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Tal vez firmar una orden así fue una cuestión de conciencia para Trump,
quien se sintió moralmente obligado a abordar la crisis humanitaria
causada por su propia política fronteriza de tolerancia cero.
Pero tener varias reuniones con los conspiradores empieza a parecer una
colaboración. Es una noticia que terminaría por filtrarse, como sucedió.
Como reveló una investigación extensa de The New York Times, Trump lo
hizo solo gracias a su propio esfuerzo, si no se cuentan las enormes
recompensas financieras que recibió del negocio de su padre desde que
empezó a caminar. (A los 3 años, el pequeño Donald ya reportaba un
ingreso anual de lo que en la actualidad equivaldría a 200.000 dólares al
año). Estos beneficios no solo incluyen las ventajas comunes de provenir
de una familia rica y acomodada —las conexiones, el acceso a crédito, la
red de protección incorporada—. Para los Trump, también involucró
donaciones directas de efectivo y decenas de millones en “préstamos” de
los que nunca se cobraron intereses o tuvieron que ser pagados. Fred
Trump incluso compró varias propiedades y empresas, en las que nombró
como propietarios totales o parciales a sus hijos, quienes cosecharon las
ganancias.
Conforme Donald Trump surgía como el hijo predilecto, Fred hizo tratos
especiales y acuerdos para incrementar, en particular, la fortuna de
Donald. The New York Times descubrió que, antes de que Donald
cumpliera 30 años, había recibido cerca de 9 millones de dólares de parte
de su padre. A la larga recibió más, que en dólares actuales serían 413
millones de dólares.
La aseveración de Trump este lunes en Twitter —en la que decía que las
mujeres necesitaban tener acceso a la fórmula láctea debido a la
desnutrición— desafía tanto a la ciencia como al sentido común: es
apabullante la evidencia de que la leche materna es la alternativa más
nutritiva para los bebés, y por mucho. Entre sus beneficios, tiene la
posibilidad de prevenir enfermedades diarreicas e infecciones
respiratorias, que son frecuentes en países de ingresos bajos.
La eutanasia, a debate
El Congreso debe abordar a la vez el derecho a paliativos y la ayuda
a morir
18 OCT 2018 - 00:00 CEST
Maria Jose Carrascosa, enferma de esclerosis multiple en fase terminal. © CARLOS
ROSILLO EL PAÍS
El Congreso de los Diputados va a abordar por fin, tras varios intentos fallidos, la
regulación de la eutanasia y el suicidio asistido. El desbloqueo de la proposición de
ley orgánica presentada por el PSOE asegura que pueda tramitarse, y esta vez tiene
altas posibilidades de salir adelante si no se interrumpe la legislatura. El hecho de que
Ciudadanos haya comprometido su apoyo allana el camino para una medida que
supone un avance importante en la extensión de los derechos civiles. La ley prevé la
despenalización de la ayuda a morir en casos de enfermedad grave e incurable con un
pronóstico de vida limitado o una discapacidad irreversible que cause un sufrimiento
insoportable. De llegar a buen puerto, supondrá un paso decisivo en la extensión de
los derechos civiles. Como ya ha ocurrido otras veces en materia de regulación
bioética, si se aprueba, el legislador demostrará su capacidad para atender los cambios
sociales y de sensibilidad en materias que atañen a la libertad y la autonomía de las
personas.
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