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Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones, apuntes, comentarios, etc., sobre el libro de Jonás. Es una
historia que me gusta mucho y es divertida. Para serles franco, me hace pensar que Dios tiene un sentido del
humor muy negro. ¿Cómo se le ocurre enviar a un hombre a predicar contra su voluntad? Y no manda a
cualquier hombre; manda a un hebreo xenofóbico, xenofobia justificada si ustedes quieren, pero xenofóbico, a
predicar la conversión a una ciudad. Para colmo este profeta le huye, se le esconde y ahí anda Dios detrás de él,
persiguiéndolo, para obligarlo a hacer lo que le mandó. Uno no puede menos que preguntarse si habiendo
tantos otros profetas que podrían haber ido sin tanto remilgo, ¿Por qué Dios quiere que sea Jonás a huevo? Así
que por eso le puse ese título, en el mejor sentido de nuestra expresión mexicana. En fin, que espero que mis
comentarios por lo menos les entretengan, o les aporten algo o los hagan pensar o les sean útiles… al final eso
depende de cada lector.
Es posible que todos conozcan el libro de Jonás. Es corto. Se lee fácil y rápido. Si gustan pueden leerlo en sus
Biblias. Notarán que es un cuento fabuloso. Personalmente no considero el libro de Jonás como si fuera la
documentación de un suceso histórico real; para mí es muy claro que es un cuento. No quiero entretenerlos
con detalles técnicos de mis razones para considerarlo un cuento. En todo caso, aun cuando la considere una
narración imaginaria, al estilo de las parábolas de Jesús, para mí es claro que trata de algo que atañe a la
realidad y que transmite una enseñanza. En este sentido, considero a Jonás una joya de la literatura hebrea,
llena de humor, de una ironía muy fina y con uno de los mensajes más impresionantes y estremecedores de la
Biblia.
¿Historia o cuento?
Debo hacer una aclaración: No leeré el libro de Jonás como si fuera la documentación de un suceso histórico
real, sino como si fuera un cuento. Esto será así, por varias razones:
1. Porque a pesar de que sí existió un profeta Jonás alrededor del año 750 a. C., a éste profeta la Biblia lo
recuerda con admiración (2do Reyes 14:25-27), mientras que el Jonás del cuento, es un tipo bastante
ridículo, con mentalidad infantil y nada obediente a Dios.
2. Porque en el tiempo de este Jonás admirable al que me refiero en el punto 1, la capital de Asiria no era
Nínive, como dice el relato, sino Asur y no había en Nínive ningún rey que pudiera ordenar la
conversión de los Ninivitas. Por tal razón no existía la expresión “rey de Nínive” como dice el relato, sino
“Rey de Asiria”.
3. Los asirios tenían fama de ser sanguinarios a más no poder y eran enemigos acérrimos de los israelitas.
Si los ninivitas se hubieran convertido a Yavéh, y lo hubieran hecho su Dios nacional, habría sido un
hecho tan inaudito que habría dejado alguna evidencia en documentos asirios o en otros libros de la
Biblia, lo cual no existe.
4. El libro dice que Nínive era tan grande que se requerían tres días de camino para recorrerla. Lo cierto es
que la arqueología muestra que solo tenía 12 Km de diámetro y no se necesitan tres días para recorrer
12 Km.
En todo caso, aun cuando se le considere una narración imaginaria, más en el estilo de las parábolas de Jesús,
no deja de hablar de algo que atañe a la realidad y de transmitir una enseñanza. En este sentido, podemos
considerar a Jonás, una joya de la literatura hebrea, llena de humor y de una ironía muy fina y con uno de los
mensajes más impresionantes y estremecedores de la Biblia.
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 3
“Tanto miedo tengo, que aun para huir valor no tengo”
El libro abre con la encomienda de Dios a Jonás de ir a Nínive y predicar contra esa ciudad, porque la
maldad de ella es mucha. Jonás ni tarde ni perezoso, sale corriendo. No quiere ir. La narración en los
primeros versículos no nos dice por qué no quiere ir. Pero sabiendo cómo eran los asirios en esos
tiempos, de sanguinarios extremos, y conociendo que durante siglos les habían hecho la vida de
cuadritos a los hebreos, con eso tenemos para entender un poco la negación de Jonás de obedecer a
Dios y de por qué huye de él para no ir a Nínive. Así que Jonás decide ir al lado contrario de donde está
Nínive. En lugar de ir hacia Asiria, es decir, al Oriente de dónde él estaba, se va hacia Tarsis, es decir al
Occidente. Es escritor es tan bueno, que en breves palabras nos dice cómo se pone Jonás de ánimo.
Fíjense cómo nos habla de que a Jonás le da “un bajón”. Primero “baja” a Jope, luego “baja” a las
bodegas del barco, y después “cae” en sueño profundo.
Para describir el sueño de Jonás, el narrador usa la misma palabra hebrea que usa el escritor de
Génesis, para decir que Dios metió a Adam en sueño profundo [( םדדרַרradám) Gn. 2:21] para quitarle una
costilla y crear a Eva. O sea que Jonás cae noqueado. Cae en una depresión profunda. Si Dios hubiera
querido, le saca una costilla y le hace una mujer. El caso es que Jonás está tan profundamente dormido,
como muerto, que los marineros cuando lo ven, dicen: “¡Ah Chihuahua! ¡Este ni la tormenta siente! (Sí,
ya sé. Chihuahua ni existía. Pero ustedes me entienden). Obviamente para la depresión que se cargaba
Jonás, le daba igual si se moría en el viaje. Lo que no quería era obedecer a Dios, ir con los asirios,
decirles que Dios los iba a castigar por su maldad y exponerse a que lo mataran por andarles sacando
sus trapitos al sol. Mejor morir en un naufragio y de ese modo huir definitivamente.
La repsueta de los ninivitas es inmediata: le creen en la palabra predicada (3:5) y al mismo tiempo
emerge una confiada experanza en Dios que se expresa en elegir hacer penitencia, ayuno y vestirse de
cilicio, entendidos estos actos como símbolo de una conversion interior (3:8). La implicación de esta
conversion es total: “desde al más grande hasta el más pequeño”. Desde el rey y sus ministros hasta los
animales. ¡Aquí sí hay conversion de a deveras!
EL SIGNO DE JONÁS 1
Jesús convierte el agua en vino: primera señal (Juan 2:1-11)
Juan 2:11 Ésta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus
discípulos creyeron en él.
Jesús sana al hijo de un funcionario: segunda señal (Juan 4:43-54)
Juan 4:54 Ésta fue la segunda señal que hizo Jesús después de que volvió de Judea a Galilea.
Mat 16:1
Le piden a Jesús una señal
16:1-12—Mr 8:11-21
Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo a prueba, le pidieron que les mostrara
una señal del cielo.
Mat 16:2 Él les contestó:[a] «Al atardecer, ustedes dicen que hará buen tiempo porque el cielo está
rojizo,
Mat 16:3 y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está nublado y amenazante.[b]
Ustedes saben discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos.
Mat 16:4 Esta generación malvada y adúltera busca una señal milagrosa, pero no se le dará más señal
que la de Jonás.» Entonces Jesús los dejó y se fue.
Luc 11:29
La señal de Jonás
11:29-32—Mt 12:39-42
Como crecía la multitud, Jesús se puso a decirles: «Ésta es una generación malvada. Pide una señal
milagrosa, pero no se le dará más señal que la de Jonás.
Luc 11:30 Así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, también lo será el Hijo del
hombre para esta generación.
Luc 11:31 La reina del Sur se levantará en el día del juicio y condenará a esta gente; porque ella vino
desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí tienen ustedes a uno más
grande que Salomón.
Luc 11:32 Los ninivitas se levantarán en el día del juicio y condenarán a esta generación; porque ellos
se arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Jonás.
Mar 8:11 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba, le pidieron
una señal del cielo.
Mar 8:12 Él lanzó un profundo suspiro y dijo:[a] «¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa?
Les aseguro que no se le dará ninguna señal.»
El narrador resalta el contraste entre Jonás y los marineros jugando con la palabra ֵ( ארריyaré) “miedo”. En
hebreo “yaré” tiene el doble significado de “reverenciar” y “tener miedo”. Este aparece 4 veces: uno lo dice
Jonás cuando se identifica con los marineros y los otros tres lo usan los marineros. Veamos cómo lo usan.
En 1:5, leemos que la tempestad provocada por Yavéh, a los marineros les da “yaré”, miedo, y cada uno pide
ayuda a su dios.
En 1:9, Jonás confiesa que es hebreo y que “yaré” (teme) a Yavéh como creador. Obviamente yaré significa aquí
reverencia, pero nos da otro rasgo de la personalidad de Jonás: es incoherente y contradictorio, pues está en
rebeldía contra el Dios en quien dice creer (el mismo Jonás confiesa que huye de su Dios). Obviamente hay una
ironía del narrador: ¿reverencía a Yavéh Jonás o le tiene miedo?
En 1:10, los marineros “yaré”, se asustan ante la confesión de Jonás. El que Yavéh les haya enviado una
tormenta por la huída de Jonás, es algo que los supera y entonces, al miedo que les causa la tormenta, se une el
miedo que les causa saber que hay un Dios creador que la ha causado.
En 1:16, después de que se calma la tormenta, los marineros “yaré” a Yavéh. Es decir, reconocen a Yavéh como
Dios, ofreciéndole sacrificios y haciendo votos.
Si tomamos en cuenta que los asirios eran sumamente sanguinarios y que durante siglos les habían hecho la
vida de cuadritos a los hebreos, con eso entenderíamos la negación de Jonás de obedecer a Dios y de tratar de
alejarse de él para no ir a Nínive. Pero el narrador tiene muchas más cosas qué decir. Por ejemplo, Dios manda a
Jonás hacia el oriente (Asiria) y él huye hacia occidente (Tarsis). Las acciones que narran la caída de Jonás son
huida, descenso a las bodegas del barco, sueño profundo. Para describir el sueño de Jonás, el narrador usa la
misma palabra que usa Génesis 2:21, para decir que Dios metió a Adam en sueño profundo [ ( םדדרַרradám)] para
quitarle una costilla y crear a Eva. Ante este sueño, que es como de muerte (depresivo, digamos), los marineros
se extrañan que Jonás pueda estar tan dormido en medio de una gran tormenta. Obviamente un sueño como
este, nos deja entender que a Jonás le daba igual si se moría (pero no a mano de los Asirios), y de ese modo
huir definitivamente.
Los personajes centrales del capítulo primero del libro, son Jonás y los marineros. Es curiosos como son los
marineros precisamente quienes nos informan que Jonás está huyendo de Dios. Hasta ese momento
revelatorio, solo sabíamos que Jonás desobedecía y huía, pero ni Jonás ni el narrador nos habían dicho que huía
de Dios. Esto que parece simple no lo es, porque en la narrativa bíblica se usa como un recurso para describir el
carácter de un personaje y hay que tenerlo en cuenta porque el narrador nos quiere decir algo con eso. Lo que
vemos inmediatamente, es que el carácter de Jonás contrasta con el de los marineros. Jonás aparece como un
personaje enigmático, ensimismado, depresivo, prisionero de sus propios sentimientos, sin interés en lo que le
rodea. No sabemos el porqué de sus estado de ánimo (lo sabremos hasta el capítulo 4), lo que crea una especie
de “suspense”. Los marineros en cambio son más activos, directos, se interesan por lo que le sucede a Jonás, lo
cuestionan, tratan de remediar el asunto.
El narrador resalta el contraste entre Jonás y los marineros jugando con la palabra ֵ( ארריyaré) “miedo”. En
hebreo “yaré” tiene el doble significado de “reverenciar” y “tener miedo”. Este aparece 4 veces: uno lo dice
Jonás cuando se identifica con los marineros y los otros tres lo usan los marineros. Veamos cómo lo usan.
En 1:5, leemos que la tempestad provocada por Yavéh, a los marineros les da “yaré”, miedo, y cada uno pide
ayuda a su dios.
En 1:9, Jonás confiesa que es hebreo y que “yaré” (teme) a Yavéh como creador. Obviamente yaré significa aquí
reverencia, pero nos da otro rasgo de la personalidad de Jonás: es incoherente y contradictorio, pues está en
rebeldía contra el Dios en quien dice creer (el mismo Jonás confiesa que huye de su Dios). Obviamente hay una
ironía del narrador: ¿reverencía a Yavéh Jonás o le tiene miedo?
En 1:10, los marineros “yaré”, se asustan ante la confesión de Jonás. El que Yavéh les haya enviado una
tormenta por la huída de Jonás, es algo que los supera y entonces, al miedo que les causa la tormenta, se une el
miedo que les causa saber que hay un Dios creador que la ha causado.
En 1:16, después de que se calma la tormenta, los marineros “yaré” a Yavéh. Es decir, reconocen a Yavéh como
Dios, ofreciéndole sacrificios y haciendo votos.
Hay que admitir la maestría del narrador para contarnos cómo se convierten los marineros paganos a Yavéh,
cómo pasan del miedo a la tormenta al temor reverente ante Dios. El contraste con Jonás salta a la vista: está
tan encerrado en lo que siente, que no se le ocurre arrepentirse ni ir a cumplir con su encomienda, sino que
pide que lo arrojen al mar. Como lectores no sabemos todavía porque Jonás se siente como se siente, pero
vemos que es a través de él que aquellos marineros paganos, encuentran fe en Yavéh y terminan adorándole.
Fijémonos en el diálogo de Jonás con los marineros. Es interesante que a través de éste diálogo Jonás se da
cuenta de que él es el causante de su desgracia y les pide que lo arrojen al mar para que se salven. Con esto
Jonás sale por un momento de su ensimismamiento y reconoce algo que los marineros ya se han dado cuenta,
a saber, que de Yavéh no se puede huir. Lo que le dicen los marineros a Jonás, le sirve como espejo para verse
así mismo y lo que ha provocado su actitud. Este diálogo de espejo nos sirve a los lectores también para vernos
en la narración.
Otra cosa llama la atención de los marineros: a pesar de que Jonás les pide que lo lancen al mar, ellos no lo
hacen de inmediato. Tratan de salvar la situación tratando de llevar la embarcación hacia tierra para dejar a
Jonás allí, para que, a su vez, no siga huyendo de Yavéh. Pero llevar la embarcación a tierra no resulta tan fácil.
La tormenta los sobrepasa de tal manera que los marineros le gritan a Yavéh para que no los manche con la
sangre del inocente Jonás. Ellos no quieren tener nada que ver con la muerte de un enviado de Yavéh y hacen
todo lo posible por salvar a Jonás. Esto nos revela otro contraste más entre Jonás y los marineros: mientras los
marineros paganos buscan la vida, Jonás, atrapado en su sentimiento interior, busca la muerte. A pesar de esto,
Jonás se ha servido como instrumento de conversión de estos marineros paganos a Yavéh. Este detalle es
importante como veremos mañana, para darnos cuenta de quién está detrás de Jonás…
Si tomamos el libro de Jonás como una gran parábola, y dado que la parábola su función es poner en paralelo
realidades, entonces será fácil comprender que los marineros representan a los pueblos paganos. ¿Y Jonás a
quién representa? Para decirlo de modo simple, Jonás es un hebreo que no está a gusto con su fe. En el nivel
del símbolo o de la representación paralela, es fácil darse cuenta que los personajes y situaciones que se nos
narran no hablan de hechos históricos ni de personajes de carne y hueso. En el relato solo Dios es real, es decir,
la clave de este cuento es enseñar algo sobre el Dios de Israel en una época muy concreta y eso ya no es ficción,
sino realidad.
El nombre que eligió el narrador para llamar a su personaje central también tiene su importancia, como suele
ser en la cultura hebrea. En la Biblia, Jonás solo aparece como nombre en 2do de Reyes 14:25 y se refiere a un
profeta nacionalista del siglo VIII a. C. El autor muy bien pudo usar su nombre para sugerir al lector que
estamos ante un profeta común y corriente, porque además comienza su narración como cualquier otro libro
profético: presentando la palabra de Yavéh a su profeta. Pero me inclino más a creer, por el carácter del
personaje, que se guió más por el significado y el uso que le dan otros profetas. Jonás, ( יוינהyoná), es la
palabra para decir “paloma” en hebreo. Ya en el siglo VIII, el profeta Oseas en su libro (7:11 y en 11:11),
compara al pueblo de Israel con una paloma, en el sentido de verlos como ingenuos por un lado y humildes por
otro, esto último como imagen de Israel que volverá del exilio. También el Deutero Isaías (60:8), en el siglo VI
(del cual hablaremos más adelante porque tiene mucho que ver en el contenido del libro de Jonás), usa la
imagen de la paloma para describir el regreso de los israelitas exiliados a Jerusalén, precisamente traídos en
barcos por extranjeros que llegan también a Jerusalén. Además, yoná suena muy parecido al participio verbal
hebreo que se usa como adjetivo, ( ינהyaná) y que se traduce como “iracundo”, “encolerizarse”, “ser violento”.
Es un adjetivo que le va bien a Jonás y que tiene que ver con la pregunta que Dios lo interpela: ¿Haces bien en
enojarte tanto? (4:4).
Como nos podemos dar cuenta, todos estos datos construyen al personaje que representa el pueblo de Israel y
que podríamos aplicar a cualquier grupo que tiene un comportamiento como el de Jonás. Incluso podemos
decir que Jonás es el símbolo de un ambiente, de una atmósfera, en su caso, del judaísmo que regresó del exilio
babilonio y que tiene que enfrentarse a un problema muy complicado: relacionarse con los pueblos extranjeros
que los sometieron.
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 5
El mar juega un papel importante en el libro de Jonás. Hay comentaristas que creen que esta historia se basa en
alguna leyenda de marineros. Puede ser, pero yo me inclino a pensar más en que el hecho de colocar la historia
en el mar por el autor, no tiene tanto que ver con el mar en sí, sino con su valor simbólico en la cosmovisión
cultural de los pueblos mesopotámicos en general y del pueblo de Israel en particular.
En la propia declaración de fe de Jonás ante los marineros, Jonás dice (1:9): “Creo en Yavéh, Dios del cielo, que
hizo el mar y la tierra seca”. Aprovecho para hacer notar el contraste de la expresión tierra seca, ya que también
es importante dicho contraste para el significado. Vemos que es una expresión que aparece también en Jonás
2:11: “Ya le ordenó al pez que vomitara a Jonás en tierra seca”. El contraste entre agua, mar y tierra seca
aparece en tres momentos claves de la narración del pentateuco:
Génesis 1:9-10. Dios hace aparecer la tierra seca en el tercer día de la creación. Después separa las aguas.
Génesis 8:1-14. Dios hace aparecer la tierra seca después del Diluvio
Éxodo 14. Dios hace que el pueblo de Israel pase por en medio del Mar Rojo, por tierra seca, para ser
totalmente libre de la Esclavitud egipcia.
Así pues, “tierra seca” es una expresión que contrasta con el mar o las aguas y forma parte del universo
simbólico del pueblo de Israel. El significado salta a al vista; en el mar o en las aguas la vida no es posible, es la
nada, la muerte, lo que no tiene forma. En la tierra seca, crece la vida y se desarrolla. Paro es Dios a quien
puesto la frontera entre ambos dominios.
Algunos de los lectores recordarán una película de 1995, de casi 3 horas de duración llamada Waterworld, con
Kevin Kostner de protagonista, cuyo argumento se centraba precisamente en buscar la tierra seca, como si
fuera el paraíso perdido, en medio de un mundo que era solo agua, lleno de caos y desorden. Pues Israel no fue
un pueblo marino, sino un pueblo seminómada, que vivió siempre con la idea de la Tierra Prometida. No es
extraño, que se sintieran más seguros en tierra firme y que eso influyera en su mundo simbólico. Además para
cuando se escribe el libro de Jonás, la fuerza de la teología profética de la creación está en su apogeo. Se ha
vivido el exilio y se tratado de demostrar a Israel, que ha pasado por el destierro, que Dios, que fue capaz de
crear el universo, ha sido capaz de liberarlos con toda su fuerza creadora y que sigue creando y liberando,
incluso a los que pareciera que no merecen liberación. Vaya que hacía falta un gran atrevimiento en esa época,
para mostrar a un Dios con estos rasgos de liberador universal.
Jonás, en su huida de este Dios creador y liberador universal, acaba en el fondo del mar. Este proceso de caída
del que les hablé al inicio (huida, descenso a las bodegas del barco, sueño profundo). Culmina precisamente
con la caída de Jonás en el mar, lugar de la nada, del silencio y del caos. Dicho de otra manera: Jonás toca
fondo. Qué ironía tan fina de nuestro narrador: El hebreo Jonás, que dice creer en el Dios creador del mar y la
tierra seca, toca fondo, mientras que los marineros paganos se salvan del mar, como el pueblo hebreo (al que
pertenece Jonás) se salvó del mar Rojo cuando se libró del dominio del faraón. El narrador cambia el esquema
del éxodo, ahora quienes se salvan son los paganos. Una atrevida ironía.
La imagen de Jonás en el vientre del pez es la más popular del personaje, pero puedo decir con toda seguridad
que no es lo más importante de la narración, aunque, según se vea, puede ser lo más asombroso o lo más
cómico. Es bien sabido que en la antigüedad existían cuentos y leyendas de héroes tragados por monstruos
(Finn, héroe celta, es tragado por un peist (una especie de dragón marino), Jasón, héroe griego pasa tres días en
el vientre de un dragón, etc.), que generalmente los expulsan con un nuevo conocimiento. Simboliza una
muerte y un renacimiento ritual, después de la cual el héroe queda listo para ir a cumplir su misión. Es más que
posible que el autor de Jonás haya tomado esta estructura básica de los mitos y leyendas antiguos para escribir
este libro, pero el humor que le pone al relato hace que uno descarte cualquier alusión mítica, porque Jonás,
aunque sale y cumple su misión, no está nada contento con haberla cumplido, ni parece haber tenido un
renacimiento ni haber entendido nada. Pero no me extenderé más en este tema, porque ya se ha escrito
demasiado sobre él. Lo que me interesa resaltar es que el pez solo tiene una función instrumental de parte de
Yavéh, para hacer regresar a Jonás a tierra seca.
De hecho, llama la atención el papel de los animales en este libro y solo se explica por la concepción de
“creador” que tiene Yavéh en él. Por ejemplo, los animales tienen que hacer penitencia junto con los ninivitas
(3:7) y Dios se compadece de ellos (4:11). Además, se dice del pez que es ( גדיולgadol), grande, que es el
adjetivo que más se repite en el libro. Grandes son el viento, la tempestad, el miedo de los marineros, la ciudad
de Nínive, el enojo y la alegría de Jonás… Este recurso literario nos hace meternos en un mundo expresivo e
imaginario, que nos atrapa en su dinamismo. Tiene que ver con el tono irónico del libro, que nos muestra que
en medio de todas estas “grandezas”, la misericordia de Yavéh para con los ninivitas y los animales es grande,
mientras que Jonás se queda pequeño con su berrinche, por muy grande que sea ese berrinche. Es claro que el
autor parte de una teología, que habría que llevar a los ámbitos de nuestras atmósferas religiosas, esas que
rechazan a los demás por lo que sea, para ver el mundo como Dios lo ve en este maravilloso libro.
De muchos es bien sabido que los tres días y las tres noches que pasa Jonás en el vientre del pez, son tomados
como referente por Jesús en el Nuevo Testamento (Mateo 12:40), para hablarles a sus contemporáneos, del
significado de su muerte. Me parece que esto merece una sección propia, como un anexo a esto que les
comparto y que consideraré la pertinencia de reflexionar. Por ahora, consideremos la expresión tres días y tres
noches, como la alusión a un tiempo profundamente significativo, en tanto que pasa una calamidad, como lo
podemos también leer en Oseas 6:2.
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 7
Jonás en el vientre del pez se pone a orar cantando un salmo… ¡de acción de gracias! En él salmo habla de las
angustias por las que ha pasado y cuenta su liberación. Si leemos con atención, nos damos cuenta que es el
salmo de un náufrago (en sentido real o metafórico), que ha sido rescatado de las aguas, en su aspecto maligno.
Lo que llama la atención es que el salmo de Jonás, es una acción de gracias de a de veras, es decir, habla como
si ya hubiera experimentado lo que dice y por lo tanto está fuera del peligro que lo acechaba y da gracias por
ello. ¿A poco no sorprende esto? ¿Es tan inconsciente Jonás que no se da cuenta que es su responsabilidad
estar ahí? ¿No sería lo más lógico que siendo consciente de su descenso, entonara una súplica de perdón y
arrepentimiento más que una acción de gracias? Unos dirían que tiene mucha fe. Pero eso es fácilmente
refutable. Además llama la atención que dice que la salvación viene de Yavéh y de su santo templo y que los
que siguen vanidades ilusorias, abandonan la misericordia, cuando hasta ahora lo que nos deja ver el autor es
una historia abierta a los paganos y no nombra para nada a Jerusalén ni al templo y hasta nos presenta a los
paganos bastante misericordiosos. El lector habituado se preguntaría ¿será una idea original del autor hacer
que Jonás diga este salmo aquí? Todavía más, ¿será un salmo del mismo autor de todo el libro? Si fuera así,
¿qué pretendió el autor al presentarnos a Jonás cantando un salmo de acción de gracias? ¿Por qué entonces
después de cumplir su misión está enojado por la misericordia de Dios y se quiere morir, como vemos en el
capítulo 4?
Para muchos eruditos este salmo no pertenece a la obra original y lo metió otra persona aquí. Otros defienden
que es original del autor de Jonás. No los aburriré con las teorías que defienden cada postura. El salmo está en
el libro y alguna interpretación le tenemos que dar. Solo señalaré dos cosas. La primera tiene que ver con hacer
el experimento de leer directo de 1:17 seguido con 2:10. Como saben el texto hebreo no tiene divisiones de
capítulos. Seguro notarán que incluso quitando el salmo, no se afecta el significado de todo el libro. Y segundo,
consideren que en el texto hebreo, hay una curiosidad: en 1:17 la palabra “pez” en hebreo aparece en
masculino ( גרַדdag), pero en 2:1, que es la presentación del salmo, la palabra “pez” está en el femenino הרַגרַד
(dagá). ¿Cambió de sexo el pez?
Obviamente no vamos a prescindir del salmo. En todo caso la pregunta es ¿qué significa en el conjunto de la
narración? Voy a aventurar una interpretación. El libro de Jonás, presenta a un Dios que pone en evidencia la
actitud cerrada y excesivamente nacionalista de un sector del pueblo de Israel. En la literatura bíblica, insertar
un salmo o un cántico en los momentos de mayor intensidad de la historia, es algo común. Normalmente nos
dejan ver lo que siente y piensa el personaje que lo canta. Así tenemos el canto de Moisés después del paso del
Mar Rojo (Éxodo 15:1-21), La alegría de Ana después del Nacimiento de Samuel (1Sam 2:1-10), etc. En ninguno
de los personajes resulta contradictorio el canto como manifestación de sentimientos internos como en Jonás.
Es como si el autor o quien lo haya insertado, nos dijera “observen cómo hay creyentes, que afirman una fe
ortodoxa y una confianza en Dios que parece a toda prueba, pero en la realidad no son consecuentes con lo que
dicen. Es solo confesión vacía”. De eso, hay que admitirlo tristemente, hay mucho hoy en el mundo religioso.
Finalmente Jonás no consiguió huir de Dios ni pudo dejar de cumplir lo que Dios le pidió. En su rechazo a la
misión de Dios, tocó fondo, pero es Dios quien lo levanta para que cumpla su encomienda. Dios ha sacado del
fondo del mar a Jonás y ha hecho que el gran pez lo vomite en tierra seca, para que sea el instrumento de
salvación los enemigos de Israel, aunque sea a la fuerza. ¿Por qué a la fuerza? ¿No le pidió demasiado Dios a
Jonás? ¿No hubiera sido mejor elegir a otro más dispuesto?
El capítulo 3 abre con la reiteración del mandato de Yavéh para Jonás. La expresión “por segunda vez”, la
encontramos en el libro de Jeremías varias veces, pero mientras en Jeremías dicha expresión introduce un
nuevo argumento (Jer. 1:13), un nuevo mandato (13:13) o una nueva promesa (33:1), en Jonás, señala la
repetición del mensaje que Dios le encarga a Jonás desde el inicio del libro. Jonás es el único de los enviados
por Dios, que recibe dos veces el mismo mensaje y el mismo mandato.
Hay una acotación que me parece bueno hacer notar respecto de la formulación del mensaje. Como se puede
leer, el mensaje no es una llamado al arrepentimiento explícito. Más bien está formulado como amenaza. Uno
podría preguntarse porque Jonás no se entusiasmó por la destrucción de Nínive, dado que eran sus enemigos y
Dios ahora los tenía en la mira. Porque ir y pregonar la amenaza de destrucción era dar la oportunidad al
arrepentimiento y eso era lo que Jonás no quería, darles la oportunidad de arrepentirse.
Pero notemos algo que llama la atención respecto del mandato de Yavéh inicial (Jonás 1:2) comparado con el
que se repite en 3:1. Hay algo nuevo en cómo está dicho. Mientras que en la primera dice “pregona contra ella,
porque su maldad ha subido ante mí”, en la segunda dice: “proclama en ella (la ciudad) el mensaje que yo te
daré”. Sin embargo, por 3:4, sabemos que la intención es la misma: destruir Nínive por la maldad extrema a la
que han llegado. No obstante, hay una diferencia ahora. Jonás esta vez no huye, sino que se prepara para ir a
Nínive. El narrador nos dice que esto sucede “conforme a la palabra de Yavéh”. Solo ahora lo que Jonás hace, se
adecua a la palabra de Dios. Esta adecuación a la palabra de Dios, la vemos en Elías y en Eliseo y aunque Jonás
nunca es nombrado profeta en el libro, las expresiones de presentación y de llamado, lo identifican como
profeta.
Con este breve versículo, el narrador nos deja ver la dureza y la obstinación de Jonás, que tiene la necesidad de
una segunda llamada y de un segundo mandato para obedecer lo que Dios le encomienda, pero también nos
deja ver la paciencia de Dios para un profeta duro y hasta llama la atención que lo vuelve a llamar y a mandar, y
no le reclama nada; se lo pide como si nada hubiera ocurrido. Al parecer Dios ya lo ha perdonado y se ha
olvidado del rechazo de su predicador.
La importancia de Nínive en el libro de Jonás, la podemos notar porque tan solo en el capítulo 3 aparece
nombrada siete veces y por el énfasis del narrador en que era una ciudad grande (3:3). Así pues, lo que nos
indica el narrador con esto, es que lo que sucede en Nínive no es cualquier cosa. Y tan es así, que usa una de los
superlativos hebreos más especiales: añadir la palabra ( אלהיםElohim), a la expresión “ciudad grande”. Así
pues la expresión hebrea es (לאלהי ם גדולה עירir gadoláh le Elohim) y que en Reina Valera 60, se traduce
como “ciudad grande en extremo” y que literalmente dice “ciudad grande de Dios”. La palabra “Yavéh” o
“Jehová” para nombrar a Dios desaparece después de ser usada en 3:1 y en el texto hebreo solo se usará
Elohim para referirse a Dios, que es un término genérico. ¿Por qué hace esto el autor? Una interpretación
posible, es que en el pensamiento semítico, añadir la palabra “Elohim” a las cosas, no solo es para hablar de
tamaño, sino también de importancia. Es decir, Nínive es “grande en extremo”, porque le importa a Dios. Pero
además puede haber otra posibilidad de este cambio y es que el autor usa el término genérico “Elohim”, para
adaptarse a un ambiente pagano, en el que Yavéh no era un nombre que tuviera alguna relevancia. Por eso dirá
que el pueblo cree en Elohim (3:5), que invoca a Elohim (3:8), que el rey de Nínive espera que Elohim cambie su
decisión (3:9) y que Elohim cambia de parecer (3:10). Desde esta manera de escribir, podríamos hablar ya, que
el autor tiene una visión muy abierta y dispuesta a comunicar y a no encerrarse a palabras dogmáticas ni a jerga
religiosa, sino a tratar de adecuar su mensaje para ser entendido.
Jonás recorre un tercio de la ciudad (3:4) anunciando el mensaje más corto (5 palabras en hebreo): “en
cuarenta días Nínive será destruida”. Nada que ver con los mensajes poéticos y larguísimos de los prefetas que
anuncian destrucción o calamidad como Isaías, Amós u otros. Sin retórica, incluso sin explicar el motivo, se
anuncia simplemente la destrucción de la ciudad. Vemos el número 40 como tantas veces en la Biblia. Se trata
de ese tiempo simbólico determinado por Dios como un plazo para el castigo o el arrepentimiento. Y aunque en
este caso se anuncia el castigo, sabemos por todo el contexto, que es un plazo para el arrepentimiento, un plazo
de gracia, un tiempo para reflexión y esperanza para Nínive.
La repsueta de los ninivitas es inmediata: le creen en la palabra predicada (3:5) y al mismo tiempo emerge una
confiada experanza en Dios que se expresa en elegir hacer penitencia, ayuno y vestirse de cilicio, entendidos
estos actos como símbolo de una conversion interior (3:8). La implicación de esta conversion es total: “desde al
más grande hasta el más pequeño”. Desde el rey y sus ministros hasta los animales. ¡Aquí sí hay conversion de a
deveras!
La palabra moviliza. Hay que notar como la fuerza del mensaje proclamado, esa palabra encargada por Yavéh a
Jonás, genera una serie de acontecimientos. Al autor de este libro le gusta jugar con esta idea de la "palabra de
Yavéh". Por eso la "Palabra de Yavéh" llega a Jonás y le ordena ir a Nínive y predicar allí, pero el Jonás se da el
lujo de ignorar esa palabra y huir. Pero después de todo lo que sucede en el mar, viene por segunda vez la
misma Palabra, que no se deja ignorar tan fácilmente, y manda nuevamente a Jonás a Nínive a anunciar un
mensaje que le "dirá". Y esta segunda vez Jonás va a Nínive "según la Palabra de Yavéh".
El contenido de la Palabra es "en 40 días Nínive será destruida". Y esa Palabra también llega al rey y el rey
también se quita su ropa, se pone ropas ásperas y se sienta en ceniza. Luego nos enteramos que Dios, viendo la
reacción del rey y de la gente, cambia de parecer y no lleva a cabo es destrucción que había "dicho" que iba a
hacer. Así que esa Palabra que amenazaba con destruir a Nínive en 40 días, transforma al rey y los habitantes, al
punto que se arrepienten y se convierten, abriendo así la posibilidad del perdón de Dios.
Dice Jonás 3:5 que "...los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio
desde el mayor hasta el menor de ellos". Consideremos la expresión "creer a Dios". ¿Qué significa aquí? ¿De
verdad creyeron que Dios destruiría Nínive en 40 días y por eso cambiaron? ¿O esa advertencia les generó
confianza total de que cambiar les haría objeto del perdón de Dios? ¿Creerle a qué Dios, si ni se menciona en el
mensaje de Jonás?
Lo más que podemos ver sobre esto, es que ese "creer", debió haber tenido un sentido de confianza, diferente
al temor que se suscitó en los marineros del inicio del libro porque "temor", tiene que ver más con la
obediencia que con la confianza en su significado. Dicho de otro modo, Nínive tomó en serio el mensaje de
Jonás como un mensaje que venía verdaderamente de Dios, y hasta por precaución, según la expresión "¿Quién
sabe si...?"
En todo caso, lo que sí es evidente es que Nínive, ciudad asiria y pagana, creyó en el mensaje que Yavéh (el Dios
de Israel, desconocido para ellos), les comunica a través de su predicador y es tal su confianza en esa palabra,
que reaccionan de modos muy concretos: ropas ásperas, ayuno, ceniza. Y para que no quede duda del alcance
de esta conversión, el autor nos dice que participó toda la ciudad "desde el más grande hasta el más pequeño".
Algo como esto se necesita en nuestras ciudades...
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 11
Después de la población, será el mismo rey de Nínive quien responda a la palabra sobre la destrucción de la
ciudad, tomando acción personalmente en el arrepentimiento, uniéndose al pueblo y haciendo del
arrepentimiento una cuestión, diríamos hoy, de “seguridad nacional”, por lo que convierte en decreto
responder con humildad a este mensaje. Una vez más constatamos en este libro, como los paganos responden
a la Palabra, lo contrario precisamente a cómo ha actuado muchas veces el pueblo de Israel. Seguramente
recordarán al rey Joaquín, de Judá, que agarró las palabras proféticas de Jeremías escritas en un rollo y las fue
quemando según se las leían. No le importó la amenaza de Yavéh sobre su reino (Jeremías 36). En cambio, el
rey de Nínive, muestra gran humildad, según nos narra el autor: deja el trono, se viste de ropas ásperas y se
sienta en ceniza. Dicho de otro modo, deja el poder humano para reconocer el de Elohim, acepta que ha
cometido un gran error, se duele y muestra arrepentimiento. Son acciones que manifestaban la constricción y la
esperanza de obtener la ayuda de Dios.
Una vez que el rey muestra arrepentimiento, el rey publica un decreto que prescribe a toda la ciudad mostrar
arrepentimiento. La orden de hacer penitencia es también para los animales, porque en la mentalidad
mesopotámica en general y, por supuesto bíblica, los animales también participan de los juicios que hacen los
dioses sobre los hombres, por lo que tiene que someterlos a los mismos ritos penitenciales. El autor señala
esto, para dejar claro lo universal del mensaje de Dios. Cuando el rey llama al arrepentimiento, lo hace en
lenguaje profético: “alejarse del camino del mal y de las injusticias que hay en sus manos” (Jonás 3:8). Es un
lenguaje también que encontramos en los libros de los Reyes y en los libros de sabiduría. Los profetas habían
criticado duramente a Asiria por su brutalidad en las relaciones internacionales, ahora es un asirio el que se
porta como modelo de piedad israelita (hasta me recuerda al samaritano de la parábola de Jesús).
Llama la atención que en su llamado a arrepentirse, el rey no pide que dejen a los ídolos, ni exige que crean, ni
que ofrezcan sacrificios al Dios que les está amenazando. En ese sentido Nínive seguirá siendo pagana. Lo que
el rey pide es alejarse de la maldad y no cometer más injusticias, porque de eso están llenas las manos de los
ninivitas. El rey tiene una esperanza: “¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de
su ira, y no pereceremos?”. Esto me remite a la esperanza de los marineros, que expresan con un simple
“quizá”. Este “¿Quién sabe?”, lo encontramos en David, cuando ayuna y ruega por la vida del hijo que tuvo con
Betsabé, y que, al fin de una semana, muere (2do Samuel 12). También aparece “¿Quién sabe?”, cuando el
profeta Joel anuncia el día de Yavéh como un día de oscuridad y muerte y llama al ayuno y al arrepentimiento
por la inminente calamidad que se cierne sobre su pueblo y sobre los moradores de la tierra (Joel 2). La
situación es igual en Jonás. En cada uno de los tres casos la pregunta “¿Quién sabe?” aparece durante el ayuno.
David ayuna, Joel convoca al ayuno, y aquí en Jonás, es una ciudad pagana la que ayuna. En los tres casos
vemos que no se trata de condicionamiento, no se está seguro de qué pueda pasar, pero se hace con la
esperanza de que Dios no proceda como ha dicho. De hecho, el hijo de David muere. Nada condiciona el que
salve a alguien. La salud, la salvación, es un acto libre y soberano de Dios: ningún culto, ninguna manda, ningún
ritual influyen en su decisión. Es un don gratuito de Él. El rey de Nínive se coloca en esta perspectiva; él sabe
que el hecho de que él y su pueblo ayunen no garantiza que Dios los salve, pero con la interrogación “¿Quién
sabe…?”, se abandona plena y confiadamente a la decisión de Dios…
Me parece que la actitud de Dios en Jonás, merece una pequeña reflexión. Dice Jonás 3:10 que “Dios se
arrepintió del mal que había dicho que les haría (a los ninivitas)”. El verbo ַ( םדחנרnakjám), que se traduce por
“arrepentirse”, aparece describiendo una cambio en lo que Dios tenía por propósito inicial, de diversas maneras
en el Antiguo Testamento. Veámoslo de manera resumida.
Hay muchas veces en que vemos que Yavéh se arrepiente de cosas que Él mismo hizo o consintió que se
hicieran. Por ejemplo, se arrepiente de haber creado al hombre (Génesis 6:6), se arrepiente de haber puesto a
Saúl como rey (1 Samuel 15:11 y 35), se arrepiente de haberle causado mal al pueblo (Jeremías 42:10). Pero
también es un verbo que se usa para referirse a acciones de las cuales Dios no se arrepintió en hacer, como
ciudades que destruyó (Jeremías 20:16) o el mal que causó a una generación de israelitas (Zacarías 8:14).
También el verbo nakjám se refiere a acciones que Yavéh cumplirá en el caso de que el pueblo no haga caso del
llamado al arrepentimiento, pero si hace caso, anulará el castigo anunciado, como lo podemos leer en Amós 7:3
y 6; Jeremías 18:8 y 26:3, 13 y 19 entre muchos otros. El Salmo 106, habla del tema y específica que el motivo
del arrepentimiento de Dios para hacer daño a Israel, es su misericordia (v. 45).
Hay dos pasajes, en donde nakjám describe al propio Yavéh, lo cual no muchas veces es tomado en cuenta en
las teologías. Joel 2:13 dice: “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro
Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del
castigo”. La palabra que se traduce en la versión de Reina-Valera 60 (RV60) como “duele”, es precisamente
nakjám, arrepentir. Es decir, se describe como un atributo de Yavéh, el arrepentirse de hacer mal (en el hebreo
la palabra que se traduce por “castigo”, es ( עדרrah), que significa mal en muchos sentidos). También en Jonás
4:2, vemos la palabra nakjám como parte del ser de Yavéh: “…porque sabía yo que tú eres Dios clemente y
piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.” Y aquí RV60, si traduce
“arrepientes del mal”.
Ahora bien, la pregunta que se nos plantea en Jonás es “¿Tendrá Dios misericordia y se arrepentirá de hacerle
mal a alguien si se arrepiente? En Jonás esa respuesta no se da como un hecho, sino que está confiada a la
esperanza, expresada con la pregunta “¿quién sabe si…?” Si el pueblo se vuelve del mal y camina en la dirección
justa, Dios podría apiadarse y volverse a tras del ardor de su cólera.
En Jonás, la esperanza no es traicionada y la interrogación recibe como respuesta el perdón para los ninivitas. Al
hecho de cambiar su conducta de parte de los ninivitas, corresponde que Dios en su misericordia, revoque su
castigo. La narración nos cuenta en ejemplo, lo que Jonás dice con lamento y coraje (4:2): que Dios es así, lento
para enojarse y se arrepiente del mal que anuncia. Como el arrepentimiento de los ninivitas no fue solo un acto
interno y abstracto, sino que se manifestó en acciones concretas, así el arrepentimiento de Dios es valorado en
una acción definitiva: “y no lo hizo” (3:10 b). Y así como en algún momento Yavéh escuchó la oración de Moisés
y el pueblo de Israel no recibió el castigo que le había dicho que le aplicaría (Éxodo 32:14), así la ciudad pagana
de Nínive recibe esta experiencia de salvación. Cabe terminar, esta reflexión citando Jeremías 18:7,8: “En un
instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se
convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles”.
Hablar de Dios siempre conlleva la sutil pretensión de creer saber o querer determinar el actuar de Dios, según
el propio modo de ver las cosas, la propia perspectiva o la propia teología, así sin más. Este libro de Jonás nos
habla de ese riesgo. Por un lado, Jonás muestra su fe ortodoxa, cantando un salmo muy propio y confiado y
expresando un credo muy de acuerdo a la tradición teológica de los padres del pueblo de Israel. Pero por otro
lado, también Jonás nos muestra que le cuesta trabajo reconciliar esta teología, muy válida por cierto, con la
historia concreta y con personas concretas entre las cuales se encuentra inmerso como predicador de Dios. En
particular le cuesta trabajo comprender que Dios sea tan inaudita e insospechadamente misericordioso, hasta
el punto de perdonar a los ninivitas, que eran paganos y un pueblo sanguinario y abusador, y enemigo acérrimo
de Israel.
La historia que se nos cuenta, podría terminar en el capítulo 3, con un “final feliz”, porque todos en Nínive,
hasta los animales, se convierten, hacen penitencia y se salvan gracias a la misericordia de Dios. Parece que
sería el final más conveniente para este pequeño relato. Pero no. El libro continúa y hasta nos deja un “final
abierto”. Quizá como epílogo, el narrador nos hubiera contado brevemente la alegría de Jonás por la conversión
de Nínive, pero lo que nos cuenta es que Jonás siente una gran indignación (4:1). Es precisamente en este
momento que se nos revela la razón de su enojo y que es la misma razón por la que huye a Tarsis en lugar de
obedecer a Yavéh. Dice Jonás: “Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso
me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de
grande misericordia, y que te arrepientes del mal.” Una cosa es decir que Dios es misericordioso, confesarlo,
pero aceptar personalmente que Dios lo sea y ser misericordioso en carne propia… ¡eso es otra cosa! En su
confesión, Jonás reconoce que no se trata simplemente de que Dios sea misericordioso, sino que su
misericordia es grande y además, es compasivo, amoroso, paciente y puede cambiar de opinión respecto de
castigar a alguien.
Me parece importante hacer notar que Jonás, no dice esto como fruto de su reflexión personal. Es algo
aprendido. Son atributos de Yavéh según la más pura doctrina ortodoxa hebrea. Estos atributos los
encontramos en varios pasajes del AT, entre los cuales destaca el de Éxodo 34:6 y 7, que es cuando Dios se
revela a Moisés y de donde el judaísmo ha sacado los 13 atributos de Yavéh (o Hashem, como dicen ellos), de
los cuales los primeros 11 señalan la compasión de Dios y los últimos 2, la justicia. Es a partir de esta revelación,
que Moisés se atreve a implorar el perdón de Dios para el pueblo que ha hecho un becerro de oro y lo ha
adorado. Pero también es importante que noten que hay algo que Jonás confiesa y que no está en la revelación
de Éxodo 34: que Dios se arrepiente del mal. Ya comenté algo al respecto de esta idea en mi reflexión anterior,
pero agregaré una idea: si Dios es capaz de arrepentirse, eso significaría que no es inmutable y que no ha
predeterminado todo. Ya sé que nuestra ortodoxia salta inmediatamente y se agolpan los textos que parecen
confirmar la inmutabilidad de Dios. Efectivamente Dios es Señor de la historia, pero el futuro, en cuanto a salvar
o castigar, parece, al menos en parte, determinable por lo que elijan los seres humanos. Podríamos decir que
Dios se enfrenta con reales y diversas posibilidades acerca del futuro; no obstante, permanece firme en su
ineludible voluntad salvadora. El hecho de que se arrepienta de hacer un mal a un pueblo, nos sugiere que Dios
vive en tensión en su deseo de salvar al ser humano y, en ese sentido, estos cambios de Dios, aun cuando
choquen con nuestra idea de un Dios inmutable, significan que su voluntad salvadora no cambia.
Aferrarse a la ira es como agarrar un carbón caliente con la intención de tirarlo a otra persona; eres tú el que se
quema.
Jonás conocía a Yavéh. Sabía bien de la posibilidad de que Dios cambiara de idea. Y a estas alturas del relato, ya
nos dimos cuenta de que este “conocimiento seguro” de Jonás, contrasta fuertemente con el comportamiento
de los paganos de que nos habla todo el relato. Así tenemos al capitán de los marineros que se arriesgan al
naufragio con tal de salvar a Jonás y solo atina a decir “quizás…”: “Quizás Dios se acuerde de nosotros y no
moriremos” (1:6) y también tenemos al rey de los ninivitas que solo es capaz de decir “¿quién sabe…?”:
“¿Quién sabe si Dios cambie de parecer, y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos?” En ambos casos Dios
los salva y no mueren. Sin embargo Jonás, con toda su seguridad, con toda su ortodoxia doctrinal, no
comprende la salvación y la misericordia de Dios, hasta el punto que quiere morirse (4:3). Díganme si no es
asombroso el contraste: ¡Todos los paganos quieren vivir, pero Jonás se quiere morir! Los paganos no esconden
sus dudas y encuentran la salvación, pero Jonás que parece ostentar una fe impecable, termina enojado y
desando morir.
Este deseo de morir también lo vemos con Moisés, Jeremías y Elías. Moisés le pide a Dios que lo suprima del
libro que tiene escrito, si no está dispuesto a perdonar a Israel por el pecado del becerro de oro (Éxodo 32:32);
Jeremías, confrontado por las dificultades de sus propio ministerio, maldice directamente el día de su
nacimiento (Jeremías 20:14-18); Elías, perseguido por la reina Jezabel quien quiere matarlo, huye al desierto y
sentándose bajo un arbusto, expresa su deseo de morir (1Reyes 19:4). Moisés, Jeremías y Elías llegan al punto
de un desánimo tal, que quieren morirse, porque la misión que tiene enfrente es demasiado difícil. Jonás, ya
cumplió su misión, pero igual quiere morirse. Pero hay una gran diferencia entre Moisés, Jeremías y Elías y
Jonás: mientras que su deseo de morir ha sido causada por la infidelidad del pueblo de Dios o de sus dirigentes,
el deseo de morir de Jonás, es causado por la misericordia de Dios. Aquellos profetas piden la muerte porque la
Palabra de Dios no es escuchada; Jonás, de modo absurdo, pide la muerte precisamente porque la Palabra fue
escuchada y Dios perdonó a los ninivitas: “Es mejor para mí morir que vivir” dice Jonás (4:3).
Esto que parece una cuestión muy extraña y difícil de entender, en realidad no lo es. Actualmente en muchos
grupos para eclesiales, iglesias tradicionales y no tan tradicionales, se va dando esta tendencia. Personas con
una gran doctrina, con una impecable ortodoxia, sucumben al enojo irracional, cuando se les habla de la
misericordia de Dios para todos y hasta es posible, que también quieran morirse si Dios no destruye a los
pecadores…
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 15
Es curioso como Jonás desea la muerte dos veces. Esta segunda vez, sucede cuando Dios le quita la sombra
agradable de una planta ( = ןיֵויֵרַקיֵקקquicayón), que en realidad no se sabe qué es y que Dios había hecho crecer
para él. Casi todo el capítulo se centra en esto. El texto dice que Jonás sintió una “gran alegría” por la planta.
Este detalle no es menor. Nos hace ver el abismo emocional y de perspectiva entre el “gran enojo” que siente
Jonás porque Dios perdonó a los ninivitas y la “gran alegría” que le causa la sombra de la planta. O sea, prefiere
el aire acondicionado, a que Dios sea misericordioso. Y cuando Dios seca la planta poniéndole un gusano y
mandándole un viento sofocante a Jonás, dejándolo bajo el sol inclemente, Jonás siente de nuevo una gran
indignación y se quiere morir del coraje.
Lo paradójico e irracional de la reacción de Jonás queda expuesta por el autor en una serie de contrastes. Se
indigna porque Dios destruye la planta que le daba sombra, así como se indigna porque no destruyó a Nínive.
Se indigna porque ya no tiene la sombra que le hacía feliz, así como se indigna porque los ninivitas entraron en
la sombra protectora de Yavéh. Se irrita porque su planta muere, igual que se irrita porque Nínive entera vive.
Seguramente verla destruida le hubiera causado una gran alegría. Y tal vez por eso, no le responde a Dios la
pregunta de “¿te parece bien estar tan indignado?”, sino que la ignora y quizá en el fondo, desea que Dios se
arrepienta de lo que ya se ha arrepentido y destruya a Nínive y por eso, se sienta al este de la ciudad para ver
qué ocurrirá con ella. Tal vez espera que, después de haber protestado airadamente, Dios cambie de parecer y
termine por hacer justicia a los enemigos de Israel.
Queda así evidenciada la desproporción de la postura de Jonás ante la misericordia de Dios. También la
pregunta final de Dios a Jonás, incluyéndonos a nosotros, contribuye a tomar mayor conciencia de dicha
desproporción entre la preocupación de nuestro protagonista por una planta que él no plantó, que creció sin su
ayuda y que se secó en una noche y la preocupación de Dios por la gran ciudad en la que más de 120 mil
personas y muchos animales, tienen la necesidad de cambiar de rumbo y ser salvados. También la planta nos
recuerda que es Dios quien da la vida y la hace durar lo que él quiere y que no tenemos ningún derecho sobre
la vida de nadie. Jonás quiere que Dios destruya a una ciudad que él no construyó, a personas a las que ni
conoce y a quienes no les dio vida, a gente con la que no tiene la más mínima empatía, que son como la planta:
han crecido sin su intervención. Jonás solo ve su bienestar personal, Dios ve por la salvación de sus criaturas…
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 16
Una de las cosas más llamativas del libro de Jonás, es la mención de los animales, dentro del acto salvífico de
Yavéh. No basta con dejarnos claro que Dios es misericordioso y que Jonás está en contra de su misericordia,
sino que además, la misericordia divina incluye a los animales y es así como cierra el libro (4:11). Y no solo así
cierra el libro, sino que ya se nos ha dicho, podríamos decir que un tanto irónicamente, que fueron incluidos en
la penitencia y la conversión de todos los ninivitas (3:7-8). Ya ese solo dato es para sonreír si lo comparamos con
la actitud de Jonás. Es como si el autor nos dijera que ¡hasta los animales son más sensibles a lo que Dios dice
que su propio predicador! Obviamente, también está incluida una visión de la salvación que por nuestros
reduccionismos doctrinales nunca consideramos. No me detendré en este asunto, pero sí es un dato este de los
animales en Jonás, al que casi nadie le hace caso, pero que tiene su relevancia.
Por otro lado, está la descripción de los ninivitas, a quienes se les define como un pueblo que “no sabe
distinguir la derecha de la izquierda” (4:11). Es fácil interpretar esta frase como que se refiere a personas que,
diríamos hoy, “no saben qué onda con su vida”, es decir, están desubicados en la elección del bien y del mal. Y
claro que sabemos por la historia que eran un pueblo bárbaro y sanguinario, famosos por no tener piedad. Por
eso Dios les da 40 días de plazo antes de ser destruidos, para mostrar su misericordia. Esto nos muestra a un
Dios que se preocupa por aquellos, que para muchos de nosotros, serían los últimos que consideraríamos para
hacerlos objeto de la misericordia de Dios.
Es clarísimo en el libro de Jonás, que las personas que por un lado reconocen a Dios, al mismo tiempo que son
objeto de su misericordia, son paganos. No son israelitas. De hecho, Jonás es el único israelita en el relato y así
lo reconoce ante los marineros (1:9) y hasta alcanzamos a sentir un cierto orgullo en reconocerse como tal.
Todos los otros personajes del relato no son hebreos, pero en el relato siempre sentimos que están bajo la
mirada misericordiosa de Dios. Jonás no se enoja porque Dios sea misericordioso, sino que se enoja porque no
es misericordioso solo y exclusivamente con ellos, los hebreos, su pueblo amado, y porque su misericordia se la
da a otros, especialmente a gente que son enemigos mortales del pueblo de Israel. Así que el problema
fundamental de Jonás, es creer que la misericordia de Dios, que el perdón de Dios, son de determinada manera
y que Dios tendría que aplicarla de esa manera que Jonás piensa que debe ser.
Esta manera de pensar, se ha dado a través de la historia muchas veces, pero también hoy se está dando en
muchos ámbitos y en contra de muchas personas. Seguramente, si son sensibles a esto, vendrán a su mente
algunas situaciones actuales de intolerancia e inhumanidad…
JONÁS: UN PREDICADOR A HUEVO 17
Conclusión
Una de las cosas que me parece sobresaliente en el libro de Jonás, es que el autor nos propone una mirada de
Dios que no encuadra en cierta lógica cerrada. La gente de mente estrecha y cerrada en nuestras sociedades
humanas sigue existiendo; sobre todo en materia de religión. Jonás, como esas personas, no consigue
encuadrar en su lógica a un Dios que parece poco fiable y hasta que no se ajusta a lo que él mismo Dios ha
revelado de sí mismo, porque manifiesta un perdón que no lo limita nada y porque no se deja encerrar ni ser
exclusivo solo de algunos que se sienten privilegiados. El libro de Jonás nos muestra a un Dios en quien se
puede confiar, hasta en el momento en que se pudiera tener la impresión de que se está alejadísimo de Él,
porque la maldad ha subido hasta el cielo (1:2) y pareciera que no hay escapatoria de su justicia.
El autor ya no nos dice hasta qué punto Jonás entendió o no la misericordia de Dios en carne propia. El libro
termina con una pregunta que hace Dios y cuya respuesta no parece quedarse a esperar, por lo menos no se
queda a esperar la de Jonás. Tal vez, lo que nos sugiere el autor con dejar esta pregunta abierta, es hacernos
entender a los lectores, que la pregunta nos la hace Dios a nosotros. Es decir, no importa si a Jonás se le pasa el
coraje, si acepta la misericordia de Dios y se convierte a ella o se vuelve a enojar y hace berrinche nuevamente;
importa que nos dejemos interrogar, importa que reflexionemos sobre nuestra fe en el Dios que decimos creer,
importa qué tanto importa más el dogma que nuestro amor por los demás, importa nuestra respuesta, importa
nuestra actitud ante aquellos que podríamos considerar pecadores condenados a muerte. El problema de Jonás
bien puede ser el mío o el tuyo, si bien con formas y modalidades distintas…
Y es que los seres humanos tendemos a segregar, a condenar, a actuar llenos de prejuicios y muy a menudo,
más de lo somos conscientes, podemos estar en la posición de Jonás o en la posición del hijo mayor de la
parábola del Padre amoroso que nos platica Jesús en Lucas (15.11-32), esa posición en la que no conseguimos
entender cómo el padre puede recibir a nuestro hermano, aun cuando lapidó la herencia y… ¡hacerle fiesta!
También en la parábola nos encontramos con una misericordia “difícil”. Y así como el padre amoroso de la
parábola, trata de hacer entender al hijo mayor su alegría por el regreso de su hijo menor, así el autor de Jonás,
nos explica a un Dios que tiene una gran misericordia, quizá incomprensible por nuestra lógica, pero por la cuál
sería mejor sentir una “gran alegría”, en lugar de una “gran indignación”.
He compartido con ustedes algunas ideas en torno al libro de Jonás. Todavía queda mucho por decir y mucho
por reflexionar. Espero que les haya aportado algo beneficioso y les agradezco el tiempo que se hayan tomado
en leer. ¡Dios les bendiga!
Buen día!
EL SIGNO DE JONÁS 1
Juan 2:11 Ésta, la primera de sus señales, la hizo Jesús en Caná de Galilea. Así reveló su gloria, y sus discípulos
creyeron en él.
Juan 4:54 Ésta fue la segunda señal que hizo Jesús después de que volvió de Judea a Galilea.
Mat 16:1
16:1-12—Mr 8:11-21
Los fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo a prueba, le pidieron que les mostrara una señal
del cielo.
Mat 16:2 Él les contestó:[a] «Al atardecer, ustedes dicen que hará buen tiempo porque el cielo está rojizo,
Mat 16:3 y por la mañana, que habrá tempestad porque el cielo está nublado y amenazante.[b] Ustedes saben
discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos.
Mat 16:4 Esta generación malvada y adúltera busca una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la de
Jonás.» Entonces Jesús los dejó y se fue.
Luc 11:29
La señal de Jonás
11:29-32—Mt 12:39-42
Como crecía la multitud, Jesús se puso a decirles: «Ésta es una generación malvada. Pide una señal milagrosa,
pero no se le dará más señal que la de Jonás.
Luc 11:30 Así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, también lo será el Hijo del hombre para
esta generación.
Luc 11:31 La reina del Sur se levantará en el día del juicio y condenará a esta gente; porque ella vino desde los
confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí tienen ustedes a uno más grande que
Salomón.
Luc 11:32 Los ninivitas se levantarán en el día del juicio y condenarán a esta generación; porque ellos se
arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Jonás.
Mar 8:11 Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba, le pidieron una señal
del cielo.
Mar 8:12 Él lanzó un profundo suspiro y dijo:[a] «¿Por qué pide esta generación una señal milagrosa? Les
aseguro que no se le dará ninguna señal.»