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Aportando al BLINDAJE EMOCIONAL en mi hijo

Como profesional de la salud y con más de 20 años de ejercicio profesional con 15


de ellos fuertemente dedicada a la modificación de conducta, el empoderamiento
del padre y el BLINDAJE EMOCIONAL en los niños, me resulta más patente y
visible el manejo del padre de familia en la construcción de un perfil vulnerable,
entendido éste, como aquel que no posee la capacidad de resistir ante un reto o
evento, ni la habilidad o los recursos para reponerse ante ellos, con la total
efectividad que se requiere.

Incluso estas nuevas generaciones de padres han participado en ocasiones


conscientes y en otras por omisión, a través de actos como la sobreprotección o la
sobrevaloración del hijo, volviéndonos HIPERPADRES como los denomina Alvin
Rosenfeld y Nicole Wise, en su libro Hyper-Parenting. Los autores advierten sobre
el ambiente estresante en que se sumerge al niño, que condiciona que el padre le
resuelva para facilitar los tiempos y movimientos de la dinámica familiar, por otra
parte se ha observado como los hijos al llegar a su etapa laboral son adultos
infantilizados, que no aprendieron a resolver problemas por sí mismos, se les
dificulta tomar decisiones, asumir responsabilidades y ser independientes.

Analicemos entonces que blinda a un hijo, porque pareciera que en épocas


anteriores había más sujetos blindados, niños y jóvenes que tenían la capacidad
de reafirmación (yo soy y sé), con elementos suficientes para la adaptación y
resolución viviendo todo ello como procesos de aprendizaje y crecimiento, no
como eventos traumatizantes y de apocamiento emocional como hoy se quiere ver
o entender.

Se dice que la generación de padres de familia que nacieron entre los 60’ y 70’
con hijos nacidos entre los 80’s y principios de 2000, son padres que dada su
educación y formación son altamente productivos, que resolvían situaciones de
vida con mayor capacidad, alcanzaban muchas de las veces mayor nivel escolar
que sus propios padres, con visión de negocio, asumiendo cargas de trabajo
extraordinarias y definiendo metas claras a corto y largo plazo; es interesante
entonces, analizar cómo se les educó a éstas generaciones de hijos ahora padres,
qué se les exigió que realizarán, que se esperó que supieran o pudieran hacer,
que generó en ellos éste estilo de respuesta a la vida.

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No pasa así, con estos nuevos padres nacidos en los ochentas, que sin tratar de
generalizar, encontramos una constante en muchos de ellos, como sería: carreras
o proyectos de vida inconclusos o no bien planteados (embarazos antes de
tiempo), relaciones sentimentales conflictivas o poco constantes, un gran desgaste
emocional en ellos que generan actitudes permisivas en la formación de los hijos,
incluso tienen más recursos teóricos (leen y saben más), pero en muchas
ocasiones, muestran poca efectividad en la aplicación de lo aprendido,
posiblemente por la espera de una respuesta inmediata, con gran tendencia a lo
rápido y fácil, así mismo presentan cierta o total dependencia económica o de
crianza hacia sus padres, esto es, ante un divorcio o difícil situación financiera,
optan por regresar a la casa paterna o ante el desgaste laboral, solicitan la ayuda
de familiares para la crianza de los hijos, incluso en muchas ocasiones reciben
cierto soporte económico de éstos.

Cabe reiterar que no todos los sujetos de dicha generación tienen dichos rasgos o
estilos de resolución como los arriba descrito, al final haber nacido en esa época
no es decreto, ni todos los nacidos en los 60’s y 70’s califican como sujetos
altamente productivos tampoco resulta garantía.

Pero si debe ocupar nuestra atención que existen elementos que favorecen o no
favorecen a la construcción de un sujeto BLINDADO EMOCIONALMENTE, con
esa capacidad de reafirmación y los elementos suficientes para la adaptación y
resolución de vida, cualidades necesarias para afrontar los retos en la edad adulta.

El desarrollo de un niño comprende entre muchas otras cosas físicas y


fisiológicas, que no serán tema en este libro, la construcción de su personalidad, y
toda personalidad se forma en base al manejo que como padres hacemos o
ayudamos a dar al temperamento infantil, entendiendo como temperamento a ésta
fuerza de respuesta del niño, el nivel de energía de acción que denomino
motivación, incluso dicho temperamento marca el estilo de interacción con el
entorno, por tanto el temperamento es la manera natural de interactuar con el
entorno de corte hereditario y sin influjo de factores externos.

Con frecuencia se escucha decir al padre de familia, hasta con cierto dejo de
orgullo, “este hijo tiene mucho carácter” o “tiene un carácter muy fuerte” cuando en
realidad hablamos de alguien temperamental por tanto poco dominado o
autocontrolado. El temperamento es la capa instinto-afectiva de la personalidad,
sobre la cual la inteligencia y la voluntad modelarán el CARÁCTER, es sobre el
temperamento donde el padre de familia y entorno trabajan para formar el carácter
y por tanto una personalidad BLINDADA.

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¡Lo hemos encontrado! Tenemos que la regulación del temperamento y por tanto
la formación del CARÁCTER determinan en un sujeto su capacidad de respuesta
y afrontamiento a las diversas situaciones que vivirá, concluyéndose entonces que
las generaciones 60’s y 70’s fueron expuestas a experiencias que templaron su
carácter, como transportarse solo a corta edad en camión, hacer tramites a la
preparatoria o universidad sin la ayuda de los padres o buscar el primer empleo
sin la recomendación o el acompañamiento de un adulto, esto es, se les permitía o
incluso ¡obligaba! a tener experiencias de vida que favorecieron solucionar sus
propios problemas, validando con ello la propia capacidad y por tanto generando
autoconfianza, por tanto templar el carácter es el elemento vital en el BLINDAJE
DEL HIJO, entonces, formemos el CARÁCTER de nuestros hijos.

Para ello, debemos iniciar con una frase muy significativa:

“Pequeñas dosis de frustración crecen el CARÁCTER”

Claro que no es lo mismo, mantener frustrado al hijo que dar dosis de frustración,
veamos cómo se puede hacer:

ž Prepararles para sufrir, desarrollando con ello su capacidad de adaptación


a las circunstancias y a la vida, por tanto al cambio. Cuando pensamos para
qué educamos a nuestros hijos, con frecuencia respondemos “para que
sean felices” y entonces yo te diría “no te preocupes la felicidad es optativa,
y no compete al padre elegir para el hijo que sea feliz, eso le compete al
hijo; tú como padre solo tienes que dar los elementos para que él viva la
felicidad, estos es: un espacio físico armónico, con orden, estructura,
reglas, un ambiente familiar nutricio, donde se respete su personalidad y
valore sus capacidades, con una comunicación afectiva y de transmisión de
ideas y emociones de forma asertiva (describiendo lo que siente sin
responsabilizarte al otro de ello, “yo me enojo” no “tú me enojas”), en fin un
ambiente altamente favorecedor para el aprendizaje y la retroalimentación,
pero no sólo donde el hijo viva felicidad, esos ambientes en el mundo real
no existen y es ahí donde se prepara a los hijos a sufrir, con acciones
cotidianas en el día a día como: “hoy no iremos al parque” “eso que me
pides no quiero cómpratelo” “en este momento no quiero jugar contigo” no
hay más argumento que la simple y llana razón de que hoy no debe o no se
puede.

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ž Hacer esfuerzos suplementarios, esto es desarrollar en el hijo el dar más.


Estimado lector si eres un padre de familia y viviste como yo una primaria
competitiva donde lo único que se esperaba de los estudiantes era que
hicieran bien las cosas, no sólo su mejor esfuerzo, bueno pues ello
generaba que hicieras lo mejor y un poco más para destacar de entre el
grupo. Es desde estos entornos donde hacer esfuerzos suplementarios
aplica muy bien y al llegar a casa recordarás todo lo que tenias que hacer
para que te dieran u obtuvieras un privilegio, por tanto pedir calidad en lo
que se hace favorece el entrenamiento de ello en los hijos.

ž Enseñarles a carecer, se dice que “lo que deseo es aquello que no he


terminado de poseer”, por tanto el hijo debe en ocasiones, vivir esa
sensación de falta de… ya sea una diversión, un privilegio, una posesión,
atención o presencia de los padres, en fin todo aquello que lo haga desear
ir por eso y por tanto esforzarse por obtenerlo, si consideramos que la
motivación es innata y se encuentra dentro de los elementos del
temperamento y por tanto no se puede detonar, por ser un motor personal
en cada individuo, por lo menos podemos incentivar y despertar la
sensación de desear, viviendo la carencia de algo. Estos niños poseen y
viven más de lo que desean e incluso necesitan.

ž Educar a servir, el principio de cooperar, todo hijo debe saber que al


pertenecer a un grupo, llámese familia, hermanos, amigos, sociedad,
debemos colaborar y por tanto participar en las actividades o necesidades
del grupo. Puede resultarnos absurdo e incluso chistoso observar a padres
de familia concediendo el único espacio para sentarse al “tesorito de hijo”
que tienen, para que éste se encuentre cómodo, incluso a costa del propio
bienestar físico, si analizamos fríamente la situación, un niño tiene más
flexibilidad y por tanto puede sentarse en nuestras piernas o en el mismo
suelo sin mayor complejidad o desgaste; acciones como éstas, las traduce
el hijo, como primero yo después yo y al último todavía yo. La familia es un
laboratorio social experimental, donde todos los elementos desarrollan
habilidades, capacidades y recursos para resolver en la vida adulta y por
tanto en el mundo exterior, en la familia aprendemos a colaborar, a realizar
trabajo en equipo, a recibir órdenes y aprender a como se dan éstas, para
lograr la cooperación de otros a tu fin, asumimos que hay límites en la
satisfacción de mis necesidades y apoyamos a la satisfacción de las

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necesidades de otros, se aprende a respetar lo ajeno y a compartir las


pertenencias, se desarrolla la privacidad y se fomenta lo comunitario, en fin
es la base de nuestra socialización.

Para templar entonces, el carácter en un hijo y por tanto blindarlo, tendríamos


como padres que desarrollar su madurez y favorecer la autonomía.

La madurez es la aceptación de uno mismo y las circunstancias de vida, siendo


tarea paterna: proveer medios para valerse por sí mismos y aprender a superar
dificultades. Es aquí donde la sobreprotección y la permisividad hacen merma en
el sano desarrollo infantil. Imaginemos que éste hijo nuestro, pide que le
destapemos un jugo, y nuestra acción inmediata es realizarlo, se lo quitamos de la
mano, lo destapamos y se lo devolvemos, a veces incluso sin mayor expresión,
pero hay información directa al cerebro y la conciencia en ello hay un mensaje
oculto, y con el respeto que el lector me merece, este sería “toma estúpido tú no
puedes” es un mensaje claro de la capacidad del niño, por tanto un reforzador a la
minusvalía, que atrocidad, si lo que buscábamos con ello era facilitar su trabajo,
pudiera ser la expresión de cualquier padre de familia, acciones tan simples como
éstas son las que favorecen a la vulnerabilidad en los hijos.

Con respecto a la autonomía, la cual defino como el logro de la independencia


mental (generalmente alcanzada con la mayoría de edad), la tarea paterna para el
logro de ésta es aportar elementos formativos como: la capacidad de amar, el
control de la impulsividad y el razonamiento moral, mismos que favorecen en el
entrenamiento de habilidades y recursos personales, aunado al proceso continuo
de direccionar su comportamiento, favoreciendo la obtención de un criterio propio.

Estos elementos formativos son fundamentales en el BLINDAJE del hijo y para


entender este proceso, basta con comprender como se regulan o estimulan
conductas o comportamientos que favorezcan la autonomía.

Recuerda usted, cuando era pequeño y sus padres lo obligaban o bueno lo


invitaban en tono de orden, a colaborar con el vecino a barrer su calle, o dejarle el
asiento a la tía que recién había llegado a su casa, o ir a la tienda, a tres cuadras
de su casa por el refresco favorito de su padre, bajo un sol ardiente, y claro sin
renegar porque así le iba, si eso ocurriese, de que renegara o se quejara de la
petición, entonces se hacía acreedor de un sermón tiempo record, con una
temática emotiva y culposa sobre todo lo que su padre hacia por usted y no le era
agradecido, haciéndole ese tan pequeño favor, tipo orden claro, que le habían
pedido; recuerda todo eso, bueno pues nuestros padres estaban entrenando en

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nosotros la capacidad de amar, sensibilizándonos a ver que el otro tiene


necesidades independientes a las nuestras, y que incluso nosotros aún como
niños o adolescentes, podíamos ser útiles en la satisfacción de las mismas, que
no solo su participación, era ser receptáculo de todo lo que le daban, como gran
merecedor de todo lo creado, por el solo hecho de ser “el sol de la familia”, le
suena un pensamiento contemporáneo, es ésta última idea, lo que hemos
generado en nuestros hijos que ellos consideren que no deben hacer nada para
recibir, que no es necesario colaborar o dar; entonces promover la capacidad de
amar es facilitar para nuestros hijos espacios de colaboración, sacrificio de la
comodidad (ceder el asiento), desarrollar habilidades de negociación, comprensión
y empatía de otras formas de sentir y de actuar, incluso la adaptación al cambio, a
través de nuestra propia flexibilidad y manejo de situaciones, que no se olvide que
los niños son espectadores constantes de nuestra conducta y actores implacables
de nuestros propios escenarios, los hijos ven, los hijos hacen, seamos
entonces una influencia positiva para ellos.

El siguiente elemento formativo es el control de los IMPULSOS y lo remarco en


mayúsculas, por ser el mal de nuestro siglo, la fácil y constante respuesta reactiva,
e intolerante que los sujetos hoy en día tenemos, y que incluso empezamos a ver
como normal, todo ello se reduce a la frase “me gana la gana” esto es, hago lo
que me gusta no lo que me conviene hacer.

En el manejo disciplinario que vivimos se pretende que el niño a corta edad


considere y opte por lo correcto, cuando aún no se ha logrado el dominio de la
impulsividad emocional y el control corporal.

Si nuestro deseo es blindar a estos hijos debemos iniciar por entrenar el manejo
de la frustración, el dominio de lo que no puedo tener o puede ser, a través de
incrementar la tolerancia a partir de tener vivencias de éxito y fracaso, con
ejercicios tan simples como regular la demanda de atención y favorecer la espera
de turno. Para la próxima vez que su hijo le solicite un vaso con agua exprese de
forma cordial “claro, cuando termine de… (acomodar o lavar o lo que sea) te lo
sirvo” o que tal cuando usted está hablando y llega el pequeñin e insiste en ser
atendido o que se le responda, usted nuevamente de forma cordial pero firme
expresa “necesitas esperar estoy ocupada” acciones tan simples como estas
promueven la espera de turno sobre todo si ante la espera por ser atendido es
valorada y reforzada su buena conducta, ejemplo “gracias por esperarme, estoy
por terminar” dejemos de ser madres y padres “pulpos” con todos los objetos en

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nuestras manos listas para ser entregadas en cuento se nos solicita, estimado
lector no se siente a veces así…

El último elemento formativo que describiremos es por mucho el más importante y


hoy en día el más devaluado, el RAZONAMIENTO MORAL, cuando los niños de
los 60´s y 70´s iban creciendo eran sometidos a un fuerte y constante estímulo a la
conciencia, a vivir dentro de lo moral, había entonces en los infantes e incluso
adolescentes mayor claridad entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo
justo e injusto, no eran generaciones más “buenas” o “mejor portadas” eran
generaciones más apegadas a lo correcto y a sus propios principios morales, una
de las funciones de la conciencia moral es la de formular juicios sobre lo que
debemos hacer o tenemos que rechazar, como reforzarlo ahora o generar ese
Razonamiento Moral si en muchas ocasiones vivimos en una doble moral … e
incluso una triple moral…

Lawrence Kohlberg, psicólogo contemporáneo discípulo de Jean Piaget, ha


estudiado el desarrollo de la conciencia partiendo del análisis de los juicios
morales, especialmente a partir de los razonamientos que todos formulamos ante
los dilemas morales. Kohlberg llega a la conclusión, que si bien las normas
morales o los valores de una cultura pueden ser diferentes de los de otra, los
razonamientos que los fundamentan siguen estructuras o pautas parecidos. Todas
las personas seguimos esquemas universales de razonamiento y vinculados a
nuestra propia psicología, evolucionamos de esquemas más infantiles y
egocéntricos a esquemas más maduros y altruistas.

Es importante comprender que al principio un niño asume lo correcto o incorrecto


de sus acciones a partir de la consecuencia (premio o castigo) que obtendrá o el
poder de quién establece el límite, siendo aquí donde los patrones que antaño
funcionaron “te callas porque lo mando yo” y que ahora nos rehusamos a ejercer,
se vuelven necesarios en el proceso formativo y que requieren, claro, para estas
nuevas generaciones un estilo diferente en su aplicación pero igualmente efectivo.

Cuando se favorece el razonamiento moral en los hijos, se aportan elementos


para que éste realice un ejercicio de análisis y reflexión de las opciones que tiene
y las posibles consecuencias que sus elecciones tendrán, por tanto se ayuda a
que el hijo ELIJA Y ELIJA BIEN, con mejor seguimiento de instrucción y
asumiendo normas y reglas establecidas, o sea, esto es lo permitido, eso está
prohibido y ante una u otra opción esto es lo que te pasara, por eso ELIJE BIEN,
altamente directivo no creen???

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Hemos aportado hasta aquí varios componentes esenciales que se deben tomar
en cuenta para favorecer el BLINDAJE EMOCIONAL de los hijos, como: templar
el carácter, desarrollar madurez y autonomía, vaya registrando dichos
elementos estimado lector, así como los siguientes tres elementos formativos del
ser: la capacidad de amar, el control de la impulsividad y el razonamiento moral.

Pero ¿Cómo se logra en sí el BLINDAJE EMOCIONAL en los HIJOS?


Contestemos tan vital interrogante, en más de 20 años de experiencia en el
trabajo con menores de edad y sus familias, hemos observado frecuentemente
esta dualidad, familias con un hijo BLINDADO y otro con un perfil VULNERABLE
siendo uno o varios en cada tipo, ¿qué paso?, ¿cómo sujetos en formación de una
misma familia terminan con perfiles diferentes? Intentemos dar respuesta a ello.

Es a partir de aquí que empezamos a revisar que caracterizaba a cada uno de


estos tipos de personalidad o que carecían, o que no se les había brindado en su
proceso de desarrollo y formación ha dicho hijo en cuestión.

Encontrando entonces, elementos tanto de índole personal del hijo, como de


interacción y manejo de los padres hacia él. Concluyendo que en el BLINDAJE
EMOCIONAL del hijo, también interviene el papel o rol del padre de familia, la
forma de relacionarse o vincularse entre los padres hacia el hijo y las experiencias
o exigencias a las que el menor fue expuesto durante su formación.
Resultando todo ello por demás interesante y llegando a la siguiente descripción
que da respuesta a la pregunta ¿Cómo BLINDO EMOCIONALMENTE a mi HIJO?
ž Educando en valores no en antivalores
ž Validando sus capacidades y habilidades personales.
ž Permitiendo la relación vincular y de apego
ž Capacidad intelectual de afrontar y nivel de agilidad mental
ž Favoreciendo su sentido de pertenencia.
ž Construyendo y promoviendo el espacio personal del hijo.

SUSANA ES AQUÍ DONDE EL LIBRO EMPIEZA A DESARROLLAR TODOS


SUS ELEMENTOS Y DONDE A TRAVÉS DE HISTORIAS DE FAMILIAS
PRETENDEMOS DEJAR EN CLARO A LOS PADRES COMO LOGRAS CADA
UNO DE ESTOS ELEMENTOS.

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El mejor momento para informar a los hijos sobre una separación es cuando no se está en un
periodo de gran crisis, y deben ser los dos miembros de la pareja quienes comuniquen la
noticia, así mismo es vital considerar que la serenidad y armonía debe caracterizar la vida de todo
niño en todo momento. El anuncio de una separación debe realizarse conjuntamente. Los padres
han de entenderse para informar conjuntamente a los niños de su proyecto. No es el momento
de ajustar cuentas. Puede ser perjudicial justificar de forma unívoca la separación y cargar las
responsabilidades en uno de los padres. Al niño hay que ahorrarle los rencores y las
insatisfacciones contra el cónyuge o contra cualquier otro miembro de la familia considerado como
cómplice o adversario. Los padres deberían haber preparado previamente el anuncio. En el
momento del anuncio se trata de olvidar que se es marido y mujer, y hablar únicamente
como padres. Es preferible hablar el fin de semana, al principio de la tarde un momento de calma.
Se hablará apaciblemente, con dulzura y cariño, sentados cerca del niño, tocándolo con la mano,
pero sin sujetarlo. Conviene no ser demasiado expeditivo al dar la noticia, es un error creer que
siendo breve se hace menos daño, que se abrevia el sufrimiento.

Naturalmente, muchas veces ocurre que el niño no acepta la nueva situación y utiliza todos sus
modestos medios para intentar que los padres cambien su decisión y modificar el curso del destino.
Se trata de protestas, gritos, llantos, enfados. En estos casos se debe tranquilizar al niño, pero sin
dejarle creer que puede cambiar una decisión que se ha madurado largamente. Si imagina que
tiene poder para hacer cambiar a sus padres de opinión, significará que tiene un papel en la
historia, una responsabilidad es lo que les une o separa. Y, por tanto, si él creyera que puede lograr
su renuncia al divorcio y, pese a todo, el divorcio se produjera, cabría la posibilidad de que
imaginara que no lo ha hecho lo suficientemente bien y que, en consecuencia, se sintiera culpable
de dicho divorcio.

El amor de los padres es inoxidable. Tranquilizar al niño es la clave en dicho proceso, en particular,
sobre la permanencia del vínculo parental. En efecto, el niño a menudo establece un paralelismo
entre la relación que une a sus padres y la que él tiene personalmente con cada uno de ellos. Si
con el paso del tiempo los padres pueden llegar a dejarse de amar y a separarse, ¿por qué no
podría ocurrir lo mismo entre ellos y hacia él? Es conveniente explicar al niño, si no se ha hecho
antes, que no es el mismo tipo de amor, el amor materno y paterno resiste el paso del tiempo
porque está hecho de “Otra materia”: es inoxidable. ¡¡¡Nosotros te amaremos siempre igual!!!

También se le debe serenar en lo que respecta a la relación entre los padres, explicándole que
estarán siempre en contacto para todo lo relacionado con él, aunque sepamos que esto no
siempre resulta fácil. A pesar de que los padres vivan separados, el niño debe sentirse sostenido
por una red parental.

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