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Flores Blanco, Arnold D.

Marco Tulio Cicerón. Sobre la República. Libro Sexto

El sueño de Escipión.

[25] En consecuencia, si pierdes la esperanza de regresar a este lugar, en el que los varones
magníficos y eminentes lo tienen todo, ¿cuántos hombres pues, poseen esta gloria que
apenas puede pertenecer a una mínima parte de un solo año? Entonces, ¡si quieres mirar a
lo alto y, además, observar esta sede y morada eterna, no te tienes que entregar a la opinión
del pueblo ni colocar en recompensas humanas la esperanza de tus asuntos! Se necesita que
esta misma virtud te arrastre con sus encantos hacia el verdadero esplendor; qué hablarían
sobre ti otros; qué verían otros. Pero, de verdad, andan diciendo: ‘Toda aquella opinión con
estas preocupaciones también cubre esa región que estás viendo, y nunca fue duradera en
ninguno, se sepulta con la destrucción de los hombres y se apaga con el olvido de la
posteridad’.
[26] Al terminar él de decir esto: ‘Yo, realmente -dije-, Africano, si, al menos, el umbral
con servicios extiende más o menos los límites desde la patria hasta el cielo, pese a que
desde mi infancia no descuidé la entrada, para su decoro, con las huellas de los pies de mi
padre y las tuyas, ahora me esforzaré con mayor cuidado en vez de con una recompensa tan
banal’. Y él [continuó]: ‘Sin duda, de verdad así tú esfuérzate y ten en cuenta esto: que tú
no eres mortal, sino que [lo es] el cuerpo; en realidad, tú no eres ese que esta imagen
muestra, sino que la mente de cada uno es [lo que es] cada uno. Entonces, debes saber que
tú eres un dios, si realmente es Dios quien está vivo, quien siente, quien rememora, quien
provee, quien rige y organiza tanto y mueve este mundo, igual que él, primer Dios; y como
aquel mismo Dios eterno mueve el mundo mortal desde alguna parte, así el espíritu
sempiterno mueve el frágil cuerpo.
[27] Ahora bien, eso que se mueve es eterno; pero eso que pone en movimiento a otro, este
mismo impulsa a cualquier otro de diferente manera; puesto que tiene el fin del
movimiento, se necesita que tenga el fin de vivir. Por tanto, sólo eso que se mueve a sí
mismo, porque jamás se descuida de sí mismo, sin duda nunca deja de moverse. El por qué
también estas cosas se mueven a causa de las restantes, aquí [está] la fuente, esto es el
principio del movimiento. Por otra parte, no hay un origen del principio porque todo se
origina a partir del principio, mas este mismo no puede nacer a partir de ninguna otra cosa,
pues no sería principio ese que, muerto, se genera de otro modo. Pero si nunca se origina, ni
siquiera acontece en algún momento. Por ejemplo, el principio, muerto, ni él mismo renace
de otro ni creará a otro a partir de sí [mismo]; si, al menos, se necesita que todo se origine a
causa del principio. Así sucede que el principio del movimiento existe conforme a eso que
se mueve a sí mismo. Sin embargo, ese no puede nacer ni morir, o bien, se necesita que
todo el cielo se desplome y que toda la naturaleza se detenga y que ninguna fuerza se halle
por causa de la que, primeramente, con un impulso, se mueva. [28] Así pues, puesto que es
evidente que lo eterno es eso que no se mueve por causa de sí mismo, ¿quién es [ese] que
dice que esta naturaleza del espíritu no es apreciada? Pues lo inanimado es todo lo que se
agita por causa de un empuje externo, pero lo animado es eso que se empuja por causa de
un movimiento propio e interno; porque esta cosa es la naturaleza propia del espíritu y la
fuerza. Esta cosa, si existe conforme a todo lo que se mueve por sí mismo, de verdad ni
nació ni es eterna.
[29] ¡Tú, trabaja esto en los mejores asuntos! Mas son mejores las preocupaciones de la
salud para con la patria; agitado y versado en esto, el espíritu va a volar más veloz hacia
Flores Blanco, Arnold D.

esta sede y su hogar; y más rápido lo va a ejecutar, si ya entonces, pese a que está
aprisionado en el cuerpo, se va a elevar al exterior y, contemplando esas cosas que
estuvieron en el exterior, lo más posible se saca a sí mismo desde su cuerpo. Y los espíritus
de esos que se entregaron a las perversiones del cuerpo y se mostraron casi como ministros
que, por causa de su impulso de placeres, obedecían a las perversiones, y violaron las leyes
de los dioses y de los hombres, escapados de sus cuerpos, rondan alrededor de la tierra
misma y no retornan hasta que [fueron] maltratados por varios siglos.
Él se marchó; yo me liberé del sueño.

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