulsión. En algunas armas es también relativamente fácil presionar
inconscientemente determinados botones, en el M4 por ejemplo, es muy típico presionar con
estrés el reten del cargador, así que cuidado donde colocamos los dedos.

Ambos brazos permanecen paralelos al tronco superior con respecto al brazo principal, como
describimos en el último punto del artículo anterior. Ambos antebrazos tienen un ángulo respecto
del brazo y tórax del orden de30º a 45º, adaptándolo obviamente a los parámetros ya descritos de
tamaño del arma, equipación y envergadura del tirador. El brazo de apoyo es casi una imagen en
espejo del principal, aunque esto depende un poco más del tamaño del arma respecto del tirador
que le obliga a alargar o recoger más el brazo.
El hombro principal está ligeramente atrasado dejando el tronco en oblicuo respecto a la línea de

tiro del fusil. ¿Cómo un boxeador o no?

La posición de los antebrazos variará adaptándola obviamente al tamaño del arma, equipación y
envergadura del tirador.

El error más común suele ser abrir uno o ambos codos, con lo que se traduce en un mayor
agotamiento y pérdida de control de tiro en lateralidad y dificultar los movimientos en
vertical. Ventajas:

Es más descansado ya que el apoyo del arma en posición de tiro se realiza más con los huesos que
con los músculos. Por lo que es una posición que nos permite mantenernos operativos en acciones
más prolongadas y exigentes.

El control físico y manipulaciones (cambios de cargador o interrupciones) del arma es más sencillo
y cómodo por cercanía de la mano manipuladora.

Los movimientos verticales del arma son totalmente controlables.

Resulta más difícil ser desarmado desde esta posición ya que ambos brazos pueden
ejercer máxima fuerza y control.

Si llevamos accesorios pesados en la parte frontal del arma puede facilitarnos levemente el
levantar y mantenerla elevada.

Respecto al caso anterior podemos realizar un tiro más preciso si apoyamos el codo de apoyo en
el abdomen y adoptamos una posición de tiro quizás más parecida al tiro deportivo, estática eso
sí.

Es fácil controlar las transiciones de arma.

Es aplicable a casi cualquier tipo de arma independiente de calibre y longitud.

Cómoda de emplear en recintos muy cerrados como vehículos.

Desventajas:

Para disparos lejanos o de extrema precisión la boca de fuego “baila” más.

En posición de espera el arma está más controlada y pero los brazos pueden agotarse más pronto,
especialmente el de apoyo.
En los cambios de objetivo y giros es fácil rebasarlo por la inercia del peso por delante de la mano
de apoyo.

Aunque lo comenté en ventajas, con accesorios pesados en la parte frontal puede también
generar mayores oscilaciones y temblores para disparos rápidos de combate.

Es fácil tapar la ventana de expulsión o presionar botones indebidos del arma, especialmente en
armas más pequeñas y/o con operadores grandes.

En tiros tras parapetos es sencillo cometer el error de disparar al borde del obstáculo.

Posición alargada

Esa posición es la más común desde el punto de deportivo


(IPSC con carabina) y en alza en entornos operativos y tácticos. Siendo también relativamente fácil
de adoptar. La mano de apoyo se aleja lo máximo posible, sin dejar el brazo (y su codo) con una
rigidez excesiva. La posición y tensión del codo es muy similar a la requerida para la posición
isósceles con pistola. Aquí podemos colocar la mano por encima o por debajo del arma, lo cual,
fuera de costumbres particulares, depende del tamaño del arma respecto al usuario. De esta
forma podemos acercar o alejar la mano unos centímetros importantes para no tapar la boca de
fuego de forma peligrosa. El error más común es no llegar a extender o dar excesiva rigidez al
brazo de apoyo, sacando el codo hacia el exterior, lo cual genera más cansancio y suele tender a
desviar los disparos en lateralidad, ya sea a derecha por falta de tensión o a izquierda por exceso
de la misma.

La posición alargada de la mano de apoyo es la más común en los tiradores de IPSC con carabina

En la posición alargada la colocación del brazo principal no varía.

El hombro principal está ligeramente menos atrasado que en la posición recogida, ya que la
cantonera del fusil se sitúa levemente más centrada respecto al tórax que en la posición anterior.

Ventajas:
Es muy eficaz y precisa para tiros de combate y/o en movimiento en distancias medias y lejanas.

En posición de espera el arma está más controlada y los brazos pueden mantenerse más
descansados.

En los cambios de objetivo y giros es fácil controlar la inercia del peso del arma, lo cual facilita los
cambios de objetivo.

Es fácil controlar las transiciones de arma.

En tiro tras obstáculos es más sencillo controlar la posición del cañón respecto al borde del
parapeto.

Desventajas:

Es más cansado ya que el apoyo del arma en posición de tiro se realiza con los músculos,
especialmente del hombro de apoyo, y el codo sufre más. Por lo que es una posición que no
permite mantener la operatividad de forma prolongada y exigente.

El control físico y manipulaciones (cambios de cargador o interrupciones) del arma es ligeramente


más lento e incómodo, sobre todo si no se entrena debidamente.

Los movimientos verticales rápidos del arma pueden resultar con un ligero rebasamiento de la
zona a batir.

Resulta más fácil ser desarmado desde esta posición ya que la posición de ambos brazos no
permite máxima tensión y potencia en su agarre, resultando relativamente fácil luxar el brazo de
apoyo.

Dependiendo del tamaño del arma puede hacer más pesado y lento su manejo.

En interiores muy cerrados, como vehículos, es incómoda de emplear y puede generar un riesgo
de daño al codo de apoyo.

Posiciones intermedias

Esta definición encuadra todas las posiciones de la mano de apoyo en las cuales no está ni
recogida lo máximo posible, ni extendida también al máximo. Sé que muchos autores e
instructores tienen catalogaciones para cada ángulo intermedio, pero personalmente opino que
como esto depende de condiciones muy específicas, y en muchos casos particulares de cada
operador, es más sencillo compendiarlas en una sola clase. Las condiciones generales de uso son
las comentadas en el punto con la mano recogida, variando tan solo el ángulo entre brazo y
antebrazo. La variación de dicho ángulo dependerá en mayor medida de lo ya comentado en la
relación tamaño del arma respecto a envergadura del tirador.
Al ser tan variada y personal esta posición, realizar un desglose de ventajas y desventajas no será
realista, ya que lo cierto es que dependiendo de la posición caerá dentro de los parámetros de
alguna de las dos posiciones anteriormente descritas. Por regla general estas posiciones
intermedias son adaptaciones anatómicas personales, más o menos acertadas y/o correctas de las
dos anteriores. Por lo tanto cada tirador merece un análisis personalizado. No son posiciones
incorrectas por no estar en uno u otro extremo, son adaptaciones. El análisis personalizado basado
en los dos puntos extremos anteriores debe fundamentarse en el grado de extensión o flexión del
brazo. Con lo cual se acercará a los parámetros de una u otra posición.

Ultimo detalle

Brazos, hombros, codos, manos, torso, ¿Qué falta? Nos falta el tercer punto de nuestro trípode.
Cuando perdidos en la montaña necesitamos saber dónde estamos, el método estándar es sacar el
rumbo inverso a tres puntos conocidos e identificados en el plano, y dibujar esas líneas de rumbo
en el mismo plano. Donde se crucen esas tres líneas (normalmente un diminuto triángulo) es
donde estamos realmente. Podemos “localizarnos” con dos líneas pero la precisión no será tan
exacta. Con el tiro, de combate en este caso, ocurre lo mismo, con dos líneas de control, léase
brazos, podemos ser precisos, pero no del todo exactos, faltaría algo, y ese algo es control de
altura de la línea de tiro. Con la mano principal controlo el arma y la dirijo, con la de apoyo la alzo
y la muevo en lateralidad, y la mejilla me da el control en altura, esa es la tercera pata del trípode,
y la tercera línea de mi plano.
El apoyo en la mejilla me proporciona el control de la altura de mis disparos.

Cuando miramos de frente a un objetivo, recuerden que nadie dispara de reojo, la cara se alinea
con ese adversario, al alinearse crea una línea imaginaria entre la mejilla y el blanco, línea sobre la
que colocamos la culata de nuestra arma, ni más ni menos. Con esos tres puntos de apoyo, ambos
brazos y mejilla, tenemos el arma dirigida hacia donde deseamos. Ahora le toca a los tres ojos, los
dos del tirador y el de la boca de fuego, buscar el punto exacto donde deben converger sobre el
objetivo. Cuestiones finales Se habrán dado cuenta que no he hecho comentario alguno sobre
accesorios, empuñaduras, agarres, asas o demás aditamentos que podemos agregar al arma. No lo
haré, Uds. ya han leído en qué puntos concretos han de fijarse para realizar correctamente estas
acciones, y el que las faciliten (o entorpezcan) por el añadido de accesorios es más una cuestión de
preferencia personal (o de uniformidad) que de ninguna otra cosa. Decidan lo que decidan llevar
entrarán en estos tres supuestos que describo, por lo tanto Uds. son los que deben analizar,
estudiar, probar y pensar si les ayuda o por el contrario les dificulta determinadas acciones o
gestos. Por otro lado un accesorio puede ser muy útil en caso concreto pero entorpecernos en
otros. ¿Qué casos son más comunes y cuales más improbables? Ya saben, pensar. Para terminar,
seguro se preguntarán: “vale, vale… ¿y tu cual posición empleas?”, y lo harán para de esa forma
tener un referente a criticar, imitar o simplemente a considerar. Pues bien, uso las tres, y otras
que las circunstancias me piden. De forma estándar me muevo y actúo con la mano recogida, paso
a extenderla cuando tengo un blanco a media y larga distancia de combate, cuando debo disparar
en movimiento a blancos a esa media y larga distancia, tras obstáculos a los que no deseo
pegarme, me adapto. Vuelvo a posición recogida en recintos cerrados o a distancias cortas y
medias. ¿Y las intermedias? Las circunstancias y entorno me las piden y exigen en cada situación..
Como ven soy muy pragmático, uso lo que necesito en cada situación. Considero que esta es otra
de las virtudes que un operador armado con posibilidades de éxito necesita, pragmatismo.
Pragmatismo y la que comentamos al principio del artículo anterior y recordamos a lo largo de
este, adaptación. Junten ambas virtudes y tengan por seguro que sacarán una tercera, “pensar”.
Ese profesional armado piensa, piensa de forma pragmática y adaptativa. Sus posibilidades de
supervivencia pueden deducirse como amplias. Hasta aquí el trabajo de empuñamiento de armas
largas, espero haber aportado algo útil y que les ayude a ampliar su caja de herramientas y
técnicas. Un profesional armado no puede ser sencillo como un martillo, en este mundo no todo
se soluciona a golpes, ya que no todos son clavos, aunque ciertamente si abundan. Pensar no los
hará mejores operadores pero si mejores profesionales. Cuídense y cuiden de los suyos. Texto:
Cecilio Andrade
Ejercicio de tiro escalonado

stockarmas | Policial y defensa | 26 octubre, 2016

Ejercicio de tiro escalonado. “La inteligencia consiste no


sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica”.
La sentencia anterior es otra de las lecciones con las que Aristóteles, como muchas otras personas,
iluminó el avance de la humanidad.

Estoy seguro que todos Uds. conocen muchos grandes “pitufos” sabios, capaces de desglosar una
cantidad infinita de datos y reseñas, pero son incapaces de plasmar ese conocimiento en algo más
que una mera conversación demostrativa de su gran sabiduría. Por otro lado también están los
que pueden plasmar de una forma perfecta la habilidad que sea, sin ser capaces posteriormente
de explicar, y por tanto transmitir, la forma en la que otros puedan llegar hasta esa misma
habilidad. El equilibrio está en el centro, como todo en la vida, saber, hacer, transmitir. Veamos
ahora el “hacer”, veamos si logro “transmitir” el poco “saber” que me tocó en el reparto de
habilidades.

El entrenamiento que intentaré describir hoy es uno de esos ejercicios “multifuncionales” que con
muy leves cambios de ejecución, o simplemente cambiando el planteamiento mental, permiten
trabajar una gran cantidad de las habilidades motoras y psicológicas necesarias en un
enfrentamiento. Describiré el ejercicio en la forma elemental tal y como lo idee originalmente,
para, al final del trabajo, comentar algunas de las posibles variaciones una vez dominen la forma
básica.

Originalmente lo diseñé para uso con arma larga, fusil o subfusil, pero su aplicación con pistola
también resultó factible y muy eficaz, así como combinando ambas armas durante el ejercicio.

Usado en su forma básica para arma larga, la posición de partida sería la de “espera arma abajo”, y
para los pasos laterales el arma bajaría su cañón casi verticalmente sin separar la culata del
hombro del brazo principal (normalmente derecho, los zurdos ruego inviertan la imagen durante
todo el artículo), para volver a subir verticalmente una vez superado el obstáculo.
Posición del arma a la “ espera baja” con fusil.

Si lo realizamos con pistola la posición de partida sería desde el arma enfundada, para tras los
disparos que correspondan (según ejercicio) realizar los pasos laterales recogiendo el arma hacia
el pecho y una vez rebasado el obstáculo volver a extender los brazos. Aquí recomiendo la
posición isósceles.

Posición isósceles.

Necesidades

Pese a ser un ejercicio de los denominados “complicados” las necesidades materiales no son muy
altas, y se puede realizar con pocos medios.

6 siluetas humanas tipo IDPA o IPSC antiguas, en su defecto tipo FBI, con sus respectivos soportes.

6 “piquetas” o postes de un mínimo de 1.70 m una vez clavados y asegurados.

La munición puede variar entre 18 cartuchos de la versión más básica, hasta los 48 en su versión
más avanzada. Así mismo pueden ser todos del mismo calibre/arma, o una combinación del
calibre de dos armas distintas. Ejemplos:
Solo con pistola/subfusil ( 9 mm/.40 normalmente)

Solo fusil (.223 Rem./5.56 mm, .222 Rem, 7.62×39 mm., etc.)

Combinación de calibres/armas anteriores.

Un timer puede ayudarles a controlar sus mejoras respeto a las habilidades y coordinación
motora, siempre en referencia con su precisión y efectividad de tiro obviamente. Aunque un
simple cronómetro puede cumplir de forma general esta función, el timer les ayudará a controlar
los encadenamientos de disparos, pares, secuencias, combinaciones, etc.

Distribución del campo

Una imagen vale más que mil palabras, por ello les agrego la que llevo en mi libreta de trabajo. En
la misma podrán ver distancias y distribución de los blancos y piquetas, así como las distancias
entre cada uno de los elementos.

Colocaremos una línea de piquetas (los obstáculos) separadas un mínimo de 50 cm y un máximo


de 80 dependiendo de la dificultad que queramos respecto a la envergadura de los tiradores y el
desplazamiento.

Los blancos se colocarán de forma escalonada separados 1.50 m en profundidad como indica la
imagen. Transversalmente pueden estar casi solapándose vistos desde la línea de tiro, siendo la
idea que se vea el blanco correspondiente en cada desplazamiento de forma clara desde la
posición de tiro.

Si deciden realizar solo la versión para pistola las distancias hasta el primer blanco pueden
reducirse hasta un mínimo de 7 m, no menos si queremos un ejercicio equilibrado y útil. En este
supuesto la distancia longitudinal entre blanco y blanco seguirá siendo de 1.5 m. En todo caso
pueden usar las mismas distancias reseñadas, las de la imagen, también con pistola cuando
alcancen, o ya tengan, un nivel más avanzado.

Durante la planificación o la ejecución de sus adiestramientos nunca descuide la seguridad


Ejecución

Plantearé la secuencia básica con fusil, les emplazo a releer los párrafos 5 y 6 de este texto para
ver cómo sería su aplicación con arma larga y corta. En esta versión básica, que
llamaré “escalonado básico A”, usaremos 18 disparos

Partiendo de la posición de espera con fusil, nos situamos a un par de palmos de la piqueta u
obstáculo (sobre 40 cm aprox.), aunque esto depende de la envergadura de cada tirador. En mi
caso, tamaño mini, con esos 40 cm es más que espacioso, un tirador de 1.90 quizás deba separarse
algo más de la línea de piquetas. La cuestión viene definida por la distancia a la que el tirador deba
bajar el arma verticalmente para, tras movimiento lateral del tronco, volver a alzarla para su nueva
secuencia de disparos. La piqueta actúa de obstáculo y distractor de concentración y posición.

Secuencia:

A la señal (pitido si usamos timer), elevamos el arma por el lado izquierdo de la piqueta, doble tap
(el tipo de par depende de la habilidad del tirador, ver mi artículo anterior sobre los distintos tipos
de doble tap y sus características).

Tras ese doble tap sin mover los pies bajamos el arma y la pasamos al otro lado de la piqueta para
realizar un único disparo a la zona de la cabeza de la silueta.

Volvemos a bajar el arma para dar un paso lateral y repetir la secuencia anterior al segundo
blanco, que se encuentra 1.5 m. más alejado que el primero.

Así hasta el final del ejercicio.

ESCALONADO TIPO “A”:

ARMA EN ESPERA BAJA → ”DOBLE TAP” → BAJAR ARMA → GIRAMOS → “DISPARO A LA


CABEZA”

Dentro de este ejercicio una buena, y segura, práctica puede ser


el comenzar con el arma larga en seguro, para que cada vez que la levantamos (mientras sube en
realidad), desactivemos este seguro. Tras realizar los disparos correspondientes mientras baja,
activaremos de nuevo el seguro, repitiendo cada secuencia de forma automática. Este añadido al
ejercicio quizás lo haga un poco más lento al principio pero cuando deban realizar acciones reales
y estresantes agradecerán que su dedo pulgar adquiera esta habilidad inconsciente.

Un variante sencilla de este mismo ejercicio, llamémosle “escalonado básico B”, es realizar el
doble tap, del tipo que se considere, paso lateral bajando el arma, nuevo doble tap, y así hasta el
final, para regresar sin detenernos realizando el mismo ejercicio pero con un solo disparo por
blanco y a la zona de la cabeza.
ESCALONADO TIPO “B”:

ARMA EN ESPERA BAJA → ”DOBLE TAP” → BAJAR ARMA → GIRAMOS → “DOBLE TAP”

Los dos ejercicios que acabo de describir son básicos y muy eficaces para perfeccionar los puntos
siguientes:

Control del disparador al pasar de dobles tap a disparos aislados de forma muy rápida y
consciente.

Identificar los distintos tipos de doble tap según distancia y circunstancias, así como las
necesidades internas propias para esos disparos.

Control motor del arma al vernos obligados a modificar el encare en cada secuencia de tiro.

Control espacial al vernos obligados a movernos y al estar los blancos a distintas distancias,
crecientes o decrecientes según el caso.

Puntuación

Si deseamos puntuar y calificarnos para ver nuestros avances o


detectar pautas que necesitemos corregir podemos tomar como referencia los siguientes tiempos:

Más de 21 segundos requiere optimizaciones de técnica, motoras o simplemente de


autoconfianza.

Entre 18 y 21 segundos está muy bien.

Menos de 18 segundos ya hablamos de excelencia.

Obviamente me refiero a estos niveles siempre y cuando los blancos hayan sido correctamente
alcanzados. Personalmente sumo un segundo a mi tiempo por cada disparo perdido ya que blanco
no alcanzado es un objetivo no neutralizado que podría neutralizarme a mi en realidad. Sumo
también otro segundo si un blanco tiene más disparos de los que debe, eso significaría haber
alcanzado a un inocente y es algo que también se debe penalizar si deseamos mejorar.

Variaciones y dificultades

Podemos ir introduciendo distintos niveles de dificultad según vayamos progresando:

Solapar las siluetas en profundidad, obligando a buscar líneas de tiro limpias.


Siluetas solapadas

En el ejercicio “escalonado básico B” podemos realizar la primera parte con el hombro de la mano
principal, y regresar ejecutándolo con el hombro de la mano de apoyo. Lo mismo con pistola.

Todo el ejercicio con el hombro o mano de apoyo

Aumentar las distancias.

Distracciones, sonoras, visuales, interrupciones, cambios de cargador, etc.

Buscar alcanzar solo las zonas “A” de las siluetas.

Las piquetas colocadas en ángulo divergente con las siluetas formando una punta de flecha o un
“V” tumbada, de tal manera que las distancias se amplían más y los pasos no serían laterales, si no
oblicuos, hacia atrás y hacia adelante.

Ir con un arma y regresar con otra. Ejemplo más común, realizar el ejercicio “escalonado básico B”
comenzando en la ida con fusil/subfusil y regresando con pistola.

Realizar transiciones de arma en cada poste o piqueta. Con el ejercicio “escalonado básico A”
comenzamos con el doble tap con fusil/subfusil, para sin mover los pies realizar una transición a la
pistola y al otro lado de la piqueta un único disparo (o doble tap si lo creemos necesario para
entrenarlo). Enfundamos la pistola y mientras damos el paso lateral empuñamos el fusil y
repetimos la secuencia hasta el final.

Realizándolo con una sola arma más un timer de registro podremos controlar que las secuencias
de disparos “salgan” con los mismos intervalos de tiempo en todo el ejercicio, señal obvia de que
controlamos los tiempos y el disparador de nuestra arma.

Combinaciones varias de todo lo anterior.

Todo aquel añadido que su experiencia y habilidades consideren necesario sin desvirtuar el
espíritu de este ejercicio.

Seguridad siempre

Al principio comenté el tema del control de la desactivación y activación del seguro manual del
arma o armas que empleemos, ahora lo repito por su importancia. En los ejercicios con armas
combinadas no es simplemente aconsejable, es ineludible, antes de pasar al otro arma debemos
asegurar la que empuñemos en ese momento. Si empezamos con fusil y realizamos una transición
a pistola, aseguramos antes el fusil, para, una vez realizado el/los disparos con la pistola asegurarla
también (si tiene seguros externos) antes de enfundarla y proceder a tomar el arma larga. Y esto
no es aconsejable, es obligatorio.

Alguno comentará la tan celebrada frase hollywoodiense de “el seguro es mi dedo”, por más
heroico que nos parezca, con el mayor respeto del mundo, esa frase solo es válida en poquísimos
profesionales del mundo, e incluso la mayoría de estos usan los seguros sin buscar excusas. Lo que
en la relajación de una conversación, o en el más o menos ligero y asumible estrés de un
entrenamiento, en instalaciones y ejercicios controlados, puede asumirse, en la realidad de un
enfrentamiento no es así. La prisa por neutralizar sin ser neutralizado, el coctel químico-hormonal
que circula por nuestras venas, sus efectos en las habilidades motoras, cognitivas y perceptivas, la
reducción de una parte de nuestros sentidos y la ampliación de otros, todo ello forman un puzle y
una rampa helada para cometer errores de los que nadie es inmune. Todos erramos. Y el peor de
los errores puede significar un arma no asegurada que nos autolesione en el caso menos nocivo
moralmente, o en el peor, para mí al menos lo es, de alcanzar a un compañero o un civil inocente.

Nunca descuiden la seguridad, ni en sus planificaciones, ni en sus adiestramientos, ni en su


trabajo. Si diseñan sus entrenamientos partiendo desde principios seguros, su ejecución les dará la
seguridad para posteriormente trabajar con esa misma seguridad sin perder ni un ápice de
eficacia, precisión y velocidad.

“Trabajen como entrenan, y entrenen con seguridad”, es la evolución evidente de una frase con
miles de años.

Cuestiones finales

¿A qué velocidad debo realizar este tipo de ejercicios? Nunca corran, y por correr me refiero a ir a
una velocidad tal donde no puedan controlar todos y cada uno de los pasos que debemos
ejecutar. Si son de los que siguen mis trabajos les sonará, por muy repetido, este comentario. Y
más aun la frase “lo lento es suave, lo suave es rápido”.

El autor del texto Cecilio Andrade

Partan de una velocidad moderada que les permita identificar sus movimientos superfluos y los
soslayados. Analice a ese ritmo seguro y calmado, que le permitirá adquirir las habilidades
motoras necesarias junto con una sana autoconfianza, con todo ello la velocidad irá aumentando
inconscientemente de una forma constante, eficaz, precisa y, por encima de todo, segura, tanto en
su ejecución como en su progreso.

“Vísteme despacio que tengo prisa” dice el viejo refrán. Vistan despacio sus habilidades y les darán
gratas sensaciones, no solo un día, si no toda su vida.

oble tap. ¿Es o no es? He ahí la cuestión

stockarmas | Policial y defensa | 2 junio, 2016

Doble tap. ¿Es o no es? He ahí la cuestión.Llegaba tarde al


aeropuerto y perdería el último vuelo quedando atrapado en aquel país. Tenía que correr, tras la
esquina ya solo faltaban unos cientos de metros para llegar a la terminal y poder embarcar hacia
un lugar más acogedor.

La esquina, girar y…. un rebelde con el ubicuo AK. Toda la adrenalina que llevaba en su organismo
le dio alas a la mano derecha para coger la Browning High Power, desenfundando y colocando un
doble tap tan perfecto que parecía estar en el campo de entrenamiento. Por ello mismo, por la
perfección de su desenfunde y tiro, bajó el arma más relajado, aliviado incluso.

Lo había hecho bien, sus instructores estarían contentos. Le habían


dicho de forma inapelable que un doble tap a esa distancia tumbaba a cualquiera… ¡Imposible! El
rebelde no había caído, se tambaleaba eso sí, pero aun estaba intentando encarar su fusil. ¡La
cabeza! ¡Dale en la cabeza le gritaba su híper-acelerado cerebro! Y comenzó el lentísimo, para él al
menos, ascenso del arma hasta la línea de tiro a la cabeza de aquel que también estaba alzando su
AK47… no llegaría… no llegaría a tiempo…

Vayamos por partes y hablemos de tiro, de un concepto específico, del tan nombrado, usado pero
también muy mal comprendido “doble tap”.

El concepto del doble tap

Decir que un doble tap es simplemente una secuencia de dos disparos rápidos sobre nuestro
objetivo para neutralizar una agresión es casi una perogrullada de lo obvio que es. Pero, ¿de
verdad es tan evidente? Veámoslo primero con una serie de ideas que son de uso muy cotidiano
dentro de la comunidad armada, pero no por ello son más comprendidas o correctamente
aplicadas.

Si preguntamos el porqué de la necesidad un doble tap, la contestación del 99.99% de los


encuestados dirán algo similar a lo siguiente: “la munición moderna no tiene suficiente poder de
parada (o de detención, o de neutralización) y por eso es necesario realizar dos disparos muy
juntos para multiplicar el efecto de un solo disparo aislado”. Y la verdad es que por más veces que
se escuche y repita, cual papagayos recitando un mantra, la afirmación no deja de ser correcta en
su espíritu.

Ciertamente la reducción de las armas y de las municiones


modernas para hacerlas más portables y controlables en el disparo, han reducido bastante la
capacidad de neutralizar de forma instantánea a un agresor. Y aunque hoy en día el diseño de los
proyectiles, con deformaciones y/o fragmentaciones controlables, mayores velocidades y mejores
cañones hace más tenue la realidad de ese mantra, lo recomendable es seguir empleando la
técnica del doble disparo en las armas de portación, ya sean pistolas o revólveres, fusiles o
subfusiles.

Es obvio que hablamos de calibres usuales, (a modo de ejemplo de los más empleados) 9 mm en
sus distintas familias, .38Sp, 10 mm. Auto, .40S&W, .45ACP, .223Rem/5.56 mm., etc. y no calibres
mataelefantes ni de Harry el sucio, que tienen otras balísticas terminales y de efectos haciendo
muy difícil (si no imposible) realizar un verdadero doble tap mínimamente controlable y eficaz.

En los entrenamientos se debe buscar la máxima agrupación en el doble tap, de esta manera al
afrontar una situación real tendremos la mínima dispersión.

El término “doble tap” es repetido hasta la saciedad en toda conversación sobre tiro táctico u
operativo así como también en determinadas disciplinas deportivas más dinámicas. Esa
universalidad del término puede dar la falsa imagen de una compresión firme del concepto pero ni
mucho menos es siempre así.
Definir un doble tap simplemente como dos disparos muy rápidos, es un simplismo que puede
generar defectos de adiestramiento y malos vicios o costumbres que nos afectarán en nuestro
perfeccionamiento y progresión. Buscarle otras funciones que las puramente balísticas y de
neutralización es una excusa muy manida para enmascarar defectos de procedimiento y de
técnica personal. Pretender que solo hay un tipo de doble tap es un error grave si pretendemos
aplicarlo a 3 o a 25 metros, si es con un arma corta o una larga, o si es un calibre liviano o uno muy
pesado, entre otras cuestiones.

¿Impactos juntos o separados?

“Los dos impactos deben ir juntos, muy pegados, para


que sea realmente eficaz”. Este es un punto sobre el que no hay razones inamovibles a favor o en
contra, ni forenses ni prácticas. La idea es que al estar muy juntos, el daño es exponencialmente
mayor y por tanto genera una neutralización más eficaz y rápida.

Los opositores alegan que el segundo proyectil al penetrar en una zona ya dañada no amplifica los
daños, como mucho penetra más, alegando que al separar un poco más los impactos, sobre 15 a
20 cm, las dos zonas dañadas se suman en una de mayor amplitud y volumen, neutralizando más
rápida y eficientemente.

Personalmente nunca me he planteado este asunto para el trabajo real, lo más cercano a lo que
he llegado es a intentar agrupar lo máximo posible en entrenamientos, ya que me consta que en
un verdadero enfrentamiento, el estrés y la precipitación van a aliarse para separar mis disparos.
Si me acostumbro a agrupar en 20 cm con el “relax” de un entrenamiento, ¿Qué ocurrirá cuando
esté volando para encarar mi arma desde una posición imprevista? Mi agrupación se abrirá, quizás
hasta el punto de perder el objetivo. En mis entrenamientos busco la máxima agrupación para que
con estrés tenga la mínima dispersión, por cuestión fisiológica, no por balística.

Cuestiones con el primer disparo de la secuencia.

El primer disparo de un doble es, habitualmente, el caballo de batalla de toda discusión sobre la
utilización de esta técnica de tiro:

El primer disparo siempre se falla.

Curiosamente las estadísticas dicen todo lo contrario, el


75% de los fallos en un doble tap corresponden al segundo disparo (por fallo entiendo que no
alcanza la zona buscada, de o no de en el objetivo). Si el tirador tiene una buena técnica de
desenfunde y presentación de su arma, el primer disparo suele partir de una posición estable y
sólida, siendo lo más habitual que al querer sacar su segundo disparo con precipitación este se
produzca antes de tener su arma correctamente posicionada

En tiradores de bajo nivel, con desenfundes y presentaciones defectuosas, el error puede ser del
100% en ambos disparos. Aunque a veces arma y blanco se alinean y puede dar la impresión que
se está haciendo algo hace bien, pero recuerden que hasta un reloj inmóvil da la hora correcta dos
veces al día.

El primer disparo es para corregir.

La mayoría de los que opinan así suelen apoyarse en el punto anterior. Como se que voy a fallar el
primero, pues lo uso al menos para corregir el segundo. Esta excusa es más común en tiradores de
arma larga que en los de arma corta, pero en cualquier caso no deja de ser una excusa más.

Disparando alto no verán lo impactos y no podrán corregir, por ello fallan por abajo para guiar su
segundo impacto hacia el blanco. Lo cierto es que raramente ese segundo disparo corregido da
donde desean y el error acumulado pasa factura con intereses cada vez mayores. Si no somos
capaces de dar al blanco con una posición más firme es improbable darle una vez esta posición se
modifique con el retroceso y posterior prisa por recuperar la alineación.

El primer disparo es para que baje la cabeza y no me dispare.


Desgraciadamente el efecto túnel por el estrés de un
enfrentamiento afecta al agresor y al agredido. Y leen bien, digo desgraciadamente, pero lo digo
respecto al uso de la excusa que nos toca. El adversario no verá donde dan los impactos, hasta es
probable que ni se entere si le dan a él, cuanto menos verá si dan en el suelo, delante, a un lado o
encima. ¿Por qué no? El efecto túnel hará que apenas vea un cuadrado (o rectángulo) que tendrá
como centro el arma que lo quiere neutralizar. Todo lo que quede fuera de ese “túnel”
simplemente no existirá. Y esto es así para el policía, el militar, el escolta y el legítimo usuario, por
el lado de los buenos, como para el los agresores de todos ellos. No bajará la cabeza por la simple
razón que no verá nada que se la haga bajar.

Doble tap, solo hay uno.

Algunos con este razonamiento pretender eliminar de la ecuación el factor distancia. Es


justamente la distancia la que hará que nuestro doble tap sea más lento o más rápido. Aquí ya se
alzan cejas, “si es lento no es un doble tap”, dejemos este detalle por ahora, lo explicaré un poco
más adelante.

Disparar más lento o más rápido es tan sencillo como que si el objetivo está muy cerca es un riesgo
mayor que si está a 30 metros. Y si es un riesgo mayor, tengo menos tiempo para reaccionar con lo
cual debo disparar más rápido para neutralizar la amenaza. Como además es un objetivo cercano,
es más grande y más fácil impactar. Por ello el doble tap debe ser rápido, muy rápido.

La distancia al agresor determinará la velocidad del doble tap

Si el blanco es lejano e cierto modo el riesgo se reduce, siendo también más difícil alcanzarlo, y
con más razón si este se mueve, por ello debemos asegurar nuestros disparos y apretar el
disparador más lento. Aquí muchos volverán a levantar la ceja y decir, entonces no es doble tap.
Veámoslo, veamos cuantos tipos diferentes de doble tap podemos definir.

Versiones del doble tap.

Las diferencias de dos disparos en secuencia solo pueden ser a nivel de velocidad, o dicho de
forma más correcta, la diferencia de tiempo entre ambos disparos. Podemos distinguir tres tipos
de doble tap, diferenciados siempre respecto al parámetro velocidad o intervalo.

Doble tap controlado.

También conocido como “par controlado”. En esta secuencia el segundo


disparo solo se materializa tras recuperar completamente la alineación del arma y muñecas,
comprobar las miras, y disparar conscientemente. Aun siendo una secuencia rápida es
manifiestamente más lento debido a todos los actos conscientes que debemos realizar.

Secuencia de disparo doble tap controlado: Alinear miras → disparo → recuperación → verificar
posición → alinear miras → disparo.

Doble tap especializado.

También conocido como “par especializado”. Aquí la secuencia es más rápida


ya que la recuperación de posición de arma y muñecas es menos consciente y más en base a la
vulgarmente denominada “memoria muscular”. Las miras solo se vislumbran apenas sobre el
blanco, principalmente el punto de mira.

Secuencia de disparo doble tap especializado: Punto de mira → disparo → recuperación-punto de


mira → disparo.

Doble tap
Es el concepto clásico de este tipo de secuencias de tiro, tal y como fue definido en su momento
por el Instituto Americano de Pistola. Esta técnica se apoya totalmente en la memoria muscular.
Tras el primer disparo el segundo se materializa en el momento exacto que las referencias
corporales y visuales se corresponden a las que tenemos interiorizadas por miles de repeticiones.
Apenas hay control visual fuera de un alineamiento muy somero y siempre sobre el punto de mira
en su caso.

Secuencia de disparo doble tap: Punto de mira → disparo-recuperación → disparo.

La mejora de la técnica personal, la habilidad, la reducción de la distancia, un blanco mayor, entre


otras condiciones, facilitan que podamos ir recortando pasos en la realización de cada doble tap.

Ampliación del concepto.

Como toda técnica, el doble tap debe siempre encuadrarse dentro de una táctica o procedimiento
de uso y empleo. Es por ello que jamás debemos quedarnos fijos en un adiestramiento de doble
tap rutinario y específico. Su aplicación preverá siempre repetir y ampliar secuencias de disparos
hasta que el peligro haya sido neutralizado, y no caer en la trampa de dar por inamovible una idea
determinada.

En los juegos a vida o muerte, donde la voluntad humana y su capacidad de supervivencia y


superación entran en lid, no existe nada que pueda considerarse “norma fija”, siempre hay que
esperar lo inesperado.

Doble tap dividido.


Podemos denominarlo dividido o repartido ya que se le conoce por ambos calificativos. En este
supuesto tenemos dos objetivos muy cercanos y casi alineados, tras realizar el primer disparo a
uno de los objetivos, aprovechamos la recuperación del arma para alinearla con el segundo
blanco. En ambos casos usaremos el punto de mira para asegurar el disparo en la zona correcta.

Es básicamente una variación para dos blancos del “doble tap especializado” que analizamos antes
por lo tanto la secuencia sería la misma tan solo añadiendo la ligera alineación con el segundo
blanco:

Punto de mira → disparo-recuperación/alineación con el segundo objetivo → punto de mira-


disparo.

Hasta una distancia de 4 ó 5 metros realizar esta técnica correctamente en un intervalo inferior a 1
segundo se puede considerar nivel experto, y si logramos bajar de 1.30 segundos estando nosotros
en movimiento es algo muy avanzado.

Con objetivos en movimiento, y nosotros mismos también evadiendo su línea de ataque con el
estrés y sus efectos campando a sus anchas por nuestro organismo, bajar de 1.5 segundos puede
ser un intervalo más que realista.

¿Por qué no realizar simplemente un doble tap a cada blanco? Aquí volvemos a entrar en
discrepancias y discusiones sobre eficacia balística, balística de efectos y velocidad para alcanzar
ambos blancos antes que alguno o ambos nos alcancen a nosotros. Mi opinión para esta técnica es
muy pragmática, objetivo alcanzado es objetivo que ve mermadas sus habilidades motoras, que
será más lento y torpe, y que me permitirá seguir alcanzándolo hasta que deje de ser un riesgo y
haya sido neutralizado. Posiblemente con un doble tap al primer objetivo lo neutralice, pero
¿llegaré a tiempo al segundo antes de que él me alcance a mi? La pregunta del millón.

Mozambique.

En el párrafo que introduce este trabajo les dejé con la incertidumbre de si el protagonista lograba
llevar su arma a la línea de tiro correcta para salvar su vida. Si logró llegar y si salvó su vida. Si no
fuera así quizás esta técnica de tiro sería conocida con otra anécdota, otro protagonista, en otro
país y por tanto con otro nombre. Pero para la mayoría de operadores armados, que conocen la
técnica, el nombre de la misma, Mozambique, ya les dice donde sucedió esta acción. El
protagonista, John Rouseau, es menos conocido, casi tan poco como las circunstancias que relato
en la entrada a este artículo.

El señor Rouseau logró elevar su pistola antes que el rebelde lo encañonara con su AK47, pero por
los condicionantes de este tipo de acciones, estrés, prisas, precipitaciones, efecto túnel,
magnificado por el coctel hormonal, no logró alcanzar la cabeza como buscaba, su proyectil
impactó en la clavícula y desviándose acabó alojándose en la médula espinal, incapacitando al
rebelde y permitiendo al señor Rouseau salvar su vida y subir al avión que lo sacó del país.

Esta técnica, la Mozambique, es un paso más desde la base de un doble tap al centro de masas, es
decir, al torax. Enajenación mental, adrenalina, drogas, chaleco de protección balística, etc pueden
ser razones por las que los disparos a esa zona parezcan no dar resultado, o al menos no el
resultado completo buscado. Lo cierto es que dos “taponazos” en el pecho puede que no lo
neutralicen o tumben, pero muy difícilmente no se verá afectado y frenado de forma dolorosa,
aunque no sea letal. Por ello, el señor Rouseau, recuperado de la sorpresa buscó la parte del
cuerpo que visiblemente no tenía protección, parte que de ser alcanzada cortaría cualquier
problema hormonal, psicológico o químico de raíz, la cabeza.

Eso es la técnica Mozambique, dos al torax, uno a la cabeza.

Entre el primer doble tap y el tercer disparo a cabeza, el arma debe bajar un poco, lo justo para
ver que efecto hemos causado, si no hay uno apreciable sin dudar buscaremos la cabeza, es su
vida o la de el, decidan en el adiestramiento, no en pleno tiroteo.

Por norma se dice que el arma debe bajar hasta el


cinturón (a modo de referencia) del adversario, para ver sus manos y los efectos en el torso. Pero
esto no es tan simple como parece, personalmente soy una persona que eufemísticamente se
puede definir con de una talla por debajo de la media, enfrentado a un objetivo de 1.80 m. en una
posición isósceles mi arma suele quedar alineada sobre el tercio inferior del esternón, para mi
bajar hasta su cinturón y luego regresar por su cabeza es un gran recorrido, pero es que además
no lo necesito, sus brazos (los que portan el peligro evidente de un arma) siempre están por
encima de mi línea de miras, y veo como reacciona con claridad con apenas unos centímetros que
baje mi arma, ventajas de ser un pigmeo. Pero para mí hipotético adversario, que de por si debe
apuntar no al frente si no un poco más abajo para alcanzar mi torso, bajar hasta mi cinturón casi
implica apuntar al suelo.

Lo he exagerado un poco, lo reconozco, pero mi intención era tan solo dejar claro y de forma
evidente que no se trata de marcar pautas fijas, debemos adaptarnos al entorno, a nuestro
estado, a la actuación del adversario, al adversario mismo, etc.
Bajaremos el arma lo justo para controlar las reacciones del objetivo, ya sea hasta el cinturón, el
ombligo, la boca del estómago o el centro del esternón, se trata de ver claramente, no de cumplir
normas divinas.

La v elocidad de los dos primeros disparos, el doble tap, estará


marcada por lo que ya vimos en los apartados anteriores; el tercer disparo requiere una pausa de
“inspección” y luego subir el arma hasta alinearla con la zona buscada, la cabeza. Este intervalo de
tiempo debe marcarse claramente en los entrenamientos, y ver realmente a nuestros objetivos. El
estrés de la realidad ya se encargará de acelerar esos intervalos, pero si no marcamos esos
tiempos durante el adiestramiento podemos acabar generando un tercer disparo letal innecesario.
Somos los buenos, recuerden, neutralizamos, no matamos. Si muere a consecuencia de sus
acciones, el o ellos son los responsables, pero nosotros no podemos matar por una mala
“costumbre” (por no decir vicio) de entrenamiento.

Doble tap en la realidad.

Hemos visto en algo más de 3000 palabras (¡tantas!) una reseña técnica sobre lo que es un doble
tap y sus distintas variantes y evoluciones, pero ¿se usa así y ya está? Lo cierto es que si y no,
aunque la contestación parezca un chiste de gallego no deja de ser correcta.

Hay que disparar hasta que el agresor o agresores dejen de suponer un riesgo para nuestra vida o
la de terceros, y ello implica no hacer ese doble tap y bajar el arma, ni tampoco disparar sin parar
hasta quedarnos sin munición. Ambos extremos pueden suponer un gran problema para la propia
supervivencia física o legal.

No podemos estar subiendo y bajando el arma cada dos disparos, perdemos focalización y damos
oportunidades al adversario que estamos intentando neutralizar. Tampoco podemos disparar sin
parar, amén de quedarnos sin munición, magnificar el efecto túnel y continuar disparando a un
objetivo que ya está neutralizado, con los obvios problemas legales posteriores, desperdiciamos
tiempo con un riesgo que quizás ya no es tal perdiendo de vista y de control otros potenciales del
entorno.

Como siempre un punto medio es lo mejor. Realizar secuencias continuas de dobles tap hasta
neutralizar al objetivo puede ser el mejor procedimiento en algunos casos. Dejar una media de
entre 0.20 segundos entre cada doble tap suele ser una forma muy eficaz de mantener nuestro
dedo bajo control, y a través de este sencillo proceso calmar y controlar un poco más nuestro
acelerado organismo y mente. Ese ínfimo intervalo entre cada doble tap nos permitirá tener un
poco más de control visual consciente del objetivo a neutralizar, pudiendo detectar cuando deja
de ser una amenaza y por tanto pudiendo pasar a una nueva (que podremos detectar mejor al no
estar tan cerrados sobre un solo objetivo) o a apoyar otras acciones.
Un comentario final aclaratorio.

Para terminar este trabajo un comentario con deseos de dejar claro un punto. Tras ver que el
dogmatismo particular de muchos lectores me es transferido a mí sin formar parte de mi
personalidad profesional ni íntima, creo importante aclarar que no uso el doble tap, en cualquiera
de sus formas, para toda situación, no lo considero correcto y en determinados casos es un error
hacerlo. Como toda técnica o procedimiento de trabajo con armas, ya sea recargar en una forma
determinada, subsanar interrupciones, moverse con el arma hacia arriba o hacia abajo, etc, el
doble tap tiene sus campos de aplicación, en unos será 100% aplicable y necesario, en otros
parcialmente, y en algunos otros será contraproducente.

Como ejemplos de esto último imaginen un profesional armado contra 3, 4 ó 5 agresores. Si solo
sabe realizar doble tap eso hará y, con toda seguridad, logrará parar al primer agresor, al segundo
probablemente, con el tercero será quimérico que lo logre antes de ser abatido el mismo. Aquí lo
más factible es el empleo de una técnica de tiro que implique una secuencia fluida de disparos
pasando de un blanco a otro, en lugar del doble tap. Por otro lado doble taps rápidos por blanco
suelen implicar cambios de objetivos lentos, ténganlo en cuenta.

No soy un defensor a ultranza de métodos únicos y exclusivos, por lo contrario creo que toda
técnica, incluso algunas aparentemente peregrinas, son aplicables en según qué circunstancias y
situaciones. Por ello actuaremos como todo profesional con su caja de herramientas. Lleva todas
las que puede necesitar por muy pesadas que sean, aunque lo más habitual es que use solo seis o
siete determinadas, pero ahí están las demás si las necesita, y sabe usarlas.

Obviamente dispararemos mientras los riesgos estén ahí, delante y con posibilidad de dañarnos o
dañar a terceras personas, pero siempre con control, control que solo se adquiere con
entrenamiento. Y si entrenamos como trabajamos, y trabajamos como entrenamos, los resultados
pueden ser los deseados con mayor probabilidad de éxito, eso si, más acelerados con el estrés,
que como ya dije, se encargará de pisar nuestro acelerador interno.

En breve veremos un par de ejercicios para entrenar ambas procedimientos, dobles taps y
secuencias de tiro.

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