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(Palabras pronunciadas por el Profesor Juan Carlos Rey el 7 de mayo de 2009, en el Paraninfo
de la Universidad Central de Venezuela, al recibir el “Doctorado Honoris Causa” que le fue
conferido por esa casa de estudios)
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nombrar al Dr. Manuel García-Pelayo, sobre cuya influencia en mi carrera
hablaré más extensamente en unos momentos, y que tuvo una importancia
esencial en mi formación como politólogo. Y en tercer lugar, quiero mencionar al
Dr. Luis Castro Leyva, querido y sabio amigo, con quien tuve inolvidables
intercambios intelectualesenriquecedoresy fructíferos, y quien,como Presidente
de IDEA, me proporcionó, al jubilarme de la UCV, un grato y estimulante
ambiente académico en el que pudeproseguir mis trabajos de investigación.
Sirvan estos tres nombres como una sintética muestra expresiva de los muchos
profesores y colegas que merecerían una mención explícita de mi parte.
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Hoy puedo decir, con satisfacción, que he dedicado toda mi vida
académica al cultivo de la Ciencia Política, y dentro de ella he centrado mi
atención en el estudio de la realidad venezolana.
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investigadores y profesores (varios de los cuales me complace en poder ver
presentes aquí hoy, aunque, naturalmente, ya no tan jóvenes) para la Escuela
de Estudios Políticos que la Facultad se proponía crear en el futuro. Tuve la
inmensa fortuna, por ser un alumno distinguido de los últimos años de la carrera
de Derecho que entonces cursaba, de poder incorporarme al Instituto desde el
primer momento de su fundación, y de asociarme a su Director, primero como
Auxiliar de Investigación y, una vez graduado, como Investigador a dedicación
exclusiva, hasta mi jubilación en 1985. Gracias a ello obtuve un lugar de trabajo
ideal, en el que poder desarrollar mi vocación académica en forma digna, lo cual
no es poco. Pero sobre todo, debo a García-Pelayouna formación básica
intelectual y moral, en una época fundamental para mi iniciación académica, no
sólo a través de sus enseñanzas formales sino, mucho más, por medio de sus
consejos diarios, y por una especie de tutoría informal, pero sumamente
exigente, que ejercía sobre sus colaboradores más jóvenes.
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Quisiera utilizar los pocos minutos de los que aun dispongo, para intentar
desarrollar un elogio y una apología de la política, entendida en su doble
aspecto: como noble actividad humana y como forma excelsa de saber, es decir,
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como Ciencia Política. Atendiendo a esa doble condición, Aristóteles consideró
que entre las diversa ciencias o facultades, la política era “suprema y directiva
en grado sumo”, llegando a llamarla Ciencia madre, Ciencia suprema oCiencia
soberana (Ética Nicomáquea, 1094a-b; Política,1282b). Pero, al mismo
tiempo,me gustaría poder desarrollar, también, una severa censura contra la
antipolítica —también en sus dos aspectos (como actividad humana y como
actitud intelectual)— que de diversas formas y bajo muchas modalidades nos ha
infectado desde hace varios años. Una forma de la antipolítica es el desinterés
por la política, un ciertotedium politicae, un hastío de todo lo que tiene que ver
con la política y con los políticos. Pero puede ir mucho más allá, pues suele
manifestarse como una animadversión, que comprende desde el desprecio
hasta el odio hacia los políticos profesionales y a los partidos políticos, y que en
el fondo muchas veces lo que hace es ocultar un rechazo a la democracia. Pero
también forma parte de la antipolítica, la renuncia a la libertad y responsabilidad
personal que nos corresponden como ciudadanos libres y responsables y que
nos obliga a tener que decidir sobre lo común mediante el uso de la deliberación
y argumentación racional, para, en su lugar, optar por la aclamación ciega de
personajes carismáticos, en los que se confía y se deposita toda esperanza de
salvación.
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logros más recientes, a los que más tarde tendré ocasión de referirme, pueden
comparase con ventaja, con alguna de las ramas de la biología o de la química.
En cuanto a las tecnológicas, las desarrolladas por el llamado nuevo
institucionalismo en materia de ingeniería institucional y constitucional, al
servicio de los grandes cambios políticos que se han producido en los últimos
años en todo el mundo, son impresionantes. No lo son menos los avances en el
estudio del comportamiento electoral (votaciones); o los relativos a las teorías de
la decisión o a los llamados modelos económicos de la política, para sólo citar
unos pocos ejemplos.
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a la concepción soberbia, propia de tradiciones como la de Francis Bacon que,
en atención a sus posibles aplicaciones tecnológicas, identifican la Ciencia con
el poder (“saber es poder”), hay que tener presente que la Ciencia no sólo es
técnica, sino que es, también, conciencia de nuestra impotencia y de las
constricciones y limitaciones que la realidad impone a nuestras acciones. Y así,
la Ciencia Política nos debe informar sobre las dificultades que existen para la
acción social y política, sobre la densidad o fragilidad que la materia social pone
a nuestras tentativas de moldearla a nuestro antojo1.
El hecho de que hoy en día todo el mundo se declare partidario convencido
de la democracia, no aleja los peligros del totalitarismo. Pues, frente a la
democracia representativa, que sus enemigos llaman despectivamente
democracia formal, son muchos quienes tratan de afirmar una supuesta
democracia material o de contenido, en aras de la cual sus partidarios están
dispuestos a renunciar a las formas, procedimientos e instituciones políticas y
jurídicas que sirven para limitar el poder de los gobernantes y para preservar la
libertad de los ciudadanos,para, gracias a tal eliminación, implementar políticas
que supuestamente deben producir mayor justicia y bienestar. El peligro es tanto
mayor cuando más grandes sean las esperanzas que el pueblo ponga en el
gobierno. Y cuando se crea que la misión de éste consiste en instaurar “el Reino
de Dios en la Tierra”, entonces, los poderes a los que el gobierno va a aspirar y
los sacrificios que va a exigir al pueblo no tendrán límites, y el camino hacia el
totalitarismo estará despejado.
1KarlR. Popper, Miseria del historicismo (Madrid Taurus-Alianza, 1961) , p. 14; y The Open
society and its enemies. Vol. II(5ª ed. London: Routledge, 1966), p. 94.
2 J.L Talmon, The origins of totalitarian democracy (New York: Frederick A. Praeger, 1965)
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omnipotencia gubernamental sólo sería admisible si ese gobernante fuese
infinitamente sabio e infinitamente bueno, como los creyentes afirman que es
Dios; pero los gobernantes humanos, sometidos a toda clase de pasiones y con
todo género de imperfecciones han de tener limitados sus poderes.
Esto era algo muy claropara un gran pensador como Platón, pese a que en
él han tratado de apoyarse algunos partidarios de los poderes absolutos de los
gobernantes. Es cierto que en su obra La República Platón desarrolla su ideal de
un filósofo rey, que gobierna sin ninguna limitación a su poder. Pero, en cambio,
en obras como ElPolítico y Las Leyes, en las cuales trata de los gobiernos
realmente existentes, es consciente de los inconvenientes que resultarían con
tales poderes absolutos, y reconoce la necesidad de que los gobernantes que no
poseen “la verdadera ciencia”estén sometidos a controles y limitaciones,
especialmente por medio de las leyes. Frente a la pretensión del gobernante
tirano que “obra sin atender a la leyes ni a las costumbres”, bajo el pretexto de
que necesita liberarse de las normas y de las demás limitaciones a su gobierno
para poder llevar a cabo lo que es lo más útil para la comunidad, Platón
denuncia que, en realidad, esa pretensión “va guiada por pasión e ignorancia”
(El Político 301 b-c). Tengamos siempre la advertencia de Platón: no son
elamoral pueblo y la sabiduría, sino lapasión y la ignorancia, los verdaderos
impulsos que llevan al tirano a irrespetar las leyes.
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En cambio Aristóteles, al que muchos consideran el padre de la Ciencia
Política, tenía una concepción totalmente distinta de ésta. A diferencia de las
Ciencias Teoréticas, cuyo objeto es un conocimiento riguroso y un saber
demostrativo; y de las Ciencias Poética o técnicas, relativas a la producción de
artefactos y a las tareas objetivadas, la política era para él fundamentalmente
una Ciencia práctica, prolongación de la ética. Su objeto era la búsqueda de lo
justo y lo excelente, en el contexto de una praxis contingente y variable que no
podía ir más allá de la verosimilitud, ni podría conducir sino a la prudencia. Su
instrumento era la retórica, no entendida despectivamente —como degeneró
después de Aristóteles— como el uso de recursos sofísticos espurios, sino
concebida como arte del razonamiento cuyas premisas son opiniones
únicamente plausibles y que no opera manipulativamente sino en forma
pedagógica. Los juicios políticos así resultantes surgen del contraste de
opciones y pretensiones diversas y reflejan la conveniencia práctica, más que
una verdad absoluta.
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No es exagerado decir que desde Platón hasta bien avanzado el siglo XIX,
han sido abundantes los intentosde quienes han tratado de fundar la teoría
política como una Ciencia teorética rigurosa, capaz de proporcionan un
conocimiento demostrativo, dotado de una garantía absoluta de certeza, acerca
de el orden político justo y acerca de los valores últimos que deben orientar la
visa política (el Derecho Natural es uno de sus muestras más significativas).
Pero en la Ciencia Política el desarrollo de una orientación semejante a la de las
Ciencia Naturales, en el sentido de la eliminación en ellade toda referencia
axiológica explícita a los valores, o bien de la adopción de un relativismo o un
alternativismo en esta materia, fue bastante tardío pues sólo se dio bien
avanzado el siglo XIX. 3
3 Véase, por todos, Arnold Brecht, Teoría Política. Lo fundamentos del pensamiento político del
sigo XX (Buenos Aires – Barcelona: Depalma – Ariel, 1963), passim.
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problemas de la reflexión política clásica relativos al orden político justo, a los
valores de la vida política, a los conflictos entre ellos y a la manera de
resolverlos; y que al dejarlos fuera de su ámbito, los abandonaba al domino de la
improvisación, de la falta de rigor, o, lo que es peor, de la manipulación, del
irracionalismo y de los mitos. Se trata de un reproche justo, pues denuncia las
debilidades de un positivismo empiricista que aquejó a la disciplina por un afán
cientificista, pero frente a tal concepción contemplamos desde hace algunas
décadas una recuperación de sus dimensiones teóricas y filosóficas del
conocimiento de la política, incluyendo a la ética y de las discusiones entorno a
los valores.
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gubernamentales no son de naturaleza puramente técnica, de modo que no se
puedan apoyar en una ciencia rigurosa, como la que creía Platón, sino son de
carácter ético-práctico (muy semejantes a lo que pensaba Aristóteles), por lo que
suponen la necesidad de combinar y conciliar actitudes y opiniones diferentes,
frecuentemente en conflicto, de diversos actores que son personas libres y
racionales,acerca de los objetivos que estiman deseables, acerca de los riesgos
implícitos en las diversas vías de acción y acerca de los costos de todo tipo que
están dispuesto a pagar al elegir una vía, todo lo cual exige una decisión
colectiva democrática.
4R. B. Braithwaite, Theory of games as a tool for the moral philosopher (Cambridge: Cambridge
University Press, 1969).
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permiten argumentar racionalmente acerca de las ventajas y desventajas de
diversas soluciones alternativas.
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rigurosamente sobre lo que está ocurriendo y sobre las salidas posibles y
deseables, pues estoes una condición previa indispensable para el cambio.
<http://www.analitica.com/va/politica/opinion/1729969.asp>
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