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JUAN VARELA
RESUMEN
Textos del nuevo testamento que dan pautas acerca del culto:
«Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte
ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis;
nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos…
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán
al Padre en espíritu y en verdad.»
Jesús anuncia que el lugar de adoración no es lo importante, a la
adoración.
«Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio, vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro
culto racional.»
Pablo nos da algunas indicaciones sobre cómo ha de ser nuestro culto:
Nuestra verdadera adoración es la de ofrecernos a Dios con todo lo que
somos y tenemos, ése es nuestro servicio lógico.
«Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias
al que está sentado en el trono..., los veinticuatro ancianos se postran delante
del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los
siglos y echan sus coronas delante del trono diciendo: Señor, digno eres de
recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por
tu voluntad existen y fueron creadas.»
El principio bíblico que se desprende del texto, es que todo lo creado por Dios,
finalmente cumple el propósito para el que fue creado: rendirle culto en
adoración eterna.
• La adoración es un deseo innato en el ser humano (Mt. 2:11)
• La adoración ha de estar centrada sólo en Cristo (Mt. 4:10)
• La adoración involucra a la totalidad de la persona (Ro. 12:1, 2)
• No hay un lugar específico de adoración (Jn.4:19-24)
• La adoración será el propósito principal de los redimidos en el cielo (Ap. 4)
Dios no nos ha dejado un orden de culto modélico sino más bien principios
generales basados en su Palabra. El orden de culto y sus elementos pueden
por tanto variar de una congregación o denominación a otra. Sin embargo,
consideramos que todo orden de culto o liturgia debe comenzar en oración
invocando la presencia del Señor (o reconociéndola, en base a Mt. 18:20), y
debe finalizar pidiendo su bendición final sobre la congregación a la que se
envía de vuelta al mundo.
no hay un ropaje especial para el que preside, sino más bien unos principios
de simple decoro. Quien preside debe presentarse revestido de la dignidad
de Dios tanto por dentro como por fuera, sabiendo usar para cada ocasión
todo lo que comunica su forma de vestir.
lo que «hace iglesia» y constituye el culto, no es el local, el templo, sino la
presencia de los fieles reunidos en el nombre de Jesús. Esto se ve
claramente bajo el Antiguo Testamento, pues es cierto que hay lugares
especiales que llegaron en la historia bíblica a convertirse en lugares de culto,
lugares de epifanía divina, como Betel, Mamré, o la propia Jerusalén; pero la
presencia de Dios no se detuvo en esos lugares sino que acompañó al pueblo
hebreo en su peregrinaje por el desierto y en su establecimiento en la tierra
prometida.
Con Jesús comienza el séptimo día, Él resucitó en domingo, por tanto es lícito
celebrar en ese día el culto a Dios, un culto de esperanza pues la pro- mesa
de resurrección se ha cumplido. Las Escrituras nos hablan del día del Señor
o primer día de la semana (Hch. 20:7, 1 Co. 16:2), por tanto el primer día de
la semana pasa a ser el día del Señor, o lo que es lo mismo “domingo» (del
latín dominus Señor). Sin embargo, aunque se considere el domingo, como
el día del Señor por excelencia, la Palabra no nos priva de celebrar otros
cultos el resto de los días, pues cualquier día es bueno y aceptable para el culto
comunitario
• Oración e intercesión.
El Templo tenía su razón de ser sobre las bases del sacrificio, la ofrenda, y
la adoración.
El culto cristiano recibió del judaísmo una importante herencia. De la
sinagoga destacamos la lectura y exposición de la Palabra (1 Co. 14:26;
Hch. 20:7-12), junto con las oraciones y cantos en un ambiente de alabanza
(Ef. 5:19; Col. 3:16), confesiones de fe o credos (1 Co. 15:1-4; 1 Ti.
6:12), y ofrendas o colectas (1 Co. 16:1; Ro. 15:26). También mencionar,
como ya hemos dicho, que las sinagogas supusieron una descentralización
y des-sacralización del Templo como lugar único de adoración.
En cuanto al culto del Templo, decir que apenas dejó huellas sobre el
culto cristiano, lo cual tiene su razón de ser en que éste, estaba en
Jerusalén, por lo que la mayoría de los judíos de la diáspora nunca
participaron denél, y aun los judíos de Palestina en tiempos de Jesús
estaban más familiariza- dos con las sinagogas locales repartidas por toda
la región y les era más fácil asistir a ellas, que a los cultos del Templo.
ELl culto cristiano recibió del judaísmo una importante herencia. De la
sinagoga destacamos la lectura y exposición de la Palabra (1 Co. 14:26;
Hch. 20:7-12), junto con las oraciones y cantos en un ambiente de alabanza
(Ef. 5:19; Col. 3:16), confesiones de fe o credos (1 Co. 15:1-4; 1 Ti.)
• preludio
• himno
• oración de confesión
• meditación personal
• oración de perdón
• himno o cántico
• lectura de la palabra
• llamado a la oración
• ofrendas
• himno
• oración personal