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Mark Fisher habla de los espectros

contemporáneos
El brillante crítico cultural entiende la depresión como
una consecuencia del capitalismo y analiza sus
alcances en la música y el cine en su libro “Los
fantasmas de mi vida”.

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May 30, 2018
Por Lala Toutonian
En el libro Héroes. Asesinato masivo y suicidio, Franco
“Bifo” Berardi cuestiona filosóficamente lo que Félix
Guattari (quien además era su amigo) hace
psicoanalíticamente: cómo evitar el embrujo del liberalismo.
Este el eslabón que une la obra de Mark Fisher (sobre
todo Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa?)
con su vida (o con su muerte, en realidad: ese suicidio que
no sorprendió demasiado en 2017). Veamos cuáles son
entonces esos fantasmas de su vida, a raíz de la reciente
aparición del libro homónimo editado por Caja Negra.

La depresión: entendida como síntoma estructural del


capitalismo moderno — “una depresión deliberadamente
cultivada”, como la llama–, se resume en su párrafo “la
cultura y el análisis de la cultura son valiosos en tanto nos
permiten escapar de nosotros mismos. Me ha costado
mucho llegar a entender eso. La depresión es el espectro
más maligno que me ha acechado a lo largo de mi vida y uso
el término ‘depresión’ para distinguir el sombrío solipsismo
propio de esa condición de las más líricas (y colectivas)
desolaciones de la melancolía hauntológica”. Asegura el
crítico inglés que los escritos en su blog k-punk lo ayudaron
a atravesar esta condición y que su escape fue la
externalización de la negatividad: no era solamente suyo el
problema, sino de la cultura en la que estaba inmerso.
Quizás por eso su análisis sobre Joy Division (acá podés
leer el capítulo completo) resulte tan dolorosamente preciso:
“Joy Division era el sonido de la veloz depresión de la
cultura británica, el grito de una lenta y prolongada
cancelación neuronal”. Que Ian Curtis y Fisher compartan
el suicidio no es una coincidencia, sino una consecuencia.
Hauntología: Derrida atribuye a la hauntología la
capacidad de presencia del ser que es reemplazada por un
fantasma que no está vivo ni muerto y ni siquiera presente
ni ausente. Quizá estos espectros sean viejas neurosis… A
través de sus aportes entendemos a la depresión no como
tristeza, sino como consecuencia de ella. Y es Fisher quien
retoma el concepto hauntológico (también lo hace Simon
Reynolds) para exponer su neurosis: ¿Por qué la cultura no
puede sacudirse estigmas y lograr una posmodernidad
digna?

La retórica lleva directamente a otro punto: (la nostalgia


de) los futuros perdidos. O la incapacidad de recrearlos.
No un principio punk nihilista como el de “No Future”, sino
la melancolía de lo descuidado, lo abandonado. Una
entropía entendida como un proceso evolutivo de
crecimiento en el tiempo en un futuro “cancelado”, diría
Bifo. La discursividad que se desprende de este análisis es
que el capitalismo (las malogradas democracias, el Estado,
el perverso sistema económico) es el motor de la política. Y
la realidad es deprimente; ergo, nosotros lo somos.

Este compilado de ensayos –algunos inéditos, otros del


blog k-punk y otros aparecidos en la revista The Wire– nos
confirma que se pueden hacer observaciones crudas pero
sentidas. El diagnóstico de Mark Fisher no es pesimista per
se, es de un realismo estremecedor. Este es un libro sobre la
muerte del optimismo.

Mark Fisher
Los fantasmas de mi vida
(Caja Negra)

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