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VERDADES Y ERRORES
ACERCA DE LA JUSTIFICACIÓN
Y LA SANTIFICACIÓN
Leroy E. Beskow
2004
2
CONTENIDO
Clave de abreviaturas………………………………......... 3
Introducción……………………………………………....... 4
LA JUSTIFICACIÓN
La influencia griega en la salvación……………….......... 5
La salvación en la historia de nuestra iglesia………...... 6
Por qué la salvación es por la fe………………….......… 7
La fe y las obras……………………………………........... 9
¿Qué obra en la justificación "la fe que obras"….......… 9
Somos justos por obedecer la ley, no por guardarla...... 11
Una advertencia a los laodicenses que buscan la
justificación…………………………………....................... 12
…...
¿Una justificación que nos hace justos, o sólo
declarados?.................................................................... 12
............
La justificación bíblica…………………………..……....... 14
Qué es pecado……………………………………..…....... 15
¿La justificación es puntual y diaria o única y
gradual?.......................................................................... 20
.....
¿Una salvación insegura y pesimista?........................... 24
Una salvación por dos reconciliaciones………....……... 24
¿La salvación se cumple en tres etapas?...................... 25
La salvación y la Biblia……………………………..…...... 26
Conclusión…………………………………………..…....... 27
LA SANTIFICACIÓN
Qué es la santificación……………………………..…...... 27
La santificación según la Biblia……………………......... 28
Cuándo se inicia la santificación………………...........… 29
Las enseñanzas del santuario con relación a la
santificación…………………………………......... 30
…..................
¿Por qué el proceso de la santificación es tan lento?.... 31
El propósito de la santificación………………..……........ 32
Los frutos de la santificación……………………....…...... 33
Los héroes de la fe y la santificación…………..….....…. 34
3
CLAVE DE ABREVIATURAS
por orden de aparición
INTRODUCCIÓN
Nuestro Salvador aseguró: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo...
entonces vendrá el fin” (Mat. 14:14). Habla aquí de “este evangelio”, del verdadero. Y el Señor no
vendrá antes que se ilumine toda la tierra con la verdad tal cual se lee en las Escrituras. Elena G.
de White escribió estas sorprendentes declaraciones:
“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más
claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada... El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar
de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de
Dios que terminará la obra del tercer ángel”.1
Pero todavía no estamos en ese tiempo, porque Elena G. de White nos dice: “Jesús no
puede venir todavía a la tierra. Ellos los que dicen poseer la luz de la verdad tienen que soportar
mayores pruebas por él. Deben renunciar a tradiciones y errores recibidos de los hombres y
volverse por completo a Dios y su Palabra”.2
Es muy cierto que nuestro pueblo sigue la verdad más de cerca que cualquier otra iglesia
cristiana. Pero no de toda la verdad. Por eso nos encontramos aquí reconociendo que somos
falibles, pero con el sincero deseo de seguir la verdad con todo el corazón.
El autor
1
Todo el énfasis en negrita es y será mío.
Elena G. de White, Joyas de los Testimonios, (Bs. As., ACES, 1956), pp. 373, 374. En adelante será (JT).
2
, Primeros Escritos (PE), (M. V., Pub. Interamericanas, 1962), p. 243. . Esta amonestación fue dirigida
primeramente a los adventistas de mediados del siglo XIX. Pero la cita anterior, escrita en 1900, nos dice claramente que el
fin del tiempo de gracia todavía no se puede cumplir por esta causa. Por eso también se tarda la venida de Cristo.
5
LA JUSTIFICACIÓN
b) El gnosticismo y el nicolaísmo, una rama del gnosticismo (Apoc. 2:6,15), fueron los que
introdujeron la filosofía platónica en el cristianismo. Ellos enseñaban que el hombre debe liberarse
del pecado de la materia por medio de la “gnosis”, la iluminación mística. Creían que Cristo no se
encarnó realmente sino en “apariencia”, o sólo en forma “semejante” a la carne del hombre (¿Juan
1:14; Heb. 2:14?). Por eso decían que pudo mantenerse puro.
c) Según Elena G. de White, el pecado de los nicolaítas era que cambiaban “la gracia de
Dios por lascivia”,1 enseñando que eran “hombres salvados en sus transgresiones”, porque decían
que es imposible guardar la ley mientras se viva en un cuerpo (Juan 15:5). Por eso concluyeron
que en la santificación Cristo “cumple la ley por nosotros” (“fulfils the law for has”)2 desde hace
tres décadas algunos de nuestra iglesia se inclinan hacia esta enseñanza.
d) Tertuliano (c, 160-220) fue el primer escritor de los llamados “padres de la Iglesia” que
habló de un pecado original que pasó a toda la humanidad. Luego Orígenes (s. III d.C.) sostuvo la
preexistencia del alma humana, y que ésta necesitaba antes del Edén una gracia especial de Dios
para no pecar. Puso así los fundamentos de la doctrina del pecado original.
e) Agustín de Hispona (s. V), que fue maniqueísta (secta gnóstica) y nunca se libró de su
influencia, creyó como Orígenes la necesidad de una “gracia previniente” para todas las almas,
confirmando en el cristianismo esta doctrina del pecado original y al bautismo infantil que libra al
hombre del pecado de nacer con un cuerpo material.
f) Lutero (s. XVI) fue un gran admirador de Agustín. Por eso creía que mientras el creyente
viva en el cuerpo, no será justificado verdaderamente hasta la resurrección. Sólo podrá ser
justificado legalmente, quedando pecador como antes, pero “justo” por declaración. Para él el
justificado es el que siente “incertidumbre” de estar realmente justificado, y certeza de que sigue
siendo “pecador”.3 Para él el hombre es como un “burro” manejado por la Deidad, sin ninguna
capacidad para cooperar con él en el crecimiento espiritual. Por eso le restó importancia al proceso
de la santificación; y originó la frase sola fide (sólo por fe), rechazando a Santiago como inspirado. 4
g) Calvino (s. XVI): Su teología fue más lejos que la de Lutero, porque sostenía que al
recibir en la cruz nuestros pecados, Cristo no se hizo pecado como la “serpiente” en el madero,
(¿Juan 3:14?). Y fue “totalmente puro a pesar de la sustitución”, porque creía que entonces no
hubiera podido ser nuestro Sustituto perfecto (¿2 Cor. 5:21?). 5 Enseñaba la unio mystica con
1
———— , Review and Herald (RH), 7 de junio de 1887.
2
, Signs of the Times (ST), 25-II-1897.
3
Bonifac A. Willens, Soteriología. Desde la Reforma hasta el presente (S), (Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
1973), pp. 6,10.
4
Williston Walker, Historia de la iglesia cristiana (HIC), (Buenos Aires, Casa Unida de Publicaciones, 1957), pp. 335-
353.
5
S, p. 25.
6
Cristo del misticismo de Agustín, valiéndose de la expresión “en él”. Si Pablo dice que llegamos a
ser “hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21), pensaba que no es porque nos hace justos, como
dice Pablo, sino que llegamos a serlo por estar “en él”, que es justo (vera et substantialis
communicatio). Así que sostenía “una consustancialidad con Cristo entendida de forma panteísta”. 1
A diferencia de Lutero, creía en una gracia doble (justificación y santificación); y también en una
doble predestinación para la vida y para la condenación.
h) Arminio (s. XVII) y Wesley (s. XVIII) se opusieron a Lutero y Calvino porque se habían
dejado llevar por la influencia platónica y agustiniana. Y rechazaron como exagerada la completa
inutilidad del hombre caído para cooperar con Dios en la santificación, mediante el uso del poder
de la voluntad. Pero esta oposición al platonismo llevó a los wesleyanos al error de la “carne
santa”.
b) Con el mensaje de los pastores Jones y Waggoner , este error llevó desde 1888 a la
primera crisis adventista acerca de la salvación.
c) Elena G. de White se sintió tan feliz por la claridad del mensaje, que llegó a pensar que
el fuerte pregón del tercer ángel ya estaba por iniciar su bendita obra. 2
■ Los errores:
(1) Cristo vino como “hombre pecador”, es decir con “todas las debilidades y las
tendencias pecaminosas” 5.
(2) La ley en Gálatas 3 es sólo el Decálogo. Por eso estamos libres de guardarlo.
(3) La santificación nos lleva a la impecabilidad antes del sellamiento perfeccio-
nismo.
e) Finalmente Elena G. de White dijo que “ninguno de los dos [oponentes: Waggoner y
Butler] tienen toda la luz sobre la ley; ninguna de las dos posiciones es perfecta” 6
1
Ibíd., p. 28.
2
E. de White, Testimonios para los Ministros (TM), (Bs. As., CES, 1961), p. 89.
3
E. J. Waggoner, Christ and His Righteousnes (CHR), (Oakland, P.P.P.A., 1890), p. 66.
4
RH , 17 de agosto de 1897.
5
CHR , pp. 26,27.
6
E. de White, Carta, 21, 1888, citado por Arthur L. White, Elena de White, mujer de visión, (Bs. As., ACES, 2003), p.
255.
7
naturaleza humana de Cristo, y los protestantes dijeron que nuestra doctrina era “satánica”. Esto
llevó a la Asociación General a corregir el libro: “Seventh day Adventists Answer Questions on
Doctrine” (Los Adventistas Responden a Preguntas Sobre Doctrina). El pastor M. L. Andreasen no
estuvo de acuerdo con los cambios ofrecidos, llevando con el apoyo de otros teólogos a la segunda
crisis de nuestra iglesia.
i) El segundo error de LaRondelle fue negar lo que Elena G. de White había aceptado
desde 1888 con tanta alegría, respecto a la justificación bíblica “más abarcante”. 1 Y la justificación
adventista retrocedió acercándose a la tan difundida justicia única y sólo legal, para atribuirle otra
vez la limpieza y la salvación interna, no a la misma justificación puntual de la conciencia, sino al
lento proceso de la santificación (¿Rom. 6:22?). Por eso para él la salvación es una justificación
que necesita al mismo tiempo de la vida de santificación (santificación romana). Justamente, por
este error no pudo encontrar apoyo en la pluma inspirada, 2 y lo buscó en Calvino.3
k) Últimamente surgió una posición que asegura que el mensaje del Testigo Fiel a la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, no incluye el tema de la justificación por la fe, señalado en Apocalipsis
3:18. Cree que esta parte del mensaje a Laodicea es para las demás iglesias cristianas. Así
desconoce las advertencias de los Testimonios; 5 niega al Testigo Fiel de que en nuestra iglesia hay
una crisis por el tema de la salvación (Apoc. 3:17,18); y al dividir el mensaje para aplicarlo a
nosotros sólo desde el verso 19, no sabe señalar en forma definida a qué se refiere el Señor
cuando dice que debemos arrepentirnos, ya que todos pecamos y nos arrepentimos diariamente
por cometer diversas faltas.
l) Esta crisis ha llevado a algunos a preguntarse sorprendidos: “¿Podemos ser
considerados aún el pueblo de la Biblia?” El Dr. Robert R. Timm ha dividido la historia de la
1
————, El Discurso Maestro de Jesucristo (DMJ), (Mountain View, California, Publicaciones Interamericanas,
1964), p. 97.
2
Ella decía: “Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la
santificación” : citado por Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (CBA), v. 7, (Boise, Idaho, Pub.
Interamericanas, 1990), p. 920). Regresaremos a esto en la santificación.
3
Hans K. LaRondelle, Doctrina de la salvación, (Libertador San Martín, Sem. Adventista Latinoamericano de
Teología, 1982), p. 20, citando a Calvino, Institutes, III, 16,1.
4
E. de White, Fe y obras (FO), (Buenos Aires, ACES, 1984), p. 51.
5
————, Mensajes selectos (MS), vol. 2, (M.V., Pub. Interamericanas, 1967), pp. 75,76.
8
soteriología adventista en dos partes: El período de énfasis bíblico-doctrinal hasta principios de los
años 80, y el período actual de énfasis bíblico-relacional (1981). Así el péndulo espiritual pasó
del “formalismo doctrinal al del existencialismo subjetivo”.1
b) Por nuestro padre Adán heredamos las consecuencias del pecado, pero también dones
de Dios que son indispensables para la vida. Como ser el instinto de conservación de la vida, el
deseo de superación, la atracción por lo bello, etc. Entre los dones que heredamos está también la
fe natural, que sin ella nadie podría vivir mucho tiempo. La pluma inspirada dice que esta fe, “es
necesaria tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores de la vida”. Y se diferencia de
la fe religiosa porque “es el medio por el cual la verdad y el error encuentran abrigo en la mente”. 5
Santiago afirma que todos, incluso Satanás podemos tener esta fe. Él cree tanto en la
Biblia que tiembla porque sabe lo que le espera (Sant. 2:19), a pesar que ya ha pecado contra el
Espíritu Santo. Elena G. De White escribió:
“Algunos suponen... que no pueden tener fe a menos que sientan el poder del Espíritu”. 6
Pero recordemos que la fe es un “acto de la mente”; “es un don de Dios, pero el poder para
ejercitarla es nuestro”.7 Ella no niega aquí la necesidad del Espíritu Santo para tener esta fe, sino
que nos hace entender que la fe no depende enteramente de él, sino de una obra de cooperación.
Por eso la fe viene por medio de la lectura de la Palabra de Dios (Rom. 10:17). Si fuera una obra
sólo del Espíritu no necesitaríamos el apoyo de la Biblia.
La fe salvadora es la misma fe natural, pero sólo se la obtiene con la ayuda del Espíritu
Santo, porque naturalmente nadie puede entender ni buscar a Dios (Rom. 3:10,11).
c) Ahora bien. Si llegamos a saber que debemos devolver los diezmos a Dios y llegamos a
la conclusión de que debemos hacerlo, es por un acto de “fe”. Pero con eso no estamos
devolviendo los diezmos. Pensar no es hacer; por eso está la conocida frase: “Del dicho al hecho
hay mucho trecho”. Y es por eso que Santiago recomienda que la fe sea acompañada con las
obras, a fin de que pueda ser perfeccionada (Sant. 2: 22,24).
d) Lutero creía que si la justificación no es “por obras”, como dice Pablo, entonces
concluyó que se la obtiene únicamente por un acto de fe. Por eso cambió la frase bíblica “por la fe”
en “sólo por la fe” (sola fide), negando como inspirado el libro de Santiago, porque dice: “no
solamente por la fe” (Sant. 2:24). La Hna. White dice que éste fue uno de los “ graves errores” de
Lutero y de la Reforma,8 que llevó al protestantismo a la muerte espiritual (Apoc. 3:1). Pablo
escribió “no por obras” a los judaizantes que decían salvarse por ellas. En cambio Santiago
escribió para todos, que no creen en ese error pero evitan hacer algo por Cristo.
1
Alberto R. Timm, “¿Podemos ser considerados aún el pueblo de la Biblia?”, Revista Adventista (RA), (Madrid, Edit.
Safeliz, año 29, enero 2003, Nº 377), pp. 3,4.
2
MS, 1: 406..
3
, Testimonios selectos (TS), v. 1, (Buenos Aires, Casa Editora Sudamericana, 1923), p. 124.
4
, El camino a Cristo(CC), (Buenos Aires, ACES, 1987), p. 51.
5
, Mente, carácter y personalidad (MCP), v 2, (Bs. As., ACES, 1990), pp. 552,558.
6
TS, 1:124.
7
PP, 458.
8
, Historia de la redención (HR), (M. V., Pub. Interamericanas, 1980), p. 370.
9
(2) Es fidelidad, lealtad a Dios y a sus principios (Rom. 3:3; Tit. 2:10).
(3) Es la doctrina, la creencia que Dios reveló (Hech. 6:7; 13:6-8; 14:22; Fil 1:27;
Sant. 2:1; Jud. 3).
e) Como ocurre con la fe natural, la fe religiosa en el plan de la salvación la fe
salvadora es una “convicción” que se basa en el conocimiento del pasado. Por eso viene de la
lectura de la historia sagrada y es fortalecida por ella (Rom. 10:17), y no sólo por la obra que
realiza el Espíritu Santo. Por lo tanto, si la fe se desarrolla mediante la cooperación con el Espíritu,
nadie puede excusarse diciendo que no tiene fe porque está esperando que el Espíritu se la
entregue.
4º La fe y las obras:
a) “La fe que obra por amor” (Gál. 5:6), es la que nos lleva a la salvación. No por obrar
(Efe. 2:9), sino porque la fe que salva no es sólo un cambio de actitud; una simple decisión que
mientras Cristo llama a la puerta le dice: “Sí, Señor, entra: Yo estoy aquí sentado”. El mensaje a los
laodicenses es que se levanten y abran la puerta (Apoc. 3:20). Los Testimonios dicen: “Todas
vuestras obras no pueden salvaros; sin embargo, es imposible que seáis salvos sin buenas
obras”.1 Pero “debemos preguntar con verdadera sinceridad: ¿Qué debo hacer para ser salvo?
Tenemos que saber con exactitud qué pasos estamos dando hacia el cielo”. 2
2ª posición: Son obras que se realizan después del perdón en la santificación. Pero
Santiago no dice que somos “santificados por las obras”, sino “justificados por las
obras” (Sant. 2:24)
3ª posición: “El apóstol Santiago vio los peligros que surgirían al presentar el tema
de la justificación por la fe [como lo destacó Pablo a los judaizantes], y trató de
demostrar que la fe genuina no puede existir sin las obras correspondientes”3
“No es el propósito del Espíritu de Dios hacer nuestra parte, ya sea en el querer
como en el hacer. Esta es obra del ser humano cuando coopera con los agentes di
vinos... Cristo no será un sustituto de nuestra actividad independiente, resultan
te de nuestra resolución y decidida acción”.4
La Hna. White comenta aquí Filipenses 2:12,13 cuando dice: “Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que en vosotros produce [mejor
dicho da poder (energeo) para que obremos] así el querer como el hacer por su
buena voluntad”. Por eso la Hna. White concluye: “La fe es un don de Dios, pero el
1
MS, 3:165.
2
, Recibiréis poder (RP), (ACES, 1995), p. 331.
3
CBA, 7:948.
4
MCP, 2:719.
10
d) Filipenses 2:12,13: Aquí Pablo pide: “Ocupaos en vuestra salvación... porque Dios es el
que produce así el querer como el hacer”. ¿Para qué ocuparnos si lo produce el Espíritu? Porque
5
————, Patriarcas y profetas (PP), (M. V., Pub. Interamericanas, 1955), p. 458.
2
, Manuscritos (Ms), 86, 1897.
3
, El Deseado de todas las gentes (DTG), (M. V., Pub. Inter., 1966), p. 626.
4
-----------, Manuscritos liberados, t. 6, p. 32, citado en Lecciones par la Escuela Sabática, (Bs. As., ACES,
abril-junio 2004), p. 80.
5
————, Recibiréis poder (RP), (Bs. As., ACES, 1995), p. 72.
6
————, Reavivamientos Modernos (RM), (Pub. Inter.., 1974), p. 34.
7
RH, 1º de abril de 1890.
8
————, Palabras de vida del gran maestro (PVGM), (Bs. As., ACES, 1960), p. 173.
11
este texto está mal traducido. “Produce”, en griego se lee ejnergevw (energeo), de ejnarghv"
(energés), que significa poder, energía, no obra. Y "ocupaos": (katergavzomai katergázomai)
significa "trabajar, producir, obrar" (Fil. 2: 12. Ver 2 Cor. 7:10; Rom. 4:15; 5:3)). Por lo tanto,
aunque no somos salvos por obras, quiere decirnos que debemos cumplir las condiciones en la
salvación gracias al poder del Espíritu. Somos nosotros los que debemos producirlo, gracias a
su poder. Por eso Filipenses 2:13 no contradice 4:13, donde dice que podemos hacer lo que Dios
pide porque nos “fortalece”. Si lo hiciera el Espíritu en nuestro lugar, no necesitaría fortalecernos
(Efe. 3:16; Col. 1:29).
La Hna. White dice que “la voluntad es el poder gobernante” del hombre que Dios entregó
a su control.1 Por eso Pablo pide que seamos “colaboradores suyos...en el día de salvación” (2
Cor. 6:1,2), y “colaboradores de Dios” en las obras de santificación (1 Cor. 3:8,9). Y cito estas
declaraciones inspiradas: “Los que rehusan cooperar con Dios en la tierra, no cooperarían con
él en el cielo. No sería seguro llevarlos al cielo”.2
“Dios no se propone llevar a cabo en lugar de nosotros el querer ni el hacer. Su gracia es
dada para obrar en nosotros el querer y el hacer, pero nunca como sustituto de nuestro
esfuerzo. Nuestras almas deben ser despertadas a este trabajo de cooperación”.3 Los que
siguen a Agustín no aceptan que el pecador pueda cooperar con Dios. Y los protestantes dicen que
esforzarse en Cristo es “legalismo”.
e) San Pablo habla de “obras dignas de arrepentimiento” en plural (Hech. 26:20). ¿Cuáles
son las otras? Además de obtener conocimiento del evangelio (“sabiduría: 1 Cor. 1:30), y
decidirnos a favor de la verdad con la ayuda del Espíritu de Dios consagrarnos al Espíritu, ya
vimos que debemos creer en Cristo y arrepentirnos, incluyendo el abandono momentáneo del
pecado. Antes de la justificación podemos dejar de pecar, como lo puede hacer un ladrón que deja
de robar por temor a ser descubierto. Pero todavía no estamos capacitados para librarnos del
pecado hasta el “sello del Espíritu”. Por último, morir al pecado confesando todo a Dios (Isa. 55:7;
Rom. 6:6,7; 1 Juan 1:9).
f) Debemos tener en claro que el abandono del pecado antes de la confesión, puede incluir
la devolución de lo robado y el arreglo por las ofensas al prójimo (Eze. 33:15,16; Mat. 5:23,24).
Jesús dijo: “Reconcíliate primero con tu hermano” (Mat. 5:24). Pero esto, cuando se lo puede
lograr enseguida. Hay peligro de postergar la reconciliación con Dios, teniendo a Satanás para
acusarnos. Por eso, en estos casos, como ocurrió con el ladrón arrepentido en la cruz, Dios cuenta
el sincero deseo de hacerlo como un hecho: “Cuando el pecador promete que obedecerá los
requerimientos de la ley, el Señor borra las manchas de su culpa y lo libera, y le da poder para
con Dios”.4
g) Pero, ¡cuidado!: Nunca pensemos que porque cumplimos con estas condiciones de fe y
obras de arrepentimiento, obtenemos méritos para el perdón de Dios, pues entonces Pablo nos
dirá: “No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:9).
b) ¿Se contradicen Pablo y Pedro, cuando dicen que “los hacedores de la ley serán
1
, Testimonies (T), tomo 5, p. 513.
2
PVGM, p. 262.
3
, Mensajes para los jóvenes (MJ), (M.V., Pub. Interamericanas, 1967), p. 145.
4
Ibíd., 3:173.
5
MS, p. 275.
12
justificados” (Rom. 2:13), “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad” (1
Ped. 1:22))? No. Elena G. de White responde: “Si bien debemos estar en armonía con la ley de
Dios, no somos salvados por las obras de la ley... no nos es posible guardar los mandamientos
de Dios sin la gracia regeneradora de Cristo”.1 Antes del perdón nadie puede guardar la ley, pero
sí puede obedecerla, buscando a Cristo para que pueda guardarla.
c) Como la expresión: las “obras de la ley”, significa guardar “la ley” (Gál. 2:21); y Pablo
dice de estas “obras”: “No por obras...creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efe. 2:9,10),
es claro que después de ser “creados en Cristo” en la justificación, los creyentes son capacitados
para mostrar en la santificación, “la obra de la ley escrita en sus corazones” (Rom. 2:15). En la
santificación, las “obras de la ley” dejan de ser meritorias de salvación, pues es el “fruto” de la
salvación, no su segunda parte (Rom. 6:22). Por eso no somos de la iglesia de Roma. Ya
volveremos a esto.
7º Una advertencia a los laodicenses que buscan la justificación:
El Testigo Fiel nos dice: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres... vestiduras
blancas para vestirte” (Apoc. 3:18). ¿No es gratuita la vestidura de salvación (Rom. 3:24; Isa.
61:10)?
a) Aunque Cristo nos perdona sin obras, porque la salvación es gratuita (Rom. 3:24), él
sólo lo hace bajo una condición. Y esta condición del pacto no es gratuita porque debemos
cumplirla nosotros, pagando “sin dinero” regalado por Dios (Isa. 55:1). La Hna. White lo dice así:
“Hay muchos en el mundo cristiano que pretenden que todo lo que es necesario para la salvación
es tener fe; las obras no significan nada… debemos hacer nuestra parte; debemos trabajar con
fidelidad, y producir frutos dignos de arrepentimiento”.2 Así que “todo aquel que espera ser
salvo por los méritos de la sangre de Cristo debe comprender que él mismo tiene algo que
hacer para asegurar su salvación”.3 Ya vimos que Cristo es el sustituto de la condena por nuestros
pecados. Pero no será sustituto de las condiciones del pacto que él nos pide para el perdón de los
pecados. La sierva del Señor nos dice:
“Muchos objetan el significado de esto, puesto que Cristo es presentado en las Escrituras
como un don. Él es un don, pero únicamente para aquellos que se entregan a él sin reservas, en
alma, cuerpo y espíritu [...] “La salvación es un don gratuito, y sin embargo ha de ser comprado y
vendido...El precio que se nos exige no es oro ni plata... Dios pide vuestra obediencia voluntaria
[al evangelio]. Él os pide que abandonéis vuestros pecados”.4 Estas condiciones no son
gratuitas.
c) ¿Cuánto vale el vestido de salvación? Jesús lo explica con la parábola del rey (Cristo) y
sus deudores (nosotros). 10.000 talentos (Mat. 18:24) equivalía a 60 millones de días de trabajo o
170.000 años (6.000 días por cada talento). El rey le perdonó porque sabía que semejante deuda
no podía ser pagada. Sin embargo, vimos que nuestras condiciones del “pacto eterno” se compran
“sin” ese dinero (sin el perdón: Isa. 55:1) que nos regala el Señor. Y es por una razón muy simple:
Nuestro arrepentimiento debe realizarse antes de recibir ese vestido gratuito.
1
FO, pp. 98,99.
2
RM, 1974, p. 34.
3
PP, p. 283.
4
PVGM, pp. 102,103.
5
Williston Walker, Historia de la iglesia cristiana (HIC), (Buenos Aires, Edit. La Aurora,1957), p. 339.
13
santificación por medio de la observancia de la ley moral y las buenas obras. Así que Lutero y los
teólogos de la Reforma relacionaron la justificación de un cambio interior con la salvación por las
obras.
b) Lo que se produjo en nuestra iglesia desde 1888 fue una verdadera revolución teológica,
porque la justificación que la Hna. White apoyó no encajaba con ninguna doctrina soteriológica
cristiana, y por eso era nueva desde los días del Pentecostés:
“Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener
la santificación... Justificación significa que la conciencia [note que no dice naturaleza, como
creen los católicos, sino sólo la parte consciente de nuestra mente], limpiada de obras muertas,
es colocada donde puede recibir la bendición de la santificación”.3
Pablo lo dice así: Cristo “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo” (Tito 3:5). La expresión original dice: dia; loutrou` paliggenesiva" (diá loutroú
paliggenesías). El vocablo diá, significa: a través de, mediante, por medio. Y loutroú, de loutrovn
(loutrón), es lavar en genitivo singular. Por lo tanto Pablo no dice que somos salvos “para el
lavamiento” de la santificación, sino justificados por medio del lavamiento, para llegar a la
santificación.
Roma dice que la justificación del bautismo no nos libra de una mala conciencia y de las
obras pecaminosas, sino de la naturaleza pecaminosa. Por eso no cree en una limpieza “de toda
maldad” (¿1 Juan 1:9?). Así que para el catolicismo no es un lavamiento de regeneración, porque
los malos pensamientos se lavan con buenas obras en la santificación. La Reforma decía que la
purificación de la justificación se cumplirá recién cuando dejemos el cuerpo; por eso somos
declarados justos pero seguimos pecadores sin cambio. Calvino decía que la justificación se
cumple por la santificación. Pero no sabía responder en qué momento de la vida Dios nos “limpia
de toda maldad”, sin caer en el error del perfeccionismo wesleyano. Note que ninguna doctrina
cristiana dice que somos limpios “de toda maldad” en la conciencia, por medio de la justificación (1
Juan 1:9; 2 Cor. 5:21; Rom. 12:2).
c) Elena G. de White dice que el cambio y la limpieza del pecado se producen en el perdón
antes de la santificación del perfeccionamiento: “Cristo no reviste el pecado con su justicia, sino
que elimina el pecado [habla de la conciencia, no de toda la naturaleza], y en su lugar imputa su
propia justicia”.4 “Sin la regeneración por medio de la fe en su sangre, no hay remisión de
pecados, ni tesoro alguno para el alma que pecare”. 5 Note que la declaración o imputación del
perdón se otorga si primero se produce el cambio.
“Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen... El perdón
de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el
perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. 6
1
E. de White, Cristo triunfante (CT), (Bs. As., ACES, 1999), p. 141.
2
MS, 3:216, 217.
3
CBA, 7:920.
4
————, Reflejemos a Jesús (RJ), (Bs. As., ACES, 1985), p. 205.
5
PVGM, p. 96.
6
DMJ, p. 97.
14
d) ¿Qué nos enseña el santuario?: David decía: “Lavaré en inocencia mis manos, y así
andaré alrededor del altar, oh Jehová” (Sal. 26:6). Ningún sacerdote podía iniciar ni terminar la
obra del altar del sacrificio símbolo de la justificación sin una limpieza en el lavatorio (Éxo.
30:20,21; Núm. 8:21,22). La relación justicia-limpieza se ve también cuando el sacerdote debía
lavar su “cuerpo con agua” antes de ponerse el vestido de justicia; oficiar por el perdón (Lev. 8;6,7;
16:4) y purificar con fuego lo que se podía quemar del animal sacrificado (Lev. 4:26). Esto se
realizaba en el atrio antes de entrar al lugar santo, porque en la tienda de la santidad nadie podía
lavarse ni ofrecer un sacrificio ((Éxo. 30:9)). Esta relación justificación-limpieza se encuentra
también en la “expiación”.
e) “Expiar” (heb. kippur, de kafar), significa perdonar, reconciliar, interceder, cubrir, rescatar,
pero sobre todo purificar (Éxo. 29:36,37; Lev. 12:7; 14:18-20,31,53; 15:15; 16:16; Núm. 8:6,7,21,
etc.). Esto explica por qué Pablo dice: “Nos salvó... por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). “Despojaos del viejo hombre... y renovaos en el espíritu
de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios” (Efe. 4:23,24).
f) Por eso los adventistas somos los únicos que entendemos que en Daniel 8:14 nitsdaq
(de tsadaq): justificar, vindicar (Gén. 6:9; Lev. 19:36; Job 4:17; 9:12; 12:4, etc.), también significa
purificar: taher (Lev. 10:10; 12:8; 14:17; 16:30, etc.), y zakak (Job 15: 14-16; 25:4; Prov. 16:2; 20:9;
Isa. 1:16, etc.), pues siempre la justificación divina incluye una limpieza total de la conciencia, y es
lo opuesto a lo sucio o inmundo (Isa. 6:5-7; Apoc. 22:11).
9º La justificación bíblica:
¿Qué es “justicia” ("heb. ts/edaqah y gr. dikaiosúne ) y “justificar” (heb. tsadaq y gr.
dikaióo)?
* Es un don divino gratuito (Rom. 5:17).
* Es la gracia de Dios (Sal. 24:5; Tito 3:7):
* Es el amor de Dios por los pecadores, que por el Espíritu llegan a ser “rectos de
corazón” (Sal. 36:10; 94:15).
* Es salvación (Sal. 71:15; Isa. 51:6; 56:1).
* Es la paz y la reconciliación con Dios (Sal. 72:7; Isa. 32:17; Rom. 5:1).
* Es el nuevo vestido de la conciencia renovada que cubre la naturaleza pecaminosa
(Sal. 132:9; Isa. 61:10; Rom. 12:2).
* Es la liberación de la muerte eterna (Prov. 10:2; 11:4; 12:28).
* Es lo opuesto al pecado (Rom. 6:16).
* Es lo opuesto a la mentira (Isa. 28:7) y a lo inmundo (Isa. 64:6).
* Es la obra del arrepentido que es nacido de Dios (1 Juan 2:29).
* Es el fruto de la disciplina (Heb. 12:11).
* Es una práctica cristiana conforme a la voluntad de Dios (1 Juan 3:10).
a) Vemos que en la Biblia el justo es tanto el pecador que se entrega a Cristo para ser
justificado, como el que obra justicia porque ha sido justificado. Según Elena G. de White, “justificar
quiere decir perdonar”.1 “Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para
que pueda obtener la santificación... Justificación significa que la conciencia [note que no dice
naturaleza, sino sólo la parte consciente de nuestra mente], limpiada de obras muertas, es
colocada donde puede recibir la bendición de la santificación”.2
“La justicia por la cual somos justificados es imputada [acreditada]; la justicia por la cual
somos santificados es impartida [añadida]. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda,
nuestra idoneidad para el cielo”.3
1
RP, p. 98.
2
CBA, 7:920.
3
MJ, p. 32.
15
1
”This is the Way”, RH, 1939, p. 65.
2
”Una super super computadora llamada cerebro”, Juventud, (Bs. As., ACES, Nº 53, año 4), p. 15.
3
”Ya se puede fotografiar el pensamiento”, Muy Interesante, (Bs.As., dic. 1986), pp. 6-10.
4
White, MCP, 1:242.
5
Aquí vemos que el vocablo griego nous significa mente, y también la parte espiritual de ella, que es el consciente.
6
, Conducción del Niño (CN), (Bs. As., ACES, 1964), p. 38.
7
————, A fin de conocerle, sábado 10 de abril.
16
dominada por la nueva voluntad protegida por el Espíritu. Así que el nuevo nacimiento es también
un vestido. Aquí no hay ninguna contradicción.
En los ritos del santuario la justificación se la representaba así: Del animal que se ofrecía
para ser sacrificado, se purificaba con el fuego santo del altar del sacrificio, la pequeña parte del
animal que se podía quemar fácilmente: la grasa —en nosotros se puede purificar totalmente la
voluntad, la conciencia—. Todo el resto del animal ofrendado, incluyendo el cerebro —"la carne",
nuestra naturaleza pecaminosa—, no era purificado sino que se lo sacaba del santuario y se lo
destruía con fuego afuera (Lev. 4:8-12) por eso iremos al cielo sin nuestra naturaleza
pecaminosa carnal, aunque con la misma memoria.
a) El "pecado", del griego hamartía, que a su estudio los teólogos le llaman hamartiología,
y del hebreo kjet' y 'asham: pecado, iniquidad (Lev.19:17; 20:20; 22:9; 24:15; Sal. 51:5, etc.); kjata':
pecar, ofender por inocencia o culpabilidad (Gén. 39:9; Éxo. 20:20; Lev. 4:2, etc.), y kjattá: pecador,
ofensor, culpable (Gén. 4:7; 18:20; 50:17;Éxo. 29:14; Lev. 7:7, etc.), no quieren decir lo mismo que
se conoce desde Tertuliano, Orígenes y Agustín. El concepto se polarizó concluyendo con la
decisión que tomó el cristianismo a favor de Agustín frente a la doctrina de Pelagio. Pero las ideas
de Agustín se habían contaminado con la filosofía de Maniqueo (215- 277 d.C.); 1 doctrina que
nunca abandonó del todo. Y como resultado se llegó a considerar el estado del pecado que existe
en la naturaleza caída del hombre, como más importante para la salvación que la culpa por sus
actos pecaminosos. Este error hoy contamina nuestra creencia del pecado.
b) En la versión RV leemos: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues
el pecado es infracción (anomía) de la ley” (1 Jn. 3:4). Aquí Juan dice que el pecado también es
anomía: obrar contra la ley; ilegalidad, obrar sin ley. Los agustinianos dicen que se puede pecar sin
transgredir la ley, porque el texto dice: “infringe también la ley”. Pero, en este caso, la definición
inspirada debería concluir diciendo: “...pues el pecado también es infracción de la ley”. La versión
de Torres Amat dice: “Cualquiera que comete pecado, por lo mismo comete una injusticia”. ¿Qué
versión es más fiel al texto original? Pablo responde: “Donde no hay ley tampoco hay transgresión”
(Rom. 4:15), pues “donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (5:13). Así que “sin la ley el
pecado está muerto” (7:8), no existe. El pecado bíblico es anomía: “contra la ley” Y la sierva del
Señor concluye: “La única definición que encontramos en la Biblia para el pecado es que ‘el
pecado es transgresión de la ley’ (1 Juan 3:4). Declara la Palabra de Dios: ‘Todos pecaron y
están destituidos de la gloria de Dios”. 2
c) Pero, como la Ley “es una revelación de la voluntad y del carácter” de Dios,3 y él
nunca estuvo de acuerdo de que existiera el dolor, la muerte y la degradación de la naturaleza
humana, para él el huerto del Edén ya estaba contaminado por la presencia de los ángeles
rebeldes antes que Adán y Eva pecaran. Y antes que cualquiera de nosotros transgrediera la ley,
para Dios ya estamos contaminados por el "pecado". El problema era aún mayor, porque el virus
del pecado ya había contaminado el mismo trono de Dios, debido a que las acusaciones de
Satanás habían sembrado la duda entre los ángeles que se mantuvieron leales a Dios, y en todos
los mundos que nunca cayeron. Por eso Daniel dice que el santuario celestial se contaminó (Dan.
1
James Orr, M. A. D.D., El progreso del dogma (PD), (Barcelona, CLIE, 1988), pp. 123,124.
2
MS, 1:376.
3
————, El conflicto de los siglos (CS), (M. V., Pub. Inter., 1968), p. 520.
17
8:14); y para purificarlo tuvo que ofrecerse un sacrificio (Heb. 9:12,25,26). Como el santuario
celestial está representado por Cristo en el trono con su Padre (Zac. 6:13; Heb. 8:1,2; Isa. 6:1,4;
Jer. 17:12; Eze. 46:6,7; Apoc. 21:22; 16:17, etc.) y los “hijos de Dios”; y estos “hijos” son los santos
redimidos con “toda familia en los cielos” (Efe. 3:14,15), donde en cada mundo que habitan hay un
“árbol prohibido”,1 Dios envió a su Hijo amado para probar que el trono está afirmado en la verdad
y el amor; para obtener la autoridad de destruir el "virus" contaminante, y para vindicar la justicia
del trono (Dan. 8:14; Apoc. 12:10,11).
d) Por esto Pablo escribió: “Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así
las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre
de su cruz” (Col. 1:20). Note que la reconciliación por el pecado “mediante la sangre de su cruz”
en esta tierra, no es sólo entre los descendientes de Adán y Dios, sino también con “todas las
cosas” tanto de la tierra como de “los cielos” —recuerde que en el santuario terrenal las “cosas”
simbolizaban personas del celetial—. Pero, como esto significaba que el Hijo de Dios debía tomar
“la doliente naturaleza humana caída, degradada y contaminada por el pecado”,2 para
finalmente pagar con su vida ejemplar, Dios pudo separar en su condena, el pecado que contamina
la naturaleza humana del pecado que se realiza voluntariamente. Esto explica por qué Jesús no
fue pecador a pesar de nacer "contaminado por el pecado". Y por qué el pecado original de
Orígenes y Agustín en la iglesia de Roma, y de Lutero y Calvino en el protestantismo, no se ajusta
a la Palabra de Dios.
e) ¿Qué pecados en los cielos dice Pablo que pagó Cristo desde nuestro mundo,
desmoronando la teoría de que si hubiera pecados en otros mundos, Cristo tendría que morir otra
vez en cada uno de ellos? Dios nunca quiso que existiera la muerte (Eze. 33:11). Sin embargo
permitió que el Hijo de Dios tomara un cuerpo mortal y muriera. Dios no quiso que un lobo se
comiera a un cordero, y por lo tanto también los animales están en pecado (Isa. 65:25). Nunca fue
el deseo de Dios que el hombre matara uno de ellos para ofrecerlo en holocausto (Heb. 9:21,22;
10:8); sin embargo el Señor ordenó que así se lo hiciera (Gén. 4:4). El Señor fue quien dictó a
Moisés el mandamiento: “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente” (Éxo. 21:23,24; Jos. 24:26),
para luego anularlo por ser un mandamiento pecaminoso (Mat. 5:38-42).
Note que éste y otros mandamientos pecaminosos, por un tiempo Dios los consideró
justos, y por eso los dictó. Es decir que para Dios, lo justo y lo pecaminoso es lo que la mente
humana sinceramente cree, no lo que él siente y entiende. Estamos viendo que hay un
acondicionamiento de la ley universal, para evitar que toda vida terrestre sea destruida antes de su
salvación final. Pero aquí Dios no invalidó su ley, porque está basada en el amor, que requiere que
se considere en el juicio la verdadera condición del corazón y no sólo lo que se ve por fuera (Sal.
87:4-6) —este es el grave error legal de los juicios humanos.
f) Dios nunca quiso que todos los niños nazcan “en pecado” por heredar males de los
padres (Sal. 51:5). Pero, aunque no le agrada, y tuvo que morir para pagar ese pecado
involuntario, no los considera culpables (Eze. 18:20), y dijo que “de los tales es el reino de los
cielos” (Mat. 19:14). Por lo tanto, debe quedar claro que “antes que el niño sepa desechar lo malo y
escoger lo bueno”, como se profetizó también del mismo niño Jesús (Isa. 7:14-16), no es
pecador. Por eso Cristo tampoco fue pecador, a pesar de vivir en una naturaleza totalmente
extraña a la que viven los seres del universo en su perfección note que Jesús no solamente tocó
lo inmundo, sino que vivió en él durante 33 años. Bíblicamente, es un pecado que contamina todo
el santuario (Núm. 19:13,20). Es para esto que el santuario del cielo también deberá ser purificado
(Don. 8:14; Heb. 9:22,23).
no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo... la impiedad del impío será
sobre él” (Eze. 18:20). “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno
morirá por su pecado” (Deut. 24:16). Por lo tanto, los pecados personales no se heredan, sino
sus consecuencias en un estado de pecado. Estas declaraciones nos indican que generalmente en
la Biblia, el “pecado” es sinónimo de culpa.
h) Entonces, ¿por qué “la muerte pasó a todos los hombres” (Rom. 5:12)? “Por cuanto
todos pecaron” (5:12 up.). Y David escribió: “Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían
corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Sal. 53:3). Elena G. de White
escribió: “Si la humanidad hubiese cesado de caer cuando Adán fue expulsado del Edén, física,
mental y moralmente estaríamos ahora en una condición mucho más elevada... Ojalá la humanidad
hubiera dejado de caer en el pecado con Adán. Pero ha habido una sucesión de caídas”.1
Así que no es verdad que la imagen moral del hombre ha quedado totalmente anulada por
el pecado de Adán, como afirma el platonismo cristiano. Pues entonces, ¿cómo puede haber
caídas sucesivas? San Pablo aclara que el hombre todavía “es imagen y gloria de Dios” (1 Cor.
11:7) muy malograda, por cierto.
i) La Hna. White también escribió: “Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias
de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que
participen de los pecados de éstos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus
padres. Por la herencia y por el ejemplo, los hijos llegan a ser participantes de los pecados de
sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además
de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos,
hasta la tercera y cuarta generación. Esta terrible verdad debiera tener un poder solemne para
impedir que los hombres sigan una conducta pecaminosa”.2
Vemos, entonces, que muchas consecuencias de la culpa de Adán y Eva se podrían haber
anulado ya en la cuarta generación, y que todavía habría tiempo “para impedir” que se continúe la
“conducta pecaminosa” la naturaleza mortal no prueba que somos culpables, por eso hay
"muertos en Cristo" que será resucitados (1 Tes. 4:16). Pero, por otro lado, los perfeccionistas
no deben olvidar que la Biblia asegura que debido a las sucesivas caídas, no hay justificado que no
volverá a caer antes del sellamiento (Ecl. 7:20). Así que, si bien no somos pecadores porque
nacimos “en pecado”, todos somos pecadores porque cada día pecamos (1 Cor. 15:31; 1
Juan 1:8-10).
1
CBA, 1:1096.
2
PP, pp. 313,314.
3
RH, 16 de abril de 1901. p. 241.
4
”Ya se puede fotografiar el pensamiento”, Muy Interesante, (Bs.As., dic. 1986), pp. 6-10.
5
MCP, 2:392.
19
nacidos, decía que “todos ellos están llenos de concupiscencia”. 1 Un ejemplo nos puede aclarar el
asunto:
(1) Generalmente se dice que nacemos egoístas. Pero los bebés no nacen
egoístas sino egocéntricos, por el instinto de conservación de la vida que Dios puso en
todos los animales y el hombre. Este instinto, que los lleva a llorar; atraer la atención, etc.,
porque no saben expresarse, les permite mantener cerca suyo a los que creen que pueden
darles ayuda. No obran por maldad, sino por temor. Por eso Jesús nos invita a ser como
ellos, porque para estos inocentes es el reino de los cielos (Mat. 19:14).
(2) Pero, cuando un bebé llega a ser consciente de que puede confiar en sus
padres y en ciertas personas que lo aman, y no cambia de actitud, el egocentrismo se
transforma en ese momento en pecado de egoísmo. Antes del año los bebés pueden
llegar a ser conscientes de algunas cosas. Y como su naturaleza pecaminosa viene con
una inclinación inconsciente hacia el pecado, pronto llegan a ser egoístas, es decir
pecadores.
(3) Elena G. de White dice que muchos de ellos “tenían buenas facultades, pero
lo sacrificaron todo a la complacencia del apetito que lo llevó a aflojar las riendas,
quedando a merced de la concupiscencia”.2
“Todo apetito pervertido se transforma en una concupiscencia agresiva.
Recibimos el apetito con un buen propósito, no para que se convirtiera en ministro de
muerte al pervertirse...”3 “Multitudes de personas no sienten la obligación moral de
dominar sus apetitos sensuales y se vuelven esclavos de la concupiscencia”.4 Ellos
“han persistido en llevar hábitos legítimos a extremos, y han creado y se han complacido
en hábitos que no tienen fundamento en la naturaleza y que han llegado a ser una
concupiscencia militante...”5
(4) Así ella confirma que la concupiscencia no es un mal heredado desde Adán;
“no tiene fundamento en la naturaleza”, sino que es formada voluntariamente por todos los
hombres. Por eso Jesús fue descendiente de Adán y no tuvo concupiscencias, porque
nunca cedió a la primera tentación (Luc. 3:23, 38).
k) Puesto que todos nacemos "en pecado", nacemos bajo la ley. Entonces, ¿por qué no
nacemos pecadores? Porque nacemos perdonados desde el año 31 d.C. Los bebés no nacen
culpables porque "Jesús, en sus sufrimientos y muerte, ha hecho expiación para todos los
pecados de ignorancia; pero no se ha preparado remedio para la ceguera voluntaria [por haber
"resistido y rechazado" el arrepentimiento]".6
l) Entonces, ¿cuándo los que nacen "en pecado" llegan a ser "pecadores"? Santiago lo
explica así: “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado” (Sant. 1:14,15). Y
la Hna. White dice: “Ningún hombre puede ser obligado a pecar. Primeramente debe obtener su
propio consentimiento; el alma debe proponerse realizar la acción pecaminosa, antes de que la
pasión pueda dominar a la razón, o triunfar la iniquidad sobre la conciencia”. 7
Según estas declaraciones, el pecado, como culpabilidad, no existe en el justificado
aunque antes del perdón haya desarrollado concupiscencias y en la santificación tenga que luchar
contra ellas. Por lo tanto, Elena G. de White estaba en lo cierto cuando dijo: “La tentación, por
poderosa que sea, nunca constituye una excusa para el pecado”.8 Y Pablo dice: “Pues aunque
1
Citado por Mario Veloso, El Hombre una Perspectiva Viviente, (Santiago de Chile, Edit. Universitaria, S.A., 1900), p.
68.
2
T, 3:561,562.
3
————, ¡Maranatha: el Señor viene! (MSV), (Bs. As., ACES, 1976), p. 79.
4
PP, p. 90.
5
, La Temperancia (Te), (Bs. As., ACES, 1969), p. 124.
6
CBA, 5:1118.
7
MJ, p. 65.
8
Idem; T, 5:177.
20
andamos en la carne, no militamos según la carne” (2 Cor. 10:3). “No reine, pues, el pecado en
vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Rom. 6:12). Esta
última declaración de Pablo hecha por tierra 18 siglos de doctrina acerca del pecado, y deja en
claro que no somos pecadores por vivir en naturaleza contaminada por el mal hasta que cedamos
a ella.
m) Muchos se basan en Romanos 5:17-19, para hablar de la culpa universal. Allí dice que
“por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la
justicia de uno vino a todos los hombres la justicia de vida”. Pero aquí Pablo no está hablando de la
culpa del pecado, sino de la condenación a la muerte por causa de la herencia de pecado. El verso
anterior viene hablando del reino de la muerte frente al reino de la vida (5:17), no directamente del
perdón por la culpa del pecado. De ahí que a ese reino de vida no le llama justicia para el pecado,
sino “justicia de vida” (5:18). Y recuerde que la palabra “todo” o “todos”, en la Biblia es un todo
relativo (1 Juan 1:9 con 1 Ped. 3:21; Efe. 4:23,24, etc.).
Cuando Pablo habla directamente de la culpa por el pecado, lo hace en el verso 19:
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Aunque
todos nacen “en pecado”, “muchos”, no todos, llegarán a ser finalmente declarados pecadores y
perderán el cielo. Así también, por Cristo “muchos”, no todos los pecadores sino los arrepentidos,
serán constituidos justos. ¿Por qué “muchos fueron constituidos pecadores”, es decir culpables de
pecado? Pablo ya venía diciendo: “Por cuanto todos pecaron” (5:12), pero “muchos” de ellos
serán salvos por arrepentimiento. Así confirmó a los demás profetas, que decían: “Cada uno se
había vuelto atrás; todos además de nacer con naturaleza corrupta se habían corrompido; no
hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Sal. 53:3). “Y la tierra se contaminó bajo sus
moradores; porque además de nacer en contaminación de pecado traspasaron las leyes” (Isa.
24:5).
n) El sentido de indignidad no es prueba de que seamos culpables del mal, pues este
sentimiento permanecerá aún después del fin del tiempo de gracia, cuando ya todo caso habrá
sido sellado para vida o para muerte eterna. Al referirse a los 144.000 que vivirán en ese tiempo, la
pluma inspirada escribió: “Pero aunque tengan un profundo sentido de indignidad, no tendrán
pecados ocultos que revelar. Sus pecados habrán sido borrados”.1
Para confirmar la hermosa verdad de la justicia imputada de Cristo con la limpieza de todo
pecado de culpa, la sierva del Señor nos dice:
“Jesús ve la culpa del pasado, y perdona, y no debemos deshonrarlo dudando de su amor.
Este sentimiento de culpa debe colocarse a los pies de la cruz en el Calvario. El sentimiento
de pecaminosidad ha envenenado las fuentes de la vida y de la verdadera felicidad. Ahora
Jesús dice: ‘Echadlo todo sobre mí. Yo tomaré vuestros pecados; y os daré paz”. 2
ñ) ¡Pero cuidado con la doctrina de la carne santa! Nadie puede llegar a la impecabilidad
antes del sellamiento. Hasta ese día no sólo necesitamos el perdón porque “todos” pecamos (Rom.
3:23), sino que tampoco hay uno que sea justificado y camine en la santidad, que no abandone a
Cristo y vuelva al pecado más de “siete veces” y “setenta veces siete” (Ecl. 7:20; Prov. 24:16; Jer.
8:4; Mat. 18:21,22; Luc. 17:4; 1 Juan 2:1). Entonces, el victorioso sobre el pecado, no es el
impecable, sino el que es justo porque cae “siete veces” o plenitud de veces, “y vuelve a
levantarse”, porque no pierde su fe como “los impíos” (Prov. 24:16). Y así como no hay justo y
santo que no vuelva a pecar que deje de ser santo, tampoco hay un solo justo y santo que no
haya abandonado la práctica del mal: por eso es santo. Eliminemos, pues, de nuestro vocabulario
teológico la frase luterana: “justos pecadores”, y en su lugar digamos: “justos en el pecado”; “justos
con naturaleza pecaminosa” o “justos en carne de pecado”.
o) En conclusión, todos nacemos "en pecado", pero no "pecadores" o culpables del mal.
Sin embargo, todos somos pecadores porque pecamos cada día, al ceder a las propuestas de
1
CS, p. 676.
2
————, Dios nos cuida (DNC), (Bs. As., ACES, 1991), p. 150.
21
nuestra naturaleza pecaminosa y por las tentaciones de afuera. No seremos juzgados por poseer
naturaleza pecaminosa, sino por nuestras malas obras (Apoc. 20:12,13). Por eso la Revelación
habla de “la perfecta impecabilidad” de Jesús,1 teniendo a la vez una “naturaleza humana caída,
degradada y contaminada por el pecado”.2 Ya volveremos a esto.
b) Para los que siguen a Orígenes y Agustín, la justificación plena es una sola, y se la
obtiene mediante el bautismo. Y como Lutero y Calvino eran agustinianos, concluyeron que una
vez que somos salvos, llegamos a ser salvos para siempre, a menos que abandonemos al Señor
en forma definitiva. Elena G. de White se opuso a esta doctrina diciendo:
“Seguir a Jesús requiere una conversión de todo corazón en el comienzo, y una
repetición de esa conversión cada día”.3 Y en nuestras 27 creencias fundamentales, se lee:
“Todos los creyentes que viven una vida santificada y llena del Espíritu (poseídos por Cristo), tienen
una necesidad continua de recibir diariamente la justificación (otorgada por Cristo)”.4
c) En nuestra iglesia el concepto agustiniano dio origen a dos posiciones. Una cree que
esa única justificación legal es puntual, instantánea, seguida por el proceso de una sola
santificación ininterrumpida. Es decir, que es una santificación donde nos limpiamos del pecado, y
que dura toda la vida porque no se interrumpe por las obras pecaminosas. Aquí se dice: "La
salvación no es como un pequeño interruptor que encendemos diciendo sí a Jesús y que
apagamos con cada pecado que cometemos”. Según esta posición la santificación que viene por el
perdón no es lo opuesto al pecado, porque se vive en Cristo pecando.
La otra posición cree que esta única justificación legal es gradual y es para toda la vida,
pero que llega a ser real mediante una santificación instantánea en el perdón —se invierte lo
revelado—. La primera lleva la justificación al proceso de la santificación; la segunda traslada la
santificación a la acción puntual de la justificación, llegando a ser una justificación incompleta hasta
la muerte o el sellamiento.
d) En primer lugar, en ninguna parte de la Revelación encontramos algo que diga que la
justificación es una sola. Fue en los escritos de El Pastor de Hermas, cuando se dijo por primera
vez que hay un solo perdón y un solo arrepentimiento. 5 Y fue Orígenes quien dijo que el rito del
bautismo es “la primera remisión de pecados”6 –salvación sacramental.
e) En segundo lugar, en el A.T., limpiar, purgar, purificar, lavar (taher, kata’, zakah, rakats);
y en el N.T., kazarós, hagnós, nipto, apolúo) siempre que la limpieza es divina, es puntual (2
Rey. 21:13; 51:10,14,19; Isa. 1:25; Eze. 36:25,33; 37:23; Dan. 1:35; 12:10; Joel 3:21; Mal. 3:3; Juan
13:10; Heb. 10:22; 1 Ped. 1:22, etc.). No hay limpieza individual gradual (2 Crón. 30:17; Sal.
1
CBA, 5:1105.
2
YI, p. 66.
3
CBA, 1:1127.
4
Asociación Ministerial de la As. Gral., Creencias de los adventistas del 7º día (CASD), (Bs., As., ACES, 1988), p.
148.
5
J. B. Lightfoot, Los Padres Apostólicos (PA), (Barcelona, CLIE, 1990), pp. 508, 509.
6
Reinhold Seeberg, Manual de Historia de las Creencias (MHC), v. 1, (Texas, U.S.A., Casa Bautista de
Publicaciones, 1963), p. 162.
22
24:4,5; 73:13; Prov. 20:9; Ecle. 9:2; Isa. 6:7, etc.), sino sólo para la iglesia en su totalidad, porque
moran juntos el trigo con la cizaña. Y cuando en Hechos 15:9 leemos “purificando por la fe sus
corazones”, debe decir “habiendo purificado” (partic. aoristo 1º). Por lo tanto Pablo afirma que en
el perdón somos "hechos justicia" en forma puntual (2 Cor. 5:21).
Siguiendo la doctrina del gnosticismo y del calvinismo, algunos insisten que ser “hechos
justicia” es sólo una declaración, pues Pablo sigue diciendo: “en él” (en autó) ( 5:21). Al estar “en
él” —dicen— participamos de su justicia porque él es justo y nos sustituye ante Dios, no porque
nosotros llegamos a serlo. Pero, ¿qué nos dicen el texto y el contexto? Como Cristo nunca
necesitó ser “nueva criatura”, en ese caso tampoco nosotros lo seríamos al estar “en él”, como nos
viene diciendo en el versículo 17. Y si fuera sólo una sustitución, tampoco necesitaríamos ser
“colaboradores suyos... en el día de salvación”, como el apóstol nos pide en los textos que
siguen (6:1,2).
La expresión: “en él” se lee en Mateo 13:57, cuando dice que los fariseos “se
escandalizaban en él [en autó]”. ¿Se escandalizaban porque estaban en Cristo, o se
escandalizaban de sus enseñanzas? Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo”. ¿Él llegó a ser fuerte
porque fue sustituido por la fortaleza de Cristo, o porque dijo: “me fortalece”? (Fil. 4:13). Si la
fortaleza espiritual la recibimos por sustitución o declaración, no necesitaríamos ser fortalecidos,
pues Cristo ya es Todopoderoso y no necesita ser fortalecido para sustituirnos. En 2 Corintios 13:4
también dice: “Pues también nosotros somos débiles en él [en autó]”. ¿La gracia sustitutiva de
Cristo nos debilita, o al compararnos con su ejemplo nos sentimos indignos y débiles espirituales?
Vemos, pues, que las expresiones “en él” y “en Cristo” no siempre son declaraciones de
sustitución. Y el contexto rechaza el sentido que la nueva teología le quiere dar a declaraciones
como en 2 Corintios 5:21.
f) En tercer lugar, el hecho de que Dios no deje de amar al pecador y que no lo abandone
plenamente, no es prueba de que esté libre de la condenación, sino que, por presciencia, Dios ve
en él un arrepentimiento futuro y su salvación. Por ejemplo, aunque Dios no había abandonado a
David por sus grave pecados, este rey sí supo que había perdido la salvación y debía volver a
pedirla. Sólo después de su arrepentimiento, Dios lo consideró perfecto y sin pecado, como dice
en 1 Reyes 3:6; 14:8. Entonces el rey exclamó: “Jehová me ha premiado conforme a mi justicia
justificación; conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado” (2 Sam. 22:21). ¿De
qué justicia estaba hablando David? De la que había vuelto a poseer por su arrepentimiento y su
confesión: “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal. 51:12). David, dice la pluma inspirada,
“confesó su pecado, se arrepintió y se reconvirtió”.1 Si necesitaba volver a la salvación, si “se
reconvirtió”, es porque ya había perdido la justicia y debía convertirse otra vez. Es decir que
necesitaba una nueva justificación, a pesar que Dios no lo había abandonado.
Cuando la Biblia dice: “Porque siete [plenitud, totalidad] veces cae el justo, y vuelve a
levantarse; más los impíos caerán en el mal” (Prov. 24:16), nos vuelve a decir que también los
justos pecan. Pero la diferencia está en que son justos porque vuelven a levantarse pidiendo el
perdón. El Señor no quiso decirnos aquí que el justo es justo aún en el momento que está caído.
Porque entonces no necesitaría levantarse para renovar la justificación, y los impíos también serían
considerados justos. La Hna. White escribió:
“Pero la historia de David no suministra motivos para tolerar el pecado. David fue llamado
hombre según el corazón de Dios cuando andaba de acuerdo con su consejo. Cuando pecó, dejó
de serlo hasta que, por arrepentimiento, hubo vuelto al Señor”.2
g) En cuarto lugar, para los que pecan a sabiendas después del perdón, los profetas
hablan con insistencia del revestimiento de la justicia; de la renovación espiritual, que sólo se la
puede conseguir por una nueva justificación: “Renueva un espíritu recto dentro de mí... Vuélveme
el gozo de tu salvación” (Sal. 51:10-12). “Vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia...
será amplio en perdonar” (Isa. 55:7); “transformaos por medio de la renovación” (Rom. 12:2);
nuestro hombre interior “se renueva de día en día” (2 Cor. 4:16); “y renovaos en el espíritu de
vuestra mente” (Efe. 4:23). “Despojado del viejo hombre... y revestido del nuevo” (Col. 3:9,10);
“por el lavamiento de la regeneración y por la renovación” (Tito 3:5), “sean otra vez renovados”
(Heb. 6:6).
1
CT, p. 152.
2
PP, p. 782.
23
Entonces, ¿cómo puede permanecer salvo el justificado? San Pablo responde: “Si
permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Rom. 11:22). ¿Y si
se arrepiente del pecado? Es reinjertado, “pues poderoso es Dios para volverlos a injertar”
(11:23). Es claro, pues, que no hay una santificación que dura toda la vida sin una interrupción por
el pecado, y por lo tanto no hay una santificación continua donde se peca de vez en cuando. Sólo
en el cielo la santidad será continua, porque allá no será interrumpida por el pecado.
i) En sexto lugar, desde la nueva vida por la justificación (Tito 3:5), “todo aquel que es
nacido de Dios, no practica el pecado...y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan
3:9). “Todo aquel que permanece en él no peca” (3:6). "El que dice: Yo le conozco, y no guarda
sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él". (1 Juan 2:4). Y los testimonios
agregan: “El alma que se entrega a Cristo llega a ser su propia fortaleza... Un alma así guardada
por los agentes celestiales es inexpugnable a los asaltos de Satanás”.2 Si cada día pecamos es
porque cada día nos apartamos de la fortaleza de la santidad. Pero la doctrina de la justificación
única —que entre nosotros sostienen mayormente los antiperfeccionistas— tiene que admitir una
permanencia ininterrumpida en Cristo, donde se peca diariamente en la santificación y el Señor lo
permite.
Los Testimonios se oponen a esta herejía con toda claridad: “La justicia de Cristo no es un
manto para cubrir pecados... La santidad es integridad para con Dios”.3 “Si nos volvemos
negligentes o abandonamos nuestro compromiso, perdemos esa vestidura y sólo podemos
recobrarla mediante el arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados”. 4 “Nadie puede cubrir
su alma con el manto de justicia de Cristo mientras practique pecados conocidos, o descuide
deberes conocidos”.5 Por eso Juan decía que "el tal es mentiroso" (1 Juan 2:4).
j) En séptimo lugar, los que niegan la renovación de la justificación no ven la magnitud del
pecado. Dios no trata a los justificados como a una balanza donde se permiten obras buenas y
malas, hasta que el platillo desciende hasta un límite inferior a lo tolerable; y recién entonces, como
si fuera un rebautismo, el pecador tiene que pedir un revestimiento de su justicia. La sierva del
Señor dice:
“No es la magnitud del acto de desobediencia lo que constituye el pecado, sino el
desacuerdo con la voluntad expresa de Dios en el detalle más mínimo, porque demuestra que
todavía hay comunión entre el alma y el pecado. El corazón está dividido en su servicio. Niega
realmente a Dios, y se rebela contra las leyes de su gobierno”. 6 “Una vez cometida una mala
acción, queda una mancha que no la puede quitar sino la sangre de Cristo; y si el hábito no es
1
PVGM, p. 196.
2
————, El es la salida (ES), (Bs. As., ACES, 1991), p. 154.
3
DTG, p. 509.
4
T, 2: 191.
5
RH, 4 de nov. de 1890.
6
DMJ, p. 48.
24
k) En octavo lugar, como el creyente no vive por una gracia divina que dura toda su vida,
goza del favor de Dios de gracia en gracia y de santificación en santificación. A pesar que la “fe” es
una sola (Efe. 4:5), “la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (Rom. 1:17). En el original dice:
ek pisteos eis pistin, es decir de fe (genitivo) para fe. Es de una fe a otra, porque la única la
perdemos por el pecado y la volvemos a tener cada vez que somos justificados por la fe. Y si es
de fe en fe, o de justificación en justificación, también lo es “de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18), es
decir de santificación en santificación, pues a eso se refiere Pablo (Rom. 8:30). Elena G. de White
lo dice así: “Si somos fieles a las insinuaciones del Espíritu Santo, avanzaremos de gracia en
gracia, y de gloria en gloria, hasta que recibamos el toque final de la inmortalidad”. 3
“Necesitamos renovar cada día nuestra consagración a Dios”.4
c) Además del malhechor arrepentido en el Calvario, hay “muchos” más que recibieron la
1
MCP, 1:240, 241.
2
MCP, 2:468,469.
3
, Exaltad a Jesús (EJ), (ACES, 1988), p. 370.
4
————, Cada día con Dios (CDCD), (Bs. As., ACES, 1979), p. 259.
5
CS, p. 537.
6
————, Joyas de los testimonios (JT), v. 1, (Bs. As., ACES, 1975), p. 181.
25
seguridad del paraíso antes de 1844. Tan seguro estaba el Señor del resultado del fallo, que en su
resurrección se llevó consigo al cielo “muchos cuerpos de santos” (Mat. 27:52). Si algunos de ellos
fueran condenados después de 1844, Dios aseguró: “De allá [del cielo] los haré descender” (Amós
9:2). Pero, de todos ellos, ¿hay alguno que fue devuelto a este mundo desde el juicio? Para algo
tan importante, Elena G. de White ya lo hubiera declarado en sus escritos.
d) Los que vivimos conforme al Evangelio pedimos el perdón enseguida, porque ¡el Señor
lo hizo tan sencillo para pedirlo!, que nos permite gozar todo el tiempo de la paz y la seguridad
del perdón “de toda maldad”. Y así obtenemos el “derecho” a entrar a la Santa Ciudad en cualquier
momento que Cristo venga mientras permanezcamos en él (Apoc. 22:14). ¿Puede haber algo más
seguro y maravilloso que esto?
a) ¿Por qué en la cruz Cristo se reconcilió con la ley, pero con el pecador en la confesión?
Porque la predestinación divina se basa en el conocimiento futuro de la decisión voluntaria del
hombre, no en una imposición soberana, como muchos creen desde Agustín y Calvino. En la cruz
Dios no podía obligar a ser justos a los que todavía no se arrepentían. 4 Pablo escribió al respeto:
“Pero ahora, aparte de la ley [reconciliada en la cruz], se ha manifestado… en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica [“en este tiempo” lo dijo 27 años después de
la ascensión] al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:21-26).
b) Pero como los justificados sólo confiesan los pecados que son conscientes, en la cruz sí
hubo un perdón anticipado por los pecados de ignorancia, hasta que el pecador llegara a ser
consciente del pecado. Por eso en los ritos de santuario había un sacrificio continuo a favor de los
que no podían acercarse, o no iban porque no sabían que estaban en el error. En estos casos el
pecador sólo era culpable cuando llegaba a darse cuenta del pecado (Lev. 4,5).
Por eso Elena G. de White escribió: “En sus sufrimientos y muerte Jesús hizo expiación
por todos los pecados de ignorancia, pero no se ha hecho provisión para la ceguera voluntaria”5
La "ceguera voluntaria" es el endurecimiento del corazón; y para esto no hay solución en la cruz
hasta un cambio de actitud.
1
CS, p. 543.
2
DTG, p. 625. Ver ————, Hechos de los apóstoles (Hap), (M. V., Pub. Inter., 1957), pp. 42,43.
3
CC, p. 51.
4
DTG, 694.
5
RH, 25-IV-1893.
26
a) En 1 Corintios 1:18 Pablo se refiere a los que “están siendo salvados” porque entran a la
iglesia. La misma expresión: “están siendo salvados" (sozoménous), aparece otra vez en Hechos
2:47, cuando Pedro se refiere a los que entran a “la iglesia” por medio del bautismo. Nunca hemos
pensado que, cuando en la Revista Adventista se anuncia que en cierto lugar “están siendo
bautizadas” (partic. pres. pasivo) muchas almas, se trata de un solo bautismo de acción continua y
gradual, sino del mismo rito que se cumplió varias veces en el pasado; se cumple en el presente, y
se repetirá en el futuro.
b) Otro error que cometen los que apoyan esta posición, es creer que durante el tiempo de
gracia podemos “salvarnos del poder del pecado”. En la justificación Cristo nos salva de la culpa;
purifica la conciencia y nos da poder para vencer las tentaciones. Pero no nos libra del poder
tentador de la naturaleza pecaminosa hasta la resurrección. Por eso tenemos que seguir luchando
con el "yo". Este es un error que viene del perfeccionismo desde los días del pastor Jones, cuando
aseguraba que la gracia “anula todo el poder del pecado”.
LA JUSTIFICACIÓN
Conclusión:
Basándonos en la revelación inspirada, podemos llegar a la conclusión de que la
justificación adventista “es más abarcante” y única, pues en sí misma “incluye el perdón... la
regeneración, o nuevo nacimiento; y en adición a todas estas bendiciones, le imputa la justicia de
Cristo”.1 Es decir que la declaración de justicia, se cumple si primero, por obra del Espíritu, hubo un
cambio en el arrepentido como condición del pacto, y no como se cree generalmente que primero
se le imputa legalmente la justicia, para que en la santificación pueda cumplir esas condiciones
renaciendo gradualmente.
Entonces podemos señalar los pasos de la salvación de esta manera:
1
This is The Way, RH, 1939, p. 65.
28
LA SANTIFICACIÓN
1º Qué es santificación:
El vocablo “santificación”, “santificar”, del hebreo qàdash: consagrar, dedicar, apartar algo
o a alguien del uso común; y del griego hagiázo, con significado equivalente, es el proceso de
justicia que se realiza gracias a la entrega voluntaria del hombre a Dios, para servirle
incondicionalmente bajo su dominio amoroso. Elena G. de White escribió: “La santificación significa
amor perfecto, obediencia perfecta, conformidad plena con la voluntad de Dios”. 1 “La santidad es
un pacto constante con Dios”.2 Esta cita es importante, pues aclara que mientras el santo
permanece en Cristo no deja de ser obediente (1 Juan 1:6; 2:4; 3:6,9).
a) Algunos confunden la santidad con el carácter del santo, y se basan en la siguiente cita
inspirada para argumentar que en la santidad la obediencia no es constante: “El carácter se da a
conocer, no por obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia
de las palabras y de los actos en la vida diaria” 3 Si aquí se definiera lo que es el proceso de la
santificación, los que no son santos no tendrían carácter. Sólo lo tendrían mediante el proceso de
la santificación.
¿Qué dicen los Testimonios? “La santidad consiste en estar perfectamente de acuerdo
con Dios”.4 También escribió: “La obediencia a la ley de Dios es santificación... La santificación
no es una obra instantánea sino progresiva, así como la obediencia es permanente”.5 “La
obediencia a la ley de Dios es la única señal de santificación; la desobediencia es la señal de
deslealtad y apostasía”.6 “Santidad significa perfecta obediencia a la ley de Dios: ‘Acordarte has...’
Y ‘No… harás...’ Los que no presten atención a esta ley... no podrán ser santos”. 7
b) Para la justificación, Pablo nos decía: “No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe.
2:9). Pero ahora en la santificación nos dice: “Creados en Cristo Jesús para buenas obras” (ver.
10). En la conversión no podíamos guardar la ley moral (Rom. 8:7). Ahora caminamos tomados de
la mano del Señor y lo conocemos de cerca. Así que Juan nos advierte: “El que dice: Yo le
conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan
2:4). Y enfatizando esta verdad, luego dice: “Todo aquel que es nacido de Dios... permanece en
él; y no puede pecar” (3:9). Sólo se puede mantener santo si permanece en Cristo.
a) La Biblia dice que santidad es la perfección; un estado “irreprensible” y “sin mancha” del
creyente (1 Tes. 3:13; 5:23; Efe. 4:12; 1 Ped. 1:15; Apoc. 22:11) que se opone a lo profano (Lev.
10:10; Eze. 22:26; 44:23) y a toda inmundicia de pecado (Rom. 6:19; 1 Tes. 4:3,7). Es la
“hermosura” y “la gloria” espiritual (1 Crón. 16:29; 28:22; Sal. 96:9; 110:3; 2 Cor. 3:18; Rom. 8:30).
b) “Santo” es el creyente apartado para Dios que vive en un estado de incapacidad (1 Cor.
1:2 con 3:2); en la “levadura” del pecado (5:7), en “malicia y maldad” (5:8); en idolatría (10:14), en
injusticia (6:9-11); como “niños fluctuantes” (Efe. 1:1 con 4:1,4), envanecidos (1 Cor. 5:2), carnales
y en contiendas (3:3; 4:5; 11:18). Es decir que no es digno de ser alabado (11:22).
c) Todo creyente que Dios llama “santo” es santo como lo es el Señor (1 Cor. 1:2; Lev.
11:44,45; 19:2; Mat. 5:48; Heb. 12:14, etc.).
e) La santificación es por la fe. Por eso Dios es el que santifica (Lev. 20:7,8; Rom. 3:27,31;
2 Cor. 1:24; Apoc. 14:12).
f) La santificación es por las obras conforme a la ley (Núm. 15:40; Sant. 2:22; Apoc. 14:12;
19:8). Es Dios y nosotros, porque el hombre debe colaborar (1 Cor. 15:10; 3:8,9). “La santificación
es el resultado de una vida de obediencia”.1
g) Para estar santificado ya hay que ser santo, es decir consagrado al Espíritu (Lev. 20:7,8;
1 Cor. 1:2 con Efe. 1:1; 4:1,12-15; Rom. 1:7; 1 Cor. 6:11). Porque la consagración debe realizarse
antes de la salvación, es decir del perdón y la limpieza de la justificación (Éxo. 19:10,14; Núm.
18:17: 1 Sam. 16:5; 1 Crón. 23:28; 2 Crón. 30: 15; 31:6; Job 1:5; 1 Cor. 1:2; 2 Tes. 2:13; Heb.
3:1,7,8; 9:13, 14).
j) Hoy podemos ser perfectamente santos (Mat. 5:48 con Fil. 3:15; 1 Cor. 6:11; Col. 2:10).
k) La santificación de la perfección nunca terminará (Éxo. 15:11; Efe. 4:12,13; Mat. 5:48
con Job 11:7; Fil. 3:12-14; Apoc. 22:11).
l) ¿Quedó confundido? Ahora podemos entender por qué hay tantas posiciones respecto a
este tema. Pero, ¿cómo se concilia todo esto? Sencillamente, estas revelaciones nos dicen que la
santificación es un proceso donde se realizan grandes cambios. Y estos cambios, donde se ve
claramente el poder de Dios, se inician con la entrega del pecador al poder del Espíritu.
1
HAp, p. 463.
2
CBA, 6:656.
30
b) Pero, como veremos, esta consagración al Espíritu lleva al pecador a la limpieza del
pecado en la justificación; al perfeccionamiento de la santificación y, como resultado final, a la
glorificación desde la segunda venida (1 Cor. 1:30). Por lo tanto, no nos confundamos si hay santos
en el pecado; si hay santos sin pecados de culpa, y si se mencionan santos en la impecabilidad del
cielo.
a) Todo animal debía ser consagrado antes de ser sacrificado: “Como las ovejas
consagradas... serán llenos de rebaños de hombres” (Eze. 36:38). Recordemos que el animal
1
Ibíd., p. 271.
2
CC, pp. 42,43.
3
Carta, 14 de enero de 1890. Note que ella habla aquí de la limpieza del perdón, no del bautismo, como creen
muchos.
31
preparado para el perdón, debía ser primero “consagrado”; luego era sacrificado en el altar
(justificación) (Éxo. 19:10,14; Núm. 18:17; 1 Sam. 16:5; 1 Crón. 23:28; 2 Crón. 31:6). Por eso
Moisés primero “santificó al pueblo”, y luego pidió que cada uno lavara sus vestiduras (Éxo. 19:14.
Ver 1 Sam. 16:5). Y Pablo escribió: “Santifican para la purificación de la carne... limpiará
vuestras conciencias de obras muertas” (Heb. 9: 13,14). Habla aquí de la consagración para la
justificación, cuando se limpia la conciencia de pecado, así como lo repite en 2 Tesalonicenses
2:13 al hablar del creyente que es “escogido desde el principio para salvación, mediante la
santificación por el Espíritu”. No habla aquí del que ya fue llamado y fue justificado para una
salvación en la santificación, como se interpreta generalmente, sino del que es llamado “desde el
principio” para salvarse; del que es santo porque fue llamado “a ser de Jesucristo” (Rom. 1:6,7).
c) Queda claro, entonces, que antes de llegar a ser discípulos e hijos de Dios por la
justificación, y antes de poder vivir “en” Cristo en la santidad, debemos consagrarnos al Espíritu
Santo.
1
CC, p.43.
2
PVGM, p. 375.
3
CBA, 5:792.
4
MS, 1:467,468.
5
DNC, p. 79.
6
CC, p. 52.
7
DNC, p. 265.
8
Carta 36, 1901.
9
DNC, “Entrego mi corazón”, p. 40.
32
e) La expresión "colaboradores", del gr. sunerjós, de sun: junto, con + érgon: hacer, obrar,
nos indica que el justificado no sólo entrega su voluntad, sino que también obra con Dios
empleando su pobre y débil “esfuerzo” con la energía de Dios. Pablo también emplea la palabra
érgon cuando habla de "la obra de la ley escrita en sus corazones" (Rom. 2:15). Para algunos
adventistas, creer que debemos esforzarnos, es una herejía que sólo puede sostener el
romanismo. Pero esto es lo que sostiene la Biblia: “Me esforcé [filotiméomai a predicar el
evangelio” (Rom. 15:20). “Mira que te mando que te esfuerces chazaq y seas valiente” (Jos.
1:9). Por eso también para ir al cielo los santos “se esfuerzan biázetai por entrar en él” (Luc.
16:16; Mat. 11:12). Tú, pues, hijo mío, esfuérzate endinamú en la gracia que es en Cristo Jesús”
(2 Tim. 2:1). “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos kratalóo] “ (1 Cor.
1
RJ, p. 89.
2
FO, p. 71.
3
CBA, 7:920.
4
MCP, 2:722.
5
FO, p. 13.
33
16:13).
En los Testimonios leemos:”Hay esfuerzo ferviente desde la cruz hasta la corona. Hay
lucha contra el pecado interior. También contienda contra el error de afuera”. 1 Vemos, pues que la
santificación sólo por la fe, por simple relacionamiento con Cristo, no concuerda con la Revelación.
f) Por lo tanto, la santificación es por la fe, pero nunca sólo por la fe, como algunos
proclaman desde Lutero. Elena G. de White es bien clara al respecto: “Sus defensores enseñan
que la santificación es una obra instantánea, por la cual, mediante la fe solamente, alcanzan
perfecta santidad. ‘Tan sólo creed —dicen— y la bendición es vuestra’. Según ellos, no se
necesita mayor esfuerzo de parte del que recibe la bendición”. 2 “No diga nadie que sus obras
no tiene nada que ver con su jerarquía y posición delante de Dios... Se requieren esfuerzos y
labor de parte del que recibe la gracia de Dios”.3
6º El propósito de la santificación:
En Romanos 6:22 Pablo dice que la santificación tiene "como fin la vida eterna". Aquí el
vocablo "fin" (télos) significa finalidad, propósito, objetivo (Ver 1 Tim. 1:5; Fil. 1:9,10; Rom. 10:4; 1
Ped. 1:9). Así que el destino de la “consagración” no es sólo la justificación. Aquí nos encontramos
con el primer paso para lograr su propósito eterno. Por eso los Testimonios dicen: “Respondemos a
su invitación consagración: ‘Venid, aprended de mí’, y al venir así justificación comenzamos la
vida eterna santificación”.4
a) Puesto que, como veremos después, el proceso de la santificación no termina en esta
vida, la Hna. White declaró: “La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la
cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra
idoneidad para el cielo”.5
b) Pablo nos dice que el sellamiento de la justificación nos da “las arras”, es decir el
adelanto, la primera cuota de la redención eterna (Efe. 1:13,14). Después veremos que el proceso
de la santificación continuará en la eternidad.
c) Ya vimos que la limpieza del pecado siempre es puntual, y es obra de la justificación,
porque “el perdón y la justificación son una y la misma cosa"6. Pero en ninguna parte Dios dice
que la santificación que viene como fruto de la justificación, también es perdón. No nos limpiamos
del pecado mediante las obras de la santificación, como dice Roma; y no hay liberación del pecado
por el "fruto" del perdón, sino por el perdón mismo en forma instantánea (Rom. 6:22; 2 Cor.
5:17,21; 1 Juan 1:9). Y una vez perdonado, "todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de
Dios” (1 Juan 3:9). Aquí nos separamos de Lutero, cuando anunciaba una justificación sin la
liberación del pecado en la mente. Elena G. de White también es clara al respecto:
“Ningún pecado puede tolerarse en aquellos que andarán con Cristo en ropas blancas”. 7
“No basta que el pecador crea en Cristo para el perdón de sus pecados; debe, mediante la fe y la
obediencia, permanecer en él”.8 "Cristo no vino a salvar a los hombres en sus pecados, sino de
sus pecados"9 (Mat. 1:21).
d) Pero como no hay justo que no vuelva a caer (Ecl.7:20; Prov. 24:16), la separación de
Dios nos lleva de justificación en justificación ("de fe en fe") y de santificación en santificación ("de
gloria en gloria"). Pues el que afirma que puede estar con Cristo pecando —como algunos
1
RH, 29-11-1887.
2
RM, p. 17.
3
MS, 1:447.
4
MCP, 2:678.
5
MJ, p. 32.
6
FO, p. 107.
7
JT, 2:69.
8
PP, p. 554.
9
ATO, p. 20.
34
aseguran entre nosotros desde hace tres décadas— "el tal es mentiroso, y la verdad no está en él"
(1 Juan 2:4). Ya vimos que sólo es santo el que "permanece" en Cristo en "un pacto constante
con Dios”; cuando la "obediencia es permanente”. “El ser humano es purificado y limpiado...
Dispone de un principio permanente en el alma que lo capacita para vencer la tentación. Todo
aquel que permanece en él, no peca”.1
f) En los ritos del santuario nunca se permitió un sacrificio o un lavamiento en una fuente
de agua dentro del lugar santo del tabernáculo. La orden para la tienda del santuario era bien clara:
“No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocaustoperdón por algún pecado, ni ofrenda;
ni tampoco derramaréis sobre él libación el jugo de uva de la sangre de Cristo (Éxo. 30:9).
Por lo tanto, la santificación que viene como fruto de la liberación del pecado, no puede ser la
salvación de lo que ya hemos sido salvados por la confesión de todo mal: La “justificación significa
la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la santificación”. No es perdón
declarado en el atrio de la justificación, para obtener la salvación interna en la santificación.
b) El justo puede caer en el mal como el malo, pero hay una gran diferencia: El primero se
arrepiente y se levanta abandonando el pecado. El segundo sigue en el mal (Prov. 24:16). Si David
hubiera sido tratado por Dios como justo y perfecto mientras adulteraba, antes de levantarse del
mal, el Señor hubiera mentido, y ninguna junta de iglesia tendría el derecho de desglosar a un
1
Carta 13, 1893.
2
DTG, p. 101.
35
miembro que continúa adulterando y matando gente. Al contrario, debería extender un certificado
de perfección. Lamentamos que algunos eruditos adventistas estén tan confundidos.
Elena G. de White escribió al respecto: “Pero la historia de David no suministra motivos
por tolerar el pecado. David fue llamado hombre según el corazón de Dios cuando andaba de
acuerdo con su consejo. Cuando pecó, dejó de serlo hasta que, por arrepentimiento, hubo
vuelto al Señor”.1
a) Hoy todavía se sigue negando que el “viejo hombre” o “yo” muera, a pesar de lo que
revelan las Escrituras: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con
él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque
el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Rom. 6:6,7). “Porque si las cosas que destruí,
las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago... Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál. 2:18-20). “Despojaos del viejo hombre y renovaos...
en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios” (Efe. 4:22-24).
1
PP, p. 782.
2
DNC, p. 148.
3
RP, p. 64.
4
ATO, p. 169.
36
b) Es entonces cuando nuestro nuevo “yo”, nuestra nueva voluntad, puede tener a su favor
el apoyo omnipotente de “la naturaleza divina” (2 Ped. 1:4). Fue gracias a ese maravilloso poder
que Cristo también pudo vencer con su santo, pero débil "yo".
a) Los vocablos hebreos tamin (Gén. 6:9; 17:1; Lev. 22:21; Deut. 18:13, etc.) y shalem
(Deut. 25:15; 1 Rey. 8:61; 11:4; 15:3,14; 2 Rey. 20:3, etc.), que aparecen 91 y 27 veces
1
TM, p. 178.
2
RP, p. 66.
3
DMJ, p. 18.
4
PVGM, p. 309.
37
c) Así como la primera manifestación de un recién nacido es el llanto del dolor, y con él la
expresión de alegría de los presentes, así también el pecador arrepentido que recién se levanta de
la oración, donde pidió acongojado un nuevo nacimiento, recibe de inmediato la alegre calificación
del cielo: !Felicitaciones: ya estás en la plenitud de Cristo! ¡Ya eres perfecto! (Col. 2:10: pleróo:
completo, pleno). Perfecto, porque en el perdón somos limpios de toda maldad (1 Juan 1:9), y con
el "perfume" de Cristo somos tratados como si nunca hubiéramos pecado. Es decir como Adán
antes de su caída, porque la sierva del Señor escribió que la justicia imputada de Cristo es “su
propia ropa de justicia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehová”.1 ¿No es esto
maravilloso? Por eso los que lavan sus pecados ya obtienen el derecho para entrar en la santa
ciudad, hasta que se separen otra vez de Cristo (Apoc. 22:14).
d) Pero la Biblia señala un segundo blanco que alcanzar; y tiene por objeto impedir que nos
aprovechemos de la gracia impartida. La orden es: "Creced en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor" (2 Ped. 3:18). La Hna. White lo dice así: “La voluntad de Dios es vuestra
santificación’. El eco de su voz llega hasta nosotros, diciéndonos: ‘Más santo, aún más santo’.
Nuestra respuesta siempre debería ser: ‘Sí, Señor, más santo todavía”.2 “Cristo es nuestro
modelo... Nunca podremos igualarlo, pero podemos imitarlo”;3 así que la orden es: “Empiecen
su obra. Él es la suficiencia de ustedes. ‘Esfuérzate y aliéntate” (Dan. 10:19), 4 pues la perfección
a tu esfera es “el resultado de tu propio esfuerzo”.5 Pero recordemos que no debemos hacerlo
solos.
e) Esto explica por qué Pablo dijo que no era perfecto, pero se puso como modelo de
perfección (Fil. 3:12-14 y 15). Sin embargo, seguimos abrumados al pensar que esta tarea de
perfección nunca termina: “Recordad dice Elena G. de White que la edificación del carácter no
finaliza mientras no termine la vida. Pero Jesús nos devuelve la paz con esta explicación:
“No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta
cada día su propio mal” (Mat. 6:34). Y la sierva del Señor dice: “Día por día todos somos probados,
corregidos y educados para ser útiles en esta vida. Pensad en esto: sólo un día por vez”.6 “Todo
lo que tenemos que hacer se refiere al día de hoy. Hoy hemos de ser fieles a nuestro cometido.
Hoy hemos de amar a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Hoy
hemos de resistir las tentaciones del enemigo y obtener el triunfo mediante la gracia de Cristo. Así
estaremos velando y esperando la venida de Cristo”.7 Por lo tanto, ella dice que “la santificación
consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la voluntad de
Dios”8
f) Esto es luz para el antagonismo adventista perfeccionista-antiperfeccionista: Cristo dice
que miremos “la meta” en Cristo (Fil. 3:14), a fin de saber a dónde dirigirnos. Pero en este
momento nuestro deber no es llegar a la gran Meta que vemos, sino en la esfera donde nos
1
Ibíd., pp. 253, 254.
2
RP, p. 98.
3
Ibíd., p. 371.
4
RJ, p. 245.
5
RH, 26 de agosto de 1884.
6
MCP, 1:15.
7
DNC, p. 189.
8
PVGM, p. 339.
38
encontramos cada día. Terminemos, pues, con nuestros afanes inútiles que el gran enemigo nos
pone para aplastarnos, como lo hizo con Pablo (Rom. 7:24), y gocémonos confiadamente en
Cristo. El Señor nos dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto” (Mat. 5:48). “Con nuestras facultades limitadas, hemos de ser santos en
nuestra esfera como Dios es santo en la suya. Hasta donde alcance nuestra capacidad, hemos
de manifestar la verdad”. 1 “El hombre tiene una parte que realizar para promover el crecimiento del
grano... Después de emplear sus esfuerzos hasta el límite máximo, el hombre debe depender
aún de Aquel”.2
Entonces, ¿cuál es la norma de perfección “en nuestra esfera”? Ella nos dice: “Hasta
donde alcance nuestra capacidad”; “hasta el límite máximo”, así como Dios lo hace a su límite
máximo. Justamente, ésta es la mayor norma que nos propone el Señor: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento” (Mar. 12:30). Elena G. de White escribió: “Su perfecta santidad expía
nuestras imperfecciones. Cuando nosotros hacemos lo mejor, él se convierte en nuestra justicia”. 3
Ésta es la justicia impartida. Y el que dice que no puede ser perfecto porque no puede cumplir con
lo máximo de su propia capacidad, está negando lo que posee, como el malo que escondió el
único talento recibido.
sólo vivió sin “una mancha de corrupción”, es decir sin ceder al pecado, sino que la declaración
inspirada continúa diciendo: “o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo”.1 Por lo tanto,
aunque Jesús tuvo que luchar contra su “yo”, no fue una lucha contra concupiscencias o
inclinaciones definidas a ciertos pecados, porque nunca pecó y por lo tanto nunca llegó a gustar del
pecado.
c) Una tercera posición, apoyada por muchos de la nueva teología adventista, sostiene que
Jesús no nació separado de Dios, como todos los demás niños, porque a pesar que tenía nuestra
fuerza física, mental y moral, bajo las leyes de la degeneración de 4.000 años de pecado, no
ocurría lo mismo con su “naturaleza espiritual”, que era la de Adán antes de caer. Esta hipótesis
parece acercarse más a la Revelación. Pero no define dónde puede haber una zona cerebral que
se separe del entendimiento y de los valores morales; se especialice sólo en la fe religiosa, y
pueda evadir las leyes de la herencia. No hay en la corteza cerebral una zona consciente de
incredulidad y otra consciente especializada en la espiritualidad. Si la naturaleza de Jesús fue
“idéntica a la nuestra”, no podía estar dividida literalmente en capacidades mentales intelectuales,
morales y espirituales. Por eso la Biblia lo rechaza:
Cuando Pablo se refiere al “espíritu de vuestra mente [nous]” (Efe. 4:23) la “naturaleza
espiritual” que señala esta posición, no dice que se la puede obtener fortaleciendo cierta zona
cerebral aparte del entendimiento, sino que se la consigue renovando al “entendimiento [nous]”
mismo (Rom. 12:2. Ver Luc. 24:45; 1 Cor. 14:14,15,19; Fil. 4:7; Apoc. 13:18), 2 es decir toda la
parte consciente del cerebro. Como vimos, también se le llama la “conciencia” (nous) (1 Ped. 3:21;
Heb. 9:13,14), ”la razón”,3 el “alma” (Juec. 16: 30),4 el “yo” (Juan 5:30; Gál. 2:20) o la “voluntad”
(Mar. 14:36 con Luc. 22:42). Por lo tanto, si Jesús hubiera nacido con una naturaleza espiritual
como la de Adán antes de caer, también habría tenido el mismo intelecto, y los mismos
sentimientos de Adán en su perfección. Como veremos después, en este caso también estaría en
contra de la Revelación.
d) La cuarta posición, que es mayoritaria entre los de la nueva teología adventista, y por
eso nos detendremos a considerarla con más detención, cree que Cristo nació con un cuerpo de
naturaleza caída, pero con la mente que Adán tenía antes de pecar. Por eso era inmaculado. Por
supuesto, no pueden explicar cómo puede ser inmaculado alguien que tiene un cuerpo de “carne y
sangre” con 4.000 años de degeneración, y que no puede heredar el reino de Dios sin la muerte y
la transformación (1 Cor.15:50-54). Entonces proceden con inconsistencia, diciendo que la
naturaleza del hombre es una unidad indivisible cuerpo-espíritu, pero la naturaleza humana de
Cristo no era así, sino una dicotomía cuerpo corrupto y espíritu inmaculado. Por lo tanto, niegan a
la Revelación cuando dice que la naturaleza de Cristo “era humana, idéntica a la nuestra. Estaba
pasando por el terreno donde Adán cayó”.5
Sabemos que “por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios”.6
Entonces donde Adán cayó, no pudo ser por su cuerpo sino por su mente. Además, ¿cómo hubiera
podido Jesús ser probado en nuestra condición para ser nuestro ejemplo, cuando sólo habría sido
igual a nosotros por el cuerpo y no en toda nuestra “naturaleza”?
Elena G. de White aclaró: “Cuando Jesús tomó la naturaleza humana y llegó a ser como
hombre, poseyó todo el organismo humano, sus necesidades fueron las necesidades de un
hombre”7 “Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para soportar la prueba en
que éste fracasó... llevó los pecados y las debilidades de la raza humana en la condición en que
ésta se encontraba cuando él vino a la tierra... Tomó la naturaleza humana y llevó las
debilidades y la degeneración de la raza. El que no conoció pecado se convirtió en pecado
por nosotros. Se humilló hasta las mayores profundidades de la miseria humana a fin de poder
estar calificado para llegar hasta el hombre”.8
1
CBA, 5: 1103.
2
Aquí vemos que el vocablo griego nous significa mente, y también la parte espiritual de ella, que es el consciente.
3
CN, p. 38.
4
AFC, sábado 10 de abril.
5
MS, 1: 314.
6
MCP, 1: 242.
7
Carta 32, 1899.
8
CBA ,5: 1057.
40
Note que la Hna. White está hablando de la condición de Jesús “cuando él vino a la tierra”.
Es decir tres décadas antes de cargar con nuestros pecados en la cruz. Por supuesto, Cristo no
pudo ser totalmente igual a nosotros, sino “semejante”. Por eso Elena G. de White escribió: “Cristo
fue verdadero hombre. Sin embargo, era Dios en la carne”. 1 “¡Qué contraste el del segundo Adán...
El que no conoció pecado, llegó a ser pecado por nosotros.”2
Estas declaraciones son importantes: En primer lugar, aunque tomó nuestra naturaleza, era
semejante no igual, porque era Dios-Hombre, es decir que tenía dos naturalezas, y nosotros no. En
segundo lugar, observe que cuando la Hna. White se refiere sólo a su parte humana, no emplea la
palabra “semejante”. Por lo tanto, Jesús fue “semejante” porque era Dios-Hombre, no porque su
humanidad no “era idéntica a la nuestra”, y no “participó de lo mismo” (Heb. 2:14).
En tercer lugar, Cristo no es el impecable Adán por su naturaleza, sino porque no pecó
como el primer Adán, por lo tanto no fue pecador. Por eso los Testimonios no dicen que tomó la
naturaleza de Adán antes de pecar, sino la del Adán transgresor: “En Cristo se unieron lo divino y lo
humano: el Creador y la criatura. La naturaleza de Dios, cuya Ley había sido transgredida, y la
naturaleza de Adán, el transgresor, se encontraron en Jesús: el Hijo de Dios y el Hijo del
Hombre”.3
La declaración inspirada que más se emplea para sostener esta cuarta posición, es esta:
“Nunca dejéis, en forma alguna, la más leve impresión, en las mentes humanas de que una
mancha de corrupción o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo, o que en alguna
manera se rindió a la corrupción”.4
¿Qué quiso decir Elena G. de White con ninguna “mancha” e “inclinación” hacia la
corrupción? ¿Qué no tenía absolutamente ninguna inclinación heredada que lo podía apartar de su
Padre? Entonces, ¿por qué tuvo que decirle a su Padre que no se cumpliera su “voluntad”, sino la
suya (Luc. 22:42)? ¿Qué inclinación estaba teniendo Jesús en el Getsemaní, que lo estaba
apartando del propósito por el cual había decidido venir al mundo; y por qué tuvo que luchar
diariamente contra su “yo”?5 La Hna. White aclara que la inclinación corrupta existe sólo después
que se peca conscientemente:
“Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no sería corrompida a
menos que él recibiese las palabras de Satanás en lugar de las palabras de Dios.”6
Los escritos inspirados dicen que, con respecto a la niñez de Jesús, no fue sólo su cuerpo
el que se desarrolló como nosotros, sino también su mente: “Las facultades de su intelecto y de
su cuerpo se desarrollaban gradualmente, en armonía con las leyes de la niñez”.7 En cambio,
para esta posición, la mente de Cristo debía ser superior y más santa que su cuerpo, porque sería
la de Adán antes de caer. Entonces, ¿cómo podía cumplirse Isaías 7:14-16, donde dice que al
principio Emanuel no sabría “desechar [ma'ac] lo malo y escoger lo bueno”?
La expresión hebrea ma’ac , que aparece 76 veces, significa despreciar, negarse, rechazar,
alejarse y aborrecer. Eso es lo que Jesús no pudo hacer al principio, porque no sabía lo que era
malo. Adán supo muy bien lo que era bueno y lo que era malo. Lo demostró al saber que el error
de Eva era una violación de la ley de Dios. 8 Antes de caer, Adán no tuvo que luchar contra su
propio "yo", como Jesús. Vemos que esta posición también tiene problemas con la Revelación.
En Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, nosotros sostenemos que “la humanidad
de Cristo no fue la de Adán; esto es, la humanidad de Adán antes de su caída. Tampoco fue la
humanidad caída, esto es, la humanidad de Adán después de la transgresión, en todos sus
aspectos... No era la humanidad caída, porque nunca había descendido a la impureza moral”.9
Lamentamos que hoy varios eruditos de nuestra iglesia no están de acuerdo con estas creencias.
1
MS, 1:286.
2
Ibíd., 1: 314.
3
CBA, 7: 938.
4
CBA, 5:1102,1103; Carta, 8, 1895.
5
TM, 178.
6
Manuscrito, 57, 1890; Manuscrito liberado, 1211.
7
DTG, p. 49.
8
PP, p. 39.
9
CASD, pp. 54, 55.
41
e) La quinta posición afirma que Cristo es el segundo Adán, porque pudo recuperar el
dominio del mundo entregado a Satanás. Aquí sí hay apoyo inspirado. S. Pablo dijo que el primer
Adán “es figura del que había de venir“ (Rom. 5:14). Adán no fue figura de obediencia y pureza;
pero sí como el principal entre los hombres: “Todo lo que perdió el primer Adán será recuperado
por el segundo... el señorío primero (Miq. 4:8)”.1 Cristo vino como “Hijo de Hombre”. Es decir
que, como “los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo” (Heb.
2:14) notemos que aquí no se emplea la palabra “semejante”, porque se habla sólo de la parte
humana de Cristo. Pero debemos entender que participó de lo mismo de los que viven en la
carne pero “no andan conforme a la carne” (Rom. 8:1,9,10).
(1) ¿Qué significa eso de que vivió en “carne y sangre”? Significa humanidad,
hombre “carne” (Heb. 5:7; 10:20; Isa. 40:5; Juan 3:6,7; Mat. 16:16,17; Sal. 1:16; Efe.
6:12; Rom. 7:5; 8:1, 9,10) e hijo o descendiente carnal del hombre en pecado
“sangre” (1 Cor. 15:50; Hech. 17:26; Gál. 6:12; Mat. 16: 17). Esto explica por qué
Jesús se llamaba a sí mismo “Hijo del Hombre” (Sal. 8:4; 80:17; Heb. 2:6; Mat. 8:20; 9:6,
etc.). Sabemos muy bien que ningún hijo de Adán, ni ningún hijo del hombre (Gén. 6:4; Sal.
144:3; Isa. 51:12; Eze. 3:14; Mar. 3:28: Efe. 3:5) nació antes de la entrada del pecado
(Rom. 5:12; Mar. 3:28). Ya lo entendemos por esa cita inspirada: “En Cristo se unieron... La
naturaleza de Dios... y la naturaleza de Adán, el transgresor, ... el Hijo de Dios y el Hijo
del Hombre”.2
Algunos argumentan que el título “Hijo del Hombre”, que generalmente Jesús se
atribuía, no se refería a nuestra naturaleza, sino a un título mesiánico. Pero la Revelación
no apoya esta teoría, pues el “hijo del hombre” es siempre un ser humano (Núm. 23:19;
Job 25:6; Sal. 8:4; 144:3; Heb. 2:6), o uno semejante a “un hijo de hombre” (Dan. 7:13;
Apoc. 1:13; 14:14). Al referirse a esa declaración de Daniel, la Hna. White dice que ante el
Anciano de días vino “uno parecido a un hijo de hombre”.3 No quiso decir que era “uno
parecido a un Mesías”. Pero sí dijo que Cristo “es el Hijo del Hombre, y así hermano de
cada hijo e hija de Adán”.4 “Cubrió su divinidad con humanidad y de ese modo llegó a ser
el Hijo del Hombre, un Salvador y Redentor”.5
(2) Esto significa que por “las tendencias hereditarias” que recibe toda naturaleza
nacida de la sangre y de la voluntad de la carne, el hijo del hombre y el Hijo del Hombre
no pudieron ni podrán heredar el reino de Dios sin un cambio de naturaleza (1 Cor. 15:50). 6
(3) Jesús era inmaculado con naturaleza pecaminosa. Con relación a lo que dice
Pablo en Romanos 6:12; 8:1 y Santiago 1:13-15. Ella también escribió:
“En él no había engaño de pecado, era puro e inmaculado, sin embargo, tomó
sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa”.7 “Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero
no corrupta”.8 Dice que tenía una “naturaleza pecaminosa” y era “inmaculado” con
naturaleza “caída” y “no corrupta”: Condiciones que nunca pueden aceptarse juntas en la
doctrina agustiniana y con los que hablan de Cristo como sustituto, pero les cuesta
aceptarlo como ejemplo. Para ellos es imposible que una persona con “naturaleza
pecaminosa”, no sea llamada “pecadora” antes de pecar. Por eso no pueden entender
estas declaraciones inspiradas.
(4) “Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían
cuando vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído
1
PP, p. 53.
2
CBA, 7: 938.
3
, Cristo en su Santuario (CSS), (ACES, 1980), p. 113; E, p. 128.
4
DTG., p. 593.
5
FO, pp. 29,30.
6
DMJ, p. 119.
7
RH, 15-XII-1896, en LPES, abril-junio 1986, p. 100.
8
Ms, 57, 1890.
42
sobre él”.1 En esta importante declaración, ella aclara a todos los adventistas dos puntos
claves: El primero, que la “naturaleza humana” que tomó Cristo no fue sólo el cuerpo
humano, sino todo el “hombre caído sobre él”; “la naturaleza de Adán el transgresor” sin
que Jesús llegara a ser culpable de transgresiones. El segundo, que el solo hecho de
haber tomado “las debilidades del hombre caído sobre él”, ya comenzó a llevar “los
pecados” “cuando vino a la tierra”, antes de su crucifixión pero se entiende que no la
pecaminosidad de la raza humana, pues nunca pecó.
(6) No puede haber tentaciones sin inclinaciones previas: Si Cristo tuvo que
luchar con su "yo", es incorrecto negar que su naturaleza pecaminosa no haya tenido
alguna tendencia para la tentación. Lo que sí podemos negar en él son “las más bajas
tendencias de la naturaleza humana”;6 La “propensión corrupta o tendencia al mal”;7 es
decir las concupiscencias, porque sabemos que éstas no se heredan y solo existen
después que se ha pecado y se le ha tomado gusto. “Cristo no poseía la misma
deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no
podría haber sido una ofrenda perfecta”.8 Ella habla aquí de la “deslealtad... caída”, y no
de la “naturaleza caída” que sí poseyó.
Así que Cristo quedó afectado por el pecado, pero no infectado por él. Al hablar de
la lucha que Cristo enfrentó en el Getsemaní, los Testimonios dicen que “su naturaleza
humana rehuía el conflicto que le aguardaba”9 La tentación no podía venir de los
miembros de su cuerpo, sino de su mente. Otra vez la “naturaleza” incluye su mente
humana seductora, pero que nunca cede al pecado. En otra declaración, la pluma
inspirada dice que Cristo “tomó nuestra naturaleza y venció a fin de que nosotros,
tomando su naturaleza, pudiésemos vencer”.10 Nunca podríamos tomar su “naturaleza”
para vencer a la tentación, si la suya no hubiera sido caída en cuerpo y mente, pero sin
pecado de culpa.
(7) Dios aceptó la naturaleza pecaminosa de Jesús como perfecta a su esfera. Con
la misma disposición que Dios nos acepta en nuestra degeneración, aceptó la ofrenda
viviente de Jesús cuando tenía la degradación de “cuatro mil años de pecado”.11 Por eso
ante Dios “su organismo físico no era afectado por defecto alguno; su cuerpo era sano y
fuerte”.12 Pero, si lo hubiéramos podido ver a Jesús junto a Adán en su perfección, que
1
MS, 1: 314.
2
DTG., p. 32.
3
Idem.
4
CT, p. 210.
5
YI, 20-XII-1900, en LPES, enero-marzo 1983, p. 66.
6
Carta (a Madison y H. Miller), 23 de julio de 1889.
7
Idem (a Irwin y Haskell), noviembre 1899. CPEW-BR.
8
MS, 3: 147.
9
CSRA. p. 219.
10
DTG, p. 278.
11
Ibíd., p. 32.
12
Ibíd., p. 34.
43
tenía entre 3,60 y 3,80 metros de altura; 1 que poseía “una fuerza vital veinte veces
mayor”?,2 y estaba rodeado de una hermosa luz que “iluminaba todo objeto al que se
aproximaba”,3 seguramente no lo habríamos aceptado como ofrenda santa. Entonces, si
bien Cristo no necesitó expiación por haber pecado, su sangre pagó la diferencia con
justicia. Vemos una vez más cómo el significado que Dios da al pecado ha sido adaptado
desde la caída de Adán (Rom. 8:23). Por eso, a los que los agustinianos señalan como
pecadores desde el nacimiento, Dios les reserva el cielo (Mat. 19:14).
14º ¿Por qué fue necesario que Cristo naciera con nuestra naturaleza caída pero sin la culpa
del pecado?:
La contienda adventista acerca de la naturaleza de Cristo no surgió por primera vez en
1950. El motivo que llevó al Hijo de Dios a tomar la naturaleza humana de “carne y sangre”, surgió
mucho tiempo antes de la crucifixión de Cristo. Elena G. de White explica que si el Hijo de Dios
quería obrar con entera justicia, debía tomar nuestra naturaleza humana con estas condiciones:
“Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían cuando
vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído sobre él... a fin de
elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba.4
Después de la caída de Adán y Eva, Satanás fue al cielo para presentar un argumento que
hizo temblar al universo poblado, porque parecía incontrovertible. La Hna. White escribió al
respecto:
“Después de la caída del hombre, Satanás declaró que los seres humanos habían
demostrado ser incapaces de guardar la ley de Dios, y procuró arrastrar consigo al universo en esa
creencia. Las palabras de Satanás parecían ser verdaderas, y Cristo vino para desenmascarar
al engañador... [por eso] “Cristo, que no conocía en lo más mínimo la mancha o contaminación del
pecado, tomó nuestra naturaleza ["naturaleza", no cuerpo] en su condición deteriorada”.5
c) Por eso vimos que el ladrón en la cruz se verá en desventaja con relación a los que
avanzaron más en la perfección. Y “la capacidad de gozo será menor en la vida futura por
causa de la mala conducta y el abuso de las facultades morales en esta vida”. 4 “Los que en este
mundo andan de acuerdo a las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones
celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente... en la
conducta”.5
Cuando nos comparemos con los seres que nunca cayeron, el problema del ladrón
arrepentido será el problema de todos nosotros. Pero de ningún modo será motivo de desaliento o
de la pérdida de la felicidad celestial. Sólo será un reconocimiento de la diferencia. También
debemos entender que la sierva del Señor no dice que tendremos que mejorar allá la mala
conducta, sino la imperfecta, así como Jesús adulto mejoró su conducta que tenía de niño. Note
que estas revelaciones nos están explicando por qué la santificación aquí es un arrabón (adelanto)
y “la idoneidad para el cielo”.
d) De esta manera podemos ver mejor la importancia que tiene el perfeccionamiento del
carácter en esta vida: “La formación del carácter es una obra de suma importancia. Es una
tarea que no termina en esta vida, sino continúa en la futura. Lo que hagan de sí mismas ahora
por medio de los méritos y la gracia de Cristo, perdurará por las edades eternas, y me intereso
mucho en que no se conformen con una norma baja”.6 Luego, ella dio algunos ejemplos de lo
qué tendremos que seguir luchando en la eternidad: “Sean sobrias... trabajen con diligencia... No te
apresures a hablar; sé discreta. Nunca te alabes”.7
Aunque no todo lo malo que grabamos en el cerebro será borrado para que nos sirva de
garantía eterna contra una segunda caída (Nah. 1:9); para poder recordar a nuestros familiares y
hacer juicio de los malos que conocimos aquí, las concupiscencias o pasiones definidas que llevan
al justo a una lucha mental en la santificación, en el cielo no existirán porque habrán sido vencidas
en la tierra. Y, como una concupiscencia que llegamos a dominar deja de ser una pasión
vehemente, en nuestra mente queda sólo como un recuerdo. Sin embargo, la “tarea que no termina
en esta vida” como ocurrió especialmente con el malhechor perdonado en el Calvario, que no
tuvo tiempo suficiente para habituarse a dominar todas sus concupiscencias “continúa en la
futura”, pues la Revelación es bien clara.
1
TS, 3:370.
2
————, El hogar adventista (HAd), (M. V., Pub. Inter., 1959), p. 12.
3
————, Nuevas cada mañana (NCM), (Bs. As., ACES), p. 329.
4
MSV, p. 221.
5
CDCD, p. 35.
6
Idem.
7
En el cielo no recordaremos el mal de este mundo (Isa. 65:17) porque la mente sana lo bloquea para recordar lo
agradable. Pero la memoria será eterna, y por eso vimos que también lo es la santificación ( Sal. 112:6,7; Eze. 36:28,31;
Juan 16:21,22).
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pueblo desde los días de Jones y Waggoner. 1 El pensamiento generalizado está basado en un
error de interpretación de los escritos de Elena G. de White, concluyendo que en cualquier
momento el juicio que se inició en 1844 llegará a los vivos; los 144.000 ya estarían siendo sellados
como condición para recibir la lluvia tardía, y por lo tanto ya habría adventistas que viven en la
impecabilidad definitiva la segunda bendición de los wesleyanos. Aún más: aseguran que esa
impecabilidad incluye los pecados involuntarios y de ignorancia.
a) Cada creyente es sellado por Dios en forma condicional desde la justificación, gracias a
la consagración al Espíritu Santo (2 Cor. 1:22; Efe. 1:13; 4:30), quien es “la naturaleza divina” en la
nueva vida del creyente (2Ped. 1:4). Por eso la mensajera del Señor aseguró que en sus días
(1899) muchos hermanos ya estaban recibiendo el “sello de Dios” 2 Pero el sellamiento final nunca
puede acontecer mientras haya vida, a fin de que por un cambio humano posterior el fallo divino,
no se transforme en un juicio errado e injusto. Por eso el sellamiento individual no se realiza antes
del último día de vida.3
Pero también hay un tercer sellamiento, que es masivo y que ocurrirá en el tiempo del fin
antes de la muerte, debido a sucesos que impedirán un cambio posterior. Es decir que por Dios
“serán sellados con su inmutabilidad”;4 y “su carácter permanecerá puro y sin mancha para la
eternidad”.5 La pluma inspirada también dice que “no habrá entonces sangre expiatoria que lave
las manchas del pecado”6, porque habrán llegado a un estado de impecabilidad definitiva. Y eso, a
pesar de poseer carne de pecado y conservar el sentido de indignidad por su vida pasada, y por
los errores de ignorancia que seguirán cometiendo.
b) La Revelación también dice: “Todo el que cumpla por fe los mandamientos de Dios,
alcanzará el estado de impecabilidad en que vivió Adán antes de su caída”7. Pero los
perfeccionistas adventistas deben recordar que esto ocurre en el perdón, cuando Cristo nos imputa
su perfecta obediencia; tan perfecta como Adán antes de caer. Por eso llegamos a ser completos
en él (Col. 2:10). Sin embargo esta "impecabilidad" es condicional, pues ya sabemos que no hay
justo que no vuelva a caer (Ecl. 7:20).
c) El gran sellamiento de los vivos se cumplirá después del decreto dominical: “Pero
cuando se ponga en vigencia el decreto que ordena falsificar el sábado, y el fuerte clamor del
tercer ángel amoneste a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen, se trazará la
línea entre lo falso y lo verdadero. Entonces los que continúen aún en transgresión recibirán la
marca de la bestia”.8
“Nadie hasta ahora ha recibido la marca de la bestia”. 9 “La observancia del domingo no es
aún la marca de la bestia, y no lo será sino hasta que se promulgue el decreto que obligue a
los hombres a santificar este falso día de reposo”.10
“El Señor me ha mostrado claramente que la imagen de la bestia será formada antes
que termine el tiempo de gracia, porque constituirá la gran prueba para el pueblo de Dios por
medio de la cual se decidirá el destino de cada uno...
“Esta es la prueba que deberán enfrentar los hijos de Dios antes de ser sellados”.11
1
Waggoner, General Conference Bulletin, pp. 146,147.
2
, Manuscript Releases, vol. 14, pp. 57,58.
3
————, Eventos de los últimos días (EUD), (Bs. As., ACES, 1992), pp. 226,227.
4
HAp, p. 278.
5
JT, 2:71.
6
Ibíd., 2:67.
7
MSV, p. 222.
8
, El Evangelismo (Ev), (Bs. As., ACES, 1975), p. 174.
9
EUD, p. 228.
10
Idem.
11
Carta 11, 1890, citado en CBA, v. 7, Apoc. 13:14-17.
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Y puesto que esto se cumplirá en un corto tiempo “antes que termine el tiempo de gracia”,
la Hna. White dice que “los justos vivos recibirán el sello de Dios antes de la terminación del tiempo
de gracia”.1 Pero ella aclara que “el tiempo del sellamiento es muy corto y pronto terminará”.2
e) Por lo tanto el tiempo del sellamiento para la iglesia en su conjunto, no se inició en 1844,
y no se inicia ahora sino después del decreto dominical, el gran zarandeo, la lluvia tardía y “la
postrera gran amonestación” al mundo. Antes de ese tiempo no hay ni habrá impecabilidad
humana.
En el otoño de 1886, Elena G. de White vio en visión cómo muchos adventistas del tiempo
del fin serían desviados por una justificación que se apartaría del camino, y una santificación que
pretendería ser cumplida sólo por la fe, argumentando que Cristo cumple la ley por los santos. Muy
preocupada, la sierva del Señor escribió:
“Algunos no utilizarán debidamente la doctrina de la justificación por la fe. La
presentarán en forma unilateral. “Otros tomarán las ideas que no han sido presentadas
correctamente, y llevarán las cosas a un extremo ignorando el papel que desempeñan las
obras”.4
“Durante las reuniones de Onebro, el Espíritu del Señor me impulsó a presentar su ley
como la gran norma de justicia, y amonestar a nuestro pueblo en contra de la santificación
moderna y falsificada que tiene su origen en la adoración de la voluntad antes que en la sumisión
de la voluntad a Dios. Este error está inundando al mundo y como testigos de Dios seremos
llamados a dar un testimonio firme en contra de él. Es precisamente uno de los engaños de los
últimos días y resultará ser una tentación para todos los que creen la verdad presente.
“Los que no tienen su fe firmemente establecida en la Palabra de Dios serán desviados. La parte
más triste de todo esto es que muy pocos de los que sean engañados por este error hallarán
nuevamente el camino a la luz”.5
Al recordar los acontecimientos ocurridos desde 1888 y los resultados que tuvo que sufrir
la iglesia, la pluma inspirada escribió: “Lo que se ha manifestado entre nosotros desde el encuentro
1
MS, 1:75.
2
PE, p. 58.
3
Ibíd., p. 71.
4
Ms, 16. 1890.
5
FO, p. 51.
47
1
, General Conference Bulletin, 1893, p. 184.
2
JT, 3:271.
3
RH, 21 de enero de 1904, p. 9.
4
MS, 1:231.
5
Ibíd., 1:243.
6
JT, 3:271.
7
PP, p. 554.
8
JT, 3:443.
48