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UNIVERSIDAD CATÓLICA “ANDRÉS BELLO”

INSTITUTO DE TEOLOGIA PARA RELIGIOSOS


CONGREGACION DEL SANTÍSIMO REDENTOR
ESTUDIANTE: ZAMBRANO, Pedro
CÁTEDRA: FILOSOFIA DEL LENGUAJE

HEGEL, EL POSITIVISMO Y STUART MILL

En Hegel el lenguaje avanza y se desarrolla junto con la cultura. La cultura y sus


dimensiones son las que nos ayudan a comprender por medio de la concia y de la razón el
verdadero significado de cada cosa en sí.

El lenguaje parte de la particularidad, ya hemos escuchado que el lenguaje no solo


es una herramienta de comunicación externa, sino que también los permita hablar y
razonar con nosotros mismos. Luego de este proceso introspectivo del pensamiento y
conceptualización egocéntricos de las cosas el lenguaje se generaliza al ser comunicado a
otros. Este proceso de aprehensión es posible gracias a la cultura que nos permite dar
nombre a las cosas que nos rodean.

Por ello el lenguaje es mediación entre extremos. Uno que hace mediación entre la
cultura, el ego (yo) y la conciencia, y otro extremo que es el Estado y la conciencia noble.

De esta manera, el lenguaje es mediación entre extremos.

Hace, para el espíritu, de término medio entre los dos extremos del

yo y de la conciencia:

Los dos extremos, el poder del Estado y la conciencia noble, son

desdoblados para ésta [la mediación del lenguaje]: aquél, en lo

universal abstracto, a lo que se obedece, y en la voluntad que es para

sí, pero que todavía no corresponde a él por sí misma; ésta, en la


obediencia del ser allí superado o en el ser en sí de la estimación de sí

mismo y del honor y en el puro ser para sí aún no superado, en la

voluntad que permanece todavía en acecho.70

Pero, señala Hegel, todos los términos aquí reunidos se mienten a

sí mismos, son la pura cultura. Son sólo nombres, dados por el

lenguaje del halago, o por el lenguaje del desgarramiento.

Nombres vacíos y esencias vacías. “El contenido del discurso que

el espíritu dice de sí y en torno a sí mismo es, por tanto, la

inversión de todos los conceptos y realidades, el fraude universal

cometido contra sí mismo y contra los otros, y la impudicia de

expresar este fraude es precisamente y por ello mismo la más

grande verdad.”73

“El lenguaje es la autoconciencia que es para otros, que es

inmediatamente dada como tal y que es universal como ésta”.74

Pero ya no es el lenguaje invertidor y desgarrado de la cultura; es

el espíritu que ha retornado a sí, cierto de sí y de su verdad. El

contenido del lenguaje de la buena conciencia es el sí mismo, pero

ahora universalizado, que se sabe como esencia. En él, la


conciencia expresa su convicción. Por ello, el sí mismo singular se

integra a la conciencia universal y a la ley. “Así pues, quien diga

que actúa así por buena conciencia dice la verdad, pues su buena

conciencia es el sí mismo que sabe y que quiere. Pero debe decir

esto esencialmente, pues este sí mismo debe ser, al mismo tiempo,

sí mismo universal.”75 Esto sólo es real en el lenguaje, pues él lo

expresa como verdadero y, además, justamente en el lenguaje

reconoce todos los sí mismos y por ellos es reconocido.

POSITIVISMO

En efecto, la lógica es arte de pensar, y el lenguaje es el instrumento del pensamiento. Y el


lenguaje tiene como elementos principales los términos y las proposiciones, que constan
de términos, a saber: sujeto, cópula y predicado. Toda proposición consta de tres partes:
el sujeto, el predicado y la Toda proposición consta de tres partes: el sujeto, el predicado y
la cópula. El predicado es el nombre que denota aquello que es afirmado o negado. El
sujeto es el nombre que denota la persona o cosa de la que algo es afirmado o negado. La
cópula es el signo que denota que hay una afirmación o una negación; y, por tanto, es lo
que capacita al oyente o lector para distinguir una proposición de cualquier otra clase de
discurso. 81 Mill toma la definición de nombre que da Hobbes, a saber, aquello que sirve
para recordar un pensamiento y comunicarlo; pero disiente de Hobbes en que los
nombres sólo significan ideas; por la exigencia realista de su cientismo positivista, Mill dice
que la ciencia exige la referencia a las cosas, no sólo a las ideas.}
Los nombres pueden significar cosas reales o imaginarias, y se dividen en nombres
especiales y nombres generales. Nombres generales son “piedra” y “esta”, y cuando se
unen, como en “esta piedra”, forman un nombre especial. El nombre individual sólo
puede aplicarse con verdad y en el mismo sentido a una sola cosa. El nombre general, a un
número indefinido de cosas; y es doble: propiamente general, cuando se aplica a cada
una, y colectivo, cuando se aplica sólo a la multitud en su conjunto. La segunda división es
en nombres concretos y abstractos: los primeros designan una o varias cosas (“hombre”,
“blanco”); los segundos, un atributo de las cosas (“humanidad”, “blancura”). La tercera
división es en nombres no connotativos (o denotativos) y connotativos; los primeros
significan un sujeto o un atributo (“falta”); los segundos, uno o varios sujetos, lo que
implica uno o varios atributos (“hombre”). Los nombres propios, como “Sócrates”, son
denotativos: significan un sujeto sin connotar sus atributos. El significado de una palabra
consiste en su connotación, no en su denotación: De las observaciones precedentes
fácilmente se colegirá que siempre que los nombres dados a los objetos dan alguna
información, esto es, siempre que tienen propiamente algún significado, el significado
reside no en lo que denotan, sino en lo que connotan. Los únicos nombres de objetos que
no connotan nada son nombres propios; y éstos no tienen, estrictamente hablando,
significación. 82 Es decir, los nombres propios son sólo denotativos, por eso no tienen
significado. Los nombres singulares, como “el maestro de Platón” (lo que Russell llamará
descripción definida) sí tienen connotación, por lo que tienen significado y son distintos de
los nombres propios.

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