Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
los misioneros sostienen que la carne de los animales no es buena ess ~6 g"'
eJ)
or-E·:::
si no ha sido cazada por este medio. Nuestro compañero de viaje, 1!\S,.....,
Vi e:~- ·~
Q) ¿).
el l-adre Zea, enfermo de fiebres tercianas, hacía que le llevasen "'"o ~
E ~
cada mañana a la hamaca una flecha y el pollo vivo destinado ro '"O en O
- ~ -iñ· OG
a nuestra comida. De ningún modo hubiera confiado a otra per- ó ~ 6 '~
"O <>u
sona, pese a su estado de debilidad, una operación a la que atri- e:
o
1-. ~
. . . t:::s:::
buía gran importancia. Las aves de gran tamaño tardan de dos ........ Q) Ü
-·~o
a tres minutos en morir cuando son pinchadas en el muslo; en <~: · ""
- .D
r ""<l
un cerdo o un pécari, la muerte suele sobrevenir a los diez o doce Óa) :J ;::::... ¡:: "'
g-o ~ :r:
minutos. No tendría objeto pretender disipar en un extranjero .§ ~ 8~
el temor que manifiesta con frecuencia al enterarse de que los o.= o~
o o. "'
pollos, los monos, los lagartos y los peces de río de gran ta- _g E~~
maño que come, han sido muertos con flechas envenenadas. La < cf-~
costumbre y la reflexión ponen muy pronto término a este .,e,...:" ::l •
temor. 5~ g~
--·~ tl) _g
El curare, como la mayoría de las demás estricnáceas -pues :2 ~~ §
insistimos en nuestra creencia de que el mavacure pertenece a e:::! l-.
1-.Q.) v; :J::
Q.) cncd
cd ....
una familia afín- , son peligrosos únicamente cuando el veneno E " o. "'
Uj-o ,o"'='
actúa sobre el sistema circulatorio. En Maypures, un individuo "'o 5o.,<
de color confeccionó para Bonpland flechas envenenadas de las N O '-
-I ro-
que se disparan con cerbatana cuando se cazan monos y aves. ~g ~ ~
Era un carpintero de extraordinaria fuerza muscular. Cometió ,g ~ g ~
la imprudencia de frotar el curare entre los dedos después de ha- :§~ ó~
E,o @~
berse producido una herida insignificante, y cayó desplomado al E,_g-Q
suelo, vlttima de un vahído que le duró media hora. Afortuna- .... '--
~~
damente, se trataba de curare diluído, del que se emplea para ca-
zar animales muy pequeños, con propósito de reanimarlos, para "' .
~e
.~ ·O
> ·;;;
LÁ M I NA XV
Pág. 188
EL ALTO ORINOCO 289
LÁMINA XVI
290 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 291
dos capuchinos. La forma de asar esos animales, tan parecidos a son del tamaño de una cabeza de niño, hacen mucho ruido al
los seres humanos, contribuye no poco a que su vista resulte tan caer de la copa del árbol. Casi siempre he encontrado de 15 a 22
repulsiva para las personas civilizadas. Se sujeta encima del suelo nueces en un fruto. El sabor es muy agradable si los frutos son
una pequeña parrilla o reja, hecha de una madera muy dura, a recientes; pero su abundante aceite -que constituye su utilidad
30 centímetros de altura aproximadamente. El mono despellejado principal- se enrancia fácilmente. En el Alto Orinoco comimos
se pone como en posición sedente ; por lo general, lo colocan de con frecuencia gran cantidad de estas nueces, a falta de otra
manera que se sostenga en sus largos y delgados brazos, y a veces· cosa, y nunca nos hicieron daño. Según algunos indios muy fide-
le cruzan las manos sobre la espalda. Una vez fijado en la parrilla, dignos, sólo los pequeños roedores pueden perforar este fruto,
encienden debajo un vivo fuego; las llamas y el humo envuelven gracias a la constitución de sus dientes y a la increíble paciencia
al mono, que se asa y ahuma simultáneamente. Al ver a los indí- con que se entregan a esta obra de destrucción. No bien las nue-
genas comerse una pierna o un brazo de un mono asado, no puede ces triangulares están desparramadas por el suelo, acuden presu-
uno sustraerse a la idea de que la costumbre de comer animales rosos toda suerte de animales selváticos: monos, manaviri, ardi-
tan parecidos corporalmente al hombre, explica, hasta cierto llas, agutís, papagayos y aras se disputan el botín. Todos son lo
punto, la poca repugnancia de los salvajes en devorar carne hu- bastante fuertes para romper la cubierta leñosa de la semilla;
mana. La carne de mono es tan magra y seca, que Bonpland con- sacan de .ella la almendra y se encaraman a los árboles. «Así,
servó en París, entre sus colecciones, un brazo y una mano que también ellos celebran su fiesta», decían los indios que regresaban
habían sido asados en Esmeralda. Al cabo de muchos años, no de la recolección.
olían lo más mínimo. Una de las cuatro piraguas en que los indios habían realizado
Vimos bailar a los indios. Las danzas son tanto más monóto- la expedición, estaba llena de la especie de caña (Carice) con que
nas cuanto que las mujeres no están autorizadas a participar en se fabrican las cerbatanas. Las cañas medían de 5 a 6 metros de
ellas. Los hombres, viejos y jóvenes, se cogen de las manos, for- longitud, y, sin embargo, no había en ellas ninguna señal de nu-
man un círculo, y durante horas y horas giran a la derecha y a dos o inserción de hojas o ramas. Eran perfectamente rectas, lisas
la izquierda, alternativamente, con silenciosa gravedad. En ge- por fuera y bien cilíndricas. Son muy buscadas allende el Orinoco,
neral, los mismos bailarines se acompañan con música. Débiles y se conocen con el nombre de cañas de Esmeralda. Un cazador
notas obtenidas soplando en cañas de distintas longitudes, dan conserva durante toda su vida la misma cerbatana; alaba la li-
un acompañamiento lento y melancólico. Para marcar el compás, gereza, la precisión y el brillo de la misma. ¿De qué monocoti-
el director dobla rítmicamente ambas rodillas. A veces se detie- ledónea procederán estas magníficas cañas? No me es posible
nen todos y efectúan leves movimientos oscilatorios, proyectando responder a esta pregunta, ni tampoco a qué género pertenece
el cuerpo a uno y otro lados. Las cañas, dispuestas en serie y otra planta con la que se confeccionan las camisas de marima.
atadas juntas, parecen flautas de Pan. Admiramos la rapidez En la falda del Monte Duida vimos troncos de este árbol que
con que los muchachos indios, cuando encontraban una caña medían más de 16 metros de altura. Los indios cortan pedazos
junto al río, se tallaban y afinaban aquellas flautas. cilíndricos de 2,6 metros de diámetro y le quitan la corteza fi-
En la choza de la fiesta encontramos varios productos vege- brosa, procurando no hacer cortes longitudinales. Esta corteza
tales que los indios habían traído de las montañas de Guayana, les suministra una especie de prenda de vestir, que viene a ser
y que nos llamaron vivamente la atención. Trataré sólo del fruto un jubón sin costura de una tela tosca (1). Se introduce la cabeza
del juvia, de unas cañas de extraordinaria longitud, y de las ca- por la abertura superior, y para sacar los brazos se hacen dos
misas confeccionadas con la corteza del árbol marima. El almen- agujeros a los lados. El indígena lleva estas camisas cuando llueve
drón o juvia, uno de los árboles más notables de las selvas del intensamente; tienen la forma de los ponchos de algodón.
Nuevo Mundo, puede decirse que era desconocido antes de nues- En la fiesta a que asistimos, las mujeres estuvieron excluídas
tro viaje al Río Negro. del baile y de todos los demás regocijos públicos; su triste mi-
Este árbol, que produce las castañas brasileñas, suele tener sión se redujo a servir a los hombres asado de mono, una bebida
un diámetro de 60 a 90 centímetros, pero alcanza hasta 30 ó 40
(') La corteza batanada constituye una especie de fieltro vegetal, conocido
metros de altura. Los frutos maduran a últimos de mayo, y como en Polinesia con el nombre de tapa.
292 DEL ORINOCO AL AMAZONAS
EL ALTO ORINOCO 293
fermentada y cogollos de palmito, de gusto parecido al de nuestra
coliflor. Otra substancia, mucho más nutritiva, procede del reino metros por encima de la llanura de Esmeralda, o sea, poco más
animal: es la harina de pescado (mandioca de pescado). En toda o menos, a 2530 metros sobre el nivel del mar; digo poco más o
la zona del Alto Orinoco, los indios asan los peces, los tuestan al menos porque mi barómetro se rompió, por desgracia, antes de
sol y los reducen a polvo, sin quitar las espinas. Para comer esta nuestra llegada a Esmeralda. La lluvia era tan intensa, que en
harina se mezcla con agua, hasta obtener una pasta. los campamentos nocturnos no pudimos preservar el aparato de
En Esmeralda, como en todas las misiones, los indios que se la humedad, y con la desigual dilatación de la madera se que-
niegan a ser bautizados y se han integrado libremente en la co- braron los tubos. La cima granítica del Duida cae tan abrupta,
munidad. viven en régimen de poligamia. El número de las mu- que Jos indios no han logrado escalarla. Cierto que la montaña
jeres es muy diferente en las diversas tribus; los que más tienen no tiene la altitud que le da la creencia popular, pero es el punto
son Jos caribes y Jos pueblos en que se ha conservado mucho culminante de la cadena que se extiende del Orinoco al Ama-
tiempo la costumbre de raptar las doncellas de las tribus vecinas. zonas.
Las mujeres viven en una especie de esclavitud. Como Jos hom- Desde Esmeralda se puede remontar sin peligro el Orinoco
bres tienen una autoridad omnímoda, nadie se atreve a quejarse hasta las cataratas junto a las cuales habitan Jos indios guaica,
en su presencia. En la casa reina una paz aparente, y las hembras que no dejan pasar de allí a los españoles; es una travesía de
se esfuerzan por anticiparse a los deseos de un amo exigente y seis días y medio. En aquel trayecto, la anchura del Orinoco
malhumorado. Cuidan sin distinción de sus propios hijos y de varía entre 580 y 780 metros. Por la orilla derecha le llegan más
los de otras mujeres. Los misioneros aseguran que esta paz inte- ríos, ya que por aquel lado discurren las altas montañas de
rior, fruto del miedo colectivo, se altera gravemente si se prolonga Duida y Maraguaca, sobre las cuales se ciernen las nubes, mien-
la- ausencia del señor de la casa. Las riñas no terminan hasta el tras que la ribera izquierda es baja y choca con la llanura, que,
regreso de éste, que sabe domar las pasiones con un grito. un en general, baja hacia el Sudoeste. Magníficos bosques de ma-
simple gesto o, si lo considera oportuno, con otros medios más dera para la construcción cubren las cordilleras septentrionales.
contundentes. En los tamanacos existe cierta desigualdad entre En esta región, ardorosa y siempre húmeda, es tal el ritmo de cre-
las mujeres en lo relativo a sus derechos, desigualdad que tiene cimiento, que hay troncos de Bombax ceiba de 5 metros de
su expresión en el lenguaje. El hombre llama a las mujeres se- diámetro.
gunda y tercera compañeras de la primera, y ésta las trata como Entre las desembocaduras del Padamo y el Mavaca, el Ori-
rivales y enemigas. Como todo el peso del trabajo· recae sobre noco recibe, por el Norte, el Ocamo, en el que vierte el río Ma-
las desgraciadas hembras, nada tiene de extraño que su número tacona. En las fuentes de este último viven los guainares, mucho
sea sorprendentemente pequeño en algunos pueblos. Entonces se menos cobrizos o morenos que los demás habitantes de estos
da una especie de poliandria. Entre los avanos y Jos maypures territorios. Esta tribu pertenece a las que Jos misioneros llaman
es frecuente que varios hermanos tengan una sola mujer. Cuando indios blancos. En la desembocadura del Ocamo se enseña a
un indio~ que tiene varias se convierte al cristianismo, los misio- los viajeros una peña que en el país se considera como mila-
neros lo obligan a elegir a una de ellas y a repudiar a las restan- grosa. Es una transición de granito a neis, caracterizado por la
tes. El momento de la separación es el crítico; el nuevo converso curiosa disposición de la mica negra, que forma pequeñas vetas
encuentra que todas sus esposas tienen cualidades apreciables: ramificadas. Los españoles llaman a esta roca la piedra mapaya.
una entiende de horticultura; otra sabe preparar chicha, la bebida Más allá de la confluencia del Mavaca disminuyen la an-
embriagante elaborada con la raíz de la mandioca. Todas le pa- chura y la profundidad del Orinoco. Su curso se hace muy tor-
recen imprescindibles. En ocasiones vence en el indio el deseo tuoso, como en los ríos alpinos. En ambas orillas se alzan mon-
de conservar a sus mujeres, sobre la inclinación a hacerse cris- tañas, y a medida que se remonta el Orinoco, se hacen más
tiano; per9 lo regular es que el hombre deje escoger al misionero. frecuentes las curvas y los pequeños rápidos (chorros y remo-
cuya resolución se toma como un designio del destino. linos). Se llega a la desembocadura del Gehette, donde existe
Según mis cálculos trigonométricos exactos, el Duida (la cum- una gran catarata. Un dique de rocas graníticas atraviesa el
bre máxima al sudoeste del Cerro Maraguaca) se eleva a 2179 río; son las Columnas de Hércules, que ningún blanco ha cru-
zado aún.
294 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 295
Los guaharibos blancos han tendido sobre la catarata un viesa por un puente de bejucos, hay indios armados de arcos y
puente de bejucos, sujeto a las rocas que emergen del centro del flechas que cierran el paso hacia el Este a los blancos y a cuantos
cauce. Este puente, bien conocido por los habitantes de Esme- vienen de sus tierras. Recuérdese que hasta la fecha actual el
ralda, parece demostrar que en aquel punto el Orinoco es ya Orinoco planteaba a los geógrafos dos problemas principales:
bastante estrecho. Los indios le dan una anchura de sólo 65 a la situación de sus fuentes y la naturaleza de su comunicación
100 metros, y afirman que más arriba del raudal de los Guaha - con el Amazonas. Este último constituía la finalidad del viaje
ribos no es ya un río, sino un riachuelo (torrente). que hasta ahora he venido relatando.
Trataré aquí de las tribus indias de tez blanca y reducida Hacia las tres de la tarde, nuestra piragua quedó lista para
estatura, que antiguas leyendas sitúan desde hace siglos en las recibirnos a bordo. Durante el viaje por el Casiquiare habían
fuentes del Orinoco. En Esmeralda tuve ocasión de ver algunos sentado en ella sus reales innumerables hormigas, y costó no
de ellos, y puedo asegurar que se ha exagerado tanto la peque- poco trabajo limpiar de estos insectos el toldo o tejadillo de
ñez de los guaicas como la blancura de los guaharibos. Los que hojas de palma que habría de servirnos de cobijo otros veintidós
medí de los primeros tenían una talla media de 1486 a 1513 mi- días. Empleamos parte de la mañana tratando de informarnos,
límetros. Se afirma que toda la tribu tiene· la misma estatura, por los habitantes de Esmeralda, de un lago que, al parecer,
pero no se ha de olvidar que aquí llaman tribu a lo que en rea- había al Este. Los viejos soldados que residen en la misión desde
lidad no es sino una familia. Donde está excluída toda mezcla que fue fundada, se reían de la supuesta unión entre el Orinoco
con forasteros, se perpetúan fácilmente las variedades y las di- y el río Idapa, así como del <<mar blanco», que, según se dice.
vergencias del tipo común. Después de los guaicas, los indios es atravesado por el primero de estos ríos. Lo que nosotros lla-
de más pequeña talla son los guainares (guinau) y los poignaves. mamos cortésmente ficciones de los geógrafos, lo llaman ellos
Como indígenas de piel blanquecina, constituyen un fenómeno mentiras de por allá. Aquellas buenas gentes no podían com-
raro bajo un cielo ardiente; los españoles han explicado el caso prender que se puedan levantar mapas de unas tierras en las
diciendo que los indios blancos son mestizos, descendientes de una que no se ha estado nunca y que se quiera conocer con toda
india y un blanco. Pero yo he visto millares de mestizos, y puedo exactitud cosas que en el propio lugar se desconocen.
afirmar que la comparación es errónea en absoluto. Los indivi- Cuando nos disponíamos a embarcar, nos rodearon habi-
duos de las tribus de tez blanca que tuvimos ocasión de exa- tantes de la localidad, que pretendían ser blancos y de origen
minar, tienen la forma del rostro, la talla, los cabellos ralos y español. Los infelices nos rogaron encarecidamente que hablá-
lisos comunes a todos los indios. semos en su favor al Gobernador de Angostura, para que les
Estas tribus de tez blanquecina que vimos en la misión de permitiese volver a los llanos o, si esto les era negado, al menos
Esmeralda, habitan una faja de las tierras montañosas que se que se les volviese a las misiones del Río Negro, donde el calor
extienden entre las fuentes de seis tributarios del Orinoco: el era menos agobiante y había menos mosquitos. «Por mucho
Padamo, el J a o, el Ventuari, el Erevato, el Aruy y el Paraguá. que hayamos faltado -dijeron-, lo hemos pagado de sobra
Tanto los misioneros españoles como los portugueses llaman a con veinte años de tormento en este diluvio de mosquitos». En
este territorio La Parima. un informe que dirigí al Gobierno sobre las condiciones indus-
Partimos de la misión de Esmeralda el 17 de mayo. No es- triales y comerciales de aquellos territorios, me interesé por los
tábamos precisamente enfermos, pero sí extenuados y débiles a desterrados, pero todos mis esfuerzos fueron inútiles.
causa de la plaga de mosquitos, la mala alimentación y la larga Al cabo de cuatro horas de navegar río abajo, llegamos al
travesía a bordo de aquella piragua estrecha y húmeda. No se- lugar de la bifurcación, e instalamos el campamento en el mismo
guimos remontando el Orinoco más allá de la confluencia del río punto de la orilla del Casiquiare donde unos días antes los ja-
Guapo; lo habríamos hecho si hubiésemos intentado llegar hasta guares se habían llevado, según todas las probabilidades, a
sus fuentes. En las circunstancias actuales, los viajeros particu- nuestro perro. Resultaron vanas todas las pesquisas hechas por
lares autorizados a entrar en las misiones, no pueden salir de los indios en busca de las huellas del animal. Vive también allí
las zonas pacíficas del país. Desde El Guapo al raudal de los el jaguar negro, del cual vi hermosas pieles en Esmeralda. Este
Guaharibos hay aún 67 kilómetros. En esta catarata, que se atra- animal tiene muy mala fama, tanto por su fuerza como por
296 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 297
su fiereza, y parece ser aún más corpulento que el jaguar común. el Tlaloc o Colhuacán de los mejicanos. Amalivaca siguió na-
Según los indios, estos felinos negros son muy raros. vegando en su barca sin rumbo determinado, y grabó las imá-
24 de mayo. Levantamos el campamento antes de la salida genes del Sol y la Luna en las rocas pintadas de la Encaramada.
del Sol. En una bahía rocosa donde habían estado los indios Bloques de granito, apoyados unos en otros y formando una
durimundi, el perfume aromático de las plantas era tan intenso, especie de cueva, se llaman aún hoy La casa del gran progenitor
que nos resultó molesto, a pesar de que nos hallábamos al raso de los tamanacos. En esta cueva de la llanura de Maita enseñan
y de que, acostumbrados a una existencia llena de penalidades, también una gran piedra que, según los indios, fue un instru-
nuestro sistema nervioso no era excesivamente excitable. No pu- mento musical de Amalivaca, su tambor. Digamos de paso que
dimos descubrir qué flores exhalaban aquel olor, pues la selva este héroe tuvo un hermano, Vochi, que le ayudó a dar a la
era impenetrable. Bonpland opinaba que en los vecinos panta- superficie terrestre su forma actual. Cuentan los indios que, en
nos crecían grandes matas de Pancratium y otras varias liliáceas. sus ideas de perfectibilidad, los dos hermanos querían disponer
Las dos orillas del río principal están completamente inhabita- el Orinoco de forma que se pudiese remontar y descender siem-
das; hacia el Norte se alzan altas montañas, y hacia el Sur la pre siguiendo la corriente. Con ello pensaban ahorrar a los hom-
llanura se extiende hasta perderse de vista más allá de las fuentes bres la fatiga de remar cuando se dirigieran hacia las fuentes
del Atacavi, cuya sección inferior es el Atabapo. El espectáculo del río ; mas por muy poderosos que fuesen aquellos renovado-
de un río en el que no se encuentra ni un mísero bote pesquero, res del mundo, no lograron dar al Orinoco una doble pendiente,
tiene algo de triste y deprimente. Pueblos independientes, los habi- y tuvieron que renunciar a resolver un maravilloso problema
rianos (awishira) y maquiritares viven en aquellas montañas; pero de hidráulica. Amalivaca tenía hijas muy dadas a la existencia
en las praderas comprendidas entre el Casiquiare, el Atabapo, el errante; según la leyenda, les cortó las piernas para fijarlas en
Orinoco y el Río Negro, no se encuentra hoy ni rastro de vivienda el lugar y obligarlas a poblar el mundo de tamanacos. Una vez
humana. Digo hoy porque aquí, como en todas las comarcas de puesto orden en América la parte de acá de las grandes aguas.
Guayana, se descubren, tallados en las durísimas rocas de gra- Amalivaca se embarcó nuevamente y regresó a la orilla opuesta,
nito, dibujos del Sol, la Luna y diversos animales, prueba de al lugar de donde había venido. Desde que los indígenas ven lle-
que aquí vivió en tiempos pretéritos un pueblo completamente gar misioneros, piensan que aquella ((orilla opuesta)) es Europa,
distinto del que hemos conocido a orillas del Orinoco. A juzgar y uno de ellos preguntó ingenuamente al Padre Gilí si tal vez ha-
por las afirmaciones de los indios y de los misioneros, estas imá- bía visto allí al gran Amalivaca, el padre de los tamanacos, que
genes simbólicas concuerdan plenamente con las que encontra- grabó en las rocas las figuras simbólicas.
mos a 450 kilómetros, al norte de Caycara, frente a la desem- Estas ideas de un gran diluvio; la pareja que se refugia en
bocadura del Af>ure. la cumbre de una montaña :y;; arroja detrás de sí frutos de la pal-
Sea cual fuere el significado de estas figuras y el objeto de mera mauritia para repoblar el mundo; este dios nacional Ama-
su grabación en el granito, merecen la máxima atención. Los livaca, llegado por mar desde tierras lejanas y que dicta leyes
pueblos de la tribu tamanaco, antiguos habitantes del territorio, a la Naturaleza y fuerza a los pueblos a renunciar a la vida nó-
poseen una mitología local, leyendas que se refieren a las imá- mada: todos estos rasgos de una fe antiquísima son dignos de
genes rupestres. Amalivaca, padre de los tamanacos, o sea, el la máxima atención. Lo que nos narran los tamanacos y otros
creador del género humano -todos los pueblos se consideran pueblos emparentados con ellos por la lengua, lo habrán reci-
como los progenitores de los demás pueblos- llegó en una barca bido, sin duda, de otros pueblos que residieron en el país antes
cuando, al producirse la gran inundación que se llama Tiempo que ellos.
de las aguas (¿Diluvio?), las olas del océano se estrellaban con- Del 24 al 27 de mayo, sólo dos veces dormimos en tierra;
tra las montañas de la Encaramada. Todos los seres humanos o, la primera, en la confluencia del río J a o, y la segunda, aguas
mejor dicho, todos los tamanacos, se ahogaron, excepto un hom- arriba de la misión de Santa Bárbara, en la Isla Minisi. Como
bre y una mujer, que se habían refugiado en la cumbre de un el Orinoco no tiene aquí escollos, el piloto indio siguió nave-
monte a orillas del Asiveru, que los españoles llaman Cuchivero. gando durante toda la noche, abandonando la piragua a la co-
Esta montaña es el Ararat de los pueblos arameos y semitas, y rriente. Por eso este sector de mi mapa. entre el Jao y el Ven-
298 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 299
tuari, no es muy exacto en lo referente a los meandros del río. cuya forma recuerda el Miiuseturm del Rin, frente a Bingen.
Si se descuenta el tiempo que nos detuvimos en la orilla para Allí, como en las márgenes del Atabapo, nos llamó la atención
preparar el arroz y los plátanos, invertimos sólo 35 horas desde una pequeña especie de drosera, cuyo aspecto es idéntico al de
Esmeralda a Santa Bárbara; es decir, que habíamos recorrido la europea. Por la noche, el Orinoco había crecido mucho, y la
7,5 kilómetros por hora, correspondiente al cálculo de la co- corriente, mucho más impetuosa, nos llevó en diez horas de
rriente y al movimiento de los remos. la desembocadura de Mataveni a la gran catarata superior, la
La misión de Santa Bárbara se encuentra al oeste de la con- de Maypures o Quituna; el trecho recorrido fue de 28,5 kilóme-
fluencia del río Ventuari. En un pueblecito de 120 habitantes tros, Recordamos con interés el lugar donde habíamos pernoctado
encontramos algunos vestigios de industria. En las pocas horas en nuestro viaje de ida, y volvimos a encontrar a unos indios
que permanecimos en la misión, obtuvimos datos bastante pre- que nos habían acompañado a herborizar. Desde la desembo-
cisos sobre el río Ventuari, que, después del Guaviare, me pa- cadura del Atabapo a la del Apure nos pareció que viajábamos
reció el más caudaloso de los afluentes del Alto Orinoco. Sus por un país en el que habíamos vivido mucho tiempo. Conti-
orillas, ocupadas antaño por los maypures, están aún habitadas nuábamos apretujados y siendo picados por los mismos mos-
por una multitud ~e tribus independientes. Si, a través de la des- quitos, pero la segura perspectiva de que dentro de pocas sema-
embocadura del Ventuari, que forma un delta cubierto de pal- nas terminarían nuestros sufrimientos físicos, nos mantenía ani-
meras, se remonta el río, al cabo de tres jornadas bajan del mosos.
Este el Cumaruita y el Paru; más arriba, viniendo del Oeste, El transporte de la piragua al otro lado de la gran catarata
bajan el Mariata y el Manipiare, en cuyas riberas habitan los nos detuvo dos días en Maypures. El 31 de mayo cruzamos los
indios macos y curicana. Estos últimos se distinguen por el celo rápidos de los guahibos y de Garcita. Las islas del centro del
con que cultivan el algodón. río brillaban con un verde espléndido. Las lluvias invernales ha-
El 26 de mayo por la mañana partimos del pueblecillo de bían desarrollado las inflorescencias de la palmera vadgiai, cu-
Santa Bárbara, y durante todo el día gozamos del panorama yas hojas se elevan verticalmente. No se cansa uno de contem-
de las hermosas montañas de Sipapa. Aquí la vegetación de las plar lugares donde el árbol y la roca prestan al paisaje el ca-
orillas del Orinoco es variadísima; los helechos arborescentes rácter grandioso y grave que tanto admiramos en el fondo de
bajan de los montes y se mezclan con las palmeras de la depre- los cuadros de Tiziano y de Poussin. Poco antes de la puesta del
sión. Pernoctamos en la Isla Minisi, y el 27 de mayo llegamos a Sol desembarcamos en la orilla izquierda del Orinoco, en el
San Fernando de Atabapo. Un mes antes, camino del Río Ne- Puerto de la Expedición, para visitar la cueva de Ataruipe, a
gro, nos habíamos albergado en la misma casa del jefe de la la que ya hemos aludido y en la que parece tener su necrópolis
misión. Entonces remontamos el Atabapo y el Temi, en dirección toda una tribu desaparecida.
Sur; ahora veníamos del Oeste, tras un gran rodeo por el Ca- Se trepa fatigosamente, y no sin peligro, a un granítico cerro
siquiare y el Orinoco Superior. pelado. Sería casi imposible asegurar el pie en la superficie de
Pasamos un solo día en San Fernando de Atabapo, a pesar la roca, lisa y muy inclinada, a no ser porque grandes cristales
de que este pueblo, con sus hermosas palmeras pirijao, de fru- de feldespato, más resistentes a la erosión, sobresalen y ofrecen
tos parecidos al melocotón, parecía brindarnos un delicioso re- puntos de apoyo. Al llegar a la cumbre nos asombró el extra-
fugio. Hocos domésticos (Crax aleator) corrían alrededor de las ordinario panorama que se veía desde allí. Un archipiélago cu-
chozas de los indios, en una de las cuales vimos un mono ra- yas islas están cubiertas de palmeras, llena el lecho espumeante
rísimo que vive en el Guaviare: el caparro. Su pelaje es gris del río. Hacia el Oeste, a la orilla izquierda del Orinoco, se
de marta, finísimo al tacto. Se distingue también por su cabeza extienden las sabanas del Meta y el Casanare, a modo de un
redonda y una expresión dulce y agradable. verde mar cuyo neblinoso horizonte era iluminado por el Sol
El 27 de mayo fuimos desde San Fernando, en menos de siete poniente. El astro, suspendido sobre la llanura como una bola
horas, aprovechando la fuerte corriente del Orinoco, hasta la con- de fuego; la cumbre aislada del Uniana, que parecía tanto más
fluencia del río Mataveni. Pasamos la noche al raso, bajo la alta cuanto que sus contornos eran borrados por la neblina;
peña granítica de El Castillito, que emerge en medio del río y todo contribuía a dar mayor nobleza a aquel grandioso escena-
EL ALTO ORINOCO 301
300 DEL ORINOCO AL AMAZONAS
dos o tres se acercaban al de la caucásica. Ya hemos dicho que
rio. Vimos primero un valle profundo, cerrado en derredor. Aves en el centro de las cataratas, en los lugares más inaccesibles, se
de rapiña y chotacabras volaban aisladas en aquel círculo in- encuentran cajas con herrajes que contienen herramientas. res-
accesible. Nos complacíamos en seguir sus fugitivas sombras des- tos de prendas de vestir y artículos de cristal europeos. Estos
lizándose por las paredes de roca. objetos tal vez pertenecieron a comerciantes portugueses que osa-
Cruzando una estrecha cresta llegamos a un monte vecino ron penetrar hasta estos salvajes territorios. ¿No se podrá con-
cuya cima redondeada era un depósito de enormes bloques gra~ cluir también que los cráneos de tipo europeo encontrados entre
níticos, masas de 13 a 16 metros de diámetro, tan perfectamente los esqueletos, tan cuidadosamente preservados como ellos, se-
esféricas, que, al dar la sensación de que tocaban el suelo por rían de viajeros portugueses que sucumbieron allí de enfermedad
muy pocos puntos, parecía como si la menor sacudida sísmica o cayeron en lucha?
hubiera de proyectarlas en las profundidades. Nos llevamos varios cráneos de la cueva de Ataruipe, el es-
En último término se abre el valle, cubierto de espesa selva. queleto de un niño de 6 a 7 años y los de dos adultos del pueblo
En este lugar solitario y umbrío, en la ladera empinada de una de los atures. Todos estos huesos, en parte pintados de rojo y
montaña, se encuentra la entrada de la cueva de Ataruipe. En en parte recubiertos de resina, yacían en las cestas que hemos
aquel cementerio de un pueblo totalmente extinto contamos en descrito. Suponían casi la carga de un mulo, y como conocíamos
poco rato unos 600 esqueletos bien conservados, y dispuestos muy bien la supersticiosa repugnancia de los indios por los ca-
con tal regularidad, que no resultaba fácil equivocarse al calcu- dáveres sepultados, hicimos envolver las cestas en esteras tren-
lar su número. Cada esqueleto yace en una especie de cesta de zadas recientemente. Pero de nada sirvió esta precaución ante
pecíolos de hoja de palma. Estos cestos, llamados por los indí- la sagacidad de los indios y la sutileza de su olfato. Dondequiera
genas mapires, forman una especie de sacos cuadrangulares. Su que nos deteníamos, en las misiones de los caribes, en los llanos
tamaño está en correspondencia con la edad de los cadáveres; situados entre Angostura y Nueva Barcelona, los indígenas co-
los hay incluso para niños muertos al nacer; oscilan entre las rrían a rodear a nuestros mulos, para admirar los monos que
longitudes de 26 centímetros y 1,07 metros. Todos los esqueletos habíamos comprado en el Orinoco. Pero tan pronto como aque-
se hallan contraídos y tan completos, que no les falta ni una cos- llas buenas gentes tocaban el equipaje, profetizaban que la acé-
tilla ni una falange. Los huesos han sido preparados de tres mila «que llevaba los muertos» sucumbiría. En vano les asegt)-
maneras distintas : ya blanqueados al sol y al aire, ya teñidos rábamos que se equivocaban; que en los cestos venían huesos
de rojo con onoto -la materia colorante de la Bixa orellana-, de cocodrilo y de vaca marina : ellos segCtían aferrados a la
ya momificados entre resinas aromáticas en hojas de haliconia suya: olían la resina que recubría los esqueletos «de sus pa-
y de platanero. Los indios nos contaron que los cadáveres re- rientes». Hubimos de recurrir a la autoridad de los frailes par::t
cientes se dejan en la tierra húmeda para que la carne se vaya anular la resistencia de los nativos y obtener nuevos mulos. Uno
consumiendo poco a poco. Después de unos meses los desen- de los cráneos que trajimos de la cueva de Ataruipe ha sido
tierran, y. por medio de piedras afiladas, raen los restos de carne reproducido en la hermosa obra de mi anciano maestro Blumen-
que quedan pegados a los huesos. Varias hordas de Guayana bach sobre las variedades de la humana especie; pero los es-
observan todavía. esta costumbre. Junto a los mapires o cestos queletos de los indios se perdieron, junto con una importante
se veían vasijas de arcilla semicocida, que parecían contener las parte de nuestras colecciones, en la costa de África, en un nau-
osamentas de toda una familia. Las mayores de estas urnas fu- fragio que costó la vida a nuestro amigo y compañero de viajes.
nerarias medían 1 metro de altura por 1,38 de longitud. Eran el joven franciscano Fray Juan González.
de color verde grisáceo, ovaladas, de agradable aspecto, con Regresamos en silencio a casa desde la cueva de Ataruipe.
asas en figura de caimanes o serpientes, adornados los bordes Era una de esas noches serenas y apacibles tan corrientes en la
con meandros, laberintos y líneas rectas combinadas de distin- zona tórrida. Las estrellas brillaban con tenue luz. En el ho-
tos modos. rizonte, que parecía iluminado por las grandes nebulosas del
Con gran indignación por parte de nuestro· guía, abrimos hemisferio austral, apenas se notaba un centelleo. Inmensos en-
varios mapires para estudiar la conformación exacta de los crá- jambres de insectos esparcían en el aire una luz rojiza. El suelo,
neos. Todos presentaban el tipo de la raza americana; sólo
302
DEL ORJNOCO AL AMAZONAS
EL ALTO ORINOCO 303
tupidamente cubierto de vegetación, resplandecía de fuego vivo indígenas del Orinoco, pese a la abundancia de madera que
como si la estrellada bóveda celeste se hubiese posado sobre 1~ existe en el país, no incineren a sus muertos. Sólo levantan pi-
pradera. Nos detuvimos de pronto delante de la cueva para ad. ras después de un combate, cuando son muchos los caídos. Los
mirar la belleza de aquel memorable lugar. Aromática vainilla indios sudamericanos tienen mucho apego a los lugares en que
y bignonias adornaban la entrada, y encima, en la cumbre de reposan los huesos de sus padres.
la colina, se mecían, rumoreantes, las palmeras.
Nos detuvimos en la misión de Atures sólo el tiempo nece-
Bajamos al río y emprendimos la ruta hacia la misión, a la sario para que la piragua cruzara la gran catarata. El fondo
cual llegamos ya bastante avanzada la noche.
de la pequeña embarcación se había adelgazado tanto, que se
Al norte de las cataratas, en el desfiladero de Baraguan, requerían las mayores precauciones para evitar que se rompiese.
existen, al parecer, cuevas llenas de osamentas parecidas a las Nos despedimos del misionero Bernardo Zea, que se quedó en
que acabamos de describir. No me enteré de ello hasta después Atures después de dos meses de ser nuestro compañero de viaje
de mi regreso, y los pilotos indios nada nos dijeron cuando hi- y haber compartido todas nuestras penalidades. El pobre hom-
cimos escala en aquella garganta. Sin duda, estas tumbas han bre seguía sufriendo accesos de fiebres tercianas, aunque se ha-
dado origen a una leyenda de los otomacos, según la cual las bían convertido ya para él en un mal crónico y apenas les hacía
varias peñas graníticas que se yerguen en el Baraguan, y que caso. Cuando estuvimos por segunda .vez en Atures, reinaban
presentan figuras muy extrañas, son los abuelos y los antiguos allí otras fiebres peligrosas. La mayoría de los indios permane-
jefes de la tribu. La costumbre de separar cuidadosamente la cían clavados en sus hamacas, y para obtener un poco de pan
carne de los huesos se ha conservado en varias hordas del Ori- de casave, hubimos de enviar a la tribu independiente vecina de
noco. Se afirma incluso -lo cual es muy verosímil- que los los piraoas. Hasta entonces nos habíamos librado de aquellas
guaranos depositan los cadáveres en el agua envueltos en redes, calenturas, que no siempre considero contagiosas.
y los pequeños peces caribes, los serra-solmes, que en tan gran Nos aventuramos a lanzarnos en la pifagua a salvar la úl-
número encontramos en todas partes, devoran en pocos días el tima mitad del raudal de Atures. Nos apeamos varias veces y
tejido muscular y «preparan» el esqueleto. Esta práctica se com- trepamos a las rocas que, a modo de estrechos diques, unen las
prende sólo allí donde no abundan los caimanes. Algunas tri- islas entre sí. Ora se precipitan las aguas sobre las murallas,
bus, como la de los tamanacos, suelen devastar los campos del ora caen en su interior con sordo . estruendo. Encontramos seco
difunto y cortar los árboles por él plantados. Dicen que ccentris- un gran trecho del Orinoco, debido a que el río se ha abierto
tece tener que ver cosas que fueron propiedad de sus allegados>>. un camino por canales subterráneos. En aquellos lugares soli-
Prefieren destruir el recuerdo antes que conservarlo. Pero esta tarios anida el gallo de roca (Pipra rupicola), de dorado plumaje,
impresionabilidad india redunda en perjuicio de la agricultura, una de las aves tropicales más hermosas. Nos detuvimos en el
y los padres se oponen severamente a las costumbres supersti- raudalito de Canucari, formado por enormes bloques de granito
ciosas que mantienen indígenas de las misiones convertidos al amontonados. Estos bloques, algunos de ellos esferoides de 1,6
Cristianismo.
a 2 metros de diámetro, están apilados de forma que consti-
Hasta ahora, las tumbras indias del Orinoco no han sido tuyen espaciosas grutas. Entramos en una de ellas para recoger al-
estudiadas debidamente, porque no contienen riquezas como las gas confervas. Este paraje ofrecía uno de los espectáculos natu-
del Perú y porque en el país nadie cree ya en las viejas leyendas rales más notables de cuantos vimos en el Orinoco. Por encima
de la opulencia de los antiguos moradores de El Dorado. de nuestras cabezas pasaba furioso el río, rugiendo como el mar
En todas partes en que el granito no presenta grandes huecos al estrellarse contra los escoBos, y, sin embargo, en la entrada
o cuevas de las que forma la erosión de la roca o el amonto- de la cueva podía uno estar sin mojarse, detrás de una amplia
namiento de los bloques, los indios sepultan los cadáveres en cortina de agua que se lanzaba en arco por el dique de rocas.
la tierra. La hamaca (chinchorro), una especie de red en que En otras grutas, más profundas, pero menos espaciosas, la piedra
durmió en vida el difunto, sirve de ataúd. Se ata fuertemente había sido perforada por la prolongada infiltración. Vimos bajar
esta red en torno al cuerpo, se excava un hoyo en la choza, y se del techo de la bóveda columnas de agua de 21 a 22 centímetros
deposita en él el muerto. Por lo demás, parece extraño que los de espesor, y desaparecer entre las hendiduras, que parecían
corresponder a espaciados trechos.
304 DEL ORINOCO AL AMAZONAS
EL ALTO ORINOCO 305
Gozamos de la visión de aquel extraordinario espectáculo na -
tural más tiempo del que hubiéramos querido. Nuestra canoa ríamos raptarlos y venderlos como poitos, es decir, como escla-
debía rodear una estrecha isla de la orilla Este y recogernos vos. Después de dejar atrás los rápidos de Tabaje y el raudal
después de una larga desviación. Estuvimos aguardando en vano de Cariven, en la confluencia del caudaloso río Meta, desem-
durante varias horas. La noche se acercaba, y, con ella, una fu- barcamos, sanos y salvos, en Carichana. El misionero, Fray José
riosa tempestad; la lluvia caía a torrentes. Y acabamos por Antonio de Torre, nos acogió con la misma cordial hospita-
temer que la frágil embarcación se hubiese estrellado contra lidad que cuando nuestra primera visita. En Carichana, Bon-
las rocas y que los indios, con su característica indiferencia por pland pudo disecar, con gran satisfacción suya, una vaca marina
la desgracia ajena, hubiesen emprendido el camino de la misión. de 3 metros de longitud. Era una hembra, y su carne sabía a la
Estábamos calados hasta los huesos y llenos de preocupación de buey. Los piraoas, algunas familias ele los cuales viven en
por nuestra piragua, además de considerar la perspectiva de pa- la misión de Carichana, abominan hasta tal extremo de este
sar una larga noche ecuatorial durmiendo bajo el estrépito de animal, que se escondieron para no tener que tocarlo cuando lo
los raudales. Bonpland resolvió dejarnos en la isla a mí y a transportaron a nuestra choza. Sostienen «que las gentes de su
don Nicolás de Soto y atravesar a nado el brazo del río com- tribu mueren indefectiblemente si comen de él». Este prejuicio
prendido entre los diques de granito. Nos costó mucho disua- resulta tanto más extraño cuanto que los vecinos de los piraoas,
dirlo de tan arriesgado propósito. Desconocía el laberinto de ca- los guamos y otomacos, se muestran ávidos de aquella carne.
nales en que el Orinoco se divide, y en la mayoría de los cua- Aprovechamos aquella escala en Carichana para rehacernos
les se originan fuertes remolinos. Y lo que entonces ocurrió ante de nuestras fatigas. Bonpland llevaba en el cuerpo el germen de
nuestros ojos mientras estábamos discutiendo la situación, nos una grave enfermedad, y necesitaba urgentemente de descanso.
probó de modo indubitable que los indios estaban equivocados Pero como el delta que forman los afluentes Horeda y Paruasi
al afirmar que en las cataratas no había caimanes. Habíamos está cubierto de una ubérrima vegetación, no pudo resistir la
colocado en la punta de nuestra isla los monillos que desde ha- tentación de efectuar largas excursiones botánicas, y se mojó
cía varios meses llevábamos con nosotros. Mojados por la co- como una sopa varias veces al día. En la casa del misionero
piosa lluvia y sensibles como son a la menor disminución del atendieron solícitamente todas nuestras necesidades, procurán-
calor, aquellos delicados animalitos se pusieron a chillar lasti- donos harina de maíz e incluso leche. Las vacas la dan en abun-
meramente, atrayendo a dos cocodrilos, muy viejos a juzgar por dancia en las depresiones de la zona tórrida, y no falta en nin-
su coloración gris de plomo. Ante aquella inesperada aparición, guna parte donde hay buenos pastos.
se nos hizo muy poco agradable el recuerdo de que en nuestra En dos días descendimos el Orinoco desde Carichana hasta
primera escala en Atures nos habíamos bañado en el mismo la misión de Uruana, después de cruzar de nuevo el peligroso
raudal. desfiladero de Baraguan. Nos detuvimos con frecuencia para me-
Tras prolongada espera llegaron, por fin, los indios, cuando dir la velocidad de la corriente y su temperatura en la superficie.
ya el día declinaba. La grada por la que habían pensado bajar Ésta marcó 27,4 grados; aquélla arrojó 65 centímetros por se-
para rodear la isla. no era navegable por el poco caudal de gundo en puntos en que la anchura del Orinoco es de 3900 me-
agua, y el piloto había tenido que buscar un nuevo paso en la tros, y su profundidad, de 19,5 a 23 metros.
maraña de rocas e islotes. Afortunadamente, la piragua no había La misión de Uruana está emplazada en un lugar muy pin-
sufrido daño alguno, y en poco más de media hora quedaron toresco; el pueblecito indio está adosado a una alta montaña
de nuevo embarcados los instrumentos, las provisiones y los granítica. Por doquier se encaraman peñas a modo de pilares por
animales. encima del bosque, dominando las copas más altas de los árboles.
Seguimos navegando parte de la noche para instalar el cam- En ninguna parte despliega el Orinoco tanta majestad como visto
pamento en la Isla de Panumana, pasando de largo frente a la desde la choza del misionero Fray Ramón Bueno. Su anchura
misión de Santa Bárbara, y varios días después se nos dijo, con llega allí a 5000 metros, y el curso es de dirección Este, sin
gran pesadumbre por nuestra parte, que la pequeña colonia de curvas, como un inmenso canal.
indios guahibos había huído «al monte», pues creyeron que que- La misión está habitada por otomacos, una tribu aegenerada
en la que se observa un fenómeno fisiológico curiosísimo. Los
20'. HuMBOLDT: Del Orinoco al Amazonas.
306 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 307
otomacos comen tierra; durante varios meses se la tragan en grasa y más fina. Pregunté al misionero si se sometía la arcilla
cantidades considerables, día tras día, para aplacar el hambre, húmeda a aquella especie de descomposición que desarrolla ácido
sin que por ello se resienta su salud. Este hecho ha suscitado vi- carbónico e hidrógeno sulfurado y que en todas las lenguas se
vas controversias desde mi regreso a Europa, debido a que se conoce con el nombre de putrefacción, pero él nos aseguró que
confundían dos conceptos completamente distintos: comer tierra los indígenas no dejan nunca que se pudra la arcilla, y la mez-
y alimentarse de tierra. Es cierto que sólo pudimos permanecer clan, ya con harina de maíz, ya con aceite de tortuga o con grasa
un día en Uruana, pero este tiempo bastó para enterarnos de de caimán. En el mismo Orinoco a nuestro regreso a Europa,
la preparación de la poya (bolas de tierra), examinar las re- analizamos en París las bolas que habíamos traído, y no encon-
servas de ella de los indígenas, y determinar la cantidad que in- tramos en ellas ninguna señal de substancia orgánica, harinosa
gieren en veinticuatro horas. Por lo demás, los otomacos no u oleosa. El salvaje considera alimenticio cuanto calma el ham-
son el único pueblo del Orinoco que utiliza la arcilla como ali - bre; por eso:Si se le pregunta a los otomacos de qué viven du-
mento. También entre los guamos se encuentran huellas de esta rante los dos meses en que el río se halla en plena crecida, seña-
aberración trofológica, y entre la confluencia del Meta y del larán las bolas de barro. Las llaman su comida principal, pues
Apure, todo el mundo habla de la geofagía como de un hecho en aquel tiempo raramente encuentran un lagarto, una raíz de
conocido desde muy antiguo. Aquí me limito a exponer lo que helecho o un pez muerto que baje flotando por la superficie del
presenciamos personalmente u oímos de boca del misionero a río. Pero si el indio come tierra durante dos meses por pura ne-
quien un aciago destino condenó a vivir doce años entre el cesidad -en cantidades que oscilan entre 375 y 625 gramos al
pueblo salvaje e inquieto de los otomacos. día-, durante el resto del año se trata como un sibarita. En la
·· Los 'habitantes de Uruana pertenecen ajos wueblos de las estación seca, cuando la pesca rinde más, rasca sus terrones de
sabanas'' (indios andantes), más difíciles de civilizar que los ~de poya y añade un poco de arcilla a sus manjares. Lo más sorpren-
la selva (indios del monte). Muestran gran aversión a la agricul- dente es que los otomacos no adelgazan cuando comen tierra en
tura y viven casi exclusivamente de la caza y la pesca. Son gentes tan grandes cantidades. Al contrario, son muy robustos, y nunca
de gran corpulencia, pero feas, salvajes, vengativas, que se en- tienen el abdomen tenso e hinchado. El misionero nos aseguró
tregan apasionadamente a las bebidas fermentadas. Son «ani- que nunca había observado que la salud de los indígenas se al-
males omnívoros" en grado máximo; por eso dicen los demás terara durante las avenidas del Orinoco.
indios, considera¡:los por ellos como bárbaros, que «no hay nada, Lo real y objetivo que pudimos sacar en claro es lo siguiente:
por repugnante que sea, que no coma un otomaco». Mientras el Los otomacos comen, por espacio de varios meses, unos 375 gra-
agua del Orinoco y sus afluentes es poco profunda, estos seres mos diarios de barro arcilloso algo endurecido al fuego. Antes
viven de pescado y tortugas. Capturan los peces con rara habi- de tragárselo lo mojan un poco. Hasta hoy no ha sido posible
iidad, disparándoles flechas cuando asoman a la superficie del averiguar de modo exacto qué cantidad de substancias alimenti-
río. En cuanto llegan las crecidas, cesa la pesca casi por com- cias, vegetales o animales, ingieren semanalmente durante aquel
pleto: entonces es tan difícil coger peces en los ríos hinchados tiempo; lo que sí es seguro es que atribuyen su sensación de sa-
como en alta mar. En tiempos de las inundaciones, que se pro- ciedad al barro, y no a los escasos alimentos que de tarde en
longan durante dos o tres meses, los otomacos comen tierra en tarde le añaden (1).
cantidades asombrosas. Encontramos en sus chozas montones El pueblecito de Uruana es más difícil de gobernar que la
de bolas, dispuestas en pirámides de 1 a 1,3 metros de altura; mayoría de las restantes misiones. Los otomacos son un pueblo
las bolas medían de 8 a 10 centímetros de diámetro. La tierra inquieto, bullicioso, de irrefrenables pasiones. No sólo se entre-
que comen los otomacos es un barro arcilloso muy fino y graso, gan abusivamente al placer de las bebidas fermentadas de man-
de color gris amarillento ; y como lo cuecen un poco al fuego, dioca, maíz y vino de palma, sino que, además, se dan a una
la dura costra tira un poco a rojo, lo cual debe atribuirse al especie de embriaguez característica, de locura, casi decirse po-
óxido de hierro que contiene. dría, por el uso del polvo de niopo. Recogen las largas vainas
Pero los otomacos no comen todas las clases de arcilla indis-
(') Parece ser que esta curiosa costumbre se debe al déficit alimentario en
tintamente; buscan las capas aluviales, donde la tierra es más substancias nitrogenadas y sales.
EL ALTO ORINOCO 309
308 DEL ORINOCO AL AMAZONAS
En las chozas de Uruana encontramos aquella misma subs-
de una mimosácea que nosotros hemos dado a conocer con el tancia vegetal, llamada yesca de hormigas, que habíamos cono-
nombre de Acacia niopo, las cortan a pedazos, las humedecen y cirro en las cataratas y que se emplea como hemostático. Una
las dejan fermentar. Cuando las plantas maceradas empiezan a nueva especie de hormiga (Formica spinicollis), muy bonita, de
ennegrecerse, las amasan hasta obtener una pasta, a la que mez- color verde esmeralda, recoge en las hojas de una melastomácea,
clan harina de mandioca y cal obtenida quemando la concha de para hacer su nido, esta pelusilla, semejante al algodón, de to-
una ampularia; luego ponen la masa sobre una parrilla de ma- nalidad pardoamarillenta y muy suav~ al tacto.
dera dura, a fuego rápido. La pasta, endurecida, forma peque- Con pesadumbre nos separamos (el 7 de junio) del Padre
ños bollos. Cuando quieren servirse de ellos, los trituran en polvo Ramón Bueno. De los diez misioneros que conocimos en toda la
fino, que extienden sobre un plato de 13 a 16 centímetros de an- inmensa región de la Guayana, solo él me pareció atender a todas
chura. El otomaco sostiene el plato, provisto de un mango, con las circunstancias de los pueblos indígenas. Esperaba regresar
la mano derecha, mientras con la izquierda, armada de un hueso pronto a Madrid, donde daría a conocer el resultado de sus inves-
de ave de forma ahorquillada, cuyos dos extremos se apoyan en tigaciones sobre las pinturas y los dibujos rupestres de Uruana.
las ventanillas de la nariz, introduce en ésta el niopo. El hueso, Pasamos la noche en la Isla de Cucuruparu. Al este de la
sin el cual el otomaco no cree poder sorber esta especie de rapé, misma se halla la desembocadura del Caño de la Tortuga. En
tiene 18 centímetros de longitud, y me pareció que se trataba del la orilla meridional de este caño encuentra·, ya casi desaparecida,
tarso de un ave zancuda de gran tamaño. El .niopo tiene un la misión de San Miguel de la Tortuga. Los indios nos asegu-
efecto tan irritante, que una pequeña cantidad provoca un fuerte raron que en las cercanías de aquel pequeño establecimiento ha-
y continuado estornudo cuando no se está acostumbrado a él. bía gran cantidad de nutrias de piel finísima, que los españoles
El tabaco herbáceo propiamente dicho, que los misioneros llaman perritos de agua y también -lo cual res1,1lta ya más ex-
llaman tabaco de árbol niopo o curupa, es cultivado, desde tiem- traño- lagartos de dos patas. El lagarto sin patas traseras es tal
pos inmemoriales, por todos los pueblos indígenas del Orinoco. vez una especie de sirénido variedad de la Siren lacertina de Caro-
Cuando la conquista, la costumbre de fumar estaba difundida lina. Además de las tortugas arrau viven en el Orinoco, entre
en ambas Américas. Los tamanacos y maypures de Guayana en- Uruana: y Encaramada, otras terrestres, las denominadas moro-
vuelven los cigarros con maíz, como lo hacían ya los mejicanos coi, en gran número. Bajo el terrible calor y en plena sequía,
antes de la llegada de Cortés. Los pobres indios de las selvas del estos animales se introducen, sin comer, debajo de piedras o en
Orinoco saben tan bien como los grandes señores de la Corte agujeros que se han excavado. Sólo cuando, después de las pri-
de Moctezuma, que el humo de tabaco es un excelente narcótico, meras lluvias, presienten que la tierra va a humedecerse, salen
y se sirven de él no sólo para la siesta, sino también para sumirse de sus madrigueras y empiezan nuevamente a comer. Las terecay
en aquel estado de quietismo que ellos llaman soñar con los ojos o tajelus, tortugas de agua dulce, observan idéntico modo de
abiertos o soñar de día. vida. Los nativos conocen los agujeros donde las tortugas duer-
' Cuando los otomacos de Uruana han entrado, por el estímulo men en el suelo seco y las cogen en gran cantidad excavando
del niopo y de bebidas fermentadas, en el estado de embriaguez, de 40 a 48 centímetros. Esto tiene sus peligros, porque, con fre-
que se prolonga varios días, se matan entre sí sin necesidad de cuencia, en verano se entierran serpientes junto a las terecay.
armas. Los de peor índole se impregnan la uña del dedo pulgar Desde la Isla de Cucuruparu hasta la capital de Guayana,
de curare y, según afirmación de los misioneros, el menor ras- llamada comúnmente Angostura, nos quedaban aún nueve días
guño producido con esta uña envenenada puede ser de efectos de viaje; la distancia es de casi 430 kilómetros. Raramente pa-
mortales si el curare es concentrado y llega directamente al to- sábamos la noche en tierra, pero la plaga de mosquitos decrecía
rrente circulatorio. Si los indios cometen un homicidio durante de un modo sensible a medida que avanzábamos. El 8 de junio
la noche en el curso de una riña, arrojan el cadávez al río, por desembarcamos en una hacienda frente al río Apure. La situación
temor a que se descubran en él huellas de violencia. Nos dijo el de esta hacienda, en el punto donde el Orinoco abandona la di-
Padre Bueno: ((Cada vez que veo a las mujeres ir por agua a rección Sur-Norte por la de Oeste-Este, por demás, pintoresca.
algún lugar del río que no es el acostumbrado, sospecho que se Rocas de granito se levantan a modo de islas en las vastas pra-
ha cometido un asesinato en la misión».
310 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 311
deras. Desde sus cumbres veíamos extenderse hasta el horizonte, Después de pasar la noche del 10 de junio en una isla del
al Norte, los llanos o estepas de Calabozo. Como desde hacía centro del río, al día siguiente cruzamos la desembocadura del
mucho tiempo estábamos acostumbrados a la visión de la selva, Caura. Todas las colonias cristianas se encuentran actualmente
aquel panorama nos produjo una fuerte impresión. Después de cerca de la desembocadura del río, y los pueblos de San Pedro,
ponerse el Sol, la estepa se tiñó de un color verde gris. Nuestro Aripao, Urbani y Guaraguaraico se hallan a sólo unos pocos kiló-
anfitrión era un francés que vivía allí con sus numerosos reba- metros uno detrás de otro. El primero es el más populoso, y, sin
ños; había olvidado su lengua materna, aunque pareció alegrarse embargo, no cuenta con más de 250 almas; San Luis de Guara-
al saber que veníamos de su patria, de la que se había marchado guaraico es una colonia de negros manumitidos o fugitivos del
cuarenta años antes. El hombre habría querido que nos quedáse- Essequibo, y es apoyado por el Gobierno. Son loabilísimas las
mos unos días en su finca; casi no sabía nada de los sucesos re- tentativas de fijar los esclavos al suelo y permitir que, en calidad
volucionarios ocurridos en Europa. Las pequeñas villas de Cay- de arrendatarios, gocen de los frutos de su trabajo agrícola. La
cara y Cabruta distan sólo unos kilómetros de la hacienda, pero tierra, virgen aún en parte, de la región del río Caura, es en ex-
durante una parte del año ésta quedaba completamente aislada tremo fét1l; hay en ella pastos para más de 15 000 cabezas de
de ellas. Las inundaciones del Apure y el Orinoco convierten el ganado; pero los pobres colonos carecen en absoluto de caballos
Capuchino en una isla, y sólo en barca es posible establecer co- y reses vacunas. Más de las seis séptimas partes de la faja ribe-
municación con las granjas vecinas. Entonces el ganado vacuno reña del Caura son desiertas o están en manos de tribus salvajes
se retira a las tierras más elevadas que hay al sur de la cadena independientes. El cauce del río se estrecha dos veces por rocas,
de Encaramada. y hay allí los raudales de Mura y Para o Paruú este último tiene
La mañana del 9 de junio nos encontramos con un gran nú- un portazgo, porque las piraguas no pueden salvarlo.
mero de embarcaciones, cargadas de mercancías, que remonta- Hoy se recorre el Orinoco sin dificultad en ambos sentidos,
ban a vela el Orinoco y el Apure. Esta ruta comercial es muy y en todas las estaciones, desde su desembocadura hasta la con-
concurrida, entre Angostura y el puerto de Torunos, en la pro- fluencia del Apure y la del Meta. Las únicas cataratas de este
vincia de Barinas. En época de crecida exige varios meses de trecho son las de Torno o Camiseta, Marimara y Cariven o Ca-
navegación a contracorriente por el Orinoco, el Apure y el Santo richana Vieja. Ninguno de estos tres obstáculos es temible si se
Domingo. Los barqueros tienen que atar las embarcaciones a dispone de pilotos indios experimentados. El viaje por el Bajo
troncos de árbol y arrastrarlas a la sirga río arriba. En los mean- Orinoco, desde la desembocadura hasta la provincia de Barinas,
dros muy manifiestos, a veces no avanzan más de 400 a 600 me- es dificultoso sólo debido a la fuerte corriente. En el propio lecho
tros en todo un día. del río no hay que superar en ninguna parte obstáculos mayores
Aguas abajo de San Rafael del Capuchino, desembarcamos que los existentes en el Danubio entre Linz y Viena. Los grandes
a la derecha, ce¡ca de Villa Caycara, en una bahía llamada escollos y cataratas no existen hasta aguas arriba del Meta.
Puerto Sedeño. Se agrupan allí unas pocas casas, que ostentan Montamos el campamento en una amplia playa de la orilla
el pomposo nombre de villa. Por la mañana reemprendimos la Sur del Orinoco, cerca de la pequeña ciudad de Muitaco, o Real
marcha en Carcaya, remontando el Orinoco y pasando primero Corona. Gracias a la circunstancia de hallarse tan próximas las
frente a la confluencia del río Cuchivero, donde una vieja leyenda altas montañas de Araguacais, Muitaco es uno de los lugares más
sitúa las aikeam-benanos, o mujeres sin hombres, y luego frente sanos del Bajo Orinoco.
al pueblecito de Alta Gracia, llamado así por una ciudad espa- Fue la última localidad en que pernoctamos al raso a orillas
ñola. Más abajo del lugar donde el Orinoco tuerce hacia el Este, del gran río; luego seguimos navegando, por espacio de otras dos
hay constantemente a mano derecha selva, y a mano izquierda, noches, antes de alcanzar la meta de nuestro viaje: Angostura.
los llanos o estepas de Venezuela. Sea como fuere, la selva que Una travesía de esta clase por el cauce de un río caudaloso es
discurre junto al río es menos tupida que la del Alto Orinoco. comodísima: nada hay que temer, aparte las balsas naturales
La población aumenta visiblemente según nos acercamos a la formadas por árboles que el río arranca de las orillas cuando
capital. Se encuentran ya pocos indios; pero, en cambio, son más se desborda. En noches oscuras, las piraguas zozobran en estas
numerosos los blancos, negros y mestizos. islas flotantes y los bancos de arena.
312 DEL ORINOCO AL AMAZONAS EL ALTO ORINOCO 313
Difícilmente sabría expresar el sentimiento de alegría con que dejó de pensar que llevábamos en nosotros el germen del tifus,
pisamos tierra en Angostura, la capital de la Guayana española. contraído en las húmedas selvas del Casiquiare. Es frecuente que
Las penalidades a que se está sujeto cuando se viaja por mar en las consecuencias de los miasmas no aparezcan en los viajeros
barcos pequeños, no son nada en comparación de las que hay hasta que éstos vuelven a encontrarse en una atmósfera pura y
que soportar bajo un cielo ardiente, en medio de una nube de comienzan a rehacerse. Cierta tensión espirtual puede neutralizar
mosquitos, meses enteros dentro de una piragua en la que no durante algún tiempo la acción de causas patógenas. Como nues-
puede hacerse ningún movimiento a causa de su inestabilidad. tro criado había estado mucho más expuesto que nosotros a las
En 75 días habíamos recorrido 2250 kilómetros pqr los cinco intensas lluvias, la enfermedad se desarrolló en él con terrible ra-
grandes ríos que son el Apure, el Orinoco, el Atabapo, el Río pidez. Sus fuerzas decayeron de tal modo, que al cabo de ocho
Negro y el Casiquiare, y en todo este enorme trayecto habíamos días nos anunciaron su muerte. Sin embargo, fue sólo un des-
encontrado muy pocos poblados. A pesar de que después de mayo, que duró varias horas y al que sucedió una saludable cri-
nuestra vida selvática la indumentaria dejaba mucho que desear, sis. Al mismo tiempo yo fui atacado de una fiebre muy violenta,
nos presentamos a don Felipe de Ynciarte, gobernador de la y en pleno ataque me dieron a beber una mezcla de miel y ex-
provincia de Guayana, quien nos recibió con la más exquisita tractu de quina del Río Caroní (Extractum corticis Angosturae);
cortesía y dispuso nuestro alojamiento en casa del Secretario. es un remedio muy estimado por los capuchinos de las misiones.
Como veníamos de países casi deshabitados, nos pareció exorbi- La fiebre subió más, pero cedió ya al día siguiente. El estado
tante el ajetreo de una ciudad que no llega a contar 6000 habi- de Bonpland inspiraba serios temores, y durante varias semanas
tantes. Quedamos sorprendidos de las comodidades que dan al vivimos muy preocupados por él. Por fortuna, el enfermo con-
hombre civilizado la industria y el comercio; habitaciones modes- servó las fuerzas suficientes para poder tratarse a sí mismo; tomó
tísimas nos parecían magníficas, y a cuantos nos dirigían la pa- medicamentos más suaves y adecuados a su constitución que la
labra, los considerábamos agudos e inteligentes. Después de tan quina de río Caroní. La calentura persistía, y, como ocurre casi
largas privaciones, nos procuraban gran placer verdaderas pe-- siempre en los trópicos, complicóse con disentería. Durante toda
queñeces; con gozo indecible volvimos a ver por primera vez su dolorosa enfermedad, Bonpland conservó la fuerza de carácter
pan de trigo en la mesa del Gobernador. Sentirse de nuevo en el y la mansedumbre que nunca le habían abandonado, ni en los
seno de la cultura es un gran placer, pero no dura mucho para momentos más difíciles. A mí me angustiaban tristes presenti-
el que es capaz de captar vivamente las maravillas de la Natu- mientos.
raleza en la zona tropical. Pronto se olvidan las penalidades su- Después de que, en pocos días, la fiebre hubo llegado a un
fridas, y tan pronto como se está en la costa, en tierra habitada grado extraordinario de violencia, empezó a tomar un carácter
por colonos españoles, se trazan ya proyectos para volver al in- algo menos inquietante. La inflamación intestinal cedió a la ac-
terior. ción de emolientes, a base de ciertas malváceas; las especies
Una circunstancia adversa nos forzó a permanecer un mes en Sida y Melochia son extraordinariamente eficaces en la zona tó-
Angostura. Los primeros días después de nuestra llegada nos sen- rrida. Pero la recuperación del enfermo se hacía con gran lenti-
timos cansados y débiles, pero completamente sanos. Bonpland tud, como sucede siempre en los europeos no aclimatados del
comenzó a estudiar las pocas plantas que había logrado resguar- .todo. La estación lluviosa continuaba, y para volver a la costa
dar de los efectos del clima húmedo, mientras que yo me ocupaba de Cumaná. tendríamos que cruzar otra vez los llanos donde, en
en determinar la longitud y latitud geográficas de la capital y en un suelo medio anegado, raramente se encuentra refugio, y para
observar la inclinación de la aguja magnética. Casi el mismo día comer, sólo carne secada al sol. Al objeto de no exponer a Bon-
nos acometió una enfermedad que, en mi compañero de viaje, pland a una peligrosa recaída, decidimos permanecer en Angos-
adoptó el carácter de fiebre atáctica, o sea, irregular. Por aquel tura hasta el 10 de julio. Pasamos parte de aquel período en una
tiempo, el aire de Angostura era completamente salubre, y como plantación de las proximidades, donde se cultivaban mangos y
en el único criado que habíamos traído de Cumaná se manifes- el árbol del pan ( Artocarpus incisa).
taron los síntomas de la misma dolencia, nadie de cuantos nos La que hoy es capital de la provincia de Guayana fue fun-
rodeaban, y que nos prodigaron los más exquisitos cuidados, dada en 1764, en tiempo del gobernador don Joaquín Moreno
314 EL ALTO ORINOCO 115
DEL ORINOCO AL AMAZONAS
de Mendoza, y su verdadero nombre es Santo Tomé de la Nueva Guayana. Se afirma que la antigua capital, más cercana al mar.
Guayana. Pero en gracia a la brevedad, lo corriente es llamarla es favorecida por los vientos frescos procedentes del océano, y
Angostura (paso estrecho). La ciudad está adosada a una colina que la elevada mortalidad que en ella se registra, no debe atri-
pelada, de hornablenda pizarrosa; las calles son rectas, y en su buirse tanto a las condiciones locales como al modo de vida de
mayoría discurren en dirección paralela al río. Muchas casas los habitantes.
están construídas sobre la roca desnuda, y aquí se cree que el Las bocas del Orinoco tienen algo que las favorece más que
aire es insano a causa de las superficies negras intensamente cal- a todos los puertos de Tierra Firme: desde ellas, son más rápidas
deadas por el sol. Y o considero más peligrosas las lagunas de las comunicaciones con la Península Hispánica. A veces se efec-
aguas estancadas que se extienden detrás de la ciudad, hacia el túa la travesía desde Cádiz a Punta Barima en 18 a 20 días, y
Sudeste. Las casas de Angostura son altas, agradables y, en su la de regreso, en 30 a 35. Como estas bocas se hallan a sotavento
mayoría, de piedra. Este tipo de construcción demuestra que aquí de todas las islas, los barcos de Angostura pueden realizar un
nadie teme los terremotos; por desgracia, esta seguridad no se ventajoso tráfico con las colonias de las Antillas, más que Guaira
basa en el resultado de observaciones fidedignas . En la región y Puerto Cabello. Por eso los comerciantes de Caracas miran
costera de Nueva Andalucía se notan a veces violentas sacudidas, siempre con envidia los progresos de la industria de la Guayana
que no se propagan más allá de los llanos. En Angostura no se española, y como Caracas fue hasta ahora la sede suprema de
observó nada cuando la terrible catástrofe de Cumaná del 4 de las autoridades gubernamentales, el puerto de Angostura fue me-
febrero de 1797; pero cuando el gran terremoto de 1766, que nos favorecido que los de Cumaná y Nueva Barcelona. La acti-
asoló también aquella ciudad, se movió el suelo granítico de vidad máxima del tráfico interior es con la provincia de Barinas.
ambas orillas del Orinoco, hasta las cataratas de Atures y May - de la cual se envían a Angostura mulos, cacao, añil. algodón y
pures. azúcar, a cambio de ((géneros>>. es decir, productos europeos
Los alrededores de la ciudad de Angostura presentan escasa manufacturados. La pequeña ciudad de San Fernando de Apure
variación; no obstante, es grandioso el panorama del río, que sirve de puerto de depósito en este intercambio fluviaL que puede
forma un enorme canal de dirección Sudoeste-Nordeste. En las cobrar mayor importancia con la navegación a vapor.
crecidas queda inundado el muelle, y, con frecuencia, personas
imprudentes son devoradas por los caimanes dentro de la misma
ciudad. Muchos más seres humanos de lo que se cree en Europa
sucumben anualmente víctimas de su imprevisión y de la avidez
de los reptiles. Esto ocurre, sobre todo, en los pueblos, cuyos
alrededores están inundados con frecuencia. Incluso los cocodri-
los establecen su morada en un mismo lugar durante largo tiempo,
y cada año se vuelven más audaces, especialmente, según los
indios, cuando han probado carne humana. Son tan astutos, que
se hace muy difícil acabar con ellos. Una bala no atraviesa su
piel, y sólo es mortal si se le da en las fauces o en la fosa axilar.
Los indios, que raramente se sirven de armas de fuego, atacan
al caimán con lanzas tan pronto como ha mQrdido un fuerte
anzuelo de hierro puntiagudo, cebado con carne y atado con una
cadena a un árbol. Lo acometen cuando la fiera está cansada de
sus esfuerzos por liberarse del hierro que se le ha clavado en la
mandíbula superior.
Cada vez que, en años calurosos y húmedos, se declaran en
Angostura fiebres malignas, vuelve a plantearse la cuestión de
si el Gobierno obró bien al trasladar aquí la ciudad de Vieja