Decisión: 2000-000240 de la Sala de Casación Penal.
Tribunal Supremo de Justicia.
Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Ángulo Fontiveros.
Fecha: 29 de febrero de 2000.
Partes: Procter & Gamble de Venezuela, C.A. Vs Juan Simón Gandica
Silva.
Recurrente: Procter & Gamble de Venezuela, C.A.
Resumen de los hechos: El 16 de octubre de 1995, en el diario 2001,
concretamente en su editorial, fueron vertidos comentarios en contra de la reputación de la demandante, al establecer de manera categórica la editorial de dicho diario que “la crema dental ‘CREST’ causa cáncer”. Ante estos hechos, la empresa, demandó por difamación al periodista que firmó la editorial publicada por dicho diario. En primera instancia, el Juzgado Quinto de Reenvío en lo Penal, declaró terminada la averiguación sumaria presentada por la demandante por el delito de difamación, al considerar este Juzgado, que el delito de difamación, solo es posible cuando la víctima resulta ser una persona natural. De esta manera, no es posible hablar de difamación, en palabras del juzgado a quo, cuando los hechos que pudieran ser tipificados como difamación son realizados en contra de una persona jurídica strictu sensu, como es el caso de una sociedad mercantil como la accionante.
Sentencia objeto de análisis: En este recurso de Casación, la denuncia
de la parte recurrente, consistió en la errónea aplicación del juzgado a quo de los artículos 444 del Código Penal y 59 de la Constitución del 23 de enero de 1961, y la indebida aplicación del artículo 206.1 del Código de Enjuiciamiento Criminal. Con respecto del artículo 444 de la norma sustantiva en materia penal, que establece el delito de la difamación, la Sala de Casación Penal realizó un considerable análisis de la norma, partiendo desde una interpretación finalista (es decir, teniendo como prioridad lo que se busca con la acción para poder hablar de la culpabilidad del individuo penalmente hablando), en el cual, el Tribunal consideró al establecerse sobre el bien jurídico afectado en el delito de difamación que, es un derecho derivado de la personalidad, el poseer un honor basado en la valía de la persona, como en la reputación que la persona construye en el trato con los demás. A su vez, determinó que la víctima en el delito de difamación, puede ser cualquier persona lo cual se infiere del derecho derivado de la personalidad a poseer un honor y una reputación, incluyéndose entre los tutelados por este derecho a las personas sometidas a la figura de la interdicción, las personas que ya están fallecidas o inclusive los niños; cuestión que no es nada extraña al tratarse de un derecho inherente al hecho de ser persona, y como bien desarrolla la Doctrina del Derecho de las Personas al respecto, estos son inherentes a toda persona por el solo hecho de ser persona, ante lo cual no pudiera haber una distinción sobre la naturaleza de la persona o sobre su estado o su capacidad de ejercicio de sus derechos, puesto que en cualquier caso, la persona pudiera ser lesionada en su honor, en la estima que esta posee de sí misma y que no depende de su edad, de una afectación mental, o incluso de la muerte. La sentencia se explaya en declarar que es imposible que una persona jurídica pueda tener derecho al honor, visto desde el punto subjetivo del honor como el autoestima que posee cada persona, dado que la empresa, la sociedad o la fundación; no pueden estimar su valor por sí misma, en vista de la necesidad que se posee de asumir a la persona jurídica como una ficción necesaria para la construcción de estructuras empresariales que garantizan el comercio y facilitan el tráfico de bienes y servicios, ante lo cual no podemos hablar de una persona jurídica propiamente viva si no de una construcción diseñada para el cumplimiento de las actividades económicas de los seres humanos, ante lo cual, se llega a la conclusión de que la persona jurídica sí posee reputación en función de lo que pueda crear en los demás por medio de sus distintas acciones; lo cual derivaría en que el honor que pudiera disfrutar la persona jurídica como un derecho, visto este como el respeto a la reputación que la empresa “ha sabido ganar a punta de méritos y hasta de sacrificios” como bien señala la Sala de Casación Penal en su sentencia, abandonando la concepción exegética de la interpretación de la norma penal, puramente basada en la interpretación literal y gramatical de los enunciados previstos en el Código Penal Venezolano para pasar a una interpretación finalista de la norma, en la que importa más la acción de la persona que resulta connotada como delictiva, al encajar el hecho en el supuesto delimitado por la norma penal; interpretación que arraiga la Sala, en los artículos 19, 20, 21 y 26 de la Constitución vigente y en los artículos 59 y 61 de la Constitución de 1961, al verse la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela como una norma más favorable para los previsto en el caso que nos atañe.
La Sala pasa a explayarse sobre el delito de la difamación propiamente
hablando, considerándolo como la atribución de un hecho determinado y detallado que resulta ser falso y atenta contra el honor de la víctima, el cual resulta más castigado por el Derecho Penal al tener mayor apariencia de verdad que el delito de injuria, mediante el cual, se atribuye un hecho genérico. En este caso, resultó demostrado que el editor del diario 2001, al publicar la editorial que resultó ser objeto del proceso, más que cualquier “animus informandi” tuvo la intención de difamar, y no respetó los principios y compromisos legales y éticos representados por la libertad de prensa y la libertad de expresión, derechos tales que no revisten condición de absolutos, si no que tienen limitaciones mediante las cuales, se garantiza la esfera jurídica de terceras personas; razones por las cuales se declaró con lugar la denuncia de errónea aplicación del artículo 444 del Código Penal y 59 de la Constitución de 1961 por parte del juzgado a quo. Sin embargo, la sentencia, declaró la acción penal extinguida en el presente caso, al quedar verificada la prescripción, de acuerdo al artículo 452 del Código Penal Venezolano que señala un período de prescripción breve de un año para los hechos condenados en el artículo 444 del Código Penal, ante la verificación de este hecho, la Sala de Casación Penal declaró extinguida la acción penal como ya se expresó.