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Revista Culturas Psi/Psy Cultures

Buenos Aires, septiembre 2016, Nº7, 167-174


ISSN 2313-965X, culturaspsi.org

Nathalie Jaudel, La leyenda negra de Jacques Lacan. Élisabeth Roudinesco y su método


histórico. (Buenos Aires: Grama ediciones, 2016), pp. 334.
Mariano Ben Plotkin(*)

* CIS/IDES-CONICET/Universidad Nacional de Tres de Febrero


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¿Resulta necesario hoy en día escribir un libro de más de trecientas páginas para criticar
otro de 800 sobre la vida de Jacques Lacan, publicado este último hace más de dos décadas? La
psicoanalista francesa, miembro de École de la cause freudienne, Nathalie Jaudel considera que sí,
y realiza una lectura crítica de la ya clásica biografía de Lacan escrita por Élisabeth Roudinesco
(1994). El libro reseñado parte de una hipótesis bastante básica: Roudinesco, a pesar de su
autoproclamada objetividad, en realidad tomó partido por algunos seguidores de Lacan en contra de
otros; en particular, en contra del yerno del biografiado, Jacques Alain Miller, y sus aliados. Sin
embargo, y a pesar de la banalidad de este punto de partida, el texto de Jaudel plantea una serie de
interrogantes más profundos que trascienden largamente los vericuetos de las “internas” lacanianas
francesas. En efecto, el libro de Jaudel cuestiona la posibilidad misma de la biografía como género.
En términos generales, las críticas que Jaudel formula a Lacan y a su autora pueden
dividirse en dos grandes grupos: aquellas que cuestionan la imagen que Roudinesco construye de
su biografiado, por un lado; y aquellas que se vinculan a cuestiones más metodológicas, y que
considero más relevantes, por el otro. Respecto de lo primero, Jaudel critica a Roudinesco porque
esta autora proyecta una imagen degradada de Lacan –no “ama” suficientemente a Lacan– y, sobre
todo, por sus enemistades con el yerno de su biografiado. Roudinesco atribuiría a Lacan
sentimientos y ambiciones que, según el criterio de Jaudel, están erradas –o más bien son
impensables–, en particular en lo que se refiere a la supuesta avaricia y ambición monetaria del
psicoanalista francés. Por otro lado, Roudinesco habría dejado de tomar en serio el pensamiento de
su biografiado a partir del momento en que Lacan conoció a Miller, en 1964. Luego de este
encuentro, Jaudel sostiene que Roudinesco considera a Lacan como un mero títere de su yerno.
Esto llevaría a Roudinesco, siempre en opinión de su crítica, a desdeñar y despreciar los desarrollos
intelectuales tardíos de su biografiado, los cuales serían solo considerados como desvaríos de un
anciano cada vez más loco y senil. En la mirada de Jaudel, la biografía escrita por Roudinesco sería
el resultado de la transferencia negativa de la autora con Lacan y con Miller.
En lo que respecta a cuestiones más metodológicas, uno de los problemas centrales que
encuentra Jaudel es que Roudinesco no admite la singularidad absoluta de Lacan. En este sentido,
la autora de la biografía habría descuidado el carácter radicalmente rupturista del pensamiento del
psicoanalista al intentar insertarlo dentro de una genealogía intelectual, en vez de focalizar en lo

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extraordinario de su pensamiento. Con esta crítica, Jaudel plantea, en realidad, un problema mucho
más general que tiene que ver con la historia misma de la disciplina inventada por Freud. El
psicoanálisis, como cualquier otro sistema de pensamiento y creencias ha generado sus propios
mitos de origen. Uno de los más fuertes, y tal vez el más atacado por la historiografía reciente, es el
que considera el origen del psicoanálisis como el resultado de una mente genial funcionando en el
vacío, en una situación de aislamiento y careciendo de padres intelectuales. Comenzando por el
mismo Freud, la mayoría de aquellos que desde dentro del psicoanálisis intentaron escribir su
historia han construido para el pensamiento freudiano (y lacaniano) una suerte de “genealogía vacía”
que solo comenzó a cuestionarse en las últimas décadas. El propio Freud, al igual que sus
discípulos más cercanos, reconocieron explícitamente que esta mirada de la historia constituía un
arma para dirimir conflictos internos al incipiente movimiento psicoanalítico. Por algún motivo el
psicoanálisis, disciplina esencialmente histórica, ha tenido siempre problemas para historizarse a sí
mismo.
Pero si uno de los objetivos de la historia como disciplina consiste precisamente en
desmontar mitos, reconstruir una genealogía negada (¿reprimida?) constituye parte de esta tarea.
Roudinesco construye una genealogía para el pensamiento de Lacan que puede ser debatible, pero
el hecho mismo de intentarlo no debiera ser objeto de una crítica como la que formula Jaudel.
Construir una genealogía para el pensamiento de Lacan no implica negarle originalidad, sino
ubicarlo en su lugar justo. En este sentido, creo que Jaudel va por un camino errado cuando
caracteriza las genealogías intelectuales como “chapuzas confeccionadas para dar la ilusión de que
las etapas del pensamiento se engendran unas a otras” (P. 286).
Por otra parte, Jaudel critica a Roudinesco por su utilización de las fuentes. A juicio de la
autora de La leyenda negra, Roudinesco habría utilizado sus fuentes de manera sesgada tanto en lo
que se refiere al método como en lo vinculado a la selección que realizó de las mismas. Según
Jaudel, Roudinesco habría entrevistado solamente a quienes son “enemigos de Lacan” y, sobre
todo, evitó entrevistar a personas cercanas al mismo (p. 60). Esto plantea una serie de cuestiones
sobre el estatuto de las fuentes históricas y, sobre todo, de las fuentes orales en las que en buena
medida se basa el libro de Roudinesco. Jaudel desconfía de las fuentes orales y, en particular, de
las que trabajó Roudinesco, y de lo que Roudinesco hizo con esas fuentes.

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Como ocurre casi siempre que se intenta biografiar a un sujeto contemporáneo que,
además, como parece ser el caso de Lacan, o bien no dejó archivo, o bien el mismo resulta
inaccesible para el investigador, las fuentes orales, entrevistas, grabaciones ocupan un lugar
fundamental. Ahora bien, ocurre que todos los archivos (incluyendo los orales) presentan problemas,
algunos de ellos señalados acertadamente por Jaudel. Pero también ocurre que sin archivo no hay
historia posible. Los archivos constituyen la esencia del trabajo del historiador, aunque la historia no
está en los archivos, sino entre los archivos (Debussy decía que la música no se encontraba en las
notas, sino entre las notas). Por mejor organizados que estén (o tal vez con más razón cuanto mejor
organizados se encuentren), en realidad, los archivos son mediaciones. Alguien los armó, alguien
seleccionó la documentación, alguien la ordenó; en otras palabras, alguien organizó la memoria para
nosotros. En este sentido, hay que ser cautos y no creer en la literalidad del documento y del
archivo, de la misma manera en que un psicoanalista no cree en la literalidad de los sueños
narrados por el paciente. Los archivos, sean escritos u orales, son siempre repositorios de memoria
que alguien (el historiador) tiene que convertir en historia.
Las fuentes orales son tan creíbles o tan poco creíbles como cualquier otro tipo de fuentes, y
hay que someterlas a los mismos criterios de análisis críticos. Las fuentes orales pueden
proporcionar materiales de una enorme riqueza siempre que se les formulen las preguntas
adecuadas. Olvidos, silencios, gestualidades pueden resultar tan importantes como los recuerdos y
las palabras. Es evidente, como señala Jaudel, que el testimonio oral es contemporáneo al
historiador y no al acontecimiento. Se podría argumentar que, además, suele estar atravesado por
diversas capas de memoria. Sin embargo, en este sentido las fuentes orales no son muy distintas de
las escritas que también son analizadas con preguntas y categorías analíticas que no fueron las
mismas de su contexto de producción ¿Resulta acaso lo mismo examinar un censo del año 1890
hoy día que haberlo hecho en 1890?
Jaudel también cuestiona la selección de fuentes orales de Roudinesco, insistiendo, como
se dijo, en que no entrevistó a personas cercanas a Lacan. Cuesta entender lo que Jaudel
caracteriza como “cercanía”, puesto que Roudinesco entrevistó a alumnos, a la amante y al hermano
de Lacan, entre otros. Incidentalmente Jaudel se refiere a Marc-François Lacan como un “monje de
entre 78 y 82 años de edad” apenas mencionando que se trataba del hermano del psicoanalista.
¿No son estas personas cercanas al maestro? Evidentemente no lo son para Jaudel, puesto que ella

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hubiera preferido que las entrevistas se limitaran a aquellos que “aman a Lacan”, al menos tanto
como lo hace ella.
Otro punto que presenta Jaudel a lo largo del libro es el cuestionamiento a la posibilidad
misma de escribir una biografía. Lo curioso es que lo hace a partir de su interpretación de un texto
de Pierre Bourdieu (1994). Señala Jaudel: “Al igual que Bourdieu, el psicoanálisis no cree que la
ficción de la intención unitaria pueda sobrepasar la fragmentación de lo real” (P. 180). El problema
consiste en que, en el texto citado, si bien es cierto que el sociólogo cuestiona la posibilidad de la
biografía como género, lo hace por los motivos exactamente opuestos a los que esgrime Jaudel.
Mientras esta última critica a Roudinesco por no considerar suficientemente la especificidad
irreductible de Lacan, Bourdieu cuestiona la práctica biográfica precisamente porque encuentra que
todas las historias (incluidas las “historias de vida”) están insertas en un entramado de mecanismos
sociales que se definen por la lucha por la acumulación de capital simbólico. En efecto, señala
Bourdieu, “intentar comprender una vida como una serie única y autosuficiente de eventos sucesivos
sin otra vinculación que la asociación a un „sujeto‟… es casi tan absurdo como intentar darle sentido
a un trayecto en el metro sin tomar en cuenta la estructura de la red”. Y es, precisamente, la
“estructura de la red” lo que Jaudel considera irrelevante para comprender el pensamiento del
maestro. La individualidad es lo que se desvanece del análisis del sociólogo. Nada, ni siquiera la
propia sociología ‒y mucho menos el psicoanálisis al que dedica páginas jugosas en otros textos‒
estaría por “fuera del juego de lo social”. Sospecho que no es ahí adonde apunta Jaudel
La escritura biográfica es posible –y hay excelentes ejemplos para demostrarlo‒, siempre
que se tomen ciertos recaudos importantes. En primer lugar, se trata de no asumir la “unidad del
sujeto”. Es necesario tomar en cuenta no solamente la pluralidad de identidades que definen a cada
ser humano (incluyendo a Lacan), sino también la historicidad de las mismas. El sentido atribuido a
una vida en una biografía está siempre abierto a cuestionamientos y reinterpretaciones ulteriores.
Una biografía de Lacan escrita hoy en día debería, sin duda, incluir como sus objetos (y no solo
como fuentes) la biografía de Roudinesco y también el libro de Jaudel.
Jaudel acusa a Roudinesco de haber involucrado su propia subjetividad en la escritura
biográfica. En un nivel muy básico, la crítica es válida, pero cabría preguntarse si es posible escribir
una biografía sin involucrar la propia subjetividad del biógrafo. Desde la propia elección del sujeto,
hasta el hecho mismo de que escribir sobre alguien implica una “convivencia” de años (y bastante

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íntima) con el biografiado, el biógrafo se involucra necesariamente con el sujeto. Sin embargo (y
pienso que a esto apunta Jaudel en su crítica), tanto en la biografía como en cualquier producción
historiográfica resulta necesario mantener una distancia crítica respecto del objeto/sujeto. Y es
precisamente por esto que considero que Jaudel sería una biógrafa de Lacan al menos tan
deficiente como ella opina que lo es Roudinesco.
Jaudel también critica a Roudinesco por estar demasiado “presente” en el texto. Sin
embargo, Jaudel misma somete al texto de su criticada a un nivel de manipulación (al menos en la
edición en español) que atenta contra todas las normas de la etiqueta académica y, yo agregaría, de
la honestidad intelectual. En efecto, Jaudel cita “textualmente” fragmentos del libro de Roudinesco,
pero introduciendo elipsis, itálicas, e incluso cambiando algunas palabras, sin aclarar si estas
omisiones o énfasis son de ella o si se encuentran en el texto original (¡casi siempre son de Jaudel!).
A pesar de lo dicho hasta aquí, Jaudel parece mantener una concepción muy clásica del
género biográfico, casi en términos de “vidas ejemplares”. Su “héroe” (Lacan) debe mantenerse
“heroico” durante toda su vida. Que Lacan resulte avaro o haya estado obsesionado por el dinero
como pareciera sugerir Roudinesco le resulta a Jaudel no solo falso, sino impensable. Sin embargo,
ocurre que, como señalara Michel de Certeau (a quien Jaudel cita abundantemente), el que escribe
una biografía se sustenta sobre la sangre del biografiado, pero también le construye una tumba, esto
es, le asigna un sitio entre los muertos. Esto es lo que parece no haber entendido Roudinesco
(según Jaudel) ni Jaudel al intentar ambas utilizar la historia (y la biografía de Lacan) para dirimir sus
propios problemas contemporáneos.
Por otro lado, Jaudel insiste en que no se conoce mejor la obra de un pensador conociendo
su vida. Esto es sorprendente viniendo de una psicoanalista. ¿Realmente considera la autora que
desde el psicoanálisis se puede sostener que la obra es independiente de la vida? ¿O esto solo se
aplicaría al caso de Lacan? La obra de un intelectual no deriva de manera directa, pero tampoco
puede considerarse como completamente independiente, del contexto en que se escribe. No se trata
solamente de intentar rellenar los huecos de información sobre la vida del biografiado con alusiones
al contexto (aunque esto también se hace en una biografía, y es legítimo), sino de entender las
múltiples relaciones que existen entre texto y contexto. El texto existe en un contexto dado al que a
su vez contribuye a constituir. Por otro lado, la producción de textos está vinculada al contexto
porque dicha producción se lleva a cabo en un universo epistémico que demarca los límites de lo

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pensable y lo decible en un momento y en un lugar dados. ¿Sería acaso posible pensar en Lacan
surgiendo por fuera del contexto francés de la segunda posguerra? Lo dudo, francamente.
Pero, además, existen otros motivos para escribir una biografía, motivos que no tienen que
ver necesariamente con explicar una obra ni el origen de un sistema de ideas. La escritura biográfica
también proporciona una vía de entrada única para entender aspectos de la cultura y sociedad
(¿contexto?) dentro de las cuales se movió el biografiado. Lucien Febvre, de quien Jaudel cita su
biografía de Lutero, escribió otra sobre Rabelais a efectos de mostrar, tomando un caso extremo, la
imposibilidad de la incredulidad en el siglo XVI (Febvre 1988; 1968).Tanto Rabelais, como Lacan
siglos más tarde, eran hombres cuyos pensamientos se ubicaban en los extremos de lo pensable, de
lo decible. Estudiando a Lacan y a su obra se podría entender cuáles eran los límites de la cultura y
la sociedad francesa de los años de posguerra, de la misma manera que estudiando a Rabelais,
Febvre echó luz sobre los límites de la cultura francesa del siglo XVI.
Para Jaudel, Lacan ‒al igual que el psicoanálisis y en esto se ubica en el polo opuesto de
Bourdieu‒ constituye un objeto tan único e irreductible como lo son sus ideas. Se trataría de un ser
extraordinario que no puede ser analizado desde la ciencia social. Es tal vez por eso mismo que
resulta paradójica la última imagen que la autora nos deja de Lacan en su propio libro (p. 317): se
trataba finalmente de un trabajador “clavado al sillón del despacho de su modesto departamento”,
donde “decenio tras decenio” recibía a sus pacientes desde muy temprano. Y cuando no recibía
pacientes estropeaba sus fines de semana y sus vacaciones estudiando… ¡Casi la imagen perfecta
de un burgués!
El libro de Roudinesco puede ser pasible de numerosas críticas que no es este el lugar de
formular. Sin embargo, creo que una mirada como la de Jaudel está lejos de avanzar nuestro
conocimiento sobre la vida del psicoanalista francés o sobre las formas de escribir la historia.

Referencias bibliográficas

Bourdieu, P. (1994). “L´illusion biographique” en Bourdieu, Raisons pratiques. Sur la théorie de


l´action (Paris: Éditions du Seuil).

Febvre, L. (1988). Luther, un destin (Paris: PUF. 1era ed. 1928).

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Febvre, L. (1968). Rabelais ou le problème de l´incroyance au XVIe siècle (Paris: Albin Michel, 1era
ed. 1942).

Roudinesco, É. (1994). Lacan. Esbozo de una vida, historia de un pensamiento (Trad. Tomás
Segovia México: Fondo de Cultura Económica. Primera edición en francés: Jacques Lacan,
Esquisse d´une vie, histoire d´un systeme de pensé. Paris : Fayard, 1993).

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