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A con el ~ representación de la lucha es muchas

vueltas veces una lucha de representaciones.

sujeto del feminismo George

Uno es demasiado poco, y dos es sólo una


posibilidad <.. 3.
Somos responsables de las fronteras.
Somos fronteras.
Donna Haraway
Elena Casado Aparicio

E n las siguientes páginas me propon-


go hacer un breve recorrido por al-
gunas de las visiones del sujeto en
los discursos feministas No es una tarea sen-
cilla ni, mucho menos, inocente. El dinamis-
mo, la riqueza, la complejidad y la polifonía
desaparecen en las taxonomías políticas que
intentan establecer genealogías, como bien nos
advierte flaraway (Haraway, 1996). Es más,
cualquier taxonomía es una reinscripción de la
historia; una reinscripción mediada, entre otras
cosas, por la intención que la guía. Y mi inten-
ción —por qué ocultarla— es abordar la decons-
trucción del sujeto feminista desde una posi-
ción paradójica marcada por mi compromiso
personal y subjetivo con el movimiento que
(lo) constituye.

1. De la «diferencia
de género»..

D urante los años sesenta, con el mo-


vimiento feminista de segunda ola,
llamado así por su falta de con-
tinuidad histórica con el movimiento sufragis-
ta, se reabre el debate de la posición social de
las mujeres. En esos años, se inicia una impa-
rable producción teórica, vinculada de una
forma u otra a una práctica reivindicativa, den-
tro de una lógica que podríamos denominar de
Otredad, esto es, de afirmación de un colecti-
yo por oposición a su «contrario». El movi-
miento de mujeres, ya desde algunas de las
ideas del sufragismo, venía a cuestionar de
forma radical la supuesta universalidad del
sujeto moderno. Si bien la razón ilustrada se
había erigido en sujeto universal (y por tanto,

Elena Casado Aparicio. Universidad Complutense de Madrid.


Política y Sociedad, 30 (1999), Madrid (pp. 73-9 1)

.
asexuado, entre otras cosas), las manifestacio- caballo entre el construccionismo social y el
nes prácticas de ese sujeto evidenciaban su determinismo biológico, puesto que parten de
la premisa de que la sexualidad masculina y la
débito con unos sujetos portadores de unas
características particulares: hombres, blancos, femenina son radicalmente diferentes 6 Por
occidentales, heterosexuales, burgueses y de otra parte, entre las corrientes que otorgan un
mediana edad, por ejemplo. La Ilustración se mayor peso a la biología también encontra-
había olvidado de las mujeres o, según otras mos diversos enfoques según se aborde la
interpretaciones más valientes, se había levan- diferencia entre hombres y mujeres poniendo
tado sobre la negación y la dominación del el acento en la especificidad del cuerpo feme-
Otro. Se daban, así, los primeros pasos en la nino ~, en la relación madre-hija 8 —elemento
deconstrucción del Sujeto -con mayúscula—, y clave del universalismo psicoanalítico-, o en
el orden simbólico femenino derivado de una
los diversos Otros encontraban el caldo de cul-
tivo propicio no sólo para esa puesta en cues- ontología radicalmente diferente de las muje-
tión, sino para afirmar, simultáneamente, su res que requiere espacios discursivos y prácti-
cas propias —el affidatnenío o el lenguaje
existencia, su diferencia, su «ser sujeto». No
es extraño que se hable de movimiento de libe- femenino ~—.

ración en estos años. Se trata de liberarse de la El debate entre estas posiciones queda pían-
dominación masculina, pero de hacerlo dentro teado en el seno del feminismo de los años
de la lógica del sujeto autónomo e indepen- sesenta como el debate del feminismo de la
igualdad frente al feminismo de la diferencia.
diente, con igualdad de derechos y oportunida-
des; en definitiva, el objetivo es ser sujeto de En el primer caso, la subordinación de la mujer,
la historia, tanto de la individual como de la así, en singular, se explica por procesos socio-
colectiva2 culturales de constitución del género a partir de
La idea clave en esos momentos es la de una matriz que se considera puramente biológi-
diferencia de género. Si bien dista bastante de ca, el sexo. En el segundo caso, se reivindica la
ser un concepto unívoco, lo que quiere dejar diferencia femenina, ontológica, frente a los
patente es que la posición social y las consti- estragos de la identidad masculina a lo largo de
tuciones subjetivas de hombres y mujeres son la historia. Las fronteras, sin embargo, no son
diferentes. Esa «diferencia» se explicará ape- impermeables, pues el poder movilizador de
lando, en unos casos, a la construcción social «lo femenino» contagiará en algunos momen-
del género —ya presente en Simone de Beau- tos a las defensoras de la igualdad, de la misma
voir—, o a interpretaciones más cercanas al forma que la necesaria reivindicación de dere-
determinismo biológico en otros. Así, por chos fundamentales también dejará su huella
ejemplo, en el feminismo marxista y en el entre las partidarias de la diferencia.
feminismo radical se defenderá la idea de
‘~ La concepción del sujeto que subyace a los
construcción social a partir de la existente planteamientos del feminismo de la igualdad
división sexual del trabajo, tanto en su ver- es claramente moderna. Se trata de un sujeto
tiente productiva como reproductiva ~, con la puramente político que pretende alcanzar la
separación entre ámbito público y privado que igualdad entre hombres y mujeres y profundi-
conlíeva. El feminismo cultural, por su parte zar así en la consecución del ideal ilustrado
—a partir de los planteamientos de las radica- condensado en el lema igualdad, libertad y fra-
les, pero rompiendo con ellos en muchos sen- ternidad. Hombres y mujeres no somos dife-
tidos (Echols, 1989)— hablará de «clases rentes, dirán; debemos, por tanto, romper con
sexuales», lo que traduce que son las relacio- los mitos, los prejuicios y seguir avanzando en
nes sexuales, y no las relaciones de produc- esa mayoría de edad que nos cortesponde a
ción o las de reproducción, las que construyen todos y a todas en tanto que criaturas raciona-
de forma diferencial a hombres y mujeres, les. El sujeto de las prácticas de la diferencia,
otorgando a éstas un carácter subordinado. Se sin embargo, es un sujeto ontológico: hombres
pasa así de la consideración del sistema capi- y mujeres somos diferentes ‘~ y el objetivo, por
talista y/o la familia como «centros de opre- tanto, no es ya la igualdad, que supondría la
sión fundamental», a plantear la sexualidad negación de esa constitución opuesta, sino la
como ámbito productor de ordenamiento y eliminación del sistema de opresión que se ha
jerarquización social. Su planteamiento está a construido sobre esa distinción.

~IM3IE&*,
A pesar de ello, ambos planteamientos pre- simbólicas, y porque se supone que la cons-
sentan algunos problemas comunes: trucción social del género es homogénea para
todas las mujeres, que en ella no intervienen
a) En primer lugar, en ambos enfoques
subyace la oposición binaria naturaleza-cultu- otros ejes de estructuración social y que, por
ra1t, aunque en interpretaciones radicalmente tanto, todas las mujeres comparten unos mis-
diferentes. Por una parte, las partidarias del mos intereses. En ambos casos se habla de La
feminismo de la igualdad, aun con toda su Mujer, del Patriarcado, como si de entidades
diversidad, centran sus teorizaciones y sus fijas, autoexplicativas, universales se tratara.
prácticas en el género, esto es, en la construc- Estas son, utilizando la terminología de Wool-
ción sociocultural basada en la «realidad» bio- gar, algunas de las «cajas negras» del feminis-
lógica -el sexo—, producto de la naturaleza. No mo (Woolgar, 1991).
cuestionan, por tanto, ese par binario, sino que c) Por último, la impronta determinista es
de lo que se trata es de romper con la estereo- evidente en las defensoras de la diferencia
tipación y la opresión que resulta de él. Es, en femenina; se trata en este caso de un cierto
pocas palabras, un problema de incoherencia determinismo biológico que, por sus similitu-
dentro de la lógica racional-humanista. El des con las corrientes biologicistas de finales
cuerpo desaparece así de su discurso, quizá del XIX, es profundamente criticado por las
fruto de su abierta oposición al determinismo defensoras de la igualdad. Pero tampoco éstas
biológico dominante. Por otra parte, también son ajenas a otra manifestación del determinis-
quienes se enmarcan en la práctica de la dife- mo —determinismo social, en este caso-, pues-
rencia dan por sentado el par naturaleza-cultu- to que presuponen, como veremos, que las
ra. En este caso, el género, concepto que está estructuras socioculturales tienen los mismos
mucho menos presente en sus teorizaciones, efectos sobre un colectivo homogéneo de
no es más que el correlato bio-simbólico de la mujeres, al margen de la dimensión simbólica,
naturaleza. Según esta interpretación, no hay por ejemplo.
un problema de inadecuación o de incoheren- Lo que subyace a estas tres cuestiones es la
cia, tal y como plantean las feministas de la homogeneización de la conciencia colectiva
igualdad, sino un problema de autoridad y de fruto tanto de los planteamientos ilustrados
heterodesignación, una negación del valor de como de la filosofía de la conciencia, ya sea
lo femenino por parte del poder patriarcal. hegeliana -con su visión idealista de la dife-
Hombres y mujeres somos diferentes, dirán, y rencia— o positivista —con su consideración de
de lo que se trata, por tanto, es de reivindicar la conciencia unitaria como constituyente fun-
el valor de la diferencia femenina, de la femi- damental de la identidad y la práctica del suje-
neidad. El cuerpo, y sus supuestas característi- to-. Esa homogeneización se deja sentir en la
cas femeninas universales (la maternidad, por polémica igualdad versus diferencia, formula-
ejemplo) están en el centro del discurso; al da algunos años más tarde como unidad versus
tiempo que la desigualdad social se considera diversidad 13 Los pilares que cimientan la arti-
un problema, según la radical formulación de culación homogénea de la conciencia colectiva
Clara Jourdan, de la democracia, no de las en estos discursos feministas, con énfasis y
mujeres (Jourdan, 1994). acercamientos diferenciales, son tres concep-
b) En segundo lugar, ambos enfoques oscu- tos básicos profundamente interrelacionados:
recen las diferencias entre las propias mujeres. el sistema sexo/género, el concepto de intere-
En el feminismo de la diferencia porque se ses colectivos, en este caso, intereses de las
supone que todas las mujeres son representan- mujeres, y la idea de identidad colectiva como
tes de esa Identidad Femenina, esencial, uni- Sujeto fuerte. Vayamos por partes.
versal, radicalmente diferente, acallada a lo i) El sistema sexo/género entendido como
largo de la historia; identidad que debe recu- par indisoluble, profundamente arraigado en la
perarse mediante diversas estrategias conside- dicotomía naturaleza/cultura, es una de las ins-
radas propiamente femeninas —affidamento, cripciones “‘ fundamentales en esos primeros
búsqueda de autoridad femenina, alejamiento años. Recordemos que el sexo es la matriz bio-
de los ámbitos «masculinos», comunidad en lógica —«natural», «evidente», «incuestiona-
sentido fuerte, etcétera— 12 En el feminismo de ble>— que sustenta la diferencia entre hombres
la igualdad porque se obvian las dimensiones y mujeres. A partir de ella, se ha construido el

~PbL¶EbM
género —categoría, por tanto, sociocultural—, diversas. Entre el sexo, biológico, y el género,
que se traduce en la existencia de posiciones sociocultural, mediaba o bien una construc-
sociales y subjetividades diferentes. La dife- ción social -es la interpretación del feminismo
rencia de primer orden se establece así frente socialista y del feminismo radical— o bien una
al Otro: hombre versus mujer, masculino ver- correlación bio-simbólica —interpretación del
sus femenino. Robert Stoller fue uno de sus feminismo cultural, del ecofeminismo y del
artífices al utilizarlo para abordar el concepto pensamiento de la diferencia—.
de identidad en el contexto de la práctica clíni- ji) La cadena «lógica» que se derivó de
ca con transexuales. En su formulación el sexo aquí es que si existe un sistema sexo/género,
aparece directamente relacionado con la biolo- que otorga a las mujeres un género a partir de
gía, mientras que el género lo hace con la cul- unas características biológicas específicas y
tura. Así pues, y de forma paradójica, una de que, con ello, las sitúa en una posición subyu-
las inscripciones fundantes de la diferencia de gada en el contexto de unas relaciones patriar-
género surge de la misma frontera entre los cales, las mujeres —todas las mujeres, puesto
géneros: la manifestaciones de la transexuali- que en todas las sociedades parece reproducir-
dad. Si hay individuos que a pesar de su perte- se el mismo sistema de dominación— tendrán
nencia biológicamente determinada a un sexo, unos mismos intereses, definidos por su deseo
se identifican y construyen su subjetividad con de romper con esa fuente de categorización
las referencias que le correspondería al sexo social discriminatoria, y que se concretarán en
opuesto, se rompe la identificación mecánica el movimiento de liberación. Este concepto de
entre naturaleza y cultura; de ahí la pertinencia intereses tiene antecedentes en la formulación
de la distinción entre ambos ámbitos (Stoller, marxista «el ser social determina la concien-
1968)’~. cia». Con ello se defiende que similares condi-
En el campo feminista, Gayle Rubin, par- ciones de vida, originadas por una posición
tiendo de una lectura de Marx y Engels media- similar en una estructura social particular,
da por Lacan y Lévi-Struss, definió el sistema debido a la división del trabajo, dan lugar a
sexo/género como el sistema de relaciones unos intereses objetivos comunes y a una con-
sociales que transforma la sexualidad biológi- ciencia que, a su vez, genera una determinada
ca en productos de actividad humana (Rubin, práctica rebelde, contestataria y liberadora.
1975). Deseo sexual y género son productos Autoras feministas importantes, que en los pri-
sociales relacionados con las estructuras de meros años, sobre todo, buscaron en las fuen-
parentesco, que se convierten en la base del tes más cercanas para teorizar y fundamentar
sistema patriarcal 16 Algunas de las manifesta- su acción, recogieron ese concepto y pasaron a
ciones de la existencia del sistema sexo/géne- hablar de intereses de género. Ahora bien, esta
ro es que las mujeres, las Otras, aparecen defi- visión presenta diferentes problemas.
nidas por su negatividad, esto es, por exclusión En primer lugar, se ofrece una visión exce-
comparativa con el elemento supuestamente sivamente ligada a la posición ocupada en la
neutral, no marcado; así, lo femenino se división del trabajo. El movimiento de muje-
entiende como lo específico, lo particular, res, al recoger el concepto de intereses objeti-
frente al universalismo del Uno 17 Consecuen- vos, heredaba también, de forma consciente o
cias que se derivan de esa negatividad son el no, la centralidad del trabajo como «tecnolo-
carácter opaco de «las mujeres» y su perte- gía» propia de la modernidad. Feministas mar-
nencia a de una caótica, desorganizada y ano- xistas y radicales dieron un lugar privilegiado
nima colectividad, que se traduce en una a la producción-reproducción social. Esas rela-
ausencia de individualidad o incluso en una ciones de producción y reproducción -esta
subjetividad de sinécdoque, en la que «ser última utilizada indistintamente tanto en senti-
mujer» se convierte en el eje estructurante fun- do económico como en sentido sexual-repro-
damental (Hartsock, 1989)19 ductivo- aparecen como explicaciones de la
La formulación del sistema sexo/género opresión de las mujeres. Hecho el diagnóstico,
gozó de un gran apoyo y el término corrió sólo quedaba intervenir: estas ideas se plasman
como la pólvora convirtiéndose en un instru- en reivindicaciones relati4as a la necesana
mento fundamental de teorización y orienta- tncorporación masiva de las mujeres al
ción práctica, que permitía articulaciones empleo, en debates sobre el carácter del traba-
jo doméstico y propuestas para su regulación, rado por una vanguardia que tiene un acceso
en el cuestionamiento del «contrato sexual» privilegiado a la realidad —y, por tanto, a la
(Pateman, 1988), etcétera. Se trata de explica- verdad—, que se erige en portavoz del conflic-
ciones excesivamente deterministas y mono- to, y que incluso puede llegar a dotarse de una
causales que desconsideran otras motivaciones ética o de un cierto estilo de vida coherente
o «fuentes de intereses». Planteada esta limita- con su planteamiento 2Q
ción, se resolvía con la diferenciación entre Desde las posiciones afines a la práctica de
intereses «objetivos» e intereses «subjetivos», la diferencia se critica esa formulación de la
en una nueva oposición binaria que consuma identidad femenina por considerarla una iden-
la tradicional separación entre «lo externo» y tidad de dominio, por su heterodesignación, y
«lo interno», lo «individual» y lo «colectivo» por favorecer un lenguaje de reivindicación y
o, en definitiva, entre individuo y sociedad. queja que vuelve a ocultar la «verdadera»
Sin embargo, esta diferenciación no dejaba de identidad femenina. Si prescindimos de los
ser un espejismo, pues automáticamente nos toques más esencialistas, debemos admitir la
podemos preguntar quién tiene capacidad para pertinencia de tales acusaciones. Pero es que,
distinguirlos y clasificarlos a uno u otro lado, además, desde mi punto de vista, esa cadena
esto es, quién y cómo consigue trascender esa argumentativa favorece la homogeneización,
distinción. La paradoja es que, si bien el femi- la estereotipación y se basa en una lógica uni-
nismo rompió con este planteamiento dual al versalista racional-legal que hoy está ponién-
defender que «lo personal es político», lo hizo dose en cuestión, sin que ello quiera decir que
manteniendo una visión excesivamente homo- debamos prescindir de cualquier tipo de refle-
génea del colectivo por el que hablaba al abor- xión o acción orientada a ese campo concreto
dar los debates sobre la igualdad y la unidad de de la vida social, sino que, simplemente, no
las mujeres como colectivo oprimido (Young, creo que debiera ser el único eje o el funda-
1989; Fuss, 1989; Minh-Ha,1990).
mental sobre el que giren los planteamientos
Una segunda línea crítica a la virtualidad feministas.
explicatoria de los «intereses colectivos» es Ahora bien, en las formulaciones desde el
que se supone que las condiciones de existen- campo de la práctica de la diferencia el efecto
cia ejercen una influencia uniforme en todos homogeneizador se produce desde otra cadena
los miembros del grupo, es decir, en todas las «lógica» también cuestionable. Se parte de la
mujeres, negando así en la práctica la existen- afirmación de «lo femenino», radicalmente
cia de otras «fronteras», pero también la diferente de «lo masculino». Se pone en pri-
importancia de lo «subjetivo», de las construc- mer plano «lo simbólico», que ocupa así el
ciones de sentido -en cuanto que significados lugar de los intereses de género como factor de
que da cada sujeto, individual o colectivo, a unificación. Las mujeres son diferentes de los
una «misma» situación—, de las autoimágenes, hombres; el problema y la causa última de la
de los valores éticos, etc. subordinación es que no han tenido autoridad.
iii) La defensa de esos intereses de género La maniobra necesaria, por tanto, es dotar a las
sirve de base para una nueva cadena «lógica» mujeres de autoridad, y en tanto en cuanto sólo
las mujeres van a otorgar autoridad a otra
que, en su versión más extrema, empieza y ter-
mina con la defensa de una identidad colecti- mujer (por resistencia de los hombres, pero
va, de un sujeto fuerte. Ese sujeto colectivo, también en virtud de ese límite ontológico que
debido a condiciones de existencia similares es el cuerpo femenino) se defiende la idea de
—con lo que se hace abstracción de otras con- affidamento o mediación femenina que se con-
tradicciones sociales y se sientan las bases creta en el eslogan «entre yo y el mundo, otra
para la consideración de la diferencia de géne- mujer»21. La identidad se entiende como liber-
ro como la contradicción social fundamental, tad de modificarse a si para reconquistar lo que
en sustitución de la postulada por el marxis- estaba silenciado y oculto: el ser mujer.
mo- se supone portador de unos intereses de Por lo demás, aunque las argumentaciones
género comunes, para cuya consecución se de las corrientes más vinculadas a la igualdad
agrupa en un movimiento liberador, futura sín- y las de la práctica de la diferencia correspon-
tesis superadora de las relaciones de domina- den a interpretaciones diferentes, la homoge-
ción existentes; un movimiento liberador lide- neización del colectivo mujeres y, con ello, la
afirmación de un Sujeto en el sentido fuerte es profundamente marcado según el sexo, parte
de la consideración de la heterosexualidad
común, así como el hecho de que pueden
como norma y de la identificación inmediata
orientar tendencias normativizadoras. Las
de una capacidad biológica —la capacidad
limitaciones epistemológicas y políticas que se reproductiva de las mujeres— con una capaci-
pueden derivar de todo ello son evidentes.
Sin embargo, creo que la problematización, dad social —la crianza—, sin cuestionar las
bases sobre las que dicha identifiación se
en primera instancia, de la cuestión de los inte- apoya 23~
reses de género —presente también entre las
defensoras de las corrientes de la diferencia,
aunque sobre bases menos economicistas— ha
de ser aún más profunda, puesto que parte de 2. - - a las «diferencias
presupuestos lógicos cuestionables, ya que la
peor de las ilusiones, como señala Bloch, es entre mujeres»
considerar que podemos adquirir una idea
clara de cuáles son nuestros intereses y orien-
tar nuestra conducta según ellos, como si la
humanidad estuviera compuesta «únicamente
de voluntades regidas por la lógica», cuando
H emos visto cómo desde los años se-
senta, la frontera fundamental, por
no decir la única, para la constitu
ción del sujeto feminista, era la que separaba a
entre nuestra situación y nuestros actos media
un complejo entramado de representaciones hombres y mujeres, en la lógica del «Noso-
tras» frente al «Ellos». El panorama se modifi-
socialmente construidas (Bloch, 1988: 149).
Además de este espejismo, un último mito ca a mediados de los años 80 con la progresi-
común insostenible es ese «ídolo de la tribu de va aparición en el seno del propio movimiento
los historiadores [que] tiene un nombre: la feminista de diferencias entre las mujeres que
obsesión de los origenes» (Bloch, 1988: 27). lo componían. En Estados Unidos son princt-
En este mito de los orígenes, el término «ori- palmente las mujeres negras las que toman la
palabra para denunciar la centralidad en los
gen» puede hacer referencia tanto a la idea de
momento fundante como a la de causalidad. discursos de las mujeres blancas de clase
En general, ambas acepciones solieron fundir- media. Más tarde harán lo propio las mujeres
lesbianas, llamando la atención en este caso
se en los discursos feministas, ayudando a ali- sobre el heterosexismo o heterosexualidad
mentar las tendencias a la monocausalidad. Se
trataba de encontrar la causa fundacional y obligatoria24, y después un sin fin de identida-
fundamental de la opresión, la causa que sub- des «fronterizas» —transexuales, queers
Todo ello viene a sumarse a las corrientes de
yuga y sobre la que se sustentan las relaciones
patriarcales de dominación. Descubierta esa pensamiento críticas de los metarrelatos y del
concepto de Sujeto. Las lecturas de los postes-
causa, levantado el antifaz, o bien el orden tructuralistas, del deconstruccioinsmo y del
simbólico cae por su propio peso22 o bien sólo
resta modificar las estructuras que siguen sus- psicoanálisis van a abrirse paso en el ámbito
tentando la causa primaria de sujeción: el mer- feminista.
cado laboral, la sexualidad, la socialización El debate de igualdad versus diferencia,
infantil. El problema es que en muchas de sin cerrarse ahí, deja paso a una nueva dico-
estas explicaciones se da por sentado precisa- tomía formulada en esos momentos en térmi-
mente lo que se pretende explicar, entrando en nos de unidad versus diversidad. La disputa
un círculo vicioso que puede pasar desaperci- ahora es si las mujeres feministas deben
bido. Por ejemplo, cuando se argumenta que la poner el acento en las cosas que las unen o en
base de la subjetividad diferente de hombres y las que la separan. Mientras el debate teórico
mujeres está en los procesos de socialización, seguía, la práctica dejaba claro que las dife-
se consideran factores explicativos las actitu- rencias estaban ahí y que no podía negárselas.
des, expectativas y roles sociales diferenciales Clases sociales, etnias, orientaciones sexua-
para niños y niñas, que son precisamente lo les, creencias religiosas, edades, ideologías
que se pretende explicar. Algo similar sucede políticas, etcétera irrumpen con fuerza en los
en complejo de Edipo del psicoanálisis, donde grupos de mujeres. Se abría por tanto una
el proceso de identificación-individuación, fisura importante en ese Sujeto homogéneo y

~PM5iM¡b
mítico —se empieza a sustituir «la Mujer» por ción de las diferencias entre mujeres y la cons-
«las mujeres»— del que se hablaba en el perío- titución de un nuevo discurso, de una nueva
do anterior. episteme totalizante. Probablemente la dinámi-
El debate que está implícito supone un desa- ca de la rebeldía y resistencia frente a la dis-
fío importante a la teoría feminista en tanto criminación de las mujeres, de las «Otras», así
que teoría liberadora de/para un determinado lo requería en su frontal oposición al orden
sujeto. No se trataba simplemente de adaptar- establecido. Pero con el paso del tiempo, tras
se a la diferenciación interna. No comparto, un proceso de reificación reaparecen las luchas
por ejemplo, la idea de Susan Bordo de que por las representaciones, que revelan las
cuando apareció la diferencia en el seno del homogeneizaciones y aplanamientos presentes
feminismo, no exigía teorización sino simple- en su constitución, puesto que toda episteme
mente que se la escuchara para estar preveni- requiere, como señala Foucault, la supresión
das ante los propios sesgos, prejuicios e igno- de los discursos que difieren (Foucault, 1970).
rancia (Bordo, 1989). Creo, más bien, que se Las prácticas discursivas feministas, por
trataba de una crítica profunda a la falacia del supuesto, no podían ser ajenas a este proceso.
sujeto mítico y universalizante; una crítica que En este contexto podemos situar algunas de
como vimos más arriba fue uno de los acicates las críticas al ideal de comunidad, de «woman-
de los discursos feministas de los años sesenta hood», que van socavando el concepto del
y que ahora se volvía contra sus mentoras. No sujeto feminista. Iris Young, por ejemplo, ela-
sólo era el sujeto androcéntrico el que velaba bora una durisima réplica filosófica y política
las diferencias y las revestía de valores supues- al concepto de comunidad, a partir de dos
tamente neutrales y universales, sino que el ideas fundamentales. En primer lugar, la idea
propio sujeto que el feminismo había construi- de comunidad configura el deseo femenino
do mostraba esas mismas limitaciones con res- contra la alienación y el individualismo. Ese
pecto a otras categorizaciones sociales, a otras deseo de mutua identificación fue muy útil en
fronteras, a otras subjetividades. Es más, la un primer momento, como praxis rebelde, para
diferencia, como veremos, dejaba de situarse el autoconocimiento y para la afirmación cul-
entre identidades para habitar en el interior de tural de los grupos de mujeres; pero, a largo
ellas (Butíer, 1989; Fuss, 1989) 25 plazo, se ha traducido en una indeseable y
Se empezaban a cuestionar algunos princi- falaz homogeneidad y ha contribuido a limitar
pios fundamentales de la construcción de la la eficacia política al vaciar a esta instancia de
subjetividad y de la filosofía de la conciencia, contenido27. En segundo lugar, la presuposi-
hegeliana y/o positiva, a la que hacíamos refe- ción de la «comunidad» de mujeres ha dado
rencia antes. Los primeros pasos en la cons- lugar a una idealización psicológica y política
trucción de la rebeldía feminista, como toda de las capacidades «femeninas» que, al darse
producción humana, habían estado profunda- por sentadas, ha bloqueado el desarrollo de
mente comprometidas con el contexto social modelos de organización política alternativos.
El problema fundamental es que el ideal de
de su enunciación. Interesa especialmente
prestar atención al peso de las reglas de la lógi- comunidad participa de la «metafísica de la
ca, esto es, el principio de identidad (A=A), el presencia» (Derrida) o la «lógica de la identi-
principio de no contradicción (A no puede ser dad» (Adorno), esto es, de una metafísica que
no-A) y el principio del medio excluido (todo niega la diferencia. Esa metafísica consiste en
debe ser A o no-A). Los discursos feministas un deseo de pensar que las cosas son una uni-
las habían traducido en la constitución del dad, representándolas como totalidad, dejando
sujeto «mujer», un sujeto idéntico, sin fisuras los procesos de construcción de sentido al
nt contradictorias e inserto en un sistema margen del tiempo y del espacio y creando
sexo/género que distinguía entre hombres y numerosos dualismos en los que uno de los
mujeres como categorías cerradas y mutua- términos se autoproclama representante de la
mente excluyentes. totalidad, frente a la particularidad y subordi-
Una consecuencia paradójica 26 importante nación del otro (Young, 1989).
para las prácticas discursivas feministas de ese El debate unidad/diversidad, que había apa-
carácter estable, inmóvil, «coherente», fuerte y recido en escena a principios de los años
bipolar de la identidad de género era la oculta- ochenta, va desembocando progresivamente
en la discusión sobre cómo tratar las diferen- vas. Brah, por ejemplo, y en sintonía con otras
cias, una vez se hace patente que no pueden autoras como Butíer, defiende la deconstruc-
reducirse sin más mediante ningún proceso ción de «sexo» y «género» en tanto que cons-
homogeneizados Las implicaciones prácticas trucciones culturales relativas a relaciones
de la discusión no pueden pasarse por alto, entre objetos socialmente constituidos en con-
pues la pregunta que está sobre la mesa es textos especificables (Brah, 1993). La conclu-
sobre qué bases sustentar la actividad feminis- sión de este análisis llevado a su extremo es
ta, en otras palabras, y recogiendo el plantea- que la identidad, cualquier identidad, es inhe-
miento de Mary Eagleton, aparecen los «pro- rentemente represiva, al mismo tiempo que la
blemas con los pronombres», esto es, cómo diferencia, cualquier diferencia postulada, es
combinar cuestiones tan contradictorias como inherentemente excluyente.
la necesidad de encontrar el coraje de decir El multiculturalismo es, en cierta medida, una

«yo», la dificultad misma de decir «yo», la vez más, la otra cara de la misma moneda. Parte
arrogancia del «yo», la intimidad del «noso- de una visión unilateralmente positiva de las
tras», la falsa unidad del «nosotras», la tenta- diferencias de grupo y de las identidades colec-
ción de decir «nosotras» cuando en realidad tivas. De esta forma, toda identidad se considera
debería ser «yo», la tiranía del «nosotras», la digna de reconocimiento y toda diferencia,
compleja y ambivalente relación entre el digna de afirmación, puesto que siempre presu-
«nosotras» y el «ellos/as», etcétera (Eagleton, pone la existencia de un colectivo con determí-
1996:217). Nos encontramos así en los últimos nados intereses al que se le debe reconocer el
años con una tremenda complejidad en el plan- derecho a reivindicar sus especificidades.
teamiento de la(s) identidad(es) y en el trata- Como crítica general a estos planteamien-
miento de las diferencias 25 A riesgo de ser tos, creo, con Fraser, que se desconsideran las
excesivamente sumaria, podemos señalar dos estructuras sociales de dominación y las rela-
corrientes fundamentales: el antiesencialismo ciones sociales de desigualdad (Fraser, 1996).
y el multiculturalismo. Por otra parte, aunque pertenece a un campo
Las posiciones antiesencialistas manifiestan diferente, creo que cada uno de estos enfoques
un profundo escepticismo hacia la identidad y pueden tener consecuencias éticas que se
las prácticas de la diferencia, pues consideran obvian. Todo ello queda resumido en el cuadro
que ambas son meras construcciones discursí- siguiente:

De diferencia de género (60) a diferencias entre mujeres (mediados de 80)

Igualdad/diferencia unidad/diversidad antiesencialismo/multiculturalismo

Ambos oscurecen las


diferencias intra-grupo
Escepticismo hacia la Visión positiva de las
identidad y la diferencia diferencias de grupo y las
(construcciones discursivas) identidades colectivas
t *
Identidad: inherentemente represiva Toda identidad: digna de reconocimiento
Diferencia: inherentemente excluyente Toda diferencia: digna de afirmación

Cierta desconsideración de las estructuras sociales de dominación


y de las relaciones sociales de desigualdad
A vueltas con el sujeto del feminismo 81

propio marco lógico que posibilita a ambos.


La conclusión de Nicholson y Fraser es que
Este es uno de las potencialidades del «cono-
estos debates han girado en tomo a lo que ellas
consideran falsas antítesis (Fraser, 1991). En cimiento situado» de Haraway: una objetivi-
dad consciente, encamada y necesariamente
su opinión necesitamos volver a unificar la
problemática de la diferencia cultural con la parcial, junto con un relativo relativismo
problemática de la igualdad social, además de (Haraway, 1996).
elaborar visiones situadas del esencialismo y En ese movimiento, no podemos confor-
marnos con la afirmación ni la negación del
del multiculturalismo (Fraser, 1996). Sin
«esencialismo». No nos sirve aferramos a él
embargo, siendo un poco más atrevida, quizá
porque, como ya indica Foucault, no hay nin-
sea la propia lógica antitética la que se deba
guna providencia prediscursiva que disponga
poner en cuestión, pues, en última instancia, es el mundo a nuestro favor, sino que el discurso
una manifestación más del dualismo caracte-
rístico de la filosofía occidental29 es una violencia que le hacemos a las cosas
En ese movimiento de ruptura del paradig- (Foucault, 1973) y, además, porque como han
ma, uno de los puntos de partida puede ser el puesto de manifiesto el feminismo y otros
desafio a uno de los dualismos básicos de movimientos sociales, pertenecer a una cultu-
nuestra tradición, esto es, el par hecho/valor. ra no es participar de forma similar en sus
Como señala Flax: estructuras ni interpretar de forma homogénea
sus significados. Pero tampoco podemos limi-
«En filosofía, el ser (ontología) se ha tamos a una negación simplista o a una crítica
divorciado del saber (epistemología) y banal de ese mismo esencialismo. Como seña-
ambos se han separado bien de la ética, la Fuss, el esencialismo puede ser idealista o
bien de la política. Kant bendijo estas materialista, progresista y reaccionario; puede
divisiones y las transformó en un princi- servir a discursos de resistencia o a tendencias
pio fundamental derivado de la estruc- mitologizantes. Sólo podemos hablar de esen-
tura de la mente. Una consecuencia de cialismos, en plural, sabiendo que no pode-
este principio ha sido la conservación mos ser completamente ajenos a ellos ~‘, y
de la distinción cartesiana rígida entre preguntamos para qué sirven y qué ocultan,
hecho y valor en la filosofía anglo-ame- distinguiendo, como hace Fuss partiendo de
ricana cuyo efecto ha sido la relegación Locke, entre un esencialismo de orden lin-
del filósofo al silencio en cuestiones de giiístico y otro de orden ontológico (Fuss,
la máxima importancia para la vida 1989).
humana». Todo ello, nos lleva a concluir que tampo-
co la corriente que se autodenomina antie-
Fax, 1983: 269. sencialista carece de problemas prácticos y
teóricos derivados de su falta de reflexividad
Debemos enfrentar el reto de romper con a la hora de admitir su propia utilización de
la oposición objetivismo/relativismo, vincu- principios incuestionables —ya sea el sujeto
lada de una manera compleja y cuestionable hablante de Lacan o el texto de Derrida— y de
con el par hecho/valor 30 Si el feminismo de su concepción absolutamente negativa tanto
la igualdad y la teorías ligadas a las prácticas de la identidad como de la diferencia y. Una
de la diferencia son ejemplos de los proble- de las consecuencias de esto último puede
mas derivados de posiciones objetivistas en ser el «todo vale», o en palabras de Rosi
tanto que explicaciones monocausales que Braidotti pasar de una «política de la locali-
fundamentan cuasi-metanarrativas, algunos zación» a una «poética del relativismo», que,
discursos postmodernos nos dejan sumidos además anula gran parte de la virtualidad de
en el relativismo más profundo. Esa oposi- la acción política, puesto que sólo parece
ción binaria representa las dos caras de una haber discursos que flotan en el aire y que
misma moneda que puede velar —y de hecho merecen la misma consideración ética y polí-
vela— tanto las relaciones de dominación tica. Los efectos más inmediatos pueden ser
existentes (Harding, 1989) como el carácter la pasividad, el conformismo, la afirmación
situado de todo conocimiento. La disputa del sentido común como el más común de los
entre ambos polos no pueden ir más allá del sentidos.
82 Elena Casado Aparicio

3. Repensar el concepto relativistas a las que algunas comentes post-


modemas pueden conducimos. Todo ello
de agencia: política puede resumirse de alguna manera en el tér-
de la localización mino politics of location, que traduciré como
política de la localizacion.

E 1 cambio de términos es ya signifi-


cativo: hemos pasado de hablar de
Sujeto, con mayúscula o minúscula,
En esta aproximación podemos partir de la
definición de Kaplan:

Como práctica de afiliación, identifica


en singular —la mujer— o en plural —las muje- los ámbitos de diferencias y similitudes
res—, en sentido fuerte o débil, a poner en cir- históricamente específicas entre mujeres
culación un nuevo significante, el de agencia. en relaciones diversas y asimétricas, cre-
Como veremos, el cambio no es meramente ando historias, identidades y posibilida-
terminológico. El concepto de sujeto que he des de alianzas alternativas.
revisado en los párrafos anteriores era, cuando
menos, un «sujeto sujetado», un sujeto objeti- Kaplan, 1994:139
vado, puesto que estaba sometido a las condi-
ciones de existencia o a una identidad fija e La idea apareció por primera vez en letra
inmutable. Era un sujeto al que hablaban otros tmpresa en Adrienne Rich, aunque al parecer
discursos. Incluso en ocasiones, como en el era un término utilizado por las feministas
caso de ciertos planteamientos del feminismo negras que empezaron a plantear la existencia
cultural (MacKinnon, 1982), ese sujeto queda- de diferencias entre mujeres en el feminismo
ba sometido a la pura negatividad, al no ser, al estadounidense. En su artículo «Towards a
no-sujeto. Politics of Location» defiende la necesidad de
Sin embargo, a pesar de ese cambio, la cate- explicitar la situación estructural de enuncia-
goría «mujeres» sigue ocupando el espacio de ción y de realizar un movimiento de descen-
una unidad lingilistica: conceptualmente se tramiento, contemporáneo con la crítica al
refiere a la heterogeneidad, pero semántica- etnocentrismo, por ejemplo, para hacer frente
mente marca una colectividad (Fuss, 1989). a los usos hegemónicos de la palabra
De ahí que prefiera utilizar el término «agen- «woman» en una sociedad racista y en la elite
cia». Este término puede resultar confuso en del feminismo. Rich distingue entre mi cuerpo
castellano, pues mantiene en esta lengua una y el cuerpo, diferencia que representa la ten-
cierta marca de acción pasiva y de privilegio sión entreesencialismo y constructivismo pues
del objeto determinada por nuestro Agente si el determinante «el» esencializa su objeto
gramatical. No es así en inglés, idioma del que mediante la universalización, el posesivo lo
se ha traducido. «Agency» y «agent», que tie- desencializa mediante la particularización. La
nen que ver con actuar, con hacer, con ser suje- política de la localización, según ella, debe
to activo, pero también con ser intermediario ~ tender a mediar entre ambos (Rich, 1986;
Es la idea de mediación que vemos es Hara- Probyn, 1989). Aunque el planteamiento del
way, entre otras. Prácticas, discursos, datos Rich fue un primer paso importante, no estuvo
están múltiplemente mediados; la nueva for- exento de contradicciones ni de «puntos cie-
mulación de agencia, en lugar del sujeto gos» -como muestran las críticas que recibió
moderno, trata de adaptarse mejor a la realidad poco tiempo después— pues no dejaba de ocu-
que pretende describir. par una posición central de enunciación
Precisamente la mediación es una de las «hablando en nombre de» o situando el femi-
ideas subyacentes en las teorías feministas nismo norteamericano en una posición para-
postmodemas; implica la negación de presu- digmática (Wallace, 1989).
puestos ontológicos y metafísicos y aboga por A partir de los años 80 el concepto de polí-
la necesidad de una mayor responsabilidad y tica de localización va asentándose y cada
conocimiento del propio lugar de enuncia- autora le da un contenido específico. Frente a
ción. En cierta medida es una herramienta las visiones del cuerpo como atributo pura-
para huir tanto de los planteamientos moder- mente biológico a las que hacíamos referencia
nos como de las consecuencias radicalmente en las primeras páginas —sin apenas pertinen-
cia significativa en las corrientes del feminis- ciones de la diferencia. Algo de todo esto esta-
mo de la igualdad o con una única significa- ba presente en la afirmación de Beauvoir de
ción que se constituye como ontología en el que la mujer no nace, sino que se hace. Ahora
caso de las teóricas de la práctica de la dife- bien, ¿cómo es posible que «la mujer» llegue a
rencia—, el cuerpo empieza a presentarse como ser algo que ya es? Butíer recurre a Wittig y a
metáfora de nuestro carácter situado en el Foucault para proponer una lectura de esta
tiempo y en el espacio, y, por tanto, del carác- cuestión (Butíer, 1996). Su respuesta es que en
ter limitado de nuestra percepción y conoci- la conocida cita de Beauvoir están presentes
miento.Unido a esto, está el concepto de fron- simultáneamente dos consideraciones aparen-
teras, de márgenes; y las fronteras siempre son temente opuestas del género: el género como
permeables, con lo que aparece el hibridismo, construcción cultural y, de forma más sutil, el
la identidad como proceso, el mestizaje. Repa- género como elección. Ahora bien, ¿cómo es
semos alguno de estos desarrollos. posible que algo sea simultáneamente una
Quizá la metáfora de Alcoff del tablero de constricción y una elección? La clave es que
ajedrez sea una de las más clarificadoras para podemos entender el cuerpo como situación, y
comprender la virtualidad de la política de la podemos hacerlo en un doble sentido: como
localización. Alcoff utiliza el tablero de aje- «locus de interpretaciones culturales» y como
drez como metáfora de las estructuras sociales «campo de posibilidades interpretativas».
y de la «situación». El juego del ajedrez se Butíer rompe así la distinción cartesiana entre
desarrolla en un tablero de dimensiones prees- sujeto o agente y objeto, puesto que somos
tablecidas, dividido en cuadrículas de diferen- ambas cosas a la vez, o, en palabras de Latour,
tes colores que señalan las diferentes posicio- cuasi-objetos o cuasi-sujetos (Latour, 1993).
nes que pueden alcanzar las piezas en sus Las construcciones de sentido, las acciones de
movimientos. Pero además de estar fijado el significado, son un acto de poder, pero un acto
espacio (se juega en el interior del tablero, se de poder al que no somos ajenos, en primer
puede expulsar a alguien que ocupa una casi- lugar porque nos «construye» («el lenguaje
lía), también las piezas se someten a una nos habla»), pero también porque nadie es ino-
determinada estructura: hay piezas con posibi- cente en esa construcción de significados y
lidad de mayor o menor amplitud de movi- porque su modificación constante está sujeta a
miento, de mayor o menor arco y variedad; en las negociaciones culturales en las que de una
definitiva, hay un reparto jerárquico de dife- u otra forma participamos (Bruner, 1991). Nos
rentes poderes. Ahora bien, la estructura, los encontramos, así, ante un «ser» (individual o
diferentes poderes no implican que se sepa colectivo) mediado, «situado», esto es, un ser
desde el principio el final de la partida más que está, un ser que habita ~, que (se) narra.
allá de que terminará cuando una pieza, sea Una de las consecuencias de las ideas implí-
cual sea, un peón o la reina, consiga expulsar citas en las políticas de la localización es la
del tablero al rey del contrincante. A lo largo reconceptualización del concepto de experien-
del juego, la posición cambia las relaciones. cia. Y esto es así porque, como hemos visto, la
En otras palabras, y fin de la metáfora, si la presuposición de la experiencia común de las
posición cambia la relación, eso quiere decir mujeres —tanto como condiciones objetivas de
que las identidades siempre están en proceso existencia que generan unos determinados
(Alcoff, 1988). intereses y conciencia, cuanto como afirma-
En el mismo cQntexto que Alcoff, para de ción de una ontología femenina— ha quebrado
Lauretis la interpretación de la política de con las manifestaciones de las «diferencias».
localización tiene que ver con la producción Sin eml5argo, los problemas derivados de una
semiótica de la realidad, en la que el compro- noción de diversidad exclusivamente basada
miso personal y subjetivo se une a razones y en la diversidad de experiencias no han pasado
condiciones materiales de existencia para for- desapercibidos en la teoría feminista. Un
mar identidades individuales y colectivas, por punto de partida para interrogamos sobre el
supuesto, sociales en ambos casos (de Laure- concepto de identidad, y por ende el de sujeto,
tis, 1992). es la afirmación de Rodríguez Magdá de que
El cuerpo, como hemos dicho, es otro de los «Seguramente las mujeres somos algo más que
elementos centrales en estas nuevas interpreta- un nombre y algo menos que una esencia» - 34
-
Me interesan especialmente dos plantea- dad, la identidad determina necesariamente la
mientos, en cierta medida coincidentes, puesto acción política 36 Su propuesta sobre la identi-
que ambos tratan de dar una definición más dad es un «yo» que es efecto del lenguaje, no
ajustada del concepto de experiencia vincula- de la esencia, y por tanto es siempre contin-
da a la praxis, rompiendo la idea de que la con- gente y provisional. Cada uno de esos térmi-
ciencia precede a la acción, para presentar una nos alimenta dos interpretaciones: la primera,
relación más compleja e interconstitutiva. El a partir de la idea de contingencia, afirma la
primero es el de Hrah, que distingue entre A. existenciade identidades múltiples que compi-
«el día a día de la experiencia vivida» (o bio- ten y entran en conflicto; la segunda, privile-
grafía individual) y 8. «la experiencia como giando su carácter provisional, considera las
relación social» (las historias colectivas, el identidades como construcciones políticas, por
ámbito socioestructural). Ambos son niveles tanto, históricamente provisionales y reempla-
interdependientes, pero no pueden reducirse zables. Estas interpretaciones siguen situando
uno a otro (ni 8 resulta de la suma de A’, A”, la diferencia fuera de la identidad, en el espa-
A”..., ni cualquier A es la expresión directa de cio entre identidades, ignorando la radicalidad
B). El segundo enfoque es de de Lauretis, que de la visión postestructuralista. Las teorías de
define la experiencia como el «proceso por el las identidades múltiples no desafían la com-
cual se construye la subjetividad de todos los prensión metafísica tradicional de la identidad
seres sociales... Es continuo, y su final inal- como unidad.
canzable o diariamente nuevo». Se trata, por Fuss defiende la idea de ficciones de identi-
tanto, de un proceso siempre en marcha por el dad, no menos poderosas por el hecho de ser
que la subjetividad se construye semiótica e ficciones, en un mundo gobernado por las
históricamente. Esto, unido al compromiso representaciones, casi virtual podríamos aña-
personal como elemento constitutivo de las dir. El propósito es romper con la tendencia a
identidades colectivas, nos da las claves para la sinécdoque, es decir, a tomar una parte o un
repensar el concepto de agencia. aspecto de la identidad por el todo. La expe-
Otra serie de autoras han puesto el acento riencia, por tanto, no es lo que el conocimien-
más en los límites. Desde un enfoque semióti- to pretende aprehender, ni el presupuesto mí-
co, belí hooks plantea que la lucha por nom- cial, sino que el conocimiento es el proceso
brar las localizaciones tiene lugar eh el len- activo que produce sus propios objetos-sujetos
guaje. Los márgenes se convierten así en el de investigación y acción. Fuss nos recuerda
lugar de la represión y de la resistencia (hooks, que Heidegger da la clave para conceptualizar
1984). La misma idea de conflicto aparece en la identidad al margen de la unidad y nos ofre-
Probyn y Alarcón, cuando plantean que hay ce uná teoría de la identidad que rompe la lógi-
que reconocer los límites no como «diferen- ca aristotélica que opone identidad a diferen-
cias míticas» que no se pueden «conocer» o cia. La identidad sólo aparece como unidad,
«teorizar», sino como expresión de luchas que pero contiene la diferencia como el predicado
pueden historizarse ~. En una interpretación de su &herencia ficticia (Fuss, 1989).
similar, Fuss plantea que la identidad tiene sig- La conclusión radical de todos estos plante-
nificados múltiples y contradictorios. Identi- amientos con respecto a los enfoques anterio-
dad y esencia no son sinónimos per se, sino res es que «womanhood» deja de considerarse
que la historia occidental los ha hecho coinci- una pre-condición, sea cual sea la concepción
dir como imágenes reflejadas en un espejo. universalista que la sustente, y pasa a ser, en
Pero, ¿acaso la identidad es «natural»? Su res- cierto sentido, una meta multiforme, no con
puesta es que, por el contrario, es un construc- significado en si misma, sino como expresión
to político, histórico, psíquico o lingúístico. En históricamente mediada. Hemos pasado, pues,
ningún otro momento de la historia se ha vili- de un sujeto mítico a una agencia en constante
pendiado o santificado tanto la identidad y su proceso de construcción y deconstrucción que
importancia para nuestra teoría y práctica. Su adquiere sus significatividades en la praxis, en
explicación es que el nexo entre identidad y los márgenes, en el in-berween. Hemos pasado
acción política suele ser causal y estar teleoló- también del mundo dicotómico al placer en la
gicamente definido; una muestra de ello es que confusión de las fronteras y a la responsabili-
para quienes practican la política de la identi- dad en su construcción (Haraway: 1996): la
A vueltas con el sujeto del feminismo 85

separación entre naturaleza y cultura, y con ella nes sobre los que abrir nuevas puertas. El dua-
la que distingue sexo y género, ha dejado de ser lismo naturaleza/cultura ha de reinterpretarse a
impermeable si el que alguna vez lo fue. La la luz de la constante producción social de lo
deconstrucción postmodema de Hutíer, ya sea natural y la naturalización del orden social.
en la vertiente textualista heredera de Derrida o Como resultado, sexo y género sólo pueden
en la del poder/saber foucaultiano, y el femi- interpretarse como construcciones «discursi-
nismo híbrido de Haraway son algunas de las vas» encamadas y mediadas de forma múltiple.
propuestas feministas que nos ofrecen los goz- Los nuevos tiempos así nos requiebran.

CRISIS DE LA MODERNIDAD Y POST-(NO-)MODERNIDAD

Naturaleza-Cultura
Producción social de lo natural y naturalización del orden social
Sexo-género:
Construcciones «discursivas» encarnadas y mediadas de forma múltiple

Deconstrucción Feminismo híbrido


postmodema Conocimiento situado
BUILER HARAWAY

4. Repaso de las bien se pone en cuestión el lugar ocupado por


esa categoría como parte del discurso norma-
«visualizaciones» tivo feminista. Eso nos lleva a preguntamos
feministas de la agencia quién es el sujeto al que el feminismo preten-

s
de liberar y, simultáneamente, si ya no hay
sujeto, quién es el agente de ese movimiento
«la Mujer» —o las mujeres—, co- de liberación. Si el género es básicamente
mo sujeto mftico de la historia, ha identificación, y si la identificación no es otra
quedado maltrecha como visuali- cosa que una fantasía dentro de otra fantasía
zación utópica del porvenir, de la actividad entonces «el género es precisamente la fanta-
prometeica, del progreso, de la liberación, otra sía que se escenifica por y mediante los estilos
fuente interesante para comprender el alcance corporales que constituyen las significaciones
de estos cambios y es revisar cuáles son las de manera encarnada» (Butíer, 1989:334).
nuevas visualizaciones de la «agencia». Desde esta perspectiva, prácticas tan critica-
Antes de empezar este recorrido por los tro- das como el amaneramiento de algunos gays y
pos del feminismo quiero detenerme un poco transexuales o las relaciones lésbicas butch-
en el planteamiento de Judit Butíer. Con el femme, con su imitación del género revelan la
término mujer nos referimos a una categoría estructura imitativa propia del género, y por
social pero también a un sentido del yo, a una tanto su contingencia (Butíer, 1989:338). Su
identidad subjetiva culturalmente construida o conclusión es que la noción de «parodia de
condicionada. El término «mujer», señala, no género» que defiende «no implica que haya un
es neutral, inocente ni universal; ha dejado original al que esas identidades paródicas imi-
fuera a algunas mujeres, por lo que o bien se tan». La radicalidad de su planteamiento es
amplía la categoría de forma que sea más que «la parodia se efectúa sobre la idea misma
inclusiva, esto es, se redefine por completo, o de un original» (Butíer, 1989:338). Sin embar-
86 Elena Casado Aparicio

go, parece omitir Butíer, esa parodia no se modifican unas a otras. Capitalismo, patriarca-
enmarca en un contexto neutro, sino en rela- do, colonialismo, heterosexismo etcétera
ciones complejas de dominación. Quizá esa generan sus propias categorizaciones sociales
sea la tragedia escondida tras ello. Tampoco en tanto que sistemas de dominación. Los
Butíer es inocente. sujetos se encuentran encasillados en una tupi-
Siguiendo algunas de las ideas de Latour, da red tejida por todas ellas. Cada dimensión
entre otros, sobre el poder de las representa- nos otorga una subjetividad significativa deter-
ciones, Braidotti escribe: minada, que puede matizar, reforzar, desdibu-
jar o entrar en conflicto con las subjetividades
Una figuración no es una metáfora sin que resultan de otro sistema de dominación.
mas, sino un mapa cognitivo políticamen- Así, soy mujer, blanca, europea, y así sucesi-
te informado que lee el presente en térmi- vamente. El sujeto queda, por tanto, dividido.
nos de la situación en que se está inserto. Sin embargo, esas fracturas del sujeto siguen
Basada en la teoría de la «política de la situándose entre identidades significativas
localización» de Adrienne Rich, se ha diferentes, no tanto en el seno de la identidad
redefmido a partir de las nociones postes- como tal. Se mantiene una cierta visión de uni-
tructuralistas de discurso —hasta llegar a la dad categorial, aunque matizada; un hibridis-
idea de «conocimientos situados de mo que parte de una cierta pureza, al menos
Donna Haraway— como genealogías cor- epistemológica, previa. Incluyo aquí las for-
poreizadas o responsabilidad encamada. mulaciones de «capitalismo patriarcal racial-
mente estructurado» de Bhavnani y Coulson,
Braidotti, 1997:6 el «feminismo del Tercer Mundo» de Moraga
y Smith ~ y las «clases político sexuales» de
Puesto que comparto las ideas que estan en Sofolius.
la base de la definición de Braidotti, considero Un segundo grupo, en esta clasificación gra-
que puede ser clarificador a la hora de abordar dual, es el de las visualizaciones viajeras o de
las nuevas conceptualizaciones en las teorías tránsito. El centro de atención es la idea de
feministas hacer un breve repaso sobre cuáles proceso, de tránsito, frente a visualizaciones
son algunas de sus representaciones o visuali- más esencialistas. La identidad, la subjetivi-
zaciones más interesantes. No es éste un dad, en definitiva, la agencia, es móvil y muta-
campo de interés exclusivo del feminismo, ble; se transforma continuamente en el tiempo
sino que, por el contrario, algunas de las visua- y en el espacio. Nuestra subjetividad siempre
lizaciones que recojo aquí se inscriben, de una está en proceso de construcción. Más aún en el
forma más general, bajo el epígrafe del paso de contexto de la globalización económica y de
la lógica de la identidad a la lógica de la dife- los procesos migratorios ~. Así, Lugones habla
rencia, de las fronteras extemas a las fronteras del «world traveller», del espíritu viajero, muy
internas como configuradoras de subjetivida- diferente al espíritu del turista. Clifford y Bau-
des e identidades colectivas. man optan por la imagen del peregrino40; Brai-
Podemos dividir el conjunto de estas visuali- dotti, por la «subjetividad nómada» ~ Ahora
zaciones en varias categorías: visualizaciones bien, inmediatamente surge una pregunta:
explícitamente multidimensionales, visualiza- ¿qué es lo que queda cuando viajamos? Intuyo
ciones viajeras o de tránsito, visualizaciones que la respuesta se sitúa en el marco de la
«fronterizas» y metáforas híbridas. Para com- narratividad, del recuerdo 42, de la continua
pletar este breve repaso, introduzco un conjun- reinscripción de la historia.
to de visualizaciones de órdenes diversos bajo Llegamos así al tercer grupo, el de las visua-
la categoría de juegos con afijos. lizaciones <fronterizas». No sólo «viajamos»
En el primer grupo, el de las visualizaciones atravesando fronteras, sino que la propia iden-
explícitamente multidimensionales, la idea tidad es un juego de fronteras móviles, pro-
fundamental es la simultaneidad, la conviven- ductoras de significados, poderes, estructuras.
cia, de diferentes mediaciones sociales en la Recordemos la cita de Donna Haraway al
formación de la agencia. Ya no hay «contra- comienzo de este artículo: somos responsables
dicción fundamental» junto a «contradicciones de las fronteras, es más, somos fronteras. Esta-
secundarias», sino que se entrecruzan, se mos continuamente reescribiendo nuestra his-
toria y como identidades basadas en la diferen- desde mi punto de vista, «el Otro Inapropia-
cia, lo hacemos desde los márgenes de los dis- do/Inapropiable» de Trinh Minh Ha, «el
cursos homogeneizadores. Hooks describe el mundo zurdo» de Anzaldúa y Moraga, «la
movimiento «de los márgenes hacia el centro», mestiza» de Anzaldúa y, por supuesto, el
en una formulación similar a Spivak cuando «cyborg» de Haraway, con su énfasis en el
habla del «desplazamiento del centro a los már- hibridismo, en la contradicción, en el oxímo-
genes» protagonizado por el «sujeto postcolo- ron, en el carácter productor de cuerpos y sig-
nial». Lorde lo identifica como «la casa de la nificados presente en las fronteras, frente a la
diferencia», con su «Sister Outsider». consideración del cuerpo de la mujer como
Por último, algunas autoras sacan el máxi- frontera ontológicamente intraspasable en las
mo partido a la fuerza de la metáfora como visualizaciones relativas a la morfología feme-
visualización compleja. Es la metáfora viva de nina de Irigaray.
Ricoeur, la metáfora creadora de Lakoff. Es el Quizá en este último grupo, aunque desde
hibridismo explícito, sugerente, polifónico, planteamientos epistemológicos bastante dife-
promiscuo. Está profundamente abierta a la rentes, y llevando el hibridismo a su extremo
reinterpretación constante. La pureza catego- como construcción puramente discursiva se
rial ha quedado definitivamente desterrada, y puedan incluir las «identidades como ficcio-
en su lugar queda la «conciencia opositiva» de nes» de Fuss y la formulación de «la política
Sandoval. Las más productivas y ricas son, paródica de la mascarada» de Butíer.

Visualizaciones explícitamente multidimensionales


Bhavnani y Coulson Capitalismo patriarcal racialmente estructurado
Moraga y Smith Feminismo del Tercer Mundo
Sofolius Clases político sexuales

Visualizaciones viajeras o de tránsito


Lugon es El espíritu viajero
Clifford y Bauman El peregrino
Braidotti Subjetividad nómada

Visualizaciones «fronterizas»
Hooks De los márgenes al centro
Spivak Sujeto postcolonial
Lorde La casa de la diferencia

Metáforas
Sandoval Conciencia opositiva
Trinb Minh Ha El Otro Inadecuado
Anzaldúa y Moraga El mundo zurdo
Anzaldúa La mestiza
Haraway Cyborg
Fuss Ficción
Butier Mascarada

‘Tbgab
En este repaso de las visualizaciones femi- género». Sexo, género, compromiso político y
nistas, hay toda una serie de conceptos que he opción sexual se entrecruzan para forjar nue-
agrupado bajo la categoría de «juegos con afi- vas imágenes. Así, por ejemplo, Walker habla
jos». Bajo ella aparecen concepciones de órde- de «mujerismo» —«womanism»— y denomina a
nes muy diversos, que, según mi criterio, no su agente «mujerista» —«womanist»—; para
pueden incluirse en ninguna de las categorías Wittig la «lesbiana» es el sujeto feminista
anteriores. En plena discusión sobre Moderni- postmujer —«post-woman feminist subject»—;
dad versus Postmodemidad, surgen conceptos mientras que, para de Lauretis, se trata de un
como sociedad postindustrial, postcolonialis- «sujeto excéntnco», esto es, el «sujeto mujer
mo, transmodernidad, tardomodernidad, etcé- del feminismo». En este mismo grupo pode-
tera. A ello se une el cuestionamiento, cada mos incluir la propuesta de Rodríguez-Magdá
vez más profundo, desde el feminismo —favo- de un sujeto transmoderno capaz de asumir la
recido por la fuerza de los movimientos de cultura postmodema pero rescatando la posibi-
gays, lesbianas y transexuales— de la división lidad operativa, emancipatoria y crítica del
cartesiana explicitada en el «sistema sexo/ sujeto femenino.

Juegos con afijos


Walker Mujerista
Wittig Lesbiana (sujeto feminista postmujer)
De Lauretis Sujeto excéntrico o sujeto mujer del feminismo
Rodríguez-Magdá Sujeto transmodemo

2 Mucho se ha escrito sobre la compleja relación


Donna Haraway hace referencia al nombre
del grupo de afinidad de su ciudad: Fisión entre feminismo e Ilustración desde enfoques diferentes.
Imposible (Haraway, 1996). Un nombre que Ver, por ejemplo, Amorós, 1994; Benhabib y Comella,
1990; Heller, 1986.
nos trae inevitablemente a la memoria la Es el caso de Z. Eisenstein, 5. Rowbotham o 14.
taquillera película Misión Imposible. Fisión Hartmann, entre otras; si bien la influencia de esta
totalizante imposible para la misión imposi- corriente sobrepasa las fronteras entre quienes se identifi-
ble de ser testigos o agentes modestos. Eso si, can con el marxismo y quienes lo critican abiertamente.
Recordemos, por ejemplo, a K. Millet, 5. Firestone
en un mundo que, como ella misma dice, o C. Delphy.
necesita más que nunca de nuestra polifonía Las feministas radicales consideran que la familia
rebelde. Una rebeldía cyborg que nos com- es el núcleo fundamental de la opresión de género que,
promete de forma consciente, responsable, además, se ve como la opresión que es la raíz de todas
perversa e irónica. las demás, incluida la de clase. De ahí su carácter «radi-
cal». La relación entre sistema capitalista y sistema
patriarcal es más compleja en el caso de las feministas
marxistas, que, si bien revisaron críticamente algunos
NOTAS aspectos de los planteamientos marxistas, no compartie-
ron la jerarquía establecida por las radicales.
Cuando hablo de sujeto en los discursos feministas 6 Podemos destacar entre sus representantes a A.

me refiero tanto al sujeto polftico como al sujeto episte- Dworkin. K. Barry o parte, cuando menos, del trabajo de
mológico. Ya Latour, a partir de una comparación entre A. Rich.
Boyle y Hobbes, plantea que la lógica de la representa- Este es desde entonces uno de los centros de aten-
ción que subyace al discurso de la ciencia y al de la polí- ción de parte del feminismo francés: L. lrigaray, A.
tica es similar (Latour, 1993). Sin embargo, aquí me Leclerc o 1-1. Cixous.
referiré específicamente al sujeto político en tanto que N. Chodorow, C. Gilligan y toda la corriente psico-
sujeto de la praxis del movimiento de mujeres. Para una analítica de Jas relaciones objetales.
visión específica de esta discusión en el terreno episte- Por una parte, Luisa Muraro y las mujeres agluti-
mológico, ver el artículo de Amparo Gómez Rodríguez nadas en tomo a la Librería de Milán y, por otra, Julia
en este mismo volumen. Kristeva. Un buen resumen de estas posiciones puede

~2bE5Sb
encontrarse en un libro que ya en su título nos da un 24 La «opción sexual» contribuye sin duda alguna a

excelente resumen de su propuesta: Nombrar el mundo deconstruir la relación significante sexo-género, puesto
en femenino (Rivera Carretas, 1994). que la reproducción se desliga en sus prácticas discursi-
lO Una de sus críticas al feminismo de la igualdad vas tanto del sexo como del género, al tiempo que la
será precisamente que éstas se someten a la ontología supuesta complementariedad de los sexos queda puesta
masculina. en cuestión.
Emparentada, evidentemente, con la lógica dualis- 25 La fragmentación interna del yo a manos del deseo
ta cartesiana, con la tradición judeo-cristiana y con los en el psicoanálisis no es ajena a todo ello.
planteamientos platónicos. 26 Paradójica porque el movimiento de mujeres parte
2 Quizá esto explique en parte la gran acogida de del cuestionamiento del supuesto universalismo del suje-
estos planteamientos en el terreno de la «arqueología»: to moderno y en su lucha construye un nuevo sujeto pre-
recuperar el papel de las mujeres ya sea en la historia de tendidamente universal ajeno a la diferencia.
la ciencia, en la antropología, en la literatura, en la histo- 27 También Fuss señala como el lema «lo personal es
riografla, etcétera. político’> tuvo efectos contradictorios, pues si bien con-
13 Esta homogeneización aparece también hoy en los tribuyó a romper la dicotomía público/privado, también
enfoques multiculturalisías más simplistas empujó en una dirección que vaciaba o difuminaba el
14 Utilizo el concepto de inscripción en el sentido que contenido de la acción política en sentido tradicional
lo propone Latour (Latour, 1986). (Fuss, 1989).
‘~ Este proceso de creación de sentido merecería 28 Harding señala que debemos tener en cuenta la dis-
mayor atención. Se trata de un proceso paradójico, pues- tinción entre las, al menos, dos acepciones fundamenta-
to que son los «monstruos», los «híbridos», quienes les de «diferencia»: 1) diferencia como diversidad, como
curiosamente contribuyen a teorizar las fronteras entre variación cultural, y 2) diferencia como sustento de rela-
los sexos-géneros. La paradoja es aán mayor, puesto que clones de dominación (Harding, 1989).
serán precisamente los grupos de transexuales, entre 29 Otra fonna de plantearse el debate entre las con-
otros, quienes se presenten más tarde como metáfora de cepciones de género presentes en el feminismo de la
la necesaria deconstrucción de esas mismas fronteras que igualdad, la práctica de la diferencia y los plantearnien-
contribuyeron a crear. Para una lectura del potencial de tos postmodemos es considerar, como hace Di Stefano,
los «monstruos», ver el artículo de Donna Haraway en que ha habido tres formas estratégicas fundamentales de
este volumen. abordar la relación entre el feminismo occidental
6 Pero, como se preguntaran más tarde Haraway y contemporáneo y el legado ilustrado del racionalismo
muchas feministas negras a raíz del planteamiento de humanista: racionalismo feminista, anti-racionalismo
Rubin, «¿qué ocurre con este enfoque cuando las mujeres femenino y post-racionalismo (post-humanismo, post-
no se encuentran en posiciones similares en la institución modenismo) feminista. El primero utiliza una mínima
del parentesco? En particular, ¿qué ocurre con la idea de noción de diferencia de género y considera al sexismo
género si grupos enteros de mujeres y de hombres están una práctica irracional. El anti-racionalismo feminista
situados fuera de la institución del parentesco, pero rela- mantiene una versión más fuerte de la diferencia de
cionados con el sistema de parentesco de otro grupo domi- género, intenta revalorizar la experiencia femenina y
nante?» (Haraway, 1996: 244). Damos, así, con otra de las cuestiona la definición masculina de lo «racional». El
fuentes fundamentales en la deconstrucción del sujeto post-racionalismo feminista rechaza los dos anteriores y
feminista. Para un magnífico repaso general de la genea- defiende la ruptura con el paradigma racionalista; presta
logia del concepto de género, ver Haraway, 1996: cap. y. más atención a la diferencia de género que el primero
“ Uno de los efectos curiosos de esto es la recurren- pero no la sustancializa como el segundo (Di Stefano,
te identificación entre los estudios de género y los estu- 1989).
dios de mujeres, como si los hombres estuvieran al mar- 30 A veces parece darse por supuesto que el objetivis-
gen de esa mediación. mo tiene que ver con los hechos y el relativismo con los
‘~ Explícitamente enunciada por el psicoanálisis. valores. Esta quizá sea una de las fuentes de confusión en
“ Podemos encontrar numerosos ejemplos de ello. algunos debates feministas.
Literatura (universal, del Siglo de Oro...) frente a litera- SI Ni siquiera el construccionismo puede serlo. Así,

tura de mujeres —calificación ante la que se rebelan algu- por ejemplo, para Wittig no hay nada que preexista a la
nas escritoras—. Prensa frente a prensa femenina, al tiem- sociabilidad; todo está socialmente construido. Pero,
po que convive con prensa deportiva o «del motor», atención, puesto que la diferencia es también un cons-
definidas por la temática específica y no por el sexo tructo social (producto de la heterosexualidad como
supuestamente mayoritario de sus lectores... norma). Para un análisis pormenorizado de esta cuestión,
20 Algunas muestras de esto cabe encontrarlas en ver Fuss, 1989.
algunos argumentos utilizados en los debates sobre por- 32 Este matiz está también presente en el sustantivo
nografía, prostitución o fantasías sexuales tanto en Esta- castellano «agencia»; pensemos en las agencias de via-
dos Unidos como en nuestro pats. jes, o en las agencias matrimoniales, por ejemplo.
21 Ver, por ejemplo, VV.AA. «El frual del Patriarca- ~ Me parece tremendamente productivo el concepto
do», El Viejo Topo, n. 96, Mayo, 1996. de habitar como posible camino de deconstrucción de la
22 Este es uno de los argumentos clave de las pensa- diferencia castellana ser/estar. Además de sus ecos hei-
doras vinculadas a la Librería de Mujeres de Milán. deggerianos, «habitar’> y «hábito» comparten una misma
23 Esta es también, por ejemplo, una de las críticas raíz etimológica, que nos transporta al habitus de Bour-
fundamentales de Flax a las teóricas psicoanalíticas de dieu, el hábito de Peirce, el hábito que subyace a la
las relaciones objetales (Flax, 1995). mimesis o a las formas narrativas de un determinado cro-
notopo. Una estupenda aproximación a estas cuestiones ANZALDUA, 0. (1990), Haciendo caras/Making Face,
se encuentra en García Selgas, 1994 y 1996, a quien Making Soul: Creative and Critical Perspectives by
agradezco sinceramente sus comentarios a las primeras Women of Color. San Francisco, Aunt Lute.
versiones de este artículo. AMORÓS, C. (1994), Historia de la teoría feminista.
~ Rodríguez Magdá (1994) «Por unfeminismo trans- Madrid, Comunidad de Madrid.
moderno’>, en Jornadas Feministas 1993, Madrid: Fede- BENHABIB, 5. (ed.) (1996) Teoría Crítica Feminista.
ración de Organizaciones Feministas del Estado Español, Valencia, Alfons el Magnánim.
p. 305. También se puede hacer referencia a Collin, que, BENLIABIE, 5.; CORNELLA, L. (1990), Teoría feminista y
con la clara influencia de Mead, plantea yo (le) soy una teoría crítica. Valencia, Generalitat Valenciana.
mujer, pero yo (moi) no soy una mujer (Collin, 1994). BLOCH, M. (1988), Introducción a la Historia. Madrid,
“ A este respecto, sirva de ejemplo el primer volu- PCE.
men de la Historia de la Sexualidad de Foucault (Fou- Bozno, S. (1989), «Feminism, Postmodemisni and Gen-
cault, 1977). der-Scepticism», en Nicholson, L. (1989).
36 Para profundizar en esta cuestión ver el magnífico BRAH, A. (1993), «Re-framing Europe: En-gendered
artículo de J. Arditi sobre políticas de identidad en este racisms, ethnicities and nationalisms in contemporary
volumen. Westem Europe», en FeministReview, n. 45.
“ Que el «sexo’> no puede considerarse puramente BRArnorrI, R. (1994), Nomadic Subjects: Embodiment
objetivo, biológico, factual, lo demuestran los ejemplos ansi Sexual Diferente in Contemporary Feminist
de atribución sexual a bebés cuya anatomía es confusa, en Theory. Nueva York, Columbia.
los que, ya en la sala de partos, se determina la malfor- BRAtDorn, R. (1997), «Difference, Diversity and Noma-
mación y se interviene de forma consecuente con el diag- dic Subjectivity», conferencia leída en NotsE Summer
nóstico efectuado (ver, por ejemplo, Foucault, 1985). School, Dortmund, Agosto-1997.
Tampoco la cadena XX y XY, considerada un inscriptor BRUNER, J. (1991), Actos de significado. Madrid, Alian-
fundamental de la identidad sexual, es ajena a la cons- za Editorial.
trucción, como hemos podido ver sobre todo a raíz de los BIJTLER, J. (1989), «Gender Trouble, Feminist Theory,
casos de deportistas que no presentaban el XX o XY aud Psychoanalytic Discourse», en Nicholson, L.
supuestamente correcto. Ver Laqueur, 1994; Tiefer, 1996. (1989).
38 Hay que señalar que el término «feminismo del
— (1990), Gender Trouble: Feminism and Subversion of
Tercer Mundo» incluye también, en algunas autoras, las Identi¡y. Londres, Routledge.
prácticas discursivas de mujeres feministas de color — (1996), «Variaciones sobre sexo y género. Beauvon,
(negras, latinas, etc.) residentes en EEUU. Wittig y Foucault», en Benhabib, S. (1996).
“ No en vano, uno de los campos de investigación
COLLIN, F. (1994), «Praxis de la diferencia de los sexos»,
más productivos hoy es precisamente el proceso de
en Jornadas Feministas 1993, Madrid: Federación de
transformación de la identidad de las mujeres transmí- Organizaciones Feministas del Estado Español.
grantes. Di STEFANO, C. (1989), «Dilemmas of Difference: Femt-
40 En este caso concreto, podemos preguntamos cuál
nism, Modemity, and Postmodemism”, en Nicholson,
es el móvil del peregrino, puesto que peregrinar se reía-
ciona o bien con una fuerte acencia o promesa o bien L. (1989).
con un vagar forzoso. EAOLErON, M. (1996), Working with Feminist Criticism.
Londres, Blackwell.
“ Este gn¡po de visualizaciones, quizá uno de los
más productivos, ha recibido la crítica, por ejemplo, de ECHOL5, A. (1989), «El ello domado: la política sexual
Probyn, que no distingue entre el nómada y el turista. Lo feminista entre 1968-83”, en Vance, C.S. (comp)
que caracteriza a ambos, dice, es el mero hecho de (1989), Placer y peligro. Explorando la sexualidad
femenina. Madrid, Revolución.
«pasar», sin nnplicarse ni comprometerse con el «mapa»
por el que circula. Además, señala, el planteamiento de FLAX, .1. (1983), «Political Philosophy aud dic Patriarcal
la subjetividad nómada, esto es, del turista según su equi- Unconscious: A Psychoanalytic Peispective on Epis-
paración, peca de etnocentrismo, puesto que es una prác- temology and Metaphysics», en Harding, S. and Hin-
tica de individuos y colectivos particulares no universa- tifla, M. (1983),DiscoveringReality:FeministPers-
lizable (Probyn, 1989). En términos generales no pectives on Epistemology, Metaphysics, Methodology
comparto su crítica, en tanto en cuanto considero que hay and Philosophy of Science. Dordrecht, Reidel.
— (1989), «Postmodemism and Gender Relations m
diferencias importantes entre el «turismo» y el «noma-
dismo,>, práctica esta última que difícilmente puede con- Feminist Theory”, en Nicholson, L. (1989).
siderarse monopolio del llamado primer mundo. —(1995), Psicoanólisis y feminismo Pensamientos
42 La referencia obligada es Walter Benjamin. También
fragmentarios. Madrid, Cátedra-Femtmsmos.
cabe aquí el conocido oxímoron de Gertrude Stein «qué FoucÁuLt, M. (1970) La arqueología del saber. Madrid,
maravilloso es tener raíces si puedes llevarlas contigo». Siglo XXI.
— (1973), El orden del discurso. Barcelona, Tusquets.

— (1977), Historia de la sexualidad 1. Madrid, Siglo


)(XL
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