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rezar con

CARD. NGUYEN
VAN THUAN

textos para meditar

Antonio Pérez Villahoz

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Primera edición: enero de 2014

© Cobel

ISBN:978-84-15024-82-8
cobel@cobel.es
www.cobelediciones.com

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rezar con Card. Van Thuan

Índice

¿Quién es el cardenal Van Thuan?............. 7


Confianza en Dios. Filiacion divina......... 15
Caridad. Amor sincero al otro.................. 25
Fe en jesucristo.......................................... 33
Perseverar en la esperanza........................ 39
Sacrificio y mortificacion. La Cruz........... 49
Dios me quiere santo................................. 53
Apostolado................................................. 61
Oración...................................................... 73
La fuerza de la Eucaristía.......................... 81
Seguir la llamada de Dios.......................... 91
La Virgen, mi primer amor....................... 105
Que tu corazón no envejezca..................... 109

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Confianza en Dios.
Filiacion Divina

1. Me llamo Francisco Nguyen van Thuan y


soy vietnamita... Hasta el 29 de abril de 1975
fui, por ocho años, obispo de Nhatrang, en el
centro de Vietnam, la primera diócesis que me
fue confiada, donde me sentía feliz, y por la
cual sigo sintiendo predilección. El 23 de abril
de 1975 Pablo VI me nombró arzobispo coad-
jutor de Saigón. Cuando los comunistas llega-
ron a Saigón, me dijeron que mi nombramien-
to era fruto de un complot entre el Vaticano y
los imperialistas para organizar la lucha contra
el régimen comunista. Tres meses después fui
llamado al palacio presidencial para ser arres-
tado: era el día de la Asunción de la Virgen,
15 de agosto de 1975. Esa noche, durante el

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trayecto de 450 km que me lleva al lugar de
mi residencia obligatoria, vinieron a mi men-
te muchos pensamientos confusos: tristezas,
abandono, cansancio, después de tres meses de
tensiones... Pero en mi mente surge claramente
una palabra que disipa toda oscuridad, la pa-
labra que Mons. John Walsh, obispo misionero
en China, pronunció cuando fue liberado des-
pués de doce años de cautiverio: “He pasado
la mitad de mi vida esperando”. Es una gran
verdad: todos los prisioneros, incluido yo mis-
mo, esperan cada minuto su liberación. Pero
después decidí: “Yo no esperaré. Voy a vivir el
momento presente colmándolo de amor”.
Conserva un solo ideal: estar vuelto hacia
Dios Padre, un Padre que es todo amor. Toda
la vida del Señor, todo su pensamiento y su ac-
ción tuvieron un solo fin: «Que el mundo sepa
que yo amo al Padre y que hago lo que Él me
ha mandado» (Jn 14, 31), y «Yo hago siempre
lo que a Él le agrada» Un 8, 29).

2. No temas decirle al Señor todo lo que tú


quieres. Piensa en las palabras de Jesús: “Hasta
ahora no habeís pedido nada en mi nombre;
pedidlo y lo obtendreís” (Jn 16, 24). No tener

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temor significa amar como un niño ama a su


padre.

3. Perderé todo:
pero me quedarás Tú.
Allí estará tu amor
para inundar mi corazón.
Mi felicidad será total..
Y por eso repito:
Te he elegido.
Sólo te quiero a Ti
y tu gloria.

4. Si no permaneces estrechamente unido a la


voluntad de Dios, momento a momento, ex-
perimentarás caídas a lo largo del camino de
la esperanza. Esto sucederá porque tu deber te
parecerá carente de novedad, demasiado in-
observado y escondido y lleno de monotonía
cotidiana. El problema es muy simple. Antes
de hacer cualquier cosa tendrías que pensar:
“Señor, ¿qué tengo que hacer?” (Hch 22, 10)
¡Haz la voluntad de Dios!

5. El Señor no es el Salvador que te obliga a


amarlo y revivirlo, sino más bien Aquel por
quien tienes que dejarte amar sin reservas.

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6. El Señor dice “Yo soy la verdad”. No dice
que el periódico o la televisión son la verdad.
¿Qué tipo de verdad quieres tu seguir?

7. Que tú seas rico o pobre, que la gente te


alabe o te tome a risa, que tú seas noble o de
humilde condición, todo esto no tiene ningu-
na importancia si has decidido recorrer el ca-
mino, esperando la alegre esperanza, la venida
de nuestro Señor Jesucristo.

8. ¿Cómo llegar a esta intensidad de amor en


el momento presente? Pienso que debo vivir
cada día, cada minuto, como el último de mi
vida. Dejar todo lo que es accesorio, concen-
trarme sólo en lo esencial. Cada palabra, cada
gesto, cada conversación telefónica, cada deci-
sión es la cosa más bella de mi vida; reservo
para todos mi amor, mi sonrisa; tengo miedo
de perder un segundo viviendo sin sentido...

9. En el pasaje del evangelio que narra la mul-


tiplicación de los panes y los peces, los apósto-
les habrían querido elegir el camino más fácil:
“Despide a la gente para que busquen aloja-
miento y comida...” Pero Jesús quiere actuar
en el momento presente: “Dadles vosotros de

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comer” (Lc 9, 13). En la cruz, cuando el ladrón


le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas
con tu Reino”, Jesús le dijo: “Te aseguro que
hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 42-
43). En la palabra “hoy” sentimos todo el per-
dón, todo el amor de Jesús.

10. “Para ti el momento más bello es el mo-


mento presente (cf Mt 6, 34; St 4, 13-15). Víve-
lo en la plenitud del amor de Dios. Tu vida será
maravillosamente bella si es como un cristal
formado por millones de esos momentos. ¿Ves
como es fácil?”

11. Jesús, ayer por la tarde, fiesta de la Asun-


ción de María, fui arrestado.
Transportado durante toda la noche de Saigón
hasta Nhatrang, a cuatrocientos cincuenta ki-
lómetros de distancia, en medio de dos poli-
cías, he comenzado la experiencia de una vida
de prisionero.
Hay tantos sentimientos confusos en mi cabe-
za: tristeza, miedo, tensión.
Con el corazón desgarrado por haber sido ale-
jado de mi pueblo.
Humillado, recuerdo las palabras de la Sagra-
da Escritura: “Ha sido contado entre los mal-
hechores” (Lc 22, 37).

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He atravesado en coche mis tres diócesis: {Sai-
gón, Phanthiet, Nhatrang, con profundo amor
a mis fieles.
Pero ninguno de ellos sabe que su pastor está
pasando la primera etapa de su vía crucis.
Pero en este mar de extrema amargura, me
siento más libre que nunca.
No tengo nada, ni un céntimo, excepto mi ro-
sario y la compañía de Jesús y María.
De camino a la cautividad he orado: “Tú eres
mi Dios y mi todo”.

12. Los Apóstoles habrían querido elegir el


camino fácil: «Señor, deja ir a la multitud para
que se aprovisione de alimento...». Pero Jesús
quiere actuar en el momento presente: «Denles
ustedes de comer» (Lc 9, 13). En la Cruz, cuan-
do el ladrón le dijo: «‘Jesús, acuérdate de mí
cuando llegues a tu Reino’. Jesús le dijo: ‘te ase-
guro que hoy estarás conmigo en el paraíso’»
(Lc 23, 42-43). En la palabra «hoy» sentimos
todo el perdón, todo el amor de Jesús.

13. El padre Maximiliano Kolbe vivía este


radicalismo cuando repetía a sus novicios:
«Todo, absolutamente, sin condición». Escu-
ché a Dom Helder Cámara decir: «La vida es

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para aprender a amar». Una vez la Madre Tere-


sa de Calcuta me escribió: «Lo importante no
es el número de acciones que hacemos, sino la
intensidad del amor que ponemos en cada ac-
ción».

14. Una sola recompensa: Dios mismo. Cuan-


do Dios le dijo a santo Tomás de Aquino: «Has
escrito bien acerca de mí, Tomás: ¿qué re-
compensa quieres?», santo Tomás respondió:
«¡Sólo a Ti, Señor!».

15. Señor Jesús, arrodillado,


de tú a tú ante el tabernáculo, comprendo:
no podría elegir otro camino,
otro camino más feliz,
aunque, en apariencia,
hay otros más gloriosos.
Pero Tú, amigo eterno,
único amigo de mi vida,
no estás allí presente.
En ti está todo el cielo con la Trinidad,
el mundo entero y la humanidad entera.

16. En la cruz, durante su agonía, Jesús oyó la


voz del ladrón a su derecha: «Jesús, acuérda-

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te de mí cuando vengas con tu Reino» (Lc 23,
42). Si hubiera sido yo, le habría contestado:
«No te olvidaré, pero tus crímenes tienen que
ser expiados, al menos, con 20 años de pur-
gatorio». Sin embargo Jesús le responde: «Te
aseguro que hoy estarás conmigo en el paraí-
so» (Lc 23, 43). Él olvida todos los pecados de
aquel hombre.
Algo análogo sucede con la pecadora que de-
rramó perfume en sus pies: Jesús no le pregun-
ta nada sobre su pasado escandaloso, sino que
dice simplemente: «Quedan perdonados sus
muchos pecados, porque ha mostrado mucho
amor» (Lc 7, 47).
La parábola del hijo pródigo nos cuenta que
éste, de vuelta a la casa paterna, prepara en su
corazón lo que dirá: «Padre, pequé contra el
cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo
tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros»
(Lc 15, 1819). Pero cuando el padre lo ve llegar
de lejos, ya lo ha olvidado todo; corre a su en-
cuentro, lo abraza, no le deja tiempo para pro-
nunciar su discurso, y dice a los siervos, que
están desconcertados: «Traed el mejor vestido
y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas
sandalias en los pies. Traed el novillo cebado,

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matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,


porque este hijo mío había muerto y ha vuelto
a la vida; se había perdido y ha sido hallado»
(Lc 15, 22-24).
Jesús no tiene una memoria como la mía; no
sólo perdona, y perdona a todos, sino que in-
cluso olvida que ha perdonado.

17. El amor auténtico no razona, no mide, no


levanta barreras, no calcula, no recuerda las
ofensas y no pone condiciones.
Jesús actúa siempre por amor. Del hogar de la
Trinidad él nos ha traído un amor grande, in-
finito, divino, un amor que llega -como dicen
los Padres- a la locura y pone en crisis nuestras
medidas humanas.
Cuando medito sobre este amor mi corazón
se llena de felicidad y de paz. Espero que al fi-
nal de mi vida el Señor me reciba como al más
pequeño de los trabajadores de su viña, y yo
cantaré su misericordia por toda la eternidad,
perennemente admirado de las maravillas que
él reserva a sus elegidos.

18. Pobreza, obediencia, sacrificio, humilla-


ción, caridad, perdón, modestia, todo esto es

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estupidez a los ojos de nuestros contemporá-
neos. A los ojos del Señor ésta es la verdadera
nobleza. Lo que el mundo llama desgracia el
Señor lo llama felicidad.

19. El Señor nos ha enseñado una oración


para ayudarnos. Pero lo esencial es el encuen-
tro del Padre con su hijo y el diálogo que se
establece entre ellos. “Cuando vayas a orar, no
te preocupes por lo que has de decir. Entra en
tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre
que está allí en lo secreto; y tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará”. Poco importa
la forma de tu oración, lo que interesa es ese
intercambio afectivo entre un Padre y su hijo.

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