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Bajo el marco de las Leyes 21.526, 24.144 y 26.831, nuestro sistema financiero
institucionalizado, se encuentra integrado por dos segmentos bien diferenciados, en cuanto a su
estructura, funcionalidad, agentes operativos, instrumentos financieros transables y
responsabilidades operativas, a saber:
Ambos mercados movilizan y canalizan los recursos financieros en diferentes plazos, riesgos y
rendimientos. A su vez, ambos mercados tienen que tener un grado similar de actuación y
volúmenes operativos, para poder intervincularse y administrar sincronizadamente el flujo de
recursos de uno hacia el otro, recíprocamente, a fin de satisfacer los desafíos del desarrollo
económico del país.
Mercado monetario.
Esa autoridad de aplicación es el Banco Central de la República Argentina (Ley 24.144), quien
tiene asignadas bajo su órbita dos funciones prioritarias, a saber:
Mercado de capitales.
Los plazos de financiamiento tienden al mediano y largo plazo. La movilización de los recursos
financieros se materializa a través de los mercados de valores o de futuros, agentes y
sociedades de bolsa, fondos comunes de inversión y fideicomiso financieros, debidamente
autorizados para desarrollar la actividad por la autoridad de aplicación del régimen legal
aplicable.
Esta autoridad de aplicación es la Comisión Nacional de Valores (Ley 26.831), quien tiene a su
cargo diversas funciones esenciales, a saber:
Conforme lo expuesto y vista la nueva ley, entiendo que es necesario puntualizar en lo atinente
al mercado de capitales, que su dinámica funcional presenta dos segmentos operativos bien
diferenciados, a saber:
La reciente sanción de la Ley 26.831, establece que son objetivos y principios fundamentales
del nuevo régimen legal para el mercado de capitales, entre otros, “favorecer los mecanismos
que fomenten el ahorro nacional y su canalización hacia el desarrollo productivo” (art. 1º-a) y
“propender a la creación de un mercado federalmente integrado, a través de mecanismos para la
interconexión de los sistemas informáticos de los distintos ámbitos de negociación” (art. 1º-d).
También se persigue que mediante la desmutualización (es decir, que los negociadores en el
mercado dejen de ser forzosamente miembros del mismo) y la integración, pueda hacer factible
la consolidación del funcionamiento del mercado de capitales, en sintonía con el entorno
financiero global, más la posibilidad de salida a la cotización de los propios mercados. Va de
suyo que tales objetivos resultan altamente loables y enrolados en principios modernos de
regulación de los mercados.
La principal causa de esta atonía radica en la inexistencia de moneda nacional, que es una
característica constante de la historia económica argentina, desde 1883 en que nace el peso
moneda nacional como moneda única en todo el territorio nacional, hasta nuestros días. Tan es
así, que la filosofía popular ha impuesto la frase: “si quieres ahorrar, huye del peso”. Es evidente
que el país necesita debatir sobre este problema estructural. Cabe recordar la frase de LENIN:
“si quieres destruir el capitalismo, comienza por destruir su moneda”.
Correlato de ello, es la “fuga” de capitales que sigue siendo continua a través de los años, como
consecuencia de la inexistencia de moneda como reserva de valor; entorno nada propicio que
afecta nítidamente el desarrollo del mercado de capitales. En otras palabras, el mercado de
capitales nacional no atrae inversiones y la nueva ley “per se” no es la solución para revertir esta
tendencia.
Para ello es necesario generar confianza macro sistémica y combatir el flagelo de la inflación, de
modo de construir una moneda nacional realmente genuina, que posibilite a los mercados
financieros, el diseño y la emisión de títulos predecibles, en función de la trilogía plazos,
rendimientos y asunción de riesgos ordinarios.
De lo contrario, los postulados de la Ley 26.831 configurarán una simple “sinfonía” de letras pero
vacía de toda música, ahuyentando la realidad y conformando la virtualidad.