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Héctor Virgilio Hernández Rodríguez

Seminario de Aristóteles
Prof. Alejandro Fuerte
El concepto de motor inmóvil de Aristóteles

A
ristóteles, probablemente el más grande de entre todos los filósofos
griegos, pues de estos fue él el primero en sistematizar la filosofía,
de darle el rigor que, aunque numerosa, carecía el pensamiento de
su maestro Platón. Es tal la grandeza de su pensamiento que todavía, en la
actualidad, permea en numerosas ramas del saber, más allá de la filosofía.
Aristóteles distingue entre tres tipos de filosofía o de ciencias meditativas:
la filosofía primera o “metafísica”, que se ocupa de los principios universa-
les; la filosofía segunda o “física”, que se ocupa de las realidades naturales
–de estas Aristóteles insiste que no es primera debido a que hay un objeto
superior que no toma en cuenta–, y la filosofía matemática, que se ocupa
de realidades como el número y la dimensión, las cuales son únicamente
atributos de las realidades naturales –de esta última Aristóteles no tiene
ningún tratado, por lo que de ella, más que todo un cuerpo sistemático, hay
más bien reflexiones que forman parte, ocasionalmente, de la filosofía pri-
mera.
El enfoque de este trabajo será en torno a de la primera de entre estas cien-
cias meditativas, el estudio de la metafísica, que como ya ha quedado dicho,
busca los principios primeros y universales de las cosas. El culmen de la
metafísica aristotélica, objeto en torno al cual se desarrollará este trabajo,
es el motor inmóvil, la causa primera del universo, agente de todo movi-
miento y, por lo tanto, de todo cambio que se da en el mundo.
Antes de abordar el motor inmóvil, la causa primera de entre todas las exis-
tentes, habría que abordar la división que Aristóteles hace de las causas.
Causa para Aristóteles es “lo que funda, lo que condiciona, lo que estruc-
tura” (Reale 1985) las cosas y los seres. Las causas son divididas en cuatro:
Causa formal, causa material, causa eficiente y causa final. La primera, la
causa formal, se refiere a la esencia, aquella parte inmaterial que es inhe-
rente a un ser, y, por lo tanto, es incorruptible. La segunda, la causa mate-
rial, se refiere ya a aquello de lo cual está constituido, físicamente, un ser –
por ejemplo, para Demócrito eran los átomos–; esta es relacionada con la
indeterminación.
Héctor Virgilio Hernández Rodríguez
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Prof. Alejandro Fuerte
La causa formal y la causa material, para fines explicativos, pueden ser re-
presentadas como el alma y el cuerpo en el ser humano, en el mismo orden;
el alma es la esencia del hombre, aquello que lo hace ser lo que es, un “ani-
mal racional” como lo definiría Aristóteles, y el cuerpo constituiría aquello
a lo que la esencia se une para formar el todo, pues sin este último el alma,
la causa formal, nunca sería actualizada –esto es, nunca sería acto–, sino
que sería únicamente potencia. A propósito de esto, habría que definir es-
tos conceptos fundamentales en Aristóteles, el concepto de acto y potencia,
pues sin estos no se podría entender completamente el concepto del motor
inmóvil. La materia, por una parte, “es potencia debido a que es capaz de
asumir o recibir a la forma” (Reale, 1985), así como el cemento es una casa
en potencia, o el infante es un adulto en potencia. La potencialidad es, así,
un estado de posibilidad o perfectibilidad. Aristóteles relaciona la potencia
con la materia, pues esta, por sí misma no es algo determinado, pues nece-
sita la forma para realizarse. Por el otro lado, el acto es ya ese estado de
realización que se obtiene del compuesto de materia y forma. Y, así como
la materia es potencia, la forma, en estado puro, es acto puro, exento de
potencialidad. El acto posee una prioridad y una superioridad respecto a
la potencia; pues la potencia está determinada por el acto, siendo este úl-
timo la realización o perfección de aquella. El acto se podría decir que es
aquello a lo que la potencia tiende o aspira.
Bien, volviendo a las causas, que, como ya vimos, la causa formal constituye
la esencia y la material es aquello de lo que está constituida una cosa. La
materia puede existir en diferentes formas, mas no puede existir sin forma
alguna, en estado de materia pura. La causa siguiente en el pensamiento
aristotélico es la causa eficiente, la cual hace referencia al principio de mo-
vimiento, aquello que ocasiona el movimiento de otra cosa, pues para Aris-
tóteles, quien no negaba el devenir de las cosas, a diferencia de los eléatas,
encontraba necesario que todo aquello que estaba en movimiento debía de
tener, necesariamente, una causa, algo que lo haya puesto en movimiento.
Todo aquello que tenga materia es corruptible, esto es, que está sometido
a los cambios propios del movimiento, mientras que la forma es, por otro
lado, incorruptible. La cuarta y última causa es la causa final que, en pocas
palabras, es aquello para lo cual algo es, el fin para el cual un algo tiende:
es, pues, la realización de su esencia.
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Una vez explicados los conceptos de acto y potencia, y las cuatro causas
aristotélicas, todos tan necesarios, podemos pasar ya al desarrollo de la
idea del motor inmóvil en Aristóteles.
Un principio del que parte es de que no puede haber una cantidad infinita
de principios, no puede haber causas infinitas, puesto que estas serían, en
consecuencia, incognoscibles –pues no se puede conocer un número infi-
nito de causas en un tiempo finito–, y para Aristóteles esto sería caer en
absurdo.
Aristóteles entiende al tiempo y al movimiento como incorruptibles y eter-
nos, de donde se pregunta bajo qué se necesita para que puedan subsistir
un movimiento y un tiempo eternos. Como respuesta da que se necesita de
un principio primero que sea causa de estos. Mas, ¿cómo debe de ser este
principio? Aristóteles responde que, al igual que estos, su causa debe de ser
también eterna. De ahí surge entonces la idea de la necesidad de un princi-
pio inmóvil, pues para Aristóteles lo inmóvil es causa de lo móvil: Todo lo
que está en movimiento debe de haber sido movido por algo más, y este
algo es, a su vez, movido por algo ulterior, y puesto que este proceso no se
puede seguir ad infinitum, ya que significaría un número infinito de causas,
debe de haber, eventualmente, algo que no sea movido por nada más,
siendo este, necesariamente, inmóvil. En su Física Aristóteles
[…] considera que no hay móvil sin motor y que, a riesgo de llevar al infinito la
cadena de los motores movidos –lo cual significaría no llegar nunca a la fuente
del movimiento y hacer imposible la constatación– es necesario supeditar los
movimientos del cielo (especialmente los del primer cielo) a motores inmóviles,
eternos como el movimiento celeste, pero inmateriales, a diferencia del propio
cielo. (Bodéüs, 2010)

De esta manera llega a la necesidad de que, más allá de los motores móviles,
debe de existir un motor inmóvil que mueva a todos estos. Un motor que,
exento de movimiento, se la causa del movimiento de otros cuerpos. De
igual manera, este motor inmóvil debe de estar exento totalmente de po-
tencialidad, debe de ser un acto puro, puesto que si no fuera así podría
darse el caso de que en potencia mueva pero en acto no.
Esta idea, en principio, parece no ser de naturaleza propiamente motriz, ya
que el motor no transmite un movimiento propio. Sin embargo, este movi-
miento causado por este principio inmóvil puede ser entendido como una
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atracción. Lo bello y lo bueno son estos objetos para el deseo; siendo estos
meramente forma, y no materia, carecen de un movimiento, sin embargo,
atraen la voluntad del hombre, esto es, lo ponen en movimiento. Esta cau-
salidad del motor inmóvil no es, contrario a lo que se pueda pensar, una
causa eficiente, sino que, más bien, puesto que no ocasiona el movimiento
como un cuerpo que ejerce su fuerza sobre otro, sino a manera de atrac-
ción, es una causa final: el motor inmóvil mueve en tanto que amado.
El universo, para Aristóteles, no tiene comienzo alguno, es eterno, puesto
que de lo contrario sería una contradicción a su teorema de la prioridad del
acto: si el universo no fuera eterno y tuviera, entonces, un comienzo, antes
del universo mismo existiría no el universo como tal sino únicamente la
potencia de este, antes del acto, lo cual iría en contra de dicho teorema.
El motor inmóvil es la existencia más excelente y perfecta de todas, la de
un eterno estado de pensamiento puro, de actividad contemplativa. Y
puesto que es él mismo la existencia más perfecta de todas, no puede pen-
sar a ninguna imperfección, sino que sólo puede pensar a la más perfecta
existencia, la suya misma. Así, el motor inmóvil es una existencia que está
eternamente pensándose a sí misma:
[...] el pensamiento que es pensamiento por sí mismo tiene como objeto lo que
por sí mismo es más excelente, el pensamiento que lo es en grado máximo tiene
como objeto lo que es excelente en grado máximo. La inteligencia piensa en sí
misma, aprehendiéndose como inteligible; en realidad se hace inteligible intu-
yendo, pensando en sí, de forma que coinciden inteligencia e inteligible. La inte-
ligencia es lo que es capaz de aprehender lo inteligible y la substancia, y está en
acto cuando los posee. Por tanto, más que la capacidad, es esta posesión lo que
tiene la inteligencia de divino; y la actividad contemplativa es lo más agradable
y excelente que existe. (Metafísica, Libro XII)

He ahí la consumación, la parte final de toda la metafísica de Aris-


tóteles: el motor inmóvil, la causa de todo que, a su vez, no es cau-
sado por nada más. La existencia perfecta e incorruptible, pues no
está contenida en materia alguna, que esta está sometida al cam-
bio y a la corrupción, sino que es forma pura y eterna. Acto puro,
sin potencia, pues ya es, por sí mismo, el grado máximo de perfec-
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ción, y puesto que todas las cosas, en tanto que tengan potencia-
lidad, son perfectibles, el motor inmóvil no puede poseer potencia
alguna, pues en sí mismo está ya la realización más plenas de to-
das.

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