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Barcelona.
- Ficha conceptual -
Distinción
“El titulo de la obra está para recordar que lo que comúnmente se suele llamar distinción,
es decir una calidad determinada, casi siempre considerada como innata (se habla de
“distinción natural”), del porte y de los modales, de hecho no es más que diferencia,
desviación, rasgo distintivo, en pocas palabras, propiedad relacional que tan solo existe en
y a través de la relación con otras propiedades.” (p.16)
Para B. esta misma idea de distinción fundamenta la noción misma de espacio social. Un
conjunto de posiciones distintas y coexistentes.
“La noción de espacio contiene, por si misma, el principio de una aprehensión relacional
del mundo social: afirma en efecto que toda la realidad que designa reside en la
exterioridad mutua de los elementos que la componen. Los seres aparentes, directamente
visibles, trátese de individuos o de grupos, existen y subsisten en y por la diferencia, es
decir en tanto ocupan posiciones relativas en un espacio de relaciones que, aunque
invisible y siempre difícil de manifestar empíricamente, es la realidad más real (el ens
realissimum, como decía la escolástica) y el principio real de los comportamientos de los
individuos y los grupos”. (p.47)
“Una de las funciones de la noción de habitus estriba en dar cuenta de la unidad de estilo
que une las prácticas y los bienes de un agente singular o de una clase de agentes (…) El
habitus es ese principio generador y unificador que retraduce las características
intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un
conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas.” (p.19)
Para B. los habitus son principios generadores de prácticas distintas y distintivas pero
también son principios de clasificación, en tanto establece la división entre lo distinguido
y lo que es vulgar, lo bueno y lo malo (p.20). En este sentido, cuando las diferencias en
las practicas, en los bienes poseídos, en las opiniones son percibidas a través de estas
categorías sociales, “se convierten en diferencias simbólicas y constituyen un auténtico
lenguaje.” (p.20) Las posiciones funcionan entonces como signos distintivos.
Ahora bien, tal como sostiene Bourdieu, un signo o propiedad distintiva, una diferencia
“sólo se convierte en diferencia visible, perceptible y no indiferente, socialmente pertinente,
si es percibida por alguien que sea capaz de establecer la diferencia (…)” (p.21)
Capital simbólico
1
“El capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier tipo de capital, físico, económico,
cultural, social) cuando es percibida por agentes sociales cuyas categorías de percepción
son de tal naturaleza que les permiten conocerla (distinguirla) y reconocerla, conferirle
algún valor.” (p.108)
Para B. la concentración del capital jurídico resulta crucial en el proceso más amplio de
concentración del capital simbólico que “constituye –según dice- la base de la autoridad
específica del detentador del poder estatal y en particular de su poder, harto misterioso, de
nombrar.” (p.111)
Analiza la oposición entre los nobles por naturaleza (por herencia y reconocimiento del
publico -fundamentalmente de los pares-) y los nombrados por el rey.
Honores atribuidos por el Estado. De este modo el Estado, que concentra cada vez más
capital simbólico, concentra también el poder de distribuir bajo forma de cargas y
honores ese capital.
“El reconocimiento de la legitimidad no es, como cree Max Weber, un acto libre de
conciencia clara. Está arraigada en la consonancia inmediata entre las estructuras
incorporadas, que se han convertido en inconscientes, como las que organizan los ritmos
temporales (por ejemplo la división en horas, absolutamente arbitraria, de la agenda
escolar) y las estructuras objetivas.” (p.119)
2
“Si el desinterés es posible sociológicamente, sólo puede deberse a la coincidencia entre
unos habitus predispuestos al desinterés y unos universos en el que el desinterés está
recompensado.” (p.155)
El reconocimiento
“El capital simbólico es una propiedad cualquiera, fuerza física, riqueza, valor guerrero,
que, percibida por uno agentes sociales dotados de las categorías de percepción y de
valoración que le permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente
eficiente, como una verdadera fuerza mágica: una propiedad que, porque responde a unas
“expectativas colectivas”, socialmente constituidas, a unas creencias, ejerce una especie
de acción a distancia, sin contacto físico. Se imparte una orden y ésta es obedecida: se
trata de un acto casi mágico.” (p.172-173)
B. continúa. Para que este acto simbólico se ejerza, es necesario una labor previa que
haya producido las disposiciones necesarias para que sientan que tienen que obedecer
sin siquiera cuestionárselo. Se trata, según B., de una teoría de producción de creencia.
Una creencia que no es explicita sino que produce “una adhesión inmediata.”.
El que responde a las expectativas colectivas, que, sin tener que calcular, se ajusta de
inmediato a las exigencias inscritas en una situación, obtiene todos los beneficios del
mercado de bienes simbólicos. Obtiene el beneficio de la virtud pero también el de la
soltura, de la elegancia. Es tanto más festejado por la conciencia común cuanto que hace,
como si fuera evidente, una cosa que era, como se dice, lo único que podía hacerse, pero
que habría podido no hacer”. (p.174)
Es que una de las características que este capital simbólico es que es común a los
miembros de un grupo.
3
- Esta labor de negación solo puede tener éxito porque es colectiva (desconocimiento
colectivo) y porque los agentes están dotados de las mismas categorías de
percepción y valoración
- Estas disposiciones comunes “son frutos de una socialización idéntica o semejante
que conduce a la incorporación generalizada de las estructuras del mercado de los
bienes simbólicos bajo la forma de estructuras cognitivas armonizadas con las
estructuras objetivas de ese mercado.”
- La economía de bienes simbólicos se basa en la creencia. “Debido a que la
economía simbólica se basa en la creencia, la reproducción o la crisis de esta
economía se asientan en la reproducción o en la crisis de la creencia, es decir en la
perpetuación o en la ruptura del acuerdo entre las estructuras mentales (categorías
de percepción y de valoración, sistemas de preferencia) y las estructuras objetivas.
Pero la ruptura no puede resultar de una mera toma de conciencia; la
transformación de las disposiciones no puede producirse sin una transformación
previa o concomitante de las estructuras objetivas de las que son fruto y a las que
no pueden sobrevivir.” (p.198)