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EL DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS (1997)
El Concilio Vaticano II expresó así estas tareas: «La formación catequética ilumina y robustece la fe,
alimenta la vida según el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y activa participación del misterio
litúrgico y alienta a la acción apostólica ».(GE 4; Cf RICA 19; CIC 788,2.) 48
Tareas fundamentales de la catequesis
85. Las tareas fundamentales de la catequesis son:
- Propiciar el conocimiento de la fe
El que se ha encontrado con Cristo desea conocerle lo más posible y conocer el designio del Padre que él
reveló. El conocimiento de los contenidos de la fe (fides quae) viene pedido por la adhesión a la fe (fides
qua). (Cf DCG (1971) 36a.) Ya en el orden humano, el amor a una persona lleva a conocerla cada vez más.
La catequesis debe conducir, por tanto, a «la comprensión paulatina de toda la verdad del designio
divino», (DCG (1971) 24.) introduciendo a los discípulos de Jesucristo en el conocimiento de la Tradición y
de la Escritura, que es la «ciencia eminente de Cristo» (Flp 3,8). (DV 25a.) Este profundizar en el
conocimiento de la fe ilumina cristianamente la existencia humana alimenta la vida de fe y capacita
también para dar razón de ella en el mundo. La «entrega del Símbolo», compendio de la Escritura y de la
fe de la Iglesia, expresa la realización de esta tarea.
- La educación litúrgica
En efecto, «Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica». (SC 7.) La
comunión con Jesucristo conduce a celebrar su presencia salvífica en los sacramentos y, particularmente,
en la Eucaristía. La Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles cristianos a aquella
participación plena, consciente y activa que exige la naturaleza de la liturgia misma y la dignidad de su
sacerdocio bautismal. (Cf SC 14.) Para ello, la catequesis, además de propiciar el conocimiento del
significado de la liturgia y de los sacramentos, ha de educar a los discípulos de Jesucristo «para la
oración, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada, el sentido comunitario, la captación recta
del significado de los símbolos... »; (DCG (1971) 25b.) ya que todo ello es necesario para que exista una
verdadera vida litúrgica.
- La formación moral
La conversión a Jesucristo implica caminar en su seguimiento. La catequesis debe, por tanto, inculcar en
los discípulos las actitudes propias del Maestro. Los discípulos emprenden, así, un camino de
transformación interior en el que, participando del misterio pascual del Señor, «pasan del hombre viejo al
hombre nuevo en Cristo». (AG 13.) El sermón del Monte, en el que Jesús, asumiendo el decálogo, le
imprime el espíritu de las bienaventuranzas, (Cf LC 62; CEC 1965-1986. El Catecismo de la Iglesia Católica precisa
con detalle las características que la catequesis debe asumir en esta formación moral (n. 1697) es una referencia
indispensable en esta formación moral, hoy tan necesaria. La evangelización, «que comporta el anuncio y
la propuesta moral»,(VS 107.) difunde toda su fuerza interpeladora cuando, junto a la palabra anunciada,
sabe ofrecer también la palabra vivida. Este testimonio moral, al que prepare la catequesis, ha de saber
mostrar las consecuencias sociales de las exigencies evangélicas. (Cf CT 29f.)
- Enseñar a orar
La comunión con Jesucristo lleva a los discípulos a asumir el carácter orante y contemplativo que tuvo el
Maestro. Aprender a orar con Jesús es orar con los mismos sentimientos con que se dirigía al Padre:
adoración, alabanza, acción de gracias, confianza filial, súplica, admiración por su gloria. Estos
sentimientos quedan reflejados en el Padre Nuestro, la oración que Jesús enseñó a sus discípulos y que
es modelo de toda oración cristiana. La «entrega del Padre Nuestro», (RICA 25 y 188-191.) resumen de todo
el Evangelio, (Cf CEC 2761.) es, por ello, verdadera expresión de la realización de esta tarea. Cuando la
catequesis está penetrada por un clima de oración, el aprendizaje de la vida cristiana cobra toda su
profundidad. Este clima se hace particularmente necesario cuando los catecúmenos y los catequizandos
se enfrentan a los aspectos más exigentes del Evangelio y se sienten débiles, o cuando descubren -
maravillados- la acción de Dios en sus vidas.
Tarea prioritaria
15. La segunda lección se refiere al lugar mismo de la catequesis en los proyectos pastorales de la Iglesia.
Cuanto más capaz sea, a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis --por encima de otras
obras e iniciativas cuyos resultados podrían ser más espectaculares--, tanto más la Iglesia encontrará en la
catequesis una consolidación de su vida interna como comunidad de creyentes y de su actividad externa
como misionera. En este final del siglo XX, Dios y los acontecimientos, que son otras tantas llamadas de su
parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción catequética como en una tarea absolutamente
primordial de su misión. Es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores recursos en hombres y en
energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales, para organizarla mejor y formar personal
capacitado. En ello no hay un mero cálculo humano, sino una actitud de fe. Y una actitud de fe se dirige
siempre a la fidelidad a Dios, que nunca deja de responder.
LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
“EL ANUNCIO DEL EVANGELIO” (1975)
La catequesis
44. A propósito de la evangelización, un medio que no se puede descuidar es la enseñanza catequética.
La inteligencia, sobre todo tratándose de niños y adolescentes, necesita aprender mediante una
enseñanza religiosa sistemática los datos fundamentales, el contenido vivo de la verdad que Dios ha
querido transmitirnos y que la Iglesia ha procurado expresar de manera cada vez más perfecta a lo
largo de la historia. A nadie se le ocurrirá poner en duda que esta enseñanza se ha de impartir con el
objeto de educar las costumbres, no de estacionarse en un plano meramente intelectual. Con toda
seguridad, el esfuerzo de evangelización será grandemente provechoso, a nivel de la enseñanza
catequética dada en la iglesia, en las escuelas donde sea posible o en todo caso en los hogares
cristianos, si los catequistas disponen de textos apropiados, puestos al día sabia y competentemente,
bajo la autoridad de los obispos. Los métodos deberán ser adaptados a la edad, a la cultura, a la
capacidad de las personas, tratando de fijar siempre en la memoria, la inteligencia y el corazón, las
verdades esenciales que deberán impregnar la vida entera. Ante todo, es menester preparar buenos
catequistas -catequistas parroquiales, instructores, padres- deseosos de perfeccionarse en este arte
superior, indispensable y exigente que es la enseñanza religiosa. Por lo demás, sin necesidad de
descuidar de ninguna manera la formación de los niños, se viene observando que las condiciones
actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética bajo la modalidad de un catecumenado
para un gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren poco a poco la figura
de Cristo y sienten la necesidad de entregarse a Él.