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Capitalismo Huachicolero

Felipe Cuevas Méndez

El pueblo mexicano enfrenta su primera emergencia en el ámbito de la acción paciente y su aprendizaje político
contra las viejas clases dominantes que pronto adoptaron el formato criminal aplicado en toda nuestra América
Latina contra gobiernos no acordes con los dictados imperiales. Así también, el gobierno de Andrés Manuel López
Obrador está ante su primera prueba de fuego en la contención de las oligarquías y burocracias que parasitan a
expensas del negocio petrolero, o la concesión por presiones.

Por sus arraigadas relaciones y razones económico-políticas, este capitalismo huachicolero no es un negocio fácil
de arrebatar. Conlleva complicidades empresariales, políticas, mafiosas, tanto como una corrupción orgánica e
infinidad de relaciones largamente construidas en las formas de hacer de la industria de hidrocarburos el gran
botín. Según se viene demostrando, el susodicho medio de acumulación de capital se estableció durante el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari al poner la paraestatal PEMEX y su sindicato bajo resguardo de sus
testaferros, en contubernio con empresarios, gobernadores y multinacionales petroleras, lo que devino en
socavar tal industria para los efectos privatizadores.

El huachicoleo como forma de succionar recursos en el cual se desarrolló un entramado social más amplio a
modo de economía capitalista subterránea; se encuentra en cómo los sectores dominantes y las relaciones de
dominación establecen su poder saqueando, adulterando, robando, diluyendo, pirateando, contrabandeando y
cambalacheando la gasolina, así como tantas otras áreas de la economía o la política.

Con las decisiones de gobierno al respecto, la cuestión se encamina a la contrastación frente a estas formas
particulares del capitalismo salvaje neoliberal que se vestía de traje inglés pero que actuaba como el vulgar ex
inquilino desvalijador de Los Pinos; saqueando a manos llenas. Por obvias razones la mediática advierte que no
se debe dar ni un paso más, e inducen a forjar un criterio general de que lo mejor será dejar las cosas como
están.

Así entonces, la agresión completa de la derecha entra en una fase de ofensiva destructiva, en el esquema del
sabotaje, el desgaste y la desarticulación, causando zozobra, desabastos e incertidumbre en la población, con tal
de recuperar sus posiciones de poder. Las actuales contingencias vienen empujadas por grandes problemáticas
del capitalismo, en una secuela de acontecimientos cada vez más críticos que invaden el espacio público.

En esta compleja situación, las líneas tradicionales del Estado mexicano se hacen presentes en torno a los
tradicionales golpes a un enemigo interno en el inicio de cada sexenio, por lo que no se descarta la posible caída
en desgracia del todopoderoso Carlos Romero Deshamps, líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la
República Mexicana. Derrocamiento que es una necesidad de AMLO para posicionarse de manera terminante
sobre el control real de la paraestatal, una forma de acrecentar su capital político, a más de representar un golpe
moral y político a la alta burocracia de ultraderecha.

Además de ser necesidad del proceso democrático de ajustarle cuentas al sindicalismo charro y una auténtica
necesidad para el surgimiento de movimientos populares. Resulta significativo el posicionamiento de la clase
obrera petrolera y el pueblo en torno a la defensa y organización de los recursos de esta industria y ante las
situaciones por venir, teniendo que pasar a la resistencia activa, a la acción protagónica en la defensa del eje
económico del país.

Aun cuando existe un consenso y autocensura discursiva entre las principales fuerzas políticas, lo cierto es que
comenzó el año materializándose de manera especial las formas en que se desatan las contradicciones y
confrontaciones sociales. Las dificultades de análisis sobre las divergencias en el proceso, el tejido de un nuevo
movimiento y las raíces capitalistas burocráticas en el huachicoleo, paulatinamente deben ser evidenciadas en
su naturaleza de clase.

Enfocarse en que “la estrategia está mal planteada o planeada” no tomaría en cuenta que, por encima de las
dificultades presentes, está la obligada resistencia que presentan los enemigos del pueblo ante cualquier cambio
mínimo en la correlación de fuerzas. Un deslizamiento a la derecha elude lo necesario del proceso como
posibilidad de transformación social en ventaja de la lucha popular.

En todo proceso social, el orden completo es imposible e irreal, las contingencias y coyunturas son las formas en
que se adelantará la lucha hasta tomar un nuevo ritmo e impulso de agitación revolucionaria. Por ello cualquier
mecanismo de plan popular debe ponderar y pulsar cada nueva situación. Hay que valorar lo mutable de cada
circunstancia; también aquello que se ancla a los antagonismos de forma directa; lo que surge por la colisión de
tendencias políticas; lo que se manifiesta por la combinación de situaciones; y los cambios necesarios en los
esquemas de lucha y organización del pueblo.

La mar de eventos que se está sucediendo en la vida política del país marca un nuevo escenario para el
desenvolvimiento de sus luchas. Hasta hace poco la política se dictaba y el pueblo se sometía por las buenas
ideológicas o por las malas represivas, las cosas deben cambiar.

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