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República Dominicana

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO DOMINGO


Primada de América
Fundada el 28 de octubre de 1538

Facultad de Ciencias de la Salud


Escuela de Medicina

División de Postgrado y Educación Permanente

Maestría Profesionalizante en Terapia Familiar

Programa número 81301


Asignatura: Seminario Acercamiento Sistémico

Segundo reporte de lectura


Acercamiento Estructural – Salvador Minuchin

Presentado por
Elaine Taveras Suero

Santo Domingo, D.N.


8 de septiembre de 2014
Acercamiento Estructural
Contrario a la percepción, la familia siempre ha sufrido cambios paralelos a los de la estructura de
la sociedad. La familia permanentemente está en transformación a lo largo del tiempo,
adaptándose y reestructurándose de forma que continúe funcionando.

La familia posee una estructura propia, donde se prefieren ciertas pautas para responder a los
requerimientos cotidianos. En la medida en que la familia puede encontrar pautas alternativas
cuando las condiciones internas o externas así lo exigen es que la familia puede exhibir su propia
fortaleza.

Una familia se adapta al estrés de un modo tal que mantiene la continuidad de la familia al tiempo
que permite reestructuraciones. Cuando una familia responde al estrés con rigidez, se manifiestan
pautas disfuncionales.

Las funciones de la familia sirven a dos objetivos distintos:

 La protección psicosocial de sus miembros (objetivo interno).


 El acomodo de sus miembros a una cultura y la transmisión de esa cultura (objetivo
externo).

Aunque la familia es la matriz del desarrollo psicosocial de sus miembros, también debe acomodarse
a la sociedad y garantizar alguna continuidad a su cultura. Esta función social es actualmente la
fuente de ataques contra la familia en los Estados Unidos. La sociedad norteamericana está
cambiando, y en su interior muchos grupos quieren acelerar el cambio. Estos grupos consideran la
familia, lo que es bastante cierto, por otra parte, como un elemento de conservadurismo y una
fuente de estancamiento.

Enfoque Estructural.

Se basa fundamentalmente en que la familia no se reduce a los aspectos bio-psicodinámicos de sus


miembros, por el contrario, está en un proceso constante de redefinición por las reglas existentes
entre las personas que la conforman, tanto si estas reglas son implícitas y no declaradas como si son
explícitamente reconocidas.
Desde el punto de vista de este enfoque, la intervención del terapeuta se basa en entender el
esquema de la estructura de la familia, no para emitir un juicio sobre los miembros o lo que debería
ser la familia, sino más bien para definir el objetivo terapéutico a través de las relaciones y procesos
de socialización de los miembros de la familia.

Definición de Estructura Familiar:

“Conjunto invisible de demandas funcionales que organizan los modos en que interactúan los
miembros de una familia. Una familia es un sistema que opera por medio de pautas transaccionales.
Estas pautas a su vez regulan la conducta de los miembros de la familia”.

Las pautas transaccionales regulan la conducta de los miembros de la familia. Son mantenidas por
dos sistemas de coacción. El primero es genérico e implica las reglas universales que gobiernan la
organización familiar. Por ejemplo, debe existir una jerarquía de poder en la que los padres y los
hijos tienen niveles de autoridad diferentes.

El segundo sistema de coacción es idiosincrático, e implica las expectativas mutuas de los diversos
miembros de la familia. El origen de estas expectativas se encuentra sepultado por años de
negociaciones explícitas o implícitas entre los miembros de la familia, relacionadas a menudo con
los pequeños acontecimientos diarios.

Límites.

Los límites de un subsistema están constituidos por las reglas que definen quiénes participan, y de
qué manera. Por ejemplo, el límite de un subsistema parental es definido por las órdenes y pautas
que la madre (o el padre) le transmite al hijo en relación de qué está autorizado a hacer (o que no
está autorizado).

La claridad de los límites en el interior de una familia constituye un parámetro útil para la evaluación
de su funcionamiento. Es posible establecer un espectro de los límites que cabe ver en las familias,
entre aquellas de límites difusos y carentes de diferenciación y aquellas de límites muy rígidos y
estratificados.

En términos humanos, aglutinamiento y desligamiento se refieren a un estilo transaccional o de


preferencia por un tipo de interacción, no a una diferencia cualitativa entre lo funcional y lo
disfuncional. La mayor parte de las familias poseen tanto sistemas aglutinados como desligados.

Los subsistemas familiares.


El subsistema conyugal. Este subsistema se constituye cuando dos adultos de sexo diferente se
unen con la intención expresa de constituir una familia. Posee tareas o funciones específicas, vitales
para el funcionamiento de la familia. Las principales cualidades requeridas para la implantación de
sus tareas son la complementariedad y la acomodación mutua. Dicho de otro modo, la pareja debe
desarrollar pautas en las que cada esposo apuntala la acción del otro en muchas áreas. Tanto el
esposo como la esposa deben ceder parte de su individualidad para lograr un sentido de
pertenencia. La aceptación de la mutua interdependencia en una relación simétrica puede
encontrar obstáculos originados en la insistencia de los cónyuges en sus derechos a la
independencia.

El subsistema conyugal debe llegar a un límite que lo proteja de la interferencia de las demandas y
necesidades de los otros sistemas; en particular, cuando la familia tiene hijos. Los adultos deben
poseer un territorio psicosocial propio – un refugio que pueden proporcionarse mutuamente, un
sostén emocional.

El subsistema parental. Cuando nace el primer hijo se alcanza un nuevo nivel de formación familiar.
En una familia intacta el subsistema conyugal debe diferenciarse entonces para desempeñar las
tareas de socializar un hijo sin renunciar al mutuo apoyo que caracterizará al subsistema conyugal.
Se debe trazar un límite que permita el acceso del niño a ambos padres y, al mismo tiempo, que lo
excluya de las relaciones conyugales. Algunas parejas que se manejan correctamente como grupo
de dos nunca logran realizar una transición satisfactoria a las interacciones de un grupo de tres.

A medida que el niño crece, sus requerimientos para el desarrollo, tanto de la autonomía como de
la orientación, imponen demandas al subsistema parental, que debe modificarse para satisfacerlas.
El niño comienza a tener contacto con compañeros extrafamiliares, la escuela y otras fuerzas
socializantes exteriores a la familia. El subsistema parental debe adaptarse a los nuevos factores
que actúan en el marco de la socialización.

A medida que el niño madura, los requerimientos planteados por los padres comienzan a entrar en
conflicto con los requerimientos de los hijos para lograr una autonomía adecuada a su edad. La
relación de paternidad se convierte entonces en un proceso difícil de acomodación mutua.

El subsistema fraterno. Es el primer laboratorio social en el que los niños pueden experimentar
relaciones con sus iguales. En el marco de este contexto, los niños se apoyan, aíslan, descargan sus
tensiones y aprenden mutuamente. En el mundo fraterno, los niños aprenden a negociar, cooperar,
competir. Aprenden a lograr amigos y aliados, a salvar la apariencia cuando ceden, y a lograr
reconocimiento por sus habilidades. Pueden asumir posiciones diferentes en sus relaciones mutuas,
y estas posiciones, asumidas tempranamente en el subgrupo fraterno, pueden ser significativas en
el desarrollo posterior de sus vidas. En las familias amplias, el subsistema fraterno posee otras
divisiones, ya que los hijos más pequeños, que se mueven aún en las áreas de seguridad,
alimentación y guía en el seno de la familia, se diferencian de los niños mayores que realizan
contactos y contratos con el mundo extrafamiliar.

La significación del subsistema fraterno se observa con mayor claridad en caso de su ausencia. Los
niños sin hermanos desarrollan pautas precoces de acomodación al mundo adulto, que pueden
manifestarse en un desarrollo precoz. Al mismo tiempo, pueden mostrar dificultades para el
desarrollo de la autonomía y la capacidad de compartir, cooperar y competir con otros. En
diferentes etapas de su desarrollo los niños poseen diferentes necesidades, capacidades
cognoscitivas particulares y sistemas de valores propios.

Adaptación de la familia.

Una familia se encuentra sometida a presión interna originada en la evolución de sus propios
miembros y subsistemas y la presión exterior originada por los requerimientos para acomodarse a
las instituciones sociales significativas que influyen sobre los miembros familiares. La respuesta a
estos requerimientos, tanto internos como externos, exige una transformación constante de la
posición de los miembros de la familia en sus relaciones mutuas, para que puedan crecer mientras
el sistema familiar conserve su continuidad.

Es de acuerdo con esto que en general debe preferirse tratar a las familias que se incorporan a
terapia como familias corrientes en situaciones transicionales, tratamiento que enfatiza la situación
de normalidad de la familia y su proceso de adaptación a circunstancias nuevas (estresores) en el
cual enfrentan dificultades más o menos mayores. El tratamiento patológico en consecuencia se
reserva para casos que lo ameriten, en que las dificultades acentúan la rigidez de sus pautas y límites
transaccionales.

El estrés y su impacto sobre la familia.

El estrés sobre el sistema familiar puede originarse en una o más de estas cuatro fuentes:
En primer lugar, puede originarse en el contacto de un miembro o de toda la familia con fuerzas
extrafamiliares. Los momentos transicionales en la evolución de la familia también pueden ser una
fuente de tensión, al igual que los problemas de idiosincrasia.

En segundo lugar, el contacto estresante de un miembro con fuerzas extrafamiliares. Una de las
principales funciones de la familia consiste en brindar apoyo a sus miembros. Cuando uno de estos
se encuentra afectado por estrés, los otros miembros de la familia sienten la necesidad de
acomodarse a sus nuevas circunstancias. Esta acomodación puede limitarse a un subsistema o, por
lo contrario, difundirse en el seno de toda la familia. Por ejemplo, un esposo que enfrenta
problemas de trabajo critica a su mujer cuando ambos regresan a su casa. Esa transacción puede
limitarse al sistema conyugal. Es posible que la mujer dispute con el marido en un momento, y que
tan solo minutos más tarde pase a apoyarle.

En tercer lugar, la misma fuente de estrés que afecta a un elemento individual puede actuar a través
de los límites de los subsistemas. Por ejemplo, un padre y una madre estresados por problemas de
trabajo, pueden regresar al hogar y criticarse mutuamente, pero luego desviar su conflicto a través
de un ataque contra un hijo. Lo que acaba sucediendo efectivamente es que se transfiere parte del
conflicto (y su subsecuente peligro asociado) de los padres al hijo, y este último acaba siendo
afectado. El marido entonces puede criticar a la mujer que busca una alianza con el niño, pues el
límite alrededor del sistema conyugal se vuelve difuso.

En cuarto lugar, también es posible que una familia en su totalidad se vea estresada por el contacto
extrafamiliar de uno de sus miembros. Por ejemplo, cuando el marido pierde su trabajo, la familia
debe modificarse para garantizar su supervivencia. Puede ser que la esposa tenga que asumir una
mayor responsabilidad para el sostén financiero de la familia y esto a su vez modifique las pautas
del subsistema ejecutivo. Si en este caso la familia responde a la pérdida del trabajo del padre con
rigidez, pueden aparecer pautas transaccionales disfuncionales.

Estrés en los momentos transicionales de la familia.

Existen muchas fases en la evolución natural de una familia que requieren la negociación de nuevas
reglas familiares. Deben aparecer nuevos subsistemas y deben trazarse nuevas líneas de
diferenciación. En este proceso, se plantan inevitablemente conflictos, idealmente, los conflictos
serán resueltos por negociaciones de transición y la familia se adaptará con éxito. Estos conflictos
ofrecen una oportunidad de crecimiento a todos los miembros de la familia. Sin embargo, si no se
los resuelve, los problemas transicionales pueden plantear diferentes dificultades aún mayores.

Los problemas de transición se plantean en muchas situaciones. Pueden producirse cambios


originados en la evolución de los miembros de la familia y por cambios de la composición de la
familia. Uno de los desencadenantes más habituales es el comienzo de la adolescencia de los hijos,
cuando estos comienzan a aumentar su participación en la dinámica familiar. De haber resistencia
al cambio, pueden producirse conflictos que pueden ser mayores si los padres asumen roles
opuestos (uno apoya cambio, el otro se resiste).

También estos problemas de transición pueden producirse en familias que reciben un nuevo
miembro, bien por nacimiento, por la unión de dos familias a través del matrimonio de padres
separados o viudos, por la inclusión de un pariente, amigo o hijo adoptivo. Otra posible fuente de
estrés es la salida de un miembro de la familia, por separación, muerte, divorcio, condiciones de
salud, entre otras.

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La función de los límites está en proteger la diferenciación del sistema.

También dentro este enfoque se resalta los diferentes roles que se dan en el sistema familiar.
República Dominicana
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO DOMINGO
Primada de América
Fundada el 28 de octubre de 1538

Facultad de Ciencias de la Salud


Escuela de Medicina

División de Postgrado y Educación Permanente

Maestría Profesionalizante en Terapia Familiar

Programa número 81301


Asignatura: Seminario Estructural

Primer reporte de lectura


Acercamiento Estructural – Salvador Minuchin/ H. Charles Fishman

Presentado por
Elaine Taveras Suero

Santo Domingo, D.N.


10 de Noviembre de 2014
Elaine Taveras Suero 27 de enero de 2019
Maestría Profesionalizante en Terapia Familiar

Espontaneidad

Se entiende por espontaneidad a la cualidad del terapeuta que sabe utilizar su enseñanza y entrenamiento
para integrarse al sistema familiar como un miembro más del mismo, que puede generar el cambio desde
dentro. El contraste sería el caso del terapeuta que se sitúa permanentemente “desde fuera”, sin integrarse
al sistema: su capacidad de brindar una terapia de calidad se entiende limitada por no involucrarse con la
dinámica del sistema familiar, y sus intervenciones ineficaces no generan cambio.

De repente pudiéramos entender que la espontaneidad del terapeuta es la expresión de una actividad en que
el profesional aborda el sistema familiar sin planeación alguna, y que los resultados a obtener sean por azar o
casualidad, prácticamente como si el terapeuta no diese ninguna intervención. Pero este no es el caso. Esta
espontaneidad hay que entenderla en el contexto de la experiencia y vivencias del terapeuta, que junto con
su práctica y capacitación le van guiando a brindar una terapia que no se siente ensayada o diseñada, sino que
parte de la realidad interior del campo en que se desenvuelve.

Esta circunstancia de espontaneidad da lugar a que el terapeuta no siempre acierte, sino que se equivoque.
Esto no es de temer, pues el sistema familiar es un sistema vivo y reacciona con el terapeuta. Cuando sus
intervenciones son ineficaces simplemente no se produce ninguna reacción favorable. Esto permite cierto
ensayo y error propio de un proceder espontáneo, en la confianza de que el sistema familiar mismo se
autorregula y pudiera “expulsar” al terapeuta si su accionar es muy distante de la expectativa.

El punto de partida del terapeuta es el sistema familiar, por lo que su formación depende del proceso propio
de aprendizaje en la práctica. Esta formación puede volverse un camino largo, en la cual el aspirante va guiado
por un maestro capaz de instruirle en los aspectos pedagógicos mientras que mantiene contacto con cierta
cantidad de familias en tratamiento, de forma que haya una experiencia diversa de las dinámicas familiares
entre los diversos roles existentes en los sistemas familiares objetos de estudio. Como se intuye de lo antes
dicho, la formación cuenta con una fase de observación donde el maestro enseña su estilo y enfoque de tratar
a las familias en sus sesiones de trabajo, y una fase de supervisión de los aspirantes por parte del maestro
terapeuta. Habrá casos en que se supervisa de manera directa, donde el aspirante trabaja de la mano con el
supervisor, y de manera indirecta, en que el aspirante prepara vídeos y otras transcripciones para su
supervisor. El supervisor puede intervenir de varias maneras, muy particularmente cuando la modalidad de
trabajo es directa; cuando se trabaja con vídeos la principal ventaja es que el supervisor puede discutir varias
veces los aspectos de la misma sesión de terapia visualizándolas una y otra vez. En cualquier caso es
demandante, pues cualquiera de los enfoques exige tanto del supervisor como del aspirante.

Probablemente la mayor dificultad está en lograr que el terapeuta aspirante logre su objetivo
transformacional en el sistema familiar, pues siempre existe el riesgo de que el aspirante entienda su
aprendizaje como el de una técnica llamada a dar unos resultados encasillados y específicos (propio de un
ingeniero) y no como un arte (digámoslo así) en que el terapeuta busca convertirse en un partícipe del proceso
de sanación del sistema familiar. Debemos esperar, pues, que el aspirante tarde un tiempo razonable en
dominar las mismas capacidades que va desarrollando: es un proceso de ensayo y error que gradualmente va
pasando del conocimiento teórico a la sabiduría que viene dada por la práctica continua.

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Elaine Taveras Suero 27 de enero de 2019
Maestría Profesionalizante en Terapia Familiar

Familias.

“La familia es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio”. En efecto, es en el grupo familiar donde
el individuo aprende a coexistir y formar parte de un grupo más grande con el cual se relaciona y del que
recibe nutrición (física y espiritual), donde se da la primera interacción de cariño y dependencia. Es en el
sistema familiar donde se forman ambos sentidos de independencia e interdependencia presentes en todo
individuo, y resulta curioso que con frecuencia los miembros de la familia no se ven a si mismos como parte
de la estructura familiar, sino que se ven como individuos únicos que interactúan con los demás individuos.
En esta interacción aprende a conocer los espacios que los demás miembros de la familia segmentan en torno
al hogar, con espacios de libre entrada, otros de entrada restringida y aún algunos de entrada vedada, con
todas las consecuencias que conlleva tratar de entrar en esos últimos espacios.

Por contraste el terapeuta familiar ve la red de interacciones familiares y toda la complejidad subyacente en
la misma; mayormente porque está llamado a ver a la familia como un organismo con vida propia, y su propia
eficacia como terapeuta estará marcada por la facilidad (o dificultad) con que logre amoldarse al pulso
familiar.

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