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El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña analiza una querella presentada por el Ayuntamiento de Barcelona contra seis magistrados que trabajaron en juzgados especiales entre 1956 y 1977. La querella los acusa de cometer delitos de lesa humanidad al perseguir sistemáticamente a personas homosexuales mediante la privación de libertad. El Tribunal debe decidir si admite o no la querella considerando factores como la prescripción de los delitos y la muerte de dos de los magistrados querellados.
Descrizione originale:
El TSJC inadmet la querella de l'Ajuntament de Barcelona
Titolo originale
El TSJC inadmet la querella de l'Ajuntament de Barcelona
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña analiza una querella presentada por el Ayuntamiento de Barcelona contra seis magistrados que trabajaron en juzgados especiales entre 1956 y 1977. La querella los acusa de cometer delitos de lesa humanidad al perseguir sistemáticamente a personas homosexuales mediante la privación de libertad. El Tribunal debe decidir si admite o no la querella considerando factores como la prescripción de los delitos y la muerte de dos de los magistrados querellados.
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña analiza una querella presentada por el Ayuntamiento de Barcelona contra seis magistrados que trabajaron en juzgados especiales entre 1956 y 1977. La querella los acusa de cometer delitos de lesa humanidad al perseguir sistemáticamente a personas homosexuales mediante la privación de libertad. El Tribunal debe decidir si admite o no la querella considerando factores como la prescripción de los delitos y la muerte de dos de los magistrados querellados.
PRIMERO.- Las presentes actuaciones se iniciaron en virtud de
escrito de querella presentado por el procurador D. Jesús Sanz López, en nombre y representación del Ayuntamiento de Barcelona contra los magistrados don Rafael Gómez de Membrillera López, don Sebastián Huerta Herrero, don Antonio Sabater Tomás, don Ángel Díaz de la Lastra Peñalva, don José Antonio Oscáriz Gonzálvez y don José Luis Pérez Hernández, titulares en diferentes épocas de los Juzgados de Vagos y Maleantes y de los Juzgados de Peligrosidad y Rehabilitación Social de Barcelona, por un delito de lesa humanidad cometido en el ejercicio de sus cargos.
SEGUNDO.- La querella fue presentada ante el Decanato de los
Juzgados de Barcelona, correspondiendo por reparto al Juzgado de Instrucción número 12, que dictó el 11 de mayo de 2018 un auto de incoación de diligencias previas y de simultánea inhibición en favor de este Tribunal Superior dado el aforamiento de los magistrados querellados, de conformidad con lo previsto en el artículo 73.3 LOPJ.
TERCERO. Por Diligencia de fecha 22 de junio de 2018 se incoó el
presente procedimiento penal y se designó Ponente. Emitido el correspondiente informe por parte del Ministerio Fiscal, en fecha 18 de julio de 2018, y practicadas determinadas diligencias de averiguación de la sobrevivencia de los querellados, quedaron las actuaciones para resolver.
Ha sido ponente el Ilmo. Sr. Magistrado D. Jordi Seguí Puntas.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO. Es competencia de la Sala Civil y Penal del Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña la instrucción y el fallo de las causas penales seguidas contra jueces y magistrados, en virtud de lo dispuesto en los artículos 16.1, 73.3.b) y 405 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) y 95 del Estatuto de Autonomía de Cataluña (EAC), siempre que se trate de delitos cometidos en el ejercicio de su cargo en el territorio de esta Comunidad Autónoma y siempre que esta atribución no corresponda al Tribunal Supremo, lo que no sucede en el presente caso.
El Ministerio Fiscal sostiene que la querella es inadmisible “por
carecer actualmente de la condición de juez los querellados”, a cuyo efecto acoge una interpretación literal del mencionado artículo 73 LOPJ puesto en relación con el artículo 379.1 del mismo texto legal conforme al cual la jubilación acarrea la pérdida de la condición de juez o magistrado, y al acuerdo no jurisdiccional del Pleno de la Sala 2ª del Tribunal Supremo de 2 de diciembre de 2014 según el cual, en las causas con aforados, la resolución judicial que acuerda la apertura del juicio oral es la que determina de un modo definitivo la competencia del tribunal de enjuiciamiento, aunque con posterioridad el aforado pierda la cualidad o condición que determinó el fuero.
La argumentación de pérdida del fuero por razón de la presumible
jubilación de los magistrados querellados no puede ser acogida.
De entrada, es obvia la no aplicación al caso del acuerdo no
jurisdiccional de la Sala 2ª del Tribunal Supremo antes mencionado, del que se hizo aplicación en la STS 869/2014, de 10 de diciembre, ya ese acuerdo solo tenía por objeto establecer una doctrina clara acerca del momento procesal determinante de la perpetuatio iurisdiccionis en los procesos con aforados, de modo que con posterioridad a ese momento procesal la pérdida de la condición de aforado no acarrea una pérdida sobrevenida de la competencia del tribunal que esté conociendo de la causa.
De otra parte, el Tribunal Constitucional en su sentencia 22/1997 ha
recordado la finalidad de las prerrogativas reconocidas a los parlamentarios por el artículo 71 CE (la independencia de los órganos constitucionales es de interés general), y su complemento en forma de fuero especial, el cual ha de entenderse que subsiste aunque la persona aforada ya no ostente la condición de parlamentario “siempre que los hechos guarden relación con el ejercicio del cargo representativo”.
Trasladada esa consideración sustantiva al fuero específico de los
jueces y magistrados recogido en el artículo 73 LOPJ, cabe afirmar que la mera jubilación de un miembro de la carrera judicial no comporta la pérdida del fuero establecido en esa norma siempre que los hechos que se le imputan se hayan cometido estrictamente en el ejercicio del cargo, como se deduce del auto del TS 2ª de 1 de julio de 2016, que no cuestiona su propia competencia para acordar la inadmisión a trámite -por carencia de contenido criminal de los hechos imputados- de una querella formulada contra tres magistrados de un tribunal superior, pese a que dos de ellos se hallaban ya jubilados (un tercer querellado había fallecido).
SEGUNDO. En orden a decidir sobre la admisión de la querella,
conviene recordar que cuando el Tribunal Constitucional se ha pronunciado sobre esta cuestión ha dicho que quien ejercita la acción penal en forma de querella no tiene, en el marco del art. 24.1 CE, un derecho incondicionado a la apertura y plena sustanciación del proceso penal, sino sólo a un pronunciamiento motivado del Juez o Tribunal en la fase instructora sobre la calificación jurídica que le merecen los hechos, expresando las razones por las que, en su caso, inadmite su tramitación, así como que, para que se entienda cumplida esa exigencia, basta que la motivación cumpla la finalidad de exteriorizar el fundamento de la decisión adoptada, haciendo así explícita la interpretación y aplicación del Derecho que se efectúa y permitiendo el eventual control jurisdiccional de los recursos previstos en el ordenamiento jurídico (STC 148/1987, de 28 de septiembre y ATS, Sala 2ª, de 9 de enero de 2007).
Desde la perspectiva de la legalidad ordinaria, el artículo 313 de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim) dispone que no procede la admisión a trámite de una querella cuando los hechos en que se funda no sean constitutivos de delito, teniendo declarado el Tribunal Supremo que no existe un derecho a que se incoe un proceso penal con la simple presentación de una querella, pues "para ello es precisa una inicial valoración jurídica de la misma que debe hacerse en función de los términos de la querella, de manera que si éstos, como vienen formulados o afirmados no son delictivos, o aun siéndolo o a pesar de la posible apariencia delictiva inicial de los hechos que se imputan con la querella, no se ofrezca en esta ningún elemento o principio de prueba que avale razonablemente su verosimilitud, limitándose el querellante a afirmar su existencia sin ningún apoyo objetivo, aunque sea indiciario, no vendrá justificada la apertura del proceso, puesto que la valoración de su significación penal no puede hacerse a resultas de que puedan ser acreditados en la instrucción subsiguiente" (AATS Sala 2ª, entre otros, de 16 de noviembre de 2009, de 28 de enero, 7 y 30 de junio de 2010 y 26 de septiembre de 2011).
De otra parte, también puede ser tenida en cuenta en esta fase
preliminar la concurrencia de algún hecho notorio determinante de la extinción de la responsabilidad criminal, como pudiera ser, en lo que aquí interesa, dado que se denuncian hechos ocurridos entre los años 1956 y 1977, la muerte del reo –las diligencias previas de investigación han constatado documentalmente el fallecimiento de dos de los querellados- o la prescripción del delito (artículo 130, 1º y 6º CP), o su no perseguibilidad por imperativo del principio de legalidad.
Así, solo si los hechos alegados, en su concreta formulación colman
las exigencias de algún tipo penal perseguible debe admitirse la querella, sin perjuicio de las decisiones que posteriormente procedan en función de las diligencias practicadas en el procedimiento.
TERCERO. 1. El Ayuntamiento de Barcelona formula una querella
criminal contra seis diferentes magistrados que entre los años 1956 y 1977 desempeñaron su función en los dos Juzgados especiales para la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes de Barcelona y en los dos Juzgados de Peligrosidad y Rehabilitación Social también de esta ciudad, atribuyéndoles la comisión de un delito de lesa humanidad en las modalidades previstas en los subapartados 6º y 7º del artículo 607 bis.2 del Código Penal (CP) con el resultado de 553 delitos de detención ilegal debido a la adopción por su parte de medidas de privación de libertad en 553 diferentes causas incoadas en esos años contra otras tantas personas –hombres en una abrumadora mayoría- por el mero hecho de su condición de homosexuales.
Una moción aprobada en el pleno municipal de 31 de marzo de 2017
había acordado “la interposición de querella ante los Juzgados de Barcelona para la investigación y enjuiciamiento de los crímenes internacionales cometidos durante la dictadura franquista”.
En la tesis de la corporación querellante, los magistrados
querellados habrían cometido el delito de lesa humanidad dada su participación en un ataque sistemático -persecución por motivos de género- contra una parte de la población civil integrada por las personas homosexuales, materializado en la adopción de medidas de privación o restricción de libertad (internamiento en una galería específica de la prisión Modelo de Barcelona, prohibición de residir en determinado lugar o territorio y sumisión a la vigilancia de delegados) en los procedimientos judiciales sustanciados al amparo de la Ley de Vagos y Maleantes (LVM), de 4 de agosto de 1933, y de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (LPRS), de 4 de agosto de 1970.
La primitiva Ley de vagos y maleantes de 1933, aprobada bajo la II
República, dio carta de naturaleza a la coexistencia en el ordenamiento penal español de un Código propiamente sancionador –el Código penal stricto sensu- y un Código preventivo, destinado este último a la adopción de medidas de prevención frente a conductas consideradas antisociales (vagos habituales, rufianes, toxicómanos, entre otros), pero no fue hasta la reforma de esa ley llevada a cabo a través de la Ley de Jefatura del Estado de 15 de julio de 1954, en plena dictadura franquista, que se amplió el ámbito subjetivo de la norma a los homosexuales (“la producción de hechos que ofenden la sana moral de nuestro país por el agravio que causan al tradicional acervo de buenas costumbres”, se decía para justificar la reforma legal que se enmarcaba en una política de represión de la homosexualidad), para quienes se preveía el sometimiento a medidas de internamiento en centros especiales.
La Ley de peligrosidad y rehabilitación social de 1970, que derogó
aquélla, también consideraba en estado peligroso a “los que realicen actos de homosexualidad”, para quienes se preveían medidas de seguridad consistentes en internamientos en establecimientos de custodia o trabajo, de reeducación o de preservación hasta su curación por tiempo indefinido o por un tiempo no inferior a seis meses ni superior a 5 años, según los casos, a criterio de los órganos jurisdiccionales especializados a los que se encargó la declaración del estado peligroso y la imposición de la correspondiente medida.
Es indudable que una sociedad democrática y libre, como la vigente
en España desde la aprobación de la Constitución de 1978, fundada en los principios de igualdad entre las personas y de interdicción de discriminación alguna por razón de sexo (art. 14 CE), es incompatible con una regulación como la expuesta, de tal forma que las referencias de la LPRS a la homosexualidad fueron suprimidas por medio de Ley 77/1978, de 26 de diciembre, aunque la norma de facto había dejado de aplicarse al menos desde un año antes.
2. Enseguida se advierte que se atribuye a los querellados la
comisión de un tipo penal –un delito de lesa humanidad introducido en el Código Penal español por medio de la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre- carente de tipificación en el ordenamiento penal español en la época de comisión de los hechos, por lo que adquiere máxima relevancia la determinación del alcance del principio de legalidad penal con sus exigencias de lex certa, lex previa, lex scripta y lex stricta, y su correlato de la irretroactividad, máxime cuando los hechos que integran la incriminación delictiva consistirían en actuaciones jurisdiccionales ajustadas a la legislación vigente en el momento en que fueron desarrolladas.
En orden al alcance del principio de legalidad penal, la sentencia del
Tribunal Supremo 101/2012, de 27 de febrero, reiterando lo que ya expresara la STS 798/2007, de 1 de octubre, proclama que “la vigencia en nuestro ordenamiento del principio de legalidad exige que el derecho internacional sea incorporado a nuestro ordenamiento interno en la forma dispuesta en la Constitución y con los efectos dispuestos en la misma. No es posible -por más que sea sostenida por algún sector doctrinal- que las exigencias del principio de tipicidad se rellenen con la previsión contenida en el Derecho penal internacional consuetudinario, si el derecho interno no contempla esa tipicidad. Si lo hiciera con posterioridad, esa tipificación puede ser aplicada pero siempre a partir de su publicación. La garantía derivada del principio de legalidad y la interdicción de la retroactividad de las normas sancionadoras no favorables (art. 9.3 Constitución española) prohíben sin excepciones la aplicación retroactiva de la norma penal a hechos anteriores a su vigencia (en el mismo sentido el art. 1 y 21 del Código penal). Esta exigencia del principio de legalidad es aplicable al derecho penal internacional, convencional y consuetudinario, sin perjuicio de que su constatación sea tenida en cuenta como criterio hermeneuta de una cultura de defensa de derechos humanos cuyo contenido ha de informar la actuación jurisdiccional”.
En concordancia con lo anterior, el propio Tribunal Supremo en el
auto del siguiente 28 de marzo de 2012, después de recordar que “los derechos de las víctimas de violaciones de Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario gozan hoy de un amplio reconocimiento y de práctico universal consenso”, estableció, con apoyo en la STS 101/12, que los asesinatos y otros crímenes perpetrados durante la Guerra Civil española y en los años de la inmediata posguerra no podían ser perseguidos penalmente por medio de la imputación de sus autores, aunque sí permitió que el proceso penal siguiera con el fin de obtener la localización e identificación de los restos de las víctimas privados de digna sepultura como presupuesto para la adopción de las medidas de reparación oportunas.
En consecuencia, si bien los delitos de lesa humanidad pudieran ser
consideradas infracciones integrantes del Derecho internacional penal consuetudinario desde la Resolución de la ONU de 11 de diciembre de 1946, que confirmaba explícitamente los principios de Derecho Internacional del Tribunal de Nuremberg, lo cierto es que su incorporación al ordenamiento interno español no tuvo lugar hasta la Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, que introdujo el nuevo artículo 607 bis del CP. Téngase en cuenta que el Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH) del Consejo de Europa de noviembre de 1950 no fue ratificado por España hasta septiembre de 1979, mientras que el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) aprobado por la ONU en diciembre de 1966 pasó a formar parte del ordenamiento español tras su ratificación por el Estado español en abril de 1977. Así pues, ninguna de esas normas convencionales de derecho internacional se hallaba en vigor en España en la época de ejecución de los hechos descritos en la querella.
En concreto, el artículo 7 CEDH dispone la vigencia del principio de
legalidad penal en términos similares a los del art. 15 PIDCP, de manera que tras afirmar el principio general de irretroactividad declara que "el presente artículo no impedirá el juicio o la condena de una persona culpable de una acción o de una omisión que, en el momento de su comisión, constituía delito según los principios generales del derecho reconocidos por las naciones civilizadas". La fuerza expansiva de los derechos humanos ha llevado ciertamente al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), en su sentencia de 17 de enero de 2006 dictada en interpretación del artículo 7.2 CEDH, a consentir una aplicación retroactiva de las normas penales siempre que el contenido incriminatorio de los hechos constitutivos de un delito contra la humanidad sea de alguna manera conocido por los infractores o que lo sea por el país al que pertenecen como miembros de un aparato de poder. En el supuesto de hecho de la referida STEDH (deportación ilegal de un grupo familiar acordada por dos responsables del Ministerio del Interior de la URSS en 1949, ocupante de la República báltica de Estonia), el tribunal avala la condena de las autoridades soviéticas dictada en 1994 por los tribunales estonios en el conocimiento por la URSS de la tipicidad del delito de lesa humanidad dada su participación en la redacción de los principios de Nuremberg, como potencia vencedora de la II Guerra Mundial, y su pertenencia a las Naciones Unidas que definitivamente los aprobaron. Mientras que en el supuesto motivador de la querella que ahora se examina, España no ratificó hasta el año 1977 el PIDCP pese a que su ingreso en la ONU se había producido 22 años antes, siendo así además que las medidas de internamiento de homosexuales adoptadas por los querellados se ajustaban a lo previsto entonces en el ordenamiento sustantivo penal, lo que permite descartar que pudieran conocer el contenido incriminatorio de su conducta desde la perspectiva del que varias décadas más tarde se convertiría en el artículo 607 bis CP.
Esta última consideración permite a su vez desvincular los hechos
descritos en la querella de la Ley 46/1977, de 15 de octubre, de amnistía, ya que esa norma, pieza clave en el diseño de la transición española a la democracia tras la muerte del dictador, cubría “todos los actos de intencionalidad política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas” realizados hasta el 15 de diciembre de 1976, y es notorio que las actuaciones jurisdiccionales desarrolladas por los querellados entre los años 1956 a 1977 al amparo de las leyes de prevención social ya mencionadas, además de carecer de intencionalidad política, tal como admite la propia querellante (atribuye la conducta de los querellados a la “homofobia institucionalizada” reinante bajo el franquismo), no constituían por sí mismas actos “tipificados” por la ley como delito o falta, sino todo lo contrario.
3. Por lo que se refiere a la prescripción del delito, una de las causas
de extinción de la responsabilidad criminal (actual artículo 130, 6º CP y artículo 112, 6º del CP de 1944), apreciable incluso en la fase de admisión de la querella si resulta notoria, cabe subrayar que la esencial imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad y de genocidio sancionada en el Derecho español por el artículo 131.4 CP, tampoco puede ser aplicada con carácter retroactivo, por imperativo del artículo 9.3 CE. En este sentido, la mencionada STS 101/2012 sostiene que “las disposiciones reguladoras de la prescripción, concretamente las reformas que señalan una modificación de los plazos o del señalamiento del día de inicio del cómputo, son normas de carácter sustantivo penal y, por lo tanto, afectas a la interdicción de su aplicación retroactiva (art. 9.3 CE), salvo que su contenido fuera más favorable. Así lo hemos declarado en varias Sentencias. […] Ciertamente se ha discutido por algún sector doctrinal, e incluso algunos países han acogido una construcción de la prescripción de los delitos en la que manteniendo su naturaleza de derecho sustantivo, por afectar a la teoría del delito como causa de extinción de la responsabilidad penal, despliega unos efectos procesales, entendiendo que sería de aplicación la regla del "tempus regit actum". En este sentido la nueva norma de prescripción sería de aplicación al momento procesal en el que actúa. Sin embargo, ese no ha sido el criterio de la doctrina penal y la jurisprudencia española que ha considerado que el instituto de la prescripción es una norma de carácter sustantivo y de orden público sobre el que actúa el criterio de la irretroactividad salvo en lo favorable”. En consecuencia, aun cuando la Convención de la ONU de 26 de noviembre de 1968 declarase el carácter imprescriptible de los crímenes de guerra y de los crímenes contra la humanidad “cualquiera que sea la fecha en que se hayan cometido”, dicha imprescriptibilidad no fue incorporada al ordenamiento interno español hasta la Ley Orgánica 15/2003, sin que pueda otorgársele una interpretación retroactiva por resultar contrario a la seguridad jurídica (arts. 9.3 CE y 1 y 2 CP).
CUARTO. Examinada por esta Sala la querella bajo los parámetros
normativos e interpretativos expuestos no cabe otra resolución que su inadmisión a trámite, puesto que los hechos que se relatan en ella –condenas a medidas de privación de libertad impuestas por jueces y magistrados en el ejercicio de su cargo en aplicación de las entonces vigentes leyes de vagos y maleantes y sobre peligrosidad y rehabilitación social sobre personas homosexuales- carecían de tipicidad criminal en el ordenamiento interno español en la época de su ejecución, lo que hace inviable su persecución ante los órganos de la jurisdicción penal en atención a la vigencia inderogable del principio de legalidad, sin perjuicio de la valoración que haya de merecer desde una perspectiva histórica en el marco de la lucha por el reconocimiento y expansión de los derechos humanos la persecución de que fue objeto por la dictadura franquista un colectivo de personas por la sola razón de su orientación sexual.
PARTE DISPOSITIVA
LA SALA CIVIL Y PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE
CATALUÑA, ACUERDA:
A) DECLARAR la competencia para el conocimiento de
la querella presentada por la representación procesal del Ayuntamiento de Barcelona contra los magistrados don Rafael Gómez de Membrillera López, don Antonio Sabater Tomás, don Sebastián Huerta Herrero, don Ángel Díaz de la Lastra Peñalva, don José Antonio Oscáriz Gonzálvez y don José Luis Pérez Hernández.
B) INADMITIR la misma a trámite por no ser los hechos
constitutivos de delito en la época de su comisión, con el consiguiente archivo de las actuaciones.
Notifíquese la presente resolución al querellante y al Ministerio
Fiscal, poniéndoles en conocimiento que contra la misma puede interponerse recurso de súplica, ante esta Sala, dentro de los tres días siguientes a su notificación.
Así lo pronuncian, mandan y firman el Excmo. Sr. Presidente y los
Ilmos. Señores Magistrados designados al margen. Doy fe.
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