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SOTERIOLOGÍA

VERDADES Y ERRORES
ACERCA DE LA JUSTIFICACIÓN
Y LA SANTIFICACIÓN

Leroy E. Beskow

2004
2

Guía para 8 horas de clase

Objetivos del estudio:


1º Entender por qué hay una crisis sobre el tema.
2º Saber diferenciar entre las posiciones humanas y la bíblica.
3º Saber qué es el pecado y cómo lo considera Dios desde la caída de Adán.
4º Conocer el propósito de la santificación en esta vida y en la eternidad.
5º Conocer los errores del perfeccionismo y del antiperfeccionismo adventista.
6º Entender por qué Cristo pudo ser nuestro ejemplo y es nuestro sustituto.
7º Conocer las advertencias inspiradas acerca de la santificación en los días finales.
8º Que el estudio nos lleve a una consagración más profunda por el poder del Espíritu.

CONTENIDO

Clave de abreviaturas………………………………......... 3
Introducción……………………………………………....... 4
LA JUSTIFICACIÓN
La influencia griega en la salvación……………….......... 5
La salvación en la historia de nuestra iglesia………...... 6
Por qué la salvación es por la fe………………….......… 7
La fe y las obras……………………………………........... 9
¿Qué obra en la justificación "la fe que obras"….......… 9
Somos justos por obedecer la ley, no por guardarla...... 11
Una advertencia a los laodicenses que buscan la
justificación…………………………………....................... 12
…...
¿Una justificación que nos hace justos, o sólo
declarados?.................................................................... 12
............
La justificación bíblica…………………………..……....... 14
Qué es pecado……………………………………..…....... 15
¿La justificación es puntual y diaria o única y
gradual?.......................................................................... 20
.....
¿Una salvación insegura y pesimista?........................... 24
Una salvación por dos reconciliaciones………....……... 24
¿La salvación se cumple en tres etapas?...................... 25
La salvación y la Biblia……………………………..…...... 26
Conclusión…………………………………………..…....... 27
LA SANTIFICACIÓN
Qué es la santificación……………………………..…...... 27
La santificación según la Biblia……………………......... 28
Cuándo se inicia la santificación………………...........… 29
Las enseñanzas del santuario con relación a la
santificación…………………………………......... 30
…..................
¿Por qué el proceso de la santificación es tan lento?.... 31
El propósito de la santificación………………..……........ 32
Los frutos de la santificación……………………....…...... 33
Los héroes de la fe y la santificación…………..….....…. 34
3

¿Nuestro viejo hombre no muere?................................. 34


La naturaleza vieja, el nuevo "yo" y la naturaleza
divina.............................................................................. 35
.....
¿Podemos ser perfectos?.............................................. 36
¿Podemos guardar la ley perfectamente?…………....... 37
¿Guardó Cristo la ley es una condición idéntica a la
nuestra?.......................................................................... 38
¿Por qué fue necesario que Cristo naciera con nuestra
naturaleza caída pero sin la culpa del pecado?............. 42
Nuestro carácter no será transformado en la segunda
venida…………………………………………................… 43
No hay impecabilidad antes del sellamiento.....……….. 44
Segunda conclusión……………………………....…….… 45
UNA INQUIETANTE PROFECÍA 46

CLAVE DE ABREVIATURAS
por orden de aparición

JT Joyas de los testimonios


PE Primeros escritos
RH Review and Herald
ST Signs of the Times
HIC Historia de la iglesia cristiana
TM Testimonios para los ministros
CHR Christ and His Righteousnes
DMJ El discurso maestro de Jesucristo
CBA Comentario bíblico adventista del 7º día
FO Fe y obras
MS Mensajes selectos
HR Historia de la redención
MCP Mente, carácter y personalidad
CC El camino a Cristo
HP Recibiréis poder
PP Patriarcas y profetas
Ms Manuscritos
DTG El Deseado de todas las gentes
RM Reavivamientos modernos
PVGM Palabras de vida del gran Maestro
T Testimonies
MJ Mensajes para los jóvenes
HIC Historia de la iglesia cristiana
CT Cristo triunfante
RJ Reflejemos a Jesús
CN Conducción del niño
AFC A fin de conocerle
PD El progreso del dogma
YI Youth Instructor
CS El conflicto de los siglos
LPES Lecciones para la Escuela Sabática
MSV ¡Maranatha: El Señor viene!
Te Temperancia
DNC Dios nos cuida
4

CASD Creencias de los adventistas del 7º día


PA Los padres apostólicos
MHC Manual de historia de las creencias
ES Él es la salida
EJ Exaltad a Jesús
CDCD Cada día con Dios
HAp Hechos de los apóstoles
ATO Alza tus ojos
TC Testimonies for the Church
CPM Consejos para los maestros
HAd El hogar adventista
NCM Nuevas cda mañana

INTRODUCCIÓN

Nuestro Salvador aseguró: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo...
entonces vendrá el fin” (Mat. 14:14). Habla aquí de “este evangelio”, del verdadero. Y el Señor no
vendrá antes que se ilumine toda la tierra con la verdad tal cual se lee en las Escrituras. Elena G.
de White escribió estas sorprendentes declaraciones:
“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más
claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada... El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar
de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de
Dios que terminará la obra del tercer ángel”.1
Pero todavía no estamos en ese tiempo, porque Elena G. de White nos dice: “Jesús no
puede venir todavía a la tierra. Ellos los que dicen poseer la luz de la verdad tienen que soportar
mayores pruebas por él. Deben renunciar a tradiciones y errores recibidos de los hombres y
volverse por completo a Dios y su Palabra”.2
Es muy cierto que nuestro pueblo sigue la verdad más de cerca que cualquier otra iglesia
cristiana. Pero no de toda la verdad. Por eso nos encontramos aquí reconociendo que somos
falibles, pero con el sincero deseo de seguir la verdad con todo el corazón.
El autor

1
Todo el énfasis en negrita es y será mío.
Elena G. de White, Joyas de los Testimonios, (Bs. As., ACES, 1956), pp. 373, 374. En adelante será (JT).
2
, Primeros Escritos (PE), (M. V., Pub. Interamericanas, 1962), p. 243. . Esta amonestación fue dirigida
primeramente a los adventistas de mediados del siglo XIX. Pero la cita anterior, escrita en 1900, nos dice claramente que el
fin del tiempo de gracia todavía no se puede cumplir por esta causa. Por eso también se tarda la venida de Cristo.
5

LA JUSTIFICACIÓN

1º La influencia griega en la salvación:


a) Platón (s. IV a.C.) fue el filósofo griego de más influencia en la doctrina cristiana acerca
del pecado y su relación con las naturalezas de Cristo y del hombre.

b) El gnosticismo y el nicolaísmo, una rama del gnosticismo (Apoc. 2:6,15), fueron los que
introdujeron la filosofía platónica en el cristianismo. Ellos enseñaban que el hombre debe liberarse
del pecado de la materia por medio de la “gnosis”, la iluminación mística. Creían que Cristo no se
encarnó realmente sino en “apariencia”, o sólo en forma “semejante” a la carne del hombre (¿Juan
1:14; Heb. 2:14?). Por eso decían que pudo mantenerse puro.

c) Según Elena G. de White, el pecado de los nicolaítas era que cambiaban “la gracia de
Dios por lascivia”,1 enseñando que eran “hombres salvados en sus transgresiones”, porque decían
que es imposible guardar la ley mientras se viva en un cuerpo (Juan 15:5). Por eso concluyeron
que en la santificación Cristo “cumple la ley por nosotros” (“fulfils the law for has”)2 desde hace
tres décadas algunos de nuestra iglesia se inclinan hacia esta enseñanza.

d) Tertuliano (c, 160-220) fue el primer escritor de los llamados “padres de la Iglesia” que
habló de un pecado original que pasó a toda la humanidad. Luego Orígenes (s. III d.C.) sostuvo la
preexistencia del alma humana, y que ésta necesitaba antes del Edén una gracia especial de Dios
para no pecar. Puso así los fundamentos de la doctrina del pecado original.

e) Agustín de Hispona (s. V), que fue maniqueísta (secta gnóstica) y nunca se libró de su
influencia, creyó como Orígenes la necesidad de una “gracia previniente” para todas las almas,
confirmando en el cristianismo esta doctrina del pecado original y al bautismo infantil que libra al
hombre del pecado de nacer con un cuerpo material.

f) Lutero (s. XVI) fue un gran admirador de Agustín. Por eso creía que mientras el creyente
viva en el cuerpo, no será justificado verdaderamente hasta la resurrección. Sólo podrá ser
justificado legalmente, quedando pecador como antes, pero “justo” por declaración. Para él el
justificado es el que siente “incertidumbre” de estar realmente justificado, y certeza de que sigue
siendo “pecador”.3 Para él el hombre es como un “burro” manejado por la Deidad, sin ninguna
capacidad para cooperar con él en el crecimiento espiritual. Por eso le restó importancia al proceso
de la santificación; y originó la frase sola fide (sólo por fe), rechazando a Santiago como inspirado. 4

g) Calvino (s. XVI): Su teología fue más lejos que la de Lutero, porque sostenía que al
recibir en la cruz nuestros pecados, Cristo no se hizo pecado como la “serpiente” en el madero,
(¿Juan 3:14?). Y fue “totalmente puro a pesar de la sustitución”, porque creía que entonces no
hubiera podido ser nuestro Sustituto perfecto (¿2 Cor. 5:21?). 5 Enseñaba la unio mystica con
1
———— , Review and Herald (RH), 7 de junio de 1887.
2
, Signs of the Times (ST), 25-II-1897.
3
Bonifac A. Willens, Soteriología. Desde la Reforma hasta el presente (S), (Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
1973), pp. 6,10.
4
Williston Walker, Historia de la iglesia cristiana (HIC), (Buenos Aires, Casa Unida de Publicaciones, 1957), pp. 335-
353.
5
S, p. 25.
6

Cristo del misticismo de Agustín, valiéndose de la expresión “en él”. Si Pablo dice que llegamos a
ser “hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21), pensaba que no es porque nos hace justos, como
dice Pablo, sino que llegamos a serlo por estar “en él”, que es justo (vera et substantialis
communicatio). Así que sostenía “una consustancialidad con Cristo entendida de forma panteísta”. 1
A diferencia de Lutero, creía en una gracia doble (justificación y santificación); y también en una
doble predestinación para la vida y para la condenación.
h) Arminio (s. XVII) y Wesley (s. XVIII) se opusieron a Lutero y Calvino porque se habían
dejado llevar por la influencia platónica y agustiniana. Y rechazaron como exagerada la completa
inutilidad del hombre caído para cooperar con Dios en la santificación, mediante el uso del poder
de la voluntad. Pero esta oposición al platonismo llevó a los wesleyanos al error de la “carne
santa”.

2º La salvación en la historia de nuestra iglesia:


a) Los pioneros de nuestra iglesia habían sido protestantes. Pero el énfasis que Elena G.
de White le dio a la observancia del Decálogo, para contrarrestar la doctrina protestante, se lo
confundió con un apoyo a la salvación católica de una salvación con obediencia a la ley. Entre los
confundidos había líderes de la Asociación General.

b) Con el mensaje de los pastores Jones y Waggoner , este error llevó desde 1888 a la
primera crisis adventista acerca de la salvación.

c) Elena G. de White se sintió tan feliz por la claridad del mensaje, que llegó a pensar que
el fuerte pregón del tercer ángel ya estaba por iniciar su bendita obra. 2

d) Lamentablemente su alegría no duró mucho tiempo, porque estos pastores mezclaron


la verdad con errores que algunos todavía mantienen:
■ Las verdades:
(1) No somos justificados por guardar el Decálogo, sino por la fe.
(2) El perdón no sólo es un acto legal, sino también un cambio interno que nos
hace justos. Y el perdón “contiene en sí mismo” “el nuevo nacimiento”. 3
contra Lutero y la Reforma. Por lo tanto, la santificación no es la segunda
parte de la salvación, sino el “fruto”, el resultado (Rom. 6:22) contra Roma y la
Reforma. La Hna. White dijo que esto era nuevo desde el Pentecostés. 4
(3) Cristo vino para dar ejemplo con nuestra naturaleza caída la tercera revolu-
ción.

■ Los errores:
(1) Cristo vino como “hombre pecador”, es decir con “todas las debilidades y las
tendencias pecaminosas” 5.
(2) La ley en Gálatas 3 es sólo el Decálogo. Por eso estamos libres de guardarlo.
(3) La santificación nos lleva a la impecabilidad antes del sellamiento perfeccio-
nismo.

e) Finalmente Elena G. de White dijo que “ninguno de los dos [oponentes: Waggoner y
Butler] tienen toda la luz sobre la ley; ninguna de las dos posiciones es perfecta” 6

f) En un encuentro por radio en 1949, se expuso la posición adventista con relación a la

1
Ibíd., p. 28.
2
E. de White, Testimonios para los Ministros (TM), (Bs. As., CES, 1961), p. 89.
3
E. J. Waggoner, Christ and His Righteousnes (CHR), (Oakland, P.P.P.A., 1890), p. 66.
4
RH , 17 de agosto de 1897.
5
CHR , pp. 26,27.
6
E. de White, Carta, 21, 1888, citado por Arthur L. White, Elena de White, mujer de visión, (Bs. As., ACES, 2003), p.
255.
7

naturaleza humana de Cristo, y los protestantes dijeron que nuestra doctrina era “satánica”. Esto
llevó a la Asociación General a corregir el libro: “Seventh day Adventists Answer Questions on
Doctrine” (Los Adventistas Responden a Preguntas Sobre Doctrina). El pastor M. L. Andreasen no
estuvo de acuerdo con los cambios ofrecidos, llevando con el apoyo de otros teólogos a la segunda
crisis de nuestra iglesia.

g) Esta discusión pre y poslapsaria (antes y después de la caída de Adán) de la naturaleza


humana de Cristo, concluyó en una tercera crisis adventista. En 1971 el Dr. Hans LaRondelle se
dispuso a mostrar los errores del perfeccionismo adventista que se mantenía desde los tiempos de
Waggoner, sin restar importancia a la obediencia a la ley de Dios. Por eso, la Asociación General lo
eligió como un buen candidato para producir el equilibrio necesario que necesitábamos. Pero la
crisis sobre la naturaleza de Cristo dio lugar a la crisis de la naturaleza del hombre en pecado.

h) Lamentablemente LaRondelle cometió un primer error, al tratar de contrarrestar la


doctrina del perfeccionismo adventista buscando apoyo en Calvino, en lugar de hacerlo sólo con la
Revelación. Históricamente sus seguidores, los calvinistas, se habían opuesto a Wesley. Por eso
fue interpretado como un ataque calvinista adventista contra los conservadores.

i) El segundo error de LaRondelle fue negar lo que Elena G. de White había aceptado
desde 1888 con tanta alegría, respecto a la justificación bíblica “más abarcante”. 1 Y la justificación
adventista retrocedió acercándose a la tan difundida justicia única y sólo legal, para atribuirle otra
vez la limpieza y la salvación interna, no a la misma justificación puntual de la conciencia, sino al
lento proceso de la santificación (¿Rom. 6:22?). Por eso para él la salvación es una justificación
que necesita al mismo tiempo de la vida de santificación (santificación romana). Justamente, por
este error no pudo encontrar apoyo en la pluma inspirada, 2 y lo buscó en Calvino.3

j) Las buenas intenciones del Dr. LaRondelle y de la mayoría de los teólogos de la


Asociación General, fueron aprovechadas por aquellos que ya estaban buscando una teología más
popular, como la justificación luterana de Robert D. Brinsmead y Desmond Ford, y la mística
salvación de relacionamiento del pastor Morris Venden, que terminó en la santificación sólo por fe
que la Hna. White profetizó como uno de los peligros del fin. 4 Influenciado por el error del
catolicismo de una segunda parte de la salvación mediante las obras de la santificación; pero
tratando de que esta salvación fuera sólo por la fe, como en la justificación, Venden también buscó
apoyo en la santificación calvinista de obrar “en él” y “en Cristo”, interpretando que obrar “en él” no
significa obrar con la ayuda del Señor, sino “descansar” en Cristo para que él pueda obrar “por”
nosotros ─santificación nicolaísta.

k) Últimamente surgió una posición que asegura que el mensaje del Testigo Fiel a la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, no incluye el tema de la justificación por la fe, señalado en Apocalipsis
3:18. Cree que esta parte del mensaje a Laodicea es para las demás iglesias cristianas. Así
desconoce las advertencias de los Testimonios; 5 niega al Testigo Fiel de que en nuestra iglesia hay
una crisis por el tema de la salvación (Apoc. 3:17,18); y al dividir el mensaje para aplicarlo a
nosotros sólo desde el verso 19, no sabe señalar en forma definida a qué se refiere el Señor
cuando dice que debemos arrepentirnos, ya que todos pecamos y nos arrepentimos diariamente
por cometer diversas faltas.
l) Esta crisis ha llevado a algunos a preguntarse sorprendidos: “¿Podemos ser
considerados aún el pueblo de la Biblia?” El Dr. Robert R. Timm ha dividido la historia de la

1
————, El Discurso Maestro de Jesucristo (DMJ), (Mountain View, California, Publicaciones Interamericanas,
1964), p. 97.
2
Ella decía: “Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la
santificación” : citado por Francis Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (CBA), v. 7, (Boise, Idaho, Pub.
Interamericanas, 1990), p. 920). Regresaremos a esto en la santificación.
3
Hans K. LaRondelle, Doctrina de la salvación, (Libertador San Martín, Sem. Adventista Latinoamericano de
Teología, 1982), p. 20, citando a Calvino, Institutes, III, 16,1.
4
E. de White, Fe y obras (FO), (Buenos Aires, ACES, 1984), p. 51.
5
————, Mensajes selectos (MS), vol. 2, (M.V., Pub. Interamericanas, 1967), pp. 75,76.
8

soteriología adventista en dos partes: El período de énfasis bíblico-doctrinal hasta principios de los
años 80, y el período actual de énfasis bíblico-relacional (1981). Así el péndulo espiritual pasó
del “formalismo doctrinal al del existencialismo subjetivo”.1

3º Por qué la salvación es por la fe :


La “salvación” (sotería), cuyo estudio es llamado por los teólogos “la soteriología”, es “por
medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe” (Efe. 2:8,9).
a) ¿Cuál es la fe bíblica? La Fe (heb. ‘emeth, ‘emun y ‘emunah y gr. pístis), que significa
seguridad, confianza, verdadero, permanente y seguro, es un “acto de la mente”2 positivo frente al
conocimiento de alguien o de algo; y está basada en una convicción razonable, no en un
sentimiento religioso. E. de White aclara: “El sentimiento de por sí no es fe. Son dos cosas
distintas”.3 La fe se basa en la razón. También dice: “Lo creo, así es, no porque lo sienta, sino
porque Dios lo ha prometido”.4

b) Por nuestro padre Adán heredamos las consecuencias del pecado, pero también dones
de Dios que son indispensables para la vida. Como ser el instinto de conservación de la vida, el
deseo de superación, la atracción por lo bello, etc. Entre los dones que heredamos está también la
fe natural, que sin ella nadie podría vivir mucho tiempo. La pluma inspirada dice que esta fe, “es
necesaria tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores de la vida”. Y se diferencia de
la fe religiosa porque “es el medio por el cual la verdad y el error encuentran abrigo en la mente”. 5
Santiago afirma que todos, incluso Satanás podemos tener esta fe. Él cree tanto en la
Biblia que tiembla porque sabe lo que le espera (Sant. 2:19), a pesar que ya ha pecado contra el
Espíritu Santo. Elena G. De White escribió:
“Algunos suponen... que no pueden tener fe a menos que sientan el poder del Espíritu”. 6
Pero recordemos que la fe es un “acto de la mente”; “es un don de Dios, pero el poder para
ejercitarla es nuestro”.7 Ella no niega aquí la necesidad del Espíritu Santo para tener esta fe, sino
que nos hace entender que la fe no depende enteramente de él, sino de una obra de cooperación.
Por eso la fe viene por medio de la lectura de la Palabra de Dios (Rom. 10:17). Si fuera una obra
sólo del Espíritu no necesitaríamos el apoyo de la Biblia.
La fe salvadora es la misma fe natural, pero sólo se la obtiene con la ayuda del Espíritu
Santo, porque naturalmente nadie puede entender ni buscar a Dios (Rom. 3:10,11).

c) Ahora bien. Si llegamos a saber que debemos devolver los diezmos a Dios y llegamos a
la conclusión de que debemos hacerlo, es por un acto de “fe”. Pero con eso no estamos
devolviendo los diezmos. Pensar no es hacer; por eso está la conocida frase: “Del dicho al hecho
hay mucho trecho”. Y es por eso que Santiago recomienda que la fe sea acompañada con las
obras, a fin de que pueda ser perfeccionada (Sant. 2: 22,24).

d) Lutero creía que si la justificación no es “por obras”, como dice Pablo, entonces
concluyó que se la obtiene únicamente por un acto de fe. Por eso cambió la frase bíblica “por la fe”
en “sólo por la fe” (sola fide), negando como inspirado el libro de Santiago, porque dice: “no
solamente por la fe” (Sant. 2:24). La Hna. White dice que éste fue uno de los “ graves errores” de
Lutero y de la Reforma,8 que llevó al protestantismo a la muerte espiritual (Apoc. 3:1). Pablo
escribió “no por obras” a los judaizantes que decían salvarse por ellas. En cambio Santiago
escribió para todos, que no creen en ese error pero evitan hacer algo por Cristo.
1
Alberto R. Timm, “¿Podemos ser considerados aún el pueblo de la Biblia?”, Revista Adventista (RA), (Madrid, Edit.
Safeliz, año 29, enero 2003, Nº 377), pp. 3,4.
2
MS, 1: 406..
3
, Testimonios selectos (TS), v. 1, (Buenos Aires, Casa Editora Sudamericana, 1923), p. 124.
4
, El camino a Cristo(CC), (Buenos Aires, ACES, 1987), p. 51.
5
, Mente, carácter y personalidad (MCP), v 2, (Bs. As., ACES, 1990), pp. 552,558.
6
TS, 1:124.
7
PP, 458.
8
, Historia de la redención (HR), (M. V., Pub. Interamericanas, 1980), p. 370.
9

d) En la Biblia, la “fe” tiene un significado triple:


(1) Es confiar en algo (Fil. 3:4; Heb. 13:18); en una persona humana (1 Cor. 1:9; 2
Cor. 7:16) o en Dios (Sal. 25:2,20; 31:6; Rom. 14:14). Y confiar es creer (Rom.
4:5; 2 Cor. 4:13; Heb. 11:6; Sant. 2:19,20).

(2) Es fidelidad, lealtad a Dios y a sus principios (Rom. 3:3; Tit. 2:10).

(3) Es la doctrina, la creencia que Dios reveló (Hech. 6:7; 13:6-8; 14:22; Fil 1:27;
Sant. 2:1; Jud. 3).
e) Como ocurre con la fe natural, la fe religiosa en el plan de la salvación la fe
salvadora es una “convicción” que se basa en el conocimiento del pasado. Por eso viene de la
lectura de la historia sagrada y es fortalecida por ella (Rom. 10:17), y no sólo por la obra que
realiza el Espíritu Santo. Por lo tanto, si la fe se desarrolla mediante la cooperación con el Espíritu,
nadie puede excusarse diciendo que no tiene fe porque está esperando que el Espíritu se la
entregue.

4º La fe y las obras:
a) “La fe que obra por amor” (Gál. 5:6), es la que nos lleva a la salvación. No por obrar
(Efe. 2:9), sino porque la fe que salva no es sólo un cambio de actitud; una simple decisión que
mientras Cristo llama a la puerta le dice: “Sí, Señor, entra: Yo estoy aquí sentado”. El mensaje a los
laodicenses es que se levanten y abran la puerta (Apoc. 3:20). Los Testimonios dicen: “Todas
vuestras obras no pueden salvaros; sin embargo, es imposible que seáis salvos sin buenas
obras”.1 Pero “debemos preguntar con verdadera sinceridad: ¿Qué debo hacer para ser salvo?
Tenemos que saber con exactitud qué pasos estamos dando hacia el cielo”. 2

b) Las interpretaciones de Santiago 2:24:


1ª posición: Son obras que debemos hacer para justificarnos ante los hombres, no
ante de Dios (Rom. 3:20; 4:2; Luc. 23:50).
Pero antes del perdón, nadie puede hacer las obras de la ley delante de Dios ni del
hombre (Rom.8:7; Juan 15:5). Además, Dios dijo a Noé: “A ti he visto justo
(tsadyq, de tsadaq) delante de mi ” (Gén. 7:1. Ver Heb. 11:4; Job 1:8; 40:4, 8; Mar.
6:20; Hech. 10:22). Nadie es “justo”, pero Cristo los “hace” justos en el perdón
(Rom. 2:13; 2 Cor. 5:21

2ª posición: Son obras que se realizan después del perdón en la santificación. Pero
Santiago no dice que somos “santificados por las obras”, sino “justificados por las
obras” (Sant. 2:24)

3ª posición: “El apóstol Santiago vio los peligros que surgirían al presentar el tema
de la justificación por la fe [como lo destacó Pablo a los judaizantes], y trató de
demostrar que la fe genuina no puede existir sin las obras correspondientes”3
“No es el propósito del Espíritu de Dios hacer nuestra parte, ya sea en el querer
como en el hacer. Esta es obra del ser humano cuando coopera con los agentes di
vinos... Cristo no será un sustituto de nuestra actividad independiente, resultan
te de nuestra resolución y decidida acción”.4
La Hna. White comenta aquí Filipenses 2:12,13 cuando dice: “Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que en vosotros produce [mejor
dicho da poder (energeo) para que obremos] así el querer como el hacer por su
buena voluntad”. Por eso la Hna. White concluye: “La fe es un don de Dios, pero el

1
MS, 3:165.
2
, Recibiréis poder (RP), (ACES, 1995), p. 331.
3
CBA, 7:948.
4
MCP, 2:719.
10

poder para ejercitarla es nuestro”.5

5º ¿Qué obra en la justificación “la fe que obra”?


El Señor nos pide para la justificación “la fe que obra por amor” (Gá. 5:6). La Hna. White
escribió: “La fe sin las obras inteligentes está sola. La fe en el poder sanador de Dios no salvará a
menos que esté combinada con las buenas obras”.2 Porque, “como toda promesa, nos es dada
bajo condiciones”.3 Es verdad que el Señor nos llama sin condiciones. 4 En la cruz él pagó por
todo pecador, no importa que sea asesino, adúltero, legalista que dice guardar la ley o incrédulo.
Pero para justificar y santificar sí nos pide condiciones.
a) Pablo aclara que para llegar a Cristo, estas condiciones no son las obras de la ley moral,
porque nadie puede cumplirlas sin Cristo, es decir antes de estar con él (Rom. 3:28; 8:7). Pero
debe arrepentirse “haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hech. 26:20). Elena G. de White
escribió al respecto: “El arrepentimiento del pecado es el primer fruto de la actuación del
Espíritu Santo en la vida”.5 “Hay muchos en el mundo cristiano que pretenden que todo lo que es
necesario para la salvación es tener fe; las obras no significan nada... Semejante fe será como
metal que resuena y símbalo que retiñe. A fin de tener los beneficios de la gracia de Dios,
debemos hacer nuestra parte; debemos trabajar con fidelidad, y producir frutos dignos de
arrepentimiento. Somos obreros juntamente con Dios”.6

b) Entonces, la justificación no es un simple cambio de actitud hacia Dios. No es ejercer la


voluntad para decir solamente sí o no. Además de aceptar al Salvador, el pecador debe
arrepentirse renunciando a sus pecados (Luc. 14:33) y confesando toda maldad (1 Juan 1:9). Estas
obras no son del Decálogo, porque allí no dice nada de eso, sino “de arrepentimiento”. Pablo dice
que Abraham fue justificado por la fe (Rom. 4:9,10). Pero Santiago dice que su fe actuó
“juntamente con sus obras” (Sant. 2:22,23). Y llegó a Canaán por fe, aunque con mucho
esfuerzo de su parte (Gén. 12:1-15:5). A diferencia de los judíos, Abrahán nunca pensó que ese
esfuerzo le dio la salvación.
c) El arrepentimiento: El gnosticismo de Agustín introdujo la media verdad de que el
hombre no puede arrepentirse y por lo tanto tiene que hacerlo el Espíritu Santo en su lugar. Pero
Pablo dice: “La tristeza del mundo por temor y no por el amor produce muerte”, pero cuando “es
según Dios produce arrepentimiento para salvación” (2 Cor. 7:10). “No podemos arrepentirnos
sin el Espíritu de Cristo, que despierta la conciencia... enternece el corazón, impresiona la mente,
e inspira contrición y arrepentimiento en el espíritu”.7 “No nos arrepentimos para que Dios nos
ame, sino que él [¿nos da el arrepentimiento?] nos revela su amor para que nos arrepintamos”.8
Así que el “don” es el Espíritu mismo, que nos “guía al arrepentimiento” (Rom. 2:4). No que nos da
el arrepentimiento, dándonos pie para decir que no nos arrepentimos porque estamos esperando
recibirlo del Espíritu.
Note que el Espíritu obra un cambio en el interior, para que podamos hacerlo nosotros
(Hech. 2:37,38). El Señor quiere “que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). Si fuera
una imposición soberana, no tendría sentido hacer esa invitación (Hech. 2:38; 8:22; 17:30, etc.). Y
si el arrepentimiento fuera una obra totalmente del Espíritu, no necesitaríamos oír y leer la Biblia
para tener fe (Rom. 10:17). Así que el hombre puede arrepentirse, pero necesita ayuda divina para
que sea por amor y no por temor a las consecuencias.

d) Filipenses 2:12,13: Aquí Pablo pide: “Ocupaos en vuestra salvación... porque Dios es el
que produce así el querer como el hacer”. ¿Para qué ocuparnos si lo produce el Espíritu? Porque
5
————, Patriarcas y profetas (PP), (M. V., Pub. Interamericanas, 1955), p. 458.
2
, Manuscritos (Ms), 86, 1897.
3
, El Deseado de todas las gentes (DTG), (M. V., Pub. Inter., 1966), p. 626.
4
-----------, Manuscritos liberados, t. 6, p. 32, citado en Lecciones par la Escuela Sabática, (Bs. As., ACES,
abril-junio 2004), p. 80.
5
————, Recibiréis poder (RP), (Bs. As., ACES, 1995), p. 72.
6
————, Reavivamientos Modernos (RM), (Pub. Inter.., 1974), p. 34.
7
RH, 1º de abril de 1890.
8
————, Palabras de vida del gran maestro (PVGM), (Bs. As., ACES, 1960), p. 173.
11

este texto está mal traducido. “Produce”, en griego se lee ejnergevw (energeo), de ejnarghv"
(energés), que significa poder, energía, no obra. Y "ocupaos": (katergavzomai katergázomai)
significa "trabajar, producir, obrar" (Fil. 2: 12. Ver 2 Cor. 7:10; Rom. 4:15; 5:3)). Por lo tanto,
aunque no somos salvos por obras, quiere decirnos que debemos cumplir las condiciones en la
salvación gracias al poder del Espíritu. Somos nosotros los que debemos producirlo, gracias a
su poder. Por eso Filipenses 2:13 no contradice 4:13, donde dice que podemos hacer lo que Dios
pide porque nos “fortalece”. Si lo hiciera el Espíritu en nuestro lugar, no necesitaría fortalecernos
(Efe. 3:16; Col. 1:29).
La Hna. White dice que “la voluntad es el poder gobernante” del hombre que Dios entregó
a su control.1 Por eso Pablo pide que seamos “colaboradores suyos...en el día de salvación” (2
Cor. 6:1,2), y “colaboradores de Dios” en las obras de santificación (1 Cor. 3:8,9). Y cito estas
declaraciones inspiradas: “Los que rehusan cooperar con Dios en la tierra, no cooperarían con
él en el cielo. No sería seguro llevarlos al cielo”.2
“Dios no se propone llevar a cabo en lugar de nosotros el querer ni el hacer. Su gracia es
dada para obrar en nosotros el querer y el hacer, pero nunca como sustituto de nuestro
esfuerzo. Nuestras almas deben ser despertadas a este trabajo de cooperación”.3 Los que
siguen a Agustín no aceptan que el pecador pueda cooperar con Dios. Y los protestantes dicen que
esforzarse en Cristo es “legalismo”.
e) San Pablo habla de “obras dignas de arrepentimiento” en plural (Hech. 26:20). ¿Cuáles
son las otras? Además de obtener conocimiento del evangelio (“sabiduría: 1 Cor. 1:30), y
decidirnos a favor de la verdad con la ayuda del Espíritu de Dios consagrarnos al Espíritu, ya
vimos que debemos creer en Cristo y arrepentirnos, incluyendo el abandono momentáneo del
pecado. Antes de la justificación podemos dejar de pecar, como lo puede hacer un ladrón que deja
de robar por temor a ser descubierto. Pero todavía no estamos capacitados para librarnos del
pecado hasta el “sello del Espíritu”. Por último, morir al pecado confesando todo a Dios (Isa. 55:7;
Rom. 6:6,7; 1 Juan 1:9).

f) Debemos tener en claro que el abandono del pecado antes de la confesión, puede incluir
la devolución de lo robado y el arreglo por las ofensas al prójimo (Eze. 33:15,16; Mat. 5:23,24).
Jesús dijo: “Reconcíliate primero con tu hermano” (Mat. 5:24). Pero esto, cuando se lo puede
lograr enseguida. Hay peligro de postergar la reconciliación con Dios, teniendo a Satanás para
acusarnos. Por eso, en estos casos, como ocurrió con el ladrón arrepentido en la cruz, Dios cuenta
el sincero deseo de hacerlo como un hecho: “Cuando el pecador promete que obedecerá los
requerimientos de la ley, el Señor borra las manchas de su culpa y lo libera, y le da poder para
con Dios”.4

g) Pero, ¡cuidado!: Nunca pensemos que porque cumplimos con estas condiciones de fe y
obras de arrepentimiento, obtenemos méritos para el perdón de Dios, pues entonces Pablo nos
dirá: “No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:9).

6º Somos justificados por obedecer la ley, no por guardarla:


a) La contienda de 1888 acerca de la ley en Gálatas no tuvo solución porque ambas partes
estaban equivocadas. Pablo no se refiere sólo al Decálogo, ni sólo a las leyes rituales. La ley en el
N.T. generalmente es toda la torah (enseñanza) del Pentateuco (Mat. 5:17-48). 5 Por eso el
Decálogo nos muestra la necesidad de salvación, pero no es un “ayo” que nos conduce a Cristo
(Gál. 3:24). Esta labor la cumplían las leyes rituales de la torah, es decir el evangelio de Cristo en
el N.T.

b) ¿Se contradicen Pablo y Pedro, cuando dicen que “los hacedores de la ley serán

1
, Testimonies (T), tomo 5, p. 513.
2
PVGM, p. 262.
3
, Mensajes para los jóvenes (MJ), (M.V., Pub. Interamericanas, 1967), p. 145.
4
Ibíd., 3:173.
5
MS, p. 275.
12

justificados” (Rom. 2:13), “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad” (1
Ped. 1:22))? No. Elena G. de White responde: “Si bien debemos estar en armonía con la ley de
Dios, no somos salvados por las obras de la ley... no nos es posible guardar los mandamientos
de Dios sin la gracia regeneradora de Cristo”.1 Antes del perdón nadie puede guardar la ley, pero
sí puede obedecerla, buscando a Cristo para que pueda guardarla.

c) Como la expresión: las “obras de la ley”, significa guardar “la ley” (Gál. 2:21); y Pablo
dice de estas “obras”: “No por obras...creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efe. 2:9,10),
es claro que después de ser “creados en Cristo” en la justificación, los creyentes son capacitados
para mostrar en la santificación, “la obra de la ley escrita en sus corazones” (Rom. 2:15). En la
santificación, las “obras de la ley” dejan de ser meritorias de salvación, pues es el “fruto” de la
salvación, no su segunda parte (Rom. 6:22). Por eso no somos de la iglesia de Roma. Ya
volveremos a esto.
7º Una advertencia a los laodicenses que buscan la justificación:
El Testigo Fiel nos dice: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres... vestiduras
blancas para vestirte” (Apoc. 3:18). ¿No es gratuita la vestidura de salvación (Rom. 3:24; Isa.
61:10)?
a) Aunque Cristo nos perdona sin obras, porque la salvación es gratuita (Rom. 3:24), él
sólo lo hace bajo una condición. Y esta condición del pacto no es gratuita porque debemos
cumplirla nosotros, pagando “sin dinero” regalado por Dios (Isa. 55:1). La Hna. White lo dice así:
“Hay muchos en el mundo cristiano que pretenden que todo lo que es necesario para la salvación
es tener fe; las obras no significan nada… debemos hacer nuestra parte; debemos trabajar con
fidelidad, y producir frutos dignos de arrepentimiento”.2 Así que “todo aquel que espera ser
salvo por los méritos de la sangre de Cristo debe comprender que él mismo tiene algo que
hacer para asegurar su salvación”.3 Ya vimos que Cristo es el sustituto de la condena por nuestros
pecados. Pero no será sustituto de las condiciones del pacto que él nos pide para el perdón de los
pecados. La sierva del Señor nos dice:
“Muchos objetan el significado de esto, puesto que Cristo es presentado en las Escrituras
como un don. Él es un don, pero únicamente para aquellos que se entregan a él sin reservas, en
alma, cuerpo y espíritu [...] “La salvación es un don gratuito, y sin embargo ha de ser comprado y
vendido...El precio que se nos exige no es oro ni plata... Dios pide vuestra obediencia voluntaria
[al evangelio]. Él os pide que abandonéis vuestros pecados”.4 Estas condiciones no son
gratuitas.
c) ¿Cuánto vale el vestido de salvación? Jesús lo explica con la parábola del rey (Cristo) y
sus deudores (nosotros). 10.000 talentos (Mat. 18:24) equivalía a 60 millones de días de trabajo o
170.000 años (6.000 días por cada talento). El rey le perdonó porque sabía que semejante deuda
no podía ser pagada. Sin embargo, vimos que nuestras condiciones del “pacto eterno” se compran
“sin” ese dinero (sin el perdón: Isa. 55:1) que nos regala el Señor. Y es por una razón muy simple:
Nuestro arrepentimiento debe realizarse antes de recibir ese vestido gratuito.

8º ¿Una justificación que nos hace justos, o sólo declarados?


El maniqueísmo de Agustín que nunca renunció del todo y el misticismo platónico
alemán de Taulero,5 influyeron notablemente en las creencias de Lutero acerca de la recepción de
la gracia divina en la naturaleza humana. Él pensaba que si la depravación humana desde el
pecado de Adán era total, no quedaba nada en él que la gracia de Cristo pudiera producir un
cambio beneficioso. Si a este concepto le agregamos la errónea enseñanza de Roma de que el
sacramento del bautismo elimina el pecado de la naturaleza del hombre, cuando es fácil saber que
esto no es verdad, y por eso esperamos la adopción y la redención del cuerpo (Rom. 8:23; Isa.
25:9), podemos darnos cuenta por qué Lutero rechazó todo cambio interno en la justificación.
Además, Roma enseñaba que lo que no es limpiado en el bautismo, se lo consigue en la

1
FO, pp. 98,99.
2
RM, 1974, p. 34.
3
PP, p. 283.
4
PVGM, pp. 102,103.
5
Williston Walker, Historia de la iglesia cristiana (HIC), (Buenos Aires, Edit. La Aurora,1957), p. 339.
13

santificación por medio de la observancia de la ley moral y las buenas obras. Así que Lutero y los
teólogos de la Reforma relacionaron la justificación de un cambio interior con la salvación por las
obras.

a) La palabra griega metánoia, significa “un cambio de mente” y se traduce como


“arrepentimiento”. Puesto que nadie busca a Dios (Rom. 3:11), el arrepentimiento que el Espíritu
nos ayuda a realizar es una prueba de ese cambio interior. Por lo tanto los que creen en una
justificación sólo declarativa o legal, no saben lo que dicen (¿Sal 51:10; Eze. 36:26,27; Rom. 12:2;
2 Cor. 5:21?). La Hna. White es clara:
“Jamás se pronunció un perdón incondicional del pecado; y nunca lo habrá. Un
perdón de esa magnitud implicaría el abandono de los principios de justicia que son el fundamento
del gobierno de Dios”.1 “Ser perdonados en la forma en que Cristo perdona es no solamente ser
perdonados, sino ser renovados en el espíritu de nuestra mente. El Señor dice: ‘Te daré un
corazón nuevo”.2

b) Lo que se produjo en nuestra iglesia desde 1888 fue una verdadera revolución teológica,
porque la justificación que la Hna. White apoyó no encajaba con ninguna doctrina soteriológica
cristiana, y por eso era nueva desde los días del Pentecostés:
“Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener
la santificación... Justificación significa que la conciencia [note que no dice naturaleza, como
creen los católicos, sino sólo la parte consciente de nuestra mente], limpiada de obras muertas,
es colocada donde puede recibir la bendición de la santificación”.3
Pablo lo dice así: Cristo “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el
Espíritu Santo” (Tito 3:5). La expresión original dice: dia; loutrou` paliggenesiva" (diá loutroú
paliggenesías). El vocablo diá, significa: a través de, mediante, por medio. Y loutroú, de loutrovn
(loutrón), es lavar en genitivo singular. Por lo tanto Pablo no dice que somos salvos “para el
lavamiento” de la santificación, sino justificados por medio del lavamiento, para llegar a la
santificación.
Roma dice que la justificación del bautismo no nos libra de una mala conciencia y de las
obras pecaminosas, sino de la naturaleza pecaminosa. Por eso no cree en una limpieza “de toda
maldad” (¿1 Juan 1:9?). Así que para el catolicismo no es un lavamiento de regeneración, porque
los malos pensamientos se lavan con buenas obras en la santificación. La Reforma decía que la
purificación de la justificación se cumplirá recién cuando dejemos el cuerpo; por eso somos
declarados justos pero seguimos pecadores sin cambio. Calvino decía que la justificación se
cumple por la santificación. Pero no sabía responder en qué momento de la vida Dios nos “limpia
de toda maldad”, sin caer en el error del perfeccionismo wesleyano. Note que ninguna doctrina
cristiana dice que somos limpios “de toda maldad” en la conciencia, por medio de la justificación (1
Juan 1:9; 2 Cor. 5:21; Rom. 12:2).

c) Elena G. de White dice que el cambio y la limpieza del pecado se producen en el perdón
antes de la santificación del perfeccionamiento: “Cristo no reviste el pecado con su justicia, sino
que elimina el pecado [habla de la conciencia, no de toda la naturaleza], y en su lugar imputa su
propia justicia”.4 “Sin la regeneración por medio de la fe en su sangre, no hay remisión de
pecados, ni tesoro alguno para el alma que pecare”. 5 Note que la declaración o imputación del
perdón se otorga si primero se produce el cambio.
“Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen... El perdón
de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el
perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. 6

1
E. de White, Cristo triunfante (CT), (Bs. As., ACES, 1999), p. 141.
2
MS, 3:216, 217.
3
CBA, 7:920.
4
————, Reflejemos a Jesús (RJ), (Bs. As., ACES, 1985), p. 205.
5
PVGM, p. 96.
6
DMJ, p. 97.
14

d) ¿Qué nos enseña el santuario?: David decía: “Lavaré en inocencia mis manos, y así
andaré alrededor del altar, oh Jehová” (Sal. 26:6). Ningún sacerdote podía iniciar ni terminar la
obra del altar del sacrificio símbolo de la justificación sin una limpieza en el lavatorio (Éxo.
30:20,21; Núm. 8:21,22). La relación justicia-limpieza se ve también cuando el sacerdote debía
lavar su “cuerpo con agua” antes de ponerse el vestido de justicia; oficiar por el perdón (Lev. 8;6,7;
16:4) y purificar con fuego lo que se podía quemar del animal sacrificado (Lev. 4:26). Esto se
realizaba en el atrio antes de entrar al lugar santo, porque en la tienda de la santidad nadie podía
lavarse ni ofrecer un sacrificio ((Éxo. 30:9)). Esta relación justificación-limpieza se encuentra
también en la “expiación”.

e) “Expiar” (heb. kippur, de kafar), significa perdonar, reconciliar, interceder, cubrir, rescatar,
pero sobre todo purificar (Éxo. 29:36,37; Lev. 12:7; 14:18-20,31,53; 15:15; 16:16; Núm. 8:6,7,21,
etc.). Esto explica por qué Pablo dice: “Nos salvó... por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). “Despojaos del viejo hombre... y renovaos en el espíritu
de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios” (Efe. 4:23,24).

f) Por eso los adventistas somos los únicos que entendemos que en Daniel 8:14 nitsdaq
(de tsadaq): justificar, vindicar (Gén. 6:9; Lev. 19:36; Job 4:17; 9:12; 12:4, etc.), también significa
purificar: taher (Lev. 10:10; 12:8; 14:17; 16:30, etc.), y zakak (Job 15: 14-16; 25:4; Prov. 16:2; 20:9;
Isa. 1:16, etc.), pues siempre la justificación divina incluye una limpieza total de la conciencia, y es
lo opuesto a lo sucio o inmundo (Isa. 6:5-7; Apoc. 22:11).

9º La justificación bíblica:
¿Qué es “justicia” ("heb. ts/edaqah y gr. dikaiosúne ) y “justificar” (heb. tsadaq y gr.
dikaióo)?
* Es un don divino gratuito (Rom. 5:17).
* Es la gracia de Dios (Sal. 24:5; Tito 3:7):
* Es el amor de Dios por los pecadores, que por el Espíritu llegan a ser “rectos de
corazón” (Sal. 36:10; 94:15).
* Es salvación (Sal. 71:15; Isa. 51:6; 56:1).
* Es la paz y la reconciliación con Dios (Sal. 72:7; Isa. 32:17; Rom. 5:1).
* Es el nuevo vestido de la conciencia renovada que cubre la naturaleza pecaminosa
(Sal. 132:9; Isa. 61:10; Rom. 12:2).
* Es la liberación de la muerte eterna (Prov. 10:2; 11:4; 12:28).
* Es lo opuesto al pecado (Rom. 6:16).
* Es lo opuesto a la mentira (Isa. 28:7) y a lo inmundo (Isa. 64:6).
* Es la obra del arrepentido que es nacido de Dios (1 Juan 2:29).
* Es el fruto de la disciplina (Heb. 12:11).
* Es una práctica cristiana conforme a la voluntad de Dios (1 Juan 3:10).

a) Vemos que en la Biblia el justo es tanto el pecador que se entrega a Cristo para ser
justificado, como el que obra justicia porque ha sido justificado. Según Elena G. de White, “justificar
quiere decir perdonar”.1 “Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para
que pueda obtener la santificación... Justificación significa que la conciencia [note que no dice
naturaleza, sino sólo la parte consciente de nuestra mente], limpiada de obras muertas, es
colocada donde puede recibir la bendición de la santificación”.2
“La justicia por la cual somos justificados es imputada [acreditada]; la justicia por la cual
somos santificados es impartida [añadida]. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda,
nuestra idoneidad para el cielo”.3

1
RP, p. 98.
2
CBA, 7:920.
3
MJ, p. 32.
15

b) Si la justificación es una imputación, ¿entonces es sólo un asunto legal? No: La


Revelación dice: “La justificación es un acto de Dios... Esto incluye el perdón de todos sus
pecados pasados; la regeneración, o nuevo nacimiento; y en adición a todas estas
bendiciones, le imputa la justicia de Cristo”.1 Por lo tanto a ningún arrepentido se lo declara justo
sin ser justificado: Cristo “nos salvó...por el lavamiento de la regeneración y por la renovación
en el Espíritu Santo” (Tito 3:5). La razón es muy simple. Si Dios declarara “justo” al que no lo hace
justo, estaría mintiendo. Así que él "de ningún modo justificará al malvado" (Exo. 34: 6, 7), sino al
malvado arrepentido; es decir al que ha llegado a ser “justo” por Cristo: “Todo el que hace justicia
es nacido de él” (1 Juan 2:29); “nueva criatura es; las cosas viejas pasaron... para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:17-21). Cristo no vino al salvar a su pueblo “en”
sus pecados, sino “de sus pecados” (Mat. 1:21).

c) ¿Un vestido nuevo o un nuevo nacimiento? Para la justificación de la Reforma estos


dos símbolos se contradecían, por eso optaron por rechazar el último. El problema era que en ese
tiempo se sabía muy poco de la mente, y todo se lo metía en una sola “bolsa”. Hoy se sabe que el
cerebro funciona como una computadora que es manejada por una persona. La computadora
graba y trabaja con lo archivado como si tuviera mayor capacidad que la persona que la maneja.
Pero no sabe nada de lo que hace porque no tiene conciencia. Quien se encarga de sacar una
conclusión con entendimiento es la persona (la conciencia). La capacidad del inconsciente se ve
mejor cuando nos acostamos con un problema, y al día siguiente nos despertamos con todo
resuelto sin haber sido conscientes de ese trabajo mental.
Nuestra super computadora (la mente), graba todo conocimiento en forma química en el
ADN que hay en el núcleo de cada neurona. Lo hace como un albañil cuando coloca ladrillos a un
edificio. Como no se puede sacar los ladrillos del edificio sin romperlo, ni se lo puede eliminar con
jabón, o lejía, así tampoco se puede eliminar de nuestra memoria todo lo que se grabó en el
cerebro, porque la memoria es “carne” como el resto de nuestra naturaleza. Y por eso los
caracteres adquiridos que se suman a los heredados, llegan a formar parte de nuestra naturaleza
pecaminosa que será renovada recién en la segunda venida. 2
Incluso se demostró que, mediante aparatos para hacer circular la sangre, limpiarla y
oxigenarla, nuestra super computadora puede seguir trabajando hasta 12 días después de la
muerte. Pero, sin tener conciencia, ni saber nada de su trabajo mental que realiza, basado en lo
grabado antes de la muerte.3 Por eso David escribió que al salir el aliento de vida, “los
pensamientos” que perecen en el “mismo día” son los que alaban a Dios. Es decir los
pensamientos conscientes; el “alma”, no los de la super computadora (Sal. 146:1,4).
Pablo habla de una lucha mental entre lo que llama “la carne contra el espíritu” (Rom. 7:14-
25). No está hablando de las manos contra la mente, porque aunque “las pasiones inferiores tienen
su sede en el cuerpo y obran por su medio... [la Hna. White dice que] por sí misma la carne no
puede obrar contra la voluntad de Dios”.4 No sabe lo que hace, y el pecado de culpa está en
aquel que sabe porque está trabajando con la parte consciente del cerebro (Sant. 4:17). El apóstol
Pablo dice que lo que se renueva totalmente de nosotros en el perdón, no es toda la naturaleza
pecaminosa las manos, el estómago, la corteza cerebral (la super computadora), sino “el
espíritu de vuestra mente (nous)” (Efe. 4:23). Notemos que no se renueva toda la mente, sino la
parte que en los tomógrafos de positrones no se puede ver, porque no es el cerebro sino el
resultado: La conciencia (nous) (1 Ped. 3:21; Heb. 9:13,14), el “entendimiento” (nous) (Rom. 12:2.
Ver Luc. 24:45; 1 Cor. 14:14,15,19; Fil. 4:7; Apoc. 13:18); 5 que también se le llama: ”la razón”, 6 el
“alma” (Juec. 16: 30),7 el “yo” (Juan 5:30; Gál. 2:20) y la “voluntad” (Mar. 14:36 con Luc. 22:42).
Por lo tanto, hasta la venida de Cristo la justificación renueva totalmente nuestra voluntad.
Y con este vestido nuevo, nos viste cubriendo nuestra naturaleza que sigue pecaminosa, pero

1
”This is the Way”, RH, 1939, p. 65.
2
”Una super super computadora llamada cerebro”, Juventud, (Bs. As., ACES, Nº 53, año 4), p. 15.
3
”Ya se puede fotografiar el pensamiento”, Muy Interesante, (Bs.As., dic. 1986), pp. 6-10.
4
White, MCP, 1:242.
5
Aquí vemos que el vocablo griego nous significa mente, y también la parte espiritual de ella, que es el consciente.
6
, Conducción del Niño (CN), (Bs. As., ACES, 1964), p. 38.
7
————, A fin de conocerle, sábado 10 de abril.
16

dominada por la nueva voluntad protegida por el Espíritu. Así que el nuevo nacimiento es también
un vestido. Aquí no hay ninguna contradicción.
En los ritos del santuario la justificación se la representaba así: Del animal que se ofrecía
para ser sacrificado, se purificaba con el fuego santo del altar del sacrificio, la pequeña parte del
animal que se podía quemar fácilmente: la grasa —en nosotros se puede purificar totalmente la
voluntad, la conciencia—. Todo el resto del animal ofrendado, incluyendo el cerebro —"la carne",
nuestra naturaleza pecaminosa—, no era purificado sino que se lo sacaba del santuario y se lo
destruía con fuego afuera (Lev. 4:8-12) por eso iremos al cielo sin nuestra naturaleza
pecaminosa carnal, aunque con la misma memoria.

10º Qué es pecado:


Si la justificación nos limpia de toda maldad la parte consciente de nuestro ser, no toda
nuestra naturaleza, podemos entender mejor por qué Dios considera justo y totalmente limpio al
que sigue viviendo con la naturaleza pecaminosa. Y al mismo tiempo nos hace comprender que,
gracias a la sangre de Cristo, la definición de "pecado" que da el Señor desde la caída de Adán y
Eva, no es el mismo que conocen los seres del universo que nunca cayeron. La influencia platónica
fue el principal motivo por qué desde el siglo II, la definición de pecado de la teología humana no
es la misma que Dios revela en su Palabra.

a) El "pecado", del griego hamartía, que a su estudio los teólogos le llaman hamartiología,
y del hebreo kjet' y 'asham: pecado, iniquidad (Lev.19:17; 20:20; 22:9; 24:15; Sal. 51:5, etc.); kjata':
pecar, ofender por inocencia o culpabilidad (Gén. 39:9; Éxo. 20:20; Lev. 4:2, etc.), y kjattá: pecador,
ofensor, culpable (Gén. 4:7; 18:20; 50:17;Éxo. 29:14; Lev. 7:7, etc.), no quieren decir lo mismo que
se conoce desde Tertuliano, Orígenes y Agustín. El concepto se polarizó concluyendo con la
decisión que tomó el cristianismo a favor de Agustín frente a la doctrina de Pelagio. Pero las ideas
de Agustín se habían contaminado con la filosofía de Maniqueo (215- 277 d.C.); 1 doctrina que
nunca abandonó del todo. Y como resultado se llegó a considerar el estado del pecado que existe
en la naturaleza caída del hombre, como más importante para la salvación que la culpa por sus
actos pecaminosos. Este error hoy contamina nuestra creencia del pecado.

b) En la versión RV leemos: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues
el pecado es infracción (anomía) de la ley” (1 Jn. 3:4). Aquí Juan dice que el pecado también es
anomía: obrar contra la ley; ilegalidad, obrar sin ley. Los agustinianos dicen que se puede pecar sin
transgredir la ley, porque el texto dice: “infringe también la ley”. Pero, en este caso, la definición
inspirada debería concluir diciendo: “...pues el pecado también es infracción de la ley”. La versión
de Torres Amat dice: “Cualquiera que comete pecado, por lo mismo comete una injusticia”. ¿Qué
versión es más fiel al texto original? Pablo responde: “Donde no hay ley tampoco hay transgresión”
(Rom. 4:15), pues “donde no hay ley, no se inculpa de pecado” (5:13). Así que “sin la ley el
pecado está muerto” (7:8), no existe. El pecado bíblico es anomía: “contra la ley” Y la sierva del
Señor concluye: “La única definición que encontramos en la Biblia para el pecado es que ‘el
pecado es transgresión de la ley’ (1 Juan 3:4). Declara la Palabra de Dios: ‘Todos pecaron y
están destituidos de la gloria de Dios”. 2

c) Pero, como la Ley “es una revelación de la voluntad y del carácter” de Dios,3 y él
nunca estuvo de acuerdo de que existiera el dolor, la muerte y la degradación de la naturaleza
humana, para él el huerto del Edén ya estaba contaminado por la presencia de los ángeles
rebeldes antes que Adán y Eva pecaran. Y antes que cualquiera de nosotros transgrediera la ley,
para Dios ya estamos contaminados por el "pecado". El problema era aún mayor, porque el virus
del pecado ya había contaminado el mismo trono de Dios, debido a que las acusaciones de
Satanás habían sembrado la duda entre los ángeles que se mantuvieron leales a Dios, y en todos
los mundos que nunca cayeron. Por eso Daniel dice que el santuario celestial se contaminó (Dan.

1
James Orr, M. A. D.D., El progreso del dogma (PD), (Barcelona, CLIE, 1988), pp. 123,124.
2
MS, 1:376.
3
————, El conflicto de los siglos (CS), (M. V., Pub. Inter., 1968), p. 520.
17

8:14); y para purificarlo tuvo que ofrecerse un sacrificio (Heb. 9:12,25,26). Como el santuario
celestial está representado por Cristo en el trono con su Padre (Zac. 6:13; Heb. 8:1,2; Isa. 6:1,4;
Jer. 17:12; Eze. 46:6,7; Apoc. 21:22; 16:17, etc.) y los “hijos de Dios”; y estos “hijos” son los santos
redimidos con “toda familia en los cielos” (Efe. 3:14,15), donde en cada mundo que habitan hay un
“árbol prohibido”,1 Dios envió a su Hijo amado para probar que el trono está afirmado en la verdad
y el amor; para obtener la autoridad de destruir el "virus" contaminante, y para vindicar la justicia
del trono (Dan. 8:14; Apoc. 12:10,11).

d) Por esto Pablo escribió: “Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así
las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre
de su cruz” (Col. 1:20). Note que la reconciliación por el pecado “mediante la sangre de su cruz”
en esta tierra, no es sólo entre los descendientes de Adán y Dios, sino también con “todas las
cosas” tanto de la tierra como de “los cielos” —recuerde que en el santuario terrenal las “cosas”
simbolizaban personas del celetial—. Pero, como esto significaba que el Hijo de Dios debía tomar
“la doliente naturaleza humana caída, degradada y contaminada por el pecado”,2 para
finalmente pagar con su vida ejemplar, Dios pudo separar en su condena, el pecado que contamina
la naturaleza humana del pecado que se realiza voluntariamente. Esto explica por qué Jesús no
fue pecador a pesar de nacer "contaminado por el pecado". Y por qué el pecado original de
Orígenes y Agustín en la iglesia de Roma, y de Lutero y Calvino en el protestantismo, no se ajusta
a la Palabra de Dios.

e) ¿Qué pecados en los cielos dice Pablo que pagó Cristo desde nuestro mundo,
desmoronando la teoría de que si hubiera pecados en otros mundos, Cristo tendría que morir otra
vez en cada uno de ellos? Dios nunca quiso que existiera la muerte (Eze. 33:11). Sin embargo
permitió que el Hijo de Dios tomara un cuerpo mortal y muriera. Dios no quiso que un lobo se
comiera a un cordero, y por lo tanto también los animales están en pecado (Isa. 65:25). Nunca fue
el deseo de Dios que el hombre matara uno de ellos para ofrecerlo en holocausto (Heb. 9:21,22;
10:8); sin embargo el Señor ordenó que así se lo hiciera (Gén. 4:4). El Señor fue quien dictó a
Moisés el mandamiento: “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente” (Éxo. 21:23,24; Jos. 24:26),
para luego anularlo por ser un mandamiento pecaminoso (Mat. 5:38-42).
Note que éste y otros mandamientos pecaminosos, por un tiempo Dios los consideró
justos, y por eso los dictó. Es decir que para Dios, lo justo y lo pecaminoso es lo que la mente
humana sinceramente cree, no lo que él siente y entiende. Estamos viendo que hay un
acondicionamiento de la ley universal, para evitar que toda vida terrestre sea destruida antes de su
salvación final. Pero aquí Dios no invalidó su ley, porque está basada en el amor, que requiere que
se considere en el juicio la verdadera condición del corazón y no sólo lo que se ve por fuera (Sal.
87:4-6) —este es el grave error legal de los juicios humanos.

f) Dios nunca quiso que todos los niños nazcan “en pecado” por heredar males de los
padres (Sal. 51:5). Pero, aunque no le agrada, y tuvo que morir para pagar ese pecado
involuntario, no los considera culpables (Eze. 18:20), y dijo que “de los tales es el reino de los
cielos” (Mat. 19:14). Por lo tanto, debe quedar claro que “antes que el niño sepa desechar lo malo y
escoger lo bueno”, como se profetizó también del mismo niño Jesús (Isa. 7:14-16), no es
pecador. Por eso Cristo tampoco fue pecador, a pesar de vivir en una naturaleza totalmente
extraña a la que viven los seres del universo en su perfección note que Jesús no solamente tocó
lo inmundo, sino que vivió en él durante 33 años. Bíblicamente, es un pecado que contamina todo
el santuario (Núm. 19:13,20). Es para esto que el santuario del cielo también deberá ser purificado
(Don. 8:14; Heb. 9:22,23).

g) David escribió: “Y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5). En la versión Biblia de


Jerusalén dice: “En culpa yo nací, pecador me concibió mi madre”. ¿Cuál de estas dos versiones
es más fiel al original? La primera, pues en hebreo dice kjet: pecado, no kjattá: pecador. En
ninguna parte de la Revelación dice que nacemos "pecadores". Así que la orden divina es: “El hijo
1
PE, p. 40.
2
————, Youth Instructor (YI), 20-XII-1900, en Lecciones para la Escuela Sabática, (Bs. As., ACES), enero-marzo
1983, p. 66.
18

no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo... la impiedad del impío será
sobre él” (Eze. 18:20). “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno
morirá por su pecado” (Deut. 24:16). Por lo tanto, los pecados personales no se heredan, sino
sus consecuencias en un estado de pecado. Estas declaraciones nos indican que generalmente en
la Biblia, el “pecado” es sinónimo de culpa.

h) Entonces, ¿por qué “la muerte pasó a todos los hombres” (Rom. 5:12)? “Por cuanto
todos pecaron” (5:12 up.). Y David escribió: “Cada uno se había vuelto atrás; todos se habían
corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Sal. 53:3). Elena G. de White
escribió: “Si la humanidad hubiese cesado de caer cuando Adán fue expulsado del Edén, física,
mental y moralmente estaríamos ahora en una condición mucho más elevada... Ojalá la humanidad
hubiera dejado de caer en el pecado con Adán. Pero ha habido una sucesión de caídas”.1
Así que no es verdad que la imagen moral del hombre ha quedado totalmente anulada por
el pecado de Adán, como afirma el platonismo cristiano. Pues entonces, ¿cómo puede haber
caídas sucesivas? San Pablo aclara que el hombre todavía “es imagen y gloria de Dios” (1 Cor.
11:7) muy malograda, por cierto.
i) La Hna. White también escribió: “Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias
de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que
participen de los pecados de éstos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus
padres. Por la herencia y por el ejemplo, los hijos llegan a ser participantes de los pecados de
sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además
de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos,
hasta la tercera y cuarta generación. Esta terrible verdad debiera tener un poder solemne para
impedir que los hombres sigan una conducta pecaminosa”.2
Vemos, entonces, que muchas consecuencias de la culpa de Adán y Eva se podrían haber
anulado ya en la cuarta generación, y que todavía habría tiempo “para impedir” que se continúe la
“conducta pecaminosa” la naturaleza mortal no prueba que somos culpables, por eso hay
"muertos en Cristo" que será resucitados (1 Tes. 4:16). Pero, por otro lado, los perfeccionistas
no deben olvidar que la Biblia asegura que debido a las sucesivas caídas, no hay justificado que no
volverá a caer antes del sellamiento (Ecl. 7:20). Así que, si bien no somos pecadores porque
nacimos “en pecado”, todos somos pecadores porque cada día pecamos (1 Cor. 15:31; 1
Juan 1:8-10).

j) No heredamos de Adán las concupiscencias, sino los apetitos y las inclinaciones


inconscientes. Los caracteres adquiridos de Jean B. Lamarck (1744-1829) no se heredan. Por
ejemplo, si dos padres alcohólicos tienen un hijo, y a ese bebé le damos un biberón que le
sustituimos la leche que contiene por una bebida alcohólica, el bebé de esos padres alcohólicos
rechazará la bebida sin titubear. Si insistimos, aceptará la bebida de 2 a 5 veces antes que un niño
normal; pero al principio no, porque nunca tuvo conciencia de esa inclinación, ni puede asociarla
con la memoria heredada —recuerde que el archivo de nuestra memoria se realiza por medio de
asociación de ideas, no directamente como lo hace una computadora—. La pluma inspirada dice
que “cada pecado cometido despierta los ecos del pecado original”.3 Una vez que ese niño llega a
sentirle el gusto al mal acto, esa inclinación indefinida se transforma en una pasión definida o
concupiscente; y desde entonces actuará contra la parte consciente 4 y será un foco constante de
tentación. La Revelación lo dice así:
“El apetito nos fue dado con un buen propósito, no para ser ministro de muerte al ser
pervertido, y en esta forma degenerar hasta llegar a producir las concupiscencias que batallan
contra el alma”.5
Este conocimiento es muy importante, pues llegó a ser uno de los errores que heredamos
del protestantismo desde la Confesión de Ausburgo; cuando, con respecto a los niños recién

1
CBA, 1:1096.
2
PP, pp. 313,314.
3
RH, 16 de abril de 1901. p. 241.
4
”Ya se puede fotografiar el pensamiento”, Muy Interesante, (Bs.As., dic. 1986), pp. 6-10.
5
MCP, 2:392.
19

nacidos, decía que “todos ellos están llenos de concupiscencia”. 1 Un ejemplo nos puede aclarar el
asunto:
(1) Generalmente se dice que nacemos egoístas. Pero los bebés no nacen
egoístas sino egocéntricos, por el instinto de conservación de la vida que Dios puso en
todos los animales y el hombre. Este instinto, que los lleva a llorar; atraer la atención, etc.,
porque no saben expresarse, les permite mantener cerca suyo a los que creen que pueden
darles ayuda. No obran por maldad, sino por temor. Por eso Jesús nos invita a ser como
ellos, porque para estos inocentes es el reino de los cielos (Mat. 19:14).

(2) Pero, cuando un bebé llega a ser consciente de que puede confiar en sus
padres y en ciertas personas que lo aman, y no cambia de actitud, el egocentrismo se
transforma en ese momento en pecado de egoísmo. Antes del año los bebés pueden
llegar a ser conscientes de algunas cosas. Y como su naturaleza pecaminosa viene con
una inclinación inconsciente hacia el pecado, pronto llegan a ser egoístas, es decir
pecadores.

(3) Elena G. de White dice que muchos de ellos “tenían buenas facultades, pero
lo sacrificaron todo a la complacencia del apetito que lo llevó a aflojar las riendas,
quedando a merced de la concupiscencia”.2
“Todo apetito pervertido se transforma en una concupiscencia agresiva.
Recibimos el apetito con un buen propósito, no para que se convirtiera en ministro de
muerte al pervertirse...”3 “Multitudes de personas no sienten la obligación moral de
dominar sus apetitos sensuales y se vuelven esclavos de la concupiscencia”.4 Ellos
“han persistido en llevar hábitos legítimos a extremos, y han creado y se han complacido
en hábitos que no tienen fundamento en la naturaleza y que han llegado a ser una
concupiscencia militante...”5
(4) Así ella confirma que la concupiscencia no es un mal heredado desde Adán;
“no tiene fundamento en la naturaleza”, sino que es formada voluntariamente por todos los
hombres. Por eso Jesús fue descendiente de Adán y no tuvo concupiscencias, porque
nunca cedió a la primera tentación (Luc. 3:23, 38).

k) Puesto que todos nacemos "en pecado", nacemos bajo la ley. Entonces, ¿por qué no
nacemos pecadores? Porque nacemos perdonados desde el año 31 d.C. Los bebés no nacen
culpables porque "Jesús, en sus sufrimientos y muerte, ha hecho expiación para todos los
pecados de ignorancia; pero no se ha preparado remedio para la ceguera voluntaria [por haber
"resistido y rechazado" el arrepentimiento]".6

l) Entonces, ¿cuándo los que nacen "en pecado" llegan a ser "pecadores"? Santiago lo
explica así: “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado” (Sant. 1:14,15). Y
la Hna. White dice: “Ningún hombre puede ser obligado a pecar. Primeramente debe obtener su
propio consentimiento; el alma debe proponerse realizar la acción pecaminosa, antes de que la
pasión pueda dominar a la razón, o triunfar la iniquidad sobre la conciencia”. 7
Según estas declaraciones, el pecado, como culpabilidad, no existe en el justificado
aunque antes del perdón haya desarrollado concupiscencias y en la santificación tenga que luchar
contra ellas. Por lo tanto, Elena G. de White estaba en lo cierto cuando dijo: “La tentación, por
poderosa que sea, nunca constituye una excusa para el pecado”.8 Y Pablo dice: “Pues aunque
1
Citado por Mario Veloso, El Hombre una Perspectiva Viviente, (Santiago de Chile, Edit. Universitaria, S.A., 1900), p.
68.
2
T, 3:561,562.
3
————, ¡Maranatha: el Señor viene! (MSV), (Bs. As., ACES, 1976), p. 79.
4
PP, p. 90.
5
, La Temperancia (Te), (Bs. As., ACES, 1969), p. 124.
6
CBA, 5:1118.
7
MJ, p. 65.
8
Idem; T, 5:177.
20

andamos en la carne, no militamos según la carne” (2 Cor. 10:3). “No reine, pues, el pecado en
vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Rom. 6:12). Esta
última declaración de Pablo hecha por tierra 18 siglos de doctrina acerca del pecado, y deja en
claro que no somos pecadores por vivir en naturaleza contaminada por el mal hasta que cedamos
a ella.

m) Muchos se basan en Romanos 5:17-19, para hablar de la culpa universal. Allí dice que
“por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la
justicia de uno vino a todos los hombres la justicia de vida”. Pero aquí Pablo no está hablando de la
culpa del pecado, sino de la condenación a la muerte por causa de la herencia de pecado. El verso
anterior viene hablando del reino de la muerte frente al reino de la vida (5:17), no directamente del
perdón por la culpa del pecado. De ahí que a ese reino de vida no le llama justicia para el pecado,
sino “justicia de vida” (5:18). Y recuerde que la palabra “todo” o “todos”, en la Biblia es un todo
relativo (1 Juan 1:9 con 1 Ped. 3:21; Efe. 4:23,24, etc.).
Cuando Pablo habla directamente de la culpa por el pecado, lo hace en el verso 19:
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Aunque
todos nacen “en pecado”, “muchos”, no todos, llegarán a ser finalmente declarados pecadores y
perderán el cielo. Así también, por Cristo “muchos”, no todos los pecadores sino los arrepentidos,
serán constituidos justos. ¿Por qué “muchos fueron constituidos pecadores”, es decir culpables de
pecado? Pablo ya venía diciendo: “Por cuanto todos pecaron” (5:12), pero “muchos” de ellos
serán salvos por arrepentimiento. Así confirmó a los demás profetas, que decían: “Cada uno se
había vuelto atrás; todos además de nacer con naturaleza corrupta se habían corrompido; no
hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno” (Sal. 53:3). “Y la tierra se contaminó bajo sus
moradores; porque además de nacer en contaminación de pecado traspasaron las leyes” (Isa.
24:5).

n) El sentido de indignidad no es prueba de que seamos culpables del mal, pues este
sentimiento permanecerá aún después del fin del tiempo de gracia, cuando ya todo caso habrá
sido sellado para vida o para muerte eterna. Al referirse a los 144.000 que vivirán en ese tiempo, la
pluma inspirada escribió: “Pero aunque tengan un profundo sentido de indignidad, no tendrán
pecados ocultos que revelar. Sus pecados habrán sido borrados”.1
Para confirmar la hermosa verdad de la justicia imputada de Cristo con la limpieza de todo
pecado de culpa, la sierva del Señor nos dice:
“Jesús ve la culpa del pasado, y perdona, y no debemos deshonrarlo dudando de su amor.
Este sentimiento de culpa debe colocarse a los pies de la cruz en el Calvario. El sentimiento
de pecaminosidad ha envenenado las fuentes de la vida y de la verdadera felicidad. Ahora
Jesús dice: ‘Echadlo todo sobre mí. Yo tomaré vuestros pecados; y os daré paz”. 2

ñ) ¡Pero cuidado con la doctrina de la carne santa! Nadie puede llegar a la impecabilidad
antes del sellamiento. Hasta ese día no sólo necesitamos el perdón porque “todos” pecamos (Rom.
3:23), sino que tampoco hay uno que sea justificado y camine en la santidad, que no abandone a
Cristo y vuelva al pecado más de “siete veces” y “setenta veces siete” (Ecl. 7:20; Prov. 24:16; Jer.
8:4; Mat. 18:21,22; Luc. 17:4; 1 Juan 2:1). Entonces, el victorioso sobre el pecado, no es el
impecable, sino el que es justo porque cae “siete veces” o plenitud de veces, “y vuelve a
levantarse”, porque no pierde su fe como “los impíos” (Prov. 24:16). Y así como no hay justo y
santo que no vuelva a pecar que deje de ser santo, tampoco hay un solo justo y santo que no
haya abandonado la práctica del mal: por eso es santo. Eliminemos, pues, de nuestro vocabulario
teológico la frase luterana: “justos pecadores”, y en su lugar digamos: “justos en el pecado”; “justos
con naturaleza pecaminosa” o “justos en carne de pecado”.

o) En conclusión, todos nacemos "en pecado", pero no "pecadores" o culpables del mal.
Sin embargo, todos somos pecadores porque pecamos cada día, al ceder a las propuestas de

1
CS, p. 676.
2
————, Dios nos cuida (DNC), (Bs. As., ACES, 1991), p. 150.
21

nuestra naturaleza pecaminosa y por las tentaciones de afuera. No seremos juzgados por poseer
naturaleza pecaminosa, sino por nuestras malas obras (Apoc. 20:12,13). Por eso la Revelación
habla de “la perfecta impecabilidad” de Jesús,1 teniendo a la vez una “naturaleza humana caída,
degradada y contaminada por el pecado”.2 Ya volveremos a esto.

11º ¿La justificación es puntual y diaria o única y gradual?


Para el catolicismo y la mayor parte del protestantismo, la justificación es perdón con una
limpieza parcial de los pecados que continúa en la santificación. Dicen que el perdón nos libra de la
culpa, y la santificación nos limpia gradualmente los pecados de malas obras.

a) Sabemos que la justificación es “perdón”, pero en ningún lugar de la Revelación se nos


dice que la santificación que viene por la justificación es perdón, sino el “fruto” de la liberación total
de la maldad en la mente (1 Juan 1:9). Por eso Pablo dice que la santificación es el “fruto”, el
resultado de haber sido “libertados del pecado” (Rom. 6:22). Y por eso la Hna. White dijo que la
“justificación significa la salvación... para poder obtener la santificación”.

b) Para los que siguen a Orígenes y Agustín, la justificación plena es una sola, y se la
obtiene mediante el bautismo. Y como Lutero y Calvino eran agustinianos, concluyeron que una
vez que somos salvos, llegamos a ser salvos para siempre, a menos que abandonemos al Señor
en forma definitiva. Elena G. de White se opuso a esta doctrina diciendo:
“Seguir a Jesús requiere una conversión de todo corazón en el comienzo, y una
repetición de esa conversión cada día”.3 Y en nuestras 27 creencias fundamentales, se lee:
“Todos los creyentes que viven una vida santificada y llena del Espíritu (poseídos por Cristo), tienen
una necesidad continua de recibir diariamente la justificación (otorgada por Cristo)”.4

c) En nuestra iglesia el concepto agustiniano dio origen a dos posiciones. Una cree que
esa única justificación legal es puntual, instantánea, seguida por el proceso de una sola
santificación ininterrumpida. Es decir, que es una santificación donde nos limpiamos del pecado, y
que dura toda la vida porque no se interrumpe por las obras pecaminosas. Aquí se dice: "La
salvación no es como un pequeño interruptor que encendemos diciendo sí a Jesús y que
apagamos con cada pecado que cometemos”. Según esta posición la santificación que viene por el
perdón no es lo opuesto al pecado, porque se vive en Cristo pecando.
La otra posición cree que esta única justificación legal es gradual y es para toda la vida,
pero que llega a ser real mediante una santificación instantánea en el perdón —se invierte lo
revelado—. La primera lleva la justificación al proceso de la santificación; la segunda traslada la
santificación a la acción puntual de la justificación, llegando a ser una justificación incompleta hasta
la muerte o el sellamiento.

d) En primer lugar, en ninguna parte de la Revelación encontramos algo que diga que la
justificación es una sola. Fue en los escritos de El Pastor de Hermas, cuando se dijo por primera
vez que hay un solo perdón y un solo arrepentimiento. 5 Y fue Orígenes quien dijo que el rito del
bautismo es “la primera remisión de pecados”6 –salvación sacramental.

e) En segundo lugar, en el A.T., limpiar, purgar, purificar, lavar (taher, kata’, zakah, rakats);
y en el N.T., kazarós, hagnós, nipto, apolúo) siempre que la limpieza es divina, es puntual (2
Rey. 21:13; 51:10,14,19; Isa. 1:25; Eze. 36:25,33; 37:23; Dan. 1:35; 12:10; Joel 3:21; Mal. 3:3; Juan
13:10; Heb. 10:22; 1 Ped. 1:22, etc.). No hay limpieza individual gradual (2 Crón. 30:17; Sal.
1
CBA, 5:1105.
2
YI, p. 66.
3
CBA, 1:1127.
4
Asociación Ministerial de la As. Gral., Creencias de los adventistas del 7º día (CASD), (Bs., As., ACES, 1988), p.
148.
5
J. B. Lightfoot, Los Padres Apostólicos (PA), (Barcelona, CLIE, 1990), pp. 508, 509.
6
Reinhold Seeberg, Manual de Historia de las Creencias (MHC), v. 1, (Texas, U.S.A., Casa Bautista de
Publicaciones, 1963), p. 162.
22

24:4,5; 73:13; Prov. 20:9; Ecle. 9:2; Isa. 6:7, etc.), sino sólo para la iglesia en su totalidad, porque
moran juntos el trigo con la cizaña. Y cuando en Hechos 15:9 leemos “purificando por la fe sus
corazones”, debe decir “habiendo purificado” (partic. aoristo 1º). Por lo tanto Pablo afirma que en
el perdón somos "hechos justicia" en forma puntual (2 Cor. 5:21).
Siguiendo la doctrina del gnosticismo y del calvinismo, algunos insisten que ser “hechos
justicia” es sólo una declaración, pues Pablo sigue diciendo: “en él” (en autó) ( 5:21). Al estar “en
él” —dicen— participamos de su justicia porque él es justo y nos sustituye ante Dios, no porque
nosotros llegamos a serlo. Pero, ¿qué nos dicen el texto y el contexto? Como Cristo nunca
necesitó ser “nueva criatura”, en ese caso tampoco nosotros lo seríamos al estar “en él”, como nos
viene diciendo en el versículo 17. Y si fuera sólo una sustitución, tampoco necesitaríamos ser
“colaboradores suyos... en el día de salvación”, como el apóstol nos pide en los textos que
siguen (6:1,2).
La expresión: “en él” se lee en Mateo 13:57, cuando dice que los fariseos “se
escandalizaban en él [en autó]”. ¿Se escandalizaban porque estaban en Cristo, o se
escandalizaban de sus enseñanzas? Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo”. ¿Él llegó a ser fuerte
porque fue sustituido por la fortaleza de Cristo, o porque dijo: “me fortalece”? (Fil. 4:13). Si la
fortaleza espiritual la recibimos por sustitución o declaración, no necesitaríamos ser fortalecidos,
pues Cristo ya es Todopoderoso y no necesita ser fortalecido para sustituirnos. En 2 Corintios 13:4
también dice: “Pues también nosotros somos débiles en él [en autó]”. ¿La gracia sustitutiva de
Cristo nos debilita, o al compararnos con su ejemplo nos sentimos indignos y débiles espirituales?
Vemos, pues, que las expresiones “en él” y “en Cristo” no siempre son declaraciones de
sustitución. Y el contexto rechaza el sentido que la nueva teología le quiere dar a declaraciones
como en 2 Corintios 5:21.
f) En tercer lugar, el hecho de que Dios no deje de amar al pecador y que no lo abandone
plenamente, no es prueba de que esté libre de la condenación, sino que, por presciencia, Dios ve
en él un arrepentimiento futuro y su salvación. Por ejemplo, aunque Dios no había abandonado a
David por sus grave pecados, este rey sí supo que había perdido la salvación y debía volver a
pedirla. Sólo después de su arrepentimiento, Dios lo consideró perfecto y sin pecado, como dice
en 1 Reyes 3:6; 14:8. Entonces el rey exclamó: “Jehová me ha premiado conforme a mi justicia
justificación; conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado” (2 Sam. 22:21). ¿De
qué justicia estaba hablando David? De la que había vuelto a poseer por su arrepentimiento y su
confesión: “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal. 51:12). David, dice la pluma inspirada,
“confesó su pecado, se arrepintió y se reconvirtió”.1 Si necesitaba volver a la salvación, si “se
reconvirtió”, es porque ya había perdido la justicia y debía convertirse otra vez. Es decir que
necesitaba una nueva justificación, a pesar que Dios no lo había abandonado.
Cuando la Biblia dice: “Porque siete [plenitud, totalidad] veces cae el justo, y vuelve a
levantarse; más los impíos caerán en el mal” (Prov. 24:16), nos vuelve a decir que también los
justos pecan. Pero la diferencia está en que son justos porque vuelven a levantarse pidiendo el
perdón. El Señor no quiso decirnos aquí que el justo es justo aún en el momento que está caído.
Porque entonces no necesitaría levantarse para renovar la justificación, y los impíos también serían
considerados justos. La Hna. White escribió:
“Pero la historia de David no suministra motivos para tolerar el pecado. David fue llamado
hombre según el corazón de Dios cuando andaba de acuerdo con su consejo. Cuando pecó, dejó
de serlo hasta que, por arrepentimiento, hubo vuelto al Señor”.2
g) En cuarto lugar, para los que pecan a sabiendas después del perdón, los profetas
hablan con insistencia del revestimiento de la justicia; de la renovación espiritual, que sólo se la
puede conseguir por una nueva justificación: “Renueva un espíritu recto dentro de mí... Vuélveme
el gozo de tu salvación” (Sal. 51:10-12). “Vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia...
será amplio en perdonar” (Isa. 55:7); “transformaos por medio de la renovación” (Rom. 12:2);
nuestro hombre interior “se renueva de día en día” (2 Cor. 4:16); “y renovaos en el espíritu de
vuestra mente” (Efe. 4:23). “Despojado del viejo hombre... y revestido del nuevo” (Col. 3:9,10);
“por el lavamiento de la regeneración y por la renovación” (Tito 3:5), “sean otra vez renovados”
(Heb. 6:6).

1
CT, p. 152.
2
PP, p. 782.
23

Entonces, ¿cómo puede permanecer salvo el justificado? San Pablo responde: “Si
permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Rom. 11:22). ¿Y si
se arrepiente del pecado? Es reinjertado, “pues poderoso es Dios para volverlos a injertar”
(11:23). Es claro, pues, que no hay una santificación que dura toda la vida sin una interrupción por
el pecado, y por lo tanto no hay una santificación continua donde se peca de vez en cuando. Sólo
en el cielo la santidad será continua, porque allá no será interrumpida por el pecado.

h) En quinto lugar, el justificado que peca pierde toda justificación. Y si no se arrepiente,


sólo le espera la muerte eterna: “Mas si el justo o justificado, pues nadie es justo por sí mismo se
apartare de su justicia y cometiere maldad... ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo les
serán tenidas en cuenta... por ello morirá” (Eze. 18:24). Por esta misma razón Santiago dice que
el justo que ofende la ley “en un punto, se hace culpable de todos” (Sant. 2:10). ¿Por qué, si sólo
transgrede un punto de la ley? Porque la mínima transgresión realizada conscientemente, es
suficiente para que el santo pierda la justificación, y quede otra vez al descubierto de todos los
pecados anteriores por falta de un Salvador —Es decir, porque el pecador lo ha rechazado y se
ha apartado de él.
Elena G. de White escribió: “Es verdad que él justificado puede haber recibido perdón una
vez; pero su espíritu falto de misericordia muestra que ahora rechaza el amor perdonador de Dios.
Se ha separado de Dios, y está en la misma condición en que se hallaba antes de ser
perdonado. Ha negado su arrepentimiento, y sus pecados están sobre él como si no se
hubiera arrepentido”.1 Ella confirma aquí a Ezequiel 18:24; 33:13,14.

i) En sexto lugar, desde la nueva vida por la justificación (Tito 3:5), “todo aquel que es
nacido de Dios, no practica el pecado...y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan
3:9). “Todo aquel que permanece en él no peca” (3:6). "El que dice: Yo le conozco, y no guarda
sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él". (1 Juan 2:4). Y los testimonios
agregan: “El alma que se entrega a Cristo llega a ser su propia fortaleza... Un alma así guardada
por los agentes celestiales es inexpugnable a los asaltos de Satanás”.2 Si cada día pecamos es
porque cada día nos apartamos de la fortaleza de la santidad. Pero la doctrina de la justificación
única —que entre nosotros sostienen mayormente los antiperfeccionistas— tiene que admitir una
permanencia ininterrumpida en Cristo, donde se peca diariamente en la santificación y el Señor lo
permite.
Los Testimonios se oponen a esta herejía con toda claridad: “La justicia de Cristo no es un
manto para cubrir pecados... La santidad es integridad para con Dios”.3 “Si nos volvemos
negligentes o abandonamos nuestro compromiso, perdemos esa vestidura y sólo podemos
recobrarla mediante el arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados”. 4 “Nadie puede cubrir
su alma con el manto de justicia de Cristo mientras practique pecados conocidos, o descuide
deberes conocidos”.5 Por eso Juan decía que "el tal es mentiroso" (1 Juan 2:4).

j) En séptimo lugar, los que niegan la renovación de la justificación no ven la magnitud del
pecado. Dios no trata a los justificados como a una balanza donde se permiten obras buenas y
malas, hasta que el platillo desciende hasta un límite inferior a lo tolerable; y recién entonces, como
si fuera un rebautismo, el pecador tiene que pedir un revestimiento de su justicia. La sierva del
Señor dice:
“No es la magnitud del acto de desobediencia lo que constituye el pecado, sino el
desacuerdo con la voluntad expresa de Dios en el detalle más mínimo, porque demuestra que
todavía hay comunión entre el alma y el pecado. El corazón está dividido en su servicio. Niega
realmente a Dios, y se rebela contra las leyes de su gobierno”. 6 “Una vez cometida una mala
acción, queda una mancha que no la puede quitar sino la sangre de Cristo; y si el hábito no es

1
PVGM, p. 196.
2
————, El es la salida (ES), (Bs. As., ACES, 1991), p. 154.
3
DTG, p. 509.
4
T, 2: 191.
5
RH, 4 de nov. de 1890.
6
DMJ, p. 48.
24

rechazado con firme determinación, el alma se corrompe”. 1


“No todos los pecados son de igual magnitud delante de Dios... sin embargo, aunque este
o aquel acto malo puedan parecer frívolos a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño
a la vista de Dios”.2 El pequeño pecado cometido por Eva en el Edén y los resultados que hoy
experimentamos, prueban lo que ella dice.

k) En octavo lugar, como el creyente no vive por una gracia divina que dura toda su vida,
goza del favor de Dios de gracia en gracia y de santificación en santificación. A pesar que la “fe” es
una sola (Efe. 4:5), “la justicia de Dios se revela por fe y para fe” (Rom. 1:17). En el original dice:
ek pisteos eis pistin, es decir de fe (genitivo) para fe. Es de una fe a otra, porque la única la
perdemos por el pecado y la volvemos a tener cada vez que somos justificados por la fe. Y si es
de fe en fe, o de justificación en justificación, también lo es “de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18), es
decir de santificación en santificación, pues a eso se refiere Pablo (Rom. 8:30). Elena G. de White
lo dice así: “Si somos fieles a las insinuaciones del Espíritu Santo, avanzaremos de gracia en
gracia, y de gloria en gloria, hasta que recibamos el toque final de la inmortalidad”. 3
“Necesitamos renovar cada día nuestra consagración a Dios”.4

l) Y en noveno lugar, la justificación o perdón único y gradual no corresponde con las


enseñanzas del santuario y del juicio de Dios. Pedro dice que somos “sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales” en plural (1 Ped. 2:5). Por eso el pecador del A.T. no ofrecía un
solo sacrificio para toda su vida en el santuario, sino cada vez que pecaba. Además, si la salvación
fuera una sola que cubriría todo pecado posterior, no sería necesario un “libro de memoria” (Mal.
3:16) para que los testigos celestiales examinen los hechos de cada creyente. Solamente existirían
los libros de “la vida” y de “la muerte”, pues sólo bastaría saber si el pecador recibió la única
justificación. En cambio, la Revelación nos dice que si en los libros se encontraran pecados no
confesados “que no hayan sido perdonados, su nombre será borrado del libro de la vida, y la
mención de sus buenas obras será borrada de los registros de Dios”. 5

12º ¿Una salvación insegura y pesimista?


Los que sostienen la justificación legal y única, dicen que los que creen que pueden perder
la justicia imputada por cada pecado que no confiesan, tienen una religión pesimista que no ofrece
ninguna seguridad. Dicen que es mejor creer que Jesús nos salva una vez y para siempre,
cubriendo los pecados que cometemos el resto de la vida.
a) Pero la religión pesimista no es la que cree en la confesión y el perdón de cada pecado,
sino justamente la que sostiene una justificación única, pues mantiene la creencia del pecado
original de Lutero, donde la justificación es sólo declarativa, no real. Para ellos, esa salvación
comienza a ser real en el proceso de la santificación donde la meta de la limpieza del alma no se
alcanza nunca (Fil. 3:12-14), y por eso dura en forma precaria e "imperfecta" toda la vida.

b) Lamentablemente, la enseñanza de estos hermanos nuestros no sólo les impide gozar


plenamente del evangelio de una salvación puntual y real “ahora” en sus mentes (Rom. 5:11; 1
Juan 3:2; 2 Cor. 5:21), sino que además los lleva a esperar un chasco, que en lo personal llegaría a
ser mayor al que ocurrió en 1844. La pluma inspirada escribió:
“Cuando él viniere, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los
defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es
que se ha de realizar en nosotros esta obra, será antes de aquel tiempo”. 6

c) Además del malhechor arrepentido en el Calvario, hay “muchos” más que recibieron la

1
MCP, 1:240, 241.
2
MCP, 2:468,469.
3
, Exaltad a Jesús (EJ), (ACES, 1988), p. 370.
4
————, Cada día con Dios (CDCD), (Bs. As., ACES, 1979), p. 259.
5
CS, p. 537.
6
————, Joyas de los testimonios (JT), v. 1, (Bs. As., ACES, 1975), p. 181.
25

seguridad del paraíso antes de 1844. Tan seguro estaba el Señor del resultado del fallo, que en su
resurrección se llevó consigo al cielo “muchos cuerpos de santos” (Mat. 27:52). Si algunos de ellos
fueran condenados después de 1844, Dios aseguró: “De allá [del cielo] los haré descender” (Amós
9:2). Pero, de todos ellos, ¿hay alguno que fue devuelto a este mundo desde el juicio? Para algo
tan importante, Elena G. de White ya lo hubiera declarado en sus escritos.

d) Los que vivimos conforme al Evangelio pedimos el perdón enseguida, porque ¡el Señor
lo hizo tan sencillo para pedirlo!, que nos permite gozar todo el tiempo de la paz y la seguridad
del perdón “de toda maldad”. Y así obtenemos el “derecho” a entrar a la Santa Ciudad en cualquier
momento que Cristo venga mientras permanezcamos en él (Apoc. 22:14). ¿Puede haber algo más
seguro y maravilloso que esto?

13º Una salvación por dos reconciliaciones:


La justificación solamente legal lleva a creer a muchos que Cristo ya cargó con nuestros
pecados en el año 31 d.C. y no lleva nuestros pecados ahora. Pero la salvación legal y que es por
simple declaración no nos sirve porque es insuficiente. De nada sirve que Dios nos diga: “¡Alégrate:
Te declaro salvo!”, mientras nos ahogamos por la culpa sin salvación real. Por eso, la Revelación
nos dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida… por quien hemos recibido ahora
la reconciliación” (Rom. 5:10,11). Note que en la cruz Cristo nos reconcilió con la ley para
salvarnos de la muerte eterna, pero "ahora" con él mismo para poder renovarnos y santificarnos
mediante su Espíritu. La Hna. White lo explica así:
“La intercesión de Cristo por el hombre en el santuario celestial es tan esencial para el plan
de salvación como lo fue su muerte en la cruz. En su muerte dio principio a aquella obra para
cuya conclusión ascendió al cielo”.1 “El Espíritu iba a ser dado como agente regenerador, y sin
esto el sacrificio de Cristo habría sido inútil... El Espíritu es el que hace eficaz lo que ha sido
realizado por el Redentor del mundo. Por el Espíritu es purificado el corazón”.2
“El murió y resucitó para mi justificación y me salvará ahora. Acepto el perdón que ha
prometido”.3 La promesa es desde la cruz, pero el hecho se cumple “ahora”. Así Pablo y Elena G.
de White confirman a Juan, cuando escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios” (1 Juan 3:2).

a) ¿Por qué en la cruz Cristo se reconcilió con la ley, pero con el pecador en la confesión?
Porque la predestinación divina se basa en el conocimiento futuro de la decisión voluntaria del
hombre, no en una imposición soberana, como muchos creen desde Agustín y Calvino. En la cruz
Dios no podía obligar a ser justos a los que todavía no se arrepentían. 4 Pablo escribió al respeto:
“Pero ahora, aparte de la ley [reconciliada en la cruz], se ha manifestado… en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica [“en este tiempo” lo dijo 27 años después de
la ascensión] al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:21-26).

b) Pero como los justificados sólo confiesan los pecados que son conscientes, en la cruz sí
hubo un perdón anticipado por los pecados de ignorancia, hasta que el pecador llegara a ser
consciente del pecado. Por eso en los ritos de santuario había un sacrificio continuo a favor de los
que no podían acercarse, o no iban porque no sabían que estaban en el error. En estos casos el
pecador sólo era culpable cuando llegaba a darse cuenta del pecado (Lev. 4,5).
Por eso Elena G. de White escribió: “En sus sufrimientos y muerte Jesús hizo expiación
por todos los pecados de ignorancia, pero no se ha hecho provisión para la ceguera voluntaria”5
La "ceguera voluntaria" es el endurecimiento del corazón; y para esto no hay solución en la cruz
hasta un cambio de actitud.

1
CS, p. 543.
2
DTG, p. 625. Ver ————, Hechos de los apóstoles (Hap), (M. V., Pub. Inter., 1957), pp. 42,43.
3
CC, p. 51.
4
DTG, 694.
5
RH, 25-IV-1893.
26

14º ¿La salvación se cumple en tres etapas?


Muchos creen que la salvación total del pecado se cumple en tres momentos. Esta
posición tan generalizada, se basa en la creencia de una sola justificación. Por lo tanto, la
santificación que viene como fruto de este único perdón, llega a ser la continuidad de la liberación
del pecado (¿Rom. 6:22?). Esta posición sostiene: “Cuando el cristiano nace de nuevo apenas a
comenzado la salvación”. Así que esta santificación es donde el santo permanece en Cristo a
pesar de que peca (¿1 Jn. 1:6; 3:9?), pero —qué contradicción— a pesar de que todavía no puede
dejar de pecar, sí puede ser salvado de su dominio.

SALVACIÓN SALVACIÓN SALVACIÓN


PASADA PRESENTE FUTURA
JUSTIFICACIÓN SANTIFICACIÓN GLORIFICACIÓN
Liberación de la Salvación del poder Liberación de la pre-
penalidad del pe- del pecado (1Cor. 1: sencia del pecado
cado (Efe. 2:5,8). 18; 15:2) (Rom. 10:9,13; 5: 9)

a) En 1 Corintios 1:18 Pablo se refiere a los que “están siendo salvados” porque entran a la
iglesia. La misma expresión: “están siendo salvados" (sozoménous), aparece otra vez en Hechos
2:47, cuando Pedro se refiere a los que entran a “la iglesia” por medio del bautismo. Nunca hemos
pensado que, cuando en la Revista Adventista se anuncia que en cierto lugar “están siendo
bautizadas” (partic. pres. pasivo) muchas almas, se trata de un solo bautismo de acción continua y
gradual, sino del mismo rito que se cumplió varias veces en el pasado; se cumple en el presente, y
se repetirá en el futuro.

b) Otro error que cometen los que apoyan esta posición, es creer que durante el tiempo de
gracia podemos “salvarnos del poder del pecado”. En la justificación Cristo nos salva de la culpa;
purifica la conciencia y nos da poder para vencer las tentaciones. Pero no nos libra del poder
tentador de la naturaleza pecaminosa hasta la resurrección. Por eso tenemos que seguir luchando
con el "yo". Este es un error que viene del perfeccionismo desde los días del pastor Jones, cuando
aseguraba que la gracia “anula todo el poder del pecado”.

c) Entonces, hemos pecado, podemos estar pecando, y volveremos a pecar hasta el


sellamiento. Pero no hay dos etapas inconclusas de salvación que finalizan con una tercera, sino
una sola: El perdón diario, que concluye en la segunda venida con la salvación del cuerpo
degenerado por 6.000 años de maldad —la segunda salvación—. Esta es la “esperanza” de los
salvados (Rom. 8:13-25).

15º La salvación bíblica:


Somos salvos por la gracia que nos ofrece Cristo. Pero también sabemos que gracias a
nuestra entrega total a la obra del Espíritu Santo, desarrollamos la fe en Cristo que nos lleva a
realizar las “obras dignas de arrepentimiento”. Si recordamos que las condiciones del pacto no nos
dan mérito alguno, pero abren las puertas de nuestro corazón para que entre Cristo, no tendremos
dificultad en saber dónde está la fuente de nuestra salvación: Si en las condiciones que cumplimos
o en lo que hoy hace el Salvador por nosotros. Así que la salvación bíblica es la que sostiene que
somos salvos por una “fe que obra por el amor” (Gál. 5:6). En ese momento de la justificación el
Espíritu no limpiará nuestra naturaleza, pero sí “limpiará vuestra conciencia [la voluntad, el “yo”, ”la
razón”] de obras muertas” (Heb. 9:14), “para la renovación de vuestro entendimiento” (Rom. 12:2).
Por eso Cristo puede declararnos “justificados”.
Para resumir presento la siguiente tabla comparativa, donde destaco la diferencia que
existe entre la justificación bíblica y la que se ha divulgado en el cristianismo:

LA JUSTIFICACIÓN

ROMA LA REFORMA LA BIBLIA


27

Es un proceso. Es un acto sólo legal. Es un breve proceso de


arrepentimiento, que concluye con
el perdón y el sello del Espíritu.
Justificado por fe más las Justificado sólo por tener fe. Justificado por una fe que obra
obras meritorias. arrepentimiento.
Hecho justo. Declarado justo. Declarado por ser hecho justo.
Llega a ser parcialmente Queda simultáneamente Es justo por conciencia totalmente
justo y pecador. justo (declarado) y pecador. limpia, con naturaleza en pecado.
Justicia infusa por un Justicia imputada sin ningún Justicia que Dios imputa porque
principio de cambio. cambio interno. renueva la voluntad de “todo” mal.
La justicia del bautismo La justicia del bautismo no La justicia del perdón no limpia la
limpia nuestra naturaleza. limpia nada de nosotros. naturaleza sino la conciencia.
Justicia para el que es Justicia para el que es Justicia al impío que Dios hace
justo. impío. justo.
Una sola justificación que Una sola justificación que Como cada día pecamos,
nos salva del pecado nos salva de la debemos pedir el perdón
original. La santificación, condenación. Una (justificación) cada día, para volver
la limpieza de los pecados santificación en pecado sin a la santidad que interrumpimos.
presentes condena. La santificación no es salvación
sino el fruto.
Salvo por obras humanas. Salvo sólo por gracia. Salvo por la gracia de Cristo.

Conclusión:
Basándonos en la revelación inspirada, podemos llegar a la conclusión de que la
justificación adventista “es más abarcante” y única, pues en sí misma “incluye el perdón... la
regeneración, o nuevo nacimiento; y en adición a todas estas bendiciones, le imputa la justicia de
Cristo”.1 Es decir que la declaración de justicia, se cumple si primero, por obra del Espíritu, hubo un
cambio en el arrepentido como condición del pacto, y no como se cree generalmente que primero
se le imputa legalmente la justicia, para que en la santificación pueda cumplir esas condiciones
renaciendo gradualmente.
Entonces podemos señalar los pasos de la salvación de esta manera:

El hombre, gracias al Espíritu Santo:


1º. Conocer su verdadera situación.
2º. Creer en Cristo como su Salvador.
3º. Tomar la decisión de entregarse (consagrarse) a él.
4º. Arrepentirse de sus pecados.
5º. Abandonarlos (momentáneamente hasta la completa transformación y
capacitación de la justificación).
6º. Reparar las ofensas cometidas por o contra su prójimo (dentro de las
posibilidades del momento. Lo importante es “el querer”).
7º. Morir al pecado, confesando todo a Dios.

Cristo por el espíritu santo:


8º. El lavamiento por la renovación de la voluntad.
9º. Declaración, capacitación y sellamiento de la justificación mediante la
presencia de la “naturaleza divina”.
10º. La paz y la confirmación de ser “hijos de Dios”, con el “derecho” para ir al cielo
(siempre que permanezcamos en el Señor).

1
This is The Way, RH, 1939, p. 65.
28

LA SANTIFICACIÓN

1º Qué es santificación:
El vocablo “santificación”, “santificar”, del hebreo qàdash: consagrar, dedicar, apartar algo
o a alguien del uso común; y del griego hagiázo, con significado equivalente, es el proceso de
justicia que se realiza gracias a la entrega voluntaria del hombre a Dios, para servirle
incondicionalmente bajo su dominio amoroso. Elena G. de White escribió: “La santificación significa
amor perfecto, obediencia perfecta, conformidad plena con la voluntad de Dios”. 1 “La santidad es
un pacto constante con Dios”.2 Esta cita es importante, pues aclara que mientras el santo
permanece en Cristo no deja de ser obediente (1 Juan 1:6; 2:4; 3:6,9).

a) Algunos confunden la santidad con el carácter del santo, y se basan en la siguiente cita
inspirada para argumentar que en la santidad la obediencia no es constante: “El carácter se da a
conocer, no por obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecutan, sino por la tendencia
de las palabras y de los actos en la vida diaria” 3 Si aquí se definiera lo que es el proceso de la
santificación, los que no son santos no tendrían carácter. Sólo lo tendrían mediante el proceso de
la santificación.
¿Qué dicen los Testimonios? “La santidad consiste en estar perfectamente de acuerdo
con Dios”.4 También escribió: “La obediencia a la ley de Dios es santificación... La santificación
no es una obra instantánea sino progresiva, así como la obediencia es permanente”.5 “La
obediencia a la ley de Dios es la única señal de santificación; la desobediencia es la señal de
deslealtad y apostasía”.6 “Santidad significa perfecta obediencia a la ley de Dios: ‘Acordarte has...’
Y ‘No… harás...’ Los que no presten atención a esta ley... no podrán ser santos”. 7

b) Para la justificación, Pablo nos decía: “No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe.
2:9). Pero ahora en la santificación nos dice: “Creados en Cristo Jesús para buenas obras” (ver.
10). En la conversión no podíamos guardar la ley moral (Rom. 8:7). Ahora caminamos tomados de
la mano del Señor y lo conocemos de cerca. Así que Juan nos advierte: “El que dice: Yo le
conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan
2:4). Y enfatizando esta verdad, luego dice: “Todo aquel que es nacido de Dios... permanece en
él; y no puede pecar” (3:9). Sólo se puede mantener santo si permanece en Cristo.

b) A este proceso, Pablo lo considera un camino de “gloria” (doxa), es decir de brillo, de


dignidad y triunfo (2 Cor. 3:18; Rom. 8:30). Pero, como “ciertamente no hay hombre justo en la
tierra, que haga el bien y nunca peque” (Ecl. 7:20) separándose del Señor, este caminar con Cristo
se interrumpe por el pecado, y se realiza “de gloria en gloria” (2 Cor. 3:18), es decir de santificación
en santificación (Rom. 8:30). Por eso la pluma inspirada nos dice: “No existe tal cosa como
santificación inmediata es decir de golpe y para siempre. Es una obra de todos los días. El
apóstol Pablo dice: ‘Cada día muero’ (1 Cor. 15:31). Se convertía a Dios diariamente”.8 Cada día
debemos retornar al camino que hemos abandonado por el pecado: “Conságrate a Dios todas las
mañanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu oración: ‘Tómame, ¡oh Señor!”.9

2º La santificación según la Biblia:


1
————, Alza tus ojos (ATO), (Bs. As., ACES, 1982), p. 97.
2
Ibíd., p. 195.
3
CC. 57.
4
CDCD, p. 143.
5
Ibíd., p. 146.
6
Ms, 41: 1897.
7
CT, p. 366.
8
ATO, p. 229. La Hna. White se refiere aquí a los que creen en la santificación que se realiza en un momento y
quedan para siempre con la impecabilidad. Es decir con la santificación wesleyana de la segunda bendición,.
9
CC, p. 69.
29

a) La Biblia dice que santidad es la perfección; un estado “irreprensible” y “sin mancha” del
creyente (1 Tes. 3:13; 5:23; Efe. 4:12; 1 Ped. 1:15; Apoc. 22:11) que se opone a lo profano (Lev.
10:10; Eze. 22:26; 44:23) y a toda inmundicia de pecado (Rom. 6:19; 1 Tes. 4:3,7). Es la
“hermosura” y “la gloria” espiritual (1 Crón. 16:29; 28:22; Sal. 96:9; 110:3; 2 Cor. 3:18; Rom. 8:30).

b) “Santo” es el creyente apartado para Dios que vive en un estado de incapacidad (1 Cor.
1:2 con 3:2); en la “levadura” del pecado (5:7), en “malicia y maldad” (5:8); en idolatría (10:14), en
injusticia (6:9-11); como “niños fluctuantes” (Efe. 1:1 con 4:1,4), envanecidos (1 Cor. 5:2), carnales
y en contiendas (3:3; 4:5; 11:18). Es decir que no es digno de ser alabado (11:22).

c) Todo creyente que Dios llama “santo” es santo como lo es el Señor (1 Cor. 1:2; Lev.
11:44,45; 19:2; Mat. 5:48; Heb. 12:14, etc.).

d) No hay “santo” sino sólo Dios (Apoc. 15:4; Job 11:7).

e) La santificación es por la fe. Por eso Dios es el que santifica (Lev. 20:7,8; Rom. 3:27,31;
2 Cor. 1:24; Apoc. 14:12).

f) La santificación es por las obras conforme a la ley (Núm. 15:40; Sant. 2:22; Apoc. 14:12;
19:8). Es Dios y nosotros, porque el hombre debe colaborar (1 Cor. 15:10; 3:8,9). “La santificación
es el resultado de una vida de obediencia”.1
g) Para estar santificado ya hay que ser santo, es decir consagrado al Espíritu (Lev. 20:7,8;
1 Cor. 1:2 con Efe. 1:1; 4:1,12-15; Rom. 1:7; 1 Cor. 6:11). Porque la consagración debe realizarse
antes de la salvación, es decir del perdón y la limpieza de la justificación (Éxo. 19:10,14; Núm.
18:17: 1 Sam. 16:5; 1 Crón. 23:28; 2 Crón. 30: 15; 31:6; Job 1:5; 1 Cor. 1:2; 2 Tes. 2:13; Heb.
3:1,7,8; 9:13, 14).

h) La santidad se cumple en el momento del perdón y la limpieza de la justificación (Éxo.


29:37; Lev. 6:18; 16:19; 1 Cor. 6:11; Efe. 4:24; Heb. 10:10).
i) Es el resultado de la liberación del pecado de la justificación (Rom. 6:22; 1 Cor. 1:30; Efe.
5:26,27).

j) Hoy podemos ser perfectamente santos (Mat. 5:48 con Fil. 3:15; 1 Cor. 6:11; Col. 2:10).

k) La santificación de la perfección nunca terminará (Éxo. 15:11; Efe. 4:12,13; Mat. 5:48
con Job 11:7; Fil. 3:12-14; Apoc. 22:11).

l) ¿Quedó confundido? Ahora podemos entender por qué hay tantas posiciones respecto a
este tema. Pero, ¿cómo se concilia todo esto? Sencillamente, estas revelaciones nos dicen que la
santificación es un proceso donde se realizan grandes cambios. Y estos cambios, donde se ve
claramente el poder de Dios, se inician con la entrega del pecador al poder del Espíritu.

3º Cuándo se inicia la santificación:


Cuando Pablo escribió su primera carta a los Corintios, nos dejó esta revelación: “A la
iglesia de Dios... a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Cor. 1:2). Eran
“santificados” (hegiasménois), porque habían sido llamados y se habían consagrado al cristianismo
(1 Cor. 6:11; Éxo. 19:14; 2 Tim. 1:9; Heb. 9:13,14; 13:12). Y en esta condición fueron llamados “a
ser santos” (kletois hagiois: dativo plural). Según el sentido que nos da la versión original, eran
llamados santos en forma dativa. “Es decir, los que son llamados a santificación”.2 (Mat. 9:13).
Porque el proceso de la santificación o consagración a Dios, tiene un doble propósito. Esto lo
pudo entender Wesley, pero lamentablemente llegó a una conclusión equivocada; y con el tiempo
ésta degeneró en toda clase de manifestaciones extrañas y heréticas, que todavía se manifiestan

1
HAp, p. 463.
2
CBA, 6:656.
30

en algunas congregaciones carismáticas y perfeccionistas.

a) La santificación o consagración se inicia con la aceptación al llamado del Espíritu Santo,


antes de recibir el perdón. Sin esta entrega previa a la justificación, nadie buscaría a Dios
sintiéndose pecador (Rom. 3:11). Cuando Pablo se dirigió a los cristianos que estaban en Roma,
escribió: “También vosotros, llamados a ser de Jesucristo... llamados a ser santos” (Rom. 1:6,7).
Aquí, son “santos” los que son llamados a ser cristianos (“de Jesucristo”). En 2 Timoteo 1:9, dice:
“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras...”. Entonces
Elena G. de White declara: “La santidad, que significa entrega íntegra a Dios, le es totalmente
aceptable”.1 Y dice que “al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo
aquello que nos separe de Él”.2

b) Pero, como veremos, esta consagración al Espíritu lleva al pecador a la limpieza del
pecado en la justificación; al perfeccionamiento de la santificación y, como resultado final, a la
glorificación desde la segunda venida (1 Cor. 1:30). Por lo tanto, no nos confundamos si hay santos
en el pecado; si hay santos sin pecados de culpa, y si se mencionan santos en la impecabilidad del
cielo.

4º Las enseñanzas del santuario con relación a la santificación:


El santuario de Moisés, el único que siguió fielmente el “modelo” divino (Heb. 8:5), y los
ritos que se realizaban en él, pueden ilustrarnos mejor el significado de la santificación. Desde el
momento que el pecador entraba al “atrio” del tabernáculo, quedaba apartado de los lugares
profanos por el cerco de cortinas, y se encontraba entonces en “lugar santo” (Éxo. 29:31; Lev.
6:16, 26,27; 7:6; 10:12,17,18; Eze. 42:13,14; 44: 19). Se entiende que este “lugar santo” no era el
de la tienda, sino otro anterior donde se encontraba el altar del holocausto y el lavatorio. De esta
manera, al entrar al “atrio” del santuario, antes de ofrecer su cordero en sacrificio en el altar, el
pecador ya estaba en lugar santo; apartado, es decir consagrado de todo lugar profano; y estando
santificado, recibía el perdón o justificación (altar) con la limpieza (lavatorio) por medio del
sacerdote. Así que, antes de entrar al lugar santo de la tienda como “fruto” del perdón por medio
de lo que el sacerdote realizaba por él, el arrepentido ya había sido lavado, santificado
consagrado y justificado (1 Cor. 6:11 con Rom. 5:9 y Heb. 13:12). 3

a) Todo animal debía ser consagrado antes de ser sacrificado: “Como las ovejas
consagradas... serán llenos de rebaños de hombres” (Eze. 36:38). Recordemos que el animal

1
Ibíd., p. 271.
2
CC, pp. 42,43.
3
Carta, 14 de enero de 1890. Note que ella habla aquí de la limpieza del perdón, no del bautismo, como creen
muchos.
31

preparado para el perdón, debía ser primero “consagrado”; luego era sacrificado en el altar
(justificación) (Éxo. 19:10,14; Núm. 18:17; 1 Sam. 16:5; 1 Crón. 23:28; 2 Crón. 31:6). Por eso
Moisés primero “santificó al pueblo”, y luego pidió que cada uno lavara sus vestiduras (Éxo. 19:14.
Ver 1 Sam. 16:5). Y Pablo escribió: “Santifican para la purificación de la carne... limpiará
vuestras conciencias de obras muertas” (Heb. 9: 13,14). Habla aquí de la consagración para la
justificación, cuando se limpia la conciencia de pecado, así como lo repite en 2 Tesalonicenses
2:13 al hablar del creyente que es “escogido desde el principio para salvación, mediante la
santificación por el Espíritu”. No habla aquí del que ya fue llamado y fue justificado para una
salvación en la santificación, como se interpreta generalmente, sino del que es llamado “desde el
principio” para salvarse; del que es santo porque fue llamado “a ser de Jesucristo” (Rom. 1:6,7).

b) La confirmación inspirada: “Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente


abandonar todo aquello que nos separe de él. Por esto dice el Salvador: ‘Así, pues, cada uno de
vosotros que no renuncia a todo cuanto posee, no puede ser mi discípulo”.1
“Debía consagrarse a sí mismo sin reservas a Dios. Al llamado del Salvador, Juan,
Pedro, Mateo, y sus compañeros, ‘dejando todas las cosas, levantándose, le siguieron”. 2 Al
referirse a este “espíritu de consagración” como primer paso del llamado, la Hna. White dice:
“Jesús afirma que no tiene sentido ser discípulo suyo sin este espíritu de dedicación”.3
También ella dice: “Una consagración diaria a Dios proporciona paz y descanso...los que
busquen la salvación... encontrarán paz y descanso en el Señor”. 4 “Este es asunto diario. Cada
mañana conságrate a Dios por ese día”.5 “Puesto que es consagrándoos a Dios y creyendo en
él como sois sus hijos justificación, así también debéis vivir en él santificación”.6 El Señor “nos
invita a ofrecernos [consagración] en el altar del servicio como holocausto viviente [justificación].
“Debemos consagrar sin reservas a Dios todo lo que tenemos y somos”. 7 “Cada mañana
conságrate tú mismo, alma, cuerpo y espíritu a Dios”. 8 “La bendición de Dios reposará sobre cada
alma que se consagre plenamente a él. Cuando busquemos a Dios de todo corazón, lo
encontraremos”.9

c) Queda claro, entonces, que antes de llegar a ser discípulos e hijos de Dios por la
justificación, y antes de poder vivir “en” Cristo en la santidad, debemos consagrarnos al Espíritu
Santo.

5º ¿Por qué el proceso de la santificación es tan lento?


Cuando pedimos la justicia de Cristo, la recibimos al instante y llegamos a ser “hechos
justicia” a nuestra esfera, pero “completos en él” (Col. 2:10). En cambio, cuando pedimos la
santificación no la recibimos en un momento, sino gradualmente, según nuestras capacidades, sin
llegar a ser plenamente completos en perfección por toda la vida (Fil. 3:12-14). ¿Por qué Dios nos
hace plenamente justos en la justificación, pero no nos hace plenamente perfectos en la
santificación como lo fue Jesús? Porque la regeneración del perdón es sólo por obra de Dios (por
medio de la fe); en cambio la obra de la santificación es una tarea que depende no sólo de la obra
de Dios (“fe”), sino también de “la obra de la ley escrita en sus corazones” (Rom. 2:15). Como
aquí buena parte de la tarea la debe cumplir el hombre que está en Cristo, el proceso de
crecimiento se torna muy lento.
a) El apóstol Juan señala a los santos o santificados de esta manera: “Aquí está la
paciencia o mejor: “perseverancia” (hupomoné) de los santos, los que guardan los

1
CC, p.43.
2
PVGM, p. 375.
3
CBA, 5:792.
4
MS, 1:467,468.
5
DNC, p. 79.
6
CC, p. 52.
7
DNC, p. 265.
8
Carta 36, 1901.
9
DNC, “Entrego mi corazón”, p. 40.
32

mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12). Ahora el justo ya consagrado no sólo


acepta las indicaciones de la ley moral, sino que también la guarda; la vive por el poder del
Espíritu. Ya no es una “fe que obra”, sino por fe y las obras:
Los Testimonios dicen: “Por fe en Cristo, y por la obediencia de la ley de Dios, podemos
ser santificados, y así obtener la preparación para asociarnos con los santos ángeles y con los
redimidos”.1 Y como la santificación no es perdón, sino el “fruto” de la salvación del pecado (Rom.
6:22), esta fe con obras no tiene nada que ver con la salvación católica de la fe con las obras
meritorias.
b) Muchos comprenden que no pueden salvarse mediante las obras meritorias, pero creen
ser santos porque guardan la ley de Dios, es decir porque creen ser moralistas: Reposan los
sábados, devuelven los diezmos, son buenos vecinos, etc. Pero esta forma de pensar puede ser
tan peligrosa como la actitud del "joven rico", que pretendía guardar la ley sin la ayuda del Espíritu
Santo. Elena G. de White dijo: “Él no guardaba los mandamientos en absoluto. Debería haber
aceptado a Jesucristo como su Salvador, y haberse asido de su justicia. Entonces, al poseer la
justicia de Cristo, hubiera podido guardar la ley de Dios”.2
Guardar la ley por ser fiel a una norma moral no es suficiente, porque pronto termina en
una vida de legalismo hipócrita. La base de la ley es el amor (Rom. 13:9,10); y sólo se puede obrar
por amor cambiando el corazón y manteniéndose unidos a Cristo como el pámpano a la vid (Juan
15:5). Por lo tanto, la santificación no es sólo por le fe en el poder de Cristo, ni sólo por obediencia
al Decálogo: Es el resultado del pacto con Cristo en una unión amorosa (Eze. 36:26,26).
c) Como Calvino pensaba que la salvación es "sólo por la fe" (sola fide), pero creía en una
salvación que se completaba en la santificación —error muy extendido (Rom. 6:22), ya que la
“justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la
santificación”3—, propuso la teoría gnóstica de la unión con Cristo en un sentido místico, donde él
cumple la ley por nosotros y en nosotros —nos estaría usando como robots para que no obremos
nosotros—. De esa manera, para Calvino la santificación siguió siendo sólo por la fe. Esta
santificación de sola fe prendió mucho en algunos de nuestra iglesia desde la década de los 70. La
santificación de relacionamiento de Morris Venden es un ejemplo claro. Aunque mantiene la
facultad de decisión, para Venden estar “en él”, significa santificarse en “descanso”. Por lo tanto “en
él” es en realidad “por él” en nuestro lugar, como sostenían los nicolaítas.
d) San Pablo escribió: “Porque nosotros somos colaboradores sunerjós] de Dios, y
vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Cor. 3:9). Y la pluma inspirada comenta este
pasaje, diciendo: “La cooperación de la voluntad y el esfuerzo humanos con la energía divina
es el vínculo que une a los hombres unos con otros y con Dios”. 4 Pero, ¿no es una herejía tratar de
colaborar con el Omnipotente? ¿Es que Dios necesita de nuestra miserable y débil ayuda? Por
supuesto que no. Pero, ¿por qué en la mayoría de las historias bíblicas y en las parábolas de
Jesús el hombre debe hacer una pequeña parte en los planes divinos? La respuesta de la
Revelación es muy clara: “El Señor no tiene intención de hacer la obra para cuyo
cumplimiento ha dado facultades al hombre”.5

e) La expresión "colaboradores", del gr. sunerjós, de sun: junto, con + érgon: hacer, obrar,
nos indica que el justificado no sólo entrega su voluntad, sino que también obra con Dios
empleando su pobre y débil “esfuerzo” con la energía de Dios. Pablo también emplea la palabra
érgon cuando habla de "la obra de la ley escrita en sus corazones" (Rom. 2:15). Para algunos
adventistas, creer que debemos esforzarnos, es una herejía que sólo puede sostener el
romanismo. Pero esto es lo que sostiene la Biblia: “Me esforcé [filotiméomai a predicar el
evangelio” (Rom. 15:20). “Mira que te mando que te esfuerces chazaq y seas valiente” (Jos.
1:9). Por eso también para ir al cielo los santos “se esfuerzan biázetai por entrar en él” (Luc.
16:16; Mat. 11:12). Tú, pues, hijo mío, esfuérzate endinamú en la gracia que es en Cristo Jesús”
(2 Tim. 2:1). “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos kratalóo] “ (1 Cor.

1
RJ, p. 89.
2
FO, p. 71.
3
CBA, 7:920.
4
MCP, 2:722.
5
FO, p. 13.
33

16:13).
En los Testimonios leemos:”Hay esfuerzo ferviente desde la cruz hasta la corona. Hay
lucha contra el pecado interior. También contienda contra el error de afuera”. 1 Vemos, pues que la
santificación sólo por la fe, por simple relacionamiento con Cristo, no concuerda con la Revelación.

f) Por lo tanto, la santificación es por la fe, pero nunca sólo por la fe, como algunos
proclaman desde Lutero. Elena G. de White es bien clara al respecto: “Sus defensores enseñan
que la santificación es una obra instantánea, por la cual, mediante la fe solamente, alcanzan
perfecta santidad. ‘Tan sólo creed —dicen— y la bendición es vuestra’. Según ellos, no se
necesita mayor esfuerzo de parte del que recibe la bendición”. 2 “No diga nadie que sus obras
no tiene nada que ver con su jerarquía y posición delante de Dios... Se requieren esfuerzos y
labor de parte del que recibe la gracia de Dios”.3

6º El propósito de la santificación:
En Romanos 6:22 Pablo dice que la santificación tiene "como fin la vida eterna". Aquí el
vocablo "fin" (télos) significa finalidad, propósito, objetivo (Ver 1 Tim. 1:5; Fil. 1:9,10; Rom. 10:4; 1
Ped. 1:9). Así que el destino de la “consagración” no es sólo la justificación. Aquí nos encontramos
con el primer paso para lograr su propósito eterno. Por eso los Testimonios dicen: “Respondemos a
su invitación consagración: ‘Venid, aprended de mí’, y al venir así justificación comenzamos la
vida eterna santificación”.4
a) Puesto que, como veremos después, el proceso de la santificación no termina en esta
vida, la Hna. White declaró: “La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la
cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra
idoneidad para el cielo”.5

b) Pablo nos dice que el sellamiento de la justificación nos da “las arras”, es decir el
adelanto, la primera cuota de la redención eterna (Efe. 1:13,14). Después veremos que el proceso
de la santificación continuará en la eternidad.
c) Ya vimos que la limpieza del pecado siempre es puntual, y es obra de la justificación,
porque “el perdón y la justificación son una y la misma cosa"6. Pero en ninguna parte Dios dice
que la santificación que viene como fruto de la justificación, también es perdón. No nos limpiamos
del pecado mediante las obras de la santificación, como dice Roma; y no hay liberación del pecado
por el "fruto" del perdón, sino por el perdón mismo en forma instantánea (Rom. 6:22; 2 Cor.
5:17,21; 1 Juan 1:9). Y una vez perdonado, "todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de
Dios” (1 Juan 3:9). Aquí nos separamos de Lutero, cuando anunciaba una justificación sin la
liberación del pecado en la mente. Elena G. de White también es clara al respecto:
“Ningún pecado puede tolerarse en aquellos que andarán con Cristo en ropas blancas”. 7
“No basta que el pecador crea en Cristo para el perdón de sus pecados; debe, mediante la fe y la
obediencia, permanecer en él”.8 "Cristo no vino a salvar a los hombres en sus pecados, sino de
sus pecados"9 (Mat. 1:21).

d) Pero como no hay justo que no vuelva a caer (Ecl.7:20; Prov. 24:16), la separación de
Dios nos lleva de justificación en justificación ("de fe en fe") y de santificación en santificación ("de
gloria en gloria"). Pues el que afirma que puede estar con Cristo pecando —como algunos

1
RH, 29-11-1887.
2
RM, p. 17.
3
MS, 1:447.
4
MCP, 2:678.
5
MJ, p. 32.
6
FO, p. 107.
7
JT, 2:69.
8
PP, p. 554.
9
ATO, p. 20.
34

aseguran entre nosotros desde hace tres décadas— "el tal es mentiroso, y la verdad no está en él"
(1 Juan 2:4). Ya vimos que sólo es santo el que "permanece" en Cristo en "un pacto constante
con Dios”; cuando la "obediencia es permanente”. “El ser humano es purificado y limpiado...
Dispone de un principio permanente en el alma que lo capacita para vencer la tentación. Todo
aquel que permanece en él, no peca”.1

f) En los ritos del santuario nunca se permitió un sacrificio o un lavamiento en una fuente
de agua dentro del lugar santo del tabernáculo. La orden para la tienda del santuario era bien clara:
“No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocaustoperdón por algún pecado, ni ofrenda;
ni tampoco derramaréis sobre él libación el jugo de uva de la sangre de Cristo (Éxo. 30:9).
Por lo tanto, la santificación que viene como fruto de la liberación del pecado, no puede ser la
salvación de lo que ya hemos sido salvados por la confesión de todo mal: La “justificación significa
la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la santificación”. No es perdón
declarado en el atrio de la justificación, para obtener la salvación interna en la santificación.

7º Los frutos de la santificación:


Los frutos de la santificación fueron ilustrados por Cristo con nueve parábolas. En una de
éstas, los frutos son de responsabilidad únicamente divina; y en las ocho restantes de
responsabilidad principalmente humana:
a) Dios es el responsable del fruto:
Parábola de la vid verdadera (Juan 15:1-8).

b) El hombre es el principal responsable del fruto:


El árbol que no da fruto (Mat. 3:10); por los frutos se conoce el árbol (7:16-20; Luc. 6:43, 44); los
hacedores de frutos (“haced”) (Mat. 12: 33); los labradores malvados (21:33-43; Mar. 12:1-9; Luc.
20:9-18); la semilla sembrada (Mar. 4:26-29); el sembrador (Mat. 13:3-8; Mar. 4:3-8; Luc. 8:5-15); la
higuera estéril (Mar. 11:13, 14; Luc. 13:6-9), y el que siembra y el que siega (Juan 4:35-38).
c)Aquí Jesús nos revela que el mayor problema que debemos resolver, después de llegar a
“ser hechos justicia de Dios” en el perdón, es dar con Cristo los “frutos” para ser idóneos para el
cielo. Sólo podemos detenernos para descansar en la santificación soltándonos de la mano de
Cristo, pues él siempre avanza a la perfección. Así que “al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace,
le es pecado” (Sant. 4:17). Y la pluma inspirada escribió a los que sólo se aferran a la parábola de
los pámpanos de la Vid, pero no hablan de frutos de santidad:
“La fe se aferra a las promesas de Dios, y produce la obediencia. La presunción también
se aferra a las promesas, pero las usa como Satanás, para disculpar la transgresión”. 2

8ª Los héroes de la fe y la santidad:


Si el fruto del perdón es una santificación sin pecado de culpa en una perfecta y constante
obediencia, ¿por qué Dios dijo al rey David, que cometió homicidio y adulterio, era santo y perfecto
(1 Reyes 3:6)?

a) Dios se refería a lo que había vuelto a poseer por su arrepentimiento y confesión,


después que dijo: “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal. 51:12). Cuando el Señor perdona,
trata al pecador como si nunca hubiera pecado, porque limpia su conciencia de toda maldad (1
Juan 1:9). Pero, a pesar que el Señor no lo había abandonado, David pidió la salvación porque
sabía que la había perdido.

b) El justo puede caer en el mal como el malo, pero hay una gran diferencia: El primero se
arrepiente y se levanta abandonando el pecado. El segundo sigue en el mal (Prov. 24:16). Si David
hubiera sido tratado por Dios como justo y perfecto mientras adulteraba, antes de levantarse del
mal, el Señor hubiera mentido, y ninguna junta de iglesia tendría el derecho de desglosar a un

1
Carta 13, 1893.
2
DTG, p. 101.
35

miembro que continúa adulterando y matando gente. Al contrario, debería extender un certificado
de perfección. Lamentamos que algunos eruditos adventistas estén tan confundidos.
Elena G. de White escribió al respecto: “Pero la historia de David no suministra motivos
por tolerar el pecado. David fue llamado hombre según el corazón de Dios cuando andaba de
acuerdo con su consejo. Cuando pecó, dejó de serlo hasta que, por arrepentimiento, hubo
vuelto al Señor”.1

9º ¿Nuestro viejo hombre no muere?:


Como en los tiempos de los Padres de la Iglesia y de la Reforma se conocía poco acerca
del funcionamiento de la mente, al inconsciente, con el “ello”, el subconsciente y el preconsciente;
como así también al consciente, con el yo y el super yo, se los metía todo en una sola “bolsa”. Por
eso no podían entender por qué Pablo dice que el hombre viejo muere en la justificación, y en la
santificación tenemos que luchar contra nuestra naturaleza pecaminosa.

a) Hoy todavía se sigue negando que el “viejo hombre” o “yo” muera, a pesar de lo que
revelan las Escrituras: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con
él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque
el que ha muerto, ha sido justificado del pecado” (Rom. 6:6,7). “Porque si las cosas que destruí,
las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago... Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál. 2:18-20). “Despojaos del viejo hombre y renovaos...
en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios” (Efe. 4:22-24).

b) En primer lugar, el “viejo hombre” o “yo” y “mí”, no es el “yo” de baja conciencia de


Sigmund Freud; ni “los instintos” del “ello”, como dice en cierto lugar. Como ya vimos, lo que se
renueva en el perdón es la “conciencia”, la “voluntad”, el “entendimiento” o el “espíritu de vuestra
mente”, no la parte “carnal” o inconsciente.
c) En segundo lugar, en el perdón el “viejo hombre” o “yo” es crucificado, muerto y
destruido; no encerrado o adormecido. Sólo podrá actuar nuevamente cuando sobre lo destruido
se vuelve a “edificar” otro. Si quedara adormecido no se necesitaría volver a edificarlo. Además,
Pablo dice que el “nuevo hombre” no es el “viejo hombre” despertado, sino “creado” de nuevo.
Otra vez se nos indica que en el perdón diario, a los pecados no se los encierra; no se los cubre
con la justicia divina, ni se los adormece, sino que se los destruye y se realiza una nueva creación.

d) En tercer lugar, el “yo” en la santificación es el “yo” renovado. Y no puede existir si


primero no muere el “yo” pecador. Por lo tanto, mientras permanezcamos en este proceso de
gloria, este nuevo “yo” no debe ser destruido sino santificado: “Cristo no puede habitar en nosotros
sino hasta que muere el yo. No es sino hasta que muera el yo que podremos poseer una fe que
obra por amor y purifica el alma”. 2 “Sólo cuando muere el yo, Cristo puede vivir en el agente
humano”.3
Pero, por supuesto, durante la santificación, la voluntad no queda muerta sino que es
renovada y “vive Cristo en mí” (Gál. 2:20). Entonces es cuando podemos decir: “Mas yo en tu ley
me he regocijado” (Sal. 119:70). “¡Oh, cuánto amo yo tu ley!” (119:97). Y es cuando Pablo pudo
decir: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Cor. 11:1).
Por lo tanto, cuando estamos en Cristo, es un error que se ha generalizado creer que
debemos anular el “yo” renovado, o nuestra “voluntad”. Al contrario: “El yo debe ser santificado
por medio de los principios de la justicia, la misericordia y el amor de Dios”. 4 El “yo” es nuestra
“voluntad”; y nunca fue el plan de Dios que nuestra voluntad santificada quede destruida o anulada
por alguna causa. El “yo” que debe morir es el pensamiento anterior a la justificación, no el que ha
sido renovado por el Espíritu Santo para vivir en la santificación.

1
PP, p. 782.
2
DNC, p. 148.
3
RP, p. 64.
4
ATO, p. 169.
36

e) Sin embargo, debido a que la naturaleza pecaminosa queda intacta en el perdón, la


conciencia renovada (Efe. 4:23; Rom. 12:2) debe ser sujetada para que no sea tentada por esa
naturaleza pecadora. Elena G. de White concluye que debemos “negar [no anular] el yo como
Cristo se negó a sí mismo”.1

10º La naturaleza vieja, el nuevo “yo” y la naturaleza divina:


Como la teoría de la justificación única y permanente no acepta la verdadera muerte
espiritual del “viejo hombre”, tampoco puede aceptar que el justificado sea “revestido del nuevo... a
la imagen del que lo creó” (Col. 3:9,10). Por eso enseña que el “nuevo” hombre no es el creyente
purificado, sino “la naturaleza divina” (2 Ped. 1:4) que actúa en el “viejo hombre” que no murió
justificado sin cambio que por lo tanto sigue siendo pecador . Así al negar la verdad, los que
sostienen esta teoría se ven obligados a creer que esta “naturaleza divina” fue creada, pues el
texto dice: “del nuevo... que lo creó”.
a) Si queremos sujetarnos al vocabulario de la Revelación, no debemos confundir
naturaleza vieja o pecaminosa —que no cambia en el momento del perdón—, con el “viejo
hombre” o voluntad vieja que sí se renueva totalmente. Así como en la conversión tenemos que
luchar contra el “yo”, en la santificación debemos obrar a favor del nuevo “yo”, “combatiendo contra
el pecado” (Heb. 12:4) y en contra de lo malo de nuestra naturaleza. La Hna. White aconseja que
“constantemente deberíamos desconfiar de nuestra vieja naturaleza, que puede reconquistar la
supremacía”.2 Y Pablo dice que “ni aun Cristo se agradó a sí mismo” (Rom. 15:3). Sabemos que
debemos amarnos a nosotros mismos (Mar. 12:31). Cuando no debemos hacerlo es cuando
nuestra naturaleza nos quiere apartar de Dios, así como ocurrió con Cristo en el Getsemaní (Mat.
26:39).
“Jesús se vació a sí mismo, y en todo lo que hizo jamás se manifestó el yo. Todo lo
sometió a la voluntad de su Padre... el que aprende de Cristo renunciará al yo,... El yo se somete
a la voluntad del Espíritu Santo”.3

b) Es entonces cuando nuestro nuevo “yo”, nuestra nueva voluntad, puede tener a su favor
el apoyo omnipotente de “la naturaleza divina” (2 Ped. 1:4). Fue gracias a ese maravilloso poder
que Cristo también pudo vencer con su santo, pero débil "yo".

c) En resumen, cuando estábamos en el pecado buscando la justicia de Cristo, vivíamos


con naturaleza pecaminosa dirigida por una voluntad pecadora. La justificación nos renovó la
voluntad, y ahora en la santificación vivimos en un nuevo “yo” con la naturaleza pecaminosa, y
tenemos el apoyo de la naturaleza divina. Dios se ha sentado en nuestro trono, y nuestro “yo”
renovado está a su diestra, para comandar con poder divino nuestra naturaleza pecaminosa. Y “si
Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom. 8:31).

11º ¿Podemos ser perfectos?:


La orden del Señor en la santificación es: “Creced en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18). ). Y la Hna. White escribió: “Nece sitamos
comprender que es pecado la imperfección del carácter”.4 Pero al crecer en la santidad,
obtenemos nuevos conocimientos que nos hacen responsables para cumplirlos a la perfección,
pues el pecado está en aquel “que sabe hacer lo bueno, y no lo hace” (Sant. 4:17). Esto significa
que en la santidad no hay reposo; y la perfección es un blanco que cada día está más lejos,
transformando el proceso en una lucha sin fin que nos abruma sólo al pensar en él. ¿Podemos ser
perfecto?

a) Los vocablos hebreos tamin (Gén. 6:9; 17:1; Lev. 22:21; Deut. 18:13, etc.) y shalem
(Deut. 25:15; 1 Rey. 8:61; 11:4; 15:3,14; 2 Rey. 20:3, etc.), que aparecen 91 y 27 veces

1
TM, p. 178.
2
RP, p. 66.
3
DMJ, p. 18.
4
PVGM, p. 309.
37

respectivamente, se traducen como “íntegro”, “perfecto”, “maduro” y “completo”; y corresponden


con la palabra griega téleios. Pero, como para Dios la perfección está basada en el “amor” (Mat.
5:43-48), Dios nos considera como muchas veces hemos visto a las buenos padres tratar a sus
hijos a quienes aman, y como los docentes a sus alumnos.

b) Dios es la perfección absoluta e inalcanzable (Job 11:7: taklith). Pero él considera


perfectos a los que se inician en la senda del bien, cuando ve que sus obras deficientes reflejan
una voluntad íntegra y llena de amor. Esto quedó ilustrado en el santuario con el incienso
perfumado, que se agregaba a las oraciones de los santos y pasaba al lugar santísimo (Apoc. 8:4).

c) Así como la primera manifestación de un recién nacido es el llanto del dolor, y con él la
expresión de alegría de los presentes, así también el pecador arrepentido que recién se levanta de
la oración, donde pidió acongojado un nuevo nacimiento, recibe de inmediato la alegre calificación
del cielo: !Felicitaciones: ya estás en la plenitud de Cristo! ¡Ya eres perfecto! (Col. 2:10: pleróo:
completo, pleno). Perfecto, porque en el perdón somos limpios de toda maldad (1 Juan 1:9), y con
el "perfume" de Cristo somos tratados como si nunca hubiéramos pecado. Es decir como Adán
antes de su caída, porque la sierva del Señor escribió que la justicia imputada de Cristo es “su
propia ropa de justicia, que es la perfecta obediencia a la ley de Jehová”.1 ¿No es esto
maravilloso? Por eso los que lavan sus pecados ya obtienen el derecho para entrar en la santa
ciudad, hasta que se separen otra vez de Cristo (Apoc. 22:14).

d) Pero la Biblia señala un segundo blanco que alcanzar; y tiene por objeto impedir que nos
aprovechemos de la gracia impartida. La orden es: "Creced en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor" (2 Ped. 3:18). La Hna. White lo dice así: “La voluntad de Dios es vuestra
santificación’. El eco de su voz llega hasta nosotros, diciéndonos: ‘Más santo, aún más santo’.
Nuestra respuesta siempre debería ser: ‘Sí, Señor, más santo todavía”.2 “Cristo es nuestro
modelo... Nunca podremos igualarlo, pero podemos imitarlo”;3 así que la orden es: “Empiecen
su obra. Él es la suficiencia de ustedes. ‘Esfuérzate y aliéntate” (Dan. 10:19), 4 pues la perfección
a tu esfera es “el resultado de tu propio esfuerzo”.5 Pero recordemos que no debemos hacerlo
solos.

e) Esto explica por qué Pablo dijo que no era perfecto, pero se puso como modelo de
perfección (Fil. 3:12-14 y 15). Sin embargo, seguimos abrumados al pensar que esta tarea de
perfección nunca termina: “Recordad dice Elena G. de White que la edificación del carácter no
finaliza mientras no termine la vida. Pero Jesús nos devuelve la paz con esta explicación:
“No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta
cada día su propio mal” (Mat. 6:34). Y la sierva del Señor dice: “Día por día todos somos probados,
corregidos y educados para ser útiles en esta vida. Pensad en esto: sólo un día por vez”.6 “Todo
lo que tenemos que hacer se refiere al día de hoy. Hoy hemos de ser fieles a nuestro cometido.
Hoy hemos de amar a Dios con todo el corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Hoy
hemos de resistir las tentaciones del enemigo y obtener el triunfo mediante la gracia de Cristo. Así
estaremos velando y esperando la venida de Cristo”.7 Por lo tanto, ella dice que “la santificación
consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la voluntad de
Dios”8
f) Esto es luz para el antagonismo adventista perfeccionista-antiperfeccionista: Cristo dice
que miremos “la meta” en Cristo (Fil. 3:14), a fin de saber a dónde dirigirnos. Pero en este
momento nuestro deber no es llegar a la gran Meta que vemos, sino en la esfera donde nos

1
Ibíd., pp. 253, 254.
2
RP, p. 98.
3
Ibíd., p. 371.
4
RJ, p. 245.
5
RH, 26 de agosto de 1884.
6
MCP, 1:15.
7
DNC, p. 189.
8
PVGM, p. 339.
38

encontramos cada día. Terminemos, pues, con nuestros afanes inútiles que el gran enemigo nos
pone para aplastarnos, como lo hizo con Pablo (Rom. 7:24), y gocémonos confiadamente en
Cristo. El Señor nos dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto” (Mat. 5:48). “Con nuestras facultades limitadas, hemos de ser santos en
nuestra esfera como Dios es santo en la suya. Hasta donde alcance nuestra capacidad, hemos
de manifestar la verdad”. 1 “El hombre tiene una parte que realizar para promover el crecimiento del
grano... Después de emplear sus esfuerzos hasta el límite máximo, el hombre debe depender
aún de Aquel”.2
Entonces, ¿cuál es la norma de perfección “en nuestra esfera”? Ella nos dice: “Hasta
donde alcance nuestra capacidad”; “hasta el límite máximo”, así como Dios lo hace a su límite
máximo. Justamente, ésta es la mayor norma que nos propone el Señor: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el
principal mandamiento” (Mar. 12:30). Elena G. de White escribió: “Su perfecta santidad expía
nuestras imperfecciones. Cuando nosotros hacemos lo mejor, él se convierte en nuestra justicia”. 3
Ésta es la justicia impartida. Y el que dice que no puede ser perfecto porque no puede cumplir con
lo máximo de su propia capacidad, está negando lo que posee, como el malo que escondió el
único talento recibido.

12º ¿Podemos guardar la ley de Dios perfectamente?:


“Cristo es nuestro modelo... Nunca podremos igualarlo", pero sí podemos lograrlo al nivel
nuestro de cada día. Es el mandamiento de Cristo que muchos cristianos aseguran que nunca se
podrá guardar, porque son esclavos de la doctrina de Satanás. Por eso creen que no se logra ni
siquiera con la ayuda del Espíritu Santo. Entonces dicen que lo hace Cristo en nuestro lugar:
“El unigénito Hijo de Dios vino a nuestro mundo como hombre, para revelar al mundo que
los seres humanos podían guardar la ley de Dios. Satanás, el ángel caído, había declarado que
ningún hombre podía guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán.4

13º ¿Guardó Cristo la ley en una condición idéntica a la nuestra?:


¿Por qué a Cristo se le llama “el postrer Adán”, y en qué sentido vino a ocupar su lugar?
Entre nosotros se conocen cinco posiciones, pero veremos que la última es la única que no tiene
problemas con la Revelación.
a) La primera cree que Cristo vino a ocupar el lugar de Adán en la condición caída, para
mostrar que se puede obedecer a Dios antes y después de la entrada del pecado. Por eso asegura
que Cristo nació como un hombre “pecador” que “tenía todas las debilidades y las tendencias
pecaminosas”. Ésta posición fue divulgada por el pastor Waggoner; 5 y el rechazo de la Hna. White
no se hizo esperar: “Nunca dejéis, en forma alguna, la más leve impresión en las mentes humanas
de que una mancha de corrupción o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo, o que en
alguna manera se rindió a la corrupción”.6

b) Una segunda posición, que mantienen muchos perfeccionistas adventistas, se asemeja


a la posición anterior, pero negando que Jesús nació pecador, por la simple razón de que nunca
cedió al pecado (Juan 8:46; Heb. 7:26). Sin embargo, dice que al tomar nuestra naturaleza “caída”,
a fin de poder ser nuestro fiel pontífice, nació y vivió sin pecado una naturaleza concupiscente
como poseen los justificados (Rom. 6:11-13; Sant. 1:14,15). Por eso los Testimonios dicen que tuvo
que renunciar constantemente a su “yo”. 7 Si no hubiera tenido nuestra naturaleza, no habría
podido ser tentado en todo como nosotros. Pero los Testimonios son claros al respecto: Cristo no
1
MS, 1:395.
2
PVGM, p. 48.
3
The Ellen White 1888 Materials, v.1, (Washington, D.C.: Ellen G. White Estate, 1980), p. 242. (La cursiva no es
mía).
4
MS, 3:154.
5
RH, 17-8-1897, pp. 26,27.
6
CBA, 5: 1103.
7
TM, p. 178.
39

sólo vivió sin “una mancha de corrupción”, es decir sin ceder al pecado, sino que la declaración
inspirada continúa diciendo: “o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo”.1 Por lo tanto,
aunque Jesús tuvo que luchar contra su “yo”, no fue una lucha contra concupiscencias o
inclinaciones definidas a ciertos pecados, porque nunca pecó y por lo tanto nunca llegó a gustar del
pecado.
c) Una tercera posición, apoyada por muchos de la nueva teología adventista, sostiene que
Jesús no nació separado de Dios, como todos los demás niños, porque a pesar que tenía nuestra
fuerza física, mental y moral, bajo las leyes de la degeneración de 4.000 años de pecado, no
ocurría lo mismo con su “naturaleza espiritual”, que era la de Adán antes de caer. Esta hipótesis
parece acercarse más a la Revelación. Pero no define dónde puede haber una zona cerebral que
se separe del entendimiento y de los valores morales; se especialice sólo en la fe religiosa, y
pueda evadir las leyes de la herencia. No hay en la corteza cerebral una zona consciente de
incredulidad y otra consciente especializada en la espiritualidad. Si la naturaleza de Jesús fue
“idéntica a la nuestra”, no podía estar dividida literalmente en capacidades mentales intelectuales,
morales y espirituales. Por eso la Biblia lo rechaza:
Cuando Pablo se refiere al “espíritu de vuestra mente [nous]” (Efe. 4:23) la “naturaleza
espiritual” que señala esta posición, no dice que se la puede obtener fortaleciendo cierta zona
cerebral aparte del entendimiento, sino que se la consigue renovando al “entendimiento [nous]”
mismo (Rom. 12:2. Ver Luc. 24:45; 1 Cor. 14:14,15,19; Fil. 4:7; Apoc. 13:18), 2 es decir toda la
parte consciente del cerebro. Como vimos, también se le llama la “conciencia” (nous) (1 Ped. 3:21;
Heb. 9:13,14), ”la razón”,3 el “alma” (Juec. 16: 30),4 el “yo” (Juan 5:30; Gál. 2:20) o la “voluntad”
(Mar. 14:36 con Luc. 22:42). Por lo tanto, si Jesús hubiera nacido con una naturaleza espiritual
como la de Adán antes de caer, también habría tenido el mismo intelecto, y los mismos
sentimientos de Adán en su perfección. Como veremos después, en este caso también estaría en
contra de la Revelación.
d) La cuarta posición, que es mayoritaria entre los de la nueva teología adventista, y por
eso nos detendremos a considerarla con más detención, cree que Cristo nació con un cuerpo de
naturaleza caída, pero con la mente que Adán tenía antes de pecar. Por eso era inmaculado. Por
supuesto, no pueden explicar cómo puede ser inmaculado alguien que tiene un cuerpo de “carne y
sangre” con 4.000 años de degeneración, y que no puede heredar el reino de Dios sin la muerte y
la transformación (1 Cor.15:50-54). Entonces proceden con inconsistencia, diciendo que la
naturaleza del hombre es una unidad indivisible cuerpo-espíritu, pero la naturaleza humana de
Cristo no era así, sino una dicotomía cuerpo corrupto y espíritu inmaculado. Por lo tanto, niegan a
la Revelación cuando dice que la naturaleza de Cristo “era humana, idéntica a la nuestra. Estaba
pasando por el terreno donde Adán cayó”.5
Sabemos que “por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios”.6
Entonces donde Adán cayó, no pudo ser por su cuerpo sino por su mente. Además, ¿cómo hubiera
podido Jesús ser probado en nuestra condición para ser nuestro ejemplo, cuando sólo habría sido
igual a nosotros por el cuerpo y no en toda nuestra “naturaleza”?
Elena G. de White aclaró: “Cuando Jesús tomó la naturaleza humana y llegó a ser como
hombre, poseyó todo el organismo humano, sus necesidades fueron las necesidades de un
hombre”7 “Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para soportar la prueba en
que éste fracasó... llevó los pecados y las debilidades de la raza humana en la condición en que
ésta se encontraba cuando él vino a la tierra... Tomó la naturaleza humana y llevó las
debilidades y la degeneración de la raza. El que no conoció pecado se convirtió en pecado
por nosotros. Se humilló hasta las mayores profundidades de la miseria humana a fin de poder
estar calificado para llegar hasta el hombre”.8
1
CBA, 5: 1103.
2
Aquí vemos que el vocablo griego nous significa mente, y también la parte espiritual de ella, que es el consciente.
3
CN, p. 38.
4
AFC, sábado 10 de abril.
5
MS, 1: 314.
6
MCP, 1: 242.
7
Carta 32, 1899.
8
CBA ,5: 1057.
40

Note que la Hna. White está hablando de la condición de Jesús “cuando él vino a la tierra”.
Es decir tres décadas antes de cargar con nuestros pecados en la cruz. Por supuesto, Cristo no
pudo ser totalmente igual a nosotros, sino “semejante”. Por eso Elena G. de White escribió: “Cristo
fue verdadero hombre. Sin embargo, era Dios en la carne”. 1 “¡Qué contraste el del segundo Adán...
El que no conoció pecado, llegó a ser pecado por nosotros.”2
Estas declaraciones son importantes: En primer lugar, aunque tomó nuestra naturaleza, era
semejante no igual, porque era Dios-Hombre, es decir que tenía dos naturalezas, y nosotros no. En
segundo lugar, observe que cuando la Hna. White se refiere sólo a su parte humana, no emplea la
palabra “semejante”. Por lo tanto, Jesús fue “semejante” porque era Dios-Hombre, no porque su
humanidad no “era idéntica a la nuestra”, y no “participó de lo mismo” (Heb. 2:14).
En tercer lugar, Cristo no es el impecable Adán por su naturaleza, sino porque no pecó
como el primer Adán, por lo tanto no fue pecador. Por eso los Testimonios no dicen que tomó la
naturaleza de Adán antes de pecar, sino la del Adán transgresor: “En Cristo se unieron lo divino y lo
humano: el Creador y la criatura. La naturaleza de Dios, cuya Ley había sido transgredida, y la
naturaleza de Adán, el transgresor, se encontraron en Jesús: el Hijo de Dios y el Hijo del
Hombre”.3
La declaración inspirada que más se emplea para sostener esta cuarta posición, es esta:
“Nunca dejéis, en forma alguna, la más leve impresión, en las mentes humanas de que una
mancha de corrupción o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo, o que en alguna
manera se rindió a la corrupción”.4
¿Qué quiso decir Elena G. de White con ninguna “mancha” e “inclinación” hacia la
corrupción? ¿Qué no tenía absolutamente ninguna inclinación heredada que lo podía apartar de su
Padre? Entonces, ¿por qué tuvo que decirle a su Padre que no se cumpliera su “voluntad”, sino la
suya (Luc. 22:42)? ¿Qué inclinación estaba teniendo Jesús en el Getsemaní, que lo estaba
apartando del propósito por el cual había decidido venir al mundo; y por qué tuvo que luchar
diariamente contra su “yo”?5 La Hna. White aclara que la inclinación corrupta existe sólo después
que se peca conscientemente:
“Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no sería corrompida a
menos que él recibiese las palabras de Satanás en lugar de las palabras de Dios.”6
Los escritos inspirados dicen que, con respecto a la niñez de Jesús, no fue sólo su cuerpo
el que se desarrolló como nosotros, sino también su mente: “Las facultades de su intelecto y de
su cuerpo se desarrollaban gradualmente, en armonía con las leyes de la niñez”.7 En cambio,
para esta posición, la mente de Cristo debía ser superior y más santa que su cuerpo, porque sería
la de Adán antes de caer. Entonces, ¿cómo podía cumplirse Isaías 7:14-16, donde dice que al
principio Emanuel no sabría “desechar [ma'ac] lo malo y escoger lo bueno”?
La expresión hebrea ma’ac , que aparece 76 veces, significa despreciar, negarse, rechazar,
alejarse y aborrecer. Eso es lo que Jesús no pudo hacer al principio, porque no sabía lo que era
malo. Adán supo muy bien lo que era bueno y lo que era malo. Lo demostró al saber que el error
de Eva era una violación de la ley de Dios. 8 Antes de caer, Adán no tuvo que luchar contra su
propio "yo", como Jesús. Vemos que esta posición también tiene problemas con la Revelación.
En Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, nosotros sostenemos que “la humanidad
de Cristo no fue la de Adán; esto es, la humanidad de Adán antes de su caída. Tampoco fue la
humanidad caída, esto es, la humanidad de Adán después de la transgresión, en todos sus
aspectos... No era la humanidad caída, porque nunca había descendido a la impureza moral”.9
Lamentamos que hoy varios eruditos de nuestra iglesia no están de acuerdo con estas creencias.

1
MS, 1:286.
2
Ibíd., 1: 314.
3
CBA, 7: 938.
4
CBA, 5:1102,1103; Carta, 8, 1895.
5
TM, 178.
6
Manuscrito, 57, 1890; Manuscrito liberado, 1211.
7
DTG, p. 49.
8
PP, p. 39.
9
CASD, pp. 54, 55.
41

e) La quinta posición afirma que Cristo es el segundo Adán, porque pudo recuperar el
dominio del mundo entregado a Satanás. Aquí sí hay apoyo inspirado. S. Pablo dijo que el primer
Adán “es figura del que había de venir“ (Rom. 5:14). Adán no fue figura de obediencia y pureza;
pero sí como el principal entre los hombres: “Todo lo que perdió el primer Adán será recuperado
por el segundo... el señorío primero (Miq. 4:8)”.1 Cristo vino como “Hijo de Hombre”. Es decir
que, como “los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo” (Heb.
2:14) notemos que aquí no se emplea la palabra “semejante”, porque se habla sólo de la parte
humana de Cristo. Pero debemos entender que participó de lo mismo de los que viven en la
carne pero “no andan conforme a la carne” (Rom. 8:1,9,10).

(1) ¿Qué significa eso de que vivió en “carne y sangre”? Significa humanidad,
hombre “carne” (Heb. 5:7; 10:20; Isa. 40:5; Juan 3:6,7; Mat. 16:16,17; Sal. 1:16; Efe.
6:12; Rom. 7:5; 8:1, 9,10) e hijo o descendiente carnal del hombre en pecado
“sangre” (1 Cor. 15:50; Hech. 17:26; Gál. 6:12; Mat. 16: 17). Esto explica por qué
Jesús se llamaba a sí mismo “Hijo del Hombre” (Sal. 8:4; 80:17; Heb. 2:6; Mat. 8:20; 9:6,
etc.). Sabemos muy bien que ningún hijo de Adán, ni ningún hijo del hombre (Gén. 6:4; Sal.
144:3; Isa. 51:12; Eze. 3:14; Mar. 3:28: Efe. 3:5) nació antes de la entrada del pecado
(Rom. 5:12; Mar. 3:28). Ya lo entendemos por esa cita inspirada: “En Cristo se unieron... La
naturaleza de Dios... y la naturaleza de Adán, el transgresor, ... el Hijo de Dios y el Hijo
del Hombre”.2
Algunos argumentan que el título “Hijo del Hombre”, que generalmente Jesús se
atribuía, no se refería a nuestra naturaleza, sino a un título mesiánico. Pero la Revelación
no apoya esta teoría, pues el “hijo del hombre” es siempre un ser humano (Núm. 23:19;
Job 25:6; Sal. 8:4; 144:3; Heb. 2:6), o uno semejante a “un hijo de hombre” (Dan. 7:13;
Apoc. 1:13; 14:14). Al referirse a esa declaración de Daniel, la Hna. White dice que ante el
Anciano de días vino “uno parecido a un hijo de hombre”.3 No quiso decir que era “uno
parecido a un Mesías”. Pero sí dijo que Cristo “es el Hijo del Hombre, y así hermano de
cada hijo e hija de Adán”.4 “Cubrió su divinidad con humanidad y de ese modo llegó a ser
el Hijo del Hombre, un Salvador y Redentor”.5

(2) Esto significa que por “las tendencias hereditarias” que recibe toda naturaleza
nacida de la sangre y de la voluntad de la carne, el hijo del hombre y el Hijo del Hombre
no pudieron ni podrán heredar el reino de Dios sin un cambio de naturaleza (1 Cor. 15:50). 6

(3) Jesús era inmaculado con naturaleza pecaminosa. Con relación a lo que dice
Pablo en Romanos 6:12; 8:1 y Santiago 1:13-15. Ella también escribió:
“En él no había engaño de pecado, era puro e inmaculado, sin embargo, tomó
sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa”.7 “Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero
no corrupta”.8 Dice que tenía una “naturaleza pecaminosa” y era “inmaculado” con
naturaleza “caída” y “no corrupta”: Condiciones que nunca pueden aceptarse juntas en la
doctrina agustiniana y con los que hablan de Cristo como sustituto, pero les cuesta
aceptarlo como ejemplo. Para ellos es imposible que una persona con “naturaleza
pecaminosa”, no sea llamada “pecadora” antes de pecar. Por eso no pueden entender
estas declaraciones inspiradas.

(4) “Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían
cuando vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído

1
PP, p. 53.
2
CBA, 7: 938.
3
, Cristo en su Santuario (CSS), (ACES, 1980), p. 113; E, p. 128.
4
DTG., p. 593.
5
FO, pp. 29,30.
6
DMJ, p. 119.
7
RH, 15-XII-1896, en LPES, abril-junio 1986, p. 100.
8
Ms, 57, 1890.
42

sobre él”.1 En esta importante declaración, ella aclara a todos los adventistas dos puntos
claves: El primero, que la “naturaleza humana” que tomó Cristo no fue sólo el cuerpo
humano, sino todo el “hombre caído sobre él”; “la naturaleza de Adán el transgresor” sin
que Jesús llegara a ser culpable de transgresiones. El segundo, que el solo hecho de
haber tomado “las debilidades del hombre caído sobre él”, ya comenzó a llevar “los
pecados” “cuando vino a la tierra”, antes de su crucifixión pero se entiende que no la
pecaminosidad de la raza humana, pues nunca pecó.

(5) Él nació bajo la influencia de la herencia de sus antepasados no sólo en su


aspecto físico: “Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la
herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos
efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y
darnos el ejemplo de una vida sin pecado”. 2 Note que aquí se habla de la influencia
histórica , no solamente física. Por lo tanto, la Revelación asegura que “era humana,
idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno donde Adán cayó”;3 era
“perfectamente idéntica a nuestra propia naturaleza, excepto que en él no había
mancha de pecado [de culpa]”. 4 Por eso Cristo tomó “la doliente naturaleza humana
caída, degradada y contaminada por el pecado”.5

(6) No puede haber tentaciones sin inclinaciones previas: Si Cristo tuvo que
luchar con su "yo", es incorrecto negar que su naturaleza pecaminosa no haya tenido
alguna tendencia para la tentación. Lo que sí podemos negar en él son “las más bajas
tendencias de la naturaleza humana”;6 La “propensión corrupta o tendencia al mal”;7 es
decir las concupiscencias, porque sabemos que éstas no se heredan y solo existen
después que se ha pecado y se le ha tomado gusto. “Cristo no poseía la misma
deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no
podría haber sido una ofrenda perfecta”.8 Ella habla aquí de la “deslealtad... caída”, y no
de la “naturaleza caída” que sí poseyó.
Así que Cristo quedó afectado por el pecado, pero no infectado por él. Al hablar de
la lucha que Cristo enfrentó en el Getsemaní, los Testimonios dicen que “su naturaleza
humana rehuía el conflicto que le aguardaba”9 La tentación no podía venir de los
miembros de su cuerpo, sino de su mente. Otra vez la “naturaleza” incluye su mente
humana seductora, pero que nunca cede al pecado. En otra declaración, la pluma
inspirada dice que Cristo “tomó nuestra naturaleza y venció a fin de que nosotros,
tomando su naturaleza, pudiésemos vencer”.10 Nunca podríamos tomar su “naturaleza”
para vencer a la tentación, si la suya no hubiera sido caída en cuerpo y mente, pero sin
pecado de culpa.

(7) Dios aceptó la naturaleza pecaminosa de Jesús como perfecta a su esfera. Con
la misma disposición que Dios nos acepta en nuestra degeneración, aceptó la ofrenda
viviente de Jesús cuando tenía la degradación de “cuatro mil años de pecado”.11 Por eso
ante Dios “su organismo físico no era afectado por defecto alguno; su cuerpo era sano y
fuerte”.12 Pero, si lo hubiéramos podido ver a Jesús junto a Adán en su perfección, que

1
MS, 1: 314.
2
DTG., p. 32.
3
Idem.
4
CT, p. 210.
5
YI, 20-XII-1900, en LPES, enero-marzo 1983, p. 66.
6
Carta (a Madison y H. Miller), 23 de julio de 1889.
7
Idem (a Irwin y Haskell), noviembre 1899. CPEW-BR.
8
MS, 3: 147.
9
CSRA. p. 219.
10
DTG, p. 278.
11
Ibíd., p. 32.
12
Ibíd., p. 34.
43

tenía entre 3,60 y 3,80 metros de altura; 1 que poseía “una fuerza vital veinte veces
mayor”?,2 y estaba rodeado de una hermosa luz que “iluminaba todo objeto al que se
aproximaba”,3 seguramente no lo habríamos aceptado como ofrenda santa. Entonces, si
bien Cristo no necesitó expiación por haber pecado, su sangre pagó la diferencia con
justicia. Vemos una vez más cómo el significado que Dios da al pecado ha sido adaptado
desde la caída de Adán (Rom. 8:23). Por eso, a los que los agustinianos señalan como
pecadores desde el nacimiento, Dios les reserva el cielo (Mat. 19:14).

14º ¿Por qué fue necesario que Cristo naciera con nuestra naturaleza caída pero sin la culpa
del pecado?:
La contienda adventista acerca de la naturaleza de Cristo no surgió por primera vez en
1950. El motivo que llevó al Hijo de Dios a tomar la naturaleza humana de “carne y sangre”, surgió
mucho tiempo antes de la crucifixión de Cristo. Elena G. de White explica que si el Hijo de Dios
quería obrar con entera justicia, debía tomar nuestra naturaleza humana con estas condiciones:
“Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían cuando
vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído sobre él... a fin de
elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba.4
Después de la caída de Adán y Eva, Satanás fue al cielo para presentar un argumento que
hizo temblar al universo poblado, porque parecía incontrovertible. La Hna. White escribió al
respecto:
“Después de la caída del hombre, Satanás declaró que los seres humanos habían
demostrado ser incapaces de guardar la ley de Dios, y procuró arrastrar consigo al universo en esa
creencia. Las palabras de Satanás parecían ser verdaderas, y Cristo vino para desenmascarar
al engañador... [por eso] “Cristo, que no conocía en lo más mínimo la mancha o contaminación del
pecado, tomó nuestra naturaleza ["naturaleza", no cuerpo] en su condición deteriorada”.5

15º Nuestro carácter no será transformado en la segunda venida:


La falta de conocimiento y la imperfección de nuestro carácter continuarán en el cielo,
porque ese es el propósito eterno del perfeccionamiento de la santificación (Rom. 6:22). Elena G.
de White escribió esta sorprendente declaración:
a) “Hay tendencias al mal, heredadas y cultivadas, que deben ser vencidas. El apetito y
la pasión han de ser puestos bajo el dominio del Espíritu Santo. No tiene término la lucha de este
lado de la eternidad”.6 ¿Cómo puede ser que en el cielo tengamos que luchar contra “tendencias
al mal”? Veamos otra cita de ella: “Toda tendencia pecaminosa, toda imperfección que los aflige
aquí, ha sido quitada antes de ir al cielo por la sangre de Cristo y se les concede la excelencia y
brillantez de su gloria”.7
¿Una contradicción? No. Ella quiere decir que la lucha contra las tendencias imperfectas
para Dios y los seres que nunca cayeron, continuarán en el cielo, pero no las pecaminosas que no
fueron vencidas; es decir las que nos hacen culpables porque sabemos y podemos evitarlas a
nuestra esfera. Estas últimas deben ser eliminadas en el perdón diario “por la sangre de Cristo”.
b) Para asegurarnos que es así, examinaremos otras declaraciones: “Cuando él Cristo
venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter y
curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición”.8 "El Refinador no se
sentará entonces para realizar el proceso de purificación y quitar los pecados y la corrupción…
Ahora es cuando debemos realizar esta obra."9
1
Adán fue “algo más de dos veces más alto” que los hombres del tiempo de Cristo y de hoy : TS, 2: 21.
2
T, 3: 138.
3
————, Testimonies for the Church (TC), 8:255, citado en Declaraciones de Elena de White sobre ciencias de la
Tierra, (Libertador San Martín, UAP, sin fecha), p. 1.
4
MS, 1:295,296.
5
————, Consejos para los maestros (CPM), (Bs. As., Casa Editora Sudamericana, 1948), p. 20.
6
CC, p. 128.
7
MSV, p. 78.
8
RH, 7-VIII-1888.
9
T, 2:355.
44

“Cuando Cristo venga, nuestros caracteres no serán transformados. Estos cuerpos


viles serán transformados, y formados a la semejanza de su cuerpo glorioso, pero no se obrará
entonces en nosotros una transformación moral “moral change”“.1
“La obra de nuestra vida consiste en buscar la perfección del carácter cristiano, luchando
continuamente para conformarnos a la voluntad de Dios. Los esfuerzos empezados en la tierra,
continuarán durante toda la eternidad”.2
“Los rasgos de carácter que cultivéis en la vida no serán cambiados en la muerte, ni por la
resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar
y en la sociedad. Jesús no cambia nuestro carácter al venir. La obra de transformación debe
hacerse ahora”.3

c) Por eso vimos que el ladrón en la cruz se verá en desventaja con relación a los que
avanzaron más en la perfección. Y “la capacidad de gozo será menor en la vida futura por
causa de la mala conducta y el abuso de las facultades morales en esta vida”. 4 “Los que en este
mundo andan de acuerdo a las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones
celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente... en la
conducta”.5
Cuando nos comparemos con los seres que nunca cayeron, el problema del ladrón
arrepentido será el problema de todos nosotros. Pero de ningún modo será motivo de desaliento o
de la pérdida de la felicidad celestial. Sólo será un reconocimiento de la diferencia. También
debemos entender que la sierva del Señor no dice que tendremos que mejorar allá la mala
conducta, sino la imperfecta, así como Jesús adulto mejoró su conducta que tenía de niño. Note
que estas revelaciones nos están explicando por qué la santificación aquí es un arrabón (adelanto)
y “la idoneidad para el cielo”.

d) De esta manera podemos ver mejor la importancia que tiene el perfeccionamiento del
carácter en esta vida: “La formación del carácter es una obra de suma importancia. Es una
tarea que no termina en esta vida, sino continúa en la futura. Lo que hagan de sí mismas ahora
por medio de los méritos y la gracia de Cristo, perdurará por las edades eternas, y me intereso
mucho en que no se conformen con una norma baja”.6 Luego, ella dio algunos ejemplos de lo
qué tendremos que seguir luchando en la eternidad: “Sean sobrias... trabajen con diligencia... No te
apresures a hablar; sé discreta. Nunca te alabes”.7
Aunque no todo lo malo que grabamos en el cerebro será borrado para que nos sirva de
garantía eterna contra una segunda caída (Nah. 1:9); para poder recordar a nuestros familiares y
hacer juicio de los malos que conocimos aquí, las concupiscencias o pasiones definidas que llevan
al justo a una lucha mental en la santificación, en el cielo no existirán porque habrán sido vencidas
en la tierra. Y, como una concupiscencia que llegamos a dominar deja de ser una pasión
vehemente, en nuestra mente queda sólo como un recuerdo. Sin embargo, la “tarea que no termina
en esta vida” como ocurrió especialmente con el malhechor perdonado en el Calvario, que no
tuvo tiempo suficiente para habituarse a dominar todas sus concupiscencias “continúa en la
futura”, pues la Revelación es bien clara.

16º No hay impecabilidad antes del sellamiento:


Saber si llegaremos o no a la impecabilidad y cuándo, es un tema que apasiona a nuestro

1
TS, 3:370.
2
————, El hogar adventista (HAd), (M. V., Pub. Inter., 1959), p. 12.
3
————, Nuevas cada mañana (NCM), (Bs. As., ACES), p. 329.
4
MSV, p. 221.
5
CDCD, p. 35.
6
Idem.
7
En el cielo no recordaremos el mal de este mundo (Isa. 65:17) porque la mente sana lo bloquea para recordar lo
agradable. Pero la memoria será eterna, y por eso vimos que también lo es la santificación ( Sal. 112:6,7; Eze. 36:28,31;
Juan 16:21,22).
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pueblo desde los días de Jones y Waggoner. 1 El pensamiento generalizado está basado en un
error de interpretación de los escritos de Elena G. de White, concluyendo que en cualquier
momento el juicio que se inició en 1844 llegará a los vivos; los 144.000 ya estarían siendo sellados
como condición para recibir la lluvia tardía, y por lo tanto ya habría adventistas que viven en la
impecabilidad definitiva la segunda bendición de los wesleyanos. Aún más: aseguran que esa
impecabilidad incluye los pecados involuntarios y de ignorancia.

a) Cada creyente es sellado por Dios en forma condicional desde la justificación, gracias a
la consagración al Espíritu Santo (2 Cor. 1:22; Efe. 1:13; 4:30), quien es “la naturaleza divina” en la
nueva vida del creyente (2Ped. 1:4). Por eso la mensajera del Señor aseguró que en sus días
(1899) muchos hermanos ya estaban recibiendo el “sello de Dios” 2 Pero el sellamiento final nunca
puede acontecer mientras haya vida, a fin de que por un cambio humano posterior el fallo divino,
no se transforme en un juicio errado e injusto. Por eso el sellamiento individual no se realiza antes
del último día de vida.3
Pero también hay un tercer sellamiento, que es masivo y que ocurrirá en el tiempo del fin
antes de la muerte, debido a sucesos que impedirán un cambio posterior. Es decir que por Dios
“serán sellados con su inmutabilidad”;4 y “su carácter permanecerá puro y sin mancha para la
eternidad”.5 La pluma inspirada también dice que “no habrá entonces sangre expiatoria que lave
las manchas del pecado”6, porque habrán llegado a un estado de impecabilidad definitiva. Y eso, a
pesar de poseer carne de pecado y conservar el sentido de indignidad por su vida pasada, y por
los errores de ignorancia que seguirán cometiendo.

b) La Revelación también dice: “Todo el que cumpla por fe los mandamientos de Dios,
alcanzará el estado de impecabilidad en que vivió Adán antes de su caída”7. Pero los
perfeccionistas adventistas deben recordar que esto ocurre en el perdón, cuando Cristo nos imputa
su perfecta obediencia; tan perfecta como Adán antes de caer. Por eso llegamos a ser completos
en él (Col. 2:10). Sin embargo esta "impecabilidad" es condicional, pues ya sabemos que no hay
justo que no vuelva a caer (Ecl. 7:20).
c) El gran sellamiento de los vivos se cumplirá después del decreto dominical: “Pero
cuando se ponga en vigencia el decreto que ordena falsificar el sábado, y el fuerte clamor del
tercer ángel amoneste a los hombres contra la adoración de la bestia y su imagen, se trazará la
línea entre lo falso y lo verdadero. Entonces los que continúen aún en transgresión recibirán la
marca de la bestia”.8
“Nadie hasta ahora ha recibido la marca de la bestia”. 9 “La observancia del domingo no es
aún la marca de la bestia, y no lo será sino hasta que se promulgue el decreto que obligue a
los hombres a santificar este falso día de reposo”.10
“El Señor me ha mostrado claramente que la imagen de la bestia será formada antes
que termine el tiempo de gracia, porque constituirá la gran prueba para el pueblo de Dios por
medio de la cual se decidirá el destino de cada uno...
“Esta es la prueba que deberán enfrentar los hijos de Dios antes de ser sellados”.11

1
Waggoner, General Conference Bulletin, pp. 146,147.
2
, Manuscript Releases, vol. 14, pp. 57,58.
3
————, Eventos de los últimos días (EUD), (Bs. As., ACES, 1992), pp. 226,227.
4
HAp, p. 278.
5
JT, 2:71.
6
Ibíd., 2:67.
7
MSV, p. 222.
8
, El Evangelismo (Ev), (Bs. As., ACES, 1975), p. 174.
9
EUD, p. 228.
10
Idem.
11
Carta 11, 1890, citado en CBA, v. 7, Apoc. 13:14-17.
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Y puesto que esto se cumplirá en un corto tiempo “antes que termine el tiempo de gracia”,
la Hna. White dice que “los justos vivos recibirán el sello de Dios antes de la terminación del tiempo
de gracia”.1 Pero ella aclara que “el tiempo del sellamiento es muy corto y pronto terminará”.2

e) Por lo tanto el tiempo del sellamiento para la iglesia en su conjunto, no se inició en 1844,
y no se inicia ahora sino después del decreto dominical, el gran zarandeo, la lluvia tardía y “la
postrera gran amonestación” al mundo. Antes de ese tiempo no hay ni habrá impecabilidad
humana.

f) Algunos perfeccionistas insisten que habrá impecabilidad antes de la lluvia tardía y el


fuerte pregón, porque la mensajera del Señor escribió: “Vi que nadie podrá participar del ‘refrigerio’
a menos que haya vencido todas las tentaciones y triunfado del orgullo, el egoísmo, el amor al
mundo y toda palabra y obra malas”3 Pero ella también dijo que la lluvia tardía no se cumplirá si
primero no recibimos la temprana, que se la obtiene diariamente mediante el perdón. Es aquí
cuando en forma instantánea el gran Sustituto nos acredita su amor, su perfecta obediencia y su
victoria completa (Col. 2:10). Fue aquí cuando Jacob fue llamado “Israel”, que significa vencedor.

17º Segunda conclusión:


Podemos concluir diciendo que la santificación es el “fruto”, el resultado del perdón que hoy
nos limpia la conciencia de todo pecado; y tiene como objetivo perfeccionar el carácter día a día
hacia el blanco, que es Cristo nuestro supremo ejemplo; a fin de que, con la práctica de los
mandamientos por la fe, podamos ser idóneos para el cielo. Pero este proceso eterno se
interrumpe por el pecado, llevándonos “de fe en fe” de justificación en justificación y “de gloria
en gloria” de santificación en santificación hasta la transformación de la redención, cuando el
proceso continuará en el cielo eternamente, es decir sin interrupción, libre de la “carne de pecado”.

UNA INQUIETANTE PROFECÍA

En el otoño de 1886, Elena G. de White vio en visión cómo muchos adventistas del tiempo
del fin serían desviados por una justificación que se apartaría del camino, y una santificación que
pretendería ser cumplida sólo por la fe, argumentando que Cristo cumple la ley por los santos. Muy
preocupada, la sierva del Señor escribió:
“Algunos no utilizarán debidamente la doctrina de la justificación por la fe. La
presentarán en forma unilateral. “Otros tomarán las ideas que no han sido presentadas
correctamente, y llevarán las cosas a un extremo ignorando el papel que desempeñan las
obras”.4
“Durante las reuniones de Onebro, el Espíritu del Señor me impulsó a presentar su ley
como la gran norma de justicia, y amonestar a nuestro pueblo en contra de la santificación
moderna y falsificada que tiene su origen en la adoración de la voluntad antes que en la sumisión
de la voluntad a Dios. Este error está inundando al mundo y como testigos de Dios seremos
llamados a dar un testimonio firme en contra de él. Es precisamente uno de los engaños de los
últimos días y resultará ser una tentación para todos los que creen la verdad presente.
“Los que no tienen su fe firmemente establecida en la Palabra de Dios serán desviados. La parte
más triste de todo esto es que muy pocos de los que sean engañados por este error hallarán
nuevamente el camino a la luz”.5
Al recordar los acontecimientos ocurridos desde 1888 y los resultados que tuvo que sufrir
la iglesia, la pluma inspirada escribió: “Lo que se ha manifestado entre nosotros desde el encuentro

1
MS, 1:75.
2
PE, p. 58.
3
Ibíd., p. 71.
4
Ms, 16. 1890.
5
FO, p. 51.
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de Minneapolis es la peor clase de espíritu anticristiano. Algún día se verá en su verdadera


magnitud, con todo el peso de horror resultante”. 1 Y en cuanto a estos y otros “acontecimientos
que vendrán sobre el mundo”, ella vio que “lo experimentado en lo pasado se repetirá. En lo
porvenir las supersticiones satánicas cobrarán formas nuevas. El error será presentado de un
modo agradable y halagüeño”.2
Otro hecho que causó mucha preocupación a la sierva del Señor, fue el mal proceder del
Dr. J. H. Kellog en su liderazgo médico y su apostasía al abrazar el panteísmo. Sus ideas que
desconocían la importancia de las obras de la carne, argumentando como los gnósticos que Dios
guarda la ley “por nosotros”, lo llevó a gratificar las pasiones con una vida sin ley. 3 Elena G. de
White dijo entonces: “Tenemos ahora delante de nosotros el alfa de ese peligro. La omega será
de una naturaleza asombrosísima”.4 Y tratará “especialmente acerca de la ministración de Cristo
en el santuario celestial y el mensaje del cielo para estos últimos días, como es dado por los
ángeles del capítulo 14 de Apocalipsis”. 5 Sabemos que la justificación por la fe y la observancia de
los mandamientos serán los temas sobresalientes del tercer mensaje angélico (Apoc. 14:12).
La doctrina “alfa” incluye otro peligro. La Han. White escribió: “Entre otras ideas, sostenían
que los que una vez habían sido santificados no podían pecar más... y tiene por resultado la
impenitencia en una impureza que se comete creyéndola justificada”.6
Si queremos permanecer firmes en la fe, entre nosotros debe quedar bien establecido que
la santificación de la perfección es “un pacto constante con Dios”. “La obediencia es
permanente”, pues el perfecto “permanece en él; y no puede pecar”. Quien pretende estar en la
santificación “debe, mediante la fe y la obediencia, permanecer en él”.7 Por lo tanto, ya vimos que
quien vuelve al pecado no puede seguir siendo santo y perfecto, ni asegurar que “permanece” en
Cristo (1 Juan 3:6,9).
Sin embargo, aunque las inquietantes predicciones inspiradas se cumplirán plenamente,
también se cumplirán las que aseguran el triunfo final del pueblo de Dios. Al referirse a este triunfo,
Elena G. de White escribió:
“Mientras contemplo lo que el Señor ha hecho, me siento llena de asombro y confianza en
Cristo como nuestro caudillo. No tenemos nada que temer en lo futuro, excepto que olvidemos
la manera en que el Señor nos ha conducido y sus enseñanzas en nuestra historia pasada”.8
Aunque por medio del perdón, en toda época hubo justos y santos por la sangre
purificadora del Espíritu, nunca hubo un momento cuando toda la iglesia de Cristo estuvo libre de la
contaminación. Sin embargo, la Revelación asegura que por medio del gran zarandeo que vendrá y
el derramamiento de la lluvia tardía, Cristo podrá presentarla ante el trono y el universo, “una
iglesia gloriosa” sin “mancha ni arruga ni cosa semejante” (Efe. 5:27). Para que eso pueda ser una
realidad por única vez, el último remanente quedará constituido por unos pocos. Será muy
doloroso, porque también habrá líderes que tendrán que caer como paja. Pero será la única
manera que el Señor podrá perfeccionar a los santos “hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios” (4:12,13).
Así que no temamos por las disonancias e incomprensiones, que son tan antiguas como el
hombre mismo. Seamos leales a la Revelación como la brújula al polo, y Dios nos llevará a la
perfección y a la vida eterna. Mientras tanto, gocémonos por el extraordinario plan de salvación,
que nos permite tener la seguridad de que, si nos entregamos al Salvador con todo nuestro
corazón, nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios y de la recompensa celestial prometida
a todos los que creemos en sus promesas. ¡Sea el nombre de Dios alabado por siempre,
porque su misericordia es infinita!

1
, General Conference Bulletin, 1893, p. 184.
2
JT, 3:271.
3
RH, 21 de enero de 1904, p. 9.
4
MS, 1:231.
5
Ibíd., 1:243.
6
JT, 3:271.
7
PP, p. 554.
8
JT, 3:443.
48

B. Houssay 283, 3103,


Libertador San Martín,
Entre Ríos, Argentina.
E-mail: lebeskow@yahoo.com.ar

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