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Dirigida por Robalo I lariiri

EL PADRE Y SU FUNCION
EN PSICOANALISIS

FAlicio n e s 4ti eVis ió n


Bueno s Air es
ciertos azares de su práctica. El criterio que adopté delibera- Capítulo 1
damente fue el de exponer, desde una perspectiva sinóptica, la INTRODUCCION:
infraestructura capaz de ordenar sus aspectos esenciales de LA FUNCION DEL PADRE EN PSICOANÁLISIS
suerte que esta función apareciese sobre todo en su lógica
interna, expurgada de todas las implicaciones metapsicológicas
y clínicas que inevitablemente suscita.
Dichas implicaciones no dejaron de ser evocadas y vigoro-
samente discutidas a lo largo de esa enseñanza, que permanece
en mi memoria como un enriquecimiento personal particular-
mente "frondoso". Por esta razón, me importaba conservar su
testimonio en mi poder antes que cargar con él la exposición
inicial que lo había suscitado, a la hora de trasladar lo esencial
por escrito con fines de publicación.
La sobriedad del texto que va a leerse deja seguramente en En el campo psicoanalítico, la noción de padre está cargada de
suspenso, pues, buen número de preguntas y comentarios que una connotación muy particular. El padre al que nos referimos
conservan toda su agudeza legítima. En cambio, esa concisión permanece sustraído en ciertos aspectos a la acepción común
me permitió restituir el espíritu y la letra del proyecto de ori- que nos hacemos de él inicial y cotidianamente, como agente de
gen: bosquejar un practicable teórico riguroso volcado a proponer la paternidad ordinaria. Tampoco se trata de ir a buscar su in-
una sólida orientación en el espacio de una topografía psíquica cidencia en el horizonte de una evolución histórica que a su vez
compleja, real, imaginaria y simbólica a su turno, en la que se resultaría ajena al contexto en el que esta noción produce sus
resuelve la función del padre frente a lo inconsciente. efectos en psicoanálisis.
Contra todo lo que se podía esperar, y hasta invalidando
cualquier idea establecida, en el campo conceptual del psico-
Desde hace un tiempo, se ha hecho una regla el acoger todo análisis la noción de padre interviene como un operador sim-
texto analítico de carácter didáctico como un pensum de tri- bólico anhistórico. Entendámoslo entonces como un referente
vialidades más o menos ordenadas a cuyo respecto se ha torna- que presenta la particularidad esencial de no ser asignable a
do habitual, en el mejor de los casos, saludar el coraje meritorio una historia, por lo menos en el sentido de una ordenación
de la prestación. Bastante tiempo atrás me cercioré de que este cronológica.
gesto conmiserativo solía ocultar otro, cuando menos a causa Sin embargo, aun estando fuera de la historia, igual se halla
de que varios de aquellos lugares comunes fundamentales del paradójicamente inscrito en el punto de origen de toda historia.
psicoanálisis eran generosamente indigentes en más de uno de La única historia que podemos suponerle lógicamente es una
tales benévolos comentadores. historia mítica. Mito necesario si los hay, ya que esta suposición
Asimismo, más que pretender una contribución original a la es precisamente universal.
cuestión del padre en el campo del psicoanálisis, el texto que Por otra parte, sea cual fuere la provocación aparente que de
sigue responde a la inquietud de esclarecer ciertas nociones ella resulta respecto de los padres inscritos en la realidad y en
canónicas, a menudo entrojadas con excesiva premura en la su historia singular, esta noción de padre en psicoanálisis
escarcela psicoanalítica de los diversos practicantes. tampoco remite exclusivamente a la existencia de cierto padre
Baugé, 1989. encarnado. De hecho, nada garantiza nunca de antemano que
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esta encarnación corresponda con seguridad a la consistencia función se encuentra así potencialmente abierta a todo "agente
de un padre investido de su legítimo poder de invención diplomático" de la realidad, por poco que su intercesión sim-
estructurante desde el punto de vista de lo inconsciente. Con bólica sea lógicamente significante frente a la economía del
este carácter, por poco que sin embargo debamos considerarlo deseo del niño en su articulación con el deseo de la madre. El
como un serse trata menos de un ser encarnado que de una genitor, que puede postularse legítimamente al título de em-
entidad esencialmente simbólica, ordenadora de una función. bajador privilegiado, nunca es otra cosa que un caso de figura
La relevancia de este modo de existencia simbólica le con- posible requerido por la exigencia de esta misión de repre-
fiere entonces su carácter fundamentalmente operativo y es- sentación.
tructurante para todos los humanos, es decir, cualquiera que Sin embargo, en el terreno de este ministerio esencialmente
sea el sexo de quien se ve referido a él. simbólico, no cualquier "agente diplomático" es por fuerza el
En otras palabras, precisamente porque este padre simbólico representante más adecuado para el negociamiento de esa
es universal —de ahí la esencia de su necesidad—, no podemos misión. No todos son susceptibles de llevarla a cabo igualmente.
dejar de quedar involucrados por la incidencia de su función, Imposible es desconocer que lo simbólico permanece funda-
función que estructura nuestra ordenación psíquica en calidad mentalmente enfeudado a la instancia del lenguaje. En estas
de sujetos. En efecto, al hablaser no se le propone ninguna otra condiciones, así como un diplomático disfruta de un crédito
salida que suscribir el vasallaje impuesto por esta función mayor cuando habla la lengua extranjera del país en que ejerce
simbólica paterna que lo sujeta en una sexuación. Por lo demás, la embajada, el embajador paterno cumplirá mejor aún su
en proporción a esta especificación, se propone al sujeto un delegación simbólica si practica la lengua del deseo de aquellos
espacio de identidad sexual que no tiene por fuerza adecuación protagonistas ante los que debe asumir su función. Bajo este
biunívoca con la biparticipación biológica de los sexos. aspecto, y exclusivamente bajo este aspecto, los padres de la
En tales condiciones, ¿bajo qué insignia se sitúan los padres realidad demostrarán ser más o menos buenos embajadores.
encarnados, es decir, los hombres puestos empíricamente en Más allá de estas metáforas plenipotenciarias se desprende
situación de designarse como padres? una primera conclusión: ningún padre de la realidad esposeedor
A lo sumo se presentan como diplomáticos, e incluso, por lo y, a fortiori, fundador de la función simbólica a la que repre-
regular, como embajadores ordinarios. En el sentido habitual senta. El es el vector de esta función. En ciertos aspectos esta
del término, el embajador representa a su gobierno ante el distinción instaura la distancia existente entre la paternidad y
extranjero a fin de asumir la función de negociar allí todas las la filiación. Por desplegarse en un nivel prioritariamente sim-
operaciones correspondientes. Ninguna definición sería más bólico, la filiación, desde el punto de vista de sus incidencias
adecuada para los padres captados en su realidad yen su his- propias, es predominante con respecto a la paternidad real. No
toria. Así pues, dejando a salvo la metáfora, designemos al pa- obstante cualquier apreciación cualitativa, se trata de valorar
dre, en lo real de su encarnación, como aquel que debe representar exactamente un hecho de estructura que trasciende a la di-
al gobierno del padre simbólico, estando a su cargo asumir la mensión empírica y contingente de la paternidad.
delegación de esta autoridad ante la comunidad extranjera Se impone ahora una segunda consecuencia referida a la
madre-hijo. cualidad del padre. Para el caso, importa menos interrogarse
Hasta el presente, el hecho de no haberse producido entre el sobre las virtudes mismas del padre que inspeccionar esta
padre y el genitor ninguna colusión dice a las claras hasta qué cualidad en la acepción aristotélica del término, es decir, como
punto la entidad paterna que captamos parece corresponder nos invita a hacerlo Lacan, en el sentido de una naturaleza. En
tan sólo a una pura representación simbólica. Como tal, esta primer lugar, conviene distinguir la soberanía de la función
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paterna que habitualmente se filtra en la denominación gené- haber insistido en la incidencia explícita de este cuarto ele-
rica de Padre simbólico, de su existencia concreta e histórica en- mento en la triangulación de los deseos recíprocos del padre,
carnada en cuanto Padre real. En segundo lugar, es de recibo la madre y el hijo, ya que no podría haber otra triangulación
dar su importancia al Padre imaginario, entidad fantasma tica si edípica que la del deseo con respecto al falo. Al no haberlo
las hay,' sin la cual ningún Padre real podría recibir la investi- localizado estructuralmente en este espacio de configuración,
dura de Padre simbólico. Toda la trascendencia del Padre muchos comentadores dudosos se precipitaron en la impug-
simbólico resulta tan sólo de un simbolismo legalista. De hecho, nación clásica de la universalidad del complejo de Edipo,' o
la instancia del Padre simbólico es ante todo referencia a la Ley incluso en la vertiente de una revisión saludable del mito
de prohibición del incesto, que por lo tanto prevalece sobre edípico tributaria del antifalocratismo generosamente alimen-
todas las reglas concretas que legalizan las relaciones e inter- tado por el imaginario feminista.
cambios entre los sujetos de una misma comunidad. En con- Con justa razón, y utilizando una conocida humorada, Lacan
secuencia, precisamente porque el Padre simbólico es tan sólo repetía a quien quisiese oírlo que sólo se podía practicar el psi-
depositario legal de una ley que le viene de otra parte, ningún coanálisis si se sabía contar hasta tres. Ahora bien, sea como
Padre real puede jactarse de ser su poseedor o fundador. Pero fuere, para manejar un practicable aritmético tan mínimo de-
en cambio, le corresponde tener que hacerse valer por ser su re- bemos saber disponer de cuatro elementos, siendo el cuarto la
presentante. unidad: el Uno, que no es un número estrictamente hablando
Con este fin, la prescripción simbólica de dicha ley supone la sino el conector de la construcción de todos los otros'
condición previa de una negociación imaginaria que se des- Lo mismo sucede con la triangulación edípica padre-madre-
pliega entre los diversos protagonistas familiares: Padre-ma- hijo, que sólo tiene sentido estructuralmente si la aprehende-
dre-hijo, comúnmente reunidos bajo la égida de la triangulación mos en referencia a la unidad fundadora que la ordena, el falo,
edípica. No hay recuento más desgraciado, en el sentido de que entidad más irreductible aún por cuanto es la unidad signifi-
los tres protagonistas sólo logran discriminarse en esta trian- cante de lo real de la diferencia de sexos. Como tal, el falo
gulación en la medida en que son referidos todos a un cuarto constituye el centro de gravedad de la función paterna que
elemento: el falo.' Sólo este cuarto elemento constituye el permitirá a Un Padre real llegar a asumir su representación
parámetro fundador susceptible de inferir la investidura del simbólica. Para eso bastará con que sepa dar la prueba, en un
Padre simbólico a partir del Padre real, por el sesgo del Padre momento dado, de que él es precisamente capaz de actualizar
imaginario.
Debemos a Lacan, sobre la base de su lectura de Freud, el
3 La más célebre fue la de Malinowsky, en una época contemporánea de
Freud. Tanto por su explicación personal de los tabúes como por su crítica del
complejo de Edipo, Malinowsky se opuso en todos los aspectos a las teorías
ILa cualidad del padre imaginario abarca aproximadamente la noción freudianas; sobre todo a partir de sus trabajos sobre los pobladores de las islas
freudiana de imago, en el sentido en que Laplanche, por ejemplo, la define Trobriand en Melánesia, que le permitieron discutir la universalidad del
como "prototipo inconsciente de personaje (...) elaborado a partir de las complejo de Edipo. Cf. B. Malinowsky, La vie se cele des sauvages du Nord-
primeras relaciones intersubjetivas reales o fantasmáticas con el medio familiar". °atm de la Mélanésie, Paris. Payot, 1930. Las tesis de B. Malinowsky fueron
Cf. J. Laplanche, 3.B. Pont al is,Vocabulaire dela psychanalyse, Paris, P.U.F., 4a. objeto de vivas críticas por parte de C. Lévi-Strauss en su célebre obra: Les
ed., 1973, p. 195. sourours élémenusizes de la parné, Paris/La Haye, Mouton de Gruyter, 1971.
'La acepción rigurosa del término falo está desarrollada en el tomo 1 de mi ' Se trata de una referencia canónica a los trabajos de G. Frege sobre la
obra Inooduclion d la lecture de Latan, Paris, Denoel, 1985, cap. 11: "La construcción del número cardinal. Cf..1. Dor, L'a-scienalicild de la psychanalyse,
prévalence du phallus", pp. 89/96. 11, Paris, Editions Universitaires, 1988, pp. 157/164.

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la incidencia fálica como el único agente regulador de la referente, el papel simbólico del padre está sostenido ante todo
economía del deseo y de su circulación respecto de la madre y por la atribución imaginaria del objeto fálico. En consecuencia,
del hijo. basta que un tercero, mediador del deseo de la madre y el niño,
Puestos a exorcizar las proposiciones "pedago-lógicas" y las haga de argumento a esta función, para que su incidencia lega-
vulgaridades psicologizantes difundidas aún con generosidad lizadora y estructurante se signifique. Ahora bien, en última
excesiva en los medios educativos alrededor de la carencia del instancia, hacer de argumento a esta función no implica en
Padre,' asegurémonos de que la función paterna conserva su absoluto la existencia hic et nunc de un Padre real.
virtud simbólica inauguralmente estructurante, incluso en La aplicación de esta función resulta esencialmente de la de-
ausencia de cualquier Padre real. En efecto, bajo reserva de terminación de un lugar tercero en la lógica de la estructura, la cual
ciertas condiciones particulares inevitablemente requeridas en confiere, como contrapartida, una consistencia exclusivamente
este caso de figura límite, y salvando la inquietud de tener que simbólica al elemento que lo ocupa. En este sentido, el estatuto
significarlas de manera oportuna, la función del Padre simbó- del Padre simbólico puede ser legítimamente reducido, como
lico resulta, en efecto, fundamentalmente inductora de aquella lo menciona Lacan, al estatuto de W7 significante, que él entonces
promoción estructurante en razón de su carácter de radical designa Nombre-del- Padre. Estatuto desconcertante si los hay,
exterioridad con respecto al Padre real. ya que en nada exige la presencia de un hombre en situación de
En último extremo, el acento recae, por lo tanto, sobre el designarse como padre en la realidad.
alcance inexpugnable de esta función simbólica que constituye Precisamente por hallarse investido de una contextura pu-
la piedra angular de la problemática paterna en psicoanálisis. ramente significante, el padre puede vectorizar cierta homoge-
El carácter estructurante de esta función proviene del mero neidad que a su vez encuentra su basamento lógico en una ope-
hecho de apoyarse ésta en un principio estructural. No se trata ración simbólica: la metáfora del Nombre-del Padre. Una operación
de una pura y simple redundancia. Se trata de comprender que de esta índole en la que el niño sustituye el significante del
dicha función se aplica dentro del marco de una estructura, es deseo de la madre por el significante Nombre-del-Padre, con-
decir, del conjunto de un sistema de elementos gobernados por tribuye así a conferir al padre un estatuto perfectamente ori-
leyes internas" En un sistema semejante, basta que se mueva ginal. De hecho, al cabo de esta sustitución significante, todo se
uno solo de los elementos para que la lógica reguladora del presenta como si el padre con el que tenemos que vérnoslas no
conjunto de todos los otros se modifique a su vez. Dado que la fuera otra cosa —y así lo formula Lacan— que una pura me-
lógica de estas diferentes regulaciones constituye precisamen- táfora.'
te la expresión de la función paterna, se comprende que pueda
seguir siendo operativa aun en ausencia de cualquier Padre
real.
Puesto que la dimensión del Padre simbólico trasciende a la
contingencia del hombre real, no es necesario que haya un
hombre para que haya un padre. Siendo su estatuto el de un puro

5 En lo relativo a la cuestión de la carencia paterna, véase in cap. IV, pp.


43 y sigs.
'Referido a "estructura", cf. J. Dor, Snuctutr et Pemeisions, Paris, Denoel, 'Cf. 3. Lacan, Las finmaciones del inconsciente, 1957-1958, inédito, seminario
1987, cap. 4, pp. 69 y sigs. del 15 de enero de 1958.

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Capítulo II
NATURALEZA - CULTURA:
LA PROHIBICION DEL INCESTO
Y EL PADRE DE LA "HORDA PRIMITIVA"

En el intento de circunscribir de manera más profunda la esen-


cia conceptual de la noción de padre que acabamos de introducir,
habremos de referirnos al mito simbólico del padre de la horda
primitiva.
Freud expone este mito al término de numerosos análisis
antropológicos que constituyen el cuerpo de su célebre obra
Tótem y tabú: Sin retomar el curso de estos valiosos desarrollos,
nos detendremos en la tesis del padre primitivo según la
elabora al final de su estudio. Debemos comprender este mito
como aquel del que no es posible prescindir para acercarse a la
teoría psicoanalítica del padre, ya que toda la consistencia de
esta teoría proviene precisamente de él.
Con este fin, parece empero oportuno situar rigurosamente
la cuestión en relación con el problema epistemológico que sus-
cita: el problema naturaleza-cultura, que nos vuelve a llevar en
línea recta, como veremos, al estatuto del padre primitivo.

En el campo de la reflexión filosófica, el problema naturaleza-


cultura se planteó en términos de dualidad sólo en épocas
bastante recientes. Esta articulación puede ser ubicada apro-

I S. Freud, Totem und Taba (1912/1913), G.W., IX, S.E., XIII, 1/161. trad.
francesa lankélevitch: "Totem et Tabou", Paris, Payot, n° 77, 1973.

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ximadamente en el siglo xviii. Es indudable que se trata de un una exigencia necesaria de la razón. Y lo era, como mínimo, por
dos motivos. Por un lado, le parecía evidente que nunca más
asunto tan viejo como el hombre, ya que precisamente la pro-
blematización de este par naturaleza-cultura abre toda la podríamos conocer el estado de naturaleza Por el otro —añadía—,
tal vez ese estado de naturaleza no haya existido nunca. La
cuestión del origen del hombre.
ficción le parecía tanto más imperiosa cuanto que sobre ella
Tradicionalmente, el par naturaleza-cultura se presenta como
debía fundar él todas las tesis de su famoso contrato social'
un par de entidades opuestas. Lo cultural, que se referiría ante
todo a lo adquirido, a lo social, a lo construido e instituido, se Si, por lo tanto, el paso del estado de naturaleza al estado de
opondría de entrada a lo perteneciente al orden de lo innato. cultura no puede ser objeto de una formulación objetiva, ¿cómo
En este sentido, cabe suponer una idea de progresión ordenada conceptualizarlo? Rousseau sugiere concebirlo "por imagina-
y jerarquizada entre el estado de naturaleza y el estado de ción". Sólo el hombre cercano al estado de naturaleza logrará,
cultura. A manera de consecuencia, la cultura se vería plan- debido a su pureza moral, hacer revivir un estado semejante.
teada también como resultado de un progreso. Nos hallamos de este modo con una tesis cara a Rousseau, Ix
Problematizada en estos términos, semejante concepción del hombre como "animal depravado", tesis que él sólo puede
del paso de la naturaleza a la cultura fue poco más o menos que sostener al precio de ciertas equivalencias discursivas. En pri-
insoluble, pues no existía una estrategia epistemológica con- mer lugar, ella supone que la moralidad es inherente al estado
secuente capaz de vectorizarla. De hecho, la instauración de de naturaleza En segundo lugar, implica que la depravación es
este modo de relación entre la naturaleza y la cultura conduce propia del estado de cultura. En el estado de naturaleza, el
necesariamente a atolladeros racionales e incluso a aporías hombre ignora supuestamente los valores axiológicos como
lógicas. el bien y el mal. Pero aun siendo un bruto amoral, es de todos
Un filósofo como Jean-Jacques Rousseau, quien sin em- modos un bruto feliz.
bargo presintió notablemente esta dificultad, no pudo sacarle Mientras que todo su infortunio proviene del hecho de que
partido. La prueba más tangible se encuentra en su célebre puede perfeccionarse, debe a esta aptitud la potencialidad de
estudio: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desi- hacerse realmente hombre, es decir, "animal dotado de razón".
gualdad entre los hombres.' Además, el hombre natural ingresa en el orden propiamente
En esta reflexión, Rousseau parte de la siguiente idea ge- humano por la vía de este perfeccionamiento, que lo inserta
neral: la naturaleza del hombre se habría visto pervertida, poco a poco en el orden cultural.
corrompida por la sociedad. Por esta razón, sólo una ficción del Para Rousseau, pues, el mismo movimiento por el que el
hombre en estado de naturaleza permitiría restituir lo que la hombre aparece, de algún modo lo pierde al mismo tiempo. La
cultura destruyó por completo. naturaleza encierra dentro de sí los gérmenes de su superación
Esta idea de una ficción necesaria introducida por J.J. Rous- pero, contradictoriamente, estos gérmenes son origen del in-
seau merecede nuestra parte una extremada atención. Supone, fortunio del hombre. De ese modo, en Rousseau se muestra
en efecto, que en el siglo xvinel estado de naturaleza ya no podía radicalmente recusada la idea de un progreso ligado a la cul-
ser pensado de otro modo que con la forma de un concepto tura. Pensar en la cultura como fuente de progreso es una
operativa Por lo demás, el propio Rousseau insistía acertada-
mente en ello, pues presentía esta referencia a la ficción como

3 J.J. Rousseau, Du conavt social pi pincipes da decir politique, Paris,


2 J.J.Rousseau,Discows sur l'origine ei les fondemenis de l'inégalair olor les
nomines, Paris, Gallimard, 1965. Marabout Université, 1974.

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utopía, puesto que la cultura niega al hombre toda posibilidad No fue el esfuerzo de Lévi-Strauss imaginar un estado de
de escapar a la corrupción y a la depravación. De ahí la naturaleza tan hipotético como inaccesible, cuyo proyecto heu-
necesidad imperativa de un contrato social, destinado a re- rístico se le aparecía en completa oposición con el rigor de la
conciliar a la sociedad (a la cultura) con las existencias de la investigación científica. Por el contrario, se aplicó a tratar de
felicidad (la moralidad). definir un criterio que permite distinguir rigurosamente entre
Sin ahondar en las grandes líneas que dan vida a esta re- lo que es natural en el hombre y lo que es cultural. A su juicio,
flexión, podemos extraer empero algunos elementos de conclusión este criterio sólo podía ser establecido si se respetaban ciertas
en lo que atañe a la concepción clásica naturaleza-cultura. exigencias.
En ciertos aspectos, todo se presenta como si en este con- De un lado, lo natural tiene que poder obedecer a leyes uni-
texto clásico el hombre perteneciera al estado de naturaleza versales hasta por definición. Del otro, no parece que lo cultural
por su cuerpo, es decir lo biológico, o sea en cierto modo por el se podrá instituir sino en virtud de reglas particulares de
orden de la necesidad Pero parece que no puede superar este funcionamiento. Así pues, todo lo que habrá de universal en el
estado de naturaleza más que con el advenimiento de la razón hombre constituirá su naturaleza y el resto deberá ser nece-
y la libertad, que le dan acceso a la cultura. Así pues, la cultura sariamente considerado como un producto de la cultura.
nace de la naturaleza del hombre. Puesto que esta concepción la En otro aspecto, como las sociedades humanas están nor-
plantea siempre implícitamente como fruto de un progreso, es madas y reguladas, todas ellas deben ser consideradas en
lógico que se entendiera a las sociedades llamadns primitivas estado de cultura, incluidas las que se da en llamar sociedades
como otras tantas etapas antropológicas transitorias condu- primitivas. Es completa la oposición con las sociedades ani-
centes a su adquisición. Comprendemos así por qué en campos males, de ningún modo coextensivas a una cultura. Así pues, se
conceptuales sumamente reductores se llevaron a cabo gran trata de poder identificar, a través de todas estas culturas, el
número de estudios que aparecen ampliamente sobredeter- sustrato común al conjunto de los hombres, del que entonces se
minados por aproximaciones ideológicas dudosas' podrá decir que constituirá su estado de naturaleza.
Debemos reconocer a Rousseau, sin embargo, el mérito de Con Lévi-Strauss, el problema queda planteado de un modo
haber echado las bases de la antropología contemporánea, y absolutamente nuevo. Puesto que todos los hombres participan
ello en su tiempo y a su manera. ¿Acaso no sugería recurrir en una cultura, la cultura no puede aparecer sino como la única
a la experiencia como medio para reencontrar lo natural del naturaleza del hombre. El sustrato común buscado será, a la
hombre a través de lo cultural? Si ciertas observaciones ex- vez:
perimentales dieron lugar a reducciones ideológicas inacep-
tables, otras en cambio condujeron a resultados mucho más 1. Lo que define a una cultura.
positivos. En particular, las investigaciones antropológicas 2. Lo que, siendo universal, participa de una naturaleza.
de Lévi-Strauss permitieron despejar el problema naturaleza-
cultura sobre bases operativas sorprendentemente nuevas. En las reglas que rigen los intercambios matrimoniales pone
Lévi-Strauss en evidencia el sustrato común. Entre estas reglas
figura siempre, en efecto, una ley universal que es la de la pro-
°Mencionemos, a título de ejemplo, ciertas conclusiones antropológicas de hibición del incesto. Ella constituye, pues, el criterio riguroso
Luden Lévy Bruhl acerca de la mentalidad pimitiva. Cf. L. Lévy Bruhl, Les que permitirá separar la cultura de la naturaleza. Este hecho in-
fonctians mentales dans les sociétés inféneures, Paris, 1910; también La n'entalla discutible, que no es ni puramente cultural ni puramente natu-
plimitive, Paris, 1922. ral, aparece señalado por Lévi-Strauss en los términos siguientes:
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Dondequiera se manifieste la regla, sabemos con certeza que sc natural. Para que esta distinción pueda ser aceptada, hay que
está en el piso de la cultura. Simétricamente, es fácil reconocer el suponer lógicamente la posibilidad de que exista un invariante
universal criterio de la naturaleza [...J. natural y universal específico en todos los hombres. ¿Cómo
Postulemos, pues, que todo lo que es universal en el hombre demostrar objetivamente este invariante? La cosa no es tan
corresponde al orden de la naturaleza y sc caracteriza por la
sencilla y parece haber argumentos que se le oponen, espe-
espontaneidad, que todo lo que tiene que ver con una norma
pertenece a la cultura y presenta los atributos de lo relativo y lo
cialmente ciertos hechos de observación psicológica que ten-
particular [...1.
derían a probar que la existencia de semejante invariante no es
La prohibición del incesto presenta indisolublemente reunidos, y más que pura ficción.
sin el menor equívoco, los dos caracteres en los que reconocimos El hecho de experiencia de los " tliñOS salvajes" nos aporta la
los atributos contradictorios de dos órdenes excluyentes: esta argumentación crítica más clásica. En efecto, estos casos límite
prohibición constituye una regla, pero una regla que, única entre parecen demostrar que sin cultura el hombre no es nada, ni
todas las reglas sociales, posee al mismo tiempo un carácter de siquiera un animal, ya que se presenta como menos que un
universalidad.5 animal.
El niño salvaje, que no es un hombre natural, no posee nin-
Y Lévi-Strauss prosigue de esta manera: guno de los comportamientos naturales y adaptivos de los ani-
males. Queda así invalidada la idea de que el hombre pudiese
La prohibición del incesto no es ni puramente de origen cultural retornar, por regresión, a un estado cualquiera de naturaleza.
ni puramente de origen natural: y tampoco es una dosificación de El estado de naturaleza resultaría entonces tanto más una pura
elementos heteróclitos tomados parcialmente a la naturaleza y
y simple ficción cuanto que el aislamiento social no constituye
parcialmente a la cultura. Constituye la gestión fundamental gra-
cias a la cual, pero sobre todo en la cual, se cumple el paso de la
en absoluto una condición favorable al desarrollo de un estado
naturaleza a la cultura. En un sentido pertenece a la naturaleza natural sino, por el contrario, una condición de desarrollo
pues es una condición general de la cultura, y por consiguiente no aberrante. Falta sólo un paso para concluir que en el hombre
hay que asombrarse de verla recibir de la naturaleza su carácter todo es necesariamente producto de cultura, y que debe de-
formal, es decir la universalidad. Pero también en un sentido es ya secharse la idea de un invariante natural; y este paso se da
la cultura, ejerciéndose e imponiendo su regla en el seno de rápidamente.
fenómenos que no dependen de ella en primer lugar.6 En algunos aspectos, la teoría psicoanalítica permitirá, de-
jando a salvo ciertas condiciones, reintegrar el concepto de
Esta puntualización epistemológica de Lévi-Strauss nos ofre- naturaleza en el hombre de acuerdo con el criterio sentado por
ce la confirmación más segura del carácter anhistórico del pa- la antropología. El sustrato que se buscaba puede ser definido
dreque señalábamospoco antes.' ¿Cómo es que el padre puede como un sustrato psicológico que manifiesta su expansión más
estar, a la vez, fuera de toda historia y en el punto de origen significativa en el orden edípico. El hombre participa en la na-
de lo que la constituye? turaleza por su inscripción insoslayable en la dinámica edípica,
Admitamos la ley de prohibición del incesto como lo que fundamentalmente ordenada por la dialéctica del deseo frente
permite distinguir estrictamente en el hombre lo cultural y lo a la diferencia de sexos. En otros términos, precisamente
porque la ley de prohibición del incesto es capaz de establecer
5 C. Lévi-Strauss, Les saucuars élémentaars de la palearé, op. cit., pp. 9/10, el límite entre lo natural y lo cultural, el orden edípico puede
lbíd., p. 29. presentarse con toda legitimidad como el sustrato universal
Cf. supla p. 13. que asigna en el hombre la dimensión de lo natural.
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Al hacerse coextensiva al orden edípico, la problemática de los miembros de esta asociación fraterna. Ahora bien, me-
naturaleza-cultura desplaza su espacio de oposición insoluble diante el acto de la absorción realizaban su identificación con él,
hacia el de un conflicto que habrá de culminar en un resultado. apropiándose cada uno de una parte de su fuerza»)
De hecho, el orden edípico se define cabalmente como el lugar
de este conflicto susceptible de resolución, permitiendo al Freud se extiende largamente sobre el carácter ambivalente
sujeto el acceso al registro simbólico, es decir, a la cultura. de esta fiesta canibalística:
En resumen, la lectura surgió de la expresión de una falta.
Porque lo natural en el hombre es isomorfo al orden edípico, la Basta admitir que la banda fraterna, en estado de rebelión, abri-
cultura pasa a ser legítimamente la verdadera naturaleza del gaba hacia el padre sentimientos contradictorios que, por lo que
hombre, nacida de la prohibición originaria del incesto. En este sabemos, forman cl contenido ambivalente del complejo paterno
sentido la problemática naturaleza-cultura reorienta de pleno en cada uno de nuestros niños y de nuestros neuróticos. Odiaban
al padre que se oponía con tamaña violencia a su necesidad de
derecho la cuestión del padre en psicoanálisis, ya que precisa-
potencia y a sus exigencias sexuales, pero, sin dejar de odiarlo, lo
mente de esta prohibición originaria del incesto se esfuerza por amaban y lo admiraban. Después de suprimirlo, después de haber
dar cuenta el mito freudiano del padre de la horda primitiva. satisfecho su odio y realizado su identificación con él, debieron de
abandonarse a manifestaciones afectivas de exagerada ternura.
Lo hicieron en la forma del arrepentimiento; experimentaron un
sentimiento de culpabilidad que se confunde con el arrepentimiento
El mito freudiano del padre primitivo se asienta principal- comúnmente experimentado. El muerto adquirió un poder mucho
mente en la concepción darwiniana "de un padre violento, mayor del que había poseído en vida H.
celoso, que guarda para sí a todas las hembras y expulsa a sus Lo que el padre había impedido en tiempos lejanos por el solo
hijos a medida que crecen".s Así pues, ante todo, esta horda hecho de su existencia, los hijos se lo prohibían ahora así mismos
primitiva es una banda de hermanos sometidos a una tiranía en virtud de esa "obediencia retrospectiva" característica de una
situación psíquica que el psicoanálisis nos ha tornado familiar.
sexual forzada. Excluidos, acaban constituyendo no obstante
Desautorizaban su acto prohibiendo cl asesinato del tótem, sustituto
una fuerza suficiente para oponerse al despotismo paterno. del padre, y renunciaban a recoger los frutos de estos actos
Como señala Freud, su unión les permitía "realizar lo que cada negándose a tener relaciones sexuales con las mujeres que él
uno de ellos, tomado individualmente, hubiese sido incapaz de había liberado»
hacer.'
Afirmados en su seguridad, deciden dar muerte al tirano; lo Freud justifica de este modo uno de los componentes esen-
matan, y luego lo consumen en una comida canibalística. Y ciales del complejo de Edipo. En efecto, el sentimiento de
Freud proseguirá: culpabilidad que engendran originariamente estas dos prohibi-
ciones reaparece ejerciéndose en la situación edípica a través
Nada tiene de asombroso el que comiesen el cadáver de su padre, de dos deseos fundamentalmente rechazados: el asesinato del
puesto que se trataba de primitivos caníbales. El antepasado vio- padre y las exigencias sexuales` para con la madre.
lento era ciertamente el modelo envidiado y temido de cada uno
El mito freudiano se prolonga entonces del siguiente modo:

8 S. Freud, Toro» er Tabou, op. cit., p.162.


19 S. Freud, Toren; el Tatur, op. cit., p. 163.
lbíd., p. 163.
11 lbíd., pp. 164/165. (El subrayado me pertenece.)

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La necesidad sexual, lejos de unir a los hombres, los divide. Los Todas las implicaciones de este mito necesario de la horda
hermanos, que mantenían su alianza mientras se trataba de supri- primitiva prueban ser otros tantos argumentos susceptibles de
mir al padre, se transformaban en rivales no bien era cuestión de dilucidar la noción de padre según nos es posible apreciar su
apoderarse de las mujeres. Cada cual hubiese querido, a ejemplo función en el campo de investigación de lo inconsciente.
del padre, tenerlas todas para él, y la lucha general en que esto
hubiese desembocado habría conducido a la ruina de la sociedad.
Ya no había hombre que, superando en potencia a todos los
demás, pudiese asumir el papel del padre. Así, los hermanos, si
querían vivir juntos, podían tomar un solo partido: tras superar tal
vez graves discordias, instituir la interdicción del incesto por la cual
renunciaban todos a la posesión de las mujeres codiciadas, siendo
que la razón principal por la que habían matado al padre fue el
asegurarse de esa posesión»

Al término de esta presentación sinóptica del tema freu-


diano de la horda primitiva, un último punto reclama aún
algunas precisiones. Puesto que se llegó a reprochar a Freud
el aspecto precisamente ynítico de su excursus antropológi-
co, mencionemos en su descargo que este carácter mítico no
parece habérsele escapado. Más aún, a su entender, había
quedado claramente establecido que se trataba de un mito
necesario, como ya lo señala en las primeras líneas de Tótem y
Tabú:

Hemos intentado deducir en este libro el sentido primitivo del to-


temismo partiendo de sus rastros y supervivencias infantiles, de
los aspectos en que se manifiesta durante el desarrollo de nuestros
propios hijos. Las estrechas relaciones que existen entre el tótem
y el tabú parecen ofrecer nuevas bases a esta hipótesis; pero aun
en la suposición de que ésta revele ser finalmente inverosímil,
estimo de todas formas que habrá contribuido en cierta medida a
aproximarnos a una realidad desaparecida y tan difícil de re-
construir."

12 S. Freud, Tosen: ei Tabou, (T. Cir., p. 165. (El subrayado me pertenece.)


13 S. Freud, roten, el Tatou, op. cit., pp. 6/7. (El subrayado me pertenece.)

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