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Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 19 de octubre de 2018

A las autoridades del Instituto Libre de Segunda Enseñanza,


Dr. Roald Devetac
y a quien corresponda

De nuestra mayor consideración,


Nos dirigimos a usted en nuestro carácter de participantes de la comunidad
educativa del Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE), para denunciar mediante la
presente el abuso de autoridad, la violencia institucional y la violencia de género y
patriarcal ejercidas por docentes de esta institución y avaladas por la misma durante al
menos, las últimas dos décadas.
Actualmente, percibimos a diario el desarrollo de diversas iniciativas conjuntas
entre les miembres de la comunidad educativa, para avanzar en la aplicación efectiva de
la ley de Educación Sexual Integral y en busca de una institución más inclusiva y
contenedora que fomente nuestra formación humana de forma completa. Sin embargo,
estos objetivos resultan inalcanzables si se niega el ejercicio de la violencia que existe
hacia dentro de la institución y se omite el contexto político y cultural en el cual nuestro
colegio se encuentra inserto.
Recientemente, un colectivo de Mujeres y Disidencias de la promoción 2016 -
2017 del Colegio Nacional de Buenos Aires denunció la violencia institucional, de
género y patriarcal que sufrieron durante su paso por aquel colegio. En ese marco, entre
otras denuncias, recordaron la misoginia y la homofobia que desarrollaba su profesor de
Historia Fernando Guarnaccio. Dicho docente en el año 2013 fue apartado de su cargo
docente en el CNBA, luego volvió a tomarlo en el 2015 por encontrarse “reformado” y
finalmente fue desvinculado en el 2016 por agredir a una vicerrectora del Colegio
Nacional. Mientras estos hechos acontecían y eran de público y notorio conocimiento
por las autoridades de la Universidad de Buenos Aires, en el Instituto Libre de Segunda
Enseñanza siguió dando clases normalmente como continúa haciéndolo hasta la fecha.
Sin poder comprenderse de otro modo, la institución de la cual formamos parte avaló -y
sigue avalando- el abuso de autoridad y los casos de violencia de género y patriarcal

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cometidos por el profesor Fernando Guarnaccio, así como los de tantos otros profesores
que en reiteradas ocasiones diverses estudiantes hemos comentado a distintas
autoridades del ILSE sin recibir respuesta alguna. En nuestro carácter de representación
gremial estudiantil, resaltamos que en más de una oportunidad manifestamos que
Guarnaccio no podía continuar a cargo de cursos en el ILSE. De todas maneras, la
respuesta de la vicerrectora Sara Frutos, al pronunciarse sobre su continuación en el
colegio fue “la Constitución rige de las puertas para afuera”, palabras que se volvieron
costumbre escuchar entre las distintas generaciones que sucedieron el Centro de
Estudiantes. Tampoco dejaremos de mencionar que hace algunos años algunes
compañeres quisimos dar un discurso de agradecimiento a la formación que nos había
dado el colegio en nuestro acto de graduación, pero la licenciada Sara Frutos y la
entonces Rectora Vilma Saldumbide no nos lo permitieron por miedo a que contemos
las situaciones de violencia que, al parecer, conocían perfectamente.
Rechazamos las arbitrariedades perpetradas durante más de dos décadas por la
anterior gestión del ILSE al tomar la decisión de ignorar no solo las situaciones
laborales de docentes de este colegio en otras instituciones que forman parte de una
misma universidad, sino también cada ocasión en la cual padres, madres y estudiantes
hemos planteado incomodidades, situaciones violentas, abusos de poder y violencia
misógina y patriarcal a autoridades del ILSE sin obtener respuestas efectivas. Estas
cuestiones que se sostienen desde hace más de veinte años se mantienen a la actualidad
en un marco de impunidad total. Dirigimos nuestra demanda hacia la actual gestión
entendiendo que el momento de poner el freno es ahora. Celebramos el diálogo que la
actual gestión nos brinda, como así también la posibilidad de continuar construyendo
herramientas para fomentar una educación sana, basa en el respeto y la tolerancia, pero
lamentamos que esto no haya sido siempre de este modo. Miramos en retrospectiva y
entendemos que todas esas situaciones de abuso y de violencia en el año 2018 son
intolerables, y más aún en un ambiente educativo. Nos animamos a hablar porque
sabemos que fueron excesivos los casos y no puede haber más. Nos animamos a hablar
por las generaciones graduadas que no pudieron. Y no nos referiremos a situaciones de
profesores que ya no dictan clases en el colegio: hablamos de experiencias de los

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últimos cinco años, algunas de hace diez o quince, en las cuales sufrimos la violencia de
género y patriarcal, violencia institucional y abusos de poder de docentes que hoy
siguen con funciones educativas en el ILSE. Definimos algunas experiencias sufridas en
términos concretos de violencia de género y otras distintas, conceptualizadas como
abusos de poder ejercidos especialmente dirigidos a las mujeres y a disidencias. Así
mismo, hacemos la aclaración que las identidades de quienes han sufrido los casos a
mencionar, está protegida bajo el criterio de no exponer a nadie para no provocar un
efecto adverso en la integridad de la persona y mantener la confidencialidad de los
relatos.
En primer lugar nos referiremos al profesor Fernando Guarnaccio. Este docente,
no por casualidad sino, concluimos que es por una cuestión sistemática, ha llevado a
cabo sobre muchas de nosotras - sólo mujeres-, una constante desvalorización hacia
nuestro desempeño y nuestros trabajos. Tampoco resulta azaroso que se haya ensañado
con varias estudiantes en cuanto supo que estábamos enteradas de su situación en el
CNBA y preocupadas por la impunidad con la que continuaba en el ILSE. Asimismo, su
expresión de opiniones personales en clase jamás apuntó al libre debate de ideas sino
constantemente a desvalorizar a quienes pensamos de otra forma que él, avalando
comentarios despectivos e irrespetuosos como “​feminazi”​ . Es el mismo profesor que
muchas compañeras del Colegio Nacional cuentan que constantemente las convocaba a
llevar al colegio productos de limpieza para cumplir allí con esa tarea “de mujeres”. En
nuestro colegio también perpetúa mandatos de roles de género, discriminatorios y
despectivos hacia las mujeres. Nos referimos a esto habiendo escuchado comentarios en
clase apuntando a que el lugar de la mujer es la cocina: incluso el profesor nos trajo
revistas de supermercado para que nos “interioricemos” en el tema. Sus ganas de
humillar a las alumnas llegó al punto de que en una ocasión le sacó el teléfono a una
compañera y leyó sus mensajes en voz alta frente a todo el curso. En otro conocido
caso, el profesor hostigó e insultó reiteradas veces a una alumna por mensajes privados
de Twitter por su ideología política.
En segundo lugar, también debemos hacer alusión a la violencia ejercida por el
profesor Arturo Fiori. Frente a los diversos testimonios de alumnas y ex alumnas,

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llegamos a la conclusión de que el escote, es un factor importante a la hora de ser
“buenas alumnas”, de ahí que las repetidas miradas al pecho son sin duda alguna,
gravemente incómodas. Esta cosificación constante se enmarca dentro de una invasión a
nuestra privacidad e intimidad personal -e incluso física- que el profesor perpetuó
durante décadas: invitaciones a encontrarse fuera del colegio, acercamientos excesivos e
incluso acosos con total impunidad y libertad. A una de nosotres nos acosó sexualmente
señalando sus senos, al borde de tocarlos, con la expresión “esto es un asalto”. En más
de una ocasión nos agarró de los hombros o el cuello repentinamente o ha emitido
comentarios frente al curso sobre nuestras piernas, indicando que las mujeres deben
“cuidarse de la celulitis, que los varones ya habrán visto...”. Esa violencia sistemática
hacia las mujeres se enmarca también en su perpetuación de los roles de género
antiguamente determinados con los que pretende forzarnos a las mujeres a determinados
gustos: según este docente, un determinado relato habría de gustarle más a las chicas,
debido a que es emotivo. También lo hemos escuchado afirmar que las mujeres no
deberían seguir una carrera como ingeniería, ya que esa es una carrera de hombres.
Otra repetida actitud machista por parte de este profesor es pedirle sólo a
alumnas mujeres que lean escenas eróticas de libros acompañado de comentarios como
“dale, leelo con ganas”. Asimismo, una de sus tradiciones es tener un grupo de alumnas
“favoritas” a las cuales presiona permanentemente con la idea de que deben arreglarse
(pintarse las uñas, vestirse bien, etcétera) para explotar su feminidad. Mientras que hoy
sostenemos que “no es no” y luchamos porque el consentimiento de mujeres y
disidencias valga, en reiteradas ocasiones el profesor Fiori ha sostenido que el “no” de
las mujeres en realidad es un “sí” y que los hombres deben insistir. Enfatizamos que
este mismo profesor incesantemente descalifica a estudiantes por cuestiones ideológicas
y esto se sufre aún más si une participa del Centro de Estudiantes o si se es mujer.
En tercer lugar, el profesor Diego Fernández también mantiene en sus clases
hechos de abuso de autoridad y violencia patriarcal. Un ejemplo son sus repetidos
comentarios a las mujeres apuntando que por haber hecho “cosas de chicas” (como
pintarse las uñas) no estudiaron. En reiteradas ocasiones hizo uso de la palabra
“​feminazi​” y ha tratado a una alumna de exagerada al momento de debatir sobre

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feminismo haciendo también “chistes” machistas; frente al planteo de que su supuesto
humor no nos respeta y que debería atenerse a dar sus clases, sigue escudándose en que
sus dichos son meros chistes. Este profesor desvaloriza constantemente a las mujeres,
hablando despreciativamente sobre sus hijas o sobre las mujeres en general, y hacia todo
lo que tenga que ver con una cuestión de género. El profesor ha tomado folletos de
agrupaciones políticas estudiantiles durante las elecciones del centro de estudiantes y
los ha criticado irrespetuosamente uno por uno frente a todo el curso, principalmente
por poseer contenido feminista. Asimismo, este profesor da ejemplos en su enseñanza
con frases propias como “vos no podés opinar porque sos mujer” con claros objetivos
provocativos.
En cuarto lugar, son diversas las situaciones de violencia ejercidas por el
preceptor Tomás Bleif. Sus cosificaciones, abusos de poder y persecuciones son
constantes especialmente hacia las mujeres y hacia quienes cuestionamos el orden
establecido (o por lo menos así aparentamos simplemente por expresar alguna opinión).
No fueron pocos los casos en los que este preceptor decidió encerrar a una compañera
en un aula, estando solxs él y ella, para castigarla por algún supuesto motivo e impedirle
la salida cada vez que le pedía irse. Esta violencia constante es también ejercida en
relación al uniforme; ha señalado que una de nosotrxs “se hace la sexy” por no haber
podido traer la camisa reglamentaria bajo el sweater. Frente a esa situación como a
tantas otras, ya se nos hace tradición que frente a cada situación de incomodidad, abuso
y violencia que planteamos sufrida de su parte su principal respuesta es: “perdón si te
sentiste mal en algo que no sucedió”. Su desprecio es constante y se refiere a las
mujeres como inservibles, irresponsables, descuidadas, mentirosas y rebeldes. Ejemplo
de estas faltas fue cuando a una compañera que estaba sosteniendo por un momento su
celular y su comida entre las piernas le dijo “celular, comida, ¿qué más tenés? ¿un
consolador?”.
Su actitud soberbia hacia mujeres de los primeros años se vio reflejada en
múltiples situaciones: en una ocasión decidió imponer su opinión machista en medio de
una conversación entre chicas de primer año y acusar a las mismas de “ponerse en un
lugar que no deberían” y de “imponer sólo su opinión y no dejar hablar a los demás”

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cuando en realidad se trataba del debate de un grupo de amigas en un recreo. Estas
actitudes violentas generan impotencia en las chicas propiciando que no puedan
expresar más su opinión sin temor a ser reprendidas. Por otro lado, ha llegado a obligar
a compañeras a sentarse en preceptoría y quedarse allí encerradas aunque no quisieran
hacerlo incluso para evitar perder tiempo de clase innecesariamente. Su abuso de
autoridad se perpetra a través de los años quedando claro que siempre tiene un grupo de
estudiantes afines y otro grupo a quienes castiga. En otra ocasión no dejó que una chica
de segundo año vuelva a clase debido a que difundió material sobre la “Marcha de las
putas”, dejándola en preceptoría llorando dos horas cátedra y obligándola a firmar una
sanción. Otro ejemplo de esta clase de abusos podemos encontrarlo cuando no dejó ir a
un acto del colegio a una chica por llevar una bufanda blanca y cerrar la puerta del curso
quedándose él y la chica soles para “hablar bien las cosas”. Asimismo, Tomás no
demuestra la intención de acompañar los procesos de aprendizajes de les estudiantes, y
menos de las mujeres; en otra ocasión, una profesora le dijo al preceptor que notaba que
una alumna necesitaba contención y acompañamiento y su intervención consistió en
sacarla de la clase para acusarla de irrespetuosa y de portarse mal. No casualmente es la
misma compañera que sufrió un caso mencionado anteriormente con el mismo
preceptor, la misma compañera a la cual le recomendó dejar de ir a reuniones del Centro
de Estudiantes para mejorar su rendimiento académico (supuesto “consejo” que también
le ha transmitido a familias llamando a las casas).
En quinto lugar, nos referiremos al profesor Juan Carlos Aromando. Sus modos
discriminatorios, tratos desiguales y cosificación hacia las estudiantes mujeres dando
clase son claras: su exigencia académica es extremadamente diferente entre los varones,
con quienes arranca las clases más de media hora tarde y con baja exigencia, que hacia
las mujeres, a quienes sobreexige y maltrata. En específico, este profesor en muchas
ocasiones -incluso podríamos decir prácticamente por años enteros de clases- ha
avalado, convocado y festejado a que sus alumnos -varones- le muestren material
pornográfico en plena clase, mostrando un claro disfrute de la cosificación sexual de las
mujeres y enseñando a los varones que es lo divertido y atractivo.

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Los hechos mencionados no pueden ser naturalizados ya que afectan
directamente a nuestra integridad, nuestra salud, nuestra educación y, principalmente, al
desarrollo de una formación integral. Al igual que está ocurriendo en el CNBA,
esperamos que se tomen medidas de la misma índole respecto a cada una de las
personas denunciadas, como son las necesarias investigaciones correspondientes. Así
mismo solicitamos que, mientras dure el proceso, se tome en consideración apartar
cautelarmente a todos los acusados hasta tanto se obtenga una decisión firme.
Entendiendo que muches de nosotres seguimos estudiando todos los días en el
Instituto Libre de Segunda Enseñanza y cursando -o, en su defecto, cruzándonos en los
pasillos- con los mencionados docentes, consideramos de suma importancia tomar las
medidas adecuadas para detener el aval perpetuado hasta el momento sobre las
violencias ejercidas, para responder efectivamente a la presente y para prevenir futuros
casos de violencia. Solicitamos una respuesta durante el mes corriente -antes del 1ro de
noviembre de 2018- con una comunicación institucional que conste por escrito.

Cordialmente,
Centro de Estudiantes del ILSE

Adhieren a la presente, ex alumnas y ex alumnos: ​___________

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