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El problema siempre ha sido el mismo: de importancia, de relevancia.

Aún destruido
desesperanzado y con el alma cuarteada es necesario mantener como premisa –o lo era- la
prioridad, lo más importante y lo menos importante; con las normas retributivas o la
comúnmente llamada Ley del Talión el mundo se está quedando ciego y cada vez más la
posmodernidad –me encanta esa palabra- transforma el cariño en lo que según Bauman es amor
líquido. ¿Ha pensado alguna vez en poder conectarse y desconectarse de una relación? Como en
un chat, se dejan siempre las pestañas abiertas, el juego sigue y así se nos fue la vida que la nueva
era dicta.

Pero ¿cómo no? hace poco buscando respuestas que solo los muertos dan, pero que por fortuna
no son como las pestaña abierta de Bauman, sino como un legado dejado para comunicarnos, no
con ellos, más bien con la realidad, la vida misma con el tinte o el filtro de la mirada, el turno fue
para Schopen, mi querido y viejo Schopen, ¡quién diría que aliviaría tanto!. Él refiriéndose al amor
cito: “puede crecer y superar por su violencia a todas las demás pasiones, echar a un lado todas
las consideraciones, vencer todos los obstáculos con una fuerza y una perseverancia increíbles,
hasta el punto de arriesgar sin vacilación la vida por satisfacer su deseo, y hasta perderla si ese
deseo es sin esperanza.” Tal vez el mundo se cansó porque ya vivimos, retratamos, escribimos,
admiramos, prometimos y ya están guardadas y bien custodiadas las joyas de cada una de las
expresiones sutilmente humanas, aunque con el afán de la modernidad, perdón, de la
posmodernidad queramos tragar y replicar y prostituir con vehemencia aquello que tuvo dolor,
que fue parte de una escena sangrienta de la humanidad -porque todo está plagado de historia- y
volviendo con el viejo Schopen, agrega: Pero aun es más grande el número de los individuos a
quienes esta pasión conduce al manicomio. Por último, se comprueban cada año diversos casos de
doble suicidio, cuando dos amantes desesperados caen víctimas de las circunstancias exteriores
que los separan.

Pero, si dejamos que la vida se nos escape por el camino del amor, ¿qué es la posmodernidad?
Será el salvavidas, ese que se cree que es el camino más fácil, como por ejemplo la búsqueda de la
espiritualidad, podría dedicarme a vender boletos de nuevas religiones con nuevos dioses con un
anuncio de “cambie su miserable vida con un click” el camino sencillo que tomaron los cristianos
desde el principio fue eso: ser cristiano, matricularse en una religión por salvación divina,
decidieron –por las razones que fueran- que un dios a imagen y semejanza humana les solucionara
la existencia para evitar pensar, pero recordando a Arturo Graf “Las grandes elevaciones del alma
no son posibles sino en la soledad y el silencio”. Algo difícil que precisamente no es para las masas
porque la desesperación cuando “la vida se sale de las manos” suelen decir, pero que en realidad
siempre es esclavitud y siempre un mal hábito es un vicio y el adicto nunca se rehabilita, cambia su
adicción.

¿Somos esclavos del amor? Estamos jodidamente condenados a amar eso es una certeza, es casi
un vox populi, algo que el Karma amortigua, ese mismo es el cúmulo de huellas que nos hemos
dejado, quisiera creer que es más un Ouroboro, un eterno retorno, pero que dé cabida a un
nuevo inicio donde la prioridad, las prioridades siempre cambien.
Cuando la vida se sale de las manos -a modo de dato curiosos- o cuando la vida nunca tuvo
lugar, vivimos permanentemente aislados y lamento que ahora todos amen y lean mal y lean
para pasar el rato a Bukowski, él decía en uno de sus relatos que: los mejores inventos del
hombre son la cama y la bomba atómica: el primero te aísla y el segundo te ayuda a escapar.
He vivido más de la mitad de mi vida en la cama, protegiéndome, aislándome de la vida
misma y de todas sus pasiones violentas –refiriéndome a Schopenauer- a siempre percatarme
de vivir engañada. Hay tipos de engaños unos que son omisión de información, como cuando
murió Papá, un engaño que escondía cariño o como cuando se fue Leonardo que tenía un
habilidad impresionante para adaptarse a las situaciones, siempre elocuente y mentiroso, tan
hábil que logró crearme una atmosfera y yo era feliz en ella, hasta que escapé y la libertad
irrumpió con cuchillo en mano y sin anestesia. Cuando me regalaron aquel libro –otro engaño-
de Velodrómo de Invierno con la promesa de ser muy especial me hizo sentir especial, pero
fue un detalle dado porque nunca entendieron el libro y se querían deshacer, al parecer era
mucho el espacio que ocupaba en la maleta, eran muchas palabras y relatos de muerte, ¿qué
sensato llevaría en su conciencia, por ejemplo, la historia del suicidio de una mujer
embarazada y la justificación de quienes la acompañaban? Es una carga muy pesada para
llevarla en una sola maleta.

hay engaños que duelen, que alegran y que llenan de rabia, dependiendo del sentimiento se
clasifica el engaño o dependiendo de la prioridad, el engaño de papá fue el más importante,
no por ser papá, más bien porque nunca lo fue, ese engaño me tranquilizo el alma, aunque no
logró que mis relaciones heterosexuales tuvieran un rumbo equilibrado porque siempre
persistió ese sentimiento asemejado a la desolación

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