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31/10/2015
¿Adónde van los muertos?
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La mente del ser humano del siglo XXI es inquieta e inquisidora. Hoy, el hombre tiene a su
alcance tantas vías de acceso al conocimiento como nunca antes en la historia. No hay área
de la vida que no pueda estar bajo la mirada interrogadora del ser humano. ¿Podremos
saber cuál es la condición de los muertos? ¿Podremos saber adónde van?
Significado de la palabra muerte
En primer lugar, veamos cuál es el significado de la palabra “muerte” y qué le sucede a una
persona cuando muere. El diccionario de la lengua española define la palabra “muerte”
como “la cesación de la vida”. En otras palabras, el verbo morir y el sustantivo muerte
denotan cesación de la vida en el cuerpo humano.
Desde el mismo momento en que el ser humano muere, sabemos que la vida se ha
extinguido del cuerpo y que éste ha quedado solo. Si el cuerpo no es embalsamado o
congelado, se descompone y se torna polvo. Y así se cumple la Palabra de Dios que fue
dicha a nuestro padre Adán en el huerto de Edén: “Pues polvo eres, y al polvo volverás”
(Génesis 3:19). Este mismo pensamiento se presenta en Eclesiastés 12:7: “Y el polvo
vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.
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La Biblia en la versión Reina Valera de 1960 presenta el relato de la creación del ser
humano como sigue: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló
en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7, la letra cursiva es
nuestra). La expresión “ser viviente”, del versículo anterior, aparece en la versión Reina
Valera de 1909 como “alma viviente”. Allí dice: “Formó, pues, Jehová Dios al hombre del
polvo de la tierra, y alentó en su nariz soplo de vida; y fue el hombre en alma viviente” (la
cursiva es nuestra).
De acuerdo a este relato bíblico, el ser viviente o alma viviente fue el resultado de la unión
del polvo de la tierra y el aliento de vida. En otras palabras, la formula bíblica de la creación
del ser humano es: polvo de la tierra, más aliento de vida, es igual a alma viviente o ser
humano.
Además, notamos que la palabra “aliento” es una traducción de la palabra hebrea
neshâmâh, y que la palabra “alma” es una traducción de la palabra hebrea nefesh. La
palabra “espíritu”, que es una traducción de la palabra hebrea rûaj, no aparece en el relato
de Génesis 2:7. Sin embargo, la palabra “espíritu” (rûaj) y la palabra “aliento” (neshâmâh),
en el hebreo bíblico son palabras sinónimas. De ahí que ambas palabras, en algunos textos
bíblicos, tienen el mismo significado.
La enseñanza de las Sagradas Escrituras es clara en este asunto. Ellas declaran que el ser
humano en su estado de muerte no siente nada, no piensa nada ni puede hacer nada. En
Eclesiastés 9:5, 6, dice: “Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos
nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. También su amor
y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace
debajo del sol”.
En otras palabras, los muertos están inconscientes y son incapaces de sentir, pensar y
actuar. Este concepto se presenta también en otros lugares de la Biblia, por ejemplo en
Salmos 6:5; 30:9; 88:10; 115:17 e Isaías 38:18, 19.
La Santa Biblia también es clara en decirnos dónde van los muertos. En Eclesiastés 12:7,
dice: “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu (rûaj) vuelva a Dios que lo dio”.
El “espíritu” que vuelve a Dios no es una “entidad consciente” que pueda ver, oír y pensar,
sino que es el don de la vida que Dios da, y que unida al cuerpo constituye un ser humano.
En otras palabras, ese “espíritu” o “soplo” de vida, separado del cuerpo humano, no tiene
ninguna capacidad de sentir, pensar, oír, ver o actuar. La vida regresa a Dios porque él es
el Creador. Por otro lado, el cuerpo vuelve a la tierra, porque de ella fue formado.
La esperanza del cristiano de la vida eterna está fundamentada en la resurrección (S. Juan
6:39, 40; S. Lucas 20:37). Job declaró: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará
sobre el polvo” (Job 19:25). Además, el salmista David dijo: “En cuanto a mí, veré tu rostro
en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza” (Salmos 17:15).
Dicha resurrección será una realidad en la segunda venida del Señor Jesús. Así lo expresó
el apóstol Pablo: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios
con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que
nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos
a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con
ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”
(1Tesalonicenses 4:14-17).
Conclusión
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