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Módulo 2
Prácticos
4. Defina y explique la reacción terapéutica negativa como resistencia del superyó. ¿Qué
posición para el analista?
Modulo 3
Teóricos
Síntoma - Disfuncionamiento
Freud, después de 1920, postula que en el aparato psíquico existían dos tipos de pulsiones:
pulsión de muerte (tendiente a lo inorgánico) y pulsión de vida (unión de pulsiones del yo y
sexuales), dando como resultado que el aparato no está gobernado por el principio de
placer, sino que hay un más allá de este.
En “el problema económico del masoquismo” supone que, tras el origen de grandes
cantidades de pulsión de muerte que son arrojadas al exterior para evitar la destrucción, una
parte de ellas es conservada en el interior, la cual se enlazará con la pulsión de vida, dando
como resultado el masoquismo erógeno o primario (satisfacción en el dolor). A su vez
destaca dos modalidades más del masoquismo: femenino (referencia a la meta pasiva,
hacerse hacer, donde se ubican las resistencias del ello) y el moral (padecer es lo que
importa, donde, gracias a la desexualización del complejo de edipo da como resultado una
instancia moral, el superyó). Entonces, las mociones hacia las figuras parentales son
introyectadas en el yo, dando lugar a ese superyó. Este superyó se impone sádicamente al
yo por medio de la necesidad de castigo (resistencia del superyó) la cual se observa en la
clínica como reacción terapéutica negativa.
Por otro lado, el contenido manifiesto de las fantasías masoquistas se expresa a través de
un sentimiento de culpa cuando se supone que la persona afectada ha infringido algo que
debe expiarse mediante todos los procesos dolorosos y martirizadores de la neurosis. Esto
presenta un nexo con la masturbación infantil.
Entonces la articulación síntoma-necesidad de castigo se da porque, justamente, mediante
el síntoma neurótico, se satisface la necesidad de castigo impartida por el superyó hacia el
yo. Freud mencionaba que en el tratamiento se topaba con pacientes que, frente a la
posibilidad de la cura, se les podía atribuir un sentimiento de culpa inconsciente, cuya
satisfacción era uno de los obstáculos en la cura (padecer de la neurosis como tendencia
masoquista). Más adelante cambiaría el sentimiento de culpa inconsciente por la necesidad
de castigo. Entonces, dado que el superyó tiene la función de la conciencia moral, este
sentimiento de culpa es la expresión de tensión entre el yo y el superyó. El yo reacciona con
sentimientos de culpa ante la percepción de que no está a la altura de los reclamos del
superyó. Debemos recordar que el yo tiene la inclinación a reconciliar las exigencias de las
tres instancias a las que sirve (superyo, ello y mundo exterior), como también que el superyó
es el subrogado tanto del ello como del mundo exterior.
Finalmente, en “el yo y el ello”, Freud dice: la reacción terapéutica negativa se trata de un
factor moral, un sentimiento de culpa que halla satisfacción en la enfermedad y no quiere
renunciar al castigo del padecer. El enfermo no se siente culpable, sino enfermo, y se
exterioriza como resistencia a la curación. También destaca la posibilidad de que la
conducta del superyó decide la gravedad de una neurosis, y que la represión del yo hace
que ese sentimiento de culpa sea inconsciente. El componente destructivo del ello se ha
depositado en el superyó y se ha vuelto hacia el yo (ello es pulsión de muerte mayormente).
En 1920, con su “Más allá del principio del placer”, Freud hace un viraje fundamental en su
teoría: el aparato psíquico ya no se ve regido por el principio de placer, sino que hay una
pulsión aún más originaria que la pulsión de vida, con la cual se mezcla: la pulsión de
muerte. Así se inaugura un nuevo dualismo pulsional que explica el por qué de fenómenos
que vuelven sobre situaciones penosas, como el sueño traumático, la repetición en análisis
y el Fort Da.
En “El problema económico del masoquismo”, introduce el masoquismo como erógeno y
originario, ya no como vuelta del sadismo sobre la propia persona. Dirá Freud que las
cantidades hipertróficas de masoquismo que no han podido ligarse a la pulsión de vida o
expulsarse al exterior del aparato psíquico, se expresarán en una satisfacción paradojal en
el dolor. Este masoquismo erógeno será la base del masoquismo femenino (en tanto meta
pasiva, hacerse pegar y resistencia del Ello) y el masoquismo moral, donde el padecer como
tal es lo que importa y que se da gracias a la instancia desexualizada que resulta del
complejo de Edipo: el superyó. Al ser desexualizado, se produce una desmezcla pulsional
dejando cantidades hipertróficas de pulsión de muerte desligada, proveniente del Ello. El
superyó se impone sádicamente al yo por medio de la necesidad de castigo (resistencia del
superyó) la cual se observa en la clínica como reacción terapéutica negativa (RTN).
Aquellos sujetos que se acercan a la curación, comienzan a su vez a desmejorar. El síntoma
en el paciente genera una cuota de satisfacción masoquista, basada en la necesidad de
castigo, a la cual el sujeto pareciera no querer renunciar. Lo continuo entonces, es la
muerte, y lo discontinuo, lo que pone un tope a esta tendencia a la inanimado es la vida
misma.
Freud comienza a ubicar ciertos fenómenos que le son paradójicos a su principio del placer
que rige el aparato psíquico hasta ese momento: la repetición, el Fort Da, y los sueños en
las neurosis traumáticas. Los tres tipos de fenómenos, no son otra cosa que expresiones de
lo que Freud llamaría “enigmáticas tendencias masoquistas del yo”. Éstas son originarias
(no resultado de la vuelta del sadismo contra el yo), tratándose del masoquismo erógeno
originario. Este masoquismo presenta para Freud una cuota de satisfacción pulsional como
resto de la operación de ligadura entre pulsión de vida y pulsión de muerte, como un
mínimo de ligadura, o mayor desmezcla pulsional. Esta desmezcla pulsional, involucra unas
cantidades hipertróficas de pulsión de muerte no ligada, por ende, mayor padecimiento que
a su vez, por estar aún ligada a la pulsión erógena, involucra una cuota de paradójica
satisfacción.
Esta satisfacción se encontrará en el núcleo del síntoma, generando una satisfacción en el
síntoma que hará las veces de obstáculo a la cura. Esto se explica a partir de la segunda
tópica que Freud plantea: yo-ello-superyó. En esta tópica el ello es lo no ligado que se
presenta como núcleo tanto del yo como del superyó; en este último, se puede apreciar lo
no ligado y la satisfacción paradójica en tanto lleva las marcas del Otro social y en esa
demanda de someterse a la Ley, se satisface y se exige aún más. La conciencia moral por
otro lado, da cuenta de cómo la conciencia puede ser erogeneizada, ya que al defenderse
contra la exigencia pulsional del ello, se fijan en el interior el yo esos modos de defensa, y
devienen rasgos de carácter, repitiéndose en cuanto aparece algo de la situación originaria.
Esto constituirá el infantilismo en el adulto, el cual se defenderá de peligros que ya no
existen, modificando la realidad exterior para justificar sus mecanismos de defensa.
Estos modos fijados de defensa, forman la alteración del yo, que a su vez constituye la
inercia del psiquismo, en tanto da cuenta de la posición pasiva en la que queda el sujeto.
Freud dirá que estos mecanismos de defensa fijados en el orden de la satisfacción, deberán
ser sorteados y perturbados como obstáculos a la cura, ya que el sujeto nunca renuncia de
buena gana a aquello que le genera una cuota de satisfacción aunque ésta se de en el
dolor.
2. Desarrolle la problemática del fin de análisis desde la perspectiva del síntoma como
satisfacción. Articule con la presentificación del fantasma en transferencia y la reacción
terapéutica negativa como respuesta al empeño terapéutico.
Todo síntoma conlleva una cuota de satisfacción que puede obrar como obstáculo al
análisis. Para Freud satisfacción, para Lacan goce, ambos dirán que superar la satisfacción
del síntoma en el análisis será ir del poema (de la interpretación del síntoma) al poeta, al
estado de neocreación del analizante, donde éste será capaz de construir. Entonces tanto
Freud como Lacan al seguir sus pasos, se preguntarán por esta satisfacción fuera de
sentido que trabaja como resistencia al levantamiento de las resistencias. Aquí Freud
ubicará el trauma como estructural, ya que la pulsión nunca será completamente satisfecha,
y de ello el analizante nunca querrá saber. Ubicará dos tipos de resistencias: las del ello y
las del superyó.
Las resistencias del ello son las que vuelven necesaria la elaboración. Derivadas de la
compulsión a la repetición, no están dadas por la pulsión sino por la atracción que los
arquetipos ejercen sobre ella. Atracción entonces del fantasma desde una perspectiva
económica, lo definido como el masoquismo femenino. Se manifiestan en la transferencia y
será el deseo del analista el operador que mueva la transferencia para que ésta no sea una
vana repetición. Serían los mecanismos de defensa estereotipados, que devienen un peligro
para la terminación de la cura. Esto es lo que Lacan llama “la fidelidad a la envoltura formal
del síntoma”, ya que se trata de un goce fijado. Para estas resistencias fantasmáticas, la
elaboración ya no será la interpretación sino la construcción. Esto se debe a que es
imposible recordar aquello que obedece a lo reprimido primordial, entonces la construcción
en análisis viene a suplir la ausencia vía una ficción; esto estará del lado del analizante,
cuando pueda devenir poeta al dejar atrás el partenaire del analista.
Las resistencias del superyó, desde lo económico, se refiere al masoquismo moral,
aferrándose a la necesidad de castigo, que se manifiesta como RTN, ligándose al analista
como aquel partenaire que dirige al analizante palabras crueles.
Freud ubica la resistencia del superyó en la fuerza que se aferra a la enfermedad y al
padecimiento, basada en la mezcla pulsional entre pulsiones de vida y de muerte, que
imposibilitan el principio del placer. Cuando el paciente estaba listo para salir de análisis, se
aferra a la figura del analista y empeora su padecer.
La satisfacción deja de ser un obstáculo cuando se llega a la agudeza, ratificación del
proceso represivo primario, agujero del sentido que afecta a la satisfacción como obstáculo.
El análisis no cura, sino que afecta al hiperpoder del factor cuantitativo de la intensidad
pulsional, satisfacción neurótica que intenta ligar, dar sentido, a lo imposible de ligar. A ese
imposible de ligar Freud lo llama: fragmento de agresión libre, fuera de sentido e
ineliminable. Es lo incurable en sí mismo. Es un estado de neocreación, un nuevo encuentro
con la no relación, es una relación diferente con la pulsión.
Prácticos
La aptitud en Freud
En 1936 Freud escribe una carta a Romain Rolland relatando un episodio que vivió en 1904
con su hermano menor en Atenas (Acrópolis).
Iban de vacaciones via Trieste hacia la isla de Corfu. Un amigo lo desaconseja por el calor y
recomienda Atenas. Asedió a ambos hermanos un gran malhumor y solo podían imaginar
impedimentos y dificultades (falta de pasaportes, etc.). Ya ante la Acrópolis tuvo un
asombroso pensamiento: “entonces todo esto existe efectivamente tal como lo aprendimos
en la escuela”. Ante este pensamiento se produjo una escisión de la personalidad: una parte
de su personalidad tuvo ese pensamiento sorprendente y la otra percibía sorprendida ese
pensamiento sorprendente.
Lo primero que hace Freud es indicar que el malhumor y la desazón en Trieste y el
episodio de la Acrópolis está en íntima relación.
Lo segundo es la pregunta: ¿por qué tal incredulidad respecto de algo que promete un gran
placer? La respuesta está en la línea argumental de los que fracasan al triunfar, aquellos
que enferman y hasta llegan a perecer porque se les ha cumplido un deseo de intensidad
avasalladora, es decir, la irrupción de la conciencia moral, de la severidad superyoica.
Lo tercero es situar lo que denomina “sentimiento de enajenación”: un fragmento de la
realidad es vivido como ajeno, y cuando lo ajeno es un fragmento del Yo, se presenta como
despersonalización.
Lo cuarto es el despejamiento sobre el trastorno del recuerdo “no es cierto que en mis años
de estudiante, dudara yo de la existencia real de Atenas. Solo dudé de que pudiera llegar a
Atenas, de que pudiera llegar tan lejos.”
Lo que empañaba el goce del viaje era una moción de piedad hacia el padre. “Parece como
si lo esencial en el éxito fuera haber llegar más lejos que el padre, y como si continuara
prohibido querer sobrepasar al padre”. En esta frase hay cuestiones de 2 niveles diferentes
entre sí:
1. un nivel es de la función y refiere al operador estructural
2. y otro el de las figuras del padre y refiere a la construcción neurótica
Freud, sin embargo, se refiere a esa experiencia en Atenas como de carácter alucinatorio.
Hay una conmoción de la realidad que se expresa tanto en la división subjetiva como en la
manifestación de la mirada paterna. El padre se presenta como figura de censura sobre
el goce de la imagen acompañando el sentimiento de irrealidad.
Adquisición de la aptitud de analista. Freud se advierte de sus propios puntos de fijación,
abstinencia, de su construcción neurótica del padre (Edipo).
3. Cuáles con las operaciones de reducción en un análisis, tal como las trabaja Miller en
el texto “El hueso de un análisis”. Ejemplifique con casos clínicos.
2. Convergencia
La cura hace aparecer que los enunciados del sujeto convergen en un enunciado
esencial. Es la lógica con la que se construye el Fantasma. El Fantasma se
construye en frases (“Pegan a un niño”). El axioma del Fantasma es la reducción
máxima a la que se puede aspirar.
Pueden presentarse 2 casos:
A. Que el enunciado esencial se destaque en el propio discurso de
analizante y que se hable de alguna cosa que nunca se olvidó, algo que fue
dicho y se inscribió para siempre, determinando los percances de su
existencia.
El analizante a veces conoce este enunciado desde su entrada en análisis y
de a poco descubre hasta qué punto ese es el enunciado más verdadero que
puede saber. Puede ser un enunciado de los personajes que encarnaron el
gran Otro para él (“tú debes”, “tú siempre serás eso”).
Caso clínico: el hombre de las ratas
B. El enunciado sobre el que el discurso converge no es producido por el
analizante, sino que es el analista quien debe producirlo como interpretación.
Este se inscribe en el mismo lugar que el enunciado primordial. Es el caso de
una interpretación inolvidable, a veces única y que el analizante conserva de
su cura analítica. Ese enunciado de convergencia es el significante Amo del
destino del sujeto.
3. Evitación
Movimiento propio de la neurosis, señalarlo por el analista y que quede de relieve. Es
el trabajo de la propia neurosis, haciendo de la contingencia una regla. Está
repitiendo un patrón en términos de significación.
Hay elementos que no aparecen, cuya evitación se repiten. En un análisis esto
aparece bajo la forma de la asociación libre, pues existe también la repetición de la
ausencia, de la evitación, de aquello con lo que el sujeto se tropieza.
Dando cuenta del anudamiento entre síntoma y pulsión. A partir de este recorte del campo
teórico freudiano, podemos decir que, allí donde no hay satisfacción plena para la pulsión, ni
objeto predeterminado para el deseo, hay síntomas y en ellos satisfacción sustitutiva.
Hay Goce, como propiedad de un cuerpo viviente y que habla “un cuerpo es algo que se
goza”[ix] hay goce del cuerpo. No hay relación entre goce y Otro (otro sexo). Hay goce del
Uno, goce idiota y solitario, uno solo separado del Otro, goce sin el Otro, (encore, en-corps)
en el cuerpo, prescinde del Otro.
El goce uno. Es real, asexuado, responde al régimen del Uno, del Todo, es homo. Es por lo
cual Lacan dice: El goce no conviene a la relación sexual.[x] El goce que hace falta que no
haya, porque no establece relación al Otro.
Los que llegan a consultar, cuentan de su relación con la droga como “una experiencia de
goce que aplasta la dimensión subjetiva”[xiii], acceso al goce sin relación a la falta,
experiencia vacía. Lacan nos orienta con esta definición “no hay ninguna otra definición de
la droga que ésta: es lo que permite romper el casamiento con la cosita de hacer pipí.”[xiv]
Esto nos permite ubicar a las toxicomanías como una de las figuras del goce Uno, el lugar
del goce es el propio cuerpo que goza a través del medio que sea, goce autista que no se
dirige a nadie, goce cínico que no pasa por el Otro, el consumo como solución tiene en sí
algo de cinismo.
Goce
S1 S1 → S2
Parlêtre S/ a
2. Ubique el quehacer del analista a partir del texto de Miller “Leer un síntoma”.
Teniendo en cuenta el saber leer, los restos sintomáticos y el fuera de sentido.
El saber leer completa el bien decir. El bien decir propio al psicoanálisis se funda sobre el
saber leer. Ambos están del lado del analista y en el curso de la experiencia se trata que
bien decir y saber leer se transfieran al analizante.
En el campo del lenguaje, sin duda, el PSA toma su punto de partida de la función de la
palabra pero la refiere a la escritura.
Lacan llama formaciones del inconciente a los sueños, el lapsus, el acto fallido, el
chiste. son seres instantáneos, a los que les damos en el PSA un sentido de verdad pero
que se eclipsan inmediatamente. Entre estas formaciones del inconciente está el síntoma, a
este síntoma freudiano le damos un sentido de verdad, lo interpretamos. Pero se distingue
de los otras formaciones del ICC por su permanencia. Cuando el sueño es repetitivo
implicamos un trauma, el acto fallido cuando se repite se vuelve sintomático. En ese sentido
el síntoma es lo que nos da al PSA como lo más real.
El síntoma tiene dos caras: una real y una de verdad. Un síntoma se interpreta en función de
un deseo que es un efecto de verdad. Pero hay un segundo tiempo, la persistencia del
síntoma despues de la interpretación. Hay una x que resta más allá de la interpretación
freudiana. Freud se aproximó a esto poniendo en juego la RTN, la pulsión de muerte y
amplió la perspectiva hasta decir que el final del análisis como tal deja siempre subsistir lo
que llamaba restos sintomáticos.
Freud decía que siempre hay un resto y por lo tanto siempre hay un recomenzar el análisis,
despues de un corto tiempo, al menos para el analista. Nuestra práctica se prolonga más
allá del punto en el que Freud consideraba que hay final de análisis. En nuestra práctica
asistimos a la confrontación del sujeto con los restos sintomáticos, pasando por el momento
del desciframiento de la verdad del síntoma, pero llegamos a los restos sintomáticos y allí no
se frena el quehacer del analista.
Bajo el nombre de restos sintomáticos Freud chocó con lo real del síntoma, con lo que en el
síntoma es fuera de sentido.
Hay una metáfora del goce del cuerpo, la cual produce un acontecimiento al que Freud
llama la fijación. El goce del síntoma testimonia que hubo un acontecimiento de cuerpo. Eso
supone la acción del significante (como toda metáfora), pero un significante que opera fuera
de sentido. Y luego de la metáfora del goce está la metonimia del goce, es decir su
dialéctica. En ese momento se dota de significación.
Leer un síntoma consiste en privar al síntoma del sentido. Lacan sustituye al aparato de
interpretar de Freud (ternario edípico) por un ternario que no produce sentido: Real,
Simbólico e Imaginario. Al desplazar la interpretación del marco edípico hacia el marco
borromeo, el funcionamiento mismo de la interpretación cambia y pasa de la escucha del
sentido a la lectura del fuera de sentido.
La interpretación como saber leer apunta a reducir el síntoma a su fórmula inicial, es decir al
encuentro material de un significante y del cuerpo, es decir al choque puro del lenguaje
sobre el cuerpo.
Prácticos
La adquisición de la aptitud de analista
El análisis
De las 3 entrevistas, hay 2 interpretaciones:
I.La mentira constructiva: este sintagma reunía un sentido de mi relato con una falla en mi
decir. El sentido se refiere al momento que descubre una mentira del abuelo materno. Al
referirse al trabajo de su padre como constructor, trastabilla en el decir. El analista en la
última entrevista exclamó “¡muy interesante su mentira constructiva!. Con esa frase volvió a
poner al padre en su lugar.
II.“¿Con quién se va a analizar ahora dado que ud no es de esos analistas snob que se van a
analizar a París? No lo había dicho, pero él lo había escuchado, refiriéndose a mis
prejuicios”. Tras un email sobre la mentira constructiva, retoma la relación durante 13 años.
Con el sintagma de la mentira constructiva el análisis tomó el rumbo del padre en el
armado del fantasma.
El trauma
Una vez construído el fantasma, lo que a ella le daba placer antes armando las clases,
hablando la lengua del otro, perdía su satisfacción. Se desarmaba esa relación del saber.
Vuelve la angustia, sensación de pulmones llenos. Aparece un recuerdo de bronquitis
infantil, interpretado por el analista como trauma. La falta de aire, los pulmones llenos,
habían sido la respuesta ante el impacto de la desesperación materna.
Sobre este trauma fundamental estaba construído el fantasma y su mascarada.
El analista trauma
Sensación de los pulmones llenos se había reducido: “dejar de llevar la otra muerte encima”.
Siguiente sesión se siente ignorada por el analista, ve un analista que se duerme. Aparece
allí la figura de alguien a quien se le descompone el cuerpo. Presencia de lo traumático, de
la muerte temprana de mi abuela de la que llevo el nombre y con el que he cargado al modo
del ideal de la mujer eterna para un hombre”. El analista representaba el acontecimiento
corporal, semblante del traumatismo.
La relación transferencial.
Saber y verdad que estaban anudados en un principio en su estructura, como portadora de
un saber sobre una verdad que no podía contar, se habían separado. El silencio se había
vaciado de la mirada ya no angustiaba. Vuelve a sentir placer dando clases. “Ya no era la
palabra del otro detrás de la que me escondía, estaba en mi lugar”.
De la sensación de pulmones llenos quedó una tos, como resto que permanece en el cuerpo
de lo que fue la angustia, que acompañó al secreto de la clandestina en su respirar agitado.
Nuevo sueño en el final de análisis, la lengua del analista le resulta extraña. Interpreta la
maniobra del analista, no era su lengua la que tenía que escribir, sino la propia. Viajes Bs As
- Paris reproducen el recorrido a la casa de Muñecas.
Un cartel que dice CIMINO, ella interpreta la de decir “sí a mi no”, muchas veces silenciado.
Fin del análisis.
2. ¿Qué nos enseña el testimonio de Graciela Brodsky “Apres coup” sobre el final de
análisis, y el saber hacer del analista, el concepto de trauma en dos tiempos, y el trauma
como acontecimiento?
El análisis terminó 2 veces con 5 años de diferencia. El primero fue una interrupción y el
segundo un verdadero final.
La primera fue bajo el signo de la impotencia: no le encontraba la vuelta a la relación con su
partenaire. Lo último que le dijo a su analista fue “solo volveré si tengo algo nuevo para
decir”. No me retuvo ni me invitó a volver. Saber hacer del analista. Abstinencia al final
del primer tratamiento.
El segundo final estuvo del lado de la imposibilidad y de lo que no pudo decirse. En el final lo
que surgió como la palabra inexistente es S(A/). Eso hizo vano todo intento de seguir
hablando, interpretando, buscando. Caída de la suposición de saber, límite de la
interpretación. Final del análisis.
Primer final: Límite sentido - sinsentido. El analista no cae.
Segundo final: Límite fuera de sentido.