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RESUMEN
En este artículo se describen las tendencias recientes de la comercialización de los
plaguicidas en México, específicamente de los organofosforados, así como su potencial
impacto en el ambiente y en la salud de la población. Se destaca también la insuficiencia
de conocimientos que existe en México y en el ámbito internacional sobre los daños a la
salud ocasionados por la exposición crónica a este tipo de plaguicidas y se hace énfasis
en la necesidad de investigación en dos áreas: su caracterización toxicológica y la
evaluación epidemiológica de los efectos en la salud debidos a exposiciones crónicas.
Por otra parte, se comparan los sistemas de control de los plaguicidas de México y
Estados Unidos. Finalmente, se resalta la importancia del incremento del intercambio
comercial propiciado por el TLC, que podría redundar en una mejoría sustancial de los
programas de vigilancia epidemiológica y control ambiental en México. Para ello se
sugiere el establecimiento de un marco normativo preciso y la instrumentación de
programas para su cumplimiento.
ABSTRACT
This paper discusses recent trends concerning the commercialization of pesticides in
Mexico and focuses on organophosphates and their potential health risk impact. It points
out the existing lack of knowledge on health effects associated to chronic exposure to
organophosphate pesticides. A need for both toxicological and epidemiologic studies of
chronic exposure is identified. Regulatory programs for pesticides in Mexico and the
United States are also compared. The paper also addresses the possibility of effective
enforcement of environmental and health regulations in Mexico as a result of more
rigorous surveillance under NAFTA.
Introducción
LOS PLAGUICIDAS SINTETICOS han contribuido sustancialmente al mejoramiento de la
productividad agrícola en el mundo. Paralalemente, su uso ha tenido efectos adversos
que incluyen el deterioro ecológico y el daño a la salud humana. El potencial tóxico de
los plaguicidas es, en buena parte, responsable de esta dicotomía; es decir, su capacidad
para destruir plagas es una poderosa herramienta para el control de las mismas y, a la
vez, esta característica los hace potencialmente dañinos para la salud y el medio
ambiente.1
En México, la mayor parte de los estudios sobre los efectos de los plaguicidas en la salud
se ha enfocado a las exposiciones agudas. Esto se refleja en la instrumentación de
programas de vigilancia epidemiológica para casos de intoxicación por plaguicidas. Pero
el conocimiento sobre los efectos crónicos de estas sustancias es muy limitado, aun en
el ámbito internacional.2
A partir de enero de 1994, debido a los cambios generados por el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLC), los insecticidas y los herbicidas procedentes de
Estados Unidos y Canadá pueden entrar a nuestro país sin impuesto alguno. En este
artículo se presenta un posible escenario de producción, comercialización y utilización
de los plaguicidas organofosforados en México, y se discute su impacto potencial en la
salud. Asimismo, se proponen algunas recomendaciones con el propósito de mejorar el
control de los riesgos para la salud originados por la exposición a los plaguicidas, en
particular, a los organofosforados.
Los daños a la salud ocasionados por los plaguicidas organofosforados están relacionados
con su capacidad para inhibir la actividad de un grupo de enzimas llamadas
colinesterasas. Esta inhibición se produce en el tejido nervioso, propiciando una
acumulación de acetilcolina endógena, con los consecuentes signos y síntomas, que
mimetizan los efectos muscarínicos y nicotínicos de la acetilcolina, así como los que esta
enzima produce en el sistema nervioso central.4 Las intoxicaciones agudas de los
compuestos organofosforados semejan el cuadro clínico de los ataques epilépticos.
Los efectos a largo plazo de estos compuestos son más difíciles de evaluar. En años
recientes la investigación se ha trasladado sobre todo al campo epidemiológico. La mayor
parte de los estudios están dirigidos a evaluar los efectos neurotóxicos y conductuales
que ocasionan este tipo de plaguicidas. Algunos estudios iniciales, realizados en
trabajadores expuestos cotidianamente a plaguicidas organofosforados, sugieren
intoxicaciones subclínicas que incrementan el riesgo de desarrollar intoxicación aguda
clínica y muerte.2,5
Es indudable que las perspectivas del TLC refuerzan estas tendencias, debido a que su
entrada en vigencia determina, como ya se mencionó, que los plaguicidas puedan
comercializarse sin impuestos ni restricciones arancelarias entre los tres países
firmantes. Lo anterior se muestra claramente en la evolución reciente de las
importaciones de plaguicidas por parte de México, cuyo volumen se duplicó en los
últimos tres años. Más de la mitad de estas importaciones siguen teniendo como origen
Estados Unidos y Canadá (figura 1). La contribución de Canadá es muy pequeña, aunque
el incremento en las importaciones de plaguicidas de este país se ha duplicado en los
últimos cinco años.
Por su parte, las importaciones totales de plaguicidas organofosforados, así como las
provenientes de Estados Unidos y Canadá, también muestran una tendencia al alza en
el periodo 1988-1992, como se muestra en la figura 2.
Tanto en México como en Estados Unidos los plaguicidas organoclorados han sido
desplazados de manera creciente por compuestos menos persistentes pero de mayor
toxicidad aguda, como los carbamatos, los piretroides y los organofosforados. Esta
afirmación no implica que los plaguicidas organoclorados hayan dejado de tener
importancia, ya que se siguen produciendo y comercializando en grandes volúmenes.
De acuerdo a los registros de importaciones de la Secretaría de Comercio y Fomento
Industrial, en el periodo 1988-1992 México importó, fundamentalmente de Estados
Unidos, los siguientes plaguicidas organofosforados: malatión, clorpirifos, mevinfos,
fenitrotion, triclorfon, monocrotofos, fosfamidon, diazinon, azinfos metílico, fosmet,
isofenfos, dicrotofos, vamidotion, disulfoton, ometoato, oxidemeton y foxim. 17 Dentro de
este grupo se incluyen seis de los productos organofosoforados clasificados como
extremadamente tóxicos: mevinfos, fosfamidon, disulfoton, monocrotofos, azinfos
metílico e isofenfos; y tres de los altamente tóxicos: clorpirifos etil, ometoato y
oxidemeton.18 A dos más - vamidotion y dicrotofos- se les retiró recientemente el registro
correspondiente, por lo que ya no aparecen en la edición de 1994 del Catálogo Oficial de
Plaguicidas y, por tanto, su importación y comercialización están prohibidas en México.
Además, el mevinfos se encuentra entre los plaguicidas restringidos, es decir, aquéllos
que:
También cabe señalar que dos productos organofosforados, el paratión etílico y el EPN,
plaguicidas cuya comercialización y uso en México han sido prohibidos con anterioridad,
aparecen en los registros de importación de los años 1988-1992, aun cuando se
presentan en cantidades relativamente pequeñas y con franca tendencia a
desaparecer.17,18
Por otra parte, el mayor uso de los plaguicidas está vinculado a la producción agrícola,
lo cual reviste una particular importancia considerando que México es uno de los
principales proveedores de bienes agropecuarios para Estados Unidos. Casi la mitad de
todos los productos congelados y frescos importados por Estados Unidos proviene de
México. Además, el ingreso de estos productos mexicanos al mercado estadounidense
tiende a incrementarse notablemente. Para dar un ejemplo, las importaciones de fruta
mexicana aumentaron de 100 millones de dólares en 1989 a 200 millones en 1990.19
El flujo de productos agrícolas también se lleva a cabo de Estados Unidos hacia México,
siendo los granos básicos los más importantes, específicamente el maíz, trigo, frijol,
soya y sorgo.20 Para fines del presente artículo, interesa resaltar que los agricultores
estadounidenses acostumbran aplicar grandes cantidades de plaguicidas precisamente
en estos cultivos, con el consiguiente peligro de contaminación de sus productos de
exportación.21
Para la CICOPLAFEST los registros son básicamente licencias para el uso específico de
plaguicidas, y en ellas se establecen los términos, condiciones y precauciones de su uso.
En otras palabras, un plaguicida autorizado para usarse únicamente en jitomates no se
puede utilizar en fresas a menos que se obtenga otro registro.
El proceso que debe seguirse para la determinación de los LMR o tolerancias en los
plaguicidas no es sencillo. En términos generales, dichos índices se estiman a partir del
conjunto de datos recopilados sobre residuos de plaguicidas obtenidos mediante el
empleo de "buenas prácticas agrícolas" (las recomendadas o autorizadas oficialmente)
y que, por tanto, pueden cambiar conforme se modifiquen estas últimas.24 En otras
palabras, los LMR se calculan en función del resultado de la combinación específica
plaguicida-cultivo. Pero, además, a fin de contar con un margen de seguridad, se
cuantifican los residuos en las condiciones posibles de mayor concentración, por
ejemplo, lo más cercano al momento de la cosecha, con la máxima cantidad de
ingrediente activo por hectárea recomendada por el fabricante, con el número máximo
de aplicaciones, etcétera, todo lo cual da como resultado que en los datos se exprese un
exceso de residuos en los productos comestibles que en la realidad difícilmente se van
a encontrar. Es decir, los LMR son índices que están sobreestimados para mayor
protección de la salud de los consumidores.
Ahora bien, desde la perspectiva de la salud pública, para decidir si un LMR propuesto
es aceptable, hay que comparar la ingesta estimada de residuos del plaguicida en los
alimentos, o ingesta diaria máxima teórica (IDMT), con la ingesta diaria aceptable (IDA).
La IDMT es una estimación de la ingesta alimentaria que resulta de multiplicar el LMR
propuesto, por el consumo promedio diario por persona ("factor de alimentación") de
cada producto alimentario para el que se ha establecido dicho LMR. Por su parte, para
calcular la IDA primero se requiere definir el "nivel de efecto adverso no observado"
(NEANO) del plaguicida por evaluar. Al NEANO se le aplica un factor de seguridad
(generalmente 100), lo que da lugar a la IDA. Entonces, lo aceptable desde el punto de
vista sanitario es que la IDMT sea menor que la IDA.
Sin embargo, la comparación entre la IDMT y la IDA se hace teniendo en cuenta que los
LMR son índices que sobreestiman la cantidad ingerida de residuos. Por esta razón, no
todas las veces que la IDMT es mayor que la IDA se deben invalidar o declarar
automáticamente como inaceptables los LMR. En estos casos será necesario realizar una
evaluación más precisa de la ingesta de residuos del plaguicida. 21,24
En Estados Unidos existen 272 plaguicidas registrados por la EPA como "ingredientes
activos" que se producen para uso doméstico.27
163 tienen LMR. Los demás están exentos de que se le fijen LMR porque son de uso
industrial, urbano o de jardinería, o bien debido a que se aplican en el tratamiento de
las semillas o de los suelos, sin que ameriten la determinación de los residuos en
alimentos (Vélez Méndez A., 1994, comunicación personal). La propia EPA reconoce
implícitamente la dificultad de integrar un inventario real y completo de los plaguicidas
que se fabrican y comercializan en ese país. En cuanto al establecimiento de tolerancias,
la EPA tiene varios problemas relacionados con el procedimiento mismo. Entre éstos
destacan los siguientes: a) significativas lagunas en los datos enviados por los
productores para el registro de los plaguicidas; b) los "factores de alimentación"
empleados para calcular la ingesta teórica diaria subestiman el consumo de algunos
subgrupos de la población norteamericana; c) a diversos productos sospechosos de ser
cancerígenos se les han establecido tolerancias, a pesar de la ausencia de evidencia en
la identificación de umbrales de seguridad; d) el factor de seguridad aplicado al NEANO
ha sido menor a 100; e) las transformaciones metabólicas de los residuos de plaguicidas
durante el procesamiento de los alimentos no se han incluido en las consideraciones del
registro, y f) los efectos sinérgicos y aditivos de plaguicidas por separado generalmente
no se consideran en la determinación de las tolerancias .21
Al comparar los plaguicidas registrados en México y Estados Unidos, encontramos que
82 de ellos que son comunes a ambos países presentan tolerancias o LRM establecidas,
aunque no necesariamente para los mismos productos comestibles. En este aspecto la
tendencia marcha en el sentido de lograr la homogeneización de las tolerancias entre
ambas naciones. Prueba de ello es que en 1992 se informaban sólo 58 plaguicidas con
tolerancias tanto en México como en Estados Unidos,19 lo que quiere decir que en los dos
últimos años las afinidades en materia de LRM o tolerancias tuvieron un incremento del
orden del 40 por ciento.
También cabe señalar que desde el punto de vista técnico, las diferencias de tolerancias
se explican por varios factores, como el clima, la composición del suelo y el tipo de
plagas. Hay que considerar, además, que México tiene diferentes patrones de cultivo y
necesidades de plaguicidas que los que se tienen en Estados Unidos.
MONITOREO
Así, aunque existe un marco regulatorio definido para los plaguicidas entre los dos
países, hasta ahora la vigilancia del cumplimiento de dichas disposiciones no se lleva a
cabo en México. Este hecho puede tener importantes implicaciones de salud pública, ya
que virtualmente no existe un mecanismo de control sanitario que garantice la protección
de la población.
Considerando lo anterior, existen las condiciones para que los tomadores de decisiones
instrumenten las acciones pertinentes a fin de disminuir los riesgos para la salud por
estas sustancias. En este sentido, existe el marco legal para la elaboración de la
normatividad específica y además se han estructurado los lineamientos que permiten
adecuar estas regulaciones a la nueva relación comercial. Dichos lineamientos están
contenidos en la nueva Ley Federal de Metrología y Normalización.
El control de los riesgos para la salud originados por los plaguicidas organofosforados en
el contexto de la apertura comercial, es un importante reto que requiere, para
enfrentarlo exitosamente, de la colaboración y coordinación de los gobiernos, de los
sectores económicos involucrados directamente (empresarios, comerciantes,
trabajadores, etc.), de los actores sociales interesados (sindicatos, grupos
ambientalistas, etc.) y de las comunidades académicas y científicas de los tres países
integrantes del TLC.
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