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El derecho a la Tutela Judicial Efectiva

Artículo 26. Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de


administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses,
incluso los colectivos o difusos; a la tutela efectiva de los mismos y a
obtener con prontitud la decisión correspondiente.

El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea,


transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita,
sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.

Concordancias: Art. 49, 137, 139, 255, 257 CRBV. Art. 14.1 Pacto de Derechos
Civiles y Políticos. Art. 16 Convención de Ginebra. Art. 8.1 Convención
Americana sobre DDHH.

Art. 1, 12, 175 al 182, 183 al 205 CPC. Art. 1 COPP. Art. 2 LOJCA. Art. 3, 4, 5 y
8 Ley Orgánica Procesal del Trabajo, Art. 25.10 LOTSJ. Art.

El derecho a la tutela judicial efectiva, es uno de los derechos absolutos que se


encuentran consagrados en el Texto Constitucional. Se considera un derecho
absoluto, en la medida en que el ejercicio de este derecho no puede ser
limitado por otro derecho de rango constitucional en tanto es uno de los
derechos humanos elementales para constatar la existencia de un Estado de
Derecho, a fin de garantizar una protección del ciudadano y los derechos que le
otorgan la Constitución, las leyes y los tratados internacionales suscritos por la
República. Este derecho siempre podrá ser exigible en tanto exista actividad
jurisdiccional en el Estado en cualquiera de sus manifestaciones, lo cual se
hace necesario dadas las funciones delegadas al Estado en la resolución de
controversias entre partes.

Asimismo, este artículo consagra los principios fundamentales del sistema de


administración de justicia venezolano, a saber, la gratuidad del proceso, en
donde puede aparecer como un gran ejemplo de esta, la no detención del
proceso por la falta de recursos para la obtención de fotocopias, o el
establecimiento del beneficio de justicia gratuita previsto en el Código de
Procedimiento Civil; asimismo como la accesibilidad a la justicia, materializada
con la simplificación progresiva de las leyes procesales y la fuerza que se le ha
dado a la oralidad; la imparcialidad de la justicia, materializada por los criterios
de competencia subjetiva del juez; la idoneidad del juez prevista en los
requisitos constitucionales y legales para el acceso a la carrera judicial; la
transparencia de la actividad de justicia expresada por la publicación constante
de sus decisiones y criterios vinculantes para la toma de decisiones; la
autonomía de la Rama Judicial y su independencia del resto de poderes que se
expresa por medio del gobierno que ejerce de la misma el Tribunal Supremo de
Justicia como ente rector de la justicia venezolana, conjuntamente con la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura (DEM) como órgano auxiliar de la Rama
Judicial en la organización del sistema de administración de justicia; la
responsabilidad de los jueces frente a sus acciones u omisiones previstas en
las leyes y estatutos de la carrera judicial (Ley Orgánica del Poder Judicial,
Código de Ética del Juez Venezolano, etc.); la equidad en la toma de
decisiones; y la agilidad como principio, a fin de garantizar mediante la tutela
judicial efectiva, que los derechos amparados por la misma sean debidamente
defendidos y no se pierdan en el tiempo su cumplimiento por cuestiones
burocráticas, de ahí el mandato constitucional a la prescindencia de
formalismos y reposiciones inútiles, vicios que han entorpecido la agilidad en la
acción de la actividad jurisdiccional, así como el llamado a reducir las
dilaciones indebidas.

Este derecho consagrado en la Constitución posee 4 manifestaciones


diferenciables, a saber:

 Derecho a la acción: El derecho que posee toda persona a acudir a los


órganos de administración de justicia previstos por el Estado, a
manifestar alegatos respecto a un problema que será resuelto por el
Estado a través de los jueces y del sistema de justicia. Este derecho no
solo lo posee quien inicia el accionar del proceso, sino que es extensible
a la parte demandada e incluso a los terceros interesados, puesto que
todos ellos tienen el mismo derecho a ser oídos por el juez a fines de
que este pueda tomar su decisión.
 Derecho a la sentencia: Si el producto del escuchar los alegatos y
pruebas de los que intervienen en un juicio determinado, es la decisión,
es obvio que es un derecho que tiene toda persona, el poder recibir esta
decisión. Lo cual NO debe ser entendido como que toda persona tiene
derecho a que se le dé la razón de manera automática por el solo hecho
de iniciar un juicio. Este derecho debe ser visto como el derecho a recibir
una decisión sobre el caso planteado, en los lapsos establecidos por la
ley, y siguiendo el procedimiento establecido por las leyes y la
Constitución para la formación de criterio del juez para la toma de esta
decisión.
 Derecho al recurso: Es un derecho de cada persona, que al menos 2
jueces diferentes conozcan de la controversia planteada, a fin de
minimizar en la medida de lo posible los efectos que causa el error
humano en la toma de decisiones; de ahí que las decisiones judiciales
pueden ser revisadas en todo o en parte por jueces superiores a quienes
las dictan, de acuerdo a criterios de forma o de fondo previstos en las
leyes procesales aplicables.
 Derecho a la ejecución: No basta con una decisión que ya no pueda ser
revisada por juez alguno, adquiriendo efectos de cosa juzgada, hay que
hacer cumplir la decisión. Este componente del derecho a la tutela
judicial efectiva, comprende el derecho de cada persona a que el Estado
haga cumplir la decisión a la cual lleguen los jueces en cada caso, sea
de manera amigable entre las partes, sea por medio de la participación
del aparato coactivo del Estado. En todo caso, jueces de ejecución
previstos por el Estado serán garantes de que se cumplan las decisiones
a las que lleguen tanto los jueces de instancia como sus alzadas
superiores.

Jurisprudencia: Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Decisión


708. 10 de mayo de 2001. “El derecho a la tutela judicial efectiva, de amplísimo
contenido, comprende el derecho a ser oído por los órganos de administración
de justicia establecidos por el Estado, es decir, no sólo el derecho de acceso
sino también el derecho a que, cumplidos los requisitos establecidos en las
leyes adjetivas, los órganos judiciales conozcan el fondo de las pretensiones de
los particulares y, mediante una decisión dictada en derecho, determinen el
contenido y la extensión del derecho deducido, de allí que la vigente
Constitución señale que no se sacrificará la justicia por la omisión de
formalidades no esenciales y que el proceso constituye un instrumento
fundamental para la realización de la justicia (artículo 257). En un Estado social
de derecho y de justicia (artículo 2 de la vigente Constitución), donde se
garantiza una justicia expedita, sin dilaciones indebidas y sin formalismos o
reposiciones inútiles (artículo 26 eiusdem), la interpretación de las instituciones
procesales debe ser amplia, tratando que si bien el proceso sea una garantía
para que las partes puedan ejercer su derecho de defensa, no por ello se
convierta en una traba que impida lograr las garantías que el artículo 26
constitucional instaura.

La conjugación de artículos como el 2, 26 o 257 de la Constitución de 1999,


obliga al juez a interpretar las instituciones procesales al servicio de un proceso
cuya meta es la resolución del conflicto de fondo, de manera imparcial, idónea,
transparente, independiente, expedita y sin formalismos o reposiciones
inútiles…”

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