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dragón en el caso de los seres mitológicos mencionados, en lugar del significado literal “serpiente”

para diferenciarlos de las serpientes y víboras, las que tienen sus propios significados. En la
Mesoamérica prehispánica existe una gran tradición de veneración a la serpiente como animal
sagrado. Gracias al intercambio cultural debido en gran medida a las constantes guerras de
conquista de algunos imperios mesoamericanos y el intercambio comercial de otros tantos, no era
de sorprenderse que muchos pueblos compartieran no sólo creencias, sino que los dioses
extranjeros súbitamente formaran parte integral de un panteón dado. De esta manera las
criaturas mitológicas también eran absorbidas por la gente e incluidas en el folclore y religiones de
dichas naciones. Las serpientes mesoamericanas a menudo son acompañantes de dioses a quienes
asisten en sus deberes. Tal es el caso del dios tutelar de los tenochcas, Huitzilopochtli, a quien un
dragón de fuego asiste como arma. Algunos dioses responsables de la lluvia (excepto Tlaloc)
montan serpientes de viento mientras lanzan dardos y flechas a las nubes ocasionando la lluvia.

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Algunas características casi siempre presentes en las serpientes mesoamericanas son: cuerpo
serpentino o de serpiente, plumas (en tocado o como símbolo de divinidad) o capacidad de volar.
Si bien los nahuas son un grupo étnico, su cultura influenció a los pueblos adyacentes,
particularmente a los que adoptaron su lengua, como los chichimecas que se asentaron en el Valle
y se convirtieron más tarde en mexicas. Pero estas categorías de dragones eran reconocidas por la
mayoría de las culturas nativas del Valle de México. Decían los antiguos nahuas que el dragón de
viento, Ehécatl, barría con su aliento la tierra, preparándola para recibir el regalo del agua divina.
De esta manera se explicaban el viento que sopla anunciando la inminente lluvia. Las Mazacoatl, o
serpientes venado, son un tipo de serpientes viciosas, mitad venado mitad serpiente, y es un ser
que disfruta al seducir a los mortales para después devorarlos. Desempeña un papel similar al de
las sirenas o las arpías de la mitología griega. La serpiente jaguar, Ocelocoatl, tiene la mitad
anterior del cuerpo como el de un jaguar y de la cintura a la punta de la cola tiene el cuerpo de
una serpiente. Ésta simboliza la tierra (jaguar) y el agua (serpiente), en relación dependiente la una
de la otra.
La traducción literal utilizada de ‘serpiente emplumada’ ha ido cambiando conforme a nuevos
hallazgos e interpretaciones de las culturas nahuas. El término “quetzalli“, en el caso
deQuetzalcoatl, significa precioso debido al plumaje reluciente del dragón. Recordemos que las
plumas eran utilizadas por los pueblos americanos a manera de joyas y las plumas del quetzal eran
las más preciosas de todas. De ahí que el término haya pasado de ‘serpiente emplumada’ a
‘serpiente preciosa’ o ‘hermosa serpiente voladora’, que es un término más conceptual y no una
mera traducción literal. Así bien, la serpiente preciosa posee un plumaje de brillantes colores en
donde predomina el verde turquesa, además de un gran tocado de plumas rodeando su cabeza a
manera de melena. Y en una pirámide está representado que en el equinoccio baja una serpiente
del cielo. Aparece representado en muchas culturas como ornamento en muchas partes, desde
vasijas ornamentadas hasta templos y edificios. La serpiente preciosa es casi exclusivamente
identificada con el dios tolteca Quetzalcóatl, el que fue reverenciado por múltiples culturas del
Valle de México como los teotihuacanos, los propios toltecas y hasta los tenochcas, como
podremos evidenciar en el arte de cualquiera de estos pueblos. Alfonso Caso lo traduce como “mi
gemelo precioso“, debido a que Venus aparece a un lado y otro del cielo, representando a
Quetzalcóatl y Tezctlipoca, según sea de mañana o al caer la noche.

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Xiuhcóatl , o serpiente de fuego, se trata de una serpiente, color verde turquesa, que puede verse
en los cielos nocturnos cuando cruza el firmamento a toda prisa como estrella fugaz. Su apariencia
es similar a la de la ‘serpiente preciosa’, pero se puede diferenciar ya que en algunas ocasiones es
representado como rojo con flamas turquesa alrededor de su cuerpo y con un tocado de largas
plumas en vez de la melena característica de la serpiente preciosa, además, frecuentemente se
representa con un cascabel en la punta de la cola. Según las historias delPopol Vuh, Tepew y
Kukumatz fueron dos dioses que tomaron forma de serpientes y dieron forma y orden a todo lo
creado por Corazón del Cielo a partir del caos primitivo. Cabe destacar que Kukumatz comparte
muchas características con el maya Kukulkán o el tolteca Quetzalcóatl. No obstante lo anterior,
varios estudiosos de las culturas mesoamericanas no consideran correcto utilizar el concepto de
“dragón“, para referirse a las serpientes sagradas objeto de culto de dichos pueblos. En torno a
Los Andes se creía en el poder que ejercían las “serpientes del abismo marítimo y de la montaña
esplendorosa“. Estas eran criaturas de grandes proporciones que también son considerados
dragones. Así por ejemplo, las que se veneraban en los Andes centrales difieren de aquéllas de los
extremos del Imperio Inca.
Las bestias de la mayor parte de Sudamérica estaban ampliamente relacionadas con enormes
serpientes que se remontaban con los orígenes de la humanidad, coincidiendo con otras regiones
del planeta. Pero, a diferencia del viejo mundo, estos dragones no presentan unicidad ni en sus
características predominantes ni en sus actitudes, aún siendo de aspectos semejantes. De hecho,
tales dragones mantenían una historia de conflictos entre sí que se remonta al primitivo pasado de
las culturas americanas. La leyenda de Ten Ten y Cai Cai Vilu refleja esto, al enfrentarse ambas
serpientes (Mar y Tierra) por el futuro del pueblo Mapuche. Los Muiscas, pueblo indígena de
Colombia, creían en Chiminigagua, dios creador en forma de serpiente de fuego bajo a la sagrada
laguna de Iguaque, y creó a los padres de la humanidad, Bachue y su joven acompañante, vivieron
y tuvieron hijos, que después de un tiempo los dejarían hasta convertirse en dos serpientes
acuáticas para vigilar a su pueblo, dentro de la laguna de Iguaque; tiempo después el primer Zaque
de la sabana de Bogotá, Hijo de Sue o el sol (o de Chia, la Luna o deidad maligna) era un hombre
en forma de dragón de color verde.

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Los dragones de Europa arrojaban fuego, envenenaban las aguas y raptaban doncellas. O esto era
lo que se decía de ellos para que se les considerara un enemigo común con el que todos desearan
acabar. Se les culpaba de plagas y de épocas de carestía de alimentos, ya que no sólo podían
atacar físicamente, sino que dominaban los secretos de la magia con la que podían maldecir o
hechizar sin que la gente lo notara. Ya fueran europeos o asiáticos, todos los cronistas coinciden
en afirmar que los dragones eran tan antiguos como el propio mundo, criaturas que surgieron de
las mismas entrañas del Caos con el nacimiento de la Tierra y el Cielo. Su imagen cambia según las
épocas y el lugar, pero suelen tener unas características generales en común: una bestia
serpentina con una piel de escamas que actuaba como la mejor de las armaduras. De hecho, cada
vez que un ejemplar era muerto, se entraba en la disputa de quién se quedaría con la piel para
usarla como armadura o escudo impenetrables. También tenían unas armas mortíferas, como eran
su aliento, ya fuera en forma de fuego o de aire helado, sus garras y su misma sangre, que
resultaba un ácido muy potente al contacto con los seres humanos. También se les relacionaba
con una vista sobrenaturalmente aguda, e incluso nos encontramos con relatos antiguos en los
que la misma mirada del dragón era capaz de fulminar a sus adversarios.
Muchas veces encontramos figuras de dragones en los emblemas de distintos ejércitos. Era una
creencia extendida la de que el animal que acompañaba en la batalla prestaba su fuerza a los
hombres que luchaban en ella, y esta es sin duda la razón por la que esa imagen es tan común. Los
soldados persas iban a la guerra llevando delante de sus ejércitos grandes figuras de dragones con
las que pretendían espantar a sus enemigos. Los romanos ya pintaban dragones en sus
estandartes y los guerreros de las tierras escandinavas, antiguamente tenían como costumbre
adornar las proas de sus barcos, a los que llamaban drakar, con cabezas de dragones, que les
prestarían su fuerza en caso de combate. Sin embargo, a pesar de las buenas relaciones que con
estos seres se daban en algunas tierras, sobre todo en Oriente, donde aún se celebran muchas
fiestas con la exhibición de dragones, la realidad más extendida fue de una oposición entre la
especie de los dragones y la humana. Los hombres que mataban a un dragón se convertían en
héroes. Incluso en santos y los hombres olvidaron las ocasiones en las que los dragones habían
estado de su lado. Asimismo, los dragones se volvieron más fieros y hubo enfrentamientos crueles.
Dejaron de batallar conjuntamente, y al final los dragones acabaron convirtiéndose en lo que hoy
son, un mito fantástico, una leyenda del pasado.Tal vez, inteligentes y sabios como habían sido
siempre, fueron ellos mismos los que optaron por permanecer ocultos, por refugiarse en nuestro
olvido, quizás hartos de que los hombres acabaran una y otra vez enzarzados en las mismas
batallas de siempre, eternas y repetidas.

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Y allí, relegados al mismo olvido que tantos otros seres mágicos, contactaron con esos otros seres:
gnomos, hadas, poderosos magos a quienes, si lograban hacerse dignos de su admiración, a veces
servían. Incluso amazonas sin miedo llegaron a cabalgar sobre sus lomo, por los aires.Smok
Wawelski, también conocido como El Dragón de Wawel Hill o simplemente The Wawel Dragon, es
un famoso dragón del folclore polaco. Cuenta la leyenda que este maligno animal vivía
antiguamente en una caverna debajo de Wawel Hill, en la ribera del río Vístula que atraviesa
Cracovia, Polonia. Algunas historias y tradiciones indican que los dragones existían con
anterioridad a la fundación de la ciudad, cuando el área todavía era ocupada sólo por granjeros.
Las catedrales de Wawel y de Cracovia se encuentran construidas sobre Wawel Hill. Allí ostentan
estatuas de Smok Wawelski y una placa conmemorativa del héroe Krakus, el príncipe polaco
fundador de la ciudad. Su palacio, supuestamente, se alza sobre la guarida de dragón.
Actualmente se utiliza la caverna del dragón, debajo del castillo, como pieza de interés turístico.
Una versión popular del cuento de Smok Wawelski indica que, durante el imperio del Rey Krak, la
ciudad vivía atemorizada bajo el acecho de esta bestia de peligroso aliento de fuego, dotada de
seis patas. Cada día, el maligno dragón causaba estragos en la campiña, matando gente,
destruyendo sus viviendas y devorando el ganado. Se dice que este animal fabuloso disfrutaba
alimentándose de jóvenes doncellas. El gobernante, ansioso de poner fin a la amenaza del dragón,
utilizó una influyente una vía para conseguirlo. Ya no quedaban más jóvenes vivas en el reino,
excepto la hija del rey, llamada Wanda. Desesperado, el rey prometió la mano de su hermosa hija
al caballero que fuera capaz de vencer al temible dragón. Grandiosos guerreros se acercaron
desde lugares remotos para disputarse el trofeo… pero todos fueron derrotados por el animal.
Uno día, un pobre aprendiz de caballero llamado Skuba Dratewka aceptó el desafío. Rellenó un
gran trozo de carne de cordero con azufre y lo colocó afuera la caverna de dragón. Éste lo engulló
de un bocado e inmediatamente comenzó a sentir una sed insoportable.Se acercó al río Vístula
para beber, pero el agua no logró mitigar su estómago insatisfecho. Después de beber y beber
interminablemente, explotó a orillas del río. Finalmente, Dratewkaobtuvo la mano de la bella
Wanda y el pueblo recuperó su felicidad.

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Jorge de Capadocia es el nombre de un hipotético soldado romano de Capadocia (en la actual


Turquía), mártir y más tarde santo cristiano. Nació el 275 d.C. y se dice que murió el 23 de abril del
303. Es considerado un pariente de Santa Nina. Su popularidad en la Edad Media le ha llevado a
ser uno de los santos más venerados en las diferentes creencias cristianas e incluso, en un
fenómeno de sincretismo, en las religiones afroamericanas. La leyenda, posiblemente originada en
el siglo IV, cuenta la historia de Jorge, un romano que tras morir su padre, Geroncio, oficial del
ejército romano, se trasladó con su madre Policromía hasta la ciudad natal de ésta, Lydda, actual
Lod (Israel). Allí, Policromía pudo educar a su hijo en la fe cristiana y poco después de cumplir la
mayoría de edad entró en el ejército. Debido a su carisma, Jorge no tardó en ascender y, antes de
cumplir los 30 años, fue tribuno y comes, siendo destinado a Nicomedia como guardia personal del
emperador Diocleciano (284-305 d.C.). En el 303, el emperador emitió un edicto autorizando la
persecución de los cristianos por todo el imperio, que continuó con Galerio (305-311). Jorge, que
recibió órdenes de participar, confesó que él también era cristiano y Diocleciano ordenó que le
torturaran sin éxito. Por ello, fue ordenado que se le ejecutara.

Tras ser decapitado frente a las murallas de Nicomedia el 23 de abril de 303, los testigos
convencieron a la emperatriz Alejandra y a una anónima sacerdotisa pagana para convertirse al
cristianismo y unirse a Jorge en su martirio. Una vez muerto, el cuerpo de Jorge fue enviado a
Lydda para que fuera enterrado. La historia anterior es, en el mejor de los casos, dudosa. Sin
embargo, su veneración como mártir comenzó relativamente pronto. Se tienen noticias a través
de relatos de peregrinos de una iglesia construida en Diospolis (la antigua Lydda), en su honor,
durante el reinado de Constantino I, que se convirtió en el centro del culto oriental a Jorge. Hacia
los años 518–530, el archidiácono y bibliotecario Teodosio relata que Diospolis era el centro del
culto de Jorge. Un peregrino anónimo de Piacenza menciona lo mismo hacia el 570. La iglesia fue
destruida en 1010 y más tarde reconstruida por los cruzados. En 1191 y durante la Tercera
Cruzada (1189–1192), la iglesia fue destruida de nuevo por las fuerzas de Saladino. Una nueva
iglesia fue erigida en 1872 y aún se mantiene en pie. Durante el siglo IV, la veneración al santo se
extendió desde Palestina al resto del Imperio Romano de Oriente. En el siglo V su popularidad
llegó a la parte occidental del imperio. En el 494 d.C., Jorge de Capadocia fue canonizado por el
papa Gelasio I: «…aquellos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo
son conocidos por Dios».

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Esta afirmación no evitaría la creación de diversas historias apócrifas sobre su vida, varias de ellas
llenas de milagros. De acuerdo con la Enciclopedia Católica, el texto más antiguo preservado sobre
la vida del santo se encuentra en el Acta Sanctorum, identificado por estudiosos como un
palimpsesto del siglo V, «lleno de extravagancias y maravillas más allá de cualquier credibilidad».
Hacia finales del siglo VI, el abad irlandés Adomnanus de la abadía de la isla de Iona relata algunas
de las leyendas orientales de Jorge recogidas por el obispo galo Arkulf en su peregrinaje a Tierra
Santa en el año 680. En los comienzos del Islam, el santo cristiano se unió, a través del sincretismo
religioso y cultural, con el profeta judío Elías, el predicador judío samaritano Phineas y el santo
islámico al-Hadr (‘el verde’, del árabe hadir) para formar una figura religiosa que era y todavía es
venerada en las tres grandes religiones monoteístas. El nombre de al-Hadr es más corrientemente
transcrito como al-Khidr o al-Khadir, mientras para el habla hispana sería más correcto al-Jadir o
al-Jidr. La historia de al-Jidr con el profeta Moisés en el Corán árabe: al-Qur’an al-Karim donde se
le llama Musa, se encuentra en la sura 18, Surat al-Kahf. Es una historia característica para las
realidades místicas y gnósticas del sufismo, la ciencia esotérica del Islam.

En el siglo IX aparece otra popular historia: San Jorge a caballo como vencedor de un dragón. Esta
historia, que es parte de la leyenda dorada, también es conocida como «San Jorge y el dragón», y
es el probable origen de todos los cuentos de hadas sobre princesas y dragones en Occidente.
Debe tenerse en cuenta que la leyenda se relata en diversas partes de Europa y Asia Menor como
propia. E incluso en el Japón, donde se puede equiparar a Jorge con el dios del trueno Susano-oh,
a la princesa con la doncella Kushinada y al dragón con Yamata-no-Orochi. Los detalles varían
según la tradición local. La leyenda occidental medieval comienza con un dragón que hace un nido
en la fuente que provee de agua a una ciudad. Como consecuencia, los ciudadanos debían apartar
diariamente el dragón de la fuente para conseguir agua. Así que ofrecían diariamente un sacrificio
humano que se decidía al azar entre los habitantes. Un día resultó seleccionada la princesa local.
En algunas historias aparece el rey, su padre, pidiendo por la vida de su hija, pero sin éxito.
Cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón, aparece Jorge, que en uno de sus viajes, a
menudo a caballo, se enfrenta con el dragón, lo mata y salva a la princesa. Los agradecidos
ciudadanos abandonan el paganismo y abrazan el cristianismo.

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La historia, antiguamente considerada verdadera, ha sido abandonada progresivamente. Pero


pocos dudan que contenga un rico simbolismo religioso, para el que se han propuesto diversas
interpretaciones. Según una antigua interpretación cristiana del mito, Jorge sería el creyente, el
caballo blanco la Iglesia y el dragón representaría el paganismo, la idolatría, la tentación y Satanás.
Algunos historiadores laicos consideran que la historia tiene raíces más antiguas que las cristianas.
En Capadocia, como una de las primeras regiones en adoptar al santo, puede que haya habido una
integración de elementos paganos. Un candidato a predecesor de Jorge de Capadocia es el dios
Sabacio, padre celestial de los frigios, conocido como Sabazius por los romanos. Evidentemente su
imagen a caballo arrollando a una serpiente es el origen de la popular imagen de San Jorge sobre
un caballo blanco. Por otra parte, la historia de Jorge y el dragón tiene muchos elementos
comunes con el antiguo mito griego de la princesa etíope Andrómeda y su salvador y posterior
esposo Perseo, vencedor de la gorgona Medusa. En ambos casos hay un dragón o Gorgona, con su
decapitación, una princesa y una recompensa, en un caso el matrimonio y en el otro la conversión
de la ciudad. Algunas de las leyendas sobre Jorge y el dragón sitúan la acción en Libia
(antiguamente, toda África del norte al oeste de Egipto), es decir, la acción en ambos casos se
sitúa en distantes reinos «mágicos».

Finalmente, el origen podría estar en una manifestación alternativa de Miguel Arcángel, que está
al frente de las huestes celestiales. Se puede demostrar que en el reino Franco merovingio ya se
veneraba a Jorge de Capadocia en el siglo VI. Sin embargo, no fue hasta la Alta Edad Media, la
época de las cruzadas y de la caballería, que se extenderá el culto en Europa. Jorge se convirtió en
el protector de los cruzados en la conquista de Jerusalén (15 de julio de 1099). Como miles Christi,
es decir, ‘soldado de Cristo’, se convirtió en patrón de los caballeros y soldados, y en protector de
algunas órdenes religiosas militares, como la Orden Teutónica (siglo XII) o los templarios. Hacia el
siglo XII, la leyenda áurea se extendió por Europa. Santiago de la Vorágine (1230 –1298), arzobispo
de Génova, escribió la Legenda sanctorum, una colección de fábulas sobre distintos santos. La
historia de Jorge de Capadocia destacaba entre otras. El libro, por el valor que tenía a ojos de los
lectores del siglo XIII, acabó conociéndose como Legenda aurea o Leyenda dorada. La información
contenida en sus 177 capítulos (que en otras ediciones son 182) actualmente se considera falsa,
pero de notable valor literario. Se estima que el libro tuvo una profunda influencia en la extensión
de la leyenda en Occidente, tanto a nivel popular como en la literatura y la pintura de Europa
Occidental. En los últimos siglos de la Edad Media, Jorge se convirtió en patrón de ciudades,
burgos y casas nobles. También llegó a ser el primero de los 14 santos ayudadores como protector
de los animales domésticos.

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Como derivación de la anterior leyenda tenemos la de Sant Jordi, en Catalunya. Cuenta la leyenda
que la ciudad de Montblanc vivía aterrorizada por un gran dragón que asustaba a todos y causaba
daños entre la población y los animales. Para tranquilizarlo, los habitantes del pueblo acordaron
dar al dragón una persona en sacrificio y para ello, todos los días se realizaba un sorteo en el que
salía elegida la persona que debía ser entregada al dragón. Uno de esos días la mala suerte le tocó
a la hija del rey. Ella era una mujer joven y bella muy admirada por los habitantes del pueblo, en
especial por su padre quien se resistía a entregarla en sacrificio. Al ver el sufrimiento del rey
muchos ciudadanos se ofrecieron para reemplazar a la princesa, pero el rey se negaba a que otros
tuvieran que pagar por la suerte de su hija. Además, él era consciente de que su hija hacía parte
del pueblo y por tanto debía seguir las normas que hasta el momento se habían pactado. La
princesa abandonó la ciudad. Caminando sin prisa en dirección hacia el gran dragón, la princesa se
detenía algunos instantes para mirar su pueblo con gran tristeza y resignación. De pronto, cuando
menos lo esperaba, apareció un joven caballero con armadura montado sobre un caballo blanco.
Al verlo, la princesa le informó de los peligros que podía sufrir estando en ese lugar, pero el
caballero se negó a abandonarla y le dijo que él estaba allí para salvarla a ella y a todos los
habitantes del pueblo. Este caballero llamado Jordi, se enfrentó al dragón tan pronto este
apareció. Libraron una gran batalla hasta que el caballero le incrustó una gran lanza al dragón. De
la sangre que derramó el dragón nació un hermoso rosal que Jordi entregó a la princesa después
de haber ganado la batalla. Así nace la tradición de que el 23 de abril, día de Sant Jordi, todos los
enamorados le regalen una rosa a sus novias.

Dice una leyenda que cuando todavía las aguas no estaban controladas y los ríos en su desborde
arrasaban los campos, la diosa madre procreó benéficos descendientes que terminaron
ordenando ese caos diluvial. Trabajando en el control de los ríos, de los lagos, del mar y de las
nubes, los brillantes dragones navegaron por las aguas y el cielo. Con zarpas de tigre y garras de
águila, rasgaban con estruendo las cortinas de lo alto que chispeando ante el descomunal embate
dejaban en libertad a las lluvias. Ellos dieron cauce a los ríos, contención a los lagos y profundidad
a los mares. Hicieron cavernas de las que brotaba el agua y por conductos subterráneos las
llevaron muy lejos para que surgieran de pronto, sin que el asalto abrasador del sol las detuviera.
Trazaron las líneas que se ven en las montañas para que la energía de la tierra fluyera,
equilibrando la salud de ese cuerpo gigantesco. Y muy frecuentemente tuvieron que luchar con las
obstrucciones que provocaban los dioses y los hombres ocupados en sus irresponsables afanes. De
sus fauces brotaba como un humo la niebla, vivificante y húmeda, creadora de mundos irreales.
Con sus escamosos cuerpos serpentinos cortaban las tempestades y dividían los tifones. Con sus
poderosos cuernos; con sus afilados dientes, ningún obstáculo era suficiente, ningún enredo podía
permanecer.

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Y gustaban de aparecerse a los mortales. A veces en los sueños, a veces en las grutas, a veces en el
borde de los lagos, porque en éstos solían tener sus escondidas moradas de cristal en las que
bellos jardines se ornaban con frutos destellantes y con las piedras más preciosas. El Longinmortal,
el dragón celeste, siempre puso su actividad (Yang) al servicio del Tao. Y el Tao lo reconoció
permitiéndole estar en todas las cosas, desde lo más grande a lo más pequeño, desde el gran
universo hasta la partícula insignificante. Todo ha vivido gracias al Long. Nada ha permanecido
inmutable salvo el Tao innombrable, porque aún el Tao nombrable muda y se transforma gracias a
la actividad del Long. Y ni aún los que creen en el Cielo y el Infierno pueden asegurar su
permanencia. Pero el Long ama al Feng, al ave Fénix que concentra el germen de las cosas, que
contrae aquello que el Long estira. Y cuando el Long y el Feng se equilibran el Tao resplandece
como una perla bañada en la luz más pura. No lucha el Long con elFeng porque se aman, se
buscan haciendo resplandecer la perla. Por ello, el sabio arregla su vida conforme al equilibrio
entre el Dragón y el Fénix que son las imágenes de los sagrados principios del Yang y el Ying.

El sabio se emplaza en el lugar vacío buscando el equilibrio. El sabio comprende que la no-acción
genera la acción y que la acción genera la no-acción. Que el corazón de los vivientes y las aguas del
mar, que el día y la noche, que el invierno y el verano, se suceden en el ritmo que para ellos marca
el Tao. Al fin de esta edad, cuando el universo haya llegado a su gran estiramiento, volverá a
contraerse como piedra que cae. Todo, hasta el tiempo, se invertirá volviendo al principio. El
Dragón y el Fénix se reencontrarán. El Yang y el Ying se compenetrarán, y será tan grande su
atracción que absorberán todo en el germen vacío del Tao. El cielo es alto, la tierra es baja; con
esto están determinados lo creativo y lo receptivo… con esto se revelan los cambios y las
transformaciones. Pero nadie puede saber realmente cómo han sido ni cómo serán las cosas, y si
alguien lo supiera no podría explicarlo. El que sabe que no sabe es el más grande; el que pretende
que sabe pero no sabe, tiene la mente enferma. El que reconoce la mente enferma como que está
enferma, no tiene la mente enferma. El sabio no tiene la mente enferma porque reconoce a la
mente enferma como la mente enferma.
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Otra leyenda dice que hace mucho tiempo, cuando no había ríos ni lagos en la Tierra sino
solamente el mar del Este, habitaban en él cuatro dragones: el Gran Dragón, el Dragón Amarillo, el
Dragón Negro y el Dragón Perlado. Un día, los cuatro dragones volaron desde el mar hacia el cielo,
en donde comenzaron a jugar con las nubes. De pronto uno de los dragones dijo a los demás
“¡Vengan rápido a ver esto, por favor!”. “¿Qué sucede?” preguntaron al unísono los otros tres,
mirando hacia donde apuntaba el Dragón Perlado. Abajo, en la Tierra, se veía una multitud
ofrendando panes y frutas y quemando incienso. Entre el gentío se destacaba una anciana de
cabellos blancos, arrodillada en el suelo con un niño pequeño atado a su espalda. Ella rezaba:
“Dios de los Cielos, por favor, envíanos pronto la lluvia para que tengamos arroz para nuestros
niños”. Y es que no había llovido por largo tiempo. Los cultivos se secaban, la hierba estaba
amarilla y la tierra se resquebrajaba bajo el sol ardiente. “¡Cuán pobre es esta gente!” dijo el
Dragón Amarillo, “y morirán si no llueve pronto”. El Gran Dragón asintió. Entonces propuso
“Vayamos a rogarle al Emperador de Jade para que haga llover”. Dicho lo cual dio un salto y
desapareció entre las nubes. Los demás lo siguieron de cerca y todos volaron hacia el Palacio del
Cielo. El Emperador de Jade era muy poderoso, pues estaba a cargo de los asuntos del cielo y de la
tierra. Al emperador no le agradó ver a los dragones llegar a toda velocidad.

“¿Qué hacen aquí? ¿Por qué no se comportan como es debido y se quedan en el mar?”. El Gran
Dragón se adelantó y dijo: “Los cultivos de la Tierra se secan y mueren, su majestad. Le ruego que
envíe pronto la lluvia”. “Muy bien. Primero vuelvan al mar y mañana enviaré la lluvia”, dijo el
emperador. Los cuatro dragones le agradecieron y regresaron muy alegres. Pero pasaron diez días
y ni una sola gota de agua cayó del cielo. La gente sufría más, algunos comían raíces, algunos
comían arcilla, cuando ya no hubo más raíces. Viendo esto, los dragones se pusieron muy tristes,
pues sabían que el Emperador de Jade sólo se preocupaba por su propio placer y nunca se tomaba
a la gente en serio. Sólo ellos cuatro podían ayudar a la gente, pero ¿cómo hacerlo? Mirando hacia
el vasto océano, el Gran Dragón dijo tener la solución. “¿De qué se trata? ¡Habla ya!” dijeron los
otros tres. “Miren. ¿No hay muchísima agua en el mar en donde vivimos? Podríamos tomarla y
arrojarla hacia el cielo, entonces caería como si fuera lluvia y se salvarían la gente y sus cultivos”
dijo el Gran Dragón. “¡Buena idea!” dijeron los demás aplaudiendo. “Pero, advirtió el Gran Dragón,
si el emperador se entera nos castigará”. “Haría cualquier cosa con tal de ayudar a la gente” dijo el
Dragón Amarillo. “Entonces comencemos. De seguro no nos arrepentiremos” dijo el Gran Dragón.
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El Dragón Negro y el Perlado no se quedaron atrás y volaron hacia el mar para llenar sus bocas de
agua, que luego soltaron sobre la Tierra. Los cuatro dragones iban y venían y el cielo se oscureció
de tanta actividad. No pasó mucho rato hasta que el agua del mar estaba derramándose en forma
de lluvia sobre toda la Tierra. “¡Llueve, llueve! ¡Los cultivos se salvarán!”toda la gente saltaba y
gritaba de alegría. Las espigas de trigo y el sorgo se enderezaron. El Dios del Mar descubrió lo que
estaba sucediendo e informó al emperador. “¿Cómo se atreven los cuatro dragones a dar lluvia sin
mi permiso?” El Emperador de Jade estaba furioso y ordenó a las tropas del cielo que apresaran a
los dragones. Los dragones, en evidente inferioridad numérica, no pudieron defenderse y pronto
fueron arrestados y llevados al Palacio del Cielo. “Ve y pon cuatro montañas sobre los cuatro
dragones, para que nunca más puedan escapar” ordenó el emperador al Dios de las Montañas.
Este uso su magia para que cuatro grandes montañas aparecieran volando y cayeran sobre los
cuatro dragones. Aún así, los dragones nunca se arrepintieron de sus actos. Decididos a ayudar a la
gente por toda la eternidad, se convirtieron en cuatro ríos, que corrieron atravesando las
montañas y los valles, cruzando el territorio de oeste a este para llegar finalmente a su hogar, el
mar. Y así se formaron los cuatro grandes ríos de China: el Heilongjian (Dragón Negro) en el norte,
el Huanghe (Río Amarillo) en el centro, el Changjiang (Yangtze, o Gran Río) en el sur y el Zhujiang
(Perlado) mucho más al sur.

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