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Causa: “R., A. O. s/ infracción a la Ley 23.737”.

Expte. N° 52.377/09 (N° de origen 400-172/09)


JUZGADO FEDERAL DE TUCUMÁN N° II

Poder Judicial de la Nación


////MIGUEL DE TUCUMÁN, 07 de Septiembre de 2009.

AUTOS Y VISTO: El recurso de apelación interpuesto contra la


resolución de fs. 48/51; y
CONSIDERANDO:
Fundamentos del señor Juez de Cámara Doctor RICARDO MARIO
SANJUAN:
Que contra la resolución de fs. 48/51 que dispone el procesamiento
sin prisión preventiva de A. O. R. por resultar presunto autor del delito previsto
y penado por el art. 5° inc. a) anteúltimo párrafo de la Ley 23.737 –cultivo de
plantas destinado a obtener estupefacientes para consumo personal- apela el
señor Defensor Público Oficial a fs. 57 y vta.
En esta instancia a fs. 66/70 vta. expresa agravios la Defensa,
oportunidad en la cual sostiene que la conducta descripta por su asistido es
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atípica, toda vez que no resulta de las constancias de autos que con dicha
conducta haya puesto en peligro la “salud pública”, bien jurídico protegido por
la norma.
Ello es así toda vez que la escasa cantidad de estupefaciente
secuestrado (216,2 grs. de hojas de planta de marihuana, conforme pericia de fs.
45 y vta.) permite afirmar que el destino de la sustancia secuestrada –consumo
personal de R.- no tiene entidad suficiente como para lesionar o poner en peligro
la salud pública, por lo que corresponde el sobreseimiento de su defendido. Cita
en su apoyo, distintos fallos judiciales.
Asimismo plantea la inconstitucionalidad del art. 5° inc. a)
anteúltimo párrafo de la ley 23.737, pues a su criterio, resulta violatorio del art.
19 de la C.N., cuando no se produce la afectación del bien jurídico protegido por
la norma y que en caso de estimarse lo contrario, se haría una interpretación
restrictiva que justificaría la intromisión del Estado en los derechos individuales.
Que el art. 19 de la Constitución Nacional prescribe que “las
acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la
moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y

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exentas de la autoridad de los magistrados”.
En consecuencia, sostiene el apelante que, de las constancias de
autos, surge inequívocamente que la conducta de su cliente se encuentra
amparada por el art. 19 de la Constitución Nacional, ya que la salud pública no
fue lesionada, ni existió la posibilidad que lo fuera potencialmente, por lo que
declarada la inconstitucionalidad del art. 5° inc. a) anteúltimo párrafo de la ley
citada, debe disponerse el sobreseimiento de su pupilo.
Que este sentenciante ha sentado criterio en planteos similares,
oportunidades en las que entendí que no correspondía hacer lugar al pedido de
inconstitucionalidad tanto del art. 14 segunda parte, como del art. 5° inc. a)
anteúltimo párrafo de la Ley 23.737 (cultivo de plantas destinado a obtener
estupefacientes para consumo personal). Consideré entonces –como también
ahora- que no existen derechos constitucionales absolutos, sino que ellos pueden
ser razonablemente limitados en su ejercicio.
Asimismo que la declaración de inconstitucionalidad de una norma
legal es un acto de suma gravedad institucional que debe ser considera ultima
ratio del orden jurídico ya que las leyes debidamente sancionadas y
promulgadas, esto es, dictadas con los mecanismos previstos en la ley
fundamental, gozan de presunción de legitimidad (Fallos 260:153; 286:76;
294:383, entre muchos otros).
He visto también y desde mi experiencia personal en casi
veinticinco años de Magistrado, los cambios de criterio de la propia Corte
Suprema de Justicia de la Nación en el tema que nos ocupa.
En un principio y vigente la ley 20.771, en el caso “Colavini”
(1978) declaró en forma unánime que la tenencia de estupefacientes para
consumo personal no era una acción privada y por ello, dicha conducta podía
recibir castigo.
Luego el Alto Tribunal, en el caso “Bazterrica” (29/08/86) cambia
de postura, diciendo justamente lo contrario. Ya vigente la nueva ley de drogas.
23.737, en el caso “Montalvo” (1990) la Excma. Corte vuelve a pronunciarse
por la constitucionalidad de la ley penalizadota de la tenencia de estupefacientes
para consumo, al señalar que trasciende el ámbito del derecho ala intimidad y

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por ello es susceptible de ser castigado.
A través de “Arriola” nuestro más Alto Tribunal, con el calificado
voto de sus miembros, ha retomado y adherido a los postulados sentados en
“Bazterrica” por lo cual los jueces deben analizar en el caso concreto si la
tenencia de estupefacientes para consumo personal se realizó en condiciones
tales que trajo aparejado peligro concreto o daño a bienes o derechos de
terceros, que le quiten al comportamiento el carácter de una acción privada
protegida por el art. 19 de la C.N. Por tanto, cuando la tenencia de
estupefacientes se ha llevado a cabo con recaudos tales: en el interior de un
ámbito privado, con inexistencia de actos de exhibición en el consumo, en
escasa cantidad, etc., es decir, recaudos que restringen el alcance de sus efectos
a la misma persona que la realiza, entonces la punición de dicha conducta sólo
puede explicarse como un intento de proteger al individuo contra la propia
elección de su plan de vida que se reputa indeseable. Es precisamente este tipo
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de justificaciones paternalistas o perfeccionistas, de la interferencia


gubernamental la que es repelida por el principio sentado en el ar. 19 de la
Constitución Nacional (Carlos Nino, “Fundamentos de Derecho Constitucional,
Buenos Aires, Astrea, pág. 304 y ssgtes. Citado en el voto Dra. Argibay).
Que considero que sería redundante que el suscripto aporte algo
más respecto a los alcances de la garantía consagrada en el art. 19 de nuestra
Carta Magna, que los enjundiosos conceptos vertidos en el fallo analizado.
Ahora bien, los fallos de la Excma. Corte generan efectos solamente
para las partes; en su jurisprudencia ni la misma Corte, en realidad, es uniforme
en torno a la eficacia vinculante de sus pronunciamientos; ni existe coincidencia
sobre los fundamentos del efecto vinculante de las sentencias, ya que en algunos
caos se basó en ser la autoridad definitiva judicial del país, e intérprete final de
la Constitución, razones de tranquilidad pública, paz social y estabilidad de las
instituciones, presunción de verdad y justicia en sus falos, presunción de
sabiduría e integridad de sus Miembros, a fin de evitar la interposición de
recursos y trámites que podrían obviarse de seguirse en forma directa la doctrina
de la Corte. Amén del valor de la jurisprudencia como parte del derecho, del

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escándalo jurídico que surge de fallos contradictorios, de principios de
seguridad jurídica, etc. Pero también la Excma. Corte señala que los jueces
inferiores pueden apartarse de sus fallos en ciertas situaciones puntuales, tales
violencia a sus convicciones, por razones debidamente fundadas o aportándose
nuevos argumentos.
Que el suscripto adhiere a la tesis y por diversos motivos de los
enunciados precedentemente, de que los fallos de la Excma. Corte Suprema de
Justicia de la Nación son obligatorios para los tribunales inferiores, pero ello ni
impide que aclare el motivo del criterio que he venido sosteniendo hasta el
presente, ya que con declaración de inconstitucionalidad o sin ella, he podido
advertir el fracaso de las políticas públicas, no sólo en lo que hace a la
prevención de tráfico de estupefacientes sino también en la lucha contra el
mismo y para qué mencionarse, el olvido de la política pública en cuanto al
tratamiento de los adictos.
Ya con la ley 20.771 este Juez encontraba en la Provincia de
Tucumán una falta total de política adecuada al tratamiento de los mismos.
Solamente contábamos con un pequeño centro del adicto y la familia que
funcionaba en el Hospital Padilla, el que, con un mínimo de personal
interdisciplinario, trataba a los adictos que eran derivados de los juzgados
federales y puedo decir con seguridad, que con muy poco éxito. Lo mismo
sucedía cuando la Municipalidad de esta ciudad Capital, puso un centro de
rehabilitación a cargo de un distinguido profesional, el Dr. Alfredo Córdoba,
que con un grupo de adictos rehabilitados, intentó trabajar seriamente en la
contención e los mismos; sin embargo una vez más el Estado hizo abandono de
dicha área el centro desapareció.
No fueron pocos los desvelos de este Juez que recibía a la familia
de los adictos (padres y madre que no encontraban la manera y el lugar adonde
realizar los tratamientos) para lograr en algunos casos y a través de pedidos no
institucionales sino personales, enviar a alguno de los casos más graves a los
programas de rehabilitación “Andrés” en la ciudad de Buenos Aires.
Los padres se acercan a estos estrados judiciales buscando
desesperadamente que se trate y rehabilite a sus hijos, encontrando como única

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respuesta de los jueces una ilusoria aplicación de los tratamientos curativos o
educativos, plasmados en una resolución judicial, sin efecto alguno. En la
práctica, estos tratamientos casi nunca se llevan a cabo o no concluye, como
tampoco, en veinticinco años de Magistratura he dictado una condena por
consumo personal de estupefacientes. El suspenso de la causa penal hasta tanto
el adicto dé cumplimiento a las medidas de seguridad, se transforma en archivo
o prescripción e la acción penal, desconociendo el camino o rumbo que estos
jóvenes siguieron abandonados a su suerte con un Estado ausente en forma
permanente.
Así como la Excma. Corte hace recomendaciones para que los
poderes públicos se ocupen de asegurar una política de Estado contra el tráfico
ilícito de estupefacientes y adoptar medidas de salud preventivas, con
información y educación disuasiva del consumo, también merece realizar tal
recomendación a los poderes públicos de esta Provincia, que a pesar de contar
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con una Secretaría de Estado, jamás he visto la aplicación de política alguna en


este sentido.
También entiendo una cuestión de Estado, en a que debe existir una
clara definición por parte de los organismos públicos e interactuar el poder
judicial, que exista un sistema e derivación del adicto, a sea en la faz preventiva
por parte de las fueras de seguridad, como así también la utilización de dicho
recurso por arte de la familia del adicto.
Las sentencias de los jueces podrán indefinitiva resguardar el
ámbito de privacidad de una persona que quiera o no drogarse, en Almeida que
no afecte la salud pública, pero en los hechos esto también es ilusorio. Hoy los
jóvenes se drogan no en el ámbito de sus casas, en soledad, son que hay una
exposición diría una exhibición del hábito en el medio social donde se mueven,
llámase “bares, boliches y fiestas particulares”.
Que ello así y si bien como dijera acato el fallo “Arriola” de la
Excma. Corte, expreso mi profunda convicción de que la declaración de
inconstitucionalidad o constitucionalidad de la norma en juego, en nada cambia
la realidad, la que debe ser afrontada por los poderes públicos en forma

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permanente y sistemática
En el caso de autos, cabe declarar la inconstitucionalidad del art. 5°
inc. a) penúltimo párrafo, atento a la tenencia por parte del encartado, en su
domicilio, de una planta de marihuana (acta de fs. 25 e informe de fs. 45) y
conforme surge de la declaración de R. de fs. 17/18, que tenía la planta de
marihuana para armar cigarrillos con sus hojas para consumo personal, lo que
realiza esporádicamente.
Por ello, de acuerdo al criterio “Arriola”, no se ha afectado la salud
pública, ni a terceros o sus bienes, correspondiendo, en consecuencia, revocar la
resolución en recurso.
La señora Jueza de Cámara Doctora MARINA COSSIO DE
MERCAU, adhiere a los fundamentos que anteceden por compartir criterio.
Fundamentos de la señora Jueza de Cámara Doctora GRACIELA N.
FERNÁNDEZ VECINO:
Que en el caso de autos, corresponde declarar la
inconstitucionalidad del art. 5° inc a) penúltimo párrafo de la ley 23.737, toda
vez que el imputado tenía en su domicilio una planta de marihuana (acta de fs.
25 y pericia química de fs. 45) y conforme a su declaración (fs. 17/18) la misma
la tenía para armar sus propios cigarrillos, es decir para consumo personal.
Que la ley 24.424 incorporó al art. 5° de la ley 23.737, en el último
párrafo que: “cuando por la escasa cantidad sembrada o cultivada y demás
circunstancias, surja inequívocamente que ella está destinada a obtener
estupefacientes para consumo personal, la pena será de un mes a dos años de
prisión y serán aplicables los arts. 17, 18 y 21”; es decir que dicho artículo
asimila dicha pena a la impuesta en el art. 14, 2° párrafo de la ley de
estupefaciente –tenencia para consumo-, la que fuera declarada inconstitucional,
por el máximo Tribunal, criterio al que me adhiero.
En efecto, dicha norma –art. 5° inc a), penúltimo párrafo de la ley
23.737 y su modificatoria- incrimina la tenencia de estupefacientes, en el caso
de autos de la siembra o cultivo en escasa cantidad, para la obtención de
estupefaciente para el consumo personal, y por lo tanto no respeta el fundamento

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normativo de la tutela de la salud pública, bien jurídico que dio lugar a la
sanción de la Ley 23.737
Que respecto a este tema se ha dicho que corresponde declarar la
inconstitucionalidad del art. 5° inc. a), último párrafo de la ley 23.737, en cuanto
reprime el cultivo, la siembra, etc. cuando tales actividades estuvieran
destinadas al consumo personal en tanto, resultan aplicables al caso los
argumentos vertidos en los precedentes “Cipolatti” y “Valardi” para fundar la
inconstitucionalidad del art. 14 apartado segundo de la ley (Cfr. C.N.A. en lo
Criminal y Correccional Federal Sala I, 3/06/08 y C.N.A. en lo Criminal y
Correccional Federal Sala I 13/2/09 La Ley Online).
El legislador penal, en su tarea de acuñación de tipos penales, se
encuentra limitado y restringido por los contenidos sustanciales de la
Constitución Nacional entre los cuales se encuentra el art. 19 que define y
perfila el principio de lesividad, piedra angular de nuestro sistema de derecho
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penal.
Dicha norma prescribe que las acciones privadas de los hombres
que no lesionen los derechos de terceros ni el orden público, ni la moral pública
están reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados, lo que
implica que sobre dichas acciones no pueden establecerse mandatos ni
prohibiciones penales.
Asentada sobre el principio de lesividad y con la finalidad de tutelar
el bien jurídico colectivo de la salud pública se estableció la normativa legal en
materia de estupefacientes, mediante un conjunto de normas que pretender
atrapar todas las posibles conductas en el derrotero del tráfico de sustancias
estupefacientes, desde la siembra de las plantas originarias hasta su fabricación,
transporte, almacenamiento y comercio.
Dentro de esa normativa y con el bien jurídico como fundamento
legitimador de las conductas incriminadas, la tenencia de estupefacientes para
consumo personal luce fuera del contexto normativo de la ley, tanto porque no
se advierte en dicha situación, vulneración del bien jurídico de la salud pública,
como porque la incriminación vulnera la norma constitucional del art. 19 que

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instituye el principio de lesividad.
La norma del art. 14 2ª parte de la ley 23.737 no cumple con la
exigencia constitucional de la lesividad en tanto a su respecto no se comprueba
afectación al bien jurídico tutelado por dicho plexo normativo, la salud pública,
seriamente comprometida en los hechos referidos al tráfico ilícito de sustancias
estupefacientes.
“El principio de lesividad, según el cual ningún derecho puede
legitimar una intervención punitiva cuando no media por lo menos un conflicto
jurídico, entendido como la afectación de un bien jurídico total o parcialmente
ajeno, individual o colectivo”. (Zaffaroni, Eugenio Raúl y otros. Derecho Penal.
Parte General. Editorial Ediar. Buenos Aires, Diciembre de 2000, p. 121) por lo
que el concepto de bien jurídico se encuentra en la plataforma del proceso de
legitimación de la norma penal.
Y no existe afectación al principio de lesividad por cuanto la
tenencia para consumo personal de estupefacientes es un acto privado de los
enumerados en el art. 19 de la C.N. conforme estableció la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el recordado fallo Bazterrica.
Expresó el voto de la mayoría en el caso Bazterrica:
1- Debe distinguirse la ética privada de las personas cuya
transgresión está reservada por la Constitución a la conciencia individual y al
juicio de Dios y la ética colectiva en la que aparecen custodiados bienes o
intereses de terceros.
2- La norma del art. 19 de la C.N. impone límites a la actividad
legislativa, exigiendo que no se prohíba una conducta que no ofendan al orden o
la moral pública, esto es que no perjudiquen a terceros. Las conductas del
hombre que solo se dirijan contra sí mismo, quedan fuera del ámbito de las
prohibiciones.
3- Penar la tenencia de drogas para consumo personal es castigar la
mera creación de un riesgo o sea peligros potenciales y peligros abstractos.
4- La ley de estupefacientes, incrimina la tenencia de
estupefacientes cuando la misma trasciende la esfera de la privacidad, como la
inducción al consumo, preconizar o difundir públicamente el uso de

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estupefacientes o el consumo con ostentación hacia terceros, por lo que no se
justifica la incriminación de la tenencia para consumo que no reúna dichas
condiciones, frente a la norma del art. 19 de la C.N.
5- Tampoco se encuentra acreditado que la prevención penal de la
tenencia de drogas sea eficiente ante la problemática del consumo de drogas que
siempre obedece a causas múltiples.
6- Una respuesta de tipo penal, tendiente a proteger la salud pública
a través de una figura de peligro abstracto, no tendrá siempre un efecto
disuasivo moralizador positivo respecto del consumidor ocasional o aquel que se
inicia en la droga, y en muchos casos ante su irremediable rotulación como
delincuente, el individuo será empujado al accionar delictivo inducido por la
propia ley.
7- La función del derecho debería ser controlar o prevenir, sin
estigmatizar y garantizar o al menos no interferir con el derecho a ser tratados
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que tienen los adictos.


Sin perjuicio de las conclusiones a que arribara nuestro más alto
Tribunal en el precedente citado es dable advertir que la incriminación de la
tenencia de estupefacientes para consumo personal sin que se advierta en el caso
concreto, afectación al bien jurídico de la salud pública protegido por la ley
23.737, implica penar un estado de cosas, un estar del sujeto que avanza sobre
su moralidad individual, no siendo posible configurar la moral individual como
un bien jurídico en tanto espacio de libertad de las personas, “…por el contrario
el ámbito de autonomía moral es un bien jurídico protegido constitucional e
internacionalmente. (Zaffaroni, Eugenio Raúl. Aliaga y Slokar. Manual de
Derecho Penal, Editorial Ediar. Buenos Aires, 2005 p. 370).
Desde el punto de vista de la dogmática penal, la configuración de
los delitos de peligro abstracto, como la tenencia de drogas para consumo
implica un adelantamiento de las barreras de protección de las normas penales a
estados previos a la lesión y también al riesgo, cercenando libertades
individuales mediante la creación de nuevos bienes jurídicos a tutelar por el
derecho, sin la existencia de conflictividad, sin la comprobación de afectación

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del derecho de un tercero o la afectación de la moral y el orden público.
En los delitos de peligro abstracto, la norma castiga una acción
típicamente peligrosa sin exigir que en el caso concreto se haya puesto
efectivamente en peligro el bien jurídico, sino que basta la peligrosidad de la
conducta, que ha sido presumida por el legislador al acuñarse el tipo respectivo.
Se trata por lo tanto de un delito de mera actividad.
Silva Sánchez argumenta en tal sentido, que el hecho de que se
trate de un delito de peligro abstracto, no implica que puedan ser tratados como
delitos de peligro presunto, por lo que a su juicio debe exigirse que concurra
como requisito esencial la real peligrosidad de la conducta.
En tal sentido ha afirmado el Tribunal Supremo Español. “En efecto
aunque esté jurisprudencialmente reconocido que la figura del art. 344
constituye un delito de peligro abstracto, no cabe confundir ese peligro abstracto
con un peligro presunto pues ello vulneraría el esencial derecho constitucional a
la presunción de inocencia..Por ello si en el caso concreto puede excluirse que
no haya peligro efectivo para la salud de otras personas, faltará el sustrato de
antijuridicidad del acto….pasaría a convertirse en una figura de mera
desobediencia.- “Falcone. Roberto- “Los delitos relativos al tráfico de drogas
como delitos de peligro” en Revista de Derecho Penal. T° III. P. 261. Editorial
Rubinzal Culzoni, Santa Fé 2008.
La protección de bienes jurídicos es, desde sus orígenes, un
principio negativo, limitador del derecho penal. No contiene el mandato de
criminalizar toda conducta que lesione un bien jurídico, sino, por el contrario,
acota el proceso de criminalización primaria con la finalidad de eliminar del
Código Penal, toda amenaza penal que no pueda ser referida a la lesión o puesta
en peligro de un bien jurídico. (Hassemer, Winfried, Bienes jurídicos en el
derecho penal en Estudios sobre justicia penal, Editores del Puerto, Buenos
Aires, 2005, p. 69).
Así es que Hassemer siguiendo los conceptos transcriptos afirma
que el principio del bien jurídico no formula un mandato de criminalización y
amenaza penal frente el legislador cuando se trata de la protección de bienes
jurídicos, sino, antes bien, una prohibición de criminalización cuando no es

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posible encontrar un bien jurídico merecedor de tutela penal ( obra citada, p.
71).
Continúa afirmando el autor que este proceso de criminalización sin
el filtro del principio del bien jurídico, no sería otra cosa que una injerencia en la
libertad de acción de un individuo respecto de la cual el Estado que produce la
injerencia no puede decir con que fin realiza esta injerencia. Este “fin” es el
punto que tradicionalmente aporta el concepto de bien jurídico. La injerencia en
la libertad de acción no tendría un objeto legitimante del que pudiera derivarse
su sentido. Obra citada, p. 74.
La cuestión planteada ha sido resuelta recientemente por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien en el precedente Arriola,
Sebastián y otros ha recogido la doctrina sentada en la causa Bazterrica y con
expresa mención del precedente Montalvo, ha afirmado con toda certeza que las
razones pragmáticas o utilitarias en las que se asentó el fallo dictado en
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Montalvo, han fracasado pues el consumo de drogas lejos de disminuir se ha


incrementado notablemente y ello a costa de una interpretación restrictiva de los
derechos individuales. Se afirmó además en dicho fallo que el consumo de
drogas para consumo personal será una conducta no punible cuando se den
aquellas específicas circunstancias de que no causen daños a terceros, conforme
el encuadre constitucional ya mencionado.
Por todo lo expuesto, considero que cabe declarar la
inconstitucionalidad del art. 5° inc. a) penúltimo párrafo de la ley 23.737, por
tener igual alcance que el art. 14 segundo párrafo de la misma ley (tenencia de
estupefacientes para consumo personal) y, en consecuencia revocar la resolución
apelada respecto del imputado A. O. R., conforme a lo considerado. Tal es mi
voto.
Fundamentos del señor Juez de Cámara, Doctor ERNESTO CLEMENTE
WAYAR:
Comparto el resultado al que arriban los colegas que me preceden,
en tanto considero que corresponde declarar la inconstitucionalidad del art. 5°
inc. a) anteúltimo párrafo de la ley 23.737 y revocar la resolución apelada.

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Ello, de conformidad con los fundamentos vertidos por el suscripto
en causas anteriores .expediente N° 52.412/09, entre otras-, a las que me remito
brevitatis causae.
Si bien en las causas citadas en el párrafo anterior se imputa la
presunta comisión del delito previsto en el art.14 segundo párrafo de la ley
23.737 (tenencia de estupefacientes para consumo personal), cabe destacar que
los fundamentos allí expuestos resulta de aplicación al caso examinado, toda vez
que la figura descripta en el art. 5 inc. a) anteúltimo párrafo de la citada ley
(cultivo de plantas destinado a obtener estupefacientes para consumo personal)
reviste igual alcance a los efectos de la declaración de inconstitucionalidad. Tal
mi voto.
Fundamentos del señor Juez de Cámara Doctor RAÚL DAVID MENDER:
Que haciendo un reexamen de la cuestión planteada, disiento
parcialmente con el criterio vertido por los colegas que me preceden, en tanto
considero que, en los casos como el presente, en donde podría proceder la
aplicación de la doctrina sentada por nuestro Máximo Tribunal in re “Arriola”,
corresponde remitir el expediente al juzgado de origen -con carácter previo a la
declaración de inconstitucionalidad del artículo 5° inc. a), de la ley 23.737- a
efectos de que el Sr. Juez ordene practicar con respecto al apelante un informe
socio ambiental, detallándose el tipo de vida que lleva el imputado -actividad
laboral, sostén económico de la familia, nivel económico, lugar del domicilio y
el concepto que merece el Barrio a donde se ubica-. Asimismo, se deberá
informar si el encartado cuenta con antecedentes judiciales y/o
contravencionales. Fecho, deberá volver la causa con urgencia a fin de
pronunciarme en definitiva sobre este asunto.
Por el Acuerdo de la Mayoría, se
RESUELVE:
I- DECLARAR LA INCONSTITUCIONALIDAD del art. 5° inc. a)
anteúltimo párrafo de la Ley 23.737, conforme se considera.
II- REVOCAR la resolución de fecha 27 de febrero de 2009 (fs.
48/51), y en consecuencia SOBRESEER a A. O. R., en orden a la tenencia de
estupefacientes destinados al consumo personal que se le imputara (art. 336, inc.

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Causa: “R., A. O. s/ infracción a la Ley 23.737”.
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3 y último párrafo del C.P.P.N.), declarando que la formación de éste proceso no
afecta el buen nombre y honor de que hubiere gozado el nombrado.
HÁGASE SABER.
Fdo. GRACIELA N. FERNÁNDEZ VECINO, MARINA COSSIO DE MERCAU, ERNESTO C
WAYAR, RICARDO MARIO SANJUAN y RAÚL D. MENDER.
Ante mi: Dra. Lilian E. Isa
Secretario de Cámara
Cámara Federal Apelaciones
ES COPIA.
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