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Matar a Platón: No me pregunten por el viento:

yo no sé si lo había.
1 Y aunque así fuese, en todo caso,
sería irrelevante.
Un hombre es aplastado.
En este instante.
Ahora. 3
Un hombre es aplastado.
Hay carne reventada, hay vísceras, Su rostro es muy delgado y dirige hacia el cielo
líquidos que rezuman del camión y del cuerpo, el mirar casi obsceno de un gran ojo azul
máquinas que combinan sus esencias y otro ojo al que ciega
sobre el asfalto: extraña conjunción el guano que ha estampado una paloma
de metal y tejido, lo duro con su opuesto al modo en que se sellan
formando ideograma. las cartas con el lacre.
El hombre se ha quebrado por la cintura y hace
como una reverencia después de la función. 4
Nadie asistió al inicio del drama y no interesa:
lo que importa es ahora, ¿Y qué hay del sentimiento?
este instante ¿Debería haberlo?
y la pared pintada de cal que se desconcha ¿Es poesía el verso que describe
sembrando de confetis el escenario. fríamente aquello que acontece?
Pero ¿qué es lo que acontece?

2 5

¿Debo añadir que el viento ululaba No sé si era su hija. El hombre


como un perro salvaje aplastado agarraba la mano de una niña,
tras la puerta embestida? o puede que la niña fuese
No lo haré. la que tenía cogida la mano de aquel hombre,
ahora ya tan rígida, tan apretada y fría. 7
Vendrán para cortarle los dedos uno a uno.
Amputarle la mano tal vez sería más sencillo, Está creciendo el número de los espectadores.
pero ¡imagínense una niña huyendo No como una marea, no:
con una mano ensangrentada como crecen los sueños
prendida a la suya! cuando el que sueña quiere saber qué se le oculta.
Vendrán con instrumentos Crecen desde los huecos, desde los callejones,
de cirujano a liberarla y ella desde la transparencia de las ventanas, desde
atenderá, absorta, la trama, el argumento,
al charquito de orina y sangre complicando la historia
que se extiende hasta sus pies. ocupan las rendijas, los ojos de las tejas,
Piensa que es una pena cruzan por las cornisas,
no llevar puestas las botas de agua por los desagües bajan,
y que no siempre es cierto que los charcos crecen en todas direcciones,
se forman con la lluvia. dispersando complican,
añaden, superponen, indagan desde dentro
6 lo que fuera no alcanzan, gigantesco
cuerpo vampiro que procura
En la esquina de enfrente, saberse vivo por un tiempo,
desde una ventana situada saberse vivo por más tiempo,
justo encima del cine saberse vivo tras la página
cae una media negra. que le invita a crecer, denso, fluido y compacto,
Una media de seda —¿o es de nailon?— urdiendo sus defensas
negra como una despedida al tiempo que investigan la manera
cae sobre el cartel que anuncia de saber sin sufrir
La muerte de un viajante de comercio. de ver sin ser vistos.
8 que aquella escena sea utilizada
en un ensayo filosófico.
Una mujer temblorosa aprieta La mujer no angustiada gira el cuerpo hacia atrás
el brazo de su acompañante. y se toca las piernas en un gesto
Él vuelve hacia ella un rostro que pretende apartar algo así como el roce
tan largo como un número de serie de una media de nailon.
y dice: «El sesenta por ciento de los muertos Sigo su gesto y comprendo:
por accidente en carretera emboscado detrás del hombre estadístico está Aguado,
son peatones». recién salido de una de sus metamorfosis.
La mujer deja de temblar: todo está controlado. Quiero decirle a Musil que vaya a hablar con el poeta,
A punto estuvo de creer que algo pero éste ya se ha borrado de la escena.
anormal ocurría,
algo a lo cual debía responder 10
con un grito, un espasmo,
un ligero anticipo de la carne ¿Y el conductor? El conductor
ante la gran salida, pero no: se apeó del camión.
aquello es conocido y ya no la involucra; Está agarrado a la ventanilla.
le pertenece a otros. Y él añade: «Han llamado La puerta le protege. Porque su cuerpo no:
a una ambulancia», y ella se relaja, su cuerpo es el horror de otro cuerpo y del suyo,
su angustia la abandona: su cuerpo es exterior, es urbano y es otro,
el orden nos exime de ser libres, su cuerpo no protege a sus ojos que miran,
de despertar en otro, de despertar por otro. su cuerpo emite un ruido que le parece ajeno,
A punto estuvo de gritar, desde esa carne ajena, un ruido como un túnel de acero que conduce
pero el orden contuvo a tiempo ese delirio. al oscuro principio de la culpa.
«Ya van dos mil trescientos», dice una voz en la radio,
9 «dos mil trescientos desaparecidos... las lluvias del monzón»,
dice la radio, «en Bangladesh...»,
Muy cerca veo a Musil discutiendo con M. Serres. pero hace un sol insoportable,
Musil no está dispuesto a admitir dos mil trescientos uno, murmura el conductor,
y de repente todos los muertos son ninguno a una paloma que pasa rozando
salvo aquel que prolonga el sonido del freno la reja del balcón.
y ha venido a salvarle del monzón, de la lluvia,
y entonces agradece, 12
y siente que le nace una voz del ahogo
y el túnel se le cierra y está a punto Si hubiese sucedido al alba,
de volverse hacia ellos, habría mencionado el denso olor a manzanilla
sentirse solidario con todos los que viven salvaje que rezuma
y amparado y absuelto el aire en el estío de las regiones bajas.
por el miedo que en todos los ojos se destila. Pero no es el alba
y el pueblo es casi una ciudad,
11 una ciudad que huele
a pueblo que desiste de ser pueblo.
Hay un niño pequeño, desnudo, en el balcón. No huele a manzanilla,
Algo cae, oblicuo, no sé si el sol, la tarde, huele a piel que se agrieta,
o quizá sea la calzada, huele a asfalto mojado,
el caso es que aquel niño tiene la piel dorada huele a perro, a trasplante,
en razón de la oblicuidad. huele a miedo enfundado en la mirada cómplice
De sus dedos escapan burbujas transparentes y su risa de los espectadores,
es agua jabonosa que resbala en el aire y cae los que miran a otros, los que miran,
oblicuamente como un eco los que siempre con otros, transeúntes,
de estrellas impacientes. los que transmigran siempre
Pero el niño dorado se cansa y la madre aparece. de sí mismo a sí mismo
Ella mira hacia abajo, se endereza del golpe, y desembocan siempre por el mismo costado.
levanta al niño con la fuerza del grito que reprime Huele a pueblo que es casi
e inicia el gesto que habrá de ocultar, una ciudad y el alba
en los ojos del hijo, su propio espanto. no huele a manzanilla aunque ahora no sea
Apenas tiene tiempo, el pequeño inmortal, ni el alba ni las doce del mediodía, cuando
de señalar con un dedo infinito el viento trae aquellos olores a resina que empalaga.
No es el alba. Tampoco es pueblo ni ciudad, se hacen con el dedo, y al paso acelerado
es una calle o mejor una esquina de un furtivo, abandona
y huele a suelas calientes de asfalto, la escena, el verso y el poema.
huele a asfalto sediento,
y a neumático. 14

13 Ellos miran un punto, un cerco o un alud,


algo que me ha sucedido, un algo que se ensancha,
Es de color canela. El perro les llama, les succiona, se adentran en el cerco
es de color canela, y suceden en él al tiempo que les miro,
como todos los perros del lugar. ellos suceden dentro del punto que se ensancha,
Y como todos tiene la mirada me cerca, me succiona, y es otra la mirada
en fuga y el hocico trémulo. que nos observa a todos y escribe lo que usted
Cuando se acerca lo hace como quien se retira acaba de mirar.
y el lomo se le dobla anticipando el golpe
y la frecuencia de los aguaceros. 15
El vientre casi en tierra, alarga el cuello y huele,
olfatea la sangre, estira Siente un rumor de playa desierta en la garganta.
la lengua como el cuello y lame Ella es delgada y sus piernas son torres
los bordes de aquel charco, de vigía sitiadas desde lo alto.
un charco que es un animal, Baja los párpados y extiende los brazos hacia el trailer.
un animal frente a otro animal El acero está hirviendo, las manos se abrasan.
que le lame los flancos y se traga, Estoy a medio verso de ella
a lengüetazos cortos, el color y le digo: «las playas desiertas son incontenibles»,
canela de su cuerpo entonces ella resbala en su carne,
sin dejar de fugarse con los ojos. cumple el afán de superficie
Y de repente caerá presa: que tiene todo cuerpo al desplegarse,
el hocico tantea, un segundo, en el aire, y me complace pensar que el desmayo
los dientes se apresuran y, con un golpe seco, es un nido de fochas
bajo el azul intenso de su blusa. No quiso hacerlo. Pudo
cerrar las páginas del libro
16 y no lo hizo. ¿Qué le retiene de hacerlo?

Usted sigue mirando fijamente a aquel hombre aplastado. 18


Está detrás de usted, alojado en su cráneo. Persistente
como un insecto volador, la imagen Aquel que se le acerque a usted
ataca siempre el mismo punto es un músico. Debe serlo
vulnerable. Por eso, porque lleva una funda negra
usted le mira fijamente, en forma de violín.
sin querer verle más que a medias, Se le acerca al oído y murmura
pero tropieza su mirada algo que usted no entiende.
con el guano que oculta la del muerto Usted le dice algo y él
—¿está del todo muerto?— no se entera tampoco, pero asiente,
y esa ventana ciega luego frunce los labios como quien se concentra.
al par le tranquiliza y le inquieta. La seriedad es una variante del olvido:
Usted quiere volver la cabeza y mirar nos ayuda a ser otro,
hacia otro lado: al cielo, a construir distancias, a creer
que es tan denso que alivia, que la piel es un límite.
o a los demás, que el más siempre conforta, Y es porque somos serios
pero ellos también son presa de esa angustia deliciosa, que no sentimos en los labios
también miran al hombre aplastado el aliento de un hombre que agoniza
que usted sigue mirando a pocos metros de distancia;
sin poderlo evitar. gracias a nuestra seriedad
¿Puede acaso? el impacto no logra hacernos
perder el equilibrio.
17 Y usted, entonces, mira al músico
y sonríe. Y yo sé que usted comprende
Pudo evitarlo, pero no lo hizo. que los violines tocan
de otro modo, hoy en día. y murmura «¡qué horror!», lo hace
tanteando el umbral de la nada,
19 esa densa silueta recortada
en la puerta del cuadro de Magritte.
De perfil se parece al quicio de una puerta; Y por eso, también, ahora siente este deseo
de espaldas, la silueta recortada tan acuciante, tan intenso
en la puerta de un cuadro de Magritte. de amarle sin demora.
Desde mi perspectiva es eso último,
un agujero oscuro esperando la noche 20
para obtener la consistencia de las sombras,
un agujero que se traga Ningún fotógrafo acudió a desplegar el tiempo,
a la niña de encajes cuando se apoya en él. el tiempo que se anuda como un ojo vendado
A cada inclinación desaparece en el retrovisor.
alguna parte suya: No habrá lugar que repita el espanto
su cabeza o un hombro, o la extrañeza: ese espacio pequeño
la mitad de su espalda, en el que se deportan las imágenes
sus nalgas con bolsillos de vaquero, a otras lejanías.
y a veces toda ella desaparece o se bifurca Por eso me dan ganas de corregir la escena:
entre el aquí y el más adentro. el muerto —¿lo está ya?— cayó bajo la rueda,
Y ese vaivén la desconcierta no hay pájaro y la casa se desploma,
—no está entrenada, y se le nota; se oye caer un niño (oblicuo y dorado)
nadie le ha enseñado que y un perro sale huyendo
ser o no ser no es la cuestión, con una bota de agua entre los dientes.
la cuestión es saber deslizarse sin miedo Pero alguien me detiene. Me exhorta serle fiel
entre las superficies—; a lo escrito. Sospecho que usted leyó a Platón
no está entrenada y por eso y comparte su amor por los espejos:
aprovecha cualquier cosa que ocurra el verso ha de ser copia exacta y fidedigna
para poner a prueba la solidez del mundo. de no se sabe qué realidad verdadera.
Y cuando se refugia entre los brazos de él Pero no, no es usted —habrá de perdonarme el lapsus—:
el conductor me mira y me odia despacio; 22
supone que proyecto aumentar su desgracia.
Me complace creer que usted, No sé si usted ha visto pasar a un hombre viejo
usted al menos está de mi parte. —no pudo, es evidente: aún no estaba escrito—,
¿O no? calzaba zapatillas de lona azul marino
y parecía llevar a cada paso
21 la meta de su viaje en la mandíbula.
No se detiene. Apenas un vistazo
No existe el infinito: a la derecha y basta:
el infinito es la sorpresa de los límites. «Siempre es igual, afuera ocurren cosas
Alguien constata su impotencia que no debieran ocurrir, como éstas,
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea, cosas que ensucias la calle. Tendrán
y nace el infinito. que limpiar con mangueras.
El infinito es el dolor Luego querrán restringirnos el agua.
de la razón que asalta nuestro cuerpo. ¡Ni siquiera es potable!».
No existe el infinito, pero sí el instante: Y pasa, y se aleja. Si se fija,
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido; ya se había alejado desde hace mucho tiempo,
en él un gesto se hace eterno. antes de haber llegado,
Un gesto es un trayecto y una encrucijada, antes de haber partido. En realidad
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen, envejeció por el camino
más que trayecto un punto, un estallido, que llevaba a su cuerpo
un gesto no es inicio ni término de nada, por no atreverse a crecer dentro de un gesto.
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece. 23
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello, Para que algo acontezca no basta un accidente,
toda voz es un signo, toda palabra forma no es suficiente un muerto,
parte del mismo texto. ni dos, ni dos millones.
Un acontecimiento es un olor que espera
que alguien lo respire, es el único al que, por más que yo me empeñe,
una herida que aguarda encarnarse, no puedo describir sin invención
el agua de un torrente —y eso es lo que le hace singular.
inundando los poros, No sé qué es lo que percibe:
una mirada que cruza el aire la humedad de su sangre,
y encuentra a alguien que le hace señas el olor de sus vísceras,
y en la seña, en ella, se reconoce. el sonido esponjoso de sus huesos,
Uno puede negarse al acontecimiento no sé si le da tiempo
y convertir su historia en un simple resumen a pensar en futuro o en pasado, o si piensa,
de lo ocurrido, pasos que no devienen cruce imagino que observa a medio pájaro
y se apagan en vida, o se secan. alzando el vuelo en el azul
Uno puede negarse a saberse en el otro, de su propia mirada,
basta con acercarse a todo con un walkman quiero creer que, irónico, se asoma
conectado a la carne, a aquella paradoja:
enfundado el cerebro en aquella sustancia un ojo ciego, el otro ardiente,
impermeable que nos inmuniza, un poco vivo y muerto a un tiempo,
basta con refugiarse en un desmayo a tiempo, desafiando la lógica;
en el deseo de amar, u ocultarse quiero pensar —y así lo escribo—
en la furia o en el número de una cuenta bancaria. que esboza una sonrisa para adentro,
De hecho, lo más frecuente es tan dentro que ninguno
que llevemos cosida el alma a su forro de los presentes se da cuenta.
como los trajes nuevos sus bolsillos,
para evitar que se deformen 25
por el peso.
Y ahora, cuando estamos a punto de acabar,
24 tal vez usted pueda decirme
por qué se queda a oscuras la ciudad
Aquel hombre aplastado sin el cual el poema cuando el sol cae oblicuo
no tendría sentido como una lanza,
y es verano. el corazón oblicuo, sí, eso es,
el corazón oblicuo.
26 Como las tejas de un tejado,
resbalando.
Mejor no diga nada. El viento arriba
Sería inútil. Ya ha pasado. (había viendo, sí, un viento suave).
Fue una chispa, un instante. Aconteció.
Yo acontecí en ese instante. Pero ya terminó. Una sombra
Puede que usted también lo hiciera. no hace la noche entera.
Suele ocurrir con los poemas: Volvamos cada uno a lo que nos distingue:
terminan condensándose las formas esa historia concreta, personal
en nuestros ojos como el vaho que nos mantiene a salvo —mientras tanto.
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida. Una sombra no hace la noche entera
Pues quien construye el texto —¿o sí la hace?
elige el tono, el escenario,
pone perspectivas, inventa personajes, 28
propone sus encuentros, les dicta los impulsos,
pero la herida no, la herida nos precede, Yo no soy inocente. ¿Lo es usted?
no inventamos la herida, venimos La realidad está aquí,
a ella y la reconocemos. desplegada. Lo real acontece
en lo abierto. Infinito. Incomparable.
27 Pero el ansia de repetirnos
instaura las verdades.
Se hizo de noche al mediodía. Toda verdad repite lo inefable,
No pude respirar. toda idea desmiente lo-que-ocurre.
Tanto metal entre la carne, Pero las construimos
aquel sabor a cieno por miedo a contemplar la enorme trama
y sobre todo de aquello que acontece en cada instante:
todo lo que acontece se desborda
y no estamos seguros del refugio.

Bien pensado, es posible que Platón


no sea responsable de la historia:
delegamos con gusto, por miedo o por pereza,
lo que más nos importa.

Chantal Maillard, 2004

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