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Estudio de los mecanismos neuronales

implicados en las respuestas


motivacionales de las drogas de abuso.

Memoria presentada para optar al grado de Doctor de la


Universitat Pompeu Fabra por:

MIQUEL MARTÍN SÁNCHEZ

Director:
Pr. Rafael Maldonado López

Laboratori de Neurofarmacologia
Departament de Ciències Experimentals i de la Salut
Universistat Pompeu Fabra
Barcelona, España.

Programa de Doctorat en Ciències de la Salut i de la Vida


Esta Tesis esta dedicada a todas las personas que me han acompañado y me
han apoyado durante estos años. Me gustaría expresar mi más sincero
agradecimiento a todas ellas:

A mi director de Tesis Rafael Maldonado por haberme dado la


oportunidad de trabajar en su laboratorio y de realizar esta Tesis.

A todos mis compañeros de laboratorio, a los que nunca olvidare.

A los compañeros de los laboratorios de Fisiología Animal y Psicología


Medica de la Universitat Autónoma de Barcelona.

Al Carlos, Jordi, Sergi, David, Vicenç, Albert y a las Annas, por estar
siempre a mi lado.

A mi abuela, mis hermanos, mis tíos y mis primos por ser una parte
importante de mi vida.

A mis padres por todo su amor.

Y a Hagar, por su compañía, amistad y ayuda en todo momento.


A la memoria de mi abuela.
ABREVIACIONES

AA Aminoácidos
2-AG 2-Araquidonilglicerol
AC Adenilato Ciclasa
ACTH Hormona adrenocorticotrópica
AMPc Adenosina Monofosfato Cíclico
CB1 Receptor cannabinoide tipo I
CB2 Receptor cannabinoide tipo II
CHO Células de ovario de hamster chino
CMS Chronic Mild Stress
CRF Factor liberador de la hormona adrenocorticotrópica
ERK Extracellular receptor-activated Kinase
FAAH Fatty acid amido hydrolase
FSH Hormona folículo-estimulante
HPA Eje hipotalámico-hipofisario-adrenal
IP3 Inositol trifosfato
JNK C-jun N-terminal quinasa
LH Hormona luteinizante
LTP Potenciación a largo plazo
MAP Mitogen-activated quinasa
ORL1 Opioid-receptor like
PACAP Pituitary Adenylate Cyclase Activating Polypeptide
PC Prohormona convertasa
PCR Polymerase chain reaction
PKA Proteína quinasa A
POMC Pro-opiomelanocortina
SNC Sistema nervioso central
THC Δ9-tetrahidrocannabinol
TRH Hormona liberadora de tirotropina
TSH Hormona estimulante de la tiroides
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1. El sistema cannabinoide 1
1.1. El sistema cannabinoide endógeno 2
1.1.1. Receptores cannabinoides 2
1.1.1.1. Otros receptores cannabinoides 6
1.1.1.2. Mecanismos de transducción inducidos por la
activación del receptor cannabinoide 7
1.1.1.3. Distribución anatómica de los receptores
cannabinoides 9
1.1.2. Endocannabinoides 11
1.1.2.1. Anandamida 12
1.1.2.1.1. Síntesis de la anandamida 12
1.1.2.1.2. Inactivación de la anandamida 13
1.1.2.1.3. Localización de la anandamida 14
1.1.2.2. El 2-araquidonilglicerol (2-AG) 15
1.1.2.2.1. Síntesis del 2-AG 15
1.1.2.2.2. Inactivación del 2-AG 15
1.1.2.2.3. Localización del 2-AG 16
1.1.2.3. El 2-araquidonilgliceril éter (noladín éter) 16
1.1.2.4. O-araquidonil etanolamina (virodamina) 16
1.1.2.5. Características específicas de la neurotransmisión
cannabinoide 17
1.1.2.5.1. Síntesis y liberación de los
endocannabinoides bajo demanda 17
1.1.2.5.2. Función de los endocannabinoides como
mensajeros retrógrados 17
1.1.3. Efectos farmacológicos de la activación de los receptores
cannabinoides 18
1.1.3.1. Efectos antinociceptivos 18
1.1.3.2. Efectos motores 21
1.1.3.3. Efectos sobre la memoria 25
1.1.3.4. Control sobre la temperatura corporal 27
1.1.3.5. Efectos endocrinos 27
1.1.3.6. Efectos emocionales 27
1.1.3.7. Efectos motivacionales de los cannabinoides 28
1.1.3.8. Tolerancia y dependencia física de cannabinoides 30
1.1.3.8.1. Tolerancia a los efectos farmacológicos
de los cannabinoides 30
1.1.3.8.2. Dependencia física de cannabinoides 31
1.1.4. Interacción de los cannabinoides con otras drogas de abuso 33
1.1.4.1. Interacción cannabinoide-opioide 33
1.1.4.1.1. Estudios farmacológicos 34
1.1.4.1.1.1. Antinocicepción 34
1.1.4.1.1.2. Actividad locomotora 36
1.1.4.1.1.3. Propiedades reforzantes y
dependencia 37
1.1.4.1.1.4. Ansiedad 40
1.1.4.1.2. Mecanismos bioquímicos involucrados en
las interacciones cannabinoide-opioide 40
1.1.4.1.2.1. Modificaciones en los
receptores y ligandos
endógenos 40
1.1.4.1.2.2. Interacción a nivel de los
mecanismos de transducción
de señal 41
1.1.4.1.2.3. Interacción física entre los
receptores opioides y
cannabinoides 42
1.1.4.2. Interacción cannabinoide-cocaína 42
1.1.4.3. Interacción cannabinoide-anfetamina 43
1.1.4.4. Interacción cannabinoide-MDMA 44
1.1.4.5. Interacción cannabinoide-etanol 44
1.1.4.6. Interacción cannabinoide-nicotina 45
2. El sistema del péptido PACAP 47
2.1. Características del péptido PACAP 49
2.1.1. Características del gen que codifica el péptido PACAP 50
2.1.2. Distribución del péptido PACAP 51
2.1.2.1. Sistema Nervioso Central 51
2.1.2.2. Tejidos periféricos 52
2.1.2.2.1. Glándulas endocrinas 53
2.1.2.2.2. Sistema digestivo 53
2.1.2.2.3. Sistema respiratorio 54
2.1.2.2.4. Sistema inmunitario 54
2.2. Receptores del péptido PACAP 54
2.2.1. Distribución de los receptores PACAP 57
2.2.1.1. Sistema Nervioso Central 57
2.2.1.1.1. Receptor PAC1 57
2.2.1.1.2. Receptores VPAC1 y VPAC2 58
2.2.1.2. Tejidos periféricos 59
2.3. Efectos de la activación de los receptores PACAP 60
2.3.1. Sistema Nervioso Central 60
2.3.1.1. Función neuroendocrina 60
2.3.1.2. Ritmo circadiano 61
2.3.1.3. Control de las funciones hipofisarias 62
2.3.1.4. Acciones antinociceptivas 64
2.3.1.5. Procesos de memoria 64
2.3.1.6. Efectos neurotróficos 65
2.3.1.7. Control de la ingesta 67
2.3.1.8. Regulación de las respuestas farmacológicas del
etanol y la morfina 67
2.3.1.9. Otras acciones centrales 68
2.3.2. Efectos a nivel de los órganos periféricos 69
2.3.2.1. Adrenal 69
2.3.2.2. Páncreas 69
2.3.2.3. Gónadas 70
2.3.2.4. Sistema gastrointestinal 70
3. El sistema opioide 72
3.1. Receptores opioides 72
3.2. Distribución de los receptores opioides 74
3.2.1. Receptor opioide μ 74
3.2.2. Receptor opioide δ 74
3.2.3. Receptor opioide κ 76
3.3. Vías de transducción implicadas en la activación de los receptores
opioides 77
3.3.1. Proteínas G 77
3.3.2. Vía del adenilato ciclasa 77
3.3.3. Vía del fosfatidilinositol 77
3.3.4. Vía de las MAP quinasas 78
3.3.5. Canales iónicos 78
3.4. Péptidos opioides endógenos 79
3.4.1. Distribución 81
3.4.1.1. POMC y péptidos derivados 81
3.4.1.2. Pre-proencefalina y péptidos derivados 81
3.4.1.3. Prodinorfina y péptidos derivados 82
3.4.1.4. Endomorfinas 82
3.5. Respuestas farmacológicas 83
3.5.1. Analgesia 83
3.5.1.1. Efectos antinociceptivos a nivel supraespinal 83
3.5.1.2. Efectos antinociceptivos a nivel espinal 84
3.5.1.3. Efectos antinociceptivos a nivel periférico 85
3.5.2. Actividad locomotora 85
3.5.3. Memoria 86
3.5.4. Efectos endocrinos 87
3.6. Tolerancia y dependencia 87
3.6.1. Tolerancia 87
3.6.2. Dependencia física 90
3.7. Opioides y sistemas de recompensa 94
3.7.1. Efectos gratificantes de los opioides y sistema mesolímbico
dopaminérgico 94
3.7.2. Implicación de cada subtipo de receptor opioide 95
3.7.2.1. Receptor μ 95
3.7.2.2. Receptores δ 95
3.7.2.3. Receptores κ 96
3.7.3. Sensibilización a los efectos inducidos por los opioides 96
3.7.3.1. Adaptaciones a nivel del área ventral tegmental 97
3.7.3.2. Adaptaciones a nivel del núcleo accumbens 98
3.7.3.3. Papel de la expresión de genes a largo plazo 98
3.7.4. Efectos disfóricos/aversivos de la abstinencia opioide 99

OBJETIVOS 101

RESULTADOS 103
ARTÍCULO 1. “Cocaine, but not morphine, induces conditioned place
preference and sensitization to locomotor responses in CB1 knockout
mice” 104
ARTÍCULO 2. “Involvement of CB1 cannabinoid receptors in emotional
behaviour” 114
ARTÍCULO 3. “Altered emotional behavior in PACAP-type-I-receptor-
deficient mice 124
ARTÍCULO 4. “Morphine withdrawal is modified in pituitary adenylate
cyclase-activating polypeptide type I-receptor-deficient mice” 132
ARTÍCULO 5. “Impairment of mossy fiber long-term potentiation and
associative learning in pituitary adenylate cyclase activating
polypeptide type I receptor-deficient mice” 142
ARTÍCULO 6. “Acute antinociceptive responses in single and
combinatorial opioid receptor knockout mice: distinct mu, delta and
kappa tones” 151

DISCUSIÓN 160

CONCLUSIONES 182

ANEXO - Otras publicaciones 185

BIBLIOGRAFÍA 192
INTRODUCCIÓN
1. El sistema cannabinoide.

La palabra cannabinoide engloba un conjunto de sustancias de origen natural o


sintético clasificadas en tres grupos: los cannabinoides naturales, los
cannabinoides sintéticos y los endocannabinoides. Dentro del grupo de los
cannabinoides naturales se incluyen los compuestos activos que contiene la
planta Cannabis sativa, como el Δ9-tetrahidrocannabinol (THC). Los
cannabinoides sintéticos incluyen dos grandes grupos de compuestos; los
derivados sintéticos del THC y los aminoalquilindoles. El HU-210 y el CP55940
son dos de los principales cannabinoides sintéticos derivados del THC. Entre
los aminoalquilindoles cabe destacar el WIN55212.

Los endocannabinoides engloban un conjunto de sustancias sintetizadas de


forma natural en diferentes especies animales, incluidos humanos y roedores, y
que provienen de la degradación de lípidos de membrana. Hasta el momento
se han descrito diferentes endocannabinoides, entre los que se incluyen la
anandamida, el 2-araquidonilglicerol (2-AG), el 2-araquidonilglicerileter (noladín
éter) y la virodamina.

Las sustancias cannabinoides han sido utilizadas por el hombre desde la


antigüedad, principalmente por sus efectos psicoactivos. El principal
componente activo de la planta Cannabis sativa es el THC, aislado en 1964 por
Gaoni y Mechoulan (Gaoni & Mechoulam, 1964). También se han descrito una
sesentena de otras sustancias cannabinoides que se hallan en menor cantidad
o tienen menor poder psicoactivo, como por ejemplo el Δ8-THC y el cannabinol
(ambos con efectos psicoactivos) o el cannabidiol (sin efectos psicoactivos). La
principal vía de consumo de los derivados de la planta Cannabis sativa es la
inhalación. Por esta vía, el THC es absorbido rápidamente a la corriente
sanguínea y pasa a ser distribuido por los diferentes tejidos. Una vez en el
organismo, es metabolizado sobre todo a nivel del hígado, donde se transforma
en 11-OH-Δ9-THC. Este metabolito es más potente que el propio THC y
atraviesa la barrera hematoencefálica con más facilidad, siendo el que ejerce
mayoritariamente los efectos psicoactivos. El siguiente paso en la ruta
metabólica, produce un compuesto más oxidado, el 11-nor-9-carboxi-Δ9-
tetrahidrocannabinol que no presenta propiedades cannabinomiméticas.

1
Los efectos del THC en humanos incluyen: disrupción de la memoria a corto
plazo, problemas cognitivos, sensación de que el tiempo discurre lentamente,
descoordinación, sequedad bucal, taquicardia y alteraciones en el estado de
ánimo (Hollister, 1986; Pertwee, 1988).

Las propiedades terapéuticas del cannabis también se conocen desde la


antigüedad, y fue en un principio empleado sobre todo para el tratamiento de
diferentes alergias, migrañas y para facilitar el parto (Mechoulam, 1986).
Actualmente, existen diferentes agonistas cannabinoides que están siendo
utilizados para el tratamiento de diversas dolencias o que están en fase de
ensayo para su posible aplicación en el futuro. Así, el cannabinoide sintético
NABILONE se está utilizando como antiemético en múltiples países, incluido
España, en pacientes que reciben quimioterapia. El DRONABINOL, nombre
genérico del THC, se utiliza con éxito para incrementar el apetito en pacientes
con SIDA y cáncer. Diversos compuestos cannabinoides están en fase de
desarrollo, entre los que podríamos citar los antagonistas cannabinoides que se
están testando como posibles adelgazantes y el DEXANABINOL. También se
está evaluando la aplicación de estos cannabinoides para aliviar el temblor y la
espasticidad en pacientes que sufren esclerosis múltiple, como agentes
antioxidantes, neuroprotectores, analgésicos, como fármacos para el
tratamiento del glaucoma y como antiproliferativos. El problema de estas
sustancias es que presentan un estrecho margen terapéutico y a dosis
mayores pueden provocar efectos indeseables, principalmente relacionados
con su actividad psicotrópica. El uso de cannabinoides no psicoactivos
permitirá disociar los efectos indeseables de los terapéuticos.

1.1. El sistema cannabinoide endógeno.

1.1.1. Receptores cannabinoides. Debido a la gran lipofilicidad del THC,


durante mucho tiempo se pensó que este compuesto producía sus efectos
farmacológicos mediante interacciones inespecíficas a nivel de la membrana
(Hillard et al., 1985). Sin embargo, el desarrollo de ligandos sintéticos de mayor
potencia permitió la caracterización definitiva de un receptor específico para los
cannabinoides. Uno de estos compuestos, el CP55940 fue tritiado y utilizado
para identificar y caracterizar un receptor cannabinoide en sinaptosomas de

2
cerebro de rata (Devane et al., 1988). Los resultados obtenidos demostraron
que la unión de [3H]-CP55940 a su receptor era saturable, de gran afinidad y
enantioselectividad, además de mostrar las características de un receptor
acoplado a proteínas G. La existencia de dicho receptor cannabinoide quedó
confirmada tras varias observaciones:

- La existencia de sitios de unión específicos que se saturan a


concentraciones bajas de diferentes agonistas cannabinoides y que
presentan una alta afinidad por estos mismos agentes (Devane et al.,
1988; Herkenham et al., 1990; Herkenham et al., 1991a; Herkenham
et al., 1991b).

- Un amplio rango de cannabinoides no marcados desplazan la unión


de [3H]-CP55940. Los cannabinoides presentan también una elevada
enantioselectividad en el desplazamiento de este compuesto, siendo
más efectivos los enantiómeros (-) (Devane et al., 1988; Howlett et
al., 1990; Herkenham et al., 1990; Herkenham et al., 1991a;
Herkenham et al., 1991b).

- Estos sitios de unión presentan una alta selectividad por los agentes
cannabinomiméticos y están presentes en grandes concentraciones
en el cerebro (Bidaut-Russell et al., 1990; Howlett et al., 1992).

- La distribución de estos sitios de reconocimiento está muy


relacionada con los efectos farmacológicos que producen los
cannabinoides (Herkenham et al., 1990; Mailleux & Vanderhaeghen,
1992; Herkenham et al., 1991a; Herkenham et al., 1991b; Bidaut-
Russell et al., 1990).

La clonación y secuenciación del receptor cannabinoide (CB1) localizado a


nivel del sistema nervioso central (SNC) se realizó en el año 1990 (Matsuda et
al., 1990) y fue el resultado de una estrategia que tenía como objetivo la
obtención de ADNc que codificara nuevos receptores acoplados a proteínas G.
A través de una librería de ADNc de corteza cerebral de rata, se obtuvo el
SKR6, cuya secuencia sugirió que su producto podía ser un receptor con 7
dominios transmembrana acoplado a proteínas G. Se expresó en células de

3
ovario de hámster chino (CHO), y se probó la capacidad de unión y activación
con diferentes ligandos. Finalmente se comprobó que las CHO transfectadas
con SKR6 eran sensibles a los efectos de diferentes cannabinoides. En
concreto se observó que el THC y el CP55940 eran capaces de inhibir la
actividad adenilato ciclasa (AC) (Matsuda et al., 1990). El receptor CB1 de la
rata, al igual que el del ratón, está constituido por 473 aminoácidos (AA).

Poco tiempo después se clonó el receptor CB1 humano a partir de muestras de


tronco cerebral (Gerard et al., 1990). El receptor CB1 humano contiene 472 AA
y presenta una homología del 93% en la secuencia nucleotídica y del 98% en la
aminoacídica con respecto al de rata (Gerard et al., 1991). El gen del receptor
CB1 humano se encuentra localizado en la región q14-q15 del cromosoma 6
(Caenazzo et al., 1991; Hoehe et al., 1991). Se ha descrito una variante
alternativa en humanos producida por “splicing diferencial” denominada CB1A
(Shire et al., 1995).

La clonación de un segundo tipo de receptor cannabinoide en células del bazo,


demostró la existencia de al menos dos tipos de receptores cannabinoides
(Munro et al., 1993). Este receptor se denominó CB2, y se aisló a partir de
células mieloides de bazo de rata, utilizándose una estrategia basada en la
técnica de la PCR (Munro et al., 1993). El ADNc del receptor CB2 humano se
aisló de una línea celular promielocítica (Slipetz et al., 1995).

Ambos receptores pertenecen a la superfamilia de receptores de membrana


con 7 dominios transmembranales acoplados a proteínas G. Los receptores
CB1 y CB2 presentan una homología del 44% en roedores, aunque la
homología alcanza el 68% a nivel de los dominios transmembranales (Figura.
1). El receptor CB1 es mayor que el CB2, presentando en la rata un total de 72
AA adicionales en el extremo N-terminal, 15 residuos adicionales en el tercer
“loop” extracelular y otros 13 AA extra en la región C-terminal. El mayor grado
de homología entre ambos receptores se encuentra en las regiones
transmembranales TM2, TM3, TM5 y TM6.

4
5
Figura 1. Comparación de las estructuras péptidicas de los receptores cannabinoides CB1 y CB2.
1.1.1.1. Otros receptores cannabinoides. Diferentes estudios realizados en
los últimos años han sugerido la existencia de un tercer tipo de receptor
cannabinoide que aún no ha sido identificado. Así, estudios farmacológicos han
demostrado que la anandamida induce vasodilatación en tejido arterial
mesentérico (Wagner et al., 1999). Este efecto es parcialmente inhibido por el
antagonista CB1, SR141716A. Sin embargo, el THC o potentes agonistas
sintéticos de los receptores CB1 y CB2 (como por ejemplo el HU-210 o el
WIN55212) no muestran este efecto vasodilatador (Howlett et al., 1990; Felder
et al., 1995). Igualmente, estudios realizados en ratones deficientes en el
receptor CB1 o en los dobles mutantes CB1/CB2 han demostrado que el efecto
vasodilatador de la anandamida persiste en estos animales (Jarai et al., 1999).

Por otra parte, se ha demostrado que la anandamida es capaz de modificar la


actividad espontánea y el umbral nociceptivo en animales deficientes en el
receptor cannabinoide CB1. Sin embargo, el THC es inefectivo en estos
ratones (Di, V et al., 2000). Por otra parte, Haller y colaboradores (2002)
describieron que el antagonista cannabinoide SR141716A producía un efecto
ansiolítico tanto en ratones salvajes como en ratones mutantes deficientes en
el receptor cannabinoide CB1 (Haller et al., 2002).

Estudios bioquímicos también apoyan la hipótesis de la existencia de otros


receptores cannabinoides no identificados. Así, la anandamida es capaz de
estimular la unión de [35S]-GTPγS a nivel cerebral en ratones deficientes en el
receptor CB1, mientras que el THC fue capaz de ejercer este mismo efecto
únicamente en muestras extraídas de animales salvajes (Di, V et al., 2000).
Esta actividad de la anandamida no era inhibida ni por el antagonista CB1,
SR141716A, ni por el antagonista CB2, SR144528. En un estudio posterior se
observó que el WIN55212 también era capaz de estimular la unión de [35S]-
GTPγS en preparaciones de tejido cerebral de animales deficientes en el
receptor CB1 (Breivogel et al., 2001). Este efecto fue observado en
determinadas regiones cerebrales como en la corteza, hipocampo, tronco
cerebral, diencéfalo y médula espinal, pero no en los ganglios basales o en el
cerebelo.

6
1.1.1.2. Mecanismos de transducción inducidos por la activación del receptor
cannabinoide. Como ya se ha comentado anteriormente, los receptores
cannabinoides pertenecen a la superfamilia de receptores de membrana
acoplados a proteínas G. Sin embargo, la eficacia que presentan para activar a
las proteínas G es relativamente baja. Por ejemplo, a nivel del estriado cada
receptor cannabinoide activa únicamente una media de 3 proteínas G,
comparado con las 20 de media de los receptores μ- y δ-opioides (Sim et al.,
1996b; Breivogel et al., 1997). Posiblemente la escasa eficacia del receptor
cannabinoide explique la gran densidad del mismo en el cerebro.

Los receptores cannabinoides se unen principalmente a proteínas G del tipo


Gi/o produciendo un cambio en la actividad de diferentes sistemas efectores. En
primer lugar los cannabinoides inhiben la actividad AC, disminuyendo las
concentraciones de AMPc (Howlett, 1984; Pacheco et al., 1993; Felder et al.,
1995; Bidaut-Russell et al., 1990). Además del efecto inhibitorio, se ha
demostrado que los cannabinoides pueden estimular la síntesis de AMPc en
ciertas condiciones experimentales a nivel del globo pálido (Maneuf & Brotchie,
1997) y estriado (Glass & Felder, 1997), posiblemente mediante la activación
de proteínas Gs. Experimentos de cotransfección entre los dos tipos de
receptores cannabinoides y las diferentes isoformas de AC han demostrado
que los receptores CB1 y CB2 inhiben los subtipos I, V, VI y VIII, mientras que
los tipos II, IV y VII de la AC están estimuladas por la activación de estos
receptores (Rhee et al., 1998).

Como otros receptores acoplados a proteínas Gi/o, la activación de los


receptores CB1 disminuye la conductancia de canales de Ca2+ voltaje
dependientes (tipos N y P/Q), efecto mediado por las subunidades βγ de las
proteínas G (Caulfield & Brown, 1992; Mackie & Hille, 1992; Shen et al., 1996).
Este mecanismo puede mediar el efecto inhibitorio de los cannabinoides sobre
la liberación de neurotransmisores. Recientemente se ha demostrado que los
cannabinoides también pueden inhibir los canales de Ca2+ tipo L en la
musculatura lisa arterial, lo que podría explicar el papel vasodilatador de estas
sustancias.

Los cannabinoides también incrementan la conductancia del K+ (Mackie et al.,


1995) interaccionando a nivel de los canales de K+ rectificadores de potencial

7
acoplados a proteínas G (GIRK, "G protein-coupled inwardly-rectifying K+
channels”) (Henry & Chavkin, 1995). Además, se ha descrito que estas
sustancias pueden estimular la conductancia de los canales de K+
responsables de la generación de corrientes tipo "A" en cultivos primarios de
neuronas hipocampales (Deadwyler et al., 1993). El efecto sobre las corrientes
tipo A a diferencia del descrito para los canales tipo GIRK, depende de la
inhibición de la ruta AMPc/proteína quinasa A (PKA) (la disminución de la
fosforilación del canal da lugar a una activación del mismo). Las acciones de
los cannabinoides a nivel de los canales de K+ son responsables de la
hiperpolarización neuronal que provocan estas sustancias.

La mayor parte de los efectos de los cannabinoides sobre la conductividad


iónica se deben a un efecto directo sobre las proteínas G, y son independientes
de la vía del AMPc.

Estudios realizados en células CHO transfectadas sugieren que el receptor


CB2 no tiene efecto a nivel de las corrientes de Ca2+ ni de K+, aunque inhiben
la actividad AC (Felder et al., 1995).

Por otra parte los cannabinoides son activadores potentes de la fosforilación de


las MAP quinasas (Bouaboula et al., 1995). Este efecto es bloqueado tras la
administración de toxina pertussis, lo que demuestra la implicación de
proteínas Gi/o. La activación de la vía de las MAP quinasas podría ser el paso
intermedio hacia la expresión inducida por los receptores cannabinoides de los
genes tempranos Krox-24; Krox-20 y jun-B (Bouaboula et al., 1995; Bouaboula
et al., 1996), al parecer a través de la subunidad βγ de las proteínas G. Esta vía
es independiente de la actividad AC (Bouaboula et al., 1995). Recientemente,
Derkinderen y colaboradores (2001) han demostrado que diferentes sustancias
cannabinoides (THC, diferentes cannabinoides sintéticos y endocannabinoides)
pueden activar también la MAP quinasa p38 (Derkinderen et al., 2001). Se ha
estudiado in vivo la participación de la vía de las MAP quinasas en los efectos
farmacológicos de los cannabinoides. Así, recientemente se ha descrito que la
administración aguda de THC induce una activación transitoria de la MAP
quinasa ERK en el estriado dorsal y en el núcleo accumbens. Este efecto es
revertido mediante la administración del antagonista CB1, SR141716A. La

8
inhibición de la actividad de ERK bloquea las propiedades gratificantes del THC
en el paradigma de condicionamiento espacial (Valjent et al., 2001).

Finalmente se ha sugerido que el receptor cannabinoide podría regular la


actividad de la enzima fosfolipasa C a través de proteínas G. Así, los
cannabinoides inducen la liberación de ácido araquidónico (Burstein et al.,
1994; Shivachar et al., 1996).

1.1.1.3. Distribución anatómica de los receptores cannabinoides. La densidad


de receptores CB1 es muy elevada en el SNC. También se ha descrito su
presencia a nivel periférico, localizándose en el pulmón, células del endotelio
vascular, células del músculo liso, testículos, útero, bazo, glándula adrenal,
amígdalas, corazón, vas deferens y en la vejiga urinaria (Pertwee, 1997).
Mediante técnicas de autoradiografía, se ha demostrado que la mayor densidad
de sitios de unión a cannabinoides en el cerebro se encuentra en la sustancia
negra pars reticulata, el núcleo entopeduncular, el globo pálido, el caudado-
putamen lateral, el bulbo olfativo y en la capa molecular del cerebelo
(Herkenham et al., 1990; Mailleux & Vanderhaeghen, 1992; Jansen et al., 1992)
(Figura 2). Otras áreas que presentan niveles moderadamente altos de sitios
de unión a cannabinoides son el hipocampo, el núcleo accumbens y la corteza
cerebral. Hay escasez o ausencia de receptores cannabinoides CB1 a nivel del
tronco cerebral, el bulbo raquídeo y el hipotálamo. Igualmente, la presencia de
receptores cannabinoides a nivel del asta dorsal de la médula espinal es
moderada (Herkenham et al., 1991b; Mailleux & Vanderhaeghen, 1992).

Estudios realizados mediante técnicas inmunohistoquímicas han mostrado


resultados muy similares a los obtenidos mediante autoradiografía. Así, se ha
descrito una alta densidad de receptores CB1 en axones, dendritas y cuerpos
neuronales en el hipocampo, ganglios basales y capa molecular del cerebelo
(Pettit et al., 1998). Estos estudios han permitido demostrar que los receptores
CB1 a nivel espinal se encuentran mayoritariamente localizados en
interneuronas en el funículo dorsolateral, el asta dorsal superficial y la lámina X
(Farquhar-Smith et al., 2000).

9
10
Caudado-putamen Hipocampo Cerebelo

Globo
Entope-duncular Sustancia
pálido
negra

Figura 2. Distribución del receptor cannabinoide CB1 en el cerebro.


También se ha estudiado la localización del receptor CB1 mediante hibridación
in situ. Los resultados son, en general, similares a los obtenidos mediante
autoradiografía (Mailleux & Vanderhaeghen, 1992; Rubino et al., 1994), aunque
se observaron diferencias en el globo pálido y la sustancia negra, donde los
niveles de ARNm del receptor CB1 son muy bajos. Estas diferencias se deben
a que los terminales nerviosos que contienen el receptor están distantes de los
cuerpos celulares que lo sintetizan. Este es también el caso del cerebelo,
donde las células granulares que contienen grandes cantidades de ARNm
proyectan en la capa molecular donde se localizan los receptores (Mailleux &
Vanderhaeghen, 1992).

Es importante mencionar que la localización de los receptores CB1 está


altamente conservada entre las diferentes especies estudiadas, sugiriendo un
papel específico del sistema endocannabinoide que se ha conservado a lo
largo de la evolución.

Los receptores CB2 se encuentran localizados en su mayor parte a nivel


periférico. Así, se ha descrito su presencia principalmente a nivel de células del
sistema inmune, especialmente linfocitos B (Munro et al., 1993; Galiegue et al.,
1995), y ha sido implicado en los efectos inmunomoduladores producidos por
los cannabinoides (Kaminski et al., 1992). A nivel cerebral, se ha descrito
recientemente la expresión del receptor CB2 en células de tumor glial (Sanchez
et al., 2001) o en células de la microglía (Walter et al., 2003). Parece ser que el
receptor CB2 no se localiza en las neuronas, aunque un estudio ha descrito la
presencia de ARNm que codifica para este receptor en cultivos de células
cerebelares granulares así como en cerebelo (Skaper et al., 1996).

1.1.2. Endocannabinoides. El descubrimiento del receptor cannabinoide CB1


llevó a la búsqueda de sustancias endógenas capaces de activar este receptor.
Así, en 1992 el grupo de Mechoulam (Devane et al., 1992) aisló e identificó la
primera sustancia cannabinoide endógena, la araquidoniletanolamina, que
denominaron anandamida. Trabajos posteriores han descrito diferentes
sustancias lipídicas con actividad cannabinoide, entre las que destacan el 2-
AG, el 2-araquidonilgliceril éter (noladín éter) y la virodamina.

11
1.1.2.1. Anandamida. Se ha demostrado que la anandamida se une tanto al
receptor CB1 como al CB2 en diversos estudios realizados a partir de
preparaciones de membrana obtenidas de cerebro y de células transfectadas
(Devane et al., 1992; Felder et al., 1993; Munro et al., 1993; Vogel et al., 1993;
Showalter et al., 1996). Aunque la afinidad de la anandamida por el receptor
CB1 es relativamente moderada (aprox. 100 nM), ésta es 4 veces superior a la
que presenta por el receptor CB2 (Felder et al., 1995; Slipetz et al., 1995). La
anandamida es muy inestable en el organismo, siendo metabolizada
rápidamente por amidasas (Deutsch & Chin, 1993). La inestabilidad de la
anandamida crea problemas a la hora de interpretar resultados experimentales
realizados con esta sustancia, y podría explicar estudios in vivo en los que no
se observó una actividad cannabinoide completa de este endocannabinoide
(Wiley et al., 1995). Aun así, este compuesto comparte con el THC y otros
cannabinoides la mayoría de las propiedades farmacológicas tanto a nivel
fisiológico (antinocicepción, catalepsia, hipotermia, hipolocomotricidad) (Fride &
Mechoulam, 1993; Crawley et al., 1993; Smith et al., 1994a; Romero et al.,
1995), como a nivel intracelular (inhibición de la actividad AC, de los canales de
Ca2+, activación de canales de K+) (Felder et al., 1993).

1.1.2.1.1. Síntesis de la anandamida. Inicialmente se supuso que la


anandamida se sintetizaba a través de un mecanismo no energético a partir de
la condensación de la etanolamina y el ácido araquidónico, reacción catalizada
por una anandamida sintasa (Deutsch & Chin, 1993). Sin embargo, diversos
autores cuestionaron esta idea (Di, V et al., 1994), ya que las concentraciones
libres de etanolamina y ácido araquidónico presentes en las diferentes áreas
cerebrales en las que se ha localizado el enzima no son lo suficientemente
elevadas como para conducir la síntesis de anandamida en una reacción que
no requiera aporte de energía. Más adelante se demostró que este paso era
una reacción inversa catalizada por el enzima anandamida amidohidrolasa, el
cual participa en la degradación de la anandamida (Devane & Axelrod, 1994;
Kruszka & Gross, 1994; Ueda et al., 1995).

12
Actualmente, se supone que la síntesis de anandamida se produce por la
hidrólisis del fosfolípido precursor N-araquidonil fosfatidiletanolamina, reacción
catalizada por la fosfolipasa D, produciendo ácido fosfatídico y anandamida (Di,
V et al., 1994; Cadas et al., 1997; Sasaki & Chang, 1997; Piomelli et al., 1998).
A su vez, la N-araquidonil fosfatidiletanolamina se sintetiza a partir de
fosfatidiletanolamina y de una molécula donadora del grupo araquidonato,
como la fosfatidilcolina. Esta reacción está catalizada por el enzima N-
aciltransferasa. El Ca2+ estimula tanto la actividad fosfolipasa D como la N-
aciltransferasa. La actividad N-aciltransferasa está regulada además por la
PKA.

1.1.2.1.2. Inactivación de la anandamida. La anandamida es inactivada en


el cerebro mediante dos mecanismos complementarios. El primero es la
recaptación mediante transportadores específicos (Beltramo et al., 1997). Tanto
las neuronas como los astrocitos recaptan la anandamida. El transportador de
anandamida es independiente de Na+, lo que supone que la anandamida es
recaptada por un proceso de difusión pasiva, a favor de gradiente. Esta
característica diferencia a este transportador de los demás recaptadores para
neurotransmisores, pero es similar al de la prostaglandina E2. Se han
sintetizado diferentes sustancias con capacidad para inhibir la recaptación de
endocannabinoides, entre las que cabe destacar el AM404. Esta sustancia
actúa como un inhibidor competitivo de razonable potencia y eficacia, y ha sido
utilizado ampliamente en investigación (Beltramo et al., 1997).

Tras su recaptación se produce un proceso de degradación enzimática. Se ha


identificado (Ueda et al., 1995; Desarnaud et al., 1995) y clonado (Cravatt et al.,
1996) un enzima unido a membrana que cataliza la hidrólisis de la anandamida
a ácido araquidónico y etanolamina, denominado anandamida amidohidrolasa
o amido hidrolasa de ácidos grasos (FAAH, del inglés Fatty Acid Amido
Hydrolase). Este enzima se halla localizado a nivel intracelular (Hillard et al.,
1995), y se ha demostrado que cataliza la hidrólisis de anandamida cuando
ésta se acumula en las células (Di, V et al., 1994). Sin embargo, la inactivación
del enzima a corto plazo, parece no afectar la recaptación de la anandamida
(Beltramo et al., 1997). Esto indica que la degradación de la anandamida no es

13
la razón que permite al transportador recaptar el lípido sin gasto de energía
(Piomelli et al., 1998). Se han sintetizado diferentes sustancias con capacidad
de inhibir la actividad FAAH como el α-KOP que actúa como inhibidor
competitivo (Boger et al., 2000) y los compuestos URB532 y URB597 que
actúan como inhibidores irreversibles (Kathuria et al., 2003).

1.1.2.1.3. Localización de la anandamida. La anandamida tiene efectos


tanto a nivel periférico como central. Debido a la naturaleza lipídica de la
anandamida, la carencia de un anticuerpo específico contra ésta y los bajos
niveles en tejido cerebral, actualmente se desconoce su distribución anatómica
precisa. Las técnicas que se utilizan para detectar y cuantificar la anandamida
son las de HPLC y cromatografía de gases. Así, se ha detectado anandamida
en circuitos neuronales involucrados en funciones tales como la cognición, la
memoria, el control del estado anímico y la nocicepción. Se han descrito
niveles altos de anandamida en el tronco cerebral, hipocampo, estriado y
médula espinal (Bisogno et al., 1999). A nivel periférico, la anandamida se
localiza sobretodo en el bazo, el corazón y en la piel (Felder et al., 1996). Los
niveles de anandamida en el cerebro son muy bajos, del orden de 10 pmoles
por gramo de tejido (Sugiura et al., 1996).

En cerebro humano también se han medido las concentraciones de


anandamida y se han descrito diferencias según la región cerebral estudiada
(Felder et al., 1996). Así, la mayor concentración se encontró a nivel del
hipocampo (110 pmoles/g tejido), mientras que las concentraciones más bajas
fueron detectadas en el cerebelo (30 pmoles/g tejido).

A la hora de determinar la cantidad de anandamida en un tejido es importante


tener en cuenta el tiempo transcurrido entre la muerte del individuo y la
extracción de los lípidos, ya que la concentración de anandamida aumenta
considerablemente tras la muerte (Felder et al., 1996; Kempe et al., 1996). Esto
sugiere que los niveles de anandamida pueden estar regulados por factores
tales como la isquemia o la hipoxia.

14
1.1.2.2. El 2-araquidonilglicerol (2-AG). Este lípido fue aislado inicialmente en
el intestino de perro (Mechoulam et al., 1995) y cerebro de rata (Sugiura et al.,
1995). Aunque presenta menor afinidad que la anandamida por los receptores
CB1 y CB2 (Sugiura et al., 1995), se halla presente en el cerebro a
concentraciones mucho mayores que esta última (Stella et al., 1997; Sugiura et
al., 1995). El 2-AG presenta una afinidad 3 veces superior por el receptor CB1
que por el CB2, y produce los mismos efectos farmacológicos que el THC,
incluyendo analgesia, hipolocomoción e hipotermia, además de inhibir la
contracción del conducto deferente de ratón (Mechoulam et al., 1995). A
diferencia de la anandamida, el 2-AG es un agonista total de los receptores
CB1. En un estudio realizado en cortes hipocampales, se estimuló
eléctricamente la síntesis y liberación de 2-AG, alcanzándose una
concentración de aproximadamente 1-2 μM. Este es un valor similar al de la Kd
que presenta el 2-AG por el receptor CB1 (Stella et al., 1997). Estos datos
sugieren que el 2-AG juega un papel más importante que la anandamida como
cannabinoide endógeno a nivel cerebral.

1.1.2.2.1. Síntesis del 2-AG. Aunque no se puede descartar que haya


diferentes rutas para la síntesis del 2-AG, la inhibición de la formación de 2-AG
en cultivos de neuronas corticales mediante la aplicación de inhibidores de la
fosfolipasa C y de la diacilglicerol lipasa, sugiere que la síntesis de 2-AG viene
mediada principalmente por la vía de la fosfolipasa C (Piomelli et al., 1998). A
pesar de ello, el sustrato fosfolipídico y la isoforma del enzima implicados en la
síntesis del 2-AG aún no han sido determinados. Al igual que la anandamida, la
síntesis de 2-AG se dispara tras el aumento en la concentración de Ca2+
intracelular (Stella et al., 1997).

1.1.2.2.2. Inactivación del 2-AG. El 2-AG es eliminado, como la


anandamida, a través de un proceso que consta de dos pasos: La recaptación
a través del mismo sistema de transporte que la anandamida (Piomelli et al.,
1999), y la posterior degradación enzimática en el interior celular. Se ha
descrito que el 2-AG es un sustrato de la FAAH (Goparaju et al., 1998; Lang et

15
al., 1999). Sin embargo, también se ha sugerido la existencia de otros enzimas
implicados en la degradación del 2-AG (Goparaju et al., 1999; Beltramo &
Piomelli, 2000; Lichtman et al., 2002). Así, se ha demostrado que la
monoglicérido lipasa puede hidrolizar el 2-AG, pero no la anandamida,
sugiriendo que pueda participar específicamente en la inactivación de este
endocannabinoide (Dinh et al., 2002).

1.1.2.2.3. Localización del 2-AG. La localización del 2-AG se ha estudiado


mediante el uso de las mismas técnicas aplicadas con la anandamida. El 2-AG
presenta una distribución anatómica similar a la de la anandamida,
presentando una alta concentración en la corteza, el tronco cerebral, el
hipocampo y el estriado entre otros (Bisogno et al., 1999). No obstante, la
concentración de 2-AG en las áreas estudiadas fue aproximadamente 150-200
veces más elevada que la de anandamida (Bisogno et al., 1999).

1.1.2.3. El 2-araquidonilgliceril éter (noladín éter). Este agonista cannabinoide


endógeno fue descubierto recientemente por Hanus y colaboradores (2001).
Presenta una mayor afinidad por el receptor CB1 que por el CB2. Los efectos
farmacológicos de esta sustancia incluyen sedación, hipotermia, inmovilidad
intestinal y antinocicepción. Se ha observado la presencia de noladín éter
mayoritariamente a nivel del hipocampo y tálamo (Fezza et al., 2002). Se
desconoce la vía de síntesis de este compuesto, pero se sabe que es diferente
a la del 2-AG (Fezza et al., 2002). El proceso de inactivación tampoco se ha
descrito, pero parece existir un proceso de recaptación mediante el mismo
sistema de transporte de la anandamida y el 2-AG (Fezza et al., 2002).

1.1.2.4. O-araquidonil etanolamina (virodamina). Este endocannabinoide fue


descrito recientemente por Porter y colaboradores (2002). Contrariamente a los
otros cannabinoides endógenos descritos, se ha sugerido que la virodamina
podría actuar como un antagonista del receptor CB1 en presencia de agonistas
endógenos como la anandamida. Sin embargo a nivel del receptor CB2 actúa
como un agonista total.

16
En el sistema nervioso central se ha descrito la presencia de virodamina en el
hipocampo, corteza, cerebelo, tronco cerebral y estriado. En tejidos periféricos
se ha detectado en la piel, bazo, riñones y corazón. La concentración de
virodamina a nivel cerebral es, en general, similar a la de anandamida. Sin
embargo, en tejidos periféricos, sobretodo en aquellos que expresan el receptor
CB2, la concentración de virodamina es más alta que la de anandamida.

Se desconocen los mecanismos de síntesis y degradación de este compuesto,


pero se ha observado que puede interaccionar con el transportador de
anandamida.

1.1.2.5. Características especificas de la neurotransmisión cannabinoide.

1.1.2.5.1. Síntesis y liberación de los endocannabinoides bajo demanda.


Tanto el 2-AG como la anandamida se sintetizan y liberan bajo demanda, tras
el desencadenamiento de un potencial de acción. Estas sustancias no se
almacenan en vesículas sinápticas, sino que son liberadas inmediatamente
después de su síntesis. Sin embargo, por el momento se desconoce el
mecanismo que utilizan los endocannabinoides (sustancias lipídicas) para
atravesar la hendidura sináptica (espacio acuoso) y llegar hasta los receptores.
Se baraja la hipótesis de la existencia de un transportador capaz de permitir el
paso a través de dicha hendidura sináptica (Piomelli et al., 1998).

1.1.2.5.2. Función de los endocannabinoides como mensajeros


retrógrados. En paralelo con el descubrimiento del sistema endocannabinoide,
diferentes estudios realizados en el cerebelo y el hipocampo revelaron la
existencia de un fenómeno al que denominaron supresión de la inhibición
inducida por despolarización (DSI) (Llano et al., 1991; Pitler & Alger, 1992). Los
primeros estudios sobre la DSI indicaron que se desencadenaba en respuesta
a un aumento en las concentraciones de Ca2+ a nivel postsináptico e
involucraba un mensajero retrogrado liberado en la neurona postsináptica. Así,
se ha descrito que la entrada de Ca2+ en las células de Purkinje produce la
liberación de un mensajero retrógrado que suprime de forma transitoria la
liberación presináptica de GABA. Sin embargo, no se había descrito la

17
identidad de esta sustancia hasta que diferentes estudios (Wilson & Nicoll,
2001; Ohno-Shosaku et al., 2001; Kreitzer & Regehr, 2001) demostraron que
los endocannabinoides actúan como mensajeros retrógrados suprimiendo tanto
sinapsis excitadoras como inhibitorias. Los antagonistas cannabinoides eran
capaces de bloquear este fenómeno. Recientemente se ha descrito que la DSI
en el hipocampo no se observa en animales deficientes en el receptor
cannabinoide CB1 (Wilson et al., 2001) (Figura 3).

1.1.3. Efectos farmacológicos de la activación de los receptores


cannabinoides.

1.1.3.1. Efectos antinociceptivos. El mecanismo de acción de los


cannabinoides como inhibidores de la transmisión del dolor incluye acciones a
nivel central y periférico (Lichtman & Martin, 1991; Pertwee, 2001). Igualmente,
se ha sugerido que los cannabinoides pueden ejercer sus efectos
antinociceptivos interaccionando no solo con receptores cannabinoides, sino
también con receptores vaniloides (Pertwee, 2001).

A nivel central, la actividad antinociceptiva de los cannabinoides se debe a la


presencia de receptores en la médula espinal y en estructuras supraespinales.
Los agonistas cannabinoides modulan tanto las vías ascendentes y
descendentes del dolor, así como la interpretación del mismo por estructuras
supraespinales. Aunque los canabinoides juegan un papel en el control
nociceptivo a nivel de las fibras primarias aferentes, el mecanismo de acción
más importante parece ser la modulación de las vías monoaminérgicas
inhibitorias descendentes que parten del tronco cerebral (Meng et al., 1998;
Lichtman et al., 1991). Este circuito incluye la sustancia gris periacueductal y la
médula ventromedial rostral. Ambas son zonas del cerebro que contienen
receptores CB1 (Tsou et al., 1998a).

La estimulación de la sustancia gris periacueductal y la médula ventromedial


produce analgesia (Fields et al., 1991), igual que la administración de agonistas
CB1 en estas áreas (Lichtman et al., 1991; Martin et al., 1998). Esto sugiere
que los cannabinoides desinhiben ambas regiones y en consecuencia activan
las vías inhibitorias descendentes.

18
19
Figura 3. Papel del sistema cannabinoide endógeno como mensajero retrógrado.
El mecanismo celular de este fenómeno se supone que ocurre a través de la
reducción en la liberación de GABA en los botones presinápticos de
interneuronas localizadas en la médula ventromedial rostral (Vaughan et al.,
1999) y en la sustancia gris periacueductal (Vaughan et al., 2000). En estas
dos regiones, los receptores CB1 parecen estar localizados únicamente a nivel
presináptico. Al inhibir la liberación de GABA, los cannabinoides incrementan la
actividad de neuronas en esta zona, produciendo un efecto antinociceptivo.

A nivel supraespinal, los cannabinoides también pueden controlar la


interpretación subjetiva de los estímulos dolorosos modulando la actividad
neuronal en la amígdala (Manning et al., 2001).

A nivel espinal, la administración de agonistas cannabinoides inhibe la


transmisión nociceptiva de las fibras C en el asta dorsal de la médula espinal
(Hohmann et al., 1998; Drew et al., 2000). Se ha propuesto que el mecanismo
por el cual los cannabinoides ejercen sus efectos analgésicos a nivel espinal
consiste en la modulación de la transmisión en las neuronas nociceptivas
primarias, inhibiendo la liberación de neurotransmisores (Hohmann et al., 1998;
Richardson et al., 1998). Sin embargo, el ARNm del receptor CB1 está
colocalizado en poca cantidad en fibras aferentes primarias de pequeño
tamaño que contienen neuropéptidos responsables de la transmisión del dolor
tales como la sustancia P, el CGRP (Calcitonin Gener-Related Peptide) y la
somatostatina (Hohmann & Herkenham, 1999).

Diferentes estudios han demostrado que la anandamida también tiene efectos


analgésicos. Sin embargo, parte de estos efectos pueden ser debidos a la
interacción con el receptor vaniloide VR1. Se ha demostrado que la
anandamida se une al receptor VR1 con una afinidad algo menor que al
receptor CB1 (Di, V et al., 2001). Además, se ha observado que
concentraciones altas de anandamida pueden excitar los terminales aferentes
de los ganglios de la raíz dorsal incrementando la liberación de CGRP y
sustancia P vía la activación del receptor VR1 (Tognetto et al., 2001).

Los cannabinoides pueden asimismo ejercer efectos antinociceptivos a través


de la activación de los receptores CB1 y CB2 situados en la periferia. En este
sentido, diversos estudios han demostrado que los receptores CB2 modulan la
respuesta dolorosa de tipo inflamatorio. Así, la palmitoiletanolamida (agonista

20
CB2), puede disminuir la sensación dolorosa inducida por carragenina o
formalina (Mazzari et al., 1996; Calignano et al., 1998). Un posible mecanismo
por el cual la palmitoiletanolamida ejerce sus efectos antihiperalgésicos es
mediante la inhibición de la degranulación de mastocitos (Facci et al., 1995;
Mazzari et al., 1996), controlando así la liberación de histamina y serotonina.
Igualmente, hay presencia de receptores CB1 a nivel periférico que pueden
modular las respuestas en el caso de dolor inflamatorio (Calignano et al., 1998)
o en el caso de la estimulación térmica (Richardson et al., 1998). En contraste
con estos resultados, Beaulieu y colaboradores (2000) observaron que la
administración de antagonistas CB1 o CB2 no alteraba la respuesta dolorosa
en animales sometidos al test de la formalina. Igualmente, los niveles de
endocannabinoides así como la actividad FAAH no resultaron modificados en
estos animales, sugiriendo que el sistema cannabinoide endógeno no está
involucrado en el control de la hiperalgesia producida por un proceso
inflamatorio (Beaulieu et al., 2000).

1.1.3.2. Efectos motores. Los principales efectos farmacológicos de los


cannabinoides a nivel motor son hipoactividad y catalepsia (Dewey, 1986;
Hollister, 1986). No obstante, el efecto de los cannabinoides parece ser
bifásico. A dosis bajas los cannabinoides tienen un efecto estimulante y a dosis
altas un efecto inhibidor sobre la actividad locomotora (Davis et al., 1972). Por
otra parte, la administración de dosis muy elevadas puede producir
hiperreflexia, dando lugar al efecto conocido como “pop-corn behaviour” en
ratones y “barrel rotation behaviour” en ratas (Martin et al., 1991).

Se supone que los efectos hipolocomotores inducidos por los cannabinoides


vienen mediados por sus acciones inhibitorias a nivel del cerebelo, de la
sustancia negra y de los ganglios basales, donde hay una gran expresión de
receptores CB1 (Herkenham et al., 1990).

Los ganglios basales están constituidos por un conjunto de núcleos cerebrales


funcionalmente interconectados y que están involucrados en el control motor
(Albin et al., 1989). Estos incluyen: 1) el estriado, constituido por los núcleos
caudado y putamen, que es el área de los ganglios basales que recibe la
información proveniente de la corteza motora, sensorial y límbica así como del

21
núcleo talámico. Las neuronas dopaminérgicas de la sustancia negra pars
compacta modulan la actividad de esta estructura; 2) un conjunto de núcleos
intermedios, entre los que se incluyen el globo pálido externo y el núcleo
subtalámico, que procesan la información proveniente del estriado y 3) el globo
pálido interno (o núcleo entopeduncular en los roedores) y la sustancia negra
pars reticulata que envía proyecciones hacia áreas motoras del tálamo, la
habénula y el tronco cerebral.

En los ganglios basales, los efectos motores inducidos por los cannabinoides
son complejos. Estas sustancias activan el movimiento cuando son
microinyectadas en la llamada "vía directa" de los ganglios basales, en el
estriado o en la sustancia negra pars reticulata (Figura. 3) (Sañudo-Peña et al.,
1996; Sañudo-Peña et al., 1998). Los efectos opuestos se obtienen cuando los
cannabinoides son microinyectados en la denominada "vía indirecta" de los
ganglios basales (en el globo pálido o en el núcleo subtalámico) (Sanudo-Pena
& Walker, 1998; Miller et al., 1998). En esta estructura cerebral, la mayor
expresión de receptores CB1 ocurre a nivel presináptico, en neuronas del
estriado y núcleo subtalámico que inervan el globo pálido externo, la sustancia
negra pars reticulata y el núcleo entopeduncular (Breivogel & Childers, 1998;
Rodriguez et al., 1998). Así, los receptores CB1 pueden modular la actividad
tanto de las proyecciones GABAérgicas estriatales como de las proyecciones
glutamatérgicas subtalámicas.

Se ha sugerido que parte de los efectos hipolocomotores inducidos por los


cannabinoides se deben a la capacidad de estas sustancias de incrementar la
actividad de las neuronas de la sustancia negra pars reticulata. Este efecto
viene mediado por receptores CB1 localizados en los terminales presinápticos
de neuronas GABAérgicas. La activación de los receptores CB1 produciría una
disminución de la liberación de GABA a nivel de la sustancia negra pars
reticulata (Figura 4).

Por otra parte, los agonistas cannabinoides también pueden disminuir la


transmisión glutamatérgica que parte del núcleo subtalámico y que inerva a la
sustancia negra pars reticulata. La disminución en la actividad de las sinapsis
estimuladoras puede explicar el efecto hiperlocomotor observado tras la
administración de dosis bajas de cannabinoides.

22
23
Figura 4. Papel del sistema cannabinoide endógeno en el control de la actividad locomotora. Los puntos
negros representan la localización de los receptores CB1.
Así, los cannabinoides modulan tanto las proyecciones inhibidoras como
estimuladoras que inervan a la sustancia negra pars reticulata (Breivogel &
Childers, 1998).

A nivel del globo pálido externo, la administración sistémica de agonistas


cannabinoides disminuye la actividad neuronal (Miller & Walker, 1996). Sin
embargo se desconocen los mecanismos neuronales implicados en este
control.

Las proyecciones corticoestriales también están reguladas por los


cannabinoides (Figura 4). Estas neuronas parten de la corteza frontal y
prefrontal, inervan al estriado, y están involucradas en la planificación del
movimiento. Se ha descrito la presencia de receptores CB1 a nivel presináptico
en estas estructuras (Huang et al., 2001).

Por otra parte, el sistema cannabinoide regula la actividad locomotora actuando


a nivel mesolímbico. Se ha descrito la activación del sistema dopaminérgico
mesolímbico tras al administración de agonistas CB1 (Chen et al., 1990b). Así,
la liberación de dopamina a este nivel puede mediar en los efectos
hiperlocomotores transitorios observados tras la administración de una dosis
baja de agonistas cannabinoides (Rodriguez et al., 1998).

El cerebelo está implicado en la coordinación motora y posee una elevada


concentración de receptores CB1, a nivel de la capa molecular. En concreto,
los receptores cannabinoides se encuentran localizados en los terminales
axónicos de las células granulares glutamatérgicas que proyectan a la capa
molecular (Pacheco et al., 1993). Parece ser que los receptores CB1 modulan
la estimulación de las proyecciones de la corteza cerebelar. Estas proyecciones
proceden de las células de Purkinje, que no presentan receptor CB1, y son
enviadas hacia el tronco cerebral y el tálamo, para mediar la coordinación
motora.

Estudios sobre la actividad locomotora realizados en ratones deficientes en el


receptor CB1 han descrito efectos diferentes, dependiendo de la cepa de ratón
que se utilizó para generarlo. Así, Zimmer y colaboradores han descrito una
disminución en la actividad locomotora en ratones deficientes en el receptor
CB1 generados en la cepa consanguínea C57BL/6J (Zimmer et al., 1999). Sin

24
embargo, Ledent y colaboradores han descrito una hiperactividad moderada en
ratones sin receptor CB1 generados en la cepa no consanguínea CD-1 cuando
son expuestos a un entorno desconocido. Este efecto desaparece tras un
periodo de habituación (Ledent et al., 1999).

1.1.3.3. Efectos sobre la memoria. Los efectos de los cannabinoides sobre la


memoria son fundamentalmente mediados a nivel del hipocampo. Esta
estructura contiene una gran densidad de receptores CB1, sobretodo a nivel de
la capa molecular del giro dentado, así como en las capas superficiales de la
corteza perirrinal y entorrinal (Herkenham et al., 1990; Herkenham et al.,
1991b). Se ha observado que los receptores CB1 se expresan de una manera
abundante en los somas y axones de interneuronas GABAérgicas, en especial
en las que también coexpresan colecistoquinina (Tsou et al., 1998a; Tsou et al.,
1999; Katona et al., 1999; Katona et al., 2000).

Los cannabinoides provocan una disminución importante en la retención de la


memoria a corto plazo (Miller & Branconnier, 1983; Chait & Pierri, 1992).
Estudios realizados en diversas especies animales han descrito alteraciones de
memoria inducidos por THC u otros agonistas cannabinoides (Campbell et al.,
1986; Nava et al., 2001). Por ejemplo, en ratas que habían sido entrenadas
para responder a un estímulo acústico, el THC incrementó la latencia de
respuesta y disminuyó el porcentaje de respuestas correctas (Campbell et al.,
1986). Además, tanto la anandamida como el 2-AG inhiben el fenómeno de la
potenciación a largo plazo (LTP) en el hipocampo mediante un mecanismo
dependiente del receptor CB1. El mecanismo concreto por el cual los
cannabinoides modulan los procesos de aprendizaje y memoria no está claro.
Se ha sugerido que la inhibición de la LTP se debe a que los cannabinoides
actúan a nivel presináptico inhibiendo la liberación de glutamato. Sin embargo
los receptores CB1 están localizados predominantemente a nivel presináptico,
en neuronas que contienen GABA. Esta observación ha generado la hipótesis
de que la reducción en la liberación de GABA mediada por los cannabinoides
produciría un incremento en la excitabilidad general del sistema que impediría
su normal funcionamiento y la correcta formación de los procesos de memoria.

25
Otra hipótesis que se baraja para explicar el efecto de los cannabinoides sobre
la memoria implica la regulación del sistema colinérgico septohipocampal. Así,
se ha descrito que los cannabinoides inhiben la liberación de acetilcolina en el
hipocampo (Gifford & Ashby, Jr., 1996; Gessa et al., 1997). En concordancia
con estas observaciones, los ratones deficientes en el receptor CB1 muestran
un incremento en la liberación de acetilcolina en esta estructura en respuesta a
una estimulación eléctrica (Kathmann et al., 2001).

También se ha propuesto una posible implicación de la corteza prefrontal en


esta acción de los cannabinoides. Así, Jentsch y colaboradores (1997)
observaron que la administración de THC aumentaba la tasa de recambio de
dopamina y noradrenalina pero no de serotonina en la corteza prefrontal
(Jentsch et al., 1997). La administración de un antagonista NMDA bloqueaba
completamente el efecto sobre el metabolismo dopaminérgico y parcialmente
sobre el noradrenérgico. En concordancia, los autores observaron que el THC
deteriora la memoria de trabajo en el test de alternancia espacial demorada,
pero no la de referencia en el test de discriminación blanco/negro. Este efecto
se mejoró tras la administración de antagonistas NMDA. Estudios
electrofisiológicos también han observado que el THC aumenta la actividad de
las neuronas dopaminérgicas mesocorticales de manera dosis-dependiente y
que este efecto se revierte tras la aplicación del SR141716A (Diana et al.,
1998). Estos datos sugieren que los deterioros cognitivos inducidos por los
cannabinoides pueden estar relacionados en parte con una hiperactividad de la
transmisión dopaminérgica en la corteza prefrontal.

Estudios realizados con ratones deficientes en el receptor CB1 apoyan la


hipótesis de que, en condiciones fisiológicas, los cannabinoides modulan los
procesos de aprendizaje y memoria. Se ha descrito que estos ratones
presentan un incremento en la LTP a nivel del hipocampo (Bohme et al., 2000),
así como una mejor retención de memoria en un test de reconocimiento de
objetos (Reibaud et al., 1999). Otro estudio realizado con ratones deficientes en
el receptor CB1 ha sugerido que el sistema endocannabinoide juega un papel
facilitador de los procesos de extinción y/o facilitación del olvido de tareas
aprendidas en el test de memoria espacial de la piscina de Morris (Varvel &
Lichtman, 2002). Resultados similares han sido obtenidos en un test de miedo

26
condicionado al ruido, en el que está implicado especialmente otra estructura
cerebral, la amígdala (Marsicano et al., 2002).

Recientemente, se ha descrito un efecto facilitador de los endocannabinoides


en la generación de LTP. Sin embargo, este efecto se observó tan solo en
algunas neuronas sujetas a un fenómeno de DSI (Carlson et al., 2002).

1.1.3.4. Control sobre la temperatura corporal. Los cannabinoides producen


hipotermia de manera dosis-dependiente en la mayoría de las especies
(Pertwee, 1985), efecto que es revertido tras la administración de SR141716A.
Se supone que los efectos hipotérmicos vienen mediados por la regulación de
las vías serotonérgicas centrales. El área preóptica hipotalámica parece ser el
sitio donde los cannabinoides ejercen estos efectos. Así, se ha demostrado que
la administración sistémica de THC disminuye la actividad espontánea y
aumenta la sensibilidad de neuronas primarias termosensibles del área
preóptica (Schmeling & Hosko, 1980; Pertwee, 1983).

1.1.3.5. Efectos endocrinos. La administración aguda de sustancias


cannabinoides altera diferentes sistemas hormonales, incluyendo una inhibición
de la secreción de la hormona de crecimiento, prolactina y hormonas tiroideas
(Rodriguez et al., 1999b; Fernandez-Ruiz et al., 1997). La anandamida es
capaz de inducir la activación de c-fos en neuronas hipotalámicas. También se
ha observado que la administración central de este endocannabinoide provoca
la activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HPA) (Weidenfeld et al.,
1994). Estos efectos parecen estar mediados por receptores cannabinoides
localizados en el hipotálamo o en sus proximidades (Brown & Dobs, 2002) así
como en los lóbulos anterior e intermedio de la hipófisis (Gonzalez et al., 1999).

1.1.3.6. Efectos emocionales. Los cannabinoides producen una respuesta


bifásica, dependiente de la dosis y de las condiciones experimentales, en
animales de laboratorio sometidos a diferentes modelos de ansiedad. Dosis
bajas suelen producir efectos ansiolíticos, mientras que dosis altas producen
efectos ansiogénicos (Onaivi et al., 1990; Rodriguez et al., 1996; Navarro et al.,

27
1993). Las bases neurobiológicas de las respuestas emocionales producidas
por los cannabinoides se desconocen, pero parecen estar mediadas por la
activación de los receptores CB1 presentes en el sistema límbico, así como en
áreas cerebrales involucradas en la respuesta al estrés (Herkenham et al.,
1991b). En este sentido, como ya se ha comentado, los cannabinoides
exógenos y los endocannabinoides pueden producir la liberación de la hormona
liberadora de corticotropina (CRF) y activar el eje HPA (Rodriguez et al., 1991;
Rubio et al., 1995; Weidenfeld et al., 1994). Por otra parte, el bloqueo
farmacológico de los receptores CB1 mediante la administración de
SR141716A produce efectos ansiogénicos en rata (Navarro et al., 1997),
sugiriendo un tono cannabinoide endógeno que regula las respuestas
emocionales. Recientemente, se ha demostrado que evitando la degradación
de anandamida mediante la inhibición de la actividad FAAH se observan
respuestas ansiolíticas en animales de laboratorio (Kathuria et al., 2003).

1.1.3.7. Efectos motivacionales de los cannabinoides. El estudio de las


propiedades motivacionales de los cannabinoides ha generado resultados
controvertidos. Así, diferentes trabajos han sugerido que los cannabinoides no
producen efectos gratificantes en ciertos modelos de autoestimulación eléctrica
(Stark & Dews, 1980) y de autoadministración intravenosa (Harris et al., 1974;
Mansbach et al., 1994) en diferentes especies animales. Asimismo, en el
paradigma de condicionamiento espacial, los cannabinoides han producido en
la mayoría de estudios una aversión de plaza (Parker & Gillies, 1995; Sañudo-
Peña et al., 1997). Sin embargo, los efectos subjetivos más descritos por
humanos que consumen marihuana corresponden a euforia y relajación
(Hollister et al., 1968; Wachtel & de Wit, 2000), aunque efectos opuestos
(ansiedad, disforia, pánico) también han sido descritos (Halikas et al., 1971;
Zuardi et al., 1982).

La dificultad para observar efectos reforzantes de los cannabinoides, y en


particular del THC en animales de experimentación parece ser debida a las
propiedades farmacocinéticas de estas sustancias así como a los efectos
disfóricos que producen la primera exposición a la droga.

28
Sin embargo, dosis bajas de THC facilitaron los efectos gratificantes de la
autoestimulación eléctrica cerebral (Gardner et al., 1988). Este efecto fue
revertido mediante la administración del antagonista CB1, SR141716A. Por otra
parte, se ha descrito recientemente que el THC es capaz de producir efectos
reforzantes en ratones en el test de condicionamiento espacial evitando los
efectos disfóricos de la primera administración de la droga (Valjent &
Maldonado, 2000). Igualmente ha sido demostrada una conducta de
autoadministración de THC en monos con dosis mucho menores que las
utilizadas en estudios anteriores y tras un aprendizaje de autoadministración de
cocaína (Tanda et al., 2000). También se han descrito conductas de
autoadministración intravenosa de otras sustancias cannabinoides como el
WIN55212 (Fattore et al., 2001; Martellotta et al., 1998), el CP55940 y el HU-
210 (Navarro et al., 2001), así como la autoadministración intracerebral y la
preferencia de plaza al CP55940 (Braida et al., 2001a).

A nivel bioquímico, se ha demostrado que los cannabinoides tienen la


capacidad de activar el sistema mesolímbico dopaminérgico (Chen et al.,
1990b; Tanda et al., 1997). La activación de este sistema está involucrada en la
aparición de los efectos reforzantes de todas las drogas de abuso. Así, se ha
descrito un incremento en la liberación de dopamina en el núcleo accumbens y
en el área prefrontal tras la administración de diferentes sustancias
cannabinoides (Chen et al., 1990a; Chen et al., 1991). También se ha
observado un incremento en la actividad espontánea de las neuronas
dopaminérgicas del área ventral tegmental tras la administración de THC
(French, 1997).

Hasta este momento se desconocen los mecanismos a través de los cuales los
cannabinoides ejercen sus efectos sobre el sistema dopaminérgico
mesolímbico. Se ha demostrado que los cannabinoides no afectan
directamente la actividad de los terminales axónicos de las neuronas
dopaminérgicas (Szabo et al., 1999), por lo que se ha sugerido que los
cannabinoides controlarían indirectamente la actividad dopaminérgica mediante
la regulación de la liberación de otros neurotransmisores como el GABA y el
glutamato. Así, se ha descrito que receptores CB1 localizados
presinápticamente regulan la liberación de glutamato y GABA en el área ventral

29
tegmental (Schlicker & Kathmann, 2001). Recientemente, se ha sugerido que
los agonistas cannabinoides actuarían a nivel presináptico inhibiendo la
liberación de GABA de los terminales axónicos que inervan el área ventral
tegmental produciendo un incremento en la liberación de dopamina (Szabo et
al., 2002a). Un mecanismo postsináptico adicional también se ha postulado, e
involucraría interacciones directas entre los receptores dopaminérgicos D2 y
cannabinoides CB1 (Giuffrida et al., 1999).

En concordancia con las acciones de los cannabinoides en los circuitos de


recompensa en el cerebro, se ha observado que la exposición repetida a
cannabinoides puede producir una sensibilización de sus efectos locomotores
(Cadoni et al., 2001), como en el caso de otras drogas de abuso.

1.1.3.8. Tolerancia y dependencia física de cannabinoides.

1.1.3.8.1. Tolerancia a los efectos farmacológicos de los cannabinoides. La


administración crónica de cannabinoides produce el desarrollo de un fenómeno
de tolerancia a la mayoría de sus respuestas farmacológicas. Se ha descrito
tolerancia a sus efectos antinociceptivos (Hutcheson et al., 1998),
anticonvulsivantes (Colasanti et al., 1982), hipolocomotores (Davis et al., 1972),
hipotérmicos (Lomax, 1971), hipotensivos (Birmingham, 1973), a los efectos
sobre el comportamiento operante (Lamb et al., 2000) y sobre la liberación de
corticosterona (Pertwee, 1974; Miczek & Dixit, 1980). El desarrollo de la
tolerancia cannabinoide parece ser de naturaleza predominantemente
farmacodinámica. En concreto modificaciones que afectan la expresión, las
características de fijación y la actividad funcional del receptor cannabinoide
parecen desempeñar un papel importante en este desarrollo. Diversos estudios
han descrito que el tratamiento crónico con agonistas cannabinoides disminuye
el número de receptores cannabinoides así como el ARNm que codifica para
este receptor (Rodriguez et al., 1994; Rubino et al., 2000; Rubino et al., 1994;
Romero et al., 1998a). La administración crónica de agonistas cannabinoides
también modifica la expresión y la capacidad de fijación de proteínas G al
receptor CB1. Rubino y colaboradores (1997a) observaron una disminución en
la expresión de diferentes subunidades α de las proteínas G en el cerebro tras

30
la administración crónica de CP55940. Sin embargo, las alteraciones en la
expresión de los genes de estas subunidades no fueron seguidas por ningún
cambio en la cantidad de proteínas. También se ha observado una disminución
de la fijación [35S]GTPγS tras la administración crónica de agonistas
cannabinoides en diferentes estructuras cerebrales (Sim et al., 1996a; Rubino
et al., 2000). Además, una sobreregulación de la vía del AMPc ha sido descrita
tras la administración crónica de THC, reflejada por un incremento en la
síntesis de AMPc y en la actividad PKA en el cerebelo, estriado y corteza
cerebral (Rubino et al., 2000). No obstante, en un estudio anterior, no se
describieron cambios en la actividad AC en preparaciones de membrana de
cerebelo tras un tratamiento crónico con CP55940, a pesar de observarse una
reducción del 50% en el número de sitios de fijación CB1 (Fan et al., 1996).

La duración temporal de los cambios bioquímicos inducidos por una


administración crónica con cannabinoides es corta, en concordancia con la
corta duración del fenómeno de tolerancia cannabinoide (Bass & Martin, 2000).
En este sentido, la mayoría de los cambios inducidos a nivel de la expresión del
ARNm que codifica para los receptores CB1 y las subunidades α de las
proteínas G se revierten tras un corto periodo de tiempo después del cese en el
tratamiento crónico (Rubino et al., 1998).

1.1.3.8.2. Dependencia física de cannabinoides. La presencia de


manifestaciones somáticas de un síndrome de abstinencia espontáneo a THC
no ha sido observada en diferentes especies animales, incluso tras la
administración de dosis muy elevadas de esta sustancia (McMillan et al., 1970;
Dewey et al., 1972; Aceto et al., 2001). En humanos se ha descrito un
síndrome de abstinencia cannabinoide espontáneo, pero esta abstinencia no se
manifiesta con signos somáticos sino únicamente con síntomas subjetivos tales
como ansiedad, irritabilidad y dolor hipogástrico, así como con una disminución
de la ingesta de comida (Jones et al., 1976; Haney et al., 1999b; Haney et al.,
1999a). A pesar de la ausencia de signos somáticos de abstinencia
espontánea, se ha observado que la interrupción de un tratamiento crónico con
THC produce una alteración en la ejecución de una conducta operante
previamente adquirida en monos (Beardsley et al., 1986). Esta alteración ha

31
sido interpretada como la manifestación de una abstinencia espontánea al
THC. Recientemente, Aceto y colaboradores (2001) han descrito un síndrome
de abstinencia espontáneo tras el tratamiento crónico con el potente agonista
cannabinoide WIN55212 (Aceto et al., 2001). La corta vida media del
WIN55212 en comparación con la del THC podría explicar la diferencia
observada entre estos dos cannabinoides.

El descubrimiento de antagonistas selectivos del receptor CB1 ha permitido


profundizar en el estudio de la dependencia física a los cannabinoides. Así,
diversos trabajos han descrito el desencadenamiento de un síndrome de
abstinencia cannabinoide tras la administración aguda de antagonistas como el
SR141716A en diferentes animales de experimentación tratados crónicamente
con THC (Cook et al., 1998; Aceto et al., 1995; Tsou et al., 1995; Lichtman et
al., 1998). El síndrome de abstinencia a cannabinoides en los roedores se
caracteriza por la presencia de signos somáticos y la ausencia de signos
vegetativos. Las manifestaciones somáticas más características son
movimientos de sacudida de perro mojado (“wet dog shakes”), temblor de
patas, temblor corporal, ataxia, ptosis, piloerección, disminución de la actividad
locomotora y masticación (Tsou et al., 1995; Aceto et al., 2001; Hutcheson et
al., 1998; Ledent et al., 1999). Existe una clara implicación de los receptores
CB1 en el desarrollo de las manifestaciones somáticas de la abstinencia
cannabinoide. En este sentido, la administración de SR141716A en ratones
deficientes en el receptor CB1 que habían recibido un tratamiento crónico con
THC no desencadenó ningún signo de abstinencia (Ledent et al., 1999).

El desarrollo de los signos somáticos del síndrome de abstinencia a los


cannabinoides se encuentra asociado a un incremento en la actividad del
enzima AC a nivel del cerebelo. La actividad de este enzima no se vio
modificada en otras áreas cerebrales tales como la corteza frontal, el
hipocampo, el estriado y la sustancia gris periacueductal (Hutcheson et al.,
1998). En concordancia con estas observaciones, la microinyección del
inhibidor de la actividad AC, Rp-8Br-cAMPS en el cerebelo atenúa las
manifestaciones somáticas de la abstinencia cannabinoide (Tzavara et al.,
2000).

32
Durante la abstinencia cannabinoide se ha descrito un incremento en la
liberación de CRF en el núcleo central de la amígdala, que puede estar
involucrado en la manifestación de los efectos ansiogénicos del síndrome de
abstinencia (Rodriguez et al., 1997). También se ha descrito una disminución
en la actividad electrofisiológica de las neuronas dopaminérgicas
mesolímbicas, efecto que podría estar implicado en la manifestación de un
estado disfórico asociado a la abstinencia cannabinoide (Diana et al., 1998).

1.1.4. Interacción de los cannabinoides con otras drogas de abuso.

1.1.4.1. Interacción cannabinoide-opioide. Los sistemas opioide y


cannabinoide comparten una distribución neuroanatómica común, unos
mecanismos de señalización intracelular similares y funciones neurobiológicas
comparables. En efecto, los péptidos opioides, sus receptores y los receptores
CB1 presentan una distribución neuroanatómica similar en diferentes
estructuras cerebrales involucradas en los circuitos de refuerzo y control motor,
como el caudado putamen dorsal, el estriado ventral, el núcleo septal y el
complejo amigdaloide (Herkenham et al., 1991a; Herkenham et al., 1991b;
Matsuda et al., 1993; Delfs et al., 1994; Navarro et al., 1998), así como en
estructuras implicadas en el control del dolor; incluyendo la médula espinal, la
sustancia gris periacueductal y estructuras talámicas (Tsou et al., 1998a;
Hohmann & Herkenham, 1999). Estudios anatómicos también han descrito la
colocalización de ARNm de los receptores opioides μ y CB1 en estructuras
límbicas asociadas con fenómenos de dependencia (Navarro et al., 1998). Los
receptores CB1 y μ también se hallan en poblaciones similares de neuronas
GABAérgicas estriatales (Tsou et al., 1998a; Wang et al., 1999; Hohmann &
Herkenham, 1999), así como en interneuronas de la lamina II del asta dorsal
(Salio et al., 2001). Recientemente, un estudio realizado con técnicas de
microscopía electrónica ha descrito la colocalización de receptores CB1 y μ en
dendritas y cuerpos celulares de las mismas neuronas estriatales (Rodriguez et
al., 2001).

Por otra parte, la activación de los receptores opioides y cannabinoides


producen efectos similares a nivel de diversos mecanismos de señalización

33
intracelular, incluyendo la ruta del AMPc/PKA y de las MAP quinasas, así como
en la permeabilidad iónica de los canales de Ca2+ y K+ (Howlett, 1995; Reisine
et al., 1996). Ambos tipos de drogas comparten propiedades farmacológicas,
tales como hipotermia, inhibición motora y de la movilidad intestinal, sedación,
hipotensión, antinocicepción, adicción y efectos reforzantes.

1.1.4.1.1. Estudios farmacológicos.

1.1.4.1.1.1. Antinocicepción. A nivel espinal, parte de los efectos


antinociceptivos de los cannabinoides parecen estar mediados por la activación
de los receptores opioides κ, mientras que a nivel supraespinal se ha sugerido
que el sistema encefalinérgico podría estar involucrado en dichos efectos
(Reche et al., 1996b; Reche et al., 1996a). Diferentes estudios han demostrado
que los antagonistas opioides, en especial el receptor κ, pueden bloquear los
efectos analgésicos inducidos por cannabinoides (Welch, 1994; Smith et al.,
1994b; Smith et al., 1998; Reche et al., 1996b; Reche et al., 1996a). Así, la
administración intratecal del antagonista específico del receptor opioide κ, nor-
binaltorfimina, disminuye los efectos antinociceptivos de la administración
intratecal de THC (Welch, 1993; Welch et al., 1995). Igualmente, el efecto
antinociceptivo del THC a nivel espinal es atenuado tras la administración de
anticuerpos anti-dinorfina A(1-13) y anti-dinorfina A(1-8) (Pugh, Jr. et al., 1997).
Sin embargo, estudios realizados con animales deficientes en el gen que
codifica para el péptido opioide prodinorfina han encontrado resultados
diferentes. Por ejemplo, Zimmer y colaboradores (2001) observaron una
reducción en los efectos antinociceptivos del THC en el test de inmersión de la
cola, mientras que Gardell y colaboradores (2002) no observaron diferencia en
los efectos antinociceptivos del THC entre genotipos en dicho test. El papel del
sistema encefalinérgico en el control de las respuestas antinociceptivas del
THC también se ha investigado mediante el uso de ratones deficientes en el
gen de la preproencefalina. Estos ratones mostraron una respuesta
antinociceptiva reducida en el test de inmersión de la cola en agua caliente tras
la administración de THC (Valverde et al., 2000). Por otra parte, estudios
realizados con ratones deficientes en los receptores μ, δ o κ han demostrado
que los efectos antinociceptivos de una administración aguda de THC no

34
resultan modificados tras la supresión de un único receptor opioide (Ghozland
et al., 2002).

Diversos estudios han demostrado que los cannabinoides pueden incrementar


los efectos analgésicos de los opioides. Así, los efectos antinociceptivos de la
morfina se ven incrementados tras la administración de THC (Cichewicz et al.,
1999). Por otra parte, se han descrito efectos aditivos y sinérgicos entre
opioides y cannabinoides tras la administración de dosis subefectivas de
ambos compuestos a nivel periférico (Cichewicz et al., 1999; Reche et al.,
1996b; Reche et al., 1996a), intratecal (Pugh, Jr. et al., 1996; Welch, 1993) o
intracerebroventricular (Reche et al., 1996b; Reche et al., 1996a; Welch et al.,
1995). Esto sugiere que el sinergismo entre cannabinoides y opioides se
produce tanto a nivel espinal como supraespinal. Los efectos sinérgicos fueron
antagonizados por SR141716A (Smith et al., 1998), nor-binaltorfimina y
naltrindol (Pugh, Jr. et al., 1996). Sin embargo, estudios recientes realizados en
animales deficientes en el receptor CB1 han demostrado que los efectos
analgésicos de la morfina y de agonistas específicos de los receptores μ, δ y κ,
no están modificados en estos animales, sugiriendo que los receptores CB1 no
participan en las respuestas antinociceptivas agudas de los opioides (Ledent et
al., 1999).

Una tolerancia cruzada entre opioides y cannabinoides a nivel antinociceptivo


también ha sido descrita. Así, la administración sistémica de THC puede
producir tolerancia a los efectos antinociceptivos de la morfina (Hine, 1985;
Thorat & Bhargava, 1994; Martin et al., 1994). Igualmente, un pretratamiento
con morfina produce tolerancia a los efectos antinociceptivos del THC (Thorat &
Bhargava, 1994; Bloom & Dewey, 1978). La tolerancia cruzada entre agonistas
cannabinoides y opioides κ también se ha descrito. Así, la administración
sistémica de THC produce tolerancia a los efectos antinociceptivos producidos
por dinorfinas o por el agonista κ, U-50,488H (Smith et al., 1994b). De manera
similar, la administración crónica de U-50,488H (Smith et al., 1994b) y el
bloqueo de la síntesis de receptores opioides κ mediante oligodeoxinucleótidos
antisentido facilita la tolerancia a los efectos analgésicos de una administración
intratecal de THC (Rowen et al., 1998). Sin embargo, estudios realizados con
anandamida no han descrito tolerancia cruzada con agonistas μ, δ o κ,

35
sugiriendo que el desarrollo de tolerancia a la anandamida podría implicar
mecanismos diferentes a los del THC (Welch, 1997).

Estudios realizados en ratones modificados genéticamente han descrito una


disminución en el desarrollo de la tolerancia a los efectos antinociceptivos del
THC en ratones deficientes en el gen de la preproencefalina (Valverde et al.,
2000). Por otra parte, animales deficientes en el receptores opioides μ, δ o κ no
presentan cambios en la tolerancia a los efectos hipotérmicos y
antinociceptivos del THC (Ghozland et al., 2002).

Finalmente, la tolerancia a los efectos analgésicos de la morfina tampoco


resultó modificada en animales deficientes en el receptor cannabinoide CB1
(Ledent et al., 1999).

1.1.4.1.1.2. Actividad locomotora. Los receptores cannabinoides están


colocalizados con diferentes péptidos y receptores opioides en áreas
cerebrales implicadas en el control motor. Estudios realizados mediante la
técnica de hibridación in situ han descrito la síntesis de receptor CB1 en
neuronas estriatonigrales que contienen dinorfina y sustancia P, y que
partiendo del caudado-putamen inervan la sustancia negra; así como en
neuronas estriatopalidales que contienen encefalinas y que partiendo del
caudado-putamen acaban en el pálido (Hohmann & Herkenham, 2000). Estas
observaciones sugieren un posible papel de los receptores CB1 en la liberación
de péptidos opioides endógenos en el sistema motor.

Diferentes estudios han descrito interacciones entre ambos sistemas a nivel


locomotor. Así, la administración de THC potencia los efectos hiperlocomotores
de la morfina de manera dosis dependiente (Ayhan et al., 1979). También se ha
observado que el bloqueo de los receptores CB1 con SR141716A disminuye la
hiperactividad producida por morfina (Poncelet et al., 1999). Por otra parte, la
naloxona puede invertir parcialmente la depresión motora inducida por una
administración aguda de THC (Tulunay et al., 1982).

En animales tolerantes a la morfina, el efecto potenciador del THC en la


hiperlocomoción desaparece, indicando un fenómeno de tolerancia cruzada
(Ulku et al., 1980). Igualmente, el pretratamiento crónico con THC o WIN55212

36
produce un incremento de los efectos locomotores de la heroína (Lamarque et
al., 2001; Pontieri et al., 2001a).

Estudios realizados con ratones deficientes en los receptores μ, δ o κ han


demostrado que la inactivación de un único receptor opioide no modifica el
efecto hipolocomotor producido por la administración aguda de THC. Tras un
tratamiento crónico con THC, únicamente los animales deficientes en el
receptor κ presentan una ligera disminución del desarrollo de la tolerancia a
dichos efectos hipolocomotores del THC (Ghozland et al., 2002).

1.1.4.1.1.3. Propiedades reforzantes y dependencia. Se ha


demostrado la existencia de interacciones bidireccionales en los fenómenos de
refuerzo y dependencia inducidos por cannabinoides y opioides.

Los efectos reforzantes de los cannabinoides están modulados por el sistema


opioide. En este sentido, la administración de naloxona bloquea la facilitación
de la conducta de autoestimulación eléctrica intracraneal inducida por el THC
(Gardner & Lowinson, 1991; Gardner & Vorel, 1998), así como la
autoadministración de WIN55212 o HU-210 (Fattore et al., 2001; Navarro et al.,
2001). La naloxona también es capaz de bloquear la autoadministración
intracerebroventricular (Braida et al., 2001b) y la preferencia de plaza
condicionada al CP55940 (Braida et al., 2001a). En concordancia con estos
resultados, Ghozland y colaboradores (2002) han demostrado que el receptor
opioide μ es necesario para la manifestación de las propiedades reforzantes del
THC en el paradigma del condicionamiento espacial. Los efectos aversivos
producidos por la administración aguda de THC en este paradigma están
mediados por una activación del receptor opioide κ (Ghozland et al., 2002). En
concordancia, ratones deficientes en el gen de la prodinorfina tampoco
presentan una aversión de plaza tras la administración aguda de THC (Zimmer
et al., 2001).

Diferentes estudios bioquímicos y farmacológicos avalan esta participación del


sistema opioide endógeno. Así, el THC es capaz de activar el sistema
dopaminérgico mesolímbico mediante un mecanismo dependiente de los
receptores opioides μ (Tanda et al., 1997). Sin embargo, otro estudio ha

37
demostrado que el THC incrementa de manera dosis dependiente la actividad
dopaminérgica mesolímbica, sin que dicho efecto sea modificado tras la
administración de naloxona (French, 1997). Esto sugiere la existencia de
diferentes mecanismos reguladores de la acción de los cannabinoides en los
cuerpos celulares y en los terminales axónicos en estas neuronas
dopaminérgicas.

El papel del sistema cannabinoide como mediador de los efectos reforzantes


de los opioides también ha sido estudiado. Se ha descrito que el bloqueo del
receptor CB1 puede reducir la autoadministación intracerebroventricular de
heroína (Braida et al., 2001b). Por otra parte, el antagonista cannabinoide
SR141716A reduce la conducta de autoadministración intravenosa de heroína
en animales sometidos a un régimen capaz de generar un proceso de
dependencia física al opiáceo, pero no en un modelo de autoadministración
limitada que no produce dependencia. La administración de SR141716A
también bloqueó los efectos reforzantes de la morfina en el test de preferencia
de plaza condicionada en dichas condiciones experimentales (Navarro et al.,
2001). Estudios realizados en ratones deficientes en el receptor CB1
corroboran esta hipótesis, al observarse que estos animales no se
autoadministran morfina (Ledent et al., 1999). Estos resultados sugieren que
los cannabinoides actuando a nivel de los receptores CB1, son necesarios para
la expresión de los efectos reforzantes de los opioides. Por otra parte se ha
descrito recientemente que la administración de agonistas cannabinoides
provoca un fenómeno de recaída en animales que han extinguido un
comportamiento de autoadministración de heroína (De Vries et al., 2003). Un
estudio realizado en humanos observó una asociación entre una variante
genética del receptor CB1 y la susceptibilidad en el abuso de diferentes tipos
de drogas de abuso (Comings et al., 1997).

También se han descrito interacciones bidireccionales entre opioides y


cannabinoides a nivel del desarrollo de fenómenos de dependencia física. Así,
un síndrome de abstinencia ha podido ser precipitado tras la administración de
naloxona en ratas dependientes a HU-210 (Navarro et al., 1998) o THC
(Kaymakcalan et al., 1977). Sin embargo, en otros estudios no se ha descrito el
desarrollo de un proceso de abstinencia en diferentes especies animales

38
dependientes al THC tras la administración de naloxona (Beardsley et al., 1986;
Lichtman et al., 2001). Diferentes trabajos realizados con ratones modificados
genéticamente han permitido avanzar en el conocimiento de estas
interacciones. Así, los ratones deficientes en el gen de la preproencefalina
muestran una disminución en la severidad del síndrome de abstinencia al THC
(Valverde et al., 2000). Por otra parte, el síndrome de abstinencia cannabinoide
no resultó modificado en ratones deficientes en los receptores opioides δ o κ
(Ghozland et al., 2002). Sin embargo, los estudios realizados con ratones
deficientes en el receptor opioide μ han descrito resultados diferentes
dependiendo de las dosis de THC utilizadas para inducir la dependencia. Así,
los animales que recibieron THC a la dosis de 20 mg/kg dos veces al día o 10
mg/kg una vez al día durante un periodo de 5 días no mostraron una
modificación en las manifestaciones de la abstinencia (Ghozland et al., 2002;
Lichtman et al., 2001). Sin embargo, los ratones deficientes en el receptor
opioide μ tratados crónicamente con dosis más elevadas de THC (30 ó 100
mg/kg una vez al día) mostraron un síndrome de abstinencia menos severo que
los ratones salvajes (Lichtman et al., 2001). Por otra parte, ratones doble
mutantes deficientes en los receptores opioides μ y δ mostraron una
disminución importante en la severidad del síndrome de abstinencia
cannabinoide, sugiriendo que una estimulación conjunta de ambos tipos de
receptores es requerida para la manifestación de la abstinencia cannabinoide
(Castañe et al., 2003).

Los cannabinoides también modulan los fenómenos de dependencia a


opiáceos. Así, se ha descrito que la administración aguda de SR141716A
desencadena una aversión de plaza condicionada y una disminución en el
número de respuestas operantes para obtener comida en animales
dependientes de morfina (Navarro et al., 2001). El bloqueo de los receptores
CB1 también produce diferentes manifestaciones bioquímicas y conductuales
de abstinencia en animales dependientes a la morfina (Navarro et al., 1998).
Por otra parte, se ha observado que la administración de THC alivia el
síndrome de abstinencia desencadenado por naloxona en animales
dependientes de morfina (Bhargava, 1976; Bhargava, 1978; Valverde et al.,
2001; Lichtman et al., 2001). Efectos similares se han descrito con el

39
cannabinoide endógeno anandamida (Vela et al., 1995). Una disminución en el
síndrome de abstinencia morfínico fue asimismo observada en ratones
knockout deficientes en el receptor cannabinoide CB1 (Ledent et al., 1999).

1.1.4.1.1.4. Ansiedad. Una interacción entre los sistemas opioides y


cannabinoides a nivel de las respuestas emocionales ha sido observada en
modelos animales de ansiedad. Así, los antagonistas de los receptores
opioides μ y δ, pero no los antagonistas κ suprimen los efectos ansiolíticos
producidos por la administración de una dosis baja de THC (Berrendero &
Maldonado, 2002). También se ha descrito que los antagonistas de los
receptores κ son capaces de suprimir los efectos ansiogénicos inducidos por el
CP55940 en la rata (Marin et al., 2003).

1.1.4.1.2. Mecanismos bioquímicos involucrados en las interacciones


cannabinoide-opioide. Diferentes hipótesis se han formulado para explicar los
mecanismos bioquímicos de estas interacciones. Sin embargo dichos
mecanismos posiblemente difieran dependiendo de la respuesta farmacológica
estudiada.

1.1.4.1.2.1. Modificaciones en los receptores y ligandos endógenos.


Una de las hipótesis que se baraja es el posible papel del sistema
cannabinoide como modulador de la síntesis y liberación de péptidos opioides
endógenos y de la expresión de receptores opioides. Así, el tratamiento agudo
con THC incrementa la liberación de met-encefalina en el núcleo accumbens,
medida mediante la técnica de microdiálisis in vivo (Valverde et al., 2001). Por
otra parte, la administración crónica de THC incrementa la expresión del gen de
la proopiomelanocortina en el núcleo arcuado del hipotálamo (Corchero et al.,
1997b), y de los genes de la prodinorfina y de la preproencefalina a nivel
espinal (Corchero et al., 1997a). El tratamiento crónico con cannabinoides
también incrementa los niveles de ARNm de la preproencefalina en los núcleos
ventromedial y paraventricular del hipotálamo, en la sustancia gris
periacueductal, el núcleo mamilar, el núcleo accumbens, el caudado-putamen y

40
el estriado (Manzanares et al., 1998; Corchero et al., 1999a; Corchero et al.,
1999b), así como los niveles de met-encefalina y β-endorfina en
homogenizados del área preóptica y del hipotálamo medio-basal (Kumar et al.,
1984; Kumar et al., 1986).

Por otra parte, técnicas de cateterización espinal han permitido observar que el
THC incrementa la liberación de dinorfina A y B en la médula espinal (Pugh, Jr.
et al., 1997; Houser et al., 2000).

Diversos trabajos han evaluado el posible papel regulador del sistema opioide
sobre la expresión del receptor CB1 en el cerebro. Los resultados de estos
trabajos han sido en gran parte contradictorios, ya que se han descrito
aumentos (Rubino et al., 1997b), ausencia de cambios (Romero et al., 1998b) o
efectos diferentes según el área en la cual se han medido la unión de ligandos
selectivos del receptor CB1 o su ARNm (Navarro et al., 2001; Gonzalez et al.,
2002b).

1.1.4.1.2.2. Interacción a nivel de los mecanismos de transducción de


señal. Diferentes estudios han demostrado que el tratamiento crónico con
morfina o cannabinoides disminuye la eficiencia de los receptores para activar
el sistema proteína Gi/AC (Nestler, 1992; Nestler & Aghajanian, 1997; Sim et
al., 1996a) y produce una sobreregulación en la actividad de las proteínas
quinasas dependientes de AMPc para contrarrestar la inhibición inducida por la
droga (Blendy & Maldonado, 1998; Hutcheson et al., 1998; Koob et al., 1998).
El tratamiento crónico con estas drogas puede afectar de manera heteróloga la
eficiencia de activación por otros receptores también acoplados a proteínas Gi
o Go. Así, se ha observado una disminución de los niveles de fijación de
[35S]GTPγS en la sustancia negra en condiciones basales en animales
dependientes a la morfina. Sin embargo, la fijación aumentó en esta estructura
tras la estimulación con WIN55212 (Romero et al., 1998b). Estos datos
sugieren que la morfina incrementa la eficiencia del acoplamiento de los
receptores cannabinoides a las proteínas G en la sustancia negra. Resultados
similares se observaron en la sustancia gris periacueductal de ratones
dependientes de morfina (Romero et al., 1998b).

41
Mediante el uso de una línea celular de neuroblastoma, se ha demostrado que
el tratamiento conjunto con un agonista opioide y cannabinoide produce una
estimulación de la unión de [35S]GTPγS similar a la suma de los efectos de
cada uno de ellos por separado (Shapira et al., 1998). Este efecto aditivo fue
observado incluso tras la ablación parcial del reservorio de proteínas G,
sugiriendo que los opioides y los cannabinoides activan diferentes “pools” de
proteínas G.

La interacción entre opioides y cannabinoides también se ha estudiado a nivel


de los efectos sobre la actividad AC en cultivos de células de neuroblastoma.
Así, los opioides y los cannabinoides inhiben la actividad AC en estas células.
El efecto inhibidor de los opioides se bloquea por la naloxona, pero ésta no
afectó la respuesta cannabimimética. La interacción entre cannabinoide y
opioide en este estudio no fue ni sinérgica ni aditiva en las máximas
concentraciones, sugiriendo que ambos tipos de drogas pueden operar a través
de un mismo sistema efector (Devane et al., 1986).

1.1.4.1.2.3. Interacción física entre los receptores opioides y


cannabinoides. Se ha demostrado recientemente que los receptores opioides μ,
δ o κ pueden interaccionar físicamente con los receptores cannabinoides CB1,
produciendo una modificación de su actividad. Así, la capacidad de unión del
[35S]GTPγS al receptor CB1 tras la administración de WIN55212 está
modificada de manera dosis dependiente por agonistas o antagonistas κ.
Igualmente, la unión de [35S]GTPγS mediada por WIN55212 disminuye tras la
administración del agonista opioide μ, DAMGO (Rios et al., 2002). La
observación de que los receptores opioides μ y CB1 colocalizan en la misma
neurona (Rodriguez et al., 2001) apoya esta hipótesis.

1.1.4.2. Interacción cannabinoide-cocaína. Se ha observado que el agonista


cannabinoide WIN55212 disminuye la conducta de autoadministración de
cocaína en ratas (Fattore et al., 1999). Este efecto es revertido tras la
administración de SR141716A. Sin embargo, los ratones deficientes en el
receptor CB1 se autoadministran cocaína en cantidades similares a los

42
animales salvajes (Cossu et al., 2001). Estudios bioquímicos han descrito que
el tratamiento crónico con cocaína disminuye la expresión del ARNm que
codifica para el receptor CB1, pero no el número de sitios de fijación selectivos
CB1 en el hipotálamo ventromedial y corteza cerebral (Gonzalez et al., 2002b).
Igualmente, un tratamiento crónico con cocaína no modificó los niveles de
anandamida en las diferentes estructuras cerebrales estudiadas, observándose
tan solo una pequeña disminución en la concentración de 2-AG en el sistema
(Gonzalez et al., 2002a).

El sistema cannabinoide parece estar involucrado en el fenómeno de recaída a


la cocaína (De Vries et al., 2001). Así, la administración de HU-210 provoca un
fenómeno de recaída en animales que han extinguido un comportamiento de
autoadministración de cocaína. Este efecto, así como la recaída inducida por la
administración de cocaína o por estímulos asociados con dicha administración,
es revertido tras la administración de SR141716A. Sin embargo, el SR141716A
no fue capaz de inhibir esta recaída cuando era inducida por una situación
estresante. Dos hipótesis han sido propuestas para explicar este fenómeno
basándose en la conexión entre la dopamina y los endocannabinoides. En un
primer modelo, el incremento en los niveles de dopamina producidos por la
cocaína o por estímulos asociados con sus efectos reforzantes producirían la
liberación de endocannabinoides, que causarían la recaída. En concordancia
con esta hipótesis, Giuffrida y colaboradores (1999) han descrito que la
dopamina produce la liberación de anandamida en el estriado dorsal por un
mecanismo dependiente de la activación de receptores D2 (Giuffrida et al.,
1999). Una explicación alternativa sugiere que la cocaína o los estímulos
asociados con su consumo elevaría los niveles de endocannabinoides, los
cuales producirían un fenómeno de recaída a través de una estimulación de la
liberación de dopamina. A favor de esta última hipótesis está el hecho de que
los receptores CB1 se expresan en un número elevado en neuronas
GABAérgicas. La inhibición de la liberación de GABA facilitaría indirectamente
la liberación de dopamina (Katona et al., 1999).

1.1.4.3. Interacción cannabinoide-anfetamina. La administración aguda de


agonistas cannabinoides produce una disminución en la actividad locomotora

43
inducida por d-anfetamina (Gorriti et al., 1999; Muschamp & Siviy, 2002). En
concordancia con estos resultados, el SR141716A facilita la hiperactividad
locomotora producida por este psicostimulante (Masserano et al., 1999). Por lo
contrario, el tratamiento crónico con agonistas cannabinoides da lugar a una
sensibilización de los efectos locomotores y conductas estereotipadas
inducidos por la d-anfetamina (Gorriti et al., 1999; Lamarque et al., 2001).

1.1.4.4. Interacción cannabinoide-MDMA. El sistema cannabinoide endógeno


parece estar involucrado en la expresión de las propiedades reforzantes del
MDMA (Braida & Sala, 2002). Así, el agonista cannabinoide CP55940 reduce la
autoadministración intracerebroventricular de MDMA, mientras que el
antagonista CB1, SR141716A facilita dicha conducta. Estos resultados
sugieren que la estimulación de los receptores CB1 tiene una acción sinérgica
con los efectos motivacionales inducidos por el MDMA.

1.1.4.5. Interacción cannabinoide-etanol. La administración del antagonista


cannabinoide SR141716A reduce el consumo voluntario de etanol en roedores,
mientras que los agonistas CP55940 o WIN55212 promueven dicho consumo a
través de un mecanismo dependiente del sistema opioide. Dichos resultados
sugieren que el sistema cannabinoide participa en los efectos reforzantes del
etanol (Wang et al., 2003; Rodriguez et al., 1999a; Freedland et al., 2001;
Colombo et al., 2002). Por otra parte, la funcionalidad del sistema cannabinoide
endógeno se encuentra reducida en ratones DBA/2, los cuales presentan una
baja preferencia por el consumo de etanol (Hungund & Basavarajappa, 2000).
En un estudio reciente, se ha descrito que los ratones deficientes en el receptor
cannabinoide CB1 presentan una clara disminución en el consumo voluntario
de etanol (Wang et al., 2003; Hungund et al., 2003) y una disminución en la
liberación de dopamina a nivel del núcleo accumbens inducida por esta
sustancia (Hungund et al., 2003). En acuerdo con estos resultados, ha sido
descrita una reducción en la liberación de dopamina inducida por etanol tras la
administración de SR141716A (Cohen et al., 2002). También se ha descrito
una ausencia completa del síndrome de abstinencia al etanol en ratones
deficientes en el receptor CB1, aunque no se modificaron en dichos animales

44
los efectos agudos ni la tolerancia y preferencia inducidos por esta sustancia
(Racz et al., 2003).

A nivel bioquímico se ha demostrado que el tratamiento crónico con etanol no


produce cambios en los niveles de ARNm del receptor CB1 ni en los sitios de
unión de 3H-CP55940 en el cerebro (Gonzalez et al., 2002a). Sin embargo, otro
estudio demostró una disminución en el ARNm y en la capacidad de unión de
[35S]GTPγS después de una exposición crónica a etanol (Basavarajappa &
Hungund, 1999). Una disminución en los niveles de anandamida y 2-AG en el
mesencéfalo, así como un incremento en la concentración de anandamida en
el sistema límbico, ha sido igualmente descrita tras la administración crónica de
etanol (Gonzalez et al., 2002a).

1.1.4.6. Interacción cannabinoide-nicotina: Diversas acciones farmacológicas


inducidas por los cannabinoides resultan facilitadas tras la administración de
nicotina (Valjent et al., 2002). La nicotina incrementa los efectos hipotérmicos,
hipolocomotores y antinociceptivos producidos por una administración aguda
de THC. Asimismo, la administración conjunta de dosis subefectivas de THC y
nicotina produce una respuesta ansiolítica así como una preferencia de plaza
condicionada. Por otra parte, el cotratamiento con nicotina y THC produjo una
disminución en la tolerancia al THC y un incremento en la expresión somática
del síndrome de abstinencia cannabinoide (Valjent et al., 2002).

Las acciones farmacológicas de la nicotina también resultan moduladas por el


sistema cannabinoide endógeno (Castane et al., 2002). Así, la nicotina produce
un efecto antinociceptivo mayor en los ratones deficientes en el receptor
cannabinoide CB1, pero sus efectos reforzantes disminuyen. La
hipolocomoción y la dependencia física de nicotina no están modificadas en
estos ratones (Castane et al., 2002). Por otra parte, el SR141716A reduce la
conducta de autoadministración de nicotina en ratas, así como la liberación de
dopamina inducida por nicotina en el núcleo accumbens (Cohen et al., 2002).

Estudios bioquímicos han demostrado que el tratamiento crónico con nicotina


incrementa los niveles de anandamida en el sistema límbico y los disminuye en
el hipocampo, estriado y corteza cerebral. Sin embargo, la administración

45
crónica de nicotina no modificó la expresión del receptor CB1 ni los sitios de
unión del 3H-CP55940 (Gonzalez et al., 2002a). La interacción funcional entre
estas drogas también ha sido demostrada en estudios de expresión de c-fos.
La administración conjunta de THC y nicotina incrementó la expresión de c-fos
en el núcleo accumbens, el núcleo central y basolateral de la amígdala, el
núcleo del lecho de la estría terminal y en el núcleo paraventricular del
hipotálamo (Valjent et al., 2002).

46
2. El sistema del péptido PACAP

La hipófisis o glándula pituitaria se encuentra localizada en la base del cerebro


y está unida al hipotálamo mediante un conjunto de fibras nerviosas. Desde un
punto de vista fisiológico, la hipófisis está dividida en tres secciones
denominadas lóbulo anterior o adenohipófisis, lóbulo posterior o neurohipófisis
y lóbulo intermedio o pars intermedia. Esté último lóbulo es prácticamente
inexistente en el hombre, pero no en algunas especies inferiores como la rata y
el ratón. Cada lóbulo de la glándula hipofisaria produce ciertas hormonas. Las
más importantes sintetizadas por la adenohipófisis incluyen la hormona de
crecimiento, la prolactina, la hormona adrenocorticotrópica (ACTH), la hormona
estimulante de la tiroides (TSH), la hormona folículo-estimulante (FSH) y la
hormona luteinizante (LH). El lóbulo intermedio produce la hormona estimulante
de melanocitos. Finalmente, el lóbulo posterior produce la vasopresina u
hormona antidiurética y la oxitocina.

La actividad hipofisaria está controlada mayoritariamente por señales


hormonales y nerviosas procedentes del hipotálamo. Así, señales nerviosas
que parten del hipotálamo controlan la secreción de la neurohipófisis, mientras
que la actividad de la adenohipófisis está controlada por hormonas sintetizadas
en el hipotálamo, denominadas hormonas hipofisiotrópicas. Estas hormonas
son liberadas por el hipotálamo en la eminencia media y llegan a la
adenohipófisis a través de un conjunto de capilares sanguíneos denominado
sistema portal hipofisario. Diferentes neuropéptidos han sido aislados de
extractos hipotalámicos y han sido caracterizados por su capacidad para
estimular o inhibir la secreción de hormonas de la pituitaria anterior. Entre estos
se incluyen la hormona de liberadora de tirotropina (TRH) que produce la
liberación de la TSH (Boler et al., 1969), la hormona liberadora de la
gonadotropina (GnRH) que produce la liberación de LH y FSH (Amoss et al.,
1971; Matsuo et al., 1971), la somatostatina que inhibe la liberación de la
hormona de crecimiento (Brazeau et al., 1973), CRF que produce la liberación
de ACTH (Vale et al., 1981) y la hormona liberadora de la hormona de
crecimiento (GRF) (Guillemin et al., 1982). La vasopresina y la dopamina
también se incluyen como hormonas hipofisiotrópicas ya que la vasopresina
aumenta la secreción de ACTH inducida por el CRF, y la dopamina controla la

47
secreción de la prolactina (MacLeod et al., 1970). Estudios posteriores han
descrito la presencia de otros neuropéptidos con capacidad reguladora de la
actividad de las células de la pituitaria anterior, como por ejemplo el péptido
liberador de prolactina (Hinuma et al., 1998).

Sin embargo, diversos estudios sugerían la existencia de otras sustancias con


capacidad moduladora de la actividad adenohipofisaria. En este sentido, se ha
apuntado la existencia de otros tipos celulares en la pituitaria anterior no
identificados (Sbarbati et al., 1988), así como de otras sustancias con
capacidad para liberar prolactina y FSH diferentes de las conocidas (Nagy et
al., 1988; Lumpkin et al., 1987). Esto llevó al grupo de Arimura a aislar en 1989
un péptido de 38 AA con capacidad estimuladora de la AC en la hipófisis que
denominaron PACAP (Pituitary Adenylate Cyclase Activating Polypeptide)
(Miyata et al., 1989).

Existen unos criterios clásicos para definir a una sustancia como factor
hipofisiotrópico. Estos son: 1) presencia en las neuronas hipotalámicas que
proyectan a la eminencia media, 2) liberación en el sistema circulatorio portal
hipofisario, 3) presencia de receptores para la sustancia a nivel
adenohipofisario, 4) capacidad de la sustancia de regular la actividad de las
células de la adenohipófisis, 5) demostrar que el bloqueo de la acción de la
sustancia altera la función de la pituitaria anterior y 6) existencia de una
modulación en la liberación de este factor dentro del sistema portal en
diferentes condiciones fisiológicas. Hasta el momento se ha demostrado que el
PACAP satisface los 4 primeros criterios. Así, se ha descrito la presencia de
PACAP a nivel parvocelular, aunque en menor cantidad que en el sistema
magnocelular (Takahashi et al., 1994; Hannibal et al., 1995). También se ha
observado una red de fibras que contienen PACAP a nivel de la eminencia
media, en contacto con el sistema circulatorio portal hipofisario (Koves et al.,
1990; Vigh et al., 1991). Igualmente, la concentración de este péptido es mucho
mayor en el sistema portal hipofisario que en la circulación sanguínea periférica
(Dow et al., 1994).

Este péptido es único en comparación con otros neuropéptidos


hipofisiotrópicos, ya que todos los tipos celulares de la adenohipófisis con
función endocrina poseen receptores para el PACAP (Vigh et al., 1993;

48
Rawlings & Hezareh, 1996). Una de las características más importantes de
este péptido a nivel hipofisario, es su capacidad para estimular la formación de
AMPc (Miyata et al., 1989) así como la movilización de Ca2+ en todas las
células endocrinas (Canny et al., 1992; Rawlings & Hezareh, 1996).

Como otras hormonas hipofisiotrópicas también se ha observado la presencia


de PACAP en neuronas extra-hipotalámicas además de en numerosos tejidos
periféricos. En acuerdo con su amplia distribución, el PACAP ejerce un amplio
abanico de efectos.

2.1. Características del péptido PACAP. El PACAP es un péptido que


presenta dos formas α-amidadas biológicamente activas, denominadas
PACAP38 y PACAP27 (Miyata et al., 1989; Miyata et al., 1990). Ambas
provienen de un precursor común, y las dos comparten los últimos 27 AA de la
fracción N-terminal (Miyata et al., 1990; Kimura et al., 1990; Ogi et al., 1990). El
PACAP27 es un péptido que se halla muy conservado a través de la evolución,
de tal forma que especies tan alejadas como los tunicados presentan una
homología del 85% con el PACAP27 de mamíferos, el cual es igual en todos
los mamíferos. Estructuras similares al péptido PACAP se han descrito hasta
en insectos como la mosca Drosofila melanogaster (Feany & Quinn, 1995).

La secuencia del PACAP27 presenta una homología del 68% con el péptido
vasoactivo intestinal (VIP), identificando al PACAP como miembro de la familia
de péptidos relacionados con el VIP-glucagón-GRF-secretina (Campbell &
Scanes, 1992; Goldring et al., 1993).

La estructura bidimensional del PACAP27 consta de una zona de estructura


desordenada en la parte N-terminal, seguida de un giro β y tres regiones
helicoidales (Inooka et al., 1992). La estructura del PACAP38 es idéntica a la
del PACAP27 en la zona N-terminal, pero en la región C-terminal posee una
pequeña hélice extra (Wray et al., 1993). La estructura tridimensional del
PACAP es similar a la de otros miembros de la familia del VIP-glucagón (Wray
et al., 1993).

49
2.1.1. Características del gen que codifica el péptido PACAP. La organización
estructural del gen PACAP es similar a la del VIP y el GRF, sugiriendo un
posible origen de los tres genes a partir de un ancestro común mediante
duplicación génica (Ohkubo et al., 1992). El gen que codifica al péptido PACAP
ha sido clonado en diferentes especies como el humano (Hosoya et al., 1992) y
el ratón (Yamamoto et al., 1998). En humanos, el gen se halla localizado en el
cromosoma 18, en la banda 18p11 (Hosoya et al., 1992) y consta de 5 exones.
Parte del segundo exón codifica para el péptido de señalización de 24 AA. La
secuencia que codifica para el péptido PACAP está localizada en el quinto
exón. El promotor del gen contiene dos secuencias CRE (cAMP response
element) que median la activación transcripcional en respuesta a la activación
de la vía del AMPc/PKA, una secuencia TRE (12-O-tetradecanoylphorbol 13-
acetate response element) que depende de la activación de la vía de la
proteína quinasa C y dos secuencias GHF-1 (growth hormone factor 1),
involucradas en la expresión del gen de la hormona de crecimiento. Sin
embargo no posee las secuencias promotoras TATA o CAAT que permiten la
unión de factores de transcripción (Hosoya et al., 1992; Arimura & Shioda,
1995; Shioda, 2000). Diferentes estudios han demostrado que la trascripción
del gen PACAP es constitutiva y que puede estimularse mediante AMPc, 12-O-
tetradecanoilforbol 13-acetato y por el mismo PACAP (Suzuki et al., 1994;
Hashimoto et al., 2000).

El ADNc del precursor del péptido PACAP se ha caracterizado en diferentes


especies (Ogi et al., 1990; Ohkubo et al., 1992; Arimura & Shioda, 1995;
Okazaki et al., 1995). Este codifica un precursor de la proteína de 175 o 176 AA
dependiendo de la especie y que se ha denominado prepro-PACAP (Arimura,
1998). Los primeros 24 AA de la zona N-terminal del prepro-PACAP
constituyen un péptido de señalización (Hosoya et al., 1992). En el precursor
del PACAP de humanos (Ohkubo et al., 1992), oveja (Kimura et al., 1990), rata
(Ogi et al., 1990) y ratón (Okazaki et al., 1995) se ha descrito también la
presencia de un pequeño péptido de 29 AA que presenta una ligera homología
estructural con el PACAP27 y que se ha denominado PRP (PACAP-related
peptide). Por el momento se desconoce el papel fisiológico del PRP, aunque
parece jugar un papel en la regulación de la motilidad de la vesícula biliar,

50
similar al del PACAP (Wray et al., 1995). El péptido PACAP se halla localizado
en la parte C-terminal del precursor, entre los AA 132 y 169.

La generación del PRP, PACAP38 y PACAP27 se produce mediante diferentes


roturas proteolíticas en secuencias peptídicas específicas. Se ha descrito la
actividad de varias prohormonas convertasas (PC) implicadas en este
fenómeno (Seidah et al., 1994; Seidah et al., 1998). En concreto, las
prohormonas convertasas PC1 y PC2 parecen estar involucradas en el
procesamiento del precursor a nivel cerebral (Koves et al., 1994; Dong et al.,
1997; Li et al., 1999), mientras que en los testículos la isoforma implicada es la
PC4 (Li et al., 1998). Igualmente se requiere de la actividad amidasa de la
enzima peptidylglycine α-amidating monooxygenase para producir la forma
activa del péptido (Hansel et al., 2001).

2.1.2. Distribución del péptido PACAP.

2.1.2.1. Sistema Nervioso Central. El péptido PACAP se encuentra


ampliamente expresado a nivel del SNC, tanto en neuronas (Koves et al.,
1990;Koves et al., 1991) como en células gliales (Jaworski, 2000). A nivel
central, la forma predominante del neuropéptido es la de 38 AA, y únicamente
un 10% corresponde a la forma de 27 AA (Arimura et al., 1991; Ghatei et al.,
1993). La mayor concentración de PACAP se observa en el área hipotalámica
(Arimura et al., 1991; Hannibal, 2002). Se ha descrito la presencia de PACAP
en casi todos los núcleos hipotalámicos, pero sobre todo a nivel del núcleo
supraquiasmático (Masuo et al., 1993; Hannibal, 2002), paraventricular y
supraóptico (Koves et al., 1991; Kivipelto et al., 1992).

A nivel extrahipotalámico, se han descrito cantidades significativas de PACAP


en la sustancia negra, el globo pálido, el sistema límbico, la hipófisis posterior,
el hipocampo, el cerebelo, la corteza cerebral, el tronco cerebral, la hipófisis y
la médula espinal (Ghatei et al., 1993; Masuo et al., 1993; Arimura, 1998;
Hannibal, 2002).

A nivel hipofisario (Arimura & Shioda, 1995; Rawlings & Hezareh, 1996;
Arimura, 1998), el PACAP se expresa en fibras nerviosas (Mikkelsen et al.,
1995) así como en una subpoblación de células gonadotropas en el área

51
anterior (Koves et al., 1998; Szabo et al., 2002b) y en la parte ventral del lóbulo
neural (Mikkelsen et al., 1995). En el sistema límbico, el PACAP ha sido
detectado en el complejo amigdalar principalmente en el núcleo central de la
amígdala y en el núcleo del lecho de la estría terminal, así como en el tálamo y
núcleo accumbens (Koves et al., 1991; Masuo et al., 1993; Palkovits et al.,
1995; Hannibal, 2002). A nivel cerebelar, se ha detectado la presencia de
péptido a nivel del soma y las dendritas de las células de Purkinje (Nielsen et
al., 1998; Hannibal, 2002). En el hipocampo, técnicas de inmunohistoquímica
han demostrado la presencia de PACAP en células piramidales de las regiones
CA1, CA2 y CA3 (Hannibal, 2002). El PACAP también es abundante en el
tronco cerebral, tanto a nivel del tracto solitario como del núcleo ambiguo y el
núcleo caudal del rafe (Palkovits et al., 1995).

A nivel de la medula espinal se han detectado fibras nerviosas que contienen


PACAP sobretodo en las láminas I y II del asta dorsal (Dun et al., 1996; Moller
et al., 1993), un área importante en la transmisión de la información nociceptiva
(Cervero & Iggo, 1980). La expresión del ARNm del VIP y del PACAP se
localiza principalmente en neuronas de diámetro medio o pequeño en los
ganglios de la raíz dorsal asociadas con la transmisión del estímulo doloroso
(Dun et al., 1996).

Se ha observado que la distribución de los péptidos PACAP y VIP es diferente


en distintas áreas del SNC (Masuo et al., 1993), tales como el tálamo, tronco
cerebral, núcleo del lecho de la estría terminal e hipotálamo (Koves et al., 1991;
Kozicz et al., 1997).

2.1.2.2. Tejidos periféricos. Al igual que en el SNC, la forma predominante del


péptido PACAP en los órganos periféricos es la de 38 AA, aunque la proporción
entre ambas varía según el órgano (Arimura et al., 1991). Por ejemplo, a nivel
del colon, el PACAP27 representa un 30% del total, pero en los testículos es
prácticamente inexistente (Arimura et al., 1991). Se supone que las diferentes
proporciones de ambas formas depende de la actividad PC en los diferentes
tejidos. A diferencia del sistema nervioso central, en los órganos periféricos los
péptidos PACAP y VIP se coexpresan a menudo en las mismas células,

52
incluido en el tejido nervioso periférico (Uddman et al., 1991a; Ny et al., 1995;
Sundler et al., 1992; Luts & Sundler, 1994).

2.1.2.2.1. Glándulas endocrinas. La presencia del péptido PACAP así como


del ARNm que lo codifica se ha descrito en la mayoría de las glándulas
endocrinas de diferentes especies. Así, la inmunoreactividad al PACAP se ha
descrito en las gónadas (Shioda et al., 1994), adrenal (Arimura et al., 1991),
paratiroides (Luts & Sundler, 1994) y páncreas endocrino (Arimura & Shioda,
1995; Love & Szebeni, 1999).

En la rata, la mayor cantidad de PACAP se halla en los testículos, en una


concentración mayor incluso que en el cerebro (Arimura et al., 1991). Estudios
de hibridación in situ han demostrado la presencia del precursor en las células
germinales (McArdle, 1994; Shioda et al., 1994; Hannibal & Fahrenkrug, 1995).
En los ovarios, la concentración es mucho menor que en los testículos, y el
péptido parece estar localizado en terminaciones nerviosas (Steenstrup et al.,
1995) así como en células granulosas de los folículos preovulatorios (Ko et al.,
1999).

La glándula adrenal es uno de los órganos periféricos que presenta una mayor
cantidad de PACAP (Arimura et al., 1991), aunque hay gran variabilidad
dependiendo de las especies (Tabarin et al., 1994). Estudios
inmunohistoquímicos han descrito que el PACAP se halla presente a nivel
medular y que no se coexpresa con el VIP (Tabarin et al., 1994). Su presencia
se ha observado en las células cromafinas (Holgert et al., 1996) así como en
las fibras nerviosas que las rodean (Frodin et al., 1995; Moller & Sundler,
1996).

En la glándula paratiroide, el PACAP se expresa en fibras nerviosas que


inervan la glándula (Luts & Sundler, 1994).

2.1.2.2.2. Sistema digestivo. La presencia de PACAP se ha descrito a nivel


de los ganglios mientéricos del tracto digestivo (Shen et al., 1992; Hannibal et
al., 1998) y en pequeñas arterias y arteriolas que lo irrigan (Arimura et al.,
1991). Una gran cantidad de fibras nerviosas que contienen PACAP se ha

53
observado en el esófago, a nivel de las capas de musculatura lisa circular y
longitudinal (Uddman et al., 1991a; Koves et al., 1993; Olsson & Holmgren,
1994), así como en varias glándulas exocrinas a lo largo del sistema digestivo
(Fridolf et al., 1992; Luts & Sundler, 1994).

2.1.2.2.3. Sistema respiratorio. Se ha descrito la presencia de PACAP en el


sistema respiratorio en diferentes especies (Uddman et al., 1991b), tanto a
nivel del epitelio como alrededor de los vasos sanguíneos, de las glándulas
seromucosas y de los músculos (Moller et al., 1993; Uddman et al., 1991b). El
péptido se ha observado a diferentes niveles desde la laringe y la tráquea hasta
los bronquiolos (Moller et al., 1993; Uddman et al., 1991b).

2.1.2.2.4. Sistema inmunitario. Se ha observado la presencia de PACAP en


varios tejidos linfoides incluyendo el timo y el bazo (Gaytan et al., 1994).

2.2. Receptores del péptido PACAP. Dos tipos de receptores han sido
caracterizados en base a su afinidad por el PACAP y el VIP. El tipo I que se
caracterizó originalmente en la pituitaria anterior y en el hipotálamo utilizando
125
I-PACAP27 como radioligando, presenta una gran afinidad por el PACAP38
y PACAP27 (Kd ≅ 0.5 nM), y una escasa afinidad por el VIP (Kd > 500 nM)
(Cauvin et al., 1990; Gottschall et al., 1990; Gottschall et al., 1991; Suda et al.,
1992). Este receptor se denominó PAC1 y su secuencia nucleotídica fue
clonada en la rata en 1993 por diferentes grupos (Hashimoto et al., 1993;
Morrow et al., 1993; Pisegna & Wank, 1993; Spengler et al., 1993; Svoboda et
al., 1993). En 1993 también se clonó el gen del receptor en humanos (Ogi et
al., 1993). Estos estudios demostraron que el receptor PAC1 pertenece a la
familia de receptores acoplados a proteínas G, con un nivel bajo de N-
glicosilaciones y que presenta un grado de identidad alto con las secuencias de
los genes que codifican para los receptores del glucagón, secretina y
calcitonina. El gen codifica para una proteína de 495 AA, en su variante más
larga, con 7 dominios transmembranales y con capacidad de activar la vía de la
AC, fosfolipasa C y MAP quinasas (Zhou et al., 2002; Villalba et al., 1997). El

54
receptor PAC1 consta de, al menos, 6 variantes producidas por splicing
alternativo en la región del tercer loop intracelular (Figura 5). Las diferentes
variantes se caracterizan por la presencia o ausencia de una o dos secuencias
aminoacídicas de 28 AA (hip o hop1) y una de 27 AA (hop2) (Spengler et al.,
1993). Estas variantes presentan diferente capacidad de activación de la AC y
la fosfolipasa C (Spengler et al., 1993; Zhou et al., 2002) y han sido descritas
sobre todo en la rata, aunque en el humano y en la vaca también se han
observado (Ogi et al., 1993; Miyamoto et al., 1994). En todas las variantes del
receptor PAC1, el PACAP38 y el PACAP27 presentan una capacidad similar de
activación de la AC, pero el PACAP38 es más potente en cuanto a su
capacidad de activar la fosfolipasa C (Deutsch & Sun, 1992;Spengler et al.,
1993). Sin embargo, recientemente se ha descrito una nueva variante del
receptor producida por una delección de 21 AA en la región extracelular N-
terminal que presenta la misma capacidad de activación de la fosfolipasa C por
PACAP27 y PACAP38 (Pantaloni et al., 1996; Dautzenberg et al., 1999).
Finalmente se ha descrito otra variante del receptor producida por
substituciones en diferentes secuencias localizadas en el segundo y cuarto
dominio transmembranal, que se halla presente en los islotes pancreáticos y
que se ha denominado PAC1-TM4 (Chatterjee et al., 1996). La activación de
este tipo de receptor no afecta las actividades AC y fosfolipasa C, pero modifica
la permeabilidad de los canales de Ca2+ sensibles a voltaje tipo L y parece
estar involucrada en la regulación de la secreción de insulina en las células β
del páncreas (Chatterjee et al., 1996).

Los receptores PACAP de tipo II presentan una afinidad similar por el VIP y el
PACAP (Kd ≅ 1 nM) (Gottschall et al., 1990; Lam et al., 1990). Estos receptores
han sido subdivididos en dos grupos dependiendo de su capacidad para unirse
a la secretina (Hubel, 1972) y la helodermina (Christophe et al., 1986), y se han
denominado VPAC1 y VPAC2 respectivamente. El receptor VPAC1 fue clonado
en la rata en 1992 (Ishihara et al., 1992). Presenta un 84% de homología con el
humano (Sreedharan et al., 1993) y un 50% de homología con el receptor
PAC1 (Pisegna & Wank, 1993).

55
56
Figura 5. Diferentes variantes del receptor PAC1.
El gen codifica para una proteína de 459 AA en la rata y 457 AA en el humano
(Deutsch & Sun, 1992; Sreedharan et al., 1993). El receptor VPAC2 se clonó
en la rata en 1993 (Lutz et al., 1993) y en 1995 en humanos (Adamou et al.,
1995). Presenta un 50% de homología con el receptor PAC1 y un 51% con el
VPAC1 (Arimura, 1998). Los receptores VPAC1 y VPAC2 tienen la capacidad
de activar la vía de la AC, y algunos estudios también sugieren que pueden
activar otras vías de señalización intracelular (Sreedharan et al., 1993; Inagaki
et al., 1994).

Preparaciones de membrana parecen indicar que la expresión de los


receptores PACAP de tipo II no es célula-específica, y que la mayoría de los
tejidos presentan proporciones diferentes de VPAC1 y VPAC2 (Tatsuno et al.,
1990; Nguyen et al., 1993). Por el momento no se ha descrito ninguna variante
de los receptores VPAC1 y VPAC2.

2.2.1. Distribución de los receptores PACAP.

2.2.1.1. Sistema Nervioso Central. El receptor más abundante a nivel del


SNC es el PAC1, siendo las uniones de tipo II menos abundantes y restringidas
a un menor número de áreas cerebrales (Ishihara et al., 1992). Por otra parte,
se han descrito sitios de unión para los receptores de tipo I y II en cultivos de
astrocitos (Tatsuno et al., 1990), así como la expresión del gen para el receptor
PAC1 en células gliales (Tatsuno et al., 1991a; Ashur-Fabian et al., 1997).
Mediante RT-PCR también se ha descrito la presencia de ARNm para los
receptores VPAC1 y VPAC2 en células gliales (Grimaldi & Cavallaro, 1999).

2.2.1.1.1. Receptor PAC1. En la rata se ha descrito que la variante del


receptor PAC1 más abundante es la que no presenta ninguna secuencia
adicional de 28 ó 27 AA (Spengler et al., 1993). La localización del ARNm del
receptor PAC1 correlaciona bien con la distribución de los sitios de unión tipo I
en el SNC (Basille et al., 1993; Shioda et al., 1997a). Se ha descrito una gran
concentración de dichos receptores a nivel del hipotálamo, núcleos del rafe,
corteza piriforme y cingular, hipocampo, locus coeruleus, amígdala, tálamo,
bulbo olfatorio y cerebelo (Cauvin et al., 1991; Masuo et al., 1991; Hou et al.,

57
1994; Shioda et al., 1997a; Otto et al., 1999). Niveles menores se han
observado en la sustancia gris periacueductal, sustancia negra y núcleo
habenular (Masuo et al., 1991). A nivel hipotalámico, la presencia de PAC1 es
abundante en neuronas que expresan vasopresina en el núcleo supraóptico,
pero raramente en neuronas que contengan oxitocina (Shioda et al., 1997a).
Mediante la técnica de hibridación in situ también se ha demostrado la
expresión de PAC1 en el asta dorsal espinal (Dickinson et al., 1999). Estudios
realizados con anticuerpos específicos para el receptor PAC1 han demostrado
que la mayoría se localiza en el soma celular y las dendritas, sobre todo a nivel
de las formaciones sinápticas (Shioda et al., 1997a), aunque su localización a
nivel presináptico también ha sido descrita (Otto et al., 1999).

También se ha descrito la presencia de receptor PAC1 en todos los tipos


celulares de la adenohipófisis (Vigh et al., 1993; Usdin et al., 1994; Rawlings &
Hezareh, 1996). En la pituitaria posterior, tanto en el lóbulo neural como en el
intermedio, hay una expresión moderada de ARNm del receptor PAC1
(Hashimoto et al., 1996; Rene et al., 1996).

2.2.1.1.2. Receptores VPAC1 y VPAC2. Los sitios de unión tipo II son


menos abundantes y su distribución mucho más restringida que los de tipo I a
nivel del SNC. Los sitios de unión de tipo II se localizan principalmente en el
bulbo olfativo, núcleos hipotalámicos, corteza cerebral, hipocampo, amígdala y
glándula pineal (Besson et al., 1984; Martin et al., 1987; Vertongen et al.,
1998).

Los receptores VPAC1 y VPAC2 se expresan en zonas del cerebro diferentes


con una distribución complementaria, de tal forma que zonas en las que
abunda uno de los subtipos, la presencia del segundo es por lo general escasa
(Ishihara et al., 1992; Usdin et al., 1994). Así, se ha descrito que el receptor
VPAC1 se expresa sobre todo a nivel de la corteza cerebral y del hipocampo
(Usdin et al., 1994; Sheward et al., 1995). En cambio, la expresión del receptor
VPAC2 es abundante a nivel del tálamo, núcleo supraquiasmático del
hipotálamo, núcleo central de la amígdala y núcleo pontino (Usdin et al., 1994;
Sheward et al., 1995). Tan sólo a nivel del hipocampo hay una expresión
abundante de ambos receptores (Usdin et al., 1994). Mediante la técnica de

58
hibridación in situ se ha demostrado la expresión de VPAC1 y VPAC2 en el
asta dorsal espinal, siendo el receptor VPAC1 el más abundantemente a este
nivel (Dickinson et al., 1999).

También se ha descrito la presencia de receptores VPAC2, pero no de VPAC1


en diferentes tipos celulares de la adenohipófisis (Vigh et al., 1993; Usdin et al.,
1994; Rawlings & Hezareh, 1996).

2.2.1.2. Tejidos periféricos. Mediante técnicas de fijación específica y


autoradiografía se ha observado la presencia de receptores para el PACAP en
la mayoría de las glándulas endocrinas. A nivel pancreático, las células
productoras de insulina presentan receptores tipo PAC1 y VPAC2 (Usdin et al.,
1994; Filipsson et al., 1998; Torii et al., 1998), mientras que los receptores
VPAC1 se hallan únicamente en las paredes de los capilares sanguíneos a
dicho nivel (Usdin et al., 1994).

En la glándula adrenal se ha observado, en especial a nivel de las células


cromafinas, la presencia de receptores PAC1 (Shivers et al., 1991; Moller &
Sundler, 1996), VPAC1 y VPAC2 (Usdin et al., 1994), aunque la de este último
receptor en mucha menor cantidad.

A nivel de órganos reproductores, se ha descrito la expresión de ARNm de


PAC1 y VPAC2 en ovarios de rata (Usdin et al., 1994; Kotani et al., 1997). En
los testículos, únicamente se ha observado la presencia de ARNm de VPAC2
en células germinales (Usdin et al., 1994; El Gehani et al., 1998). Sin embargo,
la presencia de lugares de fijación de tipo I también se ha descrito en diferentes
tipos celulares en los testículos (Shivers et al., 1991; Romanelli et al., 1997;
Heindel et al., 1992).

Los receptores PACAP se encuentran distribuidos a lo largo de todo el


conducto digestivo así como en muchas de sus glándulas accesorias, sobre
todo los receptores de tipo II (Tornwall et al., 1994; Felley et al., 1992; Murthy et
al., 1997; Teng et al., 1998; Salomon et al., 1993; Gagnon et al., 1994).

A nivel del tracto respiratorio, la expresión de receptores VPAC1 y VPAC2 se


ha descrito en el epitelio que recubre los bronquios y bronquiolos (Ishihara et
al., 1992; Usdin et al., 1994).

59
En el sistema cardiovascular, hay presencia de receptores PAC1, VPAC1 y
VPAC2 en el corazón (Gagnon et al., 1994; Adamou et al., 1995; Wong et al.,
1998) así como en la aorta (Miyata et al., 1998).

En el sistema inmunitario, el receptor PAC1 se expresa en los macrófagos


(Delgado et al., 1996; Pozo et al., 1997). Los receptores de tipo II se han
descrito en células mononucleares (Guerrero et al., 1981) y la expresión de
VPAC1 también se ha observado en linfocitos T (Waschek et al., 1995;
Delgado et al., 1996).

2.1. Efectos de la activación de los receptores PACAP. La amplia


distribución del PACAP y sus receptores sugiere que este sistema debe ejercer
un papel importante en el control de múltiples funciones fisiológicas. Por el
momento, se han descrito diversas funciones hormonales, neurotransmisoras y
tróficas en diferentes tejidos.

2.3.1. Sistema Nervioso Central.

2.3.1.1. Función neuroendocrina. El hipotálamo es la zona del cerebro que


contiene mayor concentración de PACAP así como de receptores (Arimura,
1992; Arimura & Shioda, 1995). La administración intracerebroventricular de
PACAP produce un incremento en la producción de Fos en los núcleos
paraventricular y supraóptico del hipotálamo (Nomura et al., 1999) e incrementa
la concentración plasmática de vasopresina de manera dosis dependiente
(Murase et al., 1993). Además, estudios electrofisiológicos han demostrado que
la administración de PACAP en estas áreas produce un aumento en la
actividad de las neuronas magnocelulares. Se ha sugerido que el PACAP
activa las neuronas que contienen vasopresina en los núcleos paraventricular y
supraóptico a través de los receptores PAC1 acoplados a la vía de señalización
intracelular AMPc-PKA/Ca2+, incrementando la concentración de Ca2+ en el
interior celular que estimula tanto la expresión como la liberación de
vasopresina (Zhou et al., 2002). El péptido PACAP también modula la actividad
de otras poblaciones neuronales hipotalámicas. Así, la administración central
de PACAP produce un incremento en la expresión de los genes de la GnRH,

60
somatostatina y CRF. Este efecto se revierte mediante la administración del
antagonista para los receptores PACAP, PACAP(6-38) (Li et al., 1996;
Grinevich et al., 1997).

La administración intracerebroventricular de PACAP también puede


incrementar la actividad dopaminérgica a nivel hipotalámico (Anderson &
Curlewis, 1998) y estimular la expresión del gen para la prolactina (Bredow et
al., 1994). También se ha demostrado que la microinyección de PACAP en el
núcleo paraventricular del hipotálamo produce un incremento en los niveles de
noradrenalina y de su metabolito 4-hidroxi-3-metoxifenilglicol. El VIP presentó
una eficacia menor, por lo que se supone que este efecto está mediado por
receptores PAC1 (Huang et al., 1996).

Estos datos indican que el PACAP actúa a nivel hipotalámico como un


neurotransmisor o neuromodulador que regula la función de diversas hormonas
hipofisiotrópicas y neurohipofisales.

2.3.1.2. Ritmo circadiano. Diversos estudios sugieren la participación de


PACAP en el control del ritmo circadiano. Así, el PACAP se sintetiza en una
subpoblación de neuronas glutamatérgicas del tracto retinohipotalámico
(Hannibal et al., 2000; Hannibal et al., 2001). Dicho tracto está involucrado en
sincronizar y ajustar la actividad del núcleo supraquiasmático con el ciclo día-
noche (Moore & Lenn, 1972; Levine et al., 1991; Moore et al., 1995). Por otra
parte, los niveles de PACAP, PAC1 y VPAC2 en este núcleo presentan una
oscilación a lo largo del ritmo circadiano (Fukuhara et al., 1997; Cagampang et
al., 1998; Shinohara et al., 1999). Se ha demostrado que la administración de
PACAP en el núcleo supraquiasmático reajusta el marcapasos endógeno que
controla el ritmo circadiano de una forma parecida a como lo realiza la luz
(Chen et al., 1999; Harrington et al., 1999; Nielsen et al., 2001).

Al igual que en el núcleo supraquiasmático, el PACAP presenta un patrón


circadiano en su contenido a nivel de la glándula pineal (Fukuhara et al., 1998).
Se supone que el PACAP actúa como un regulador de la producción de
melatonina. A favor de esta hipótesis la administración de PACAP estimula la
liberación de melatonina en cultivo de pinealocitos (Simonneaux et al., 1993).

61
También se ha observado que el PACAP estimula la fosforilación de CREB en
una subpoblación de pinealocitos de rata (Schomerus et al., 1996) y aumenta la
actividad de enzimas involucrados en la síntesis de melatonina de forma dosis-
dependiente (Yuwiler et al., 1995; Ribelayga et al., 1997).

Estudios en animales deficientes en el receptor PAC1, han demostrado que


este receptor participa, pero no es esencial, en el control de la actividad del
núcleo supraquiasmático (Hannibal et al., 2001). Sin embargo, el receptor
VPAC2 parece jugar un papel mucho más importante en este control, tal y
como se ha demostrado mediante el uso de ratones deficientes en este
receptor y ratones transgénicos que lo sobreexpresan (Shen et al., 2000;
Harmar et al., 2002).

2.3.1.3. Control de las funciones hipofisarias. Estudios in vivo en animales de


laboratorio han demostrado que la administración de PACAP estimula la
liberación de LH (Osuga et al., 1992), hormona de crecimiento (Jarry et al.,
1992), prolactina (Yamauchi et al., 1995; Jarry et al., 1992). Igualmente, se ha
descrito que la administración de PACAP en humanos incrementa de manera
dosis dependiente la concentración de ACTH y prolactina en sangre (Chiodera
et al., 1996).

Estudios realizados in vitro han producido resultados contradictorios. Así,


PACAP tiene un efecto débil sobre la liberación de hormonas en cultivos de
células pituitarias (Tatsuno et al., 1991b; Matsumoto et al., 1993). Sin embargo
se ha observado, mediante superfusión de células pituitarias, que este péptido
puede estimular la liberación de hormona de crecimiento, prolactina, ACTH y
LH de manera dosis dependiente (Miyata et al., 1989). Estos datos sugieren
que el PACAP puede actuar como una hormona hipofisiotrópica que no regula
la secreción hormonal directamente, sino mediante un mecanismo indirecto de
tipo paracrino o actuando a nivel hipotalámico. A favor de esta hipótesis hay
evidencias que indican que el PACAP modula la liberación de hormonas como
LH, prolactina y hormona de crecimiento mediante sus acciones ejercidas a
nivel de factores hipotalámicos. Así, el PACAP incrementa la liberación de LH y
FSH inducida por la GnRH en cultivos celulares (Schomerus et al., 1994; Culler
& Paschall, 1991) y también puede actuar sinérgicamente con la TRH en

62
células lactotropas y tirotropas, y con la vasopresina en células corticotropas
(Rawlings & Hezareh, 1996).

Por otra parte, el PACAP puede producir efectos indirectos en la actividad


celular a nivel de la pituitaria anterior mediante la estimulación de la liberación
de la interleucina-6 de las células FS (Rawlings & Hezareh, 1996). La
interleucina-6 actúa como un factor paracrino, estimulando la liberación de la
hormona de crecimiento, LH, FSH, ACTH y prolactina en células pituitarias
(Gorospe & Spangelo, 1993) e influye en el crecimiento celular en la hipófisis
(Arzt et al., 1993).

El PACAP también modifica la actividad de las células hipofisarias modulando


la expresión de diferentes genes. En este sentido, se ha observado que el
PACAP puede estimular la expresión de los genes de las hormonas LH y FSH
(Tsujii et al., 1995; Winters et al., 1997).

A nivel neurohipofisario, diversos estudios inmunohistoquímicos han descrito la


existencia de terminaciones nerviosas que expresan PACAP en neuronas que
contienen oxitocina (Koves et al., 1991) y en neuronas de los núcleos
paraventricular y supraóptico que contienen vasopresina (Takahashi et al.,
1994; Shioda et al., 1997b). También se ha observado la expresión de ARNm
de receptores PACAP en neuronas que contienen vasopresina, sugiriendo que
el péptido PACAP puede actuar como un neurotransmisor o neuromodulador
en estas neuronas. Así, el PACAP puede estimular la secreción de vasopresina
en cultivos neurohipofisarios mediante un mecanismo dependiente de la vía
AMPc/PKA, así como la liberación de oxitocina, aunque con menor potencia
(Lutz-Bucher et al., 1996).

Por otra parte, se ha descrito que el PACAP puede actuar sinérgicamente con
la noradrenalina en el control de la liberación de vasopresina. Así, se ha
descrito la presencia de neuronas medulares que contienen PACAP y
noradrenalina que proyectan hacia el hipotálamo (Shioda et al., 1998b). Ambos
neurotransmisores a dosis elevadas producen un incremento en la
concentración de Ca2+ intracelular en neuronas que contienen vasopresina
(Shioda et al., 1997b). Sin embargo, a dosis bajas, únicamente la
administración conjunta de PACAP y noradrenalina produce dicho incremento
en la concentración de Ca2+ intracelular (Shioda et al., 1998b).

63
2.3.1.4. Acciones antinociceptivas. La distribución anatómica del PACAP
sugiere que puede estar involucrado en la modulación de las respuestas
nociceptivas. Por otra parte, el daño producido por el corte en un nervio
periférico o por un proceso inflamatorio produce un incremento de los niveles
de VIP y PACAP en los ganglios de la raíz dorsal (Nahin et al., 1994; Zhang et
al., 1996b; Zhang et al., 1998b). Igualmente, en un modelo de dolor neuropático
se observó que la expresión del ARNm del VPAC1 estaba disminuida en las
láminas III-IV, mientras que la del VPAC2 resultó incrementada y la del PAC1
se mantuvo inalterada (Dickinson et al., 1999).

Sin embargo, existe una controversia con respecto al papel preciso que juega
el PACAP en el control de la transmisión nociceptiva. Algunos autores han
descrito un efecto antinociceptivo del PACAP a nivel espinal. En este sentido,
la administración intratecal de PACAP produjo una disminución en el reflejo
flexor evocado de las fibras C (Zhang et al., 1993) y en el número de
respuestas dolorosas en el test de la formalina (Yamamoto & Tatsuno, 1995;
Zhang et al., 1996a). Sin embargo, otros estudios han demostrado que el
PACAP actúa como un facilitador de la trasmisión del estímulo doloroso en el
test de retirada de la cola (Narita et al., 1996), de la formalina (Ohsawa et al.,
2002) y de estimulación plantar (Ohsawa et al., 2002). Estudios realizados en
modelos de dolor neuropático han sugerido que la activación de los receptores
VPAC1 y PAC1 es necesaria para la respuesta de alodinia al frío, mientras que
los tres receptores, PAC1, VPAC1 y VPAC2, son requeridos para la
hiperalgesia en este modelo de dolor (Dickinson et al., 1999).

Recientemente se ha demostrado que los animales deficientes en el receptor


PAC1 presentan una disminución de las respuestas nociceptivas ante
situaciones de dolor crónico, como la inflamación. Sin embargo, las respuestas
nociceptivas agudas de tipo mecánico o térmico no resultaron modificadas en
dichos animales (Jongsma et al., 2001).

2.3.1.5. Procesos de memoria. Se ha observado la presencia del péptido


PACAP en áreas cerebrales que están involucradas en el control de los

64
procesos de memoria como el hipocampo, la amígdala, la corteza entorrinal y
el núcleo accumbens (Arimura, 1998; Zhou et al., 1999). La memoria en
vertebrados e invertebrados involucra modificaciones en la eficiencia de la
transmisión sináptica, procesos que se han denominado LTP y depresión a
largo plazo (LTD). Estudios electrofisiológicos han demostrado que el PACAP
es capaz de producir una facilitación a largo plazo en la transmisión sináptica
basal en la zona CA1 del hipocampo. El efecto del PACAP puede ser
bloqueado mediante la administración del antagonista muscarínico atropina y
disminuido tras el bloqueo de los receptores NMDA, compartiendo de esta
manera un mecanismo común con la LTP (Roberto et al., 2001). El péptido
PACAP también incrementa la transmisión sináptica colinérgica en la región
CA1 del hipocampo en mamíferos (Roberto & Brunelli, 2000) así como la
liberación espontánea de acetilcolina en los terminales colinérgicos del
hipocampo dorsal. El sistema colinérgico juega un papel importante como
facilitador de procesos de memoria (Markram & Segal, 1990;Auerbach & Segal,
1994).

Estos datos sugieren que el PACAP puede modular los procesos de


aprendizaje y memoria. En concordancia, la administración
intracerebroventricular de PACAP incrementa el aprendizaje en ratas en un
paradigma de evitación pasiva (Telegdy & Kokavszky, 2000; Sacchetti et al.,
2001). Finalmente, estudios realizados en ratones deficientes en el receptor
PAC1 han demostrado que presentan un déficit en procesos de memoria y
aprendizaje en los test de condicionamiento al miedo y de sesión múltiple de
discriminación contextual (Sauvage et al., 2000).

2.3.1.6. Efectos neurotróficos. Diferentes estudios han demostrado que el


péptido PACAP es capaz de estimular la formación de neuritas así como la
supervivencia de neuroblastos (DiCicco-Bloom et al., 2000; Lu & DiCicco-
Bloom, 1997), células PC12 (Deutsch & Sun, 1992; Cavallaro et al., 1995) y
líneas celulares de neuroblastoma humano (Deutsch & Sun, 1992). Además, la
administración de PACAP previene la apoptosis en cultivos de células
granulares del cerebelo (Canonico et al., 1996) y de neuronas corticales (Morio
et al., 1996). Este efecto parece estar mediado por la activación de la vía de las

65
MAP quinasas tipo ERK (extracelular signal-regulated kinase) a través de un
mecanismo dependiente de AMPc (Villalba et al., 1997). El PACAP resultó más
efectivo que el VIP para inhibir el proceso de muerte celular en un cultivo de
células cerebelosas, sugiriendo que este efecto está mediado por receptores
PAC1 (Canonico et al., 1996). Sin embargo, alguno de los efectos
neuroprotectores del VIP no pueden ser inducidos por PACAP, sugiriendo la
existencia de un receptor VIP no caracterizado (Gressens et al., 1997; Zupan et
al., 1998; Hill et al., 1999).

El efecto citoprotector y neurotrófico del PACAP puede estar mediado tanto por
acciones directas sobre las neuronas como por acciones indirectas mediadas
por células gliales. Así, el PACAP puede estimular la producción de factores
neurotróficos en astrocitos responsables de la proliferación y/o diferenciación
neuronal (Ashur-Fabian et al., 1997). Igualmente, durante el proceso de
isquemia cerebral se incrementa la expresión del ARNm de PAC1 en neuronas
y en astrocitos (Uchida et al., 1996). Por otra parte, el PACAP es capaz de
estimular la liberación de interleucina-6 a nivel astrocitario (Shioda et al.,
1998a).

El sistema PACAP juega también un papel importante como regulador del


crecimiento y del desarrollo neuronal embrionario (Arimura & Shioda, 1995;
Masuo et al., 1994). Tanto el PACAP como sus receptores se expresan de una
manera abundante en el cerebro de la rata en los primeros estadíos del
desarrollo embrionario (Tatsuno et al., 1994; Roth & Beinfeld, 1985; Basille et
al., 2000). La concentración de PACAP38 aumenta a lo largo de la gestación y
alcanza el máximo un mes después del nacimiento (Tatsuno et al., 1994).
Durante el desarrollo cerebral, un conjunto de señales controla la transición
desde la proliferación a la diferenciación celular. PACAP promueve esta
transición, produciendo un incremento en el número de neuritas y en la
expresión del receptor para la neurotrofina 3 (NT-3) trk B (Lu & DiCicco-Bloom,
1997). En concordancia con estas observaciones, se ha sugerido que el
PACAP podría actuar como una señal autocrina que pararía el ciclo de división
celular e induciría la transición desde la proliferación a la diferenciación
neuronal (Lu & DiCicco-Bloom, 1997). En este sentido, se ha demostrado que
la administración intrauterina de PACAP en los ventrículos cerebrales de

66
embriones de rata inhibe la división mitótica durante el desarrollo de la corteza
cerebral, disminuyendo la proliferación neuronal sin incrementar la muerte
celular (Suh et al., 2001).

El sistema PACAP también participa en el desarrollo de las glándulas


adrenales en mamíferos (Yon et al., 1998; Breault et al., 2000). Así, el PACAP
puede actuar conjuntamente con los glucocorticoides para controlar el
crecimiento de las células de la médula adrenal en rata, inhibiendo su
crecimiento y manteniéndolas en un estado postmitótico (Frodin et al., 1995).
Sin embargo, animales deficientes en el péptido PACAP presentan un
desarrollo normal de esta glándula, aunque su presencia parece ser
imprescindible para un funcionamiento adecuado en situaciones de cambios
adaptativos como el estrés metabólico (Hamelink et al., 2002).

2.3.1.7. Control de la ingesta. La elevada concentración del PACAP en


regiones cerebrales involucradas en la regulación de la ingesta como los
núcleos paraventricular y ventromedial del hipotálamo (Leibowitz, 1988;
Schwartz et al., 1995), sugieren que pueda estar involucrado en esta conducta.
Así, la administración intracerebroventricular de PACAP disminuye la ingesta
de comida (Morley et al., 1992), al parecer mediante un mecanismo
independiente de la regulación ejercitada por el neuropéptido Y y el CRF
(Mizuno et al., 1998). Igualmente, el PACAP regula la ingesta de agua. La
administración del péptido en el hipotálamo perifornical lateral estimula la
ingesta de agua (Puig et al., 1995), y la deprivación hídrica incrementa los
niveles de PACAP a nivel subfornical (Nomura et al., 1997).

2.3.1.8. Regulación de las respuestas farmacológicas del etanol y la morfina.


Las primeras evidencias referentes a la modulación por PACAP de las
respuestas inducidas por drogas de abuso se obtuvieron con el estudio de los
efectos del etanol en el mutante amnesiac de la mosca Drosofila melanogaster
(Moore et al., 1998). En 1979 el grupo de Quinn y colaboradores aislaron un
mutante de la mosca Drosofila melanogaster que denominaron amnesiac y que
presentaba un deterioro en la retención de memoria en un modelo de

67
aprendizaje asociativo (Quinn et al., 1979). Posteriormente, se identificó el ADN
genómico que codificaba para el neuropéptido (Feany & Quinn, 1995). Aunque
el producto maduro del gen amnesiac no ha sido identificado, se supone que
codifica para un péptido que presenta gran homología con el PACAP. Los
mutantes son más sensibles a los efectos inducidos por vapores de etanol,
perdiendo con mayor rapidez su capacidad de controlar la postura (Moore et
al., 1998).

En el ratón también se ha estudiado el papel del PACAP en los efectos agudos


y crónicos del etanol. El PACAP no está implicado en la pérdida del reflejo
postural inducida por la administración aguda de etanol ni en el desarrollo de la
tolerancia a los efectos hipotérmicos de esta sustancia (Szabo et al., 1998). Sin
embargo, un tratamiento intracerebroventricular subcrónico de PACAP
disminuye la respuesta hipotérmica aguda del etanol (Szabo et al., 1998).
Asimismo, la exposición a etanol en un cultivo de células de glioma de rata
produce un incremento en la expresión del ARNm del receptor PAC1 (He et al.,
2002).

Los efectos del PACAP sobre la analgesia, tolerancia y dependencia física de


morfina también han sido estudiados. La administración a nivel
intracerebroventricular de una dosis elevada de PACAP disminuye el efecto
analgésico agudo de la morfina e incrementa la tolerancia a dichos efectos y la
severidad del síndrome de abstinencia (Macsai et al., 2002).

2.3.1.9. Otras acciones centrales. La administración intracerebroventricular


de PACAP produce un incremento en el número de acicalamientos (Morley et
al., 1992) y en la actividad locomotora horizontal y vertical en la rata (Masuo et
al., 1995). Sin embargo, los ratones deficientes en PACAP son hiperactivos y
presentan una conducta de saltos espontáneos en un campo abierto, así como
un incremento de la exploración y una respuesta de tipo ansiolítica en el test en
cruz elevado (Hashimoto et al., 2001). Un estudio reciente ha observado que
estos ratones knockout presentan problemas de termorregulación, de manera
que a 21º C tan sólo un 11% de los ratones deficientes en PACAP
sobrevivieron las dos primeras semanas después del nacimiento, mientras que

68
el porcentaje aumentó hasta el 76% a una temperatura de 24º C (Gray et al.,
2002).

2.3.2. Efectos a nivel de los órganos periféricos.

2.3.2.1. Adrenal. El PACAP estimula la actividad AC y eleva los niveles de


Ca2+ en el citosol de las células cromafines además de ser un potente
secretagogo de la adrenalina (Watanabe et al., 1992). También se ha
observado tras la administración de PACAP una liberación de corticosterona y
aldosterona in vitro de forma dosis dependiente (Yon et al., 1992), así como de
CRF y encefalinas (Edwards & Jones, 1994). Estudios inmunohistoquímicos
han revelado que el PACAP se halla en las terminaciones nerviosas
colinérgicas de la médula adrenal, sugiriendo que el PACAP puede actuar
como neurotransmisor, liberado conjuntamente con la acetilcolina del nervio
esplácnico que inerva la glándula adrenal, controlando la secreción de
catecolaminas. Además, el PACAP es capaz de estimular la actividad del
enzima limitante en la síntesis de catecolaminas, la tirosina-hidroxilasa, en
cultivos de células cromafines (Marley et al., 1996).

El efecto del PACAP en la secreción de catecolaminas resultó incrementado


tras la inducción de un estado de hipoglucemia producido por insulina,
sugiriendo que el PACAP contribuye a la regulación de los niveles glucídicos al
actuar sobre las células cromafines adrenales (Yamaguchi & Lamouche, 1999).
Igualmente, la secreción adrenomedular en ratones deficientes en PACAP es
normal en condiciones basales, pero en condiciones de estrés metabólico
prolongado el PACAP juega un papel importante para mantener la secreción de
adrenalina (Hamelink et al., 2002).

2.3.2.2. Páncreas. Estudios de inmunofluorescencia han demostrado la


presencia de fibras nerviosas que contienen PACAP en el páncreas (Fridolf et
al., 1992). A este nivel, el PACAP tiene efectos endocrinos y exocrinos. Así,
PACAP puede estimular la secreción de amilasa (Kashimura et al., 1991) y
glucagón, así como la liberación de insulina de forma glucosa dependiente
(Kawai et al., 1992). Los receptores del tipo I y tipo II están involucrados en la

69
estimulación de la liberación de insulina (Bertrand et al., 1996; Filipsson et al.,
1997; Yada et al., 1994; Jamen et al., 2002). Así, ratones deficientes en el
receptor PAC1 presentan una disminución en la secreción de insulina mediada
por PACAP, además de un deterioro en la secreción de insulina inducida por
glucosa y una reducción en la tolerancia a este azúcar (Jamen et al., 2000). Por
otra parte, un estudio reciente ha demostrado que los ratones deficientes en el
receptor VPAC2 presentan una mayor sensibilidad a la insulina y tasa
metabólica basal que los animales salvajes (Asnicar et al., 2002). Asimismo, los
ratones deficientes en PACAP presentan disfunciones en el metabolismo de
carbohidratos y lípidos (Gray et al., 2001).

2.3.2.3. Gónadas. En los testículos, la concentración de PACAP es alta en


los primeros estadíos del desarrollo de las células germinales, disminuyendo
con posterioridad hasta desaparecer (Shioda et al., 1994). Estudios in vitro han
demostrado que el PACAP estimula la secreción de testosterona en las células
de Leydig (Romanelli et al., 1997). La síntesis de PACAP en los testículos está
controlada por el eje hipotalámico-hipofisario-gonadal (Shuto et al., 1995) y
parece estar implicado en el proceso de espermatogénesis (Shioda et al., 1994;
Hannibal & Fahrenkrug, 1995). En efecto, los ratones macho deficientes en el
receptor VPAC2 presentan una degeneración de los túbulos seminíferos,
hipospermia y una tasa de fertilidad reducida (Asnicar et al., 2002).

A diferencia de los testículos, la concentración de PACAP en los ovarios es


mucho menor (Arimura et al., 1991) y es dependiente del ciclo estral (Gras et
al., 1996). Las hembras deficientes en PACAP presentan una fertilidad
reducida, debido en parte a una disminución en la frecuencia de apareamientos
y a una conducta maternal inadecuada (Shintani et al., 2002).

2.3.2.4. Sistema gastrointestinal. Se ha sugerido que el PACAP puede jugar


un papel en el control de la motilidad y el riego sanguíneo en este sistema
(Heinemann & Holzer, 1999). Además, la administración intracerebroventricular
de PACAP estimula la secreción de ácido gástrico (Ozawa et al., 1997) y

70
administrado por vía intravenosa incrementa la secreción de bicarbonato a nivel
duodenal (Takeuchi et al., 1997).

71
3. El sistema opioide

Los opioides exógenos como la morfina y los péptidos opioides endógenos


ejercen sus efectos farmacológicos mediante la activación de unos receptores
de membrana específicos denominados receptores opioides. A principios de los
años setenta se describió la existencia de receptores específicos para las
sustancias opioides, mediante el uso de radioligandos de alta especificidad
(Pert & Snyder, 1973; Simon et al., 1973; Terenius, 1973). El descubrimiento de
la existencia de receptores específicos para los opioides llevó a la búsqueda de
sustancias endógenas que actuasen como agonistas específicos de los
mismos. Así, las primeras evidencias sobre su existencia se obtuvieron en
estudios en los que se demostró que extractos cerebrales contenían actividad
opioide (Terenius & Wahlstrom, 1974; Kosterlitz & Waterfield, 1975).
Posteriores investigaciones llevaron al aislamiento y caracterización de las
encefalinas (Hughes et al., 1975). En la actualidad se han descrito 4 familias de
péptidos opioides que se han denominado encefalinas, endorfinas, dinorfinas y
endomorfinas.

3.1. Receptores opioides. A mediados de los años 70, y en base a estudios


farmacológicos se postuló la existencia de diferentes subtipos de receptores
opioides. Así, se denominó mu al tipo de receptor que presentaba una alta
afinidad por la morfina, kappa al receptor que se unía preferentemente a la
ketociclozacina y sigma al que presentaba una gran afinidad por el SKF10.047
(Martin et al., 1976). Posteriormente se describieron otros tipos de receptores.
Lord y colaboradores (1977) propusieron la existencia de un cuarto receptor
que se hallaba en el conducto deferente y que mostraba una alta afinidad por
las encefalinas, al que denominaron delta (Lord et al., 1977).

En la actualidad se conoce la existencia de 3 tipos de receptores opioides, que


han sido aislados y clonados a principios de los años 90. Estos se han
denominado μ, δ y κ (Evans et al., 1992; Kieffer et al., 1992; Reisine & Bell,
1993; Uhl et al., 1994; Knapp et al., 1995). Por el momento no se ha
demostrado la existencia de ningún otro receptor opioide más. En la actualidad
el receptor sigma está identificado pero considerado como un receptor de

72
naturaleza no opioide. Sin embargo, se han descrito diferentes variantes de los
receptores μ, δ y κ producidas por mecanismos postranscripcionales, así como
la formación de complejos heterodiméricos entre los receptores μ y δ
(Schoffelmeer et al., 1992; Schoffelmeer et al., 1993; Rothman et al., 1993).
Estas variantes o complejos presentan unas características farmacológicas
diferentes que podrían corresponder a las diferentes subdivisiones de
receptores opioides descritos farmacológicamente y que no corresponden con
ninguno de los receptores aislados y clonados.

El primer receptor opioide clonado fue el receptor δ (Evans et al., 1992; Kieffer
et al., 1992). Posteriormente, los receptores μ y κ se aislaron gracias a la
homología de secuencia que presentaban con el receptor δ (Chen et al., 1993;
Fukuda et al., 1993). Los receptores opioides pertenecen a la superfamilia de
receptores con 7 dominios transmembrana acoplados a proteínas G. Los tres
receptores opioides presentan una homología de aproximadamente un 60% en
su secuencia aminoacídica, pero este porcentaje es mayor en los dominios
transmembranales y en los “loops” intracelulares.

Estos receptores presentan sitios potenciales para ser fosforilados vía PKA y
proteína quinasa C en el segundo y tercer loop intracelular, así como en el
extremo C-terminal. Igualmente, presentan secuencias aminoacídicas
susceptibles de sufrir N-glucosilaciones en la región N-terminal y
palmitoilaciones en el dominio C-terminal (para revisión, ver Satoh & Minami,
1995).

Recientemente se ha clonado otro receptor que posee una alta homología de


secuencia con los receptores opioides pero que no exhibe una afinidad
importante por los ligandos opioides. Se le ha denominado ORL-1 (del ingles
“Opioid Receptor Like”) y el agonista endógeno del mismo parece ser la
sustancia denominada orfanina FQ o nociceptina (Meunier et al., 1995;
Reinscheid et al., 1995). El ARNm del ORL-1 y del precursor de la nociceptina
se hallan ampliamente distribuidos a nivel del sistema nervioso central
(Mollereau et al., 1994; Nothacker et al., 1996). Las funciones fisiológicas del
sistema ORL-1/nociceptina parecen ser opuestas a las del sistema opioide en
determinados casos (Meunier et al., 1995).

73
3.2. Distribución de los receptores opioides. La distribución de los
receptores opioides a nivel del sistema nervioso central ha sido revisada en
detalle (Mansour et al., 1995a) (Figura 6).

3.2.1. Receptor opioide μ. Una elevada densidad de sitios de unión de tipo μ


ha sido observada en la rata a nivel de múltiples estructuras cerebrales incluido
el estriado, núcleo accumbens, tálamo, hipocampo, sustancia gris
periacueductal, sustancia negra y los núcleos amigdaloides lateral y cortical.

La presencia de ARNm se ha descrito en el cerebro de rata mediante técnicas


de hibridación in situ, principalmente a nivel del tálamo, estriado, locus
coeruleus, núcleo del tracto solitario y núcleos amigdaloides medial y cortical.

A nivel del estriado, los sitios de unión así como el ARNm del receptor μ están
distribuidos en forma de parches, tanto en el caudado y putamen como a nivel
del núcleo accumbens.

El uso de anticuerpos específicos ha permitido observar la presencia de


receptores μ en fibras y/o pericaria en neuronas de regiones tales como la
neocorteza, los parches estriatales, el núcleo accumbens, el globo pálido, la
amígdala, el hipocampo, los núcleos talámicos e hipotalámicos, la sustancia
gris central, la sustancia negra, el área tegmental ventral, los núcleos del rafe,
la médula espinal y los ganglios del asta dorsal de la médula espinal.

3.2.2. Receptor opioide δ. Los receptores δ presentan una distribución


neuroanatómica más restringida que los μ. Mediante técnicas de unión con
ligandos específicos marcados radiactivamente, se ha observado una
localización predominante en el estriado dorsal, el núcleo accumbens y el
tubérculo olfatorio, así como en las capas II, III, V y VI de la corteza y en los
núcleos amigdaloides medial y lateral cortical.

En la rata, el ARNm del receptor opioide δ se encuentra principalmente a nivel


de la corteza, estriado, tubérculo olfatorio y en los núcleos amigdaloides medial
y lateral.

74
Figura 6. Distribución de los receptores opioides μ, δ y κ en el cerebro.

75
En el estriado, a diferencia del receptor μ, el ARNm del receptor δ está
distribuido de manera muy densa y homogénea a través del caudado-putamen
y del núcleo accumbens.

A nivel neuronal, el uso de anticuerpos específicos ha permitido describir la


presencia de receptores δ en axones y terminales neuronales, con una
distribución que concuerda con la observada con técnicas de autoradiografía e
hibridación in situ.

3.2.3. Receptor opioide κ. Los receptores κ también presentan una distribución


más restringida que la de los receptores μ. Se ha observado la presencia de
sitios de unión específicos para el receptor κ sobretodo a nivel del núcleo
accumbens, tubérculo olfatorio, área preóptica, núcleo amigdaloide medial,
hipotálamo, núcleo amigdaloide lateral, núcleo paraventricular del hipotálamo y
núcleo del tracto solitario.

En la rata, el ARNm del receptor opioide κ se halla localizado principalmente a


nivel del núcleo accumbens, tubérculo olfatorio, hipotálamo, sustancia negra,
área tegmental ventral, núcleo del tracto solitario, núcleos amigdaloides medial
y cortical, corteza entorrinal y núcleos de la estría terminal.

Estudios realizados mediante la técnica de inmunohistoquímica han mostrado


la presencia de receptores κ en el soma y/o fibras en regiones tales como las
capas profundas de la corteza parietal, temporal y occipital, la amígdala central
e intermedia, los núcleos de la estría terminal, el núcleo accumbens, el
tubérculo olfatorio, los núcleos hipotalámicos, los núcleos talámicos, la
sustancia gris central, el rafe caudal y dorsal, la sustancia negra, el área
tegmental ventral, el núcleo de la zona solitaria, la médula espinal y los
ganglios del asta dorsal de la médula espinal. También se ha descrito la
presencia de receptores κ en la pituitaria, donde la pericaria y las fibras
inmunoreactivas se localizan en los lóbulos de los nervios intermedios.

76
3.3. Vías de transducción implicadas en la activación de los receptores
opioides.

3.3.1. Proteínas G. Los receptores opioides están acoplados preferentemente


a proteínas G que contienen subunidades del tipo Gi/Go como Gi1, Gi2, Gi3, Go1;
Go2 y que pueden ser bloqueadas por la toxina pertussis, así como a las
subunidades insensibles a la toxina pertussis Gz y G16. También se ha descrito
la interacción de estos receptores con proteínas Gs (Connor & Christie, 1999).

Debido a esta unión, los receptores opioides inhiben la actividad AC (Sharma et


al., 1977), modifican la conductividad de canales de K+ y Ca2+ (Surprenant et
al., 1990; Jin et al., 1992), regulan la vía de señalización intracelular de la
fosfolipasa C y de las MAP quinasas (Fukuda et al., 1996; Burt et al., 1996).
Algunos efectos excitatorios descritos para los opioides (para revisión, ver
Smart & Lambert, 1996b) están mediados a través del subtipo de proteínas G,
Gs (Crain & Shen, 1990) y son regulados por gangliósidos GM1 (para revisión,
ver Crain & Shen, 1998).

3.3.2. Vía del adenilato ciclasa. La capacidad de inhibir la actividad AC se ha


descrito para los tres tipos de receptores opioides en cultivos celulares
(Childers et al., 1992; Frey & Kebabian, 1984; Brown & Pasternak, 1998;
Rubenzik et al., 2001; Avidor-Reiss et al., 1995) y en muestras de tejido
cerebral. Así, la activación de los receptores opioides κ, inhibe la actividad AC
en membranas de médula espinal de rata y de cerebelo de cobayo entre otros
tejidos (Attali et al., 1989; Konkoy & Childers, 1989; Childers et al., 1992).
Igualmente, los receptores opioides μ y δ producen la inhibición de la actividad
AC en membranas de tálamo y de estriado de rata entre otras estructuras
cerebrales (Childers et al., 1992).

3.3.3. Vía del fosfatidilinositol. Los agonistas opioides estimulan la producción


de IP3 a través de la activación de la vía de la fosfolipasa C en una variedad de
preparaciones experimentales. Así, la administración de agonistas δ estimula la
producción de IP3 en cultivos de células NG108-15 (Smart & Lambert, 1996a) e

77
induce la liberación de Ca2+ de los almacenes intracelulares a través de un
mecanismo que implica la activación de la fosfolipasa C (Jin et al., 1994).

Los receptores opioides μ estimulan la actividad fosfolipasa Cβ y la formación


de IP3 en células de neuroblastoma humano (Smart et al., 1994).

Los opioides pueden activar la fosfolipasa C a través de dos mecanismos.


Mediante la movilización de las subunidades β/γ de las proteínas Gi/o (Tsu et al.,
1995; Smart et al., 1994; Smart et al., 1997), o a través de la entrada de Ca2+
por los canales de tipo L (Smart et al., 1995).

La implicación de la fosfolipasa Cβ en los procesos de señalización intracelular


mediados por los receptores opioides ha sido confirmada tras la observación de
alteraciones de las respuestas analgésicas y celulares a la morfina en ratones
deficientes en la proteína fosfolipasa Cβ3 (Xie et al., 1999).

3.3.4. Vía de las MAP quinasas. Se ha demostrado que los tres tipos de
receptores opioides son capaces de estimular las MAP quinasas ERK1 y ERK2
en células recombinantes CHO (Fukuda et al., 1996). Estudios in vivo también
han descrito que los agonistas opioides como la morfina pueden estimular la
fosforilación de ERK en el cerebro a nivel de la médula (Narita et al., 2002), así
como de ERK, JNK y p38 en neuronas de los ganglios de la raíz dorsal (Ma et
al., 2001).

Recientemente se ha descrito que ratones deficientes en ERK-1 presentan un


incremento en los efectos reforzantes de la morfina en el test de la preferencia
de plaza condicionada, sugiriendo un papel opuesto de ERK-1 y ERK-2 en la
mediación de las respuestas farmacológicas de la morfina (Mazzucchelli et al.,
2002).

3.3.5. Canales iónicos. Los opioides son capaces de controlar la actividad de


canales de Ca2+ y K+. A nivel presináptico, la activación de los receptores
opioides suprime la liberación de neurotransmisores, principalmente mediante
el bloqueo de la entrada de Ca2+. Los receptores opioides pueden inhibir
diferentes tipos de canales de Ca2+ en varias regiones del cerebro. Así, se ha

78
descrito un efecto inhibitorio sobre los canales N y P/Q (Rhim & Miller, 1994;
Kim et al., 1997). También se ha observado que la activación de receptores
opioides μ y δ transfectados en células pituitarias GH3 puede inhibir canales de
calcio de tipo L (Piros et al., 1996), de manera reversible por naloxona, e
inhibida mediante la aplicación de toxina pertussis, sugiriendo que estas
acciones son mediadas a través de las subunidades Gβ/γ de las proteínas Go.

A nivel postsináptico, los receptores opioides, al igual que otros receptores


acoplados a proteínas G de tipo inhibitorio, producen una hiperpolarización, vía
la activación de canales de K+. Así, en el locus coeruleus de rata, los
receptores opioides μ y δ pueden activar canales de K+ de manera sensible a la
toxina pertussis (North et al., 1987). Por otra parte, estudios electrofisiológicos
realizados en neuronas de la sustancia gelatinosa, han demostrado que los tres
tipos de receptores opioides son capaces de activar corrientes de K+ (Grudt &
Williams, 1993; Schneider et al., 1998).

También se ha descrito que los receptores opioides pueden regular la función


de otros canales iónicos, como los receptores NMDA. Así, agonistas opioides μ
inhiben las corrientes postsinápticas inducidas por receptores NMDA en el giro
dentado (Xie et al., 1997).

3.4. Péptidos opioides endógenos. Los receptores opioides son activados


por un conjunto de péptidos endógenos denominados péptidos opioides (Figura
7). Estos péptidos provienen de unos grandes precursores peptídicos, y son
generados mediante roturas proteolíticas. Así, de la pro-opiomelanocortina
(POMC) se obtiene principalmente la β-endorfina. La proencefalina es el
precursor de la Met- y Leu-encefalina y de otras formas extendidas de estos
péptidos. La secuencia peptídica de la proencefalina incluye 4 fragmentos que
codifican para la Met-encefalina y 1 para la Leu-encefalina.

La prodinorfina contiene tres secuencias de Leu-encefalina pero ninguna de


Met-encefalina. Su rotura proteolítica genera derivados extendidos de la Leu-
encefalina como son las dinorfinas A y B, y las α- y β-neoendorfinas (Goldstein
et al., 1981).

79
TIPO AGONISTAS ANTAGONISTAS

μ Endomorfina 1 Naloxona
Endomorfina 2 Naltrexona
β-endorfina CTOP
Leu-encefalina Cipromide
Met-encefalina Diprenorfina
Morfina
Fentanil
Dihidromorfina
DAGO
Sufentanil
Etorfina

δ Leu-encefalina ICI 154.129


Met-encefalina ICI 174.864
β-endorfina Naltrindol
Etorfina Diprenorfina
DPDPE
BUBU
DSLET
DTLET

κ Dinorfina Nor-binaltorfimina
α-neoendorfina Diprenorfina
U 50.488H MR 2266
U 69.593 WIN 44.441-3
Pentazocina
Etorfina

Figura 7. Agonistas y antagonistas de los diferentes receptores opioides.

80
También se ha descrito una dinorfina de 32 AA que está constituida por las
secuencias de la dinorfina A y de la dinorfina B unidas por un par Lys-Arg.

Una cuarta familia de péptidos opioides endógenos, las endomorfinas, fue


descrita en 1997, pero por el momento se desconoce el precursor de dichos
péptidos (Zadina et al., 1997).

3.4.1. Distribución. Cada precursor posee una distribución anatómica única


tanto a nivel central como en los órganos periféricos (Akil et al., 1984;
Khachaturian et al., 1985).

3.4.1.1. POMC y péptidos derivados. La distribución de los derivados de


POMC está restringida a determinadas estructuras cerebrales. Los lóbulos
anterior y neurointermedial de la glándula pituitaria son las áreas donde se da
una mayor síntesis de POMC. A nivel cerebral, la expresión del mRNA de
POMC se halla principalmente a nivel del núcleo arcuado del hipotálamo y el
núcleo del tracto solitario (Pelletier, 1993). Niveles menores se han descrito
también en la corteza frontal y en el hipocampo (Jiaxu & Weiyi, 2000).

Las técnicas de inmunohistoquímica también han permitido estudiar la


localización de la β-endorfina en el SNC (Finley et al., 1981). Se ha descrito su
presencia en el hipotálamo, tálamo, amígdala, núcleo rafe dorsal, sustancia gris
periacueductal, locus coeruleus, núcleos parabraquiales, núcleo trigeminal y
núcleo del tracto solitario.

3.4.1.2. Pre-proencefalina y péptidos derivados. La pre-proencefalina se halla


ampliamente distribuida en el SNC. Diferentes estudios han demostrado,
mediante hibridación in situ, una elevada expresión de dicho precursor en
neuronas del núcleo hipotalámico paraventricular, núcleos central e intercalado
de la amígdala, caudado putamen, núcleo accumbens y tubérculo olfatorio
entre otras estructuras (Cowen & Lawrence, 2001; Pittius et al., 1985).

La distribución neuroanatómica de las encefalinas también ha sido estudiada


usando anticuerpos específicos para Met- y Leu-encefalina. Su presencia ha

81
sido detectada en el núcleo central de la amígdala, área CA2 del hipocampo,
en la corteza, estriado, núcleo de la estría terminal, hipotálamo, tálamo,
sustancia gris periacueductal, locus coeruleus, núcleo del tracto solitario, la
formación reticular y en la sustancia gelatinosa de la médula espinal entre otras
(Sar et al., 1978).

3.4.1.3. Prodinorfina y péptidos derivados. La distribución del ARNm de la


prodinorfina se ha observado mayoritariamente en el estriado, el hipotálamo y
el hipocampo (Morris & Gibbins, 1987;Pittius et al., 1987).

Estudios de inmunohistoquímica han observado una amplia distribución de


dinorfinas en el SNC de la rata a nivel de diversas áreas que incluyen el
hipotálamo, sustancia gris periacueductal, corteza cerebral, bulbo olfativo,
núcleo accumbens, caudado-putamen, sustancia negra, amígdala, núcleo del
lecho de la estría terminal así como a nivel espinal (Khachaturian et al., 1982;
Fallon & Leslie, 1986).

3.4.1.4. Endomorfinas. Zadina y colaboradores (1997) aislaron dos péptidos


con gran afinidad y selectividad por el receptor μ que denominaron
endomorfina-1 y endomorfina-2 (Zadina et al., 1997). Ambas presentan una
distribución a nivel del SNC diferente, siendo la endomorfina-1 más abundante
a nivel del cerebro y la endomorfina-2 más abundante en la médula espinal
(Martin-Schild et al., 1999). Mediante técnicas inmunológicas se ha descrito la
presencia de endomorfina-1 y -2 en el núcleo accumbens, el septum lateral, el
locus coeruleus, la sustancia gris periacueductal y la estría terminal (Martin-
Schild et al., 1999; Schreff et al., 1998; Pierce & Wessendorf, 2000). La
endomorfina-1 también se detectó en diferentes zonas de la corteza,
hipotálamo y tálamo.

La endomorfina-2 está presente en el asta dorsal superficial de la médula


espinal (Barr & Zadina, 1999a; Barr & Zadina, 1999b; Martin-Schild et al., 1999;
Schreff et al., 1998). Existen estudios que sugieren la existencia de
endomorfina-2 en la periferia (Barr & Zadina, 1999a).

82
3.5. Respuestas farmacológicas.

3.5.1. Analgesia. Los opioides ejercen sus efectos analgésicos a nivel


supraespinal, espinal y periférico. La generación de ratones modificados
genéticamente ha permitido profundizar en el estudio de la implicación del
sistema opioide en el control de las respuestas nociceptivas. Se ha demostrado
que los receptores μ están involucrados en el control de las respuestas
antinociceptivas producidas por estímulos térmicos a nivel espinal y
supraespinal. También se ha observado la implicación de los receptores μ en la
modulación de las respuestas ante estímulos dolorosos de naturaleza química
en procesos inflamatorios (Sora et al., 1997; Qiu et al., 2000a). Sin embargo,
Matthes y colaboradores no han descrito un papel modulador del receptor
opioide μ a nivel espinal ante estímulos térmicos de diferente naturaleza
(Matthes et al., 1996). Los ratones deficientes en el receptor δ no presentan
modificaciones en su umbral nociceptivo ante estímulos agudos (Zhu et al.,
1999; Filliol et al., 2000). Igualmente, los animales deficientes en el receptor
opioide κ presentan un umbral nociceptivo menor en respuesta a un dolor
químico visceral, pero no ante estímulos térmicos, mecánicos o inflamatorios
(Simonin et al., 1998).

3.5.1.1. Efectos antinociceptivos a nivel supraespinal. Los opioides ejercen


efectos directos sobre el procesamiento del estímulo doloroso en centros
superiores como el tálamo, la corteza y la amígdala. Se ha sugerido también,
que los opioides pueden controlar las vías descendientes inhibidoras del dolor
a nivel supraespinal, en los centros que parten del tronco cerebral como la
sustancia gris periacueductal, locus coeruleus y núcleo del rafe magnus (Jones
& Gebhart, 1988). El uso de técnicas farmacológicas como la administración de
agonistas opioides tiene la limitación de que presentan diferentes afinidades
para cada uno de los receptores. Es por esto que hay estudios que han
sugerido que parte de los efectos antinociceptivos producidos por agonistas δ,
vienen mediados realmente por su interacción a nivel de receptores μ. Así,
Hutcheson y colaboradores (1999) observaron que el antagonista opioide μ
ciprodime bloqueaba los efectos analgésicos de una administración central del

83
péptido opioide BUBU (con alta afinidad por el receptor δ) en los test de la
placa caliente y de la inmersión de la cola, mientras que el antagonista δ-
especifico naltrindol solo disminuía los efectos antinociceptivos del BUBU en el
test de inmersión de la cola. En concordancia con estas observaciones,
estudios realizados en animales deficientes en el receptor opioide μ han
descrito que parte de los efectos antinociceptivos del agonista δ DPDPE están
disminuidos en estos ratones (Matthes et al., 1998; Hosohata et al., 2000).
Igualmente, Zhu y colaboradores (1999) han demostrado que diferentes
agonistas δ mantienen sus efectos analgésicos a nivel supraespinal en
animales deficientes en el receptor opioide δ, y que son parcialmente
antagonizados por el naltrindol (antagonista δ).

Estudios anatómicos han mostrado que los receptores opioides que se


expresan predominantemente en zonas implicadas en el control nociceptivo
(como por ejemplo el tálamo, la sustancia gris periacueductal y los núcleos del
rafe) son μ y κ, mientras que los receptores delta se encuentran localizados
predominantemente en el estriado, la corteza y la sustancia negra.

Estas observaciones sugieren que a nivel supraespinal el receptor μ juega un


papel predominante en los efectos antinociceptivos.

3.5.1.2. Efectos antinociceptivos a nivel espinal. A nivel espinal, numerosos


estudios farmacológicos y electrofisiológicos han descrito una implicación de
los receptores μ, δ y κ (Yaksh & Rudy, 1977; Przewlocki et al., 1983; Porreca et
al., 1984). Además, la presencia de ARNm de los tres receptores en zonas de
la médula espinal implicadas en control de los estímulos dolorosos como los
ganglios del asta dorsal, apoyan esta hipótesis (Mansour et al., 1995b). Así, la
administración intratecal de agonistas μ produce efectos antinociceptivos en el
test de la retirada de la cola y en el test de la placa caliente (Bernatzky & Jurna,
1986; Stevens & Yaksh, 1989). Estos efectos son revertidos tras la
administración de naloxona pero no se vieron modificados por los antagonistas
específicos δ (Paul et al., 1989; Drower et al., 1991).

84
Los agonistas δ también presentan actividad antinociceptiva a nivel espinal en
diferentes tests como el de la retirada de la cola y la placa caliente (Porreca et
al., 1984). Su efecto antinociceptivo es revertido por antagonistas δ, pero no μ
(Sofuoglu et al., 1991; Traynor et al., 1990).

Los receptores κ también participan en el control de las respuestas


nociceptivas ante estímulos de naturaleza mecánica y térmica a nivel espinal.
Sin embargo, los agonistas κ son ineficaces modulando otros tipos de
estímulos nociceptivos como el estímulo eléctrico (Millan et al., 1989; Millan,
1989).

Estudios realizados mediante técnicas electrofisiológicas han demostrado que


la activación de los receptores μ, δ y κ es capaz de disminuir la actividad
eléctrica de las fibras C, que son las responsables de la transmisión del
estímulo doloroso a nivel periférico (Dickenson et al., 1987; Sullivan &
Dickenson, 1991).

3.5.1.3. Efectos antinociceptivos a nivel periférico. Los opioides también


pueden ejercer efectos analgésicos cuando son administrados localmente a
nivel periférico, bajo ciertas condiciones patológicas como la inflamación. Así
mismo se ha observado un potente efecto antiinflamatorio de los agonistas μ y
κ (para revisión, ver Stein et al., 2001a). Una liberación de péptidos opioides ha
sido descrita en células del tejido inmunológico en procesos inflamatorios que
podrían activar receptores opioides localizados en terminales nerviosos
sensoriales (para revisión ver; Cabot, 2001).

3.5.2. Actividad locomotora. La activación de los receptores opioides μ y δ


producen efectos hiperlocomotores en el ratón (Murray & Cowan, 1990; Di
Chiara & North, 1992), mientras que la activación de los receptores κ produce
ataxia y efectos sedantes (Pfeiffer et al., 1986). Sin embargo, en las ratas, los
agonistas μ producen un efecto bifásico, hiperlocomotor a dosis bajas e
hipolocomotor a dosis elevadas (Mansour et al., 1995b). Los efectos inducidos
por los agonistas opioides sobre la actividad motora se han relacionado

85
principalmente con interacciones a nivel de la transmisión dopaminérgica
mesolímbica y nigroestriatal, aunque algunos autores también muestran la
importancia de proyecciones no dopaminérgica de la sustancia negra en dichos
efectos motores (Matsumoto et al., 1988). Los agonistas opioides μ y δ pueden
aumentar los niveles extracelulares de DA en el núcleo accumbens y estriado,
mientras que los agonistas opioides κ exhiben la acción opuesta (Di Chiara &
Imperato, 1988; Pan, 1998). Estudios sobre locomoción realizados en ratones
modificados genéticamente han descrito que los ratones deficientes en el
receptor μ presentan como fenotipo espontáneo un estado de hipolocomoción
(Matthes et al., 1996), los deficientes en el receptor δ son hiperlocomotores
(Filliol et al., 2000), mientras que los κ no presentan una modificación en sus
respuestas (Simonin et al., 1998).

3.5.3. Memoria. Los agonistas opioides producen efectos importantes sobre los
procesos de memoria. Los agonistas μ-selectivos DAMGO y TAPA, y los
agonistas δ-selectivos DADLE y deltorfina II deterioran los procesos de
memoria a corto y/o largo plazo (Ukai et al., 1993b; Ukai et al., 1997; Itoh et al.,
1994), mientras que el agonista κ dinorfina A-(1-13) mejora el aprendizaje y la
memoria en tareas aversivas y no-aversivas (Ukai et al., 1993a). La activación
selectiva del receptor opioide μ por la administración de DAMGO deteriora la
memoria de trabajo en el test de la alternancia espontánea en el ratón. Por otra
parte, la dinorfina administrada a dosis subefectivas mejora los efectos
inducidos por DAMGO en este test de memoria (Itoh et al., 1994). La dinorfina
también mejora la disfunción de memoria en un modelo animal de amnesia, la
prueba de retención de una respuesta de evitación inhibitoria (Ilyutchenok &
Dubrovina, 1995). Estos efectos de la dinorfina son revertidos totalmente por el
tratamiento previo con nor-binaltorfimina. Por otra parte, estudios in vitro
realizados en neuronas del hipocampo han mostrado que los agonistas μ y κ
tienen acciones opuestas sobre la LTP. Los agonistas μ facilitan la inducción de
la LTP, mientras que los agonistas κ, como U69593 o dinorfina inhiben la LTP,
efecto que es revertido por la nor-binaltorfimina (Simmons & Chavkin, 1996;
Weisskopf et al., 1993; Wagner et al., 1993).

86
3.5.4. Efectos endocrinos. Los opioides ejercen una gran variedad de efectos
sobre el sistema endocrino mediados esencialmente a nivel del hipotálamo,
aunque también se han descrito efectos a nivel de la hipófisis (para revisión,
ver Morley, 1981). Así, la administración aguda de morfina en la rata, estimula
la liberación de la hormona de crecimiento y de prolactina (Bruni et al., 1977)
de manera dosis dependiente (Martin et al., 1975), así como la liberación de
corticosterona (Jezova et al., 1982). Por el contrario, la administración aguda
de una dosis alta de morfina inhibe la liberación de TSH (Bruni et al., 1977), LH
y FSH (Cicero et al., 1976).

3.6. Tolerancia y dependencia. La adicción a los opioides es un desorden


caracterizado por el uso compulsivo de la droga, sin poder moderar el consumo
de la misma. Diferentes estudios realizados en animales de laboratorio han
sugerido que al igual que los psicostimulantes, los opioides inicialmente se
consumen por sus efectos reforzantes y hedónicos. Sin embargo el uso
repetido de estas sustancias produce alteraciones en sistemas de
neurotransmisores que conducen a un uso compulsivo de las mismas y a una
pérdida del control sobre el consumo, produciendo un estado de dependencia.
En esta situación, el cese en el consumo de la droga desencadena un
síndrome de abstinencia físico y motivacional.

3.6.1. Tolerancia. La tolerancia está definida como la respuesta disminuida a


una droga tras su administración repetida, o como la necesidad de dosis
crecientes de una droga para obtener el mismo efecto farmacológico. Se
desarrolla un grado importante de tolerancia a la mayoría de los efectos
farmacológicos de los opioides incluyendo la analgesia, euforia, disforia,
sedación, depresión respiratoria, antidiuresis, náusea/vómito y supresión de la
tos. Niveles intermedios de tolerancia se observan a otros efectos opioides
tales como la bradicardia. Niveles bajos o nulos se han observado a los efectos
de los opioides sobre la miosis, el estreñimiento y las convulsiones (Way et al.,
1998).

87
Los mecanismos implicados en la tolerancia opioide son extremadamente
complejos e incluyen fenómenos de aprendizaje, cambios compensatorios en
los circuitos neuronales y desensibilización en los mecanismos de transducción
intracelular. Estas formas de tolerancia se pueden distinguir en base a la
especificidad de los cambios (homólogos o heterólogos) así como en su
desarrollo temporal (de segundos o minutos a días o más).

Una forma rápida de tolerancia ocurre tras la desensibilización de los


receptores opioides. Se desarrolla en segundos o minutos después de la
administración aguda del agonista y es de naturaleza homóloga ya que afecta
al propio receptor opioide. Consiste en un desacoplamiento entre el receptor y
la proteína G y ocurre tras la administración de una dosis alta de agonista
(Johnson & Fleming, 1989). En el desarrollo de dicha desensibilización están
implicadas una familia de proteínas que se expresan en el cerebro
denominadas RGS (Regulator of G protein Signaling). Estas aceleran el cambio
de GTP a GDP en las subunidades α de las proteínas Gi, Go y Gq (Dohlman &
Thorner, 1997), forzando la reasociación de las subunidades β/γ con la
subunidad α de las proteínas G e inhibiendo su activación. Se cree que este
proceso participa en la desensibilización de los canales de K+ mediada por
agonistas opioides μ (Doupnik et al., 1997; Chuang et al., 1998).

La tolerancia a los efectos de los opioides también está controlada por


procesos de fosforilación e internalización de los receptores. La fosforilación del
receptor se produce mediante la activación de una familia de proteínas
denominadas GRK (G protein coupled receptor Kinase). Esta fosforilación
permite la posterior unión de la proteína β-arrestina al receptor que impide la
formación del complejo receptor-proteína G y facilitan su internalización. Así, se
ha observado que la morfina administrada crónicamente produce un
incremento en los niveles de β-arrestina en el locus coeruleus (Terwilliger et al.,
1994). Igualmente, estudios realizados en ratones deficientes en la β-arrestina
han demostrado que presentan una potenciación y prolongación de los efectos
analgésicos de la morfina y no desarrollan fenómenos de tolerancia a esta
droga. Los autores sugieren que ello es debido a la ausencia de
desensibilización del receptor μ. Es interesante comentar que la delección de la
β-arrestina no previene la sobreregulación de la actividad AC inducida por la

88
morfina, y la expresión de la dependencia física a la morfina no se vio
modificada en estos animales knockout (Bohn et al., 1999; Bohn et al., 2000).

Sin embargo, otros estudios han sugerido que la activación de la β-arrestina no


está implicada en el desarrollo de la tolerancia a la morfina. Así, se ha
demostrado que este opioide no es capaz de inducir la internalización del
receptor μ mediada por la β-arrestina en cultivos celulares y neuronales (Zhang
et al., 1998a; Whistler & von Zastrow, 1998; Whistler et al., 1999). Los autores
sugieren que la tolerancia morfínica ocurre debido a la activación mantenida
durante un tiempo anormalmente largo de los sistemas de señalización
intracelular (Whistler et al., 1999). También se propuso la disociación entre dos
tipos de mecanismos diferentes subyacentes a la tolerancia opioide: la
tolerancia debida a fenómenos de desensibilización y disminución del número
de receptores opioides, y la tolerancia debida a niveles basales elevados de
AMPc (Finn & Whistler, 2001).

Además de las adaptaciones que se producen a nivel del receptor, los


mecanismos de la tolerancia incluyen alteraciones importantes en los
mecanismos de señalización intracelular. El tratamiento crónico con opioides
produce cambios a nivel de las proteínas G (Ammer et al., 1991) y del sistema
del AC (Chakrabarti et al., 1998). Así, la administración repetida de diferentes
agonistas opioides produce un incremento en los niveles de proteína G. Este
fenómeno es revertido tras el cese del tratamiento crónico.

La sobreregulación de la vía del AMPc, fue descrita inicialmente en líneas


celulares híbridas de neuroblastoma/glioma (Sharma et al., 1975) y observado
posteriormente en neuronas (para revisión, ver Nestler & Aghajanian, 1997).
Esta regulación incluye aumentos de la actividad AC y de la PKA (Duman et al.,
1988; Nestler & Tallman, 1988; Matsuoka et al., 1994) en varias regiones del
cerebro, incluyendo el locus coeruleus, mediados al menos en parte por el
factor de transcripción CREB (Lane-Ladd et al., 1997). Otros elementos del
sistema de señalización intracelular también están alterados tras la exposición
crónica a opioides, incluyendo los canales Ca2+ y K+ y la vía de las MAP
quinasas (para revisión, ver Williams et al., 2001). Modificaciones inducidas a
nivel de los receptores glutamatérgicos, proteínas del esqueleto celular o de
factores neurotróficos también parecen estar implicados en los cambios

89
adaptativos que se producen durante la administración crónica de opioides
(para revisión, ver Nestler, 1996). Así, se ha descrito que la coadministración
de antagonistas competitivos o no competitivos de los receptores NMDA, en
determinadas condiciones experimentales, puede bloquear el desarrollo de la
tolerancia a los efectos analgésicos y de la dependencia física a los opiáceos.

3.6.2. Dependencia física. La dependencia física consiste en una alteración


fisiológica producida por la exposición crónica a una droga y que se manifiesta
tras el cese de dicha administración por la aparición de un cortejo de
alteraciones somáticas y conductuales que constituye el síndrome de
abstinencia. En humanos, el síndrome de abstinencia físico de los opioides
comporta una serie de síntomas que incluyen calambres, anorexia, ansiedad,
insomnio, deseo irrefrenable de consumo de la droga, cefalea, nauseas,
disforia, fatiga, irritabilidad, oleadas de calor y frío, mialgias, bostezos,
sudoración e inquietud. También se ha observado un conjunto de signos
somáticos que incluyen diarrea, elevación de la presión arterial, fiebre
moderada, taquicardia, midriasis, lagrimeo, piloerección, espasmos
musculares, vómitos y rinorrea (Himmelsbach, 1941). En roedores, el síndrome
de abstinencia opioide incluye signos somáticos y vegetativos tales como
saltos, sacudidas de perro mojado, temblor de patas, movimientos
estereotípicos (“sniffing”), castañeteo de dientes, temblor, piloerección, ptosis,
perdida de peso, diarrea e hipotermia (Wei, 1973).

Aunque el término dependencia fue originalmente utilizado para describir el


fenómeno de la dependencia física, más recientemente se ha establecido el
término de dependencia psicológica, que incluye síntomas emocionales o
motivacionales debidos a la abstinencia de la droga (Koob & Le Moal, 2001).
Este último componente de la dependencia es probablemente uno de los
determinantes más importantes para la consolidación del proceso adictivo.

Las adaptaciones a nivel molecular que subyacen al fenómeno de la


dependencia de opioides no pueden explicarse por variaciones en los niveles
de péptidos opioides endógenos o cambios en el número y/o afinidad de los
receptores opioides. Por el contrario, cambios en las vías de señalización

90
intracelular han sido identificados como factores importantes que contribuyen al
desarrollo de la dependencia física.

Diferentes estudios conductuales, farmacológicos, bioquímicos y


electrofisiológicos han demostrado que el locus coeruleus juega un papel
fundamental en los procesos de dependencia de opioides (para revisión ver,
Maldonado, 1997). El locus coeruleus es el mayor núcleo noradrenérgico del
cerebro y es importante en el control de estados atencionales y de la actividad
del sistema nervioso autónomo. La administración aguda de un opioide en el
locus coeruleus produce la inhibición de la vía del AMPc, así como la activación
de canales de K+ rectificadores de voltaje mediante la acción directa de las
subunidades βγ de la proteína G (Figura 8). Además, la inhibición de la
actividad PKA produce una disminución de las corrientes de Na+ en estas
neuronas. En consecuencia, estás modificaciones tienen como efecto final la
inhibición de la actividad neuronal en el locus coeruleus. Sin embargo, el
tratamiento crónico con opioides produce un conjunto de adaptaciones que
permiten un funcionamiento normal del locus coeruleus en presencia de la
droga. Así, la vía del AMPc se regula al alza, y como resultado hay un aumento
en la concentración de AC, actividad PKA y posiblemente en la permeabilidad
de los canales de Na+ que permite a las neuronas del locus coeruleus recobrar
su actividad normal. Los mecanismos moleculares que subyacen en la
sobreregulación de la vía del AMPc en el locus coeruleus, se deben
principalmente a la sobreexpresión de dos isoformas de la AC, los tipos I y VIII
(Matsuoka et al., 1994) así como a la regulación al alza de las subunidades
catalítica y reguladora tipo II de la PKA (Nestler & Tallman, 1988; Lane-Ladd et
al., 1997; Nestler & Aghajanian, 1997).

En esta situación, la administración de un antagonista opioide produce una


hiperactivación de las neuronas del locus coeruleus debido a la
sobreregulación de la vía del AMPc, y consecuentemente se desencadena un
síndrome de abstinencia.

Parte de la activación de las neuronas del locus coeruleus durante el síndrome


de abstinencia a los opioides se produce a través de un mecanismo extrínseco.

91
Figura 8. Esquema ilustrando las acciones de la morfina en el locus
coeruleus. Las flechas gruesas indican cambios compensatorios
inducidos por el tratamiento crónico con la droga.

92
En concreto, se debe a un aumento en la actividad glutamatérgica procedente
del núcleo paragigantocelular lateral (Rasmussen, 1991). Este efecto parece
estar mediado también por una sobreexpresión de la vía del AMPc en el núcleo
paragigantocelular y otras áreas del cerebro que lo inervan. La administración
de antagonistas glutamatérgicos a nivel del locus coeruleus así como las
lesiones a nivel del núcleo paragigantocelular atenúan el incremento en la
actividad de las neuronas del locus coeruleus (Rasmussen, 1995).

Mecanismos transcripcionales y postransduccionales parecen mediar estas


adaptaciones. Respecto a los primeros, los opioides regulan el factor de
transcripción CREB, que está en parte implicado en los efectos que la vía del
AMPc tiene en la regulación de la expresión de genes. El uso prolongado de
opioides aumenta la expresión de CREB en el locus coeruleus (Nestler, 1993).
Este aumento en la expresión parece estar mediado por un mecanismo
homeostático autoregulador. Así, los opioides producen una disminución en los
niveles de CREB fosforilado (el activado). Para compensar esta disminución, se
incrementa la transcripción del gen CREB. A su vez, el CREB incrementa la
expresión del AC tipo VIII, ya que el gen que codifica para la AC contiene
secuencias CRE en su región promotora.

Ratones knockout deficientes en las subunidades α y δ de CREB mostraron


una disminución importante del síndrome de abstinencia opioide (Maldonado et
al., 1996), apoyando un papel importante de este factor de transcripción en las
manifestaciones comportamentales de la dependencia opioide. Sin embargo, la
sobreexpresión de la PKA inducida por opioides no está regulada por la
proteína CREB, ya que el promotor del gen que codifica a esta quinasa no
posee secuencias CRE.

La dependencia física a los opioides está principalmente vinculada a los


receptores opioides μ, aunque los receptores δ y κ parecen estar involucrados
también (Maldonado et al., 1992a; Simonin et al., 1998; Matthes et al., 1996;
Maldonado et al., 1989). Así, estudios farmacológicos han demostrado que el
síndrome de abstinencia opioide más severo se observa tras el tratamiento
crónico con agonistas selectivos μ (Cowan et al., 1988). Resultados similares
se han descrito mediante el uso de antagonistas específicos para cada receptor
opioide. Así, ratas dependientes a la morfina mostraron un síndrome de

93
abstinencia desencadenado por antagonistas μ. La administración de
antagonistas δ y κ produjo una respuesta menor (Maldonado et al., 1992a).
Estas observaciones han sido confirmadas en estudios realizados en ratones
knockout, demostrándose que el receptor opioide μ es fundamental en la
mediación de estas respuestas (Matthes et al., 1996). Ratones knockout en el
receptor κ presentaron una disminución en el síndrome (Simonin et al., 1998).

3.7 Opioides y sistemas de recompensa.

3.7.1. Efectos gratificantes de los opioides y sistema mesolímbico


dopaminérgico. La administración sistémica de agonistas opioides produce
efectos gratificantes en múltiples modelos experimentales (Van Ree, 1979; De
Vry et al., 1989; Mucha & Iversen, 1984). La activación del sistema
dopaminérgico mesolímbico participa en dichos efectos. Esta hipótesis fue
inicialmente sugerida por estudios realizados mediante lesiones neurotóxicas
(Bozarth & Wise, 1981a; Wise & Bozarth, 1985). La capacidad de los opioides
de activar el sistema dopaminérgico mesolímbico ha sido demostrada en
estudios electrofisiológicos (Ostrowski et al., 1982), neuroquímicos (Di Chiara &
Imperato, 1988; Wood et al., 1980) y comportamentales (Holmes et al., 1983;
Holmes & Wise, 1985; Iversen & Joyce, 1978). En acuerdo con estos
resultados, los roedores aprenden a autoadministrarse morfina directamente en
el área tegmental ventral (Bozarth & Wise, 1981b; Devine & Wise, 1994).
Además, la morfina no produce efectos reforzantes en ratones deficientes en el
receptor dopaminérgico D2 (Maldonado et al., 1997).

Sin embargo, los opioides también pueden producir efectos gratificantes a


través de un mecanismo independiente de la liberación de dopamina (para
revisión, ver Van Ree & Ramsey, 1987). Así, la heroína y los péptidos opioides
son auto-administrados directamente en el núcleo accumbens (Olds, 1982;
Goeders et al., 1984). Por otra parte, las propiedades gratificantes de la
heroína también fueron atenuadas por lesiones en el núcleo accumbens que no
afectan la actividad dopaminérgica (Zito et al., 1985). Por lo tanto, se considera
que los efectos gratificantes de los opioides están mediados tanto por
mecanismos dependientes como independientes del sistema dopaminérgico
mesocorticolímbico.

94
3.7.2. Implicación de cada subtipo de receptor opioide. Los tres subtipos de
receptores opioides tienen efectos intracelulares similares produciendo la
inhibición de la actividad neuronal. Sin embargo, debido a la distribución
neuroanatómica específica de cada subtipo de receptor, éstos pueden producir
efectos motivacionales opuestos.

3.7.2.1. Receptor μ. Se ha sugerido un papel predominante del receptor


opioide μ en la mediación de los efectos gratificantes de los opioides (Spanagel
et al., 1990; Johnson & North, 1992; Devine et al., 1993). Este papel
fundamental fue confirmado gracias a la generación de ratones deficientes en
receptor opioide μ. En estos animales, la morfina no produjo efectos
reforzantes en el test de condicionamiento espacial (Matthes et al., 1996).
Tampoco mostraron la conducta de autoadminstración de morfina (Becker et
al., 2000). Los receptores opioides μ están localizados en interneuronas
GABAérgicas del área tegmental ventral que controlan la actividad mesolímbica
dopaminérgica. Los agonistas opioides activan indirectamente las neuronas
dopaminérgicas mediante la inhibición de la liberación de GABA (Johnson &
North, 1992). La presencia de receptores opioides μ también ha sido descrita
en el núcleo accumbens. Esta observación apoya la hipótesis de una posible
acción dopamina-independiente de los opioides sobre este sistema (Koob,
1992). Así, el bloqueo farmacológico de los receptores μ en el área ventral
tegmental o el núcleo accumbens atenúan la conducta de autoadministración
de heroína. Igualmente se ha observado una respuesta de autoadministración
de agonistas opioides μ en ambas estructuras (Shippenberg & Elmer, 1998).

3.7.2.2. Receptores δ. A nivel del sistema dopaminérgico mesolímbico, los


receptores opioides δ están localizados en las dos subdivisiones del núcleo
accumbens (core y shell), así como en el área tegmental ventral (Mansour et
al., 1993). La activación de los receptores opioides δ produce efectos
gratificantes en el test de condicionamiento espacial (Shippenberg et al., 1987;
Suzuki et al., 1997). Sin embargo, estudios recientes han mostrado que el

95
agonista δ, deltorfina II no produce efectos reforzantes en los ratones
deficientes en el receptor opioide μ (Hutcheson et al., 2001). Por consiguiente
no puede excluirse la posibilidad de que una activación parcial de los
receptores opioides μ por los agonistas teóricamente específicos δ pueda
participar en las respuestas motivacionales de estos compuestos. En
consecuencia, la contribución exacta de los receptores δ en los efectos
reforzantes permanece incierta.

3.7.2.3. Receptores κ. Los receptores opioides κ están localizados en el


núcleo accumbens, a nivel presináptico en las neuronas dopaminérgicas. Su
activación produce la inhibición de dichas neuronas, y disminuye la liberación
de dopamina. Así, los receptores opioides κ produce efectos aversivos (Mucha
& Herz, 1985). Se ha descrito la presencia de estos receptores en el área
tegmental ventral, y se ha demostrado que la administración de agonistas κ
directamente en esta región también produce efectos aversivos (Bals-Kubik et
al., 1993).

3.7.3. Sensibilización a los efectos inducidos por los opioides. El proceso


adictivo se mantiene a causa del efecto reforzante de la droga y de la
motivación para aliviar los efectos aversivos del síndrome. Sin embargo, tanto
los efectos reforzantes como los síntomas físicos de la abstienencia
desaparecen relativamente rápido después del cese en el consumo de la droga
y no pueden explicar la recaída tras un largo periodo de abstinencia. Cambios
relativamente permanentes que se producen en diferentes regiones cerebrales,
entre ellas el sistema dopaminérgico mesolímbico, podrían estar involucrados
en este fenómeno. Así, se ha observado que el deseo por la droga se puede
intensificar con el uso repetido, y puede persistir tras largos periodos de
abstinencia. Este proceso se ha denominado sensibilización y ha sido
ampliamente demostrado en animales de laboratorio. La sensibilización se
manifiesta por un aumento en la actividad locomotora, conductas
estereotipadas y efectos reforzantes tras la administración crónica de
psicostimulantes, opioides, nicotina o THC (Vanderschuren & Kalivas, 2000a;

96
Cadoni et al., 2001; Balfour et al., 1998). También se ha observado una
sensibilización cruzada entre diferentes drogas, indicando la existencia de un
mecanismo neurobiológico común para ellas.

3.7.3.1. Adaptaciones a nivel del área ventral tegmental. La manifestación del


fenómeno de la sensibilización requiere una activación persistente del sistema
dopaminérgico mesolímbico. Se ha demostrado que la administración directa
en el área ventral tegmental de diferentes drogas de abuso induce un
fenómeno de sensibilización (para revision ver, Vanderschuren & Kalivas,
2000a). Dicha sensibilización en el área ventral tegmental debe involucrar una
subsensibilidad de los autoreceptores D2. Los receptores D2 no parecen estar
regulados a la baja, pero se ha descrito una disminución transitoria en la
expresion de la subunidad α de las proteínas Gi/o en el área ventral tegmental
después de un tratamiento prolongado con diferentes tipos de drogas, que
produciría una disminución de la funcionalidad del receptor (Self & Nestler, ). A
favor de esta hipótesis, la inactivacion de estas proteínas G con toxina
pertussis puede producir sensibilización conductual a una administración
posterior de cocaína (Steketee & Kalivas, 1991). Esta sensibilización puede
persistir incluso después de que los niveles de proteína G vuelvan al nivel
basal, sugiriendo que cambios de poca duración en las proteínas G juegan un
papel en la inducción, pero no en la expresión, de esta sensibilización.

Un tratamiento prolongado con diferentes tipos de drogas también puede


producir adaptaciones en el sistema glutamatérgico en el área ventral
tegmental que deben ser importantes en los fenómenos de sensibilización. Se
ha observado que un tratamiento prolongado con psicostimulantes, opioides o
etanol incrementa la expresión de ciertas subunidades del receptor
glutamatérgico AMPA (Fitzgerald et al., 1996). Por otra parte el incremento en
la expresión de la subunidad GluR1 del receptor AMPA a nivel del área ventral
tegmental produce una sensibilización a los efectos estimulantes de la morfina
(Carlezon, Jr. et al., 1997).

97
3.7.3.2. Adaptaciones a nivel del núcleo accumbens. Un incremento en la
liberación de dopamina en el núcleo accumbens ha sido asociado al fenomeno
de la sensibilización. Este efecto puede persistir semanas tras el cese del
tratamiento crónico con opioides o psicoestimulantes (Vanderschuren &
Kalivas, 2000b). Se desconocen los mecanismos implicados, pero posibles
cambios en la regulación de la vía del AMPc en el núcleo accumbens parecen
estar involucrado en estos procesos (Pierce & Kalivas, 1997). En acuerdo con
esta hipótesis, el incremento en la actividad de la vía del AMPc en el núcleus
accumbens aumenta la respuesta locomotora y potencia el desarrollo de la
sensibilización a la cocaína (Miserendino & Nestler, 1995).

3.7.3.3. Papel de la expresión de genes a largo plazo. Cambios en la expresión


de genes producidos por el tratamiento con drogas pueden estar involucrados
en el desarrollo de la adicción. En este sentido, modificaciones en la expresión
y funcionalidad de CREB inducidos por las drogas de abuso se observan
durante un periodo de tiempo relativamente corto, y están implicados en
aspectos de la adicción que también perduran un periodo de tiempo
relativamente corto tras el cese en el consumo de la droga, como el síndrome
de abstinencia (Maldonado et al., 1996). Sin embargo, se ha descrito
recientemente que el factor de transcripción ΔFosB puede acumularse en las
neuronas durante largos periodos de tiempo tras la administración de
determinadas drogas de abuso (para revisión ver, Nestler, 2001). A diferencia
de otros miembros de la misma familia Fos, los cuales se inducen rápidamente
y de forma transitoria, ΔFosB se induce débilmente por un estímulo inicial. Sin
embargo, tras una estimulación repetida, ΔFosB comienza a acumularse en las
neuronas debido a su gran estabilidad. Este fenómeno se ha descrito tras la
administración de diferentes tipos de drogas de abuso, como la cocaína,
anfetamina, opioides, nicotina y etanol (Nestler et al., 2001). Todas ellas
inducen ΔFosB en el núcleo accumbens y regiones estriatales relacionadas.
Esta induccion parece ser específica de neuronas espinosas de tamaño medio
GABAérgicas que coexpresan dinorfina y sustancia P (Nye et al., 1995;
Moratalla et al., 1996). Estudios recientes han demostrado que la inducción de
ΔFosB en estas neuronas puede producir respuestas conductuales

98
sensibilizadas a las drogas de abuso (Kelz et al., 1999). La acumulación de
ΔFosB representa un mecanismo molecular por el cual las drogas de abuso
pueden inducir cambios en la expresión de genes que persisten durante un
periodo de tiempo largo tras el cese de la administración. Sin embargo, los
genes diana a través de los cuales ΔFosB y otros mecanismos de transcripción
ejercen sus efectos en la plasticidad neuronal y conductual se desconocen.
Entre los genes diana del ΔFosB en el núcleo accumbens, podrían estar
algunas subunidades del receptor glutamatérgico AMPA (Nestler et al., 2001).
Estos cambios podrían explicar las alteraciones de las respuestas de los
receptores AMPA en estas neuronas tras un tratamiento crónico con cocaína.

Aunque ΔFosB tiene una vida media muy larga, finalmente es degradado por
proteólisis. Por ello, resulta dificil suponer que el ΔFosB sea el único factor que
media los cambios a largo plazo en la conducta que acompañan a la adicción.
Sin embargo, estas modificaciones en la regulación de los factores de
transcripción pueden dar lugar a alteraciones en la morfología y la estructura
sináptica que desencadenen en último término los cambios a largo plazo que
acompañan a los fenómenos adictivos.

3.7.4. Efectos disfóricos/aversivos de la abstinencia opioide. Una reducción en


la actividad del sistema dopaminérgico mesolímbico ha sido observada durante
el síndrome de abstinencia opioide (Diana et al., 1995). Se ha sugerido que
esta disminución de la actividad dopaminérgica participa en los efectos
motivacionales del síndrome de abstinencia opioide (Koob et al., 1989). Así, los
antagonistas D2 inducen signos afectivos del síndrome de abstinencia en
animales dependientes de morfina (Funada & Shippenberg, 1996).

La sobreregulación de la vía del AMPc en el núcleo accumbens es una


adaptación observada tras la administración crónica de diferentes tipos de
drogas, entre ellas los opioides. En concreto consiste en un aumento en los
niveles de AC y PKA, y una disminución en los niveles de Gi/o. El núcleo
accumbens es un área rica en el subtipo V del AC (Glatt & Snyder, 1993; Mons
& Cooper, 1995). Esta isoforma está inhibida por la acción aguda de los

99
opioides y su expresión se incrementa tras un tratamiento crónico con este tipo
de drogas (Avidor-Reiss et al., 1996; Avidor-Reiss et al., 1997).

El tratamiento crónico con morfina y otras drogas de abuso también altera la


funcionalidad de CREB en el núcleo accumbens y otras regiones estriatales
relacionadas (Nestler, 2001). Esta modificación afecta a la expresión de genes
que contienen secuencias CRE en el promotor. En este sentido, la cocaína y la
anfetamina pueden inducir la expresión del gen de la prodinorfina, el cual
contiene secuencias CRE. Igualmente se ha observado un incremento en los
niveles de expresión de dinorfina en el estriado tras un tratamiento crónico con
morfina que podria estar implicado en los efectos disfóricos de la abstinencia
(Trujillo et al., 1995). En acuerdo con esta hipótesis, los agonistas κ producen
efectos disfóricos mediante la inhibición de la liberación de dopamina en el
núcleo accumbens activando receptores que se hallan en esta estructura
(Shippenberg & Elmer, 1998).

La administración crónica de opioides produce igualmente adaptaciones en


otras áreas y sistemas neuronales. Entre éstos, se ha descrito una alteración
en la actividad de neuronas que contienen CRF. El CRF es un neuropéptido
que se expresa en elevada concentración en neuronas del hipotálamo y núcleo
central de la amígdala. Juega un papel importante en la respuesta al estrés,
manifestación de estados de ansiedad y en la regulación de la liberación de
dopamina y opioides en el sistema límbico (Sarnyai et al., 2001). Diversos
estudios han implicado este neuropéptido en la mediación de las
manifestaciones ansiogénicas y aversivas del síndrome de abstiencia a las
drogas de abuso. En concreto se ha observado una activación en las neuronas
que contienen CRF del núcleo central de la amígdala durante el síndrome de
abstinencia a opioides y a otras drogas de abuso como el etanol o los
cannabinoides (Koob, 1996; Rodriguez et al., 1997; Merlo et al., 1995). Por otra
parte, antagonistas del CRF revierten los efectos aversivos del sindrome de
abstinencia a los opioides y etanol (Heinrichs et al., 1995b; Rassnick et al.,
1993).

100
1- Estudiar la implicación del sistema cannabinoide endógeno en las
respuestas emocionales de tipo ansioso, depresivo y agresivo mediante el uso
de ratones knockout deficientes en el receptor CB1.

2- Estudiar la implicación del sistema cannabinoide endógeno en los


procesos de memoria y aprendizaje mediante el uso de ratones knockout
deficientes en el receptor CB1.

3- Estudiar la implicación del sistema cannabinoide endógeno en la


modulación de los fenómenos de adicción y dependencia a drogas de abuso
mediante el uso de ratones knockout deficientes en el receptor CB1.

4- Estudiar la implicación del sistema PACAP en la regulación del ritmo


circadiano, de los procesos de memoria y aprendizaje y de las respuestas
emocionales de tipo ansioso mediante el empleo de diferentes líneas de
ratones knockout deficientes en el receptor PAC1.

5- Estudiar la implicación del sistema PACAP en la regulación de las


respuestas nociceptivas basales y los efectos antinociceptivos de la morfina
mediante el empleo de diferentes líneas de ratones knockout deficientes en el
receptor PAC1.

6- Estudiar la implicación del sistema PACAP en la modulación de los


fenómenos de dependencia de morfina y etanol.

7- Estudiar la participación de los diferentes receptores opioides en la


modulación de las respuestas nociceptivas basales mediante el empleo de
ratones knockout deficientes en los receptores opioides μ, δ o κ, así como en
dobles y triples knockouts.

102
ARTÍCULO I
Martin M, Ledent C, Parmentier M, Maldonado R, Valverde O.
Cocaine, but not morphine, induces conditioned place
preference and sensitization to locomotor responses in CB1
knockout mice.
Eur J Neurosci. 2000 Nov;12(11):4038-46.
ARTÍCULO II

103
Martin M, Ledent C, Parmentier M, Maldonado R, Valverde O.
Involvement of CB1 cannabinoid receptors in emotional
behaviour.
Psychopharmacology (Berl). 2002 Feb;159(4):379-87. Epub
2001 Nov 20.
ARTÍCULO III

113
Otto C, Martin M, Wolfer DP, Lipp HP, Maldonado R, Schütz G.
Altered emotional behavior in PACAP-type-I-receptor-deficient
mice.
Brain Res Mol Brain Res. 2001 Aug 15;92(1-2):78-84.
ARTÍCULO IV

123
Martin M, Otto C, Santamarta MT, Torrecilla M, Pineda J,
Schütz G, Maldonado R.
Morphine withdrawal is modified in pituitary adenylate
cyclase-activating polypeptide type I-receptor-deficient
mice.
Brain Res Mol Brain Res. 2003 Jan 31;110(1):109-18.
ARTÍCULO V

131
Otto C, Kovalchuk Y, Wolfer DP, Gass P, Martin M,
Zuschratter W, Gröne HJ, Kellendonk C, Tronche F, Maldonado
R, Lipp HP, Konnerth A, Schütz G.
Impairment of mossy fiber long-term potentiation and
associative learning in pituitary adenylate cyclase
activating polypeptide type I receptor-deficient mice.
J Neurosci. 2001 Aug 1;21(15):5520-7.
ARTÍCULO VI

142
Martin M, Matifas A, Maldonado R, Kieffer BL.
Acute antinociceptive responses in single and combinatorial
opioid receptor knockout mice: distinct mu, delta and kappa
tones.
Eur J Neurosci. 2003 Feb;17(4):701-8.
DISCUSIÓN

151
Los sistemas cannabinoide, opioide y del péptido PACAP comparten el control
de una gran variedad de respuestas fisiológicas. Así, diferentes estudios han
descrito la implicación de estos sistemas en la modulación de respuestas de
tipo emocional, nociceptivas, en la formación de memoria y en el desarrollo de
procesos de adicción a drogas de abuso. En nuestro trabajo nos planteamos
investigar diversas respuestas emocionales y nociceptivas, así como
determinadas acciones farmacológicas de la morfina en ratones modificados
genéticamente que presentaban una deficiencia en alguno de los componentes
del sistema opioide, cannabinoide o del péptido PACAP. En una primera parte,
discutiremos los resultados obtenidos con los ratones deficientes en el receptor
cannabinoide CB1. Seguidamente se comentarán los trabajos realizados en
ratones deficientes en el receptor PAC1, para acabar con la discusión de los
resultados obtenidos en ratones deficientes en los diferentes receptores
opioides.

- Estudio de la participación del receptor cannabinoide CB1 en el control


de las respuestas emocionales, en los procesos de memoria y en los
fenómenos de adicción a diferentes drogas de abuso:

Los estudios realizados con ratones deficientes en el receptor cannabinoide


CB1 nos han permitido evaluar el papel de este receptor en la modulación de
diferentes respuestas emocionales, en procesos memoria y aprendizaje, así
como en el desarrollo de fenómenos de adicción y dependencia a drogas de
abuso.

En un primer grupo de estudios hemos evaluado las respuestas espontáneas


de estos animales knockout en diferentes modelos de ansiedad y depresión. La
disrupción funcional del receptor CB1 produjo un efecto ansiogénico en el
modelo de la caja blanca/negra, lo cual sugiere la existencia de un tono
cannabinoide endógeno implicado en el control de estas respuestas. En
acuerdo con esta hipótesis, la administración del antagonista CB1, SR141716A
produce efectos ansiogénicos en la rata (Navarro et al., 1997; Arevalo et al.,
2001). Por otra parte, la administración de dosis bajas de agonistas
cannabinoides produce efectos ansiolíticos en diferentes tests de ansiedad

161
(Rodriguez et al., 1996; Valjent et al., 2002). Una respuesta similar se ha
observado tras la administración de inhibidores de la degradación de
anandamida (Kathuria et al., 2003). Actualmente se desconoce el mecanismo a
través del cual los cannabinoides modulan estas respuestas, pero dada la
amplia distribución del receptor CB1 a nivel cerebral, diferentes núcleos pueden
estar implicados. Una presencia elevada de receptores cannabinoides ha sido
descrita a nivel del sistema límbico y en áreas cerebrales que regulan la
respuesta al estrés (Herkenham et al., 1991b).

La liberación de CRF, en especial a nivel del núcleo central de la amígdala,


juega un papel importante en la modulación de las respuestas al estrés,
produciendo efectos ansiogénicos (Krysiak et al., 2000). Diferentes estudios
sugieren que el sistema cannabinoide puede regular la liberación de CRF en el
cerebro. En este sentido, los efectos ansiogénicos producidos por la
administración aguda de agonistas cannabinoides pueden ser revertidos por el
antagonista del CRF, D-Phe CRF12-41 (Rodriguez et al., 1996). Un incremento
en los niveles de CRF ha sido igualmente observado en el hipotálamo medio
basal en hembras tratadas crónicamente con THC (Rubio et al., 1995).

En la amígdala, los receptores cannabinoides se encuentran distribuidos


mayoritariamente a nivel presináptico, en neuronas de los núcleos lateral y
basal que contienen GABA y colecistoquinina. Sin embargo, la presencia de
receptores CB1 en el núcleo central de la amígdala no se ha demostrado
mediante técnicas inmunológicas (Katona et al., 2001), aunque se ha
observado el mRNA que codifica para el receptor a este nivel (Navarro et al.,
1998). Se ha sugerido que los agonistas cannabinoides podrían producir
efectos ansiolíticos regulando la actividad del núcleo central de la amígdala,
mediante un mecanismo indirecto que se iniciaría en los núcleos lateral y basal
de la amígdala (Katona et al., 2001). A este nivel, la activación de los
receptores CB1 inhibiría la liberación de GABA y produciría en último termino
una disminución en la actividad del núcleo central de la amígdala (Katona et al.,
2001). Este efecto podría no ocurrir en los ratones deficientes en el receptor
CB1 y ello daría lugar a la respuesta de tipo ansiogénica observada en estos
animales.

162
En otras áreas cerebrales como el hipocampo, también se ha observado la
presencia presináptica de receptores CB1 en neuronas que coexpresan GABA
y colecistoquinina (Katona et al., 1999; Tsou et al., 1999; Marsicano & Lutz,
1999). Así, la activación de los receptores CB1 inhibe la liberación de
colecistoquinina en preparaciones de hipocampo (Beinfeld & Connolly, 2001).
Este neuropéptido produce efectos ansiogénicos actuando tanto a nivel de los
receptor CCKA como CCKB (Dauge & Lena, 1998). Por consiguiente, la
disrupción del receptor CB1 podría producir un incremento en la liberación de
colecistoquinina que participaría en la manifestación de las respuestas
ansiogénicas observadas en estos animales.

Una interacción funcional entre el sistema cannabinoide y el sistema opioide


también ha sido descrita en el control de la ansiedad. En concreto, la activación
de los receptores opioides μ y δ participa en los efectos ansiolíticos del THC
(Berrendero & Maldonado, 2002). En este sentido, los agonistas cannabinoides
pueden producir una liberación de encefalinas endógenas con alta afinidad por
los receptores δ y μ a nivel del núcleo accumbens (Valverde et al., 2001). Los
ratones deficientes en el receptor cannabinoide CB1 podrían también presentar
una alteración en la funcionalidad del sistema opioide endógeno que afectaría
su nivel de ansiedad espontánea.

En los últimos años se han acumulado evidencias sobre la existencia de otros


receptores cannabinoides en el cerebro diferentes del receptor CB1 que
también participarían en el control de la ansiedad (Haller et al., 2002). Por otra
parte, la anandamida es capaz de estimular la síntesis de la proteína FOS en el
núcleo paraventricular del hipotálamo, así como de incrementar los niveles de
ACTH y corticosterona en la sangre por un mecanismo independiente de los
receptores CB1 (Wenger et al., 1997). Posiblemente la actividad de otros
receptores cannabinoides diferentes del CB1 pueda estar involucrada en la
manifestación de las respuestas emocionales observadas en estos ratones.

El papel del receptor CB1 también ha sido evaluado en estos animales en la


inducción de un estado de tipo depresivo. Para ello hemos utilizado un modelo
en el que los animales son expuestos a un estrés suave, crónico e impredecible
(chronic unpredictable mild stress o CMS). El CMS es un modelo de depresión
que produce en el animal un estado similar al de la anhedonia, es decir una

163
pérdida de interés o respuesta a estímulos placenteros o reforzantes (Willner,
1997). La inducción de un estado anhedónico se evalúa midiendo la ingesta de
una solución apetecible de agua azucarada. A diferencia de otros modelos
animales de depresión, únicamente el tratamiento crónico con antidepresivos
tricíclicos e inhibidores de la recaptación de serotonina, pero no el agudo,
recupera los niveles de ingesta de agua azucarada en animales sometidos a un
procedimiento de CMS.

En nuestro estudio observamos que los ratones deficientes en el receptor CB1


desarrollaron un estado anhedónico antes que los ratones salvajes. Sin
embargo, un estudio reciente ha descrito que el SR141716A produce un efecto
antidepresivo en el test de la natación forzada, sugiriendo que el bloqueo del
receptor CB1 tiene efectos antidepresivos (Tzavara et al., 2003). La utilización
de diferentes modelos animales de depresión puede explicar las discrepancias
observadas entre ambos estudios.

Diferentes hipótesis han sido descritas para explicar el fenómeno de la


depresión. Una de las más predominantes implica un déficit en los niveles
monoaminérgicos, en especial de serotonina y noradrenalina, en determinadas
estructuras cerebrales aunque el sistema dopaminérgico podría igualmente
participar por un mecanismo indirecto o a través de la modulación de la
actividad de otras monoaminas. En el modelo del CMS se ha sugerido que la
capacidad de los antidepresivos para revertir el estado anhedónico en animales
sometidos a este procedimiento viene mediada por la hipersensibilización de
los receptores D2/D3 en el núcleo accumbens (Willner, 2003). Así, se ha
descrito una disminución en la liberación de dopamina y en el número de
receptores D2/D3 a nivel del núcleo accumbens de animales sometidos a un
procedimiento de CMS (Willner, 1997). En acuerdo con estos resultados el
efecto de los antidepresivos es revertido con antagonistas D2/D3 (Borsini et al.,
1988; Muscat et al., 1992; Papp et al., 1993), y la administración de agonistas
D2/D3 en el núcleo accumbens produce efectos antidepresivos en el test de la
natación forzada y en el CMS.

Diferentes estudios indican que el sistema cannabinoide puede estar


involucrado en la regulación de la actividad monoaminérgica. Una coexpresión
de receptores CB1 con diferentes tipos de receptores dopaminérgicos y

164
serotonérgicos ha sido observada en diversas poblaciones neuronales
(Hermann et al., 2002; Morales & Backman, 2002). Sin embargo, el estudio del
papel del sistema cannabinoide en el control de la actividad monoaminérgica
ha producido resultados contradictorios. Algunos estudios han observado un
incremento en la liberación de noradrenalina, serotonina, dopamina y
acetilcolina tras la administración del antagonista CB1, SR141716A (Tzavara et
al., 2001; Tzavara et al., 2003). Por otra parte, la anandamida reduce los
niveles de serotonina en el hipocampo y los incrementa en el hipotálamo (Hao
et al., 2000). Otros autores han descrito que el THC puede inhibir la
recaptación de diferentes monoaminas (Holtzman et al., 1969; Banerjee et al.,
1975; Hershkowitz & Szechtman, 1979) e incrementar los niveles de dopamina
en diversas estructuras (Malone & Taylor, 1999; Pistis et al., 2002), y en
particular a nivel del núcleo accumbens (Chen et al., 1990b; Tanda et al.,
1997). Esta observación sugiere que el incremento en las respuestas
anhedónicas observadas en los ratones deficientes en el receptor CB1 podrían
venir mediadas por una disminución en la actividad del sistema mesolímbico
dopaminérgico.

Por otra parte, se ha descrito que el sistema opioide participa en los efectos
antidepresivos de diferentes fármacos (Martin et al., 1986) y que la inhibición
de la degradación de las encefalinas causa efectos antidepresivos en
diferentes modelos animales a través de una activación de los receptores
opioide δ (Baamonde et al., 1992; Valverde et al., 2001). Estudios realizados en
ratones modificados genéticamente han descrito que la disrupción funcional del
receptor opioide δ produce efectos ansiogénicos y un incremento en las
respuestas de tipo depresivo (Filliol et al., 2000) similar en cierto modo al
observado en los ratones CB1 knockout. Igualmente, la reactividad del sistema
opioide endógeno está reducida en animales sujetos a un procedimiento de
CMS (Bertrand et al., 1997). Así pues, el sistema opioide endógeno podría
igualmente participar en el incremento en la respuesta anhedónica observada
en los ratones deficientes en el receptor CB1.

Otra de las respuestas conductuales investigadas en ratones knockout CB1 fue


la agresividad. Los ratones deficientes en el receptor CB1 presentan una
respuesta agresiva mayor en el modelo del “Resident-Intruder test”. Los

165
agonistas cannabinoides tienen un efecto bifásico sobre la conducta agresiva.
Así, a dosis bajas incrementan la agresividad, pero a dosis altas la disminuyen.
Este efecto también se ha observado con la anandamida (Sulcova et al., 1998).
Una vez más, las catecolaminas y la serotonina podrían estar involucradas en
esta función del sistema cannabinoide endógeno. Así, el THC incrementa la
respuesta agresiva en ratas pretratadas con agentes que disminuyen los
niveles de serotonina (Carlini et al., 1976) y tras la reducción en los niveles de
catecolaminas mediante el tratamiento con 6-hidroxi-dopamina (Fujiwara et al.,
1984). Sin embargo, se ha descrito recientemente que los cannabinoides,
incluidos el THC, inhiben la actividad de los receptores 5-HT2A (Darmani, 2001).
Los antagonistas de este receptor pueden disminuir las respuestas agresivas
en ratones (Sakaue et al., 2002).

Una posible relación funcional entre el sistema cannabinoide y opioide también


puede participar en el control de la agresividad. En este sentido, se ha descrito
que los ratones deficientes en el gen de la preproencefalina presentan un
incremento en la respuesta agresiva (Konig et al., 1996) similar al observado en
nuestros estudios en ratones deficientes en receptores CB1.

En la siguiente secuencia experimental, hemos investigado el papel del


receptor CB1 en los procesos de memoria y aprendizaje mediante el uso del
paradigma de la evitación activa. Hemos observado que la disrupción funcional
del receptor CB1 mejora el aprendizaje en este modelo. La actividad
locomotora, el umbral nociceptivo y la ansiedad pueden influir en la respuesta
del animal en este modelo. Sin embargo, ninguno de estos parámetros parecen
estar involucrados en la mejora del aprendizaje observada en estos ratones, ya
que la actividad locomotora y el umbral nociceptivo no están modificados y los
niveles de ansiedad están incrementados en estos ratones knockout. En
acuerdo con nuestros resultados, los ratones deficientes en el receptor CB1
presentan un incremento en el proceso de LTP en el hipocampo (Bohme et al.,
2000). Otro estudio han demostrado que estos ratones presentan una mayor
capacidad de retención de memoria, sin observar modificaciones en el proceso
de adquisición (Reibaud et al., 1999).

Los agonistas cannabinoides producen efectos inhibitorios sobre los procesos


de memoria en el hipocampo. Así, la administración de agonistas

166
cannabinoides en el giro dentado o CA1 produce los mismos efectos sobre la
memoria que una administración sistémica de estas sustancias (Lichtman et al.,
1995). A nivel hipocampal, la mayor densidad de receptores CB1 se halla en
las áreas CA1, CA3 y giro dentado, sobre todo en interneuronas GABAérgicas
que coexpresan colecistoquinina (Katona et al., 1999; Tsou et al., 1999). Se ha
sugerido que los cannabinoides pueden modular los procesos de memoria
regulando el sistema GABAérgico. En concreto, la activación de receptores
CB1 presinápticos reduciría la liberación de GABA (Katona et al., 1999),
produciendo un incremento no específico en las sinapsis excitatorias que
alteraría los procesos de memoria. En acuerdo con esta hipótesis, el bloqueo
de la recaptación de GABA incrementa el aprendizaje espacial en el test de la
piscina de Morris (Noguchi et al., 2002). Además, la activación de los
receptores CB1 también inhibe la liberación de colecistoquinina que se
coexpresa en las neuronas GABAérgicas (Tsou et al., 1999). El bloqueo de los
receptores de la colecistoquinina disminuye el aprendizaje en un laberinto
radial (Harro & Oreland, 1993).

Los receptores CB1 pueden modificar la actividad de otros sistemas de


neurotransmisores en el hipocampo, como la dopamina (Nava et al., 2001) y la
acetilcolina (Gessa et al., 1997), ambos involucrados en los procesos de
memoria. Parte de los efectos de los cannabinoides sobre los procesos de
memoria y aprendizaje podrían estar mediados por la inhibición de la vía
colinérgica septohipocampal. Esta hipótesis surgió tras la observación de que
los cannabinoides podían inhibir la liberación de acetilcolina en el hipocampo
(Nava et al., 2001; Gessa et al., 1997). Sin embargo, el tratamiento con un
inhibidor de la actividad colinesterasa (fisostigmina) no atenúa el deterioro en el
aprendizaje en el laberinto radial producido por el THC (Lichtman & Martin,
1996). Igualmente, la administración de SR141716A no revierte los efectos
sobre la memoria producidos por antagonistas colinérgicos (Lichtman & Martin,
1996). Además, un incremento en la liberación de acetilcolina en el hipocampo
ha sido descrito recientemente tras la administración de agonistas
cannabinoides (Acquas et al., 2000; Acquas et al., 2001).

Los agonistas cannabinoides también reducen la transmisión glutamatérgica en


cultivos de células hipocampales (Shen et al., 1996; Shen & Thayer, 1999). Los

167
cannabinoides pueden disminuir la liberación de glutamato a través de un
mecanismo presináptico mediado por proteínas G inhibitorias tipo Gi/o (Shen et
al., 1996; Sullivan, 1999; Misner & Sullivan, 1999). La inhibición en la liberación
de glutamato, impediría el desarrollo de la LTP.

Recientemente se ha sugerido que el sistema endocannabinoide puede regular


la extinción de los fenómenos de memoria aversiva en un modelo de miedo
condicionado (Marsicano et al., 2002). Se ha sugerido un papel importante de
la amígdala en la adquisición y el almacenamiento de este tipo de memorias
(LeDoux, 1993). Los autores describen un incremento en la LTP en el núcleo
basolateral de la amígdala en ratones deficientes en el receptor CB1
(Marsicano et al., 2002).

Finalmente, nos hemos planteado estudiar la función del sistema cannabinoide


en la modulación de las respuestas producidas tras un tratamiento crónico con
dos tipos de drogas de abuso que presentan mecanismos de acción diferentes,
la morfina y la cocaína. Los efectos hiperlocomotores producidos por la
administración aguda de morfina no resultaron modificados en los ratones
deficientes en el receptor CB1. En un estudio anterior realizado en estos
ratones knockout, tampoco se observaron modificaciones en los efectos
antinociceptivos agudos de la morfina (Ledent et al., 1999). Sin embargo, los
animales deficientes en el receptor CB1 presentaron una disminución en la
sensibilización locomotora y en los efectos reforzantes producidos por un
tratamiento crónico con morfina. Estos datos concuerdan con la observación de
que estos ratones knockout no se autoadministran morfina (Ledent et al., 1999;
Cossu et al., 2001).

El sistema mesolímbico, en especial el área ventral tegmental y el núcleo


accumbens, está involucrado en la manifestación de la sensibilización a los
efectos locomotores y reforzantes de los opioides (Cunningham et al., 1997;
Koob et al., 1998). Modificaciones en la actividad dopaminérgica y
glutamatérgica en estas estructuras participan en el desarrollo de la
sensibilización (Kalivas, 1985; Jeziorski et al., 1994; Carlezon, Jr. et al., 1997;
Hemby et al., 1995; Koob et al., 1998). Diferentes estudios han demostrado que
el receptor CB1 puede modular las respuestas opioides en el sistema
mesolímbico. Así, la morfina no produce un incremento en los niveles de

168
dopamina en el núcleo accumbens en ratones deficientes en el receptor CB1
(Mascia et al., 1999). Sin embargo los receptores CB1 no se expresan en las
neuronas dopaminérgicas mesolímbicas, indicando que el efecto regulador de
los cannabinoides es indirecto.

Se ha sugerido que los receptores cannabinoides y opioides pueden


interaccionar físicamente, produciendo una modificación en su actividad (Rios
et al., 2002). En consecuencia, la falta del receptor CB1 podría impedir por esta
razón el normal funcionamiento de los receptores opioides y disminuir la
sensibilización locomotora y los efectos reforzantes de la morfina observada en
los ratones deficientes en el receptor CB1. La demostración de la existencia de
neuronas que coexpresan receptores CB1 y opioide μ en el núcleo accumbens
y en otras áreas telencefálicas involucradas en los procesos de refuerzo,
apoyan esta hipótesis (Navarro et al., 1998). Sin embargo, los efectos
hiperlocomotores y antinociceptivos agudos de la morfina no resultaron
modificados en estos ratones knockout.

Los opioides producen sus efectos reforzantes inhibiendo la actividad de


interneuronas GABAérgicas del área ventral tegmental (Johnson & North,
1992). Los agonistas cannabinoides también pueden controlar de una forma
similar la liberación de GABA en esta área. Así, un efecto inhibidor de los
cannabinoides sobre la liberación de GABA ha sido observado en el área
ventral tegmental (Szabo et al., 2002a). Estos datos sugieren que la regulación
del sistema GABAérgico puede estar involucrada en el control de las
respuestas de la morfina por los cannabinoides.

A diferencia de la sensibilización locomotora y del condicionamiento espacial,


los efectos aversivos/disfóricos del síndrome de abstinencia a la morfina no
resultaron modificados en los ratones deficientes en el receptor CB1. Estudios
anteriores tampoco observaron una modificación en la tolerancia a los efectos
analgésicos de la morfina en estos ratones deficientes, aunque las
manifestaciones físicas del síndrome de abstinencia morfínico resultaron
disminuidas (Ledent et al., 1999). La necesidad de utilizar diferentes dosis de
naloxona para poner de manifiesto una aversión de plaza condicionada a la
abstinencia y una expresión adecuada de los signos somáticos del síndrome de
abstinencia físico pueden explicar las diferencias observadas. En efecto, los

169
efectos disfóricos aparecen tras la aplicación de dosis de naloxona mucho
menores de las requeridas para producir signos somáticos (Stinus et al., 1990).

Por otra parte, las respuestas somáticas y motivacionales de la abstinencia a


los opioides están reguladas por estructuras cerebrales diferentes (Stinus et al.,
1990; Koob et al., 1992; Maldonado et al., 1992b). El sistema dopaminérgico
mesolímbico (Stinus et al., 1990; Diana et al., 1999), el sistema noradrenérgico
que inerva el núcleo del lecho de la estría terminal (Delfs et al., 2000; Phelix &
Paull, 1990; Phelix et al., 1994), y el sistema CRF de la amígdala (Heinrichs et
al., 1995a) juegan un papel importante en los efectos disfóricos/aversivos del
síndrome de abstinencia a los opioides. Una disminución en la actividad
dopaminérgica mesolímbica ha sido observada durante el síndrome de
abstinencia opioide, producida por el incremento en la liberación de GABA en el
área ventral tegmental. Este aumento en la actividad GABAérgica se debe a
una sobreregulación de la vía del AMPc producida tras el tratamiento crónico
con los opioides (Bonci & Williams, 1997; Williams et al., 2001). Se ha descrito
la inducción de una aversión de plaza y una disminución en el número de
respuestas operantes tras la administración de SR141716A en animales
dependientes a la morfina (Navarro et al., 2001). En este mismo estudio, se
demuestra que la inhibición de la actividad CB1 disminuye los efectos
reforzantes de los opioides, sugiriendo una modulación de la dopamina tras la
administración de SR14171A. No obstante, se desconoce el efecto de un
tratamiento crónico con opioides sobre el sistema mesolímbico dopaminérgico
en ratones deficientes en el receptor CB1, aunque se ha descrito que la
administración aguda de morfina no afecta los niveles de dopamina en el
núcleo accumbens en estos animales (Mascia et al., 1999). Estos datos
sugieren que en animales salvajes, el sistema cannabinoide puede modular los
efectos aversivos del síndrome de abstinencia morfínico a través del control en
la liberación de dopamina, pero otros mecanismos diferentes podrían participar
en los efectos aversivos del síndrome de abstinencia opioide observado en
ratones deficientes en el receptor CB1.

Un incremento en la actividad del sistema CRF en el núcleo central de la


amígdala también ha sido implicado en la manifestación de los efectos
motivacionales del síndrome de abstinencia opioide. Como se ha comentado

170
anteriormente, el sistema cannabinoide puede modular la liberación de CRF en
esta estructura. Las neuronas del sistema noradrenérgico que inervan al núcleo
del lecho de la estría terminal están igualmente involucradas en el desarrollo de
respuestas aversivas del síndrome de abstinencia opioide (Delfs et al., 2000).
Aunque se ha sugerido un papel modulador de los cannabinoides sobre el
sistema noradrenérgico, los resultados obtenidos en diferentes estudios son
contradictorios (Tzavara et al., 2001; Holtzman et al., 1969). La ausencia de
modificación de los efectos disfóricos del síndrome de abstinencia a la morfina
en ratones deficientes en el receptor CB1 sugiere que en estos mecanismos no
están directamente regulados por el receptor CB1.

En contraste con la morfina, los efectos farmacológicos inducidos por la


administración aguda o crónica de cocaína no resultaron modificados en los
ratones deficientes en el receptor cannabinoide CB1. Estos datos concuerdan
con los obtenidos en un trabajo anterior en el que se observó que estos ratones
knockout se autoadministraban cocaína (Cossu et al., 2001). Tanto la
dopamina como el glutamato juegan un papel importante en el sistema
mesolímbico en la manifestación de los efectos reforzantes y la sensibilización
locomotora a la cocaína (Koob et al., 1994; Rockhold, 1998). A diferencia de los
opioides y los cannabinoides, la cocaína incrementa los niveles de
monoaminas inhibiendo directamente el sistema de recaptación en la propia
neurona (Ritz et al., 1987). Por otra parte, la cocaína es capaz de inducir la
liberación de glutamato en el área ventral tegmental, mediante un mecanismo
dependiente de la activación de receptores dopaminérgicos (Kalivas & Duffy,
1998). Por lo tanto, la capacidad de la cocaína de modificar directamente la
actividad dopaminérgica mesolímbica puede ser la razón que explique la
ausencia de modificaciones de sus efectos farmacológicos en los ratones
deficientes en el receptor cannabinoide CB1.

- Estudio de la participación del receptor PAC1 en diferentes respuestas


comportamentales y en los fenómenos de adicción a diferentes drogas de
abuso:

En este apartado hemos estudiado el papel del receptor PAC1 en el control de


diferentes respuestas nociceptivas y emocionales así como en la manifestación

171
de fenómenos de adicción, tolerancia y dependencia física a diferentes drogas
de abuso. También hemos investigado la implicación del sistema PACAP en los
procesos de memoria y en el ritmo circadiano. Los estudios se realizaron en
dos cepas diferentes de ratones: una línea de ratones knockout clásicos que
presentaba la deficiencia en el receptor en todo el organismo (denominada
PAC1), y una línea de ratones knockout tejido-dependiente que era deficiente
del receptor mayoritariamente a nivel del hipocampo y corteza frontal
(denominada PAC1CaMKCre2). Los ratones PAC1 mostraron una disminución en
las respuestas ansiosas y un incremento en la actividad locomotora. Sin
embargo, estas respuestas no resultaron modificadas en los ratones
PAC1CaMKCre2, sugiriendo que están moduladas por receptores PAC1 situados
en áreas diferentes del hipocampo y de la corteza frontal.

Se había descrito anteriormente que la administración exógena de PACAP a


nivel intracerebroventricular produce un incremento en la actividad locomotora
en ratas, efecto que no se observa tras la administración de la misma dosis de
VIP. Esto sugería que la activación del receptor PAC1 produce efectos
hiperlocomotores (Masuo et al., 1995). Sin embargo, se ha generado
recientemente una línea de ratones deficientes en el péptido PACAP que
presenta un incremento en la actividad locomotora espontánea y una
disminución en los niveles de ansiedad, en concordancia con nuestros
resultados (Hashimoto et al., 2001). El uso de distintas especies animales (rata
y ratón) puede explicar estas diferencias, aunque otros factores no pueden ser
descartados.

Estudios histológicos han demostrado la presencia del péptido y receptores


PACAP en diferentes áreas cerebrales, incluyendo núcleos monoaminérgicos
como el hipotálamo, la amígdala, el núcleo accumbens, la sustancia negra y el
núcleo del rafe dorsal (Ghatei et al., 1993; Masuo et al., 1993). El péptido
PACAP incrementa la síntesis del mRNA de la tirosina-hidroxilasa y de la
dopamina-β-hidroxilasa en cultivos de células cromafinas adrenales (Isobe et
al., 1996). Igualmente, este péptido tiene la capacidad de modular la actividad
noradrenérgica y dopaminérgica a nivel cerebral (Huang et al., 1996; Anderson
& Curlewis, 1998). Dichas monoaminas juegan un papel importante en la
regulación de las respuestas de tipo locomotor y emocional. Estudios

172
realizados en ratones deficientes en el péptido PACAP han observado un ligero
incremento en la sensibilidad a los efectos hipolocomotores del haloperidol,
pero sin mostrar variaciones en el metabolismo dopaminérgico ni en los niveles
del receptor D2. Sin embargo, estos ratones presentan una alteración en el
metabolismo serotonérgico en el estriado y la corteza. Los autores sugieren
que la hiperlocomoción observada en los ratones deficientes en el péptido
PACAP se debe a una variación en el balance entre los sistemas
dopaminérgico y serotonérgico (Hashimoto et al., 2001).

El sistema del péptido PACAP está también implicado en el control de la


conducta emocional. La observación de que el ratón PAC1, pero no el
PAC1CaMKCre2 presenta una respuesta de tipo ansiolítica, sugiere que los
receptores localizados en otras zonas del cerebro tales como el sistema
límbico, el locus coeruleus o la amígdala están involucrados en los cambios
observados en el ratón PAC1. Los efectos anteriormente descritos del sistema
del péptido PACAP sobre la modulación de la actividad dopaminérgica,
noradrenérgica y serotonérgica también podrían participar en las respuestas
ansiolíticas observadas en los ratones PAC1. En este sentido, se ha descrito
que neuronas dopaminérgicas de la amígdala extendida que se activan en
respuesta a un estrés agudo están inervadas por terminaciones nerviosas que
expresan el péptido PACAP (Kozicz & Arimura, 2002). Como se citó con
anterioridad, los ratones deficientes en el péptido PACAP presentan una
modificación en el metabolismo serotonérgico en el estriado y la corteza que
puede mediar parte de los efectos ansiolíticos (Hashimoto et al., 2001).

Una reducción en la liberación de noradrenalina también podría estar


involucrada en las respuestas ansiolíticas observadas en los ratones
deficientes en el receptor PAC1. Un resultado indirecto que podría apoyar esta
hipótesis es un estudio en el que se ha observado que los ratones deficientes
en el péptido PACAP presentan una disminución en los niveles de
noradrenalina en tejido adiposo (Gray et al., 2002).

Recientemente el grupo de Günther Schütz ha generado una línea de ratón


modificada genéticamente que no sintetiza el receptor PAC1 en neuronas
noradrenérgicas. En estos ratones también hemos realizado una secuencia
experimental similar y hemos observado una disminución en las respuestas

173
ansiosas en diferentes modelos animales (laberinto en cruz elevado y caja
blanca/negra). Estos resultados apoyan la hipótesis de que el sistema
noradrenérgico participa en las respuestas ansiolíticas observadas en los
ratones PAC1.

Se ha descrito la presencia de terminales nerviosos ricos en PACAP y VIP en


el núcleo del lecho de la estría terminal lateral el cual recibe abundantes
proyecciones noradrenérgicas (Koves et al., 1991; Kozicz et al., 1997). Este
área cerebral está involucrada en la modulación de las respuestas al estrés a
través de sus conexiones hipotalámicas y sobre otros centros implicados en el
control de las emociones (Sawchenko & Swanson, 1983). Los terminales
axónicos que expresan PACAP o VIP conectan con neuronas inmunoreactivas
al CRF, encefalina y dopamina (Kozicz et al., 1998). En acuerdo con esta
localización, la administración de PACAP intracerebroventricular produce un
incremento en la expresión de CRF en las neuronas parvocelulares del núcleo
paraventricular del hipotálamo (Grinevich et al., 1997).

La observación de que la conducta emotiva y locomotora de los ratones


deficientes en el péptido PACAP y receptor PAC1 está modificada de una
manera similar, sugiere que la interacción PACAP-PAC1 participa de una
manera importante en el control de estas respuestas. Sin embargo, no se
puede descartar una participación de los receptores VPAC1 y VPAC2, ambos
activados por PACAP y VIP.

La variación en la actividad locomotora a lo largo del ritmo circadiano también


fue evaluada en los ratones PAC1. Diferentes estudios han descrito un papel
del VIP y PACAP en la regulación del ritmo circadiano (Hannibal et al.,
1997;Piggins et al., 1995). Así, en el núcleo supraquiasmático se ha observado
la expresión de receptores PAC1 y VPAC2, los cuales pueden jugar un papel
en el control del ritmo circadiano (Hannibal et al., 2001; Shen et al., 2000). Sin
embargo, patrón de la actividad locomotora circadiana no resultó modificado en
los ratones PAC1. Estudios en ratones modificados genéticamente han
demostrado que el receptor VPAC2, pero no el PAC1, es esencial en el control
del ritmo circadiano. Así, ratones transgénicos que sobreexpresan el receptor
VPAC2 presentan una resincronización del ritmo más rápida que en los
animales control cuando se varía el ciclo luz-oscuridad (Shen et al., 2000).

174
Además, ratones deficientes en el receptor VPAC2 son incapaces de mantener
un ritmo circadiano normal. Este fenotipo conductual está asociado con una
descoordinación en la expresión de genes implicados en el funcionamiento del
sistema regulador circadiano en el núcleo supraquiasmático (Harmar et al.,
2002).

Por otra parte, hemos estudiado el papel del receptor PAC1 en el desarrollo de
la tolerancia al etanol. Se había descrito anteriormente que la mutación en un
péptido de naturaleza similar al PACAP en la mosca D. Melanogaster producía
una disminución en la tolerancia a los efectos producidos por la inhalación de
vapores de etanol (Moore et al., 1998). Sin embargo, en ratones PAC1, la
respuesta tras la administración de etanol fue similar a la observada en los
ratones salvajes. Posiblemente, la distancia filogenética que separa a la mosca
D. Melanogaster del ratón pueda explicar estas diferencias. No obstante,
interacciones entre el sistema del péptido PACAP y el etanol han sido descritas
en el ratón. Así, se ha observado que la administración aguda de etanol es
capaz de incrementar la expresión del mRNA del receptor PAC1 en cultivos
celulares (He et al., 2002). Igualmente la administración de PACAP
intracerebroventricular es capaz de disminuir la respuesta hipotérmica
producida por etanol (Szabo et al., 1998).

El papel del receptor PAC1 en el control de las respuestas nociceptivas basales


y los efectos antinociceptivos de la morfina también se investigó en estos
ratones knockout. No se observaron diferencias entre genotipos en las
respuestas nociceptivas basales en los test de inmersión de la cola, presión en
la cola y placa caliente. Sin embargo, el número de contorsiones producidas
por la administración intraperitoneal de ácido acético fue menor en los ratones
PAC1. Los ratones deficientes PAC1CaMKCre2 también fueron testados en este
último modelo, pero no observamos diferencias entre genotipos. Estos
resultados sugieren que la modulación de la respuesta nociceptiva en el test
del ácido acético está mediada por receptores PAC1 localizados en otras áreas
cerebrales diferentes del hipocampo o la corteza frontal, o en neuronas
sensoriales periféricas. Estos resultados están en concordancia con los
obtenidos mediante el uso de una cepa diferente de ratones deficientes en el
receptor PAC1 (Jongsma et al., 2001). En dicho estudio, se observaron

175
diferencias en el umbral nociceptivo en el modelo de dolor químico/inflamatorio
de la formalina, pero no en modelos de dolor mecánico o térmico.

Los efectos antinociceptivos producidos por la administración aguda de morfina


tampoco resultaron modificados en los ratones PAC1. Sin embargo, estudios
farmacológicos han descrito que la administración de VIP o PACAP disminuye
el efecto analgésico de una dosis aguda de morfina (Macsai et al., 1998;
Macsai et al., 2002), sugiriendo que posiblemente los receptores VPAC1 y
VPAC2 estén involucrados en dichos efectos de la morfina.

Tampoco observamos diferencias entre genotipos en la sensibilización a los


efectos locomotores ni en la preferencia de plaza condicionada a la morfina.
Diferentes interacciones han sido descritas entre el PACAP y ciertos sistemas
de neurotransmisores implicados en estos efectos de la morfina, como la
dopamina y el glutamato. El péptido PACAP es capaz de estimular la actividad
tirosina-hidroxilasa en homogenizados provenientes del núcleo accumbens de
rata (Moser et al., 1999), pero se desconoce los mecanismos implicados en
dicha respuesta. Asimismo, la administración de PACAP promueve la síntesis
de dopamina en cultivos de células cromafinas adrenales (Houchi et al., 1995).
Dicho efecto estimulador del PACAP no fue revertido mediante la inhibición de
la actividad proteína quinasa C, por lo que no se puede descartar una
participación de los receptores VPAC1 y VPAC2. El PACAP también activa el
sistema dopaminérgico tuberoinfundibular (Arbogast & Voogt, 1994; Anderson
& Curlewis, 1998). Por otra parte, el PACAP puede incrementar la velocidad
máxima de recaptación de glutamato por la astroglía promoviendo la síntesis
de transportadores de glutamato y del enzima glutamina sintasa. El VIP solo
produce este efecto a dosis elevadas sugiriendo una participación del receptor
PAC1 (Figiel & Engele, 2000). Así mismo, VIP y el PACAP potencian la
expresión de c-fos inducida por glutamato en cultivos de neuronas corticales
(Martin et al., 1995) y el glutamato disminuye la formación de AMPc inducida
por PACAP en el hipocampo y otras áreas cerebrales (Kondo et al., 1995). La
ausencia de modificación en la sensibilización locomotora y la preferencia de
plaza inducidas por morfina en estos animales knockout podría ser debida a la
moderada expresión de PAC1 en el sistema mesolímbico dopaminérgico.
Tampoco podemos descartar una participación predominante de los receptores

176
VPAC1 y VPAC2 en el control de estos sistemas. En este sentido, las neuronas
que sintetizan dopamina en el núcleo del lecho de la estría terminal y en el
núcleo central de la amígdala están inervadas por terminales axónicos que
contienen VIP (Kozicz, 2003).

La única respuesta a la morfina modificada en los ratones PAC1 fue el


síndrome de abstinencia desencadenado por naloxona, que resultó
incrementado. En acuerdo con este resultado, la administración
intracerebroventricular de PACAP disminuyó las manifestaciones
comportamentales de la abstinencia morfínica. En los ratones knockout
controles, tratados únicamente con suero fisiológico, la administración de
naloxona también precipitó la aparición de ciertas respuestas somáticas
similares a la abstinencia opioide. Sin embargo, se ha descrito recientemente
que la administración intracerebroventricular de PACAP produce un incremento
en la respuesta de salto tras la administración de naloxona en ratones
dependientes a la morfina, por un mecanismo que implica la activación de los
receptores PAC1, ya que el VIP no produce estos efectos (Macsai et al.,
1998;Macsai et al., 2002).

Nuestros resultados hacían suponer que la ausencia del receptor PAC1 podría
incrementar la sensibilidad de las neuronas del locus coeruleus a los opioides
endógenos. El péptido PACAP estimula la síntesis y/o secreción de met-
encefalina a través de la activación de los receptores PAC1. Una disminución
en la concentración de met-encefalina produciría en consecuencia un
incremento en la expresión o la afinidad de los receptores opioides localizados
en el locus coeruleus. En acuerdo con esta hipótesis, un incremento en la
sensibilidad a la met-encefalina fue observada en neuronas del locus coeruleus
de ratones deficientes en el receptor PAC1. Sin embargo, estas diferencias
desaparecían en los ratones knockout tratados con morfina. Esta observación
sugiere que el sistema PACAP regula las manifestaciones somáticas del
síndrome de abstinencia morfínico mediante un mecanismo que no implica la
actividad opioide endógena en el locus coeruleus. La actividad de este núcleo
está controlada por aferencias glutamatérgicas que parten del núcleo
paragigantocelular. Como se ha descrito anteriormente, el péptido PACAP
puede incrementar la recaptación de glutamato mediante un mecanismo

177
dependiente de PAC1. Sin embargo, una sobreregulación del sistema adenilato
ciclasa/AMPc en las neuronas del locus coeruleus y en otras áreas cerebrales
producida como posible mecanismo compensatorio de la falta del receptor
PAC1 no puede ser descartada. En este sentido, un incremento en la actividad
adenilato ciclasa ha sido descrita en el locus coeruleus durante el síndrome de
abstinencia morfínico (Nestler, 1992).

Finalmente, investigamos el papel del receptor PAC1 en la generación del


fenómeno de LTP así como en los procesos de memoria y aprendizaje,
mediante el uso de ratones knockout PAC1 y PAC1CaMKCre2. La LTP es una
forma de plasticidad neuronal que está involucrada en los procesos de
almacenamiento de memoria. En el hipocampo se han descrito dos
mecanismos diferentes para inducir este proceso, diferenciados en el tipo de
receptor glutamatérgico involucrado así como en el lugar de inducción del
fenómeno. Así, en las vías perforante y de Schaffer la LTP se inicia en la
neurona postsináptica. Su inducción requiere la activación de los receptores
glutamatérgicos tipo NMDA y la concomitante entrada de Ca2+ en el interior
celular. Sin embargo, en la vía de las fibras musgosas, la LTP es inducida a
nivel presináptico, se requiere la presencia de Ca2+ a nivel presináptico pero no
la activación de receptores NMDA (Nicoll & Malenka, 1995).

Diferentes estudios han descrito que el péptido PACAP tiene la capacidad de


modular los procesos de memoria actuando en diferentes zonas del
hipocampo. Sin embargo, la presencia de receptor PAC1 solo ha sido descrita
a nivel presináptico en el giro dentado (Otto et al., 1999), por lo que el resto de
acciones a nivel hipocampal estarían mediadas por los receptores VPAC1 y
VPAC2. Diferentes estudios sugieren que las fibras musgosas están implicadas
en los procesos de aprendizaje espacial (Lassalle et al., 2000; Czeh et al.,
2001). No obstante, ratones modificados genéticamente deficientes en las
isoformas Cβ1 y RIβ de la PKA son incapaces de generar una LTP en las fibras
musgosas, pero mantienen la capacidad de aprender tareas de aprendizaje
espacial (Huang et al., 1995). En nuestro trabajo se demuestra que el receptor
PAC1 es imprescindible para la generación del fenómeno de LTP a nivel de las
fibras musgosas. La observación de que la administración de PACAP
incrementa la actividad de las sinapsis en el giro dentado apoya esta hipótesis

178
(Kondo et al., 1997). La activación del receptor PAC1 sería pues necesaria
para activar la PKA e incrementar los niveles de Ca2+ a nivel presináptico, que
son requeridos para la generación de la LTP en las fibras musgosas. En
acuerdo con esta hipótesis el péptido PACAP puede modular las
2+
concentraciones de Ca en el citosol en cultivos de células hipocampales
(Tatsuno et al., 1992).

La inhibición en la generación de la LTP en las fibras musgosas produce


déficits en el aprendizaje en los ratones knockout PAC1 y PAC1CaMKCre2. Estos
ratones presentaron una disminución en el aprendizaje contextual en el modelo
de miedo condicionado, cuando fueron reexpuestos a la caja donde recibieron
las descargas eléctricas. Sin embargo, ambos genotipos aprendieron la
asociación entre el tono y la descarga eléctrica. No se observaron diferencias
entre genotipos en el modelo de la piscina de Morris. El aprendizaje en el
modelo de miedo condicionado puede estar influido por los niveles de
ansiedad, el umbral nociceptivo y la actividad locomotora. No obstante, estos
parámetros no parecen jugar un papel importante pues influirían tanto en el
aprendizaje contextual como en el asociativo. Además, se observan las mismas
respuestas en los ratones deficientes PAC1 y PAC1CaMKCre2.

En concordancia con nuestros resultados, un estudio realizado en otra cepa de


ratón deficiente en el receptor PAC1 observó también un déficit en el
aprendizaje contextual en el test de miedo condicionado, pero no en otros
modelos de aprendizaje (Sauvage et al., 2000). Sin embargo, estas diferencias
únicamente fueron observadas en el tercer minuto tras ser expuestos al mismo
contexto, sugiriendo que estos ratones deficientes en el receptor PAC1 son
capaces de formar una asociación entre el contexto y las descargas eléctricas,
pero extinguen la respuesta más rápido.

- Estudio de la participación del sistema opioide endógeno en la


modulación de las respuestas nociceptivas en diferentes modelos
animales:

En una última secuencia experimental, hemos evaluado las respuestas


nociceptivas basales en ratones knockout deficientes en los receptores

179
opioides μ, δ o κ, así como en dobles y triples knockouts, utilizando diferentes
modelos animales que implican una estimulación térmica, mecánica o química.
En la mayoría de los tests, se observó una diferencia en el umbral nociceptivo
dependiendo del sexo utilizado. Cambios hormonales, en la actividad de los
receptores opioides y en la capacidad de activación del eje HPA pueden estar
involucrados en estas diferencias (Kepler et al., 1989; Berkley, 1997).

Nuestros resultados indican que los receptores opioides μ están implicados en


el control nociceptivo en el test de la placa caliente, presión en la cola y en la
fase temprana del test de la formalina, sugiriendo un control sobre estímulos
dolorosos de naturaleza térmica, mecánica y química. Sin embargo, no se
observaron diferencias en el test de inmersión de la cola en los animales
deficientes en receptores opioides μ. Este resultado sugiere que estos
receptores opioides modulan la transmisión del dolor producido por un estímulo
térmico mediante un mecanismo predominantemente supraespinal. En acuerdo
con nuestros resultados los ratones deficientes en el precursor de las
encefalinas, que presentan una alta afinidad por los receptores δ y μ, también
muestran una disminución en el umbral nociceptivo en el modelo de la placa
caliente (Konig et al., 1996).

Los resultados obtenidos en ratones deficientes en el receptor opioide δ


muestran una implicación de este receptor en el control de las respuestas
mecánicas en el test de presión de la cola y en la respuesta infamatoria en la
fase tardía del test de la formalina. La actividad del sistema opioide endógeno
se estimula durante el desarrollo de un proceso inflamatorio, tanto a nivel del
sistema nervioso central como en células del sistema inmune (Stein et al.,
2001b). Estudios farmacológicos han descrito un papel importante del receptor
opioide δ en la modulación de estas respuestas (Qiu et al., 2000b). Así, ratones
deficientes en el receptor μ mostraron una recuperación más rápida a los
efectos hiperalgésicos producidos por la administración de adyuvante de
Freund. Sin embargo, está recuperación se bloqueó tras la administración del
antagonista selectivo δ opioide, naltrindol. Además, estos ratones μ knockout
presentaron una respuesta analgésica mayor tras la administración de
agonistas δ opioide (Qiu et al., 2000b).

180
El receptor κ parece estar implicado en el control espinal de las respuestas
ante estímulos térmicos, aunque este efecto fue tan solo observado en ratones
hembra. Estudios realizados en ratones deficientes en el péptido prodinorfina
apoyan esta hipótesis. Así, estos ratones mostraron una disminución en la
latencia de respuesta en el test de inmersión de la cola, sin mostrar diferencias
en el test de la placa caliente (Wang et al., 2001). Sin embargo, la respuesta en
el test del ácido acético tampoco resultó modificada en los ratones deficientes
en prodinorfina (Wang et al., 2001), mientras que los ratones deficientes en el
receptor κ (Simonin et al., 1998), los dobles mutantes μ-κ y los triples mutantes
μ-δ-κ presentan una hiperalgesia en este último modelo de dolor.

Nuestros resultados confirman la existencia de un tono opioide endógeno


implicado en el control de determinados estímulos nociceptivos. Los resultados
obtenidos en las diferentes líneas de ratones knockout muestran una
implicación diferente de cada receptor opioide en las diversas modalidades de
dolor.

Aunque los ratones deficientes en un receptor opioide son aparentemente


normales, podrían existir cambios adaptativos en otros componentes del
sistema opioide con la finalidad de contrarrestar la falta del receptor. Sin
embargo, hasta el momento estos cambios compensatorios no se han
observado en ninguna de las líneas de ratones deficientes en los receptores
opioides (para revisión ver, Kieffer & Gaveriaux-Ruff, 2002).

Aunque el sistema opioide endógeno juega un papel importante en la


modulación de los estímulos nociceptivos, los resultados obtenidos en los triple
mutantes deficientes en todos los receptores opioides muestran cambios de
una magnitud limitada. Estos resultados sugieren que otros sistemas
endógenos juegan también un papel importante en el control de las respuestas
nociceptivas inducidas en estos modelos experimentales.

181
CONCLUSIONES
El trabajo realizado durante esta Tesis Doctoral ha permitido extraer las
siguientes conclusiones sobre el papel de los sistemas cannabinoide, opioide y
del péptido PACAP en el control de diferentes respuestas fisiológicas y en el
desarrollo de fenómenos de adicción a drogas de abuso:

1. La supresión del receptor cannabinoide CB1 produce un incremento


en la agresividad y en las respuestas de tipo ansioso y depresivo.

2. La disrupción funcional del receptor cannabinoide CB1 mejora el


aprendizaje y la memoria en diferentes modelos animales.

3. La supresión del receptor cannabinoide CB1 suprime los efectos


reforzantes de la morfina, pero no modifica los efectos
disfóricos/aversivos asociados al síndrome de abstinencia a esta
droga.

4. Los efectos gratificantes de la cocaína no están modificados en los


ratones deficientes en el receptor cannabinoide CB1.

5. La sensibilización a los efectos locomotores de la morfina resultaron


modificados, pero no así los de la cocaína, en los ratones deficientes
en el receptor cannabinoide CB1.

6. La supresión del receptor PAC1 produce un incremento en la


actividad locomotora y una disminución en las respuestas de tipo
ansioso. Estas respuestas están mediadas por receptores localizados
en áreas diferentes al hipocampo o la corteza frontal.

7. El ritmo circadiano y la tolerancia al etanol no están modificados en


ratones deficientes en el receptor PAC1.

8. La supresión del receptor PAC1 produce una disminución en las


respuestas nociceptivas de tipo químico visceral. Estas respuestas
están mediadas por receptores localizados en áreas diferentes al

183
hipocampo y la corteza frontal. No obstante, las respuestas
nociceptivas basales en modelos de la inmersión de la cola, retirada
de la cola y placa caliente no resultaron modificadas.

9. Las respuestas antinociceptivas y la manifestación de los efectos


reforzantes de la morfina no están reguladas por el receptor PAC1.
Sin embargo, la disrupción funcional del receptor PAC1 produce un
incremento en las manifestaciones somáticas del síndrome de
abstinencia físico a la morfina.

10. La supresión de la actividad del receptor PAC1 en las fibras


musgosas del hipocampo impide el desarrollo del fenómeno de LTP.
Los ratones deficientes en el receptor PAC1 presentan un déficit en
el aprendizaje contextual.

11. Existe un tono opioide endógeno involucrado en el control


nociceptivo. La supresión de los receptores opioides μ, δ y/o κ
produce alteraciones específicas en las respuestas nociceptivas
producidas por determinados estímulos. Este resultado sugiere un
papel diferencial de cada receptor opioide en el control de los
estímulos nociceptivos de origen térmico, mecánico y químico.

184
ANEXO

185
Filliol D, Ghozland S, Chluba J, Martin M, Matthes HW,
Simonin F, Befort K, Gavériaux-Ruff C, Dierich A, LeMeur M,
Valverde O, Maldonado R, Kieffer BL.
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