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Jesús Ynfante : La prodigiosa aventura del Opus Dei

Este libro está siendo, con todo merecimiento, la sensación del año en España, dirigido
a un público, no precisamente proletario, que ya está un tanto aburrido de los treinta
años de paz de camposanto y que piensa, un tanto alarmado, que la era de Franco está,
por fin, acabando.

El autor pertenece a la vieja tradición hispánica del más rabioso anticlericalismo. Un


verdadero quema-iglesias andaluz. Es un placer leer las páginas que dedica, de paso, a
los católicos progresistas.

Su idea básica, para interpretar la secta llamada Opus Dei -católicos no progresistas:
profesionales, funcionarios, financieros, industriales y ministros- es considerarla como
una de las ramas del fascismo español, que no ha sido realmente como los fascismos
europeos sino más bien un producto ibérico que debería llamarse « clerical-
autoritarismo ». La fórmula es un aporte importante. Las raíces de la personalidad
autoritaria de los clerical-autoritarios españoles deben buscarse en la educación que
recibieron de manos de la Iglesia, organización jerárquica. En las Constituciones del
Opus Dei -por primera vez difundidas ampliamente, en forma de apéndice al libro que
comentamos- hay verdaderas perlas del pensamiento jerárquico (y por tanto misógino)
que engarzan, o pretenden engarzar, con tradiciones anteriores no ya al liberalismo del
siglo XIX español sino a Carlos III. Por ejemplo, el presidente del Opus Dei debe ser
hijo legitimo y, mientras los socios del Opus Dei deben dirigirse a la Virgen María
llamándola sedes sapientiae, las socias han de conformarse con ancilla domini. Y es
evidente que aunque el Opus Dei intente ahora disociarse de la represión antipopular
que bajo el mando de Franco realizaron la Falange, el Ejército y la Iglesia a partir de
1936 -una matanza notable-, el fundador del Opus Dei, Monseñor Escrivá de Balaguer,
que pasó la guerra civil en Burgos, pertenece a la generación de concienzudos
sacerdotes que asesinaron a cristazos a rojos y masones -figurativamente hablando,
aunque no siempre.

Sin embargo, después de disfrutar leyendo el libro de Ynfante, quedan algunas dudas.
De un lado, no todos los fascistas españoles han sido clericales. De otro lado, más
importante, no todos los afiliados del Opus Dei son clericales. Por supuesto que la lista
de socios y simpatizantes que Ynfante incluye en su libro no es ni completa ni libre de
errores. Dado que el Opus Dei es una sociedad secreta, es perfectamente razonable
incluir esa lista que procede de informaciones fragmentarias, a veces de primera mano y
a veces de segunda. Pero hay gente en esa lista, en la categoría de cooperadores por
ejemplo, que aunque políticamente simpatizan con lo que la secta representa hoy en
España, no son gente de misa. Ynfante hace constar, con razón, que para ser influyente
dentro de la secta hay que ser de misa, pero que para ser considerado como simpatizante
no hace falta. Pero no obstante, no todos los españoles que no son de misa podrían
simpatizar con el Opus Dei, ni ser bien vistos por la secta. Por ejemplo, quienes sean
socialistas. O quienes son falangistas de izquierda : es decir, fascistas anticlericales,
nacionalistas castellanos, populistas y anticapitalistas, o por lo menos antimperialistas,
en política económica. Para dar un ejemplo concreto : el señor Estapé, que hoy ocupa un
alto cargo político en el Plan de Desarrollo y que por tanto puede servir como tema de
discusión pública, figura en la lista de simpatizantes. Evidentemente lo es. Pero no es en
absoluto un clerical-autoritario. Es un hombre que más de una vez debe haber pensado
que tuvo mala suerte en nacer en Port Bou y no en Cerbère y que hoy da el insólito
espectáculo de un ampurdanés franquista. Si pudiera, no le hubiera importado ser
liberal. Pero seguramente, como el franquismo ha durado tanto, ha tenido interés en
convencerse de que para que España llegue de una vez a parecerse a Europa hace falta
llegar a los famosos mil dólares de ingreso per capita (a precios de 1957, hay que
suponer), lo que felizmente debería coincidir, más o menos, con el fallecimiento del
general Franco. Lo que hay que evitar es otra revolución de los pobres. Y mientras tanto
el liberalismo queda en suspenso. Ynfante no parece haberse dado cuenta que hay una
burguesía así en España y que por ahora participa cada vez más en el poder. El mundo
occidental está ya lleno de liberales de este tipo -de ahí, lo que a mi juicio son
exageraciones de Ynfante sobre la posible influencia que el Opus Dei puede adquirir en
Norteamérica, o en Alemania, o en la Argentina. En España, el espíritu capitalista, el
culto a la expansión económica y el liberalismo muy prudente -subordinado a las
necesidades del capitalismo y a la represión contra las fuerzas revolucionarias, claro
está- se ha encarnado últimamente en el Opus Dei, porque sólo podía vivir, tras la
guerra civil, bajo un disfraz clerical-autoritario. El disfraz fue accidental. Por ejemplo,
tras lo que pasó en España, hoy Cambó sería, si no miembro del Opus Dei -la
puntualidad, el trabajo, el ganar dinero, etc., son virtudes que en las regiones
industriales se practican sin necesidad de que cuenten como méritos para la vida eterna-,
por lo menos simpatizante. Ynfante parece creer que la pelea en España se desarrolla
todavía entre Olavide y la Inquisición.

En el libro de Ynfante yo echo de menos la consideración del Opus Dei, no sólo como
una secta clerical-autoritaria, sino también como el representante político, desde 1957,
de los capitalistas españoles y de los capitalistas extranjeros en España - a pesar de
algunos conflictos que siempre pueden existir entre representados y representantes.
Aunque los datos que da Ynfante sobre los negocios del Opus Dei tienen gran interés,
quizá le llevan a considerarlo como un grupo financiero. Su importancia, sin embargo,
está sobre todo en la política económica que ha seguido en el gobierno, en pro de lo que
suponen ser el bien de los españoles.

Esa representación se adorna, por los interesados, con exagerados tintes de competente
tecnocracia. Como Porfirio Díaz en 1910, Franco, también a los 78 años, está rodeado
de « científicos ». En realidad, una exageración notoria : tecnócratas que se dejan
embaucar por el señor Vilá, de Matesa, y que se atribuyen el mérito del crecimiento de
una economía que no podía menos que crecer, a base de la acumulación de capital
realizada a expensas, evidentemente, de la clase obrera, y extraordinariamente
favorecida por el turismo, las remesas de los emigrantes y el primer impacto de la
inversión extranjera. La historia durará -como máximo- hasta que haya una crisis en el
capitalismo mundial que, sin necesidad de ser muy grande, tendría gran repercusión en
España.

In Cuadernos de Ruedo ibérico nº 31/32, junio-septiembre 1971

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