Taller para el Festival Participativo de

Oración Jubilar de Consagración Canto Litúrgico Mariano

¡Salve, Madre del Señor,
¡Virgen María, Reina del Rosario de Fátima!
Regala una canción para la Iglesia
Bendita entre todas las mujeres, Año Jubilar Mariano
eres la imagen de la Iglesia vestida de la luz pascual,
eres la honra de nuestro pueblo,
a los 100 años de las apariciones de
eres el triunfo sobre la marca del mal. Nuestra Señora de Fátima
Profecía del Amor misericordioso del Padre,
Maestra del Anuncio de la Buena Nueva del Hijo,
Señal del Fuego ardiente del Espíritu Santo,
enséñanos, en este valle de alegrías y dolores,
las verdades eternas que el Padre revela a los pequeños.
Muéstranos la fuerza de tu manto protector.
En tu Inmaculado Corazón,
sé el refugio de los pecadores
y el camino que conduce hacia Dios.
Unido/a a mis hermanos,
En la Fe, la Esperanza y el Amor,
a ti me entrego.
Unido/a a mis hermanos, por ti, a Dios me consagro,
oh Virgen del Rosario de Fátima.
Y, en fin, envuelto/a en la Luz que de tus manos proviene,
daré gloria al Señor por los siglos de los siglos.
Amén.

Este material ha sido elaborado por el Asociación de Fieles

Servicio Mariano de Comunicación Al Servicio de María Corredentora Reina de la Paz
Barquisimeto. Edo Lara. Año 2017 Arquidiócesis de Barquisimeto
serviciomariano@gmail.com
 Este material ha sido elaborado por el
Servicio Mariano de Comunicación
Barquisimeto. Edo Lara. Año 2017
serviciomariano@gmail.com
sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de
Jesús.(Ap 12,15-17)
CONCLUSIÓN
La Liturgia no es simplemente algo formal, un acto religioso repetitivo; es
en verdad la acción salvífica del Dios Vivo y Verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y la historia humana, la de cada persona, familia, comunidad, pueblo; la de toda la
humanidad; es una historia que está íntimamente influenciada por el sentido
escatológico de la vida; nuestro destino final, nuestro anhelo de salvación eterna y
las dificultades y peligros que se nos presentan en el camino.
Cristo ha hecho su obra redentora con su Vida, Pasión, Muerte y
Resurrección, pero ahora el Espíritu Santo sigue haciendo esa semilla viva y activa a
través de nuestra historia y María forma parte de ella; coopera con Dios para que
lleguemos al cielo. La acción de Dios en la Liturgia, la acción de María, de los ángeles
y los santos, es una misma acción en bien de todos nosotros.
Nuestro servicio como miembros de grupos de canto y música litúrgica
debe entrar en esta lógica divina y eclesial, para no entorpecer sino más bien para
servir al plan de Dios, en el cual nosotros entramos, por su bondad y misericordia,
para servirlo a Èl y a su pueblo, de la mejor manera posible.
Que la Santísima Virgen nos ayude a ir permitiendo que el amor de Dios, su
caridad y misericordia vayan transformando nuestro corazón hasta donde Él quiera
y sigamos sirviendo para que la Iglesia, suya y nuestra, siga su caminar preparándose
al encuentro definitivo, que ya se realiza cada vez en la celebración litúrgica de los
sacramentos:
Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel para daros testimonio de lo referente a
las Iglesias. Yo soy el Retoño y el descendiente de David, el Lucero radiante del
alba.» El Espíritu y la Novia dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, diga: «¡Ven!» Y = el que
tenga sed, que se acerque, = y el que quiera, = reciba gratis agua = de vida. Yo
advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: «Si alguno
añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este
libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará
su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este
libro.» Dice el que da testimonio de todo esto: «Sí, vengo pronto.» ¡Amén! ¡Ven,
Señor Jesús! Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. ¡Amén! (Ap 22,16-21)
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TALLER PARAEL FESTIVAL DE CANTO LITÚRGICO MARIANO 2017
EN ELAÑO JUBILAR DE NUESTRASEÑORADE FÁTIMA
INTRODUCCIÓN
El Taller para los Festivales quiere ofrecer a los participantes una formación
adicional a lo que reciben ya cada cual en sus parroquias y grupos musicales, tanto
en el aspecto Litúrgico como en la dimensión Mariana de la doctrina y en su aplicación
a los cantos litúrgicos.
El Festival en sí mismo no quiere ser uno competitivo en el sentido tradicional.
Más bien se trata de una competencia consigo mismo; con el propio grupo, para
mejorar su comprensión de la Liturgia y de su participación y servicio en la misma
como Ministerio de Música y Canto Litúrgico. Es un camino de conversión y mejora
personal y comunitaria.
La participación en los talleres y en el Festival mismo, va a permitir el
compartir de personas y grupos interesados en este campo; profundizar la amistad
espiritual, que forma parte de una pastoral de comunión y participación, dentro de
una pastoral de conjunto eclesial.
Cada año el Festival toma como tema específico lo que se está celebrando a
nivel universal en la Iglesia; en este caso se refiere a Nuestra Señora de Fátima, por
estar celebrando los 100 años de su aparición, por lo cual el papa Francisco decretó
el Año Santo Jubilar Mariano dedicado a Nuestra Señora de Fátima.
La formación será entonces tanto litúrgica como mariana y relacionada de
manera especial a la Virgen de Fátima.
EL PUEBLO DE DIOS Y LA LITURGIA
El Concilio Vaticano II nos volvió a aclarar un concepto fundamental de lo
que significa ser Iglesia; todos tenemos la misma dignidad en la Iglesia por ser
bautizados.
Esta conciencia de nuestra dignidad proveniente de Dios, de la gracia
bautismal, nos ubica de una vez en una responsabilidad respecto de la Iglesia; todos
somos Iglesia, responsables y corresponsables de la misma. Todos debemos participar
y al mismo tiempo aceptar la participación de los demás.
La Iglesia es importante para todos y todos somos importantes para la
Iglesia; cada actividad de la Iglesia tiene un sentido y una importancia; hay que irlo
descubriendo siempre mejor.
El sentido último de la Iglesia es llevar cada persona y todos juntos hasta
Dios, la salvación eterna para todos y cada uno. Además de ir a buscar las ovejas
alejadas o perdidas, la Iglesia congrega y practica actividades, sacramentos,
celebraciones, que buscan cumplir su objetivo esencial; la salvación de los fieles por
el amor a Dios y al hermano.
La misma Liturgia es una acción de la Iglesia, y es la acción más importante
y fundamental; el corazón mismo de la actividad eclesial. La Iglesia celebra la Eucaristía
y la Eucaristía hace la Iglesia.
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 En la celebración de los sacramentos el pueblo creyente se hace
definitivamente Iglesia, pueblo de Dios. Allí recibe su identidad íntima eclesial porque
se alimenta de la dulcísima presencia del Señor, especialemente en su Cuerpo y
Sangre al celebrar la Eucaristía.
Por ser bautizados todos los fieles deben cada uno y todos juntos celebrar
y concelebrar los sacramentos. La Iglesia es de todos y cada uno; la Liturgia es de
todos y cada uno. Cada cual debe descubrir su parte en la Iglesia, su derecho y deber
de participar plenamente, en cuerpo, alma y espíritu, de las celebraciones litúrgicas.
La misa es mía y tuya, de todos y cada uno. El sacerdote celebrante dirige la
liturgia pero no es su dueño; todos en conjunto somos dueños de la misma, guiados
por el sacerdote, quien tiene la potestad y autoridad pero no exonera la exigencia de
participación plena de nuestra parte; la Liturgia es la acción del Cristo total, cabeza y
cuerpo, y todos los fieles ejercen allí su sacerdocio universal; los Ministros Ordenados
lo ejercen de manera ministerial, in persona Christi; permiten y hacen presente a
Cristo por su ser ordenados con el sacramento del Orden Sacerdotal.
Cada persona es importante en la Misa, cada fiel hace falta; de cada cual
Dios espera su corazón, su voz, su amor. No ser simplemente expectadores, como
asistiendo a una representación teatral; ser miembros de la Iglesia celebrando y
concelebrando la Eucaristía y los demás sacramentos y oraciones y acciones de la
Iglesia.
LA FE Y LA SALVACIÓN
Somos justificados por Cristo pero debemos aceptarlo y agradecerlo, y
responder a ese amor que nos amó primero y nos justificó ante Dios. San Pablo nos
dice Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón
que Dios lo ha resucitado de entre los muertos, te salvarás. En efecto, cuando se
cree con el corazón actua la fuerza salvadora de Dios, y cuando se proclama con
la boca se obtiene la salvación”. (Rom 10, 9-10)
Así la experiencia espiritual litúrgica tiene dos momentos fundamentales,
primero es la fe; Dios se ha relacionado contigo y por eso tienes fe; crees en Él, pero
debes también entrar en una respuesta amorosa, que implica tu proclamación, tu
canto, tu oración, tu participación real, efectiva y efectiva en la liturgia.
Así la Liturgia ejerce su salvación no solamente porque tiene una virtud
intrínseca sino además porque las personas que participan de ella se abren y permiten
que esa gracia divina cambie su corazón, toque su alma, eleve su espíritu.
La salvación consiste básicamente en estar con Dios y con el prójimo; estar
en comunión del Amor de Dios todos juntos. Por eso la salvación no es simplemente
un acto formal, de cumplir; cumplimiento, cumplo y miento; sino que es una realidad
viva que sucede y me hace entrar en Dios desde mi ser más profundo, desde mi ser
espiritual, arrastrando toda mi persona hacia el amor de Dios.
La salvación sucede también por la respuesta de amor hacia Dios y hacia el
prójimo. No tiene un solo sentido; no es meramente pasiva; implica una respuesta
libre y voluntaria de amor a Dios y al prójimo.
La Liturgia es la oferta de salvación más universal y plena de la Iglesia; allí
los fieles van abriendo su ser a la gracia activa de Dios y van entrando en su presencia,
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El corazón abarca tanto el alma como el espíritu; representa el lugar donde
se hace posible lo espiritual, la relación entre Dios y el ser humano. Allí se da la gracia
y el pecado, allí se anidan los sentimientos más terribles y los más sublimes, allí
surgen todas las guerras y allí el ser humano busca inexorablemente la paz. El mismo
Jesús nos dice: En cambio lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso
es lo que contamina al hombre. Porque del corazón salen las intenciones malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias.(Mt 15,18-
19)
Por toda esta realidad estamos unidos en un solo cuerpo y vamos entrando
en la pureza de Dios por medio de la Iglesia. María es la hija predilecta del Padre, la
madre del Hijo, el templo del Espíritu Santo, donde sucedió la encarnación del Verbo
Divino. Su corazón nunca cometió pecado y su relación con Dios es única e irrepetible;
ella nos va atrayendo a su Corazón Inmaculado para que allí nos encontremos con su
Hijo y vayamos al cielo, tal como sucedió en Guanare cuando la Virgen del Cacique
Coromoto les dijo: vayan donde los blancos para que les echen el agua en la
cabeza y puedan ir al cielo.
Entonces el corazón de María no es simplemente un corazón piadoso y
abierto a Dios, sino que es un corazón que lucha por nosotros, que quiere ayudarnos
a llegar al cielo; por eso se ha aparecido tantas veces y ha suscitado manifestaciones
del ámbito divino de tanta maravilla, como el milagro del sol en Fátima, que fue lo que
prácticamente selló esa aparición para afirmar que definitivamente era una intervención
celestial. Y llegó el día, y a pesar de la lluvia y el lodo, todas las carreteras hacia
Fátima estaban llenas de tráfico en los días antes del trece de octubre. Todos
deseaban ver a Nuestra Señora. Poco antes del mediodía Nuestra Señora vino por
última vez. Con sus corazones desbordados de amor, los niños escucharon su último
mensaje: “Díganle a la gente que tienen que enmendar sus vidas y pedir perdón
por sus pecados. Que no ofendan más a Nuestro Señor, pues está ya demasiado
ofendido”.
Entonces vieron el gran milagro del sol, durante el cual el sol se puso de
color rojo sangre y empezó bailar en el cielo; luego empezó a bajar y acercarse a
la multitud de 70,000 personas que observaban horrorizados. Todos pensaron que
el fin del mundo había llegado. Todos estaban llorando y gimiendo: “¡Virgen
Santísima, no nos lleves en nuestros pecados!” Cuando el sol finalmente regresó a
su sitio, supieron que el cielo había bajado a la tierra; y se dirigieron a los niños
de Fátima con una pregunta: “¿Qué quiere Nuestra Señora que hagamos?”
Pensemos también en la hermosa imagen de la Guadalupe dejada en tilma de
San Juan Diego y la más modesta imagen de la Coromoto dejada al Cacique y su
familia.
El corazón de María es el mismo corazón de la Iglesia; es un corazón que
lucha contra el dragón infernal, en los caminos difíciles de los hijos de la Iglesia, los
otros hijos de María: Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua,
detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio
de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del
Dragón. Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de
 El corazón representa a la persona completa y concentra todo el amor, la
voluntad, el deseo de estar con Dios, de cumplir sus mandatos, de amar a los hijos de
la Iglesia. El corazón de María no es cualquier corazón; es un corazón humano de
aquella escogida por Dios, que nunca probó pecado; sí probó las consecuencias del
pecado, el sufrimiento de la espada que le atravesó el alma cuando Jesús murió en la
cruz y de muchas maneras sufrió por Él. Pero ese corazón nunca dejó de estar ante la
mirada de Dios, nunca huyó de su rostro.
La recuperación de la gracia perdida en Adán y Eva se asimila a purificar el
corazón de nuestras malas intenciones; salir del pecado, del mal y de su consecuencia,
que es estar sin Dios para siempre, sometidos al tormento del mal, el infierno.
Nuestro corazón debe ir pareciéndose al de María, que es lo más semejante
al de Jesús que conocemos. Cuando nos consagramos al corazón de María significa
que vamos formando parte de él y nuestra vida se va llenando de la gracia de Dios.
Todo bautizado tiene el Agua de Vida, está sellado por Dios, y tiene un
llamado a limpiar su vida de acuerdo a ese Bautismo para llegar a tener un corazón
puro e inmaculado: Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios (Mt 5,8)
Cuando la letra de una canción tiene una buena, limpia y clara doctrina, va
purificando la mente y el corazón de quien la escucha. En la Liturgia los cantos no
son simplemente para adornar, embellecer o llenar un vacío; más bien son para entrar
en el misterio divino por medio de ellos, por eso su contenido doctrinal es de
importancia fundamental.
En relación a la doctrina mariana de Nuestra Señora de Fátima podemos
acudir a la Biblia y encontrar pasajes que apuntan a esa realidad, como por ejemplo
cuando el Evangelio de Lucas dice: María, por su parte, guardaba todas estas
cosas, y las meditaba en su corazón. (Lc 2,19) Es interesante ver cómo San Lucas se
fija en este detalle, porque se ve que tuvo una interacción más familiar y comunitaria
con María.
El mismo evangelista Lucas relaciona el sufrimiento de María en su vida de
unión con Jesús, sobre todo en el momento de la cruz, con la purificación de las
intenciones de nuestros corazones; esto significa justamente poner en práctica la
consagración a su corazón inmaculado y al corazón de Jesús. Simeón les bendijo y
dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en
Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el
alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
(Lc 2,34-35)
Y más adelante Lucas, en el mismo capítulo vuelve a referirse al corazón de
María: Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón. (Cf. Lc 2,51)
Podemos imaginar cómo sería ese corazón, qué sentiría María dentro de
ella; el canto del Magnificat es una muestra: Proclama mi alma la grandeza del
Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de
su sierva, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí, su nombre es santo y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación. (Cf. Lc 1,46-50)
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purificando su mente y corazón, para estar cada día más preparados al encuentro
definitivo con el Señor, con su infinito amor misericordioso, que no admite ninguna
ambigüedad ni doblez y que nos va permitiendo purificarnos hasta capacitarnos para
su amor eterno.
Cada uno debe ir encontrando ese traje que la fiesta del Señor le exige; la
Liturgia es el lugar donde Dios hace su fiesta y pide participar en ella de corazón, de
alma y de cuerpo. No basta con cumplir formalmente; hay que participar de verdad,
en espíritu y en verdad, sino estamos de alguna manera ofendiendo a Dios y al
prójimo. La Liturgia no es un juego ni un teatro; es la participación en la entrega más
amorosa y terrible que Dios hizo de una vez para siempre, por amor, para salvarnos.
CÓMO PARTICIPAR EN LA LITURGIA
Cada fiel, cada bautizado, debe estar allí en espíritu y en verdad. Hay una
realidad que nos acomuna; nuestro ser bautizados. Todos, desde el sacerdote hasta
el último de los fieles, deben participar en espíritu y en verdad, por su bautismo. El
sacerdote debe hacerlo y todos los otros fieles también.
El famoso cántico del Magnificat, que el Evangelio de Lucas pone en boca
de María y considerado como un cántico que nace en las celebraciones cristianas
primitivas, nos da una pista muy importante; María exclama: proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador… (Cf Lc 1,46)
Así cada creyente en la Liturgia debe recibir en su alma la grandeza de Dios
que le ha elegido y llamado para estar allí celebrando y concelebrando la Misa y
luego debe responder alegrándose en su espíritu, dándose a Dios; con un movimiento
de voluntad y amor; una respuesta libre, sentida y participante de cada uno de
nosotros.
Si alguno tiene un rol especial en la celebración, también debe tener la
misma calidad de participación que todos los demás e incluso más profunda si es
posible. El cumplir un servicio no exonera de participar genuinamente en la liturgia, al
contrario, lo obliga más aún.
Cada cual además de su participación personal en la Liturgia debe entender
cuál es su rol, el sentido de su servicio en la celebración.
Los fieles en general deben participar con todo su corazón, su libertad y
amor, su alegría y esperanza. Ese es su aporte fundamental y es en el fondo el más
importante de todos en relación a los laicos.
Los que realizan un servicio, como el del canto y música, deben participar
de la misma manera y entrar en la gozosa comunión con todos.
La obra que se está realizando es la de Dios, y todos están al servicio de esa
acción divina. El sacerdote el primer servidor de la acción divina, con su misma
persona, in persona Christi. Haciendo presente a Cristo Vivo en medio de su pueblo
y al mismo tiempo siendo quien asume en sí mismo toda la asamblea cara a Dios, sin
opacar la participación de todos y cada uno.
El sacerdote es Cristo mismo celebrando el culto de adoración en espíritu y
en verdad, y en su persona entran todos los fieles, toda la Iglesia, quienes acceden
a Dios por medio de la acción sacerdotal del ministro ordenado. Es la comunión plena
en Cristo, por Cristo y con Cristo, por medio del sacerdote ordenado.
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 Los fieles participan con todo su ser y en comunión de espíritu viven la
realidad de ser y hacer Iglesia; son asumidos y salvados en la gracia divina por
medio de la celebración.
Los servidores y ministros laicos cooperan para que la obra divina suceda
y actúe según su sentido propio en todos los presentes. Al realizar este servicio ellos
mismos están recibiendo la gracia que es para todos y la están favoreciendo para que
todos la reciban. Como el corazón, quien manda la sangre pero tiene unas arterias, las
coronarias, que reciben la sangre directamente de ese impulso de sí mismo y esa
sangre le permite seguir palpitando; si se tapa una arteria coronaria entonces ocurre
el infarto.
EL GRUPO DE CANTO
La labor de los grupos de canto es muy delicada; requiere de mucha atención
y cuidado. No es fácil realizarla; cada día hay que ir madurando y descubriendo mejor
su tarea y su más adecuada forma de hacerlo correctamente.
El equilibrio que deben tener sus miembros es muy delicado; deben al mismo
tiempo vivir plenamente la liturgia y ayudar a los demás a vivirla. No pueden tomar la
excusa de su servicio para distraerse y disminuir la calidad de su participación
personal.
Tienen que lograr a la vez cantar, tocar los instrumentos pero también vivir
la liturgia como si más nadie la estuviese viviendo.
Además tienen el sagrado deber de hacer participar a los demás fieles de la
manera más profunda y plena, gracias a su servicio de música y canto.
Se pudiese resumir en un pequeño esquema los logros deseables para los
grupos de canto.
-Que cada miembro participe en espíritu y en verdad de la celebración; esto
significa también comulgar mientras no tengan impedimento.
-Que logren hacer entrar a toda la asamblea en esa participación de calidad.
Lo que implica una buena preparación además de musical, también espiritual.
-Lo ideal debería ser que el grupo de música se haga uno con la asamblea;
su papel principal no es llenar el ambiente sino hacer que todos participen; porque la
misa es de todos, no es solamente del grupo.
-El grupo musical debe lograr irle devolviendo al pueblo de Dios la Misa;
que asuman su corresponsabilidad y puedan salvarse por medio de la celebración.
-Si la asamblea en su conjunto asume el canto, las oraciones, la participación
plena; eso es lo más importante.
-El grupo de música es un servicio, un ministerio; no tiene importancia en sí
mismo sino en la medida que sirve a la obra de Dios, que ayuda al pueblo de Dios a
recuperar la celebración, a actuar de acuerdo a su ser bautizados.
-Lo más importante es la salvación de cada cual y de todos; la obra que el
Espíritu Santo realiza y va uniendo a Dios cada fiel y todos juntos.
-Al realizar fielmente y con amor y dedicación sincera su servicio; cada
miembro del grupo estará caminando hacia su salvación definitiva, porque ese servicio
forma parte de su vocación cristiana eclesial.
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Hay un canto muy tradicional, Un Trece de Mayo, cuyo coro es Ave, Ave,
Ave María, y repite. Esta canción se refiere a las apariciones en sí, en sentido
histórico y a la vez tiene un significado teológico.
Para este año conviene empaparse mejor del fenómeno Fátima, conocer su
historia y su realidad actual, sus mensajes y lo que ha brotado de allí.
En general podemos decir como historia que la Virgen se apareció hace 100
años a tres pastorcitos de ovejas, dos hermanos y una prima, que tenían para entonces
entre 8 y 10 años. Los dos menores, hermanos, Jacinta y Francisco, murieron pronto
y la mayor, la prima Lucía vivió hasta hace pocos años como Carmelita Contemplativa
de la Orden Teresiana.
El Ángel De Portugal
Antes de terminar el Rosario sintieron un viento fuerte y al mirar, notaron
una luz extraña a lo lejos sobre el valle. Mientras la observaban, la luz se acercaba
más y más hacia el sitio donde ellos estaban arrodillados y finalmente, vino hasta
la misma entrada de la cuevita. Ahí la luz tomó la forma de un muchacho joven
como de quince años. “No teman” dijo la criatura de la luz, “Yo soy el Ángel de la
Paz, recen conmigo.” Luego, postrándose con su frente tocando el suelo, les enseñó
a los niños la oración que dice lo que está mal en el mundo hoy en día. Esta es la
oración que el Ángel de la Paz le dio a los niños de Fátima: “Dios mío, Os creo, Os
adoro, Os confío y Os amo. E imploro perdón por los que no Os creen, Os adoran,
Os confían y Os aman”. Tres veces consecutivas el Ángel repitió la oración, una
oración en la cual, el cielo pide que de la tierra suban oraciones de Fe, Esperanza
y Amor — los tesoros que todos recibimos en el bautismo. “Recen así”, dijo el
Ángel cuando se retiraba. Los corazones de Jesús y María están atentos a vuestras
súplicas.”
En sus apariciones la Virgen les mostró el infierno lo cual les produjo una
impresión abrumadora; además les pidió que rezaran mucho e hicieran sacrificios
para que se pudieran salvar almas de ir al infierno. “Ven el infierno”, dijo Nuestra
Señora, “Donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos Dios quiere
establecer en el mundo la devoción a Mi inmaculado Corazón”. Entonces en un
resumen espantoso, Nuestra Señora dijo lo que le sucedería al mundo si los hombres
no cesaban de ofender a Dios, y como Dios iba a castigar al mundo por medio de
guerras, hambre y persecución de la Iglesia… Luego añadió: “Al fin Mi Inmaculado
Corazón triunfará”. Otra vez en agosto Nuestra Señora les mencionó el infierno y
les dijo: “Recen grandemente y hagan sacrificios por los pecadores, pues muchas
almas van al infierno, mas no tienen a nadie que rece y haga sacrificios por ellos”.
EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
Así también el mensaje de Fátima también tiene que ver con la devoción al
Corazón Inmaculado de María, y con la petición para que toda la humanidad, todos
los países sean consagrados a su Inmaculado Corazón.
La Virgen María es la persona de la Iglesia cuya relación con Dios es más
pura, profunda e implicada. Ella está justamente en el origen de la Iglesia; ella está allí
desde antes que el Verbo se hiciera carne, preparada por Dios, sin mancha de pecado,
para ser la madre del Mesías esperado de los tiempos.
todo nuestro sudor y lágrimas, nuestro trabajo y sufrimientos, nuestras alegrías y
esperanzas (sobre todo de los laicos) que se transformarán en el Cuerpo y Sangre de
Cristo y se le ofrecerán al Padre Dios como una ofrenda pura e inmaculada, y al mismo
tiempo serán el alimento divino para nosotros; un culto de adoración a Dios, un
sacrificio de Comunión, donde la víctima es ofrecida completamente para ser
consumida por todos los participantes de la Misa.
El Santo es una parte fija de la Misa, se puede cantar; muchos han cambiado
la letra pero eso no es lo ideal. En ese momento todos deben participar con todo su
canto, con toda su emoción litúrgica. Allí se hace consciente que la celebración se
está realizando en comunión con la Iglesia celestial, como dice la Palabra: “Santo,
Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos…” (Cf. Is 6,3).
En el momento de la paz la Iglesia ha determinado que no se cante nada; no
debe distraer demasiado a la asamblea. Sin embargo hay ocasiones o lugares donde
han quedado acostumbrados y la gente siente un momento más intenso de
fraternidad, pero lo más conveniente es que no haya canto allí.
El Cordero de Dios es también una parte fija de la Misa, es el momento en
que estamos suplicando al Señor nuevamente que tenga piedad de nosotros y nos
dé la paz, preparándonos para recibir inminentemente la comunión. Es importante no
cambiar su letra. Se puede cantar pero que no cambie las palabras y una música
adecuada.
El Canto de Comunión se realiza durante la procesión para tomar la comunión
de parte de los fieles. Debe ser acorde al momento, relacionada con la recepción de la
Eucaristía, además con las lecturas y el tiempo litúrgico.
Después de comulgar puede hacerse otro canto adecuado. En este caso
puede ser también por un solista, para que la asamblea medite. Pero no es necesario.
La liturgia pide un momento de silencio después de la Comunión, así como
después de la Homilía del sacerdote. Es importante acostumbrarse a momentos de
silencio; a veces los grupos se sienten obligados de que se oiga algo, aunque sea
solamente música, pero no es necesario. Al contrario hace falta también el silencio en
la Liturgia.
El Canto de Salida debe ser de agradecimiento y de fuerza para salir al
mundo a llevar lo vivido en la Misa. De hecho en latín se dice ite misa est, que quiere
decir: “vayan que la misión ha comenzado”. A veces se utiliza una música sin palabras,
sobre todo cuando se usa el Órgano que puede llenar el ambiente y darle esa
majestuosidad necesaria.
ASPECTO DOCTRINAL
Nosotros trabajamos con la Virgen María y cada año va según la Iglesia
Universal o local determine, relacionamos la Virgen con esa realidad particular. La
doctrina en sí no es cerrada, porque toda doctrina mariana se relaciona con la demás
doctrina de la Iglesia. En este año el Papa Francisco decretó un Año Santo Mariano
por los 100 años de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima, Portugal. El tema
por lo tanto se relaciona con la Virgen de Fátima.
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HACERSE UN PLAN DE ACCIÓN COMO GRUPO MUSICAL
Por eso es importante tener un plan de trabajo; unos objetivos a corto,
mediano y largo plazo; unas metas que lograr.
Podemos resumir un esbozo de ese plan:
-A corto plazo: tomar conciencia de su rol, de lo que debe ser, de la esencia
de su labor eclesial.
-A mediano plazo: desarrollar la raíz espiritual, oración, formación, lectura
de la Palabra, confesión, etc. Ir preparándose en el aspecto musical; aprender a
escoger las canciones y la manera de cantarlas, etc.
-A largo plazo: ir logrando la plena formación y participación de toda la
asamblea e ir creando un ambiente donde más personas puedan realizar esa labor, no
hacerse los indispensables sino estar abiertos a la participación de otros que sientan
ese llamado especial.
-Lograr que las celebraciones se vayan realizando cada vez más hermosas,
plenas de sentido y participación. Ayudar a educar al pueblo de Dios en esa dimensión,
colaborar para que la Iglesia se haga hermosa, como la novia que espera al Señor.
ESTRATEGIAS
Para lograr estos planes deben haber unas estrategias, que podemos resumir
de alguna manera:
-Participar en la pastoral litúrgica local, diocesana o nacional. Todos los
demás aspectos deben estar de acuerdo con esta pastoral eclesial. Y lógicamente de
acuerdo con el sacerdote responsable de la comunidad o parroquia.
-Establecer una formación continua en el grupo de canto.
-Profundizar en el aspecto espiritual mediante retiros, convivencias, oración,
lectura de la Palabra, etc.
-Crear materiales de apoyo para que todos participen. Seguramente si son
hechos en comunión pastoral será mejor.
-Buscar la manera de transmitir a todos los fieles esa formación litúrgica,
que puede ser mediante convivencias abiertas a todos; mediante momentos antes de
la celebración para practicar los cantos y a la vez transmitir el conocimiento; que
sirva a su vez de animación a una participación de calidad.
-Realizar grabaciones que ayuden a los fieles a aprenderse los cantos fuera
de la celebración.
-Desarrollar más riqueza de cantos y música para todos los demás
sacramentos, como el Bautismo, Matrimonio, Confesión, etc.
-Realizar actividades como los festivales de canto litúrgico mariano para
compartir, motivarse, formarse, hacer otros contactos, desarrollar más y mejor la
Iglesia toda. La Iglesia es comunión de amor, de música, de cantos, de oración, de
servicio, de caridad fraterna, sin límites, abriéndose al infinito amor de Dios.
-Si es posible la pastoral litúrgica de la diócesis o nacional hacer una escuela
de formación litúrgica actualizada para los miembros de los grupos y abierta a todos.
-La misma pastoral pudiese publicar unos libros adecuados y crear las
grabaciones respectivas para ir formando y homogeneizando los cantos a nivel
diocesano e incluso nacional.

ALGUNAS LÍNEAS SUGERIDAS PARA LOS CANTOS EN LA MISA
Es importante diferenciar entre las partes fijas de la Misa y los cantos o
himnos que se utilizan.
Por ejemplo, el Señor Ten Piedad, el Gloria, el Santo, el Padre Nuestro, el
Cordero, la Aclamación después de la Consagración: “Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección…”, la Doxología al final de la Plegaria Eucarística: “Por
Cristo, con Él y en Él…”, son oraciones y aclamaciones fijas de la Misa; no son
cantos ni se deben cambiar. En caso de que se canten deben mantener las mismas
palabras y no dar la sensación de que son canciones, sino que el cantarlos debe
servir para vivir más plenamente su significado y no al contrario, como si tuviésemos
el derecho de cambiarlos y crear letras mejores a las que son ya establecidas, creyendo
que así vamos a llevar la asamablea a vivir una experiencia más profunda de Dios.
En este sentido todo esfuerzo debe integrarse plenamente y orgánicamente
con lo que es en sí el contenido de la celebración litúrgica. Cada parte de la Misa
tiene su sentido y significado que hay que valorar, apoyar y colaborar para que la
asamblea la viva de la manera más plena.
Las canciones en general deben estar impregnadas de esta sensibilidad
litúrgica y estar totalmente al servicio de la misma, por lo cual deben estar al servicio
de la Palabra y de las acciones litúrgicas y no al servicio de sí mismos.
Los grupos de canto no deben llamar la atención hacia ellos, sino al contrario,
ser fermentos de participación de la asamblea, en la medida de lo posible, que sus
voces se hagan una con la asamblea en la celebración y lograr que todos participen
con amor y entrega, con verdadera emoción sagrada. Ser como la sal que da sabor a
todo pero no la podemos encontrar sola en la comida.
Es importante comprender que nadie es indispensable en la celebración;
aclarando que si no hay sacerdote no hay Misa, pero al mismo tiempo todos somos
importantes; la Misa es para la salvación de todos y cada uno; la celebración es de
parte de todos en comunión; el encuentro de Dios con su pueblo es un encuentro
real de la Pascua del Señor Jesús que nos libera, nos alimenta, nos acomuna, nos
hace Cuerpo de Cristo, nos lleva al cielo.
Nuestra participación y servicio musical es una oportunidad que se nos da,
un honor de poderlo hacer. Es una gracia inmensa el poder aportar algo a la celebración
sagrada de la Iglesia, donde Dios mismo está actuando, el Espíritu Santo está realizando
su obra sacramental santificadora. Debemos agradecer profundamente ese servicio
que Dios nos ha inspirado y llamado a realizar y que es parte de nuestra vocación
eclesial cristiana.
Con humildad, sencillez, amor, alegría, sobriedad, entrega, debemos realizar
este servicio, siempre atentos a lo que se debe hacer, atentos al ritmo de la celebración,
atentos al sacerdote celebrante, atentos a la obra que Dios está realizando en ese
momento.
Al mismo tiempo debemos valorar que esa acción del Espíritu está
sucediendo en nosotros; que no somos más que nadie, y que necesitamos como
todos del trabajo de Dios en nuestras almas, en nuestro espíritu, en nuestro cuerpo.
Debemos participar como todos, profundamente, en la celebración donde servimos
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con nuestros dones, que nos los ha dado Dios mismo, con nuestro ánimo, que viene
de Dios, con nuestro deseo de servir que es también don del Altísimo, para bien de
toda la comunidad eclesial.
Qué hermoso cuando los miembros del grupo musical transmiten con sus
voces la emoción litúrgica y arrastran a toda la asamblea en ello, en plena comunión
con el sacerdote celebrante y con cada momento de la Misa.
LAS PARTES DE LA MISA
El Canto de Entrada debe ayudar a la asamblea a entrar en el ambiente de la
celebración. Acompaña la procesión de entrada y se mantiene hasta que el sacerdote
vaya a comenzar con la señal de la cruz. A veces se utiliza simplemente la música sin
canto que debería ser adecuada para el momento de la procesión de entrada, sobre
todo cuando se utiliza el Órgano que llena todo con su música y puede lograr ese
efecto de participación intensa de los fieles.
La letra de los cantos conveniene que tenga que ver en lo posible con las
lecturas de la Misa. O al menos que tenga una clara escogencia de acuerdo a los
tiempos litúrgicos (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, Tiempo Ordinario) Además
tomar en cuenta los días festivos propios, si son de Dios (Santísima Trinidad,
Pentecostés, etc); si son del Señor Jesús (Natividad de Jesús, Cristo Rey, Sumo
Sacerdote, Cuerpo de Cristo, Divina Misericordia, etc.) Si son de María y de los
santos (María Madre de Dios, Asunción de María, San José, etc.)
El Señor Ten Piedad se puede cantar pero sin cambiar las palabras. Es un
acto de penitencia; estamos pidiendo perdón a Dios; conviene hacer vivir a toda la
asamblea un momento de verdadera compunción y arrepentimiento y súplica a Dios
Uno y Trino; desde el corazón de cada creyente. Todos deben cantarlo.
El Gloria se puede cantar pero no debe cambiarse la letra. Es un cnato
exultante, que debe ayudar a todos a vivir la maravilla de Dios, de su obra, de la
revelación que nos ha dado, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todos deben cantarlo. A
veces el grupo de música canta el interior y la asamblea canta un coro que se repite,
pero de todas maneras debe hacer participar a todos de ese momento exultante; no
como un espectáculo sino como una auténtica comunión y participación.
El Salmo Responsorial se puede cantar. La asamblea repite el responsorio y
debería ser una melodía fácil de repetir. Los versículos del salmo se pueden leer o
cantar de manera que se entiendan bien; la asamblea los escucha con atención.
El Canto Interleccional en general es un Aleluya o en Cuaresma la estrofa
dice: “Honor y Gloria a ti Señor Jesús”. Hay un versículo de la Biblia entre las dos
aclamaciones, que se puede leer o cantar.
La conveniencia de usar el aleluya para el interleccional es que el versículo
se refiere al contenido del Evangelio y así la asamblea abre su corazón a lo que va a
escuchar a continuación.
A veces se pudiese usar un canto diferente interleccional, como “Tu Palabra
me da vida…” En general es más conveniente usar el Aleluya por lo mismo que el
versículo ya introduce al Evangelio; lo otro es más general.
El Canto de Ofertorio debe resaltar el pan y el vino, o al menos ayudar a que
todos entren en la lógica profunda de ese momento de la Misa. En esas ofrendas está