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Aprendizaje, Cambio y Etapas

del Aprendizaje
Esta es una invitación a que tengamos juntos, a través de estas páginas, una conversación.
Conversar es hablar y escuchar… “con-versar” es “girar juntos” como en una danza, en donde el
movimiento nos une y nos convoca en el placer de compartir.
Entonces te invitamos a que, tomados de las manos y frente a frente, comencemos a dar los
primeros pasos… ¿Qué es el Aprender? ¿Por qué nos estamos preguntando sobre el
Aprendizaje? ¿Por qué decimos que es importante en nuestras vidas?
¿Cuáles son tus primeras respuestas? Las que te vengan primero a la cabeza… tomá tu
diario/cuaderno y escribilas…
¿Qué dice nuestra cultura sobre el Aprender? Imaginamos que ya estarás teniendo algunas
respuestas e inventando nuevas preguntas... ¿si? ¿no?
Nosotros te invitamos a compartir algunas de las nuestras en la espera de escuchar las tuyas en
nuestro próximo encuentro.
¿Cuándo decimos que hay Aprendizaje? ¿Cómo sabemos que hemos aprendido?
Podemos decir que hay Aprendizaje cuando como observadores de las acciones de una
entidad (una persona, una organización o nosotros mismos) hacemos el juicio de que
dicha entidad es capaz de ejecutar acciones que antes no podía realizar.

El juicio de aprendizaje implica, entonces, la comparación de dos momentos diferentes en el


tiempo: el primer momento es cuando declaro/reconozco que hay algo que no sé y el segundo,
es cuando declaro/reconozco que yo ya sé, entre ambos momentos mediará un espacio en el
tiempo donde declararé que quiero aprender, me pondré en manos de alguien competente para
que me muestre y mediante la práctica recurrente y asistida incorporaré las nuevas acciones.
Esto implica entonces que cuando aprendemos reconocemos un Cambio en nuestra habilidad
para accionar en determinado dominio. Cuando aprendemos Cambiamos, aunque rara vez
conectamos el aprendizaje con el cambio. Decimos quiero cambiar pero rara vez reconocemos
que eso implica aprender a hacer algo que aún no sabemos hacer.
¿Cuándo ocurre el Aprendizaje? ¿Qué pasa cuando No Aprendemos?
Sin dudas en un nivel de conversación podemos decir que los seres humanos aprendemos
siempre o que no necesitamos que nos enseñen a aprender. Es como si tuviéramos una
competencia innata que nos permite aprender desde que nacemos sin que nadie nos diga cómo
hacerlo.
¿Podrías pensar en ejemplos de algunas cosas que hayas aprendido sin que te las enseñen?
Decimos que el Aprender a Aprender es una competencia ontológica fundamental ya que
implica no solo al mundo de las acciones sino también al de nuestras formas de ser.
El interés por el Aprender no es una novedad. Desde épocas antiguas el hombre se ha
preguntado y ha generado diferentes respuestas a este fenómeno.
En una época de constante cambio postulamos que el Aprender cómo Aprender es una habilidad
fundamental, es nuestro recurso más.
La mirada tradicional del Aprendizaje lo define como nuestra capacidad de incorporar
información, datos, significados, de un medio que está ahí, “afuera”.
Esta mirada tradicional propone que, a partir de esta incorporación de información,
hacemos una representación necesaria para generar una conducta como respuesta a los
estímulos, lo cual nos posibilita la adaptación.

Aunque esta visión puede ser más coherente con nuestros primeros años de vida, creemos
necesario hacer una distinción que pretende abarcar la pregunta por nuestra evolución en el
Aprender.
¿Aprenden igual los niños que los adultos? Como adulto, si te vieras en comparación con tus
épocas de niño, en relación al Aprendizaje, ¿notás diferencias? ¿Cuáles? Más allá de las
diferencias en el contenido de lo que se aprende, que de hecho han de ser diferentes, ¿cuál es
el contexto del aprendizaje en la adultez con respecto al de la niñez? ¿Podemos decir que
cuando niños estamos más abiertos a aprender?
De lo que seguro podríamos dar cuenta es que el contexto de aprendizaje en la niñez parte
desde el hecho de que aún no sabemos como el mundo es.
Tomando este supuesto como válido te invitamos a que te preguntes: ¿qué hace que los niños,
en relación a los adultos, estén más abiertos a aprender? ¿Acaso como adultos, no solemos
repetir que se aprende toda la vida?
Aquí vamos a hacer otra distinción. Es la referente a lo que un observador hace como juicio de la
realidad. Ante ésta podemos hacer el juicio/opinión de que sabemos sobre aquello a lo que se
hace referencia o de que no sabemos.
Entonces nos preguntamos: “¿Qué es Saber?”
¿Qué sentís a partir de reconocer lo que sabés? ¿Podés decir que te sentís más seguro cuando
declarás que sabés algo? Dirías que ¿está relacionado, en nuestra cultura, el saber con la
seguridad?
¿Con qué más está relacionado? Siendo que podemos hablar de esta tradición cultural desde su
inquietud de definir a los seres humanos como seres racionales: ¿con qué está relacionado el
ser racional? ¿Escuchaste alguna vez el juicio de que los humanos somos superiores a los
animales por ser racionales?
Podemos suponer que para nuestra tradición cultural existen ciertos juicios o creencias no
siempre cuestionadas en nuestra vida cotidiana que relacionan el saber con el tener poder o
autoridad o con el ser superiores (ser dueños de la verdad).
De esta manera, el saber (entendido como tener información) nos da una sensación de
seguridad ante un mundo que cambia constantemente.
Nuestra propuesta entonces abre otra pregunta: ¿Saber es Conocer? y si así es, entonces
¿Cómo conocemos?
Decimos que sabemos cuando sabemos hacer o cuando somos capaces de realizar una acción
efectiva. Y siguiendo a H. Maturana decimos “conocer es hacer y hacer es conocer”.
A partir de este supuesto decimos entonces que cuando hacemos: conocemos, y entonces
también decimos que sabemos.
Es desde esta mirada que podemos decir que el Aprendizaje abre espacios nuevos de
posibilidad (de acción hasta ahora no disponible). Abrirnos a lo desconocido abre
mundos hasta ahora no explorados.
Aquí distinguimos una diferente manera de mostrar las etapas del aprendizaje:
El arrogante: cree que sabe, pero no sabe que no sabe y por lo tanto no aprende.
El elefante en el bazar: cree que sabe porque tiene algunas nuevas palabras, pero no es
competente a la hora de conectar las distinciones con la acción. Es peligroso por su ceguera a
que no sabe y generalmente declara quiebres solo cuando cometió errores a veces muy
costosos.
Hasta aquí no entramos en la posibilidad de Aprender, sigamos...
El Principiante: sabe que no sabe y puede pedir ayuda para que alguien le enseñe.
El Principiante Avanzado: ha incorporado las nuevas distinciones de ese dominio en el que
quiere aprender y algunas acciones. Puede comenzar a moverse pero necesita supervisión.
El Competente: puede hacer promesas en determinado dominio de acciones y cumplirlas. Se
diferencia del principiante avanzado por la consistencia en su accionar y porque puede accionar
sin necesitar supervisión directa de cada acción.

El Virtuoso: además de ser competente es capaz de innovar en ese dominio.


La Maestría: es el que crea nuevos juegos en algún dominio, que luego otros seguirán.
La Leyenda: a partir de los nuevos juegos que crea posibilita la transformación de todo un
mundo.

Obstáculos del Aprender


Llegados a este punto te invitamos a una reflexión que integre lo conversado hasta aquí:
¿Cuáles son las emociones y los juicios que interfieren nuestra capacidad de aprender o la
imposibilitan?
Podríamos llamarlos Obstáculos del Aprender. Estos enemigos, paradójicamente, son
aprendidos no innatos y cada cultura crea los propios.
Vamos a revisar algunos que podemos generalizar como actitudes culturales nuestras, frente al
fenómeno del aprender.
Te invitamos a que reflexiones sobre los tuyos, aunque pudieran no estar en esta lista, y los
compartas para poder enriquecernos mutuamente en esta danza.

 Decir “yo ya lo sé”

Cuando decimos continuamente “esto yo ya lo sé” se cierran las posibilidades para el aprender y
la emoción que podemos reconocer en nosotros, cuando estamos en este espacio, es la de la
certidumbre.
Declarar no sé es indispensable para el aprendizaje. Lo que trae a la mano a la declaración de
ignorancia, que durante muchos años fue entendida culturalmente como un juicio/opinión
descalificatoria.
Otro punto a tener en cuenta en esta conversación es el hecho de que los seres humanos, desde
nuestra inquietud de dar sentido a lo que vivimos, creamos historias, nos contamos historias que
vienen desde nuestros supuestos y crean un sentido de coherencia para nosotros.
Entonces, generalmente, cuando estamos frente a algo nuevo, nuestra vivencia es de amenaza
a nuestra coherencia, amenaza a nuestra manera tradicional de mirar el mundo.
Intervenir en estas coherencias nuestras es, en gran parte, la labor de un coach ontológico.
Poder desafiar nuestros supuestos abre mundos de acciones hasta ahora desconocidos para
nosotros.

 Confundir “Saber” con “tener información”

Tener información es solo un momento y una posibilidad dentro del fenómeno del aprender. Es
solo el primer eslabón del aprender. Es muy importante en ciertos dominios, pero dada nuestra
tendencia de sobrevaluar la razón, solemos creer que sabiduría es sinónimo de información.
Esto suele ocultarnos que hay quienes tienen muy poca información y una gran sabiduría. ¿Se te
ocurre alguien?
La sabiduría tiene que ver con el arte de vivir. Recordemos entonces, que tener solo la
información no es suficiente para decir que aprendimos.
Saber hacer implica tener las competencias para fundar los juicios sobre cuál es la información
válida que me permite generar la acción efectiva, a fin de lograr el resultado que me propongo.

 El fenómeno de la ceguera cognitiva.

Generalmente actuamos organizando nuestras vidas a partir de lo que conocemos, dando


sentido a lo que hacemos a partir de las distinciones, historias y competencias que poseemos.
No de las que no tenemos.
Desde este espacio de estar parados en ser dueños de la verdad, no estamos habilitados a
reconocer que existen vastos dominios del conocimiento que no sabemos que no sabemos y a
este fenómeno lo denominamos ceguera cognitiva.
Normalmente no tenemos la más mínima idea de la existencia de vastos dominios del
conocimiento que puedan existir y estar disponibles. Ciertamente no tenemos idea de los
dominios del conocimiento que actualmente están siendo inventados.
Si no aceptamos que no sabemos, el aprendizaje no puede ocurrir. Cuando no aceptamos la
posibilidad de no saber que no sabemos el espacio para el aprendizaje no está disponible y bien
podríamos perder muchas oportunidades para ampliar nuestros conocimientos.
Solo un momento de duda en el que estemos dispuestos a cuestionar nuestros conocimientos, a
liberarnos de nuestros supuestos actuales, será el camino que nos abrirá a la posibilidad de que
puede existir algo nuevo que no sabemos que nos sabemos.

 “Es difícil” vs. “No Sé”


En el vivir de cada día, estamos inmersos en una serie de juicios/opiniones que le pertenecen a
nuestra cultura y que solemos repetir en forma automática. Estos se convierten, al no ser
reconocidos y menos cuestionados, en el espacio a partir del cual actuamos (o no lo hacemos).
Las posibilidades se recortan y tendemos a ver y evaluar el mundo de la misma manera, aunque
las emociones, personas, opciones y tiempos sean diferentes.
¿Qué queremos decir cuando decimos esto es difícil? Te invitamos a que mires este juicio
maestro deteniéndote en esta pregunta por unos instantes.
En término de acciones, más que de evaluaciones sobre las personas, podríamos decir que
declaramos es difícil cada vez que no sabemos emprender una acción específica o no vemos
posibilidad en un dominio/espacio de nuestras vidas en particular.
Es una manera, encubierta por cierto, de decir no soy competente en esto, no sé cómo hacerlo.
¿Qué podría cambiar para nosotros si pudiéramos declarar simplemente no soy competente en
vez de decir es difícil?
Creemos que, en primer lugar, ese cambio en el observar nos lleva a la posibilidad de hacernos
responsables de nuestra incompetencia en un terreno en particular. Y, por qué no, nos abre la
posibilidad de pedir la asistencia de alguien que juzguemos competente para que, dándole
autoridad, nos pueda enseñar.

 Decir dado como soy, no puedo aprender

Cuantas veces nos cerramos a aprender cuando, ante lo nuevo, nos decimos yo nunca podría
aprender eso. Detrás de esta frase pueden haber diferentes supuestos: no soy lo
suficientemente hábil para conocer esto, o esto es demasiado complicado para mí. Podríamos
tener una lista interminable de dado la persona que soy no podría aprender eso.
Esta reacción ante lo nuevo genera la pérdida de la autoconfianza, nos predispone al cierre de la
posibilidad de accionar, y limita en nuestra capacidad de comprometernos o de arriesgar.

¿Cuáles son tus propios supuestos de dado quién soy, no puedo aprender”? ¿En que dominios
de acción te aparecen? ¿En dónde o de quién los escuchaste por primera vez? (escribí tus
reflexiones en tu diario/cuaderno).

 No tener preguntas sobre nuestras preguntas

Hacemos preguntas y creemos que porque las hicimos deben ser contestadas. No vemos los
presupuestos detrás de las preguntas. Para investigar en este obstáculo te invitamos a que te
hagas preguntas y a que, en lugar de respondértelas, observes cuáles son los pre-supuestos
que sostienen la posibilidad de hacerte estas preguntas. Puede ser muy divertido que lo hagas.

 Decir no tengo tiempo

No darle prioridad al aprendizaje parece ser el síntoma de nuestra época.


Confundimos, en la velocidad del vivir y el cambio en el que estamos inmersos, lo urgente con lo
importante en nuestra vida y, desde éste lugar, observamos que el tiempo es escaso y
disponerlo para el aprendizaje puede significar un lujo para pocos.
¿El aprendizaje es para vos urgente o importante? (compartí tus reflexiones con tu grupo).
Esta postura nos deja en una posibilidad, la de aprender principalmente de las crisis y de los
momentos de dolor. Esos suelen ser para muchos los únicos espacios en donde se dan tiempo
para la reflexión sobre el vivir, el escuchar, el planteo sobre el sentido de la vida y sobre el futuro.
Pero diseñar nuestra vida desde el dolor, la pérdida o el miedo como contexto suele reducir
nuestras posibilidades de aprender y niega la posibilidad de crear un aprender desde la alegría,
la liviandad, la elección.

 Vivir en enjuiciamiento permanente

Tenemos la tendencia de estar haciendo juicios/opiniones y más juicios sobre distintas


situaciones, sepamos o no. Al hacer tantos juicios/opiniones generamos la ilusión de que
sabemos algo, cuando a veces somos incompetentes/ciegos en la materia de la cual estamos
opinando.

 Confundir las explicaciones con el fenómeno explicado

La tendencia es creer que las explicaciones le pertenecen al fenómeno explicado, cuando en


realidad las explicaciones le pertenecen al observador que explica. Dos formas diferentes de
explicar van a crear dos formas diferentes de intervenir, y así dos oportunidades muy diferentes
de acción. ¿Se te ocurre algún ejemplo en el que una experiencia vivida sea muy diferente de la
explicación de esta experiencia?

 Querer tener todo claro, todo el tiempo (buscadores de “la” verdad)

Hay quienes han desarrollado ansiedad por tener claro todo, todo el tiempo. No aceptan la
reflexión ni el tiempo necesario para habitar en las preguntas nunca antes formuladas.
Viven necesitando respuestas para sentirse más seguros y de esta manera evitan la
incertidumbre del adentrarse en lo desconocido.
No declaran quiebres y usan las crisis para moverse o piden ayuda cuando la situación es casi
insostenible.

 Incapacidad para incorporar el cuerpo en el aprendizaje

Tradicionalmente tendemos a creer que aprender es un proceso de la mente.


Olvidamos que el aprendizaje necesita involucrar el cuerpo, siendo que es este el que realiza las
acciones y, desde esta mirada, es un dominio primario para que se dé el aprendizaje.
Hablamos de in-corporar como llevar al cuerpo y esto hace referencia a que cuando aprendemos
se producen cambios a nivel de nuestro sistema nervioso, y por ende también en nuestra
corporalidad.
El aprendizaje implica la creación y el sostén de nuevas prácticas que, repetidas corporalmente
en el tiempo, generan la transparencia en el vivir cotidiano.

 Incapacidad para crear el contexto emocional adecuado para el aprendizaje

Estamos inmersos en un paradigma que, como estamos viendo, confunde el saber con tener
información. Además vimos que cuando decimos que sabemos nos sentimos más seguros.
Sin embargo, todos hemos reconocido alguna vez que hay una conexión directa entre nuestra
capacidad para aprender y lo que sentimos cuando estamos aprendiendo algo.
No se aprende igual desde el miedo, la culpa o la vergüenza. Esto es muy importante: el
contexto enseña más que el texto!
De esta manera hay emociones, entendidas como predisposiciones para la acción, que están
disponibles para nosotros en nuestros momentos de aprendizaje y otras que no.
Un ejemplo de esto es la arrogancia. Podríamos definirla como la emoción que está ligada a la
declaración de yo todo lo sé y no hay nada más que necesite aprender. Cuando estamos en la
arrogancia simplemente no estamos disponibles al aprendizaje.

 La gravedad

Es un emocionar que se caracteriza por interpretar lo que ocurre habitualmente como


complicado, complejo, grave.
Caracterizamos a los que habitan en este espacio emocional a partir de que sus voces son
graves (tonos bajos), se dan aires de superioridad y miran con cierto desprecio a los que
consideran ignorantes.
Ante ellos tendemos a alejarnos, dejarlos solos y, de hecho, no solo se afecta su aprendizaje
sino el contexto en sí de la relación.
Es un espacio en donde no hay posibilidad para la pregunta.
Es oportuno aclarar que solemos confundir culturalmente la gravedad con la seriedad. Nos
olvidamos que la seriedad es el espacio en donde nos hacemos preguntas, y también preguntas
sobre las preguntas. La seriedad nos permite la risa, principalmente la saludable posibilidad de
reírnos de nosotros mismos, pudiendo de esta manera vivir los errores con liviandad más que
con miedo, culpa o vergüenza.

 La trivialidad

Es uno de los contextos emocionales más nocivos a la hora de aprender. Si los que habitan la
gravedad viven pretendiendo la seriedad, los triviales pretenden evitarla. Viven en la risa, en el
sarcasmo y la ironía, en pos de la buena onda.
Por supuesto evitan el reírse de sí mismos y viven riéndose de los demás. Generan a su
alrededor una atmósfera de miedo al ridículo o a la descalificación.
Evitan ser confrontados y se disfrazan de simpáticos o de buenas personas.
Cuando la trivialidad se convierte en el contexto predominante en una cultura u organización los
resultados tienden a ser mediocres, medidos con los estándares más bajos. Es un espacio en
donde no hay preguntas porque no existe la posibilidad de la reflexión.

 No dar autoridad para que otro me enseñe

La única forma de llegar desde donde no sabemos a saber es confiando en un maestro y


dejándonos llevar por él.
Luego de declarar nuestra ignorancia en algún dominio específico de acciones, el segundo paso
es declarar que quiero aprender. Para eso es necesario darle autoridad a alguien para que me
enseñe.
A esto lo llamamos nuestra declaración del maestro. Esto implica que, además de reconocer que
sabe, le damos autoridad y confianza para que sea él el que nos enseñe sobre eso no sabemos
y queremos aprender. La autoridad es una forma de poder. Entendiendo el poder como
capacidad de acción efectiva en un dominio de acciones determinado, justamente le damos
poder al maestro a partir de nuestra declaración de que él sabe hacer en un espacio en donde
nosotros nos declaramos incompetentes.

 La desconfianza

Cuando concedemos autoridad a alguien para que nos enseñe, estamos diciendo que confiamos
en esa persona, en sus competencias en ese dominio y en su compromiso a asistirnos en el
proceso de aprender.
¿Qué ocurre cuando declaramos que no confiamos? ¿Qué se abre y qué se cierra como
posibilidad, cuando la desconfianza es el espacio desde el cuál actuamos?
El espacio de posibilidades se amplía, o se limita, drásticamente ante la presencia, o la ausencia,
de estas emocionalidades, la confianza y la desconfianza.

 La incapacidad para desaprender

Este enemigo/obstáculo se relaciona directamente con aquellas experiencias nuestras que


juzgamos exitosas, nuestros logros anteriores y, más aún, las fórmulas que nos llevaron a ellos.
Pretender que si ayer sirvió hoy debe seguir haciéndolo puede ser una ilusión peligrosa.
En una época de cambios constantes, juzgar que lo que funcionó hasta ayer es una via regia,
una formula incuestionable hoy, puede hacernos ciegos a las necesidades del momento y a los
cambios que se hayan producido.
Traer el pasado al presente, desde el supuesto de que si sirvió antes debe seguir haciéndolo
ahora, nos cierra a la posibilidad de reconocer el tiempo presente y accionar desde las nuevas
condiciones.
Es importante recalcar que desaprender no implica olvidar sino crear una relación diferente con
lo que ya sabemos.

 Reflexión de Cierre

Todo ciclo de aprendizaje se cierra con el reconocimiento de que ahora somos capaces de
realizar lo que no éramos capaces en el pasado. Cuando esto sucede, sabemos que sabemos, y
entonces, sabemos que hemos aprendido.
Mediante el aprendizaje nos diseñamos, se abre el espacio para convertirnos en personas
diferentes.
Creando nuevas acciones y nuevas prácticas estamos transformándonos permanentemente… el
aprendizaje es una de las actividades más importantes de nuestras vidas, nos capacita para
trascender, para ir más allá de nosotros mismos.
Al expandir nuestra capacidad de acción, estamos transformando permanentemente quiénes
somos. La Ontología del Lenguaje dice que actuamos de acuerdo a como somos y somos de
acuerdo a como actuamos.

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